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miércoles, 11 de enero de 2023

Cartas desde la trinchera

“Estamos esperando el ataque inglés”: las cartas enviadas desde Malvinas, en la voz del cabo que las escribió hace 40 años

Por medio de ellas, Adán Bejarano le avisó a su madre que estaba combatiendo en la guerra. En el segundo de sus texto, aquel joven de 20 años expuso la crueldad de la guerra y el asedio británico que sufrió su regimiento: “Se ve morir a muchos compañeros”

Adán Bejarano y la lectura de la segunda carta desde Malvinas: "Se ve morir a muchos compañeros"

Teresa (44) vestía con elegancia su tapado negro bajo el tibio sol de junio, pero en su rostro llevaba la angustia de largos meses sin saber de su hijo o, incluso, desconocer si estaba vivo o muerto. Pero cuando la puerta de aquel colectivo del ejército se abrió delante de ella afuera de la estación de trenes y lo vio bajar, todo cambió.

—¿Qué haces acá, mamá? —le dijo él sorprendido y se abrazaron.

Ella había estado recorriendo los edificios de las Fuerzas Armadas durante toda la guerra de Malvinas buscando certezas sobre Adán, su hijo de 20 años. Poco sabía de él tras su partida desde Corrientes: solo dos cartas que él logró enviar desde las islas la pusieron en aviso. Primero, le contó que se encontraba combatiendo en la guerra; segundo, le reveló que aquel lugar era un “infierno”. Entre tanto, ella transitaba los días por el camino de la incertidumbre.

Tras su regreso de Malvinas, Adán nunca volvió a hablar con su madre de aquellas cartas. Pero, poco después de que ella muriera en 2019, sus hermanos encontraron los sobres casi intactos en la habitación de la mujer.

—Después de que ella murió hace dos años, mis hermanos fueron a la casa y se pusieron a limpiar. Ahí fue cuando mi hermana encontró las cartas y me mandó un mensaje: “¡No me vas a creer, encontré las cartas que vos le mandaste a mamá cuando estabas en Malvinas!”. Yo me había olvidado porque habían pasado 38 años desde aquel momento. Después me las dio y me junté con las cartas hace dos años. Están intactas. No se borraron —precisa el ex cabo en diálogo con Infobae.

Adán Bejarano (60) vive en Apóstoles, provincia de Misiones, pero integró el Regimiento de Infantería 5 de Pasos de los Libres (Corrientes) que combatió en Malvinas. Cuenta que antes que él, nacieron sus tres hermanas. Su padre quería un varón, por eso recibió el nombre de Adán al nacer: fue el primer hombre. Luego llegó otro hermano.

En su regreso a Argentina, Adán Bejarano —derecha— se tomó la única foto que guarda de su paso por la Guerra de Malvinas

Pocos días después del 2 de abril de 1982, el regimiento de Adán comenzó a ser trasladado en distintas etapas. Primero, a Corrientes. Luego, Entre Ríos. Más tarde, Comodoro Rivadavia. Allí. Y una madrugada lo despertaron y lo notificaron: el avión que tomarían, descendería con el amanecer en Puerto Argentino, en Malvinas.

—¿Qué recuerda de aquel momento en el que escribió aquella primera carta para avisar que estaba en Malvinas?

—Estábamos siempre en el pozo del zorro, donde uno vivía día y noche. Está escrita en una hojita de libreta, porque no tenía papel. Y esa era mi libreta, en la que hacía anotaciones. Incluso llegué a escribir un diario pero después lo perdí. No es que había lugar en el que uno se pudiera sentar para escribir. Cuando tuve tiempo, armé esas cartas para mi mamá.

En su primera carta, fechada el 24 de abril de 1982, Adán destaca lo adverso del clima y la geografía aunque también empieza a dar señales del tormentoso escenario: “Acá estoy dentro de un pozo esperando el ataque de los ingleses”.

La primera carta que logró enviar Adán a su madre, "Tereza" Bejarano, desde Malvinas

Carta 1

Malvinas Argentinas 24-4-1982

Queridos Padres

Mis deseos son que al recibir mi carta se encuentren bien, quedando bien yo gracias a Dios.

En primer lugar quiero decirles que estoy muy orgulloso de estar en las Malvinas. Sí, estoy acá. Te juro que nunca pensé estar acá. Para mí es lo mejor que me pudo pasar pues me siento útil y también si salgo de esta poder contar tantas cosas de acá.

Acá hace un frío que no te imaginas y el viento es impresionante pues te levanta.

Anoche tuve que dormir vestido porque hizo un frío de locos y el viento es impresionante. En estos momentos el viento es terrible y el frío no te digo nada.

Acá estoy dentro de un pozo esperando el ataque de los ingleses, pero te aseguro que esto no lo ganan pues la defenderemos hasta morir.

Quiero decirles que les agradecería que me manden algún chocolate pues acá no hay nada. Estoy muy cerca de la orilla del océano y el terreno es pelado pues árboles no hay.

Quiero decirles que se queden tranquilos y que no se preocupen por nada pues pienso salir de esta y poder estar junto a ustedes muy pronto y así poder contarles las experiencias que estoy viviendo pues son pocos los que tienen el honor de poder estar acá. Nosotros estamos para defender y hay que estar acá.

Quiero que me escriban y contarme cómo están las cosas y de Hugo qué saben.

Bueno, queridos padres les cuento cómo llegué acá. Del aeropuerto de Comodoro tomamos un avión hasta las Malvinas y el viaje tardó una hora y cuarto.

Bueno sin nada más que contarles me despido de ustedes con un fuerte beso y el cariño y el amor que siento por ustedes.

Dale saludos a todos mis hermanos y besos para mis sobrinos y saludos para mis cuñados.

