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martes, 30 de noviembre de 2021

Philippi, Blake, la Ardent y un encuentro que fue el inicio de una hermosa amistad

Los tres axiomas de un admirador del Barón Rojo


Al desatarse la guerra, el capitán de corbeta Alberto Philippi era el segundo jefe de la Base Aeronaval Río Grande. Pero un aviador que había bautizado a su hijo Manfred, en honor al Barón Rojo, - von Richthofen, - no se iba a quedar detrás de un escritorio. Al igual que el legendario as de la aviación alemana (1892-1918) estaba dispuesto a morir en combate. Y más allá del apellido italiano y del argentinísimo sobrenombre "Mingo", este hijo de inmigrantes alemanes y nieto de un combatiente de la Primera Guerra Mundial ostentaba las clásicas características teutonas que tanto le sirvieron en el conflicto de Malvinas: disciplinado, ordenado, estricto, eficaz. Pero aún más clave fue su religiosidad sin fisuras.
Incorporado voluntariamente al Escuadrón de Skyhawk A4Q, aquel 21 de mayo despegó rumbo al Estrecho de San Carlos con los tenientes Arca y Márquez de numerales. Un rato después los seguirían Sylvester, Rótolo y Lecour.
Ya en Malvinas el terceto comenzó a descender sobre la Isla de los Pájaros. Las condiciones meteorológicas eran totalmente adversas: lluvia, techos bajos y visibilidad de apenas una milla. Lo cual significaba que una fragata podía lanzarle sus misiles mucho antes de que los pilotos la vieran. Lejos de desistir, Philippi ordenó conectar el master de armamento. Pasaron por el Cabo Belgrano, que lucía negro y amenazador, y antes de llegar a San Carlos divisaron los mástiles de una fragata detrás de una roca. Y la fragata los divisó a ellos, precipitándose a navegar a toda potencia hacia el centro del estrecho.



Mingo echó una última mirada al tablero. De las 5300 libras de combustible que cargaba el avión, necesitaba 5000 para ir y volver. Sólo le quedaban 300 libras para atacar y escapar. Iba al límite absoluto del JP1 y no se había previsto reabastecimiento en vuelo.
Philippi ordenó dispersarse a sus numerales, para atacar desde distintos ángulos y al mismo tiempo complicarle a los brits la selección del blanco. El jefe de la escuadrilla fue el primero en impactar, tras lo cual escuchó la voz de Arca: «¡Muy bien, señor!”. Le había dado a la Ardent en la popa. Los aviadores navales arrojaron sus doce bombas MK82 en reguero y comenzaron el escape.
Sin embargo, al ser atacada, la fragata había emitido todas las alarmas posibles y los dos aviones de su escolta, que la sobrevolaban a 10 mil pies de altura – y que habían fallado en su misión de prevenir el ataque - se lanzaron en picada sobre los argentinos. “¡Harrier,Harrier!” se escuchó la voz de Márquez.
-¿Cómo estabas en ese momento?
-Con la adrenalina y el oxígeno al cien por ciento.
Philippi ordena eyectar las cargas externas que los demoran: tanques auxiliares y lanzadores de bombas. “Después de eso, el A4 se convierte en una mariposa”, me dice.
Pero el Sidewinder L se muestra como implacable cazamariposas. Haciendo maniobras evasivas, Philippi observa que uno de los Harrier le dispara precisamente ese misil. El proyectil lo sigue por espacio de algunos segundos y explota debajo del avión volándole la cola. El A4Q tiembla y se encabrita. El piloto se da vuelta y ve que el Harrier se está acomodando para rematarlo con sus cañones. “Me dieron, me eyecto, estoy bien”, avisa lacónicamente por radio a sus camaradas.
El manual del Skyhawk dice que hay que eyectarse a 150 nudos por hora, con las alas estabilizadas. “Hacerlo a 350 nudos te puede arrancar un brazo, o la cabeza”, me explica. Sin embargo, no quedaba otra, y Philippi tiró de la manija entre sus piernas. De los ocho aviones en servicio del Escuadrón, seis tenían el cohete eyector vencido. Por suerte, este funcionó igual.
Estrellarse contra el aire a esa velocidad le provocó un desmayo. Cuando recuperó el conocimiento, estaba cayendo en paracaídas, inclinado hacia delante, viendo bajo sus pies el estrecho de San Carlos y alrededor suyo el combate entre aviones argentinos y británicos. Su primer pensamiento fue dar gracias a Dios.
El golpe contra el agua fue durísimo. Afortunadamente, el paracaídas se recostó sobre las olas y lo arrastró hacia la costa. Cerca de ella se desembarazó de la tela y comenzó a nadar, pero debió luchar denodadamente contras las “kelps”; algas o cachiyuyos, que dieron nombre a los pobladores anglos de Malvinas (ver foto debajo sobre los kelps en el estrecho de San Carlos).



Llegó tan agotado, que tuvo que salir del agua gateando, no podía pararse. Muy cerca se encontraba escorado el mercante Río Carcarañá, que los ingleses atacaron el 16 de mayo, abandonado por su tripulación. Tirado exhausto en la arena veía pasar aviones de combate. El de Márquez había explotado en el aire, mientras que el de Arca, averiado, se dirigía hacia Puerto Argentino. A todo esto, Sylvester, Rótolo y Lecour habían rematado a la Ardent. Cuando recuperó el aliento, con su cuchillo de caza Puma White Hunter (ver foto debajo) cavó un pozo de zorro para pasar la noche. Cada tanto, el frío lo obligaba a levantarse y se calentaba haciendo más profundo su refugio.



Alrededor de las dos de la mañana activó su señal de radio de emergencia, para que pudieran rescatarlo los efectivos propios. Pero al ser detectada por los ingleses, estos abrieron fuego contra el Río Carcarañá. Y los tiros cortos caían cerca de Philippi, quien decidió ponerse en marcha. Iba de cerro en cerro activando la señal. Desde uno de ellos vio al buque mercante despidiendo humo negro; lo habían convertido en un colador. Pasó la noche siguiente en un galpón de esquila. Con el revolver de supervivencia Smith & Wesson calibre 38 (ver foto debajo) mató una oveja y la asó en un fuego que prendió con su pistola de señales.



Al tercer día, el 24 de mayo, avistó tres vehículos y les hizo señales apelando al espejo de supervivencia. Le pareció ver un jeep Mercedes Benz y dos Unimog del Ejército, pero al acercarse comprobó que se trataba de un Land Rover y dos tractores: eran kelpers. “Esto viene mal”, pensó, y reemplazó las balas luminosas de su revolver por balas de plomo. Se tranquilizó empero al ver que el principal del grupo le tendía la mano sonriente.
-Soy un piloto argentino derribado el día 21 y quiero volver con mi gente. Si nos ponemos de acuerdo, bien, y si no, sigan su camino, y yo seguiré el mío.
-Lo vamos a ayudar. Usted es una persona de suerte. En esta zona, totalmente deshabitada, nosotros pasamos sólo un día cada seis semanas, para hacer rotación de ganado. Y hoy nos tocaba.



