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martes, 10 de septiembre de 2024
martes, 17 de marzo de 2020
Las negociaciones por un leasing de las islas hasta Febrero de 1982
¿Gran Bretaña pudo haber evitado la guerra de Malvinas con su propuesta de “leaseback”?
En 1979 el Foreign Office pensó en impulsar un acuerdo con Argentina: devolver la soberanía de las islas a cambio de un arrendamiento de 99 años. Hubo negociaciones secretas, se habló con la Cámara de los Comunes y con los isleños, y la última reunión sucedió a sólo dos meses del 2 de abril de 1982
Por Gabriela Esquivada || Infobae
Hundimiento del Sheffield durante la guerra de Malvinas el 4 de mayo 1982
Grace Livingstone, profesora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge, realizó una investigación que incluyó documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores británico que acaban de ser abiertos, además de numerosas entrevistas originales, para analizar qué causó que Margaret Thatcher, luego de haber mantenido relaciones buenas y estrechas con la dictadura, se despertara casi de sorpresa con la operación militar argentina de reclamo de las islas Malvinas el 2 de abril de 1982.
Entre los materiales que encontró en los Archivos Nacionales, que dieron origen a su libro Gran Bretaña y las dictaduras de Argentina y Chile, 1973-1982, Livingstone halló pruebas de las buenas relaciones comerciales entre los países, que entre otras cosas pertrecharon a las fuerzas armadas de la dictadura con las armas que se usarían contra los ingleses en el Atlántico Sur: luego de Estados Unidos, el Reino Unido fue el segundo mayor proveedor de material bélico.
Pero también encontró que “la victoria de Margaret Thatcher en la guerra de Malvinas eclipsó los errores de las políticas que precedieron a la invasión”. El mayor de los cuales, cree, fue el fracaso de la propuesta de leaseback: la cesión de la soberanía de las islas a Argentina a cambio del arrendamiento a la corona por 99 años.
El libro analiza los intereses económicos y estratégicos de Gran Bretaña en las islas para evaluar si afectaron la posición del país en las negociaciones con Argentina previas a la guerra. Los estudios británicos anteriores desestimaron esa idea, mientras que los argentinos la subrayaron.
“Los materiales de archivo muestran que mientras las empresas petroleras favorecieron un acuerdo con Argentina durante los ‘70s, el Departamento de Energía aconsejó precaución durante los años de Thatcher, al preocuparse porque la posibilidad de un leaseback podría no dar a las compañías petroleras británicas o al erario público una cantidad suficiente de la riqueza petrolera”, explicó. “Mientras que la preocupación de los parlamentarios por el destino de los isleños fue la razón principal por la cual los políticos se resistieron a ceder la soberanía de las islas, no habría que descartar los intereses económicos y estratégicos británicos al analizar los hechos que condujeron al conflicto de las Malvinas”.
Margaret Thatcher en 1983 (Mandatory Credit: Photo by Ponopresse/Shutterstock)
La situación económica no era sencilla. El “costo prohibitivo de defender las islas contra una potencial agresión económica o militar argentina” era la razón principal por la cual la primera ministra y su equipo no querían escuchar hablar sobre el tema. “Un memo del secretario de Asuntos Exteriores, Lord Carrington, de finales de 1979, advirtió que si Gran Bretaña se negaba a negociar las islas podrían sufrir un bloqueo o incluso ser invadidas. Pero también argumentó que si no se lograba un acuerdo con Argentina las islas podrían caer en la decadencia económica, el comercio británico con Argentina se vería afectado y sería imposible explotar los recursos económicos (principalmente petróleo y pesca) del Atlántico Sur”.
El tema se podía extender también a la pérdida de contratos de defensa y nucleares. Por ejemplo, citó, Lord Nelson, a cargo de GEC, se reunió en julio de 1979 con el titular de la fuerza aérea argentina y recibió más sinceridad de la que esperaba: “Gran Bretaña nunca ganará contratos grandes en Argentina excepto que se hagan avances sobre las islas Malvinas”.
Pero el petróleo no alcanzaba para resolver la cuestión con los argentinos: el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Cavandoli, rechazó la propuesta del FCO de una exploración conjunta: sólo la consideraría como parte de un acuerdo de soberanía.
Así Thatcher y los miembros del Comité de Defensa y Política Exterior (DOP) de su gabinete aceptaron, en julio de 1980, que se comenzarían “discusiones exploratorias de una solución que podría incluir ‘la cesión de la soberanía y arreglos simultáneos de un leaseback’”.
Para entonces el interés en la explotación del petróleo en las islas, que había sido enorme durante los ‘70s, había disminuido. Tanto BP como Shell y Esso estimaban que las mayores reservas estaban cerca de la costa argentina; para explotar el resto habría que esperar entre 10 y 15 años a que estuviera disponible la tecnología que lo hiciera viable. En el Departamento de Energía pensaban que retener la soberanía era, por lo tanto, mejor idea. “Tenemos que ser muy cuidados sobre adoptar un curso que podría hacer que las empresas petroleras británica perdieran una posición favorable que de otro modo habrían tenido”, escribió su titular, David Howell.
(Archivo DEF)
Y si bien “al comienzo Thatcher estaba preocupada por el principio político de transferir la soberanía a Argentina, y escribió notas irritadas al borrador de Carrington, rechazando la idea”, meses más tarde “se convenció del caso” y gestionó la autorización del gabinete para que Nicholas Ridley mantuviera conversaciones secretas con Cavandoli.
Así fue como “en septiembre le propuso la idea de transferir la soberanía de las islas y una zona de exclusión de 200 millas a Argentina, que le serían rentadas a Gran Bretaña”. El argentino aceptó la idea pero propuso un límite de 24 años al arrendamiento, bastante menos que los 250 que le había propuesto Ridley pensando en negociar hasta 99.
