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martes, 8 de febrero de 2022

UK: Cómo el partido laborista la cagó con su política exterior

Cómo los asuntos exteriores destruyeron al Partido Laborista británico

Geraint Hughes || War on the Rocks



Corbyn-Trident

Como era de esperar, los comentaristas de War on the Rocks han prestado considerable atención al liderazgo actual del Partido Republicano en el período previo a las elecciones presidenciales. Como británico, me gustaría decir aquí que el Partido Republicano no es la única fuerza política occidental venerable que se enfrenta a un liderazgo inelegible y divisiones internas dañinas, que surgen principalmente de los asuntos externos.

Tras el referéndum del Reino Unido sobre la UE membresía, y el resultado de sorpresa en el que el 52 por ciento votó a favor de abandonar la Unión, gran parte de la atención de los medios británicos e internacionales se ha centrado en la disputa dentro del gobernante Partido Conservador sobre la relación de Gran Bretaña con sus vecinos europeos, sin mencionar el repentino final de David Primer ministro de Cameron. Sin embargo, el laborismo, el principal partido de oposición en el Parlamento británico, también está en desorden. Su líder, Jeremy Corbyn, está luchando por mantener su posición a pesar de perder el apoyo del 80 por ciento de los miembros del parlamento (MP) del partido en la Cámara de los Comunes, todos sus pares en la Cámara de los Lores (la cámara alta), y los diputados laboristas del Parlamento Europeo en Bruselas, que probablemente pronto quedarán desempleados. El papel futuro de Gran Bretaña en el mundo, y en particular la cuestión de cuándo utilizará la fuerza militar, está en el centro de la guerra civil que está teniendo lugar ahora en el Partido Laborista.

En comparación con las consecuencias económicas y la incertidumbre política causada por la votación del Brexit, las tribulaciones laboristas pueden parecer a primera vista una versión del mundo real de La vida de Brian. Sin embargo, podrían contribuir a la "Inglaterra Littler" más insular e introvertida que Anand Menon describió recientemente.

Para comprender la difícil situación laborista, es importante darse cuenta de que se trata de una coalición de fuerzas políticas que en otros países europeos se divide entre partidos centristas y más radicales (el Sozialdemokratische Partei Deutschlands y Die Linke en Alemania, el Partido Socialista Obrero Español y Podemos en Alemania). España y PASOK y Syriza en Grecia).

En términos generales, el Laborismo se compone de las siguientes tres tribus.

El primero está formado por el ala atlantista. En asuntos exteriores, es pro-estadounidense, firmemente comprometido con la OTAN y dura en defensa. La tradición atlantista tuvo sus fundamentos en el gobierno de posguerra de Clement Attlee (1945 a 1951), que ayudó a negociar el Tratado del Atlántico Norte de 1949, estableció el marco de cooperación angloamericana en defensa, inteligencia y seguridad descrito por el -denominada "relación especial" y fundó el programa de armas nucleares de Gran Bretaña. El enfoque del propio Tony Blair sobre la política exterior y de defensa era, en esencia, casi idéntico al de Attlee.

El segundo consiste en los acérrimos enemigos de los atlantistas, la extrema izquierda. Esta agrupación es institucionalmente antiestadounidense, y sus seguidores con frecuencia denuncian al imperialismo estadounidense como una fuerza depredadora y una amenaza para la paz mundial. Por ejemplo, culpa del actual conflicto en Ucrania al expansionismo de la OTAN más que a la agresión rusa. Los parlamentarios laboristas de extrema izquierda y los miembros del partido también son intensamente antiisraelíes, y tal es el alcance de la invectiva dirigida contra Israel que el partido llevó a cabo una investigación interna para abordar las acusaciones de antisemitismo institucional. La extrema izquierda se ha opuesto a todas las campañas militares en las que ha participado Gran Bretaña durante la era de la posguerra y está comprometida con el desarme nuclear unilateral. Sus partidarios también muestran simpatía o tendencia a excusar cualquier estado del sistema internacional que se oponga a Estados Unidos y Occidente. Corbyn es típico de su tipo.