Decile a Carlos que lo estoy esperando para que venga acá que no se quede debajo de la pollera.

Bueno, será hasta la próxima carta.

Y espero recibir carta de ustedes muy pronto y así poder quedarme tranquilo de saber que ya tienen noticias mías pues yo no sé si esta carta llegará hasta ustedes.

Bueno en estos momentos son las 2 y 48 de la tarde y dejo de escribirles. Si fuera por mi le seguiría escribiendo pero como no puede ser verdad les digo hasta la próxima y suerte para todos.

Besos.

Adán

Les mando un poco de frío y de viento desde acá, desde las Malvinas.

Saludos para todos los muchachos del barrio y deciles que me escriban.

Adán Bejarano y la lectura de la primera carta desde Malvinas: "Acá estoy dentro de un pozo esperando el ataque de los ingleses"

En Malvinas y con el correr de los días, Adán fue trasladado a Puerto Howard, rebautizado como Puerto Yapeyú. En ese lugar, integró la Compañía C del Regimiento de Infantería 5 que resistió el brutal asedio británico durante gran parte de la guerra.

—Decían que iba a venir el correo, entonces me senté a escribir. Estuvimos mucho tiempo aislados y no es que podíamos recibir o enviar cartas todos los días. Vivíamos en un pozo, haciendo cosas y cuando uno podía se ponía a escribir. El bloqueo y el aislamiento que le hicieron al regimiento no lo sufrió ninguna otra unidad que haya estado en Malvinas. Nuestro gran problema era ese cerco. En la segunda carta es en la que le conté todo a mi mamá, porque ya estábamos en junio y la situación era muy complicada y muy difícil.

El bloqueo británico impidió la llegada de alimentos y artillería, lo que generó un desgaste importante en las condiciones de vida para el regimiento. La brutalidad de ese escenario quedó plasmada en la segunda carta que Adán logró enviar a su familia. En relación al primer texto, su percepción del escenario muestra un cambio dramático.

El inicio de la segunda y última carta que logró enviarle Adán a su mamá desde Malvinas

Carta 2

Puerto Howard 5-6-82

Queridos padres:

Mis deseos son que al recibir mi carta se encuentren bien, quedando yo bien gracias a dios.

En primer lugar quiero decirles que recibí las cartas pero la encomienda no, pero eso no importa. Y no puedo contestarles porque no se puede y hoy les escribo en esta carta porque viene un barco hospital a llevar a los heridos más graves. Les cuento que acá no la estamos pasando bien. Para qué les mentiría, pues no hay casi comida y hace frío y aparte ya recibimos varios ataques, pero gracias a Dios estoy vivo.

Yo no quiero que con estas palabras se preocupen o se pongan mal pero quiero pedirles que tengan fe pues yo regresaré y pronto estaremos juntos y les podré contar esta gran experiencia que estoy viviendo.

Justo ayer a la noche tuvimos un cañoneo naval que duró 1 hora y media, pero te juro que no me pasó nada. Todos nos perdimos en los pozos de zorro hasta que terminó.

Bueno, quiero decirles que hasta ahora esto no termina y no veo la hora que esta guerra de mierda se termine y salga de este infierno pues les aseguro que la guerra es muy fea pues se ve morir a muchos compañeros y eso es feo.

Les cuento que vivo en un bunker. Es un refugio contra ataques aéreos que hicimos nosotros.

Acá ya empezó a nevar, nunca vi nevar y es lindo pero hace frío.

Quiero decirles que quisiera estar con ustedes pero bueno ya pasará y les aseguro que estoy muy bien y que las bombas ya no asustan pues estamos acostumbrados.

Bueno, quiero que me disculpen por las cosas que les escribo pero otra cosa no tengo para contarles. Espero que ustedes me comprendan.

Quiero que le digan a mis hermanos que me disculpen por no escribirle pero no puedo pues solo una carta se puede hacer y aparte no tengo papel y sobre. Esto lo conseguí apenas.

Bueno, espero que cuando regrese me esperen con las cosas más ricas del mundo pues me pongo a pensar y me dan unas ganas locas de comer y comer. Así que prepárense para cuando vaya.

Decile a Carlos, a Blanca y a Jorgelina que me disculpen pero no puedo escribirles.

Y decile a Carlos que es mejor que no esté acá.

Bueno, saludo para todos mis hermanos y sobrinos y cuñados.

Y para ustedes, los cariños más sinceros y los besos más grandes de su hijo que los ama y los quiere mucho.

Bueno mamá, hasta pronto y suerte para todos.

Saludos para los vagos del barrio.

El cierre de la segunda y última carta enviada por Adán desde la guerra

Cuando la guerra terminó y Adán regresó al continente, habían pasado casi dos semanas desde la última carta. Su madre no sabía, entonces, si él había regresado o no con vida.

—Ella fue al Estado Mayor a mirar las listas de vivos y muertos y nadie sabía nada sobre mi. Mi nombre no figuraba. Pero alguien, no sé quién, le avisó de una tanda de combatientes que había llegado y estaba en la Escuela (de Suboficiales General) Lemos. Entonces, mi mamá fue hasta Campo de Mayo a buscarme pero nadie la dejó entrar. Tampoco le dijeron si yo estaba ahí o no. Pero le avisaron de un contingente de colectivos que saldría para la estación Martín Coronado, en la provincia de Buenos Aires, con destino a Corrientes.

Adán Bejarano es Secretario del Centro de Veteranos de Malvinas en Apóstoles, Misiones

—¿Cómo recuerda a su madre en aquel reencuentro?