Quien así le respondió resultó ser Tony Blake, administrador de la estancia North Arm, de cien mil hectáreas de extensión. A partir de ese momento Philippi fue tratado a cuerpo de rey. Lo instalaron en el dormitorio del dueño, se bañó con jabón perfumado, fumó cigarrillos Rothmans, tomó whisky del mejor y degustó los exquisitos scones preparados por la esposa de Tony. “Me trataron igual que si fuera un piloto británico”, se admira.
Más aún, Philippi encontró en Blake un alma gemela; tenían las mismas pasiones: la caza de puma, ciervo y jabalí, la pesca de trucha con mosca, el golf, ambos eran fanáticos radioaficionados y fotógrafos, y hasta poseían idéntica cámara, la Canon A1.
A la mañana siguiente, Blake lo llevó a conocer la estancia y a sus empleados. Uno de ellos, conocido por su furibundo odio a los argentinos, al ver Philippi, se llevó la mano a la cintura debajo del abrigo. Blake se quedó helado, pensó que sacaría un arma para matar al piloto.
El capataz, en cambio, extrajo una petaca de brandy y propuso brindar por dos razones:
“Porque usted se salvó, y por su día nacional, que se celebra hoy».
Cuando al rato arribó el helicóptero de rescate argentino, despidiéndose, todos lloraban.
-Mingo, ustedes estuvieron menos de 24 horas juntos, ¿cómo es que se pudo generar un afecto tan entrañable?
-No tiene explicación.
Tony Blake le mandó un autito Matchbox al hijo de Philippi, Manfred, de tres años. Y la esposa del kelper, la receta de los scones a Graciela Philippi.
La mujer del piloto, desde su casa aledaña a la Base, había visto despegar seis aviones y regresar sólo tres. Sin embargo, al darle la noticia de que su marido estaba desaparecido, el jefe del Escuadrón le dijo: «Arca vio un paracaídas. Si era el de Mingo, conociéndolo, te aseguro que va a aparecer”. Efectivamente, siete días después Graciela lo tenía entre sus brazos.
Tony Blake visitó a Philippi en la Argentina, y hasta llevó una ofrenda floral al cenotafio de Puerto Belgrano, demostrando un gran sentimiento por nuestros caídos.
Philippi, en cambio, a pesar de la insistencia en invitarlo de su amigo kelper, sostiene que iría a Malvinas de una sola manera: “Por la puerta grande, en un avión de la Armada”.
-¿Mingo, qué es lo que te permitió sobrellevar tamaña odisea, a los 43 años, con todo en contra, si ni siquiera saliste con el avión del comandante, que tenía navegador?
-El buen adiestramiento, desde ya. Pero sobre todo los tres axiomas que me acompañaron siempre. Son tres párrafos de la Biblia: "Ayúdate y Dios te ayudará", "Ni una hoja cae si no es la voluntad del Señor" y "Dios es mi pastor, nada me faltará. Aunque ande en el valle de sombras de muerte, no temeré mal alguno, Tú estarás conmigo…". Esas palabras retumbaban en mi cabeza.
-¿En esos momentos difíciles?
-En todos los momentos, la vida entera, hasta el día de hoy. Y Dios siempre apartó el daño que aparecía por delante, siempre me despejó el camino.
Conocí a Philippi cuando lo evacuaron a Puerto Argentino. Obviamente quise entrevistarlo, pero se negó. Años después lo crucé en Bahía Blanca y dijo que me debía esa nota. Hoy ya no me la debe…

(c) Nicolás Kasanzew

sábado, 27 de marzo de 2021

Técnicos franceses en Argentina (2/2)

“¿Quieres seguir enviando tu salario?”


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Nuestro testigo C.L. continúa informando nuestra estadía en Argentina para acercarnos a la guerra de las Malvinas (finales de 1981-principios de 1982).

Estuve allí en la ciudad de Bahía Blanca, cerca de la base naval Comandante Espora, desde noviembre de 1981 hasta fines de mayo de 1982, dice CL. El equipo de asistencia francés era de unas diez personas, cinco procedían de Dassault Aviation, que incluía al director de la misión, HC., un joven ingeniero de unos 35 años. Creo que fue su primera misión en el extranjero. Con él estaban dos ingenieros electrónicos y un mecánico, no sé quién era el quinto.
Entre los otros cinco técnicos, representé la parte Sagem, otra parte Snecma (reactor Atar 8K50), otra Thomson (radar Agave), otra punta para el banco Atec en Aeroespacial, luego otro para la parte Matra (misiles Magics) y luego un último para el simulador de vuelo Thomson, en este punto descubrí quiénes eran los militares argentinos. Los había visto un poco durante dos o tres semanas en Francia pero el primer día, el 16 de noviembre, fuimos convocados por el líder de la flota SuperEtendard, CF Colombo, quien había pensado que sería bueno invitarnos a su oficina.


Un escudo argentino: un Super Etendard, un misil antibuque bajo el ala, la mención "Islas Malvinas 1982" y la sombra de la muerte de fondo.

Siendo austral

Extranjeros franceses allá y Colombo pasando frente a ellos y haciendo grandes esfuerzos para explicar que todo lo que habíamos escuchado en Francia sobre Argentina eran solo mentiras, que nos dimos cuenta por nosotros mismos que Argentina era un país hermoso, que los argentinos estábamos dando la bienvenida a la gente y al final íbamos a tener una muy buena estadía.
Fue un poco duro como una bienvenida, sorprendente e inesperada. Sin embargo, estaba descubriendo todo eso. Tenía 24 años y la dictadura, no sabía qué era. Pero en general el ambiente en el hangar des SuperEtendard fue profesional y amable, la acogida y el trato que teníamos reservado fue bueno, incluso muy bueno.Me sentí bien.
Los cinco aviones llegaron en bote al puerto militar de Puerto Belgrano, cerca de la localidad de Punta Alta. Los otros nueve iban a seguir en 1982 pero, a causa de la Guerra de Malvinas en la primavera, el embargo pospuso su entrega hasta finales de 1982 o principios de 1983.
Así que nos pusimos manos a la obra, durante el verano austral y por el calor solo trabajábamos por la mañana. de 7 a.m. a aproximadamente 2 p.m. Estábamos todos en un taller junto al hangar Super Étandard y nos estábamos preparando para la implementación de los aviones, así como el mantenimiento, la asistencia, las reparaciones, a veces entrenamientos.
A fines de noviembre, los vuelos pudieron comenzar. Había una docena de pilotos y ellos volaban cada vez más. En diciembre volaron todo el tiempo: por la mañana y por la tarde, a veces por la noche. A fines de marzo de 1982, los argentinos iniciaron operaciones para reconquistar el archipiélago de las Malvinas. El lunes 29, el portaaviones argentino 25 de Mayo navegaba desde su puerto base, Puerto Belgrano. Tres aviones Skyhawk se unen para posible apoyo para futuras operaciones el 2 de abril (aterrizando en las islas); por supuesto, no estoy informado. Los Super Etendards al no estar operando en portaaviones, se quedaron en Espora.
Al día siguiente, tormentosas manifestaciones en varios pueblos y ciudades contra el gobierno militar que reprimieron muy duramente a los manifestantes, los vi por televisión. Eso me preocupaba. Viernes 2 de abril, día del desembarco argentino en Malvinas. Grandes y alegres manifestaciones en muchas ciudades de todo el país para apoyar la acción militar. Lo veo en la céntrica plaza Rivadavia de Bahia Blanca. El contraste con las protestas del 30 de marzo es duro, difícil de creer.
Los vuelos del Super Etendard comienzan sobre el mar, los pilotos llevan trajes de supervivencia para agua fría. Duplicaron la cantidad de vuelos. Estaban afuera todo el tiempo. Aquí es donde comenzaron los ejercicios en torno a sus dos de los Tipo 42 Hércules, el Hércules y el Santísima Trinidad, que son barcos hermanos ingleses Tipo 42 como el Sheffield. De la misma manera que los pilotos argentinos del Super Etendard entrenan alrededor de su Santísima Trinidad para hacer aproximaciones, diciendo "¿me ves, no me ves?", los pilotos franceses hicieron lo mismo con la flota inglesa que salía del Canal de la Mancha hacia el Atlántico Sur y pasaba por Bretaña.