Robin Fearn, titular del Departamento de América del Sur del FCO, estableció los objetivos que debería plantearse el acuerdo: “Nos dan el máximo tratamiento preferencial posible para las empresas británicas a la hora de emitir licencias; se usan equipos británicos tanto como sea posible; una parte del petróleo es para el Reino Unido; el gobierno de las islas Falklands obtiene una porción adecuada del producto consistente con sus necesidades de desarrollo y su capacidad de absorción; se debería reducir al mínimo el impacto que el desarrollo vinculado al petróleo pueda tener en el estilo de vida tradicional de los isleños; los argentinos no se deberían beneficiar en mayor medida que nuestra parte”.
Pero lo más grave sucedió cuando el 2 de diciembre, al presentar la opción ante la Cámara de los Comunes, cuando el gobierno de Thatcher enfrentó una oposición total, tanto de laboristas como de conservadores: “Los miembros del Parlamento (MP) de todos los partidos reaccionaron con horror”, escribió Livingstone.
Para entonces Thatcher veía el arrendamiento como “probablemente la única manera de salir del impasse presente”, según dijo en una reunión del DOP. “Si no fuera por el poder de Argentina para perturbar la vida en las Falklands” y “por la dificultad y los costos de mantener una defensa efectiva y sostener el desarrollo económico de las islas” el gobierno “no estaría justificado a ceder la soberanía”. Pero esos factores existían.
Secuelas de la guerra: la costa de Malvinas y un cartel que advierte de la posible presencia de minas antipersona
“Parecería probable que, al fin de cuentas, dado lo sombrío de su situación actual, la mayoría de los isleños estaría preparada para apoyar las negociaciones con Argentina en las líneas propuestas, reconociendo que, mientras que el gobierno no daría marcha atrás en su compromiso de defenderlos, no tiene la posibilidad de ofrecer formas alternativas de mejorar su posición”, citó Livingstone a la primera ministra.
Sin embargo, ningún argumento evitó que los MP “asesinaran” —como dijo Thatcher— el leaseback.
Ya estaban acordadas las conversaciones entre Ridley, dos representantes de las islas y funcionarios argentinos, así que se realizaron, casi sin consecuencia, en febrero de 1981 en Nueva York. Stuart Wallace, concejal de las islas, no se dejó impresionar por las ventajas que los argentinos ofrecieron en caso de que se transfiriera la soberanía: los isleños, argumentó, “están principalmente preocupados por la estructura de su modo de vida: eso va antes de cualquier beneficio económico”. Esa sería otra línea que reforzaría el fracaso del gobierno: algunos políticos tomaron esas palabras para denunciar a Thatcher por la “entrega” de los isleños.
El gobierno de Ronald Reagan llegó a considerar “la creación de una Organización del Tratado del Atlántico Sur”, una OTAS que incluyera las dictaduras de Argentina, Brasil y Uruguay además de Sudáfrica, para contrarrestar la influencia soviética
Pero cuando en la década del 70 la OTAN comenzó “a preocuparse cada vez más por la creciente presencia soviética en el Atlántico Sur, a medida que aumentaban los buques navales y pesqueros soviéticos y la Unión Soviética fortalecía sus lazos económicos con Argentina, Brasil y otros países del Cono Sur”, la situación cambió. Pero, de nuevo, era territorio americano: la respuesta quedó en manos de los Estados Unidos, “que trató de construir una alianza anti comunista con las dictaduras de Argentina, Brasil y Chile”. El gobierno de Ronald Reagan, agregó el libro, llegó a considerar “la creación de una Organización del Tratado del Atlántico Sur”, una OTAS que incluyera las dictaduras de Argentina, Brasil y Uruguay además de Sudáfrica. “Gran Bretaña aceptó que construir una alianza antisoviética en el Atlántico Sur era una necesidad”.
Más allá de su retórica anticomunista, la dictadura argentina mantuvo excelentes relaciones con Moscú, La Habana y todo el bloque soviético (FOTO NA)
En ese contexto algunos críticos del leaseback argumentaron que ceder la soberanía iba en contra de los esfuerzos de un socio de la OTAN, pues las islas tenían valor estratégico. Sin embargo, el FCO rechazó la idea: “De manera comprobada, la Marina Real no valora mucho las islas, de lo contrario en la actualidad estarían usando instalaciones allí”, escribió un oficial.
Esa perspectiva cambió el 2 de abril de 1982: Thatcher dijo en una conversación con Reagan que las islas eran “de importancia estratégica”. Livingstone citó las notas sobre la llamada: “Si se cerrase el Canal de Panamá, sería importante que Puerto Stanley y las Georgias del Sur estuvieran en posesión de una potencia amiga. Esto ha sido muy importante en las últimas dos guerras mundiales. Argentina se estaba acercando mucho a la Unión Soviética. Lo último que queremos ver es a los Rusos tanto en Cuba como en las Falklands”.
Rex Hunt, el gobernador, creía que era difícil juzgar los ánimos, pero dijo: “Muchos consideran seriamente todas las posibilidades para el futuro de las islas, incluido un acuerdo de leaseback”.
Pero el grupo que prevaleció, en particular luego del asesinato de la propuesta en la Cámara de los Comunes, fue el de los firmes opositores, que habían además organizado protestas con el eslogan “Mantengan las islas británicas”.
La última negociación por el leaseback tuvo lugar en febrero de 1982, a semanas de la guerra
Se llegó así a una última negociación, en febrero de 1982, “con una Argentina cada vez más impaciente —luego de 16 años de conversaciones— sin algo sustancial para ofrecer, mientras que las islas quedaron vulnerables al ataque”. Ni siquiera fue viable una campaña de promoción del acuerdo, “a pesar de que nuevos documentos abiertos del FCO hoy confirman que muchos de los críticos más expresivos del gobierno, en privado, manifestaban apoyo al leaseback”: el gobierno creía que la opinión pública británica limitaba sus acciones, y lo aceptó.
“Una política alternativa —tal vez ‘ética’— hubiera sido negarse a hablar con Argentina mientras hubiera un gobierno militar, pero los ministros decidieron que sería demasiado costoso defender las islas si la junta respondiera agresivamente”, agregó Livingstone. Y sin embargo, como se comprendería en cuestión de meses, no haber jugado esa carta para ganar tiempo no impidió que Galtieri iniciara las operaciones militares el 2 de abril.
