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martes, 20 de diciembre de 2022
viernes, 6 de diciembre de 2019
Arqueología: Hallan el pecio del SMS Scharnhorst en Malvinas
Hallaron un buque de guerra alemán hundido durante una batalla histórica frente a las Islas Malvinas
Es el SMS Scharnhorst, buque insignia del Escuadrón de Asia Oriental, destruido en un combate contra naves británicas en el Atlántico Sur durante la Primera Guerra Mundial. Fue encontrado por el Seabed Constructor, el mismo barco que dio con el submarino argentino ARA San JuanPor Germán Padinger || Infobae
gpadinger@infobae.com
El momento del hallazgo del SMS Scharnhorst (Cortesía TVT)
Los restos del poderoso crucero acorazado alemán SMS Scharnhorst, hundido en los primeros meses de la Primera Guerra Mundial frente a las Islas Malvinas, fueron hallados en el fondo del mar por el buque de exploración Seabed Constructor, informó este jueves una asociación histórica del Reino Unido que lideró la búsqueda.
El Scharnhorst, comandado por el almirante Maximilian Johannes Maria Hubert Reichsgraf von Spee, fue el buque insignia de la Escuadra de Asia Oriental que combatió para el imperio alemán principalmente en el Océano Pacífico y durante los inicios del conflicto bélico, hasta resultar casi enteramente destruida en una acción de la Marina Real del Reino Unido que fue conocido como la Batalla de las Islas Malvinas, el 8 de diciembre de 1914.
El descubrimiento realizado por el Seabed Constructor, a las órdenes del Falklands Maritime Heritage Trust (Fideicomiso para Patrimonio Histórico Marítimo de las Islas Malvinas), se enmarca en una búsqueda general de los cuatro buques de guerra alemanes hundidos ese día, iniciada en 2014 con motivo del centenario de la batalla, según reportó la organización en un comunicado oficial distribuido por PRNewswire.
La proa del SMS Scharnhorst, en imáganes tomadas por los vehículos autónomos submarinos (Cortesía del Falklands Maritime Heritage Trust)
La nave multipropósito Seabed Constructor, cuya dueña es la compañía británica de exploración Ocean Infinity, es la misma que fue utilizada en 2018 para buscar y finalmente hallar el naufragio del submarino argentino ARA San Juan tras su desaparición un año antes. En el hecho perdieron la vida los 44 tripulantes.
Además del SMS Scharnhorst, encontrado en abril de 2019 pero reportado apenas este jueves, también se están buscando los naufragios del crucero acorazado SMS Gneisenau y los cruceros ligeros SMS Nürnberg y SMS Leipzig.
Para encontrar el buque insignia del almirante Von Spee el Seabed Constructor debió desplegar cuatro vehículos autónomos submarinos y explorar un área de 4.500 kilómetros cuadrados de lecho submarino. El Scharnhorst fue hallado en el tercer día de este último intento y con la ayuda de sonares avanzados, a unas 98 millas náuticas (unos 181 kilómetros) de Puerto Argentino, la capital de las Islas Malvinas, y a una profundidad de 1610 metros.
El SMS Scharnhorst, busque insignia de la Escuadra de Asia Oriental (U.S. Office of Naval Intelligence)
Durante la batalla de las Islas Malvinas murieron casi 1.900 marineros, casi todos alemanes, por lo que la tripulación del Seabed Constructor realizó un acto conmemorativo en honor a los caídos luego de hallar el naufragio, el cual además no fue tocado en señal de respeto. El Falklands Maritime Heritage Trust, por su parte, buscará ahora que el sitio sea protegido por ley.
Desde el inicio de la búsqueda en 2014 la productora británica TVT ha estado acompañando a la expedición, grabando numerosas instancias del proceso. Las primeras imágenes de este documental sobre un episodio fundamental en la historia del Reino Unido y Alemania están siendo exhibidas en estos días.
“Es con emociones encontradas que anunciamos el descubrimiento del SMS Scharnhorst. Tras una búsqueda que comenzó hace 5 años, en el centenario de la batalla, estamos muy orgullosos de poder echar luz sobre este punto decisivo en la Primera Guerra Mundial, y por tanto un hito en la historia moderna”, expresó el líder de la expedición, Mensun Bound, en el comunicado oficial.
El buque tenía una tripulación de 840 hombres cuando fue hundido (Cortesía del Falklands Maritime Heritage Trust)
“El momento del descubrimiento fue extraordinario. Muchas veces estamos persiguiendo sombras en el lecho submarino, pero cuando el Scharnhorst apareció por primera vez en las pantallas, no había duda de que era uno de los miembros de la flota alemana. Podías incluso ver los impactos de los proyectiles. Entonces enviamos un minisubmarino para explorar y de repente el crucero apareció entre la oscuridad con sus armas apuntando en todas direcciones”, relató.
El Scharnhorst, bautizado en honor al general Gerhard von Scharnhorst, uno de los principales líderes alemanes durante las guerras napoleónicas, entró en servicio en la marina imperial de Alemania en 1907. Se trataba de uno de los nuevos cruceros acorazados que estaban siendo diseñados en esa época, buques que sin llegar a las dimensiones y capacidades de un acorazado convencional, tenían un blindaje y armamento reforzados pero retenían la velocidad y flexibilidad de los cruceros. Su desplazamiento rondaba las 13.000 toneladas y estaba dotado de ocho cañones de 210 milímetros en sus baterías principales.
Una larga y peligrosa travesía en los primeros días de la Gran Guerra
Cuando la Primera Guerra Mundial estalló en julio de 1914, el Scharnhorst se encontraba en la Micronesia y ya era el buque insignia del Ostasiengeschwader, el Escuadrón de Asia Oriental creado para proteger las colonias alemanas en esa parte del mundo. Tras reunirse con los restantes miembros de la unidad, y considerando la inferioridad de fuerzas frente a las marinas combinadas del Reino Unido, Japón, Australia y Nueva Zelanda, enemigos de Alemania, el escuadrón recibió las órdenes de comenzar una larga travesía a través del Pacífico, para cruzar luego hacia el Atlántico en el Cabo de Hornos y emprender el retorno a Europa. En el camino hostigaría las rutas comerciales vitales para el abastecimiento del Reino Unido.Frente a las costas chilenas la escuadra de Von Spee debió enfrentarse a una flota británica que le perseguía de cerca. El combate llegó a conocerse como la Batalla de Coronel, el 1 de noviembre de 1914, y fue una gran victoria para las naves alemanas, que hundieron cuatro cruceros británicos sin perder a ninguno de los suyos. Más de 1.600 marineros británicos murieron ese día, uno de los peores en la historia de la marina real, tras lo cual Londres redobló sus esfuerzos para destruir al Escuadrón de Asia Oriental.
Los restos del SMS Schanrhorst fueron hallados por el buque multipropósito Seabed Constructor (Ocean Infinity)
La revancha llegó un mes después frente a las Islas Malvinas, un archipiélago reclamado por Argentina y el Reino Unido y que por ese conflicto fue escenario de otra guerra en 1982, sin que ninguno de los dos países haya abandonado su posición. En 1914 las islas albergaban una base naval de abastecimiento para la marina británica.
Las naves de Von Spee, que acababan de cruzar el Cabo de Hornos, se aproximaron a las islas con la intención de atacar la guarnición británica, pero fueron interceptadas por una gran fuerza de modernos cruceros de batalla, aún más poderosos que los cruceros acorazados, y varias otras naves que habían sido enviadas por el almirantazgo británico, comandado en ese entonces por un joven Winston Churchill, con el objetivo preciso de frenar al Escuadrón de Asia Oriental y vengar las pérdidas en Coronel.
Superados en número y en potencia de fuego, los buques alemanes fueron hundidos uno a uno, dejando un saldo de más de 1.800 muertos, incluyendo al almirante Von Spee y sus dos hijos, oficiales en la escuadra, y 200 capturados. Sólo el crucero ligero Dresden logró escapar, iniciando una larga travesía en solitario que culminaría en 1915 y en el lejano archipiélago Juan Fernández, en el Pacífico Sur.