AUTÓNOMOS Y AISLADOS

En Sagem también me había formado en equipos para instalar dos sensores en el armazón del portaaviones 25 de Mayo. Entre el 30 de marzo y el 5 de abril, un colega de Sagem, departamento de Marina, llegó a Bahía Blanca para ayudarme a instalar los sensores bajo el armazón del portaaviones y los cuadros eléctricos correspondientes cerca del NAV local. El barco ya no está en el puerto, nos preguntamos si mi colega debería quedarse a esperar su regreso .¿Cuán largo era? Por supuesto, el comandante de Puerto Belgrano, a quien había visto dos veces, se negó a decirnos. Pero insistió muy firmemente en que mi colega se quedara unos días más. Durante una muy breve entrevista telefónica con nuestra jerarquía Sagem, se decidió que mi colega se quede en el lugar aquellos días.



Cuando llegaron a Argentina, los técnicos franceses compraron un nuevo vehículo de motor, modelo Renault 18. La placa de acceso del coche de nuestro testigo C.L., en la base aérea naval de Espora.

Martes 6 de abril de 1982: Francia, Alemania y Canadá declaran un embargo a las exportaciones de armas a Argentina pero mi empresa, ni nuestro representante en Buenos Aires, ni la Embajada de Francia en Buenos Aires me informarán de lo que sea, o me recomendaron alguna conducta al respecto.

”En un momento, allá, mi jefe directo me pregunta desde Bretigny:“ ¿Quieres que te sigamos enviando el salario? ”Eso me sorprendió. Esto no sucedió durante una entrevista telefónica muy corta. En ese momento, sin haber entendido, dije: “¡Sí, es broma no?!” Fue después que entendí que le estaba pidiendo que regresara a Francia o si yo quería quedarme allí.
Éramos autosuficientes y estábamos aislados. No estábamos a la altura de Internet y el teléfono portátil. Probablemente fue difícil repatriar al equipo de soporte técnico. Al final, ¡no nos dijeron nada! No hubo ninguna llamada telefónica de Francia, nada, ni para preguntar qué estábamos haciendo o para ordenarnos regresar, ni para decirnos que nos quedemos en casa
Entre el 7 y el 9 de abril finalmente llegó el portaaviones 25 de Mayo a Puerto Belgrano y regresó a la base. Terminado el trabajo de instalación de los equipos de Sagem, luego mi colega del departamento de marina regresó a Francia.
Viernes 9 de abril (Viernes Santo): después de unos días en Puerto Belgrano, regresé a la Base Aeronaval Comandante Espora. Como de costumbre, voy directo al último hangar verde oscuro que alberga los aviones Super Etendard y me vuelvo a unir al equipo de asistencia técnica de Dassault. Es aquí donde me entrenan que, debido a un embargo, los especialistas de misiles Aerospatiale no vendrán de Francia para realizar las pruebas de validación del “Exocet” bajo los aviones ¿Cómo van a solucionar los argentinos este problema técnico?


Destructor Tipo 42 ARA "Santísima Trinidad" de origen británico en 1981

viernes, 18 de agosto de 2017

La Hermandad del Belgrano

La hermandad del Belgrano

La hermandad del Belgrano hace 35 años. Dos torpedos terminaban con el derrotero de uno de los principales buques de guerra que tenía el país y con él se fueron al fondo del Atlántico Sur 323 almas. ya paso tiempo para cerrar algunas heridas de indiferencia y hoy un acto, un reconocimiento es lo mínimo que la sociedad le ofrece a los combatientes. cientos de ellos lograron esquivarle a la muerte en una balsa para ofrecer el testimonio de vida y reflejar esta verdadera hermandad del Belgrano.


domingo, 10 de julio de 2016

UK consideró dejar que Argentina creara una base naval en Malvinas

Reino Unido consideró permitir una base naval de Argentina en Malvinas dos semanas antes de la guerra
El Ministerio de Asuntos Exteriores consideró la posibilidad de permitir a Argentina una base naval en las Islas Malvinas sólo dos semanas antes de la invasión de 1982, documentos desclasificados revelan.
Por Robin Yapp | The Telegraph



Crucero ligero General Belgrano de la Armada Argentina Foto: Reuters

Muestran cómo David Joy, de la Embajada Británica en Buenos Aires, se comunicó con su homólogo chileno Raúl Schmidt para discutir las tensiones con Argentina antes de presentar un memorándum restringido el 5 de marzo de 1982.
Chile y Argentina habían estado durante mucho tiempo disputando la posesión de las islas Picton, Lennox y Nueva en el Canal de Beagle en el extremo sur de América del Sur y habían llegado al borde de la guerra en 1978.
De acuerdo con los documentos, según lo revelado por el servicio en español de BBC Mundo, el Sr. Schmidt dijo al Sr. Joy que las disputas de soberanía de Argentina con Chile y Gran Bretaña se derivaban del deseo del país de tener una base naval más al sur.
"La tesis de Schmidt se basaba esencialmente en la necesidad de la Armada Argentina de un puerto estratégico más al sur de su puerto actual y más segura, [la base naval de] Puerto Belgrano, (al sur de la provincia de Buenos Aires)", afirma uno de los documentos.
"La opción obvia Ushuaia no era satisfactoria desde el punto de vista de la seguridad, ya que está bajo vigilancia constante chilena.

