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sábado, 6 de julio de 2024

Libro sobre la ayuda militar peruana a nuestro país

El libro que revela documentos inéditos sobre la ayuda de Perú a la Argentina durante la guerra de Malvinas

El texto relata los esfuerzos del presidente Fernando Belaunde Terry para evitar el conflicto armado en el Atlántico sur. Cómo fueron las intentos diplomáticos y el pedido de una tregua desde Lima


Fernando Belaunde Terry fue presidente del Perú en dos oportunidades. Fue un firme impulsor de la unidad latinoamericana (Foto libro "La intervención del Perú en la controversia de las Islas Malvinas")

Es por todos conocida la postura de Lima en su apoyo a la Argentina durante el conflicto del Atlántico Sur. Sin embargo, en el libro “La intervención del Perú en la controversia de las islas Malvinas”, de Víctor Andrés García Belaunde, se revela el esfuerzo por llegar a una solución pacífica

El libro relata la guerra de Malvinas según la visión peruana. Ya en la frase que abre una lectura apasionante de la trastienda diplomática tanto de los prolegómenos de la guerra como de los enfrentamientos bélicos en si, se revela la postura del Perú respecto a la Argentina: “En esta hora en la que la nación argentina es víctima del bloqueo bélico y de sanciones económicas injustificables, expreso a vuestra excelencia la decisión del Gobierno y pueblo peruanos de prestar todo el apoyo a nuestro alcance en la defensa de sus legítimos intereses nacionales y de la causa de la unidad latinoamericana”. Firmado por el presidente Fernando Belaunde Terry. Está fechado el 30 de abril de 1982.

El libro constituye un aporte histórico para los estudiosos del conflicto, más aún cuando su autor era un joven de 29 años y sobrino del presidente, cuando se desempeñó como secretario del Consejo de Ministros entre 1980 y 1982, transformándose en un testigo privilegiado de los esfuerzos diplomáticos por no llegar al enfrentamiento en el campo de batalla.

La mediación peruana era noticia. Hasta el ataque al crucero General Belgrano, Belaunde Terry no había perdido las esperanzas (Diario La Nación del 2 de mayo de 1982)

García Belaunde echa por tierra la opinión mezquina de los que aventuraron que Perú apoyó a la Argentina con la esperanza de obtener un aliado en sus reclamos a Chile por los territorios perdidos durante la guerra del Pacífico.

Nada más alejado de la realidad de entonces: una encuesta realizada en Perú indicó que en mayo de 1982 85,8% respaldaba a la Argentina y un 71,8% estaba dispuesto a ir a combatir a las islas.

El libro publica dos fotos de aviones Mirage que Perú envió a nuestro país (Fotografía libro "La intervención del Perú en la controversia de las Islas Malvinas")

A través de la lectura de sus páginas, el libro demuestra que el apoyo de Perú a nuestro país no fue circunstancial, sino que obedecía a raíces muy profundas de hermandad y de solidaridad, con antecedentes históricos. Fue crucial el papel de José de San Martín en el proceso independentista peruano, y hubo otros argentinos que se brindaron a servir al país aún a riesgo de su propia vida. Fue el caso de Roque Sáenz Peña quien se enroló como voluntario en el ejército peruano en la guerra que los enfrentó a Chile entre 1879 y 1884.

Cuando el 3 de enero de 1833 los británicos se apropiaron de Malvinas -el autor la describe como “invasión”- el Perú le envió al gobierno argentino documentación del siglo XIX, incluyendo un mapa de 1769, que sostenían que las islas pertenecían a la corona española.

El libro fue presentado en el Palacio San Martín. Contó con la presencia del autor y de diplomáticos de ambos países (TELAM/Raul Ferrari)

“Honestidad, lealtad y solidaridad”, describió el autor como los principales atributos que guiaron a Fernando Belaunde Terry, quien ejerció la primera magistratura en dos oportunidades: entre 1963 y 1968 y entre 1980 y 1985.

El libro ofrece un valioso aporte, que son los cablegramas generados entre Perú, Argentina, Gran Bretaña y Estados Unidos. El primer cablegrama está fechado el 8 de abril de 1982. Hay un nutrido material, que incluyen mensajes entre la cancillería peruana y sus embajadas en Argentina, el Reino Unido y Estados Unidos; están los generados en la embajada del Perú en Buenos Aires, en Londres y en Washington y cablegramas recibidos por el ministerio de relaciones exteriores peruanos. Son una fuente de datos y detalles que pintan los esfuerzos, a contrarreloj, de Belaunde Terry por llegar a una solución pacífica.

En el mismo sentido, queda de manifiesto sus gestiones para encolumnar a las naciones latinoamericanas detrás de la causa Malvinas. Durante su primer mandato, cuando participó de la reunión cumbre de jefes de estado americanos sostuvo una visión integradora de América Latina, idea que puso en práctica durante la guerra.

Con prólogo del presidente Alberto Fernández, el libro brinda una detallada crónica documentada del apoyo peruano a la Argentina

El 3 de abril de 1982 el gobierno peruano emitió su primer comunicado, en el que apoyaba la reivindicación argentina sobre las islas, en el marco del proceso de descolonización estipulado por resoluciones de Naciones Unidas, e instaba a dirimir el conflicto en forma pacífica.

El presidente Terry propuso “una honrosa e inmediata tregua”, a fin de llevar adelante negociaciones diplomáticas. El canciller argentino Nicanor Costa Méndez dijo que valoraba la iniciativa y que el país no se proponía iniciar hostilidades. Su par inglés también agradeció y que se estaban esforzando en llegar a una solución pacífica. Solo ponía un requisito por delante: el retiro de las fuerzas argentinas de las islas.

Apoyado por documentos, Garcia Belaunde describe cómo Gran Bretaña de todas maneras rechazó una tregua de 72 horas que proponía el peruano.

El 30 de abril le mandó un telegrama al general Leopoldo Galtieri, donde manifestaba el apoyo del gobierno y del pueblo peruanos en la defensa de los legítimos intereses nacionales y de la causa de la unidad iberoamericana. “Argentina ostenta títulos ancestrales e inobjetables”, sostuvo.

El libro transmite los esfuerzos del primer mandatario por poder cumplir con la misión que se había impuesto, y las demoras de los dos países en conflicto -Gran Bretaña ponía como condición el retiro de las tropas argentinas y Galtieri admitió que las decisiones debía consultarlas con la junta militar- fueron dos grandes escollos para llegar a buen puerto a lo que se había propuesto: llegar a “una paz digna, justa y oportuna”.

El hundimiento del Belgrano significó el fin del acuerdo de paz. Terry justificó su apuro en las respuestas a las propuestas. Dijo que de haber tenido las respuestas a tiempo, no hubiera ocurrido el hundimiento del crucero. A García Belaunde le parece extraño que los documentos ingleses referidos al Belgrano recién serán desclasificados en el año 2072.

Años después Terry confirmó que sus conversaciones eran grabadas por los servicios secretos ingleses y norteamericanos.

Asimismo, se detalla el envío de una decena de aviones Mirage en una misión secreta, que llegaron tarde al país y que no pudieron ser empleados. También da cuenta de una misión de observadores a la zona del conflicto, a comienzos de mayo. De la misma forma, se describe la triangulación de compra de armamento de Argentina a Israel, que se hizo vía Perú.

Hay un capítulo dedicado a “la ambigua reacción de Chile”, en el que el autor hace “un balance imparcial” del país vecino en su ayuda a Gran Bretaña.

Víctor Andrés García Belaunde es abogado, político y empresario y su obra se presentó en la Feria Internacional del Libro en Lima. También trajo su libro a Buenos Aires y lo difundió en un acto realizado en el Salón Libertador del Palacio San Martín, que estuvo encabezado por el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Guillermo Carmona. Además del autor, participaron el embajador argentino en Lima, Enrique Vaca Narvaja; su par de Perú en Buenos Aires, Peter Camino Cannock, y la directora nacional de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, Sandra Pitta.

García Belaunde habló de la unidad en el pueblo peruano en torno a las Malvinas, que es la misma unidad de la que hablaba José de San Martín cuando contribuyó a la liberación de ese país. La semilla había rendido su fruto.

sábado, 14 de diciembre de 2019

La ayuda de Brasil a la Argentina

Revelado: cómo Brasil suministró secretamente 'bombas, aviones y municiones' a Argentina durante la Guerra de las Malvinas

  • Un documento recientemente descubierto afirma que Argentina regularmente solicitó ayuda a un vecino sudamericano durante Malvinas
  • Brasil había afirmado ser neutral durante el conflicto territorial de los años ochenta

Por Matt Roper y Chris Parsons || Daily Mail


Brasil secretamente ayudó a suministrar armas a Argentina durante la Guerra de las Malvinas, se reveló hoy.

