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lunes, 29 de septiembre de 2025

Las fotos encontradas del soldado Pérez Grandi

Después de casi 42 años, un ex combatiente de Malvinas recuperó las fotos que dejó en las islas cuando fue herido

El subteniente Jorge Pérez Grandi llevó una pequeña cámara a Malvinas. Malherido en su repliegue desde el monte Dos Hermanas, dejó abandonadas sus pertenencias. Un efectivo inglés, antes de regresar de la guerra, se llevó el rollo de fotos con él. A través de Agustín Vázquez, un santafesino que busca reliquias del conflicto de 1982, los negativos fueron devueltos. La vida en combate y el duro destino del británico que hizo el hallazgo

Por Hugo Martin || Infobae



Una de las fotos que recuperó el subteniente Jorge Pérez Grandi. Está en la zona del hipódromo de Puerto Argentino con las botas de goma inglesas que encontró y usó en gran parte del conflicto

El 1 de mayo de 1982, el ejército británico atacó por primera vez Puerto Argentino. Ese día, el subteniente Jorge Pérez Grandi tomó las últimas fotos que le quedaban en el rollo que había comenzado en el continente. Luego guardó su cámara, una vieja Kodak Fiesta, y regresó a su puesto de combate en el hipódromo. Recién pudo ver las imágenes que tomó casi 42 años después.

Jorge es cordobés, nació en Río Cuarto, pero se crió en un pueblo, Coronel Moldes. Su padre era comerciante, no había militares en su familia. Desde chico quiso lucir el uniforme del Ejército. Después de cumplir con la conscripción, en 1979 ingresó al Colegio Militar en El Palomar. El 2 de abril de 1982, cuando era cadete de cuarto año, los reunieron en el patio y les informaron que Argentina había recuperado las islas Malvinas. Cinco días después, adelantaron el egreso de su promoción. Como subteniente, fue destinado a reforzar el Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, en Corrientes. Muy pronto, lo que tanto deseaba se hizo realidad: fue enviado a Río Gallegos y, el 26 de abril, llegó a Malvinas.

Pérez Grandi, en el aeropuerto de Puerto Argentino, al llegar a las islas el 26 de abril de 1982

“Me destinaron a la Compañía C y llegamos en avión a Puerto Argentino. Recuerdo que viajamos sentados en el piso, como podíamos”, relata. Los enviaron a Monte Wall, el punto más avanzado entre los cerros que rodean Puerto Argentino y que fueron escenario de las batallas más cruentas de la guerra. “Marchamos unos 15 kilómetros bajo la lluvia. Llegamos mojados, casi de noche. Y nuestro jefe me ordenó que regresara a Puerto Argentino, al mando de media sección, unos 15 soldados, para dar seguridad en la zona del hipódromo, donde había un depósito de proyectiles para los cañones Otto Melara. Nos instalamos en la boletería. Estábamos ahí cuando nos agarró el ataque del 1 de mayo. Fue una sorpresa, quedamos impactados al escuchar a los aviones y a nuestra artillería antiaérea, que disparaba con todo”.

Cuando amaneció y cesó el bombardeo al aeropuerto, Pérez Grandi tomó un Unimog y le pidió a un soldado que manejara hasta la escena de la batalla. Con él llevó su cámara y agotó el rollo: “Era una Kodak, de esas chiquitas, de plástico gris y negro, de las que se ponía y sacaba el rollo por una puertita que tenían detrás. La tenía desde el Colegio Militar, y la llevé. Ahí saqué fotos, se ve una pared amarilla con las esquirlas... En el hipódromo tenía otras, estoy con casco, fusil y unas botas de goma que le saqué a unos ingleses. Eran de pesca, así que las corté a la altura de la rodilla. Me fueron útiles más adelante, en la posición que tenía me protegieron del barro. Recién me las saqué dos días antes de que me hirieran porque ya me pasaba el frío, de tan extremo, y me puse borceguíes”.

Una foto que tomó luego de la llegada y estaba en el rollo que dejó en las islas cuando se replegó herido del monte Dos Hermanas

Una semana después, le ordenaron regresar al Monte Wall con su sección. La posición exacta de Pérez Grandi estaba en la punta del Wall, desde donde se dominaba un valle. “Nuestras posiciones miraban hacia la costa. Por las noches, una fragata se acercaba y comenzaba el bombardeo. Estábamos a unos ocho kilómetros y veíamos los fogonazos; y por la mañana, cuando se levantaba la bruma, los barcos. Recuerdo que el 15 o 16 de mayo aparecieron dos aviones nuestros que los atacaron, y uno de ellos explotó en el aire”. Sin embargo, hasta ese momento, las bombas no eran un problema para él y sus hombres, ya que pasaban por encima de sus cabezas.

En los últimos días en el Monte Wall, el teniente Martella se hizo cargo de la sección. Darwin había caído, y les ordenaron retirarse hacia el monte Dos Hermanas. “Sabíamos que los ingleses ya estaban camino a Puerto Argentino”, explica. Con los bolsos de armamento, llevaron una oveja que habían carneado. “A pesar de la orden del generalato de no matar ovejas, si aparecía una yo ordenaba matarla para alimentarnos mejor. La comida escaseaba y no teníamos las suficientes calorías para pasar todo el día. Y el frío cada vez era peor”, añade.

Cuando llegaron a la cima del Dos Hermanas, un Sea Harrier los atacó, pero no alcanzó a ninguno. A la mañana siguiente, una tormenta de nieve cubrió la zona. Era el 1 de junio. Desde su posición, Pérez Grandi podía ver a los ingleses acercándose. “Éramos la vanguardia de la defensa de Puerto Argentino. A mí me habían ordenado que mi posición era de sacrificio… de sacrificio hasta las últimas consecuencias”, recuerda. Sobre el monte Dos Hermanas se formaba una especie de planicie, explica Pérez Grandi. Allí cavaron pozos de zorro y dispusieron una ametralladora MAG apuntando hacia el llamado “río de Piedra”, que separa al Dos Hermanas del Monte Kent. De repente, aparecieron dos helicópteros ingleses. Querían colocar piezas de artillería. “Hicimos fuego reunido y levantaron las piezas y se instalaron detrás del monte. Como consecuencia de ese ataque, me trajeron una ametralladora Browning, la que se usaba en la Segunda Guerra Mundial. Fue muy útil y la manejaba yo”.

