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viernes, 14 de junio de 2024

Operación Alcázar: El intento de motín y última resistencia en Puerto Argentino

Operación Alcázar: los comandos que planearon sacar Menéndez y hacer un contraataque “en serio” contra los ingleses

Los mayores Mario Castagneto y Aldo Rico idearon un plan para resistir el embate final inglés y, de ser necesario, morir peleando. Iban a tomar la casa del gobernador en Puerto Argentino y atrincherarse. Cómo le llegó esa información a Menéndez, la acción que tomó y la misión suicida a la que fueron enviados cuando la guerra ya se terminaba

Mario Castagneto (tercero de izquierda a derecha) junto a integrantes del Grupo de Comandos 601

El jefe de la Compañía de Comandos 601consideraba que un contraataque era perfectamente posible. Mario Castagneto recorría permanentemente las posiciones y sabía de lo que hablaba. Pero los generales estuvieron siempre con los borceguíes lustrados, jamás se acercaron a recorrer los pozos de zorro de primera línea para calibrar la situación. De haberse animado a ensuciar su calzado, se hubieran anoticiado de que los soldados estaban enteramente dispuestos a jugarse. Siempre y cuando, claro está, los generales se pusieran al mando.

Excepto las posiciones del Regimiento 8, que estaba en Bahía Fox, el mayor Castagneto recorrió todas las unidades. Y pudo constatar que los combatientes esperaban y necesitaban la presencia de sus jefes. Esos jefes que están cerca de la tropa, que no le escurren el bulto a la primera línea, que recorren las posiciones, que tienen el conocimiento profundo de cómo está la situación por la que se está atravesando, que llevan a todas partes su aliento, que hacen la arenga final. Lo que los soldados querían era el ejemplo personal, no que los generales se quedaran encerrados en el pueblo. En vez de ello, estos generales vivían lo más tranquilos en sus casas de Puerto Argentino. Con cocinero y calefacción.

Si los de Malvinas no hubieran sido generales de escritorio, nada les hubiera impedido reunir a oficiales y suboficiales, incluyendo a aquellos que pululaban en el pueblo y en la retaguardia y, sumándoles a los comandos, lanzar ese contraataque que los ingleses tanto temían.

Pero Mario Benjamín Menéndez, jefe de la Guarnición Malvinas y gobernador del archipiélago, hacía gala de una indiferencia rayana en la resignación. Siempre me pareció que el general ya se había rendido internamente hacía mucho tiempo atrás.

Mario Benjamín Menéndez con el mayor Castagneto en Malvinas (Fotos: Nicolás Kasanzew)

El talentoso periodista Manfred Schönfeld, escribió después de la rendición:

Faltó el último coraje personal en la conducción. Si hubo sentimientos humanitarios, si no se quiso exponer a la tropa a ser víctima de una carnicería generalizada –suponiendo que verdaderamente, el armamento del enemigo era tan superior que casi diez mil hombres no pudieron resistirlo siquiera un poco más– pero en fin, si hubo ese acto de compasión para con la masa de jóvenes civiles conscriptos, nadie hubiera impedido, sin embargo, a los oficiales superiores al mando de la guarnición, licenciar a sus tropas, ordenarles rendirse, dar a conocer amplia y profundamente tal decisión a los cuatro vientos –para evitar posibles represalias ulteriores contra la tropa inerme– y una vez hecho eso, atrincherarse un puñado de hombres cuyo honor profesional los hubiera obligado a semejante acto de heroísmo, alrededor de su bandera, y pelear por ella hasta morir. De haberse dado un gesto de esta naturaleza, hoy los argentinos andaríamos con la frente más alta, e incluso en aquellos hogares atribulados por la tragedia de la pérdida o la mutilación de un hijo se sentiría que ese sacrificio impuesto por el destino fue correspondido, fue igualado, sin que quedasen sueltos los cabos de la duda y de la incertidumbre sobre la justificación del sacrificio”.

Aldo Rico en una Kawasaki KE 125 en la costa de Puerto Argentino

Sin embargo, hubo dos oficiales que quisieron hacer exactamente lo imaginado por Schonfeld: atrincherarse con un puñado de hombres y vender cara la derrota. Eran los jefes de las Compañías de Comandos 601 y 602, mayores Mario Castagneto y Aldo Rico.

La iniciativa partió del primero, quien le planteó a Rico la idea de preparar la última resistencia en Puerto Argentino. La operación se llamaría “Alcázar”, un término muy caro a Castagneto, ya que evocaba la heroica resistencia del asediado Alcázar de Toledo en 1936. El jefe de la 602 no estaba muy convencido, pero finalmente accedió ante el ímpetu y la convicción irreductible de Castagneto.

Bastante antes del arribo de Rico a Malvinas, el jefe de la 601 había anticipado que ese momento podía llegar. Y su idea era atrincherarse en la casa del gobernador. Es que en una campaña, lo que simboliza el triunfo es la conquista del objetivo estratégico; en este caso la ciudad de Puerto Argentino. Pero el enemigo no podría cantar victoria, mientras la casa del gobernador no estuviese en su poder.

Desde tiempo atrás, Castagneto creía que iba a ser necesaria una resistencia final, sin posibilidades de éxito tal vez, pero que encarnara el deseo de combatir hasta la muerte. Erróneamente se dijo luego que la idea era resistir casa por casa, pero Castagneto nunca lo imaginó así. Por empezar, era imposible con los efectivos de que disponía en aquel momento. Contaba sólo con unos sesenta hombres, ya que había perdido gente que tenía en la Gran Malvina. Sumados a los comandos de Gendarmería y los de Rico no superaban un total de noventa o cien. Pero sobre todo, Castagneto no quería escudarse en la población civil, contra la cual los ingleses no iban a disparar.

Mohamed Alí Seinldín (izquierda) se negó a formar parte de la Operación Alcázar. Dijo que no se podía alterar la cadena de mandos de esa manera, que era una falta de disciplina

Discretamente, ambos mayores y sus jefes de sección reconocieron por dentro y por fuera la casa del gobernador, para determinar la mejor manera en que podía ser defendida. Y por expresa orden del jefe de la 601, a la que se plegó Rico, a partir del 5 de junio los comandos, tanto de Ejército, como de Gendarmería realizaron un relevamiento completo del poblado: tipos de casas, particularidades de los terrenos baldíos, lugares para hacer voladuras o tender trampas, vías de repliegue, cantidad de radios y vehículos de toda clase. Sin pedir permiso a la superioridad.

Es evidente que para Castagneto era una cuestión de honor mostrar a los ojos del mundo entero que los cuadros argentinos eran capaces de combatir hasta la muerte, aunque no tuvieran posibilidades de triunfo.

Lamentablemente, Menéndez tenía una idea bien distinta del sentido de la vida militar.

Seineldín habla frente a los Comandos. Sentado, Aldo Rico (Fotos: Nicolás Kasanzew)

Sólo quedaba la opción de desplazarlo. Pero, ¿quién tenía la talla suficiente para conducir a los cuadros a un sacrificio heroico? Las miradas de Castagneto y Rico convergieron sobre el teniente coronel Mohamed Alí Seineldín. Por su prestigio, porque no estaba comprometido directamente en el combate, porque su regimiento estaba en las cercanías, parecía la persona más adecuada para ponerse al frente de la defensa de Puerto Argentino.

De ahí que, a renglón seguido de la reunión de camaradería de los integrantes de ambas Compañías de Comandos, el domingo 6 de junio ambos oficiales visitaron a Seineldín en su amplia casamata subterránea de las posiciones del Regimiento 25 y le ofrecieron un plan: apartar a Menéndez y que él se ponga al frente de una defensa en serio. Inesperadamente, el Turco rechazó de plano la propuesta. Adujo que no se podía alterar la cadena de mandos de esa manera, que era una falta de disciplina.

Años más tarde, sin embargo, no tuvo los mismos miramientos al liderar, al menos formalmente, las asonadas de 1988 y 1990. Si bien decepcionados por la actitud de este jefe, Castagneto y Rico no abandonaron la idea de una postrera defensa de Puerto Argentino: la encabezarían ellos mismos. Al parecer, no los amilanaba siquiera que sus actitudes fueran pasibles de consejo de guerra y fusilamiento inmediato.

Pero la intención de resistir llegó al conocimiento de Menéndez, y abruptamente todos los comandos fueron sacados de Puerto Argentino en el anochecer del 13 de junio. Se les dijo que del otro lado de Wireless Ridge, donde estaban los tanques de combustible, en la península de Freycinet, desembarcaron comandos del SAS y había que neutralizarlos. En realidad, mandaron allí un rejuntado, ya que la 602 había perdido parte de su capacidad militar y la 601 estaba desparramada, tenía gente en Howard, que no había logrado cruzar a Soledad.

Decepcionados por la actitud de Seineldín, Castagneto y Rico no abandonaron la idea de una postrera defensa de Puerto Argentino: la encabezarían ellos mismos

Los comandos pasaron la noche bajo la nieve, mirando con los visores nocturnos, pero el SAS nunca apareció. Y a eso de las cuatro de la mañana Castagneto los impone de una nueva orden que acababa de recibir: ocupar una posición de bloqueo al oeste de la península de Cambers, en dirección a Monte Longdon, para evitar el avance de los ingleses, que venían de superar al Regimiento 7. Se trataba lisa y llanamente de una misión suicida. Unos cuarenta hombres sin armamento pesado eran ubicados a la intemperie frente a la artillería británica y dos o tres de sus batallones. “No me pregunten el por qué de esta orden”, se atajó Castagneto. Pero cuando el capitán Ricardo Frecha, que tenía con él una relación especial más allá de la profesión, lo agarra en un aparte, el mayor le dice: “No quieren que estemos en Puerto Argentino y hagamos la Operación Alcázar”.

Para evitar eso, los mandaban a una misión suicida.

“Ponernos en esa posición de bloqueo era una locura –me comenta Frecha–. Pero te aseguro que de ahí no nos íbamos a mover, moriríamos allí. Castagneto moría ahí, Rico moría ahí, yo moría ahí. Pensaba en mi esposa: bueno, ella va a poder rehacer su vida, es una linda mujer, todo pasará para ella. ¿Y mis hijos? ¡Los dejo huérfanos! ¿Trascenderé en ellos? Pero no había marcha atrás. Milagrosamente, la guerra terminó esa madrugada, y pararon todo”.

El capitán Ricardo Frecha supo que los sacaron a último momento de Puerto Argentino para impedir la Operación Alcázar (Fotos: Nicolás Kasanzew)

Ese día Castagneto agotó las baterías, llamando por radio para que los cruzaran nuevamente a Puerto Argentino. Quería volver para poner en práctica la Operación Alcázar. Y no hubo manera. Recién cuando escuchó por la radio militar que la rendición estaba acordada, después de unos cuarenta llamados que había hecho pidiendo que mandaran el barquito para cruzarlos, vio al Forrest que salía de enfrente a recogerlos,

El jefe de comandos nunca imaginó que la rendición se produciría en forma tan precipitada y sin haber ofrecido la resistencia final. Él había propuesto lo que haría cualquier soldado verdaderamente profesional: combatir sin parar. Su postura era, asimismo, altamente espiritual: pensaba en el juicio de la Historia, antes que en la propia supervivencia.

