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lunes, 23 de septiembre de 2019

Los buques ELMA espiando a la Task Force

La marina mercante espiando a la Royal Navy



Grandes Historias Desconocidas de Malvinas... comienzo diciendo que esta gente de nuestra Marina Mercante hizo un trabajo de espionaje Grandioso y sin embargo habiendo tantos Veteranos Truchos o gente que ni fue a Malvinas los del Buque ELMA Rio de la Plata aun esperan un reconocimiento
El 5 de abril de 1982 el buque mercante Río de la Plata de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA), atravesaba el Canal de la Mancha, proveniente de Finlandia y se dirigía al puerto de Bilbao, como última escala de carga antes de su destino final en Buenos Aires.

En tanto surcaban esas aguas internacionales tan cercanas a las costas de Inglaterra y con objeto de tener más noticias a raíz del conflicto suscitado por la reciente de recuperación de las Islas Malvinas por parte de nuestro país, el comandante de la nave, Capitán de Ultramar, Carlos Benchetrit, encendió el televisor de la Cámara de oficiales.

Apareció en pantalla un canal londinense transmitiendo en coloridas imágenes la zarpada del puerto de Portsmouth de los portaaviones Invencible, luego buque insignia de la Task Force, y el Hermes de 28.000 toneladas. Se podía apreciar que ambos partían en medio de un clima festivo, despedidos por bandas de música y una apreciable cantidad de público que evidenciaba su euforia enarbolando banderas y símbolos británicos.



El resto de la “Taske Force”, en realidad más del ochenta por ciento del poderío naval inglés, partieron de otros puertos. De Plymouth, salieron, el Sir Galahad y el Sir Geraint; de Devenport, partió la fragata Antelope; de Gibraltar lo hicieron los destructores y fragatas Glascow, Sheffield, Coventry, Brillant y Broasword; en cambio de Faslane, en Escocia, ya lo habían hecho, el 29 de marzo, los submarinos Conqueror y Splendid. Otras naves de guerra que se encontraban en bases distantes como Belice y Canadá se fueron sumando luego a la flota en su marcha hacia el Atlántico Sur.

Unos cuarenta barcos de guerra iban a ser apoyados logísticamente por cerca de setenta barcos auxiliares, algunos de la Marina Real y otros requisados, como el transporte de pasajeros Camberra ademas de la RFA que es la flota auxiliar de la Royal Navy

Todos estos componentes planeaban reunirse en las cercanías de la Isla Ascensión que se encuentra a unas 3.500 millas de Malvinas para luego fraccionarse en tres flotillas operativas. Una a ordenes del Capitán, Brian Young, en el crucero Antrim, que debía dirigirse a Georgias. Otro grupo de batalla centrado en el Hermes y el Invencible, a cargo del almirante, Sandy Woodward, tuvo la misión de llegar a Malvinas lo antes posible y el tercer grupo de elementos anfibios, a órdenes del Comodoro Mike Clapp, en el Fearless, debía permanecer un tiempo más en Ascensión efectuando ejercicios de desembarco y aguardando la reunión del resto de las naves aún dispersadas o con problemas técnicos.

El día 19, el Río de la Plata ya había dejado el puerto de Bilbao y se encontraba navegando hacia Buenos Aires, cuando poco antes de la media noche, a la altura de la Isla Do Fogo, en Cabo Verde, recibió un telegrama cifrado de ELMA disponiendo desviara su rumbo hacia la Isla Ascensión y desde una distancia no menor de 12 millas realizara un avistaje de los buques británicos que pudieran encontrarse en inmediaciones de la misma.

Benchetrit, no sin asombro, leyó detenidamente el mensaje y de inmediato se dirigió a la mesa de mapas donde con prolijidad y firmeza trazó un rumbo a Ascensión. Acto seguido convocó a sus oficiales para imponerlos de las órdenes de la Empresa. Estos, luego de escucharlo atentamente, no solo prestaron su plena conformidad, sino que expresaron su vivo entusiasmo en poder colaborar siendo útiles en un momento tan crucial para el país.

Esa misma noche, donde se aceleraron tanto los motores como los corazones, se doblaron las guardias del puente con objeto de no perder detalle en caso que llegaran a tener un encuentro con naves del oponente.

La Isla Ascensión, una posesión británica arrendada al gobierno de Estados Unidos, está situada a poco más de 1.900 Kilómetros de la costa occidental de África y a mitad de camino entre Londres y Puerto Argentino. Surge en el Atlántico meridional como un afloramiento volcánico de forma circular de unos 160 Km. cuadrados, donde se destaca, entre otras elevaciones menores, el Monte Verde (Green Mountain) de 820 metros.

