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martes, 13 de agosto de 2024

Comandos: El capitán Mauricio Fernàndez Funes rescata a Salazar

Nicolás Kasanzew, corresponsal de guerra en Malvinas, entrevista a un destacado integrante de la Compañía de Comandos 602. Entre otros hechos de arrojo, el entonces capitán Mauricio Fernàndez Funes, rescató y llevó al hombro hasta sacar fuera de peligro a un subordinado herido, el sargento ayudante Juan Ramón Salazar. Posteriormente, en su carrera militar, este oficial alcanzó al grado de general.



martes, 5 de diciembre de 2023

El heroico rescate de los Sea King a los mecánicos de la isla Bordón

Epopeya en Isla Borbón






El 1 de junio de 1982, dos helicópteros Sea King realizaron un vuelo épico desde Río Grande hasta las Islas Malvinas para rescatar a nueve mecánicos y un piloto.
A fines de mayo de 1982, el capitán de corbeta Norberto Barro, aviador naval argentino, recibió un mensaje de su comando: “Prepare un helicóptero Sea King. Debe realizar una misión de rescate”.
El vuelo consistía en un cruce desde el continente a las Islas Malvinas y su regreso. Barro, comandante de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros, ordenó a sus pilotos realizar los cálculos previos, obligatorios, para concretar este tipo de tareas. El Sea King, un helicóptero pesado de fabricación norteamericana, no contaba con la autonomía necesaria para realizar este vuelo sin detenerse a cargar combustible. ¿Dónde lo harían? Imposible en el medio del océano. El regreso suponía un desafío aún mayor: debían volver con una carga extra, los diez integrantes de la Aviación Naval rescatados, y su peso dificultaría la navegación del helicóptero.
Probaron todas las opciones y los cálculos seguían fallando, después de varios intento Barros propuso ir en dos Sea King y quitarle a cada helicóptero todo lo que sea imprescindible para el vuelo. Esto nos dará ventaja de peso para transportar al personal, cinco integrantes en cada helicóptero. El vuelo lo efectuaron
el capitán de corbeta Norberto Barro, El Teniente Guillermo Iglesias sería su copiloto en el Sea King (2-H-233). El helicóptero restante (2-H-234) estaría a cargo del Teniente Osvaldo Iglesias y su copiloto el Teniente Oscar Brandeburgo. Los Suboficiales Enrique Giqueaux y Roberto Montani, irían como mecánicos, uno en cada Sea King. Despegaron de Rio Grande a las 14:30 hacia las islas y a las 17:25 horas tocaron suelo malvinense, luego de algunas complicaciones en Borbón salieron a las 18:35 hacia el continente, ambos helicóptero logrando aterrizar a las 21:35 en Río Grande.
Luego de la guerra se realizó un estudio a fondo y se concluyó que la misión tenía un 8 por ciento de posibilidades de ser exitosa.
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Pintura: Allan O'mill
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Información extraída de lanacion.

sábado, 17 de julio de 2021

Baruzzo y su cuchillo contra los RM

"El soldado argentino que peleo hasta con un cuchillo contra los Royal Marines"




Cabo ROBERTO BACILIO BARUZZO - RI 12

Por su heroísmo en la batalla del Monte Longdon, combatiendo herido por esquirlas de bombardeos en los días anteriores. En dicha batalla el Cabo Baruzzo transportó bajo fuego a lugares seguros a heridos, exponiéndose a sí mismo y arriesgando su vida en varias ocasiones, y continuando la pelea durante dichas maniobras contra infantería enemiga en combate cuerpo a cuerpo hasta agotar munición, e incluso intentando combatir con su cuchillo, hasta caer prisionero ante un pelotón de Royal Marines.
De todos los suboficiales de Ejército que estuvieron en Malvinas, solo dos recibieron la máxima distinción a que puede aspirar un hombre de armas argentino: la Cruz al Heroico Valor en Combate.
Uno fue el soldado Poltronieri. El otro, sigue siendo un perfecto desconocido, aún para muchos estudiosos del tema Malvinas.

 

Se trata del cabo Roberto Baruzzo del Regimiento 12 de Infantería de Mercedes. Y vaya si su historia, de ribetes cinematográficos, vale la pena ser contada!

Su unidad había sido ubicada primero en el Monte Kent, para después ser enviada a Darwin.
Pero una sección compuesta mayormente de personal de cuadros, con Baruzzo incluido, se quedó en la zona, al mando del teniente primero Gorriti.
En los días previos al ataque contra Monte Longdon, los bombardeos ingleses sobre esa área se habían intensificado. El mismo Baruzzo fue herido en la mano por una esquirla.
En una de las noches, el cabo oyó gritos desgarradores. A pesar del cañoneo, salió de su pozo de zorro y encontró a un soldado con la pierna destrozada por el fuego naval enemigo.Sin titubear, dejó su fusil y cargó al herido hasta el puesto de enfermería, tratando de evitar que se desangra rápidamente.

Lo peor aún estaba por venir.
En la noche del 10 al 11 de junio, estuve observando desde Puerto Argentino el espectáculo fantasmagórico que ofrecía la ofensiva británica.
En medio de un estruendo ensordecedor, los montes aledaños eran cruzados por una miríada de proyectiles trazantes e intermitentemente iluminados por bengalas.
Se me estremecía el alma de imaginar que allí, en esos momentos, estaban matando y muriendo muchos bravos soldados argentinos.
Allí, en medio del fragor, la sección de Baruzzo ya se había replegado hacia el Monte Harriet, sobre el cual los ingleses estaban realizando una acción envolvente.
Varios grupos de soldados del 12 y del Regimiento 4 quedaron aislados. El teniente primero Jorge Echeverría, un oficial de Inteligencia de esta última unidad, los agrupa y encabeza la resistencia, Baruzzo se suma a ellos y ve a al oficial parapetado detrás de una roca, disparando su FAL.

martes, 4 de mayo de 2021

Rescatando las balsas del Belgrano: El heroísmo del último Neptune

El heroísmo del 2-P-111





Un acto de heroísmo, que ha quedado en el olvido, fue clave para el éxito de las tareas de rescate de los sobrevivientes del hundimiento del Crucero ARA General Belgrano; este acto de heroísmo fue el que realizó el avión de exportación Lockheed P-2 Neptune matrícula 2-P-111, perteneciente a la Escuadrilla Aeronaval de Exploración (EA2E) de la Armada Argentina.
El viejo y veterano de la Guerra de Vietnam Neptune, junto con su tripulación, sin haber encontrado las balsas, ya estaba "en lotería", es decir, un punto alejado del océano desde el cual, si seguía en la búsqueda, lo más probable es que ya no pudiera volver al continente y caería al agua por falta de combustible. Su comandante, el Capitán Julio Pérez Roca, conferenció con los nueve tripulantes presentes y en forma unánime decidieron avanzar con el rastreo, a pesar del peligro. Y en ese último envión, ¡divisaron las balsas!
Si hubieran retornado antes, una noche extra en el gélido mar hubiera significado más muertes de tripulantes del Belgrano. Pérez Roca se quedó en la zona orbitando sobre las balsas y arrojando bengalas para que los náufragos se sintieran acompañados, cuidándolos; temerariamente por cuánto el combustible se estaba agotando. Estuvo sobre las cabezas de los sobrevivientes hasta que finalmente fueron ubicados por el destructor "Piedrabuena". Entonces Pérez Roca agitó las alas del Neptune despidiéndose de los náufragos y puso rumbo al continente, dispuesto a acuatizar si fuera necesario, pero Dios protegió a los rescatistas, llegaron a Río Grande con la última gota de JP1, osea, "con el olor de la aeronafta".
La tripulación era:
Comandante de avión: Capitán de Corbeta Julio Hugo Pérez Roca; Copiloto: Teniente de Navio Guillermo Arbini; Oficial Control Operativo: Teniente de Corbeta José Alberto Andersen; Mecánico de Vuelo: Suboficial Segundo Oscar Rodríguez; Ayudante de Mecánico: Suboficial Segundo Miguel Noell; Radarista: Suboficial Segundo José Ledesma; Operador Antisubmarino: Suboficial Segundo Juan Carlos Olivera; Radioperador: Suboficial Segundo Selso Omar Fosarelli; Vigía de Proa y Armas: Cabo Principal Ramón Leiva; Vigía de Popa y Armas: Cabo Primero Carlos Alberto Soria.

martes, 9 de julio de 2019

La heroica marina mercante argentina en Malvinas

Los héroes sin armas de Malvinas: dos ataques que revelan el sacrificio y la entrega de la Marina Mercante argentina en la guerra 

Más de 700 hombres y un puñado de mujeres tripularon una treintena de buques mercantes y pesqueros, que sin armamento ni entrenamiento bélico protagonizaron incontables misiones tácticas y logísticas durante el conflicto de 1982. Cómo se produjeron los hundimientos del pesquero Narwal y el ARA Isla de los Estados



Por Fernando Morales  ||  Infobae


Dos ataques contra embarcaciones argentinas que tuvieron lugar hace 37 años muestran una faceta poco difundida de la guerra de Malvinas. Allí, un grupo de héroes sin armas prestó su servicio con sacrificio y entrega: los más de 700 miembros de la Marina Mercante argentina que participaron de la acción bélica con enorme patriotismo.