Brasil fue oficialmente neutral en el conflicto de 1982, que comenzó hace 20 años este mes cuando las fuerzas argentinas ocuparon las islas.

Pero documentos secretos del gobierno brasileño revelaron hoy que el vecino sudamericano de Argentina proporcionó apoyo logístico para el suministro de armas para su uso contra las fuerzas británicas, e incluso compró bombas y municiones para la junta militar argentina.




Apoyo: Una bomba argentina explota en la fragata Royal Navy HMS Antelope en el punto álgido de la disputa de las Malvinas en mayo de 1982


El documento afirma que el aeropuerto de Recife en Brasil recibía en un momento dos vuelos diarios de Buenos Aries de aviones llenos de municiones y explosivos (foto de archivo)

El documento afirma que el aeropuerto de Recife en Brasil recibía en un momento dos vuelos diarios de Buenos Aries de aviones llenos de municiones y explosivos (foto de archivo)

Un documento del Consejo de Seguridad Nacional de Brasil, desenterrado por el periódico O Globo, informó que Argentina contactaba regularmente al gobierno brasileño con solicitudes de ayuda en el esfuerzo de guerra.

Incluyeron la compra de aviones, bombas incendiarias, municiones para rifles, sistemas de radar y combustible de aviación.

Brasil también permitió que los aviones pertenecientes a la aerolínea nacional argentina, Aerolíneas Argentinas, pero que transportaban armas en secreto desde Libia y Cuba, se reabastecieran de combustible en los aeropuertos del país.


En un momento, el aeropuerto de Recife, en el noroeste de Brasil, recibía dos vuelos diarios desde Libia en ruta a Buenos Aires, repletos de municiones y explosivos, según otro documento de la Armada brasileña.

El suministro de armas también partió de Israel con escalas en las Islas Canarias y Río de Janeiro. A los aviones de Cuba, el enemigo de Brasil durante la Guerra Fría, también se les permitió pasar por el espacio aéreo brasileño, cargados de armas, según revela el documento.


Disputa: Brasil parecía respaldar más a Argentina sobre las Malvinas cuando la nueva presidenta Dilma Rousseff (arriba) prohibió que un barco de la Royal Navy atracara en Río a principios de este año.

Sin embargo, cuando se enfrentó a su apoyo clandestino a su vecino, Brasil negó rotundamente el cargo.

También se descubrió una carta nunca antes vista de la Embajada Británica en Brasil, acusando a Brasil de permitir el aterrizaje de un plan argentino cargado de armas.

En respuesta, el gobierno brasileño dijo que en su inspección del vuelo de Aerolineas Argentinas "no encontraron nada de naturaleza militar".

A pesar de sus pretensiones de ser oficialmente neutral, se cree que Brasil ha apoyado durante mucho tiempo a Argentina en el conflicto territorial.

Ambos países se refieren a las islas en disputa como las 'Malvinas', con Brasil respaldando a Argentina en la disputa de soberanía en 2010.

El gobierno brasileño también declaró que el programa de exploración de petróleo en alta mar del Reino Unido en la plataforma continental argentina era "ilegal" e "inconsistente con lo que determina las Naciones Unidas".

Las revelaciones reportadas sobre el apoyo de Brasil a Argentina pueden no sorprender a muchos, dada la postura de Brasil cuando estalló la disputa de las Malvinas a principios de este año.

En enero, Brasil se puso del lado de Gran Bretaña al rechazar el permiso de un barco de la Marina Real para atracar en Río de Janeiro.

El HMS Clyde, que patrulla las aguas alrededor de las Malvinas, se vio obligado a cambiar de rumbo a Chile después de ser rechazado por los brasileños.

Los analistas de política exterior afirmaron que la nueva presidenta brasileña, Dilma Rousseff, estaba tratando de jugar la "carta anticolonial" para satisfacer a las facciones de izquierda del Partido de los Trabajadores.



domingo, 10 de noviembre de 2019

La razón del apoyo soviético a la Junta Militar

La verdadera razón por la que la Unión Soviética apoyó a la Argentina anticomunista durante la guerra de las Malvinas


La guerra se libró entre Argentina y el Reino Unido, pero la Unión Soviética presuntamente apoyó al país sudamericano en secreto, a pesar del riesgo que representaba para la escena internacional, por una razón muy específica, según un artículo desenterrado.
Por Kate Nicholson || The Express


Margaret Thatcher dirigió al Reino Unido a la batalla con Argentina en 1982 después de que el país sudamericano, liderado por el entonces líder argentino General Leopoldo Galtieri, invadiera el territorio británico de ultramar de las Islas Malvinas. Se produjo una batalla de diez semanas y, con el respaldo de Ronald Reagan en Estados Unidos, el Reino Unido aseguró la victoria y una reelección posterior para la Sra. Thatcher. Sin embargo, algunos argentinos nunca han olvidado sus ambiciones de reclamar las islas como propias. Recientemente, el líder en la carrera electoral presidencial, el peronista Alberto Fernández, advirtió que puede "renovar los reclamos de soberanía" sobre el archipiélago si asume el cargo.

Cuando Argentina trató de hacerse cargo de las Malvinas (el nombre español de las Islas Malvinas) en 1982, se rumoreaba que el estado comunista de la Unión Soviética, liderado por Leonid Brezhnev, en realidad estaba ayudando a la nación, aunque ninguno de los dos países confirmó esta.

Luego, en abril de 2010, The Times informó cómo un periodista llamado Sergei Brilev había publicado un libro llamado "Fidel, Football and the Malvinas" y afirmó que Argentina pudo haber recibido información secreta de la ubicación de Gran Bretaña a través de la Unión Soviética durante el conflicto.

Argentina era anticomunista e incluso había intentado ponerse del lado de los Estados Unidos durante la Guerra Fría, por lo que la alianza fue una unión sorprendente entre los países.


Leonid Brezhnev y Margaret Thatcher (Imagen: GETTY)


Tropas invasoras británicas que llegan a las Malvinas (Imagen: GETTY)

Escribiendo en The Times, el periodista Tony Halpin explicó el descubrimiento de Brilev: "Moscú fue un aliado poco probable para la junta de derecha que había ocupado las islas, pero el periodista Sergei Brilev ha descubierto evidencia de que la Unión Soviética estaba espiando a los británicos en la altura". del conflicto de 1982 ".

Halpin explicó cómo, según los informes, el Kremlin "estuvo cerca de frustrar la expedición de las Malvinas", así como la "carrera de Margaret Thatcher".

Brilev afirmó que transmitieron inteligencia vital a la Fuerza Aérea Argentina desde satélites soviéticos ubicados sobre la zona de guerra y entrevistó a ex generales del KGB y del Ejército Rojo que confirmaron sus afirmaciones de que Moscú estaba rastreando a la Royal Navy.

El escritor ruso también respondió a la pregunta de por qué estas dos naciones opuestas decidieron unirse, explicando que si bien la Unión Soviética quería "dañar" a Gran Bretaña como un "enemigo de la OTAN", había más factores internos en juego.

El Sr. Haplin resumió: "Argentina fue uno de los dos únicos países que ignoraron un embargo a las exportaciones de alimentos clave a la economía soviética en dificultades después de la invasión de Afganistán por Moscú en 1979".

Brilev le dijo: “El intercambio comercial alcanzó los $ 2 mil millones (£ 1.3 mil millones), que era una suma fantásticamente grande en ese momento. La URSS les debía algo ”.




La Sra. Thatcher llega a Stanley (Imagen: GETTY)
La Sra. Thatcher saluda a los soldados (Imagen: GETTY)

Se cree que la Unión Soviética ayudó ofreciendo un satélite en mayo que ayudó a atacar los objetivos británicos de aterrizaje y hundir el HMS Coventry y el Atlantic Conveyor.

Continuó: "Los datos exactos pasados todavía se clasifican, pero hay una coincidencia de cronología que muestra que varios éxitos argentinos pueden haber sido el resultado de lo que proporcionaron los soviéticos.

“Argentina no tenía la capacidad de inteligencia para rastrear esos barcos. Es muy posible que obtuvieron las coordenadas de los soviéticos ".


La Sra. Thatcher luego formó una buena relación con el líder soviético Mikhail Gorbachev (Imagen: GETTY)

También se cree que en el momento de la guerra, tanto Argentina como el Reino Unido buscaban victorias fáciles porque ambos gobiernos habían caído brevemente en desgracia.

Ninguno de los dos esperaba que la guerra se convirtiera en el evento de 74 días que sucedió.

