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miércoles, 6 de marzo de 2024

Gran Malvina: El choque entre Duarte y Hamilton



Enfrentamiento entre Comandos


El 10 de Junio de 1982, ya casi sobre el final de la guerra, al norte de Puerto Howard en la isla Gran Malvina se produjo un enfrentamiento entre una patrulla de la Compañía de Comandos 601 del Ejército y una patrulla del S.A.S. (Special Air Service), al mando del capitán Gavin John Hamilton. En el Conflicto del Atlántico Sur, el Ejército participó con las Compañías de Comandos 601 y 602.
El teniente primero José Martiniano Duarte, los sargentos Eusebio Moreno y Francisco Altamirano, y el cabo Roberto Díaz, presentían que algo ocurriría.
Duarte: “De regreso a Puerto Howard veníamos muy sigilosos y cuando empiezo a dejar una pared de piedra a la izquierda escucho una comunicación de radio en inglés del otro lado de las piedras. Me paro y le hago señas a Moreno tocándome el oído. Retrocedimos y nos sacamos las mochilas. Moreno toma una granada, le saca el seguro y yo le tomo la mano para detenerlo. En una fracción de segundo pensé todas las posibilidades. Pero resultó ser la patrulla del capitán Hamilton (jefe del Escuadrón 19 del S.A.S).
Veo a un soldado arrastrándose hacia nosotros, era morocho con bigotes y tenía un pasamontaña verde oliva que me resultaba familiar (era de la Infantería de Marina Argentina y que lo habían tomado en las Georgias). Me asomo y les grité (en inglés): ¡argentino o inglés (…) Salgan con las manos en alto!).
El hombre pega un salto al costado y nos dispara una ráfaga con su fusil automático AR15. Entonces Moreno tira la granada y empieza el combate. Fuego de un lado y del otro, nos tiran una granada que cae muy por detrás nuestro.
Durante el enfrentamiento cae herido de muerte uno de ellos; en un momento veo que salen hacia mi flanco izquierdo, eran dos, nos tiraban y se movían hasta que uno de ellos se desploma (era el capitán Hamilton), y cuando el otro corre para ocupar una nueva posición y lo ve al jefe desplomarse, tira el fusil, levanta los brazos y se pone a gritar como loco, en una clara señal de que se había rendido.

Malvinas Dibujos

lunes, 7 de junio de 2021

Top Malo House: El recuerdo del comando Horacio Losito

“¡No se rindan carajo!"




Por Nicolás Kasanzew || La Prensa

Trece comandos argentinos de la Compañía 602, exhaustos y calados hasta los huesos, han logrado guarecerse en un puesto ovejero a orillas del río Malo. Pero a la mañana son sorprendidos por los brits, que los doblan en número.

Desde el piso de arriba, en medio del fuego cruzado del enemigo y del producido dentro de la casa por los impactos, el teniente Ernesto Espinosa acribilla a los ingleses con su fusil de francotirador Mannlicher. Se le ha ordenado que salga de la ventana, pero hace caso omiso: “No, de acá puedo apoyarlos mejor”. Una certera granada de M79 le pega en el pecho y termina con su heroica vida. Pero gracias a la inmolación de Espinosa, el capitán Vercesi y el resto de los comandos, pueden salir y combatir.

Horacio Losito es el último en abandonar la casa. Apenas sale, una granada M79 explota detrás del teniente primero. Una esquirla lo hiere en la cabeza, lo arroja al suelo, y cae boca abajo, arriba del fusil. Tiene un zumbido terrible en los oídos, está sordo. Se siente quemado por dentro, totalmente aturdido, pero en unos segundos comienza a recuperar el control. Mueve las piernas, los brazos, y ve a cuatro o cinco ingleses, a unos 15 metros de distancia, que siguen disparando contra la casa con lanzagranadas M79. En un medio giro, Losito toma el fusil y abre fuego contra ellos en automático. Es que el selector de disparo en ametralladora se ha corrido en la caída, y por eso sale la ráfaga. Uno de los británicos cae y el oficial argentino aprovecha para correr hasta el río que habían cruzado el día anterior. Los disparos pican alrededor suyo en forma tan tupida, que la turba parece estar en ebullición.

El trayecto hasta el río es de unos 120 metros. Losito corre cinco o seis segundos, se arroja al suelo, abre fuego, se levanta y sigue corriendo. Cada vez que se yergue, prepara mentalmente el cuerpo para recibir un balazo, ya que no hay ningún tipo de cubiertas. Tras cruzar un alambrado, antes de llegar al río, encuentra un zanjón largo: le parece ideal para quedarse a combatir ahí y no seguir jugándole a la suerte corriendo.

Pero antes de poder parapetarse, recibe un tiro de fusil en el muslo derecho, que lo hace caer de espaldas al zanjón. Siente la pierna helada y al mismo tiempo el calor de la sangre que corre por ella; аdemás de la sangre que le empapa la cabeza. Pero tras la conmoción inicial, se dice: «¿Para qué tuve tanto entrenamiento de comando? ¡A ver! ¡A sobreponerse!”

Losito ve que los hombres del British Mountain and Arctic Warfare Cadre, un grupo de choque de la brigada de comandos del Reino Unido, avanzan contra él. Iba a hacerse un torniquete con su pañuelo de paracaidista, pero advierte que no hay tiempo para ello. Agarra el fusil y comienza a disparar, frente a esa avalancha, esa locomotora que se le viene encima gritando y haciendo fuego. Es el asalto final. El teniente primero ve que los ingleses van cayendo a medida que atacan, pero la munición se le está agotando. De los cinco cargadores, le queda uno, el último.

En eso ve cómo cae herido el sargento primero Humberto Medina, que estaba combatiendo delante suyo a la derecha. Medina pide auxilio y el sargento primero Mateo Sbert, que lo había sobrepasado, vuelve sobre sus pasos para socorrer al camarada. Con ello atrae el fuego enemigo hacia sí y cae abatido.

El combate prosigue, todo es confusión. De repente, Losito ve que en un codo de la zanja aparece el teniente primero Gatti, transmitiéndole la orden del jefe de sección: “No tire más, mi teniente primero, nos rendimos”. El capitán Vercesi ha evaluado la situación, tiene un alto porcentaje de bajas: dos muertos, seis heridos y la munición prácticamente agotada, сon lo cual ya no podría cumplir misión alguna. Y decide rendir la patrulla.

Pero Losito le grita a Gatti: “¡No se rindan, carajo! ¡Sigan combatiendo! ¡Y usted cúbrase, que está expuesto!” Todo esto se desarrolla en segundos, la secuencia es vertiginosa.

El teniente primero continúa disparando hacia su izquierda y de repente siente piques de fusil o pistola ametralladora, - porque son muy seguidos, - que provienen de la derecha. Ya está muy mareado por la gran pérdida de sangre, pero gira su cabeza y muy cerca, porque les pudo ver la cara, vienen corriendo, gritando y tirándole dos ingleses. Logra girar el fusil, dispara y le acierta a uno de ellos, que se desploma. Al otro, sin embargo, el más bajito, morocho, de tez olivácea, bien enmascarado, no le puede hacer fuego: ya no tiene control de su cuerpo por la enorme pérdida de sangre sufrida. Lo único que lo mantiene alerta era la adrenalina.

Losito se muerde los labios para no desmayarse, porque piensa que, si se deja ir, ya nunca recobrará el conocimiento. Como en cámara rápida reza, se encomienda a la Virgen María, le dice a su mujer “Disculpame, no voy a poder volver como te lo prometí”, se acuerda de sus hijos y espera que ese hombre parado en el borde de la zanja, apuntándole y gritándole algo, abra fuego.

Pero el inglés no dispara. Le está ordenando que levante las manos, porque tiene el fusil apoyado en su cuerpo. Como Losito no entrega el arma, lo agarra de la chaquetilla y lo saca de la zanja. De inmediato sabe que las heridas son graves. Le coloca una inyección de morfina en el muslo izquierdo, directamente, a través de la ropa, y le escribe una M en la frente, para que no le vayan a dar otra dosis. El británico está muy nervioso por la adrenalina del combate, grita, apoya una pierna encima de Losito, pero finalmente le dice: “Para tí ha terminado la guerra”.

El soldado se llama Raymond Say. El comando argentino lo contactó después de la guerra y conserva hacia él un sentimiento de admiración. “Un tipo recontra profesional, en el fragor del combate podía haber acabado conmigo, pero mantuvo el control de sí mismo”, me dice Losito.

-¿Cómo es que querías seguir combatiendo, Horacio, doblemente herido y ya solo?

- Espinosa, Estévez, protagonistas de actos heroicos que estremecen, no los realizaron espontáneamente. Fueron entrenados, educados en esa línea de valentía, en el curso de comandos. La boina de comando en el Ejército Argentino se lleva, por tradición, ladeada a la izquierda. Para lograr el efecto, hay que presionar ese costado. Los comandos lo hacíamos colocando encima de la boina una bala de fusil. ¿Qué simbolizaba esto? Después de agotar munición, hay que usar esa bala para no caer prisionero. La última bala es para uno mismo.

sábado, 22 de mayo de 2021

Malvinas: El asalto a Monte Kent y la emboscada de Top Malo

Batalla del monte Kent y la casa Top Malo

Conservapedia


Vista desde Monte Kent hacia el Oeste, lugar del asalto británico

El 27 de mayo de 1982, el 3er Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (3 PARA) y el Comando 45 (45 CDO), Royal Marines habían dejado la cabeza de playa británica en San Carlos hacia Estancia Mountain y Bluff Cove Peak. El 2do Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (2 PARA) recibió la orden de atacar la Fuerza de Tarea Argentina Mercedes el 28 de mayo ubicada en el Istmo de Darwin durante la Batalla de Darwin y Goose Green, eliminando cualquier amenaza futura de la guarnición argentina. El Escuadrón D del Mayor Cedric Delves, 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, embarcado en helicópteros Sea King tomaría el Monte Kent, mientras que 19 Comandos de la Marina Real del Cuadro de Guerra de Montaña y Ártico (M & AWC) al mando del Mayor Rod Boswell, embarcados en un helicóptero Wessex, capturar y despejar la patrulla de avanzada de las Fuerzas Especiales Argentinas ubicada en la Casa Top Malo, permitiendo a los 600 paracaidistas del 3 PARA capturar la Montaña Estancia y la Casa Estancia. Se esperaba que la Kilo Company of 42 Commando (42 CDO) del capitán Peter Babbington aterrizara en el monte Kent la noche del 29 de mayo. Los retrasos y las ventiscas de nieve significaron que estos refuerzos en helicóptero solo llegarían la noche del 31 de mayo, peligrosamente cerca de un tiroteo .

Terreno clave

El Monte Kent con sus colinas circundantes es un área de terreno elevado en la isla Soledad, aproximadamente a cinco millas al oeste de Port Stanley. Se eleva a poco menos de 1.100 pies y dominaba el eje central de avance desde San Carlos a Stanley. Dado su dominio y proximidad a la capital de las Islas Malvinas, la montaña era un área de especial interés para las Fuerzas Especiales británicas y argentinas.

Primer contacto

El primer enfrentamiento durante las Batallas de Mount Kent y Top Malo House ocurrió durante el 27 de mayo, cuando el Subteniente Marcelo Llambías Pravaz, el Sargento Ramón Valdez, el Cabo Walter Pintos y el Soldado Daniel Castillo de la Compañía C del 4 ° Regimiento, mientras patrullaban la vertiente occidental bajo la cubierta. de oscuridad y fuertes lluvias, fueron sobrevolados por un helicóptero británico. Después de enviar esta información por radio al cuartel general del regimiento, el pequeño escuadrón poco después detectó un escondite británico y abrió fuego. Al día siguiente, inspeccionaron de cerca la escena, pero solo encontraron raciones británicas vacías que tuvieron que ser extraídas del suelo [1].

