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viernes, 4 de noviembre de 2022

Soldado británico devuelve casco a hija de VGM (fallecido) Daniel Sirtori de la IMARA

Virginia Sírtori, hija de Daniel Sírtori, dialogó con Paula García y Santiago Do Rego, por TN, sobre el emotivo suceso por el cual un soldado inglés le devolvió el casco de su padre, excombatiente de Malvinas, a su familia.

jueves, 17 de octubre de 2019

Amigos y enemigos se encuentran por un casco

“Bendito sea Dios que me permitió encontrarte”: el marine inglés que buscó al soldado argentino que había sido su prisionero en Malvinas

En 1982 los dos tenían 18 años. Cuando Héctor Pereyra estuvo prisionero, Andy Damstag le prestó su casco en medio de los bombardeos. El cabo tuvo que entregar el suyo. Al final de la guerra el argentino herido alcanzó a devolvérselo, pero el suyo quedó en poder de su custodio. Cuatro décadas después la historia tuvo un final de redención y amistad
Por Adrián Pignatelli ||  Infobae


 
Dos soldados que intercambiaron sus cascos, Héctor Pereyra y Andy Damstag, son otra vez protagonistas de una conmovedora historia de redención a cuatro décadas de la guerra de Malvinas


Durante el 9 y 10 de junio, los ataques ingleses sobre las posiciones argentinas habían recrudecido. El 11 de junio el fuego británico barría la ladera del Monte Harriet, defendido por 390 hombres, la mayoría del Regimiento de Infantería 4. El enemigo disponía de una superioridad de cuatro a uno.


Parapetado en una de las rocas estaba el cabo enfermero Héctor Pereyra, de 18 años. Unos meses antes el joven cursaba en la Escuela de Suboficiales General Lemos los estudios de su especialidad. Una vez conocida la recuperación de las islas, el 2 de abril de 1982, le dieron las jinetas de cabo y lo asignaron a la Compañía Comando y Servicio perteneciente a la III Brigada de Infantería. El 25 de abril ya estaba en Malvinas.

Durante cinco días, permaneció junto a su unidad en el aeropuerto. Luego, hasta el 11 de mayo, ocupó posiciones en un viejo puerto. Los tremendos bombardeos que los ingleses efectuaron el 1 de mayo, lo enfrentó por primera vez a la sangre que se derrama en una guerra: tuvo que asistir a sus compañeros heridos.

 
El cabo Héctor Pereyra en 1982, Malvinas

Hoy, 37 años después y desde Gualeguaychú, donde reside, Héctor recuerda aquellos días frente a Infobae: “El 11 de mayo dividieron a la compañía en dos: una parte iría a Puerto Howard y la otra a Monte Kent".

Las batallas ya eran cruentas, y luego de la caída de Pradera del Ganso, Pereyra revela que "quedamos un poco solos, ya que todos se replegaban en dirección a Puerto Argentino. Nosotros lo hicimos hacia Monte Harriet”.

Y es donde comenzó esta historia.

Ataque al Monte Harriet

El 12 de junio, Monte Harriet era un verdadero infierno. Los ingleses avanzaban en el terreno escarpado de la ladera, tenazmente defendida por los argentinos. En una de las trincheras, se encontraba Héctor Pereyra.

Uno de los británicos que participaba del ataque era Andy Damstag. “Encontramos una feroz resistencia de las posiciones argentinas; sus ametralladoras de 50 mm no dejaban de disparar con mucha puntería. Nuestro avance se vio obstaculizado aún más por el fuego de armas de menor calibre”, relata a Infobae desde su casa en Bolton, Reino Unido.


 
Andy Damstag, tenía 18 años y pertenecía al 42 Commando de los Royal Marines

Damstag, con sus 18 años, se había enlistado en los Royal Marines ni bien terminó sus estudios secundarios, a los 16. Fue a la guerra como uno de los miembros del equipo de armas anti tanque. Integraba la Compañía Lima de los 42º Commando de los Royals Marines. Sólo tenía una vaga idea de dónde quedaban las islas, y cuando desembarcó el paisaje le hizo recordar a Dartmoor, una localidad en Devon, donde su unidad tenía su base y dónde se había entrenado.

A dos horas de iniciada la batalla, las secciones de avanzada británicas estaban inmovilizadas a pocos metros de las trincheras argentinas. Damstag remarca que “estábamos lo suficientemente cerca como para que ambos bandos pudiésemos lanzar granadas”.

Los británicos decidieron neutralizar la resistencia argentina disparando un proyectil anti tanque contra las trincheras que tenían enfrente, a escasos 30 metros.

Un explosivo cayó en la posición que Pereyra ocupaba con el cabo Carlos López. Pereyra fue gravemente herido: fractura de tibia y peroné, heridas en la mano y hasta el duvet se le estaba incendió. Comenzó a perder sangre.

Los argentinos iniciaron el repliegue. No habían advertido que dejaban en el campo a dos cabos heridos. Entonces, el soldado Clemente Bravo volvió sobre sus pasos. En medio del fuego enemigo, tomó a Pereyra y comenzó a subirlo. Alcanzó a llevarlo unos metros, cuando se percataron que tenían a los ingleses demasiado cerca.

El inglés precisó que “vi por el rabillo del ojo a dos soldados argentinos desplomados contra la pared de la trinchera a solo un metro de distancia con las manos en alto. Tomé mi fusil y me lancé al suelo, apunté con mi arma hacia ellos, con el dedo en el gatillo y comencé a gritarles que no se movieran”.

“Después de un par de minutos de un completo pandemonio, recuperamos el control de nosotros mismos y avanzamos para buscar a los dos soldados; descubrimos que ambos estaban heridos, llamamos al médico que vino rápidamente”.

Revisaron a los heridos. Les quitan el correaje, la pistola reglamentaria. Y el casco.

“Quedé desprotegido sin el casco”, remarcó Pereyra. Alguien de sanidad inglés, no sabe si fue un médico o un enfermero le cortó la hemorragia, y lo dejaron junto a otro herido bajo custodia de dos británicos. Uno de ellos era el propio Andy Damstag. Era de noche y había comenzado a nevar.