Una imagen que tomó en el aeropuerto luego del ataque inglés del 1 de mayo de 1982

Los combates se intensificaron. Les empezaron a disparar con un mortero. “Justo un proyectil cayó dentro de la posición donde estaba la MAG. Pero en ese momento yo había llamado a los soldados para repartirles munición. Ellos se salvaron. A uno, al soldado Sosa, una esquirla lo hirió cerca de la columna. Lo evacuaron a Puerto Argentino y lo mandaron de vuelta. Pero la MAG quedó fuera de combate. Al principio, te digo la verdad, quedé impactado. Fueron 10 o 15 segundos de quedar medio inmovilizado y ahí nomás cambias el chip y te das cuenta de que estás combatiendo. Y aparte, en mi caso, tenés que asumir la responsabilidad de ser jefe de una sección, que tenés suboficiales y soldados a cargo tuyo. Y peleás. Pero nos quedó solo la Browning, y ahí estuvimos hasta la noche, cuando nos atacó el Batallón de Comandos 45 de la Marina Real”.

Ya era el 11 de junio. Contrariamente a lo esperado por los ingleses, que pensaron que encontrarían a los argentinos durmiendo, la sorpresa fue para ellos. Pérez Grandi recuerda todo como si hubiera sucedido ayer: “Me adelanté hacia una roca y arrojamos una bengala. Ellos se dieron cuenta de que habíamos detectado su avance. Les disparamos con un lanzacohetes y salieron corriendo como seis o siete ingleses. Habrán sido media hora o 40 minutos de combate. Yo estaba cuerpo a tierra y las municiones trazantes me pasaban a dos metros de la cabeza. Esa noche murió el cabo Gómez combatiendo, era el jefe del tercer grupo de tiradores de mi sección. Y tuve que dejar en el lugar al soldado herido en la espalda, era arriesgado trasladarlo porque para eso necesitaba dos o tres soldados y podían caer. Además, ya sabíamos que los británicos trataban bien a los heridos argentinos”.

Otra escena que captó con su pequeña cámara Kodak y es fiel reflejo de los destrozos del ataque inglés al aeropuerto

En una guerra, el coraje es una condición necesaria, pero no suficiente. La enorme superioridad de armamento de los ingleses se impuso a la determinación de Pérez Grandi y sus soldados de defender el monte Dos Hermanas. La Browning se trabó, ya no tenían municiones, y tomó la decisión de replegarse. “Cuando estábamos reagrupándonos me encontré con unl teniente y le dije que se llevara a mi gente, que me quedaba a cubrir el repliegue, porque nos seguían bombardeando. En ese momento, cuando estaba al pie del monte, explotó un proyectil de mortero a cinco metros mío. Ordené cuerpo a tierra, y cuando caí, sentí un ardor en las dos piernas, en la planta de los pies. Cuando pasó, ordené ‘carrera marcha…’ de ahí, y al intentar ponerme de pie, el brazo no me ayudó, y la pierna derecha se me fue para un costado. Sentí un dolor terrible. Tuve triple fractura expuesta en la pierna derecha, con pérdida de carne, fractura de peroné en la izquierda y en el brazo derecho quebradura expuesta de cúbito y pérdida ósea”.

Ensangrentado y “creyendo que mis horas estaban contadas”, Pérez Grandi ordenó el repliegue a Puerto Argentino de sus hombres. Pero uno de ellos, el soldado Barroso, se acercó y le dijo “no, mi subteniente, me quedo a morir con usted”. Las palabras del veterano se cortan por la emoción: “Tuvimos un intercambio de malas palabras, que no voy a pronunciar ahora. Pero se quedó. Fue hasta un jeep Unimog que estaba destruido y rescató un bolsón porta equipo. Desparramó ropa arriba mío, porque yo sentía frío, lloviznaba, y me dio para tomar un poquito de whisky, porque el último día habíamos recibido unas raciones, y como yo ni fumaba ni tomaba, al whisky se lo daba a los soldados… Llegó un momento en que empecé a sentir como que ya me iba de este mundo”.

Una foto que sacó en Malvinas a poco de llegar. De las islas eran apenas cinco o seis fotos de un rollo del que fueron recuperadas 22 imágenes, la mayoría de ellas tomadas en el continente antes de viajar

Pérez Grandi, asistido por Barroso, estuvo una hora y media tirado en el campo de batalla. Pero sus hombres regresaron por él. El entonces subteniente cuenta que un cabo, Nicolás Urbieta, “regresó con otros soldados. Con fusiles y una manta hicieron una especie de camilla y me subieron. Fue un parto, yo sentía unos dolores terribles y cada diez metros tenían que parar”.

Ya era la madrugada del 12 de junio, y faltaban unas horas para que saliera el sol. Llegaron hasta las proximidades de Puerto Argentino, donde había un grupo de artillería, lo subieron a un Unimog y lo llevaron al hospital. “Me pusieron en un salón grande, junto a varios heridos. Me cortaron todo el uniforme y me sacaron los borceguíes. Barroso seguía a mi lado. Le di mi documento y le dije ‘entregáselo a mi viejo y decile que lo quiero mucho’”.

Pérez Grandi junto a otro oficial en Malvinas

Media hora después, lo llevaron a la sala de cirugía. Pasaron casi 42 años y esa imagen sigue como un sello en su cabeza: “Había sangre por todos lados. Me pusieron arriba de la mesa de operaciones y le dije al médico ‘por favor no me corte la pierna’. Es lo último que recuerdo de Malvinas. Cuando me desperté, estaba en la terapia intensiva de un hospital de Río Gallegos. Me dijeron que salí con el último Hércules”.