"En Malvinas, la Marina Mercante argentina tuvo un rol concreto y específico, indicado por la autoridad, que era, dentro del rol general, el de prestar apoyo a todas las fuerzas que hubo en el área de conflicto. Fueron 51 buques mercantes y cerca de un millar de tripulantes, contando relevos, porque algunos buques tuvieron varias campañas. Hay que destacar que hubo una participación importante de mujeres, quizá fue la mayor cantidad de mujeres dentro de todas las organizaciones que se movilizaron", le contó a Infobae Horacio Vázquez Rivarola, director del Museo Marítimo Ingeniero Pedro Cerviño.

El primero de los ataques ocurrió hace 37 años, el sábado 9 de mayo de 1982. En el receptor del apostadero naval Puerto Argentino comenzó a sucederse la siguiente sucesión de mensajes.

09.05: Aquí Narwal. Somos atacados por aviones ingleses en la altitud 52º 45' Sur y longitud 58º 02' Oeste. Tenemos heridos graves.

09.12: Narwal, averiado y a la deriva, hace agua y peligro de hundirse por fuerte tormenta. Lanzamos botes y balsas al agua con heridos. Estamos tratando de contener la entrada de agua.

11.00: Falleció uno de los heridos. Otro avión inglés nos sobrevuela y ataca nuevamente.

11.05: Han sido destruidas todas las balsas, resta un bote para los que quedamos. Requerimos ayuda urgente.

11.25: Quedan seis hombres en un bote a la deriva. No quedan elementos de salvamento. Narwal a punto de hundirse. Nos arrojamos al agua. ¡¡¡Viva la Patria!!!

El emisor de estos desesperados mensajes no era otro que el oficial de Comunicaciones Arturo Reinoso, del buque pesquero Narwal. El marino mercante cumplía la última orden impartida por su capitán, Néstor Fabiano, quien luego de llegar a la convicción de que su barco se hundía irremediablemente, daba la orden de abandono.

En el conflicto bélico de 1982, los 23 pescadores que tripulaban el Narwal más el capitán de corbeta Juan Carlos González Llanos fueron tomados prisioneros y llevados a bordo del Invencible británico para ser interrogados sobre las tareas de inteligencia naval que desarrollaban y en virtud de las cuales la Corona Británica había decidido neutralizarlos. Entre los tripulantes también fue conducido al navío inglés el cuerpo sin vida del contramaestre Omar Rupp. El hecho marcó la primera muerte de un marino civil en la operación militar de recuperación de las Islas Malvinas.

 
El Narwal medía 70 metros de eslora (largo), 11 metros de manga (ancho) y contaba con una capacidad de carga de 1400 toneladas

Medía 70 metros de eslora (largo), 11 metros de manga (ancho) y contaba con una capacidad de carga de 1400 toneladas. Con el consentimiento de sus propietarios, la nave comenzó a enmascarar con su labor pesquera a partir del 23 de abril de 1982 importantes tareas de inteligencia naval. Otros pesqueros como el Constanza o el María Alejandra completaban un escenario de supuesta actividad pesquera "inocente".

Si bien en un principio la labor del Narwal no despertó sospechas entre la flota británica, durante los primeros días de mayo, según relata el por entonces capitán de pesca de la nave, Asterio Dawata, fueron reiteradamente advertidos por los ingleses, que debían abandonar la zona en la que se encontraban operando.

La mañana del 9 de mayo la paciencia británica se agotó y dos Sea Harrier se lanzaron contra la pequeña y desarmada embarcación. El ataque fue feroz: incluso con el buque ya fuera de servicio y sus tripulantes en el agua, las aeronaves inglesas las destruyeron con fuego de metralla. La misma metralla que había arrancado de cuajo las piernas de Rupp, quien murió desangrado en la cubierta de su buque.

 
Hasta ser afectado por el entonces Comando en Jefe de la Armada, el Narwal era un buque pesquero perteneciente a la Compañía Sudamericana de Pesca y Exportación que realizaba su faena pesquera habitual en el Atlántico sur

Si bien muchas de las crónicas sobre este suceso hablan de un ataque injustificado por parte de las fuerzas británicas, es una verdad aceptada por las fuerzas armadas beligerantes que las flotas mercantes en operaciones constituyen objetivos lícitos, ya que hundir al petrolero que lleva combustible para los vehículos, naves y aviones de combate, o al carguero que transporta víveres y munición o al pesquero que realiza inteligencia, no es más que minar la capacidad de combate del oponente, lo que en definitiva constituye la premisa básica de la guerra.

La labor del Narwal y sus tripulantes mereció el más alto grado de reconocimiento por parte del alto mando naval inglés, ya que, a poco de iniciarse el interrogatorio, los oficiales de inteligencia ingleses descubrieron que a excepción de González Llanos, no estaban en presencia de tropas de elite entrenadas para el espionaje, sino de simples pescadores con una elevadísima dosis de patriotismo.

Omar Rupp recibió sepultura marina con honores militares, siendo su cuerpo arrojado al mar desde la cubierta de la nave enemiga a bordo de la cual se encontraba el príncipe Andrés, hijo de la Reina Isabel.


 
Las exequias de Omar Rupp

La mayor pérdida de vidas civiles en Malvinas

Al día siguiente del hundimiento del Narwal tendría lugar en el estrecho de San Carlos la más grande pérdida de vidas por parte de marinos civiles ocurrida durante la efímera recuperación de las Islas Malvinas: el hundimiento del ARA Isla de los Estados.

Aquel buque constituyó un caso muy particular ya que, si bien era propiedad de la Armada Argentina, sus servicios estaban afectados al tráfico comercial que realizaba la institución militar a través del Comando de Transportes Navales, una suerte de empresa naviera estatal que cumplía la tarea de llevar mercancías a regiones del país que no eran rentables para las navieras privadas.

 
El ARA Isla de los Estados

Es por ello que habitualmente los buques de la empresa estaban tripulados por personal superior y subalterno de la Marina Mercante. Vale destacar también que todo el personal superior de la marina civil ostenta un grado militar como oficial de reserva de la Armada, con lo cual va de suyo que en caso de necesidad el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas los puede convocar al servicio activo. Esta obligación no aplica al personal subalterno.

"Pero Malvinas hizo que eso no fuera necesario. De los más de 700 hombres y mujeres en el Teatro de Operaciones ninguno tuvo que ser movilizado, aceptamos el llamado de la patria en forma voluntaria", recuerda para Infobae un veterano civil.

El Isla de los Estados fue el primer buque mercante en arribar a Puerto Argentino, al margen de su dotación náutica. Llevaba personal militar de las tres Fuerzas Armadas. En el momento de su hundimiento a los 15 marinos mercantes se agregaron un coordinador de la Armada, tres hombres de la misma fuerza, dos del Ejército, uno de la Fuerza Aérea y uno de la Prefectura Naval. Además, entre los marinos mercantes se encontraban los ciudadanos españoles Manuel Olveira, Alfonso López y Héctor Sandoval. Sólo López y el coordinador miliar Alois Payarola sobrevivieron.