 
Héctor Pereyra tenía 18 años y era cabo enfermero durante la guerra

Como se seguía combatiendo y continuaba disparando la artillería argentina, el propio Damstag arrastró a Pereyra hasta detrás de una roca grande para protegerlo y le dio su casco, que lo llevaba enganchado en su correaje. Ese día los británicos pelearon con sus boinas verdes para reconocerse entre ellos.

“Con mucho esfuerzo, comenzamos a hablar –cuenta hoy Andy-. Dialogamos sobre la guerra, de fútbol y la familia, mientras fumábamos e intercambiábamos dulces por cigarrillos y compartíamos agua de nuestras cantimploras”.

El soldado inglés quiso llevarse un recuerdo. Tomó el caso del argentino y lo enganchó en su correaje.

Fue en ese momento en que se produjo una gran explosión proveniente de la artillería argentina, y soldados de ambos bandos se zambulleron al piso. Andy quedó debajo de un grupo de argentinos. Una intensa lluvia de tierra y metralla los cubrió.

Dos horas más tarde, el combate había finalizado y los ingleses bajaban de la cima del cerro con más argentinos prisioneros. Se improvisaron camillas. En una de ellas, colocaron a Pereyra quien, antes que se lo llevaran, se quitó el casco y se lo devolvió a su dueño. Damstag acotó que “cuando nos despedimos, nos dimos la mano, fue un momento emocionante”.

Nunca más se verían.

La vida continuó

Pereyra fue trasladado a un hospital de campaña en Fitz Roy y de ahí a Darwin, donde le extrajeron una esquirla. Finalmente, en el buque Uganda lo operaron de la doble fractura. Junto con otros 200 heridos, fue trasbordado al Bahía Paraíso.

En 1985 Pereyra, que había nacido en San Isidro y se había criado en Pilar, se casó y formó una familia en Gualeguaychú. Cuatro hijos –dos varones y dos mujeres- y ocho nietos. “Llevo una vida tranquila, con una gran compañera”, afirma.

 
Héctor junto a su familia en Gualeguaychú

Hace un par de años se retiró como Suboficial Principal Enfermero y además de la jubilación, cobra la pensión de veterano de guerra. Su esposa aporta a la economía familiar con un negocio de artículos de librería.

Mate en mano, le cuenta a Infobae: "No soy un activo malvinero; fui convocado para la guerra, y era mi obligación hacerlo”.

El llamado

Pero esos sentimientos le dieron un vuelco la noche del domingo 1 de septiembre pasado, cuando recibió el siguiente Whatsapp:

“Hola, Héctor, mi nombre es Andy cuando era un joven Royal Marine, te conocí a ti y a tu amigo durante la batalla del Monte Harriet en las Malvinas, si recuerdas, intercambiamos cascos (porque quería un recuerdo de nuestra reunión) cuando vinieron a despegar la montaña, me devolviste el casco, ahora me gustaría devolverte el casco. Un amigo mío dice que son valiosos para los coleccionistas, pero te lo presté hace treinta y siete años. Así que ahora quiero que lo recuperes”.

Acompañaba el mensaje con una fotografía del casco.

 
Andy con el casco de Héctor. Pudo encontrarlo ya que el cabo argentino había anotado su nombre en el interior del mismo


Inmediatamente, Héctor le respondió:

“Gracias por contactarme, amigo. Estoy muy feliz de verte lucir bien, han pasado más de treinta y siete años desde la última vez que nos vimos y me alegra poder hablar como amigos (a pesar de que hablamos diferentes idiomas), por favor manténgase en contacto, así puede devolverme el casco que me dejaste la primera noche que nos conocimos… es increíble verte y hablar contigo”.

Se contaron de sus vidas como viejos camaradas, de los años de servicio y de estos años en que eligieron la calma y la paz. “Bendito sea Dios que me permitió encontrarte y tenerte como amigo. Serviste bien a tu país y ahora merecés una vida pacífica”, cerró Andy. Y hubo lágrimas de los dos lados les océano.

“El casco vuelve a casa”

Durante los años que Damstag sirvió en el ejército en distintos puntos del mundo, llevó consigo el casco argentino. Le confiesa a Infobae una duda que lo persiguió durante casi cuatro décadas: “Durante años me pregunté que habrá sido de aquel joven soldado, si había sobrevivido, si tenía familia, qué había sido de su vida... y un montón de interrogantes que creía nunca tendría respuestas”.


 
Damstag junto a Adriám Venis y el capitán Moretto, funcionarios de la embajada argentina en Londres, el día que entregó el casco

Damstag dejó el ejército y hace años trabaja en el departamento de reciclaje en el ayuntamiento de Bolton, la ciudad donde nació, en el noroeste de Gran Bretaña. Con su esposa Liz tuvieron tres hijos –dos varones y una mujer- y ya es abuelo de cuatro nietos.

La historia que Héctor desconocía es que Marta Ransanz, que se define como “malvinera por pasión” es una abuela, ya viuda, que abrazó la causa de Malvinas y despliega una vasta actividad en redes sociales. Un inglés, Rick Strange, amigo de Andy, le pidió que lo ayudase a ubicar a un tal Pereyra. Ella pudo conseguir los datos para que ambos veteranos se contactasen. “Es un trabajo que tengo orgullo de llevar adelante”, aclaró sobre su pasión por Malvinas.

Finalmente, el día llegó. Damstag, acompañado por su esposa Liz, concurrió a la embajada argentina en Londres. “Fui atendido por Adrián Vernis y el capitán Moretto y en un sencillo acto devolví el casco. Fue un momento emocionante”, recordó.

 
El último adiós. Andy Damstag se despide del casco argentino que guardó durante 37 años.

Antes de despedirse de aquella pieza de guerra, que fue trofeo y amuleto, Andy besó el casco. Y sorprendió a los funcionarios argentinos. El marine lo explica así: “Cuando llegó el momento de irme, besé el casco por última vez porque sabía que era la última vez que lo vería, lo había atesorado durante treinta y siete años, pero ahora finalmente se iba a casa”.

Héctor ya tiene planes para cuando en los próximos días se lo entreguen. Lo colocará en una suerte de pecera de vidrio, junto con su chapa de identificación, para que todos puedan apreciarlo: “La guerra fue horrible, pero es bueno que se conozcan estas cosas”.

lunes, 9 de septiembre de 2019

El casco que unió a dos soldados

El casco de guerra que unió a dos soldados

DEF Online



 
Gorzelany posa con su casco. Foto: Francisco Reyes.