El mayor Mario Castagneto (centro) pensó que podían tomar la Casa del gobernador y resistir

Sin embargo, no necesariamente la iniciativa de Castagneto iba a ser coronada con la muerte de todos los valientes atrincherados. En 1984, ese brillante intelectual que fue Manfred Schönfeld, me decía: “No acepto de modo alguno la típica excusa de que Menéndez estaba preocupado por su tropa. Hay ejemplos en la historia de cómo resuelve eso un oficial pundonoroso. Si entre esa muchachada se hubiese corrido la voz ‘¡El general en persona está lanzándose al ataque! ¡Carga frente a nosotros contra el enemigo!’ eso los hubiera galvanizado. Porque no hay soldado; ni profesional, ni conscripto, que resista eso. Y eso es lo que debiera haber hecho el general Menéndez. También, si se hubiera atrincherado en la casa del gobernador con cuadros, anunciando a los cuatro vientos que ha licenciado a su tropa, especialmente a los conscriptos, pero que él de ahí no se mueve, que tendrán que sacarlo muerto, yo me juego la cabeza, conociendo como creo conocer a los ingleses, en cuyo país viví nueve años seguidos, que si él hace eso, los ingleses se frenan. Si llega el mensaje a Londres –y a todo el orbe–: ‘El hombre no se va a rendir. Habrá que pasarlo a cuchillo a él y a sus doscientos selectos. ¿Qué hacemos? ¿Vamos a pasar por unos monstruos? ¿Cinco mil hombres vamos a masacrar a doscientos, cuando ellos con sus diez mil respetaron a nuestros ochenta Marines que estaban antes del 2 de abril?’ –me juego nuevamente la cabeza que la respuesta iba a ser: ‘Negocie con el hombre’. Y entonces, cuando se negocia, algo se saca. Algo más honorable, más digno. Pero irse así al mazo, es lamentable. Demostrativo de que ese general evidentemente no domina su oficio, ni tampoco tiene las cualidades esenciales del militar, que son el coraje y el espíritu de sacrificio”.

Después de todo, los jefes están justamente para hacer esa clase de gestos, interpretando la necesidad histórica. Menéndez, en cambio, no se rindió el 14 de junio. Ya había llegado rendido a las islas el 7 de abril.

miércoles, 12 de junio de 2024

¿Cómo se pudo cambiar el curso de la guerra terrestre?

¿Qué pudo haber hecho un general argentino enfrentando la situación de la defensa de Puerto Argentino?





En su momento, el periódico británico The Guardian hizo público una denuncia en un editorial titulado "Veinte años después", señalando que el público británico solo pudo acceder a información que se les negó hace dos décadas hasta el año 2002. Después de este largo período de silencio, el almirante Sir John Woodward, comandante de la Fuerza de Tarea enviada por Margaret Thatcher para recuperar las Islas Malvinas, reveló a los periodistas de The Guardian, Jeevan Vasagar y Alex Bellos: "Ganamos la guerra con un importante grado de suerte. Cuando los argentinos se rindieron, las pérdidas británicas estaban aumentando y estábamos a punto de quedarnos sin alimentos y municiones. Si hubieran resistido una semana más, la historia podría haber tomado un rumbo muy diferente. Imagínense qué diferente podría haber sido nuestra historia política reciente".
Woodward también recordó haber enviado un mensaje desesperado a las fuerzas de tierra el 6 de junio de 1982, advirtiéndoles que el grupo aeronaval bajo su comando estaba "exhausto". Estas revelaciones coinciden con las afirmaciones de otros altos mandos militares británicos, quienes sostienen que la guerra de Malvinas distó mucho de ser el "paseo" que ciertos propagandistas del tatcherismo pretendían. En una entrevista realizada en 1996 en Londres, uno de los coroneles que comandó el Regimiento 2 de Paracaidistas (2 Para) respaldó esta tesis, señalando que si el alto mando argentino hubiera resistido una semana más, las tropas británicas hubieran enfrentado un colapso logístico.
Las revelaciones del almirante Woodward son especialmente relevantes al conocerse ahora lo que escribió en su diario durante esos días de junio: "Estamos al borde del abismo: si los argentinos nos soplan en la nuca, nos mandan al fondo. A lo mejor les pasa lo mismo: espero que así sea porque de otra manera nos espera una carnicería".



Julián Thompson, líder de los Royal Marines durante la guerra, expresó: "Si hubieran esperado un poco más, seguramente no hubiéramos podido responder de la misma manera". En efecto, a finales de 1981, debido a una crisis interna, Gran Bretaña había decidido vender sus dos portaaviones y retirar del servicio sus grandes buques de desembarco, lo que la dejaría sin capacidad para realizar operaciones anfibias a gran escala. La Royal Navy se reduciría a una fuerza de defensa costera.



El general Jeremy Moore, comandante de las fuerzas terrestres británicas en Malvinas, afirmó que sin los portaaviones y los grandes barcos anfibios, no habrían podido enfrentar a la Fuerza Aérea Argentina ni llevar a cabo un desembarco terrestre de manera profesional con sus tropas. Además, en mayo de 1982, Argentina estaba programada para recibir una entrega de veinte misiles Exocet de Francia (a pesar de su caos económico, el gasto militar era alto), pero en abril, durante la ocupación de las islas, solo contaban con cuatro. El misil Exocet y el avión Super Etendard formaban un sistema ofensivo diseñado para atacar buques, una tecnología avanzada en ese momento y que aún se mantiene operativa en la actualidad.



Nos podemos hacer la pregunta de qué faltó hacer en tierra para devolver a los soldados británicos a sus barcos. Como general argentino estacionado en las Islas Malvinas con suministros limitados y enfrentando ataques terrestres a posiciones fijas propias, la situación ciertamente presentaría desafíos importantes. A continuación se presentan algunas estrategias que potencialmente podrían cambiar la dirección de la guerra en estas circunstancias:


Fortificación y defensa
se debió priorizar la fortificación de posiciones defensivas para resistir los ataques terrestres enemigos. Mejorar los sistemas de trincheras, búnkeres y fortificaciones para brindar cobertura y protección a las tropas contra ataques de artillería e infantería enemigas. Implementar tácticas de defensa en capas para crear obstáculos y perímetros defensivos que obliguen al enemigo a exponerse al fuego defensivo.

  • Identificar posiciones defensivas clave: evaluar el terreno e identifique posiciones defensivas clave que ofrezcan ventajas naturales, como terrenos elevados, cuellos de botella y áreas con buena visibilidad y campos de tiro. Priorizar la fortificación defensiva de estas posiciones para establecer fortalezas que puedan dominar el área circundante y negar al enemigo objetivos estratégicos.
  • Mejorar los sistemas de trincheras: mejorar los sistemas de trincheras existentes y establecer otros nuevos para brindar cobertura y protección a las tropas contra ataques de artillería e infantería enemigas. Construir trincheras con patrones en zigzag para minimizar el impacto del fuego enemigo y crear múltiples capas de defensa. Reforzar las zanjas con sacos de arena, movimientos de tierra y otros materiales para aumentar su durabilidad y resistencia.
  • Establecer búnkeres y puntos fuertes: construir búnkeres y puntos fuertes fortificados para que sirvan como centros de comando, puestos de observación y posiciones de apoyo de fuego. Construye búnkeres con hormigón armado y acero para resistir los bombardeos aéreos y los bombardeos de artillería enemigos. Coloca ametralladoras, armas antitanques y equipos de francotiradores en posiciones fortificadas para proporcionar campos de tiro superpuestos y apoyo mutuo.
  • Crea obstáculos y perímetros defensivos: coloca obstáculos como alambre de púas, zanjas antitanques y campos minados para impedir el movimiento del enemigo y canalizar su avance hacia zonas de muerte. Establecer perímetros defensivos alrededor de posiciones clave con campos de fuego superpuestos y sectores de responsabilidad entrelazados para evitar la infiltración y el cerco del enemigo.
  • Utilice cobertura y ocultación natural: aproveche las características naturales como colinas, crestas y vegetación para proporcionar cobertura y ocultación adicional para las posiciones defensivas. Camufle trincheras, búnkeres y fortificaciones para mezclarse con el terreno circundante y minimizar el riesgo de detección por parte del reconocimiento enemigo.
  • Implementar defensas antiaéreas: instalar defensas antiaéreas como misiles tierra-aire, armas de fuego y sistemas portátiles de defensa aérea (MANPADS) para protegerse contra las amenazas aéreas enemigas. Coloque baterías antiaéreas en ubicaciones estratégicas para proporcionar cobertura de espacio aéreo superpuesto y disuadir los ataques aéreos enemigos en posiciones defensivas.
  • Establecer nodos de comando y control: establecer nodos de comando y control dentro de posiciones defensivas para coordinar el movimiento de tropas, dirigir los activos de apoyo de fuego y comunicarse con los cuarteles generales superiores. Equipe los centros de comando con equipos de comunicaciones, mapas y pantallas de inteligencia para facilitar el conocimiento de la situación y la toma de decisiones en tiempo real.

Movilidad y flexibilidad
Mantener la movilidad y la flexibilidad en las operaciones defensivas para evitar que el enemigo se afiance o explote las debilidades en las posiciones defensivas. Se debió utilizar reservas y unidades de respuesta rápida (comandos e infantes de marina) para contrarrestar los intentos de avance del enemigo y reforzar los sectores críticos bajo ataque. Realizar retiradas tácticas cuando sea necesario para consolidar las líneas defensivas y preservar la mano de obra. Algo que fue recalcado en acción los por los comandos del EA y por el mismo Capitán Robacio que solicitó que las tropas que estaban en el capital se movilizaran a las trincheras para combatir.

