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jueves, 27 de julio de 2023

Deportes: El golfista Grillo a un inglés: "No te metas con Argentina, pelotudo"

 

Grillo a un inglés: "No te metas con Argentina, pelotudo"

Emiliano Grillo y el Belgrano.

Olé

El chaqueño que acaba de salir 6° en el Abierto Británico se cruzó con alguien que le recordó el hundimiento del crucero General Belgrano en Malvinas.

 

Emiliano Grillo es el mejor golfista argentino de la actualidad. En la semana que pasó, coronada el domingo, obtuvo su mejor resultado en un Major de golf (como los Grand Slams de tenis), el Abierto Británico, en Liverpool, con un destacadísimo sexto puesto.

El chaqueño, además, es el único golfista nacional en actividad que ganó dos torneos del tour de la PGA, el circuito más importante del mundo. El último se lo llevó en mayo, el Charles Schwab de Forth Worth, por el que ganó un millón y medi de dólares y una camioneta.

Por eso no pasa inadvertido en el ambiente de la pelotita, ni siquiera para los fanas que suelen incluir cualquier tipo de comentarios en las redes. Incluso de los agresivos (sí, el golf también es víctima de los haters, aunque los golfistas no defiendan equipos ni colores).

Así le sucedió al argentino este martes, dos días después de su enorme performance en el Royal Liverpool Golf Club de Hoylake, donde quedó, con 278 golpes, a siete del ganador, el estadounidense Brian Harman. El hincha de River fue uno de los que lideró el Open el jueves, en el primer día, con 66 impactos.


Grillo, contento con su sexto puesto en el Open.

A partir de esa jornada, sobre todo, es que un usuario de Twitter le mandó un mensaje que Grillo, evidentemente, no pudo dejar de responder. "Muy bien jugado @GrilloEmiliano y un merecido 6to lugar con Rory McIlroy. Lo respaldé para terminar entre los 12 primeros, pero pensé que caería como el Belgrano después de liderar juntos en el Día 1. #BritishOpen".



El mensaje es de un tal John Campbell, que figura como nacido en Edgeley, un suburbio de Stockport, Gran Manchester, Inglaterra. En su descripción se percibe fanático de las carreras de caballo y el cricket. Y en lo que escribió, la referencia al hundimiento del crucero General Belgrano en la Guerra de las Islas Malvinas en 1982.


Grillo, con el trofeo y la camioneta que ganó en mayo.

Grillo no dejó pasar el mensaje, De hecho, suele contestar a quien lo critica. Y su repuesta fue: "Viendo lo idiota que eres, me encantaría preguntarle a tu madre cuántas veces te dejó caer a propósito. CON ARGENTINA NO TE METAS, PELOTUDO".

Viendo lo idiota que eres, me encantaría preguntarle a tu madre cuántas veces te dejó caer a propósito.

Los comentarios de otros usuarios apoyaron a Grillo, y no solo los que escribieron en español, sino en inglés. Apuntando al mensaje desubicado de ese tal Campbell, y destacando al chaqueño por su muy buen presente golfístico.


Grillo, más del Open.

Hasta ahí llegó Grillo, quien no escribió más. El nuevo 36° del ranking, diestro de 30 años, que oficialmente ganó 19.296.484 dólares de ganancias por torneos, se está preparando para su próximo torneo en la PGA, desde este jueves el 3M Open de Blaine, Minnesota. También jugará el tucumano Augusto Núñez

domingo, 23 de abril de 2023

Traición a la Patria: Mendoza accedió a cambiar el nombre del estadio "Malvinas Argentinas" a pedido de la FIFA

Mendoza accedió ante el pedido de la FIFA y le cambiarán el nombre al Estadio Malvinas Argentinas durante la competencia

 

La FIFA pidió cambiar el nombre de todos los estadios que serán sede del Mundial Sub 20. El Malvinas Argentinas pasará a llamarse Estadio Mendoza.

Redacción MDZ








 
Foto: Prensa Gobierno Mendoza

Mendoza fue confirmada como sede para el Mundial de fútbol Sub 20 al igual que La Plata, Santiago del Estero y San Juan. Una comitiva de la FIFA visitó la provincia de Mendoza hace unos días y pidió modificar el nombre al Estadio Malvinas Argentinas por el Mundial. La provincia accedió y, por ser sede, pasará a llamarse Estadio Mendoza

Fuentes del Gobierno de Mendoza indicaron que se trata de una disposición general que puso la FIFA y todos los estadios que serán sede pasarán a llamarse como la provincia o ciudad. La decisión puede generar polémica a nivel nacional y local al tratarse de un nombre emblemático por el reclamo de soberanía que mantiene el país.



El Malvinas Argentinas pasará a llamarse Estadio Mendoza por el Mundial Sub 20.

El Mundial Sub 20 arrancará el 20 de mayo y terminará el 11 de junio. Argentina será cabeza de serie por ser organizador y compartirá el bombo 1 con Uruguay, Estados Unidos, Francia, Senegal e Italia. El bombo 2 estará integrado por Inglaterra, República de Corea, Nueva Zelanda, Brasil, Ecuador y Colombia. El bolillero 3 lo integrarán Nigeria, Uzbekistán, Japón, Irak, Honduras y Fiyi. Por último, en el 4 estarán Guatemala, República Dominicana, Gambia, Israel, Eslovaquia y Túnez.

El sorteo se realizará este viernes en Zurich, Suiza. Las sedes que se habían postulado para albergar el Mundial y quedaron afuera son Córdoba (Mario Kempes), Salta (Padre Martearena), Chaco (Centenario de Resistencia), San Luis (La Pedrera de Villa Mercedes) y La Rioja (Carlos Augusto Luna).

lunes, 6 de febrero de 2023

Ayuda civil: Las 24 horas de las Malvinas

La noche negra de Cacho Fontana y Pinky: “Las 24 horas de las Malvinas”, donaciones millonarias y lingotes de oro

El sábado 8 de mayo de 1982 se puso en marcha un programa especial para juntar donaciones para el Fondo Patriótico Malvinas. Gente anónima y todos los famosos -desde Maradona, Mirtha Legrand a Moria y Olmedo- dejaron autos de alta gama, cheques, pinturas y joyas para ayudar en la guerra. La “lista negra” en la que entraron los conductores y las sospechas del destino de lo recaudado

Presentación de "Las 24 horas de Malvinas", por Pinky y Cacho Fontana

En los días de los enfrentamientos por las islas Malvinas con el Reino Unido, en la Argentina se dieron tres hechos que manifestaron el solidario respaldo de amplios sectores de la sociedad en favor del gobierno de facto de la Junta Militar. El primero lo marcó la abigarrada concurrencia a la Plaza de Mayo, el 10 de abril de 1982. El segundo fue cuando un importante sector de la clase política, gremial y empresaria salió al exterior a trazar un panegírico acerca de las supuestas intenciones argentinas en la recuperación de las disputadas islas. El tercero resultó “Las 24 horas de las Malvinas” para el Fondo Patriótico Argentino, en donde el estudio mayor de ATC resultó empequeñecido por la notable concurrencia que se presentó a colaborar económicamente con las Fuerzas Armadas.