Tampoco ayudaron “la Ley de Nacionalidad Británica de 1981, que quitó a los isleños la ciudadanía británica automática” (esa ley se cambiaría luego de la guerra: en 1983, una nueva normativa la volvió a otorgar) y “la resistencia a invertir en la infraestructura de Malvinas”. Eso, según la autora, habría hecho pensar a los argentinos, y en particular al dictador Leopoldo Galtieri, quien enfrentaba una difícil situación interna, “que los isleños tenían baja prioridad en el gobierno británico”
El informe concluyó que “hubiera sido imposible haber previsto que la invasión iba a suceder el 2 de abril de 1982, pero si bien es cierto que la fecha exacta hubiera sido difícil de identificar —sin dudas porque el general Galtieri anticipó el plan— los informes de inteligencia habían señalado durante décadas que una invasión era una posibilidad”. Y si bien los diplomáticos británicos se trataban socialmente con los militares, nada tuvo la menor utilidad a la hora de vislumbrar las intenciones. Así Thatcher se enfrentó con un desafío poco pensado: “La política de fortalecer los lazos comerciales con la Junta y silenciar las críticas a sus violaciones a los derechos humanos no hizo nada por impedir la invasión”.
En 1979 el Foreign Office pensó en impulsar un acuerdo con Argentina: devolver la soberanía de las islas a cambio de un arrendamiento de 99 años. Hubo negociaciones secretas, se habló con la Cámara de los Comunes y con los isleños, y la última reunión sucedió a sólo dos meses del 2 de abril de 1982
Por Gabriela Esquivada || Infobae
Hundimiento del Sheffield durante la guerra de Malvinas el 4 de mayo 1982
Grace Livingstone, profesora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge, realizó una investigación que incluyó documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores británico que acaban de ser abiertos, además de numerosas entrevistas originales, para analizar qué causó que Margaret Thatcher, luego de haber mantenido relaciones buenas y estrechas con la dictadura, se despertara casi de sorpresa con la operación militar argentina de reclamo de las islas Malvinas el 2 de abril de 1982.
Entre los materiales que encontró en los Archivos Nacionales, que dieron origen a su libro Gran Bretaña y las dictaduras de Argentina y Chile, 1973-1982, Livingstone halló pruebas de las buenas relaciones comerciales entre los países, que entre otras cosas pertrecharon a las fuerzas armadas de la dictadura con las armas que se usarían contra los ingleses en el Atlántico Sur: luego de Estados Unidos, el Reino Unido fue el segundo mayor proveedor de material bélico.
Pero también encontró que “la victoria de Margaret Thatcher en la guerra de Malvinas eclipsó los errores de las políticas que precedieron a la invasión”. El mayor de los cuales, cree, fue el fracaso de la propuesta de leaseback: la cesión de la soberanía de las islas a Argentina a cambio del arrendamiento a la corona por 99 años.
El libro analiza los intereses económicos y estratégicos de Gran Bretaña en las islas para evaluar si afectaron la posición del país en las negociaciones con Argentina previas a la guerra. Los estudios británicos anteriores desestimaron esa idea, mientras que los argentinos la subrayaron.
“Los materiales de archivo muestran que mientras las empresas petroleras favorecieron un acuerdo con Argentina durante los ‘70s, el Departamento de Energía aconsejó precaución durante los años de Thatcher, al preocuparse porque la posibilidad de un leaseback podría no dar a las compañías petroleras británicas o al erario público una cantidad suficiente de la riqueza petrolera”, explicó. “Mientras que la preocupación de los parlamentarios por el destino de los isleños fue la razón principal por la cual los políticos se resistieron a ceder la soberanía de las islas, no habría que descartar los intereses económicos y estratégicos británicos al analizar los hechos que condujeron al conflicto de las Malvinas”.
El peso de los intereses petroleros
En muchas ocasiones los historiadores sugirieron que el cuerpo de diplomáticos de carrera en el Ministerio de Asuntos Exteriores (Foreign Office, FCO) impulsó, inclusive a espaldas de los políticos elegidos, un tratado con Argentina; inclusive Thatcher llegó a criticar la ”flexibilidad de principios”, recordó Livingstone. Sin embargo, su investigación mostró que “Thatcher y sus ministros aprobaron el leaseback, aunque no sin resistirse”.Margaret Thatcher en 1983 (Mandatory Credit: Photo by Ponopresse/Shutterstock)
La situación económica no era sencilla. El “costo prohibitivo de defender las islas contra una potencial agresión económica o militar argentina” era la razón principal por la cual la primera ministra y su equipo no querían escuchar hablar sobre el tema. “Un memo del secretario de Asuntos Exteriores, Lord Carrington, de finales de 1979, advirtió que si Gran Bretaña se negaba a negociar las islas podrían sufrir un bloqueo o incluso ser invadidas. Pero también argumentó que si no se lograba un acuerdo con Argentina las islas podrían caer en la decadencia económica, el comercio británico con Argentina se vería afectado y sería imposible explotar los recursos económicos (principalmente petróleo y pesca) del Atlántico Sur”.
El tema se podía extender también a la pérdida de contratos de defensa y nucleares. Por ejemplo, citó, Lord Nelson, a cargo de GEC, se reunió en julio de 1979 con el titular de la fuerza aérea argentina y recibió más sinceridad de la que esperaba: “Gran Bretaña nunca ganará contratos grandes en Argentina excepto que se hagan avances sobre las islas Malvinas”.
Pero el petróleo no alcanzaba para resolver la cuestión con los argentinos: el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Cavandoli, rechazó la propuesta del FCO de una exploración conjunta: sólo la consideraría como parte de un acuerdo de soberanía.
Así Thatcher y los miembros del Comité de Defensa y Política Exterior (DOP) de su gabinete aceptaron, en julio de 1980, que se comenzarían “discusiones exploratorias de una solución que podría incluir ‘la cesión de la soberanía y arreglos simultáneos de un leaseback’”.
