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domingo, 20 de marzo de 2022

La economía argentina durante el conflicto

A 40 años de Malvinas, cómo fue la verdadera economía de guerra que enfrentó la Argentina: causas y consecuencias

El plan del ministro Roberto Alemann para ordenar las cuentas fiscales y mantener una buena relación con los acreedores externos se quebró ante el inicio del conflicto en las islas; las tratativas con el FMI, los bancos en Nueva York y la detención de un funcionario por pagar la deuda
Por Martín Kanenguiser || Infobae

El ministro de Economía en 1982, Roberto Alemann

A 40 años del inicio del conflicto, ¿cuáles fueron los ejes de la política económica que intentó llevar adelante el gobierno militar durante la guerra de Malvinas, qué pudo hacer y cuáles fueron las consecuencias de sus acciones?

La primera parte de la pregunta está respondida en un documento que preparó el entonces ministro de Economía Roberto Alemann pocos meses después del final del conflicto armado cuyo 40 aniversario se cumple este año.

En “La política económica durante el conflicto Austral”, presentado ante la Academia Nacional de Ciencias Económicas en 1982, Alemann admitió que, luego de la crisis que determinó el final de la “Tablita cambiaria” de Martínez de Hoz y la fallida experiencia de Lorenzo Sigaut, antes del inicio de la guerra “estaba en marcha una política encaminada a estabilizar la moneda, erradicando de cuajo las fuentes de inflación monetaria, sin alterar el funcionamiento ordenado de los mercados”.

Sin embargo, la operación encarada por el general Leopoldo Galtieri para recuperar poder, “planteó problemas absolutamente nuevos e imprevistos”, señaló el economista, que falleció en marzo del 2020.

“El objetivo principal de la política económica que por entonces consistía en abatir la inflación para desembocar en la reducción del sector público, cedió después del 2 de abril a la necesidad de preservar las reservas monetarias. El Banco Central contaba con activos externos de alrededor de USD 5.000 millones, pero las reservas disponibles eran considerablemente inferiores”, admitió Alemann, en una referencia que podría ser asimilada al presente.

El presidente Galtieri saluda al general Jofré en Malvinas

La primera decisión fue implementar un cepo cambiario al limitar “el mercado de divisas a compras exclusivamente para vencimientos comerciales y financieros con cierta fecha”. La intención, explicó, era contar con “efectivo” para la compra de armamento durante el conflicto.

En materia cambiaria, detalló, trató de demorar la inevitable devaluación generada por el aumento de la desconfianza, hasta que permitió un salto del 25% a principios de mayo, a cambio de colocar derechos de exportación, un instrumento que curiosamente varias décadas después fue reinterpretado como progresista.

En cuanto a la deuda externa, Alemann afirmó que se logró “la renovación de los vencimientos hasta que se superara el conflicto” con el consentimiento de los bancos comerciales, que eran los principales acreedores del país.

En Wall Street consideran que la Argentina fue el primer país en caer en default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio de la denominada “década perdida”

Sin embargo, en Nueva York consideraban que la Argentina fue el primer país en caer en default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio de la denominada “década perdida”.

Esto se debe a que el gobierno argentino no le pagó a los bancos británicos por la guerra de Malvinas. A fines de 1981, con una deuda externa pública de USD 20.024 millones que apenas se podía pagar, el gobierno militar se hallaba en pleno proceso de desgaste como producto de la crisis económica y por el lento pero progresivo avance del diálogo político, luego de los años más duros de la represión.

Con urgencia para captar fondos, el ministro partió hacia la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Cartagena de Indias para acordar la refinanciación de los compromisos de la deuda soberana de 1982.

Heridos luego de una batalla en Monte Longdon (AFP)

El plan oficial consistía en contratar unos USD 3.500 millones en créditos sindicados a largo plazo y renovar otros USD 7.200 millones. Desde el 26 de marzo, ajeno a los planes bélicos del gobierno, el funcionario comenzó a tejer en el Caribe colombiano la delicada operación para sacar a la Argentina de la cornisa de la cesación de pagos.

A cambio, Alemann se comprometió a mantener la deuda pública y a reducir el déficit fiscal en un 2% durante ese año. La realidad rompería con su juramento, ya que a fines de 1982 los pasivos externos del Estado ascenderían a USD 28.626 millones.