—Mi mamá tendría 44 años cuando fue la Guerra de Malvinas. Era una mujer muy elegante, muy linda. Siempre de pelo corto, de una contextura mediana y ojos negros. Tengo la imagen grabada en la memoria: mi madre ahí parada con su tapado negro. Fue durante la mañana en la estación del tren Urquiza. Esas vías van a Corrientes. Ese día bajo del micro y, así como cuando alguien se encuentra de sorpresa con otro, me la encuentro de frente. Bajé por la puerta de adelante, era mi mamá. Fue una gran sorpresa para mí. “Mamá, ¿qué haces acá?”. Ahí fue que nos abrazamos. Habrá sido una gran alegría para ella saber que estaba vivo después de tanto que anduvo buscándome.

—¿Después se volvió con ella o cómo siguió todo?

—Fue un encuentro muy breve. No te permitían saludarte y había mucha gente esperando en el lugar. Tocó justo que la encontré a ella de casualidad. Si yo llegaba en otro micro, seguramente no nos hubiéramos encontrado. Tal vez ella se hubiera ido de ahí sin saber si yo estaba o no. La saludé y después me tuve que embarcar en el tren. Así volví a Corrientes. Pudimos no habernos visto nunca y ella seguir buscándome.

Soldados que partieron en tren desde Paso de los Libres, Corrientes en el marco de la Guerra de Malvinas

 

miércoles, 27 de julio de 2022

Gran Malvina: El médico de Puerto Howard

Fue a la guerra como personal de sanidad, luchó para salvar a los heridos y sus últimas palabras fueron para Malvinas

El pasado 31 de octubre falleció víctima de un ACV, Gilberto Boles Pereda, que en la guerra se desempeñó como odontólogo en Puerto Yapeyú. Como el resto del Regimiento de Infantería 5, padeció el aislamiento y la falta de insumos, carencias que supo suplir con su predisposición para el hacer el bien, que fue su conducta de vida. El conmovedor video que grabó minutos antes de su muerte


Por Adrián Pignatelli || Infobae
La entrevista que hizo el Teniente Coronel VGM Boles Pereda se realizó  en el marco de “Malvinas 40 años” para registrar testimonios para un libro de la Sanidad Militar en Malvinas (Video editado y cedido por el Ejército Argentino)

Cuando había un bombardeo inglés, el personal médico del modesto puesto sanitario del Regimiento de Infantería 5 se transformaba. Ese espacioso salón de cinco por diez metros, de paredes de chapa, que en los tiempos de paz los socios del Port Howard Social Club lo usaban para reunirse, tomar cerveza y pasar el tiempo, era literalmente agujereado como un queso gruyere por las esquirlas de los explosivos.

Los heridos argentinos -que por las dudas se colocaban el casco- no salían de su asombro por la automática reacción de médicos y enfermeros que dejaban de lado la parsimonia de las escasas horas de tranquilidad, iban y venían, se internaban en el campo en la búsqueda de heridos, muchas veces en la inmensidad de la noche, conscientes que los segundos eran valiosos, y que podía significar la vida o la muerte para alguien que necesitase asistencia.

Gilberto Boles Pereda estuvo en la guerra como teniente primero odontólogo, en Puerto Yapeyú, con el Regimiento 5.

Uno de los que se transformaba era el teniente primero Gilberto Alejandro Boles Pereda, odontólogo, 29 años, que en uno de sus bolsillos conservaba la típica pieza de extracción de dientes. Fue el único implemento con el que contó, que ni supo cómo había llegado a su bolsillo.

El buque Córdoba, que debía llevarles todo lo necesario para la atención médica, retrasó su partida por un choque en el puerto y cuando quiso zarpar, el bloqueo inglés se lo impidió. Desde que los ingleses establecieron la cabeza de playa en San Carlos, los efectivos de la fuerza de tareas cuya cabeza visible era el Regimiento 5, asentada en Puerto Yapeyú, en la isla Gran Malvina, fueron los aislados entre los aislados, como gustan aún describirse.

Boles Pereda, que hacía poco se había recibido, que no le dijo a su madre maestra y a su papá farmacéutico que iba a la guerra, sino que les avisó desde las islas, que se negó a volver para que no le sellasen el pasaporte, que su devoción por la religión lo hacía cuidar el costado espiritual y afectivo de los soldados, falleció el pasado 31 de octubre, después de estar tres meses internado luego de sufrir un ACV.

Se descompuso inmediatamente después de dejar grabado su testimonio de su papel en la guerra.

Desde las islas, Boles Pereda escribió varias cartas. Pedía perdón por la letra chica, decía que lo hacía para poder contar más. (Gentileza Familia Boles Pereda)

Porteño, nacido el 25 de octubre de 1952, fanático de San Lorenzo y del Turismo Carretera, y que los domingos no se perdía una carrera, hace un poco más de treinta años que, a partir de ayudar en una mudanza, había conocido a su esposa, Patricia.

Tendrían a Catalina, ahora de 30 años, terapista ocupacional; Juan Pablo, de 27, un radiólogo que lleva el nombre en honor al Papa polaco; sigue Keila, de 25, a punto de recibirse de maestra jardinera; Mateo, de 18, terminando el secundario, que aún no tiene decidido qué estudiar y Milagros, de 12. Ella fue adoptada cuando tenía 11 meses, y el nombre se lo pusieron las enfermeras al nacer, porque estuvo muy delicada de salud. Con todos ellos dialogó Infobae, a escasas horas de haber despedido a su padre.

Las voces de sus hijos suenan claras a través del auricular y esperan que uno termine de hablar para otro acotar. “Para él, Malvinas fue su gran orgullo. Hablaba en la familia sobre la guerra pero no contaba detalles duros. Participaba de desfiles y asistía a las conmemoraciones del 2 de abril. Siempre se negó a viajar a las islas mientras tuviera que dejarse sellar el pasaporte. ‘Si es mi país, cómo voy a dejar que hagan eso’, cuentan los hijos.