Al día siguiente, el Teniente Guillermo Enrique Anaya del Batallón de Aviación de Combate 601 visitó la Finca Casa Estancia y su helicóptero Bell UH-1H aterrizó dos veces el 28 de mayo. El teniente Anaya pensó que había comandos británicos escondidos en un establo, por lo que lo ametralló. [2]

En los días que siguieron hubo varios enfrentamientos breves pero extremadamente violentos entre las Fuerzas Especiales de ambos bandos.

Incursión de comandos argentinos

Unos 40 hombres de la 602ª Compañía de Comando (Ejército Argentino) del Mayor Aldo Rico, de 39 años, estaban originalmente programados para realizar un aterrizaje de asalto en seis helicópteros Bell UH-1H del 601º Batallón de Aviación de Combate. Una fuerza de seguimiento, el Escuadrón de Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional 601 de 65 hombres al mando del Mayor José Ricardo Spadaro, reforzaría la posición de Mount Kent. Los mapas argentinos habían confirmado que la ruta terrestre estaba obstruida con campos de minas y trampas explosivas. Esto significaba que las Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional tendrían que llegar en un helicóptero Puma al día siguiente, expuestas a los Harriers GR-3 de la Royal Air Force en sus recorridos matutinos de bombas. Hubo un retraso adicional cuando las Fuerzas Especiales de la Marina de la Primera Agrupación de Comando Anfibio Mayor Guillermo Sánchez-Sabarots en el avión C-130 Hércules líder de Comodoro Rivadavia en el continente argentino, tuvieron que abortar el aterrizaje en el aeropuerto de Stanley. Una tormenta de nieve se sumó a la confusión cuando las Fuerzas Especiales argentinas prepararon apresuradamente sus mochilas y equipo para las inserciones.



En Mount Kent y Bluff Cove Peak, el escuadrón D del comandante Cedric Delves, apenas extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y se sorprendieron momentáneamente cuando escucharon el sonido de helicópteros del ejército argentino acercándose desde el río Murrell, de hecho un Puma y cuatro Helicópteros Huey que traen 29 Boinas Verdes del Ejército Argentino que consisten en la Sección de Cuartel General de 5 hombres del Capitán Eduardo Villarruel y las Secciones de Asalto de Capitán Tomás Fernández 2 y 3 de Asalto del Capitán Andrés Ferrero, ambas patrullas de 12 hombres. [3]

Monte Kent

La noche del 29 de mayo de 1982, la 3ª Sección de Asalto del Capitán Andrés Antonio Ferrero de la 602ª Compañía de Comando se topó con la Tropa de Barcos del Escuadrón D, 22º Servicio Aéreo Especial en las laderas orientales de la montaña. [4] Los británicos tomaron el control de la situación. , pero a costa de dos soldados del SAS gravemente heridos. El capitán Andrés Ferrero recuerda:

“La Guerra de las Malvinas es tan lejana ahora que es difícil recordarla, más aún ordenar los detalles lo suficiente como para comparar la experiencia allí con Comandos en Acción. Sin embargo, leer la historia oficial de Isidoro Ruiz-Moreno, una y otra vez, para refrescar mi flaqueante recuerdo ha resultado ser una experiencia saludable. Nuestro informe de misión nos dijo poco más de lo que debíamos ponernos en tierra, enfrentarnos a cualquier oposición lo mejor que pudiéramos y esperar a los Comandos de la Gendarmería Nacional. Nuestra tarea era bloquear el avance de la Tercera Brigada de Comando.
Nos habían dividido en dos oleadas. No me gustó la idea de estar separado del resto de los comandos, pero podía ver por qué teníamos que hacerlo. Volar en la turbulencia entre los picos era una forma segura de perder más helicópteros. Se había pronosticado mal tiempo. Nubes oscuras en el horizonte soplaban en dirección a Puerto Argentino. Para agravar el problema, solo había cuatro helicópteros disponibles. El mayor Aldo Rico había acordado que la segunda ola se pospusiera para el día siguiente y como él y otros en la empresa no habían logrado enganchar un helicóptero, para pasar el tiempo esa noche, logró su objetivo de aprender a conducir una motocicleta. Rico le había preguntado al mayor Mario Castagneto si pensaba que se podía llegar al monte Kent a pie, pero, debido a los nuevos campos de minas, se dio cuenta de que no sería posible. En cualquier caso, ese día era demasiado tarde para hacer algo por tierra.
Nos entregaron granadas, bandoleras y municiones, y dos ametralladoras MAG, además de lanzacohetes antitanques y mochilas de ratas. Estábamos cansados ​​después de una noche de insomnio. El primer teniente Horacio Fernando Lauria, un carismático ingeniero-comando de unos treinta y pocos años, en un intento de recordar lo que le esperaba, había estado estudiando mapas de la zona del monte Kent e informes de inteligencia ... Abordamos un Unimog, que el capitán Fernando de la Serna nos dijo que nos llevaría a nuestro helicóptero. Estábamos vestidos con trajes de camuflaje blancos reversibles. Se quitaron los cascos, se pusieron las boinas y la 602 fue conducida al campo de fútbol. Eran alrededor de las 4 de la tarde y más oscuro de lo habitual porque el cielo estaba nublado. El periodista Eduardo Rotondo nos estaba filmando y tomando fotos. Este fue un período único para el Ejército; estar en una zona de guerra acompañado de periodistas.

Era el Día del Ejército Argentino. Un día para estar orgullosos de nuestro Ejército. Fue aún más importante para el Mayor Rico, ya que era el cumpleaños de su hijo. El helicóptero que abordamos - Huey AE 418 - estaba desnudo por dentro y nos sentamos en el suelo ... Por fin, alrededor de las 5 de la tarde llegó la orden de partir. También venían los capitanes Eduardo Villarruel y Jorge Durán. El piloto levantó su helicóptero en un vuelo estacionario bajo, a unos 3 pies del suelo. El zumbido de los motores era ensordecedor. Estábamos en el aire, y esta vez no fue un ejercicio de entrenamiento. El piloto bajó el morro del helicóptero y aceleró. Fue un vuelo de 6 o 7 minutos, algo así. Cuando empezamos a acercarnos, el ruido era increíble. Cuando aterrizamos, no pude bajar lo suficientemente rápido. Tan pronto como nos alejamos de las cuchillas, comenzamos a descargar las armas y el equipo. El helicóptero estaba cargado hasta el techo con munición de repuesto, misiles Instalaza y paquetes médicos. Observamos el ascenso del helicóptero hasta que desapareció.

Como era de esperar, algunas inserciones estaban muy dispersas: el grupo del cuartel general del capitán Eduardo Villarruel estaba tan perdido que no se reincorporó a la 602 hasta el día siguiente. Aterrizamos 500 metros fuera de curso, al noreste del monte Kent. La noche había caído como hielo en un vaso, cortante y fría. Con el primer teniente Francisco Maqueda, un montañista experimentado, al frente, subimos la montaña. Era un terreno espantoso, con afloramientos rocosos por todo el lugar. Fue extremadamente difícil avanzar, mientras que las laderas de la montaña no eran escarpadas, eran muy empinadas y estaban formadas por rocas. Una cosa que todos teníamos en común era que estábamos en una forma razonable.
La edad promedio en el 602º era entre 28 y 33. De lo contrario, mi patrulla de combate no podría haber emprendido las seis extenuantes misiones de patrulla que tenía por delante. La idea de toparme con una patrulla británica, o peor aún, caer en una emboscada, era lo más importante en mi mente. Esta era la guarida del León. Habíamos avanzado 500 metros cuando señalé una parada. "Puedo oír el agua", dije. Me puse nervioso. Me volví hacia Lauria, quien me alcanzó cuando me detuve y me preguntó: '¿Por qué no nos dejamos a Mucked ya mí hacer un reconocimiento para ver qué hay alrededor?' Lo pensé un momento y luego dije: 'Está bien, pero que yo junto con Maqueda iríamos, con Oviedo'. El resto era quedarse detrás de unos cantos rodados y esperar a que hiciéramos la señal con la antorcha ... Cuando habíamos recorrido unos 50 metros estalló el infierno. El resto de la patrulla bajo el mando de Lauria, fue objeto de disparos precisos de ametralladoras y morteros.

Sin embargo, solo un hombre resultó herido: el sargento primero Raimundo Maximiliano Viltes. Recibió una bala en un talón. Durante unos segundos reinó el pandemonio. Solo unos pocos lograron hacer rondas. Lauria pensó que eran parte del Equipo de Combate Solari que se sabía que había sido excavado en el área. Cuando me explicó lo que pasó, fue obvio que estaba muy sorprendido. Regresando el fuego con su rifle FAL, Lauria logró golpear a algunos comandos del Servicio Aéreo Especial ... Para ahora eran alrededor de las 7 de la tarde y escuché dos helicópteros volando sobre mi cabeza, regresando con la segunda sección de asalto de la 601 desde Big Mountain, pero vi nada debido a las nubes bajas. Tuve que tranquilizarme. Ya había experimentado el combate, siendo atacado por las guerrillas del Ejército Revolucionario del Pueblo. Yo era un Comando desde 1975 y había servido en la provincia de Tucumán. Traté de averiguar cómo devolver el golpe. Nos arrastramos hacia ellos, oímos que eran británicos y decidimos llevarlos nosotros mismos. El problema era que teníamos que correr hacia la cima, al estilo de la Primera Guerra Mundial. Tenía pocas esperanzas de que alguien pudiera haber sobrevivido a esa emboscada. Estaba lleno de confusión y desesperado por la ansiedad. Para entonces, las bengalas de mortero estaban encendidas, iluminando partes del área. Más tarde supe que al primer sonido de fuego de mortero la mayoría había huido. No fue exactamente la reacción que Lauria había deseado. Lauria y Viltes, que fueron los últimos en irse, tuvieron una sombría retirada bajo fuego de mortero durante todo el camino. El primer sargento José Núñez ayudó a Viltes.

Esa noche, Lauria se quedó escuchando la tormenta de fuego mientras la loma de Kent ardía bajo el fuego del Escuadrón "D" del Regimiento del Servicio Aéreo Especial. Empecé a rezar. Me puse en manos de Dios y sé que esto va a sonar cursi, pero empezó a nevar muy fuerte. No nos atrevimos a esperar demasiado. La señal en la que habíamos acordado era una, dos, luego vete. Cuando finalmente estuvimos lo suficientemente tranquilos, levanté un dedo, luego dos, e hicimos nuestro movimiento. Ahora estábamos corriendo cuesta abajo. Estaba resbaladizo, peligroso. Nos deslizamos por la ladera de la montaña sobre nuestras espaldas y traseros, enviando pequeñas avalanchas de piedra gris que caían en cascada por la montaña. Durante la escapada perdimos Oviedo. Los comandos británicos no siguieron. Eran unos 20 de ellos con dos ametralladoras pero también huyeron. Esto no es infrecuente en la guerra. Más tarde se supo que los comandos británicos, pensando que estaban a punto de ser flanqueados por Maqueda, Oviedo y yo, decidieron retirarse. Al darse cuenta de su error, regresaron a la cordillera de Kent justo cuando la patrulla del capitán Tomas Fernández se acercaba al pico Bluff Cove. [5]"


Escuadrón D de SAS 22 realizando limpieza en el Monte Kent

Mientras tanto, según su informe de patrulla, el capitán Eduardo Marcelo Villarruel también había aterrizado en las laderas orientales del monte Kent y, evitando el contacto, se retiró a las rocas del norte. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de mantener Mount Kent y la opción de retirarse a Estancia House Farm, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, instruyó al Mayor Cedric Delves que era fundamental mantener la posición él para reunir los elementos principales de 3 PARA hasta que llegó 42 Commando. [6]


42 Commando en Monte Kent

3 PARA había capturado Teal Inlet (Caleta Trullo) Settlement el 29 de mayo en su marcha hacia Estancia House, uno de los paracaidistas británicos de la Compañía D del Capitán Matthew Selfridge había sido evacuado sufriendo una herida autoinfligida. [7]

Pico de Bluff Cove

Mientras tanto, la Segunda Sección de Asalto de la Compañía de Comando 602, comandada por el Capitán Tomás Víctor Fernández, luego de una breve pausa, continuó su avance hasta el Pico Bluff Cove. Fue aquí donde Teniente 1º Rubén Eduardo Márquez y Sargento 1º Oscar Humberto Blas obtuvieron póstumamente la Medalla Heroico Valor en Combate en un enfrentamiento de patrullas en el que hirieron con granadas de mano a dos Comandos del Servicio Aéreo Especial. [8] [ 9] No había nada más que meter a tantos como fuera posible en cuevas cerca de la cima de Bluff Cove Peak ", admite el capitán Fernández.