Más allá de que Ascensión no cuenta con puerto, sus dos principales ventajas son su excelente fondeadero en la rada de Georgetown, su capital y la pista de aterrizaje en el aeródromo Wideawake , que traducido significa bien despierto- vigilante. En cuanto a la ayuda norteamericana su gobierno no tuvo reparo en brindarle a los ingleses, entre otras comodidades, sus polígonos de tiro y el aprovisionamiento de miles de litros de combustible que fueron llevados a la isla en buques tanqueros estadounidenses sin que se diera publicidad.

Como dicha isla incrementó en esos días su actividad, se impuso en la misma un estricto control en el manejo de los efectivos arribados y en las tareas de seguridad y aprovisionamiento. A cargo del mismo fue designado el Capitán de Navío, Mac Qeen, de la Armada Real quién contó, preventivamente, para asegurar su defensa, con un avión Nimrod de reconocimiento lejano y un destacamento terrestre de refuerzo.

Tal como era de imaginar a medida que se acumulaban materiales, hombres y armamentos, dicha base, de carácter vital para los ingleses, se transformó también en un objetivo prioritario para los servicios de inteligencia argentinos quienes pese a los limitados recursos con que contaban, pronto iban a desentrañar ese misterio.

Mientras el Río de la Plata se dirigía a toda marcha hacia su objetivo, el tercer grupo de la Fuerza de Tareas naval británica había comenzado a llegar a la isla donde cumplían sus obligadas escalas técnicas. Fue así como el Camberra, ahora transformado en transporte de tropas y barco de carga que llevaba en sus bodegas aviones Harrier, ancló a una milla de la costa. Otro tanto hizo el buque de asalto, Fearless, con 1.000 infantes de marina a bordo, varias lanchas de desembarco y un remolcador de bandera holandesa arrendada por la Marina Real Inglesa.

El 23 de abril, el Río de la Plata, llegó a Ascensión cuando el reloj marcaba la hora 17:00. Poco antes de su arribo se había cruzado con un barco de guerra inglés que se encontraba efectuando ejercicios tácticos con un submarino, pero éstos continuaron con su actividad e ignoraron el paso del mercante.

A marcha moderada y una distancia entre diez y doce millas del fondeadero pudieron observar que en el mismo se encontraban quince barcos británicos. Desde ese mismo momento en que estuvieron también al alcance de una clara recepción en la honda VHF, pusieron en marcha un grabador de cinta que ubicaron junto a la radio, lo que les permitió grabar todas las comunicaciones que se efectuaban entre los buques y también entre estos y la isla. A través de la captación de dichas emisiones pudieron establecer no solo la identidad de algunos de los buques avistados y quienes se encontraban al mando, sino también que tipo de trabajos se estaban efectuando sobre los mismos.

Increíblemente durante el pasaje del barco argentino frente al fondeadero donde se encontraban en plena tarea los barcos ingleses, ninguno de ellos demostró percatarse de dicha presencia, como tampoco se notó, en las conversaciones que los mismos mantenían por VHF, que se hubieran percibido de la observación a que estaban siendo sometidos.

Una vez concluido el avistaje y tras haber logrado un impecable registro magnetofónico, Benchetrit, decidió continuar la navegación rumbo a Buenos Aires.

Esa misma noche envió a la Empresa un mensaje cifrado especificando el detalle de lo que habían logrado divisar.

La transmisión emitida desde el Río de la Plata fue localizada por los británicos a través de Two Boats, un equipo de intercepción y criptografía de la GCHQ “Government Communications Headquarters (Jefatura de Comunicaciones Gubernamentales) que operaba en Ascensión bajo cobertura comercial brindada por una conocida compañía de comunicaciones internacionales. Pero ya era tarde, el secreto de los preparativos y potencial de la Fuerza de Tareas había sido develado y de ahí en más, los mandos argentinos iban a tener exacta información acerca de la partida de la flota desde Ascensión, su composición, velocidad y derrota. Este informe crucial con otro posterior, enviado por Benchetrit, sumado al avistaje de un Boeing 707 de Fuerza Aérea, completó la información de un oficial superior de inteligencia argentino que se encontraba en Londres y había sido testigo de la partida de la Fuerza de Tareas desde Portsmouth.

La identidad de los buques avistados se pudo establecer en coincidencias con la observación, a través de binoculares y las características particulares que señalaba el libro nomenclador de radiotelegrafía que se poseía a bordo. Esta conjunción se vio facilitada por la experiencia del 2do Oficial, Armando Busto, quien había revistado un tiempo en la Armada Argentina y conocía suficientemente los distintos perfiles de las naves de guerra.

Al día siguiente cuando habían dejado a Ascensión unas 30 millas atrás, se recibió en la radio del mercante otro telegrama de ELMA, el cual expresaba la conformidad por la observación realizada, pero, además, disponía su regreso a Ascensión, con el fin de completar más datos sobre los buques avistados y tratar de obtener fotografías.