"Por lo tanto, los argentinos están, según Schmidt, desesperados por tener algún otro puerto seguro más al sur, una meta que podría ser satisfecha por tener acceso a las islas al sur del Beagle o las Malvinas. En este contexto, cree que las disputas de soberanía están vinculados ".
El 15 de marzo el informe, titulado «¿Una carga común con Chile?", Fue recibido y distribuido a Colin Bright, director de la sección de América del Sur del Ministerio de Asuntos Exteriores, y otros funcionarios de alto nivel.
Las notas manuscritas se añade a los documentos, lo que sugiere que los británicos estaban abiertos a la idea de negociar un acuerdo para una base naval argentina sobre las Malvinas sólo dos semanas antes de que comenzara la guerra.
Una nota garabateada señala: "Creo que estamos de acuerdo en que el interés de Argentina en la seguridad del Atlántico Sur es parte de su deseo de conseguir la soberanía de las islas Pero es sólo una parte pequeña Después de todo, si todo lo que querían era una base naval que.. podría fácilmente adaptarse a ellos ".
Otra escritura a mano en diferentes comenta: "¿Podríamos fácilmente acomodar a los argentinos en una base naval Debido a que este es el tipo de idea que debemos tener en cuenta si las negociaciones se reanuden?".
Argentina disputa larga resoluciones que las islas del canal de Beagle eran chilena pero finalmente los reconoció como tal en 1984 tras la mediación papal.

martes, 29 de diciembre de 2015

ARA: Reflotan al "Santísima Trinidad"



Reflotaron al ARA Sma. Trinidad
De nuevo a flote y con destino de museo flotante




El destructor de la Armada Argentina Santísima Trinidad se ha vuelto a poner en pie en estas últimas horas, tras casi tres años de su hundimiento en la rada de dársena de la Base Naval Puerto Belgrano, merced a los trabajos del personal de buzos de salvamento y buceo, quienes en sucesivas maniobras coordinadas pudieron revertir de la escora del navío y ponerlo a flote.



El Santísima Trinidad comenzó a escorarse el 21 de enero del 2013, como consecuencia –según un parte oficial de la fuerza emitido por esos días- "de la rotura de una tubería de 6 pulgadas", lo que produjo el hundimiento de varios compartimientos de la nave. La marina había señalado que "la capacidad de las bombas de achique" fue superada por la cantidad de agua ingresada, debiéndose evacuar al personal embarcado.



Si bien esta unidad de más de 40 años de servicio se encontraba al momento del siniestro prácticamente fuera de servicio, la intención inicial de su rescate es tratar de adecuarla para que allí funcione un museo flotante. Al momento no se tienen precisiones sobre cuál es el estado de compromiso de la estructura y mucho menos el valor presupuestario que su adecuación tendría.
Lo importante es que nuevamente está a flote y que su destino tendrá el signo de las bravas tripulaciones que cobijó durante tantos años al servicio de la Armada.

NR: Gracias Mariano Rodríguez.




El Rosalenio

miércoles, 3 de junio de 2015

ARA: Enfermeras abusadas en la BNPB

La historia jamás contada de las enfermeras abusadas durante la Guerra de Malvinas


Infobae revela por primera vez los casos de violación y maltrato físico y psicológico que sufrieron las mujeres que participaron del conflicto bélico, cuyas historias fueron silenciadas y olvidadas. La mayoría de las víctimas eran menores de edad. Sus testimonios



Ya no son invisibles. La última dictadura militar y los sucesivos gobiernos democráticos sepultaron la historia de las mujeres que participaron de la Guerra de Malvinas, pero un libro las sacó del letargo. Su publicación animó a muchas a contar parte de lo que desencadenó pesadillas, estrés postraumáticos y adicciones: los abusos a los que fueron sometidas. Las violaciones, las golpizas y el maltrato psicológico que sufrieron. Infobae revela por primera vez algunos testimonios del horror durante el horror.

"Lo que más me costó entender es que ellas creían que estaba bien, que se lo tenían que bancar", confiesa en una entrevista con Infobae Alicia Panero, cuyo libro Mujeres Invisibles recuperó la silenciada historia de las mujeres que participaron de la Guerra de Malvinas.
El libro, publicado el año pasado, no trata el tema de los abusos, porque sencillamente no se sabía que habían ocurrido. "Me decían que habían vivido cosas feas, pero yo me imaginaba cuestiones propias de la guerra y de la época", explica Panero. Pero en marzo de este año una de las víctimas por primera vez contó que la acosaron sexualmente. No buscaba un reconocimiento, sino liberar un recuerdo hasta entonces reprimido. Y con el tiempo aparecieron más.
Hasta ahora se conocen seis casos de abuso sexual, físico y psicológico, y se presume de un séptimo.Todas eran aspirantes de entre 17 y 21 años que habían ingresado a la Marina como estudiantes de enfermería, que se desempeñaban en la Escuela de Sanidad del Hospital Naval de Puerto Belgrano y que atendieron a los heridos durante la Guerra de Malvinas. Y todas apuntan contra dos superiores: el teniente José Italia y el suboficial José Vivanco.

Claudia Patricia Lorenzini fue la primera en contar su dolor, luego de recuperarse de una adicción de dos décadas al alcohol. Con sólo 15 años, había ingresado en 1981 a la Armada en el marco de un curso no tradicional para mujeres de quinto año del secundario con experiencia en enfermería en el ámbito civil. Viajó al sur desde La Plata junto a otras tres adolescentes.
"'Aspirante Lorenzini, venga, vamos a ir a que se pruebe su uniforme de gala', me decía (el teniente Italia). Y yo me subía a su cupé Fiat celeste. 'Vos me gustas. Yo te voy ayudar, pero no tenés que decir nada a nadie porque te puede costar la baja. Además no te creerían', me advertía. Y sus manos comenzaban a meterse debajo de mi chaqueta de fajina. Luego me besaba, y llevaba mi mano a su miembro, mientras acariciaba mis entrepiernas. Sucedió muchas veces", recuerda.
"Para mí era parte de la instrucción. ¿Mis sentimientos? No sé, parecía un juego, pero puedo aseverar que me causaba temor. Cada vez que él aparecía me producía un gran malestar, me irritaba su presencia. Mis manos se abrían y cerraban con mucha transpiración, me mordía los labios. Cuando comenzó la guerra solía verme con él, pero con menos frecuencia. Me ha llevado al (buque hospital) Bahía Paraíso a mí sola para trasladar algo, y de paso aprovechaba", añade.
El tiempo pasó. Pero como Patricia "no aguantaba más", decidió detallarle su martirio a otra aspirante que era un poco mayor, quien a su vez le contó a otra compañera. La historia, al parecer, escaló. Y un día la mandaron a llamar sus superiores.