Leaseback: meses de negociación secreta
En septiembre de 1979, Lord Carrington había recomendado la cesión de soberanía seguida del arrendamiento como “la mejor opción”; en enero de 1980, el DOP del gabinete de Thatcher había acordado buscar “el acuerdo de los isleños para comenzar conversaciones con Argentina”. Con ese aval, en abril de 1980 Nicholas Ridley había mantenido conversaciones exploratorias con los isleños y con los argentinos.Para entonces el interés en la explotación del petróleo en las islas, que había sido enorme durante los ‘70s, había disminuido. Tanto BP como Shell y Esso estimaban que las mayores reservas estaban cerca de la costa argentina; para explotar el resto habría que esperar entre 10 y 15 años a que estuviera disponible la tecnología que lo hiciera viable. En el Departamento de Energía pensaban que retener la soberanía era, por lo tanto, mejor idea. “Tenemos que ser muy cuidados sobre adoptar un curso que podría hacer que las empresas petroleras británica perdieran una posición favorable que de otro modo habrían tenido”, escribió su titular, David Howell.
(Archivo DEF)
Y si bien “al comienzo Thatcher estaba preocupada por el principio político de transferir la soberanía a Argentina, y escribió notas irritadas al borrador de Carrington, rechazando la idea”, meses más tarde “se convenció del caso” y gestionó la autorización del gabinete para que Nicholas Ridley mantuviera conversaciones secretas con Cavandoli.
Así fue como “en septiembre le propuso la idea de transferir la soberanía de las islas y una zona de exclusión de 200 millas a Argentina, que le serían rentadas a Gran Bretaña”. El argentino aceptó la idea pero propuso un límite de 24 años al arrendamiento, bastante menos que los 250 que le había propuesto Ridley pensando en negociar hasta 99.
Robin Fearn, titular del Departamento de América del Sur del FCO, estableció los objetivos que debería plantearse el acuerdo: “Nos dan el máximo tratamiento preferencial posible para las empresas británicas a la hora de emitir licencias; se usan equipos británicos tanto como sea posible; una parte del petróleo es para el Reino Unido; el gobierno de las islas Falklands obtiene una porción adecuada del producto consistente con sus necesidades de desarrollo y su capacidad de absorción; se debería reducir al mínimo el impacto que el desarrollo vinculado al petróleo pueda tener en el estilo de vida tradicional de los isleños; los argentinos no se deberían beneficiar en mayor medida que nuestra parte”.
Rebelión de la Cámara de los Comunes
Al Departamento de Energía británico no lo convenció ese planteo: ¿quedaba el lecho continental de las islas comprendido en el leaseback? “Semejante cesión de soberanía sin dudas haría más difícil un régimen petrolero que asegure el control del gobierno de su majestad sobre esos derechos”. En consonancia, las grandes petroleras “se convirtieron en un freno suave para el proceso”.Pero lo más grave sucedió cuando el 2 de diciembre, al presentar la opción ante la Cámara de los Comunes, cuando el gobierno de Thatcher enfrentó una oposición total, tanto de laboristas como de conservadores: “Los miembros del Parlamento (MP) de todos los partidos reaccionaron con horror”, escribió Livingstone.
Para entonces Thatcher veía el arrendamiento como “probablemente la única manera de salir del impasse presente”, según dijo en una reunión del DOP. “Si no fuera por el poder de Argentina para perturbar la vida en las Falklands” y “por la dificultad y los costos de mantener una defensa efectiva y sostener el desarrollo económico de las islas” el gobierno “no estaría justificado a ceder la soberanía”. Pero esos factores existían.
Secuelas de la guerra: la costa de Malvinas y un cartel que advierte de la posible presencia de minas antipersona
“Parecería probable que, al fin de cuentas, dado lo sombrío de su situación actual, la mayoría de los isleños estaría preparada para apoyar las negociaciones con Argentina en las líneas propuestas, reconociendo que, mientras que el gobierno no daría marcha atrás en su compromiso de defenderlos, no tiene la posibilidad de ofrecer formas alternativas de mejorar su posición”, citó Livingstone a la primera ministra.
Sin embargo, ningún argumento evitó que los MP “asesinaran” —como dijo Thatcher— el leaseback.
Ya estaban acordadas las conversaciones entre Ridley, dos representantes de las islas y funcionarios argentinos, así que se realizaron, casi sin consecuencia, en febrero de 1981 en Nueva York. Stuart Wallace, concejal de las islas, no se dejó impresionar por las ventajas que los argentinos ofrecieron en caso de que se transfiriera la soberanía: los isleños, argumentó, “están principalmente preocupados por la estructura de su modo de vida: eso va antes de cualquier beneficio económico”. Esa sería otra línea que reforzaría el fracaso del gobierno: algunos políticos tomaron esas palabras para denunciar a Thatcher por la “entrega” de los isleños.
El valor estratégico durante la Guerra Fría
“Alguna vez las islas Malvinas pueden haber tenido valor militar estratégico para Gran Bretaña, cuando era un poder global, pero luego de 1945 el país aceptó que el Atlántico Sur era parte de la esfera de influencia de los Estados Unidos”, recordó Livingstone. “Los líderes militares británicos argumentaron que no había intereses británicos de defensa separados en el Atlántico sur, y que las fuerzas del Reino Unido debían concentrarse en el área de responsabilidad de la [Organización del Tratado del Atlántico Norte] OTAN”.El gobierno de Ronald Reagan llegó a considerar “la creación de una Organización del Tratado del Atlántico Sur”, una OTAS que incluyera las dictaduras de Argentina, Brasil y Uruguay además de Sudáfrica, para contrarrestar la influencia soviética
Pero cuando en la década del 70 la OTAN comenzó “a preocuparse cada vez más por la creciente presencia soviética en el Atlántico Sur, a medida que aumentaban los buques navales y pesqueros soviéticos y la Unión Soviética fortalecía sus lazos económicos con Argentina, Brasil y otros países del Cono Sur”, la situación cambió. Pero, de nuevo, era territorio americano: la respuesta quedó en manos de los Estados Unidos, “que trató de construir una alianza anti comunista con las dictaduras de Argentina, Brasil y Chile”. El gobierno de Ronald Reagan, agregó el libro, llegó a considerar “la creación de una Organización del Tratado del Atlántico Sur”, una OTAS que incluyera las dictaduras de Argentina, Brasil y Uruguay además de Sudáfrica. “Gran Bretaña aceptó que construir una alianza antisoviética en el Atlántico Sur era una necesidad”.