Sin dudar un instante, Benchetrit, ordenó poner rumbo a la isla a la cual llegaron en horas de la noche.
Con el fin de disimular el verdadero sentido de su presencia en el lugar, se trató de darle a la nave una apariencia exterior distinta. Para ello se modificaron las posiciones de las luces de navegación, se ordenó apagar las interiores y con la ayuda de algunas luminarias en sitios claves, se proporcionó al buque, al menos en horas donde reinaba la oscuridad, el aspecto de ser un pesquero.

Siempre con el VHF abierto y el grabador en marcha, iniciaron una navegación alrededor de la isla a una distancia de cinco millas de la costa. En dicho periplo, que se cumplió a marcha lenta y duró toda la noche, se percibió actividad de aviones y helicópteros que operaban en el aeropuerto, en tanto la flota permanecía en quietud y silencio radial.

Tal como lo había calculado Benchetrit, cuando el carguero cumplió su giro a la isla, se encontró llegando al ancladero con la primera luz de la mañana. Era una hora ideal, pues con el sol a sus espaldas y la incidencia de los rayos iluminando las naves allí surtas, le resultó más fácil avanzar sin ser percibido y poder distinguir claramente las características de las mismas. Desde esa ventajosa posición, el Río de la Plata fue acercándose hasta una distancia entre dos y tres millas de los otros barcos, sin detener su marcha y sin que, al parecer, fuera advertida su presencia.

Durante el transcurso de ese avistaje aprovecharon para obtener excelentes fotos de todos los barcos, improvisando un teleobjetivo que armaron adaptando el foco de unos binoculares que colocaron delante del lente de la única cámara fotográfica con que contaban a bordo.

Resultó más que interesante y por momentos increíble para los tripulantes del carguero argentino, ver la multiplicidad de tareas que los británicos estaban efectuando. A simple vista un trabajo engorroso donde embarcaciones menores y helicópteros se movían como abejas en una colmena tratando de suplir en el fondeadero la falta de muelles y guinches. Evidentemente la necesidad política de querer mostrar al mundo que estaban prestos a reconquistar “sus islas” sin demora, obligaba a las Fuerzas británicas a completar, lejos de miradas indiscretas, un alistamiento desmesuradamente esforzado.

Sobre la blanca mole del Camberra, evolucionaban varios helicópteros Sea King, portando en sus eslingas, planchas metálicas con el fin de equiparlo con cubiertas de vuelo, emplazándolas entre las pasarelas y las chimeneas, para permitir, que en una se posaran aviones Harrier y en la otra, helicópteros. Para lograrlo habían desplazado algunos mástiles de antenas y colocando puntales en el hueco de una piscina vacía.

Era dable también ver lanchones de desembarco efectuando maniobras junto al anfibio Fearless, desde el cual oían claramente por radio las órdenes de su capitán, Jeremy Larsen.

Mientras tanto, la fragata, Antelope permanecía quieta en una punta del fondeadero, era notable la actividad en torno a los transportes, Sir Galahad, Sir Tristan, Stromnness, Pearleaf y Sir Bedivere, donde los remolcadores de mar, Typhoon y Salvagemen se desplazaban con gran agilidad llevando materiales y personal.

Luego del reconocimiento y siempre a marcha normal, el Río de la Plata fue alejándose del lugar. No había hecho una milla cuando por radio se escuchó una voz de alarma advirtiendo a los buques sobre la presencia de un intruso y requiriendo reducir al mínimo las conversaciones.

El mercante continuó su marcha tratando de aparentar ser ajeno a lo sucedido, pero en pocos minutos tuvo una ingrata visita. Dos helicópteros Sea King, que amenazantes, efectuaron evoluciones a muy baja altura con intención de obligarlo a alejarse del lugar. Durante el tiempo que duró el hostigamiento, desde las aeronaves británicas se tomaban fotografías y se filmaba al buque desde todos los ángulos. Benchetrit, ante la posibilidad de un abordaje por parte de tropas comando, tomó la precaución de colocar todo el material comprometedor en una bolsa lastrada, lista para ser fondeada. Pero ello no fue necesario pues luego de media hora de acoso, los helicópteros se alejaron en dirección a Ascensión.

Pero allí no terminó todo. En medio del silencio radial, se sintió la voz del Comodoro, Clapp, desde el Fearless, requiriendo en forma amable a la Fragata Antelope, que: “si consideraba oportuno, y no interfería en sus trabajos”, saliera a capturar al “stranger ship”. Sin embargo pese al sugerente pedido, desde la nave de guerra, alguien que se identificó como Capitán, Tobin, contestó por radio que “iba a hacer todo lo posible pero iba a demorar más de dos horas en poder salir”.

Se ignora si esta fragata zarpó en persecución del buque argentino, pero a sus tripulantes sorprendió no verla aparecer en el horizonte ya que dada su velocidad de 30 nudos, era factible que lo hubiera podido alcanzar más adelante.

