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viernes, 15 de noviembre de 2024

Desmalvinización: La hijaputez de la justicia argentina

Malvinas: luchar conta la mentira


Seguir invocando la figura de delito de lesa humanidad es sumarse a una peligrosa moda adoptada de manera irresponsable para defender lo indefendible



La Nación





Un veterano de Malvinas ondea la bandera argentina en el cementerio de Darwin, donde yacen más de 200 soldados
FELIPE TRUEBA - EFE

La banalidad del mal” fue la frase acuñada por Hannah Arendt en su libro Eichman en Jerusalén donde aborda el juicio al genocida y ahonda en su personalidad, destacando la ausencia de rasgos criminales o antisemitas en el condenado y atribuyéndole su accionar al deseo de ascenso de un simple burócrata. Bien podría aplicarse dicha expresión a la insistencia de algunos fiscales del fuero federal que continúan peticionando la calificación de lesa humanidad para hechos de supuesto maltrato a conscriptos en la guerra de Malvinas.

El fiscal de Río Grande, Marcelo Rapoport, pidió la detención de 10 militares por supuestos hechos registrados en 1982. Afirma que “las torturas en Malvinas fueron una práctica generalizada a la que fueron sometidos los conscriptos”.

La gran mayoría de los casos denunciados que se pretende encuadrar dentro de esta categoría involucran inmovilización y “estaqueamientos” –o “calabozo de campaña”– del subalterno ante actos de grave indisciplina, insubordinación, robos o de cobardía, como modalidad del arresto o sujeción ante la inexistencia en el terreno de un establecimiento donde mantener prisionero al infractor.

Los denunciantes y el fiscal invocan esa calificación con el indisimulable propósito de burlar la prescripción de hechos supuestamente acaecidos hace más de 40 años, garantía que no opera para los delitos definidos en el Estatuto de Roma como de “lesa humanidad”. La prescripción es una institución nacida del Derecho Romano hace más de 20 siglos que impide accionar judicialmente cuando hubiere transcurrido un determinado lapso fijado por las leyes. Actúa para dotar de orden y celeridad a los procesos judiciales y como garantía individual ante persecuciones injustas o irrazonables. Las primeras denuncias sobre maltrato en Malvinas se radicaron 25 años después de los hechos, cuando ya había operado la prescripción, violando también la garantía que asiste a los acusados de ser juzgados en plazo razonable.

Los primeros juicios por crímenes de lesa humanidad se celebraron en 2006 tras la reapertura de las causas ligadas a delitos cometidos por agentes estatales en la lucha armada de los 70. Estos fallos contra militares y fuerzas de seguridad dieron lugar al fabuloso negociado de millonarias indemnizaciones repartidas por el gobierno a cualquier persona que alegara haber sido víctima de brutalidad policial o militar antes o durante la última dictadura militar, en muchos casos sin probanzas y en otros en juicios amañados que se prolongan aún en el presente, como el denominado “Subzona III” iniciado días atrás en Mar del Plata.

Agrupados en organizaciones de excombatientes, apoyadas por el gobierno kirchnerista, y acompañados por las tan ideologizadas como cuestionadas organizaciones de derechos humanos argentinas, con su carga de odio y venganza hacia las Fuerzas Armadas, los reclamantes sostienen que los hechos constituyeron una continuidad de los métodos ilegales con que las FF.AA. reprimieron el terrorismo guerrillero. La descabellada afirmación parte de considerarlas una organización delictiva, una cuestión que ya abordamos en otras columnas editoriales al mencionar que la Corte Suprema de Justicia había determinado la improcedencia de la apertura de una causa penal por hechos de hace cuatro décadas.

Entre las sustanciales diferencias que vuelven inadmisibles, por absurdos, esos argumentos. la más notoria es que en los casos hoy planteados falta la clandestinidad. A diferencia de los métodos por los que fueron condenados los comandantes del Proceso, los arrestos en Malvinas obedecieron a órdenes emanadas de superiores perfectamente identificados y, en todos los casos, fueron la respuesta ante actos de indisciplina o delitos cometidos por subalternos, contemplados en los reglamentos militares y agravados por haber ocurrido en un escenario de guerra.

Seguir invocando la figura de delito de lesa humanidad es sumarse a una peligrosa moda adoptada irresponsablemente por distintos agentes para defender una tan perversa como redituable matriz. El artículo 7° del Estatuto de Roma establece claramente que para que el homicidio, la tortura o una privación ilegal de la libertad pueda ser considerada delito de lesa humanidad debe haber sido cometida “como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque”. Las supuestas víctimas de los hechos bajo investigación denunciados en Malvinas no eran “población civil”, sino ciudadanos sujetos normativamente al estado militar en tiempos de guerra.