Sin embargo, una vez que el general argentino Galtieri fue derrocado más tarde que el mismo año, Argentina "cortó los vínculos de inteligencia con Moscú". La Sra. Thatcher incluso estableció una relación con el nuevo líder soviético Mikhail Gorbachev dos años después.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Perú y Libia ayudan con MANPADS soviéticos a las tropas en las islas

Malvinas, documentos desclasificados: Perú y Libia ayudaron a la Argentina con misiles soviéticos

Por Mariano Sciaroni || Infobae


 

A partir del bombardeo de Aviones Vulcan, seguido por ataques de aviones Sea Harrier, del 1° de mayo de 1982, las fuerzas argentinas en las Islas Malvinas tomaron conciencia que la cobertura antiaérea debía, de alguna forma, mejorarse.

Es que, si bien zonas puntuales de las islas se encontraban protegidas por un buen número de cañones y unos pocos lanzadores de misiles (Roland y Tiger Cat), gran parte de las tropas desplegadas en el terreno no contaban con medios para hacer frente a los aviones y helicópteros británicos.

En el país solo existía un tipo de misil antiaéreo portátil, el Blowpipe, del cual solo había pocos ejemplares y, para peor, su uso requería un gran entrenamiento ya que el misil era guiado al objetivo por un pequeño joystick.

La solución más accesible estaba dada por un arma soviética: conocida en occidente como SA-7 (Código OTAN "Grail") y cuyo nombre original era 9K32 Strela, era un misil tierra – aire de muy corto alcance y guiado calórico (en este caso, busca los gases de escape de los motores de los medios aéreos) que era cargado en el hombro y disparado por un único operador.

De primera generación, daba una probabilidad de derribos modesta, agregándose que permitía atacar principalmente aviones en alejamiento o helicópteros. Había sido utilizado por primera vez por fuerzas egipcias, que el 19 de agosto de 1969 derribaron a un avión A-4 Skyhawk israelí, 12 millas al Oeste del canal de Suez.

Sin embargo, se lo consideró útil para Malvinas, en tanto daría finalmente aquella protección misilística a las tropas desplegadas por las islas. En especial, a aquellas fuera del poderoso paraguas defensivo en la zona de Puerto Argentino y el aeropuerto militar.

Un país amigo tenía este tipo de armas: Perú. Y, contactos de las más altas esferas mediante, comenzaron las gestiones para que un lote de estos misiles llegara a Malvinas.

 
Un militar peruano opera un misil SA-7 durante la Guerra del Cénepa, en 1995

Poco después, a principios de mayo (el día 6) llegó a la Base Aérea El Palomar -ubicada en territorio bonaerense- un cargamento de 120 de estos misiles con alrededor de 40 lanzadores, provenientes de stock peruanos y en un avión carguero L-100 de la misma Fuerza Aérea Peruana (FAP).

En el mismo vuelo arribaron dos oficiales que cruzarían a Malvinas, así como un tercero quedaría en Comodoro Rivadavia para adiestrar a los argentinos en el uso de estos equipos.

El 7 y 8 de mayo, en dos vuelos de C-130 Hércules de la Fuerza Aérea Argentina, fueron trasladadas a Malvinas una cantidad limitada de lanzadores y misiles. Los oficiales peruanos cruzaron recién el 9 y fueron llevados rápidamente a la zona de Darwin / Pradera del Ganso para dar un curso acelerado de estos misiles a las tropas aeronáuticas allí desplegadas. Cumplida la tarea, silenciosamente como habían llegado, los militares peruanos volvieron a su patria.

También hubo otro proveedor de estas armas: un día después de la recuperación de Malvinas, el 3 de abril, concurrió el encargado de negocios de Libia en Argentina, el Sr. Alsharushi Albarrani a la Casa Rosada, a los fines de ofrecer armamento de todo tipo, así como dinero y petróleo "sin condicionamientos de ningún tipo, comisiones ni intermediarios". Agregó que la oferta "era de gobierno a gobierno".

Si bien la propuesta, basada en las convicciones ideológicas del líder libio Muamar El Gaddafi, fue considerada, no fue profundizada en el momento, cuando todavía se especulaba que Inglaterra no combatiría por las islas.

Vale agregar que la inteligencia naval brasileña consideraba (dando a esa información un elevado grado de certeza) que la Unión Soviética había pedido a Gaddafi este acercamiento con Argentina, para que el país "no fuera visto como responsable de esta entrega de armas". Es más, indicaba que la visita del embajador cubano a Buenos Aires (que había sucedido poco tiempo antes) había sido motivada para orquestar un puente aéreo entre Libia y Buenos Aires que tuviera su escala en Angola, país en el cual se encontraban luchando tropas cubanas.

La CIA también consideraba que la Unión Soviética podría encontrarse detrás del ofrecimiento libio. Sin embargo, ninguna de estas especulaciones constaba al gobierno argentino.

Recién el 15 de mayo de 1982 a las 20:00 hs arribó a Trípoli, capital de Libia, una comitiva integrada por un miembro de cada fuerza: el Brigadier Teodoro Waldner, el Coronel José Dante Caridi y el Capitán de Navío Juan Carlos Marengo, a fines de requerir finalmente la ayuda militar de aquel país africano.

Luego de una reunión formal apenas aterrizaron el día 16 a las 10:00 hs, los representantes de las tres armas se reunieron con quien se presentó como el vicepresidente libio, Abdul Salam Ahmed Jalub y tres coroneles (de aviación, de defensa y de marina). Todos se encontraban bien predispuestos para ayudar a la causa argentina.

Los militares argentinos se sorprendieron cuando, sin demasiados preámbulos, sus anfitriones libios les solicitaron que hicieran una lista de lo que necesitaban. Sin embargo, les advirtieron de entrada (entre otras cosas), que no había problemas en entregar armamento portátil, pero que en lo que hacía a armamento pesado occidental iba a resultar complicado. Y respecto del soviético, necesitaban "conseguir autorización para entregar armamentos significativos".

A todo evento, pidió tres días para contestar que podía o no entregarles. En lo que hace a los misiles SA-7, puede leerse en el requerimiento entregado a Libia, que el Ejército Argentino solicitó 50 lanzadores y 150 misiles. La Armada, por su parte, pidió 30 lanzadores y 100 de los misiles. Hay que recordar que la Fuerza Aérea ya contaba con dichos misiles, en tanto Perú se los había facilitado.

Con todo ello, con una respuesta casi totalmente positiva de Libia (entre las negativas se encontraron aviones Mirage y misiles antisuperficie AS-30), se firmó un convenio y, desde fines de mayo, en un número de vuelos de aviones Boeing 707 de Aerolíneas Argentinas y de la Fuerza Aérea Argentina, fue llegando a Buenos Aires un cargamento que totalizó la cantidad de 50 misiles y 10 lanzadores. No obstante, otras versiones hablan de 60 misiles con 20 lanzadores.

Obviamente, la Unión Soviética no había vetado la entrega de aquellos misiles a la Argentina. Hay que agregar que desde 1973 a 1986 Libia había recibido unos 20.000 misiles Strela-2, por lo que tenía una gran cantidad de estas armas. Muchos de estos misiles se tornaron luego en un dolor de cabeza para las agencias de inteligencia occidentales al caer el gobierno de Gaddafi (en el 2011) y quedar accesibles los depósitos militares de Libia para grupos terroristas de Medio Oriente.

Como nota, desde Puerto Argentino no estaban tan interesados en los misiles de corto alcance, sino que, cansados de los ataques fuera del alcance de las armas antiaéreas desplegadas consideraron como "único medio posible de atenuar continuación hostigamiento" el conseguir misiles soviéticos "mediano alcance tipo SA-6 o SA-2".

 
Soldados de Vietnam del Norte posan frente a un misil SA-2. Una batería de estos misiles requería de decenas de operadores entrenados y muchos equipos asociados. Hubiera sido imposible operar estos misiles en Malvinas

Claro que hubiera sido casi imposible transportar dichos sistemas a las islas (siendo el SA-2 especialmente voluminoso para ser transportado: se hubiera necesitado a un buque entero para mover una batería), que hubieran requerido una gran cantidad de operadores, no solo para los misiles, sino también para los sensores asociados.

Más allá del pedido de Puerto Argentino (efectuado el 18 de mayo), no hay constancias concretas que siquiera se intentaran conseguir este tipo de lanzadores de misiles durante el conflicto (aun cuando si existieron gestiones en la inmediata postguerra con la Unión Soviética, que terminaron en nada).


