Homenaje y emoción bahienses para estar más cerca de las Islas Malvinas
Martín
Goslino, Omar Mansilla, José Luis Méndez y Maximiliano Cortés son
amigos. Y scouts. Cuentan una historia reciente en la tierra reclamada y
esperan ser imitados.
“(…) Después de haber recorrido toda la pampa argentina, haremos un campamento en nuestras Islas Malvinas (…)”.
La
canción se llama Levántate montañero. Y retumba —con el agregado
alusivo tras la guerra— en los campamentos scouts. Fue la génesis.
“Lo
repetimos, casi sin pensarlo en profundidad, durante mucho tiempo hasta
que un día dijimos: ‘Tenemos que concretarlo’. Hicimos campamento en
miles de lugares recorriendo todos los paisajes posibles con scouts, con
amigos, con familiares y con conocidos. Pero nunca en Malvinas, que es
también nuestro territorio”.
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Lo
dice Martín Goslino, quien junto a Omar Mansilla, José Luis Méndez y
Maximiliano Cortés —todos con formación scout— concretaron el sueño de
ir a las Islas Malvinas y visitar los sitios emblemáticos que
referencian el conflicto armado de nuestro país con el Reino Unido,
acaecido entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982.
Regresaron
con las expectativas cubiertas (y más); con emociones que se
acrecientan —y revalorizan— con el paso del tiempo y, especialmente, por
haber cumplido los objetivos.
Omar Mansilla (izq), Martín Goslino, Maximiliano Cortés y José Méndez, en el aeropuerto de Río Gallegos.
“El
primer mensaje es que se puede ir. Lo digo porque hay gente que cree
que no, que por ser argentinos nos pedirán más requisitos y demás. No es
así”, agrega Goslino.
“Lo segundo es para no olvidar. Y,
justamente, una forma de hacerlo es viajar y saber de qué se trata.
Estar, conocer y hablar con la gente de allá es una manera de
malvinizar, porque si no nos apartamos cada vez más desde lo cultural”,
explica.
“Lo que vivimos no lo podemos olvidar”, añade Mansilla.
“La
guerra de Malvinas es un tema; pero la soberanía es otro. Si nos
abocamos a esto, no nos tenemos que olvidar de lo que pasó, de quienes
participaron y de quienes quedaron”, sostiene.
Ambos admiten que
fueron con la idea de rendir honores a nuestros héroes, pero que allá
(“todo fue diferente”) los desbordó la emoción.
La previa
“¿Cuándo planeamos el viaje? En 2017. Lo decidimos de firme y comenzamos a averiguar cómo hacerlo”, cuenta Mansilla.
“Al
principio fue muy arduo y, en verdad, no conseguimos casi nada de
información para avanzar. Y justo apareció la pandemia por el COVID”,
agrega Goslino.
“En Malvinas hay scouts. Entendíamos que la
hermandad iba a estar por encima del conflicto, pero no hubo eco.
Incluso, la última respuesta fue muy dura y tajante en el sentido de que
no sigamos por ese lado. Resultó decepcionante pero, en realidad,
desafiante”, expresa.
Martín Goslino es scout desde 1983.
“En
contrapartida, encontramos a otra gente de allá que nos ayudó a
concretar el sueño. Nos brindaron todo para no tener obstáculos de
ningún tipo”, afirma Goslino.
El gobierno local británico posee
una completa página del área de turismo. Allí aparecen todos los
operadores habilitados para alojamientos, excursiones y demás.
“Nos
comunicamos con varias agencias por la disponibilidad y los costos.
Unos nunca respondieron y otros dijeron que tenían lugar. Nos dieron
para las fechas que les habíamos pedido y nos pasaron los detalles”,
indica.
El grupo ingresó a las Islas Malvinas como turistas comunes y corrientes.
El lugar de alojamiento de los scouts, 7 Marmont Row (antiguo The Ship Hotel).
Compraron
los tickets aéreos luego de averiguar en distintas páginas web y, al
final, cerraron el tramo Bahía Blanca-Río Gallegos y, desde allí, a
Malvinas.
“La única complejidad, por decirlo de alguna manera, es
que se trata de un vuelo que se realiza cada 7 días. Es decir, esa era
la ventana para estar en las Malvinas”, comenta Goslino.
Al
existir una sola operación semanal (de la compañía LATAM), si por
razones climáticas el avión no puede salir en el día asignado hay que
esperar 7 días más. En este caso, no fue necesario.