Hannah Arendt usaría la frase del comienzo para destacar los procederes de quien seguía órdenes y daba instrucciones sin reflexionar sobre sus consecuencias. En esta banalidad ha caído el representante del Ministerio Público Fiscal, que insiste en su ilegal postura hacia oficiales y suboficiales de las FF.AA. combatientes en las islas, postura que fue acompañada en su momento por las secretarías de Derechos Humanos nacional y de la provincia de Buenos Aires.

Es de esperar que el procurador general de la Nación y las máximas autoridades de ambas secretarías de Estado instruyan a sus subordinados para que cesen en este peligroso extravío lógico, ideológico y jurídico, detrás del cual se esconden nefastas intenciones que nada tienen que ver con el ideal de justicia y, mucho menos, con el Derecho que nos rige.


lunes, 4 de abril de 2022

La desmalvinización en Argentina

 Operación desmalvinización: pedir perdón por recuperar lo propio y deconstruir al héroe

Malvinas no es sólo un hecho del pasado. El conflicto por la soberanía perdura, y la batalla cultural también. Londres lo sabe

Evocar Malvinas y la gesta de su recuperación el 2 de abril de 1982 no significa referirse sólo a un hecho del pasado. El operativo militar y las acciones bélicas cesaron el 14 de junio de aquel año, pero el conflicto por la soberanía, y la guerra en un sentido amplio, continúan.

El gobierno británico, presidido entonces por Margaret Thatcher, lo entendió rápidamente y esa es la razón por la cual el mismo día del cese al fuego en Puerto Argentino comenzó a desplegar una forma distinta de guerra para la cual ya no serían necesarias las naves, aviones, soldados y mercenarios extranjeros a su servicio.

Comenzaba la desmalvinización, es decir, lograr que la versión oficial del Foreign Office sobre la cuestión Malvinas fuera adoptada y repetida hasta el hartazgo por la mayor cantidad de argentinos que fuera posible reclutar para la faena. Si hubo una Task Force (Fuerza de Tareas) con objetivos militares enviada desde Inglaterra a un costo elevadísimo, tanto humano como presupuestario, debía luego entrar en operaciones una Task Force que tuviera a los propios argentinos como mano de obra. Porción minoritaria entre nosotros, compuesta por los sucesores ideológicos de aquellos criollos anglófilos de 1806 y 1807, pero dotada de resortes de poder que le otorgan una visibilidad desproporcionada.

Multiplicación de encuentros amistosos y entusiastas del ex embajador británico en la Argentina, Mark Kent, con políticos locales

Por desmalvinización entendemos la aceptación a-crítica y sumisa, por una parte minoritaria de los argentinos, de la versión oficial británica sobre el sentido del 2 de abril de 1982. En el ámbito cultural, entendido como toda producción formadora de sentido social respecto de un hecho, empezó con producciones cinematográficas como la película Los Chicos de la Guerra de mediados de la década de 1980. Y continuó en el ámbito mediático con contertulios y opinólogos de turno repitiendo una fraseología sin hondura analítica, sin rigor probatorio y huérfana de un marco histórico de referencia que permitiera entender adecuadamente los hechos.

Según Inglaterra, Malvinas habría sido una anomalía en la relación tradicional entre ambos países, un “manotazo” pergeñado por un militar borracho, a lo que desde el inicio se glosó una serie de razonamientos por el estilo que son parte de la verbosidad desmalvinizadora. Pero la historia nos enseña otra realidad bien distinta. El pueblo argentino, no sus circunstanciales autoridades, humilló a los británicos en las calles de Buenos Aires en 1806 y 1807. Algo impensable para las tropas de Su Majestad Británica.

La rendición de Beresford ante Liniers, el 27 de junio de 1807

Por si fuera poco, tras un largo bloqueo entre 1845 y 1850, los ingleses debieron marcharse no sin antes reconocer en el papel la soberanía argentina sobre los ríos interiores de la Confederación. Incluso un hombre de la Generación de 1880, Julio A. Roca, desalojó a los pobladores británicos que se habían establecido en lo que hoy es Ushuaia, garantizando de ese modo la presencia argentina en el extremo Sur continental; a lo que debe sumarse que durante su segundo gobierno impulsó la instalación de bases argentinas en la Antártida. No debe olvidarse que la cuestión de la soberanía sobre las islas no se reduce al archipiélago austral, sino a toda una porción marítima rica en recursos, y al sector antártico. En suma, para los gobiernos británicos, demasiado acostumbrados a que el mundo marchara según sus dictados, resultaba inadmisible que en este remoto rincón del planeta hubiera un pueblo que recurrentemente le hiciera semejantes desplantes.