En la capital de Santa Cruz estuvo dos días más y voló a Buenos Aires. El cuadro de Pérez Grandi era de gravedad. Lo llevaron de inmediato a la terapia intensiva del Hospital Militar. Tenía las dos piernas y el brazo derecho enyesados. “El coronel Moore, el jefe de traumatología, me sacó una placa para ver todo. Y descubrió que tenía gangrena en el muslo de la pierna izquierda. De urgencia me llevaron a la sala de operaciones. Me limpiaron y sacaron parte del muslo, con dos cortes un poquito arriba de la cadera para impedir que la gangrena avanzara”.

Ian Kendrick, el inglés que encontró el rollo y lo tuvo en su poder 40 años

Lo derivaron al Hospital Muñiz, que tenía una cámara hiperbárica. Su memoria es vívida: “La máquina era inglesa y estaba fuera de servicio, pero la reactivaron por mi caso. Después me enteré de que me ponían ahí para combatir la gangrena con mucho oxígeno. Y por la mañana y la tarde me hacían curaciones con azúcar en la zona. Lo peor era que las vendas se pegaban. Fueron diez días espantosos. Pero fui saliendo… recuerdo a todos los médicos y enfermeros del Muñiz. Con el tiempo me hicieron un injerto óseo en el cúbito del brazo derecho, que me quedó un poco más débil que el otro…”.

Hoy, Pérez Grandi, a los 64 años, tiene las secuelas de la guerra a flor de piel. En solo dos de los dedos de su mano derecha tiene sensibilidad, en el resto, nada. Después de su recuperación, que demandó en total un año, lo destinaron al Regimiento de Patricios. “Yo quería ser un oficial de tropa, y veía que no iba a poder. Así que me puse a estudiar Derecho y pedí el retiro como Teniente”. Se recibió de abogado y más adelante hizo un máster de Derecho Intelectual en Chicago, Estados Unidos. Se casó, se divorció, tuvo una hija en Estados Unidos y dice que, aún hoy, Malvinas lo persigue: “Mi madre murió un 14 de junio, el día que terminó la batalla. Y mi hija nació un 10 de junio, el día del reclamo de nuestra soberanía en las islas. Eran las 11.58 y le pedí al obstetra peruano si podía nacer antes del 11. Y dijo que sí. A mi hija le pusimos María Paz”.

Kendrick, el primero desde la derecha, en Puerto Argentino con compañeros de armas. La casa donde halló el rollo con las fotos de Pérez Grandi aparece a sus espaldas

Lo que quedó en Malvinas

Cuando Pérez Grandi se replegó del monte Dos Hermanas con su sección, dejó el bolso con sus pertenencias. Entre ellas, la cámara de fotos. Años más tarde, por medio de un oficial inglés, se enteró de que los gurkhas se habían encargado de la limpieza del campo de batalla. “Todas nuestras cosas personales las dejaron en un galpón grande. Por supuesto, cada uno se llevó un souvenir”.

No se llevaron todo. Hace diez años tuvo una sorpresa. “El cabo Urbieta y otros soldados fueron a Malvinas y recorrieron nuestras posiciones. Y encontraron un cepillo de uñas que era mío. ¿Sabes cuál fue su importancia? En los últimos días estábamos todos sucios, embarrados. Ni enmascaramiento necesitábamos. Ya habíamos perdido los guantes… Entonces yo calentaba agua, agarraba una media mía y pasaba, posición por posición, para que lavaran las manos y las uñas con ese cepillo. Cuando me lo trajeron, sentí una gran emoción…”.

Kendrick hoy, en un hospital de Australia, donde le amputaron una pierna, con una camiseta de la selección Argentina

Pero las fotos tardaron más. Y en su recuperación tuvo mucho que ver Agustín Vázquez, un santafesino que desde hace años investiga Malvinas y contacta a veteranos o coleccionistas ingleses que poseen elementos que pertenecían a argentinos. Es una tarea paciente y que da resultados de tanto en tanto. Pero cuándo alguna sale bien, sabe que el esfuerzo paga en emoción.

A través suyo, el soldado Oscar Bauchi recuperó una carta que escribió desde las islas, que nunca envió y fue llevada a Inglaterra, subastada y adquirida por un coleccionista británico. Y otro, Jorge “Beto” Altieri, que en 2019 se había reencontrado con su casco, pudo volver a tener en sus manos el diario donde dejaba por escrito su día a día en la guerra.

Agustín Vázquez, incansable buscador de tesoros de Malvinas, ya fue intermediario de varios hallazgos que regresaron a sus dueños. Aquí, con Jorge Pérez Grandi en diciembre de 2023, el día que le devolvió las fotos y los negativos

Esta vez, cuenta Vázquez, “Jorge dejó su equipo en la montaña, lo llevaron y alguien tiró el rollo solo, sin la cámara. Ahí, en un pozo en una casa de la calle Philomel lo encontró un inglés, Ian Kendrick. Se lo llevó a Inglaterra, lo reveló y quedó 40 años en su poder”.

Kendrick formaba parte del Ejército Británico, era Lance Corporal del Royal Corp of Transport 52. Durante la guerra estuvo a bordo del buque Sir Geraint. En total, estuvo en Malvinas cinco meses y medio, ya que permaneció en forma voluntaria luego del 14 de junio, fecha en que cesó el combate. Por su rol en el conflicto, recibió un diploma por parte de la Reina Isabel, que enmarcó con orgullo. En las consideraciones señala que “siempre se destacó por su alegría y su capacidad para animar a los demás. Tenía un sentido del humor contagioso y a menudo era una fuente de inspiración para los que le rodeaban durante los largos, agotadores y a menudo aterradores días en las aguas del estrecho de San Carlos”. Hoy Kendrick vive en Australia y tiene una enfermedad renal. Hace diálisis y poco tiempo atrás le tuvieron que amputar una pierna. Desde la cama de un hospital le envió una fotografía a Agustín luciendo la camiseta argentina de Messi que él le envió. Y con una sonrisa.

