A 40 años de Malvinas, cómo fue la verdadera economía de guerra que enfrentó la Argentina: causas y consecuencias
El plan del ministro Roberto Alemann para ordenar las cuentas fiscales y mantener una buena relación con los acreedores externos se quebró ante el inicio del conflicto en las islas; las tratativas con el FMI, los bancos en Nueva York y la detención de un funcionario por pagar la deuda Por Martín Kanenguiser ||
InfobaeEl ministro de Economía en 1982, Roberto Alemann A 40 años del inicio del conflicto, ¿cuáles
fueron los ejes de la política económica que intentó llevar adelante el
gobierno militar durante la guerra de Malvinas, qué pudo hacer y cuáles
fueron las consecuencias de sus acciones?
La primera parte de la pregunta está respondida en un documento que preparó el entonces ministro de Economía Roberto Alemann pocos meses después del final del conflicto armado cuyo 40 aniversario se cumple este año.
En
“La política económica durante el conflicto Austral”, presentado ante
la Academia Nacional de Ciencias Económicas en 1982, Alemann admitió
que, luego de la crisis que determinó el final de la “Tablita cambiaria”
de Martínez de Hoz y la fallida experiencia de Lorenzo Sigaut, antes
del inicio de la guerra “estaba en marcha una política encaminada a
estabilizar la moneda, erradicando de cuajo las fuentes de inflación
monetaria, sin alterar el funcionamiento ordenado de los mercados”.
Sin embargo, la operación encarada por el general Leopoldo Galtieri para
recuperar poder, “planteó problemas absolutamente nuevos e
imprevistos”, señaló el economista, que falleció en marzo del 2020.
“El
objetivo principal de la política económica que por entonces consistía
en abatir la inflación para desembocar en la reducción del sector
público, cedió después del 2 de abril a la necesidad de preservar las
reservas monetarias. El Banco Central contaba con activos externos de
alrededor de USD 5.000 millones, pero las reservas disponibles eran
considerablemente inferiores”, admitió Alemann, en una referencia que
podría ser asimilada al presente.
El presidente Galtieri saluda al general Jofré en Malvinas La
primera decisión fue implementar un cepo cambiario al limitar “el
mercado de divisas a compras exclusivamente para vencimientos
comerciales y financieros con cierta fecha”. La intención, explicó, era
contar con “efectivo” para la compra de armamento durante el conflicto.
En
materia cambiaria, detalló, trató de demorar la inevitable devaluación
generada por el aumento de la desconfianza, hasta que permitió un salto
del 25% a principios de mayo, a cambio de colocar derechos de
exportación, un instrumento que curiosamente varias décadas después fue
reinterpretado como progresista.
En cuanto a la
deuda externa, Alemann afirmó que se logró “la renovación de los
vencimientos hasta que se superara el conflicto” con el consentimiento
de los bancos comerciales, que eran los principales acreedores del país.
En
Wall Street consideran que la Argentina fue el primer país en caer en
default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio de
la denominada “década perdida”
Sin embargo,
en Nueva York consideraban que la Argentina fue el primer país en caer
en default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio
de la denominada “década perdida”.
Esto se debe a que el gobierno argentino no le pagó a los bancos británicos por la guerra de Malvinas. A
fines de 1981, con una deuda externa pública de USD 20.024 millones que
apenas se podía pagar, el gobierno militar se hallaba en pleno proceso
de desgaste como producto de la crisis económica y por el lento pero
progresivo avance del diálogo político, luego de los años más duros de
la represión.
Con urgencia para captar fondos, el ministro partió hacia la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Cartagena de Indias para acordar la refinanciación de los compromisos de la deuda soberana de 1982.
Heridos luego de una batalla en Monte Longdon (AFP) El
plan oficial consistía en contratar unos USD 3.500 millones en créditos
sindicados a largo plazo y renovar otros USD 7.200 millones. Desde el
26 de marzo, ajeno a los planes bélicos del gobierno, el funcionario
comenzó a tejer en el Caribe colombiano la delicada operación para sacar
a la Argentina de la cornisa de la cesación de pagos.