 
Mensaje de Puerto Argentino hacia el continente: manden misiles “mediano alcance” soviéticos

El 28 de mayo, en otro C-130 de la Fuerza Aérea Argentina, se cruzaron otros 60 misiles SA-7 a las islas, los cuales habían arribado a Comodoro Rivadavia el día anterior. Los mismos fueron repartidos entre los Regimientos de Infantería del Ejército Argentino, el Batallón de Infantería de Marina (BIM) 5 de la Armada Argentina y otras unidades militares.



La inteligencia británica había para entonces escuchado rumores acerca que Libia podía estar entregando armas a Argentina. Un diplomático británico que operaba desde Libia, sin embargo, había recibido el 30 de mayo de "una fuente confiable" la afirmación que "Libia no estaba entregando armas a Argentina".



La fuente seguía diciendo que "una delegación argentina de tres hombres había llegado a Trípoli diez 10 atrás, pero que solo los habían recibido porque los acompañaba alguien de la Cruz Roja. Los argentinos habían pedido ayuda financiera y militar, pero los libios les dijeron que tenían problemas financieros y, en lo que hace a las armas, las necesitaban" y no las podían entregar. La "fuente confiable" (claramente, muy poco confiable) siguió diciendo que Gaddafi estaba especialmente molesto con los argentinos.



 
En una foto de reconocimiento británica, se puede ver un soldado argentino apuntando un misil SA-7 y, detrás y en una zona de carpas, otro con un misil Blowpipe

Más allá de las presunciones del mundo de los espías, el 31 de mayo un piloto civil británico había observado un Boeing 707 con colores de Aerolíneas Argentinas en el aeropuerto de Trípoli, detenido en la zona militar. El civil británico, quizá con intenciones de emular a James Bond, había contactado entonces a un ciudadano sueco que se encontraba en el lugar, quien le dijo que trabajaba asesorando militarmente al gobierno libio y que en el avión argentino se habían cargado 400 misiles "ERM", equivalentes a un "mini – Exocet". Obviamente, dicha información era (nuevamente) enteramente falsa.

Pero ya había sido suficiente de rumores y luego de informar al Foreign Office, el embajador en Libia se puso directamente en contacto personal con Gaddafi, quien "negó categóricamente" (en concordancia con la "fuente confiable") que estuviera entregando material a nuestro país.

Sin embargo, los británicos no le creyeron. Un par de días más tarde, un espía en Brasil les revelaría la existencia del puente aéreo que unía Trípoli con Buenos Aires (vía Recife). Pero ya era tarde, la ayuda de Libia seguiría llegando.

Para el 1° de junio, el alto mando militar señalaba que no se podían enviar más misiles portátiles antiaéreos a Malvinas (y, con ello, cumplir un pedido desde las islas) ya que "no hay más en existencia en el país".

Sin embargo, al muy poco tiempo llegó otra parte del cargamento de misiles desde Libia, cruzando el 12 de junio (en otro vuelo de Hércules) los últimos 6 lanzadores y 24 misiles. La guerra terminaría dos días después.

 
Misiles SA-7 capturados por los británicos luego de la rendición argentina

Si bien fueron lanzados una cantidad apreciable de misiles (que, vale la pena aclarar, pareciera fueron todos de la versión ligeramente mejorada "Strela-2M" o SA-7b para la OTAN), no hay derribos confirmados atribuibles a este sistema de armas.

Más allá que el misil tenía una efectividad limitada, el conocimiento del arma que recibieron las fuerzas de Ejercito y de la Armada, en algunos casos, fue un panfleto con las instrucciones más básicas de como mantenerlo y dispararlo. Y, hasta parte de esos panfletos ¡estaban en ruso!

Aún sin conseguir derribos, su mera presencia limitó el accionar de los aviadores británicos sobre nuestras tropas. Una cuestión no menor que ayudó a que no se perdieran vidas argentinas.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Francia ayudó a ambos lados

Cómo Francia ayudó a ambos lados en la Guerra de las Malvinas
Por Mike Thomson
BBC Radio 4

HMS Sheffield


En sus memorias, el ex secretario de Defensa del Reino Unido Sir John Nott describe a Francia como "mejor aliado" de Gran Bretaña durante la Guerra de las Malvinas. Pero los documentos anteriormente secretos y otras pruebas visto por el programa de la BBC que no era la historia completa.
Antes de la guerra, Francia vendió junta cinco misiles Exocet militares de la Argentina.
En ese momento, pocos sospechaban que el reclamo de larga data del régimen sobre las Malvinas conduciría a la guerra, y la venta pasó casi desapercibida. Pero años cuando en Mayo y 1982 tenían utilizan estos misiles Exocet para atacar HMS Sheffield en Gran Bretaña y el Atlantic Conveyor, con la pérdida de 32 vidas británicas, al borde del pánico se produjo en Londres.
En el inicio del conflicto, de tendencia izquierdista presidente de Francia, Francois Mitterrand, había llegado a la ayuda de Gran Bretaña por la que se declara un embargo de venta de armas francesas y la asistencia a Argentina.
También permitió a la flota británica con destino a las Malvinas para utilizar las instalaciones portuarias francesas en África occidental, así como el abastecimiento de Londres, con información detallada sobre los aviones y armamento que su país había vendido a Buenos Aires.
¿Son los franceses personas falsas? Por supuesto que lo son
Sir John Nott, ex secretario de Defensa del Reino Unido
París también cooperó con grandes esfuerzos británicos para detener Argentina adquirirlas en más Exocets en el mercado mundial de armas.
Pero la política de apoyo a la Gran Bretaña de Mitterrand provocó la disidencia entre algunos altos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores francés.
En un memorando de picadura de fecha 7 de abril de 1982, el entonces embajador de Francia en Londres, Emmanuel de Margerie, describió el primer ministro británica Margaret Thatcher como "victoriano, imperialista y obstinada". Luego pasó a añadir que ella tenía una "tendencia a dejarse llevar por los instintos combativos".
En otro documento titulado Las Malvinas: Lecciones de una Fiasco, alto funcionario francés, Bernard Dorin acusó a Gran Bretaña de "arrogancia superpotencia" y afirmó que el país había mostrado "profundo desprecio por los latinos".
Detrás de las escenas, acciones hablaban más que las palabras. En lo que parece ser una clara violación del embargo impuesto por el presidente Mitterrand, un equipo técnico francés - que trabaja principalmente para una empresa 51% propiedad del gobierno francés - alojado en la Argentina durante la guerra.
En una entrevista realizada en 1982 por el Sunday Times, la periodista Isabel Hilton, el líder del equipo, Herve Colin, admitió la realización de una prueba particular que resultó muy valioso a las fuerzas argentinas.

"El proceso de verificación consiste en determinar si el lanzador de misiles estaba funcionando correctamente o no. Tres de los lanzadores fallaron. Hemos localizado la fuente del problema y eso fue todo. El resto era simple."
La BBC hizo esfuerzos para contactar con el Sr. Colin para solicitar una entrevista, pero no recibió respuesta. La empresa francesa que todavía trabaja, Dassault, nos dijo que después de 30 años que no podía confirmar si es o no había autorizado el trabajo que su equipo llevó a cabo en Argentina en este momento.
Pero ahora está claro que, gracias a las pruebas que se llevan a cabo, los argentinos fueron capaces de disparar misiles Exocet a las fuerzas británicas de tres lanzadores de misiles anteriormente defectuosos.

Limita con un acto de traición
Pierre Lethier, Ex-jefe del espionaje francés 

Francois Heisbourg, quien en ese momento era el asesor de seguridad internacional para el ministro francés de Defensa, Charles Hernu, insiste en que su gobierno no sabía que el equipo técnico estaba allí. Pero, dice, el hecho de que, evidentemente, era inexcusable.
"Ahora es innegable y ... no hay que menospreciar a él. Esto no era lo que se supone que debe hacerse. Es el tipo de cosas, que estropea lo que de otro modo deberían haber sido imagen perfecta cooperación entre los dos países" él dice.
Pero no todos en el gobierno francés estaban en la oscuridad acerca de la presencia del equipo técnico en la Argentina durante el conflicto. Pierre Lethier, ex jefe de gabinete de la DGSE - el equivalente francés de la británica agencia de inteligencia exterior MI6 y la sede de inteligencia de señales GCHQ - admite que su departamento sabía nada de ellos.
"Esto es lo que la inteligencia es para. Es necesario fuentes. Tuvimos dificultades para penetrar en el ejército argentino en ese momento durante el conflicto de las Malvinas. Por lo tanto, los más ayudantes que tienen el mejor es usted", dice.
el Exocet