  • Creación urgente de unidades de respuesta rápida: Establecer unidades de respuesta rápida compuestas por infantería altamente móvil, apoyadas por vehículos blindados ligeros (AML-90) y elementos de reconocimiento. Estas unidades deben estar estacionadas en ubicaciones estratégicas en toda la isla para reaccionar rápidamente ante los intentos de avance del enemigo o para reforzar sectores críticos bajo ataque. Sobre todo puede alimentarse de tropas ya probadas en combate y descansadas.
  • Fuerzas de reserva: mantener fuerzas de reserva que puedan desplegarse rápidamente para reforzar las posiciones de primera línea o explotar oportunidades de contraataques. Estas reservas deben mantenerse preparadas y coordinar sus movimientos en función de la evolución de la situación táctica y la evaluación de las amenazas.
  • Postura de defensa ágil: se podía adoptar una postura de defensa ágil que permita la asignación flexible de fuerzas en función de los movimientos e intenciones del enemigo. En lugar de comprometer todas las fuerzas en posiciones defensivas estáticas, mantenga una reserva de tropas capaces de realizar operaciones de defensa móviles, incluidas maniobras de flanqueo y contraataques.
  • Artillería móvil: desplegar unidades de artillería móviles equipadas con obuses autopropulsados o piezas de artillería remolcadas para brindar apoyo de fuego a las posiciones defensivas en toda la isla. Estas unidades de artillería deben ser capaces de desplazarse rápidamente para evitar la detección y el fuego de contrabatería enemigo, manteniendo al mismo tiempo la capacidad de brindar apoyo de fuego preciso y oportuno a las unidades comprometidas.
  • Operaciones aerotransportadas y de asalto aéreo: utilizar operaciones aerotransportadas y de asalto aéreo para realizar ataques profundos detrás de las líneas enemigas, interrumpir las líneas de suministro enemigas y capturar objetivos clave. Despliega fuerzas de operaciones especiales y unidades de infantería aerotransportadas mediante helicópteros o aviones de transporte para llevar a cabo misiones de reconocimiento, incursiones y sabotaje contra zonas de retaguardia enemigas.
  • Retiradas coordinadas: cuando se enfrente a una presión enemiga abrumadora o posiciones defensivas insostenibles, realiza retiradas coordinadas para consolidar las líneas defensivas y reagrupar las fuerzas en posiciones más defendibles. Utilice la movilidad y la flexibilidad para ejecutar retiradas tácticas mientras mantiene el contacto con el enemigo e inflige bajas mediante emboscadas y acciones dilatorias.
  • Redespliegue estratégico: se pudo mantener la capacidad de redistribuir fuerzas estratégicamente entre diferentes sectores de la isla en función de las amenazas cambiantes y los requisitos operativos. Utilice activos de movilidad como aviones de transporte, helicópteros y lanchas de desembarco anfibio para trasladar rápidamente tropas y equipos a las áreas de mayor necesidad.
  • Explotar las características naturales: explota el terreno accidentado y las características naturales de las Islas Malvinas, como colinas, valles y acantilados costeros, para crear oportunidades para defensa móvil y tácticas de emboscada. Usa camuflaje y enmascaramiento del terreno para ocultar movimientos y sorprender al enemigo con contraataques inesperados o maniobras de flanqueo.

Contraataques y emboscadas
Se pudo aprovechar el conocimiento local del terreno para lanzar contraataques y emboscadas contra las fuerzas enemigas. Identificar líneas de suministro enemigas vulnerables, rutas de comunicación y áreas de retaguardia para ataques selectivos que interrumpan las operaciones y la moral del enemigo. Utilizar tácticas de ataque y fuga para infligir bajas y desmoralizar a las tropas enemigas mientras conserva sus propios recursos.

Reabastecimiento y refuerzo
Establecer rutas de suministro alternativas y redes de apoyo logístico para garantizar el flujo continuo de suministros esenciales, municiones y refuerzos a las posiciones de primera línea. Se pudo utilizar lanzamientos aéreos desde helicópteros o aviones desde el continente, misiones clandestinas de reabastecimiento y logística encubierta nocturna para evitar los bloqueos enemigos y mantener la preparación operativa.

Coordinación con activos navales y aéreos
Se pudo coordinar estrechamente la labor con activos navales y aéreos argentinos para proporcionar capacidades de apoyo de fuego, reconocimiento e interdicción en apoyo de las operaciones terrestres. Utilizar fuego y ataques aéreos y tácticas de bloqueo aeronaval para interrumpir los movimientos del enemigo (tal como se intentó en sus casos extremos con los Hercules bombarderos y los Pucará torpederos), reforzar las posiciones defensivas y mantener el control de las vías marítimas de aproximación críticas.

Mantener la moral y la disciplina

En todo momento se debe fomentar un sentido de camaradería, moral y disciplina entre las tropas para mantener la resiliencia y la determinación frente a la adversidad. Proporcionar servicios adecuados de descanso, recreación y apoyo para mantener la moral y la eficacia en el combate. Implementar una disciplina y un liderazgo estrictos para garantizar la cohesión y la unidad de esfuerzo en la defensa contra los ataques enemigos. Asimismo, se debía acceder a pleno a los recursos alimenticios civiles de la población kelper (sobretodo, el abundante ganado ovino presente en el territorio).

Tácticas de guerra urbana
Finalmente, si el avance británico se tornaba indetenible, entonces enfrentar la posibilidad del combate urbano en Puerto Argentino. Si se defiende áreas urbanas o urbanizadas, se debe emplear tácticas de guerra urbana para maximizar la ventaja defensiva. Utilizar edificios, calles y otras características urbanas para crear obstáculos y puntos de emboscada para las fuerzas enemigas. Llevar a cabo combates cuerpo a cuerpo y combates callejeros para negar al enemigo el control de infraestructuras y áreas urbanas clave. La infraestructura mayormente hecha de madera no brindaba un buen escenario para la creación de escombros y estructuras de cobertura y protección, pero es una alternativa que podía ser explorada.

Guerra psicológica

También se pudo explotar y aprovechar las tácticas de guerra psicológica para socavar la moral y la resolución del enemigo. Utilizar propaganda, desinformación y engaño para sembrar dudas y confusión entre las filas enemigas. Explotar factores culturales, lingüísticos y psicológicos para crear divisiones y disidencia dentro de las fuerzas enemigas.

En conclusión, se debía enfrentar dificultades abrumadoras en una situación defensiva en las Islas Malvinas lo cual requeriría una combinación de ingenio táctico, resiliencia y determinación para resistir los ataques enemigos mientras se buscan oportunidades para recuperar la iniciativa y cambiar la dirección de la guerra.


sábado, 1 de julio de 2023

Condecoración: Soldado Oscar Wulirich (GA 101)

SOLDADO CLASE 62 OSCAR WULIRICH - GA 101 agregado al GA 3 - EA.

Abandonar espontáneamente el abrigo de personal bajo intenso fuego de artillería durante los combates por la defensa de Puerto Argentino, a los efectos de apartar de una estiba de munición los cajones con pólvora que se habían incendiado con peligro de explosión.
Arriesgó su vida para preservar las de sus camaradas.


sábado, 22 de mayo de 2021

Malvinas: El asalto a Monte Kent y la emboscada de Top Malo

Batalla del monte Kent y la casa Top Malo

Conservapedia


Vista desde Monte Kent hacia el Oeste, lugar del asalto británico

El 27 de mayo de 1982, el 3er Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (3 PARA) y el Comando 45 (45 CDO), Royal Marines habían dejado la cabeza de playa británica en San Carlos hacia Estancia Mountain y Bluff Cove Peak. El 2do Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (2 PARA) recibió la orden de atacar la Fuerza de Tarea Argentina Mercedes el 28 de mayo ubicada en el Istmo de Darwin durante la Batalla de Darwin y Goose Green, eliminando cualquier amenaza futura de la guarnición argentina. El Escuadrón D del Mayor Cedric Delves, 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, embarcado en helicópteros Sea King tomaría el Monte Kent, mientras que 19 Comandos de la Marina Real del Cuadro de Guerra de Montaña y Ártico (M & AWC) al mando del Mayor Rod Boswell, embarcados en un helicóptero Wessex, capturar y despejar la patrulla de avanzada de las Fuerzas Especiales Argentinas ubicada en la Casa Top Malo, permitiendo a los 600 paracaidistas del 3 PARA capturar la Montaña Estancia y la Casa Estancia. Se esperaba que la Kilo Company of 42 Commando (42 CDO) del capitán Peter Babbington aterrizara en el monte Kent la noche del 29 de mayo. Los retrasos y las ventiscas de nieve significaron que estos refuerzos en helicóptero solo llegarían la noche del 31 de mayo, peligrosamente cerca de un tiroteo .

Terreno clave

El Monte Kent con sus colinas circundantes es un área de terreno elevado en la isla Soledad, aproximadamente a cinco millas al oeste de Port Stanley. Se eleva a poco menos de 1.100 pies y dominaba el eje central de avance desde San Carlos a Stanley. Dado su dominio y proximidad a la capital de las Islas Malvinas, la montaña era un área de especial interés para las Fuerzas Especiales británicas y argentinas.

Primer contacto

El primer enfrentamiento durante las Batallas de Mount Kent y Top Malo House ocurrió durante el 27 de mayo, cuando el Subteniente Marcelo Llambías Pravaz, el Sargento Ramón Valdez, el Cabo Walter Pintos y el Soldado Daniel Castillo de la Compañía C del 4 ° Regimiento, mientras patrullaban la vertiente occidental bajo la cubierta. de oscuridad y fuertes lluvias, fueron sobrevolados por un helicóptero británico. Después de enviar esta información por radio al cuartel general del regimiento, el pequeño escuadrón poco después detectó un escondite británico y abrió fuego. Al día siguiente, inspeccionaron de cerca la escena, pero solo encontraron raciones británicas vacías que tuvieron que ser extraídas del suelo [1].

Al día siguiente, el Teniente Guillermo Enrique Anaya del Batallón de Aviación de Combate 601 visitó la Finca Casa Estancia y su helicóptero Bell UH-1H aterrizó dos veces el 28 de mayo. El teniente Anaya pensó que había comandos británicos escondidos en un establo, por lo que lo ametralló. [2]

En los días que siguieron hubo varios enfrentamientos breves pero extremadamente violentos entre las Fuerzas Especiales de ambos bandos.

Incursión de comandos argentinos

Unos 40 hombres de la 602ª Compañía de Comando (Ejército Argentino) del Mayor Aldo Rico, de 39 años, estaban originalmente programados para realizar un aterrizaje de asalto en seis helicópteros Bell UH-1H del 601º Batallón de Aviación de Combate. Una fuerza de seguimiento, el Escuadrón de Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional 601 de 65 hombres al mando del Mayor José Ricardo Spadaro, reforzaría la posición de Mount Kent. Los mapas argentinos habían confirmado que la ruta terrestre estaba obstruida con campos de minas y trampas explosivas. Esto significaba que las Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional tendrían que llegar en un helicóptero Puma al día siguiente, expuestas a los Harriers GR-3 de la Royal Air Force en sus recorridos matutinos de bombas. Hubo un retraso adicional cuando las Fuerzas Especiales de la Marina de la Primera Agrupación de Comando Anfibio Mayor Guillermo Sánchez-Sabarots en el avión C-130 Hércules líder de Comodoro Rivadavia en el continente argentino, tuvieron que abortar el aterrizaje en el aeropuerto de Stanley. Una tormenta de nieve se sumó a la confusión cuando las Fuerzas Especiales argentinas prepararon apresuradamente sus mochilas y equipo para las inserciones.



