El entrañable recuerdo de Carlos Cequeira, el primer soldado en pisar las Islas Malvinas la noche previa al comienzo de la guerra
En
el operativo de recuperación, fue uno de los comandos anfibios que tuvo
como misión tomar el cuartel de los Royal Marines y la casa del
gobernador. Nunca quiso volver a las islas porque no toleraba que le
sellaran el pasaporte. Murió a los 69 años y vivía en Ushuaia
Por Adrián Pignatelli || Infobae
Que en realidad pisar no fue lo primero que hizo en suelo malvinense, sino que como llevaba las patas de ranas puestas, cayó de espaldas, contaba siempre entre risas. Tenía entonces 27 años, casado, era cabo principal y en 1975 había hecho el curso de comando. Uno de sus compañeros de entonces, el coronel Andrés Ferrero, también veterano de Malvinas, lo recuerda como un tipazo y una de esas personas que siempre estaba dispuesta a ayudar.
Se llamaba Carlos Eduardo Cequeira,
comando anfibio al que todos conocían como “el Negro”, y falleció el
pasado sábado en la ciudad de Ushuaia, donde residía, luego de una larga
enfermedad.
Junto a Bernardo Schweizer
fueron los primeros argentinos en pisar las islas alrededor de las diez
de la noche del 1° de abril, en una navegación que la realizaron en un
kayak, que hoy es una reliquia en el Museo de la Infantería de Marina.
Cequeira y Schweizer tienen una historia aparte. Cuando en 1980 Schweizer, un teniente de corbeta recién ascendido, hizo el curso comando, Cequeira, un suboficial, fue su instructor. Enseguida congeniaron. El Negro Cequeira era alegre y comunicativo, y con un talento innato para la enseñanza. Ambos estaban casados, y ninguno tenía aún hijos. Es más: Malvinas interrumpió la luna de miel de Schweizer.
Cuando se planeó la recuperación, el jefe de Schweizer le indicó que eligiese a los mejores comandos para la misión que tenían por delante. Y escogió a Cequeira como compañero de combate, en quien confiaba ciegamente. Corpulento, medía casi dos metros, decía que lo había elegido para que “le tapase las balas”.
El 21 de marzo habían entrado en alerta y su agrupación, que estaba en la Base de Mar del Plata, fue llevada a Puerto Belgrano, donde embarcaron en la fragata Santísima Trinidad. Sabían la misión: tomar un cuartel y una sede de gobierno, y luego debían realizar una evacuación inmediata. Pero no le dijeron cuál ni dónde era.
En viaje hacia el sur, se les informó que habían puesto proa a Malvinas y que integrarían el equipo que recuperaría las islas. En la noche del 1° de abril, luego de atravesar una tormenta de aquellas, el buque ancló en las inmediaciones de la bahía Enriqueta. Entonces, 94 comandos anfibios y buzos tácticos de la Armada ocuparon 22 botes de goma y un kayak a un mar que estaba increíblemente calmo, y con una luna que alumbraba por demás. Al mando estaba el capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y su segundo era el capitán de fragata Pedro Giachino.
Navegaron en botes de goma a motor hasta la rompiente, y ahí Schweizer y Cequeira se pasaron al kayak, que llevaban remolcado. Era un modelo alemán, completamente desarmable para que pudiese transportarse en un submarino.
Ellos debían asegurar la zona para que pudiera desembarcar el resto de los comandos. Ambos conocían el plan a seguir por si a uno le pasaba algo, el restante debía terminar la misión.
Schweizer con un visor nocturno y detrás Cequeira con un compás, guiaba la navegación. El primero intuyó ver una luz y presencia de hombres. “Me parece que vamos a cambiar de playa”, dijo y le pasó el visor a su compañero. “Sí, sí, hay hombres allá”, confirmó. Los estaban esperando. Después se enterarían que había británicos con dos ametralladoras.
Entonces buscaron un punto a unos quinientos metros de ese lugar, más al norte. Si bien era una playa más chica, comprobaron que estaba desierta, y fue cuando desembarcaron el resto de los hombres. Eran las 23 horas.
Dos horas después iniciaron la marcha hacia los dos objetivos: la casa del gobernador y el cuartel de los Royal Marines, puntos que debían tomar a las 6 de la mañana, y sin producir bajas. Para ello, la patrulla se dividió en dos grupos: unos fueron con Sanchez Sabarots y el otro con Giacchino.
Avanzaron en la oscuridad total, caminando por la turba mojada y sorteando toda clase de obstáculos.
Cequeira contó luego que hubo una débil resistencia de los soldados británicos, quienes les dispararon durante diez minutos y que luego desaparecieron del lugar. Lo primero que hicieron fue arriar la bandera inglesa e izaron la argentina, tarea que estuvo a cargo de Sánchez Sabarots y del suboficial Guillermo Rodríguez, comando anfibio.
Cuando este grupo de comandos se enteró del tiroteo en la casa del gobernador y que el capitán Giachino lo habían herido junto al cabo Urbina, se dirigieron al lugar.
Fue un civil argentino quienes les advirtió que detrás de la residencia había royal marines. Fueron hasta el lugar y lograron que se rindieran.
Los comandos tenían sentimientos encontrados: estaban eufóricos por la misión en la que participaban, pero tristes por Giachino. A Schweizer le ordenaron llevar el cuerpo del capitán al continente.
Regresaron a la Base Belgrano y el 8 de abril los comandos fueron movilizados a Río Gallegos, a la espera de una asignación de otra misión que nunca llegaría.
El kayak que usaron Cequeira y Schweizer tiene una costura en el frente, y el responsable de la marca fue el propio Cequeira, quien confesó que había usado su cuchillo para quitarse el traje de goma y cuando quiso clavarlo en la arena, lo ensartó en la embarcación.
El kayak se lo quedó Schweizer, y fue Cequeira quien le propuso donarlo. Primero estuvo en un museo de Río Grande y luego lo pidió el museo de la infantería de marina.
Unos años después de Malvinas, alcanzó las aptitudes para continuar su carrera como oficial. Fue un instructor de comandos muy querido por sus alumnos.
Amante del sur, se radicó en Tierra del Fuego. Con Schweizer eran amigos íntimos, las familias también, y vivían muy cerca uno del otro cuando revistaban en la Base de Puerto Belgrano.
En 2007, Schweizer dejó la marina y se radicó en el exterior. Siguió manteniendo el contacto con su viejo amigo. Hace un tiempo volvió y se enteró de que estaba gravemente enfermo. Hablaban por teléfono y si bien le notaba que su voz era débil, no había perdido ese carácter jovial y amiguero.
Le pidió que lo esperase, que en cuanto pudiera, iría a verlo. Pero no fue posible.
Al momento de su fallecimiento, ocurrido en Ushuaia, era capitán de fragata (cuerpo técnico) retirado a fines de 2018. Desde entonces era el encargado como el Museo Naval, reunía el perfil ideal para ello, por su carácter y su conocimiento sobre Malvinas, ya que además brindaba conferencias. Era un ávido lector de libros de historia.
Le gustaba navegar en kayaks, y hacía demostraciones de lo que había hecho la noche del 1° de abril en las horas previos a todos a cada aniversario del desembarco. Lo visitaban, de todas partes del país, viejos soldados.
El 8 de octubre había cumplido 69 años. Para todo el mundo era el Negro Cequeira, querido y admirado, que no quiso volver a Malvinas porque no toleraba que le sellasen el pasaporte, ese que a pesar que lo hizo con la espalda, fue el primero en tocar suelo malvinense.