"Había unos cuantos hombres con jinetas importantes. Me parece que estaba el director de la Escuela de Sanidad Naval, (Ricardo) Arieu. Me preguntaron si era cierto lo del teniente Italia y les dije que sí. Estaba re asustada. Me preguntaron quién más lo sabía y les dije que (la aspirante tucumana) Marcela Baldiviezo. Me preguntaron cómo se dieron los hechos y les conté. También les dije que tenía todo escrito en mi diario íntimo. Me lo confiscaron y mandaron a buscar a Baldiviezo. Me hicieron salir y al rato me llamaron. Me dijeron: 'Usted va a ser dada de baja de esta institución. El motivo que va a decir es que extraña mucho a su mamá'", señala Patricia. Y por supuesto, la amenazaron. "Ojo con contarle esto a alguien, ni a su madre, o con contar lo que vio con respecto a los heridos o a los simulacros. Recuerde que sabemos dónde están sus familiares, qué hacen y dónde trabajan. También recuerde que el servicio de contrainteligencia va a estar permanentemente detrás suyo. Bueno, ahora firme estos papeles", le sugirieron.
Claudia Patricia Lorenzini.

Otros tres casos de abuso sexual que se conocen hasta ahora, aunque sus víctimas no quieren que trasciendan sus nombres porque ni sus parejas saben lo que padecieron. Una de ellas tenía 19 años. Al igual que el resto, culpa a Italia y a Vivanco. Pero aclara: "Es una pesadilla que me llevaré a la tumba. Prefiero olvidar y tratar de pasar lo mejor posible lo poco o mucho que me queda de vida".
Su testimonio también es desgarrador. "A mí me cagaron la vida", sentencia. "Me vejaron y violaron en la habitación donde se guardaban las valijas y los bolsos que teníamos cuando ingresamos, pagado al baño", recuerda. La pesadilla duró unos meses, hasta que pidió la baja.
Hay otro caso que se sospecha, pero que difícilmente pueda ser probado, ya que la víctima falleció. Sin embargo, sus compañeras creen que fue abusada. "Italia la volvió loca, hasta que terminó pidiendo la baja", comentan. A su vez, Alicia Panero cree que deben haber más, pero que todavía no se animaron a contarlo. "La mayoría, hasta ahora, me buscaron a mí, porque hice el libro. Pero cada una tiene sus tiempos", precisa.
La Fundación para el Desarrollo de Políticas Sustentables está trabajando en una presentación integral ante el Gobierno. "Se podría hacer una denuncia penal, pero al margen de que habría que buscar testigos y obligar a las víctimas a revivir todo, sería muy difícil de comprobar un delito, si es que no está prescripto. Pero por lo menos esperamos que haya un reconocimiento, porque el Estado tenía la tutela de estas chicas que fueron abusadas", reflexiona Panero.

"Queremos que se investigue el tema –insiste–, porque la mayoría de las chicas eran menores de edad y el Estado estaba a cargo de ellas. Aun así, primero las sometió al trabajo con heridos de guerra sin las herramientas necesarias y después padecieron el maltrato, la violencia psicológica y sexual, la violencia de la institución. Y encima nunca las reconocieron por lo que hicieron. Es raro que ningún organismo de derechos humanos haya pedido algún informe sobre esto".
El sometimiento no fue sólo sexual. También hubo maltratos físicos y psicológicos. Uno de los testimonios que incluirá la presentación de Fundeps es el de Nancy Susana Stancato, que junto a Patricia se sumó al grupo desde La Plata, también con escasos 17 años. Una publicidad televisiva la motivó a estudiar enfermería. "Soñaba con ingresar a la Armada para escapar del control de mis padres. Nunca imaginé lo que estaba por vivir", repasa.
Una frase la acompañó durante todo el "periodo selectivo preliminar" o PSP: "Queremos mujeres militares, no muñecas vestidas de uniforme". Fue lo primero que escuchó cuando llegó a Puerto Belgrano en medio de una lluvia feroz que recuerdan todas las aspirantes.
La historia de Nancy podría ser la de cualquiera de los conscriptos a los que les pagaron su esfuerzo con humillaciones y olvido. Hace poco le preguntaron si alguna vez la habían maltratado y lo negó. "En esa época no había derechos del menor, violencia de género y demás. Hoy, 33 años después, me doy cuenta de que sí", revierte. Y apunta tres casos puntuales. "Si bien ni me quejo de la instrucción militar, puedo recordar muy bien que por saludar con la muñeca doblada mi instructor me pegó con una tabla, lo que me causó una fisura. Estuve un tiempo con una férula y vendaje. En otra oportunidad, estando de imaginaria en la puerta del alojamiento, en vez de saludar como nos habían enseñado ('Buenas tardes, suboficial, Nancy Stancato, aspirante naval de primer año, rol 117'), sólo dije 'Buenas tardes, suboficial', y ante mi saludo, el suboficial me dio una trompada en el pecho que dejó marcada por varios días un rosario que me habían regalado. También recuerdo que me quejaba porque me dolía la cabeza y yo decía que era porque extrañaba el mate, hasta que un día, la misma persona me llenó la boca de yerba con una cuchara y me dejó en posición de firme por mucho tiempo. Y fui testigo de patadas por hacer mal las lagartijas o por rendirse por no poder más".

Luego llegó la guerra. Todas señalan lo mismo. Primero, antes de que empiecen las batallas, llegaron los primeros soldados del frente con pie de trinchera. Después, arribaron los sobrevivientes del crucero General Belgrano. Y sobre el final, los chicos desgarbados, desnutridos, arruinados. "Son tantas las cosas que no recuerdo y las que recuerdo y no quiero, como los gritos, los llantos de los amputados, los 'me quiero morir', 'no quiero volver así a mi casa', 'no quiero ser una carga para mi familia', los llantos silenciosos, las miradas sin vida", repasa Nancy en su crudo relato.
Su baja fue tan denigrante como la de Patricia y también por motivos que nada tuvieron que ver con su desempeño. Fue a principios de 1983, supuestamente por robar yerba y azúcar del cuartel. La realidad era otra. Había cometido un pecado capital en el mundo castrense: cuestionar. La acusaron de traición a la patria y la amenazaron con matarla y hacer desaparecer a sus padres.
Hace mucho tiempo lo narró en una entrevista. Indicó: "Había unos containers de los que se bajaba un montón de ropa, golosinas y cigarrillos que habían sido donados. Yo pregunté por qué no estaban en las islas y me dijeron que allá no eran necesarios. Pero cuando empecé a recibir a los chicos, vi el grado de desnutrición que tenían. Eran piel y hueso. Hasta se peleaban por una galletita. Todo eso hizo un crack en mi cabeza y lo comenté. Protesté, insulté, pero en mi alojamiento, entre aspirantes y cabos. Nunca a un superior. Igual me llevaron al director Arieu, junto con otras personas que ni me acuerdo, y me dijeron que cometí traición a la patria y que iban a pensar si me hacían una corte marcial y que me podían fusilar. Me dio mucho miedo. En esa época, además, desaparecía gente. ¡Y yo tenía 18 años recién cumplidos! Así que después de 3 días me prohibieron hablar de esto. Y se dejó correr la voz de que robé yerba y azúcar, algo que era muy común. Después me volvieron a llamar, me dijeron que no me iban a fusilar, me hicieron firmar un montón de papeles y me dijeron que si hablaba de Malvinas, mis viejos iban a desaparecer. Nunca más hablé de la guerra".