Con menos reparos que José Martínez de Hoz para aplicar un programa de ajuste con el objetivo de reducir la inflación, el ministro diseñó un esquema de “racionalización” del gasto público junto con la secretaría de Hacienda, que había intentado la misma tarea sin éxito desde 1976 a las órdenes de Juan Alemann. Así, Alemann dispuso un congelamiento de los salarios y el recorte de los subsidios a las empresas estatales.

Ante el inicio del conflicto, el equipo económico buscó girar las reservas del Banco Central al FMI, el BIS y otros bancos en los que no pudieran ser embargadas

Tras lograr un rápido “compromiso verbal” para la refinanciación de la deuda, el ministro decidió adelantar su regreso dos días con una escala en Bogotá, para arribar el 30 de marzo a Buenos Aires. Sin embargo, las rutas aéreas no favorecieron sus planes y debió penar durante 25 horas entre un avión y otro para llegar al país a través del Brasil.

Finalmente, aterrizó la tarde del jueves en el aeropuerto de Ezeiza, donde, ansioso, lo esperaba Manuel Solanet para explicarle que el enlace de la Fuerza Aérea con el Ministerio de Economía le había anticipado la noche anterior que el 2 de abril habría novedades importantes en relación con las islas del Atlántico Sur.

Al tanto de la operación militar, en Hacienda se le ordenó al presidente del Banco Central, Egidio Ianella, que girara las reservas internacionales del Banco Central que estaban depositadas en el Banco Central de Inglaterra y en los bancos comerciales de los Estados Unidos. El nuevo destino sería el Banco Internacional de Pagos de Basilea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal de Nueva York, lejos del alcance de un eventual embargo británico.

Margaret Thatcher

Agotado por el extenso viaje desde Colombia, Alemann le dijo a Manuel Solanet en el aeropuerto que nada pasaría en relación con Malvinas y que necesitaba dormir una siesta en su casa para recuperar fuerzas. A las 19, su colaborador lo despertó por teléfono para reafirmar sus temores, pero Alemann volvió a pedirle calma, hasta que a la una de la mañana del viernes convocaron al ministro a una reunión de urgencia del gabinete nacional a las 7 de la mañana en la Casa de Gobierno para analizar una invasión que él desconocía.

Enojado y confundido, Alemann sintió que en un instante su castillo de naipes se derrumbaba: la ansiada lucha contra el déficit y la inflación dejaban paso al gasto militar como prioridad de la política económica.

En la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales

Mientras el ministro tomaba conciencia del cambio de escenario, Ianella se aseguraba de que la operación de rescate de las reservas resultara “prácticamente” exitosa, ya que aún restaban 50 millones de libras esterlinas que por cuestiones operativas sólo podrían ser liberadas el viernes 2 de abril. El Ministerio de Economía aprovechó la lentitud del gobierno británico para reaccionar —la premier Margaret Thatcher presuntamente se había enterado de la operación militar argentina a través de la inteligencia norteamericana la madrugada del viernes e impuso el control de capitales recién el sábado— para salvar ese dinero remanente.

Sin embargo, puertas adentro del sistema financiero inglés quedarían congelados durante toda la guerra unos USD 1.450 millones de residentes argentinos, incluidos 70 millones pertenecientes a la comisión de compra de armas de la Armada Argentina, que un integrante de esa fuerza aún menos informado que Alemann se olvidó de retirar.

En la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales, el mercado cambiario volvería a desdoblarse, el peso se devaluaría, crecerían las retenciones a la exportación y se adoptarían otras medidas impositivas para enfrentar el crecimiento de los recursos militares, que consumieron USD 450 millones de gasto corriente, más los fondos destinados a la compra de aviones.

Ronald Reagan con Alexander Haig

A pesar del apoyo retórico del sector privado a los planes del ministro, la fuga de un 4% de los depósitos totales del sistema financiero local registrada durante la primera semana de abril demostró los nervios del mercado ante la guerra contra la principal potencia marítima del planeta.

Mientras los argentinos retiraban sus depósitos de los bancos en Buenos Aires y obligaban al BCRA a bajar los encajes para combatir la situación de iliquidez en el mercado, en pleno corazón del conflicto bélico la administración militar lograba mantener cierta confianza en la población de las islas.