Desde aquel día, todos los 8 de diciembre los habitantes de las Islas Malvinas conmemoran la batalla que llevó a la Primera Guerra Mundial a las lejanas aguas del Atlántico Sur y que, para muchos analistas, frenó las aspiraciones imperiales de Alemania en el Pacífico.
“Ha pasado menos de un mes desde el Día del Recuerdo [11 de noviembre], cuando conmemoramos los millones que murieron en la Primera Guerra Mundial y en los conflictos subsecuentes. Un episodio de ese conflicto fue la Batalla de las Islas Malvinas en 1914. La búsqueda que organizamos tiene como objetivo ubicar todas las naves del escuadrón alemán, para que podamos aprender más sobre la batalla y conmemorar a los que murieron”, indicó Donald Lamont, presidente del Falklands Maritime Heritage Trust, en el comunicado enviado por la institución.
La Escuadra de Asia Oriental alemana en Valparaíso, Chile (Naval History and Heritage Command)
La noticia del hallazgo del Scharnhorst tuvo también un fuerte impacto en Alemania, donde los descendientes de quienes participaron en la batalla tendrán ahora información más precisa sobre el lugar en el que descansan los restos de sus seres queridos.
“Hablando como uno de los muchos familiares afectados por las fuertes bajas sufridas el 8 de diciembre de 1914, el descubrimiento del SMS Scharnhorst es algo agridulce”, expresó Wilhelm Graf Spee, descendiente del almirante en jefe del Escuadrón de Asia Oriental.
“Nos reconforta que se haya encontrado el lugar de descanso final de tantos, que ahora podrá ser preservado, pero al mismo tiempo nos recuerda la gigantesca pérdida de vida. Como familia hemos perdido a un padre y sus dos hijos en un sólo día. Como las miles de otras familias que sufrieron pérdidas inimaginables durante la Primera Guerra Mundial, los recordamos y debemos asegurarnos que su sacrificio no haya sido en vano”, concluyó.
viernes, 5 de julio de 2019
PGM: La batalla naval de las Malvinas, derrota alemana luego de la victoria en Coronel
La batalla naval de las islas Malvinas en el inicio de la 1ª Guerra Mundial
La batalla de las islas Malvinas fue un combate naval librado el 8 de diciembre de 1914, a principios de la Primera Guerra Mundial, entre la escuadra alemana victoriosa en la anterior batalla de Coronel, frente a las costas de Chile, y una escuadra británica fondeada en Puerto Argentino. El combate terminó con victoria británica y, destruida la flota alemana y muerto su mejor comandante, el conde Maximilian von Spee, el resultado decantó la campaña de ultramar del lado de los Aliados.Al estallar la Primera Guerra Mundial, la escuadra alemana contaba con poco más que una docena de buques de guerra en ultramar. Entre ellos, la Escuadra de Cruceros de Asia Oriental al mando del vicealmirante Maximilian von Spee fue la que resultó más peligrosa para los Aliados. La escuadra tenía base en Qingdao, territorio bajo dominio alemán en China, y Spee decidió, después de reunir su flota en las islas Marianas y enviar al SMS Emden al océano Índico, operar en la costa americana del Pacífico donde además podía abastecerse de carbón.
La escuadra de Spee estaba compuesta por los cruceros acorazados SMS Scharnhorst y SMS Gneisenau y los cruceros ligeros SMS Leipzig, SMS Nürnberg y SMS Dresden. Con la moral de la tripulación muy alta tras la aplastante victoria sobre la escuadra británica en la batalla de Coronel, la flota alemana dobló el Cabo de Hornos. La intención de Spee era destruir Puerto Stanley, la capital de las islas Malvinas y principal base británica en el Atlántico Sur. Sin embargo, Spee había perdido demasiado tiempo reabasteciendo la flota en Valparaíso y Coronel, lo que dio tiempo suficiente a los británicos para reaccionar y enviar refuerzos al Atlántico Sur.
El 11 de noviembre de 1914, el almirante John Fischer ordenó al vicealmirante Frederick Doveton Sturdee que partiera a bordo del crucero de batalla HMS Invincible haciendo escuadra con el HMS Inflexible y el HMS Kent. Diez días después fondearon en Stanley, donde se les unieron el HMS Bristol, el Carnavon y el HMS Cornwall, además del viejo HMS Canopus, todo ello mientras los alemanes permanecían en Valparaíso. El 25 de noviembre, Spee rodeó el Cabo de Hornos y se dirigió confiado a Puerto Stanley, ignorando la presencia de los poderosos acorazados británicos. Por su parte, los británicos también desconocían el paradero de los alemanes y pensaban zarpar hacia Chile el 9 de diciembre con el fin de encontrarlos.
El plan alemán
La madrugada del 3 de diciembre de 1914, la escuadra alemana avanzó confiada hacia las islas Malvinas. El plan de Spee consistía en desembarcar una avanzadilla de infantería en la costa para apoderarse de la estación telegráfica de la isla y luego bombardear el puerto y hundir los navíos allí anclados. Las primeras acciones correspondieron al Nürnberg y al Gneisenau.Al acercarse a Stanley los alemanes divisaron el faro de la entrada del puerto junto con una inesperada sorpresa: la presencia de más columnas de humo de las esperadas. Un nuevo vistazo al acercarse a la costa permitió a los alemanes apreciar que, efectivamente, había navíos de guerra dentro de la bahía, por lo que el Gneisenau suspendió en ese momento la operación de desembarco prevista y ordenó al Nürnberg con su comandante, capitán del mar Karl von Schönberg, atacar al buque situado más lejos del puerto. Los británicos, que ya habían descubierto la avanzada alemana, dispusieron el Kent para el combate, el único navío de cuantos disponían que en ese momento tenía las calderas encendidas y estaba en condiciones de entablar batalla. Pero cuando el Kent ya rebasaba la salida del puerto, los navíos alemanes, con los cañones listos para entrar en combate, recibieron la insólita orden de Spee que les ordenaba «rehusar el combate».
Persecución
El Gneisenau y el Nürnberg dieron entonces la vuelta y se reunieron con el grueso de la escuadra alemana, perdiendo quizá una gran oportunidad de obtener el triunfo. Tras divisar los mástiles del Inflexible y el Invincible, los alemanes se retiraron a toda máquina hacia el este. Los marinos británicos, ya recuperados de la sorpresa inicial, tardaron aún dos horas en ponerse en condiciones de marcha.La batalla, o más bien persecución, tuvo entonces dos frentes: los navíos alemanes Scharnhorst y Gneisenau se enfrentaron al Invincible, Inflexible y al Carnavon, mientras que el resto fueron perseguidos por el Kent y el Glasgow. La distancia inicial de 20 mi fue rápidamente acortada.
El Leipzig, de velocidad menor, fue pronto alcanzado y a 6000 yardas se abrió fuego sobre él. Esto hizo que el Dresden pasase a segundo plano y pudiese huir gracias a sus turbinas Parsons, que le otorgaban mayor velocidad. Spee ordenó entonces a los cruceros ligeros separarse y huir, siendo el Dresden el que en ese momento se encontraba más alejado. Por su parte, Spee dispuso que los cruceros acorazados cambiaran el rumbo hacia el sur, siempre perseguidos por los acorazados británicos.
Siete horas después, la persecución todavía continuaba. A 12 km de Puerto Stanley, el Scharnhorst recibió una salva del Invincible sobre un lateral, sin que eso le hiciese demasiado daño. Sin embargo, a las 15 horas, el Scharnhorst recibió nuevamente una nueva andanada que destruyó la cubierta y creó vías de agua, por lo que comenzó a hundirse lentamente. Una hora después, en un último esfuerzo, el Scharnhorst intentó acortar distancias, acercándose escorado y semihundido hacia el Invincible con la intención de responder al fuego, pero la proa se metió bajo el agua y el barco acabó hundiéndose de morro con las hélices todavía girando. El almirante Maximilian von Spee y los 795 hombres de la tripulación quedaron atrapados en el buque y se hundieron con él.