 
El plano del Isla de los Estados

Los hechos

Entre el 2 de abril y el 10 de mayo de 1982 el Isla de los Estados protagonizó diversas misiones logísticas. Su particular diseño lo transformaba en uno de los únicos buques que podían atracar en el muelle de Puerto Argentino. Esto hacía que otros navíos de gran porte fondearan en las proximidades del apostadero naval y aguardaran que el Isla se acercara a recibir su carga.

Una de las primeras y más importantes misiones de esta nave fue la que protagonizó junto al mercante Río Cincel, segundo buque en arribar a las islas portando nada menos que parte de la pista de aterrizaje de aluminio que serviría para el despegue y aterrizaje de los aviones de la Fuerza Aérea Argentina.

 

El Cincel protagonizó por aquellos días un heroico salvataje de miembros de la Infantería de marina que habían quedado a merced del mar embravecido a bordo de una diminuta lancha de desembarco de tropas que había perdido su hélice. La nave también quedó en la historia por llevar a bordo a las dos primeras mujeres de Malvinas, las cadetas de la Escuela Nacional de Náutica Olga Cáceres y Marcia Marchesotti.

El último de estos traspasos de carga (alijes) lo realizó al también mercante Río Carcarañá. Al finalizar las maniobras logísticas entrada la noche, los capitanes de ambas naves compartieron una cena a bordo del Carcarañá. En esa oportunidad el comandante anfitrión, Capitán de Ultramar Edgardo Dell'Elicine, aconsejó a su invitado no zarpar sino hasta el día siguiente. Pero su colega naval, Tulio Panigadi, desoyó el consejo y consideró más seguro remontar el estrecho San Carlos, protegido por la oscuridad, ya que ningún buque de la Armada brindó escolta a los numerosos mercantes en operaciones.

En forma paralela, el alto mando naval inglés ordenaba a Christopher Craig, comandante de la fragata Alacrity , que durante la noche del 10 de mayo se dirigiera a la entrada norte del Estrecho San Carlos a efectuar un relevamiento a fin de detectar la posible existencia de minas colocadas por la Marina argentina.

 
El alto mando naval inglés ordenó a Christopher Craig, comandante de la fragata Alacrity , que durante la noche del 10 de mayo se dirigiera a la entrada norte del Estrecho San Carlos a efectuar un relevamiento a fin de detectar la posible existencia de minas colocadas por la Marina argentina

En estas circunstancias aproximadamente a las 22, el radar del navío inglés detectó un eco que resultó corresponder al Isla de los Estados. Craig ordenó en primer lugar el lanzamiento de una bengala la que en forma indubitable expuso ante los ojos del comandante inglés la silueta del buque argentino. Su silueta delataba perfectamente que no se trataba de un buque militar y que, por lo tanto, no estaba artillado.

Sin embargo, Craig, fiel a la consigna de neutralizar a los buques mercantes en operaciones, abrió fuego con munición de 4,5 pulgadas. Al tomar contacto con los tambores de JP1 (nafta de aviación) y la munición estibada en cubierta, dieron inicio al dantesco final de la nave, una sucesión de explosiones fue arrancando de raíz distintas partes de la nave. Hasta su propio puente de mando desapareció súbitamente.

"Díganle a los de las Islas de enfrente que no tiren"

La frase corresponde al coordinador militar Alois Payarola (por estos días el único sobreviviente de la tragedia). En pleno ataque la pronunció mientras operaba la radio del buque argentino convencido de que el ataque provenía de la artillería del Ejército Argentino ubicada en la costa vecina.

Pero poco después no quedarían dudas de que el ataque letal provenía del enemigo: los certeros impactos se sucedían sin solución de continuidad e impactaban en la obra muerta del buque (es decir, parte del casco que queda por encima de la superficie del agua). Las explosiones comenzaron a sucederse no solo en cubierta sino dentro de las bodegas, por lo que en pocos minutos la tripulación se vio obligada a abandonar la nave.


 
El Rio Cincel protagonizó por aquellos días un heroico salvataje de miembros de la Infantería de marina

De todo el personal civil, policial y militar que integraba la dotación, sólo sobrevivieron el hoy Capitán de Navío retirado Alois Payarola y el marinero español Alfonso López. Ambos llegaron nadando a la costa a pesar del frio extremo de las aguas. El comandante civil de la nave, Capitán de Ultramar Tulio Panigadi, fue arrastrado por la corriente y murió en el intento de tomar la costa, al igual que el Primer Oficial de a bordo, Jorge Bottaro.

Contrariando un ancestral precepto marino, Craig no prestó ayuda a ninguno de los tripulantes se arrojaron al mar. Por el contrario, imprimió la máxima velocidad a los motores de su buque para alejarse del lugar.

Durante 36 años se aceptó como un hecho innegable que los restos de todos los tripulantes del ARA Isla de los Estados descansaban en el fondo de las aguas del Estrecho San Carlos. Pero en 2018, durante las tareas de reconocimiento de ex combatientes sepultados en el cementerio militar de Darwin, fue reconocido por las pruebas de ADN el cuerpo del Jefe de Máquinas del buque, el maquinista naval Miguel Aguirre, un ex militar que ya como marino mercante y encontrándose en uso de licencia cuando su buque fue afectado a las operaciones militares se presentó como voluntario a pesar de los ruegos familiares para que no lo hiciera.

El Isla de los Estados representa al decir de muchos estudiosos de la guerra de Malvinas el más acabado ejemplo de integralidad operativa. Marinos Mercantes, Marinos de Guerra, Personal de Prefectura Naval, del Ejército y de la Fuerza Aérea cumplían funciones a bordo. Otro ejemplo de valentía y patriotismo.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Acercamiento con UK por la búsqueda del submarino ARA San Juan

El lado B del submarino: acercamientos con Gran Bretaña y apertura al diálogo desde Malvinas

El llamado de la primer ministro Theresa May a Macri implicó otros ejes de la relación bilateral que se abren a partir de las tareas conjuntas de búsqueda del ARA San Juan

Por Martín Dinatale || Infobae
mdinatale@infobae.com



-Toda la ayuda que pueda dar Gran Bretaña está a disposición de la Argentina para lograr este salvataje humanitario.
-Muchas gracias por su ayuda comodoro. Será muy bienvenida como la del resto de los países que también buscan con nosotros el submarino ARA San Juan.
-Desde hoy usted es mi jefe, almirante. Estoy a sus órdenes.

Según confirmaron a Infobae fuentes calificadas del Gobierno, este diálogo se reprodujo a las 7:20 de la mañana del 17 de noviembre pasado, poco después de que se conociera la desaparición del submarino Ara San Juan en el Atlántico Sur. Fue un intercambio entre el jefe de la Armada, el ahora retirado Marcelo Srur, y el comodoro Robin Smith, agregado de Defensa de la Embajada Británica en la Argentina. Un día después de esto, el Reino Unido puso a disposición de la Armada una batería de equipamiento, personal, buques y aviones para la búsqueda hasta ahora infructuosa del submarino argentino con 44 tripulantes a bordo.

En los hechos, más allá de la ayuda humanitaria que dio Gran Bretaña a la Argentina para encontrar el ARA San Juan, el lado B de toda esta tragedia encontró al gobierno de Mauricio Macri y al de la primer ministra Theresa May con más diálogo, los kelpers de Malvinas dieron muestras suficientes de superar las diferencias para imponer su ayuda y la tragedia mostró que aún hay leves resquicios de posibilidad de diálogo entre Londres y Buenos Aires por el conflicto de las islas.

En medio del fragor de la cumbre de la OMC, la ardua negociación por la reforma previsional y la violencia en las calles, pasó casi desapercibido el diálogo telefónica que se dio entre Macri y May. La primer ministro británica se comunicó con el presidente para solidarizarse frente a la tragedia del ARA San Juan. Y el jefe de Estado le transmitió su agradecimiento por la colaboración del Reino Unido en la búsqueda del submarino que, junto a la comunidad internacional, llevaron adelante esa tarea. Punto. "Por ahora no hay nada más previsto", dijo una fuente del Gobierno sobre ese hecho. Pero en la Cancillería que conduce Jorge Faurie se entusiasman y creen que "un hecho emocional como fue la guerra puede empezar a ser curado por otro hecho emocional como es la ayuda humanitaria que brindó Gran Bretaña". Otra fuente del Gobierno remarcó que el llamado de May "no fue un saludo protocolar. Hubo un mensaje de condolencias y un acercamiento real".