En Mount Kent y Bluff Cove Peak, el escuadrón D del comandante Cedric Delves, apenas extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y se sorprendieron momentáneamente cuando escucharon el sonido de helicópteros del ejército argentino acercándose desde el río Murrell, de hecho un Puma y cuatro Helicópteros Huey que traen 29 Boinas Verdes del Ejército Argentino que consisten en la Sección de Cuartel General de 5 hombres del Capitán Eduardo Villarruel y las Secciones de Asalto de Capitán Tomás Fernández 2 y 3 de Asalto del Capitán Andrés Ferrero, ambas patrullas de 12 hombres. [3]

Monte Kent

La noche del 29 de mayo de 1982, la 3ª Sección de Asalto del Capitán Andrés Antonio Ferrero de la 602ª Compañía de Comando se topó con la Tropa de Barcos del Escuadrón D, 22º Servicio Aéreo Especial en las laderas orientales de la montaña. [4] Los británicos tomaron el control de la situación. , pero a costa de dos soldados del SAS gravemente heridos. El capitán Andrés Ferrero recuerda:

“La Guerra de las Malvinas es tan lejana ahora que es difícil recordarla, más aún ordenar los detalles lo suficiente como para comparar la experiencia allí con Comandos en Acción. Sin embargo, leer la historia oficial de Isidoro Ruiz-Moreno, una y otra vez, para refrescar mi flaqueante recuerdo ha resultado ser una experiencia saludable. Nuestro informe de misión nos dijo poco más de lo que debíamos ponernos en tierra, enfrentarnos a cualquier oposición lo mejor que pudiéramos y esperar a los Comandos de la Gendarmería Nacional. Nuestra tarea era bloquear el avance de la Tercera Brigada de Comando.
Nos habían dividido en dos oleadas. No me gustó la idea de estar separado del resto de los comandos, pero podía ver por qué teníamos que hacerlo. Volar en la turbulencia entre los picos era una forma segura de perder más helicópteros. Se había pronosticado mal tiempo. Nubes oscuras en el horizonte soplaban en dirección a Puerto Argentino. Para agravar el problema, solo había cuatro helicópteros disponibles. El mayor Aldo Rico había acordado que la segunda ola se pospusiera para el día siguiente y como él y otros en la empresa no habían logrado enganchar un helicóptero, para pasar el tiempo esa noche, logró su objetivo de aprender a conducir una motocicleta. Rico le había preguntado al mayor Mario Castagneto si pensaba que se podía llegar al monte Kent a pie, pero, debido a los nuevos campos de minas, se dio cuenta de que no sería posible. En cualquier caso, ese día era demasiado tarde para hacer algo por tierra.
Nos entregaron granadas, bandoleras y municiones, y dos ametralladoras MAG, además de lanzacohetes antitanques y mochilas de ratas. Estábamos cansados ​​después de una noche de insomnio. El primer teniente Horacio Fernando Lauria, un carismático ingeniero-comando de unos treinta y pocos años, en un intento de recordar lo que le esperaba, había estado estudiando mapas de la zona del monte Kent e informes de inteligencia ... Abordamos un Unimog, que el capitán Fernando de la Serna nos dijo que nos llevaría a nuestro helicóptero. Estábamos vestidos con trajes de camuflaje blancos reversibles. Se quitaron los cascos, se pusieron las boinas y la 602 fue conducida al campo de fútbol. Eran alrededor de las 4 de la tarde y más oscuro de lo habitual porque el cielo estaba nublado. El periodista Eduardo Rotondo nos estaba filmando y tomando fotos. Este fue un período único para el Ejército; estar en una zona de guerra acompañado de periodistas.

Era el Día del Ejército Argentino. Un día para estar orgullosos de nuestro Ejército. Fue aún más importante para el Mayor Rico, ya que era el cumpleaños de su hijo. El helicóptero que abordamos - Huey AE 418 - estaba desnudo por dentro y nos sentamos en el suelo ... Por fin, alrededor de las 5 de la tarde llegó la orden de partir. También venían los capitanes Eduardo Villarruel y Jorge Durán. El piloto levantó su helicóptero en un vuelo estacionario bajo, a unos 3 pies del suelo. El zumbido de los motores era ensordecedor. Estábamos en el aire, y esta vez no fue un ejercicio de entrenamiento. El piloto bajó el morro del helicóptero y aceleró. Fue un vuelo de 6 o 7 minutos, algo así. Cuando empezamos a acercarnos, el ruido era increíble. Cuando aterrizamos, no pude bajar lo suficientemente rápido. Tan pronto como nos alejamos de las cuchillas, comenzamos a descargar las armas y el equipo. El helicóptero estaba cargado hasta el techo con munición de repuesto, misiles Instalaza y paquetes médicos. Observamos el ascenso del helicóptero hasta que desapareció.

Como era de esperar, algunas inserciones estaban muy dispersas: el grupo del cuartel general del capitán Eduardo Villarruel estaba tan perdido que no se reincorporó a la 602 hasta el día siguiente. Aterrizamos 500 metros fuera de curso, al noreste del monte Kent. La noche había caído como hielo en un vaso, cortante y fría. Con el primer teniente Francisco Maqueda, un montañista experimentado, al frente, subimos la montaña. Era un terreno espantoso, con afloramientos rocosos por todo el lugar. Fue extremadamente difícil avanzar, mientras que las laderas de la montaña no eran escarpadas, eran muy empinadas y estaban formadas por rocas. Una cosa que todos teníamos en común era que estábamos en una forma razonable.
La edad promedio en el 602º era entre 28 y 33. De lo contrario, mi patrulla de combate no podría haber emprendido las seis extenuantes misiones de patrulla que tenía por delante. La idea de toparme con una patrulla británica, o peor aún, caer en una emboscada, era lo más importante en mi mente. Esta era la guarida del León. Habíamos avanzado 500 metros cuando señalé una parada. "Puedo oír el agua", dije. Me puse nervioso. Me volví hacia Lauria, quien me alcanzó cuando me detuve y me preguntó: '¿Por qué no nos dejamos a Mucked ya mí hacer un reconocimiento para ver qué hay alrededor?' Lo pensé un momento y luego dije: 'Está bien, pero que yo junto con Maqueda iríamos, con Oviedo'. El resto era quedarse detrás de unos cantos rodados y esperar a que hiciéramos la señal con la antorcha ... Cuando habíamos recorrido unos 50 metros estalló el infierno. El resto de la patrulla bajo el mando de Lauria, fue objeto de disparos precisos de ametralladoras y morteros.

Sin embargo, solo un hombre resultó herido: el sargento primero Raimundo Maximiliano Viltes. Recibió una bala en un talón. Durante unos segundos reinó el pandemonio. Solo unos pocos lograron hacer rondas. Lauria pensó que eran parte del Equipo de Combate Solari que se sabía que había sido excavado en el área. Cuando me explicó lo que pasó, fue obvio que estaba muy sorprendido. Regresando el fuego con su rifle FAL, Lauria logró golpear a algunos comandos del Servicio Aéreo Especial ... Para ahora eran alrededor de las 7 de la tarde y escuché dos helicópteros volando sobre mi cabeza, regresando con la segunda sección de asalto de la 601 desde Big Mountain, pero vi nada debido a las nubes bajas. Tuve que tranquilizarme. Ya había experimentado el combate, siendo atacado por las guerrillas del Ejército Revolucionario del Pueblo. Yo era un Comando desde 1975 y había servido en la provincia de Tucumán. Traté de averiguar cómo devolver el golpe. Nos arrastramos hacia ellos, oímos que eran británicos y decidimos llevarlos nosotros mismos. El problema era que teníamos que correr hacia la cima, al estilo de la Primera Guerra Mundial. Tenía pocas esperanzas de que alguien pudiera haber sobrevivido a esa emboscada. Estaba lleno de confusión y desesperado por la ansiedad. Para entonces, las bengalas de mortero estaban encendidas, iluminando partes del área. Más tarde supe que al primer sonido de fuego de mortero la mayoría había huido. No fue exactamente la reacción que Lauria había deseado. Lauria y Viltes, que fueron los últimos en irse, tuvieron una sombría retirada bajo fuego de mortero durante todo el camino. El primer sargento José Núñez ayudó a Viltes.

Esa noche, Lauria se quedó escuchando la tormenta de fuego mientras la loma de Kent ardía bajo el fuego del Escuadrón "D" del Regimiento del Servicio Aéreo Especial. Empecé a rezar. Me puse en manos de Dios y sé que esto va a sonar cursi, pero empezó a nevar muy fuerte. No nos atrevimos a esperar demasiado. La señal en la que habíamos acordado era una, dos, luego vete. Cuando finalmente estuvimos lo suficientemente tranquilos, levanté un dedo, luego dos, e hicimos nuestro movimiento. Ahora estábamos corriendo cuesta abajo. Estaba resbaladizo, peligroso. Nos deslizamos por la ladera de la montaña sobre nuestras espaldas y traseros, enviando pequeñas avalanchas de piedra gris que caían en cascada por la montaña. Durante la escapada perdimos Oviedo. Los comandos británicos no siguieron. Eran unos 20 de ellos con dos ametralladoras pero también huyeron. Esto no es infrecuente en la guerra. Más tarde se supo que los comandos británicos, pensando que estaban a punto de ser flanqueados por Maqueda, Oviedo y yo, decidieron retirarse. Al darse cuenta de su error, regresaron a la cordillera de Kent justo cuando la patrulla del capitán Tomas Fernández se acercaba al pico Bluff Cove. [5]"


Escuadrón D de SAS 22 realizando limpieza en el Monte Kent

Mientras tanto, según su informe de patrulla, el capitán Eduardo Marcelo Villarruel también había aterrizado en las laderas orientales del monte Kent y, evitando el contacto, se retiró a las rocas del norte. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de mantener Mount Kent y la opción de retirarse a Estancia House Farm, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, instruyó al Mayor Cedric Delves que era fundamental mantener la posición él para reunir los elementos principales de 3 PARA hasta que llegó 42 Commando. [6]


42 Commando en Monte Kent

3 PARA había capturado Teal Inlet (Caleta Trullo) Settlement el 29 de mayo en su marcha hacia Estancia House, uno de los paracaidistas británicos de la Compañía D del Capitán Matthew Selfridge había sido evacuado sufriendo una herida autoinfligida. [7]

Pico de Bluff Cove

Mientras tanto, la Segunda Sección de Asalto de la Compañía de Comando 602, comandada por el Capitán Tomás Víctor Fernández, luego de una breve pausa, continuó su avance hasta el Pico Bluff Cove. Fue aquí donde Teniente 1º Rubén Eduardo Márquez y Sargento 1º Oscar Humberto Blas obtuvieron póstumamente la Medalla Heroico Valor en Combate en un enfrentamiento de patrullas en el que hirieron con granadas de mano a dos Comandos del Servicio Aéreo Especial. [8] [ 9] No había nada más que meter a tantos como fuera posible en cuevas cerca de la cima de Bluff Cove Peak ", admite el capitán Fernández.