Mientras tanto, el Gneisenau, navegando más adelante y con el teniente Heinrich von Spee (hijo del almirante) a bordo, asistió impotente al fin del buque insignia alemán. El crucero alemán viró y se enfrentó al Carnavon y al Inflexible, a los que luego se les unió el Invincible. El comandante del Gneisenau, Otto Maerker, ordenó disparar sobre el Inflexible con los proyectiles de 210 mm y sobre el Carnavon con los de 150 mm. El Inflexible fue alcanzado tres veces sin mayores consecuencias. Éste respondió disparando al Gneisenau, destruyendo su maquinaria propulsora. Entonces el capitán alemán ordenó abrir las válvulas y dejar que el buque se hundiera.
A las 17 horas, una hora después del hundimiento del Scharnhorst, el Gneisenau zozobró y se fue a pique. Solo se pudieron rescatar 180 hombres de los 800 que componían la tripulación. Entre los desaparecidos se encontraba el teniente Heinrich von Spee.
Masacre del Leipzig
Mientras tanto, los cruceros ligeros alemanes continuaron su huida, tal como les ordenó el almirante Von Spee. El Dresden, gracias a sus turbinas, consiguió una gran ventaja y logró alejarse. Sin embargo, el Glasgow y el Cornwall se abalanzaron sobre el Leipzig, más lento, y lo cañonearon ferozmente hasta incendiarlo. Aún en estas condiciones, el Leipzig logró disparar una vez al Glasgow y ocasionarle una baja en su tripulación, y acertó al Cornwall tres veces sin ocasionarle daños mayores.El Leipzig siguió disparando hasta que se le acabaron las municiones, mientras su casco era perforado por los proyectiles y la tripulación sufría múltiples bajas.
El comandante Haun, a cargo del Leipzig, ordenó el abandono del buque y la apertura de las válvulas. Los marinos supervivientes se alinearon entonces en la destrozada cubierta, apenas 150 de los 380 hombres que componían la tripulación.
El Glasgow y el Cornwall se acercaron esperando ver la bandera de rendición del destrozado crucero alemán, pero al no divisar nada más que el pabellón en alto reanudaron el fuego e hicieron una carnicería entre los marinos alineados en el alcázar de proa, mientras el barco no terminaba de hundirse. Por fin, sin esperar el símbolo de rendición, los británicos lanzaron sus botes al agua y rescataron a tan solo 18 tripulantes. El Leipzig se hundió tras el rescate del último superviviente.
Hundimiento del Nürnberg
Por su parte, el Kent persiguió al pequeño Nürnberg, que con gran esfuerzo logró alcanzar los 25 nudos, dos más que el Kent. Sin embargo, no lograron mantenerlos, las calderas sobreexigidas debieron parar y se redujo la velocidad. El capitán de navío, Schönberg, ordenó embestir al Kent. Este lo dejó acercarse, y cuando distaban 700 m, cañoneó a mansalva al Nürnberg, que terminó por detenerse, alzar la popa e irse a pique. De una dotación de 322 hombres, solo se salvaron 7. Otto von Spee, el otro hijo del almirante a bordo del Nürnberg, tampoco sobrevivió.Tras esto, de la fuerza original alemana solo quedaba a flote el Dresden, que llevaba una considerable ventaja y velocidad y solo pudo contemplar desde lejos la agonía del Nürnberg. Consiguió finalmente escapar, pero fue hundido unos meses más tarde, cuando dos cruceros británicos lo localizaron en aguas chilenas en marzo de 1915.
01/04/2019 #NUESTROMAR
lunes, 18 de mayo de 2015
Matemática y la guerra: Batalla de Malvinas, 1914
Batalla de Malvinas, diciembre de 1914
Por Alberto Rojo - Publicado originalmente en Crítica Digital
23.03.2010
¿Cómo sabemos que la Tierra gira? El Sol podría moverse y salir cada mañana en una Tierra quieta. El cielo de la noche podría girar y la Tierra estar inmóvil. La pregunta es típica de un examen de física: ¿Cuál es la evidencia de que estamos parados en una Tierra que gira respecto de un eje invisible que va del Polo Norte al Polo Sur? ¿Qué experimento podríamos hacer para mostrarlo?
Una respuesta sería tirar un projectil verticalmente y que suba muy alto. Si al volver al piso no cae en el mismo punto la Tierra gira. ¿Por qué muy alto? Porque si lo tiramos a alturas chicas (una pelota de básquet a unos pocos metros por ejemplo) el efecto de la rotación es muy pequeño. Para alturas chicas el movimiento del piso debajo de la pelota es equivalente a un movimiento uniforme, como si estuviéramos en el subte y, mientras se mueve a velocidad constante, tiráramos una moneda verticalmente. La moneda vuelve a la mano. Pero para proyectiles reales a velocidades grandes el efecto de la rotación de la Tierra es apreciable. Para ejemplificarlo, muchos libros introductorios de física refieren al enfrentamiento entre barcos ingleses y alemanes en la batalla de Malvinas, el 8 de diciembre de 1914, durante la Primera Guerra Mundial. Los ingleses ganaron la batalla, hundiendo al Scharnhorst y al Gneisenau a unos 80 km al sur de Puerto Argentino, luego de persecuciones que duraron alrededor de cuatro horas. Según la historia de los libros de física, los barcos ingleses podrían haber hundido a los alemanes en menos tiempo, pero las balas de cañón no daban en el blanco porque estaban ajustadas para corregir por la rotación de la Tierra en el hemisferio norte y desperdiciaron miles de balas antes de ajustar la dirección y dar en el blanco.
Hagamos el cálculo estimativo de cuánto se desviaría una bala debido a la rotación terrestre. Como dije “estimativo” supongamos que tiramos una bala desde el Polo Norte hacia el sur, digamos en la dirección del meridiano de Greenwich. Al llegar al piso, debido a la rotación de la Tierra, la bala aterriza en un meridiano diferente, desviada hacia el oeste. La pregunta es, estimativamente, cuántos metros se desvió. El alcance de las balas (según el libro The Naval Battles of the First World War, de Geoffrey Bennett) es de unos doce kilómetros. Digamos diez. Un proyectil disparado a 45 grados (el ángulo de máximo alcance), tarda unos 20 segundos en llegar a 10 km. Debido a la rotación de la Tierra, en ese tiempo mi blanco se movió 15 metros hacia el este, de modo que, para pegarle, el cañón tiene que estar calibrado para apuntar 15 metros hacia la izquierda del blanco. La cosa cambia en el hemisferio sur ya que, si miro hacia el norte, el este está ahora hacia la derecha. Y si el cañón está calibrado para el hemisferio norte, le pifiaría al blanco por unos 30 metros.
Ahora bien, en una situación de guerra uno tiene que pasar de estimativo a cuantitativamente preciso. Y ahí es donde la historia de la batalla de Malvinas y la rotación de la Tierra, por lo que estuve indagando, es apócrifa. Por un lado, la distancia al barco es variable, de modo que habría que corregir dependiendo de la distancia al barco. Por otro lado, la corrección depende de la latitud: el cálculo estimativo del polo da resultados distintos a distintas latitudes. Y finalmente, si bien la desviación por el efecto de la rotación de la Tierra es de unos 30 o 40 metros (dependiendo de la distancia al barco) al parecer esa distancia es aproximadamente el error natural de tiro. Según algunos informes posteriores, el efecto de la rotación de la Tierra se usó como excusa para desviar la atención ante la indagatoria de por qué los barcos ingleses tuvieron una efectividad tan pobre en sus disparos. En resumen, el efecto existe pero la historia no es tan clara. Lo que sí es claro es que los aviones actuales corrigen por el efecto de rotación de la Tierra.