A
cambio, Alemann se comprometió a mantener la deuda pública y a reducir
el déficit fiscal en un 2% durante ese año. La realidad rompería con su
juramento, ya que a fines de 1982 los pasivos externos del Estado
ascenderían a USD 28.626 millones.
Con menos reparos que José Martínez de Hoz para
aplicar un programa de ajuste con el objetivo de reducir la inflación,
el ministro diseñó un esquema de “racionalización” del gasto público
junto con la secretaría de Hacienda, que había intentado la misma tarea
sin éxito desde 1976 a las órdenes de Juan Alemann. Así, Alemann dispuso un congelamiento de los salarios y el recorte de los subsidios a las empresas estatales.
Ante
el inicio del conflicto, el equipo económico buscó girar las reservas
del Banco Central al FMI, el BIS y otros bancos en los que no pudieran
ser embargadas
Tras lograr un rápido
“compromiso verbal” para la refinanciación de la deuda, el ministro
decidió adelantar su regreso dos días con una escala en Bogotá, para
arribar el 30 de marzo a Buenos Aires. Sin embargo, las rutas aéreas no
favorecieron sus planes y debió penar durante 25 horas entre un avión y
otro para llegar al país a través del Brasil.
Finalmente,
aterrizó la tarde del jueves en el aeropuerto de Ezeiza, donde,
ansioso, lo esperaba Manuel Solanet para explicarle que el enlace de la
Fuerza Aérea con el Ministerio de Economía le había anticipado la noche
anterior que el 2 de abril habría novedades importantes en relación con
las islas del Atlántico Sur.
Al tanto de la operación militar, en Hacienda se
le ordenó al presidente del Banco Central, Egidio Ianella, que girara
las reservas internacionales del Banco Central que estaban depositadas
en el Banco Central de Inglaterra y en los bancos comerciales de los
Estados Unidos. El nuevo destino sería el Banco Internacional de Pagos
de Basilea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal
de Nueva York, lejos del alcance de un eventual embargo británico.
Margaret Thatcher Agotado
por el extenso viaje desde Colombia, Alemann le dijo a Manuel Solanet
en el aeropuerto que nada pasaría en relación con Malvinas y que
necesitaba dormir una siesta en su casa para recuperar fuerzas. A las
19, su colaborador lo despertó por teléfono para reafirmar sus temores,
pero Alemann volvió a pedirle calma, hasta que a la una de la mañana del
viernes convocaron al ministro a una reunión de urgencia del gabinete
nacional a las 7 de la mañana en la Casa de Gobierno para analizar una
invasión que él desconocía.
Enojado y
confundido, Alemann sintió que en un instante su castillo de naipes se
derrumbaba: la ansiada lucha contra el déficit y la inflación dejaban
paso al gasto militar como prioridad de la política económica.
En la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales
Mientras
el ministro tomaba conciencia del cambio de escenario, Ianella se
aseguraba de que la operación de rescate de las reservas resultara
“prácticamente” exitosa, ya que aún restaban 50 millones de libras
esterlinas que por cuestiones operativas sólo podrían ser liberadas el
viernes 2 de abril. El Ministerio de Economía aprovechó la lentitud del
gobierno británico para reaccionar —la premier Margaret Thatcher presuntamente
se había enterado de la operación militar argentina a través de la
inteligencia norteamericana la madrugada del viernes e impuso el control
de capitales recién el sábado— para salvar ese dinero remanente.
Sin
embargo, puertas adentro del sistema financiero inglés quedarían
congelados durante toda la guerra unos USD 1.450 millones de residentes
argentinos, incluidos 70 millones pertenecientes a la comisión de compra
de armas de la Armada Argentina, que un integrante de esa fuerza aún
menos informado que Alemann se olvidó de retirar.