Esta semana, Alejandro Gorzelany, veterano de la Guerra de Malvinas, vivió un reencuentro muy emotivo: volvió a tener en sus manos su antiguo casco, el mismo con el que combatió aquel abril de 1982. Por Francisco Reyes.

La cita fue en el Palacio San Martín del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación. Los protagonistas fueron dos ex combatientes de la Guerra de Malvinas, el argentino Alejandro Gorzelany y el británico Edward Goodall. La razón del encuentro: la entrega del casco con el que el soldado argentino clase 63 combatió en 1982 y del sable con el que el británico se unió a la Royal Navy.

El casco con el que Gorzelany combatió en Malvinas fue adquirido por Goodall, quien además de veterano de guerra es coleccionista. Al adquirir el objeto, el miliar inglés descubrió que, en su interior, el casco tenía el nombre del soldado argentino a quién pertenecía y decidió hacer el intento de ponerse en contacto con él a través de la red social Facebook.


Los objetos que Goodall entregó a Gorzelany. Foto: Francisco Reyes.

“Fue sorprendente, porque no tenía realmente pensado que alguien iba a encontrar mi casco, además no recordaba que mi casco tenía nombre”, recordó Gorzelany en diálogo con DEF y agregó: “Cuándo Edward me mandó las fotos del casco y vi mi nombre allí, me emocioné muchísimo porque me di cuenta de que era mi letra”.

Así fue como en octubre pasado el soldado Gorzelany viajó a Plymouth, Gran Bretaña, y el mismo Goodall le hizo entrega del casco. A su vez, le hizo llegar a la embajada argentina en Londres algunos obsequios: su sable de la Royal Navy, una placa y una medalla, que, en esta oportunidad, fueron entregados a Gorzelany en el Palacio San Martín. Familiares del soldado argentino y también camaradas que combatieron junto a él del Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea 101 (GADA 101) estuvieron presentes en la ceremonia.

“Esta espada se presenta a mi buen amigo y hermano excombatiente de Malvinas, Alejandro Gorzelany del GADA 101, como símbolo de honor, respeto, amistad y en la celebración de su visita a Plymouth, Inglaterra, del 11 a 13 de octubre de 2018 con su esposa Deborah”. Con estas palabras comienza la placa que le regaló Goodall a Gorzelany y añade: “Treinta y seis años después del final de las hostilidades, este casco que fue retirado del campo de batalla de las Malvinas por un soldado británico es finalmente devuelto al valiente soldado que lo usó durante la Guerra de las Malvinas. De la miseria y el sufrimiento de esa guerra, Dios ha creado un lazo de amistad entre nosotros, nuestras familias y nuestros países. Honor y recuerdos de nuestros muchos amigos valientes que cayeron y no regresaron en 1982”.


(De izq. a der.) Alejandro Gorzelany junto a la subsecretaria de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, embajadora María Teresa kralikas, y el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj. Foto: Gentileza Cancillería.

El acto fue presidido por la subsecretaria de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, embajadora María Teresa Kralikas, acompañada por el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj y autoridades del Ministerio de Defensa, de la embajada británica. También participaron el coronel retirado VGM Jorge Gustavo Zanella, jefe del Departamento Veteranos de Guerra del Ejército, y asociaciones de ex combatientes y familiares de veteranos de la Guerra de Malvinas.

“Dos combatientes que supieron estar uno contra el otro, hoy están uno al lado del otro a través del contacto que establecieron para el intercambio de objetos”, expresó Kralikas. En el mismo sentido, Avruj sostuvo en diálogo con DEF: “Es una ceremonia de mucho significado, todos estos gestos de encuentro entre las personas marcan el camino de la paz, el camino del diálogo, y de entender que por sobre las decisiones de los estados se antepone las historias de las personas, que es lo que siempre tenemos que privilegiar”.

Avruj se refirió también al proceso de identificación de soldados argentinos enterrados en el Cementerio de Darwin de las Islas Malvinas: “Este encuentro a través de elementos, generar una amistad, es tender puentes, tal como lo estamos haciendo con el proceso humanitario, que junto con Gran Bretaña y la Cruz Roja hemos logrado dar tranquilidad y cerrar heridas a 106 familias, esto marca un camino que los argentinos tenemos que valorar, ponderar y copiar, en todos los sentidos de nuestra vida, buscar siempre esos puntos de encuentro, esas cosas que nos unen en el afecto”.

miércoles, 8 de mayo de 2019

El casco del Toto Navarro se remata por eBay

Subastan en Inglaterra el casco del jefe de escuadrón de Pucará en Malvinas




Por Pablo Dócimo - Tribuna de Periodistas


En Inglaterra se exhibe en un museo civil, previa restauración, un avión Pucará matrícula A 528 que participó en la guerra de Malvinas.

El mismo fue capturado por los británicos en 1982. Ese avión fue piloteado por Miguel "Toto" Navarro, jefe de Escuadrón Pucará en el conflicto.

En estos días los hijos y el propio Navarro resultaron impactados al encontrar en subasta de Ebay el casco que, por derecho, pertenece al piloto. La subasta la lleva a cabo un inglés.

La familia ofertó en la subasta y se comunicó con la persona que tiene el casco en su poder, recibiendo como respuesta que no va a dar de baja la misma.

Miguel Navarro tiene 80 años y añora recuperar su casco.

Los hijos de Navarro iniciaron por medio de un posteo en Facebook un reclamo para tratar que el casco retorne a su dueño natural.

domingo, 17 de marzo de 2019

Arreseigor encuentra el casco de Shaw y lo devuelve a su familia


El soldado argentino que guardó un casco inglés y lo devolvió a la familia de su dueño 37 años más tarde

Jorge Fernández Díaz

Jorge Fernández Díaz dio inicio a Pensándolo Bien leyendo un artículo de Gabriela Cociffi que narra la emocionante historia de Diego Arreseigor, un veterano de Malvinas que guardó un casco de un soldado inglés que murió en batalla y, 37 años después, se lo devolvió a la familia del caído.