lunes, 20 de octubre de 2014

Un perro mirando hacia Malvinas

Vogel, héroe de guerra



Luego de la Gesta de Malvinas, Vogel presidió todas las ceremonias de la unidad, luciendo en su capa la condecoración de Veterano de Guerra, otorgada por primera vez a un animal por el Congreso de la Nación. Al fallecer, el 1 de diciembre de 1991, fue enterrado en la Agrupación Perros de Guerra. Su tumba mira hacia las islas y es monumento en honor a todos los perros veteranos de guerra.

jueves, 17 de julio de 2014

Albatros en Malvinas

Nido de “Albatros” en Puerto Argentino
Por Mariano Agostini - Conflicto de Malvinas



El título y foto de encabezado de esta nota parece aludir a las grandes aves marinas de la familia "Diomedeidae" que pueden encontrarse en el Atlántico Sur y más precisamente en las Islas Malvinas, pero es sólo en apariencia, refiere en realidad a los cuadros de la “Agrupación Albatros” (AGAL) de la Prefectura Naval Argentina (PNA) que fueron desplegados al Teatro de Operaciones insular participando directamente en el conflicto bélico que tuvo lugar entre abril y junio de 1982.

Tras el desembarco y recuperación de las Islas Malvinas del 2 de abril de 1982, el Prefecto Burlando, a cargo de la Jefatura de la AGAL, convocó a cinco (5) de sus subordinados a fin de darles las instrucciones correspondientes para una nueva misión: la instalación de una Dependencia de Prefectura en las islas recientemente reincorporadas al territorio nacional. Una rápida división de tareas para atender las necesidades básicas de una delegación de este tipo, obligó a los efectivos a realizar un repaso acelerado de las normas, reglamentaciones y procedimientos vigentes.
El pequeño grupo AGAL abordó el 13 de abril un avión de transporte Short Skyvan, del Departamento de Aviación de la Institución, en el Aeroparque Jorge Newbery que, escalas mediante, los depositó en Comodoro Rivadavia dos días después. Al día siguiente, 16 de abril, un avión Fokker de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) fue el encargado de trasladarlos a las islas realizando un vuelo directo entre Comodoro Rivadavia y Puerto Argentino. En el mismo vuelo viajó el Prefecto Martínez Loydi quien fuera designado por la superioridad como Jefe de la flamante Prefectura Islas Malvinas (En rigor de verdad era una avanzada de la Institución ya que la dependencia no había sido aún formalmente instituida)

Los “Albatros” se trasladaron con su equipo y armamento hacia la zona del Muelle de la Gobernación, lugar de atraque elegido para los guardacostas GC-82 “Islas Malvinas” y GC-83 “Río Iguazú” que habían llegado apenas tres días antes. Luego de una calurosa recepción y bienvenida de parte de los tripulantes de los guardacostas, muchos de ellos compañeros de promoción, los "Albatros" pusieron manos a la obra, mostrando su espíritu inquieto. En un espacio ubicado entre la bajada al muelle y la vía costera Ross Road armaron sus carpas “canadienses” y comenzaron a cavar pozos de zorro con el fin de darse protección, asegurar la zona y brindarle seguridad a los dos guardacostas (GC) apostados en el muelle. Este accionar, que parecía algo desmesurado para esos días, motivó que el Prefecto Martinez Loydi expresara espontáneamente "¡Estos infantes! Siempre haciendo pozos...", lo que fue retrucado por los Albatros que, rápidos de reflejos, le contestaron "No se preocupe Jefe, ya va a ver loss útiles que nos van a ser..."



Los muelles de Puerto Argentino (Fuente: aposmalvinas.com.ar)

Cuadros de la Agrupación Albatros (AGAL) desplegados en Malvinas:
Cabo Primero de Seguridad Carlos Raúl Vallejos
Cabo Segundo de Seguridad Jorge Omar Cárdenas
Cabo Segundo de Seguridad Miguel Angel Taborda
Cabo Segundo de Seguridad Julio Argentino Vargas
Cabo Segundo de Seguridad Sergio Omar Matassa



Histórica foto del pequeño grupo de "Albatros" en Malvinas

Los “Albatros” eran los encargados de las tareas de amarre y desamarre de los GC en el Muelle de la Gobernación de Puerto Argentino, y colaboraban permanentemente con sus tripulaciones, que sabían reconocerles su tarea gratificándolos con las apreciadas duchas y comidas de abordo.

Pero no sólo sus tareas se limitaron a la "seguridad en el terreno" sino que fueron incorporándose, a medida la situación bélica se agravaba, a las navegaciones realizadas por los GC, sobre todo las realizadas en horario nocturno. Esta presencia de los “Albatros” a bordo de los guardacostas era muy apreciada por los “navales” que se sentían más protegidos al contar con “potencia de fuego” extra. Valoraban además el profesionalismo y el excelente adiestramiento de sus camaradas.

 
Albatros y Comandos navegan en un bote de goma frente al GC-82 "Islas Malvinas"

Los “Albatros” contaban con fusiles FAL y allí en las islas consiguieron hacerse de los dispositivos lanzagranadas (y sus correspondientes proyectiles) para adosar en sus bocas. Los FAL parecían mucho más fiables y efectivos que los fusiles SAFN 49 de 7,62mm y los subfusiles Halcón de 9mm armamento portátil de las dotaciones de los guardacostas.

Aún así, los “Albatros” no se quedaron quietos ni conformes, e idearon nuevos implementos, como defensas armadas con bolsas de arena para las cubiertas de los GC (que carecían de cualquier tipo de blindaje y resultaban muy vulnerables a los proyectiles) y cargas subácuas para “combatir” la posible infiltración o golpes comando de buzos de las fuerzas especiales británicas en la rada de Puerto Argentino. Estas últimas eran cargas explosivas de confección casera que se lanzaban en forma manual desde la borda de los GC y detonaban bajo la superficie del agua. La onda expansiva que producían al detonar parecía ser lo suficientemente letal para cualquier comando enemigo que osara incursionar buceando por la zona, ya que se sentía con fuerza y estruendosamente en el interior de los cascos de los GC.


El guardacostas GC-82 "Islas Malvinas" en el Muelle de la Gobernación

Hacia el final de las hostilidades se realizaron también gestiones para conseguir misiles antiaéreos portátiles SA-7 "Strela-2" y aumentar la capacidad de defensa ante ataques aéreos, pero las mismas resultaron infructuosas.

Dado que la vida a la “intemperie” en Malvinas no era para nada confortable ni recomendable se procuraron “refugio” en un arranchado galpón ubicado en el muelle, de unos 10 metros de largo, que sirvió de paliativo al hostil clima isleño.