En
la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para
evitar la fuga de capitales, el mercado cambiario volvería a
desdoblarse, el peso se devaluaría, crecerían las retenciones a la
exportación y se adoptarían otras medidas impositivas para enfrentar
el crecimiento de los recursos militares, que consumieron USD 450
millones de gasto corriente, más los fondos destinados a la compra de
aviones.
Ronald Reagan con Alexander Haig A
pesar del apoyo retórico del sector privado a los planes del ministro,
la fuga de un 4% de los depósitos totales del sistema financiero local
registrada durante la primera semana de abril demostró los nervios del
mercado ante la guerra contra la principal potencia marítima del
planeta.
Mientras los argentinos retiraban sus
depósitos de los bancos en Buenos Aires y obligaban al BCRA a bajar los
encajes para combatir la situación de iliquidez en el mercado, en pleno
corazón del conflicto bélico la administración militar lograba mantener
cierta confianza en la población de las islas.
En
este sentido, la gobernación militar prometió no incautar los bienes de
los kelpers y de mantener la estabilidad, a través de un régimen
bimonetario con un tipo de cambio fijo (a 20.000 pesos por cada libra
malvinense) instaurado luego de un viaje de un funcionario de Economía a
Puerto Argentino a mediados de abril, cuando la mediación diplomática
del gobierno norteamericano, conducida por Alexander Haig, ya había fracasado.
El
ministro Alemann no aceptó las posturas más duras del gobierno militar,
pero aceptó suspender los pagos de la deuda, reconociendo una situación
de default de facto que estaba latente por la falta de recursos del
país
Mientras tanto, con el apoyo de
sus aliados de la OTAN y de la Comunidad Económica Europea, Gran Bretaña
dispuso el congelamiento de los fondos argentinos y el embargo de las
importaciones de origen nacional. En la Argentina el sector más duro de
la Junta Militar pidió como represalia la confiscación de los bienes
británicos.
Alemann no aceptó, pero sin dudarlo
suspendió el pago de los vencimientos de capital de la deuda externa
para preservar el nivel de reservas del Banco Central, generando una
reacción de histeria entre los banqueros de todo el mundo. Si bien el
ministro aseguró que la medida se basaba en el contexto bélico, sus
colaboradores más estrechos sabían que la guerra permitiría esconder un
default que estaba latente, porque no había dinero más que para pagar
uno o dos meses de vencimientos.
El Lloyds
Bank del Reino Unido era el principal acreedor individual del país y la
Argentina había tomado una buena parte de sus créditos a través de
préstamos sindicados, que todos los bancos cobraban a través de una sola
ventanilla. Si no cobraba uno, no cobraba nadie.
Alemann
comprendió entonces la ineficacia de los mensajes a distancia y viajó a
una reunión del Fondo Monetario Internacional en Helsinki, donde el 12
de mayo intentó sin demasiado éxito obtener el respaldo del titular del
organismo, el francés Jacques de Larosiére, para lograr un
programa de asistencia con la complicada promesa de continuar con un
ajuste. Desanimado, dejó Finlandia y comenzó sin pausa una gira por
Zurich, París y Nueva York para ofrecerles a los acreedores privados no
británicos la posibilidad de cumplir en forma efectiva con los
vencimientos del pago de intereses a través de una cuenta en la Unión de
Bancos Suizos (UBS). En forma paralela, se habilitaría una escrow
account para asentar los compromisos con los bancos ingleses sin
pagarles, hasta que Londres levantara las sanciones contra el país.
Un soldado argentino Esta solución se le ocurrió al abogado Richard Davis, socio del estudio neoyorquino Weil, Gothsam & Manges, ex subsecretario de Finanzas del Tesoro durante la administración de James Carter y
experto en sanciones económicas internacionales, contratado por el
Ministerio de Economía por el temor a que el gobierno de Reagan cediera a
la presión de Thatcher de embargar los bienes argentinos en territorio
norteamericano.