En la práctica, desde el Palacio San Martín no descartan que en los próximos meses el Gobierno pueda retomar el comunicado que en el 2016 sellaron Londres y Buenos Aires para avanzar en una "hoja de ruta" tendiente a mejorar las relaciones bilaterales e incluir en ello el caso Malvinas. "Hay que empezar a hablar de los vuelos de las islas al Continente, especialmente a Buenos Aires, porque esto también forma parte de un gesto humanitario", admitió un funcionario del Gobierno sobre el documento que contempla no sólo el tema de los vuelos sino también de la explotación comercial de la pesca y el petróleo en el Atlantico Sur con Gran Bretaña o los kelpers.

El comodoro Smith expresó a Infobae que "la cooperación militar entre el Reino Unido y el Ministerio de Defensa y la Armada de la Argentina ha sido excelente. Nuestros oficiales de enlace han sido integrados completamente al comando de búsqueda y rescate, y hemos usado expertos británicos para ampliar la ayuda y tratar de identificar la localización del submarino". No sólo esto. El diplomático y militar ingles fue un poco más allá de lo formal y dijo taxativamente: "Una de las lecciones que hemos aprendido de esta situación es la necesidad de una mejor comunicación entre las fuerzas militares británicas en el Atlántico Sur y el sistema de búsqueda y rescate de la Argentina, para que ambas partes podamos reaccionar de forma más rápida ante eventuales emergencias humanitarias."

¿Implicará esta idea elaborar una tarea conjunta de la Argentina y Gran Bretaña en el Atlántico Sur acotada a temas estrictamente de ayuda humanitaria? ¿Podrá esta tragedia abrir el diálogo roto entre argentinos, isleños y británicos?

En el Gobierno no descartan ninguna posibilidad. Admiten en reserva que las lecciones que dejó esta tragedia es que "el diálogo entre isleños, ingleses y argentinos puede mejorarse con el tiempo". Desde un despacho oficial se animaron a decir: "Esto es el comienzo de algo más".

La ayuda de Gran Bretaña para la búsqueda del ARA San Juan incluyó los barcos HMS Protector y HMS Clyde, un avión C130, un avión Voyager, un helicóptero AW169 SAR y el uso de base aérea de la RAF en Mount Pleasant para aeronaves involucradas en la búsqueda. El HMS Protector, el HMS Clyde, el C130 y el Voyager participaron en distintas instancias de la búsqueda. Smith explicó que además, el 21 de noviembre se enviaron tres oficiales de enlace británicos al comando SAR (búsqueda y rescate) de la Argentina, entre ellos un especialista en rescates submarinos del Reino Unido.

Otro de los hitos de la ayuda fue que la Royal Air Force realizó el vuelo más largo sin reabastecimiento de combustible en la historia de la aviación militar británica para transportar equipamiento y personal especializado en rescate submarino, que luego abordaron el ARA Puerto Argentino. El 7 de diciembre la Argentina generosamente autorizó el uso del Aeropuerto Internacional de Buenos Aires para permitirle al Reino Unido el aterrizaje de un RAF Voyager, que transportaba tripulantes del HMS Protector que debían rotar luego de haber participado de las tareas de búsqueda. "El Reino Unido continúa contribuyendo con su apoyo a la búsqueda", dijo Smith.

Los gestos de Gran Bretaña fueron correspondidos con agradecimientos del gobierno argentino. Pero la ayuda y apoyo no se quedó en el plano estrictamente militar. Hubo una cadena de rezos y agradecimientos entre argentinos y kelpers a partir de un tuit de la cuenta Falkland Islands (@falklands_utd). Desde esa cuenta de Twitter que usan los kelpers se postearon los de una antigua y famosa plegaria que pide al "Padre Eterno" por aquellos que están "en peligro en el mar". Eternal Father, Strong to Save (Padre Eterno, poderoso salvador) es un tradicional salmo religioso asociado a los marinos, particularmente a los de las fuerzas navales. Fue escrito en 1860 por William Whiting inspirado por los peligros del mar descritos en el Salmo 107 de la Biblia.

Mike Summers, ex legislador de las islas y ferviente isleño movilizado por el caso del ARA San Juan, dijo a Infobae que "la cooperación entre los establecimientos militares del Reino Unido y Argentina es una señal positiva de una mejor relación y comprensión. Es de esperar que siempre haya asistencia mutua para salvar vidas en el mar, cualesquiera que sean las circunstancias".

No obstante, Summers lamentó que "el sentimiento positivo se ve algo socavado por las acusaciones de parte de la sociedad argentina de que el ejército del Reino Unido había atacado o acosado a San Juan, lo que contribuyó a la desaparición. El Gobierno argentino ha desaprovechado la oportunidad de refutar estas declaraciones que son una tontería". Así, el ex legislador isleño de trato permanente con el Foreign Office se refería a los entredichos y acusaciones que hubo de algunos sectores de izquierda de la Argentina con los isleños.

En Twitter, el legislador porteño Gabriel Solano, del Frente de Izquierda, calificó a la ayuda británica para dar con el submarino como "tropas de ocupación del territorio argentino". La cuenta oficial de los kelpers (@falklands_utd) citó el mensaje de Solano y le contestó con una simple palabra: "Boludo". En esta misma línea, el diputado Nicolás del Caño repitió la actitud de su compañero de fuerza política y dijo: "¿Quién se acuerda de los tres trabajadores muertos y siete desaparecidos de Mar del Plata por el hundimiento de 'El Repunte'?". Una catarata de tuits cuestionó las palabras del legislador de izquierda que luego decidió borrar su mensaje. Y el ex líder de Quebracho y acusado de traición a la Patria por el memorándum con Irán, Fernando Esteche, también se sumó a la reducida ola antibritánica por la ayuda de Londres en el rescate del ARA San Juan. El piquetero K dijo: "¡Piratas ayer y siempre!".

En contraposición a esto hay otras voces que por suerte aún creen en el diálogo y en que las tragedias pueden ayudar para acercar posiciones contrapuestas.



"La ayuda humanitaria y la búsqueda contrarreloj que significó la etapa de búsqueda del ARA San Juan no distingue ni nacionalidad ni banderas. Este gesto loable debe ser valorado y tenido en cuenta para obrar de igual manera, cada vez que una situación crítica así lo requiera", dijo a Infobae el senador Julio Cobos, quien viajó a Malvinas a pesar de los cuestionamientos que le hicieron y es un ferviente gestor del diálogo entre Gran Bretaña y la Argentina.

A su vez, Cobos destacó: "cuando se trata de temas humanitarios, se deben dejar de lado conflictos existentes y colocar todo el esfuerzo en el rescate; esto no cambia los reclamos de soberanía ni modifican la situación actual".
Irma Arguello, que dirige la Fundación NPSGlobal sobre no proliferación nuclear, dijo a Infobae que "las tragedias humanitarias son poderosas para unir a los pueblos y acercar posiciones en las controversias entre estados. Finalmente somos todos seres humanos".

La ayuda humanitaria gira alrededor del caso Malvinas en los últimos tiempos. "Todo gesto de ayuda humanitaria logrado con éxito puede ayudar a unir los pueblos", sintetizó a Infobae Diego Rojas Coronel, el director de la Cruz Roja Internacional en la oficina de Buenos Aires que acaba de anunciar con éxito el trabajo de identificación de 121 soldados NN argentinos que están enterrados en Malvinas, de los cuales 88 fueron compatibilizados con el ADN de sus familiares. Una tragedia abre paso al diálogo, aunque parezca imposible.

¿Resultó casual la ayuda británica a la Argentina? En el Gobierno responden taxativamente: "Nada fue casual. El Gobierno venía llevando un plan conjunto con las grandes potencias para el control de los ejercicios militares de submarinos en el Atlántico Sur y Gran Bretaña estaba dentro de esos programas", dijo una fuente destacada de la Casa Rosada. De hecho, se supo que unos días antes de conocerse la desaparición del ARA San Juan, el ministro de Defensa Oscar Aguad tenía pautada una reunión bilateral en Vancouver con su colega británico Gavin Williamson precisamente para dialogar sobre ejercicios militares conjuntos y acuerdos de cooperación conjuntos.