Por eso el 2 de abril la inmensa mayoría de los argentinos saludaron la recuperación de una porción de territorio que por derecho nos pertenece. Y el pueblo distinguía muy bien la gesta de recuperación -con todo su significado- de los que circunstancialmente detentaban el poder. Una enorme pancarta en Plaza de Mayo con la inscripción “Malvinas sí, Proceso no” así lo atestiguaba. Tampoco el pueblo argentino en su mayoría creía, a diferencia de cierta intelectualidad despistada, que a la primera ministro británica Margaret Thatcher le interesara que recuperáramos la democracia.

"Malvinas sí, Proceso no": los manifestantes distinguían la gesta de recuperación de quienes circunstancialmente detentaban el poder

Malvinas, por otro lado, permitió a los argentinos volver la mirada a esa inmensidad cultural que era la comunidad de pueblos hispanoamericanos, a la que se nos había enseñado a desdeñar o, en el mejor de los casos, a ignorar. Las embajadas y consulados nacionales en Perú, Venezuela, México, Bolivia, entre otros sitios, fueron testigos del ofrecimiento de miles de jóvenes como voluntarios para luchar al lado de nuestros soldados en una gesta que adquiría contornos continentales.

Como señala la investigadora María Sofía Vassallo (Observatorio Malvinas, UNLa) “la actualización de la tradición histórica en la acción popular es la que convierte la mezquina maniobra de un dictador en una misión colectiva anticolonial, con gran potencial movilizador; Inglaterra lo sabe desde el primer momento.”

Por ese motivo, Londres comprendió que no podía cruzarse de brazos a la espera de que los argentinos hiciéramos, y enseñáramos a las nuevas generaciones, nuestra propia versión sobre lo sucedido en 1982.

El hundimiento del Sheffield

Tras largas décadas de discurso cuasi-oficial, y a veces hasta oficial, por el que según sus voceros deberíamos hasta pedir perdón por haber recuperado lo que nos pertenece, asistimos últimamente al vergonzoso espectáculo de ver atacada la figura misma de los héroes que dieron su vida por la Patria.

Según el sofisma, si no hubo gesta del pueblo argentino, entonces no hubo héroes, sino pobres chicos engañados y manipulados, mandados a una muerte sin sentido. Dado el sentido profundamente evocativo, e imitativo que suscita la figura del héroe de Malvinas, se impone su “deconstrucción”, es decir, eliminarlo de la memoria popular y rebajarlo a la categoría de víctima. Un guion elaborado en Londres. Como señala Vassallo, “el modelo de las víctimas, despoja a los combatientes de protagonismo, y los cristaliza en la minoría de edad. Este modelo de víctimas apunta a destruir el concepto de héroes.”

Quienes niegan carácter de héroes a los soldados que ofrendaron sus vidas por un ideal trascendente son los mismos a los que parecen no incomodarles las numerosas muertes de nuestros jóvenes de hoy en día. No se los ve rasgándose las vestiduras por los jóvenes que mueren por la inseguridad, o por consumo de drogas o por grescas callejeras fruto del consumo desmedido de alcohol y otras sustancias. Mucho menos se interesan por la suerte de las jóvenes vidas arrancadas cotidianamente por el narcotráfico, siendo los “soldaditos” que custodian los búnker de venta de estupefacientes peones intercambiables por quienes lucran con ese nefasto negocio. El narcotráfico ejecuta un verdadero genocidio silencioso de nuestra juventud ante la total indiferencia de la llamada clase dirigente.