En realidad, Davis sólo se
limitó a recomendarle al gobierno argentino una fórmula parecida a la
que utilizaron los iraníes durante la toma de los rehenes en la embajada
de los EEUU en Teherán, para eludir el congelamiento ordenado por el
Tesoro en aquel entonces. Davis comenzó su trabajo con una visita a
Buenos Aires, antes de que las tropas inglesas llegaran al Atlántico
Sur, en la que sugirió reducir al mínimo los incentivos de los bancos
para declarar un default formal.
Mientras el represor Alfredo Astiz se
rendía sin presentar combate en las Georgias del Sur, el ministro se
tranquilizó cuando los bancos no británicos se resignaron a aceptar la
propuesta argentina, que hasta recibió elogios del Tesoro de los Estados
Unidos.
Un juez ordenó la
detención del presidente del BCRA Julio González del Solar por autorizar
el pago de la deuda argentina a los bancos extranjeros, un hecho que
generó nervios importantes en Nueva York
Sin
embargo, puertas adentro del país, Alemann tuvo que soportar la
reacción antisemita de algunos integrantes de la Junta Militar,
indignados por los fuertes vínculos del estudio Weil, Gothsam &
Manges con la comunidad judía de Nueva York.
El
14 de junio de 1982 los militares argentinos se rindieron ante sus pares
británicos en Puerto Argentino. La dictadura sellaba su suerte en forma
definitiva a costa de la muerte de 649 soldados argentinos en una
guerra que Galtieri buscó ganar con la ilusión de recibir la ayuda de
los Estados Unidos.
Junto con la derrota en el
campo de batalla, el país acumulaba al final de la guerra unos USD 2.000
millones de atrasos en el pago de la deuda que debió empezar a
renegociar al día siguiente de la rendición en el Atlántico Sur.
Sin
embargo, Alemann afirmó que “los mercados funcionaron normalmente y las
medidas de política económica contribuyeron a su mejor funcionamiento,
excepción hecha con el comercio y con los pagos al exterior, donde las
sanciones injustas de otros países nos obligaron a responder
puntualmente sin afectar el crédito argentino en el exterior ni el
funcionamiento de la economía argentina en su conjunto”.
Raúl Alfonsín (Télam/jcp)
Luego de aquella trágica experiencia en Malvinas, Galtieri renunció y asumió Reynaldo Bignone,
en una gestión desordenada desde el punto de vista económico, con
continuas negociaciones con los acreedores para salir del default.
El
4 de octubre de 1983, 26 días antes de los comicios que marcaron el
retorno democrático y el ascenso de Raúl Alfonsín al gobierno, el
presidente del Banco Central, Julio González del Solar fue detenido
cuando regresaba de Washington acusado de “traición a la patria”, por disposición de Oscar Pinto Kramer,
un juez de Río Gallegos que se hizo eco del enojo de la Fuerza Aérea
porque el gobierno había tomado a Aerolíneas Argentinas como caso
testigo para la reestructuración de la deuda de las empresas públicas,
de acuerdo con el programa de asistencia firmado a principios de ese año
con los bancos del exterior.
El 21 de
septiembre los pilotos militares habían expresado su “unánime desagrado
por la forma en que se renegoció la deuda de Aerolíneas”, mientras
González del Solar y el ministro de Economía, Jorge Wehbe, le
rogaban al comité de acreedores que postergaran el ultimátum contra la
Argentina, debido a que el gobierno no había cumplido con sus pagos en
todo el año.
El juez basó la orden de detención
del titular del Central en dos cláusulas del acuerdo: una que otorgaba
una garantía oficial para la reestructuración y la otra que cedía la
competencia para resolver cualquier diferencia judicial a los tribunales
extranjeros.
Con cierto temor por la decisión judicial, el steering committee
postergó su intimación al gobierno. El 6 de octubre González del Solar
fue liberado por decisión de la Cámara Federal, que acusó a Pinto Kramer
de colocar al país “al borde de un default”, que en realidad ya tenía
más de un año de vigencia en términos prácticos y que, en los hechos, se
prolongaría casi una década más hasta que la Argentina firmó el plan
Brady a principios de la década del 90.