En este sentido, la gobernación militar prometió no incautar los bienes de los kelpers y de mantener la estabilidad, a través de un régimen bimonetario con un tipo de cambio fijo (a 20.000 pesos por cada libra malvinense) instaurado luego de un viaje de un funcionario de Economía a Puerto Argentino a mediados de abril, cuando la mediación diplomática del gobierno norteamericano, conducida por Alexander Haig, ya había fracasado.

El ministro Alemann no aceptó las posturas más duras del gobierno militar, pero aceptó suspender los pagos de la deuda, reconociendo una situación de default de facto que estaba latente por la falta de recursos del país

Mientras tanto, con el apoyo de sus aliados de la OTAN y de la Comunidad Económica Europea, Gran Bretaña dispuso el congelamiento de los fondos argentinos y el embargo de las importaciones de origen nacional. En la Argentina el sector más duro de la Junta Militar pidió como represalia la confiscación de los bienes británicos.

Alemann no aceptó, pero sin dudarlo suspendió el pago de los vencimientos de capital de la deuda externa para preservar el nivel de reservas del Banco Central, generando una reacción de histeria entre los banqueros de todo el mundo. Si bien el ministro aseguró que la medida se basaba en el contexto bélico, sus colaboradores más estrechos sabían que la guerra permitiría esconder un default que estaba latente, porque no había dinero más que para pagar uno o dos meses de vencimientos.

El Lloyds Bank del Reino Unido era el principal acreedor individual del país y la Argentina había tomado una buena parte de sus créditos a través de préstamos sindicados, que todos los bancos cobraban a través de una sola ventanilla. Si no cobraba uno, no cobraba nadie.

Alemann comprendió entonces la ineficacia de los mensajes a distancia y viajó a una reunión del Fondo Monetario Internacional en Helsinki, donde el 12 de mayo intentó sin demasiado éxito obtener el respaldo del titular del organismo, el francés Jacques de Larosiére, para lograr un programa de asistencia con la complicada promesa de continuar con un ajuste. Desanimado, dejó Finlandia y comenzó sin pausa una gira por Zurich, París y Nueva York para ofrecerles a los acreedores privados no británicos la posibilidad de cumplir en forma efectiva con los vencimientos del pago de intereses a través de una cuenta en la Unión de Bancos Suizos (UBS). En forma paralela, se habilitaría una escrow account para asentar los compromisos con los bancos ingleses sin pagarles, hasta que Londres levantara las sanciones contra el país.

Un soldado argentino

Esta solución se le ocurrió al abogado Richard Davis, socio del estudio neoyorquino Weil, Gothsam & Manges, ex subsecretario de Finanzas del Tesoro durante la administración de James Carter y experto en sanciones económicas internacionales, contratado por el Ministerio de Economía por el temor a que el gobierno de Reagan cediera a la presión de Thatcher de embargar los bienes argentinos en territorio norteamericano.

En realidad, Davis sólo se limitó a recomendarle al gobierno argentino una fórmula parecida a la que utilizaron los iraníes durante la toma de los rehenes en la embajada de los EEUU en Teherán, para eludir el congelamiento ordenado por el Tesoro en aquel entonces. Davis comenzó su trabajo con una visita a Buenos Aires, antes de que las tropas inglesas llegaran al Atlántico Sur, en la que sugirió reducir al mínimo los incentivos de los bancos para declarar un default formal.

Mientras el represor Alfredo Astiz se rendía sin presentar combate en las Georgias del Sur, el ministro se tranquilizó cuando los bancos no británicos se resignaron a aceptar la propuesta argentina, que hasta recibió elogios del Tesoro de los Estados Unidos.

Un juez ordenó la detención del presidente del BCRA Julio González del Solar por autorizar el pago de la deuda argentina a los bancos extranjeros, un hecho que generó nervios importantes en Nueva York

Sin embargo, puertas adentro del país, Alemann tuvo que soportar la reacción antisemita de algunos integrantes de la Junta Militar, indignados por los fuertes vínculos del estudio Weil, Gothsam & Manges con la comunidad judía de Nueva York.