Esa misma mañana, antes del amanecer, cuando el capitán Eduardo Marcelo Villarruel conducía a su grupo de cuartel general de regreso a las líneas argentinas, se topó con una patrulla británica fuertemente armada en las laderas neblinosas del monte Kent que se dirigían a Estancia House. Las Fuerzas Especiales argentinas fueron a tierra y se desplegaron en una línea de escaramuza lista para abrirse. El sargento Mario Antonio Cisnero, tenía la ametralladora de cinta de 7,62 milímetros y se emocionó mucho. Villarruel, por alguna razón le dijo a Cisnero que no disparara. Fue un error de juicio grave y probablemente les costó a los argentinos la batalla por el monte Kent. Más tarde se supo que la patrulla británica eran miembros del Escuadrón 'D', 22º Regimiento de Servicio Aéreo Especial en retirada con sus dos heridos. Desafortunadamente, debido a la tormenta de nieve, las comunicaciones se perdieron en ambos lados. Pero por primera vez, el 22º Regimiento del Servicio Aéreo Especial del Teniente Coronel Mike Rose estaba en control de la situación después de la confusión inicial. A las 17.00 hora local del 30 de mayo, cuando el operador de radio del capitán Tomás Fernández, el Sargento Mayor Alfredo Flores, por fin salió al aire, pasó el dramático mensaje "Estamos en problemas" y 40 minutos después, "hay ingleses a nuestro alrededor. . Será mejor que te des prisa. "

La ofensiva argentina en helicóptero había sido controlada, y el Servicio Aéreo Especial mantuvo con éxito sus posiciones en Mount Kent y Bluff Cove Peak. El mayor Aldo Rico fue puesto a cargo de todas las operaciones posteriores de las Fuerzas Especiales. A regañadientes canceló el despliegue de la 601ª Compañía de Comando del Mayor Mario Castagneto e instruyó a Castagneto para que rescatara a la 602ª Compañía de Comando, que debía reunirse en la Montaña Estancia. [10]

El capitán Andrés Ferrero reagrupó a sus hombres en la Estancia de la Montaña y esperó refuerzos. Alrededor de las 1100 hora local del 30 de mayo, el comandante de la patrulla argentina observó con horror cómo dos Royal Air Force Harriers (XZ963 y XZ789) pasaban por encima del Puma con refuerzos del 601 Escuadrón de Fuerzas Especiales de Gendarmería Nacional, disparando mientras avanzaban. El Puma se estrelló en el suelo e inició un incendio en el que resultaron muertos seis Comandos de Gendarmería de la patrulla de combate del Capitán Jorge San Emeterio: Teniente Ricardo Julio Sánchez, Subteniente Guillermo Nasif, Cabo Marciano Verón, Víctor Samuel Guerrero, Carlos Ismael Pereyra y Lance-Cabo Juan Carlos Treppo. Los comandos de la gendarmería que pudieron saltar, algunos de ellos desafiaron el fuego y explotaron municiones para rescatar a ocho colegas heridos.

Sin embargo, el 3er Pelotón de Fusileros argentino al mando del Subteniente Marcelo Llambías Pravaz en el Monte Challenger, se vengó rápidamente y el Harrier XZ 963 de la Royal Air Force, pilotado por el líder de escuadrón Jerry Pook, fue derribado.



Refuerzos de Royal Marines

El trabajo de apoderarse de la montaña de 1.300 pies recayó en la Kilo Company del capitán Peter Babbington de 42 CDO, que volaría en helicópteros. Se le dijo al Escuadrón D del Mayor Cedric Delves que localizara y asegurara una zona de aterrizaje adecuada debajo de la cumbre del Monte Kent, pero la falta de helicópteros, junto con las condiciones de ventisca, significó que se necesitaron cinco noches para el transporte aéreo en los 120 Royal Marines de Babbington.

El alto mando británico a 13.000 kilómetros de distancia en Northwood, impaciente por las victorias, cuestionó la necesidad de gastar un tiempo valioso en el reconocimiento. Afortunadamente, el comandante británico en las Malvinas ignoró sus órdenes, porque cuando los Royal Marines aterrizaron en las laderas más bajas del Monte Kent, descubrieron que fuertes patrullas enemigas de las fuerzas especiales todavía estaban tratando de penetrar las líneas británicas.

El brigadier Julian Thompson, quien comandaba la Tercera Brigada de Comando, escribió más tarde que sin la presencia del SAS en el Monte Kent, las patrullas argentinas "habrían disparado un pavo a los vulnerables helicópteros y a las tropas cuando saltaron, temporalmente desorientadas en la oscuridad; la operación habría sido un desastre ". [11]


Observador avanzado británico armado con una Bren observa a las tropas argentinas desde Monte Kent

Cuando la punta de lanza 42 CDO sobrevoló la noche del 30/31 de mayo, presenciaron la emboscada del SAS a la Sección 2da de Asalto del Capitán Tomás Fernández cerca del lugar de aterrizaje. Sin embargo, afortunadamente para los refuerzos de la Marina Real, la patrulla argentina se retiró después de haber perdido antes a dos muertos en Bluff Cove Peak.

También estuvo muy involucrado en esta acción el único helicóptero Chinook superviviente de la Fuerza de Tarea, Bravo November. El teniente de vuelo Andy Lawless, copiloto del Chinook, participó en la misión de entregar armas de artillería y municiones al SAS y describe el accidente del helicóptero (posiblemente como resultado del fuego de armas pequeñas) poco después:

“Sabíamos que las SAS estaban superadas en armamento. Nuestro trabajo consistía en aterrizar obuses de 105 mm] del 29 Regimiento de Artillería Real. Rose (Loadmaster) me dijo que el lugar de aterrizaje era plano y seguro. La misión era volar de noche con gafas de visión nocturna. Teníamos tres cañones de 105 mm en el interior y paletas de municiones debajo. Entonces intervino la niebla de la guerra. El suelo no era plano y estaba cubierto de rocas. No pudimos encontrar ningún lugar para aterrizar y pasamos un tiempo maniobrando para dejar las cargas colgadas. Tuvimos que ponerlos exactamente donde querían los artilleros porque no podían hacer rodar los cañones muy lejos por el terrible terreno. Puedo recordar claramente a las tropas que se movían bajo el rotor y disparaban sus armas; esto no era parte del plan. Llegaron rondas de artillería. Una vez que dejamos las armas, regresamos directamente a San Carlos para traer más armas y municiones. Entonces golpeamos el agua. Tuvimos suerte porque si hubiéramos golpeado tierra firme estaríamos muertos. Golpeamos a 100 nudos. La ola de proa pasó por la ventana de la cabina cuando nos acomodamos y los motores se apagaron parcialmente. Sabía que nos habíamos abandonado, pero no estaba seguro de si nos habían alcanzado. Dick (piloto) dijo que pensaba que nos había alcanzado un fuego terrestre. Cuando el helicóptero se posó, la ola de proa disminuyó. Teníamos el colectivo todavía encendido y el motor se paró cuando salimos del agua como el corcho de una botella. Estábamos subiendo. [12]


Top Malo House

Habiendo rodeado la casa Top Malo, el capitán Rod Boswell ordenó a su grupo de asalto de 12 hombres que arreglara bayonetas y disparara una bengala verde, la señal para que el grupo de apoyo de 7 hombres en un montículo cercano desatara una descarga de seis cohetes antitanques en la casa del pastor remoto.

El teniente mayor Ernesto Emilio Espinosa de guardia en la ventana superior de la escalera dio la alarma y fue asesinado a tiros por el cabo Steve Groves armado con un rifle de francotirador y momentos después el edificio estalló en llamas.

Mientras Boswell y su grupo de asalto cargaban hacia adelante, dos cohetes más de 66 mm se estrellaron contra la casa y las Fuerzas Especiales argentinas que se habían puesto a cubierto allí durante la noche huyeron a Mullows Stream a 200 metros de distancia.

En el feroz tiroteo que siguió, el Sargento Seniort Mateo Domingo Sbert murió mientras cubrían su retirada al arroyo y el segundo al mando argentino, el Teniente Mayor Horacio Losito perdió el conocimiento por pérdida de sangre antes de que el resto arrojara sus armas y se rindiera.

La batalla de Top Malo House, a pocas millas de Teal Inlet, el 31 de mayo costó la vida a dos miembros de la Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando. Los 10 sobrevivientes argentinos, seis de ellos heridos, fueron hechos prisioneros.

Cuatro comandos de la Marina Real (los sargentos Doyle, Groves, McLean y el cabo Stone) resultaron heridos [13] [14] [15], un testimonio del profesionalismo y la habilidad de las Fuerzas Especiales de Gran Bretaña. Sin embargo, sin que los hombres de Boswell lo supieran, la pelea de 45 minutos había sido observada por los puestos de observación de la Fuerza Aérea Argentina (OP) que manejaban OP en colinas cercanas. Tan asombrados estaban por el asalto de los libros de texto, que 14 de ellos se rindieron a los paracaidistas y los Royal Marines que se dirigían a Estancia Mountain y Bluff Cove Peak.

La 1.a Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando y la 2.a Sección de Asalto del Capitán José Ramón Negretti de la 601a Compañía de Comando del Mayor Mario Luis Castagneto habían estado usando Mount Simon y Big Mountain para informar y hostigar el avance británico hacia Mount Kent, la primera de varios picos que custodiaban el acceso a Port Stanley.

Secuelas

Las batallas de Mount Kent y Top Malo House a fines de mayo de 1982 costaron la vida a once miembros de las Fuerzas Especiales de Argentina. Sólo diez fuerzas especiales británicas resultaron heridas, pero cinco pronto murieron como resultado del fuego amigo. (Datos que deben corroborarse en el caso de las bajas británicas)