La emoción de Jorge Pérez Grandi al ver por primera vez algunas imágenes hace 20 días. Otras ya las había recuperado hace dos años

El siguiente paso fue dado por otro veterano inglés que conocía a Vázquez, y le comentó que Kendrick tenía esas imágenes en su poder. “Como estoy en contacto con veteranos, lo contacté, hablamos y me envió unas pocas fotos. Se las mostré a varios veteranos argentinos y Marcelo Llambías, se reconoció en una y me dijo que podían ser de Jorge. Lo llamé y efectivamente, eran suyas”. Esto sucedió hace un par de años. Ahora, en diciembre de 2023, cuando Agustín tuvo la totalidad de los 22 negativos que resistieron el paso del tiempo en su poder, se reunió con Pérez Grandi y su hermano Adrián en Santa Fe, y se los entregó. Una vez más, Vázquez ayudó a cerrar un círculo.

Jorge Pérez Grandi reconoce que no es demasiado demostrativo. Pero aunque recién en los últimos tiempos pudo volver a hablar de su experiencia en Malvinas, agradece el reencuentro con las fotos. “Yo no quería estar todo el tiempo en 1982. Trato de guardarme las cosas adentro. Pero tengo que volver siempre, porque cuando me levanto y me quiero abrochar el pantalón tengo problemas para hacerlo o dolor en las piernas. Y es por Malvinas, ¿entiendes? Estas imágenes son algo muy especial, porque cierran algunas cosas de mi vivencia en las islas. Pero más allá de eso, hoy lo que agradezco es estar vivo y ver el sol cada día”. Pero tiene un sueño: regresar alguna vez al monte Dos Hermanas. A su posición. Llevar a su hija y a su hermano (“mi primer fan”, aclara), y contarles, en el campo de batalla, lo que hizo en la guerra.


jueves, 3 de julio de 2025

GA 4: La experiencia del joven Subteniente Jorge Zanela

𝐑elato de un joven subteniente



 

Jorge Zanela, que entonces era un subteniente de 23 años, jefe de la sección piezas del GA 4
A partir del 24 de mayo, la batería de tiro A, compuesta de cuatro piezas, ocupó una posición en la zona de Darwin, agregándose a la fuerza de tareas “Mercedes”. Les harían frente con fuego de hostigamiento a los británicos que se desplazaban hacia ese punto luego de haber desembarcado en la bahía de San Carlos.
Dos piezas fueron enviadas por mar con el Río Iguazú. Luego de ser atacado por la aviación británica, en un complicado rescate que demoró más de un día de las piezas que se buscaron al tanteo en la bodega inundada del buque, llegaron a Darwin. Otros dos Oto Melara fueron llevados con un helicóptero Chinook el 26 de mayo por la tarde.
Ese día fue las piezas comenzaron a ser accionadas. Apuntaron además a una fragata inglesa a la que, luego de 16 disparos, la hicieron retroceder.
El 28 de mayo fue un día de combate intenso. Zanela recuerda que todo se resumía en cargar y tirar. Cada obús estaba a cargo de un suboficial y era asistida por cinco soldados. Calcula que se dispararon entonces 2400 proyectiles, “todo lo que había”, describió.
La mayoría de la actividad era de noche. De día iban a reconocer el terreno y a llevar la munición. Era un ir y venir con los cajones.



Los Oto Melara tenían un alcance de diez kilómetros y no llegaban a hacer daño a las posiciones enemigas. Tiene un tiro más corto que había que hacerlo con mayor ángulo. De todas maneras, el suelo blando de la turba hacía que tanto los proyectiles argentinos como los británicos se hundiesen demasiado, y las explosiones no fueran suficientemente efectivas.
Fueron dos días de combate sin descanso. A algunos le salían sangre por los oídos, debido a los tímpanos que no soportaban el continuo estruendo de las piezas. Muchos quedaron temporalmente sordos y los soldados terminaron con sus puños hinchados de tanto hacer fuerza para empujar el proyectil dentro de la pieza. No contábamos con observador adelantado, ni centro de dirección del tiro por lo que se Usó cartografía kelper muy precisa y la información de la infantería adelantada
El 29 de mayo a las dos de la mañana se produjo el cese del combate en Darwin. Los artilleros no tuvieron bajas, sino heridos leves por esquirlas y un suboficial con un brazo lastimado cuando fue golpeado por el retroceso del cañón.
Se inutilizaron los cañones: se les quitó el block de cierre, los anteojos de puntería y, junto a otras piezas, se las tiró al mar. A un jeep Mercedes Benz, que solo tenía un rodaje de 80 kilómetros, se le quitó el aceite y se lo dejó en marcha para que se fundiera. Como el motor resistió, se rompieron partes del motor a golpes de maza.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Monte Longdon: Los silbidos de El Eternauta

Guerra de Malvinas: el conmovedor significado del chiflido que recuerda Juan Salvo en El Eternauta


Una usuaria de TikTok, cuyo padre estuvo en la guerra, contó la verdad sobre aquella escena que a simple vista podría pasar desapercibida.

Por Yasmin Ali || Canal 26



Malvinas en El Eternauta. Foto: Netflix

El Eternauta indiscutidamente se convirtió en el mayor éxito argentino del 2025, basada en el cómic de Germán Oesterheld y Francisco Solano López superó las expectativas y va camino a convertirse en algo de culto. Pero la serie protagonizada por Ricardo Darín tiene algunas diferencias significativas con la original, la más notoria: Juan Salvo es mayor y veterano de la Guerra de Malvinas.

En el cuarto capítulo se revela que peleó en combate. Más precisamente en Monte Longdon, la batalla más encarnizada y la que muchos definen como "la más definitiva". Además, se escucha una especia de chiflido que tiene un profundo significado entre los excombatientes.