En la soledad de Puerto Yapeyú. Boles Pereda es el segundo desde la izquierda. En el otro extremo, parado, el capellán (Fotografía "Malvinas. Puerto Yapeyú 1982. La historia de la fuerza de tareas Yapeyú durante la campaña del Atlántico Sur, de Roberto Malatesta)

En las cartas que escribió desde las islas y que la familia conserva como tesoro, pedía perdón por la letra chiquita, pero era porque quería escribir mucho. Las firmaba con un “para todos un beso grande y un abrazo de su Gilbertito”.

“En los momentos de mayor peligro, es como que el miedo desaparece; lo que pesa más es la responsabilidad que teníamos sobre los soldados”, explica Emilio Samyn Ducó, por entonces subteniente de dicha unidad. “Con los médicos ocurría lo mismo. Estando herido me sorprendía verlos trabajar, como cuando salían como una flecha a buscar heridos, sin reparar en el peligro”.

Boles Pereda era una persona extremadamente humilde, pero de carácter fuerte y exigente, según recuerdan. “Eran de los que sabían imponerse, pero para hacer el bien”.

Recorría los catres donde estaban los soldados heridos para levantarles el ánimo. Grande fue su desconsuelo cuando descubrió que el soldado chaqueño Gerónimo Maciel, al que debieron amputarle un brazo, respiraba muy mal, y los médicos no pudieron evitar el paro cardíaco y falleció. “Sentí mucho dolor e impotencia”, confesaría años después. Siempre recordó el detalle del perro que aullaba cuando lo enterraron.

Primero desde la izquierda, Gilberto Boles Pereda posa en Puerto Yapeyú, junto a personal de la Compañía de Sanidad 3. (Del libro "Malvinas. Puerto Yapeyú 1982. La historia de la Fuerza de Tareas Yapeyú durante la campaña del Atlántico Sur, de Roberto Malatesta)

Llevó un registro día por día de lo vivido en las islas, que incluían desde el santo y seña que debían usar hasta los estados del tiempo. Poseía una memoria prodigiosa, tenía presente el rostro de cada uno de los soldados. Roberto Malatesta, quien lo entrevistó para su libro “Malvinas. Puerto Yapeyú 1982″, contó que la emoción a veces le impedía continuar el relato. “Se notaba que la guerra lo había marcado mucho”, le dijo el autor a Infobae.

Por sobre todo, era muy creyente. Cuando al capellán del regimiento Nicolás Solnyczny se quedó sin hostias, fue Boles quien encontró la solución. Se las arregló para canjear con los kelpers del lugar un poco de harina. La mezcló con agua, hizo una masa que estiró lo más que pudo para dejarla fina. La cortaba con una tapa de remedios y la cocinaba en el aparato que se usaba para la esterilización del instrumental. Y los heridos pudieron comulgar.

El decía que el día más triste fue cuando vio cuando arriaron la bandera argentina.

Los hijos remarcan que era callado y un tanto reservado en reuniones y que no importaba el lugar donde fueran, siempre se encontraba con gente conocida. Y que era muy recto y honrado y dedicado al trabajo. Le gustaba escuchar tangos aunque en el consultorio, para que sus pacientes se sintiesen tranquilos, ponía música mantra. Había pacientes que tenía tanto en el Hospital Militar de Campo de Mayo como en la clínica privada donde trabajaba por la tarde, que solo aceptaban atenderse con él. Era habitual que al final del día se apareciera en la casa con vinos o chocolates que ellos le regalaban.

Remitente Islas Malvinas. Uno de los tantos sobres con las cartas que la familia atesora (Gentileza familia Boles Pereda)

Durante la pandemia, cuando la cuarentena era estricta, solía concurrir a las terapias intensivas a dar la eucaristía a los enfermos, ya que su condición de Ministro de la Eucaristía así se lo permitía. “Si Dios y la Virgen quiere…”, solía repetir como una muletilla.

Era culto y formado y, medio en serio y medio en broma, en la familia lo desafiaban a anotarse en algún programa de preguntas y respuestas, ya que los paseos que realizaban eran casi visitas guiadas con comentarios y acotaciones de los lugares por los que pasaban.

Se las arreglaba para llevar y traer a sus hijos. “Es nuestro Uber”. Con la hija más chica se divertían asomados al balcón, saludando a los colectivos que pasaban. Era deportista y corría maratones. “Hoy es un día ideal para la práctica del deporte”, solía decir.

Hace tiempo que Silvia Barrera, que en la guerra se desempeñó como instrumentadora quirúrgica, y Paula Baruja, profesora y licenciada en enfermería -en el marco de un proyecto de investigación de la licenciatura en enfermería del Colegio Militar de la Nación-, están registrando en video testimonios de veteranos de Malvinas que hayan pertenecido a Sanidad y especialmente sobre la Compañía de Sanidad 3, que pertenecía a la Brigada 3, de los que hay escasos registros de su desempeño en el conflicto. Todo el material lo volcarán en el documental “Heridas de guerra”. Costó convencerlo a Boles Pereda, que el año pasado se había retirado con el grado de teniente coronel, porque nunca había hablado de esa manera y siempre estaba complicado con los horarios. Sus recuerdos eran valiosos para reconstruir la movilización y el despliegue del puesto principal de socorro de esa brigada. Finalmente accedió.

Las grabaciones se hicieron en el Salón Belgrano del edificio del Estado Mayor del Ejército. El miércoles 28 de julio, aparte de Boles, estaba invitado el cirujano Horacio Quirós Taua.

En un ambiente donde había poca luz, de pronto se escuchó a alguien tropezándose con las sillas. Era Boles que se desplomaba. Llamaron una ambulancia y Paula Baruja lo acompañó en el vehículo. Camino al Hospital Militar Central, él le tomó la mano y le dijo que estaba feliz por haber podido contar lo que había vivido en las islas.