Entre estas dos facciones se encuentra lo que podemos llamar la mayoría de izquierda blanda. La ideología fundadora del laborismo fue descrita como más metodista que marxista. Estaba comprometido con el socialismo evolutivo más que revolucionario en el país y con las causas de la paz y la cooperación internacional en el extranjero. El espíritu central de los laboristas rechaza la realpolitik y la búsqueda de intereses nacionales egoístas, y considera el gasto en las fuerzas armadas del Reino Unido como una desviación de recursos necesarios para el estado del bienestar (en particular el Servicio Nacional de Salud, cuya fundación en 1948 se considera uno de los logros más orgullosos del partido). Los izquierdistas blandos también han tendido a sospechar que los diplomáticos, los cuerpos de oficiales y los servicios de inteligencia de Gran Bretaña son institucionalmente hostiles a su partido. En términos generales, los líderes laboristas (en particular el fundador del partido, Keir Hardie), Harold Wilson, Gordon Brown y Ed Miliband) tienden a provenir de la izquierda blanda.

En el gobierno y en la oposición, los diputados y miembros del partido de izquierda blanda han sido el terreno humano por el que han luchado los atlantistas y la izquierda dura. En materia de política exterior, sus miembros reaccionan a presiones e ideas contrapuestas. Michael Foot, el líder laborista de 1980 a 1983, estaba comprometido con el desarme nuclear unilateral, pero respaldó la Guerra de las Malvinas de 1982. Foot rechazó la opinión de la extrema izquierda que las Malvinas eran una colonia, argumentando fervientemente que Gran Bretaña tenía una causa justa para liberar a sus ciudadanos de los invasores argentinos. También detestaba a la junta militar en Buenos Aires por sus atrocidades contra sus ciudadanos durante la “guerra sucia” de la década de 1970.

Durante la guerra de Kosovo en 1999, los parlamentarios de izquierda blanda respaldaron a Blair a pesar de sus recelos; la afirmación de la extrema izquierda de que una OTAN imperialista estaba intimidando a Serbia fue superada por la realidad de la limpieza étnica llevada a cabo contra la mayoría de la población albanesa. Con el controvertido compromiso de Gran Bretaña en la guerra de Irak (2003 a 2009), el disgusto generalizado por el régimen de Saddam Hussein fue anulado por la hostilidad hacia el presidente George W. Bush y los neoconservadores. Muchos parlamentarios laboristas también estaban preocupados por la legitimidad del cambio de régimen y temían que la invasión de Irak condujera a un sufrimiento humanitario masivo y un choque desastroso entre los mundos occidental e islámico. El conflicto de Irak vio cómo la disidencia con la política exterior de Blair se extendió desde la izquierda dura hasta la izquierda blanda del laborismo, y contribuyó no solo a su renuncia al cargo en mayo de 2007, sino también a su posterior difamación en las filas del partido.

Durante los últimos 75 años, la extrema izquierda en general ha perdido las batallas tanto por el control sobre los laboristas como por el derecho a dictar la política del partido en asuntos exteriores y defensa. La elección de Corbyn como líder del partido en septiembre de 2015 representa una victoria poco común para esta facción. Su nombre fue agregado a la boleta por los parlamentarios que personalmente se opusieron a él, pero creían que necesitaba pararse para "ampliar el debate", y derrotó a los candidatos rivales debido a la movilización de una base de apoyo fuerte entre los nuevos miembros (hinchado, Según sus críticos, por partidarios de grupos de extrema izquierda ajenos al Partido Laborista que han aprovechado la oportunidad para secuestrar el partido. Corbyn ha tratado este mandato como permanente, de ahí su resistencia a los llamamientos a dimitir ante la oposición casi abrumadora de su gobierno. Parlamentarios: incluso después de que dimitiera la mayor parte de su gabinete en la sombra (el gobierno en espera), sigue decidido a aferrarse a su puesto.

El enfoque de Corbyn de los asuntos externos ofrece un buen ejemplo de chovinismo inverso. Está comprometido con el desarme nuclear, y en el debate de los Comunes sobre la disuasión el 18 de julio desafía la política de su propio partido al oponerse al reemplazo de la clase Vanguard de submarinos de misiles balísticos. Es un firme partidario del régimen de Fidel Castro en Cuba y del gobierno bolivariano en Venezuela. También fue presidente del Comité Stop the War, un grupo aparentemente pacifista creado después de los ataques del 11 de septiembre. Su elogio a Hamas y Hezbollah, así como su descripción del asesinato de Osama bin Laden como una "tragedia", han despertado la indignación de los conservadores y la inquietud de los laboristas, y su apoyo anterior al Ejército Republicano Irlandés también ha provocado la hostilidad de gran parte de la prensa británica. Simpatiza con el reclamo de Argentina sobre las Malvinas y, desde su elección como diputado en 1983, se ha opuesto a casi todas las operaciones militares que el Reino Unido ha emprendido desde entonces.