Una usuaria de TikTok, @yaelmica, mostró una escena de la serie y el comentario de su padre, quien peleó en las islas, revelando un dato no tan conocido. El hombre le explicaba el significado detrás del silbido que escucha el protagonista: una señal que, en plena guerra, usaban entre soldados argentinos como contraseña.


Un excombatiente hablando de Malvinas en El Eternauta.
Video: @yaelmica_

Así fue Monte Longdon, la batalla más feroz

En el cuarto capítulo se revela que peleó en combate. Más precisamente en Monte Longdon, la batalla más encarnizada y la que muchos definen como "la más definitiva". Pero, ¿qué tanto sabemos de aquel enfrentamiento?

Era 11 de junio de 1982, la lluvia empapaba las trincheras argentinas mientras los soldados agotados se preparaban para lo inevitable. A lo lejos, un estruendo. La artillería británica abría fuego concentrando sobre Monte Longdon y la batalla más feroz estaba por comenzar.


Malvinas en El Eternauta. Foto: Netflix

Las explosiones destrozaban el suelo, el aire olía a pólvora y la tierra temblaba entre las rocas. Los paracaidistas británicas avanzaban en sigilo, pero un estruendo rompió el silencio: un soldado inglés pisa una mina argentina y el combate final comenzó. Los argentinos abrieron fuego, con todo lo que tienen, saben que deben resistir sin importar la superioridad enemiga.

Sin embargo, los defensores no retroceden y el Subteniente Baldini, luego de combatir a corta distancia, se niega a abandonar su puesto y muere liderando un contraataque. Momentos después, el cabo Orozco, quien estaba gravemente herido, sigue luchando con su bayoneta hasta el final. Pero el fuego británico se intensifica y la munición escasea.


Campamento argentino en Monte Longdon

El teniente Castañeda, con apenas 19 años, lidera un contraataque contra el temido Para 3 (la unidad especial británica). A grabada y fusil, logra recuperar una posición perdida y pareció que la batalla se vuelve a favor de los argentinos. Pero el bombardeo enemigo salva a la línea británica cuando estaba a punto de quebrarse.

Sin embargo, los defensores no retroceden y el Subteniente Baldini, luego de combatir a corta distancia, se niega a abandonar su puesto y muere liderando un contraataque. Momentos después, el cabo Orozco, quien estaba gravemente herido, sigue luchando con su bayoneta hasta el final. Pero el fuego británico se intensifica y la munición escasea.


Posición argentina antes de los ataques. Foto: argentina.gob.

El teniente Castañeda, con apenas 19 años, lidera un contraataque contra el temido Para 3 (la unidad especial británica). A grabada y fusil, logra recuperar una posición perdida y pareció que la batalla se vuelve a favor de los argentinos. Pero el bombardeo enemigo salva a la línea británica cuando estaba a punto de quebrarse.

La retirada resulta un infierno, sin cobertura y bajo un fuego constante. Los soldados argentinos se esforzaron para volver a sus líneas y los británicos, que imaginaban una victoria sencilla, estaban desconcertados tras sufrir gran cantidad de bajas y los altos mandos se dieron cuenta de que estuvieron cerca de perder. En total murieron 31 soldados argentinos y 120 fueron heridos, mientras que los británicos sufrieron 23 muertos y 70 heridos.

Aquella es la batalla que vuelve una y otra vez al recuerdo de Juan Salvo, quizás como una preparación de lo que está por enfrentar: volver a intentar salvar al país, esta vez de una invasión alienígena.

sábado, 15 de marzo de 2025

Historias de Malvinas: "Sabía que ibas a venir..."

"Sabía que ibas a venir"






René Lavand, el gran mago argentino de los antiguos, de los que hacían magia con cartas, de los que vestían como crupier de casino de Las vegas y de los que tenían claro que lo más pequeño de la magia es la técnica y lo más grande es el relato que la envuelve y hace única.
Entre pases e ilusiones con sus naipes cuenta cuentos y uno de esos cuentos se titula “Sabía que ibas a venir” y lo explicaba al inicio de sus espectáculos apostillando que era “un cuento corto, y dramático, porque un drama también es belleza”:
“La guerra había concluido..
La rendición era un hecho
Fue cuando el soldado le dice a su capitán
-Permiso mi capitán, quiero su autorización para volver al campo de batalla a buscar a mi amigo.
- Negativo soldado. Es inútil ya que esta muerto.
Pero al soldado se resistió a la negativa de su superior y desobedeciéndolo fue igual al campo de batalla.
Al rato vuelve con el cuerpo de su amigo en brazos..muerto
El capitán desafiante le dice
- Ha desobedecido una orden y para que?? Ve??..Fue inútil..Esta muerto
-No fue inútil mi capitán.. Cuando llegue estaba aún con vida. Pero antes de morir me dijo:
SABÍA QUE IBAS A VENIR...”

Eran gendarmes del grupo Alacrán, el herido es Rufino Guerrero luego fallecido quienes lo auxilian es comandante San Emeterio y sargento Pepe Noemi Rodriguez : Hermosa historia acerca de la amistad, la lealtad y el honor... mis respetos también a la memoria del gran René Lavant. Un señor y un maestro!

miércoles, 8 de enero de 2025

Tumbledown: Britos y Vilgré Lamadrid después de la odisea

14 de junio, todo terminó, apenas unas horas antes habían combatido en Tumbledown.
Dos rostros, uno la alegría de haber sobrevivido y otro el del Jefe con varios muertos y heridos. Duro combate. Sus vivencias recién acontecidas y expresiones capturadas por la imagen.
A LOS BRAVOS DE MALVINAS.
Imagen: Soldado Carlos Daniel Britos y Subteniente Esteban Vilgre Lamadrid - 3ra Sección - Compañia B - RI Mec 6 - EA.

jueves, 18 de abril de 2024

Rasgos de liderazgo militar respetado

Los mejores rasgos del liderazgo respetado

Damián Lucjan || War History Online




 
Crédito de la foto: jeffw616 / HBO / Dreamworks Pictures / MovieStillsDB

Hay un corazón que late dentro del pecho de cualquier gran organización o equipo: un líder. No cualquier líder, sino uno que es venerado, respetado y sirve como brújula que guía el barco a través de aguas inexploradas. Dicho liderazgo no se adquiere mediante un mero título o puesto, sino mediante la exhibición de ciertos rasgos. Como hebras de hilo tejidas en un tapiz, se combinan para formar un líder respetado.