Guiado por radar de misiles antibuque desarrollado por Nord y Aerospatiale en 1970, ahora construido por MBDAQue roza sobre el agua hacia su objetivo a una altura de 1-2 m, por lo que es difícil de detectarUn Exocet discapacitados HMS Sheffield lanzado al aire el 4 de mayo de 1982, con la pérdida de 20 vidas - se hundió seis días más tardeDos misiles Exocet lanzados desde el aire se hundieron Atlantic Conveyor el 25 de mayo, con la pérdida de 12 vidasUn Exocet con base en tierra golpeó HMS Glamorgan el 12 de junio 1982 con la pérdida de 14 vidas"Exocet" significa pez volador en francés



Lethier me dijo que la DGSE tenía un delator entre los miembros del equipo técnico que fue capaz de darles un poco de información acerca de lo que el ejército argentino estaba haciendo. Pero él es muy crítico con el equipo francés por la ayuda técnica se la dio.
"Ha raya en un acto de traición, o la desobediencia a un embargo", dice. "Quiero decir, está claro que si el jefe de Estado en Francia decreta un embargo, es un embargo. El punto completo."
El secretario de Defensa de Gran Bretaña en el momento, Sir John Nott, me dijo que a pesar de que sabía que un equipo técnico francés estaba en Argentina entonces, su trabajo no fue pensado para ser de cualquier gran importancia. los esfuerzos británicos, insiste, se centraron principalmente en la detención de los argentinos apoderarse de cualquier Exocets más.
que había, me preguntó, le preguntó París para retirar el equipo? Eso, que no podía recordar. En general, agregó, los franceses hicieron dar una ayuda sustancial Bretaña durante el conflicto.
Pero, ¿él, sin embargo, ahora siento un poco decepcionado por una nación que había descrito previamente como el mayor aliado de Gran Bretaña? Esta fue su respuesta:
"Nos preguntamos Mitterrand no dar asistencia a los argentinos Si me estás preguntando:".? ¿Está la gente duplicidad franceses ' la respuesta es: "Por supuesto que son, y siempre han sido '".
Documentis transmitido en la BBC Radio 4 a las 20:00 el lunes 5 de marzo.

viernes, 24 de octubre de 2014

Sin la ayuda estadounidense, Gran Bretaña jamás hubiese tomado las Malvinas

Para los EEUU, sin su ayuda los ingleses habrían caído en Malvinas
Así lo confesó el ex secretario de Marina norteamericano, John F. Lehman. Afirmó que sin el apoyo bélico de su país, el Reino Unido se hubiera visto obligado a replegar la Task Force del Atlántico Sur. Aún hay dudas sobre la verdadera cantidad de bajas inglesas durante el conflicto de 1982

Infobae

En diciembre de 1988, el ex secretario de Marina de los Estados Unidos, John F. Lehman, hizo pública la ayuda política y militar brindada por los norteamericanos a Gran Bretaña durante la Guerra de Malvinas, sin la cual el Reino Unido se hubiera visto obligado a replegar la Task Force del Atlántico Sur, de acuerdo con la conclusión de expertos militares.

La confesión del ex funcionario de Ronald Reagan fue realizada en Londres, donde blanqueó el respaldo militar a los británicos, que aunque fuera conocido por los combatientes argentinos, dejaba de ser una versión para convertirse en un hecho incontrastable.

A 29 años del conflicto, la guerra del Atlántico Sur aún sorprende cuando se revisan las causas políticas, las acciones bélicas, las alianzas militares y las rupturas de pactos internacionales y, por supuesto, los actos de valentía protagonizadas por lo que estuvieron en el teatro de operaciones.

Los británicos ganaron la guerra, pero a un costo de material y de vidas como no lo sufrían desde el final de la II Guerra Mundial. Después de Malvinas, los ingleses no intervinieron en otra contienda que les haya costado tanto.

Pese a los errores de conducción militar de los generales-dictadores que decidieron ir a la guerra, las tropas argentinas infligieron a los británicos la mayor pérdida de barcos y de aviones y aún hoy hay dudas acerca de las bajas que reconocen los ingleses: 255 muertos y 777 heridos.

La escuadra naval de la corona británica tuvo 24 naves que recibieron los proyectiles argentinos. Siete naves fueron hundidas, cinco resultaron fuera de combate y otras doce quedaron con averías de consideración.

La nave insignia, el portaviones Hermes, donde estaba el puesto de comando del jefe de la Task Force, el almirante Sandy Woodward, fue tocado y el segundo de los portaviones, el Invincible, quedó fuera de combate, no prestó más servicio en lo que era, en 1982, una de las tres flotas navales más poderosas del planeta.

Hay versiones militares argentinas que sostienen que no fueron 24 las naves hundidas, averiadas de los ingleses, sino que, en realidad, sumaron 32.

Una de las naves que los militares argentinos afirman haber tocado fue un buque auxiliar de apoyo clase Tide (RFA Tipedol), que fue entregado por el dictador chileno Augusto Pinochet a la Royal Navy hasta el final del conflicto.

La Task Force perdió entre derribados y averiados por fallas o accidentes 46 aviones y otro número importante de helicópteros.

Según fuentes militares argentinas, intervinientes en el conflicto, los británicos llevaron hasta el teatro de operaciones 171 aviones y helicópteros.

El período más encarnizado de la guerra ocurrió entre el 21 de mayo de 1982 y las jornadas posteriores, batalla que se extendió hasta el 25 de mayo.

El almirante Woodward anotaba en la bitácora de mando a las 9.30 del 21 de mayo. "Si los argentinos van a pelear, hoy es la mejor oportunidad que tienen. Ya veremos".

La intuición del almirante inglés se cumpliría, los argentinos dieron batalla porque ese día, la flota británica se había estacionado en la bahía San Carlos para desembarcar las tropas que debían caminar hasta Puerto Argentino.

El combate aéreo-marítimo fue tan feroz que los británicos quedaron grogui, según lo reconoce Woodward en su libro de memorias "Los cien días", de editorial Sudamericana, pero los argentinos se desangraron en la ofensiva, perdieron la mayor cantidad de pilotos y de aviones, y no consiguieron impedir que los soldados ingleses desembarcaran.

Woodward dice con todas las letras que los argentinos podrían haber ganado la guerra ese día: "los argentinos podrían haberla ganado también".

Antes de sufrir en carne propia la profesionalidad de los pilotos y la valentía de los demás soldados argentinos en la tundra malvinera, los EEUU ya habían enviado misiles sidewinder aire-aire para derribar los aviones de los sudamericanos.

Esa tecnología bélica norteamericana fue decisiva a la hora de establecer la diferencia con la que portaban las naves argentinas.

Entre el 21 y el 25 de mayo, las tropas argentinas perdieron 27 aviones, que equivale a casi el 50 por ciento de los derribos durante el conflicto.

"Nos quedamos sin resto", fue la dolorosa confesión de un alto jefe militar de la Fuerza Aérea a Télam, al describir el corte de la ofensiva argentina sobre la flota inglesa.

A casi tres décadas de la guerra aún hay secretos militares por revelar.

Por eso, una vez terminado el conflicto, el gobierno británico dispuso un acta de secreto militar hasta el 14 de junio de 2072.

Recién a 90 años de la Guerra de Malvinas se producirá la desclasificación militar y los investigadores podrán conocer, con prueba documental, la historia completa del conflicto.

domingo, 24 de agosto de 2014

La gran estafa de los A-4E israelíes

Las armas de Jerusalén
Hernán Dobry saca a la luz en Operación Israel. El rearme argentino durante la dictadura (1976-1983) los negocios de compra de armas que la Argentina hizo en Jerusalén tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Además, rescata la historia de la relación bilateral, que incluye un análisis detallado del voto del Palacio San Martín en las Naciones Unidas en lo que respecta a la causa palestina entre 1948 y 1983.




A punto de salir. Los A-4E comprados a Israel, pintados con colores navales, listos para iniciar su viaje hacia Buenos Aires, como refuerzo durante la Guerra de Malvinas. |

Antes de comenzar la Guerra de Malvinas, la Aviación Naval contaba en actividad con 10 McDonnell Douglas A-4Q Skyhawk, de los 16 originales que habían adquirido en 1971, y los estaban remplazando por los Super Etendard, porque se encontraba al límite de su capacidad operativa. El golpe final lo recibió durante los combates en las Islas donde los ingleses derribaron tres de los cuatro aviones argentinos que habían participado del ataque a los buques británicos, el 21 de mayo de 1982.

Entonces, la Armada dio su último manotazo de ahogado e intentó conseguir más cazabombarderos en medio del conflicto. Esta decisión resulta surrealista si se tiene en cuenta que, desde 1964, buscó todas las formas posibles de comprarlos y sólo lo logró una vez, cuando los EE.UU. decidieron vendérselos. Cada vez que se salía en busca de un nuevo lote, Washington bloqueaba la operación.