"Esta ayuda temprana del Reino Unido en las tareas de rescate fue en parte fruto de la política de apertura que está llevando adelante el gobierno argentino, y en particular a su intención de reducir tensiones con el gobierno británico. Esta distensión no significa en modo alguno renunciar a la soberanía que nuestro país reclama sobre las Islas, pero sí abrir vías de acercamiento en temas de común interés", remarcó Arguello, una especialista en temas nucleares que conoció de cerca el primer informe que llegó de Viena de la Organización para la Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBTO) indicando el "ruido" que se había escuchado en la posición del submarino ARA San Juan.

Los familiares de los 44 tripulantes del ARA San Juan siguen esperando el rescate del submarino. No tienen noticias aun. Por ahora, al menos podrán contar con la certeza de que esta tragedia puede llegar a servir para cerrar viejas heridas.

domingo, 22 de octubre de 2017

El barco soviético que ayudó a los sobrevivientes del Belgrano

El barco ruso que acudió en ayuda de los marineros del General Belgrano

Jaime Noguera | Russia Beyond


El ARA General Belgrano rodeado de botes salvavidas mientras se hunde tras haber sido torpedeado por por el HMS Conqueror, 2 de mayo de 1982.
AP

El 2 de mayo de 1982 se produjo uno de los acontecimientos más controvertidos de la Guerra de las Malvinas, el hundimiento del crucero ARA General Belgrano por el submarino nuclear británico HMS Conqueror, un ataque que se produjo fuera del área de exclusión establecida por el Gobierno británico alrededor de las disputadas islas y que se saldó con la muerte de 323 jóvenes marinos argentinos. En las tareas de rescate posteriores solo participó un barco extranjero: uno soviético.
El ARA General Belgrano era un crucero de la Armada Argentina que anteriormente, bajo bandera estadounidense y el nombre de USS Phoenix había participado en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el buque había sobrevivido al famoso ataque japonés a Pearl Harbour y participado en muchas de las campañas navales en el Pacífico hasta la rendición nipona.


Bajo bandera argentina

En 1951 fue vendido a Argentina, entrando en servicio como el ARA 17 de Octubre. Cuatro años después, el 16 de septiembre de 1955, fue rebautizado como General Belgrano (C-4), en homenaje al general y abogado Manuel Belgrano héroe de la independencia de Argentina que había fundado la Escuela Náutica de este país en 1799.


El ARA General Belgrano, los años 50 / Dominio público

Veintisiete años después, el 16 de abril de 1982, bajo las órdenes del comandante Héctor Bonzo y formando parte de la Fuerza de tareas 79 número 3, el navío zarpó hacia la Isla de los Estados, en el departamento Ushuaia, con la misión de realizar tareas la vigilancia e interceptar a unidades del enemigo. La Junta Militar argentina había ocupado las islas Malvinas el día 2 de aquel mismo mes. No hubo declaración oficial de guerra por ninguna de las dos partes, pero los ingleses se habían propuesto recuperar su colonia en el sur del Atlántico y habían enviado los medios militares para hacerlo.


El ARA General Belgrano / Dominio público

¡Hundidos!

El día 2 de mayo, el comandante Chris Wreford-Brown a bordo del submarino nuclear HMS Conqueror ordenó torpedear al ARA General Belgrano. Esto, a pesar de que el obsoleto buque argentino se encontraba fuera del área de exclusión militar de 200 millas de radio establecida por el propio Reino Unido alrededor del disputado archipiélago austral. El capitán del submarino, que localizó al barco gracias a la información facilitada por un satélite norteamericano, había recibido la orden desde la residencia campestre de la premier británica Margaret Thatcher (en Chequers, cerca de Londres), donde esta se encontraba reunida con su gabinete de guerra.

Dos torpedos Mark VIII hirieron de muerte al navío, que empezó a hundirse a las 16:15 de aquella tarde tormentosa. Llevaba a bordo a 1091 tripulantes. Uno de ellos, Alejandro Perez, oriundo de Berazategui, recordaba años después el momento del naufragio en Diario Popular:

“No sabíamos qué hacer, había mucha confusión porque tampoco se sabía dónde había sido el impacto. Antes de actuar esperábamos una orden que nunca llegaría porque los torpedos habían arrancado los generadores, que era lo que alimentaba de energía al buque".

Había que evacuar el barco. El tenor Darío Volonté recordaría para La Nación los terribles momentos en los que los tripulantes del barco buscaban una salida de aquella trampa mortal:

"Me la había memorizado. Fuimos saliendo y agarrando gente que estaba herida o con dificultades para salir. Después llegué a mi puesto de abandono del buque y lo siguiente era que la balsa respondiera bien".

El barco se hundió por completo a las 17:00. 323 argentinos no consiguieron ponerse a salvo (se estima que el impacto del primer torpedo mató a 274 tripulantes), hundiéndose con el Belgrano o muriendo a causa de las heridas y la hipotermia en el agua o en algunos de los botes salvavidas que quedaban a merced de las olas. Muchos de los marinos argentinos supervivientes tuvieron que pasar horas, hasta más de un día, flotando a la deriva en una balsa superpoblada, empapados, con una tormenta feroz y temperaturas bajo cero.

Al rescate

Cuatro aviones y los buques argentinos Gurruchaga, Bahía Paraíso, Bouchard y Piedrabuena se dirigieron al área del hundimiento en cuando recibieron la noticia de la trágica pérdida del Belgrano. En mitad de la tormenta que azotaba al Atlántico Sur, debían localizar a los desesperados habitantes de aquel frágil campo de nenúfares naranjas.

En la madrugada del 5 de mayo, los primeros supervivientes arribaron al puerto de Ushuaia. La búsqueda de náufragos o de cuerpos de los fallecidos continuó hasta el 9 de mayo. Se consiguió rescatar a un total de 793 tripulantes.

El barco ruso que participó en el intento por salvar vidas argentinas

Desde varios pesqueros cercanos, al conocerse la noticia del hundimiento del buque de guerra argentino, se lanzaron radiogramas hacia sus armadores en la URSS, que ya contactaron al Ministerio de Relaciones Exteriores y obtuvieron el permiso del Ministro de Pesca de la URSS, Vladímir Kámentsev.

El barco de arrastre BMRT Belokámensk, al mando del capitán Revkov fue el primero en llegar a la zona. Se ha especulado con que se tratase de un buque espía, algo que no se ha llegado a confirmar nunca. Lo cierto es que, si lo era, dejó su supuesta misión de espionaje para colaborar con los argentinos en las tareas de salvamento durante toda una semana. Un ingeniero del buque el Dr. Vasili Teréntiev, recordaría más tarde: "No teníamos esperanza, ya que la temperatura del agua no subía de los 7º C, nadie podía sobrevivir a la demora en el rescate".


Sello postal mostrando un arrastrero BMRT, clase al que pertenecía el Belokámensk / Dominio público

Lo único que los pescadores pudieron rescatar de entre las olas fueron los cadáveres de tres marinos en sus salvavidas rojos y tres salvavidas más, vacíos. Los cuerpos de los desgraciados marinos estaban mutilados en ojos y labios por las gaviotas. Se metieron en la cámara frigorífica y cuando llegó la orden de Moscú de frenar la búsqueda se dirigieron al puerto más cercano en Argentina, donde se ordenó no desembarcar. No olvidemos que, aunque en la Guerra de las Malvinas la URSS aplicó el principio de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, la dictadura derechista argentina y los soviéticos no podían ser más antagónicos. Según cuenta Dmitri Tatarkov en su obra Conflicto en el Atlántico Sur: la Guerra de las Malvinas, los cuerpos rescatados, así como los salvavidas, fueron transferidos a una barca argentina que los transportó hasta puerto.