Aceptando un marco de disenso con el relato, los hechos se dieron de la siguiente manera:

Lidia Elsa “Pinky” Satragno era en 1982, a pesar de su mediana edad, una suerte de Reina Madre de la televisión argentina. Para mayo de ese año llevaba varios lustros en el aire. Era tan emblemática como el Negro Brizuela Méndez, Héctor Coire o Pipo Mancera. Pero muy poca gente conocía que estaba atravesando una terrible enfermedad que le afectaba la piel, desde la barbilla a los talones. El tratamiento era importado y muy riguroso porque la enfermedad era poco común. “Un día, mientras permanecía internada y a oscuras por los fuertes dolores de cabeza que me provocaban los remedios, se abrió la puerta de mi habitación y apareció Jorge “Cacho” Fontana, me recordó muchos años más tarde. Lo habían dejado pasar porque era Fontana, “sino no entraba.” Esto ocurrió:

Fontana: —Pinky, me tenés que ayudar. Me piden que transmita un programa durante 24 horas para levantarle el alma a la sociedad.

Pinky: —¿No ves cómo estoy? No tengo fuerzas.

Fontana: —Si vos no me acompañas yo solo no puedo, te necesito a mi lado.

Pinky estaba internada cuando Cacho Fontana llegó para contarle del programa y decirle "te necesito". Ella pidió una junta médica para que la autorizaran a ir y poder acompañarlo

Ese “te necesito” no era el pedido de un simple amigo sino de alguien más que un amigo, si se tiene en cuenta la columna de chimentos de la televisión que publicó la contratapa de Crónica del 26 de mayo de 1982. Héctor Ricardo García sabía de qué hablaba cuando publicó que “se viene hablando de íntima amistad” entre Pinky y Fontana, “el enfático”, y que “el tiempo explicitará todo”. La conversación no duro demasiado, lo imponía el ambiente y la situación de la paciente. Cuando “Cacho” Fontana se retiro, a los pocos minutos aparecieron Leonardo y Gastón, los hijos de Satragno con Raúl Lavié.

—Mamá ¿qué te piden?, pregunto uno de sus hijos.

—Que haga un programa de 24 horas para los chicos que están en las Malvinas. Contesté que no puedo.

—Mamá: ¿Lo vamos a dejar solo a Mariano? No te olvides que está en las Islas.

Mariano era un gran amigo de Leonardo que había sido destinado con su unidad militar a la zona de guerra. Leonardo Lavié –de la misma promoción—no fue incorporado porque un accidente en su mano derecha, que le afecto los tendones, lo dejo inhabilitado para utilizar armas.

Cuando estaba en el aire, Pinky recién se enteró que el programa tenía la intención de juntar donaciones para el Fondo Patriótico Malvinas Argentinas

Después de esta conversación, Pinky llamó a su médico de cabecera y este formó una junta de médicos. En principio todos se negaron a que participara, pero como la vieron tan entusiasmada aceptaron. Tres días antes de ir al canal le suspendieron todos los remedios. “Tomalo como una licencia”, le dijo el médico jefe. “Te vamos a poner una sala de cuidados en un lugar cercano al estudio de televisión”. Ella lució ropa que tapaban sus brazos y polleras largas. A las 20.30 horas del sábado 8 de mayo se puso en marcha “Las 24 horas de las Malvinas” y duró hasta las 20.30 del domingo, justo en las horas en que el Reino Unido ampliaba la zona de bloqueo alrededor de las islas, con la consecuente protesta argentina en las Naciones Unidas.

Cacho y Pinky abrieron el programa en la calle y desde allí se dirigieron, seguidos por las cámaras, al estudio mayor de Argentina Televisora Color (ATC). Cuando estaba en el aire, Pinky recién se enteró que el programa tenía la intención de juntar donaciones para el Fondo Patriótico Malvinas Argentinas. Junto con los conductores y todos los que se acercaron, el programa se mantuvo durante todo un día y en algunos momentos se transmitió al exterior. Todos colaboraron. Varios fueron los productores: desde Santo Biasatti a Marta Tedeschi, entre tantos.

"Las 24 horas de Malvinas", donaciones anónimas y presentaciones de Susana Giménez, Andrea del Boca

En esas 24 horas, de buena fe, la gente se agolpó en la avenida Figueroa Alcorta y Tagle para donar dinero en efectivo, cheques, oro de todo tipo para ser fundido, obras de arte, piezas históricas (la copa bautismal de Jorge Newbery), joyas y hasta un Mercedes Benz dorado regalado por la rutilante Moria Casán.

Osvaldo Ardiles, Diego Maradona se presentaron ante las cámaras y Daniel Passarella (anunció una donación por parte de la selección de 100 millones de pesos nuevos, un partido y su recaudación). Además, el representante de Maradona, Jorge Cyterszpiler, también entregó otro cheque por 100 millones. La histórica Pierina Dealessi, la actriz que había hecho reír a todo un pueblo (en Fúlmine, por ejemplo), se sacó los aros de su madre y entrego un tapado delante las cámaras.

En esas 24 horas, de buena fe, la gente se agolpó en la avenida Figueroa Alcorta y Tagle para donar dinero en efectivo, cheques, oro de todo tipo para ser fundido, obras de arte, piezas históricas y joyas

Concurrieron desde los más humildes e ignorados a los más conocidos: Mirta Legrand, Amalia Lacroze de Fortabat, Susana Giménez, Edmundo Rivero, Norma Aleandro, Mariano Mores y su hijo Nito, Libertad Lamarque (un prendedor de oro), Carlos Alberto Reutemann, Tito Lectoure, Alberto Olmedo, Carlos Monzón, Graciela Dufau, Amelia Bence, Lolita Torres, Edmundo Sanders, Silvio Soldán (llevó el LP de oro de Carlos Torres Vila), Luis Tasca, Liliana López Foresi, Andrea Del Boca, Jorge Porcel, Santiago Gómez Cou, Tato Bores, Aldo Cammarota, Haydeé “la Chona” Padilla, etc, etc.

Al mismo tiempo, un centenar de telefonistas (muchos actores se ofrecieron para atender) recibían llamados desde el interior ofreciendo donaciones. Anunciado con anticipación, en un momento una banda militar ejecutó el Himno Nacional y se dijo que en las rutas los camineros dejaron de manejar para entonarlo, bajar del vehículo o escucharlo y la gente se agolpó en las plazas. Se podría decir que “el país entero” se detuvo unos minutos.

Cuando el programa terminó, Pinky fue nuevamente internada y se mantuvo tres días sin dormir

Luego, mientras tocaba la Marcha de las Malvinas la fanfarria del Regimiento de Granaderos, y llevaban 13 horas en el aire, el canciller Nicanor Costa Méndez hizo una entrada triunfal en el estudio mayor de ATC, secundado por algunos diplomáticos (Erhart del Campo y Gustavo Figueroa entre otros). Como si las tropas argentinas estuvieran cerca de la victoria: el gran público no sabía realmente lo que ocurría en las Malvinas.

Cuando el programa terminó, Pinky fue nuevamente internada y se mantuvo tres días sin dormir. Por esa experiencia ella pasó meses más tarde (diciembre de 1983) a integrar una suerte de “index” (lista negra) en los canales de televisión. Y tardo varios años más en curar su enfermedad.

Con respecto al Fondo Patriótico, La Nación del 9 de junio de 1982 (página 7), informó que se habían realizado más de 75.000 contribuciones en el Banco de la Nación Argentina sobrepasando los 500.000 millones de pesos, incluidas las contribuciones en joyas y monedas.