Otro efecto visible es el del movimiento de grandes masas de aire y de agua. En una Tierra quieta, el aire se calienta en el Ecuador y sube para luego enfriarse y bajar en los polos. Entonces, en un esquema simplificado, la circulación de vientos de una Tierra quieta es (en el hemisferio sur) de norte a sur en la altura y de sur a norte en la superficie. En una Tierra que gira, los vientos se desvían hacia el este hasta que a unos 60 grados de latitud se mueven casi de este a oeste. Entonces se crea una nueva circulación: vientos que suben a unos 60 grados de latitud, luego bajan a treinta grados y vuelven a subir en el Ecuador.
Algo similar pasa con las corrientes marinas. Y así como la historia de los barcos de Malvinas es cuestionable, la historia de que el agua de la bañaera gira en sentido opuesto en cada hemisferio es un mito cuantitativo: el efecto existe pero es tan pequeño que está enmascarado por otras causas, por ejemplo, la inevitable inclinación de la canilla respecto del agujero. El agua de la bañadera gira en ambos sentidos en ambos hemisferios.
Y el último efecto, el experimento “casero” que demuestra el giro de la Tierra, es el famoso péndulo de Foucault: imaginemos uno suspendido de un punto que está justo arriba del Polo Norte. Visto desde la Luna, el plano de oscilación del péndulo se mantiene inalterado. Pero visto desde la Tierra el plano completa un giro en 24 horas. El giro del plano de oscilación del péndulo es evidencia del giro de la Tierra. Claro que, como ya vimos, en el polo las cosas son más sencillas. En latitudes intermedias, el plano gira distintos ángulos en un día, y en el Ecuador no gira nada.
Por Alberto Rojo - Publicado originalmente en Crítica Digital
23.03.2010
¿Cómo sabemos que la Tierra gira? El Sol podría moverse y salir cada mañana en una Tierra quieta. El cielo de la noche podría girar y la Tierra estar inmóvil. La pregunta es típica de un examen de física: ¿Cuál es la evidencia de que estamos parados en una Tierra que gira respecto de un eje invisible que va del Polo Norte al Polo Sur? ¿Qué experimento podríamos hacer para mostrarlo?
Una respuesta sería tirar un projectil verticalmente y que suba muy alto. Si al volver al piso no cae en el mismo punto la Tierra gira. ¿Por qué muy alto? Porque si lo tiramos a alturas chicas (una pelota de básquet a unos pocos metros por ejemplo) el efecto de la rotación es muy pequeño. Para alturas chicas el movimiento del piso debajo de la pelota es equivalente a un movimiento uniforme, como si estuviéramos en el subte y, mientras se mueve a velocidad constante, tiráramos una moneda verticalmente. La moneda vuelve a la mano. Pero para proyectiles reales a velocidades grandes el efecto de la rotación de la Tierra es apreciable. Para ejemplificarlo, muchos libros introductorios de física refieren al enfrentamiento entre barcos ingleses y alemanes en la batalla de Malvinas, el 8 de diciembre de 1914, durante la Primera Guerra Mundial. Los ingleses ganaron la batalla, hundiendo al Scharnhorst y al Gneisenau a unos 80 km al sur de Puerto Argentino, luego de persecuciones que duraron alrededor de cuatro horas. Según la historia de los libros de física, los barcos ingleses podrían haber hundido a los alemanes en menos tiempo, pero las balas de cañón no daban en el blanco porque estaban ajustadas para corregir por la rotación de la Tierra en el hemisferio norte y desperdiciaron miles de balas antes de ajustar la dirección y dar en el blanco.
Hagamos el cálculo estimativo de cuánto se desviaría una bala debido a la rotación terrestre. Como dije “estimativo” supongamos que tiramos una bala desde el Polo Norte hacia el sur, digamos en la dirección del meridiano de Greenwich. Al llegar al piso, debido a la rotación de la Tierra, la bala aterriza en un meridiano diferente, desviada hacia el oeste. La pregunta es, estimativamente, cuántos metros se desvió. El alcance de las balas (según el libro The Naval Battles of the First World War, de Geoffrey Bennett) es de unos doce kilómetros. Digamos diez. Un proyectil disparado a 45 grados (el ángulo de máximo alcance), tarda unos 20 segundos en llegar a 10 km. Debido a la rotación de la Tierra, en ese tiempo mi blanco se movió 15 metros hacia el este, de modo que, para pegarle, el cañón tiene que estar calibrado para apuntar 15 metros hacia la izquierda del blanco. La cosa cambia en el hemisferio sur ya que, si miro hacia el norte, el este está ahora hacia la derecha. Y si el cañón está calibrado para el hemisferio norte, le pifiaría al blanco por unos 30 metros.
Ahora bien, en una situación de guerra uno tiene que pasar de estimativo a cuantitativamente preciso. Y ahí es donde la historia de la batalla de Malvinas y la rotación de la Tierra, por lo que estuve indagando, es apócrifa. Por un lado, la distancia al barco es variable, de modo que habría que corregir dependiendo de la distancia al barco. Por otro lado, la corrección depende de la latitud: el cálculo estimativo del polo da resultados distintos a distintas latitudes. Y finalmente, si bien la desviación por el efecto de la rotación de la Tierra es de unos 30 o 40 metros (dependiendo de la distancia al barco) al parecer esa distancia es aproximadamente el error natural de tiro. Según algunos informes posteriores, el efecto de la rotación de la Tierra se usó como excusa para desviar la atención ante la indagatoria de por qué los barcos ingleses tuvieron una efectividad tan pobre en sus disparos. En resumen, el efecto existe pero la historia no es tan clara. Lo que sí es claro es que los aviones actuales corrigen por el efecto de rotación de la Tierra.
Otro efecto visible es el del movimiento de grandes masas de aire y de agua. En una Tierra quieta, el aire se calienta en el Ecuador y sube para luego enfriarse y bajar en los polos. Entonces, en un esquema simplificado, la circulación de vientos de una Tierra quieta es (en el hemisferio sur) de norte a sur en la altura y de sur a norte en la superficie. En una Tierra que gira, los vientos se desvían hacia el este hasta que a unos 60 grados de latitud se mueven casi de este a oeste. Entonces se crea una nueva circulación: vientos que suben a unos 60 grados de latitud, luego bajan a treinta grados y vuelven a subir en el Ecuador.
Algo similar pasa con las corrientes marinas. Y así como la historia de los barcos de Malvinas es cuestionable, la historia de que el agua de la bañaera gira en sentido opuesto en cada hemisferio es un mito cuantitativo: el efecto existe pero es tan pequeño que está enmascarado por otras causas, por ejemplo, la inevitable inclinación de la canilla respecto del agujero. El agua de la bañadera gira en ambos sentidos en ambos hemisferios.
Y el último efecto, el experimento “casero” que demuestra el giro de la Tierra, es el famoso péndulo de Foucault: imaginemos uno suspendido de un punto que está justo arriba del Polo Norte. Visto desde la Luna, el plano de oscilación del péndulo se mantiene inalterado. Pero visto desde la Tierra el plano completa un giro en 24 horas. El giro del plano de oscilación del péndulo es evidencia del giro de la Tierra. Claro que, como ya vimos, en el polo las cosas son más sencillas. En latitudes intermedias, el plano gira distintos ángulos en un día, y en el Ecuador no gira nada.
domingo, 21 de diciembre de 2014
Aniversario del choque naval anglo-alemán de la PGM
Británicos y alemanes conmemoraron la "Batalla de Malvinas"
A CIEN AÑOS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL.
El 8 de diciembre de 1914 se enfrentaron frente a las islas las flotas de estos dos imperios antes enemigos. Hoy fue feriado en el archipiélago y hubo desfiles.
Clarín
Las banderas de dos ex enemigos./GOBIERNO DE LAS ISLAS
Natasha Niebieskikwiat
Las banderas de Alemania y Gran Bretaña flamearon hoy juntas en las Malvinas para conmemorar los cien años de la llamada "Batalla de las Falklands/Malvinas", en la que se enfrentaron las flotas navales de estos dos viejos enemigos. Fue en los inicios de la Primera Guerra Mundial.