Referencias

  1. Marcelo Llambias Pravaz (Malvinas Corazón De Mi Patria)
  2. Entrevista a Guillermo Anaya, Top Gun de los helicopteristas
  3. En el Monte Kent, el Escuadrón D, escasamente extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y no estaban preparados para el sonido, alrededor de las 6 de la tarde, de helicópteros acercándose desde el este, de hecho un Puma y cuatro helicópteros Huey que traían veintinueve comandos compuestos por La Sección del Cuartel General de cinco hombres del Capitán Eduardo Villarruel y la Sección de Asalto del Capitán Tomás Fernández 2 y 3 del Capitán Ferrero, ambas de doce hombres. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  4. La sección de Ferrero aterrizó en las laderas orientales del monte Kent y pronto se vio envuelta en una confusa batalla a corta distancia con la Tropa de Barcos de granadas explosivas, tiroteos repentinos con furia cercana y el abrupto deslizamiento de botas sobre las rocas. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  5. Comandos en Acción: El Ejercito en Malvinas, Isidoro J. Ruiz Moreno, Emecé, 1986
  6. Mientras tanto, según su informe de patrulla, Villarruel también había aterrizado en el monte Kent y, evitando el contacto, se retiró al terreno elevado al norte de la colina. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de tomar Mount Kent y la desventaja de reagruparse en Estancia, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el SAS, instruyó al mayor Delves que era fundamental mantenerlo y ponerlo al mando de todas las fuerzas en el área hasta que Llegó el Comando 42. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 148, Pen & Sword, 2014
  7. Desafortunadamente, esta fue una 'descarga negligente' originada por una de las armas más peligrosas en el inventario militar británico, la metralleta de 9 mm. No estaba bien cuando Nick Morgan, John Williams y Malcolm Jowitt se pusieron a trabajar. Más tarde, este paciente se quejaba de los tres tubos insertados en su pecho, pero esas vías de drenaje hicieron un trabajo vital para llevarse la sangre que se escapaba del largo camino de la bala. Era un chico bastante afortunado, otro superviviente, y muy contra todo pronóstico. Doctor for Friend and Foe: Britain's Frontline Medic in the Fight for the Falklands, Rick Jolly, p. 89, Bloomsbury Publishing, 2012
  8. Dos hombres más resultaron heridos, pero el SAS seguía controlando sus posiciones principales en la mañana del 30 de mayo. Twilight Warriors: Inside the World's Special Forces, Martin C. Arostegui, pg 181, St. Martin's Press, 1997
  9. La sección de Fernández pasó la noche librándose de la emboscada y aunque dos SAS más resultaron heridos, perdió al sargento Alfredo Flores, quien quedó inconsciente al caer y fue hecho prisionero. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  10. La Operación Autoimpuesta, hasta el momento, no iba bien y con los británicos ahora ocupando Mount Kent, el Mayor Rico recibió el mando de las operaciones de las Fuerzas Especiales. Canceló el despliegue de la 601 Commando Company y ordenó al Mayor Castagneto que rescatara al 602 Commando, que debía reunirse en el Monte Estancia. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  11. Key battles at Top Malo and Mount Kent
  12. 16 Air Assault Brigade: The History of Britain's Rapid Reaction Force, Tim Ripley, pp. 45-46, Casemate Publishers, 2008
  13. Remembering The Falklands Day By Day
  14. "El sargento McLean resultó herido en la mano cuando una bala alcanzó el LAW de 66 mm que estaba a punto de disparar". Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, Pen & Sword, 2014
  15. "El grupo de fuego destruyó rápidamente la casa objetivo, pero los argentinos salieron disparados, contraatacaron y muy rápidamente dos marines, el sargento Terry Doyle en el grupo de asalto y el sargento Rocky Stone del grupo de fuego, recibieron disparos y resultaron heridos. Luego, el cabo Steve Groves recibió un disparo en el pecho. El grupo de asalto casi se había abalanzado sobre Top Malo, disparando desde la cadera y con Boswell a la cabeza ". Commando, David Reynolds, p. 146, Sutton, 2001

martes, 18 de mayo de 2021

CC 601: Guillén y la contraemboscada en el puente del río Murrell

Guillén en la emboscada del puente del río Murrell


Otro entrevero en que participó el sargento Rubén Guillen, de la segunda sección de la Compañia de Comandos 601, fue el combate del Río Murrell. Cuando la sección de García Pinasco cae en la emboscada, Anadón y varios de sus hombres quedan al descubierto. Guillen, de 30 años, es el primero en responder al fuego enemigo, atrayendo los disparos hacia sí. Eso es clave para el subsiguiente triunfo de los comandos argentinos.

Anadón era punta de patrulla y lo seguía Guillen. Así me describió los hechos el propio suboficial: "Uno debe presentir cuando el enemigo está cerca, y entonces el hambre, cansancio y miedo son reemplazados por la pura adrenalina. Cuando los ingleses abrieron fuego en el puente del Murrell, les contesté inmediatamente. Primero con una granada PDF y luego les vacié todo el cargador. Mientras estaba cambiando el cargador de mi FAL, ellos desviaron los tiros sobre mi posición, y esto le dió tiempo a la patrulla para recuperarse, que todos pudieran abrir fuego, y ya organizados pasar al asalto".



En la foto que tomé en la Halconera de Puerto Argentino, de costado, con el cuchillo de comando, el de rostro aniñado es Guillen. De frente, el sargento José Raúl Alarcón Ferrreira. No recuerdo los nombres de los otros dos combatientes.

(c) Nicolás Kasanzew

jueves, 16 de julio de 2020

Malvinas: El combate de Top Malo House

Combate de Top Malo House





El 31 de mayo, el Capitán Rod Boswell del Cuadro de Guerra para Montaña y el Ártico de los Marines Reales y 18 de sus hombres fueron alistados para la misión como resultado de un informe pasado el 27 de mayo por una patrulla de cuatro hombres del M&AWC en un puesto de observación en Bull Hill. Los cuatro hombres de Stone habían establecido el puesto adelantado el 21 de mayo como uno de una serie de pequeños equipos de reconocimiento que eran los ojos y oídos de la Brigada de Comandos 3. El 29 de mayo la patrulla del sargento Stone informó por radio la presencia dos helicópteros Bell UH-1H argentinos en la zona de Monte Simons.

Embarcados en un helicóptero Sea King, los 19 comandos británicos descendieron a mil metros de la posición de los Comandos de la 602. Un equipo de fuego de siete hombres se movió hacia la izquierda para tomar una posición en una pequeña colina a 150 metros de distancia de Top Malo House para apoyar al grupo de asalto de doce hombres liderado por Boswell.

Había un riesgo de perder el factor de sorpresa ya que los comandos británicos estaban inexplicablemente vestidos con uniformes oscuros contra la nieve, lo que alertaria a cualquier centinela atento. Sin que los británicos supieran, los Comandos oyeron los helicópteros y tomaron acciones aceleradas para preparar su equipo y abandonar la casa.



Comenzó el combate con el disparo de una bengala en el aire. A ver la señal, el grupo de apoyo abre fuego contra la casa con seis lanzacohetes antitanque M72 LAW de 66 mm. Mientras tanto, el teniente Espinosa, que estaba en el segundo piso cerca de la ventana dando guardia como centinela, da la alerta. Antes de ser alcanzado y herido por el fuego de un francotirador, A pesar de estar gravemente herido, Espinosa atrae el grueso del fuego enemigo al segundo piso, permitiendo a los hombres de la Primera Sección de Asalto salir a tiempo y escaparse de las llamas y detonaciones. Luego de 45 minutos de combate y agotada la munición, el Capitán Vercesi ordena la entrega de la patrulla, los comandos sufrieron 2 bajas (Teniente Espinosa y Sargento Sbert).

El sargento Losito cae herido y luego es trasladado en helicóptero para ser sanado de sus heridas junto a 3 body bags de los Royal Marines, confirmando al lo menos 3 bajas en el bando enemigo.

domingo, 6 de octubre de 2019

Malvinas: La muerte del Perro Cisnero y el milagro de Vizoso Posse

La muerte del legendario "Perro" Cisnero y el milagro que le salvó la vida a su camarada y héroe de Malvinas 

“Yo no me rendí ante los ingleses”, le dijo a Infobae el mayor (RE) Jorge Vizoso Posse al narrar la cruenta emboscada de la Compañía de Comandos 602 donde cayó su compañero. La misma en la que él logró preservar su vida y por la que fue condecorado con la Medalla al Heroico Valor en Combate. Este es su testimonio
Por Loreley Gaffoglio || Infobae


  En la Casa histórica de San Miguel de Tucumán, el teniente del Ejército Argentino, Jorge Vizoso Posse, fue designado abanderado un 9 de julio de 1975. Años después se convertiría en un destacado comando y combatiría en la Guerra de Malvinas

Vestido de combate, su fusil al hombro y con su rosario al cuello abordó un vuelo comercial de Aerolíneas Argentinas. Iba de Neuquén a Buenos Aires. Los pasajeros lo observaban con una mezcla de conmiseración y perplejidad. Era el 24 de mayo y el estrépito de la guerra se atizaba en cada escondrijo del archipiélago austral.

El teniente hacía un año que le rezaba a la Virgen en un ámbito lleno de misticismo. Trepaba al trote hasta la cima del Cerro Negro y allí le ofrendaba el esfuerzo de su adiestramiento en su curso de comando. Quería honrarla y que le concediera una petición: deseaba ser reconocido por su valentía en combate cuando todavía no se había precipitado la conflagración. No lo había logrado durante los tres años (1975-1977) que peleó contra la subversión en la selva tucumana y cargaba con esa frustración.

A Jorge Vizoso Posse sus camaradas de entrada lo apodaron Sun Tzu por su estudio minucioso de la estrategia militar que aún pasados los años continuaba releyendo en El arte de la guerra. Más tarde lo llamaban irónicamente El Yanqui por su enemistad con los norteamericanos y sus insalvables dificultades con el inglés.

   
24 de mayo de 1982, la CC 602 antes de subir al Hércules que los trasladaría a Malvinas

Rezagada su presencia en el conflicto, el teniente se sumaba, finalmente, a una nueva compañía de comandos: la 602 (CC602), creada especialmente en Malvinas y liderada por el mayor Aldo Rico. El conjunto debía repeler, mediante operaciones especiales minuciosamente planificadas, distintos núcleos en la avanzada británica.

Ni bien aterrizó en las islas, apenas pudo acomodarse en "la Halconera"—un gimnasio requisado a los kelpers en Puerto Argentino—, cuando se sucedieron con vértigo las misiones comando. El conjunto se movía entre las estribaciones de los montes Wall, Kent y Dos Hermanas.

   
Mayo de 1982: los comandos reunidos en la Halconera, como bautizaron al gimnasio de Puerto Argentino requisado a los kelpers y convertido en el cuartel de los comandos del 601

Las penetraciones en el terreno, casi siempre nocturnas, a través de patrullas de observación formaban parte de la faena diaria. Salvo por una noche de descanso y fastidio en la que se sintió degradado al tener que custodiar la casa del gobernador. Esa no era tarea para un comando táctico, se irritaba. Nada debía hacer allí un soldado de elite, paracaidista, montañista y buzo. Pero el tedio de aquella noche obtuvo su recompensa: una barrita de chocolate Águila, entregada en la cocina de la gobernación, que El Yanqui guardó como un tesoro.

Ahora el CC602, golpeado por numerosas bajas, planificaba el montaje de una emboscada cerca del río Murrell, entre los montes Kent y Dos Hermanas.

Los ingleses habían sido divisados: pasaban camuflados, apoyados por su tecnología, frecuentemente por allí en sus incursiones. Cumplían el propósito de exterminar de forma metódica y veloz a los observadores argentinos, para así ahorrarse el derramamiento de sangre británica.

Al Yanqui le habían asignado la ametralladora MAG como apuntador y a un catamarqueño brioso, con fama de eximio solado, como abastecedor de la munición. Vizoso Posse conoció allí al sargento Mario Antonio Cisnero. Apodado El Perro, por la lealtad a su principios y camaradas, era querido y respetado como uno de los cuadros más sobresalientes dentro de la fuerza. Pero también se le encomiaba su conducta moral y solidaria.

Se lo conocía, además, por su frase de cabecera que alguna vez transcribió en su libreta: "No sé rendirme, después de muerto hablaremos".

El sargento compartía con el oficial la devoción católica y los orígenes. También coincidían en un mismo sentir: no existía afrenta más grave —repetían— que la ocupación de un territorio soberano por parte de un país extranjero. Ambos estaban dispuestos a morir para expeler al invasor. Pero ambos también aspiraban a morir con gloria.

   
El legendario sargento y comando Mario Antonio Cisnero

Las buenas migas entre ambos enfrentaron de golpe una fisura. Solapada. Contenida. Indescifrable. Mientras El Yanqui limpiaba en silencio la MAG, sentía la mirada "irritante y distante" del sargento. Al notarlo, el teniente desvió con mansedumbre su vista, en un intento por diluir la fricción, hasta que el sargento no pudo contener sus ansias y le propuso algo inusual a su superior.

—Mi teniente, hasta ahora tuve a mi cargo la ametralladora. La conozco bien y soy buen tirador. ¿Por qué no me permite que siga siendo el apuntador?

El oficial respondió con evasivas hasta que la insistencia del Perro por tercera vez lo convenció. Después de todo—se dijo—, no dejaba de ser un punto a favor la familiaridad del subordinado con el arma, la novia del soldado.

—Gracias, mi teniente, le prometo que nunca olvidará este gesto—cerró, mucho más extrovertido, y con una amplia sonrisa que le ensanchaba el bigote.