El 8 de mayo de 1982, Satragno y Fontana realizaron 24 horas por Malvinas, un programa que buscaba juntar fondos para ayudar a los combatientes. “Fue idea mía, no del gobierno”, aseguró Fontana

El Secretario de Hacienda, Manuel Solanet, hizo un primer informe: hasta ese día se realizaron transferencias por 338.206,3 millones, de los cuales 4.000 millones fueron a la gobernación de las islas Malvinas y 111.402,1 millones de pesos a cada una de las fuerzas armadas.

El 14 de junio, a las 14 horas, mientras se realizaban los últimos enfrentamientos armados en Puerto Argentino, en el salón de remates del Banco Ciudad de Buenos Aires, comenzó el remate de 300 lotes “que incluían objetos de las más variadas especies: ropa, libros, alhajas, pieles, electrodomésticos, platería, juguetes, antigüedades, cuadros, artefactos electrónicos, etc”, relató La Nación del día siguiente en su página 6. Las subastas continuaron todos los días hábiles hasta el 25 de junio y los martilleros fueron Del Río, Herrero, Marano y Vaini. La institución no cobró comisión por las ventas ni percibió el impuesto al valor agregado. Lo más llamativo que se remató esa jornada fue el óleo “Actividad en el puerto” de Benito Quinquela Martín.

Una vez que los cañones se silenciaron en las Islas Malvinas, algunos medios comenzaron a preguntar en voz alta qué destino había tenido todo lo recaudado en el Fondo Patriótico Malvinas Argentinas. Los militares por lo general no sabían explicar nada, dando pie a que muchos se imaginaran que algún general, almirante o brigadier se lo hubiera llevado a su casa. No fue así.

Párrafo final del acta de constatación y recibo de los bienes donados

Una de las actas (hay otras) daba a conocer el destino de las donaciones.

BANCO DE LA NACIÓN ARGENTINA: ACTA DE CONSTATACIÓN Y DE RECIBO DE DINERO.

“En la Ciudad de Buenos Aires Capital de la República Argentina, siendo las 10 horas 45 minutos del día cinco de noviembre de 1982. Yo Teófilo Guillermo Viana Escribano Jefe del Departamento Notarial del Banco de la Nación Argentina me constituí en la Casa de la Moneda sita en la calle Avenida Antártida Argentina Nº 1385 acompañado de los Funcionarios del Banco de la Nación Argentina, señores Alfredo Ángel LOPEZ, (C.I. Nº 2.771.282 P.F.) Sr. Rodolfo PEREZ, (C.I. Nº 2.795.728 P.F.) Sr. Arturo Ángel PAZ (C. I. Nº 3.756.075 P. F.) y Sr. Pedro José GRANDI (c. i. 4.411.964 P. F.) a los efectos de pesar y recibir el oro fundido y refinado proveniente de Donaciones para el Fondo Patriótico Malvinas Argentinas. En dicha Institución somos recibidos por Funcionarios de Casa de la Moneda señores Carlos Oscar ROCO L. E. 4.018.503; Sr. Raúl Armando BARGIOLA (L. E. 4.084.618); Sr. Pedro Simón ANDRADA (L.E. 6.942.964), Sr. Bernabe ASCON (D.N.I. 4.040.757), todos los comparecientes son de estado civil casados de nacionalidad Argentinos mayores y de mi conocimiento. A continuación en sector Laboratorio Químico sito en el segundo piso de dicho edificio se procede al recuento y pesaje del oro que se entrega, operación que se realiza con la presencia de visación de todos los comparecientes y del suscripto y arroja el siguiente resultado: 118 lingotes y una lámina con un peso total de ciento trece kilogramos, novecientos veinticuatro gramos, ocho décimas (118 Kgs. 924 grs., coma décimas) que son recibidos por los señores Alfredo Ángel López, Rodolfo Pérez, Arturo Ángel Paz y Pedro José Grandi, quienes en este acto en nombre y representación del Banco de la Nación Argentina otorgan el mas suficiente recibo procediendo a su embolso y traslado al Departamento del Tesoro de dicho Banco. Se deja constancia que (sigue al dorso). El oro entregado y recibido de denomina “Oro título 999. No siendo para mas dejo levantada esta acta siendo las 17 horas, la que previa lectura que le di firman los comparecientes al igual que el detalle del pesaje que se formaliza por acto separado, de conformidad, acta que se desarrolla en un solo e ininterrumpido acto en el lugar y fecha indicados ut supra.”

El ex Secretario de Hacienda Manuel Solanet dirá en su libro Notas sobre la guerra de Malvinas que hasta el 30 de julio de 1982 el Fondo recolectó 767.483 millones de pesos, equivalentes a 54 millones de dólares. Y observó: “Es mucho si se considera que provino de donaciones privadas. Es poco si se tiene en cuenta que apenas hubiera alcanzado para comprar sólo un avión Mirage con su equipamiento”.



      

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Malvinas y a quién le importa la opinión de los kelpers

Las Malvinas, los isleños y los ex combatientes: crónica íntima desde un campo minado con heridas todavía abiertas

En su libro “Los Días Salvajes”, Marcelo Larraquy reconstruye sus diálogos en las Malvinas con isleños que nacieron después de 1982, pero que la guerra les dejó impregnada su marca, sus miedos y resentimientos. Los recuerdos y reflexiones de los ex soldados argentinos desde sus pozos de combate y la búsqueda de rastros para reconstruir la memoria
"¿Y todavía seguís pensando que las Malvinas son argentinas?", me preguntó un isleño. "La tierra es nuestra, pero vos naciste acá, también tenés tus derechos. Somos hermanos que no nos conocimos", le respondí (EFE)

En 2012 acompañé la visita de ex soldados a las Malvinas. Era un grupo que volvía a las islas después de treinta años de la guerra contra Gran Bretaña. Nos hospedamos en una casona muy confortable de la avenida Ross, algunas cuadras alejadas hacia el este del casco urbano, frente a la bahía. Creo que éramos alrededor de quince o veinte. La mayoría de ellos había servido en la Compañía A del Regimiento 7 de Infantería Mecanizada de La Plata.

Me acuerdo de que el primer día desayunamos en forma abundante dulces, yogures, pan casero, en una mesa larga, y luego salimos a recorrer las laderas de Wireless Ridge, a dos kilómetros de la residencia de gobierno. El lugar estaba debajo del monte Longdon, donde en la madrugada del 12 y 13 de junio de 1982 se definió la batalla.

La ladera era un territorio abierto con un declive no muy pronunciado. Apenas empezaban a caminarla, los ex soldados se detenían a buscar referencias que les permitieran ubicar el que había sido su lugar de combate, los restos del pozo que habían cavado para esperar la guerra. Los impactos de las bombas, como una mancha negra sobre la tierra, cráteres anchos, de más de un metro, se veían con nitidez.

Los pozos eran más difíciles de encontrar, pero una vez localizados, removiendo un poco la tierra, emergían algunos pertrechos de entonces: pilas grandes con las que escuchaban radio, algunos restos de pilotines verdes, hierros oxidados, latas de gaseosas achatadas. Me acuerdo de que en la revisión de la ladera un ex soldado buscaba con su hijo las cartas que había enterrado en una bolsa de plástico, cerca de su pozo, y ahora no podía encontrarlas. El pozo rememoraba la lluvia, la posición anegada por el agua, las bengalas, los bombardeos.