La sangre del soldado británico es una mancha oscura y perenne en el casco de guerra. Un nombre, en grandes letras de imprenta, está escrito con tinta azul en su interior. A.Shaw, dice. El coronel Diego Carlos Arreseigor lo tiene entre sus manos. Aunque lo intenta, no puede contener las lágrimas que invaden sus ojos.

Entonces levanta ese objeto de guerra como si fuese un frágil tesoro y se lo muestra a la mujer que frente a una computadora, del otro lado del océano en el Reino Unido, lo mira asombrada y comienza a llorar.

Ella es Susan Fleming, la hermana del ingeniero mecánico Alexander Shaw del Regimiento de Paracaidistas 3, muerto unas horas antes del fin de la guerra, el 13 de junio de 1982, en Monte Longdon. Su sangre es la que tiñe ese casco.

“Este es el casco de tu hermano, voy a viajar a Inglaterra para entregártelo. Siento un deber moral de devolverlo a tu familia. Y para mí será un honor”, se emociona quien era un joven teniente de la Compañía 10 de Ingenieros frente a la hermana de su antiguo enemigo.

Es la primera vez que están frente a frente. Pero algo los une a pesar de la distancia y del idioma: ambos están sanando las heridas que les dejó la guerra.

“Recuperar ese casco significa mucho para mí. Yo tenía 15 años cuando Alex murió. Él era mi único hermano, mi querido hermano mayor. Ese casco es lo último que él usó antes de que lo mataran. Tenerlo conmigo me hará sentir que una parte de él regresó a casa”, se conmueve la mujer desde su hogar en la ciudad de Corby, 116 kilómetros al norte de Londres.

Una emocionante historia de amor infinito

Pero esta historia comenzó hace muchos años. Casi 37 años antes.

Al finalizar la guerra, el 14 de junio de 1982, los comandantes británicos hicieron una reunión con los oficiales ingenieros argentinos para pedir que entregaran los informes de los campos minados.

Diego Arreseigor, junto a otros 30 oficiales, quedó prisionero durante un mes en las islas. “Nos hicieron trabajar levantando las minas de los campos hasta que hubo tres accidentes: dos ingleses y un argentino perdieron las piernas. A partir de ahí nos dijeron de alambrar los sectores y marcar las zonas de peligro”, explica el militar.

Recuerda con exactitud el día que encontró el casco. Una mañana, mientras recogía las minas en la Isla Soledad, encontró un puesto inglés de asistencia a los heridos donde había diferentes equipos diseminados. Allí, abandonado entre las rocas y la turba, halló el casco manchado de sangre.

“Con mis 23 años lo tomé y lo escondí en mi campera. Estaba tan flaco que nadie lo notó”, rememora.

“Durante 37 años lo guardé como un botín de guerra. Cada tanto lo sacaba y lo mostraba, para que otros vean que dentro del dolor de la derrota no había sido tan fácil para los ingleses: ‘Acá está la muestra, hicimos algo, nos derrotaron pero les costó'”, dice el soldado que pasó el conflicto bélico en Monte Longdon y Wireless Ridge.

Maestro y héroe de Malvinas

Pero un día Diego Arreseigor abrió ese cajón donde guardaba el casco, leyó como tantas veces el nombre del soldado inglés escrito en las correas interiores, y por primera vez en años sintió la necesidad de saber quién era Shaw.

Lo buscó en internet. La foto de un joven que sonreía apoyado en la baranda de un barco, el pelo revuelto por el viento, lo conmocionó. Esa sangre ahora tenía un rostro.

Al poco tiempo descubrió que Alexander Shaw había muerto el último día de la guerra, víctima de la artillería de mortero argentina. Encontró, además, el relato de un compañero de los PARA 3 que contaba cómo había sido su instante final. “También decía que Shaw tenía 25 años y un hijo que se llamaba Craig, de solo tres años cuando él cayó en la guerra”, dice conmovido.

El casco, entonces, dejó de ser un trofeo de guerra. “Sentí que el destinatario era el hijo y empecé a buscarlo. Lo hice en forma particular, quería llegar persona a persona, pero no pude dar con la familia”, recuerda.

Le pidió a varios amigos que viajaron a Londres que lo ayudaran. No tuvo suerte. Buscó a la familia en las guías telefónicas. El apellido Shaw era muy popular y no logró hallarla.”No quiero morirme teniendo este casco”, se dijo.

Una tarde, frente al coronel Jorge Zanela -jefe del departamento de Veteranos de Guerra del Ejército- contó la historia. “Gracias a su gestión pude encontrar a la hermana de Shaw e inmediatamente me puse en contacto con ella. Entonces lo decidí: voy a viajar a Inglaterra en los primeros días de abril para devolverle el casco de Alexander. También quiero visitar el cementerio donde descansan los restos del soldado inglés y dejar una flor en su tumba”, cuenta con emoción.

Rescatando al sargento Villegas

“Me conmovió mucho saber cómo había muerto Shaw, cuando faltaban solo unas horas para el cese el fuego, en el instante final de la guerra. Había ido a reparar un mortero y llegó al infierno de Longdon. Me conmovió también ver la emoción de Susan al enterarse de que existía una pertenencia de su hermano en la guerra… Sentí el deber moral, como militar y persona, de viajar para llevarle el casco”, cuenta frente a Infobae.

“Es muy importante esto que hacés por mí”, le dice Susan atravesando los 12.000 kilómetros de distancia en solo segundos desde esa imagen que arroja el Skype.

“También es importante para mí. Me sirve para cerrar una etapa muy dolorosa de mi vida”, responde Diego.

Y cuenta casi como en una confesión: “En estos últimos años me ha costado mucho dormir. Volver derrotado de una guerra es muy duro. Tuve que guardar todo ese sufrimiento en un cajón bajo muchos candados”.

—¿Ya pudo abrir esos candados?, pregunta Infobae.

—Estoy cerrando una herida grande, sanando esa tristeza de la derrota, borrando esos sentimientos de dolor que generan todas las cosas que vi en la guerra. Hoy ya no me hace mal hablar de lo que viví. Lo siento como un alivio, como una descarga. Puedo ver la guerra desde otro punto. El tiempo cura.