Esa misma mañana, antes del amanecer, cuando el capitán Eduardo Marcelo Villarruel conducía a su grupo de cuartel general de regreso a las líneas argentinas, se topó con una patrulla británica fuertemente armada en las laderas neblinosas del monte Kent que se dirigían a Estancia House. Las Fuerzas Especiales argentinas fueron a tierra y se desplegaron en una línea de escaramuza lista para abrirse. El sargento Mario Antonio Cisnero, tenía la ametralladora de cinta de 7,62 milímetros y se emocionó mucho. Villarruel, por alguna razón le dijo a Cisnero que no disparara. Fue un error de juicio grave y probablemente les costó a los argentinos la batalla por el monte Kent. Más tarde se supo que la patrulla británica eran miembros del Escuadrón 'D', 22º Regimiento de Servicio Aéreo Especial en retirada con sus dos heridos. Desafortunadamente, debido a la tormenta de nieve, las comunicaciones se perdieron en ambos lados. Pero por primera vez, el 22º Regimiento del Servicio Aéreo Especial del Teniente Coronel Mike Rose estaba en control de la situación después de la confusión inicial. A las 17.00 hora local del 30 de mayo, cuando el operador de radio del capitán Tomás Fernández, el Sargento Mayor Alfredo Flores, por fin salió al aire, pasó el dramático mensaje "Estamos en problemas" y 40 minutos después, "hay ingleses a nuestro alrededor. . Será mejor que te des prisa. "

La ofensiva argentina en helicóptero había sido controlada, y el Servicio Aéreo Especial mantuvo con éxito sus posiciones en Mount Kent y Bluff Cove Peak. El mayor Aldo Rico fue puesto a cargo de todas las operaciones posteriores de las Fuerzas Especiales. A regañadientes canceló el despliegue de la 601ª Compañía de Comando del Mayor Mario Castagneto e instruyó a Castagneto para que rescatara a la 602ª Compañía de Comando, que debía reunirse en la Montaña Estancia. [10]

El capitán Andrés Ferrero reagrupó a sus hombres en la Estancia de la Montaña y esperó refuerzos. Alrededor de las 1100 hora local del 30 de mayo, el comandante de la patrulla argentina observó con horror cómo dos Royal Air Force Harriers (XZ963 y XZ789) pasaban por encima del Puma con refuerzos del 601 Escuadrón de Fuerzas Especiales de Gendarmería Nacional, disparando mientras avanzaban. El Puma se estrelló en el suelo e inició un incendio en el que resultaron muertos seis Comandos de Gendarmería de la patrulla de combate del Capitán Jorge San Emeterio: Teniente Ricardo Julio Sánchez, Subteniente Guillermo Nasif, Cabo Marciano Verón, Víctor Samuel Guerrero, Carlos Ismael Pereyra y Lance-Cabo Juan Carlos Treppo. Los comandos de la gendarmería que pudieron saltar, algunos de ellos desafiaron el fuego y explotaron municiones para rescatar a ocho colegas heridos.

Sin embargo, el 3er Pelotón de Fusileros argentino al mando del Subteniente Marcelo Llambías Pravaz en el Monte Challenger, se vengó rápidamente y el Harrier XZ 963 de la Royal Air Force, pilotado por el líder de escuadrón Jerry Pook, fue derribado.



Refuerzos de Royal Marines

El trabajo de apoderarse de la montaña de 1.300 pies recayó en la Kilo Company del capitán Peter Babbington de 42 CDO, que volaría en helicópteros. Se le dijo al Escuadrón D del Mayor Cedric Delves que localizara y asegurara una zona de aterrizaje adecuada debajo de la cumbre del Monte Kent, pero la falta de helicópteros, junto con las condiciones de ventisca, significó que se necesitaron cinco noches para el transporte aéreo en los 120 Royal Marines de Babbington.

El alto mando británico a 13.000 kilómetros de distancia en Northwood, impaciente por las victorias, cuestionó la necesidad de gastar un tiempo valioso en el reconocimiento. Afortunadamente, el comandante británico en las Malvinas ignoró sus órdenes, porque cuando los Royal Marines aterrizaron en las laderas más bajas del Monte Kent, descubrieron que fuertes patrullas enemigas de las fuerzas especiales todavía estaban tratando de penetrar las líneas británicas.

El brigadier Julian Thompson, quien comandaba la Tercera Brigada de Comando, escribió más tarde que sin la presencia del SAS en el Monte Kent, las patrullas argentinas "habrían disparado un pavo a los vulnerables helicópteros y a las tropas cuando saltaron, temporalmente desorientadas en la oscuridad; la operación habría sido un desastre ". [11]


Observador avanzado británico armado con una Bren observa a las tropas argentinas desde Monte Kent

Cuando la punta de lanza 42 CDO sobrevoló la noche del 30/31 de mayo, presenciaron la emboscada del SAS a la Sección 2da de Asalto del Capitán Tomás Fernández cerca del lugar de aterrizaje. Sin embargo, afortunadamente para los refuerzos de la Marina Real, la patrulla argentina se retiró después de haber perdido antes a dos muertos en Bluff Cove Peak.

También estuvo muy involucrado en esta acción el único helicóptero Chinook superviviente de la Fuerza de Tarea, Bravo November. El teniente de vuelo Andy Lawless, copiloto del Chinook, participó en la misión de entregar armas de artillería y municiones al SAS y describe el accidente del helicóptero (posiblemente como resultado del fuego de armas pequeñas) poco después:

“Sabíamos que las SAS estaban superadas en armamento. Nuestro trabajo consistía en aterrizar obuses de 105 mm] del 29 Regimiento de Artillería Real. Rose (Loadmaster) me dijo que el lugar de aterrizaje era plano y seguro. La misión era volar de noche con gafas de visión nocturna. Teníamos tres cañones de 105 mm en el interior y paletas de municiones debajo. Entonces intervino la niebla de la guerra. El suelo no era plano y estaba cubierto de rocas. No pudimos encontrar ningún lugar para aterrizar y pasamos un tiempo maniobrando para dejar las cargas colgadas. Tuvimos que ponerlos exactamente donde querían los artilleros porque no podían hacer rodar los cañones muy lejos por el terrible terreno. Puedo recordar claramente a las tropas que se movían bajo el rotor y disparaban sus armas; esto no era parte del plan. Llegaron rondas de artillería. Una vez que dejamos las armas, regresamos directamente a San Carlos para traer más armas y municiones. Entonces golpeamos el agua. Tuvimos suerte porque si hubiéramos golpeado tierra firme estaríamos muertos. Golpeamos a 100 nudos. La ola de proa pasó por la ventana de la cabina cuando nos acomodamos y los motores se apagaron parcialmente. Sabía que nos habíamos abandonado, pero no estaba seguro de si nos habían alcanzado. Dick (piloto) dijo que pensaba que nos había alcanzado un fuego terrestre. Cuando el helicóptero se posó, la ola de proa disminuyó. Teníamos el colectivo todavía encendido y el motor se paró cuando salimos del agua como el corcho de una botella. Estábamos subiendo. [12]


Top Malo House

Habiendo rodeado la casa Top Malo, el capitán Rod Boswell ordenó a su grupo de asalto de 12 hombres que arreglara bayonetas y disparara una bengala verde, la señal para que el grupo de apoyo de 7 hombres en un montículo cercano desatara una descarga de seis cohetes antitanques en la casa del pastor remoto.

El teniente mayor Ernesto Emilio Espinosa de guardia en la ventana superior de la escalera dio la alarma y fue asesinado a tiros por el cabo Steve Groves armado con un rifle de francotirador y momentos después el edificio estalló en llamas.

Mientras Boswell y su grupo de asalto cargaban hacia adelante, dos cohetes más de 66 mm se estrellaron contra la casa y las Fuerzas Especiales argentinas que se habían puesto a cubierto allí durante la noche huyeron a Mullows Stream a 200 metros de distancia.

En el feroz tiroteo que siguió, el Sargento Seniort Mateo Domingo Sbert murió mientras cubrían su retirada al arroyo y el segundo al mando argentino, el Teniente Mayor Horacio Losito perdió el conocimiento por pérdida de sangre antes de que el resto arrojara sus armas y se rindiera.

La batalla de Top Malo House, a pocas millas de Teal Inlet, el 31 de mayo costó la vida a dos miembros de la Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando. Los 10 sobrevivientes argentinos, seis de ellos heridos, fueron hechos prisioneros.

Cuatro comandos de la Marina Real (los sargentos Doyle, Groves, McLean y el cabo Stone) resultaron heridos [13] [14] [15], un testimonio del profesionalismo y la habilidad de las Fuerzas Especiales de Gran Bretaña. Sin embargo, sin que los hombres de Boswell lo supieran, la pelea de 45 minutos había sido observada por los puestos de observación de la Fuerza Aérea Argentina (OP) que manejaban OP en colinas cercanas. Tan asombrados estaban por el asalto de los libros de texto, que 14 de ellos se rindieron a los paracaidistas y los Royal Marines que se dirigían a Estancia Mountain y Bluff Cove Peak.

La 1.a Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando y la 2.a Sección de Asalto del Capitán José Ramón Negretti de la 601a Compañía de Comando del Mayor Mario Luis Castagneto habían estado usando Mount Simon y Big Mountain para informar y hostigar el avance británico hacia Mount Kent, la primera de varios picos que custodiaban el acceso a Port Stanley.