El 1º de mayo fue la confirmación del “estado de guerra” y si bien los ataques se concentraron en la zona del aeropuerto en Puerto Argentino nadie fue ajeno a las explosiones, el ruido de los antiaéreos repeliendo la agresión y el sonido de los Harriers y Vulcans arremetiendo por primera vez contra las defensas argentinas. Por suerte para los prefecturianos apostados en el muelle de la Gobernación el cañoneo naval y los bombardeos raramente sucedían directamente sobre la capital malvinense.



 GC-83 "Río Iguazú" en plena maniobra de atraque

Ese mismo día la Prefectura Naval tuvo su primer baja al resultar herido el Cabo Segundo Antonio Grigolatto tras ser atacado el GC-82 “Islas Malvinas” por un helicóptero Sea King de la Royal Navy. A partir de ese ataque siempre se sumó a la dotación de los guardacostas algún "Albatros" para dar mayor seguridad, en una decisión más emparentada con lo psicológico que con el aporte efectivo material.

El 21 de mayo se encomendó a Prefectura la misión de transportar hasta Darwin-Pradera de Ganso un contingente de 19 efectivos del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 del Ejército Argentino junto con dos (2) de sus piezas, los obuses de campaña Oto Melara de 105mm. Averiado uno de los ejes del GC-82 "Islas Malvinas" (lo que reducía su capacidad propulsora al 50%), la misión recayó sobre el GC-83 "Río Iguazú". El "Albatros" designado para abordar el guardacostas y brindar seguridad durante la travesía fue el Jefe de Grupo, Cabo Primero Carlos Vallejos. Mientras éste se disponía desamarrar al GC-83 del muelle en la oscuridad de la noche (acentuada por la orden de oscurecimiento de Puerto Argentino), se dió el alerta roja por bombardeo naval. Vallejos pasó entonces su fusil FAL a uno de los tripulantes y dió unos pasos a tientas mientras el GC se separaba lentamente del muelle. En medio de la confusión patinó en la superficie helada del muelle y cayó al agua con su equipo de combate liviano. Inmediatamente se dió el aviso a viva voz de "hombre al agua" y se ordenó la detención de los motores para evitar que las hélices lo succionaran. Después de unos segundos de desesperados esfuerzos del "Albatros" por salir a superficie, logró finalmente aferrarse a uno de los pilotes del muelle y asomar su cabeza para respirar. Es en ese instante donde es ubicado e izado por la tripulación recibiendo en forma inmediata y sobre cubierta los primeros auxilios. Todavía afectado por temblores y la hipotermia a causa del frío, Vallejos fue desafectado de la misión.

Nunca olvidará su experiencia, no sólo por lo mencionado, sino porque al día siguiente el GC-83 "Río Iguazú" es atacado en el Seno Choiseul por aviones Sea Harrier, resultando gravamento dañado y sufriendo una baja mortal, la del Cabo Segundo Julio Omar Benítez. Un sentimiento de culpa por "no haber estado allí" brindando protección a sus camaradas acompaña a este "Albatros" hasta nuestros días.



1. Armado de carga explosiva "antibuzo" de fabricación casera


2. "Albatros" posicionados en una de las bandas del GC para el lanzamiento de cargas


3. La carga es lanzada al agua sobre las zonas donde se presume puede actuar los buzos


4. La carga cae al agua y explosiona bajo la superficie
(Fuente: imágenes extraídas del video "Prefectura en Malvinas")

A pesar de que se conocían los reveses sufridos en el campo de batalla y se convivía a diario con los ataques británicos (sobre todo por cañoneo naval) la noticia de la rendición no dejó de sorprender a los “Albatros” y demás hombres de la Prefectura Naval. La última "misión de guerra" sería justamente el 14 de junio transportando efectivos de refuerzo de las Compañías de Comandos del Ejército Argentino a la Península Camber, y luego evacuando a la totalidad del personal militar destacado allí entre el que se contaban efectivos de la Infantería de Marina, de Artillería Antiaérea y de los mencionados Comandos.



El GC-82 "Islas Malvinas" transportando tropas

Una vez consumada la rendición se le ordenó a los prefecturianos (incluidos los "Albatros") permanecer a bordo del guardacostas GC-82 "Islas Malvinas". El día 16 de junio se hicieron presentes allí efectivos británicos para hacerse cargo de la embarcación. En ese momento se hizo entrega de las armas –previamente desactivadas y/o inutilizadas- y luego de un protocolar saludo y arriado del pabellón nacional del GC, fueron trasladados a unos galpones frente a las instalaciones de la Falkland Islands Company (FIC).

Poco después embarcaron sin ser advertidos por los efectivos británicos en el buque auxiliar tipo supply “Yehuín” (que hacía el transbordo de heridos desde los muelles de Puerto Argentino hacia los buques hospital) que los depositó en el rompehielos –transformado en buque hospital para la ocasión- ARA “Almirante Irízar” (Q-5) en el cual pudieron realizar el cruce al Continente. Antes de que llegaran a hacer puerto un helicóptero que despegó del buque de la Armada los llevó directamente a Comodoro Rivadavia.



VGM Sergio Matassa, Cabo Segundo AGAL en 1982.

Era el fin de la guerra para los "Albatros" que a pesar de no haber experimentado bajas mortales ni heridos de consideración, regresaban con cicatrices en su alma por el resultado adverso de un conflicto que nunca imaginaron vivenciar. Como diría en la posguerra el VGM AGAL Sergio Matassa "Al pabellón lo arriamos con profunda congoja, pero con el sentimiento del deber cumplido. Con la dignidad de haber puesto nuestro vida al servicio de la Patria"


Fuentes:
prefecturanaval.gov.ar
Prefectura en Malvinas. Círculo de Suboficiales de la PNA. 1997
Prefectura Naval Argentina en Malvinas. Video de youtube.com (ARA202)
Los Tigres de Mar. Jorge Muñoz. Ediciones Cruz del Sur. 1985
Otras

viernes, 7 de marzo de 2014

Un enfermera rememora su rol en el conflicto

“Se abrían las ambulancias y bajaban los heridos. Los nuestros y también los ingleses”
Claudia Lorenzini (47) fue enfermera en la Base Naval Puerto Belgrano. Asistió a heridos y soportó el acoso de sus superiores. Otra cara de una historia irreparable.

por  Paulina Tarantino / Especial para Clarín MUJER



Pato -Claudia Patricia Lorenzini- tenía 15 años cuando ingresó a la Base Naval Puerto Belgrano -sur de la provincia de Buenos Aires, a 30 kilómetros de Bahía Blanca- para estudiar enfermería. El 11 de abril de 1981 cumplió los dieciséis, y su mamá le llevó como regalo unos muñecos coloridos que ella escondió bajo la almohada. Se acuerda porque ese día, mientras el director de la Escuela Naval pasaba revista por la cuadra, se los descubrió. “Me dió un sopetón y me dijo que ellos ahí, querían mujeres militares, no muñecas vestidas de uniforme”.