El hombre que tuvo un sueño y lo pagó con su vida

Pero revela que ese proceso no fue fácil, que le llevó muchos años superar ese sentimiento de derrota. “Ver el descrédito hacia todo lo que era Malvinas, ver que se aprovechaba de una causa nacional para meter ideologías y diferencias, era doloroso. Nos dividieron a los soldados de los militares. Y todos pasamos la misma guerra, nos tiraron las mismas bombas, sufrimos el mismo hambre y el mismo frío… Es una enorme ingratitud: el mayor porcentaje de muertos en Ejército es de oficiales”.

Diego Arreseigor no solo tuvo que levantar minas cuando la guerra terminó. También le tocó recoger los cuerpos de algunos soldados argentinos diseminados en los campos de batalla.

“Un día no nos tocó ir a desminar, y pedimos recoger a nuestros compañeros para enterrarlos. Nos llevaron en un helicóptero. Al final de ese día los enterramos en una misma fosa en Puerto Argentino. Solo uno de ellos estaba identificado. Fueron los primeros soldados argentinos solo conocidos por Dios”, recuerda con dolor.

Sabe que las esquirlas de la guerra también lastimaron a su familia: “Para mis padres y mis tres hermanas que yo fuera al frente de batalla fue algo muy duro, difícil de aceptar”.

Cuando el conflicto bélico había terminado, cuando las informaciones que llegaban al continente eran confusas, alguien se acercó a la casa de sus padres para decirle que Diego no aparecía, que seguro estaba muerto.

“Tengo muy presente a mi padre y pienso lo que debe haber sido para él pensar que yo estaba muerto… Y el tipo se calló, no le dijo nada a mi madre durante días, hasta que un compañero al que yo le había dado mi número de teléfono llegó a Buenos Aires y los llamó. ‘Diego está bien, quedó prisionero de los ingleses para levantar las minas’, les dijo. Y mi papá se sintió feliz: no era grave que tuviera que caminar por los campos minados, su hijo estaba vivo”.

Una tierna historia de hermandad en tiempos de guerra

—Si le digo Malvinas, ¿qué siente?, pregunta Infobae.

—Malvinas es lo más trascendente que me pasó en la vida como militar y persona. Es lo máximo que pude vivir. Pero volver derrotado fue muy duro.

—¿Cuántas veces Malvinas lo hizo llorar?

—El primer año sobre todo… Cuando se iban cumpliendo aniversarios de cada cosa vivida: acá nos ametrallaron, acá murió tal compañero, acá quedó otro herido, acá nos bombardearon…Vas reviviendo todo y es muy difícil. Después, lloré alguna vez más. Pero con el tiempo me endurecí. Y guardé todo bajo esos candados.

Sin embargo el coronel deja escapar ahora una lágrima. “Todo esto me sacude, reviso un montón de cosas que viví allá, que sufrí y te quedan adentro. El único consuelo que traje de Malvinas es que, a pesar de haber estado en la unidad que más bajas tuvo, de mi Sección volvieron todos: los 40 soldados y los 5 oficiales”.

La batalla legendaria del ARA San Juan

Del otro lado de la pantalla, Susan saca un pequeño pañuelo blanco y seca sus lágrimas. De este lado, el coronel acaricia el casco que guardó durante más de tres décadas.

“Muchas gracias. Estoy muy emocionada. No puedo agradecerle a Diego lo suficiente por regresarme el casco de mi hermano. Será un tesoro para toda la vida para mí, para mis hijos y para mis nietos”, se despide la hermana del caído inglés.

Diego Arreseigor deja una promesa: “Si Dios quiere voy a viajar muy pronto. Para mí es un honor poder llevarte las pertenencias de tu hermano”.

Cuando la cámara se apaga, cuando ya Susan no puede escucharlo, con la voz quebrada dice: “No encontraba cómo desahogarme, cómo contar el sufrimiento de la guerra. Esto me sirve para sanar. Me vuelven recuerdos, momentos vividos, amigos que ya no están. Este gesto de entregarle el casco de su hermano quizás sea para todos la forma de cerrar un camino de dolor, una herida que hemos tenido abierta durante muchos años”.


domingo, 3 de marzo de 2019

Carta del soldado británico al argentino por el casco

La carta del inglés que puso en venta el casco de un soldado de Malvinas y el acuerdo que hizo para que el héroe pueda recuperarlo 

La semana pasada Infobae contó que el casco que le había salvado la vida Beto Altieri, soldado que combatió en Monte Longdon, se vendía online a 13.000 dólares. La polémica y las críticas estallaron en las redes y el objeto bélico fue quitado de la subasta. Hoy, Bruce Wilson, el coleccionista y vendedor, explica sus razones y revela qué pasará con el casco

Infobae


 
La venta del casco en ebay

El anunció en una de las tiendas online más famosa del mundo decía: "Casco argentino, guerra de las Malvinas. Batalla de Monte Longdon".
La foto del casco perforado por las esquirlas de un mortero tenía debajo un precio: 10.500 libras esterlinas, un poco más de 13.000 dólares o medio millón de pesos argentinos.

La publicación invitaba a los compradores a ofertar."Una rara oportunidad de poseer una pieza impresionante de la historia militar", decía el user de ebay. Aclaraba que el casco había sido usado en la Batalla de Monte Longdon, el 11 y 12 de Junio de 1982, y que pertenecían al veterano Jorge Beto Altieri, quien había recibido "severas lesiones en la cabeza causadas por la metralla de los morteros británicos".

El vendedor, Bruce o blackrottie, según su user de coleccionista, aclaraba que el soldado argentino estaba vivo. Pero el 27 de febrero, día en que cerraba la oferta, el inglés lo quitó de la subasta 36 minutos antes de la hora final.

"Recibí infinidad de mensajes intimidatorios, amenazas e insultos que me hicieron tomar esa decisión", explicó el británico a Infobae, que había publicado la historia el día anterior provocando una enorme repercusión en todos los medios nacionales y agencias internacionales.