Hoy, como todos los años, fue feriado en el archipiélago. Pero el pueblo se volcó a la Bahía de la capital, donde hubo un servicio religioso y un desfile militar frente al monumento levantado en 1926/1927. Aviones de la Fuerza Aérea Real sobrevolaron este territorio de ultramar reclamado por Argentina desde la ocupación de 1833 y buques de la Armada del Reino Unido estuvieron apostados frente a las costas de Stanley.
La construcción del monumento tiene una curiosa historia porque implicó una larga y acolarada polémica entre el gobierno colonial, los lugareños que pedían que los materiales fueran locales y la entonces todopoderosa Falkland Island Company.
Hoy, según informó el gobierno kelper, familiares de los comandantes de Gran Bretaña como Alemania descubrieron un nuevo memorial de piedra levantado al lado del viejo monumento, en memoria de la Batalla de las Malvinas como de la de Coronel. Los isleños volcaron sus fotos a las redes sociales.
El 8 de diciembre de 1914 Gran Bretaña le asestó un golpe mortal a los alemanes con el hundimiento de dos cruceros acorazados, y dos cruceros ligeros. El imperio alemán perdió 1.870 hombres, entre ellos el vicealmirante Maximiliam Von Spee, y sus dos hijos. A Von Spee lo homenajearon poniendo su nombre en un poderoso acorazado alemán que se hundiría en las costas del Río de la Plata, frente a Montevideo, pero ya en la Segunda Guerra Mundial.
La batalla del 8 de diciembre de 1914 había comenzado cerca de las 9 de la mañana, en un día que los libros recuerdan radiante y con máxima visibilidad. Con ese victoria el imperio británico vengó su estrepitosa derrota del 1 de noviembre, frente a las costas de Chile en la llamada Batalla de Coronel. Gran Bretaña sufrió 1570 bajas y perdió dos buques de guerra a manos de la flota imperial alemana que guiaba Von Spee. Fue la primera derrota de la poderosa armada británica en más de un siglo.
A CIEN AÑOS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL.
El 8 de diciembre de 1914 se enfrentaron frente a las islas las flotas de estos dos imperios antes enemigos. Hoy fue feriado en el archipiélago y hubo desfiles.
Clarín
Las banderas de dos ex enemigos./GOBIERNO DE LAS ISLAS
Natasha Niebieskikwiat
Las banderas de Alemania y Gran Bretaña flamearon hoy juntas en las Malvinas para conmemorar los cien años de la llamada "Batalla de las Falklands/Malvinas", en la que se enfrentaron las flotas navales de estos dos viejos enemigos. Fue en los inicios de la Primera Guerra Mundial.
Hoy, como todos los años, fue feriado en el archipiélago. Pero el pueblo se volcó a la Bahía de la capital, donde hubo un servicio religioso y un desfile militar frente al monumento levantado en 1926/1927. Aviones de la Fuerza Aérea Real sobrevolaron este territorio de ultramar reclamado por Argentina desde la ocupación de 1833 y buques de la Armada del Reino Unido estuvieron apostados frente a las costas de Stanley.
La construcción del monumento tiene una curiosa historia porque implicó una larga y acolarada polémica entre el gobierno colonial, los lugareños que pedían que los materiales fueran locales y la entonces todopoderosa Falkland Island Company.
Hoy, según informó el gobierno kelper, familiares de los comandantes de Gran Bretaña como Alemania descubrieron un nuevo memorial de piedra levantado al lado del viejo monumento, en memoria de la Batalla de las Malvinas como de la de Coronel. Los isleños volcaron sus fotos a las redes sociales.
El 8 de diciembre de 1914 Gran Bretaña le asestó un golpe mortal a los alemanes con el hundimiento de dos cruceros acorazados, y dos cruceros ligeros. El imperio alemán perdió 1.870 hombres, entre ellos el vicealmirante Maximiliam Von Spee, y sus dos hijos. A Von Spee lo homenajearon poniendo su nombre en un poderoso acorazado alemán que se hundiría en las costas del Río de la Plata, frente a Montevideo, pero ya en la Segunda Guerra Mundial.
La batalla del 8 de diciembre de 1914 había comenzado cerca de las 9 de la mañana, en un día que los libros recuerdan radiante y con máxima visibilidad. Con ese victoria el imperio británico vengó su estrepitosa derrota del 1 de noviembre, frente a las costas de Chile en la llamada Batalla de Coronel. Gran Bretaña sufrió 1570 bajas y perdió dos buques de guerra a manos de la flota imperial alemana que guiaba Von Spee. Fue la primera derrota de la poderosa armada británica en más de un siglo.
jueves, 18 de diciembre de 2014
La batalla de cruceros acorazados en Malvinas
La otra batalla de Malvinas
En un episodio de la Primera Guerra Mundial que aún se discute, la flota del imperio británico derrotó de una manera increíble a los alemanes comandados por Von Spee. Fue hace 100 años en las Islas Malvinas.
A pique. El Scharnhorst, comandado por Von Spee, se hunde en el Atlántico Sur (Museo Nacional marítimo, Londres).
lheredia's picture Por Luis Heredia0
Si alguna vez quedó en evidencia la importancia estratégica que el almirantazgo inglés les asignó a las Islas Malvinas en el siglo 19, y que determinó su ocupación a cañonazos en 1833 por el imperio británico, fueron los hechos que comenzaron a encadenarse 80 años después, a poco de iniciada la Primera Guerra Mundial en las lejanas aguas del Pacífico y el Atlántico Sur.
Estos acontecimientos bélicos culminaron el 8 de diciembre de 1914 con la Batalla de Malvinas, un lejano enfrentamiento naval que terminó con la victoria inglesa a partir del hundimiento de cuatro cruceros alemanes y que fue recordado días atrás en las islas, con banda y desfiles.
La Primera Guerra Mundial no se caracterizó por grandes batallas en los mares; más bien todo lo contrario. Tanto Inglaterra como Alemania disponían de flotas inmensas, dotadas de los buques más modernos y poderosos de la época (los acorazados monocalibre o dreadnoughts eran los más grandes y poderosos, seguidos por los cruceros de batalla), pero ambas escuadras sólo se vieron las caras en escasas oportunidades. Una de ellas fue en la indecisa batalla de Jutlandia, en el Mar del Norte.
En rigor, durante toda la guerra ambas flotas fueron mantenidas como entre algodones. Paradójicamente, los imponentes acorazados dreadnoughts orgullo de ambas armadas, eran un símbolo de poder naval demasiado caro como para ir a parar al fondo del mar por chocar contra una mina o recibir un torpedo, por lo que ingleses y alemanes decidieron mantenerlos en sus bases.
Durante la guerra, la flota inglesa tuvo una misión de bloqueo (que sumergió en el hambre al imperio del Kaiser) y la alemana, con sus buques de superficie fondeados, se dedicó a una implacable guerra submarina. Sin embargo, en los mares del sur, hubo desde un comienzo flotillas de superficie decididamente activas.
Los alemanes disponían de un grupo de naves no muy poderosas ni modernas en el Índico y el Pacífico, que a poco de iniciarse la guerra se dedicaron a realizar ataques corsarios para entorpecer el tráfico marítimo inglés, vital para los intereses económicos del imperio, y hostigar la circulación de los convoyes con tropas neozelandesas y australianas hacia Europa.
Luego, estas naves se reunieron en la isla de Pascua bajo las órdenes del almirante Maximilian Von Spee, comandante del Escuadrón de Cruceros de Asia Oriental.
Se conformó así una escuadra con los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau, y los cruceros ligeros Leipzig, Nürnberg y Dresden. Era una fuerza relativamente respetable.
A su vez, los ingleses disponían de una flota en Malvinas, cuyos buques (también veteranos) se dedicaron a patrullar la zona e interceptar cualquier barco que partiera hacia Europa llevando mercadería para las potencias centrales.
De hecho, una de esas naves, el crucero Glasgow, fue destinado a patrullar el Río de la Plata con misión de bloqueo selectivo y en mayo de 1915 capturó al velero argentino Pax (con destino a Estocolmo), aduciendo que era un buque alemán con matricula falsa y lo condujo hacia Malvinas en calidad de presa. Pero antes de abocarse a estas tareas, el Glagow pasó momentos decididamente más estresantes.