El primer bombardeo lo vivieron el 1° de mayo, con los Sea Harriers que cruzaron el cielo de la ladera en dirección al aeródromo y descargaron sus bombas. Alfredo Rubio, ex soldado, recordaba el paso de los aviones: “El bombardeo nos tomó por sorpresa. Yo no tenía experiencia militar que me preparara para esa situación. Los bombardeos llegaban desde fragatas y aviones. Cuando había bombardeo, se corría un alerta roja y cada uno trataba de buscar algún refugio para protegerse”.

El 25 de mayo de 1982, los 42 hombres del Equipo de Combate "Güemes" formaba para celebrar la Revolución de Mayo en un paraje de las Islas Malvinas durante el conflicto bélico

La Compañía A había padecido su propia tragedia poco antes de que las tropas terrestres británicas se asomaran por la cresta del monte Longdon. Cuatro soldados conscriptos perdieron la vida cuando una mina antitanque detonó sobre el bote de goma en el que remaban, en el río Murrell.

Del otro lado del río había una casa vacía. Sus habitantes habían sido trasladados a Puerto Argentino y algunos soldados solían entrar en busca de la comida que había quedado almacenada. El bote les permitía acortar las distancias y volver rápido a sus posiciones de combate.

Marcelo Postogna tenía un recuerdo vivo de la noche de la tragedia: “Unos días antes vino un grupo de ingenieros y minaron toda la zona para evitar un posible desembarco inglés. Esto activó una mina antitanque. Y fallecieron cuatro. Manuel Zelarrayán, Carlos Hornos, Pedro Vojkovic y Alejandro Vargas, que es el único que identificamos. Fue muy doloroso ir a buscar a nuestros compañeros, y buscarlos por partes”.

Hasta ese momento, Alejandro Vargas era el único del grupo que tenía la tumba con su nombre. Los restos de Zelarrayán, Hornos y Vojkovic fueron reconocidos luego de treinta y seis años en los que permanecieron como “soldado argentino sólo conocido por Dios”.

Aquel primer día en las Malvinas, a la tarde, fuimos al cementerio de Darwin para rendir homenaje a los caídos. “Este viaje es una procesión que uno trae, que lleva dentro de uno, es algo que nos realimenta y nos ubica en el tiempo y espacio, y nos construye como persona”, decía Postogna.

Para mí, todo era nuevo.

Lo primero que se me había revelado en el viaje era que en las Malvinas había gente. Siempre había entendido las islas como un territorio despojado, pero nunca había pensado en los isleños, que fueron viviendo y muriendo en esas tierras a lo largo de varias generaciones.

En el desembarco de San Carlos, las bajas de las fuerzas británicas se estimaron en más de diez y cuatro helicópteros fueron anulados: dos destruidos y dos averiados (Imperial War Museum)

Por la noche salimos a recorrer las calles y entramos en un bar, creo que era Deano’s Bar, pero podría ser otro. Nosotros éramos bastantes y, no sé por qué, en el primer impacto no se generó una buena atmósfera. Apenas comenzábamos a ubicarnos, alguien recomendó que lo mejor sería que nos fuéramos. No sé si hubo algún comentario o una mirada que se estiró demasiado, pero la guerra había dejado una marca, una sensibilidad, que no admitía malos entendidos.

A esa hora todavía no habíamos comido y de casualidad encontramos una pizzería a punto de cerrar que atendía un inmigrante chileno. Logramos encargarle algunas cajas. Retengo una imagen de ese momento: los ex soldados en el cordón de la vereda comiendo pizza en la noche de Malvinas.

A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, la dueña de casa, Arlette, nos presentó a un policía que se había acercado para establecer contacto con el grupo de ex soldados. No recuerdo si la conversación tenía que ver con el hecho de que se habían sentado en el cordón de la vereda o si acaso la visita era por la bandera argentina que había sido exhibida en el cementerio, creo que para una foto. Supongo que la policía local habría evaluado esos dos hechos como “conflictivos”, para decirlo de algún modo, y nos lo hicieron notar.

En ese momento advertí que el grupo era objeto de una vigilancia imperceptible, aunque no estaba en el ánimo de ninguno generar conflictos.

El día siguiente también fue largo. Fuimos hasta el estrecho San Carlos, que separa la isla Soledad de la Gran Malvina, donde los ingleses desembarcaron sus tropas terrestres. El área estaba escasamente protegida. Sólo había cuarenta soldados argentinos para dar aviso temprano. Era la opción menos probable para la Argentina, porque consideraba que San Carlos estaba demasiado alejado de Puerto Argentino.

La logística de guerra británica ocupó el estrecho: destructores, fragatas, buques de asalto, que dieron sostén al desembarco el 21 de mayo de 1982. En la bahía del estrecho encontré al ex soldado Víctor Hugo Romero, que había combatido en San Carlos. “Cuando llegamos había un regimiento de Corrientes -recordaba-. Teníamos muy pocas municiones. Esperábamos que tiraran ellos, cambiábamos de posiciones, pero luego no teníamos dónde replegarnos. Nos rodearon, no había forma de salir. Enfrente estaban los ingleses y de espaldas teníamos el agua. La noche de la rendición la pasamos en un galpón, un esquiladero de ovejas, y a la mañana hubo cese de fuego, entregamos las armas y nos tuvieron prisioneros”.

La resistencia argentina se nutría de un teniente, dos subtenientes y 64 soldados del Regimiento de Infantería 25: eran tiradores más un equipo de apoyo con tan solo 45 días de adiestramiento militar (Imperial War Museum)

Fui con Romero hasta el galpón. Se mantenía exactamente igual que hacía treinta años. Quizá todo estuviera como entonces, y el único cambio se había producido en una pequeña casa, convertida en un museo, que conservaba objetos de guerra.

Después del desembarco en 1982 hubo cuatro días de intensa descarga de fuego argentino que puso en peligro la marcha terrestre británica, sobre todo por la pérdida logística asentada en el estrecho, que los dejaba sin respaldo para los cien kilómetros que debían recorrer hasta Puerto Argentino.

Su próximo objetivo fue la posición argentina en Puerto Darwin y Pradera del Ganso, distantes cinco kilómetros entre sí. En esa guarnición se resguardaban algunos aviones Pucará. En los caseríos se produjo una larga batalla terrestre. Murieron 47 argentinos y 17 británicos, entre ellos el jefe de Segundo Batallón de Paracaidistas (Para 2), el teniente coronel Herbert “H” Jones, en un hecho todavía controversial, tras un aparente “cese de fuego”.

Fue un enfrentamiento infernal, de treinta y seis horas que dieron muestra del heroísmo de la resistencia argentina. El dominio de Darwin y Pradera del Ganso fue clave para el enemigo: las tropas británicas se aseguraron la retaguardia y, con la protección aérea y naval, continuaron el recorrido hacia Puerto Argentino.

Ese mediodía fuimos a almorzar a un pequeño restaurante de Pradera del Ganso. Advertí la tensión en el local apenas nos sentamos para comer el plato del día. Todos nuestros gestos y movimientos fueron sobrios y cuidados. Después supe que el restaurante lo atendía la misma familia que había sido detenida en 1982 por el mando argentino. Y si bien estaban acostumbrados a recibir ex soldados, el recuerdo traumático permanecía vigente.