La siguiente es una lista de rasgos que contribuyen a un liderazgo respetado.

Disposición para realizar las tareas que le pide a los demás.


 

Crédito de la foto: Marina desconocida / Comando de Historia y Patrimonio Naval / Centro Histórico Naval / Wikimedia Commons / Dominio público

Un rasgo clave del liderazgo es estar dispuesto a ensuciarse las manos. Al hacer lo que piden a los demás, los líderes encarnan el compromiso y el trabajo duro. No se convierten simplemente en una figura decorativa, sino en compañeros soldados en las trincheras, que inspiran confianza y admiración entre los hombres a sus órdenes.

Alejandro Magno a menudo llevaba a sus hombres a la batalla, compartiendo sus riesgos y dificultades.
Tratar a los demás como deseas que te traten a ti

 

Crédito de la foto: Emanuel Leutze / Museo Metropolitano de Arte / Wikimedia Commons / Dominio público

Tratar a los miembros del equipo con amabilidad y respeto establece una cultura de dignidad. Los líderes exitosos encarnan la regla de oro – “ trata a los demás como quieres que te traten a ti ” – fomentando un ambiente de respeto mutuo, comprensión y colaboración.

George Washington era conocido por su amabilidad y respeto hacia sus soldados. Visitaba a menudo a los enfermos y heridos, dando un fuerte ejemplo moral.

Ser parte del equipo


 

Crédito de la foto: Imágenes de bellas artes / Imágenes de patrimonio / Getty Images

El liderazgo respetado no se trata de ejercer autoridad, sino de ser parte del equipo. Los líderes bajan de su pedestal para estar entre sus tropas. Se ganan el respeto no exigiéndolo, sino a través de sus acciones, compromiso y comprensión.

Julio César era conocido por su estrecha relación con sus tropas, a menudo cenaba y charlaba con ellas. Esto le valió su respeto y lealtad.

Cultivar y mantener la confianza


 
Crédito de la foto: Bettmann / Getty Images

La confianza es la piedra angular de cualquier relación. Los líderes lo construyen dentro de sus equipos demostrando confiabilidad, comprensión y transparencia, fomentando un entorno donde prosperan la comunicación abierta y el respeto mutuo.

El general Dwight D. Eisenhower ejemplificó este rasgo, con su comunicación abierta y su estilo de liderazgo empático que fomentó un fuerte sentido de confianza entre sus tropas durante la Segunda Guerra Mundial.


Escuchar comentarios a nivel del suelo


 

Crédito de la foto: Imágenes de bellas artes / Imágenes de patrimonio / Getty Images

La sabiduría de escuchar más y hablar menos es un rasgo que distingue al liderazgo respetado del resto. Estos líderes escuchan desde el nivel básico, entendiendo las necesidades e ideas de su equipo, lo que los hace sentir valorados y promueve la innovación.

Genghis Khan valoraba las aportaciones de sus soldados y, a menudo, tomaba decisiones estratégicas basadas en sus experiencias y conocimientos.

Consistencia en situaciones buenas y/o malas.


 

Crédito de la foto: Keystone-Francia / Gamma-Keystone / Getty Images

En los mares tormentosos del cambio, un líder respetado es una constante. Mantienen la compostura y la toma de decisiones, mostrando estabilidad y previsibilidad que aporta comodidad y confianza a su equipo.

El primer ministro británico Winston Churchill, con su resiliencia y coherencia frente a la adversidad durante la Segunda Guerra Mundial, es legendario.

Ser seguido por respeto, no por miedo.


 

Crédito de la foto: ullstein bild / Getty Images

Liderando a través del respeto en lugar del miedo, un líder respetado motiva a su equipo a través del poder de la admiración, en lugar del temor a las repercusiones.

Conocido como el "Zorro del Desierto", el general alemán Erwin Rommel era respetado tanto por sus propias tropas como por sus enemigos por su perspicacia táctica, valentía personal y capacidad para inspirar respeto.

Asumir la responsabilidad y defender a su equipo


 

Crédito de la foto: Autor desconocido / Biblioteca Truman / Wikimedia Commons CC0 1.0

Los líderes respetados cargan con el peso de la responsabilidad y defienden a sus hombres frente a la adversidad. También asumen la responsabilidad de sus acciones, sentando un precedente de honestidad e integridad.

El presidente Harry S. Truman popularizó la frase “ la responsabilidad termina aquí ”, que expresa su voluntad de asumir la responsabilidad de todas las decisiones tomadas bajo su mando.

Humildad


 

Crédito de la foto: Ejército de EE. UU. / Wikimedia Commons / Dominio público.

La humildad es un rasgo silencioso pero potente del liderazgo respetado. Los líderes comparten sus victorias, reconocen sus errores y comprenden que son parte de un todo mucho más grande.

Un líder notable de la famosa Easy Company , cuyas acciones fueron retratadas en la miniserie de HBO, Band of Brothers (2001), fue el mayor Richard Winters. Fue respetado por su disposición a compartir las dificultades de sus soldados, demostrando confianza y responsabilidad. Una vez su nieto le preguntó a Winters : “Abuelo, ¿fuiste un héroe en la guerra?” Él respondió: "No... pero serví en una compañía de héroes".

La integridad es el nombre del juego.


 

Crédito de la foto: PhotoQuest / Getty Images

La integridad es el faro que guía las decisiones de un líder respetado. Alinean sus acciones con sus palabras, creando un ambiente transparente, honesto y de confianza.