Esas palabras, así proferidas, de alguna manera intranquilizaron al Yanqui.

La patrulla de 18 comandos encabezada por Rico se escindió aquel 10 de junio en cuatro grupos estratégicos. Los había de apoyo, de asalto, de seguridad y de recibimiento. Los grupos se desplegaron con sigilo en diferentes alturas dispersas en un radio amplio de la turba. Solo el equipo de seguridad contaba con los visores nocturnos. Pero eso se transformaba en una desventaja al momento del tiro por la gran luminosidad en una noche diáfana.

La luna llena resplandecía y salvo por las piedras en las elevaciones, proyectando sus sombras, el campo aparecía despejado como una mesa de billar. El frío seco, punzante, corroía los huesos y en el tedio de la espera para emboscar al enemigo, los cuerpos ateridos bregaban por calor.

La dupla de apoyo integrada por El Yanqui y Cisnero se ocultaba en otra loma al amparo de un filón de piedra. Se acomodaron espalda contra espalda persiguiendo el calor. El teniente sacó su barrita de chocolate; la partió equitativamente por la mitad y se la extendió al Perro. Ambos escudriñaban cada uno su flanco, anticipando la irrupción enemiga.

 
 Los comandos con sus emblemáticas boinas en el regreso de día tras una de sus incursiones nocturnas en Malvinas

Monótona, la espera se estiró un par de horas. El Perro aferrado a la MAG y el teniente a su Fal. Ambos inmóviles, como petrificados. Cada uno con una visión de 180° que se complementaba con los centinelas de las otras posiciones de observación.

De improviso, cerca de la 1 de la madrugada, el Yanqui sintió un estremecimiento; la contracción violenta del cuerpo del Perro. Su espalda enhiesta, súbitamente tensa como un tablón, anunció la alerta.

Una patrulla, de unos 8 marines, había logrado penetrar por la derecha de la roca mientras que el resto del pelotón enemigo esperaba el resultado de la exploración.

Al ver a los ingleses, Cisnero disparó inmediatamente una ráfaga de fuego. La respuesta fue un cohete Law de 66mm que le pegó de lleno, abriéndole un buraco en el medio del tórax. La onda expansiva revoleó por el aire a Vizoso Posse y cayó sobre las rocas a metros de él.

—¿Cómo estás, hermano? —inquirió. Lo tomó con ambas manos, giró el cuerpo con impotencia y comprobó que el Perro estaba muerto. Los ojos abiertos, la cara perfecta, sin ningún rasguño; el torso musculoso, ultrajado por la pólvora y el acero.

Aturdido, El Yanqui se arrastró en posición larvada y buscó la MAG. Pero la pieza más grande era apenas un retazo de la culata. El cohete también había destripado el arma.

A través del murmullo nervioso que se aproximaba hacia él, cuyas palabras no lograba comprender, tomó conciencia de la situación en la que se hallaba.

—Este es el final—pensó—, pero rendirme, jamás. Antes prefiero estar muerto.


   
Un soldado argentino, el capitan de IMARA Dante Camiletti, cae prisionero de los ingleses

En un segundo de lucidez, se dejó caer sobre la piedra y se acomodó de costado, acercando su nariz al cuerpo todavía tibio del Perro. En esa posición extraña, simuló estar muerto. La sangre de su camarada le humedecía el rostro. Pero no podía olerla siquiera. La potencia de la explosión, con su constelación de pólvora, le había anulado tanto el gusto como el olfato.

Lentamente y de forma agazapada, los agresores —seis ú ocho— se aproximaban. Pero el trauma acústico le impedía escuchar o medir sus pasos.

El mundo se había detenido en ese instante. Aunque en el campo de combate arreciaba una tempestad de gritos y fuego cruzado. La patrulla inglesa había logrado penetrar en lo que en la guerra se conoce como "la zona de muerte".

Al llegar a la elevación donde se hallaban, "uno de los ingleses se paró frente al Perro, mientras su compañero se ubicó detrás de mí. Sin emitir palabra, sin siquiera inspeccionar el estado en que se encontraba Cisnero, el primero aligeró su munición, descargándole una innecesaria ráfaga con su fusil. El cuerpo del Perro, otra vez mancillado, se sacudió como electrificado por la potencia de los impactos".

El otro inglés esperó su turno de disparo. Y en un claro afán por rematar al enemigo, en automático acribilló a quemarropa al teniente. Luego volteó con una violenta patada la anatomía del comando. Buscó cerciorarse de que su presa ya no respiraba. Emulando la última imagen del Perro, el oficial contuvo la respiración y mantuvo —sin parpadear— los ojos abiertos.

Las esquirlas de las piedras le habían lacerado el rostro. Pero Vizoso Posse, milagrosamente, aún respiraba. Los ingleses ya habían roto la emboscada. Aunque, contrariando la estrategia militar, en vez de continuar a la vanguardia, descendieron por el mismo lugar por donde habían venido. Buscaban socorrer a su tropa, que combatía con denuedo contra los comandos de Rico.

   
Vizoso Posse (arriba, a la izquierda) y sus camaradas del CC601, con una de las motos de enduro Kawasaki con las que se movilizaban en las operaciones especiales

Aturdido, con alguna dificultad para respirar e incrédulo por estar vivo, Vizoso Posse buscó su fusil y agotó un primer cargador hacia sus verdugos en retirada. Extrajo otro más del chaleco del caído y también lo vació con furia. Recién en ese instante un hilo de sangre le advirtió que estaba herido.

La contraofensiva permaneció acallada desde aquel sector. Si bien no pudo corroborar con sus ojos la efectividad de sus disparos, por la ausencia de fuego pensó que había acabado, o al menos magullado, a algunos de ellos.

Sin cobertura, aferrado a su Fal, El Yanqui trotó hasta donde estaba su jefe. Le comunicó que su sargento dilecto yacía muerto, que él estaba herido y que debía cambiar de posición.

Necesitaba que el médico de los comandos, el mayor Hugo Ranieri, frenara la hemorragia con un apósito.

Su desplazamiento atrajo como un imán más fuego británico. El paredón de piedra con el que se cubría el médico, no alcanzaba para resguardar a los dos hombres.

—Eh, me trajiste el fuego para acá—se quejó espontáneamente Ranieri.

—¡Estoy herido! —lo atajó.

Ranieri le tanteó con su mano la espalda.

—Tenés una herida grande, pero si llegaste hasta acá, estás bien. Podés seguí combatiendo—lo tranquilizó.

El Yanqui volvió a asomar su cabeza y ahora a distancia de tiro observó dos siluetas británicas. Bajó uno y después al otro. Esta vez las muertes enemigas las atestiguaron su camarada y el resto de los comandos.

El combate se extendió unos 30 minutos hasta que cesó la resistencia enemiga. Del pelotón argentino, además del Perro, sucumbió el sargento Ramón Gumersindo Acosta y una esquirla lesionó al gendarme Pablo Daniel Parada, del grupo Alacrán.

   
El sargento Ramón Gumersindo Acosta, comando de la Gendarmeria Nacional, caído en acción el 10 de junio de 1982

El ministro de defensa británico reconoció oficialmente 4 bajas británicas y tres heridos. Aunque la versión argentina arriesga que fueron más.

La herida

El Yanqui solo entregó su fusil tras alcanzar la primera línea argentina. Allí le practicaron las primeras curaciones.

Durante seis horas de caminata, sentía acrecentársele el dolor punzante en la espalda. En el hospital de campaña de Puerto Argentino, el médico al desvestirlo halló, enredado entre sus ropas, el rosario que portaba, desprendido de su nuca. Ninguno reparó en ese momento que le faltaba una cuenta.

   
El rosario hallado entre sus ropas

Al revisarlo, el médico, sin otro instrumental que su mano, le extrajo cerca de la clavícula un proyectil de 2cm de largo. Como la munición era trazante al ingresar por el omóplato derecho fue cauterizando la carne en un recorrido ascendente y oblicuo hasta quedar alojada a la altura del cuello, del lado izquierdo. Fue ahí, cuando al observar el proyectil, el médico habló, literalmente, de un milagro.

La munición había impactado primero en una de las cuentas plásticas del rosario y se mantenía todavía fundida y adosada al acero. Ese obstáculo, a corta distancia, no solo amortiguó el impacto; también ralentizó y desvió el recorrido. El rosario—aseguraron los médicos—le salvó la vida o, al menos, de quedar cuadripléjico.

 
El proyectil con la cuenta de plástico fundida al acero

Vizoso Posse fue evacuado de Malvinas hacia el continente en el último Hércules el 13 de junio, un día antes de la caída de Puerto Argentino. Por eso asegura que él nunca se rindió ante los ingleses.

 
 “Yo no me rendí ante los ingleses” dice a Infobae el mayor (RE) Jorge Vizoso Posse

sábado, 8 de diciembre de 2018

Malvinas: Fuego contra fuego entre comandos


Comandos argentinos en las islas Malvinas que participarían en el combate de Top Malo House.

Malvinas: Esa vez las fuerzas especiales de dos países se enfrentaron en combate

We Are The Mighty




La idea de tener una fuerza diseñada para un propósito especial se remonta a la historia y se ha utilizado en muchas guerras. Sin embargo, es raro, si acaso, que estas fuerzas se encuentren en combate. Sus objetivos suelen ser aquellos demasiado difíciles de abordar por las fuerzas convencionales. O están acostumbrados a explotar debilidades en fuerzas convencionales. Sin embargo, en una confluencia única de eventos, British SAS y Royal Marine Commandos se enfrentaron a las Fuerzas Especiales Argentinas durante la Guerra de las Malvinas de 1982.

Los combates (ninguno de los dos bandos declararon realmente la guerra) comenzaron el 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadió las Islas Falkland, Georgia del Sur y Sandwich del Sur. Argentina tomó esta decisión audaz debido a una disputa más prolongada sobre la soberanía de las islas.


Soldados británicos en la guerra de las islas Falkland.

La respuesta británica fue rápida y pronto una fuerza de tarea naval se dirigió hacia las Malvinas.

Desembarcaron en vigor el 21 de mayo de 1982 para reinvadir las islas. La operación, cuyo nombre en código fue Operación Corporate, fue encabezada por 3 Comandantes de la Brigada con paracaidistas de 2 Para y 3 Para adjuntos.

La elitesca 3 Brigada de Comandos consistía en los 40, 42 y 45 Comandos, el equivalente a tres batallones de infantería, junto con artillería de Royal Marine y apoyo de ingenieros. El contingente de las Fuerzas Especiales británicas estaba formado por el 22º Regimiento del Servicio Aéreo Especial, así como por los cuadros de las escuelas de Montaña y Guerra Ártica.

Argentina tenía poco en el camino de las Fuerzas Especiales, solo dos compañías: la Compañía de Comandos 601ª y Compañía de Comandos 602° del EA y comandos del grupo Alacrán de la Gendarmería Nacional Argentina.

La primera reunión de Operadores Especiales de ambos lados ocurrió en la noche del 29 de mayo cuando ambos lados intentaron reclamar al Monte Kent.

Una patrulla de 16 Air Troop, D Squadron, 22nd SAS se encontró con unos 40 comandos argentinos de la Tercera Sección de Asalto de la 602a. En un choque agudo, los británicos finalmente lograron la ventaja y, a pesar de ser superados en número, expulsaron a los argentinos a costa de dos heridos (nda: jajaja).


22 SAS en las Malvinas.

Al día siguiente, la 2ª Sección de Asalto, 602 Comandos, tropezó con el campamento de 17 Tropas de Barcos de la Argentina mientras intentaba apoderarse de Bluff Cove Peak. Los sorprendidos Comandos argentinos fueron rápidamente abrumados. Poco después de que comenzara la batalla, pidieron ayuda por radio, diciendo simplemente: "Estamos en problemas". Menos de una hora después, enviaron un segundo mensaje: "Hay inglés a nuestro alrededor, más vale que te apures". Dos Comandos argentinos fueron asesinados antes de que la sección pudiera retirarse.