Me acuerdo que en los días que siguieron busqué isleños para conocer sus experiencias durante la detención y pude dar con una chica que recogió los relatos de su familia. Ella había nacido en 1987. Se llamaba Teslyn Barkman. Conversamos en la redacción del semanario Penguin News, que dirigía John Fowler, y donde trabajaban otras dos personas. Teslyn me contó que sus padres, durante la detención, dormían en colchones, en una sala amplia con un único baño, junto a otros granjeros de lugar.

Entierro soldados argentinos de la Pradera del Ganso

Teslyn formaba parte de un servicio militar voluntario -Falkland Islands Defense Force-, porque quería prepararse para estar en la primera línea de la guerra “en caso de un nuevo ataque”. Me sorprendió su dureza, que contrastaba con su sensibilidad como artista. Creo que era pintora. Teslyn, desde siempre, había estado molesta con el reclamo argentino por la soberanía sobre las islas.

“Éste es mi lugar -me explicó-, yo nací acá y no creo que deba pedir disculpas por eso. Como en la Argentina, muchas personas llegaron de otras partes como inmigrantes y ahora la consideran su hogar, lo mismo sucede para los isleños. Y aunque tengo ciudadanía británica, me considero una simple isleña. No pueden quitarnos nuestro hogar ni intentar hacernos perder la identidad”.

Este tipo de encuentros y otros posteriores me hicieron entender que para los isleños la guerra no había terminado, y todavía conservaban cicatrices y resentimientos. Habían vivido la invasión, porque para ellos fue una invasión. Como si la Segunda Guerra Mundial se hubiera desatado en su propio pueblo. Una dimensión del conflicto que yo no había pensado y que era necesario abordar para entender su complejidad.

Aun con su dureza, podía entender la posición de Teslyn y me sentí más cercano a sus palabras que a las sensaciones que tuve cuando visité la residencia del gobernador inglés, para un cóctel. Ese lugar lo sentí completamente ajeno. Ahí sí sentí que nuestra tierra había sido despojada.

Pero, en el trato personal a los isleños, lo percibía diferente. Recuerdo el contacto con un grupo de jóvenes a la salida de un bar, cuando uno de ellos empezó a insultar por nuestra presencia. Después me explicaron que durante los meses de marzo y abril los isleños son muy sensibles a la llegada que consideran “masiva” de ex soldados y familiares desde el continente.

La batalla en Pradera del Ganso. Fue la primera batalla terrestre que libraron ambos contendientes luego de que las fuerzas británicas desembarcadas consolidaran su cabecera de playa en San Carlos (Ejército Argentino)

La cuestión es que luego de ese incidente verbal, por así llamarlo, acordamos conversar en el lobby de un hotel boutique ubicado frente a la bahía y nos servimos té, casi como una forma de pacificar los ánimos. Ya era de madrugada, y uno de los isleños me preguntó cuánto tiempo llevaba en las islas.

- Dos semanas -respondí-.

- ¿Y todavía seguís pensando que las Malvinas son argentinas?

En ese momento pensé en su cultura, en la forma en que se mueven, en sus horarios, en que casi nunca hay gente en la calle, y respondí:

-La tierra es nuestra, pero vos naciste acá, también tenés tus derechos. Somos hermanos que no nos conocimos.

Sentía que, de cualquier modo, aunque pensáramos diferente, aunque fuéramos distintos, a nosotros nos correspondía seguir defendiendo el contacto. La guerra de Malvinas había roto con cincuenta años de relación entre argentinos del continente e isleños, y quizás ahora harían falta otros cincuenta para restaurar la confianza.

La guerra en la cara

Después de la tragedia de la mina antitanque en el río, la espera en los pozos de la ladera de Wireless Rigde continuó con el asedio diario de ataques aéreos y los cañoneos navales británicos. El radio de observación de cada soldado desde su pozo era de cien metros, doscientos como máximo. Ése era todo su universo durante la guerra. Sabían que el enemigo había desembarcado, pero no sabían dónde. No tenían mapas ni información. Padecían el hambre, la lluvia permanente y, en muchos casos, el maltrato de sus superiores.

Así ocurrió hasta el 11 de junio.

"Los días salvajes: Historias olvidadas de una década crucial 1971-1982" es el libro número 11 de Marcelo Larraquy: fue editado en 2019

Durante ese día, algunos soldados habían escuchado por radio la misa del papa Juan Pablo II en la Basílica de Luján frente a cientos de miles de feligreses. Pero, a la noche, monte Longdon se transformó en un campo de batalla. El fuego naval, la artillería y los misiles antitanque del enemigo se desplegaron sobre su cresta.

La acción masiva de la guerra estallaba en la cara de los soldados por primera vez en sus vidas. “La guerra es un espectáculo visual muy fuerte -describió Postogna-. Explosiones constantes, tiros, millones de balas cruzándose...”.

Cuando les tocó a ellos entrar en acción, después de casi dos meses de espera en el pozo, se revelaron las deficiencias del equipamiento militar. A Juan Bratulich, abastecedor de mortero pesado de la Compañía A del Regimiento 7, el combate le duró pocos disparos: “Teníamos un observador adelantado que nos iba dando la información. A partir del quinto tiro, la placa base del mortero se fue hundiendo y no se pudo seguir disparando. En ese momento empezó a caer la réplica del fuego enemigo, un fuego muy intenso. Los ingleses tenían detectores de calor, sabían desde dónde tirábamos. Entonces nos ordenan sacar los morteros y replegarnos. Cuando estoy cumpliendo esa orden, me explota un proyectil de 81 milímetros en la zona abdominal. Todo el mundo estaba ocupado en ese momento. Pero mis compañeros me trasladaron detrás de una roca y siguieron combatiendo. Me arrastré hasta la posición del jefe del Regimiento. Me evaluaron, me bajaron de la ladera con una camilla. No pensaba si iba a morir, pero estaba asustado por el contexto de la situación”. Bratulich fue operado en la madrugada del 13 de junio en Puerto Argentino y un avión lo trasladó a Comodoro Rivadavia ese mismo día.

Juan Salvucci, del Regimiento 7, también vio los fuegos desde ladera de Wireless Ridge: “Escuché el primer tiro a menos de un kilómetro, vi los fuegos iniciales, se escuchaban los gritos de locura y dolor, los de ellos, los nuestros. Me acuerdo que tenía una tableta de tranquilizantes y me la clavé toda. Me dije: ‘Bueno...’”.

Salvucci había llegado a la guerra con su diploma de arquitecto, pero todavía debía el servicio militar, y el Ejército lo convocó a los 26 años. “Tiraba con un fusil liviano, con uno pesado, con una 9 milímetros. Llegué a envidiar al herido que se iba, mientras yo seguía. Envidiaba al chico que caía, porque yo seguía. En el momento del repliegue, me cruzaba con fuego propio. Sabía que un sargento venía tirando y me la iba a poner... A nadie le gusta rendirse. Desnutrido, con veinticinco kilos menos, me hubiese gustado caer en combate. Vinimos a la guerra con chicos de 18 años que recién salían de sus casas y no sabían manejar un arma, sin experiencia; con militares que estaban acostumbrados a que la hipótesis de conflicto era su propio pueblo, no fronteras afuera. ¿No habíamos perdido antes de venir?”, se preguntaba.