El almirante Chester W. Nimitz dirigió la Flota del Pacífico de EE. UU. durante la Segunda Guerra Mundial con gran éxito y era conocido por su fuerte carácter moral e integridad.

domingo, 15 de octubre de 2023

La vida del conscripto Jorge Palacios

El soldado de Malvinas que le rogó a Dios que no lo dejara morir “despacito” tras ser sepultado vivo por una bomba

Fue conscripto del Regimiento 25. Quedó atrapado bajo la turba en su pozo de zorro durante dos horas junto a un compañero. El milagroso rescate y su encuentro con el Papa. Hoy acompaña a los veteranos que no pasan por un buen momento y lucha para que la sociedad comprenda la pesada mochila que llevan los excombatientes

Infobae

Los que lo vieron jugar, decían que era un 10 habilidoso y talentoso, que prometía, un derecho que le pegaba con las dos piernas. Cuando imaginaba su futuro se veía en la primera del Jorge Newbery, el club donde se lucía y de ahí tal vez pasar a uno de Buenos Aires. Jorge Eduardo Palacios, que había nacido el 17 de octubre de 1963, vivía con su familia en el Ceferino, un barrio de casas bajas con un monoblock en su centro, en Comodoro Rivadavia. Su papá Juan Paulino trabajaba en el hospital Alvear, su mamá se llamaba Silvia y tiene tres hermanas y un hermano. El es el tercero.

Febrero de 1982. Jorge Palacios en el vivac del regimiento 25. (Gentileza Jorge Palacios)

Cuando en enero de 1982 le llegó el telegrama para incorporarse al servicio militar -en el sorteo le había tocado el 832- se ganaba la vida como ayudante de chapista y pintor. Su destino fue el regimiento 25 de Colonia Sarmiento.

El día que habló con Infobae, volvía de la plaza, donde todos los 2 se canta el himno. Lo primero que hizo notar fue que cumplía exactamente 40 años de su incorporación al servicio militar. De Malvinas, su primer recuerdo es la fotografía que le tomaron al momento de subir al avión. Instantes después, en la escalerilla del Hércules un subteniente les dijo que iban a ir “a un lugar donde desean estar todos los argentinos. Vamos a recuperar las Malvinas”.

Como no tenía reloj, no pudo precisar la hora de la madrugada en que pisó suelo malvinense el 2 de abril.

Junto a Antonio Naudan, el 25 de marzo de 1982. Con Naudan eran amigos del barrio Ceferino. (Gentileza Jorge Palacios)

Recuerda que los primeros días estuvo en el pueblo, montando guardia y a partir del 21 de ese mes los trasladaron al aeropuerto. Tomó real conciencia de lo que era estar en una guerra cuando por primera vez soportaron un bombardeo británico. Sintió miedo a lo desconocido, a esa incertidumbre de lo que le podía ocurrir.

Se emociona cuando cuenta que el 24, cerca de la pista y con un barco abandonado como escenografía de fondo, juró la bandera con sus compañeros. Es que debían hacerlo antes de entrar en combate y los soldados del Regimiento 25 fueron los primeros en dar el si juro. Dicha unidad organizó otra ceremonia en Darwin el 25 de mayo.

Esta foto se tomó el día que juraron la bandera. Palacios es el segundo desde la izquierda en la fila de abajo. (Gentileza Jorge Palacios)

Los malos presentimientos que sentía se hicieron realidad el 4 de mayo. Recuerda que el día anterior, con unos diez compañeros, rodilla en tierra, habían rezado el Rosario. Lo hacían habitualmente.

Esa madrugada estaba de guardia sobre un cerrito que miraba al mar, frente a la torre de control del aeropuerto.

Cerca de las tres lo sorprendió un ruido, al que confundió con el vuelo de un Hércules. En realidad, eran dos grandes bombas arrojadas por aviones Vulcan ingleses. Una estalló a unos 30 metros de su posición. La otra, que impactó a escasos seis, y que dejó un cráter descomunal, fue casi fatal para él.

En fracción de segundos, sintió que la onda expansiva le hundía la cara, le hizo dar vuelta la cabeza y lo arrojó violentamente en el pozo de zorro. Su brazo derecho le quedó apuntando hacia arriba y el izquierdo aprisionado por la turba y las piedras. La manta que llevaba sobre los hombros para abrigarse quedó inexplicablemente desplegada sobre su cuerpo. El está convencido que era el manto de la Virgen.

Debajo suyo quedó el soldado Raúl Ortiz, que en el momento de la explosión estaba durmiendo. Tenían encima cerca de dos metros de tierra y piedras.

“Che, Ortiz, hagamos fuerza”. Fue inútil porque los escombros no se movían.

Gritaron. Palacios cree que repitieron el pedido de auxilio unas diez mil veces. Pero nadie escuchaba.

Perdió la noción del tiempo. Intuyendo lo peor, se preparó a morir. Mentalmente se despidió de sus viejos, de su hermanos, de sus amigos. Como en una película en blanco y negro se vio con sus seres queridos en aquellos momentos de alegría que pasó junto a ellos.

De pronto sintió que hablaba con Dios. Se sorprendió de la paz que experimentaba, en esa oscuridad, atrapado. Remarca que esa paz no la volvió a sentir nunca más.

No estaba desesperado. Se preguntó por qué Dios lo hacía morir despacito. “No me haga morir así, Señor, por favor”, repetía. Percibía las lágrimas que corrían por sus mejillas.

Ortiz estaba inmóvil, pensó que había fallecido. Comenzó a notar que la tierra se hundía, alguien caminaba en la superficie, justo donde estaban enterrados. “¡Gritemos!”, casi le ordenó a su compañero. Lo hicieron con las últimas fuerzas que les quedaban, no entendían cómo aún podían respirar.

Los soldados los escucharon y excavaron con lo que tenían a mano, hasta con sus propias manos. De pronto alguien cortó la manta con un cuchillo, y apareció la cara de Palacios.