Secuelas

Las batallas de Mount Kent y Top Malo House a fines de mayo de 1982 costaron la vida a once miembros de las Fuerzas Especiales de Argentina. Sólo diez fuerzas especiales británicas resultaron heridas, pero cinco pronto murieron como resultado del fuego amigo. (Datos que deben corroborarse en el caso de las bajas británicas)



Referencias

  1. Marcelo Llambias Pravaz (Malvinas Corazón De Mi Patria)
  2. Entrevista a Guillermo Anaya, Top Gun de los helicopteristas
  3. En el Monte Kent, el Escuadrón D, escasamente extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y no estaban preparados para el sonido, alrededor de las 6 de la tarde, de helicópteros acercándose desde el este, de hecho un Puma y cuatro helicópteros Huey que traían veintinueve comandos compuestos por La Sección del Cuartel General de cinco hombres del Capitán Eduardo Villarruel y la Sección de Asalto del Capitán Tomás Fernández 2 y 3 del Capitán Ferrero, ambas de doce hombres. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  4. La sección de Ferrero aterrizó en las laderas orientales del monte Kent y pronto se vio envuelta en una confusa batalla a corta distancia con la Tropa de Barcos de granadas explosivas, tiroteos repentinos con furia cercana y el abrupto deslizamiento de botas sobre las rocas. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  5. Comandos en Acción: El Ejercito en Malvinas, Isidoro J. Ruiz Moreno, Emecé, 1986
  6. Mientras tanto, según su informe de patrulla, Villarruel también había aterrizado en el monte Kent y, evitando el contacto, se retiró al terreno elevado al norte de la colina. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de tomar Mount Kent y la desventaja de reagruparse en Estancia, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el SAS, instruyó al mayor Delves que era fundamental mantenerlo y ponerlo al mando de todas las fuerzas en el área hasta que Llegó el Comando 42. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 148, Pen & Sword, 2014
  7. Desafortunadamente, esta fue una 'descarga negligente' originada por una de las armas más peligrosas en el inventario militar británico, la metralleta de 9 mm. No estaba bien cuando Nick Morgan, John Williams y Malcolm Jowitt se pusieron a trabajar. Más tarde, este paciente se quejaba de los tres tubos insertados en su pecho, pero esas vías de drenaje hicieron un trabajo vital para llevarse la sangre que se escapaba del largo camino de la bala. Era un chico bastante afortunado, otro superviviente, y muy contra todo pronóstico. Doctor for Friend and Foe: Britain's Frontline Medic in the Fight for the Falklands, Rick Jolly, p. 89, Bloomsbury Publishing, 2012
  8. Dos hombres más resultaron heridos, pero el SAS seguía controlando sus posiciones principales en la mañana del 30 de mayo. Twilight Warriors: Inside the World's Special Forces, Martin C. Arostegui, pg 181, St. Martin's Press, 1997
  9. La sección de Fernández pasó la noche librándose de la emboscada y aunque dos SAS más resultaron heridos, perdió al sargento Alfredo Flores, quien quedó inconsciente al caer y fue hecho prisionero. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  10. La Operación Autoimpuesta, hasta el momento, no iba bien y con los británicos ahora ocupando Mount Kent, el Mayor Rico recibió el mando de las operaciones de las Fuerzas Especiales. Canceló el despliegue de la 601 Commando Company y ordenó al Mayor Castagneto que rescatara al 602 Commando, que debía reunirse en el Monte Estancia. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  11. Key battles at Top Malo and Mount Kent
  12. 16 Air Assault Brigade: The History of Britain's Rapid Reaction Force, Tim Ripley, pp. 45-46, Casemate Publishers, 2008
  13. Remembering The Falklands Day By Day
  14. "El sargento McLean resultó herido en la mano cuando una bala alcanzó el LAW de 66 mm que estaba a punto de disparar". Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, Pen & Sword, 2014
  15. "El grupo de fuego destruyó rápidamente la casa objetivo, pero los argentinos salieron disparados, contraatacaron y muy rápidamente dos marines, el sargento Terry Doyle en el grupo de asalto y el sargento Rocky Stone del grupo de fuego, recibieron disparos y resultaron heridos. Luego, el cabo Steve Groves recibió un disparo en el pecho. El grupo de asalto casi se había abalanzado sobre Top Malo, disparando desde la cadera y con Boswell a la cabeza ". Commando, David Reynolds, p. 146, Sutton, 2001

sábado, 27 de febrero de 2021

Asalto a Monte Kent y emboscada en Top Malo

Batalla del monte Kent y la casa Top Malo

Conservapedia


Vista desde Monte Kent hacia el Oeste, lugar del asalto británico

El 27 de mayo de 1982, el 3er Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (3 PARA) y el Comando 45 (45 CDO), Royal Marines habían dejado la cabeza de playa británica en San Carlos hacia Estancia Mountain y Bluff Cove Peak. El 2do Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (2 PARA) recibió la orden de atacar la Fuerza de Tarea Argentina Mercedes el 28 de mayo ubicada en el Istmo de Darwin durante la Batalla de Darwin y Goose Green, eliminando cualquier amenaza futura de la guarnición argentina. El Escuadrón D del Mayor Cedric Delves, 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, embarcado en helicópteros Sea King tomaría el Monte Kent, mientras que 19 Comandos de la Marina Real del Cuadro de Guerra de Montaña y Ártico (M & AWC) al mando del Mayor Rod Boswell, embarcados en un helicóptero Wessex, capturar y despejar la patrulla de avanzada de las Fuerzas Especiales Argentinas ubicada en la Casa Top Malo, permitiendo a los 600 paracaidistas del 3 PARA capturar la Montaña Estancia y la Casa Estancia. Se esperaba que la Kilo Company of 42 Commando (42 CDO) del capitán Peter Babbington aterrizara en el monte Kent la noche del 29 de mayo. Los retrasos y las ventiscas de nieve significaron que estos refuerzos en helicóptero solo llegarían la noche del 31 de mayo, peligrosamente cerca de un tiroteo .

Terreno clave

El Monte Kent con sus colinas circundantes es un área de terreno elevado en la isla Soledad, aproximadamente a cinco millas al oeste de Port Stanley. Se eleva a poco menos de 1.100 pies y dominaba el eje central de avance desde San Carlos a Stanley. Dado su dominio y proximidad a la capital de las Islas Malvinas, la montaña era un área de especial interés para las Fuerzas Especiales británicas y argentinas.

Primer contacto

El primer enfrentamiento durante las Batallas de Mount Kent y Top Malo House ocurrió durante el 27 de mayo, cuando el Subteniente Marcelo Llambías Pravaz, el Sargento Ramón Valdez, el Cabo Walter Pintos y el Soldado Daniel Castillo de la Compañía C del 4 ° Regimiento, mientras patrullaban la vertiente occidental bajo la cubierta. de oscuridad y fuertes lluvias, fueron sobrevolados por un helicóptero británico. Después de enviar esta información por radio al cuartel general del regimiento, el pequeño escuadrón poco después detectó un escondite británico y abrió fuego. Al día siguiente, inspeccionaron de cerca la escena, pero solo encontraron raciones británicas vacías que tuvieron que ser extraídas del suelo [1].

Al día siguiente, el Teniente Guillermo Enrique Anaya del Batallón de Aviación de Combate 601 visitó la Finca Casa Estancia y su helicóptero Bell UH-1H aterrizó dos veces el 28 de mayo. El teniente Anaya pensó que había comandos británicos escondidos en un establo, por lo que lo ametralló. [2]

En los días que siguieron hubo varios enfrentamientos breves pero extremadamente violentos entre las Fuerzas Especiales de ambos bandos.

Incursión de comandos argentinos

Unos 40 hombres de la 602ª Compañía de Comando (Ejército Argentino) del Mayor Aldo Rico, de 39 años, estaban originalmente programados para realizar un aterrizaje de asalto en seis helicópteros Bell UH-1H del 601º Batallón de Aviación de Combate. Una fuerza de seguimiento, el Escuadrón de Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional 601 de 65 hombres al mando del Mayor José Ricardo Spadaro, reforzaría la posición de Mount Kent. Los mapas argentinos habían confirmado que la ruta terrestre estaba obstruida con campos de minas y trampas explosivas. Esto significaba que las Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional tendrían que llegar en un helicóptero Puma al día siguiente, expuestas a los Harriers GR-3 de la Royal Air Force en sus recorridos matutinos de bombas. Hubo un retraso adicional cuando las Fuerzas Especiales de la Marina de la Primera Agrupación de Comando Anfibio Mayor Guillermo Sánchez-Sabarots en el avión C-130 Hércules líder de Comodoro Rivadavia en el continente argentino, tuvieron que abortar el aterrizaje en el aeropuerto de Stanley. Una tormenta de nieve se sumó a la confusión cuando las Fuerzas Especiales argentinas prepararon apresuradamente sus mochilas y equipo para las inserciones.



En Mount Kent y Bluff Cove Peak, el escuadrón D del comandante Cedric Delves, apenas extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y se sorprendieron momentáneamente cuando escucharon el sonido de helicópteros del ejército argentino acercándose desde el río Murrell, de hecho un Puma y cuatro Helicópteros Huey que traen 29 Boinas Verdes del Ejército Argentino que consisten en la Sección de Cuartel General de 5 hombres del Capitán Eduardo Villarruel y las Secciones de Asalto de Capitán Tomás Fernández 2 y 3 de Asalto del Capitán Andrés Ferrero, ambas patrullas de 12 hombres. [3]

Monte Kent

La noche del 29 de mayo de 1982, la 3ª Sección de Asalto del Capitán Andrés Antonio Ferrero de la 602ª Compañía de Comando se topó con la Tropa de Barcos del Escuadrón D, 22º Servicio Aéreo Especial en las laderas orientales de la montaña. [4] Los británicos tomaron el control de la situación. , pero a costa de dos soldados del SAS gravemente heridos. El capitán Andrés Ferrero recuerda:

“La Guerra de las Malvinas es tan lejana ahora que es difícil recordarla, más aún ordenar los detalles lo suficiente como para comparar la experiencia allí con Comandos en Acción. Sin embargo, leer la historia oficial de Isidoro Ruiz-Moreno, una y otra vez, para refrescar mi flaqueante recuerdo ha resultado ser una experiencia saludable. Nuestro informe de misión nos dijo poco más de lo que debíamos ponernos en tierra, enfrentarnos a cualquier oposición lo mejor que pudiéramos y esperar a los Comandos de la Gendarmería Nacional. Nuestra tarea era bloquear el avance de la Tercera Brigada de Comando.
Nos habían dividido en dos oleadas. No me gustó la idea de estar separado del resto de los comandos, pero podía ver por qué teníamos que hacerlo. Volar en la turbulencia entre los picos era una forma segura de perder más helicópteros. Se había pronosticado mal tiempo. Nubes oscuras en el horizonte soplaban en dirección a Puerto Argentino. Para agravar el problema, solo había cuatro helicópteros disponibles. El mayor Aldo Rico había acordado que la segunda ola se pospusiera para el día siguiente y como él y otros en la empresa no habían logrado enganchar un helicóptero, para pasar el tiempo esa noche, logró su objetivo de aprender a conducir una motocicleta. Rico le había preguntado al mayor Mario Castagneto si pensaba que se podía llegar al monte Kent a pie, pero, debido a los nuevos campos de minas, se dio cuenta de que no sería posible. En cualquier caso, ese día era demasiado tarde para hacer algo por tierra.
Nos entregaron granadas, bandoleras y municiones, y dos ametralladoras MAG, además de lanzacohetes antitanques y mochilas de ratas. Estábamos cansados ​​después de una noche de insomnio. El primer teniente Horacio Fernando Lauria, un carismático ingeniero-comando de unos treinta y pocos años, en un intento de recordar lo que le esperaba, había estado estudiando mapas de la zona del monte Kent e informes de inteligencia ... Abordamos un Unimog, que el capitán Fernando de la Serna nos dijo que nos llevaría a nuestro helicóptero. Estábamos vestidos con trajes de camuflaje blancos reversibles. Se quitaron los cascos, se pusieron las boinas y la 602 fue conducida al campo de fútbol. Eran alrededor de las 4 de la tarde y más oscuro de lo habitual porque el cielo estaba nublado. El periodista Eduardo Rotondo nos estaba filmando y tomando fotos. Este fue un período único para el Ejército; estar en una zona de guerra acompañado de periodistas.