 
Jorge Beto Altieri el día de la subasta (Foto: Thomas Khazki)

Esa misma mañana, Jorge Beto Altieri, sentado frente a la computadora, había sentido una mezcla de desilusión y alivio cuando la venta se suspendió: "Por las heridas que recibí en la cabeza en esa batalla perdí el ojo izquierdo y parte de la audición, no puedo mover el brazo y la pierna derechos, cada día que me miro al espejo recuerdo a Malvinas. Ese casco me salvó la vida, me permitió formar una familia, me dejó caminar por el país homenajeando a mis compañeros de Malvinas. Para mí era y es muy importante tenerlo".

¿Pero qué paso realmente con el vendedor británico? ¿Por qué se suspendió la subasta?

Infobae se puso en contacto con Bruce Wilson, el coleccionista que ofreció en ebay el casco argentino. El hombre pidió escribir una carta para explicar su decisión de venderlo, su historia como amante de los objetos de guerra, sus sentimientos frente a los insultos, y la verdad de qué ocurrió con el casco argentino.


 
El casco con las marcas de las esquirlas de mortero

Esta es la carta que envió a Infobae:

"Desde que tengo memoria, siempre he tenido interés en la historia militar de una forma u otra. Recuerdo que cuando era niño jugaba con los cascos y equipos de la Segunda Guerra Mundial que pertenecían al padre de un amigo.

"Con las épicas películas de guerra de la época, que aumentaron mi interés en los uniformes y en los cascos, comencé a coleccionar elementos de la British Airborne (Fuerzas Aerotransportadas) de la Segunda Guerra Mundial, lo que me llevó a escribir un libro titulado 'DENISON', en referencia a la bata Denison que usan las Fuerzas Aerotransportadas.

"Más tarde me uní a los Royal Engineers, pero debido a una lesión me fui durante mi fase de entrenamiento de Combat Engineering (ingeniería de combate) con el fin de volver a unirme cuando estuviera en forma.

"Luego de dejar el Ejército regular me uní al Ejército Territorial sirviendo 4 años con un regimiento de reconocimiento dentro de la Royal Wessex Yeomanry.

"Mientras aún estaba con el Ejército, decidí que necesitaba unirme a las Fuerzas de Su Majestad nuevamente, pero sentía que si tenía que hacer esto tendría que ser algo un poco más inusual. Así que me ofrecí para el Servicio Submarino de la Royal Navy.

 
Bruce Wilson, el vendedor del caso del soldado argentino


"Cumplí 10 años en los submarinos nucleares del cazador de la clase Trafalgar, dirigimos las Fuerzas Especiales, hicimos numerosas patrullas, sufrimos varios incidentes en el reactor y, en general, la vida en el servicio fue dura y a veces muy estresante mientras luchábamos contra el submarino y sus elementos.

"Me entristeció escuchar las noticias del ARA San Juan y creí que solo habría un triste y final resultado, uno demasiado familiar para los submarinistas

"Siempre he recopilado elementos bélicos, una pasión que solo puede ser comprendida por otros coleccionistas. Y los cascos se convirtieron en mi pasión particular junto con las bata de Denison. Los encuentro muy interesantes, sus diversos componentes, variedad, canibalización personal/ individual… la lista continúa.

"Recopilar objetos de la Fuerza Aerotransportada Británica de la Segunda Guerra Mundial puede llegar a ser muy costoso. Esto me llevó a ampliar mi interés a esas fuerzas en todos los teatros, especialmente en la época de la Guerra de las Malvinas, que recuerdo haber seguido en la televisión como un niño de 12 años.

 
Wilson fue submarinista de la flota británica

"Comencé a coleccionar cascos británicos y argentinos, y fue allí cuando me topé con el casco del señor Altieri por primera vez en ebay. Comprendí que este objeto bélico no solo era un casco de batalla dañado, sino que también era un hecho histórico, cuando descubrí que estaba vinculado a la Batalla de Monte Longdon.

"El precio promedio de un casco argentino en esa época oscilaba entre 150 y 400 libras. Hice una oferta interesante con la intención de asegurar el casco… para mi sorpresa, ¡solo oferté yo!

A partir de ese momento comencé a investigar el casco y encontré mucha información que ya estaba disponible en línea. Comencé a armar la historia para compartir este asombroso artefacto con otros coleccionistas en varios foros.

"Muy rápidamente -de hecho, justo después de que terminó la subasta-, empecé a recibir mensajes abusivos y, lamentablemente, esto ha continuado durante todo el tiempo que tuve el casco. Esta violencia seguramente provocó que yo me sintiera cada vez menos comprensivo y entusiasta con la idea de considerar la repatriación.

"Decidí que trataría esto como una pieza de militaria de esta magnitud, con la historia y la procedencia y lo tasaría en consecuencia. Algunos pueden sorprenderse por el precio sugerido, pero si se está familiarizado con la militaria verán que estos precios no suelen ser inusuales, especialmente con los coleccionistas serios.

"Debido al volumen de mensajes y amenazas, terminé la subasta temprano y desde entonces he llegado a un acuerdo (fuera de la subasta y entre particulares) para repatriar el casco y que el Señor Altieri pueda reunirse con él.

"A veces puede ser muy difícil renunciar a tus posesiones más preciadas, el casco podría haber desaparecido fácilmente en el mundo de la militaria, pero me complace que vuelva al Señor Altieri", dice el inglés.


 
Bruce Wilson en Gales, en el Ejército inglés

Luego, en un párrafo final de la extensa carta, Bruce Wilson explica su respeto y relación con los veteranos de distintas guerras:

"Mientras investigaba mi libro 'DENISON', hablé y me reuní con muchos veteranos de la Segunda Guerra Mundial, uno de los cuales se convirtió en un amigo especial junto con su encantadora esposa que lamentablemente ahora falleció.

"Compré una bata Denison de 1943 que era bastante inusual con RAF (Royal Air Force), también tenía un nombre y distintivos que me ayudaron a reducir mi búsqueda. Finalmente, encontré y conocí a este veterano, organicé visitas a varios museos donde trataron a la pareja como VIP, lo que fue muy agradable para ellos. Descubrí que el veterano nunca había recogido sus medallas de la Segunda Guerra Mundial, así que organicé sus medallas para que fueran reeditadas y las monté para él.