La pregunta que los marinos parecen no haberse hecho es por qué habría de cambiar de opinión el gobierno de Ronald Reagan cuando el país se encontraba en guerra con Gran Bretaña, su máximo aliado de la OTAN, a quien estaban apoyando con armamentos y logística.

La única explicación racional de por qué se lanzó a adquirir los A-4E “Ayit (Aguila)” Skyhawk en Israel, cuando no contaba con la aprobación norteamericana, es que se trató de una estafa. “Fue un robo, una estafa. Los tipos que lo hicieron sabían de entrada que era imposible”, destaca Israel Lotersztain, de Isrex Argentina, quien conoció de cerca cómo se llevó a cabo la operación.

Este negociado comenzó cuando el almirante Isaac Anaya, comandante en jefe de la Armada (1981-1982), envió a Jerusalén al capitán de navío Horacio Pedro Estrada a comprar aviones con un cheque de 86 millones de dólares en la mano, a sabiendas de que cualquier operación que se realizara precisaba de la autorización de los EE.UU.

La “Operación Goliat”, como se la conoce dentro de la Marina, se prolongó hasta 1986, y estuvo signada por las irregularidades desde un comienzo, en mayo de 1982, ya que Estrada lo primero que hizo fue buscar a algún representante de la industria militar israelí dispuesto a hacer el negocio, a sabiendas de que los cazabombarderos nunca saldrían de su país.

La gran estafa


Luego de que Isrex Argentina rechazara el negocio, Estrada entró en contacto con el empresario australiano-israelí Norman Skolnik (figura también como Shkolnik), quien le aseguró que conseguiría que le firmasen la venta dentro del Ministerio de Defensa de Israel, gracias a su amistad con Ariel Sharon, quien estaba al frente de la cartera.

Skolnik tuvo que presionar a ciertos funcionarios para que aprobaran la venta, en secreto, ya que se trataba de un negocio ilegal, al no contar con el visto bueno de los EE.UU. Había algunos que estaban enterados y se oponían a seguir adelante porque no les quedaba claro cuál era el destino final ya que sólo les habían dicho que se trataba de un país en América latina.

La nación escogida era Panamá y la compra la realizaría la empresa Sygma Sales International (Panama) Inc. que tenía todos ciudadanos griegos como miembros de su directorio, estado que conocía a la perfección y donde contaba con numerosos contactos (reside allí, en la actualidad).

Como la decisión se iba postergando, Skolnik y su abogado, Gabriel Cohen, presionaron a los funcionarios y utilizaron sus conexiones para lograr que se liberara la operación y cobrar el dinero. Así, solicitó a Abi Dudai, asesor especial de Sharon, que interviniera en el asunto. El mismo se encargó de apurar a los miembros de la unidad de asistencia del Ministerio para que aprobaran la venta.

Finalmente, obtuvo lo que tanto buscaba: la autorización de la cartera que conducía Sharon para concretar el negocio, aunque “condicionó la operación a que los EE.UU. le concediera el permiso correspondiente”.

Esto significaba que los vendían a sabiendas de que no iban a poder sacarlos del país y dejaban en manos de la Argentina la responsabilidad de conseguir la autorización, como quería Estrada, por más de que era consciente de que no la obtendría.

Pero, como se trataba de una estafa premeditada, todo siguió su curso normal, como si el gobierno militar aún estuviese en guerra. El mismo depositó el dinero, a pesar de no contar con la aprobación de Washington para retirar los 16 A-4E Skyhawk de Israel y embarcarlos hacia Buenos Aires.

Existen muchas versiones sobre la suma que había desembolsado la Armada para esta operación, aunque el monto final sería de US$ 86 millones, a lo que habría que restarle las comisiones que se cobraron para concretar el negocio.

El contrato de los A-4E tuvo varias versiones. La primera se firmó durante el conflicto Malvinas y sufrió modificaciones hasta la final que se realizó el 11 de agosto de 1983 entre Skolnik, en representación de Sygma Sales International (Panama) Inc., y Estrada, por la empresa argentina Trans World Electronics SACI (Twesa).

Lo más llamativo es que el marino estaba en actividad y de ninguna forma podría haber formado parte de una compañía privada, al mismo tiempo, a no ser que se tratara de una firma fantasma, utilizada por la Armada para encubrir esta clase de operaciones.

El derecho a veto


Cuando los EE.UU. se enteraron de la operación, la bloquearon ya que contaban con dos elementos legales para hacerlo: una ley le daba la potestad a su presidente para vetar cualquier venta de equipamiento militar que tuviera algún componente fabricado en su país, y que todo contrato de adquisición de armamento que se firmaba con Washington incluía una cláusula que decía que para que esos elementos pudieran ser vendidos a terceros países, debía mediar una autorización de su gobierno.

Su posición definitiva se conoció a fines de 1982, cuando el vocero del Departamento de Estado confirmó que le negaban la autorización a Israel para que los Skyhawk pudieran llegar a Buenos Aires, por lo que quedaba abortada toda posibilidad de continuar con el negocio.

“Los aviones quedaron a disposición de la Argentina sin que los pudiéramos retirar, sin que Israel los pudiera mandar y con la interdicción de los EE.UU., porque eran aviones americanos”, afirma el ex ministro de Defensa Horacio Jaunarena.

Sin embargo, la Armada siguió con las esperanzas de que Washington levantara alguna vez la medida. Esto se debía, principalmente, a que Jerusalén se negaba a devolverle el dinero porque aducía que Sygma Sales International (Panama) Inc. le había exigido a los marinos que consiguieran la autorización para liberar los aviones.

“Fue una mala jugada de Israel y una inexplicable conducta argentina. ¿Cómo se van a pagar US$ 80 millones si no se tienen las garantías de que van a venir? No es un vuelto. Es una cosa medio elemental” –resalta el ex ministro de Defensa–. “Israel tendría que haber devuelto la plata, por lo menos, cosa que no hizo. Pero la Argentina nunca debió haber pagado sin tener la garantía de que los aviones salían, porque la interdicción de los EE.UU. era pública y notoria. O sea, hubo un comportamiento negligente del negociador argentino y una conducta reprochable por parte de Israel.”

El vicealmirante Italo Lavezzo (R) concuerda. “Fuimos demasiado inocentes y ellos demasiado vivos. La plata no se libró durante la guerra, les pagamos después de que terminó, cuando estuvo la firma oficial de que los aviones iban a ser enviados. Pero parece que hubo falsificaciones de firma en el medio”, señala.

Más allá de que los EE.UU. se mostraban inflexibles, la Armada envió una misión a Jerusalén para que inspeccionara los aviones y analizara qué medidas tomar en el futuro. Así, se llegó a la conclusión de que era mejor reducir el número de aeronaves y utilizar el sobrante para modernizarlas.

“Cuando terminó la guerra, dijimos: ahora vamos despacio, vamos a hacerla bien. Por eso, enviamos una comisión como corresponde con personal técnico y civil. Cuando desapareció la premura por estos aviones, se bajó el número de 16 a 12. Pero los queríamos traer”, afirma el comandante de la Aviación Naval contraalmirante Héctor Martini.

Después de muchas idas y vueltas en las negociaciones, el 11 de agosto de 1983 se firmó la última versión del contrato que remplazaba a todas las anteriores, a pesar de que carecían de la autorización de los EE.UU para liberarlos. El monto total ascendía a los US$ 53 millones, 33 millones menos de los que se habían pagado un año antes.

El acuerdo establecía que Sygma Sales International (Panama) Inc. le vendía a Twesa 12 A-4E Skyhawk por un valor total de US$ 33,8 millones (US$ 2,82 millones cada uno) y repuestos para cinco motores por US$ 4,9 millones.

A su vez, incluía armamento externo por un total de US$ 1,3 millón y repuestos generales para 300 horas de vuelo por US$ 10,9 millones. Por otra parte, contenía equipos de apoyo en tierra por un monto total de US$ 1,5 millones y las publicaciones técnicas de los aviones por US$ 600 mil.

Al reducirse la cantidad de aviones, quedó un saldo a favor de la Argentina que la Armada buscó canalizar en otro proyecto. Por eso, viajó a Israel, en mayo de 1984, una subcomisión, encabezada por el teniente de navío Carlos Machetanz, el capitán de corbeta Roberto Agotegaray y luego, se les sumó el capitán de navío Harry Axel Leivovich, que estaba en la Comisión Naval en Europa, en Bonn, Alemania.

Su objetivo era analizar qué cambios se le podían hacer a los aviones. Aún guardaban la esperanza de que los EE.UU. dieran marcha atrás con la medida, por lo que la idea era equiparlos con un sistema de navegación y ataque.