Más allá de su retórica anticomunista, la dictadura argentina mantuvo excelentes relaciones con Moscú, La Habana y todo el bloque soviético (FOTO NA)
En ese contexto algunos críticos del leaseback argumentaron que ceder la soberanía iba en contra de los esfuerzos de un socio de la OTAN, pues las islas tenían valor estratégico. Sin embargo, el FCO rechazó la idea: “De manera comprobada, la Marina Real no valora mucho las islas, de lo contrario en la actualidad estarían usando instalaciones allí”, escribió un oficial.
Esa perspectiva cambió el 2 de abril de 1982: Thatcher dijo en una conversación con Reagan que las islas eran “de importancia estratégica”. Livingstone citó las notas sobre la llamada: “Si se cerrase el Canal de Panamá, sería importante que Puerto Stanley y las Georgias del Sur estuvieran en posesión de una potencia amiga. Esto ha sido muy importante en las últimas dos guerras mundiales. Argentina se estaba acercando mucho a la Unión Soviética. Lo último que queremos ver es a los Rusos tanto en Cuba como en las Falklands”.
El tiro de gracia al acuerdo: los isleños
“Hay relatos contradictorios sobre la posición de los isleños antes del debate parlamentario con Ridley, unos sostienen que la población siempre estuvo totalmente opuesta al leaseback”, señaló la autora. Pero según algunos de los nuevos documentos abiertos del FCO hubo “una respuesta más mixta: funcionarios de la embajada británica en Buenos Aires informaron que cuatro concejales de las islas estarían preparados para explorar el leaseback, cuatro no habían tomado una decisión y dos estaban en contra”.Rex Hunt, el gobernador, creía que era difícil juzgar los ánimos, pero dijo: “Muchos consideran seriamente todas las posibilidades para el futuro de las islas, incluido un acuerdo de leaseback”.
Pero el grupo que prevaleció, en particular luego del asesinato de la propuesta en la Cámara de los Comunes, fue el de los firmes opositores, que habían además organizado protestas con el eslogan “Mantengan las islas británicas”.
La última negociación por el leaseback tuvo lugar en febrero de 1982, a semanas de la guerra
Se llegó así a una última negociación, en febrero de 1982, “con una Argentina cada vez más impaciente —luego de 16 años de conversaciones— sin algo sustancial para ofrecer, mientras que las islas quedaron vulnerables al ataque”. Ni siquiera fue viable una campaña de promoción del acuerdo, “a pesar de que nuevos documentos abiertos del FCO hoy confirman que muchos de los críticos más expresivos del gobierno, en privado, manifestaban apoyo al leaseback”: el gobierno creía que la opinión pública británica limitaba sus acciones, y lo aceptó.
“Una política alternativa —tal vez ‘ética’— hubiera sido negarse a hablar con Argentina mientras hubiera un gobierno militar, pero los ministros decidieron que sería demasiado costoso defender las islas si la junta respondiera agresivamente”, agregó Livingstone. Y sin embargo, como se comprendería en cuestión de meses, no haber jugado esa carta para ganar tiempo no impidió que Galtieri iniciara las operaciones militares el 2 de abril.
¿Gran Bretaña no interpretó las señales previas?
La investigación oficial sobre las causas del conflicto detalló “la incapacidad de reunir toda la inteligencia, la equivocación al interpretar las intenciones argentinas y, de manera crucial, el envío de una serie de señales que dieron a la Argentina la impresión de que Gran Bretaña no pensaría en defender las Malvinas: de ellas, la más importante durante los años de Thatcher fue el retiro del único buque naval británico en el Atlántico Sur, HMS Endurance”, escribió Livingstone.Tampoco ayudaron “la Ley de Nacionalidad Británica de 1981, que quitó a los isleños la ciudadanía británica automática” (esa ley se cambiaría luego de la guerra: en 1983, una nueva normativa la volvió a otorgar) y “la resistencia a invertir en la infraestructura de Malvinas”. Eso, según la autora, habría hecho pensar a los argentinos, y en particular al dictador Leopoldo Galtieri, quien enfrentaba una difícil situación interna, “que los isleños tenían baja prioridad en el gobierno británico”
El informe concluyó que “hubiera sido imposible haber previsto que la invasión iba a suceder el 2 de abril de 1982, pero si bien es cierto que la fecha exacta hubiera sido difícil de identificar —sin dudas porque el general Galtieri anticipó el plan— los informes de inteligencia habían señalado durante décadas que una invasión era una posibilidad”. Y si bien los diplomáticos británicos se trataban socialmente con los militares, nada tuvo la menor utilidad a la hora de vislumbrar las intenciones. Así Thatcher se enfrentó con un desafío poco pensado: “La política de fortalecer los lazos comerciales con la Junta y silenciar las críticas a sus violaciones a los derechos humanos no hizo nada por impedir la invasión”.
martes, 16 de abril de 2019
Los manuscritos que prometían entregar Malvinas como Hong Kong
Documento exclusivo: las tres carillas escritas a mano que podrían haber cambiado la historia que llevó a la guerra de Malvinas
El encuentro secreto en Suiza entre los enviados de la Argentina y el Reino Unido un año y medio antes del conflicto armado. El documento confidencial que propuso que la soberanía fuera "transferida a la Argentina", con un acuerdo "al estilo Hong Kong". La reacción de los isleños y el final con escándaloPor Juan Bautista "Tata" Yofre | Infobae
Miré el escrito con especial atención al observar el escudo del Reino Unido de la Gran Bretaña en cada una de sus páginas. El documento consta de tres carillas escritas a mano, no tiene fecha, carece de firma y habla sobre las islas Malvinas.