El 14 de junio de 1982 los militares argentinos se rindieron ante sus pares británicos en Puerto Argentino. La dictadura sellaba su suerte en forma definitiva a costa de la muerte de 649 soldados argentinos en una guerra que Galtieri buscó ganar con la ilusión de recibir la ayuda de los Estados Unidos.

Junto con la derrota en el campo de batalla, el país acumulaba al final de la guerra unos USD 2.000 millones de atrasos en el pago de la deuda que debió empezar a renegociar al día siguiente de la rendición en el Atlántico Sur.

Sin embargo, Alemann afirmó que “los mercados funcionaron normalmente y las medidas de política económica contribuyeron a su mejor funcionamiento, excepción hecha con el comercio y con los pagos al exterior, donde las sanciones injustas de otros países nos obligaron a responder puntualmente sin afectar el crédito argentino en el exterior ni el funcionamiento de la economía argentina en su conjunto”.

Raúl Alfonsín (Télam/jcp)

Luego de aquella trágica experiencia en Malvinas, Galtieri renunció y asumió Reynaldo Bignone, en una gestión desordenada desde el punto de vista económico, con continuas negociaciones con los acreedores para salir del default.

El 4 de octubre de 1983, 26 días antes de los comicios que marcaron el retorno democrático y el ascenso de Raúl Alfonsín al gobierno, el presidente del Banco Central, Julio González del Solar fue detenido cuando regresaba de Washington acusado de “traición a la patria”, por disposición de Oscar Pinto Kramer, un juez de Río Gallegos que se hizo eco del enojo de la Fuerza Aérea porque el gobierno había tomado a Aerolíneas Argentinas como caso testigo para la reestructuración de la deuda de las empresas públicas, de acuerdo con el programa de asistencia firmado a principios de ese año con los bancos del exterior.

El 21 de septiembre los pilotos militares habían expresado su “unánime desagrado por la forma en que se renegoció la deuda de Aerolíneas”, mientras González del Solar y el ministro de Economía, Jorge Wehbe, le rogaban al comité de acreedores que postergaran el ultimátum contra la Argentina, debido a que el gobierno no había cumplido con sus pagos en todo el año.

El juez basó la orden de detención del titular del Central en dos cláusulas del acuerdo: una que otorgaba una garantía oficial para la reestructuración y la otra que cedía la competencia para resolver cualquier diferencia judicial a los tribunales extranjeros.

Con cierto temor por la decisión judicial, el steering committee postergó su intimación al gobierno. El 6 de octubre González del Solar fue liberado por decisión de la Cámara Federal, que acusó a Pinto Kramer de colocar al país “al borde de un default”, que en realidad ya tenía más de un año de vigencia en términos prácticos y que, en los hechos, se prolongaría casi una década más hasta que la Argentina firmó el plan Brady a principios de la década del 90.


lunes, 31 de diciembre de 2018

¿Rosas quiso entregar Malvinas a cambio de saldar la deuda con los Barings?

¿Intentó Juan Manuel de Rosas cancelar la deuda externa a cambio de las Islas Malvinas? 

De acuerdo a documentación que se guarda en archivos locales como de Gran Bretaña, Rosas puso en la mesa de negociaciones la cuestión Malvinas y la posibilidad de cancelar la deuda con los tenedores a cambio de entregarles las islas a los ingleses ¿Fue estrategia política para forzar el reconocimiento de la soberanía o existió la voluntad de hacer un canje?

Por Adrián Pignatelli |  Infobae


 
Bono de la Baring Brothers

La magnitud del proyecto justificaba solicitar el préstamo. Era fines de 1822 y el gobierno de Martín Rodríguez con su poderoso ministro Bernardino Rivadavia tenía pensado construir un nuevo puerto, instalar un sistema de aguas corrientes y promover la colonización de la campaña a través de la fundación de pueblos, tanto en el interior como en la costa que va de Buenos Aires a Patagones, donde se proyectaban tres nuevas ciudades.

Para ello, en noviembre de ese año la Sala de Representantes aprobó una ley autorizando al gobernador de la provincia de Buenos Aires a contratar un empréstito al exterior. Las tratativas tuvieron lugar en 1824 y se eligió a la Baring Brothers, una casa de banqueros ingleses a los que se les solicitó la suma de 5.000.000 pesos fuertes que equivalían a 1.000.000 de libras esterlinas. Se presentaron tierras públicas como garantía.