“Ahí vos eras una mujer con pollera pantalón”, afirma. Apenas se incorporaba a la Escuela, “una Aspirante a Naval de Primer Año (ANPA) tenía cuarenta y cinco días de gracia para demostrar aptitud militar, realizando pruebas físicas, intelectuales, y psicológicas. Fue muy duro al principio, extrañaba mucho mi casa y mi familia. Lloraba todas las noches, hasta que en un momento paré. Fue cuando me empecé a sentir parte”, sostiene.

“También había momentos divertidos. Si tenía plata los fines de semana me iba a la cantina”, cuenta. “Una vez, estábamos pintando una ventanita, vinieron las chicas, nos sacaron la escalera y nos quedamos ahí arriba hasta que otras nos ayudaron. O nos divertíamos mandándonos cartas en el puré, envueltas en nylon, porque el clima era muy controlado, muy opresivo”.

Los simulacros

Pero, la contrapartida, la otra cara de los buenos momentos, tiene que ver con el entrenamiento militar y el trato que se le propinaba a la mujer en servicio. No por casualidad esos son algunos de los recuerdos más claros. Lo más traumático del entrenamiento militar eran los simulacros de guerra. Se estuviera donde se estuviera, si la sirena sonaba, había que correr. Avanzar por arriba de quien sea. Dejar atrás a cualquier compañera. Lo importante era llegar al refugio, y una vez allí, tirarse cuerpo a tierra. “Salvaguardar tu vida, eso nos habían inculcado”. Pato cierra los ojos. Y lo ve. Dice que lo ve y lo siente. Los gritos, la sirena cada más fuerte, sus amigas con las rodillas peladas, cayendo una arriba de otra, la suela de sus zapatos pisando los cuerpos de las que caían, el pasto frío cuando se tiraba. Tan frío. Luego se queda en silencio. “¿Te imaginas el frío que haría allá?” Allá: para todas sus compañeras esas cuatro letras, esa palabra breve, era un transporte imaginario, vertiginoso hacia el sur. Allá era las Islas Malvinas. A 1.436 kilómetros en línea recta de la Base Puerto Belgrano. El 2 de abril de 1982, alrededor de cinco mil efectivos al mando del general Mario Benjamín Menéndez desembarcaron en Puerto Stanley y dieron comienzo a la Guerra de Malvinas entre Inglaterra y Argentina. Pato, que estaba por cumplir los diesisiete años, recuerda cuando le dieron la noticia y dice: “No sentimos miedo”. Ya tenían entrenamiento militar y las resguardaban los dichos de un alto jerarca de Punta Alta: “Hasta que no quede ningún hombre en pie, ninguna mujer irá a la guerra”.

Para abril de 1982, sabían tirarse cuerpo a tierra en un campo lleno de rosetas, hacer carrera mar para llegar a la trinchera a asistir a un herido, cocinar para cientos de compañeros. Podían velar por sus vidas y montar una guardia imaginaria. Por eso, cuando se les comunicó que empezaban las hostilidades con Inglaterra, incluso estaban listas para ser embarcadas a las Islas Malvinas: “éramos inconscientes, ninguna mostró miedo, nosotras ya éramos militares”.

Tal vez la preocupación más grande de Pato era qué estaría pensando su mamá, si estaría asustada. Para paliar la angustia, trataba de mantener una correspondencia regular con ella. En una carta con fecha del 18 de junio de 1982 le escribe: “Querida y adorada mamita linda (...) quisiera que me mandes, si andás bien de moneda, galletitas, nesquik, leche en polvo. Hoy anduve muerta de hambre y lloré de bronca porque no tenía eso. Pero acá tenés que aprender a aguantar. Con disimulo”.

Sentir la guerra

Y a pesar que nunca fueron embarcadas, en el Hospital Naval de la Base, la guerra se sintió igual. Como si esos 1436 kilómetros fueran una distancia inexistente.

“Se abrían las ambulancias y bajaban heridos nuestros. También los heridos ingleses”, recuerda. Como estaba en primer año de Enfermería ella les daba asistencia primaria, les tomaba los signos vitales: presión, pulso, temperatura. Después de eso, una vez que se encontraban estabilizados, les hacía los chequeos de rutina. “Pero mis compañeras que estaban en segundo, los auxiliaban con curaciones. Y además de eso también hacían de psicólogas y de madres. Había que contenerlos porque venían rotos anímicamente. Fue realmente un caos.”

El General Belgrano

Los escuchó llorar, también suplicar. Los vio irse a sus casas, derrotados. “Me acuerdo en especial de un chico correntino que me pedía que no le avisaran a los padres porque eran muy pobres, y él no quería ser una carga para la familia”. Se acuerda de ese chico, y de la imagen de varios soldados sin piernas. Se acuerda de la mayoría de los jóvenes que subieron al ARA General Belgrano, porque eran novios de sus amigas enfermeras. Y de cómo lloraron -todas juntas y abrazadas- cuando hundieron el barco. “Ese día los saludamos desde la cuadra y después no los vimos nunca más”.

Respetando la jerga castrense, el relato es así: En septiembre de 1982, la ANPA Claudia Patricia Lorenzini le comentó a la ANPA Alvarado que un Teniente la acosaba con piropos e insinuaciones en la Escuela. “Me decía qué linda que sos, me sacaba de la fila para hablarme...”. Entonces, Alvarado le contó a otra compañera, y ésta última a otra y ésta a otra más, y así -hablando- se dieron cuenta que las acosadas eran varias. “Sanjuaninas, misioneras, platenses, eramos muchas”.

Todas de baja

Pato fue citada a dar su testimonio a la oficina del director y le llevó su diario íntimo como prueba. “Yo había tenido novio pero todavía era pura, me sentía incómoda, por eso lo conté”, explica. Al día siguiente, se le pagó el sueldo, se le entregaron sus cosas, y le dieron la baja de la Marina Argentina. A ella y a cinco compañeras más. “Nos quedamos dos días en un hotel y a otra cosa, yo hacía rato que me quería ir. En realidad, lo único que quería era ser modelo”, cuenta. El teniente fue trasladado a otra dependencia militar, pero no les dijeron adónde, solo les dijeron que sean “discretas con el asunto”.

Pato, que hoy trabaja como auxiliar en un jardín de Infantes en La Plata, comenta que la Marina le dio, sí, disciplina y organización, que hoy es muy meticulosa y organizada con sus cosas. “En ese sentido, fue positivo”. Vive en Punta Lara -una vecina localidad platense- en una modesta casa de madera que comparte con su ex pareja y sus ocho perros.

En su habitación, tiene las únicas dos fotos que conserva de la Marina: Pato antes de salir a desfilar, uniforme azul, guantes blancos y el cabello rubio recogido en un rodete perfecto. “Mirá, era una bebé. ¡Tan chica!”. La guerra, dice, “nos dolió por todos lados”. Ya pasaron más de 30 años. Las enfermeras de esas fotos se juntaron alguna vez a recordar cómo fue aquello. Lamentan no haber tenido ningún reconocimiento como veteranas. “Algo, no una indemnización, o plata, sino algo . Para que la gente sepa lo que hicimos. ¡Eramos tan chicas!”.