Era el Día del Ejército Argentino. Un día para estar orgullosos de nuestro Ejército. Fue aún más importante para el Mayor Rico, ya que era el cumpleaños de su hijo. El helicóptero que abordamos - Huey AE 418 - estaba desnudo por dentro y nos sentamos en el suelo ... Por fin, alrededor de las 5 de la tarde llegó la orden de partir. También venían los capitanes Eduardo Villarruel y Jorge Durán. El piloto levantó su helicóptero en un vuelo estacionario bajo, a unos 3 pies del suelo. El zumbido de los motores era ensordecedor. Estábamos en el aire, y esta vez no fue un ejercicio de entrenamiento. El piloto bajó el morro del helicóptero y aceleró. Fue un vuelo de 6 o 7 minutos, algo así. Cuando empezamos a acercarnos, el ruido era increíble. Cuando aterrizamos, no pude bajar lo suficientemente rápido. Tan pronto como nos alejamos de las cuchillas, comenzamos a descargar las armas y el equipo. El helicóptero estaba cargado hasta el techo con munición de repuesto, misiles Instalaza y paquetes médicos. Observamos el ascenso del helicóptero hasta que desapareció.

Como era de esperar, algunas inserciones estaban muy dispersas: el grupo del cuartel general del capitán Eduardo Villarruel estaba tan perdido que no se reincorporó a la 602 hasta el día siguiente. Aterrizamos 500 metros fuera de curso, al noreste del monte Kent. La noche había caído como hielo en un vaso, cortante y fría. Con el primer teniente Francisco Maqueda, un montañista experimentado, al frente, subimos la montaña. Era un terreno espantoso, con afloramientos rocosos por todo el lugar. Fue extremadamente difícil avanzar, mientras que las laderas de la montaña no eran escarpadas, eran muy empinadas y estaban formadas por rocas. Una cosa que todos teníamos en común era que estábamos en una forma razonable.
La edad promedio en el 602º era entre 28 y 33. De lo contrario, mi patrulla de combate no podría haber emprendido las seis extenuantes misiones de patrulla que tenía por delante. La idea de toparme con una patrulla británica, o peor aún, caer en una emboscada, era lo más importante en mi mente. Esta era la guarida del León. Habíamos avanzado 500 metros cuando señalé una parada. "Puedo oír el agua", dije. Me puse nervioso. Me volví hacia Lauria, quien me alcanzó cuando me detuve y me preguntó: '¿Por qué no nos dejamos a Mucked ya mí hacer un reconocimiento para ver qué hay alrededor?' Lo pensé un momento y luego dije: 'Está bien, pero que yo junto con Maqueda iríamos, con Oviedo'. El resto era quedarse detrás de unos cantos rodados y esperar a que hiciéramos la señal con la antorcha ... Cuando habíamos recorrido unos 50 metros estalló el infierno. El resto de la patrulla bajo el mando de Lauria, fue objeto de disparos precisos de ametralladoras y morteros.

Sin embargo, solo un hombre resultó herido: el sargento primero Raimundo Maximiliano Viltes. Recibió una bala en un talón. Durante unos segundos reinó el pandemonio. Solo unos pocos lograron hacer rondas. Lauria pensó que eran parte del Equipo de Combate Solari que se sabía que había sido excavado en el área. Cuando me explicó lo que pasó, fue obvio que estaba muy sorprendido. Regresando el fuego con su rifle FAL, Lauria logró golpear a algunos comandos del Servicio Aéreo Especial ... Para ahora eran alrededor de las 7 de la tarde y escuché dos helicópteros volando sobre mi cabeza, regresando con la segunda sección de asalto de la 601 desde Big Mountain, pero vi nada debido a las nubes bajas. Tuve que tranquilizarme. Ya había experimentado el combate, siendo atacado por las guerrillas del Ejército Revolucionario del Pueblo. Yo era un Comando desde 1975 y había servido en la provincia de Tucumán. Traté de averiguar cómo devolver el golpe. Nos arrastramos hacia ellos, oímos que eran británicos y decidimos llevarlos nosotros mismos. El problema era que teníamos que correr hacia la cima, al estilo de la Primera Guerra Mundial. Tenía pocas esperanzas de que alguien pudiera haber sobrevivido a esa emboscada. Estaba lleno de confusión y desesperado por la ansiedad. Para entonces, las bengalas de mortero estaban encendidas, iluminando partes del área. Más tarde supe que al primer sonido de fuego de mortero la mayoría había huido. No fue exactamente la reacción que Lauria había deseado. Lauria y Viltes, que fueron los últimos en irse, tuvieron una sombría retirada bajo fuego de mortero durante todo el camino. El primer sargento José Núñez ayudó a Viltes.

Esa noche, Lauria se quedó escuchando la tormenta de fuego mientras la loma de Kent ardía bajo el fuego del Escuadrón "D" del Regimiento del Servicio Aéreo Especial. Empecé a rezar. Me puse en manos de Dios y sé que esto va a sonar cursi, pero empezó a nevar muy fuerte. No nos atrevimos a esperar demasiado. La señal en la que habíamos acordado era una, dos, luego vete. Cuando finalmente estuvimos lo suficientemente tranquilos, levanté un dedo, luego dos, e hicimos nuestro movimiento. Ahora estábamos corriendo cuesta abajo. Estaba resbaladizo, peligroso. Nos deslizamos por la ladera de la montaña sobre nuestras espaldas y traseros, enviando pequeñas avalanchas de piedra gris que caían en cascada por la montaña. Durante la escapada perdimos Oviedo. Los comandos británicos no siguieron. Eran unos 20 de ellos con dos ametralladoras pero también huyeron. Esto no es infrecuente en la guerra. Más tarde se supo que los comandos británicos, pensando que estaban a punto de ser flanqueados por Maqueda, Oviedo y yo, decidieron retirarse. Al darse cuenta de su error, regresaron a la cordillera de Kent justo cuando la patrulla del capitán Tomas Fernández se acercaba al pico Bluff Cove. [5]"


Escuadrón D de SAS 22 realizando limpieza en el Monte Kent

Mientras tanto, según su informe de patrulla, el capitán Eduardo Marcelo Villarruel también había aterrizado en las laderas orientales del monte Kent y, evitando el contacto, se retiró a las rocas del norte. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de mantener Mount Kent y la opción de retirarse a Estancia House Farm, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, instruyó al Mayor Cedric Delves que era fundamental mantener la posición él para reunir los elementos principales de 3 PARA hasta que llegó 42 Commando. [6]


42 Commando en Monte Kent

3 PARA había capturado Teal Inlet (Caleta Trullo) Settlement el 29 de mayo en su marcha hacia Estancia House, uno de los paracaidistas británicos de la Compañía D del Capitán Matthew Selfridge había sido evacuado sufriendo una herida autoinfligida. [7]

Pico de Bluff Cove

Mientras tanto, la Segunda Sección de Asalto de la Compañía de Comando 602, comandada por el Capitán Tomás Víctor Fernández, luego de una breve pausa, continuó su avance hasta el Pico Bluff Cove. Fue aquí donde Teniente 1º Rubén Eduardo Márquez y Sargento 1º Oscar Humberto Blas obtuvieron póstumamente la Medalla Heroico Valor en Combate en un enfrentamiento de patrullas en el que hirieron con granadas de mano a dos Comandos del Servicio Aéreo Especial. [8] [ 9] No había nada más que meter a tantos como fuera posible en cuevas cerca de la cima de Bluff Cove Peak ", admite el capitán Fernández.

Esa misma mañana, antes del amanecer, cuando el capitán Eduardo Marcelo Villarruel conducía a su grupo de cuartel general de regreso a las líneas argentinas, se topó con una patrulla británica fuertemente armada en las laderas neblinosas del monte Kent que se dirigían a Estancia House. Las Fuerzas Especiales argentinas fueron a tierra y se desplegaron en una línea de escaramuza lista para abrirse. El sargento Mario Antonio Cisnero, tenía la ametralladora de cinta de 7,62 milímetros y se emocionó mucho. Villarruel, por alguna razón le dijo a Cisnero que no disparara. Fue un error de juicio grave y probablemente les costó a los argentinos la batalla por el monte Kent. Más tarde se supo que la patrulla británica eran miembros del Escuadrón 'D', 22º Regimiento de Servicio Aéreo Especial en retirada con sus dos heridos. Desafortunadamente, debido a la tormenta de nieve, las comunicaciones se perdieron en ambos lados. Pero por primera vez, el 22º Regimiento del Servicio Aéreo Especial del Teniente Coronel Mike Rose estaba en control de la situación después de la confusión inicial. A las 17.00 hora local del 30 de mayo, cuando el operador de radio del capitán Tomás Fernández, el Sargento Mayor Alfredo Flores, por fin salió al aire, pasó el dramático mensaje "Estamos en problemas" y 40 minutos después, "hay ingleses a nuestro alrededor. . Será mejor que te des prisa. "

La ofensiva argentina en helicóptero había sido controlada, y el Servicio Aéreo Especial mantuvo con éxito sus posiciones en Mount Kent y Bluff Cove Peak. El mayor Aldo Rico fue puesto a cargo de todas las operaciones posteriores de las Fuerzas Especiales. A regañadientes canceló el despliegue de la 601ª Compañía de Comando del Mayor Mario Castagneto e instruyó a Castagneto para que rescatara a la 602ª Compañía de Comando, que debía reunirse en la Montaña Estancia. [10]

El capitán Andrés Ferrero reagrupó a sus hombres en la Estancia de la Montaña y esperó refuerzos. Alrededor de las 1100 hora local del 30 de mayo, el comandante de la patrulla argentina observó con horror cómo dos Royal Air Force Harriers (XZ963 y XZ789) pasaban por encima del Puma con refuerzos del 601 Escuadrón de Fuerzas Especiales de Gendarmería Nacional, disparando mientras avanzaban. El Puma se estrelló en el suelo e inició un incendio en el que resultaron muertos seis Comandos de Gendarmería de la patrulla de combate del Capitán Jorge San Emeterio: Teniente Ricardo Julio Sánchez, Subteniente Guillermo Nasif, Cabo Marciano Verón, Víctor Samuel Guerrero, Carlos Ismael Pereyra y Lance-Cabo Juan Carlos Treppo. Los comandos de la gendarmería que pudieron saltar, algunos de ellos desafiaron el fuego y explotaron municiones para rescatar a ocho colegas heridos.