En ese momento tan incierto se recibió, como una ironía del destino, un telegrama de la Empresa ELMA, disponiendo el regreso urgente del Río de la Plata a Montevideo. Lo insólito del caso consistió en observar que dicho cable había sido despachado la noche anterior y por razones técnicas de horario, el radiotelegrafista no lo había recepcionado oportunamente.

De todas maneras ya era tarde para cualquier conjetura y siguieron navegando con un total silencio radial y electrónico para no ser detectados, demorando la transmisión del mensaje a la Empresa paras el día siguiente.

Efectivamente ya asegurados que ningún barco los seguía y calculando que se encontraban lo suficientemente alejados de la conflictiva base, transmitieron la información obtenida a la sede de la empresa ELMA. No bien habían concluido con el contacto telegráfico, cuando fueron sobrevolados por un avión de reconocimiento de la Fuerza Aérea británica, que luego de algunos pasajes rasantes, se alejó rumbo al Oeste hasta perderse de vista. Esta última novedad alcanzaron a comunicarla a Buenos Aires y luego cortaron toda transmisión para continuar la navegación en silencio por más de veinticuatro horas.

Como la falta de noticias preocupó a las autoridades de ELMA, que no recibían respuesta a los llamados, el gerente de la Empresa decidió enviar un radiograma sin clave cifrada, pero cuyo texto estaba redactado en términos lunfardos. El mismo decía “Bencho, picátela al socaire de macacos y domani chamuyame como era el quía que te ojeó. Un abrazo, el Capitán, Radivoj”. Para quienes no están familiarizados con el lunfardo la traducción aproximada sería: “Bencho” (apelativo con que se lo conocía a Benchetrit), andante rápidamente hacia la costa brasileña y mañana háblame de cómo era la persona que te avistó”.

Durante el trayecto al continente, alcanzaron a divisar a unas veinte millas por proa, un buque de guerra que evidentemente se dirigía a Ascensión, pero dada la distancia no llegaron a identificarlo. Presumiendo que el mismo proviniera de la isla brasileña de Trinidad, donde quizá podrían encontrarse otros barcos británicos, pusieron rumbo a la misma. Dicha isla fue reconocida en todo su perímetro a una distancia entre media y una milla, sin que se viera embarcación alguna. Cumpliendo ese trámite, el Río de la Plata hizo puerto primero en Montevideo y luego emprendió rumbo a Buenos Aires, donde el resto del material logrado, grabaciones, fotografías, etc. fueron entregados a ELMA y a través de la misma a la Armada Argentina.

En medio del beneplácito de sus superiores y de los mandos navales, Benchetrit, fue requerido nuevamente por personal de la Armada para cumplir otra misión secreta. El Capitán aceptó, pero los trabajos que necesitaba el barco para estar en condiciones, demoraron su salida y al finalizar los mismos, la contienda terminó y la misión se canceló.

Benchetrit continuó con sus viajes en el Río de la Plata, siempre hacia el norte de Europa. Tres años después del conflicto, se encontraba navegando cerca del Golfo de Vizcaya, cuando atento a la radio alcanzó a escuchar una conversación entre dos barcos ingleses a quienes identificó como ex participantes en la guerra de Malvinas. Sin pensarlo mucho fue a buscar las cintas que había grabado durante el episodio de Ascensión y las puso en el aire a través de la misma frecuencia.

Luego que se oyeron esas voces provenientes de seres que ya no estaban y desde naves que ahora yacían en el fondo del mar, se hizo un profundo silencio. Quizá los marinos británicos jamás hayan podido dar una explicación lógica a esa alucinante experiencia, ni imaginar que un marino argentino, con métodos muy simples, los continuaba sorprendiendo.
En la primer foto el ELMA Rio de la Plata y la segunda el ingenioso zoom para sacar fotos de los buques Britanicos

Asi somos los Argentinos cuando estamos unidos.

lunes, 3 de abril de 2017

Las peripecias del "Río Carcaraná"

Estremecedor relato de un náufrago: "Tenía un miedo infernal"
El oficial de comunicaciones de la Marina Francisco Elizalde vio hundirse el buque que tripulaba. Tras convertirse en un héroe del Ejército, tuvo que volver a su casa como un mendigo
Por Fernando Morales - Infobae



En abril de 1982, Francisco "Pancho" Elizalde era un joven oficial naval de radiocomunicaciones recién egresado. Poco menos de un mes antes, a mediados de marzo, había sido convocado junto a un grupo de colegas para integrar un plantel de operadores de radio en la estación transmisora de la estatal Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA). Sus tareas de rutina consistían en emitir un boletín noticioso diario, que se transmitía en distintos horarios a buques argentinos desparramados en los más remotos lugares del mundo.