 Con una bata Denison y un veterano de la Segunda Guerra Mundial

"Tengo un gran respeto por los veteranos de todos los conflictos, sin embargo, es extremadamente inusual para un coleccionista entregar simplemente estos artefactos bélicos, que a menudo valen grandes sumas de dinero, especialmente en el caso del Señor Altieri. El casco del Longdon, era una de las piezas más increíbles de mi colección y para mí no tenía precio.

"Pero ahora el casco puede volver una vez más con el Señor Altieri y esta increíble historia hoy ha dado un giro completo. Espero que ahora el veterano argentino encuentre algo de paz y le deseo todo lo mejor", concluye Wilson.


 
Beto Altieri y las medallas ganadas en la guerra de Malvinas (Foto: Thomas Khazki)

En Buenos Aires, Beto Altieri no pudo contener la emoción cuando supo que un empresario -que quiso mantener su nombre en el anonimato- había comprado el preciado objeto de la guerra para que él pudiera tenerlo. Además, el embajador argentino en Londres, Carlos Sersale, había ofrecido su ayuda para que el casco regresara sano y salvo.

"Estoy muy conmovido con todo lo que pasó con esta subasta -le dice Altieri a Infobae-. Siento una alegría inmensa, y no puedo dejar de agradecerle infinitamente ese empresario anónimo, a esa alma caritativa, que habrá seguramente negociado por fuera para que el casco no quedara en manos de otra persona".

Imagina entusiasmado cómo será el momento en que su casco vuelva a su casa: "El lunes 5 es mi cumpleaños, y este es el mejor regalo que me han dado en toda mi historia. Cuando vuelva a tenerlo en mis manos lo primero que voy a hacer es besarlo, porque el casco me salvó la vida".
"Todo esto me remueve recuerdos. El combate en el Monte Longdon y los ingleses que lanzaban bengalas que iluminaban el cielo como si fuese de día… El instante en que empezaron los disparos, nosotros tirados contra las rocas combatiendo…", rememora.

Asegura que nunca en estas tres décadas imaginó que su casco podía aparecer. "Me lo imaginaba tirado por ahí, como esa foto en la que se ven miles de cascos desparramados en un campo de batalla", grafica.

Y se quiebra cuando dice: "Ahora solo quiero agarrarlo, compartirlo con mi familia, porque gracias a él ellos existen y están conmigo. Sin el casco yo hubiese sido uno más en el cementerio de Darwin.

viernes, 1 de marzo de 2019

Embajador británico se involucra en subasta de casco de soldado argentino

El embajador británico se involucró en el caso del soldado argentino que quiere recuperar el casco que lo salvó en Malvinas 

Mark Kent dijo que está "averiguando" la situación y resaltó que en otras oportunidades hubo devoluciones, pero aclaró que "todo depende de las circunstancias de cada caso"



 
Mark Kent, embajador británico en la Argentina (Nicolás Stulberg)


En la mañana del martes, Infobae publicó un artículo acerca del caso de un veterano de Malvinas, Jorge "Beto" Altieri, cuyo casco, que lo salvó de una muerte segura en la batalla de Monte Longdon, está siendo ofertado en la plataforma eBay.

Un coleccionista inglés pide por él 10.500 libras esterlinas -un poco más de USD 13.000, o medio millón de pesos argentinos- y ya ha asegurado que no se desprenderá del objeto por un precio menor al que ha fijado.

El caso tuvo amplia circulación en las redes sociales y llegó a oídos del embajador británico en Argentina, Mark Kent, quien decidió involucrarse en el mismo. Luego de que una usuaria de Twitter le pidiera que se ocupara de conseguirle a Altieri su casco, Kent indicó que se encuentra "averiguando la situación".

En respuesta a un mensaje posterior, el embajador remarcó que en otras oportunidades se produjeron devoluciones, pero advirtió que "todo depende de las circunstancias del caso".

 

Hace años, el mismo casco fue subastado, y Altieri intentó comprarlo. Sin embargo, le contó a Infobae que en el último minuto la persona que lo tenía triplicó la oferta -a 800 libras- y se lo llevó.

"Hace un tiempo, un amigo mío que viajó a Londres fue a ver al dueño del casco. Quería saber si me lo vendía por el valor que él había pagado en aquella primera subasta, pero no aceptó. Me dijeron que hay tratados internacionales que determinan que si se encuentran elementos de guerra y su dueño es identificado, se le deben devolver. Pero en este caso aun no pasó", dijo Altieri.


 

El casco de Altieri fue perforado por esquirlas de un mortero en la batalla de Monte Longdon, con una fuerza tal que, luego de abrir su cubierta de acero, hizo que perdiera tejido de la parte izquierda de su cerebro y su ojo izquierdo.

"Pero para mí era y es muy importante. Es el casco que me salvó la vida, que me permitió formar una familia, que me permitió caminar por el país hablando con cada uno de los que estuvo en Malvinas", agregó Altieri al respecto.

martes, 12 de abril de 2016

VGM: Un casco vuelve a su dueño con emoción

La emoción de un soldado que recuperó su casco 34 años después
La conmovedora historia de un ex combatiente

Un argentino que vive en Inglaterra lo había comprado en un remate y ayer se lo trajo. Y se emocionaron juntos. 


Matías Picchio, coleccionista de cascos de guerra, argentino y viviendo en Gran Bretaña, llegó a Sarmiento, Chubut, a devolverle el casco a José Muñoz, que lo usó en Malvinas.

Carlos Guajardo - Clarín 

El casco que el excombatiente de Malvinas José Muñoz esperó durante 34 años ya está en sus manos otra vez. El joven argentino Matías Picchio, que reside en Inglaterra, lo compró en un remate y vino ayer a Sarmiento, una localidad ubicada en el sur de Chubut, a 150 kilómetros de Comodoro Rivadavia, para conocer a Muñoz y entregarle el casco en un emotivo acto de vigilia denominado “Sarmiento le canta a Las Malvinas”, realizado en el gimnasio municipal ante casi 5 mil personas.

 A las 0,30 de ayer, Muñoz y Picchio se vieron la cara por primera vez en el acto y Muñoz tuvo por fin el único recuerdo de su paso por el conflicto. Es que el día de la rendición, los ingleses le sacaron todo.

“Colecciono cascos. Pero este es uno muy especial. Además creo que fue el destino el que me cruzó con él para que pueda volver a las manos de quien lo usó en Malvinas”, le dijo Picchio a Clarín.