En cumplimiento de las órdenes recibidas, el marino inglés inició la travesía con los cruceros acorazados Good Hope y Monmouth, el crucero ligero Glasgow y el crucero auxiliar Otranto. En Malvinas quedó el vetusto acorazado Canopus, al que no se consideró apto para una acción de envergadura.
Cradock no estaba muy convencido de enfrentar a Von Spee porque se veía en inferioridad de condiciones, pero desde Londres le contestaron que “se arreglara con lo que tenía”. Los acontecimientos demostraron que su intuición era acertada.
El 1° de noviembre ambas escuadras se enfrentaron frente a la bahía chilena de Coronel (la batalla lleva ese nombre) y los principales cruceros ingleses, el Good Hope y el Monmouth se fueron a las profundidades del Pacífico, con 1.654 marinos a bordo, entre ellos el intuitivo sir Cradock. Los cruceros Otranto y Glasgow lograron escapar de la paliza y volver a puerto.
La derrota pegó duro en el Almirantazgo. En 200 años la marina inglesa no había sufrido una derrota semejante, por lo que de inmediato se dispuso la partida de modernos cruceros acorazados hacia el Atlántico Sur al mando del vicealmirante Doveton Sturdee (el que le había negado refuerzos a Cradock) para encabezar la venganza y recomponer el poder y el dañado prestigio naval inglés en los mares de la región. La batalla de Malvinas comenzaba a gestarse.
Esta demora permitió la llegada a las islas de una poderosa escuadra compuesta por los cruceros de batalla Princess Royal, Inflexible e Invincible, los cruceros acorazados Kent, Carnavon y Cornwall, y el crucero ligero Bristol.
Todo este enjambre de modernas naves con marinos sedientos de venganza se unieron en Puerto Stanley al sobreviviente Glasgow y al vetusto acorazado Canopus de la dotación original de las islas.
Von Spee tenía planeado no sólo destruir las instalaciones militares inglesas, sino también desembarcar tropas que tomaran el asentamiento (seguramente por poco tiempo). Sin embargo recién cruzó el Cabo de Hornos el 25 de noviembre.
Ya en el aguas del Atlántico Sur se dio una situación increíble. El almirante alemán no sabía que había una flota varias veces superior a la suya en Malvinas y los ingleses no tenían la menor idea de que Von Spee avanzaba hacia el archipiélago con las peores intenciones.
Los británicos acababan de llegar a las islas y los planes del vicealmirante Sturee eran cruzar el Cabo de Hornos e ir en busca de la escuadra alemana en el Pacífico. Es decir que por cuestión de días unos y otros no se cruzaron en las aguas del Estrecho de Magallanes.
Lo que siguió también es materia de discusión hasta el día de hoy. Inesperadamente los buques alemanes aparecieron en Puerto Stanley a primera hora de la mañana del 8 de diciembre.
Von Spee adelantó con sus buques más poderosos a los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau, dispuesto a bombardear un puerto indefenso y a desembarcar tropas, pero se encontró con una flota anclada.
Lo que no sabía es que la mayoría de esos buques estaban repostando, y que no estaban en condiciones de combatir, y que sólo el viejo Canopus y el Kent tenían las calderas encendidas. Era una oportunidad única de dar un golpe memorable. Los ingleses entraron en pánico, pero Von Spee dio la orden de “rehusar el combate”, volver a mar abierto y escapar. Dos horas tardó la escuadra de Sturee en salir al mar e iniciar una persecución que terminó en desastre para los alemanes.
Los buques ingleses, más rápidos y poderosos, fueron alcanzando y hundiendo uno a uno a los lentos barcos de Von Spee.
Primero fue cazado el Scharnhorst con el almirante a bordo, y se fue a pique con toda la tripulación. Le siguió el Gneisenau, con el hijo del comandante, Heinrich Von Spee, a bordo, y posteriormente los cruceros ligeros Nürnberg, con el otro de hijo de Von Spee (Otto) entre los tripulantes, y Leipzig, hundido con mucha saña. Sólo logró escapar el Dresden, gracias a la velocidad que le imprimían sus turbinas Parsons.
Los alemanes perdieron 1.871 hombres en la batalla, y si bien no fue para nada decisiva para el curso de la guerra, al Reino Unido le sirvió para recomponer el prestigio de su Armada.
En cuanto al almirante Graf (conde) Von Spee, su nombre volvió a recorrer los mares de la región con la forma del acorazado alemán que fue hundido en el Río de la Plata por naves inglesas en la Segunda Guerra Mundial, ratificando que su destino y el de buena parte de su familia, era el de descansar en las frías aguas del Atlántico Sur.
La Voz del Interior
En un episodio de la Primera Guerra Mundial que aún se discute, la flota del imperio británico derrotó de una manera increíble a los alemanes comandados por Von Spee. Fue hace 100 años en las Islas Malvinas.
A pique. El Scharnhorst, comandado por Von Spee, se hunde en el Atlántico Sur (Museo Nacional marítimo, Londres).
lheredia's picture Por Luis Heredia0
Si alguna vez quedó en evidencia la importancia estratégica que el almirantazgo inglés les asignó a las Islas Malvinas en el siglo 19, y que determinó su ocupación a cañonazos en 1833 por el imperio británico, fueron los hechos que comenzaron a encadenarse 80 años después, a poco de iniciada la Primera Guerra Mundial en las lejanas aguas del Pacífico y el Atlántico Sur.
Estos acontecimientos bélicos culminaron el 8 de diciembre de 1914 con la Batalla de Malvinas, un lejano enfrentamiento naval que terminó con la victoria inglesa a partir del hundimiento de cuatro cruceros alemanes y que fue recordado días atrás en las islas, con banda y desfiles.
La Primera Guerra Mundial no se caracterizó por grandes batallas en los mares; más bien todo lo contrario. Tanto Inglaterra como Alemania disponían de flotas inmensas, dotadas de los buques más modernos y poderosos de la época (los acorazados monocalibre o dreadnoughts eran los más grandes y poderosos, seguidos por los cruceros de batalla), pero ambas escuadras sólo se vieron las caras en escasas oportunidades. Una de ellas fue en la indecisa batalla de Jutlandia, en el Mar del Norte.
En rigor, durante toda la guerra ambas flotas fueron mantenidas como entre algodones. Paradójicamente, los imponentes acorazados dreadnoughts orgullo de ambas armadas, eran un símbolo de poder naval demasiado caro como para ir a parar al fondo del mar por chocar contra una mina o recibir un torpedo, por lo que ingleses y alemanes decidieron mantenerlos en sus bases.
Durante la guerra, la flota inglesa tuvo una misión de bloqueo (que sumergió en el hambre al imperio del Kaiser) y la alemana, con sus buques de superficie fondeados, se dedicó a una implacable guerra submarina. Sin embargo, en los mares del sur, hubo desde un comienzo flotillas de superficie decididamente activas.
Los alemanes disponían de un grupo de naves no muy poderosas ni modernas en el Índico y el Pacífico, que a poco de iniciarse la guerra se dedicaron a realizar ataques corsarios para entorpecer el tráfico marítimo inglés, vital para los intereses económicos del imperio, y hostigar la circulación de los convoyes con tropas neozelandesas y australianas hacia Europa.
Luego, estas naves se reunieron en la isla de Pascua bajo las órdenes del almirante Maximilian Von Spee, comandante del Escuadrón de Cruceros de Asia Oriental.
Se conformó así una escuadra con los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau, y los cruceros ligeros Leipzig, Nürnberg y Dresden. Era una fuerza relativamente respetable.
A su vez, los ingleses disponían de una flota en Malvinas, cuyos buques (también veteranos) se dedicaron a patrullar la zona e interceptar cualquier barco que partiera hacia Europa llevando mercadería para las potencias centrales.