Esas serían sus últimas palabras.

La última fotografía. A punto de dar testimonio para un documental sobre la participación del personal de Sanidad durante el conflicto armado (Gentileza Silvia Barrera y Paula Baruja)

Estuvo tres meses internado y los médicos, sorprendidos, dijeron que la peleó como un guerrero. Cuando la familia lo visitaba y le hablaba, él respondía con gestos. Su hija Catalina relata que cuando le pasaron la Marcha de Malvinas movía la cabeza, los ojos y los labios. Falleció el 31 de octubre.

Lo sepultaron en el cementerio de la Chacarita, donde se dieron cita su familia, sus amigos y sus compañeros. El responso quedó a cargo del padre Santiago, del que se había hecho muy amigo, y en un momento se quebró en medio de la plegaria. Conmovió a los presentes los golpecitos que Milagros, su hija menor, le dio al féretro, acompañado por un “papá, te amo”, frase que resume, ni más ni menos, la vida de un hombre bueno.

sábado, 21 de septiembre de 2019

La odisea del RI 5 en Puerto Howard

Malvinas: la dramática historia del regimiento que resistió un brutal aislamiento y la peligrosa misión para enviarles ayuda 

Estaban en Puerto Howard, en la isla Gran Malvina. Abastecerlos era una tarea casi imposible. Los hombres del Regimiento de Infantería 5 escribieron una durísima página de la historia de la guerra. Infobae Docs reunió a tres protagonistas que revelan su feroz y desigual lucha contra un enemigo implacable, el aislamiento
Por Adrián Pignatelli || Infobae


Soldados del RI5 en una trinchera en Puerto Howard

Ubicado en la isla Gran Malvina, Howard era en 1982 un puerto pequeño, sobre el estrecho de San Carlos. Una caleta lo protegía y a la vez permitía que los buques pudieran atracar. Poseía una pequeña población, dedicada a la cría de ovejas y al esquilado, cuyo producto final se enviaba a Gran Bretaña. Los isleños que allí residían tenían escasas posibilidades de desarrollo, en una economía donde a los casados se les asignaban un número determinado de ovejas y un funcionario hacía las veces de intendente local y de gerente de la compañía dedicada a la comercialización de la lana.

Era un lugar muy alejado, en el que sus habitantes solo se mantenían informados a través de repetidoras de radios británicas. La televisión no existía, así como escuela primaria o secundaria.

Ese fue el punto elegido para el Regimiento de Infantería 5 (RI5), para contrarrestar una eventual ocupación enemiga. Este regimiento pasaría a la historia de la guerra de Malvinas como la unidad que más resistió el aislamiento.

El 25 de abril el RI5, una vez arribado a Puerto Argentino, fue llevado en helicóptero en tres tandas, con excepción de 108 hombres de la Compañía B, que irían en barco transportando víveres, municiones y minas antipersonales.

A Howard se lo rebautizó como Puerto Yapeyú ya que en tiempos de paz la Compañía C de ese regimiento tenía su asiento en el pueblo donde había nacido José de San Martín.

 
Los soldados del RI5 embarcando en Comodoro Rivadavia en el puente aéreo hacia Malvinas

Los soldados llevaban una ración de comida. Resultaba imperativo entonces acercarles los víveres necesarios, además de armamento pesado y municiones para poder hacer frente a duras semanas de aislamiento que tendrían por delante.

Aún ignoraban que la ayuda nunca llegaría.

El Monsunen

Al día siguiente, mientras en Howard se compraron dos corderos y medio a los pobladores para complementar las raciones de los soldados, de Puerto Argentino zarpó por la noche el Monsunen, un barco de 30 metros de eslora, confiscado a la Compañía Falkland. Lo cargaron con víveres para diez días, armamento y municiones.

La idea era bordear la isla hacia el norte e ingresar al estrecho de San Carlos. Sin embargo, los fuertes vientos y la marea impidieron que pudiera ingresar al estrecho. Se tomó, entonces, la ruta más larga y peligrosa: bordear la isla por el sur, debiendo cuidarse de las minas colocadas por la Armada y sabiendo que, a plena luz del día, quedarían a merced de los aviones enemigos. La travesía debía cumplirse, ya que el día 27 en Puerto Yapeyú había comenzado la racionalización de la comida.

En la noche de ese día, el Monsunen debió guarecerse en una pequeña bahía ya que el radar marcaba la presencia, posiblemente, de un submarino. La única defensa del buque eran dos ametralladoras MAG y dos lanzacohetes. A la mañana siguiente al mediodía, el buque pudo atracar finalmente en el muelle de Puerto Yapeyú.

 
Alberto Miñones Carrión fue herido gravemente en Malvinas y perdió una pierna: “Es un orgullo muy especial haber participado de esta gesta” (Santiago Saferstein)

Alberto Miñones Carrión era por entonces un joven subteniente. Estaba a cargo de la sección Apoyo de la Compañía A del RI5 y a su fracción le agregaron dos ametralladoras 12,7 Colt. Recordó que "desde el primer día que llegamos, supimos que la provisión sería difícil, a tal punto que la que esperábamos un día más tarde no llegó nunca. Con el correr de los días se complicó más, y con la llegada de más gente fue realmente crítico".

Es que la ocupación del lugar fue progresiva. Primero se estableció una compañía de 130 luego se sumarían las otras dos compañías de infantería del regimiento, dos secciones de ingenieros y elementos de sanidad, que sumarían cerca de 800 hombres.

 
El buque Isla de los Estados: fue atacado cuando llevaba provisiones para los soldados, de sus 25 tripulante solo dos sobrevivieron

La noche del 10 de mayo la fragata Alacrity había atacado al buque Isla de los Estados en pleno Estrecho de San Carlos, en momentos en que se dirigía a Puerto Yapeyú con provisiones y armamentos.