El 31 de mayo, la 1ª Sección de Asalto de Argentina había estado patrullando el área todo el día y decidió buscar refugio en Top Malo House, una casa abandonada de pastores de ovejas, ya que las temperaturas bajaron hasta el punto de congelación. Sin el conocimiento de los argentinos, fueron vistos por un puesto de observación de SAS que llamó a los Royal Marines de la escuela de Montaña y Guerra Ártica para atacar la casa.

Diecinueve marines reales, liderados por el capitán Rod Boswell, se embarcaron en un helicóptero al área y se movieron a la posición para atacar la casa. Boswell dividió a su grupo en dos secciones. Una sección de apoyo contra incendios tomó posiciones en terrenos altos cercanos mientras que una sección de asalto de 12 hombres preparada para atacar la casa.


Un comando anfibio argentino hace prisionero a los Royal Marines en las Islas Malvinas.

Los comandos argentinos, al oír los helicópteros, hicieron preparativos para salir de casa. Pero el ataque británico llegó antes de que pudieran abandonar el área. La sección de soporte de fuego de Boswell golpeó la casa con dos cohetes LEY de 66 mm cuando la sección de asalto avanzó. Cuando fueron atacados por los argentinos atrapados, la sección de asalto británica lanzó dos de sus propios cohetes.

Esta andanada de cohetes mató al Comandante Argentino Teniente Espinosa que estaba cubriendo la retirada de la ventana del segundo piso de la casa. Un segundo comando argentino, el sargento. Mateo Sbert, fue asesinado a tiros por los británicos mientras intentaba también cubrir la retirada de sus compañeros.

Los cohetes LAW incendiaron la casa y el humo del incendio, irónicamente, proporcionó un ocultamiento efectivo para los hombres de los argentinos cuando se trasladaron a un cauce a 200 metros de distancia y establecieron una defensa.

Un argentino, el teniente Horatio Losito, intentó acusar a los británicos de expulsarlos. Fue golpeado varias veces, pero continuó luchando hasta que perdió el conocimiento debido a la pérdida de sangre. Finalmente, los miembros restantes de la patrulla, muchos de los cuales resultaron heridos, se quedaron sin municiones y se vieron obligados a rendirse. Los británicos sufrieron dos heridos en el ataque.

Los comandos argentinos y británicos continuaron chocando a medida que avanzaba la guerra.

El 5 de junio, la 3ª Sección de Asalto de la Argentina, 602º Comando atacó a los 10 soldados británicos, 42 comandos en el Monte Wall. Después de una dura lucha, los británicos se vieron obligados a retirarse. Al día siguiente, el 601 entró en acción y expulsó a dos patrullas de paracaidistas británicos, capturando gran parte de su equipo mientras lo desechaban mientras escapaban.

El último enfrentamiento entre las dos fuerzas especiales de ambos bandos ocurrió el 10 de junio.

Una patrulla de la British 19 Mountain Troop, D Squadron, 22nd SAS fue emboscada por elementos de la Compañía de Comandos 601. El grupo de cuatro hombres se separó y, como comandante, el capitán Gavin Hamilton y su comunicador, Cpl. Charlie Fonseca, siempre cubriendo fuego, los otros dos hombres escaparon. En su intento de cubrir el retiro, el capitán Hamilton fue muerto y Fonseca fue capturado.

La guerra terminó solo cuatro días después de la batalla de dos hermanas. Los infantes de marina reales británicos del Comando 45 asaltaron los picos y eliminaron los restos de las fuerzas argentinas, incluidos los hombres del Comandos 602.

Al final, las Fuerzas Especiales argentinas y británicas se enfrentaron en numerosas ocasiones y el resultado fue a menudo muy cerca y muy disputado.

miércoles, 1 de junio de 2016

30 de mayo: Aniversario del combate de Top Malo House

Recordando Malvinas: Así lucharon los Comandos

El 30 de mayo, un grupo de efectivos de la Compañía de Comandos 602, luego de una incesante marcha desde Monte Simon hacia la zona de Fitz Roy y después de cumplir una misión de observación, se detuvo a descansar en una cabaña en la zona de Top Malo House antes de una fuerte nevada. Ignoraban que, a sólo 15 km de allí, se encontraba el puesto de comando del general de Brigada inglés Julian Thompson.
En este combate, pierden la vida el teniente Espinosa y el sargento Sbert.

viernes, 12 de junio de 2015

El 9 de Junio en tierra

9 DE JUNIO
¡Eran un espectáculo los morteros pesados!
Stte. Llambías Pravaz 
Foto de Guillermo C. Torrilla.
Guillermo C. Torrilla con Julio Anzotegui


Foto : Tiradores del RI4 en la cima del Monte Challenger. * Llambías Pravaz (C)

La Compañía Comandos 602 reagrupando todos sus efectivos disponibles al mando del mayor Aldo Rico se moviliza por tierra hasta las cercanías del río Murrell colocándose a 700 m del cerro Dos Hermanas junto al Escuadrón de Fuerzas Especiales 601 de la Gendarmería Nacional utilizando nuevamente el apoyo de fuego coordinado de una de las baterías del Grupo de Artillería 3 en Puerto Argentino.
Tenían como misión capturar el máximo posible de comandos británicos.

La acción resulta en un áspero combate con 50 hombres a cargo del teniente David Stewart del Batallón de Comandos 45.
Un grupo de tres o cuatro comandos británicos disparaban sus armas en dirección a la ametralladora MAG manejada por el sargento Mario Antonio Cisneros, y servida por el teniente primero Jorge Manuel Vizoso Posse muy cerca del río Murrell.

Un cohete LAW explotó contra el cuerpo de Cisneros, matándolo en el acto y a su lado Vizoso Posse (ambos 602) fue herido en la cabeza.

Posse abrió el fuego dificultosamente contra ellos y comenzó a replegarse hacia el puesto de socorro donde se hallaba la sección reserva a órdenes del capitán Eduardo Villarruel.

Los cabos Colville, Knott, Tanner y Wilkie, el sargento Jolly y el resto de los Royal Marines habían comenzado su contraemboscada protegidos por una impresionante cortina de humo que los proporcionaban los morteros de los infantes de marina Greer y Cluman. Mientras tanto el teniente primero Horacio Fernando Lauria disparaba arrodillado granadas de fusil próximo al mayor Rico y a 150 metros de distancia eran apoyados por unos doce hombres del Regimiento 4 con el cual el subteniente Llambias Pravaz se había adelantado.

No obstante, el terrible tiroteo proseguía.
El sargento Ramón Acosta cayó muerto y a su lado el sargento Pablo Parada
(ambos de Gendarmería Nacional) fue herido...."

El 8 de junio el Regimiento 4 recibe refuerzos a órdenes del teniente primero Ferrari del Sel del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”.

En la noche del 8-9 de junio, la acción se extiende por toda la Zona de Defensa Exterior, cuando la Tropa 1 al mando del teniente Mark Townsend de la Compañía K del 42 CDO, intento infiltrar el norte del monte Harriet, matando a dos argentinos (el cabo Hipólito Gónzalez y el soldado Martiniano Gómez del 3.er Pelotón del subteniente Jiménez Corbalán ) antes de retroceder y caer bajo fuerte fuego de nuevo, esta vez de los hombres del 3.er Pelotón del subteniente Marcelo Llambías Pravaz en Dos Hermanas Sur.

Según Llambías Pravaz “El día 8 una fracción bastante nutrida de ingleses se infiltró por Goat Ridge, que es una formación de piedras de 15 metros de altura que está entre Dos Hermanas y Harriet. Allí, los ingleses fueron rechazados por la compañía de comandos del Regimiento 4, acción en la que se destacaron el subteniente Pasolli y el teniente 1º Galoy.
Se les tiró con morteros pesados que estaban al mando del subteniente Juárez.
¡Eran un espectáculo los morteros pesados!
Allí los ingleses tratan de replegarse y se dan de lleno con una sección que estaba al mando de un compañero mío del Colegio Militar, el subteniente Giménez Corbalán, también en comisión.
Ellos vuelven a rechazarlos y entonces los ingleses, que abandonan equipos, se dirigen –en un último repliegue hacia monte Dos Hermanas.
Allí estábamos nosotros con dos ametralladoras. Teníamos cuatro visores nocturnos muy buenos y les causamos muchas bajas.

Al día siguiente no encontramos muertos –los ingleses tenían esa costumbre de llevárselos- pero sí encontramos cualquier cantidad de material abandonado.

Les causamos muchas bajas porque yo, sinceramente, los vi caer.” Al mismo tiempo, dos pelotones pertenecientes al 45 CDO intentaron hacer lo mismo en cerro Dos Hermanas, pero el radar de vigilancia terrestre RASIT en las primeras líneas argentinas, detectó a las patrullas de combate enemigas, y el fuego ordenado por el mayor Carlos Eduardo del Valle Carrizo Salvadores en monte Longdon dispersó a los comandos británicos. Cerca del atardecer del 9 de junio los hombres de Soria detectaron la presencia de tropas británicas que habían tomado posiciones adentro Port Harriet House, al sur del monte Harriet.

La Sección Exploración del Regimiento 4 al mando del subteniente Jorge Pasolli recibió instrucciones de desalojar a los británicos del lugar a punta de bayoneta y con los morteros de 120 mm proviendo cobertura, el Pelotón de Reconocimiento de la Guardia Escocesa fue forzado a evacuar el edificio bajo intenso fuego lo que hirió a tres soldados británicos, incluido el sargento Ian Allum.

Durante una semana el Regimiento 4 defendió los monte Dos Hermanas y Harriet de los ataques de patrulla reforzadas de los marines reales.
Cada vez que los comandos británicos penetraban la zona las tropas argentinas contratacaban y desalojaban a los infiltradores con sus fusiles, ametralladoras y morteros.

El subteniente Jiménez Corbalán dice “Hay que comprender que los combates anteriores, el del 7 y el 8 fueron exitosos para los argentinos.
El resultado de la guerra fue adverso y se peleó muy bien y ahora estamos en entrando en una faceta en donde debemos sentirnos orgullosos de lo que pasó, para entender y afrontar el futuro”.

Versión británica :
Durante la noche del 9 al 10 junio, una patrulla de lucha argentina según informes , disparó contra varios miembros de una sección de morteros del 45 Commando en las faldas del Monte Kent, matando a cuatro Royal Marines .

FUERZA AEREA SUR :


En Malvinas - Ataques de artillería terrestre y naval:

Las posiciones defensivas de nuestro despliegue terrestre fueron bombardeadas, durante la noche del 8/9 de junio por la artillería enemiga, (zona Two Sisters), desde el oeste y por fuego naval (zona BAM Malvinas) desde el mar.

Repliegue de helicópteros al continente:

El comandante del Componente Aéreo, aceptando la valerosa propuesta del jefe del Escuadrón Helicópteros, mayor Pose Ortìz de Rosa, autorizó el repliegue de dos Chinook CH-47, el H-91 y el H 93, de Puerto Argentino a Río Grande.

Daños a un Harrier GR.3:

Informó el RI 3 que, a las 11:00 un Harrier atacó un camino en su franja de combate. Fue repelido con armas livianas y ,aparentemente, averiado.

Los británicos (Libro "Air War South Atlantic", Pág. 199), admiten estas averías en el avión Harrier GR.3 del FltLt Murdo Mac Leod que debió bajar su tren de aterrizaje con el sistema de emergencia. Tenía seis o siete agujeros en el avión y cortadas las líneas de circuito hidráulico en los planos y fuselajes.


lunes, 1 de junio de 2015

Combate de Top Malo House el 31 de Mayo

El combate por Top Malo House

Los Comandos argentinos despertaron muy temprano, aún oscuro.
¡ Estaban nuevamente sin frío después de haber dormido secos, recuperados físicamente; y mientras desayunaban con chocolate caliente y galletitas, comentaron lo que hubieran sufrido de haber permanecido en Monte Simons.