Pese a las diferencias políticas, la agencia TASS publicó la siguiente nota al recibir la información sobre el ataque al crucero argentino:

“La Unión Soviética se opone al colonialismo, cualquiera sea su forma y está convencida de que la restauración del estatuto colonial en las Malvinas es inadmisible. Las islas son argentinas, y la URSS es contraria a la actitud agresiva y colonialista de Londres expresada en la aventura militarista de Margaret Thatcher y su gobierno conservador”.

martes, 20 de junio de 2017

Rescatando al sargento Villegas

Rescatando al Sargento Villegas
Jorge Fernández Díaz


Los aviones ingleses bombardeaban a toda hora o pasaban a baja altura y ametrallaban las posiciones. Los combates cuerpo a cuerpo se habían desatado a pocos kilómetros del vivac y llegaban noticias de que las refriegas eran sangrientas en San Carlos y en Darwin.
Todos los días había “alerta roja”, explotaban los misiles tierra-aire y la lluvia constante inundaba los pozos de zorro y los obligaba a levantar chozas con palos y chapas enmascaradas con pasto. Así y todo, hasta al horror de la guerra se acostumbra el hombre: la Compañía “A” dejó al soldado Esteban Tríes de cuartelero y marchó alegremente a bañarse. Tríes recorría el campamento vacío cuando de repente escuchó que alguien tiraba de la corredera de una 9 milímetros reglamentaria. Dentro de un pozo de zorro un compañero tenía apoyado el cañón de su pistola en la sien.
Tríes había cumplido el servicio militar obligatorio en esa compañía del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 de la Tablada: antiguamente sus oficiales y suboficiales llevaban una pechera amarilla, es por eso que algunos todavía lo llamaban con orgullo “El 3 de Oro”. Y cuando Tríes ya estaba trabajando afuera y estudiando ingeniería, había recibido el 8 de abril de 1982 en su casa de Villa Ballester un aviso de reincorporación. Un negrazo valiente que vivía en González Catán y que había instruido a Tríes lo quería a su lado en la guerra: el sargento Manuel Villegas, conocido por su extrema dureza y a la vez por su extraña sensibilidad de hombre bueno.
Sesenta días después, Tríes ya no era un simple conscripto intentando disuadir a un soldado de que no se volara la tapa de los sesos. Era un guerrero de Villegas con la responsabilidad de que no se perdiera ni un hombre ni una bala. Estuvo una hora entera tratando de que el soldado superara la depresión, creyera que saldrían vivos de aquella guerra, soltara la pistola y abandonara el pozo de zorro. Al final lo logró, y cuando Villegas regresó con el resto de la compañía no se dio cuenta de lo que había ocurrido. El soldado que había querido suicidarse en Malvinas entró luego en combate y fue herido, pero regresó entero a su casa.Y Tríes calló aquel pequeño pero grave incidente a pesar de que le debía lealtad total a su jefe, a quien había insultado por lo bajo durante la instrucción a raíz del rigor y fiereza con que Villegas los preparaba para la lucha. Pero con quien luego estableció una relación de respeto y cariño, y con el tiempo de amistad profunda. Villegas era duro pero jamás cruel ni arbitrario. Un líder nato seguido por una soldadesca capaz de acompañarlo hasta el mismísimo infierno. La Compañía “A” acampaba en medio de la nada, a varios kilómetros de Puerto Argentino. Nevisca, frío, hambre y tristeza. Y las detonaciones de las baterías enemigas cada vez más cerca.
Villegas se parecía a aquellos sargentos de los westerns de John Ford: hombres con más corazón que odio. Su debilidad era otro soldado débil a quien todos llamaban Lupin, un huérfano total apellidado Serrezuela, que desde los siete años había vivido en el campo sin familia y sin destino, y a quien nadie jamás le había enviado una carta. A Villegas le daba lástima esa carencia. Así que le ordenó a un conscripto del grupo que le pidiera a su novia un favor: debía buscar a una amiga para que ésta escribiera de su puño letra una misiva dirigida a Lupin. Cuando se hacían los corros para recibir la correspondencia, Lupin se quedaba atrás descansando o cumpliendo tareas. Sabía que en ese rito deseado no había nada para él. Pero un día el encargado del correo voceó por primera vez su apellido: ¡Serrezuela! Y entonces Villegas vio que Lupin ni siquiera se mosqueaba. Como si no lo hubiera oído. ¡Serrezuela!, repitieron varias veces. Y nada. Lupin miraba distraídamente el horizonte. Villegas lo enfrentó: Che, boludo, ¿usted no es Serrezuela?
Lupin pareció regresar del más allá: Sí, pero yo no recibo cartas, mi sargento. Debe ser un Serrezuela de otra compañía. Villegas tomó el sobre y se lo entregó. La cara de Lupin se transformó como si hubiera descubierto un tesoro. Abrió lenta y cuidadosamente el sobre, leyó esas pocas líneas dirigidas a él y a nadie más, y después arrugó la carta contra el pecho y caminó mirando al cielo: Gracias, Dios mío, gracias, gracias. Eso no impidió que el sargento lo castigara con dureza por maltratar a su fusil, un pecado mortal en tiempos de batalla.
El fusil es como la novia, soldado: se lo cuida, se lo mima y se lo lleva siempre consigo. No hacerlo equivale a poner en peligro a todos. Y Serrezuela no lo limpiaba y se lo olvidaba en cualquier rincón. Villegas no tenía forma de saber que Serrezuela le salvaría la vida cuando le impuso una tarea extenuante: vaciar de agua aquellos pozos de zorro durante todos los días de la semana. Una noche Lupin se acercó a la tienda de su jefe y pidió cruzar unas palabras con el sargento. Villegas salió al frío de mala gana, y entonces Serrezuela le dijo, en voz muy baja: Máteme, mi sargento, yo no sirvo para esto, soy un estorbo. Pégueme un tiro; acá nadie se va a enterar que fue usted y nadie me va a extrañar. Villegas le pegó un abrazo de oso y le soltó: Pedazo de hijo de puta, no digas eso. Se lo dijo con los dientes apretados y conteniendo las lágrimas.
No le gustaba a Villegas mostrar los sentimientos. Ni las flaquezas. A nadie había contado que cuando eran atacados el 1º de mayo por las ráfagas inglesas el sargento más bravo había empezado a temblar como una hoja. Por suerte, su tropa no lo había visto en esos renuncios, pero a partir de esa vergüenza íntima el sargento cargaba su propio calvario. Le rezaba todas las noches a Dios para que le diera temple en el combate y para que pudiera llevarse de este mundo a cuatro o cinco enemigos antes de morir. No rezaba para salvarse. Rezaba para irse al otro barrio con los honores que siempre había soñado.
A las dos de la madrugada del 14 de junio, el regimiento recibió la orden de cargar armamento y municiones y avanzar sobre el cerro Tumbledown, vadeando el arroyo de Moody Brook. Se combatía en todas partes, y ese riacho no era muy ancho pero resultaba profundo y traicionero. Había luna llena y el cielo estaba plagado de rumores, bengalas, luces de misiles y toda clase de fuegos artificiales cuando Villegas y sus hombres se metieron en el agua y cruzaron dificultosamente con los fusiles en alto. Llegaron con frío y sin fuerzas a la otra orilla, pero escucharon la orden: ¡A lo gaucho, carrera, march! ¡Viva la Patria, carajo! Y se pusieron de pie y empezaron a escalar el monte lleno de rocas. Villegas, contra lo aconsejable, iba delante de todos trepando por esa ladera escarpada, cuando desde arriba los haces de luz de dos fusiles M16 con mira infrarroja le resbalaron por el cuerpo. Saltó en un segundo hacia el costado y evitó un proyectil, pero el segundo le entró por el abdomen y le estalló en el hueso de la cadera.
Villegas se tomó la panza y vio que le salía sangre a borbotones y que comenzaba a arderle como si le hubieran arrojado encima dos paladas de brasas de carbón. Tiren —les gritó a sus soldados—. Tiren, que están escondidos detrás de esas rocas.
Tríes no podía disparar sin correr el riesgo de balear a su propio sargento.Apártese, que le voy a pegar, le gritó entre las piedras. Tire igual que yo ya estoy listo. Como Tríes y Serrezuela no le hacían caso, Villegas se estiró para agarrar el fusil y entonces el francotirador le atravesó una mano de otro balazo.