La primera página del documento que se elaboró en una reunión secreta en Suiza en septiembre de 1980 entre el enviado del Reino Unido y el representante de la Argentina
Está enmarcado porque para su dueño era un blasón que ennoblecía su gestión, aunque nunca lo mostro públicamente, y además, presumo, deseaba conservarlo en perfecto estado para las futuras generaciones. Como gesto especial se me permitió fotografiarlo y adelanté que habría de contar la historia del contenido del documento del que varios se han referido pero ninguno lo mostró.
Los antecedentes del documento resaltan que en mayo de 1979 llegó al poder en Londres la dirigente conservadora Margaret Thatcher y se encontró con que el gobierno laborista había congelado las relaciones con la Argentina a principios de 1976, durante los meses finales del gobierno de María Estela "Isabel" Martínez de Perón.
Con la llegada de Thatcher al gobierno, lord Peter Carrington asumió como secretario del Foreign Office. A su vez, como subsecretario de Asuntos Latinoamericanos fue designado Nicholas Ridley, un personaje aséptico y fiel creyente de la política económica de la primera ministra.
En la Argentina gobernaba de facto Jorge Rafael Videla, su concuñado el brigadier (RE) Carlos Washington Pastor era el canciller y el subsecretario de Relaciones Exteriores era el comodoro Carlos Cavándoli.
Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, recibió un memorándum del Foreign Office que recomendaba las conversaciones entre diplomáticos con la Argentina a fin de explorar soluciones políticas y económicas
En junio de 1979 Ridley viajó a Buenos Aires y el 12 se entrevistó con el subsecretario Cavándoli. En julio visitó Puerto Stanley donde el funcionario inglés observó el estado de irrealidad que vivían los isleños.
Allí discutió con los kelpers (isleños considerados por Londres de segunda categoría en esos años) sobre las ventajas de cooperación con la Argentina, aunque aclaró que ninguna solución será posible sin un visto bueno de ellos.
Observó: "Plantean [los isleños] una amenaza completamente desproporcionada en relación con su tamaño".
Al retornar de las islas volvió a conversar con Cavándoli, acordando reponer a los embajadores que habían sido retirados en 1976.
En octubre de 1979, lord Carrington presentó a Margaret Thatcher y al Comité de Defensa un memorándum que recomendaba las conversaciones entre diplomáticos a fin de explorar soluciones políticas y económicas "sin compromisos y sin apurar el asunto".
También advirtió que la Argentina podía ocupar militarmente las islas y que estaba en capacidad de hacerlo.
El informe que Carrington expuso fue tomado en el Informe Franks (realizado después de la guerra de 1982) contiene tres opciones:
- La fortaleza Falklands.
- Negociaciones sin concesión de soberanía.
- Sustanciales negociaciones respecto a la soberanía.
Tras algunos cabildeos diplomáticos, Cavándoli y Ridley volvieron a encontrarse en Nueva York entre los días 28 y 30 de abril de 1980 y en esas horas el funcionario inglés solicitó hablar en la intimidad con el aeronáutico argentino.
Cavándoli solo fue acompañado por el jefe de gabinete del canciller Pastor, comodoro Carlos Felipe Bloomer Reeve. En la ocasión Ridley les hablo de la necesidad de una solución en el diferendo de las Malvinas y que convenir la cuestión de soberanía era imprescindible. Que cualquier solución debía coincidir con la voluntad de los "kelpers" y Cavándoli hablo de los intereses de los mismos.
Lord Peter Carrington le advirtió a Thatcher que la Argentina podía ocupar militarmente las islas y que estaba en capacidad de hacerlo
Ridley se explayó en otros lineamientos que deberían tenerse en cuenta en el futuro aunque afirmo en la reunión que debían ser acordados por Londres ya que todavía no eran oficiales. Pidió extremo secreto y "buena fe" en las conversaciones. Antes de despedirse les previno a los argentinos que debía discutir muy fuerte con el lobby que la Compañía de la Isla Malvinas (Falkland Island Company) y los sectores que apoyaban a los "kelpers" en el Parlamento.
El 30 de julio el Palacio San Martín recibió una propuesta de una reunión confidencial a realizarse en el próximo septiembre ya que Ridley ya tenía los lineamientos de su gobierno para negociar.
Entre los días 10 y 11 de septiembre de 1980, Ridley, el embajador Harding, Cavándoli y Bloomer Reeve se volvieron a encontrar en extremo secreto en un hotel en Coppet, cerca de Ginebra, Suiza. Antes de comenzar a hablar Nicholas Ridley afirmó que todas las decisiones que se acordaran en esa cumbre iban a ser aceptadas "ad referéndum" de los miembros del gabinete y la señora Thatcher.
El contenido del documento.
La traducción oficial que acompaña a las tres carillas ológrafas comienza diciendo que "la soberanía titular sobre las Islas Falkland (Islas Malvinas) y su zona marítima sería transferida a la Argentina, con efecto a partir de la firma del Acuerdo".El 2º punto de la propuesta británica establecía "una continua administración Británica de las Islas y su zona marítima, con miras a garantizar a los Isleños y sus descendientes el ininterrumpido goce de su forma de vida conforme a las instituciones, leyes y costumbres Inglesas sería asegurada simultáneamente mediante un arrendamiento al Reino Unido por un período de 99 años. Los términos de dicho arriendo estarían sujetos a revisión periódica, mediante acuerdo de las dos partes".
Las últimas dos carillas del documento que se hizo durante la reunión secreta en Gienbra en las que pariticparon Ridley, el embajador Harding, Cavándoli y Bloomer Reeve
"3º. Las banderas Británica y Argentina flamearían lado a lado en los edificios públicos de las Islas."
"4º. El Gobierno Británico sería representado por su Gobernador quien, conjuntamente con un Consejo elegido localmente, serían responsables de la Administración de las Islas y sus habitantes".
"5º. El Gobierno Argentino estaría representado por un Comisionado General".
El documento cerraba con un 6º punto que proponía: "Habría un Consejo Conjunto a los efectos de coordinar la cooperación relativa al desarrollo económico de las Islas y su zona marítima".