En la tarde del 1° de abril algo extraño sucedió: su jefe directo le entregó al grupo de operadores del que formaba parte un mensaje cifrado para ser transmitido. Elizalde cumplió la orden, sin siquiera sospechar que lo que estaba haciendo era dar la noticia del desembarco argentino en Malvinas, algo que comprendió recién al día siguiente, cuando vio las tapas de los diarios. "Yo estaba viviendo en la casa con mis padres, era soltero, cuando voy a levantar el diario veo la recuperación de Malvinas, dije 'ah, era esto'. Y así fue que el 2 de abril me sorprendió y ahí fue que entendí por qué nos habían contratado unos 15 días antes", explicó.



Pocos días después, Elizalde fue comisionado a bordo del buque "Río Carcarañá", un barco que dada su antigüedad no se encontraba operativo, y no tenía siquiera baterías. La tripulación había sido "robada" de distintas unidades y estaba compuesta por hombres al borde de la jubilación y otros recién egresados. Tras una titánica tarea de oficiales y tripulantes, el buque fue puesto en condiciones de navegar y el 23 de abril zarpó desde las actuales instalaciones del Yacht Club Puerto Madero, con Elizalde como primer oficial de radio.

Como tantos otros navíos, el de Elizalde, un buque de la marina mercante, fue utilizado para probar si había submarinos en el círculo de exclusión unilateralmente dispuesto por los ingleses. La nave cumplió en forma exitosa su misión, y descargó en Puerto Argentino la totalidad de los pertrechos que transportaba. "La misión que se nos dice en ese momento era llevar aprovisionamiento para el Sur, y cuando estábamos navegando en el Canal, nos avisan que íbamos a ir a Puerto Argentino. Eso recién se confirma cuando ya estábamos en navegación. La realidad era que, y eso lo supe muchos años después, íbamos a ver la efectividad real o no del bloqueo determinado por los ingleses", relató Elizalde en diálogo con Infobae y añade: "El tema es que cuando vos usás un señuelo, tratás de que el daño sea el menor. Nosotros veníamos cargados de combustible, dos bodegas completas con tambores de 200 litros de combustible liviano, habíamos llevado una batería completa antiaérea que creo que después estuvo no sé si es Cambert, y lleno de explosivos y demás".



El mediodía del domingo 16 de mayo, dos Harrier que previamente habían sobrevolado sobre el buque, lo atacaron. "Le tiraron dos bombas y nos ametrallaron. En mi camarote, que como el camarote de radio está en la misma cubierta de la timonera, se ve que hay 23 impactos del cañón del Harrier. Yo estaba tirado en la cama descansando porque había largado la guardia a las 12, fui a comer y me tiré un rato para descansar porque tenía que volver a tomar guardia a las 4 de la tarde. No sé qué fue lo que pasó, abrí los ojos y me tiré por la escalera mientras había un montón de gente que venía desde la timonera, desde el puente bajando por la escalera y nos juntamos todos en lo que era el centro del buque que era donde nacían las escaleras en estos buques", relata Elizalde.

El abandono debió hacerse con la mitad de las balsas y botes, pues la otra mitad habían sido destrozados por el ametrallamiento de los Harrier. "La idea inicial es vamos, bajamos con los botes, nos vamos a tierra y después vemos cómo nos organizamos y cómo hacemos. Y eso fue lo que se hizo, se llevó todo como para poder hacer supervivencia. Yo tenía un miedo infernal en ese momento, fui el primero que se subió a un bote para poder bajar y soltar los ganchos", recordó. Con la ayuda del buque Forrest, los náufragos fueron llevados hasta Bahía Fox. "El shock es importante. Mientras estás en el buque estás viviendo la vida prácticamente de siempre con un estado de alerta importante pero de todas maneras es la vida de siempre. Pero una vez que está afuera eso es complicado. Creo que el shock más grande fue cuando llegamos a Fox", recuerda el marino.



En Bahía Fox, los náufragos fueron acomodados en un galpón para ovejas, "un galpón semicilíndrico que la chapa llegaba hasta unos 40 o 50 centímetros del suelo, apoyados sobre pilares, con lo cual el aire pasaba con una facilidad importante". El relato de esa noche es desgarrador: "No había luz, no había nada, así que el desconcierto y el desconsuelo era total. Los dos radios éramos de abundante anatomía y en ese momento le dijimos al primer oficial de cubierta, Mario Pedino, que era flaco, 'mira Pedino, entre nosotros dos vos te vas a congelar esta noche" y así estuvimos los tres tapados con frazadas para poder sobrevivir". El día siguiente transcurrió sin noticas sobre el desarrollo de la guerra, en estado de alerta, "con mucho miedo y con mucha desorientación". Sin embargo, al día siguiente, por pedido de los oficiales del Ejército, encontraron una nueva misión: "necesitaba poner unas antenas para ver si nos podíamos comunicar con el continente, con equipos de radio aficionados". "Y ahí cambia mucho para nosotros por el hecho de tener una misión clara", explica.