Una vez que la misión regresó al país, la Armada firmó un contrato con la firma Elbit en junio de 1984, que sería pagado en un 81% con la diferencia que tenía a su favor por la reducción en la cantidad de aviones.

Este acuerdo se lo conoció como “Proyecto HOPE”, por el acrónimo de Horacio Pedro Estrada, quien estaba al frente de su desarrollo, a pesar de todos los problemas que ya le había traído a la Fuerza.

Allí, la compañía se comprometía a construir una plataforma de navegación y ataque para modernizar la que tenían los aviones e instalarla en dos de ellos en el Taller Aeonaval Central, en la Base Comandante Espora, con el asesoramiento de sus técnicos, y los diez restantes quedaban a cargo de los argentinos.

Esto demuestra que la Armada aún mantenía intactas las esperanzas de que alguna vez los aviones fueran liberados. Eso no era compartido por los funcionarios de Isrex Argentina, aunque nunca lo exteriorizaban. Sin embargo, en una oportunidad, lo hicieron y fueron amenazados por la gente que respondía a Estrada.

El cobro de la deuda


Luego de que se redujera la cantidad de Skyhawk, se decidió que el dinero sobrante se utilizaría para realizarles mejoras y adquirir un sistema de reaprovisionamiento en vuelo. La Armada había comprobado la importancia de este elemento durante la guerra de Malvinas, donde los dos KC-130 de la Fuerza Aérea proveyeron de combustible a todas las aeronaves que salían hacia las Islas.

Por eso, compraron en Jerusalén equipos similares para instalar en uno de sus Fokker F-28 Fellowship. El 26 de julio de 1983, se firmó el contrato Recovu entre TOAM USA Corp., una compañía israelí que tenía su filial en los EE.UU., y Twesa por US$ 875 mil.

Cuando asumió Raúl Alfonsín, se encontró con esta deuda pendiente, un problema difícil de resolver. Debía negociar con Israel que le reconociera la totalidad o, al menos, una parte del monto que se había abonado o conseguir que los EE.UU. levantaran el bloqueo con el argumento de que, ahora, se trataba de un gobierno democrático y no más de una dictadura militar.

Lo único que aceptaban era reconocer una parte del monto total, ya que aducían que Buenos Aires debía hacerse cargo de su responsabilidad en el fracaso de la operación. Esto se basaba en que el contrato con la firma Sygma Sales International (Panama) exigía que la Argentina consiguiera la autorización de Washington para liberar los aviones.

La solución se gestó en el primer semestre de 1985, cuando Martini viajó a Israel, luego de su paso por Francia para participar del Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio en Le Bourget.

Durante esta visita, se le ocurrió la solución para recuperar, al menos, una parte del dinero invertido: hacerse de los repuestos, equipos de tierra y herramientas de los A-4E, en su mayoría de origen israelí y que no estaban alcanzados por el embargo.
En cuanto retornó a Buenos Aires, elevó la sugerencia al Comando de Material Naval. Luego de analizarlo, la Armada decidió traer al país todo lo que pudiera rescatar de los Skyhawk en Israel.

Estos elementos arribaron en la segunda mitad de 1986, con lo que la Armada logró recuperar, al menos, US$ 19,2 millones, aunque no le sirvió para mucho ya que nunca los pudo utilizar porque la versión de A-4 que tenía era más antigua.

Para esta época, los EE.UU. seguían manteniéndose firmes en su postura de prohibir la operación, por lo que el Proyecto HOPE fue abortado. Así, a fines de 1986, quedó sepultada la esperanza de la Armada de traer los aviones, cuando se canceló el contrato definitivamente y se olvidaron de los A4-E para siempre.

La solución al problema


Las negociaciones para recuperar el dinero llevaron siete años y recién finalizaron en 1989, cuando se llegó a un acuerdo definitivo entre ambos países, en el que la Argentina terminó perdiendo US$ 36 millones en la operación. Este monto era el que, según Israel, debía asumir debido a su “responsabilidad por el fracaso de la venta”, incluido el estacionamiento y el mantenimiento que le cobró por todo el tiempo que los Skyhawk estuvieron parados sin que se los retirara.

Para fines de 1987, el gobierno de Alfonsín se contentaba con recibir US$ 70 millones de los 86 millones originales. Finalmente, terminó cediendo y logró que le reconociera un crédito por cerca de US$ 50 millones que utilizó en tres operaciones: el sistema de reabastecimiento en vuelo, repuestos de los A-4E (ya mencionados), y la turbinización de los aviones Grumman S-2 Tracker.

Perfil

martes, 8 de julio de 2014

"Sin la ayuda de Chile, UK hubiese perdido la guerra"

"Sin la ayuda de Chile, hubiésemos perdido la guerra en Malvinas", admitió un ex oficial inglés
Sidney Edwards, el encargado de llevar adelante las negociaciones con Matthei, el comandante de la Fuerza Aérea chilena, cuenta la historia de la alianza secreta en un libro


Pinochet y Thatcher mantuvieron su alianza en secreto. Foto: Archivo

El apoyo chileno a Gran Bretaña en la guerra de Malvinas fue clave para que el gobierno de Margaret Thatcher consiguiera la victoria en el disputado archipiélago. Así lo afirma en su primera aparición pública Sidney Edwards, el oficial enviado por la premier conservadora a Santiago para conseguir el apoyo secreto de Augusto Pinochet.

"Mi opinión personal - y creo que fue compartida por mis jefes en el Ministerio de Defensa y por Margaret Thatcher- es que la ayuda que recibimos de parte de Chile fue absolutamente crucial. Sin ella, hubiésemos perdido la guerra", aventuró Edwards, un ex oficial de la Real Fuerza Aérea británica (RAF), a la revista chilena Qué Pasa.

Durante la guerra, que comenzó en abril de 1982 y duró dos meses-, Chile adoptó públicamente una posición de neutralidad pero, sin embargo, siempre se rumoreó que había prestado apoyo logístico a Londres, algo que finalmente se confirmó hace dos años, al publicarse los archivos oficiales de esa época.

A los 80 años, Edwards decidió salir a contar su historia en el libro My Secret Falklands War (Mi Guerra de las Malvinas secreta).Allí cuenta que él fue elegido para llevar adelante las negociaciones en Chile por su dominio del idioma español -tras haber sido agregado aéreo en Madrid- y su experiencia en operaciones conjuntas de inteligencia con otros países.

Edwards contó que el mismo día en que llegó a Santiago de Chile fue recibido por el comandante jefe de la Fuerza Aérea chilena, Fernando Mathei. "El general Matthei me dio la mano cálidamente -cuenta Edwards en su libro-. Me ofreció cooperación total dentro de los límites de lo práctico y de lo diplomáticamente posible. Enfatizó la necesidad de mantener el secreto". El aviador dijo que entendía la delicadeza de las relaciones entre los dos países y continuaron conversando.

"No pude creer la cooperación que logré con él y, por supuesto, con el resto de sus oficiales -continúa Edwards-. Obviamente el general Matthei era un hombre muy pragmático y sabía dos cosas clave: que si Chile no nos ayudaba en la guerra, después los argentinos caminarían derecho a tomar las islas del canal Beagle. Lo otro es que Matthei sabía que ésta era una oportunidad ideal para conseguir armamento, inteligencia y otras cosas que normalmente no habrían conseguido".

En su libro, Edwards describe en detalle todo el operativo en Chile, con nombres y fechas, a pesar de que fue obligado a eliminar todo registro escrito de aquella época. "Éste fue un periodo muy relevante en mi vida y lo tengo muy fresco en mi memoria", dice.

El libro de Sidney Edwards
será publicado en Gran Bretaña.

LA PRINCIPAL CONTRIBUCIÓN

En su libro, Edwards comenta que el hecho de que en Chile rigiera una dictadura en ese momento facilitó su trabajo, ya que consiguió rápidamente documentos de identidad falsos. Además, manejaba como si fueran propias las oficinas centrales de la Fuerza Aérea chilena y desde allí coordinó el uso de un radar de largo alcance en Punta Arenas, que permitía ver los movimientos aéreos en Ushuaia, Río Gallegos, Río Grande y Comodoro Rivadavia. También desde allí coordinó, junto con Londres, la llegada a Santiago de un equipo del Servicio Aéreo Especial británico (SAS) con un sistema satelital de comunicaciones seguro.

Para el piloto, ese radar fue la principal contribución a la misión británica. "Lo más importante fueron los avisos tempranos de ataques aéreos", dice el ex piloto. "Sin éstos, cuando tenés un fuerza de mar sólo con una pequeña defensa aérea, como teníamos, habríamos tenido que montar patrullas aéreas de combate carísimas y aviones volando constantemente, listos para interceptar intrusos", argumenta.