En la
actualidad hay una única línea comercial aérea: Punta Arenas-Islas
Malvinas, que sale desde Santiago de Chile. Se concreta todas las
semanas, pero un sábado al mes pasa por Río Gallegos antes de llegar a
Puerto Argentino. Y a la semana siguiente vuelve por Río Gallegos y
sigue la ruta. Fuera de este programa, para arribar a las Malvinas al
vuelo hay que tomarlo en Punta Arenas. O en Santiago de Chile.
Excursión por Yorke Bay y Gipsy Cove. Al fondo, Puerto Argentino.
“Finalmente
alquilamos la casa de una joven malvinense llamada Ailie. Y ahí
elegimos a un residente chileno, Julio, como guía de turismo. Ellos eran
nuestros referentes y siempre estuvimos comunicación”, explica
Mansilla.
Toda la familia de Ailie, que transita la séptima
generación en Malvinas, está relacionada al turismo. Su hermano, Dan,
hace excursiones outdoors.
“Dan nos alquiló bicicletas y salimos a
recorrer varios lugares. Luego también nos llevó a la excursión en
kayaks, que fue la última tarde antes de regresar”, relata.
Goslino,
Mansilla, Méndez y Cortés salieron de nuestra ciudad el viernes 10 de
febrero último. A las islas llegaron al día siguiente, desde donde
retornaron el sábado 18. El domingo 19 se encontraban otra vez en casa.
El viaje
“La preparación nos fue cargando de adrenalina y de ansiedad”, comenta Goslino.
“Cuando
llegamos al aeropuerto militar de Mount Pleasant (MPN) todo era frío y
hasta hostil. No era Ezeiza, claramente”, agrega Mansilla.
En Río
Gallegos subieron unas 50 personas, para completar casi la totalidad del
Airbus 320 de 174 plazas (162 en economy). El vuelo tuvo una duración
de casi 1h45m hasta la Isla Soledad, a 48 kilómetros de Puerto
Argentino.
“Tomamos un colectivo, llegamos a la hermosa casa
alquilada y hasta nos recibieron con escones. Ahí nomás calentamos agua,
cargamos el termo y cruzamos la calle.
Recién llegados, en la rambla ubicada fuente a la casa alquilada.
La
vista era increíble y, en un momento, nos encontramos tomando mate
sentados sobre la rambla, en la costanera. Nos miramos y nos dimos
cuenta: estábamos en Malvinas. ¡No lo podíamos creer!”, relata Goslino.
Excepto el primer día, el frío y (a veces) el viento se apoderaron de las jornadas siguientes.
“No
hay campings, ni lugares para acampar. Pensamos en hacer un vivac, pero
al final concluimos de que era muy complejo, ya que se advertiría
nuestra ausencia en la casa y, eventualmente, alguien se podría
preocupar y nos saldría a buscar. Esa es nuestra deuda pendiente: la de
cumplir con Levántate montañero”, cuenta Mansilla.
El recuerdo
La
visita al cementerio de Darwin —donde se encuentran los soldados
argentinos caídos en combate— contuvo el momento de mayor emotividad
para los scouts. Hasta allí llegaron con Julio.
“Cuando entramos a
los galpones de la estancia de Goose Green (NdR: Pradera del Ganso) nos
explicaron qué sucedió cuando llegaron los soldados argentinos y,
luego, qué pasó cuando los ingleses retomaron el lugar”, dice Goslino.
“La
experiencia se hizo aún más fuerte porque pudimos estar solos, los
cuatro, por un largo momento. La excursión dura una hora y media, pero
Julio estuvo tres horas, afuera, en el auto, esperando que nosotros
hiciéramos todo lo que teníamos que hacer”, agrega.
“Fue un
momento íntimo. Hubo mucho respeto. Ahí cantamos Levántate montañero”,
dice Mansilla. Sucedió en el mediodía del martes 14 de febrero.
El homenaje en el cementerio de Darwin.
“El
cementerio se encuentra en un lugar estratégico. ¿Por qué? Porque no lo
ve nadie; está escondido a la vista de quienes transitan. No es casual,
claro”, añade.
“¿Una conexión? Descuento que algunos de los caídos fueron scouts. Seguro”, reflexiona.