De los 25 tripulantes, solo dos habían logrado sobrevivir.

Con el correr de las horas, los argentinos descubrieron zapallos que flotaban muy cerca de la costa, que eran parte del cargamento del buque. Esos zapallos, convertidos en puré, se incorporaron a la escasa dieta del regimiento.

 
Hugo Gargano, subteniente de Intendencia durante la guerra, recordó: “Solo disponíamos de dos cocinas de campaña para 150 hombres” (Santiago Saferstein)

"Cocinar un cordero era complejo, ya que el fuego se hacía con la turba, que tiene un escaso poder calórico; y solo disponíamos de dos cocinas de campaña para 150 hombres. Pero la astucia y la pericia del personal de intendencia hicieron que se lavaran tambores de 200 litros de petróleo y así comíamos guiso de cordero con sabor a combustible. Calentar esos tambores era muy difícil. Y el fuego debía estar apagado la mayor parte del día", explicó Hugo Gargano, subteniente de Intendencia del Regimiento 5, el único oficial de esa especialidad de la unidad.

Paro cuando los problemas de abastecimientos comenzaron a agravarse, Hugo Gargano estaba en Puerto Argentino buscando los medios para llegar a la Gran Malvina. El jefe del RI5, coronel Juan Ramón Mabragaña reclamaba insistintemente al comandante de la Brigada de Infantería III por un oficial de Intendencia. "Yo pedía todos los días ir a Howard -contó Gargano a Infobae-. El día 21 me encontré con un mayor que me dice 'no sabe cómo lo está reclamando su jefe de regimiento', y no lo podíamos ubicar".

 
Hoy, Juan Ramón Magrabaña rodeado por sus soldados que reconocen “un jefe que se preocupaba por sus hombres”

"Al día siguiente, fueron a buscarme con un vehículo. 'Tiene 15 minutos para estar en Moody Brook y subirse a un helicóptero que está por partir hacia Howard con víveres, armamento y municiones', me indicaron". Gargano se presentó con el Mayor Roberto Yanzi, de Aviación de Ejército.

Aún desconocía que emprendería un viaje que nunca olvidaría.

Volar a Howard

El mayor Roberto Yanzi era el segundo jefe del Batallón de Aviación de Combate 601. Había llegado el 7 de abril a las islas. Explicó que "teníamos que aprovechar el viaje. Cargamos munición, morteros y medicamentos. Y además llevamos a dos soldados del Regimiento 5. Volarían tres helicópteros Puma y en la cola, a modo de custodia, un Augusta, que iba artillado".

Antes de partir, Yanzi reunió a las tripulaciones y les explicó la misión. "Yo los escuchaba, estábamos por emprender un viaje arriesgado, ya que el día anterior los ingleses habían desembarcado en San Carlos. Los 7 u 8 minutos que nos demandaría cruzar el estrecho serían cruciales". Partieron el 22 de mayo.

Siempre se hacía una escala en Goose Green, donde estaba la guarnición de la Fuerza de Tareas Mercedes. Las naves debieron quedarse en ese lugar porque los aviones Sea Harrier sobrevolaban permanentemente. Yanzi pensó que volar en esas condiciones era arriesgar demasiado.

 
Roberto Yanzo, de aviación de Ejército: “Cuando llegamos a Howard festejamos porque estábams todos vivos” (Santiago Saferstein)

"Estaba aún fresco el recuerdo del derribo del AE 505, el 9 de mayo, donde habían perdido la vida los tenientes primero Roberto Fiorito y Juan Carlos Buschiazzo y el sargento Raúl Dimotta. Además Aviación de Ejército tenía una gran limitación, que era la escasez de combustible", recordó Yanzi.

Además, las condiciones meteorológicas eran malas. La bruma y niebla era permanente. "A las 10:30 del 23 salimos. Volábamos a un metro del piso para no ser detectados por los radares enemigos y en silencio de radio. Cuando llegamos al estrecho vemos humeando el Río Carcarañá" (inutilizado por dos Sea Harriers el 16 de mayo).

"Es un honor morir con ustedes"

Cuando estaban por terminar de cruzar el estrecho, el helicóptero artillado dió la voz de alarma.

-¡Aviones! ¡Aviones! ¡Al piso!

Se acercaban dos Sea Harrier. El primer helicóptero era piloteado por el Teniente Primero Hugo Pérez Cometto, el segundo por el también Teniente Primero Enrique Magnaghi y el tercero por Yanzi, quien recordó frente a Infobae:

 
La llegada de los tripulantes del Río Carcarañá

"Pérez Cometto, en una maniobra sobresaliente, logra esconderse de los aviones enemigos, mientras que Magnaghi y yo llegamos a cruzar el canal y pudimos aterrizar. Inmediatamente, vi una bola de fuego q salía de la nave de Magnaghi, que se había volcado. No había podido dominar el aparato que giraba sobre su eje. Casi al mismo tiempo, los Sea Harrier me disparan con sus cañones de 30mm, que impactaron en la cola del aparato, que aún tenían sus rotores girando. Y ahí le ordeno a Gargano bajar lo más rápido posible".

"Fue un momento de mucha exaltación. Abro la compuerta, salto primero… corrimos y nos tiramos cuerpo a tierra porque los Sea Harrier venían ametrallando", recordó Gargano.

Los tres estaban cuerpo tierra, entre las balas enemigas que pegaban cerca. Yanzi entonces dijo: "Denme la mano no miren para atrás, es un honor morir en la guerra con ustedes".

"En ese momento caí en la situación en la que estábamos. Cuando terminaron de pasar los aviones, salimos corriendo y nos alejamos del helicóptero", rememoró el militar.