Como se observa la Argentina aceptaba la fórmula del "lease back" o retro arriendo: Inglaterra aceptaba la soberanía de la Argentina y en un tiempo determinado transferiría la administración y la explotación de los recursos.
La transferencia sólo se haría en un plazo similar al que Gran Bretaña había establecido para Hong Kong y que fue firmado por 99 años. El "lease back" era una fórmula que el Reino Unido había presentado en encuentros reservados después de 1965, cuando las Naciones Unidas admitió la Resolución 2065 y consideró que ambas naciones debían negociar la cuestión de soberanía en las islas Malvinas.
Tras el encuentro secreto el 25 de septiembre ambos cancilleres recibieron los informes sobre lo acordado.
Nicholas Ridley le presentó a la Argentina los lineamientos del gobierno británico para negociar: pidió extrema confidencialidad
Carlos Pastor opinó privadamente que "es esencial acelerar las negociaciones sobre las Islas Malvinas a fin de alcanzar cuanto antes un acuerdo que ponga término definitivamente a la disputa."
Lord Carrington aceptó el consejo pero advirtió que todavía no había informado al gabinete "para obtener la conformidad de seguir adelante con la negociación" y que, además, deseaba aclarar "una vez más que para el gobierno británico era indispensable conseguir la aprobación de los isleños sobre lo que se acordaría".
La aceptación de los isleños (hasta ese momento ciudadanos de segunda que no contaban con pasaporte británico) "podía crear dificultades y desde ya él quería señalarlo con toda honestidad".
La negativa kelper que ayudó a hundir el acuerdo de Ginebra
Los 1813 habitantes de las Islas Malvinas se agitaron ante Nicholas Ridley entre el 22 y 29 de noviembre. Con la presencia de unas 300 personas reunidas en el Town Hall, el subsecretario de Asuntos Latinoamericanos habló de cuatro alternativas:
1) La fórmula de arrendamiento.
2) Aceptar todas las demandas argentinas y transferir la soberanía.
3) Congelar por 25 años la cuestión de soberanía.
4) Rechazar de plano cualquier cuestión de soberanía.
Nicholas Ridley admitió que la primera opción era la preferida de Margaret Thatcher.
En su áspero diálogo con los isleños, el funcionario deslizó una advertencia: que no se podía descartar que "la Argentina, cansada, pudiera intentar una solución militar". Les dice, además que Gran Bretaña no podrá asumir la defensa de las islas.
Los "kelpers" al escuchar hablar de "leasing" reaccionaron violentamente y Ridley fue despedido con carteles insultantes en Puerto Stanley. A su vez, los isleños y los sectores más conservadores hicieron oír sus opiniones de rechazo en la prensa y el Parlamento.
Ridley se presentó a informar ante la Cámara de los Comunes. Sufrió agresiones similares a las que ya había recibido en Puerto Stanley. Lo ridiculizaron
En ese clima, el 2 de diciembre Ridley se presentó a informar ante la Cámara de los Comunes.
Sufrió agresiones similares a las que ya había recibido en Puerto Stanley. Lo ridiculizaron. El vizconde Cranborne llegó a decir que induciría a los isleños a pensar que "no contaban con el apoyo que se merecían de la madre patria". Los observadores no dejaron de tener en cuenta que el gobierno británico tenía una fisura, ya que había importantes sectores que consideraban que la cuestión de soberanía, al fin de cuentas, debía tratarse. Ante la presión del "lobby" de las islas, el gobierno británico dos semanas más tarde intentó iniciar un proceso licitatorio para explorar petróleo "off shore" en el Atlántico Sur, lo que generó un nuevo intercambio de protestas diplomáticas.
Ya en junio de 1980, José Alfredo Martínez de Hoz había sostenido en Londres que sería conveniente para ambos países la elaboración de planes conjuntos en explotación petrolera y pesca, en el área de Malvinas, al mismo tiempo que se analiza la cuestión de soberanía.
El ministro de Economía entendía su proyecto como un ensayo de aproximación, pero los mandos de las FFAA insistían con la soberanía, antes de cualquier proyecto común. En sus comentarios íntimos, Martínez de Hoz solía decir que una forma de solucionar el largo diferendo era realizar "tareas mancomunadas con los británicos".
Nicholas Ridley entendió que "no es posible explorar las fuentes de pesca o petróleo a raíz de la fuerte disputa con Argentina" (cable de la agencia Reuter del 2 de diciembre de 1980). La ecuación en esa época era muy simple: "Entre el 50% de algo o nada, prefiero el 50%. Pero los militares, cuando se sentaban a negociar, antes que nada preguntaban por la soberanía y ahí los ingleses se iban" (diálogo del autor con el ex Ministro Martínez de Hoz).
Ya en junio de 1980, José Alfredo Martínez de Hoz había sostenido en Londres que sería conveniente para ambos países la elaboración de planes conjuntos en explotación petrolera y pesca (NA)
Esa visita a la capital del Reino Unido fue casi presidencial. Estuvo con los más importantes funcionarios del gobierno. Desde Margaret Thatcher, lord Carrington, el presidente del Banco de Inglaterra y el secretario de Agricultura. Con Thatcher no habló de Malvinas para no despertar los celos del canciller Carlos Washington Pastor.
También estuvo con el secretario del Foreign Office y el subsecretario Nicholas Ridley. Hubo una suerte de ping pong entre los dos, sobre diferentes alternativas.
El "lease back" fue la más analizada. Durante la conversación, uno de los funcionarios presentes dijo que la Argentina y el Reino Unido sólo estaban separados por el "3 F": "Falklands, Football and Foot and mouth". Es decir, las Malvinas, el fútbol y la aftosa.