Los partidarios de Corbyn dan mucha importancia a su oposición a la guerra de Irak y su supuesta presciencia sobre el desastroso resultado del conflicto. De hecho, sus opiniones sobre si un conflicto es justo o no dependen no del contexto o de los cálculos del derecho internacional, sino de quién está involucrado. Si Estados Unidos, Gran Bretaña, un aliado de la OTAN o Israel usan la fuerza, automáticamente se equivoca. Corbyn denunció fervientemente las guerras de Irak y Afganistán, y también los enfrentamientos de Israel con Hamas en Gaza. Sin embargo, ha guardado silencio sobre la intervención de Irán y Rusia en la guerra civil siria, o sobre la toma de Crimea por parte de Rusia y su guerra indirecta contra Ucrania. El Comité Alto a la Guerra y su antiguo presidente son muy selectivos a la hora de decidir qué guerras quiere detener.

Las políticas del líder laborista no solo lo hacen inelegible (las encuestas actuales colocan a los laboristas al menos 10 puntos por detrás de los conservadores, a pesar de su dañina división interna entre los campos de "salir" y "permanecer"), sino que también enfurece a la mayoría de sus colegas del partido. Corbyn ha respondido a las críticas implícitas o explícitas de sus pronunciamientos por parte de los ministros en la sombra despidiéndolos. Dado que votó en el Parlamento para desafiar la política del partido en más de 500 ocasiones entre 1983 y 2015, los críticos ven su intolerancia a la disidencia como otra señal de su hipocresía. Su tendencia a apelar a sus seguidores por encima de sus parlamentarios, y a utilizar a los primeros para presionar a los segundos, también ha contribuido a la disputa intramuros del partido.

En retrospectiva, el debate parlamentario sobre Siria en diciembre de 2015 fue una señal de la actual crisis laborista. En respuesta a la propuesta del entonces primer ministro David Cameron para el apoyo británico a los ataques aéreos de la coalición contra el Estado Islámico en Siria, Corbyn no solo declaró su oposición sino que inicialmente declaró que a los parlamentarios laboristas se les negaría el voto libre. Se vio obligado a retractarse de este intento de arreglar la política del partido por parte de colegas enojados, y durante el debate en los Commons el 2 de diciembre, su secretaria de Relaciones Exteriores en la sombra, Hilary Benn, desafió a su líder apoyando la participación del Reino Unido en la campaña aérea contra el Estado Islámico.

La defensa de Benn de la intervención fue aún más sorprendente dado que su padre, Tony, era una figura heroica para la extrema izquierda. De hecho, hace 28 años, Corbyn respaldó el intento del anciano Benn de derrocar al entonces líder laborista, Neil Kinnock. Para algunos parlamentarios laboristas, Siria se había convertido en una repetición de lo que precedió a Irak en febrero de 2003, lo que representa una oportunidad para que el partido borre la mancha en su reputación causada por la guerra y ocupación subsiguientes. Por el contrario, el discurso de Hilary Benn en el Parlamento se centró en las atrocidades que el Estado Islámico había cometido en Irak y Siria, incluidas las masacres de civiles y la imposición de la esclavitud sexual a las mujeres cautivas. Condenó a los miembros del grupo como fascistas de los últimos días, afirmando que el apoyo británico a la lucha contra ellos estaba tan moralmente justificado como el respaldo que los voluntarios internacionales dieron a la República española durante la guerra civil de 1936 a 1939. La intervención de Benn enfatizó la moral así como el fundamento estratégico para luchar contra el Estado Islámico, y la analogía de la guerra civil española en particular, representaron un llamamiento a un aspecto de la tradición de la izquierda británica más comúnmente evocado por los radicales. Por su parte, los partidarios de Corbyn estaban indignados por las comparaciones de Benn entre España en la década de 1930 y Siria ahora.