Tejiendo para los soldados de Malvinas

Es para meditar profundamente el aborrecimiento visceral que esos sectores -intelectuales, académicos, mediáticos y políticos- exhiben por aquellos soldados de la Patria que dieron su vida por valores superiores y trascendentes. Y al mismo tiempo su silencio e indiferencia ante tanta muerte de jóvenes, realidad que hoy mismo campea a sus anchas. A no engañarse. Lo que no toleran, porque les resulta incomprensible, es que hubiera en nuestra historia reciente miles de jóvenes capaces de anteponer valores espirituales, de trascendencia y de sentido profundo de la vida, a los valores materiales. Su memoria es el faro testigo de que ningún joven está condenado a vegetar en un cuadro desconsolador de hedonismo consumista, sino que todos son capaces de darle sentido profundo a la existencia.

sábado, 10 de abril de 2021

PGH: Discurso desmalvinizador el 2 de abril en Monte Caseros

Discurso de un cobarde en el día de Malvinas en Monte Caseros




El 31 de marzo en la localidad de Monte Caseros, Corrientes, sede del cuartel del Regimiento de Infantería 4, unidad que se cubrió de gloria en la Batalla del Cerro “Dos Hermanas”, librada entre los días 11 y 12 de junio del año 1982, sucedió un hecho de una gravedad institucional inusitada, tan difícil de entender, como de explicar.
En esa oportunidad, al conmemorarse el 39° aniversario de la Recuperación de nuestras Islas Malvinas, y el Día del Veterano de Guerra, se llevó a cabo una ceremonia en la que estaban presentes el gobernador de la Provincia de Corrientes, el Intendente Municipal de Monte Caseros, el Comandante de la 1ra División de Ejército, veteranos de Malvinas, vecinos de la ciudad e invitados especiales.
Por alguna razón que no alcanzo a comprender, hizo uso de la palabra el presidente del centro de veteranos "Avá Ñaró", Carlos Enriori, quien se despachó con un discurso desmalvinizador, plagado de mentiras, en el que denunció falsamente las vicisitudes que supuestamente debieron soportar los soldados que pelearon heroicamente en Malvinas. Por supuesto que hubo murmullos, insultos por parte de algunas personas del público, algunos empujones, pero la cosa no pasó de ahí y el atorrante desvergonzado terminó con su ristra de disparates.
El hecho en sí me pareció gravísimo, pero opté por no escribir sobre el tema, en primer lugar por vergüenza, y en segundo lugar, para no agrandar un hecho que no merece pasar del nivel de miserable. Y lo que me avergonzó no fue precisamente que las palabras de ese cobarde no tuvieran ni un poco de verosimilitud, sino la falta de reacción de las autoridades de mi Ejército.
Muchos interrogantes se me abrieron de inmediato. El primero es por qué, quien sea que haya sido el organizador del acto, eligió como orador precisamente a Enriori, quien como todos saben, fue un cobarde en la guerra y ahora se transformó en un militante rentado por la causa de la desmalvinización, los Derechos Humanos y la persecución sistemática a las Fuerzas Armadas. El segundo es cómo el Ejército Argentino y el Regimiento 4 de Infantería se permitieron dar marco formal a ese eventual ultraje.
O no sabían quién iba a hacer uso de la palabra y se prestaron a la violación sin anestesia, lo que es una soberana estupidez difícil de entender, o sí lo sabían y formaron igual, lo que sería aun mucho más grave.
Desde entonces me llegaron por Whatsapp muchos artículos de repudio de Centros de Veteranos, ex oficiales, suboficiales y soldados del Regimiento, compañeros de Enriori, que me parecieron importantes, pero insuficientes. Una vez más preferí guardar silencio para no hacer olas sobre un tema que mancha gratuita, falsa e innecesariamente el honor de la causa de Malvinas, de nuestros veteranos, de nuestro Ejército y de nuestros muertos gloriosos que no se merecían una afrenta semejante, y que no hace más que revolver una mentira que, de tanto revolverla, se mantiene en la superficie, y hay idiotas que la creen y sinvergüenzas que la reproducen.
Pero hoy me llegó esta nota escrita por el Jefe del Regimiento 4 de Infantería durante la guerra, general de brigada Diego Alejandro Soria, dirigida al Jefe del Estado Mayor General del Ejército, instancia que entiendo, debería haber tomado a esta altura, alguna carta en el asunto.
La gravedad del último párrafo de la nota del general Soria, que adjunto, y cuya lectura recomiendo, no deja ninguna duda y merece alguna respuesta.
Siempre digo que es muy fácil ser valiente con los atributos de los demás. Yo no estuve allí, ni sé qué hubiera hecho en esas circunstancias, ni sé cómo hubiera reaccionado ante la sorpresa. Pero si sé ahora lo que creo que debería haber hecho y lo que me hubiera encantado hacer.
Y eso hubiera sido, mandar:
¡Regimiento 4 de Infantería, Fir – mes! ¡Al hombro – Ar! ¡Derecha – dre! ¡Maestro de Banda, Marcha de Malvinas! Regimiento, Bandera y Banda, Mar!!!
Y se hubieran retirado desfilando marcialmente del lugar con la cabeza en alto, el honor intacto y en medio de los aplausos de la concurrencia. Porque el honor no se compra en ningún lado.
Jorge Tisi Baña

jueves, 27 de agosto de 2020

Gusano K usa la televisión para descalificar la causa Malvinas

Gustavo Sylvestre, sobre Malvinas: "Perdieron una guerra de forma cobarde"