Además, Matthei dejó a su disponibilidad la pista de aterrizaje ubicada en la isla San Félix, a 892 kilómetros de la costa chilena -el gobierno no quería exponer los aeropuertos continentales-, para misiones Nimrod, que permitían volar a aviones británicos pintados con los colores chilenos a gran altura cerca de la frontera con la Argentina y obtener información de lo que pasaba en el país.

SIN CONTACTO CON PINOCHET

Edwards remarca que nunca habló con Pinochet durante la misión y que se trató de un "hecho deliberado". "Él [Pinochet] quería tener una especie de cláusula de escape, para poder negar que tuviera conocimiento de mí. Me parece que lo que quería hacer era que si cualquier cosa salía mal, él podría decir: «Fue Matthei, yo no sabía lo que él estaba haciendo»", explica el piloto.

Tras el final de la guerra, el 14 de junio de 1982 y con un saldo de más de 900 muertos (649 argentinos y 255 británicos), Edwards se quedó unos días más en Chile y salió a festejar al boliche Las Brujas. "Muchos de nuestros colegas chilenos se nos unieron allá y parecían tan contentos como nosotros con la victoria", recuerda el piloto.

Al regresar a Londres, fue condecorado con la Orden del Imperio Británico por sus servicios. "Pero, para evitar atraer atención al vínculo con Chile, no me pondrían como parte de la lista de la guerra de las Falklands [como llaman en Gran Bretaña a las Malvinas]", dijo.

La Nación

Nota del administrador: Tengo conocidos chilenos pero el tema lo he tratado con ellos cuando tuve ocasión. Es una actitud la chilena que se aleja de cualquier acto de gallardía u honorabilidad la que tuvo Pinochet y las FF.AA. chilenas durante el conflicto. Espiar desde atrás y dejar operar en su territorio al enemigo del vecino lo convierte en parte beligerante y de la peor calaña. Ello porque no tuvieron el valor de enfrentar cara a cara a quienes deseaban combatir y se conformaron delatándolos para que otros, quienes si tenían los huevos, les pelearan. ¿Como poner en la misma palestra los actos heroicos de Prat junto con esta actitud de Malvinas? Más aún, ¿que hubiese dicho ese personaje histórico de esa actitud? Algo que tampoco sumó fue la extrema cobardía (no me cabe otro término) de negar sistemáticamente durante 20 años este evento sólo para ser dejados al descubierto por su, paradójicamente, principal aliada, Margaret Thatcher. Nunca cierra la actitud chilena durante el conflicto. El escenario para Chile era complicado, es cierto, y había que optar. Había muchas opciones y la que tomó Pinochet manchó la historia de Chile para siempre.

martes, 3 de junio de 2014

Los regalos de Galtieri a Kadafi

Las manzanas y un rebenque de oro de Galtieri para Kadafi 
POR GONZALO SÁNCHEZ 
El vuelo que partió desde Ezeiza cargado con regalos para el dictador libio. 


Los pilotos sabían más o menos qué les esperaba. Pero quedaba margen para sorpresas. A Gezio Bresciani, por ejemplo, antes de volar a Libia le comunicaron que el avión no partía vacío. 
–¿Qué llevo?– quiso saber el comandante. 
– Manzanas, 26 toneladas – le respondieron. 
“El jefe de base me dice: ‘Parece que allá no tienen manzanas y le mandan de regalo’. Era como un reconocimiento para lo que estaba enviando este señor Kadafi”, dice el comandante. (ver “El incidente...”)Había más novedades. “Seguíamos en Ezeiza, y aparece un militar con una caja muy linda, de madera, que en la tapa tenía incrustado el escudo argentino. Me dice que venía de parte de Galtieri y que yo tenía que entregarle en mano la caja a Kadafi. Uno no puede volar sin saber lo que lleva. Le dije: ‘Disculpe, pero si quiere que la lleve la va a tener que abrir’. Se armó…” 
El militar le mostraba una tarjeta firmada por el mismo Galtieri. Bresciani le decía que eso no le importaba y que no iba a poner en marcha el avión sin saber lo que había adentro. Gestiones telefónicas. Al cabo de un rato regresó con autorización para abrirla. “Adentro –dice Bresciani– había un rebenque con cabo de plata y en cuero crudo, y una carta de Galtieri”. 
Sigue Bresciani: “Llegamos a Trípoli y nos mandan a una plataforma llena de aviones rusos. Nosotros estábamos en el avión, y por ahí aparece un jeep con un coronel y otros hombres. El tipo sube, nos saluda y en un momento mira para atrás. Cuando ve las manzanas, pregunta qué era. Y yo, tratando de ser cortés, le digo: ‘Esto se lo manda mi gobierno a su país en agradecimiento por lo ayuda que nos están dando’”. 
El coronel montó en cólera y empezó a insultar. Gritaba y nadie comprendía. Bajó del avión, fue hasta el jeep y se marchó. Silencio. Pasaron 40 minutos. Bresciani empezó a especular. Si el problema eran las manzanas, podían irse a Roma, descargarlas y regresar con el avión vacío. La otra posibilidad era irse como sea. Le habían dado 40 mil dólares de viáticos. Dividían el dinero, sacaban pasajes y que el avión de Aerolíneas quedara ahí. Pero apareció el Doctor Alberto y destrabó el asunto. Llegó en un auto hasta el avión y les dijo: “Bajen, ahora pueden hacerlo”. Después les explicó las razones del enojo del coronel por las manzanas. Según el Corán, cuando alguien ofrece ayuda no debe recibir nada a cambio. “Es violar una ley divina”, les dijo. 
Los regalos no parecían ser un asunto de importancia en ese viaje. Tampoco el rebenque de oro pudo ser entregado en mano Kadafi. Treinta años después, Bresciani lo explica: “Kadafi no aparecía nunca. Nos decían que estaba en su carpa, retirado, orando en el desierto”. 

Clarín

lunes, 2 de junio de 2014

La ayuda militar libia a Argentina

Gadaffi y su ayuda a la Argentina durante la Guerra de Malvinas: 

El acuerdo se firmó el 27 de mayo de 1982 entre el presidente Galtieri y el brigadier Mustafá Muhammad Al Jarrubí. La “odiosa agresión imperialista británica”, frase incluida en el acuerdo, motivaron la entrega de estas armas al régimen de Galtieri: 

15 misiles aire-aire 530 IR 
5 misiles aire-aire 530 Radar 
20 misiles aire-aire 550 
20 motores de misiles aire-aire 550 
80 RPG 7 o similar 
10 morteros de 60 mm 
10 morteros de 81 mm 
492 proyectiles de mortero de 60 mm 
498 proyectiles de 81 mm 
198 proyectiles de iluminación de morteros de 81 mm 
1000 bombas iluminación de 26,5 mm 
50 ametralladores calibre 50 
49.500 proyectiles calibre 50 
4000 minas antitanque 
5000 minas antipersonales 

En carta del 14 de junio de 1982, Galtieri agradeció al líder libio Khadafi (ó Gaddafi, Kadafi, Khadafi, Gadafi, مُعَمَرْ القِذَافِي) la ayuda de las autoridades de Trípoli. Galtieri reconoció la ayuda en una entrevista que le realizara Juan Bautista Yofre el 29 de julio de 1982 para Clarín.Lo anterior es lo basado en informes periodísticos, lo que sigue es lo visto:Durante la Guerra de Malvinas la I Brigada Aérea de El Palomar recibía aviones de carga peruanos, ecuatorianos y de otros países amigos trayendo material bélico. De Perú llegaban los misiles tierra-aire soviéticos SAM 7 en su Hércules L-100. Los venezolanos suspendían la compra de los aviones Bae Hawk a Gran Bretaña en solidaridad con Argentina.Para esos días el Boeing 707 TC-91, el avión presidencial comprado por Isabel y afectado a transporte militar, realizó varios vuelos a Libia en busca de armamento. Se decía que iban con caballos. En la carga, no al timón, claro. 

 

La descarga a su regreso se producía en la plataforma de la base y allí se alineaban los contenedores verdes de los misiles 550 y 530 franceses de los aviones Mirage. En cada uno de ellos colgaba una etiqueta amarilla. En ellas estaba preimpresa la firma de Khadafi. Luego se embarcaban en aviones de Aerolíneas Argentinas y Austral rumbo al sur.Mientras desembarcaban los ingleses en San Carlos, en esos días tan extraños que fueron, los de Clase 1963, no podíamos dejar de sentir profunda simpatía y agradecimiento hacia ese africano. 

 

Fuente:Che Genetic.