El inglés podía eliminarlo, pero prefería dejarlo fuera de combate. No tanto quizás por razones humanitarias sino por cuestiones estrictamente operativas: el manual indica que un herido ocupa a dos o tres soldados, y que hace más daño eso que matar lisa y llanamente a un enemigo.
Tríes le dijo a Serrezuela: Vamos a buscarlo. El sargento se empezó a sacar el correaje y le gritó: Tríes, quedate porque te va a matar. Tríes y Serrezuela se miraron en la oscuridad. Luego se incorporaron, arrojaron ostensiblemente los fusiles al suelo y levantaron las manos. Subieron en esa posición audaz quince metros hasta su jefe, lo tomaron de los brazos y lo bajaron hasta el lugar donde se habían parapetado. El inglés que los tenía en la mira dejó que hicieran todo eso sin apretar el gatillo.
Villegas pedía desesperadamente agua. Tríes le dio una botellita de whisky y le llenó la boca con trozos de nieve. Había que retroceder ya mismo. Tríes —lo llamó Villegas—. No creas que me pongo en héroe, pero quiero que le avises a mi familia que me quedo acá. Contales de la forma que les duela lo menos posible, ¿sabés? A mi mujer decile que lamento no haberme casado con ella y a mi nena de tres años decile que, decile. En ese momento se fue en llanto. Pero se contuvo. Lo agarró a Tríes de la solapa y le dijo, en un hilo de voz: Meteme un tiro. Son ocho kilómetros hasta el pueblo. Yo ya estoy listo. Meteme un tiro, no me dejés sufriendo.
El soldado parpadeaba, anonadado por la orden. De pronto se rehízo y le dijo: De ninguna manera, usted me debe un asado. Y entonces Lupin y Tríes agarraron al sargento, que pegaba alaridos de bronca y se resistía, le hicieron sillita de oro y lo pasaron por un pequeño puente sin que ningún inglés les disparara, mientras el combate seguía atrás y se tornaba cada vez más virulento. La marcha de esos dos soldados llevando al sargento herido en la noche de luna llena fue penosa. Caminaron y caminaron, y Villegas perdió sangre y conciencia, y al final lograron encontrar una ambulancia. Subieron los tres y el chofer trató de llevarlos hasta el hospital de campaña, pero había demasiado hielo, resbalaron y volcaron en una cuneta. Salieron como pudieron de entre los hierros y siguieron adelante.
Llegaron con el último aliento a ese hospital lleno de amputados y heridos, y le entregaron el cuerpo maltrecho de Villegas a los cirujanos. El sargento escuchó a uno de ellos que decía: Le queda poco. Villegas alcanzó a decirles que no lo amputaran, que lo durmieran para siempre. Al despertarse, varias horas después, vio a varios ingleses con fusiles en la mano. No entiendo nada, susurró. Un enfermero le respondió: No te preocupes, ya se arregló todo. Villegas seguía sin comprender. Nos rendimos, macho —le aclararon—. Nos rendimos.
Y Villegas se echó a llorar.
Tríes y Serrezuela ayudaron a los heridos y se acoplaron a otras tropas. Tríes recuerda que iban corriendo por Puerto Argentino y que las casas explotaban a su lado. También que algunos soldados comentaban los maltratos y las defecciones y cobardías de ciertos jefes. Regresaron a casa en el Camberra y se separaron para siempre en El Palomar. Eran fruto de una causa amada y luego aborrecida, venían derrotados y su karma era la marginalidad y el olvido.
El sargento regresó en un buque hospital. Tríes hizo lo que los superiores de su sargento no hicieron: lo visitó en el hospital de Campo de Mayo, donde Villegas estuvo un año y medio internado. Pero lo vio tan amargado y tan mal, que no quiso volver. Tampoco quiso hablar de Malvinas. Estuvo veinte años vendiendo autos, haciendo negocios en el nefasto sube y baja económico del país y eludiendo prolijamente las anécdotas del pasado. Un día hizo un clic y lloró por primera vez, y comenzó a contactarse con los veteranos y a buscar a Villegas, a quien después de la kinesiología y de años y años de asistencia psiquiátrica, le decretaron un 45% de incapacidad y lo borraron de la carrera. El viejo sargento estaba resentido con el ejército: se fue a trabajar de chofer de colectivos y de remisero. Tuvo hijos y nietos. Y ya de grande quiso reencontrarse con Tríes. Lo buscó por Castelar y finalmente lo encontró. Poco después los sacaron a los dos por la radio y hablaron por primera vez de lo que habían vivido en el cerro Tumbledown, en el arroyo de Moody Brook y luego en aquel monte siniestro donde los francotiradores ingleses estuvieron a punto de borrarlos del mapa.
Desde ese cruce se hicieron íntimos amigos. Asistieron juntos a escuelas a dar charlas, ayudaron a los veteranos más desvalidos, presentaron a sus familias, y comieron muchos asados.Hay un afecto especial entre ellos. Esa clase de sentimiento entre hermanos que florece solamente en la trinchera y en la solidaridad del dolor.
Un día, sin embargo, Villegas le dijo a Tríes que tenía una asignatura pendiente: encontrar a Serrezuela y explicarle por qué lo había castigado tan duramente en aquellas vísperas. Le debía esa explicación además de deberle la vida. Lo rastrearon a Lupin por toda la provincia de Buenos Aires, y sólo tuvieron una pista firme en el velatorio de un ex soldado.Tenemos a un Serrezuela en Olivos —les dijo un veterano—.Pero apúrense porque tiene cáncer de pulmón y se está muriendo.
Hacía quince días que no se levantaba de la cama ni se afeitaba. Tríes le avisó a su esposa que él y Villegas lo visitarían esa tarde. La cita era a las dos, y Lupin hizo un terrible esfuerzo para levantarse, bañarse y pegarse una afeitada. Estuvo sentado en una silla esperándolos a los dos, que se atrasaron y recién pudieron llegar a las cuatro de la tarde. Les caían las lágrimas a los tres. Lupin lo llamaba “mi sargento”, a pesar de que Villegas ya no tenía cargos ni ganas de tenerlos. Usted va a ser siempre mi sargento —le dijo aquel huérfano congénito—. Usted ha sido mi papá. Villegas tragó saliva y le respondió: Yo vengo a pedirte disculpas, Lupin, y a explicarte por qué te castigué aquella vez. No hacía ninguna falta, pero se quedaron hablando horas y horas de aquellos tiempos en los que fueron gloriosamente vencidos.
El viernes de la semana siguiente repitieron la visita, pero esa vez Lupin no pudo levantarse de la cama. Esta noche me voy, les dijo, y lo mandaron afectuosamente a la mierda. Al día siguiente, cuando Villegas cruzaba un peaje, sonó su celular. Era la mujer de Serrezuela: su esposo acababa de morir. Dio la vuelta, llamó a Tríes y llegaron cuando el cadáver todavía estaba tibio. En el velorio, los veteranos de la zona pedían hablar con Villegas y abrazarlo como si fuera el sargento Cabral. Lupin les había hablado durante veinte años de aquel héroe personal que los había guiado durante sesenta días de sangre y fuego. Muchos años después Acaban filmaron un documental con las odiseas calladas de este puñado de hombres. Su título es significativo: “14 de junio: lo que nunca se perdió”.
En noviembre la esposa de Villegas lo llamó a Tríes para decirle que el viejo sargento había sufrido un golpe de presión y que no podía hablar bien. El viejo soldado sacó el auto y condujo a gran velocidad por el conurbano hasta encontrar a Villegas. Lo subió de apuro y apretó el acelerador por la autopista en busca del Hospital Militar. Otra vez llevándote a un hospital, sargento —le dijo Tríes—. La puta madre, ya me estoy cansando de andar salvándote la vida. Comenzaron a reírse.
Todavía se están riendo.

sábado, 29 de abril de 2017

La caída del UH-1 en Caleta Olivia

La misteriosa caída del helicóptero de Caleta Olivia
Uno de los soldados que participó de la búsqueda de los restos de los soldados en las costas argentinas relata el extraño hecho. "Cuando ví la mano de mi coronel entré en shock", dijo.
Perfil



Marcha Toas Foto:Cedoc
Para los días 29 y 30 de abril de 1982, los soldados de la Compañía 185 del Liceo General Roca, ubicado en la ciudad de Comodoro Rivadavia, luego de detectar el desembarco de tropas enemigas en las costas de Caleta Olivia (80 km separan las dos ciudades), recibieron orden de rastrear y detener al enemigo.