El
cura párroco de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes de Bahía Blanca,
Darío Nicoloff, se reunió con los viajeros antes de partir y les
entregó unos rosarios.
Debían ser dejados en las cruces blancas donde dice: Soldado argentino sólo conocido por Dios.
“Queríamos
rendir un homenaje. Lo hicimos; lo sentimos. No se puede contar en
palabras”, comenta Mansilla, sin ocultar la emoción más allá de los ojos
vidriosos.
Monte Longdon. Aún se aprecian las balas de fusil.
El paso por Monte Longdon, en el campo de batalla más encarnizado y trágico de la guerra del 82, fue estremecedor.
“Estuvimos
en trincheras donde, aún, existen pozos de zorro hechos por nuestros
colimbas. Uno no puede dejar de imaginarlos conviviendo allí. Y aún nos
siguen cayendo las fichas (sic). No sé hasta cuándo”, amplía.
“Fue impactante caminar entre los agujeros de las bombas; parecía que estábamos en una realidad virtual”, señala Goslino.
“Hay
muchos restos de elementos de la guerra. No se puede tocar nada y mucho
menos llevarse algo. Lo cierto es que ahí ya ni crecen los yuyos”,
añade.
Las excursiones
Por
cuenta propia, los scouts realizaron tres excursiones de trekking. Una a
Monte Longdon; otra al faro de Pembroke y la última hacia una playa del
sur llamada Lake Point.
También recorrieron varias veces las calles de Puerto Argentino.
“La
vida es como en Bahía Blanca. Fuimos al supermercado a hacer compras y
nos atendieron muy bien. También hicimos consultas en la comisaría para
gestionar unas fotos y siempre fueron muy respetuosos”, cuenta Goslino.
“¿Militares?
No. En Puerto Argentino no los vimos; sólo había policías. En el
aeropuerto de Mount Pleasant, que está un poco antes de Darwin, a casi
una hora de donde estábamos, sí había”, agrega.
“¿Observados? En
algún lo sentimos, pero lo cierto es que nadie nos vino a preguntar
nada. En realidad, saben todo respecto de quienes llegan a la isla”,
cuenta Mansilla.
“No se obstaculiza nada y uno puede andar por
donde se le ocurra, más allá de algunos sectores donde el acceso está
vedado por razones de seguridad ante la eventual presencia de minas”,
admite Goslino.
Omar Mansilla es scout desde 1987.
“Por
eso nosotros aclaramos que el argentino que va como turista no tiene
ningún problema. Ahora, en el aeropuerto nos habían notificado que no
podíamos hacer manifestaciones con banderas, remeras o uniformes
argentinos. Esas eran las reglas y nosotros las respetamos a rajatabla.
Porque, además, somos scouts”, asegura.
Los viajeros coincidieron
en las Malvinas con argentinos, pero estaban con otro formato de visita.
Era un contingente, de alrededor de 15 personas, de una empresa de
turismo que trabaja directamente desde Buenos Aires. Se alojaron en
Pradera del Ganso, cerca del cementerio.
Amistad, respeto e historias de héroes
—¿Se cumplieron las expectativas previas?
—Maximiliano
Cortés: “Sí, desde lo paisajístico hasta lo emocional. No pensé que me
iba a encontrar con sitios tan lindos. Había subestimado la belleza del
lugar y pensaba encontrar algo monótono. Hay montes muy hermosos, playas
de arena blanca y un mar de color turquesa. El pueblo es muy prolijo.
Por otro lado, realizar bicicleteadas y canotaje en las islas es algo
que ni siquiera me animé a soñar. Las actividades superaron lo que me
pude imaginar cuando planeamos esta aventura. Además, tiene un plus
hacerlo con amigos”.
Remada entre olas, islotes, bancos de algas, delfines, lobos marinos y aves.
—José
Luis Méndez: “Sí. La idea de este viaje venía desde hace muchos años y
haberlo concretado es toda una alegría, que se hace exponencial por
hacerlo con amigos. Ir a las Malvinas es algo que no está muy divulgado y
eso lo hace un destino poco fácil de llegar para particulares. Es un
lugar que te sorprende por su belleza natural, y por nuestra vida scout,
las actividades al aire libre hicieron que sea una vivencia
inolvidable”.
—¿Cuál fue el momento más emotivo?
—MC:
“La primera caminata por Monte Longdon; fue realmente emocionante.