Los habían dado por muertos. Nadie lo podía creer. Todos lloraban mientras los abrazaban.

En el hospital, el doctor capitán José Luis Corominas se sorprendió al comprobar que no tenían ninguna herida. Este médico también es de Comodoro y cuando se encuentran por la calle, en el centro, siempre se saludan.

El 8 de mayo, se hizo una procesión con la imagen de la Virgen. Palacios y Ortiz la llevaron. En un extremo, Seineldín está atento a la situación. La fotografía está dedicada a Palacios por el capellán de guerra. (Gentileza Jorge Palacios)

Al volver a sus posiciones, el coronel Seineldín los arengó. Le dijo que estuvo casi dos horas bajo tierra. El día 8 unos doscientos soldados rezaron la misa y llevó junto con Ortiz la imagen de la Virgen en procesión por los alrededores del aeropuerto. Años después le alcanzaron una fotografía de ese momento, que el capellán Padre Vicente Martínez Torrens se la dedicó en 2008. El salesiano entonces le advirtió que tenía una misión, y que solo él tenía que descubrirla.

Lo último que imaginó cuando la dejó en un jeep es que volvería a ver esa imagen 37 años después.

En los últimos días del combate, le tocó ir a reforzar el frente de batalla. Nuevamente se encomendó a Dios porque estaba seguro que no volvería vivo al continente.

Se entristece hasta las lágrimas cuando menciona el momento en que arriaron la bandera en Puerto Argentino. “La derrota fue muy dura”. Nuevamente menciona a Dios para agradecer que no regresó con secuelas físicas.

Cuando regresó al continente, lo primero que deseó hacer es ver a sus padres. Cuando ingresaron al cuartel de madrugada, había gente esperándolos. Estaban ellos, con los que se abrazó y lloraron.

Con su mamá Silvia, en junio de 1982. Cuando vio la fotografía, se sorprendió de su aspecto. (Gentileza Jorge Palacios)

Aunque estuvieron solo unos pequeños momentos, pudieron tomarse una fotografía. Al verla, aún hoy se sorprende de su rostro flaco y demacrado.

Una vez de regreso a la vida civil, a su mamá le contó lo de la bomba muy por arriba, para no preocuparla. Le dolió que cuando relató el episodio, por lo general la gente no le creyera, que no podía ser.

En los primeros meses le costó salir a la calle, y menos ir a jugar al fútbol, su pasión. Sus amigos lo iban a buscar, y él se hacía negar mientras espiaba a través de la cortina de la ventana. Quería estar con su mamá, que le preparaba la comida, le hacía un té, lo atendía y lo contenía.

Demoró unos seis meses en soltarse.

Un día inolvidable. En la plaza San Pedro, Francisco observa la fotografía de la procesión. (Gentileza Jorge Palacios)

Fue duro cuando salió a buscar trabajo. En 1984 entró junto a otros compañeros en la municipalidad y hoy está jubilado gracias a una ley especial para veteranos, según explica.

En ese año, junto a Mónica formó una familia. Tuvo 6 hijos y soportó el dolor de perder a uno cuando contaba con un año y ocho meses. Fue un 20 de junio, el día del Padre y el de la Bandera. Es otro de esos dolores que no se van.

Sus hijos le dieron cinco nietos y una lección de vida. Cuando la mayor comenzó a ir a la escuela, fue la que le insistió en que contase su experiencia en la guerra.

Fue sanador el poder hablar, y ahí todos creyeron el terrible episodio que vivió en ese pozo de zorro. Con la misma elocuencia que evoca sus días en Malvinas, subraya el dolor que siente cuando hablan mal de los veteranos o cuando se refieren a ellos como “los chicos de la guerra”. Del 2005 al 2015 fue el presidente del centro de veteranos de guerra local.

Advierte que llegar a los 40 años de aquel 1982 representó transitar un camino muy duro. Acompaña al veterano que está mal y se lamenta cuando cuenta que en noviembre pasado, uno falleció, no muy bien atendido. “Se nos fue un hermano”, dice. “Porque aunque no lo haya conocido, es mi hermano”.

En esa misma mañana que atendió a Infobae, lloró por la noticia que acaba de recibir: la muerte de su amigo Juan Carlos González, integrante del Escuadrón Alacrán en Malvinas. “La partida de cada veterano es muy dura. Yo se que no somos eternos, solo espero que la gente entienda que la mochila que cargamos en la espalda es difícil de llevar”.

A Ortiz, su compañero de infortunio, lo vio recién después de 27 años. Dice que vive en Trelew, que le cuesta hablar de la guerra y que no siempre le responde los whatsapps que le envía, que lo entiende.

Tiempos lejanos. Cuando en 1981 jugaba en el equipo del Club Jorge Newbery. De izquierda a derecha, es el último en la fila de abajo. (Gentileza Jorge Palacios)

En 2018 lo contactó La Fe del Centurión. Le comentaron que la imagen de la Virgen que él había llevado en procesión estaba en poder de los ingleses, y que se estaba programando un intercambio en El Vaticano y que él podría ser uno de los que la fueran a buscar. Para él, era la misión mencionada por el padre Martínez Torrens.

Creía estar soñando ese 30 de octubre de 2019 cuando Francisco lo abrazó en la Plaza San Pedro. El Papa no podía creer que el de la foto de la procesión, fuera él. “Este soy yo”, le indicó. “¿Sos vos?”, preguntaba. Lo miraba una y otra vez. También compartió la instantánea con veteranos ingleses presentes en el lugar, les explicó que en la guerra fue un soldado infante, y que tenía entonces 18 años.

Desde 1989 vive en una casa de un plan de vivienda en el Barrio Isidro Quiroga e integra el equipo de fútbol de veteranos del club Jorge Newbery, donde un año antes de la guerra ya le decían que era un chico que prometía y que su único sueño era el de jugar en primera.