Yanzi no sabía qué había pasado con el resto de las tripulaciones. Hasta que se escuchó el silbido característico del soldado Elvio Nis, un baqueano de Paso de los Libres, que fue lo que ayudó a reunir a las tripulaciones.

"Se imagina nuestra alegría al saber que ningún tripulante había muerto. Magnaghi tenía una fractura de clavícula y Godino, uno de los mecánicos, un fuerte golpe en la cabeza", explicó Yanzi.

"Estábamos todos vivos"

Todos coincidieron en terminar con la misión. Luego de que Yanzi quemara su Puma AE 500 para que no pudiera ser usado por los ingleses. Rescató la ametralladora, y en el único helicóptero en uso, el de Pérez Cometto, se acomodaron las demás tripulaciones y algo de la carga.

Despegaron con la esperanza de no ser alcanzados por naves enemigas cuando llegaran a Howard, ya que Radio Colonia informaba que Harriers habían derribado tres helicópteros. Yanzi recordó: "Cuando llegamos fue una alegría muy grande. Nos abrazamos, estábamos todos vivos".

En la mañana del 26, los helicopteristas emprendieron el arriesgado vuelo de regreso a Puerto Argentino. Salieron a las 5 de la mañana. Llevaban a la Compañía Comando a un capitán de un avión que se había eyectado.

"Fue a suerte y verdad", admitió Yanzi. "Íbamos apretados. Volamos a muy baja altura y pudimos aterrizar. Sin saberlo, habíamos hecho el último vuelo a la Gran Malvina".

Pasaron los años y Gargano se comunicó, por redes sociales, con uno de los pilotos del Sea Harrier. "Se llamaba David Morgan, a quien siempre le había quedado la duda sobre la suerte corrida por la tripulación de los Puma. Sintió gran alivio al saber que habíamos sobrevivido".

Luchar en Howard

El hoy teniente coronel retirado Miñones detalló que el regimiento estaba en una situación de riesgo en caso de un ataque inglés.

"El material pesado no se pudo cruzar. Nos faltaban piezas de artillería. Cuando cruzamos logré llevar morteros de 81 de corto alcance y mucho tiempo el arma pesada fueron esos morteros. Por eso se pedían los de 120. La batería de artillería del 4 no llegó nunca".

 
El Sea Harrier abatido con una ametralladora fabricada en 1936. El piloto capturado no podía creer que lo hubiesen derribado con ese armamento

Hubo que luchar con lo que se tenía.

Con ametralladoras Colt 12.7 fabricadas en 1936 se abatió un Sea Harrier y se evitó un ataque de un helicóptero Sea King. Miñones comentó que "cuando capturamos al piloto del avión, nos contó que sintió una lluvia de proyectiles sobre el fuselaje; no podía creer que lo hubiésemos derribado con esa ametralladora".

Herido gravemente

La noche del 27 de mayo, Miñones fue gravemente herido. Sobrevivió para contarlo.

"El proyectil de una fragata que hacía un fuego de exploración me alcanzó estando en el fondo de una trinchera. Estaba entre el Teniente Primero Daniel Stella y el soldado de órdenes Felipe Fernández. El impacto me expulsó 20 metros, di una vuelta en el aire y caí de espaldas, con los brazos sobre el pecho. Me encomendé a la Virgen y recé un Ave María, pensando que me moría. En la oscuridad me toqué la pierna derecha, y la tenía, y cuando hice lo propio con la izquierda palpé un hueso. No tuve ningún dolor. Me di cuenta que estaba vivo y que tenía una chance más".

En ese ataque, también habían sido heridos los soldados Fernando Damián Francolino, Francisco Manuel Machado y Ricardo Manuel Herrera.

 
El rescate del teniente inglés Jeff Glover que se había eyectado

"Me evacuaron a un hospital de campaña muy rústico, que estaba a cargo del mayor médico Reale, un brillante traumatólogo. Además de la herida de la pierna, tenía una perforación en la cadera y otra en el pecho. Con los pocos elementos que disponía me intervino y suturó la femoral".

Cuando lo normal hubiese sido una rápida evacuación, por la gravedad de sus heridas, Miñones relató que "durante 10 días estuve acostado sobre una puerta, apoyada sobre dos cajones de manzanas. No había calmantes ni yeso; aún así, los médicos se las arreglaron".

 
Jeff Glover cuando llegó a Puerto Howard

El 29 de mayo nevó por primera vez en Puerto Yapeyú. La temperatura fue de 18 grados bajo cero. El estado general de la tropa era alarmante.

"Pero esos días fueron terribles. Los heridos estábamos en una casilla de madera que se sacudía ante los bombardeos. Me sentía muy expuesto ya que no podía moverme. Como las esquirlas perforaban las paredes de madera -en una ocasión dos de ellas pasaron al costado de mi cabeza- le pedí a mi compañero Eduardo Gassino un casco."

Los problemas de Miñones no terminaron ahí. "La comida era muy escasa y por mi estado no podía comer cordero, fue Eduardo Gassino que todos los días me traía, en una lata de gaseosa, un suerte de caldo con carne de avutarda, un ave de la zona".

Al fin, el 6 de junio pudo ser evacuado al Bahía Paraíso, que había sido transformado en buque hospital. También lo fueron los soldados Exequiel Vargas, Eduardo Rubiolo, Mariano Leiva y Fernando Francolino.

 
El buque Hospital Bahía Paraíso

"Cuando llegué al continente pesaba 42 kilos cuando mi peso normal era de 68. No me dí cuenta que había bajado tanto. Tenía que recuperar peso para prepararme a una operación grande. Estuve dos meses con un pronóstico malo por una infección en la pierna; sin embargo, tuve otra posibilidad y sobreviví".