Sentir el viento frío, y no helado como sintieron en ese momento los
combatientes; ver los agujeros en la tierra, producto de las bombas, y
restos de armas y de utensilios utilizados hace tantos años fue un
shock. Es imposible estar ahí y no empatizar con los soldados. Es decir,
uno ahí cree entender qué fue lo que pasó pero, al mismo tiempo
—estábamos bien abrigados, con calor, bien comidos y por propia
elección—, sabe que es imposible sentir algo cercano a lo que vivieron
ellos. Sin dudas, el cementerio argentino tiene todo un entorno de
emoción y de respeto; es indescriptible. Sólo hay que estar y sentirlo.
No vale la pena tratar de entender; hay que sentir y respetar. Otro
momento que se repetía siempre en mi cabeza era mirar Google Maps y caer
en la cuenta de dónde estábamos”.
—JLM:
“Las emociones estuvieron presentes en todo momento. Cuando estábamos
por llegar y, al reconocer punta Esperanza (NdR: Hope Point) desde el
aire, comencé a movilizarme. También haber podido estar en el cementerio
argentino de Darwin fue algo especial. El clima hostil, por el viento y
por el frío de un par de días, nos hizo pensar lo que debieron soportar
(los soldados) durante el conflicto. Sin dudas, fue algo extremo”.
—¿Cuál es el mensaje que quieren transmitir tras esta experiencia?
—MC:
“Que es un lugar muy bello. Lleno de historias buenas, malas y de
héroes, que nunca tendrían que haber pasado, pero que sucedieron y
merecen nuestro respeto. Y que es un lugar al que todos podemos ir pero,
por favor, vayamos respetando la historia de quienes estuvieron y de
quienes están”.
—JLM: “Es un sitio que hay que ir a conocer,
permitirse y dejarse sorprender. Y con respeto, ya que se puede
vivenciar tranquilamente”.
¿Cuánto cuesta ir a las Islas Malvinas?
En total, y por todo concepto, el viaje de Goslino, Mansilla, Méndez y Cortés costó alrededor de 8.000 dólares.
Hay
una salvedad: la mayoría de esos U$S 2.000 (cada uno) se considera a un
cambio de tipo oficial, ya que Islas Malvinas es territorio nacional y
los gastos con tarjetas de crédito no incluyen las actuales cargas
impositivas. En el tour, esta alternativa se pudo aplicar a todas las
compras realizadas —con tarjeta— en distintos lugares de Puerto
Argentino, desde supermercados, gastronomía, alojamiento y excursiones.
En el caso de la moneda local, la corriente de uso es la libra.
La Iglesia de Cristo, en Ross Road, se consagró en 1892 y es la catedral anglicana más austral del mundo.
¿Requisitos
para ingresar? Hay que tener el pasaporte al día; exhibir el vuelo de
regreso (no se puede viajar con el pasaje abierto); reserva de
alojamiento y dinero para consumir en esa semana (que puede justificarse
con la presentación de la tarjeta de crédito).
Un punto
importante: si se cancela el vuelo de regreso al continente hay que
prever los consumos por una semana más (existe sólo una operación cada 7
días). En este sentido, la tarjeta es indispensable.
Las
autoridades exigen un seguro médico con evacuación aérea hacia el
continente que, en este caso, es a la ciudad chilena de Punta Arenas. Es
decir, se deben ampliar las coberturas convencionales.
¿Visa de
ingreso? No se necesita. En Migraciones sólo requieren las respuestas
habituales a los formularios que se completan en el avión antes de
arribar a las Malvinas. Es decir, como cualquier turista que visita otro
país.
Los protagonistas
—José
Luis Méndez es ingeniero químico por la UNS. Tiene 45 años. Nació en
Coronel Pringles y vivió en Bahía Blanca entre 1996 y 2011. Desde
entonces reside en Rincón de los Sauces y es scout desde 1985.
—Maximiliano
Cortés es licenciado en Computación por la UNS. Tiene 49 años. Nació en
Bahía Blanca y reside en Tandil desde 2012. Es scout desde 1980.
—Omar
Mansilla es comerciante y tiene 72 años. Nació en Comodoro Rivadavia,
pero reside en Bahía Blanca desde 1956. Explorador de Don Bosco en su
niñez, es scout desde 1987.
—Martín Goslino es licenciado en Economía por la UNS. Tiene 48 años. Nació (y reside) en Bahía Blanca. Es scout desde 1983.