Sin embargo, el 3er Pelotón de Fusileros argentino al mando del Subteniente Marcelo Llambías Pravaz en el Monte Challenger, se vengó rápidamente y el Harrier XZ 963 de la Royal Air Force, pilotado por el líder de escuadrón Jerry Pook, fue derribado.



Refuerzos de Royal Marines

El trabajo de apoderarse de la montaña de 1.300 pies recayó en la Kilo Company del capitán Peter Babbington de 42 CDO, que volaría en helicópteros. Se le dijo al Escuadrón D del Mayor Cedric Delves que localizara y asegurara una zona de aterrizaje adecuada debajo de la cumbre del Monte Kent, pero la falta de helicópteros, junto con las condiciones de ventisca, significó que se necesitaron cinco noches para el transporte aéreo en los 120 Royal Marines de Babbington.

El alto mando británico a 13.000 kilómetros de distancia en Northwood, impaciente por las victorias, cuestionó la necesidad de gastar un tiempo valioso en el reconocimiento. Afortunadamente, el comandante británico en las Malvinas ignoró sus órdenes, porque cuando los Royal Marines aterrizaron en las laderas más bajas del Monte Kent, descubrieron que fuertes patrullas enemigas de las fuerzas especiales todavía estaban tratando de penetrar las líneas británicas.

El brigadier Julian Thompson, quien comandaba la Tercera Brigada de Comando, escribió más tarde que sin la presencia del SAS en el Monte Kent, las patrullas argentinas "habrían disparado un pavo a los vulnerables helicópteros y a las tropas cuando saltaron, temporalmente desorientadas en la oscuridad; la operación habría sido un desastre ". [11]


Observador avanzado británico armado con una Bren observa a las tropas argentinas desde Monte Kent

Cuando la punta de lanza 42 CDO sobrevoló la noche del 30/31 de mayo, presenciaron la emboscada del SAS a la Sección 2da de Asalto del Capitán Tomás Fernández cerca del lugar de aterrizaje. Sin embargo, afortunadamente para los refuerzos de la Marina Real, la patrulla argentina se retiró después de haber perdido antes a dos muertos en Bluff Cove Peak.

También estuvo muy involucrado en esta acción el único helicóptero Chinook superviviente de la Fuerza de Tarea, Bravo November. El teniente de vuelo Andy Lawless, copiloto del Chinook, participó en la misión de entregar armas de artillería y municiones al SAS y describe el accidente del helicóptero (posiblemente como resultado del fuego de armas pequeñas) poco después:

“Sabíamos que las SAS estaban superadas en armamento. Nuestro trabajo consistía en aterrizar obuses de 105 mm] del 29 Regimiento de Artillería Real. Rose (Loadmaster) me dijo que el lugar de aterrizaje era plano y seguro. La misión era volar de noche con gafas de visión nocturna. Teníamos tres cañones de 105 mm en el interior y paletas de municiones debajo. Entonces intervino la niebla de la guerra. El suelo no era plano y estaba cubierto de rocas. No pudimos encontrar ningún lugar para aterrizar y pasamos un tiempo maniobrando para dejar las cargas colgadas. Tuvimos que ponerlos exactamente donde querían los artilleros porque no podían hacer rodar los cañones muy lejos por el terrible terreno. Puedo recordar claramente a las tropas que se movían bajo el rotor y disparaban sus armas; esto no era parte del plan. Llegaron rondas de artillería. Una vez que dejamos las armas, regresamos directamente a San Carlos para traer más armas y municiones. Entonces golpeamos el agua. Tuvimos suerte porque si hubiéramos golpeado tierra firme estaríamos muertos. Golpeamos a 100 nudos. La ola de proa pasó por la ventana de la cabina cuando nos acomodamos y los motores se apagaron parcialmente. Sabía que nos habíamos abandonado, pero no estaba seguro de si nos habían alcanzado. Dick (piloto) dijo que pensaba que nos había alcanzado un fuego terrestre. Cuando el helicóptero se posó, la ola de proa disminuyó. Teníamos el colectivo todavía encendido y el motor se paró cuando salimos del agua como el corcho de una botella. Estábamos subiendo. [12]


Top Malo House

Habiendo rodeado la casa Top Malo, el capitán Rod Boswell ordenó a su grupo de asalto de 12 hombres que arreglara bayonetas y disparara una bengala verde, la señal para que el grupo de apoyo de 7 hombres en un montículo cercano desatara una descarga de seis cohetes antitanques en la casa del pastor remoto.

El teniente mayor Ernesto Emilio Espinosa de guardia en la ventana superior de la escalera dio la alarma y fue asesinado a tiros por el cabo Steve Groves armado con un rifle de francotirador y momentos después el edificio estalló en llamas.

Mientras Boswell y su grupo de asalto cargaban hacia adelante, dos cohetes más de 66 mm se estrellaron contra la casa y las Fuerzas Especiales argentinas que se habían puesto a cubierto allí durante la noche huyeron a Mullows Stream a 200 metros de distancia.

En el feroz tiroteo que siguió, el Sargento Seniort Mateo Domingo Sbert murió mientras cubrían su retirada al arroyo y el segundo al mando argentino, el Teniente Mayor Horacio Losito perdió el conocimiento por pérdida de sangre antes de que el resto arrojara sus armas y se rindiera.

La batalla de Top Malo House, a pocas millas de Teal Inlet, el 31 de mayo costó la vida a dos miembros de la Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando. Los 10 sobrevivientes argentinos, seis de ellos heridos, fueron hechos prisioneros.

Cuatro comandos de la Marina Real (los sargentos Doyle, Groves, McLean y el cabo Stone) resultaron heridos [13] [14] [15], un testimonio del profesionalismo y la habilidad de las Fuerzas Especiales de Gran Bretaña. Sin embargo, sin que los hombres de Boswell lo supieran, la pelea de 45 minutos había sido observada por los puestos de observación de la Fuerza Aérea Argentina (OP) que manejaban OP en colinas cercanas. Tan asombrados estaban por el asalto de los libros de texto, que 14 de ellos se rindieron a los paracaidistas y los Royal Marines que se dirigían a Estancia Mountain y Bluff Cove Peak.

La 1.a Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando y la 2.a Sección de Asalto del Capitán José Ramón Negretti de la 601a Compañía de Comando del Mayor Mario Luis Castagneto habían estado usando Mount Simon y Big Mountain para informar y hostigar el avance británico hacia Mount Kent, la primera de varios picos que custodiaban el acceso a Port Stanley.

Secuelas

Las batallas de Mount Kent y Top Malo House a fines de mayo de 1982 costaron la vida a once miembros de las Fuerzas Especiales de Argentina. Sólo diez fuerzas especiales británicas resultaron heridas, pero cinco pronto murieron como resultado del fuego amigo. (Datos que deben corroborarse en el caso de las bajas británicas)



Referencias

  1. Marcelo Llambias Pravaz (Malvinas Corazón De Mi Patria)
  2. Entrevista a Guillermo Anaya, Top Gun de los helicopteristas
  3. En el Monte Kent, el Escuadrón D, escasamente extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y no estaban preparados para el sonido, alrededor de las 6 de la tarde, de helicópteros acercándose desde el este, de hecho un Puma y cuatro helicópteros Huey que traían veintinueve comandos compuestos por La Sección del Cuartel General de cinco hombres del Capitán Eduardo Villarruel y la Sección de Asalto del Capitán Tomás Fernández 2 y 3 del Capitán Ferrero, ambas de doce hombres. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  4. La sección de Ferrero aterrizó en las laderas orientales del monte Kent y pronto se vio envuelta en una confusa batalla a corta distancia con la Tropa de Barcos de granadas explosivas, tiroteos repentinos con furia cercana y el abrupto deslizamiento de botas sobre las rocas. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  5. Comandos en Acción: El Ejercito en Malvinas, Isidoro J. Ruiz Moreno, Emecé, 1986
  6. Mientras tanto, según su informe de patrulla, Villarruel también había aterrizado en el monte Kent y, evitando el contacto, se retiró al terreno elevado al norte de la colina. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de tomar Mount Kent y la desventaja de reagruparse en Estancia, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el SAS, instruyó al mayor Delves que era fundamental mantenerlo y ponerlo al mando de todas las fuerzas en el área hasta que Llegó el Comando 42. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 148, Pen & Sword, 2014
  7. Desafortunadamente, esta fue una 'descarga negligente' originada por una de las armas más peligrosas en el inventario militar británico, la metralleta de 9 mm. No estaba bien cuando Nick Morgan, John Williams y Malcolm Jowitt se pusieron a trabajar. Más tarde, este paciente se quejaba de los tres tubos insertados en su pecho, pero esas vías de drenaje hicieron un trabajo vital para llevarse la sangre que se escapaba del largo camino de la bala. Era un chico bastante afortunado, otro superviviente, y muy contra todo pronóstico. Doctor for Friend and Foe: Britain's Frontline Medic in the Fight for the Falklands, Rick Jolly, p. 89, Bloomsbury Publishing, 2012
  8. Dos hombres más resultaron heridos, pero el SAS seguía controlando sus posiciones principales en la mañana del 30 de mayo. Twilight Warriors: Inside the World's Special Forces, Martin C. Arostegui, pg 181, St. Martin's Press, 1997
  9. La sección de Fernández pasó la noche librándose de la emboscada y aunque dos SAS más resultaron heridos, perdió al sargento Alfredo Flores, quien quedó inconsciente al caer y fue hecho prisionero. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  10. La Operación Autoimpuesta, hasta el momento, no iba bien y con los británicos ahora ocupando Mount Kent, el Mayor Rico recibió el mando de las operaciones de las Fuerzas Especiales. Canceló el despliegue de la 601 Commando Company y ordenó al Mayor Castagneto que rescatara al 602 Commando, que debía reunirse en el Monte Estancia. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  11. Key battles at Top Malo and Mount Kent
  12. 16 Air Assault Brigade: The History of Britain's Rapid Reaction Force, Tim Ripley, pp. 45-46, Casemate Publishers, 2008
  13. Remembering The Falklands Day By Day
  14. "El sargento McLean resultó herido en la mano cuando una bala alcanzó el LAW de 66 mm que estaba a punto de disparar". Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, Pen & Sword, 2014
  15. "El grupo de fuego destruyó rápidamente la casa objetivo, pero los argentinos salieron disparados, contraatacaron y muy rápidamente dos marines, el sargento Terry Doyle en el grupo de asalto y el sargento Rocky Stone del grupo de fuego, recibieron disparos y resultaron heridos. Luego, el cabo Steve Groves recibió un disparo en el pecho. El grupo de asalto casi se había abalanzado sobre Top Malo, disparando desde la cadera y con Boswell a la cabeza ". Commando, David Reynolds, p. 146, Sutton, 2001