Concluido el refrigerio todos comenzaron a alistar sus equipos, ya con buen ánimo para soportar otra jornada de marcha.
Eran las ocho y empezaba a clarear
En ese momento oyeron ruido de helicóptero.
Algunos especularon en un rescate anticipado: no estaban muy lejos de la capital era el día señalado el tercero de su misión- para ser recuperados, y la zona era la probable. No era creíble que se tratara de un aparato británico; pero alguien acotó que los argentinos no volaban sin luz.
Paso cerca, a unos cuatrocientos metros, y el sargento primero Pedrozo observó:

-Me pareció ver que no tiene la franja amarilla.

A causa de la bruma poco se distinguía, ni aun recurriendo a los visores nocturnos, y sólo se oían los motores · que al rato cesaron.
Reinaba incertidumbre, pero se aceleraron los preparativos para abandonar el edificio.
El capitán Vercesi, ya con su correaje colocado aunque sin la mochila puesta, se hallaba en la cocina, y echando rodilla en tierra, intentó comunicarse por radio.
En el segundo piso el teniente Espinosa recorría el horizonte con la mira telescópica de su fusil. De pronto exclamo:

-¡me parece que hay gente que viene avanzando!

No, mi teniente - opinó el sargento primero Helguero-, deben ser ovejas, que hay muchas por acá.

Un lúgubre presentimiento dominó a Vercesi.
A su lado se hallaba el Sargento primero Sbert, a quien mucho apreciaba por haber compartido varios destinos anteriores, y ante la extrañeza de este, le tendió la mano:

-¡Suerte, Turco!

Los elementos del M. and A. W Cadre (Cuadro de guerra para la Montaña y el Artico) descendieron del helicóptero a mil metros de la posición argentina.

El capitán Boswell colocó a los siete hombres de su grupo de apoyo comandado por el teniente Murray a ciento cincuenta metros de la casa, mientras con los doce del grupo de asalto la contorneó hacia el sur-este, protegido por una elevación. "Como son tropas especiales'', pensaba, seguramente tienen centinelas afuera''.
El Sargento McLean, del grupo de apoyo, se aproximó a Boswell para transmitirle una sugerencia del teniente Murray: con pedazos de turba habían moteado sus uniformes para avanzar más disimulados, por cuanto estos oscuros sobre la nieve, los anunciarían a un centinela alerta.
El capitán era consciente que el suelo por donde se movían estaba dominado por una ventana del piso superior, como un ojo que los vigilara''.
Cuando Rod Boswell consideró que estaba suficientemente cerca de casa y a la vista de su grupo de apoyo, dio orden de "calar bayonetas''.
El sargento Stone musitó:

-Es un engaño: no hay nadie allí.

Ante el anuncio del teniente Espinosa del avance de hombres no identificados, el sargento primero Castillo subió la escalera: efectivamente distinguió bultos, pero sin precisar su naturaleza, pese a que ya se había levantado el sol y la claridad permitía distinguir mejor el campo.
De pronto un haz de luz resplandeció sobre una de las presuntas ovejas: un soldado británico reflejaba el sol en el anteojo de campaña con el cual quiso observar mejor la casa.

-¡Ingleses! Ahí vienen!

- fueron los instantáneos gritos que resonaron dentro.
Automáticamente el teniente primero Gatti, el radiooperador, sacó sus claves e instrucciones del bolsillo y las quemó.
Todos se pusieron en movimiento para salir, Castillo gritó a Espinosa, mientras se abalanzaba hacia la escalera.

-¡Vamos mi teniente!

este le replicó:

- ¡No, yo me quedo! De acá tengo más campo de tiro!

en el mismo instante que abría el fuego, la casa tembló por la explosión de un proyectil antitanque Carl Gustav. y comenzaron los disparos de ambas partes.
Los ingleses se incorporaron y avanzaron corriendo; varios de ellos utilizaban lanzacohetes descartables Law de 66 mm y fusiles lanzagranadas M-79 de 40 mm. Vibraba la estructura de la casa por los impactos sobre sus chapas exteriores, y cantidad de balas atravesaban las endebles paredes de madera.
Los Comandos argentinos no vacilaron en abandonar el edificio para luchar mejor desde el exterior. El capitán José A. Vercesi logró llegar corriendo hasta un alambrado colocado antes del arroyo, allí tomó posición de pie - no atiné a tirarme al suelo- y comenzó a hacer fuego y a recibirlo.

Salimos entre los dos, yo te apoyo - avisó el sargento primero Omar Medina al teniente Martinez.

Al hacerlo, este último sintió que lo golpeaba fuerte en la espalda una granada caída dentro de la casa, y cayó al suelo. Comenzó a arrastrarse.
El impacto había sido en la cocina, volteando un panel sobre Medina, al que tiró aturdido contra la pared.
Pero también pudo salir y quedó contra un ángulo exterior, al lado de una ventana, oyendo los disparos y gritos.

El sargento primero Castillo se precipitó escaleras abajo, y al pisar el último escalón sintió la explosión de un cohete detrás, que destrozo e incendió la escalera.
El humo comenzaba a invadirlo todo. Luego de Castillo quiso abandonar el edificio Helguero. pero una granada que explotó en la puerta, entre ambos, lo hirió en el pecho arrojándolo hacia adentro sobre Pedrozo, que venia atrás.

Una granada lanzada con fusil M-79 penetró por la ventana del piso superior, matando instantáneamente al teniente Espinosa.
El estallido aturdió a Brun y Gatti, que estaban allí: un acre olor a pólvora se sintió en forma penetrante. La llamarada. el ruido y la sensación de vacío que produjo conmocionó a los dos oficiales sobrevivientes por unos instantes.
La casa temblaba por los tiros y ya comenzaba a arder. Gatti se recobró del shock causado por la onda expansiva, tomó su fusil y fue hacia la escalera: ésta no existía, era un completo aro de fuego hasta abajo.
Sin pensarlo saltó por medio de él.
El teniente primero Brun, al tiempo que Espinosa caía hacia atrás ensangrentado, sintió una esquirla que le cortaba la frente.
Supo que la próxima explosión no lo perdonaría, e instantáneamente tomó su decisión: se zambulló a través del traga luz.
A medida que caía podía oír los balazos que pegaban contra la pared enchapada. Cayó desde una altura no menor de cinco metros, procurando cubrirse la cabeza, pero recibiendo tan fuerte golpe que quedó completamente aturdido.
A merced a su excelente estado físico y a la inmediata reacción no fue muerto en esa oportunidad. A un tremendo dolor en la frente y en la cabeza toda se sumó que no veía bien: ; Dios mío perdí un ojo!, Pensé en el acto, aunque la falta de visión habrá sido producida por la pólvora que le quemó la cara, o la sangre que le caía en la frente.

Los Comandos argentinos habían logrado en su mayoría abandonar Top Malo House.

La abnegación de Espinosa, que con su resistencia atrajo el fuego enemigo hacia el segundo piso, y la reacción de aquellos de salir para combatir sorprendiendo a la tropa británica, habían impedido el total aniquilamiento de la patrulla.

En forma descuidada disparando de pie con sus pistolas ametralladoras y lanzagranadas desde la cintura, sin cubrirse, los ingleses posiblemente no tuvieron en cuenta el impulso de la sección de Comandos.
Estos avanzaron corriendo hacia el arroyo, al tiempo que tiraban con sus fusiles.
Las balas enemigas pegaban en el suelo siguiendo sus huellas.
El teniente primero Brun pudo hacer algo más de cincuenta metros hasta que cayó sentado, atontado, sintiendo un constante zumbido en su cabeza a consecuencia de su violento golpe, De pronto vio venir derecho hacia él una granada: en forma instintiva la alejó con su mano al llegar, a tiempo que tornaba la cabeza.
La granada explotó muy cerca, cubriéndole de esquirlas la espalda, y averiando su fusil. Brun sacó la pistola e hizo fuego contra un escalón británico que divisaba, pero a los pocos disparos se le trabó , tomó entonces una granada y la tiró, pero por la conmoción sufrida se olvidó de quitarle el seguro.
En esos momentos un tiro hizo impacto en su pantorrilla derecha.
El teniente primero Gatti también había podido salir, llegando ileso a una zanja situada doscientos metros abajo de la casa, antes de alcanzar el arroyo Malo.

Cerca del capitán Vercesi , Gatti disparaba arrodillado. mientras veía cómo la munición enemiga levantaba el barro a su alrededor.
El teniente primero Horacio Losito estaba herido:
al abandonar el edificio en medio del humo que lo envolvía y las balas que lo atravesaban, dirigiéndose por la cocina hacia el porch para alcanzar el arroyo, una granada había reventado contra la pared dos metros atrás, derribándolo ensordecido y lastimado en la cabeza.
Un golpe quemante, un ardor fuerte, pero seguía dueño de sus movimientos. La sangre le caía detrás de la oreja y por la mejilla , un grupo de cuatro ingleses ubicados a no más de veinte metros lo dieron por muerto y continuaron accionando sus lanzagranadas contra la casa sin prestarle más atención.
Entonces Losito se levantó y medio agazapado vació contra ellos un cargador en automático: un soldado cayó tocado en una pierna y el resto echó cuerpo a tierra.
El oficial argentino emprendió carrera hacia el arroyo, cambiando de posición y disparando a cada rato, perseguido por los proyectiles enemigos; esperaba a cada instante un tiro en la espalda.
Era intención de Losito cruzar el curso de agua y trepar por la altura del frente - la casa estaba ubicada en una hondonada-, pero unos cuatro metros antes de alcanzar el "Malo" , encontró la zanja decidió y ocuparla.
Al darse vuelta para hacer nuevos disparos, un impacto en su muslo derecho lo volteó de espaldas en la zanja. Herido dos veces, rodeado de enemigos que avanzaban haciendo fuego y sin posibilidad de reaccionar, se dio por muerto:

-¡Cristina. no voy a poder volver! -exclamó en voz alta.

El sargento primero Medina estaba resguardado en una esquina del edificio, cuando por encima dejas explosiones, oyó que arriba de él se rompían vidrios y vio tirarse a un hombre: era Brun. Un soldado inglés se aproximaba gritando; le hizo fuego y lo abatió.
El suboficial enfermero Pedrozo y el sargento primero Helguero pudieron zafarse de la casa en llamas y abandonarla a través de una ventana, cayendo aturdidos por los estampidos, mas luego echaron a correr.
A los quince metros Helguero se desplomó herido en el pecho. Omar Medina se dio cuenta que quedaba solo y que el enemigo estrechaba el cerco.
Con la protección que le brindaba el fuego que el sargento primero Sbert hacia, alcanzó la zanja donde sus compañeros estaban tirados, y arrodillándose comenzó a disparar:

Los británicos se aproximaban a ellos, y estaban a cincuenta metros cuando Medina pudo hacer impacto en un inglés, al cual siguió tirándole ya caído por ignorar si había muerto, De repente Medina sintió un golpe en su pierna izquierda, que no creyó herida por no sentir dolor al tiempo que una granada reventaba tras de si matando a Sbert.
Retrocedió Medina y pudo derribar a otro soldado enemigo.
Pero la patrulla de Comandos estaba completamente aferrada.

Es indudable que la posición argentina pudo haber sido eliminada sin correrse riesgo atacándola con cohetes y bombas desde el aire.
Quizá el M. and A. W Cadre haya imaginado que luego de sus primeros disparos, los refugiados en Top Malo House se rendirían y que no saldrían a combatir afuera; pues lo cierto es que permitiéndoles abandonarla sin estar rodeada por completo -comenzaron a hacerle fuego desde un flanco mientras avanzaban- los militares argentinos opusieron una enérgica resistencia que ocasionó varias bajas al equipo de Boswell.

Una "fiera y breve batalla'', la califican Hastings y Jenkins.

Con todo, por más ardoroso que fuera su ánimo, la primera sección de la Compañía 602 no tenia escapatoria. Ignoraban quienes calculaban poder replegarse cruzando el arroyo, que detrás de éste ocultos en la elevación que lo dominaba, permanecía al acecho la patrulla del Teniente Haddow que diera aviso de la presencia de los Comandos.