De hecho, una de esas naves, el crucero Glasgow, fue destinado a patrullar el Río de la Plata con misión de bloqueo selectivo y en mayo de 1915 capturó al velero argentino Pax (con destino a Estocolmo), aduciendo que era un buque alemán con matricula falsa y lo condujo hacia Malvinas en calidad de presa. Pero antes de abocarse a estas tareas, el Glagow pasó momentos decididamente más estresantes.
Llega Graf Von Spee
Los barcos de Von Spee llegaron a Valparaíso en octubre de 1914 y apenas anoticiado, el Almirantazgo ordenó al jefe de su flota en Malvinas, el contraalmirante sir Christopher Cradock, dirigirse hacia ese puerto chileno por el Cabo de Hornos para eliminar la molesta presencia alemana.En cumplimiento de las órdenes recibidas, el marino inglés inició la travesía con los cruceros acorazados Good Hope y Monmouth, el crucero ligero Glasgow y el crucero auxiliar Otranto. En Malvinas quedó el vetusto acorazado Canopus, al que no se consideró apto para una acción de envergadura.
Cradock no estaba muy convencido de enfrentar a Von Spee porque se veía en inferioridad de condiciones, pero desde Londres le contestaron que “se arreglara con lo que tenía”. Los acontecimientos demostraron que su intuición era acertada.
El 1° de noviembre ambas escuadras se enfrentaron frente a la bahía chilena de Coronel (la batalla lleva ese nombre) y los principales cruceros ingleses, el Good Hope y el Monmouth se fueron a las profundidades del Pacífico, con 1.654 marinos a bordo, entre ellos el intuitivo sir Cradock. Los cruceros Otranto y Glasgow lograron escapar de la paliza y volver a puerto.
La derrota pegó duro en el Almirantazgo. En 200 años la marina inglesa no había sufrido una derrota semejante, por lo que de inmediato se dispuso la partida de modernos cruceros acorazados hacia el Atlántico Sur al mando del vicealmirante Doveton Sturdee (el que le había negado refuerzos a Cradock) para encabezar la venganza y recomponer el poder y el dañado prestigio naval inglés en los mares de la región. La batalla de Malvinas comenzaba a gestarse.
La revancha
Lo que siguió en torno al comportamiento de Von Spee en las aguas del Pacífico después de la victoria es materia de controversia. Se discute por qué desperdició 18 días valiosos en puertos chilenos después de la victoria antes de cruzar el Cabo de Hornos y dirigirse a Malvinas y completar su faena sobre los restos de la escuadra del malogrado Cradock.Esta demora permitió la llegada a las islas de una poderosa escuadra compuesta por los cruceros de batalla Princess Royal, Inflexible e Invincible, los cruceros acorazados Kent, Carnavon y Cornwall, y el crucero ligero Bristol.
Todo este enjambre de modernas naves con marinos sedientos de venganza se unieron en Puerto Stanley al sobreviviente Glasgow y al vetusto acorazado Canopus de la dotación original de las islas.
Von Spee tenía planeado no sólo destruir las instalaciones militares inglesas, sino también desembarcar tropas que tomaran el asentamiento (seguramente por poco tiempo). Sin embargo recién cruzó el Cabo de Hornos el 25 de noviembre.
Ya en el aguas del Atlántico Sur se dio una situación increíble. El almirante alemán no sabía que había una flota varias veces superior a la suya en Malvinas y los ingleses no tenían la menor idea de que Von Spee avanzaba hacia el archipiélago con las peores intenciones.
Los británicos acababan de llegar a las islas y los planes del vicealmirante Sturee eran cruzar el Cabo de Hornos e ir en busca de la escuadra alemana en el Pacífico. Es decir que por cuestión de días unos y otros no se cruzaron en las aguas del Estrecho de Magallanes.
Lo que siguió también es materia de discusión hasta el día de hoy. Inesperadamente los buques alemanes aparecieron en Puerto Stanley a primera hora de la mañana del 8 de diciembre.
Von Spee adelantó con sus buques más poderosos a los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau, dispuesto a bombardear un puerto indefenso y a desembarcar tropas, pero se encontró con una flota anclada.
Lo que no sabía es que la mayoría de esos buques estaban repostando, y que no estaban en condiciones de combatir, y que sólo el viejo Canopus y el Kent tenían las calderas encendidas. Era una oportunidad única de dar un golpe memorable. Los ingleses entraron en pánico, pero Von Spee dio la orden de “rehusar el combate”, volver a mar abierto y escapar. Dos horas tardó la escuadra de Sturee en salir al mar e iniciar una persecución que terminó en desastre para los alemanes.
Los buques ingleses, más rápidos y poderosos, fueron alcanzando y hundiendo uno a uno a los lentos barcos de Von Spee.
Primero fue cazado el Scharnhorst con el almirante a bordo, y se fue a pique con toda la tripulación. Le siguió el Gneisenau, con el hijo del comandante, Heinrich Von Spee, a bordo, y posteriormente los cruceros ligeros Nürnberg, con el otro de hijo de Von Spee (Otto) entre los tripulantes, y Leipzig, hundido con mucha saña. Sólo logró escapar el Dresden, gracias a la velocidad que le imprimían sus turbinas Parsons.
Los alemanes perdieron 1.871 hombres en la batalla, y si bien no fue para nada decisiva para el curso de la guerra, al Reino Unido le sirvió para recomponer el prestigio de su Armada.
En cuanto al almirante Graf (conde) Von Spee, su nombre volvió a recorrer los mares de la región con la forma del acorazado alemán que fue hundido en el Río de la Plata por naves inglesas en la Segunda Guerra Mundial, ratificando que su destino y el de buena parte de su familia, era el de descansar en las frías aguas del Atlántico Sur.
La Voz del Interior
martes, 15 de julio de 2014
Malvinas y su batalla naval allá por 1914
La batalla de Malvinas en 1914
En los tiempos de navegación a carbón, los barcos tenían poca autonomía. Debían “carbonear” con frecuencia. Eso hizo del archipiélago un asunto estratégico para la Royal Navy entre 1850 y 1920: las Malvinas eran el puerto perfecto para repostar combustible, agua, víveres, y además habían adquirido una pequeña pero muy capacitada mano de obra en materia de reparación de naves. Port Stanley, como se rebautizó a la capital insular, era el único astillero posible en esta parte del planeta.
Si a eso se le suman decenas de buenos puertos naturales y la posibilidad de cerrar desde allí el tránsito interoceánico a cualquier enemigo, se entiende el interés de Su Graciosa Majestad por quedarse en la zona, cuando ya las focas peleteras y las ballenas se habían prácticamente extinguido.
Tampoco era por la lana que la Union Jack seguía flameando en las Malvinas, pese a la amarga ira que eso despertaba en la Argentina. El enojo criollo no era un dato menor para Whitehall: finalizadas las guerras civiles, hacia 1880 la economía argentina se perfilaba como la quinta más importante del mundo, y el país como LA subpotencia regional.
La demostración “de tapa de libro” de por qué de todos modos convenía irritar a los argentinos y quedarse en las Malvinas los ingleses la dieron al mundo a comienzos de la 1ra Guerra Mundial. A fines de 1914, la escuadra Alemana de Asia Oriental, comandada por el almirante conde Von Spee, venía escapando de la Royal Navy y la Armada Imperial Japonesa. Bajaba a todo vapor a lo largo de la costa chilena, con la intención pasar al Atlántico por el Cabo de Hornos y refugiarse en Alemania.
El 1 de noviembre, el contraalmirante Sir Christopher Cradock trató con coraje suicida y/o estúpido de interceptar la escuadra alemana con fuerzas muy inferiores en cantidad y calidad. Eso sucedió frente a la isla chilena de Coronel, y significó la primera derrota naval inglesa en más de un siglo, con el hundimiento de 2 cruceros y la muerte de 1570 de sus tripulantes. Los alemanes sólo tuvieron 3 heridos, un resultado increíblemente asimétrico.
Von Spee, recibido en triunfo como héroe por la población alemana cuando recaló en Santiago de Chile, no se hacía ilusiones sobre sus posibilidades de escapar de la venganza inglesa. Aceptó una ofrenda floral de las señoritas alemanas de Santiago con la ácida frase de que servirían para adornar su tumba.