El gusano K aclaró que su mensaje estaba dirigido a los "generales golpistas", porque hubo otros que lucharon "con mucha honorabilidad"

Por iProfesional



Gustavo Sylvestre se refirió a los dichos de Eduardo Duhalde, quien sostuvo que podría haber un golpe de Estado en la Argentina, y criticó a los "actores desestabilizantes" que hay en la sociedad, a los que categorizó como "profetas del caos".

En su editorial #NuncaMásEsNuncaMás el periodista analizó la situación actual e hizo una declaración al hablar sobre la guerra por las islas Malvinas que generó repudios en redes sociales: "Perdieron una guerra de forma cobarde".

"Hay sectores que no asumen que fueron derrotados y que han sido expulsados del poder por el voto popular y quieren seguir teniendo una voz de imposición. Quieren un gobierno débil, pero el gobierno de Alberto Fernández es todo lo contrario en este momento", comenzó el periodista de C5N, y añadió que "hay que denunciar y marcar a esos sectores de la sociedad".

"Parte de lo que dice Eduardo Duhalde es un análisis correcto porque, lamentablemente, América Latina no solamente se ha derechizado, sino que ha realizado golpes blandos como el que le hicieron a Dilma Russeff en Brasil", dijo al comparar esa situación con la Argentina. "Hoy se arrepienten de lo que hicieron, pero es tarde para lágrimas".

Entonces, enumeró: "Ecuador fue en el mismo sentido; en Bolivia el plan era asesinar a Evo Morales y lo sacaron del poder, pero no pudieron matarlo; y en Chile, el poder militar sostiene a Piñera, la sociedad chilena nunca se democratizó y añora al pinochetismo".

Según explicó Sylvestre en su monólogo, en la Argentina el escenario es distinto por el Nunca Más, que se dio "gracias al impulso de Raúl Alfonsín", aunque lanzó que "el radicalismo se ha agorilado" y lamentó que no se hayan expresado sobre las declaraciones del expresidente.

"Duhalde tiene un análisis correcto de lo que pasa en América latina, pero se equivoca cuando habla de la posibilidad de un golpe militar porque hoy no hay espacio y porque la mayoría de los argentinas van a salir a defender la institucionalidad", opinó entonces el periodista. Y, tras destacar las políticas gubernamentales, añadió: "Hay un deseo del periodismo de guerra y de algunos sectores de que haya estallidos y de que se produzca el caos".


Sylvestre criticó la acción de los jefes militares en la guerra por las islas Malvinas.

El rol de las fuerzas armadas


Luego de sostener que hay quienes "añoran la dictadura", celebró que las fuerzas armadas están "comprometidas con la democracia" y lamentan el hecho de "cargar con el mote de golpistas" durante décadas.

En ese momento, al referirse a la guerra por las islas Malvinas, disparó: "Encima perdieron una guerra en forma cobarde. Cuando tuvieron que ir a defender la Patria, que era su tarea, perdieron la guerra de forma cobarde. ¿Por qué? Se habían dedicado tanto a asaltar a las instituciones de la república, que, cuando tuvieron que demostrar en el campo, no supieron qué hacer".

Después, Gustavo Sylvestre aclaró que su mensaje estaba dirigido a los "generales golpistas", porque hubo otros que lucharon "con mucha honorabilidad". "Pido disculpas si los ofendí, pero me estaba refiriendo a los generales embriagados, no de poder sino de whisky, que mandaron a esa guerra, y a los generales, que se rindieron cobardemente. No (me refería) a los soldados heroicos que quedaron en Malvinas y que, como Martín Balza, combatieron heroicamente. Está claro que no me refería a ellos, además saben de mi respeto y mi amistad con Martín Balza".



En esta misma dirección se expresó luego en Twitter. "Soy clase 62. Estuve reincorporado por Malvinas. Para los que arman campañas en las redes. Y tratan de afectar la honorabilidad de las personas. Y defiendo la Causa Malvinas y la he seguido siempre. Y los seguiré acompañando".