El empréstito se colocó al 85% y se recibió el 70%. La diferencia quedó en los bolsillos de los intermediarios. Y además la Baring retuvo una garantía adicional de 120 mil libras correspondiente a dos años de intereses y 10 mil libras por gastos y comisiones. Del millón de libras acordados, sólo llegarían 560 mil. Y como era dificultoso el envío de dinero, se hizo a través de letras de cambio girada contra casas comerciales en Buenos Aires, algunas de las cuales pertenecían a la propia Baring Brothers.

El capital recibido fue gastado en la guerra con el Brasil. Las dificultades para hacer frente a los intereses llevó al ministro de Hacienda, en 1828, a vender las fragatas Asia y Congreso para cubrir los dividendos vencidos. El proyecto del puerto y los pueblos ya eran un viejo recuerdo.

"El gobierno nunca olvida el pago de la deuda"

El 3 de enero de 1833 los ingleses usurparon las Malvinas con el ataque de la corbeta de la marina británica HMS Clio al mando del capitán Onslow.

Le cupo a Manuel Moreno, ministro plenipotenciario, elaborar lo que sería el primer alegato en defensa de la soberanía argentina. Moreno era el hermano menor de Mariano, el secretario de la Primera Junta. Era político, médico graduado en la Universidad de Maryland y docente de Química en la Universidad de Buenos Aires. En 1828 fue nombrado embajador en Gran Bretaña; en 1835 cumplió idénticas funciones en Estados Unidos y volvió como embajador en las islas británicas de 1838 hasta la caída de Rosas.

Él fue el responsable de la primera protesta argentina contra la usurpación. Fue elaborada el 17 de junio de ese mismo año y su destinatario fue el vizconde Palmerston, Secretario Principal de Estado para los Asuntos Extranjeros.

 
Juan Manuel de Rosas

En 1835 Juan Manuel de Rosas asumió su segundo período como gobernador y responsable de las relaciones exteriores del país. Era apoyado por el sector terrateniente y estanciero al que pertenecía, poseía un gran predicamento en las clases populares y gobernó con mano dura y orden en un sistema sin Constitución.

A través de la Ley de Aduanas, que comenzó a aplicar en 1836, protegía tantos las manufacturas locales y la materia prima y gravaba aquellos que venían del exterior. Esto permitió engrosar las arcas de la aduana, manejada por Buenos Aires y también girar fondos a las provincias.

Al comienzo de su segundo mandato, Rosas debió enfrentar la presión de los tenedores de bonos por cobrar sus dividendos. En el mensaje a la Sala de Representantes de 1835 aclaró que "el gobierno nunca olvida el pago de la deuda extranjera, pero es bien manifiesto que al presente nada se puede hacer por ella".

 
Decreto por el pago de la deuda

Rosas dejó pasar dos años para volver a explicar, con igual tenor, que "tantas y tan múltiples atenciones pesa sobre el gobierno la dificultad de sus compromisos en el empréstito de Inglaterra… el gobierno desea con vehemencia arribar a una transacción, que en si misma presente la posibilidad de su exacto cumplimiento. Para conseguirlo no omitirá ninguno de los medios que se le sugieran su razón y prudencia".

 
El pago de 5 mil pesos metálicos mensuales por la deuda con Londres

En 1838 Rosas, con la excusa de las arcas públicas vacías, había aumentado los derechos de importación de productos que hubieran sido transbordados en Montevideo. Esta medida perjudicaba a Francia, que tenía al puerto oriental como un punto central de su comercio en esta región. El gobierno francés protestó. El vicecónsul francés Aimé Roger buscó el pretexto para presionar con las armas. Aduciendo que Rosas se negaba a exceptuar a los súbditos franceses del servicio militar y del encarcelamiento de ciudadanos de ese país acusados de espías, una flota francesa al mando del almirante Luis Francisco Le Blanc bloqueó el Río de la Plata.

Nuevamente, Rosas fundamentó que no tenía medios para pagar porque el bloqueo perjudicaba económicamente a la Confederación y propuso el arbitraje de Inglaterra para solucionar el conflicto. Dividir para reinar.