Los casi 20 días de trabajo de "Pancho" Elizalde con los soldados de Bahía Fox forjaron una unidad que aún se mantiene a punto tal que hasta el presente siente más pertenencia al regimiento en el que sirvió como voluntario que hacia el buque en el que cumplió su tarea reglamentaria. El Ejército lo reconoció con la medalla al mérito por su labor.

Tras ser herido por una esquirla de un cañonazo en la noche del 25 de mayo, el 5 de junio fue evacuado al continente junto al resto de sus compañeros marinos, primero en barco, luego en helicóptero y finalmente un avión de la Armada que lo dejó en el aeropuerto de Ezeiza. No había una banda militar lista para rendirle los honores que merecían: solo dos oficiales de inteligencia naval se aproximaron al contingente. Lo que siguió a esa recepción es aún más estremecedor: "Nos dijeron qué era lo que podíamos decir y lo que no podíamos decir, nos metieron arriba de un micro y nos dijeron que nos dejarían en Retiro o en Constitución. Por suerte convencimos al chofer que nos parara en los distintos lugares que nos quedaban cerca. (…) Me bajé en Puente Saavedra, vestido de verde con una barba de 40 días y una valija recuperada de mi buque, pare un taxi y le dije: 'no tengo plata, ¿me llevás hasta Belgrano?'".



Treinta y cinco años después, Elizalde sostiene que "la postguerra fue mucho más dura que la guerra". Sin embargo, sostiene que "de todo se puede sacar algo bueno": "Yo lo que saco son los hermanos que tengo. Yo soy hijo único pero tengo hermanos que están junto a mí, que son con los que hemos estado bajo fuego y hemos combatido. De todos se saca, de todos se aprende, de todos se ve. Uno aprende que tiene que hacer las cosas en equipo, no hay nada que se pueda resolver solo, hay que resolverlo en conjunto. Y eso es lo que nos falta, que tenemos que aprender a capitalizar y saber que hay muchas cosas que se pueden sacar, que hay mucho más que lo que la gente ha querido esconder de Malvinas. Hablan de los chicos, no hubo chicos, nadie es chico cuando siente el primer disparo que te pasa cerca. Yo no vi gente con miedo, yo vi gente determinada", concluye.

domingo, 3 de agosto de 2014

El espionaje del ELMA Río de la Plata

La misión del ELMA Río de la Plata



El Capitán de Ultramar de la marina mercante argentina  Carlos Benchetrit relata por primera vez su casi suicida misión de espionaje a la flota inglesa concentrada en la isla de Ascensión, días antes de que esa poderosa formación partiera rumbo a los mares del sur argentino.

Benchetrit ha guardado como testimonio de su inolvidable experiencia el radiotelegrama por el cual las autoridades de la Empresa de Líneas Marítimas Argentinas (ELMA), en lunfardo, le ordenaban poner fin con premura su misión de espionaje.

Como es el caso de la arriesgada misión que le correspondió como capitán del buque mercante ELMA “Río de la Plata” (buque en el que navegaría durante once años) en abril de 1982, que consistía en espiar (huérfano de todo apoyo naval o aéreo) a la poderosa Fuerza e Tareas Británica que se estaba concentrando en la “Isla de Ascensión” para caer sobre las fuerzas argentinas en las “Islas Malvinas”.

El Hombre y sus circunstancias

A comienzos de ese crucial mes de abril de 1982, el capitán Benchetrit comandaba el Río de la Plata en un viaje desde Finlandia a Bilbao, que era su última escala de carga antes de emprender el regreso a Buenos Aires. El 5 de abril, navegando en aguas internacionales próximas a la costa inglesa, captó una transmisión de la TV británica que mostraba la partida desde la "Base Naval de Portsmouth" de los portaaviones HMS “Invincible” y HMS “Hermes” en medio de una euforia popular.

Nada le hacía prever, todavía, que iba a tener que estar peligrosamente cerca de las unidades de la Fuerza de Tareas, que entonces observaba cómodamente por televisión. "Esto fue una verdadera coincidencia -relata-, y ocurrió antes de recibir el primer mensaje cifrado desde Buenos Aires. No me había imaginado para nada mi posible participación en el conflicto, no estaba mentalizado en lo más mínimo para verme involucrado en la guerra que se venía."



Buena parte de la formidable flota reunida apresuradamente por los ingleses en nuestra contra, se concentró en la isla de Ascensión, ubicada a más de 3000 millas de las islas Malvinas.