La Batalla del Monte Longdon: las mantas cubren a los muertos de la sección de misiles antitanque MILAN del Regimiento de Paracaidistas del 3er Batallón cerca de la cumbre occidental. La sección de tres hombres sufrió un impacto directo de un cañón antitanque Czekalski de 105 mm disparado por el cabo Manuel Adan Medina (Imperial War Museums)

Las tropas británicas tomaron el monte Longdon. La residencia del gobernador ya les quedaba a tiro de artillería. Después hubo un “tiempo muerto”, durante un día en el que casi no se cruzó fuego. El enemigo se reagrupó, instaló puntos de observación, temía un contraataque argentino. Pero la defensa de la ladera de Wireless Ridge ya estaba debilitada. Muchos soldados advirtieron que sus tenientes y sargentos habían abandonado sus posiciones y bajaron a Puerto Argentino sin dar aviso.

En la noche del 13 de junio, todos los batallones británicos se lanzaron para definir la victoria en la guerra. Avanzaron con tanques de guerra para romper el fuego de las trincheras.

A las dos de la madrugaba nevaba en la ladera. Había soldados argentinos arrastrándose heridos, soldados que bajaban corriendo hacia el valle, protegiéndose entre roca y roca, tratando de no cruzarse con el fuego “amigo” de un FAL.

El cielo estaba cruzado de bengalas.

Alfredo Rubio recordaba las imágenes del final: “Cada uno bajaba como podía. No hubo una organización, nadie que te dijera: ‘Andá para allá’. Era el Titanic que se estaba hundiendo... Esa imagen, para mí, la tuve cuando pasé por una carpa redonda que habíamos apodado ‘El Circo’. Tenía muchas provisiones. Estaba a cargo de un capitán que manejaba la logística del regimiento, uno de los oficiales que se hacía calzar los borceguíes por los soldados y les negaba la comida. En el desbande, nos acercamos a la carpa que recepcionaba los pedidos de ayuda y escuchamos las radios al rojo vivo: ‘Manden refuerzos... tenemos heridos’. Entramos, y estaba vacía, no había nadie, con todos los micrófonos colgando. Ahí me dije: ‘Se acabó. Fuimos’”.

Ninguno de los ex soldados a los que consulté había visto a un general argentino en la batalla. Excepto Juan Salvucci.

Después de la rendición del 14 de junio permaneció prisionero junto a Mario Benjamín Menéndez en la bahía San Carlos, casi cuarenta y cinco días. Nunca entendió por qué, dado que él era un conscripto y Menéndez había sido el gobernador de las islas. Pero estuvieron juntos. Tuvo oportunidad de hablarle.

“Yo fui muy crítico con la conducción de la guerra y Menéndez me respondió: ‘Soldado, usted necesita apoyo psicológico, usted está mal...’. Le dije: ‘Y cómo no voy a estar mal si estuve combatiendo, vi la realidad. Usted estuvo en una casa, yo estuve en una guerra. La guerra no fue su realidad’”.

Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro es “La Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas”. Ed. Sudamericana www.marcelolarraquy.com




miércoles, 19 de enero de 2022

Periodismo: Los medios durante la guerra de Malvinas


Los medios durante la guerra de Malvinas

Universal Medios



¿La guerra es inminente?

Los periódicos argentinos ofrecían a principios del año 1982 indicios de que la guerra era un escenario posible, aunque desde ya no necesariamente el único, que barajaban los militares. Sin abusar de la lectura retrospectiva, resulta sorprendente la cantidad de alusiones en este sentido en varios medios locales, entre ellos, el diario La Prensa. Así, el 17 de enero aparecía en este periódico una nota firmada por el columnista Jesús Iglesias Rouco, quien sostenía que “todo indica que a juicio de las máximas instancias de poder, de la solución que se dé al problema del Beagle, dependerá de la de Malvinas. O viceversa. Repetimos: o viceversa”. Dos días más tarde, en el mismo periódico, su colega Manfred Schönfeld advertía que “la cuestión tiene una simple solución: la de que un día amanezca con el archipiélago reincorporado al territorio nacional, sin explicaciones que haya que dar a nadie (y que, además, no será exigidas, salvo a efecto declamatorios y sin que esa declamación perdure más que un tiempo prudencialmente breve”). El 24 de enero, Rouco volvía sobre el tema ya de manera más explícita: si las negociaciones diplomáticas fracasaban, el periodista se hallaba en condiciones de anunciar que “Buenos Aires [sic] recuperará las Islas por la fuerza”. Incluso arrojaba datos de la operación: “se estima que será relativamente sencilla, en vistas de los escasos pertrechos militares de las Islas […] a Buenos Aires [sic] se le atribuye la determinación de evitar toda efusión de sangre […] Las Malvinas y el Beagle, quizás con bases conjuntas merced a un tratado del Atlántico Sur, se convertirán así en dos de los principales puntales de la estructura defensiva de la región”.

Resulta llamativo que en ningún momento las autoridades militares hayan desmentido este tipo de afirmación; al contrario, en febrero de 1982 el ministro de Defensa Amadeo Frúgoli admitía en el periódico mendocino Los Andes que desde el punto de vista estratégico, “Las Islas Malvinas, por su posición geográfica, serían un punto de apoyo de gran importancia” y el titular argentino en la OEA (Organización de Estados Americanos), Alejandro Ofila, a través del mismo periódico en su edición del 5 de marzo sostenía que “Las Islas Malvinas son argentinas. […] y estoy seguro que no ha de pasar mucho tiempo para que en ese rincón del territorio nacional ondeé la bandera de la Patria”. Tres días antes, el diario La Nación titulaba en tapa como noticia central “Nueva política para Malvinas”, con una bajada que ya dejaba entender que los militares argentinos no descartaban la guerra: el gobierno endureció su actitud al reservarse el derecho de tomar otras medidas si no dieran resultado las reuniones mensuales propuestas para “acelerar verdaderamente” al máximo la negociación. Por estos mismos días, un periódico británico, The Manchester Guardian, registraba el endurecimiento de las posiciones diplomáticas argentinas y aseguraba que Galtieri había dejado entrever que uno de los objetivos políticos de su gobierno era impedir que se cumplan los ciento cincuenta años de ocupación inglesa en las islas.

¿Se pueden interpretar estas notas que aparecían en algunos medios no sólo en el cuerpo de los periódicos, sino también en algunas tapas de los diarios más destacados, como signos inequívocos de una guerra que se avecinaba? Tal vez conviene ser prudentes e incorporar aquí otras variables constitutivas del contexto. El clima de creciente conflictividad social interna contribuía para que la Junta, a través del endurecimiento de sus posiciones diplomáticas, instalara la cuestión Malvinas como un tema central en la agenda política, capaz de generar un enemigo “externo” que pudiera así amortiguar las tensiones “hacia adentro” que se venían incrementando. También, es probable que la función que cumplían estas noticias era presionar aún más a los ingleses bajo la hipótesis de que, instalando la idea de que la guerra era un posibilidad que aparecía en el horizonte de los militares argentinos, aceptarían finalmente negociar la soberanía de las islas.