Explorar con sagacidad

Y en este punto los historiadores no se ponen de acuerdo. De acuerdo a documentación que se guarda en archivos locales como de Gran Bretaña, Rosas puso en la mesa de negociaciones la cuestión Malvinas y la posibilidad de cancelar la deuda con los tenedores a cambio de entregarles las islas a los ingleses.

El 21 de noviembre de 1838, el embajador Manuel Moreno recibió la siguiente instrucción del todopoderoso gobernador bonaerense. "Insistir así que se le presente la ocasión en el reclamo respecto de la ocupación de las Islas Malvinas, y entonces explotará con sagacidad sin que se pueda trascender ser idea de este gobierno, si habría disposición en el de S.M.B.A hacer lugar a una transacción pecuniaria, que sería cancelar la deuda pendiente del empréstito argentino". Y que les aclare a los tenedores de bonos que hasta que no se levante el bloqueo francés, no iba a poder pagarles.

 
Manuel Moreno, embajador y figura clave en las negociaciones

¿Qué buscaba en realidad Rosas? Nunca lo aclaró. Si los ingleses aceptaban este suerte de canje, estarían reconociendo tácitamente la soberanía argentina sobre el archipiélago. Y el gobernador tendría los argumentos para fundamentar aún más el reclamo. O posiblemente sus intenciones eran las de dejarlas como parte de pago. Eran épocas donde algunas posesiones territoriales se definían con dinero y no por la boca de los cañones: Estados Unidos había comprado Louisiana en 1803, una parte de La Florida en 1819 y Oregón, en 1846.

Pero los ingleses no dieron el brazo a torcer. En marzo de 1842 el secretario para asuntos exteriores inglés, Lord Aberdeen, negó al gobierno argentino derecho a indemnización alguna. "…como definitiva la declaración con que el infrascripto concluyó su nota al señor Moreno de 15 del próximo anterior, repitiendo la determinación del gobierno de S. M. De no permitir que sean infringidos los indultados derechos de la Gran Bretaña sobre las islas".

Falconnet, el enviado

Paralelamente a estas negociaciones, llegó a Buenos Aires un súbdito inglés, napolitano de nacimiento, Francisco de Palacieu Falconnet, enviado por la Baring. Sus instrucciones eran indagar cúal era la voluntad, la capacidad y los recursos del actual gobierno para hacer frente a la deuda y cuáles serían los modos de asegurar su cobro. Tamaña tarea le aguardaba. "Buenos Aires tiene la vergonzosa distinción de no haber hecho nada y no haber propuesto nada en los últimos catorce años, conducente al pago de los dividendos y a la restauración de su crédito", escribió.

En los dos años que Falconnet permaneció en Buenos Aires, estuvo en contacto directo con Manuel Insiarte, ministro de Hacienda a fin de encontrar una forma que el gobierno argentino se pusiese al día con la deuda.

Fue a comienzos de 1843 cuando Felipe Arana, ministro de Relaciones Exteriores de Rosas, instruyó a Moreno y al cónsul argentino en Londres, Jorge Federico Dickson a "demandar al gobierno de S.M.B. una indemnización por el derecho de las Islas Malvinas, y que entre en esta el empréstito y sus rentas vencidas y por vencer bajo el concepto de que en tales arreglos debe intervenir el acomodamiento de los interesados, y que cuanto convenirse y estipularse sobre esto será aquí ratificado con previa autorización de la Sala de Representantes…"

Moreno y Dickson ya venían padeciendo hace tiempo este tipo de negociaciones que no encontraban ningún eco en el gobierno inglés. Terminaron respondiendo que "hallamos tantas dificultades que en verdad nos hacen pensar que aunque la idea de esta transacción es absolutamente justa y razonable en su fondo, no hay al presente ninguna probabilidad de hacerla practicable…".

En esa misma comunicación, Moreno explicaba que el gobierno inglés negaba el reconocimiento argentino de la soberanía y que el volumen de la deuda, con intereses, ascendía a 1.900.000 libras esterlinas. En caso de llegar a un acuerdo, no se haría por esa cifra.

 
Felipe Arana, ministros de Relaciones Exteriores de Rosas

Moreno no se sentía cómodo representando al gobierno de Rosas. En 1841 le escribía a su sobrino: "Los que empezaron la Revolución creyendo generosamente en los destinos de la Patria, nunca se pudieron imaginar, entre los grandes riesgos que tan heroicamente arrostraron, que habían de llegar tiempos de esta especie".