El teniente Daniel Martinez había guarecido en el cobertizo del fondo, arrastrándose en dirección al agua · en medio de los proyectiles que le pasaban por encima o pegaban cerca de él, disparó contra un par de soldados que iban corriendo, obligándolos a tirarse al suelo, Martinez notó que los ingleses tenían dirigida su atención a la zanja cercana al arroyo donde sus compañeros, en línea, respondían al ataque.

Mientras tanto, un británico salió velozmente del depósito de atrás, disparándole, pero Martinez le abrió con una ráfaga de FAL y cayó a tres metros de distancia.

El fragor del combate se aumentaba por el ruido de las municiones que explotaban dentro de la casa en llamas.
El teniente primero Losito, caído sobre el extremo de lo precaria "trinchera" , había podido observar cómo Medina se movía hacia Sbert al ser éste muerto por el estallido de una granada; y sabiendo que él también iba a sucumbir, reinicio sus disparos medio agazapado como estaba, dificultosamente.

A veinte metros por la derecha avanzaban dos ingleses con sus boinas verdes, a paso ligero, disparándole con sus pistolas ametralladoras Sterling: Losito derribó a uno de ellos, un hombre grande y rubio que recibió el impacto en el estomago y cayó hacia atrás.

En la otra punta de la línea, el capitán Vercesi vio llegar a donde estaba al teniente primero Brun, cubierto de sangre de la cabeza a los pies, quien cayó a su lado.
Detrás de los tiradores británicos que avanzaban en cadena, pudo distinguir que cerca de la casa el enfermero, sargento primero Pedrozo arrodillado para cubrir a Helguero, agitaba un trapo blanco indicando que allí habia un herido y que no combatía. El jefe de la sección miró a Brun "con sus heridas espectaculares" y le dijo:

-Esto no va más...
El oficial le hizo eco:

-No, no va más.

Entonces el Capitán levantó su fusil ordenando cesar la lucha. con un setenta por ciento de bajas, no tenia sentido proseguir la briosa resistencia; sólo quedaban ilesos él mismo, Gatti y los sargentos primeros Castillo y Pedrozo.
El teniente primero Gatti lo imitó:

-¡Alto el Fuego!, ¡alto el fuego!.

Miguel Angel Castillo no se conformó, e instaba:

-¡Todavía no se entregue, mi capitán!

No muy lejos, tirado en la zanja, Losito podía observar que continuaban rebotando impactos en torno a su compañero. Posiblemente porque algunos ingleses no se habían percatado del gesto, y gritó desesperado:

-¡Gatti, cúbrase; no se rindan carajo !!!, porque nos van a matar!

-Mi teniente primero -le contestaba aquél-, no tire más que estamos totalmente rodeado

Horacio Losito no cejó.
Dispuesto a morir peleando , se preparó para disparar al otro soldado de la pareja que se le acercara, pero ya no pudo hacerlo: la pérdida de sangre se lo impidió y se derrumbó de espaldas al pozo. Plenamente consciente todavía, pudo ver que el enemigo, un hombre bajo, morocho de bigotes, se paraba con sus piernas abiertas sobre el borde apuntándole con su pistola ametralladora. Un instante fugaz se encomendó a Dios, esperando morir rápido.
Volvió a levantar los ojos y el ingles le intimó:

-¡Upyour hand!, ¡upyour hand! (Arriba las manos).

Losito estaba muy débil y el inglés lo notó: dejó su ametralladora, y quitándole el fusil, tomó al oficial por la chaquetilla para sacarlo, del fondo, con palabras de aliento.
-No problem. no problem, is the war (No hay cuidado, es la guerra)

Le hizo un torniquete en una pierna y le inyectó morfina de una jeringa descartable que sacó de su pecho, luego de lo cual le pintó una M en la mejilla.
Enseguida pidió auxilio para transportarlo.
Sonaban todavía algunos disparos.
El sargento primero Omar Medina, sordo por las explosiones y atento sólo a su frente , mantenia el fuego, y Gatti le grito:

-¡Medina, Gordo. dejá de tirar que nos matan a todos: no ves que nos rendimos ???!

Cuando el suboficial levantaba sus manos, volvió a ser alcanzado en el muslo de la misma pierna izquierda por una granada: una herida impresionante, muy grande.
Se acercó el cabo primero Valdivieso para ayudarlo y fue también alcanzado, cayendo al suelo.
El fuego cesó brúscamente, por ambos lados.

Miguel Angel Castillo no quiso correr riesgos: "Yo me quedé tirado", me relato, "pensé que si me paraba me iban a poner fuera de combate, así que me quedé en el suelo con el fusil al costado".
Hasta que llegaron dos tipos a mi lado: apartaron con su pie el fusil, me apuntaron, y por señas me indicaron que me levantara''.

Todos los británicos avanzaron para tomarlos.
Cada uno de los argentinos permaneció en el lugar en que se hallaba y los hombres de Boswell se apoderaron de su armamento y les hicieron quitar el correaje.
Se oían quejidos.

-Finish the war, (Terminen la guerra) -repetía el jefe británico para abortar cualquier reacción desesperada, aunque el estado de los Comandos argentinos tornaba ilusoria alguna medida más.

A distancia. Top Malo House concluía de arder .
Al concluir el combate, desde el otro lado del arroyo apareció la otra patrulla británica, gritando, que abrazó los vencedores: 1a patrulla de Haddow, que había observado toda la batalla, avanzó corriendo, agitando una bandera británica como una señal para ser reconocido.
No quisieron correr el riesgo de ser tiroteados por su propio bando en la excitación, con la adrenalina aún fluyendo'', indica el brigadier Thompson.

Los británicos ataron las manos de sus prisioneros mientras los revisaban, y luego volvieron a soltarlos. indicándoles que recogieran a sus heridos y muertos.
Ellos también comenzaron a atender a los de uno y otro lado, juntando las armas y correaje de aquellos; algunos mantenían apuntados a los Comandos ilesos, El capitán Rod Boswell, con una libreta en la mano, pasaba lista a voces para conocer sus bajas. Éstas eran relativamente numerosas, dada la iniciativa del ataque y el armamento usado: 5 muertos y ocho heridos, Algunos hombres lloraban en torno a un cadáver que posiblemente fuera el segundo jefe del M. and A. W. Cadre.
Los Comandos argentinos en mejor estado fueron a alzar a sus compañeros.
Vercesi pasó junto a un herido inglés muy pálido, de bigote fino, alcanzado en el pecho, que se hallaba tirado en el suelo apoyado en el regazo de un camarada, quien lo saludó murmurando:

-Friends. friends. (Amigos).

Los que aparentaban estar más graves eran los tenientes primeros Brun y Losito, completamente cubiertos de sangre; el Teniente Daniel Martinez fue interrogado para saber si había sido tocado:

-No problem -contestó, ignorante del balazo que habla recibido en un pie.

En un grupo estaban reunidos Medina, Valdivieso y algo alejado Losito: se acercó Pedrozo quien se había hecho reconocer como enfermero- con su brazalete ostentando la Cruz Roja colgado de la mano. acompañado de su custodio, y controlando el pulso de Omar Medina, y dijo:

-Quedate tranquilo; no tengo nada para darte ahora; esto está coagulando bien. Acordate de soltar el torniquete para que circule la sangre.

Al suboficial lo había vendado un inglés.
Otro que se aproximó comenzó a tratarlo con un paquete de curaciones; la hemorragia hizo que el sargento primero se desmayara por un momento.
Recuperado a poco, fue el teniente Martinez para cargarlo:

-Cómo pesás! A mi no me pasó nada- le explicó,

desconociendo aún haber sido también herido . Pero ni al llegar al lugar de reunión, Martinez, sintió un dolor como una torcedura''; asombrado, hizo un movimiento y pudo ver que salían borbotones de sangre'' según relata.
Se quitó el borceguí y la media , comprobó que había alcanzado en el talón por una bala de fusil M-l6, sin orificio de salida, uno de los militares británicos comenzó a hablarle, Pedrozo le tradujo:

-Dice que te tapes para que no se enfríe, porque te va a doler.

Daniel Martinez volvió a calzarse, ató bien su borceguí y se hizo un torniquete, sintiendo efectivamente mucho dolor: "y pasé a ser un herido más.
El suboficial enfermero tuvo una lucida actuación: sin elementos, trató de contener las hemorragias y de calmar a sus compatriotas.
"Yo empecé a temblar con chuchos por la pérdida de mucha sangre y estar muy mojado''. Me refería el teniente primero Losito. "y él sacó al sargento primero Sbert que estaba muerto, su gabán de douvet y se lo colocó : se sentó en la nieve y me puso sobre su regazo, abrazándome para darme un poco de calor", Igual procedimiento empleó el teniente primero Gatti con el sargento primero Medina.
Los prisioneros, heridos e ilesos, fueron retenidos a un costado de la casa incendiada, hasta que helicópteros vinieran a llevarlos,
El capitán Vercesi se detuvo al lado del cadáver del sargento primero Sbert, muy conmovido:

-¡Qué me has hecho. Turco!

Al teniente primero Brun lo animó el ver a Losito vivo, quien lo alentó:

-Tranquilo. Cachorro, no más. -

El médico británico revisó a todos, marcando con una M sobre la frente a los inyectados: con morfina, La pierna de Medina, desgarrada y con su fractura expuesta, presentaba mal aspecto; Helguero estaba muy preocupado por su herida sobre el corazón, porque ignoraba su profundidad.
Vercesi se notaba sumamente afectado: pidió ir por el teniente Espinosa pero el capitán inglés meneó su cabeza y le dijo que era inútil.
Conmovía a todos la suerte del abnegado oficial, el joven alegre siempre hablando de sus hijitas. Mirando la casa que terminaba de quemarse, Brun murmuro:

-Espinosa está ahi adentro...

La morfina y la atención los calmaron, y comenzaron a observar a sus vencedores, pintarrajeados sus rostros y tocados con boinas verdes.

Cruz al Heroico Valor en Combate:

Teniente ERNESTO EMILIO ESPINOSA - Ca Cdos 602 (Post Mortem) - Por cubrir desde la planta alta de la granja de Top Malo House la salida y despliegue de sus compañeros, mientras eran rodeados y atacados por fuerzas especiales británicas, cayendo en combate por dicha acción bajo fuego de fusiles, granadas y cohetes enemigos.

Sargento Primero MATEO SBERT - Ca Cdos 602 (Post Mortem) - Por su valentía y heroísmo presentado en la batalla de Top Malo House frente a fuerzas especiales británicas, combatiendo aún gravemente herido, cayendo en combate bajo fuego de fusiles y granadas enemigas.

Después de la batalla comentario del capitán Boswell al Comandante argentino fue:

"Nunca en una casa. .. "

La versión británica llama a este combate como "La escaramuza de la Casa de Top Malo House " , no admiten ninguna baja y solo reconocen tres heridos .


fotos : Comandos argentinos ya prisioneros y con la cabeza cubierta , son trasladados a un punto para permanecer en cautiverio fuertemente vigilados .

Comandos argentinos en la isla "Remolinos" , la imagen es una referencia para demostrar el equipo y armamento que poseían , uno de ellos excibe un fusil "tipo francotirador" como el que usara el Tte. Espinosa en el combate por la casa de Top Malo.

Un comando argentino es custodiado por un centinela británico , se le cubre la cabeza para mantenerlo inmovilizado , también se le quitan los cordones , cinturón y demás elementos por su propia seguridad y del bando enemigo.

Fotografía histórica de la casa de Top Malo aún humeante luego del violento combate . Los británicos habían sido informados por la Inteligencia que los comandos poseían lanzamisiles , es por ello que las fuerzas atacantes utilizaron un nutrido poder de fuego de lanzacohetes y es por ello que la casa fue desintegrada por los impactos de alto calibre y granadas.

Efemérides : Guerra de Malvinas
31 de mayo
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