El final
Lo cierto fue que entre los "kelpers" ("pastores" como los denominó el presidente Ronald Reagan en 1982), las andanzas del lobby malvinero en los diarios y el Parlamento y la absoluta indeterminación de Margaret Thatcher y su gabinete, lo acordado en Suiza se convirtió en un gran fracaso.Le faltó a la Primera Ministro el carácter que mostró más tarde para enfrentar las huelgas mineras de 1984 y 1985. El gobierno británico retrocedió y tras varias comunicaciones diplomáticas Cavándoli y Ridley volvieron a encontrarse el 23 de febrero de 1981 en Nueva York. La cita se realizó en la residencia del embajador británico en las Naciones Unidas y en esa ocasión el oficial aeronáutico realizaba su última gestión, porque en marzo de 1981 Jorge Rafael Videla dejaba el cargo y Carlos Washington Pastor abandonaba el Palacio San Martín.
Jorge Rafael Videla, Leopoldo Fortunato Galtieri y Roberto Viola
Estaba por comenzar el período de ocho meses presidido por Roberto Viola, que luego sería depuesto por el general Leopoldo Galtieri y el almirante Jorge Anaya.
Antes de partir Cavándoli dejó caer algunas advertencias a su par ingles. La primera, que su país (la Argentina) había llegado "al límite de su paciencia" y que no se aceptaría la propuesta británica de "congelamiento por diez años" de negociaciones.
Un año más tarde todo estallaba por los aires y el 2 de abril de 1982 la Argentina recuperó militarmente el archipiélago malvinense con el resultado ya conocido.
Ninguno de los que participaron en los encuentros puede atestiguar ni enriquecer el relato sobre cómo se concertaron las tres carillas que hubieran cambiado la historia. En una pared aún queda enmarcado el documento, un mudo testigo de la nada que aún sigue esperando la Argentina.
sábado, 6 de abril de 2019
Las dos ofertas británicas para devolver las islas
Las dos veces que Gran Bretaña ofreció devolver las Malvinas y la Argentina lo frustró
La primera oportunidad se dio durante el último gobierno de Perón. La segunda, a pocos meses del inicio de la Guerra de 1982 con Margaret Thatcher como protagonistaInfobae
Andrés Cisneros, ex vicecanciller
A 37 años de la Guerra de Malvinas, el presidente Mauricio Macri reiteró el reclamo argentino de soberanía. "Es legítimo e irrenunciable", aseguró ante veteranos y familiares de soldados caídos.
Como es habitual cada 2 de abril, la reivindicación se extendió a lo largo y a lo ancho de todo el país en actos donde no solo se rinde homenaje a los héroes que participaron de la Guerra, sino que se le exige a Gran Bretaña que cumpla con la resolución 2065 de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y se siente a negociar con las autoridades argentinas.
Lo que quizás no muchas personas conocen es que hubo al menos dos oportunidades de recuperar el control de las Islas en forma pacífica. Una fue durante el último gobierno de Juan Domingo Perón y la segunda fue pocos meses antes del conflicto bélico.
En diálogo con Infobae, el ex vicecanciller de Carlos Menem, Andrés Cisneros, hizo un repaso histórico del reclamo de soberanía y reveló cómo fueron las dos oportunidades de recuperar las Islas que se frustraron por objeciones impuestas por los argentinos.
En enero de 1833, las Islas que estaban ocupadas por protoargentinos, porque la Argentina no existía como tal; todavía éramos un territorio con guerras civiles después de independizarnos de España.
Pero en 1810, España ya estaba ocupando las Islas. Entonces, los habitantes del Río de La Plata que reemplazaron a las autoridades españolas, se sintieron con derecho de gobernar las Islas y enviaron a diversas autoridades. Hubo varios gobernadores españoles y argentinos. En enero de 1833, vino una fragata británica ayudada por una fragata norteamericana y los desalojó a los cañonazos.
El daño que nos ha hecho la Guerra del 82 es incalculable. Hay que hacer el reclamo, y algún día llegaremos no sé si a la devolución de las Islas, que me parece muy poco probable, pero sí a un acuerdo honorable que contemple los intereses de ambas partes.
No hay que perder un minuto dejando de reclamar, pero hay que ser sensatos y entender que estamos muy, muy aislados, además que los reclamos argentinos se basan en derechos territoriales, que son evidentes, están cerca nuestro no cerca de Gran Bretaña. Pero en el mundo están disminuyendo la importancia de los derechos territoriales y aumentando la importancia de los derechos de las personas, los derechos humanos. Y allí viven personas que no quieren ser argentinos, quieren ser británicos, de manera que la cosa se nos está poniendo complicada.
Yo creo que hay buenas expectativas y que bien trabajado esto se va a solucionar dentro de 50 años. Alguna vez llegará el día que la ley tenga suficiente peso para que los ingleses se sienten a negociar.
Ese día puede llegar, ¿pero qué nos conviene hacer a nosotros los argentinos? ¿Reclamar soberanía hoy, la quiero ahora? No nos sirve para nada. Los ingleses nos dicen "no, no discuto nada". ¿O establecer una relación de cooperación de entendimiento sin declinar soberanía?
Dos veces Gran Bretaña ofreció devolver la soberanía y desde la Argentina se frustró la oferta. Rodolfo Terragno dicen que son tres, pero a mí me constan dos. La primera fue en el último gobierno de Perón. El embajador británico le entregó al canciller argentino una oferta escrita que podríamos llamarla de retroarriendo mediante la cual ellos nos reconocían la soberanía en ese instante, pero se hacía efectiva 100 años después.
Perón le dijo al canciller argentino que trate de bajar los 100 años a 50. Perón murió pocas semanas después y el gobierno que quedó no tenía calibre como para continuar una negociación de esta envergadura.
La segunda oferta fue muy parecida. El primer ministro británico envió a un vicecanciller que tenían, que se llamaba Nicholas Ridley, con la oferta en la mano. Gobernaba la Junta militar. Y la Junta Militar dijo que aceptaba la devolución de la soberanía pero que no iban a esperar 100 años, que la querían a fin de año. Era una manera de decirles que no. ¿Saben quién fue la primer ministro británico que envió esa oferta? Margaret Thatcher.
Thatcher hizo esta oferta en septiembre de 1981, seis meses antes del desembarco en Malvinas. Tuvimos la oportunidad de nuestras vidas y no la aprovechamos.
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