En el mismo sentido Dickson, en una carta a Felipe Arana del 5 de abril de 1843 confirmaba que "no son el tiempo y la circunstancia oportunas para entretener este asunto. En todo caso se verá ser muy difícil convencer a este gobierno del derecho que tiene la República a reclamar indemnización alguna para la cesión de a propiedad que alega en nuestro territorio de las Islas Malvinas…"

Claro que no todos los ingleses eran de la misma opinión. En la Cámara de los Comunes, el diputado Malesworth, a la hora de discutir el presupuesto para las colonias, había dicho: "Vuelven estas miserables islas Falklands donde no se da trigo, donde no crecen árboles, islas batidas por los vientos polares que desde 1841 nos han costado sin beneficio alguno nada menos que 45 mil libras; decididamente soy del parecer que esta inútil posesión se devuelva al gobierno de Buenos Aires".

A comienzos de 1844 Insiarte reiteró ante Falconnet el ofrecimiento de las Islas Malvinas como moneda de canje. Recalcó la soberanía argentina y advertía que su cesión a los prestamistas ingleses era el medio más seguro para cobrar lo adeudado.

Al fin, un cansado Falconnet halló una forma de salir del atolladero. Como la Confederación Argentina le estaba abonando a Francia un monto mensual en concepto de reparaciones de guerra, pidió lo mismo. En carta del 14 de febrero de 1844 se lo propuso al ministro Insiarte: "Para mí será imposible permanecer por más tiempo en esta expectación que nada justifica a los ojos de los que me han honrado con su confianza…", comenzaba la carta; así le fue aprobado el pago de una suma mensual de 5000 pesos fuertes a cuenta de la deuda. Algunos interpretan que así Rosas disminuiría la presión británica.


 
El Bloqueo anglo-francés al Río de la Plata tuvo lugar entre el 2 de agosto de 1845 y el 31 de agosto de 1850. Durante el mismo, las de ambos países cerraron al comercio todos los puertos de la Confederación Argentina

Los pagos comenzaron en mayo de 1845 pero se suspendieron cuando Gran Bretaña comenzó con el bloqueo, junto con los franceses, del Río de la Plata. Vendría el combate de la Vuelta de Obligado y el pragmatismo inglés de resolver el pleito en la mesa de negociaciones. Los pagos se reanudarían en 1849.

En el mensaje a la Sala de Representantes de 1849, Rosas ofreció a la Baring y accionistas del empréstito "a comprar de este gobierno por quince años, como privilegio exclusivo, el derecho de disponer del guano, y explotarlo de todas las islas y costas patagónicas; también el salitre, otras sales, barbilla, yeso, metales y la pesca de anfibios; debiendo entregarse la cantidad que abonasen al Gobierno, en cuanta de pago del empréstito de Inglaterra, y siendo obligación de los empresarios a hacer respetar a nombre del gobierno de la Confederación, el usufructo que por el término que se estipulase les concediera. Debía extenderse la extensión del territorio para ese objeto desde la Bahía Nueva, en los cuarenta y tres grados, hasta el Estrecho de Magallanes, en los cincuenta y tres".

Los ingleses no se hicieron eco de esta propuesta.

A fines de 1849, se firmó el tratado Southern-Arana, que ponía fin a la disputa entre nuestro país y Gran Bretaña. Se llamó "Convención para restablecer las perfectas relaciones de amistad entre la Confederación Argentina y su Majestad Británica". Los ingleses reconocieron la soberanía argentina de los ríos interiores; instaba a nuestro país a solucionar pacíficamente nuestros diferendo con Uruguay y se nos devolvía la flota capturada. Lo curioso es que ese tratado también consignaba la devolución de la isla Martín García, pero ni una palabra sobre las Malvinas. Aunque algunos sospechan de una cláusula secreta, por la que Rosas desistía de continuar reclamando la soberanía.

¿Qué pasó con el famoso empréstito? Se cancelaría 80 años después, en 1904. Haciendo cuentas, el país había pagado 23.700.000 de pesos fuertes de los cinco millones originales.