El litigio en torno de Malvinas se aceleró entre el 19 y el 24 de marzo de 1982, cuando un grupo de tareas encabezado por el hoy ex Capitán de Fragata Alfredo Astiz –responsable del secuestro y desaparición, entre otros casos, de un grupo de activistas de derechos humanos en 1977– izó la bandera argentina en Grytviken, islas Georgias del Sur, lo que provocó el reclamo británico y la movilización de un buque hacia la zona de tensión. En un ejemplo paradigmático de las dos caras de la dictadura militar, el diario La Nación del 23 de marzo titulaba como noticia central de tapa Fue rechazada una protesta británica y, a su lado derecho, Fabricaciones Militares: Estudia privatizar sus empresas. De este modo, el dudoso nacionalismo y la adhesión a la economía de mercado no se mostraban para nada incongruentes con el ideario de la dictadura. Clarín era más cauto con el título del mismo día: Simbólica ocupación de las Georgias del Sur. Quien de ningún modo mostraba esa cautela era el ya mencionado Rouco, que tras los episodios de las Georgias advertía a través de La Prensa: “está llegando la hora de que el régimen, sin dejar de agotar todas las instancias pacíficas, tome las decisiones que las circunstancias impongan […] De otra forma habrá llegado a su fin el ya escasísimo crédito que le queda”, para rematar afirmando que “ninguna vacilación podrá justificarse por la falta de armas o de presupuesto militar, tras los millones de dólares que se gastaron en nuevos equipos durante los últimos años”. El juicio de Rouco es significativo, porque muestra bien, además del cuestionamiento que sufrían los militares en los momentos previos al desembarco, que no sólo grupos de la Marina estaban interesados en el desembarco en las islas: había civiles que, desde lugares de enunciación destacados en la formación de opinión, alentaban pasar a los hechos.

En síntesis, desde principios de 1982, y con mayor intensidad desde marzo, se registran en los medios notas que dejaban entender que la guerra era un horizonte posible para dirimir el conflicto. Estas notas eran funcionales a la dictadura en un doble sentido: instalaban un tema capaz de desviar el foco de atención en torno a la conflictividad interna y pretendían sumar presión a los ingleses, bajo la hipótesis –errónea- de que la amenaza de guerra los obligaría, por fin, a negociar la soberanía de las islas. Aunque funcionales, las notas también daban cuenta de un sector del periodismo que alentaba la opción militar sin medir ninguna de las consecuencias de una decisión de esa índole. La conflictividad interna y la cuestión Malvinas, finalmente, estaban tan ligados en esta coyuntura que no sorprende el título de Crónica el martes 30 de marzo, el día de la primera huelga general contra la dictadura: CGT ratificó el acto; Gobierno lo prohíbe. Más abajo, una foto de Saúl Ubaldini debajo de un cartel que decía: “Las Malvinas son argentinas. CGT”.



La guerra: el relato de los medios

La información durante la guerra de Malvinas no escapó a las condiciones generales de la dictadura. Al severo control de la prensa que existía desde el golpe de Estado se agregaron la censura típica de todo conflicto armado, que comenzó a aplicarse de manera rigurosa el 30 de abril, horas antes del primer ataque británico1. En las Islas, cubrieron la guerra Nicolás Kasanzew de Canal 7, Diego Pérez Andrade y Carlos García Malod, de la agencia estatal Télam y Eduardo Rotondo, que recogió tanto material fotográfico (publicado en la revista Gente) como material filmográfico de importante valor, entre otras razones porque fue el único en registrar en imágenes la rendición argentina el 14 de junio.

Los medios de comunicación cumplieron un rol decisivo en la construcción del relato de la guerra, exacerbando y construyendo con mayor eficacia que la que era capaz de imaginar la dictadura ciertos tópicos dominantes durante los días del conflicto. Veamos algunos de ellos:

La construcción de un enemigo atroz y al mismo tiempo inofensivo. En los medios gráficos aparece una doble construcción de la imagen de los ingleses. Por un lado, son calificados como “piratas” y usurpadores, como muestra la tapa de Crónica que informa la partida de la flota británica hacia las Islas el 5 de abril: “Zarpa la flota inglesa, otra vez a piratear”; asimismo, son tildados de “asesinos”, especialmente por el semanario amarillista Tal Cual, quien en la primera semana del conflicto (8 de abril) publica en tapa la foto de la esposa e hija de Giachino, el capitán de corbeta comprometido con crímenes de lesa humanidad que resultó el primer argentino muerto en las islas. La tapa del semanario atribuye a su hija la siguiente frase: “Los ingleses mataron a mi papá”. Del mismo modo, este semanario se especializará en demonizar la figura de Margaret Thatcher (Tal cual, 28 de mayo, “Más mala que el diablo”), señalizándola como “La señora de la muerte” (Tal cual, 7 de mayo de 1982), intentando demostrar su presunto pasado nazi (Tal cual, 14 de mayo, “La Thatcher peor que Hitler) y marcando su condición cercana a la locura por creerse la “mujer maravilla”. Pero en el mismo momento en que se presentaban así a los ingleses, se subrayaba, especialmente en periódicos procesistas como Convicción, que el británico era un “imperio en decadencia” y por ende inofensivo, subestimándose incluso su poder de fuego, como anuncia la edición Quinta de La Razón (5/4/1982): “Gran Bretaña no podrá hacer un desembarco masivo en las Islas”. Con el hundimiento del Crucero General Belgrano, algunos medios como Convicción (4 de mayo de 1982) subrayaron aún más el carácter asesino de británicos e insistían increíblemente en que los ingleses constituían un enemigo militar de poco rango (“la flota británica se acerca a Malvinas para intentar un ataque desesperado”), aunque la mayoría de los medios, tras el hundimiento del Belgrano, optaron por otro camino: enfatizar no los daños causados por la acción militar británica, sino mostrar que había un alto número de sobrevivientes, al mismo tiempo que ponían el eje en la respuesta militar argentina: el hundimiento del Sheffield.

La propaganda triunfalista. Los medios de comunicación argentinos fueron altamente funcionales a la Junta militar en la creación de un clima triunfalista. Por eso, en ningún momento filtraron noticias que dieran cuenta del carácter adverso de los combates. El ejemplo hiperbólico de esta actitud es la Revista Gente, que con imágenes de la guerra exacerbó el slogan y la publicidad oficial “Argentinos a vencer! Cada uno en lo suyo defendiendo lo nuestro”. En efecto, si la publicidad oficial enviaba ese mensaje impreso sobre un puño cerrado con el pulgar en alto, en medio de un folleto que advertía que Ya estamos ganando!, la revista Gente multiplicaba al infinito ese mensaje y lo encuadraba en el campo de batalla con la tapa del 7 de mayo de 1982, donde con letra bien amplia anunciaba: Estamos ganando. Y todavía más, contra toda evidencia, el 29 de mayo retomaba el slogan para titular: Seguimos ganando. Si la tesitura de Gente condujo al paroxismo la representación triunfalista de la guerra, los demás medios la reprodujeron en escala sólo un poco más modesta. En efecto, el modo de contar la guerra se construyó sobre los comunicados e informes de las Fuerzas Armadas, que destacaban algunos éxitos de la aviación argentina pero no informaban sobre las derrotas en las trincheras. Este modo de informar, que incluso provocó algunos desacuerdos entre los propios militares –Menéndez, otro militar comprometido con crímenes de lesa humanidad que había sido designado gobernador de las islas, pretendía desde mediados de mayo que se comience a ofrecer otro panorama de la guerra a la luz de lo que acontecía en el territorio, para preparar a la población a recibir la noticia de la derrota- se mantuvo intacto hasta la llegada del Papa a la Argentina, el 11 de junio de 1982. Sólo a partir de ese día, pero aún de manera acotada, el lector de periódicos locales podía inferir que la guerra estaba perdida. ¿Hasta qué punto esta perspectiva “triunfalista” de la dictadura, exacerbada por los medios, no era a su vez demandada por sectores de la sociedad que habían adherido, cierto que por diversos motivos, a la empresa militar? El interrogante, difícil de desarrollar aquí, apunta a pensar de qué modo se generaron las condiciones sociales para que esta estrategia de manipulación informativa haya tenido tanta eficacia. Sólo como índice de que efectivamente un grueso importante de la población esperaba este tipo de mensajes, recuperamos el registro televisivo de la protesta –duramente reprimida- que aconteció en Plaza de mayo el día de la rendición, el 14 de junio de 1982. Mientras muchos manifestantes entonaban la consigna “se va a acabar/ se va a acabar/ la dictadura militar” uno de los asistentes, dirigiéndose a los policías que pronto comenzarían a reprimir, repetía una y otra vez: “No se rindan”.