No se equivocó.
Spee fue totalmente engañado por la inteligencia naval inglesa, cuyos criptógrafos en la luego famosa “room 40” habían descifrado los códigos de señales de la Kaiserliche Marine. Con una comunicación naval fácil de decodificar y de apariencia incompleta, los espías británicos convencieron al contraalmirante de que las Malvinas- carecían de protección, y que la única fuerza naval inglesa realmente de cuidado estaba muy al Norte, frente al Río de la Plata.
Audazmente, Spee ingresó al Atlántico por el cabo de Hornos, pero contra la opinión de sus oficiales, en lugar de escaparse sin dilación hacia Alemania se propuso antes atacar Port Stanley, y no para acopiar carbón (que en realidad le sobraba), sino quizás con la idea de destruir la única estación de reabastecimiento bajo bandera inglesa de la Royal Navy en el Cono Sur. Habría sido todo un saludo a su Majestad: “Bien, el Pacífico es de Uds., pero el Atlántico Sur ahora no es de nadie”.
El alemán atacó con una flota ya algo escasa de municiones. Y navegando a todo vapor en línea de batalla y con Port Stanley ya a la vista, se encontró de pronto, más allá de todo escape posible, con una fuerza muy superior a la suya, que lo esperaba en el puerto lista para zarpar. Súbitamente los alemanes quedaron bajo el fuego del Canopus, un vetusto acorazado inglés sin casi capacidad motriz, pero con grandes cañones de 300 mm. perfectamente funcionales. El Canopus había sido deliberadamente varado en una posición invisible para la flota atacante. Sorprendido totalmente, Spee ordenó un escape inmediato, pero los barcos ingleses ya estaban saliendo de puerto uno tras otro, y eran más en número, en velocidad y en potencia de fuego.
La persecución de la flota alemana duró desde las 10;00 de la mañana hasta las 21:23, ya anocheciendo, cuando la octava nave alemana de aquel día destinada a irse al fondo fue acorralada y despachada. En aquella emboscada perfecta, las pérdidas nuevamente fueron desproporcionadas: 1871 alemanes murieron y 217 fueron salvados y hechos prisioneros, frente a sólo 10 británicos caídos. Inglaterra no perdió ningún barco.
El contraalmirante Graf von Spee y sus dos hijos murieron aquel día.
La Royal Navy, a partir de ese momento y hasta la batalla de Jutlandia, el 31 de mayo de 1916, reinó sobre el Atlántico y se pudo concentrar con éxito en bloquear las líneas de suministro y estrangular a Alemania de suministros vitales (combustibles y comida), lo que a su vez desató el hambre y la rebelión social que finalmente determinaron la rendición de las Potencias Centrales en 1918.
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Para más información sobre ‘Aquella guerrita olvidada’ y su autor, Daniel Arias: www.guid-publicaciones.com
En los tiempos de navegación a carbón, los barcos tenían poca autonomía. Debían “carbonear” con frecuencia. Eso hizo del archipiélago un asunto estratégico para la Royal Navy entre 1850 y 1920: las Malvinas eran el puerto perfecto para repostar combustible, agua, víveres, y además habían adquirido una pequeña pero muy capacitada mano de obra en materia de reparación de naves. Port Stanley, como se rebautizó a la capital insular, era el único astillero posible en esta parte del planeta.
Si a eso se le suman decenas de buenos puertos naturales y la posibilidad de cerrar desde allí el tránsito interoceánico a cualquier enemigo, se entiende el interés de Su Graciosa Majestad por quedarse en la zona, cuando ya las focas peleteras y las ballenas se habían prácticamente extinguido.
Tampoco era por la lana que la Union Jack seguía flameando en las Malvinas, pese a la amarga ira que eso despertaba en la Argentina. El enojo criollo no era un dato menor para Whitehall: finalizadas las guerras civiles, hacia 1880 la economía argentina se perfilaba como la quinta más importante del mundo, y el país como LA subpotencia regional.
La demostración “de tapa de libro” de por qué de todos modos convenía irritar a los argentinos y quedarse en las Malvinas los ingleses la dieron al mundo a comienzos de la 1ra Guerra Mundial. A fines de 1914, la escuadra Alemana de Asia Oriental, comandada por el almirante conde Von Spee, venía escapando de la Royal Navy y la Armada Imperial Japonesa. Bajaba a todo vapor a lo largo de la costa chilena, con la intención pasar al Atlántico por el Cabo de Hornos y refugiarse en Alemania.
El 1 de noviembre, el contraalmirante Sir Christopher Cradock trató con coraje suicida y/o estúpido de interceptar la escuadra alemana con fuerzas muy inferiores en cantidad y calidad. Eso sucedió frente a la isla chilena de Coronel, y significó la primera derrota naval inglesa en más de un siglo, con el hundimiento de 2 cruceros y la muerte de 1570 de sus tripulantes. Los alemanes sólo tuvieron 3 heridos, un resultado increíblemente asimétrico.
Von Spee, recibido en triunfo como héroe por la población alemana cuando recaló en Santiago de Chile, no se hacía ilusiones sobre sus posibilidades de escapar de la venganza inglesa. Aceptó una ofrenda floral de las señoritas alemanas de Santiago con la ácida frase de que servirían para adornar su tumba.
No se equivocó.
Spee fue totalmente engañado por la inteligencia naval inglesa, cuyos criptógrafos en la luego famosa “room 40” habían descifrado los códigos de señales de la Kaiserliche Marine. Con una comunicación naval fácil de decodificar y de apariencia incompleta, los espías británicos convencieron al contraalmirante de que las Malvinas- carecían de protección, y que la única fuerza naval inglesa realmente de cuidado estaba muy al Norte, frente al Río de la Plata.
Audazmente, Spee ingresó al Atlántico por el cabo de Hornos, pero contra la opinión de sus oficiales, en lugar de escaparse sin dilación hacia Alemania se propuso antes atacar Port Stanley, y no para acopiar carbón (que en realidad le sobraba), sino quizás con la idea de destruir la única estación de reabastecimiento bajo bandera inglesa de la Royal Navy en el Cono Sur. Habría sido todo un saludo a su Majestad: “Bien, el Pacífico es de Uds., pero el Atlántico Sur ahora no es de nadie”.
El alemán atacó con una flota ya algo escasa de municiones. Y navegando a todo vapor en línea de batalla y con Port Stanley ya a la vista, se encontró de pronto, más allá de todo escape posible, con una fuerza muy superior a la suya, que lo esperaba en el puerto lista para zarpar. Súbitamente los alemanes quedaron bajo el fuego del Canopus, un vetusto acorazado inglés sin casi capacidad motriz, pero con grandes cañones de 300 mm. perfectamente funcionales. El Canopus había sido deliberadamente varado en una posición invisible para la flota atacante. Sorprendido totalmente, Spee ordenó un escape inmediato, pero los barcos ingleses ya estaban saliendo de puerto uno tras otro, y eran más en número, en velocidad y en potencia de fuego.
La persecución de la flota alemana duró desde las 10;00 de la mañana hasta las 21:23, ya anocheciendo, cuando la octava nave alemana de aquel día destinada a irse al fondo fue acorralada y despachada. En aquella emboscada perfecta, las pérdidas nuevamente fueron desproporcionadas: 1871 alemanes murieron y 217 fueron salvados y hechos prisioneros, frente a sólo 10 británicos caídos. Inglaterra no perdió ningún barco.
El contraalmirante Graf von Spee y sus dos hijos murieron aquel día.
La Royal Navy, a partir de ese momento y hasta la batalla de Jutlandia, el 31 de mayo de 1916, reinó sobre el Atlántico y se pudo concentrar con éxito en bloquear las líneas de suministro y estrangular a Alemania de suministros vitales (combustibles y comida), lo que a su vez desató el hambre y la rebelión social que finalmente determinaron la rendición de las Potencias Centrales en 1918.
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