El 19 de abril, dejado atrás el puerto español de Bilbao, el ELMA "Río de la Plata" navegaba plácidamente hacia Buenos Aires. Poco antes de la medianoche, y a la altura de la Isla Do Fogo (en Cabo Verde), las cosas se empezaron a complicar para su capitán. A esa hora, imprevistamente, llegó un telegrama cifrado de ELMA.
"El telegrama decía -cuenta Benchetrit- "Ir a la isla de Ascensión para hacer avistajes".
Debía mantenerme a 12 millas por seguridad y reportar todo lo que veía. Si bien es habitual que en época de guerra se use así a las unidades de la marina mercante, yo pensé por primera vez que nos íbamos a convertir en civiles cometiendo un acto de espionaje.

Se inician las operaciones de Espionaje

El 23 de abril de 1982, tras una marcha a toda máquina, el Río de la Plata llegó frente a la isla de Ascensión alrededor de las 17. Antes pasó frente a un buque de guerra inglés que realizaba prácticas junto con un submarino. Ambos ignoraron al mercante argentino. "Cuando llegamos a Ascensión -relata el marino- no podíamos creer que pudiese existir una concentración de buques de guerra como la que veíamos ante nuestros ojos. Había de todo allí.

Como los barcos ingleses tenían un alcance bastante largo en sus comunicaciones, entramos con el VHF abierto y empezamos a escuchar las conversaciones de barco a barco. Además, colocamos un grabador de cinta ubicado junto a la radio para grabar las conversaciones entre los buques o entre éstos y la isla. En base a ello pudimos saber qué buques zarpaban, qué es lo que hacían, qué intenciones tenían. Todo lo hablaban para nosotros con una libertad absoluta. Claro, ninguno en la escuadra inglesa se imaginaba que alguien pudiera estar escuchándolos. Nosotros estábamos bastante lejos de su visión, mucho antes de llegar a las 12 millas, y sin embargo, ya nos llegaba todo lo que decían."



Pronto, el capitán Benchetrit se había hecho un valiosísimo cuadro de situación sobre los buques reunidos por entonces en Ascensión (que eran cerca de quince). Ya sabía cuáles eran, y hasta el nombre de quienes los mandaban. Luego, incluso, los pudieron observar con binoculares. "La tarea se pudo precisar -agrega el marino- porque en ese viaje contábamos con una ayuda crucial, la de un segundo oficial, Armando Busto, que había sido personal de la marina de guerra y estaba muy familiarizado con los distintos tipos de barcos. Gracias a sus conocimientos, a lo que observábamos con los binoculares, a lo cotejado en el nomenclador y a lo que captábamos de las comunicaciones entre los barcos, pudimos unir bastante bien las piezas del rompecabezas."

Habiendo enviado esa misma noche un mensaje cifrado con los datos reunidos, Benchetrit dirigió su nave hacia Buenos Aires, creyendo, ilusoriamente, que su fugaz misión de espionaje naval había terminado allí. Se equivocaba.

Segunda operación de Espionaje

Tras haber dejado a Ascensión 300 millas atrás, el capitán Benchetrit recibió un nuevo telegrama de ELMA, en el que luego de reconocer lo valioso del espionaje realizado se le ordenaba regresar a la isla para obtener nuevos datos de los buques británicos, y de ser posible, fotografiarlos.

Llegaron a Ascensión por segunda vez al caer la noche, tras disimular la apariencia de la nave cambiando las luces, nuevamente con el VHF abierto y el grabador listo para registrar el menor murmullo proveniente de la Task Force. "Sin perder tiempo inspeccionamos la isla -relata el marino-, pero esta vez bien de cerca, con el barco no totalmente a oscuras (porque los radares del enemigo podían sospechar). Ordené disimular las luces, y modifiqué las posiciones de las de los palos, que son las que dan la sensación de la distancia del buque. Achiqué todas las luces y el resto lo oscurecí totalmente para que pensaran que éramos un pesquero."

Los argentinos hicieron su incursión en las proximidades de la isla y notaron que había mucho movimiento en el aeropuerto, con helicópteros que entraban y salían. Pero los buques estaban todos en silencio. Finalmente se acercaron hasta 3 o 4 millas de las naves inglesas, que fue el momento en que aprovecharon para fotografiar todo lo que pudieron.



"No usamos una Polaroid como se comentó en su momento -aclara el marino-. como no teníamos elementos, apenas unas simples maquinitas, improvisé un teleobjetivo poniendo el objetivo del prismático en el de la cámara. En ese momento ubicamos a la flota inglesa y comenzamos a disparar fotos. Vimos a la fragata HMS "Antelope", a los Buques Transporte de Tropas HMS "Sir Galahad", y HMS "Sir Tristan", entre otros buques. Ahí pudimos ubicar también al enorme Buque de Pasajeros RFA "Canberra", sobrevolado en todo momento por helicópteros "Sea King", hasta que uno de ellos comenzó a sobrevolarnos amenazadoramente a nosotros."