Gargano y Miñones guardan un cálido recuerdo del jefe del regimiento, Juan Ramón Mabragaña. "Brillaba por su modestia y prudencia, por la precisión de sus decisiones, y más allá de la guerra fue un modelo de militar y persona, se tomó en serio asistir a los veteranos, consiguiendo trabajo, medicamentos y evacuaciones, muchas veces de su propio bolsillo. Cosechó lo que sembró".

Los tres entrevistados también recordaron a los 23 tripulantes del Isla de los Estados, que murieron en la misión de llevarle ayuda.

¿Qué es Malvinas?

Para Yanzi: "Un sentimiento y un orgullo el haber participado".

Para Gargano: "Sigue siendo un combate diario en el reconocimiento de los veteranos que allí pelearon".

Para Miñones: "Es un orgullo muy especial haber participado de esta gesta y haber perdido una pierna. Me sirve mucho anímicamente. Lo que uno lleva muy adentro y espera transmitir a sus hijos, es algo que cambió mi vida para bien".

martes, 22 de octubre de 2013

EA: Los regimientos del Ejército Argentino en las islas

Regimientos del Ejército Argentino en Malvinas



REGIMIENTO 1 PATRICIOS




Los Patricios de Buneos Ayres, no faltaron a la obligada cita de honor con su antiguo y primer enemigo, el invasor inglés.

Ciento setenta y seis años después de su creación, participa en esta oportunidad con una Subunidad la Compañía de Infantería A “Buenos Ayres, que fue agregada al regimiento de Infantería Mecanizado 6 “General Viamonte”, como Compañía C de la mencionada Unidad
A su arribo a las Islas Malvinas, el día 13 de Abril de 1982, la Compañía se reunió en inmediaciones del Aeropuerto de Puerto Argentino
El 14 de Abril la segunda, y tercera Sección, se integraron al Regimiento de Infantería 25, formando parte del dispositivo de Defensa de Puerto Argentino, mientras que la Primera, y la sección Apoyo, fueron asignadas a la defensa del aeropuerto.

El 19 de Abril, el Jefe de Compañía Capitán Humberto Hugo Pascualetti recibió la orden de reintegrarse al Regimiento de Infantería Mecanizado 6, situación en la que permaneció hasta la finalización del conflicto.

Con la misión de defender Puerto Argentino, la Compañía de infantería “A” “Buenos Ayres” (”C” del Regimiento de Infantería Mecanizado 6), ocupó posiciones defensivas, con frente hacia Phillips Foin y a Reckeribay, hasta la rendición del 14 de junio de 1982.

El grueso del Regimiento, marchó a Comodoro Rivadavia, constituyéndose en uno de los elementos defensivos del Subsector Centro (Comodoro Rivadavia - Caleta Oliva).

En el marco de esta misión, el Regimiento de Infantería 1 “Patricios” otorgó su acostumbrada y generosa cuota de sangre a la gesta, al recibir la orden de destacar nuevamente personal y material la Islas.

Producido su arribo, el 8 de junio de 1982, la fracción se desplazó para ocupar una posición próxima al Regimiento de Infantería Mecanizado 7. El 12 de Junio durante el combate de Monte Longdon, el Patricio Claudio Alfredo Bastida, apuntador de una ametralladora, muere al ser alcanzado por fuego de morteros ingleses, renovando así el compromiso de honor de los Patricios.

Cabe destacar que el Patricio Claudio Bastida fue exceptuado de realizar el Servicio Militar por ser único sostén de madre viuda, ofreciéndose voluntariamente a cumplir con el llamado de la Patria




REGIMIENTO 3



Llegada a las islas: Con asiento en La Tablada el 11 de abril fueron trasladados a Río Gallegos y desde allí el 13 de abril llegan a las islas ubicándose en Puerto Argentino.
Destino: Defensa de Puerto Argentino




REGIMIENTO 4





Llegada a las islas: Actúa la compañía A. El 27 de abril llega a las islas, 
Destino en las islas: el 28 marcha de Puerto Argentino a Monte Wall, Monte Harriet y Challenger ocupando posiciones en Harriet y Two Sisters.




Foto del Subteniente Llambias Pravaz que perteneció a este regimiento.

REGIMIENTO 5



Llegada a las islas: La llegada se concreta el 23 de abril y el 25 de abril parten a Puerto Howard en la Isla Gran Malvina.
Destino en las islas: Puerto Howard en la Isla Gran Malvina.





REGIMIENTO 6




Llegada a las islas: Se concreta la llegada el 13 de abril a las 05:30hs a la Isla Soledad
Destino en las islas: Defensa de Puerto Argentino.





REGIMIENTO 7



Llegada a las islas: Este regimiento llega a las islas el mismo 14 de abril.
Destino en las islas: Ocuparon el llamado sector Plata de Puerto Argentino. El sector Plata estaba formado por Plata 1 (Monte Longdon) y Plata 2 (Wireless Ridge/Península de Cambers)






REGIMIENTO 8





Llegada a las islas: el 06 de abril llega a las islas a las 11hs
Destino en las islas: Defensa de Bahía Fox y controlar la isla Gran Malvina. Se le suma la Compañía de Ingenieros 9. La compañía de tiradores C del Regimiento 8 fue asignada al RI 12 que actuaron en Darwin (Isla Soledad) y el Combate de San Carlos.




REGIMIENTO 12



Llegada a las islas: Se concreta el 24 de abril, el 28 de abril fue trasladado a Darwin y Pradera del Ganso donde combatieron hasta los últimos días.







REGIMIENTO 25




Llegada a las islas: Como es sabido este regimiento llega a las islas el 2 de abril y participa de la Operacional Rosario el 3/C/25 con Seineldin a la cabeza. El 4 de abril la compañía C del RI25 es enviada a Darwin Goose Green para reforzar a la compañía A del RI 12






Militaria Malvinas