El muchacho de 40 años se fue a Inglaterra en 2002. Es técnico mecánico de aviones y en este momento viaja por distintos países del viejo continente desarrollando su profesión. Nació en el barrio de Belgrano y llegó a Sarmiento con sus padres Joaquín y Ada. Antes de emigrar trabajó en LAPA, donde lo indemnizaron y con ese dinero pudo viajar a Europa.

“Mi hobby es coleccionar cascos. Tengo de la Primera y Segunda Guerra Mundial, de Vietnam y del Golfo. Serán alrededor de 40. También tengo otros dos de Malvinas, pero no puedo identificar de quienes fueron. En el caso de José no fue complicado porque su nombre estaba escrito en el fondo. Y también el del Regimiento de Infantería 25 al que perteneció. Entonces empecé a buscarlo por Internet hasta que pude dar con la historia que contó Paola, su sobrina. Y así fue que nos comunicamos. Y bueno, aquí estoy”, contó Matías Picchio.

Paola Muñoz es una joven periodista de Sarmiento. El 2 de abril del año pasado publicó en una red social la historia de su tío José. Y ahí fue donde dijo que “no lo queda ningún recuerdo. Lo único que tenía era el casco pero los ingleses se lo sacaron cuando lo hicieron prisionero”.

El destino quiso que redes sociales de por medio y la edición de un diario local, la conectaran con Picchio que ya había visto en el interior del casco el nombre de José y del Regimiento de Infantería 25 al que pertenecía.

El excombatiente José Muñoz tiene 9 hijos. Su primera hija tiene 34 años. Nació justo el día antes que embarcaron a Muñoz hacia la guerra. Se llama Silvana de los Angeles. Al más chico le dicen “Muñeco” y tiene 4 años. “A Silvana la vi el día que nació, y después me llevaron”, le contó José a Clarín y dijo que recién se enteró que iba a Malvinas cuando estaban arriba de un barco.

Apenas se inició el sábado, José y Matías se encontraron en el escenario. Ninguno de los dos pudo contener el llanto. Igual que las miles de personas que estaban en el gimnasio. José Muñoz levantó su casco y abrazando a Matías gritó entre lágrimas ¡Viva la patria! Todos lo siguieron.

En una charla con Clarín narró como fue el día de la rendición en Malvinas. “Los ingleses nos abrazaban y traductor de por medio nos decían “la guerra terminó, ahora somos hermanos. Este no es un problema nuestro”. Y recordó al superior que les informó que iban a la guerra cuando estaban arriba del barco en Puerto Deseado: “Señores, ustedes van a ir a una guerra. Esto es para varones. El que se quiere bajar que se baje”. Todos se quedaron

En la mañana de ayer, Matías Picchio fue a visitar el Regimiento de Infantería 25, con el que Muñoz fue a la guerra apenas un día después de ingresar al servicio militar. Y por su gesto, que fue ovacionado por todo el gimnasio, los veteranos lo invitaron a desfilar con ellos en el acto que se desarrolló a las 10 en el monumento de Malvinas de Sarmiento

viernes, 28 de agosto de 2015

Un casco 33 años después

Un veterano de Malvinas encontró su casco de la guerra: lo tiene un coleccionista en Inglaterra
33 años después.

José Muñoz, de 52 años, vive en Chubut y su casco lo tiene un coleccionista argentino que vive en Inglaterra. Dijo haberlo comprado a un militar inglés y ya se pusieron en contacto. 


El casco de José Muñoz/www.rionegro.com.ar


Clarín


Un veterano de la guerra de Malvinas de 52 años, residente en Chubut, encontró el casco que usó durante el conflicto, ya que fue comprado por un coleccionista argentino que vive en Inglaterra.

José Muñoz, quien vive en la localidad de Sarmiento, recibió ayer el llamado de un argentino de 39 años con domicilio en Cambridge, quien se desempeña como mecánico aeronáutico y colecciona elementos de guerra, informó el diario El Patagónico en su edición de hoy. El coleccionista, cuya identidad no se informó, le reveló en una comunicación telefónica a Muñoz que había comprado el casco con su nombre escrito a mano a un militar inglés y le envió fotos para demostrárselo.

El argentino residente en Inglaterra supo del veterano por un artículo periodístico que escribió el pasado 2 de abril en un medio local la periodista de Sarmiento Paola Muñoz, prima del ex soldado. El llamado del coleccionista se produjo ayer, cuando el coleccionista se comunicó con el sector de Prensa de la Municipalidad de Sarmiento, donde trabaja Paola Muñoz, justo en el mismo momento en que el veterano había pasado casualmente por allí.

"Llegué de causalidad a la Municipalidad porque Paola es mi prima y pasé a saludarla. Me pasó el teléfono y me dijo: 'van a hablar con vos desde Inglaterra'. En un momento pensé: 'es alguien que quiere hacer plata', pero después me dijo que no lo puede vender (al casco) porque no lo puede sacar del país, pero que lo va a cuidar.

El comprador del casco explicó al diario provincial que, a través de un amigo de un militar inglés, había adquirido el casco que Muñoz usó durante la guerra, identificado por su nombre escrito a mano. "Es algo emocionante; han pasado 33 años de esto. Soy veterano de guerra porque figuro en los libros, pero en realidad no tengo nada porque cuando nos tomaron prisioneros nos sacaron todo" , dijo Muñoz.

El coleccionista aseguró que "es un honor y un placer" tenerlo porque siente que "lo está cuidando". "Espero que algún día quede en algún museo". Y reveló que, tras adquirir varios elementos de soldados argentinos que lucharon en Malvinas nunca quiso contactarse con nadie para no molestar y traer recuerdos, pero este casco fue más especial y un chico me dijo '¨por qué no lo contactas?, la gente siempre se lo toma bien, como una buena historia'.

Muñoz ingresó en febrero de 1982 como conscripto al Regimiento de Infantería 25 y fue enviado a Malvinas el mismo 2 de abril, en el buque Bahía de los Estados, hundido luego por el ejército inglés. El soldado fue tomado prisionero por los ingleses el día de la rendición argentina, el 14 de junio de 1982.

Fuente; DyN.