Lo curioso de este episodio es que si bien muchos dicen que las pruebas sobre lo ocurrido son confusas, el día 15 de marzo de 1983, el Poder Ejecutivo Nacional emitió el decreto 577 por el cual se otorgaba (post mortem) al Coronel Miguel Ángel Clodoveo Arévalo, Jefe del Liceo, y al resto del personal militar caído en el enfrentamiento, la medalla de "muerto en combate".

"Fue lo más fuerte que viví durante la guerra", sostiene Marcos Medina, uno de los soldados argentinos que estuvo en el Liceo y que participó de la búsqueda de los comandos enemigos.

"A las 17 hs, cuando volvíamos de guardia nocturna en el Aeropuerto General Mosconi, llegó la información de que doce comandos habían desembarcado en distintas lanchas en Caleta Olivia'', declara. Ante la emergencia (se dio Alerta Roja), "salimos a buscarlos alrededor de las 21.30-22 hs aunque en ese momento no se volaba de noche", explica el soldado que para esos días solo contaba con 59 días de experiencia en la colimba y había estado designado al ta1ler de sastrería del establecimiento dado que su compañía, según cuenta, "eran las nenas del Liceo" porque estaban encargados "de los servicios, es decir, de su funcionamiento".

"Cuando llegamos a la Estancia La Floradora tuvimos que bajar del helicóptero saltando porque por la abundante niebla no se veía en donde había que bajar. Tomamos esa bahía los primeros 24 soldados que llegamos. A la hora y media llegaron dos camiones con 60 soldados más, entre ellos, aparece el Teniente Coronel Femández Suarez'', puntualiza. "Unos nos quedamos en la bahía montando guardia mientras que otro grupo empezó a recorrer el terreno. Pasan las horas y nos mandan el dato de que los comandos estaban diez kilómetros más al sur en una estancia", afirma.

Con el paso de las horas, antes de iniciar el operativo para tomar el lugar donde teóricamente estaban las tropas británicas, según el testimonio de Medina, deciden volver al Liceo Roca para poder organizar la misión. "Nos hicieron dividir en dos helicópteros. Uno era un Bell UH lH, A-E 41917 y otro un Bell UH lH A-E 414. Mientras que la aeronave en la que viajaba Arévalo (el 419) iba a bordear la costa nosotros lo haríamos por el la Ruta 3. Ellos iban un poco más adelante que nosotros (Medina estaba en el 414 ). En un momento del viaje el piloto tuvo que descender por la cerrada de niebla y fuimos en dirección hacia el mar hasta que encontramos un claro para poder volver hacia el continente hasta que arribamos el lugar del destino", desarrolla. "Durante el vuelo, en ningún momento se pudo lograr una comunicación con el helicóptero 419 como estaba planeado y después de una hora de esperar novedades, ya estando en nuestras posiciones, Femández Suarez decide abortar y volver al Liceo'', rememora.

Cuando Medina y sus compañeros de vuelo llegan al punto de partida y ven que los tripulantes de la otra nave no estaban allí, deciden trasladarse a la comisaria para declarar en emergencia al otro "pájaro" 18 . "Nosotros estábamos en la comisaría y un lugareño se acercó con lo que parecía ser el resto de una parte de un Bell UH 1H19 (según identificó un mecánico del Liceo se trataba del tanque de nafta). Cuando fuimos al lugar, a unos 10 km de donde estuvimos antes, vimos las distintas partes de la nave esparcidas por la costa. Tuvimos que juntar los cuerpos de nuestros compañeros y los restos de la nave hasta que llegó Prefectura Naval para hacerse cargo de la situación", ratifica.

"Mientras casi todos decían que era un accidente, el mecánico del helicóptero (el mismo que identificó el tanque de nafta) sostenía que había sido un ataque", relata Medina. "En ese momento, ya en la comisaría, donde ni bien llegamos nos sacan las armas por miedo a que hagamos algo lamentable en nuestro estado de shock, agentes de inteligencia lo aprietan a tal punto de que tuvo un derrame estomacal de los nervios porque seguía sosteniendo que lo habían volteado", recuerda, antes de afirmar que el "piloto que manejaba el 414 nunca más volvió a pilotear nada".

"Todo se volvió confuso para nosotros. Los patrullajes por las costas y las guardias en las instalaciones consideradas objetivos militares se intensificaron. Los días transcurrían de situación nerviosa a alertas rojas. Había días enteros que estábamos apostados sin relevos en los lugares asignados a resguardar", finaliza Medina.

Cabe aclarar, como dice Medina, que el diario de guerra que poseen él y otros soldados del Liceo Roca, comienza a partir del día 20 de abril de 1982 ya que, en el archivo naval, no hay registro de lo ocurrido entre los días 2 y 19 de ese mes. "No hay nada documentado de esas fechas. Desapareció todo. Es como si el Liceo no hubiese existido ", afirma.

Por otro lado, como nunca se hicieron los peritajes correspondientes a la aeronave y nunca hubo un documento oficial que constate lo ocurrido, fuentes consultadas, niegan la teoría del derribo y sostienen la del accidente aéreo. Sin embargo, según se pudo saber, uno de los busos que participó del rescate de los cuerpos y las partes del helicóptero confesó a distintos soldados del Liceo que por la cantidad de pedazos chicos y los metros a la redonda que se encontraban dispersos, coparado con otros accidentes de gran magnitud en los que había paricipado, le daba la pauta de que el derribo se había producido por un tercero.

La rutina diaria de los prisioneros. A continuación se presenta un fragmento de la lista de tareas de los prisioneros ingleses que estaban bajo custodia de las tropas argentinas en el Liceo y las órdenes que recibieron los oficiales del establecimiento sobre cómo proceder en el trato con los detenidos.

viernes, 20 de noviembre de 2015

RAF y RN rescatan a pasajeros de crucero francés en Malvinas

Malvinas: La RAF y la Royal Navy rescatan 347 pasajeros de crucero francés en emergencia
La misión fue exitosa porque se lograron salvar 347 turistas. Intervinieron además un avión Hércules y seis helicópteros de rescate. Galería de imágenes.


Por Juan Romero (*)
Perfil


Un crucero francés debió ser evacuado hoy en el Mar Argentino luego de que uno de sus motores se incendiara completamente y que la nave comenzara a inclinarse sobre su costado izquierdo. La Real Fuerza Aérea (RAF) y la Armada Naval Real (Royal Navy) rescataron a más de 347 pasajeros que estaban a bordo.

La nave francesa “Le Boreal”, que navegaba por el Mar Argentino muy cerca de las Islas Malvinas, fue evacuada por las fuerzas navales y aeronáuticas asentadas en las islas informó hoy el canal de noticias inglés Forces TV.

El Comandante de las fuerzas militares, el Comodoro Darren Bone, informó que la misión de rescate fue exitosa no sólo porque se lograron rescatar a los 347 turistas sino también por la rapidez con la que se realizó la operación de emergencia.

Un avión Hércules C130 y seis helicópteros de rescate fueron los principales protagonistas de la dramática operación de rescate en las peligrosas aguas del Atlántico Sur del Mar Argentino.

El HMS Clyde y otras dos embarcaciones militares de menor porte fueron las que albergaron a los rescatados, muchos de ellos evacuados de las balsas de emergencia que abordaron para abandonar la nave que se incendiaba.

La operación de rescate duró más de 5 horas y los 347 pasajeros ya se encuentran a salvo en la base militar inglesa donde desde hace unas horas reciben atención médica, alimentos y ropas.

(*) Especial para Perfil.com.

viernes, 2 de agosto de 2013

El rescate de helicópteros británicos en las Georgias del Sur

Helicópteros en Guerra

El rescate de tropas especiales por parte de helicópteros de la RN. Un documental del HC en inglés mostrando toda la operación bajo una intensa nebisca.