Reacción Británica

Así empezó la oleada de helicópteros que venían hacia nosotros, se quedaban un rato encima y luego se volvían. Yo temía que nos dispararan o nos capturaran. Por las dudas, para que no encontraran ninguna prueba del espionaje realizado, junté todo los papeles, documentos y códigos y los metí en una bolsa, dispuesto a fondearlos en el momento que quisieran abordar el barco.

En medio de estas conjeturas llegó un telegrama cifrado de ELMA con un error en el código. Dispuse no usar la radio. Nos quedamos quietos, y así pasó el tiempo hasta que nos enviaron un nuevo telegrama, en lunfardo, pensando que no habíamos recibido el anterior.
Lo desciframos y decía: "Retírese de inmediato a Montevideo..."
¡Qué ironía!, quedaba suspendida la operación cuando ya la habíamos realizado y teníamos al enemigo encima. El telegrama nos había llegado tarde. Finalmente nos alejamos de la flota como pudimos, navegando siempre con las señales de movimiento electrónico interrumpidas, esperando a cada minuto un ataque.

Conservo una grabación de esos momentos, justo cuando el Comodoro Clapp (desde el Buque de Desembarco Dique HMS Fearless) le pedía al capitán de la Fragat HMS "Antelope" que nos capturara. Hay que oír con qué delicadeza se lo pedía: "Según su criterio, sin interferir en sus planes", le decía, a lo que el comandante del buque mencionado contestaba que "iban a hacer todo lo posible y que dentro de unas horas volverían a comunicarse". Todo eso mientras nosotros escuchábamos y ya nos veíamos ametrallados y camino al fondo del mar. Era una sentencia de muerte suspendida, porque no teníamos ni armamento para defendernos, ni velocidad para esquivarlos. Si nos alcanzaban, estábamos listos", concluye Benchetrit.

En la retirada, siempre con la preocupación por el probable ataque de la fragata inglesa (que nunca se produjo), el ELMA "Río de la Plata" marchó hacia Montevideo y luego rumbo a Buenos Aires. "Cuando nos estábamos relajando con el paso del tiempo -agrega su capitán-, una noche apareció un eco en nuestro radar. Como estábamos muy cerca vimos pasar la sombra de un buque de guerra.
Supongo que iba en dirección a la isla de Ascensión. También pensé en ese momento que podía dirigirse a la isla de Trinidad, al nordeste del Brasil. Tuve la idea de que los ingleses podían haberse metido en esa isla de valor estratégico.
De todos modos, cuando luego pasé por el lugar lo revisé a una milla de distancia y no encontré absolutamente nada. Recuerdo también que al día siguiente un avión de combate inglés nos hizo un vuelo tan rasante que llegué a pensar que iba a chocar con uno de los palos del barco."

Lunfardo en la BBC

Durante toda su misión, el buque argentino había estado en comunicación con el gerente de operaciones de ELMA. Los mensajes llegaban en lunfardo para despistar a los ingleses. Así, por ejemplo, el radiotelegrama del 26 de abril dirigido "al capitán del Río de la Plata" rezaba:

"Bencho picatela al socaire macacos sin demora, mañana chamuyá como era el quía que te ojeó. Un abrazo. RADIVOJ".



"A nosotros lo del lunfardo no nos hacía ninguna gracia -agrega Benchetrit- porque mientras viajábamos desde Finlandia a Bilbao habíamos estado escuchando la BBC, lo que era la mejor forma de enterarnos de las novedades (además era bastante objetiva), y con gran sorpresa descubrimos que uno de sus programas estaba dedicado a dictar nada menos que clases prácticas de lunfardo argentino. Yo esperaba que los de la Task Force no hubieran estado sintonizando el mismo programa."

Finalmente, y sin materializarse ningún ataque al buque argentino, el Río de la Plata, tras detenerse en Montevideo, emprendió rumbo a Buenos Aires, donde entregó todo el material recolectado (fotos, cintas, etc.) a ELMA, que lo pasaría de inmediato a la Armada Argentina.
"Cuando llegamos a Buenos Aires -afirma Benchetrit- recibí el reconocimiiento del departamento de Inteligencia Naval de la Armada por nuestra actuación: un plato con una inscripción y un diploma."
Su raid de espionaje de la escuadra inglesa, por supuesto, no había pasado inadvertido, como lo atestigua un ajado recorte de La Mañana, de Montevideo, del 26 de abril de 1982, que hablaba de un "presunto buque espía de Argentina" refiriéndose específicamente al Río de la Plata.

Aunque los britanicos bloquearon posteriormente  ingreso del capitán a territorio ingles por considerarlo incurso en acciones de guerra.y aunque resulta difícil de creer, Bencherit y su valerosa tripulación jamás fueron reconocidos como VGM por los posteriores gobiernos argentinos hastala actualidad.

Fuente:
La Nacion
Sacado de: www.taringa.net

Esto ha sido reproducido de Conflicto de Malvinas