La construcción de la imagen de un pueblo unido y unánimemente convencido de la causa.Pero la intervención decisiva de los medios argentinos durante la guerra residió en construir con enorme eficacia la idea de un único pueblo que deponía por fin sus querellas internas para abrazar una causa común. A través de programas televisivos como 24 horas por Malvinas, pero sobre todo con un manejo impecable de los recursos audiovisuales, muchos medios no sólo legitimaron la guerra sino que, a través de ella, pretendieron legitimar la dictadura militar. Un buen ejemplo lo ofrece La Prensa en un artículo con fecha del 2 de abril del 82, donde se afirma que “esta operación será recordada como el principal logro del régimen militar, junto con su triunfo sobre la subversión”. La unanimidad fue representada de manera especial con la cobertura de la masiva concurrencia a la plaza de Mayo en el mes de abril (el 2 y sobre todo el 10 de ese mes); así, el 3 de abril el diario Clarín publicó una foto emblemática, la que mostraba a Galtieri saludando el día anterior a una plaza colmada desde el balcón de la Casa Rosada (pocos días después circularon las primeras fotografías del desembarco y recuperación de las islas, reforzando la idea de unidad y éxito en la “empresa común”). En la editorial de ese mismo día, Clarín hacía un balance de la jornada que concluía en estos términos ampliamente justificatorios de la dictadura: “Escuchar al pueblo. Tal parece ser la fórmula de la democracia”. En el mismo sentido, la revista Gente utilizaba la imagen de la plaza del 10 de abril para desplegar un extenso epígrafe que decía: “No fueron necesarios comunicados ni varios días para organizarla. Sólo un llamado lanzado el día anterior que bastó para despertar el impulso latente. No fue la manifestación de un sector, no fue la marcha de unos contra otros. Pero sí fue -como tantas otras veces- para pedir algo, aunque algo para todos: que no se vuelva atrás, que la soberanía sea defendida. Este fue el testimonio de un pueblo que volvió a unirse después de mucho tiempo”. La porción de realidad recortada por la revista podría contrastarse con otras narraciones que modificarían el sentido de la imagen y le devolverían su densidad histórica. El día de la foto –el 10 de abril- algunos manifestantes cantaron consignas contra Galtieri y recordaron otras identidades políticas: “Y ya lo ve, y ya lo ve, vinimos el 30 y hoy también”, “se siente, se siente Perón está presente”, “Levadura, levadura, apoyamos las Malvinas pero no la dictadura”, “Malvinas sí, proceso no”, “Galtieri, Galtieri, prestá mucha atención, Malvinas argentinas y el pueblo es de Perón”. Sin embargo, esas voces estaban borradas de la plaza bajo los encuadres de los medios, que de este modo acudían con rápidos reflejos al modo en que previamente habían tratado acontecimientos como el Mundial 1978. Por en efecto, las “Plazas de abril”, bajo el encuadre de “la plaza de todos”, eran una prolongación de aquella “fiesta de todos”, (según el título de la película de Renan) en los años del Mundial.

La difusión de información inexacta. No sólo la guerra se cubrió de manera sesgada, sino que también se proporcionó información que era falsa. Uno de los casos más interesantes en este sentido lo analiza Lucrecia Escudero en Malvinas: el gran relato. Se trata de la “noticia” de que Inglaterra había mandado submarinos nucleares a Malvinas. Comenzando por una nota del 31 de marzo, donde Clarín levantaba cables de agencias extranjeras que anunciaban el envío del submarino nuclear “Superb”, Escudero registra cómo con el paso de los días la noticia va cobrando mayor envergadura, llegando al punto de anunciarse el arribo a la zona de guerra de cuatro submarinos atómicos el 8 de abril. Sin embargo, el 22 de abril Clarín, reconociendo a medias que había conferido entidad a una noticia falsa, cierra el tema publicando que “un submarino que, como ha sido comunicado, habría patrullado el área de las Islas Malvinas, ha sido identificado en Escocia y parecería que nunca estuvo en la zona de guerra del Atlántico Sur. Fuentes del ministerio de Defensa, han afirmado que el submarino Superb de propulsión nuclear, se encontraba ayer de regreso en su base de Faslane, en el estuario de Clyde, desde el viernes”. Un caso similar es el de la “Batalla del Estrecho de San Carlos”, que Convicción y Gente narraron con infografía y minuciosidad, pero que nunca aconteció en esos términos. A la información inexacta se sumó una serie de incongruencias muy severas en la estrategia de información de la dictadura. Por citar un ejemplo, según relata Andrade (el periodista enviado por Telam) en un documental sobre el papel de los medios en Malvinas elaborado por Telesur, en ocasión de un prolongado bombardeo al aeropuerto escribió una nota que cerraba diciendo que, a pesar de la intensa lluvia de bombas, los ingleses no habían acertado en su blanco, la pista de aterrizaje. Tres horas después, desde Buenos Aires le comunicaban que los mandos militares felicitaban al periodista por la nota, porque revelaba el fracaso del operativo militar inglés. Pero una hora después de recibir las felicitaciones, Andrade era expulsado por Menéndez de las islas, precisamente por la nota que había escrito. “¿Qué tenía de malo esa nota?” preguntó Andrade, a lo que Menéndez respondió que, en virtud de esa información, los ingleses volverían a la carga al día siguiente. Anécdotas de este tipo, en síntesis, mostraban bien el desorden y la improvisación militar, también en la circulación de la información de la guerra.

1 El comunicado se titulaba “Pautas a tener en cuenta para el cumplimiento del acta de la junta militar disponiendo el control de la información por cuestiones de seguridad”. Algunas de esas pautas eran: “evitar difundir información que atente contra la unidad nacional; reste credibilidad y/o contradiga la información oficial; destaque neutralismo activo a favor de Gran Bretaña; haga referencia a unidades militares, equipo y/o personal militar sin previa autorización del Estado Mayor Conjunto…”.

Fuente: Telam.

19/04/1982 – “El ministro de Trabajo, brigadier Porcile, recibe una donación de dirigentes sindicales , destinada a solventar gastos de la recupaeración de las Islas Malvinas”.

19/04/1982 – “El ministro de Trabajo, brigadier Porcile, recibe un cheque de mil millones de pesos para solventar gastos de la recupaeración de las Islas Malvinas”

13/04/1982 – “Directivos de la Cámara Argentina de Casas y Agencias de Cambio depositan 2.000 millones de pesos en la cuenta ‘Fondo Patriótico’, abierta a instancias de la entidad.”

29/04/1982 – Dos madres argentinas preparan en la Plaza de la República las madejas de lana con las que tejerán prendas para nuestros soldados. A la derecha, la convocatoria.