Sin embargo, es Europa, y el resultado del reciente referéndum, lo que a la larga podría resultar tan fatal para el liderazgo de Corbyn de su propio partido como lo fue para el de Cameron. Los laboristas han sido tradicionalmente cautelosos con la integración europea. En octubre de 1962, el entonces líder Hugh Gaitskell se opuso firmemente al primer intento de Gran Bretaña de unirse a lo que entonces era la Comunidad Económica Europea, y abandonar la Comunidad Económica Europea fue una de las propuestas políticas en el manifiesto electoral de 1983 del partido. Desde finales de la década de 1980, la política laborista hacia Europa ha cambiado fundamentalmente. Ha sido un firme partidario de E.U. membresía, considerándolo como un medio crucial para defender los derechos laborales de su base de apoyo de la clase trabajadora y media baja. Durante la campaña del referéndum, los laboristas se comprometieron oficialmente a permanecer en la Unión Europea, aunque algunos de sus parlamentarios (en particular Frank Field, Dennis Skinner y Gisela Stuart) se alinearon con "Leave". Sin embargo, la extrema izquierda del partido ha mostrado hostilidad hacia la integración europea desde el referéndum de 1975 convocado por Wilson. Los propios pronunciamientos anteriores de Corbyn sugieren que en privado desea abandonar la Unión (http://www.bbc.co.uk/news/uk-politics-eu-referendum-35743994), y fue su comportamiento equívoco durante la campaña del referéndum lo que ha llevado a esta ruptura irreparable con el grueso del partido parlamentario. De hecho, él y su círculo íntimo están acusados ​​de "sabotaje deliberado" de la campaña "Permanecer".

El compromiso de Corbyn con la causa de "Permanecer" se describe mejor como tibio. Las figuras laboristas se han quejado de que los esfuerzos por lograr que el líder del partido reuniera a sus votantes para que rechazaran el Brexit fueron bloqueados por su círculo íntimo. De hecho, las pocas declaraciones públicas de Corbyn para "Remain" ofrecieron un apoyo calificado y a regañadientes a la membresía continua de Gran Bretaña en la Unión Europea, lo que llevó a sus críticos a sospechar que, de hecho, estaba socavando deliberadamente el caso para quedarse. Muchos del 52 por ciento de los británicos que votaron a favor del Brexit provenientes de regiones del Reino Unido (en particular, el norte de Inglaterra, Midlands y el sur de Gales) que tradicionalmente han sido el corazón del laborismo. El disgusto por lo que en el mejor de los casos puede describirse como la incompetencia del líder sobre el referéndum ha sido el catalizador de una revuelta que ha unido a la mayoría de los diputados, incluidos muchos que inicialmente estaban dispuestos a respaldar a Corbyn en aras de la unidad del partido. Tras el despido de Benn como secretario de Relaciones Exteriores en la sombra el 24 de junio, poco después de que se anunciara el resultado del referéndum, Corbyn fue acosado por una serie de renuncias del gabinete en la sombra y un voto de censura aprobado por 172 de 230 parlamentarios.

Aparte de los leales a largo plazo como el canciller en la sombra, John McDonnell, y la secretaria de salud en la sombra, Diane Abbott, Corbyn está aislado dentro del partido parlamentario. En las próximas elecciones de liderazgo, queda por ver si su incapacidad para luchar eficazmente por la continuación de la UE de Gran Bretaña. la membresía afectará su base de apoyo. La elección de Corbyn como líder del partido dependió de un aumento del apoyo de los miembros más jóvenes, similar al que impulsó la carrera de Bernie Sanders por la candidatura demócrata en las primarias presidenciales de Estados Unidos de este año. En general, es el grupo demográfico de 18 a 42 años el que está a favor de permanecer en la Unión Europea.

Los intentos de Corbyn por recuperar el control de su partido también han invocado la política exterior. Después de que el Informe Chilcot fuera publicado el 6 de julio de 2016, declaró su intención de apoyar una moción de los Comunes declarando a Blair culpable de desacato al Parlamento para Parlamentarios engañosos durante el debate de marzo de 2003 sobre Irak. De hecho, Irak se ha convertido en una cuestión casi neurálgica dentro del Partido Laborista, con ex miembros del gobierno de Blair. El ex viceprimer ministro John Prescott y el ex secretario de Relaciones Exteriores Jack Straw expresaron retrospectivamente su pesar por su apoyo a la intervención. Para los partidarios más ávidos de Corbyn, el "golpe" en su contra es una conspiración para desviar la atención hacia Chilcot y socavar los esfuerzos para que Blair sea acusado de crímenes de guerra. El odio entre las alas atlánticas y de extrema izquierda del laborismo no es nada nuevo, pero en formas anteriores, estos últimos nunca han deseado con avidez que un ex líder del partido y primer ministro terminara en el banquillo de los acusados.

Más de un siglo después de su fundación, uno de los partidos de izquierda más antiguos de Occidente está a punto de separarse, y los asuntos externos están en el centro de esta disputa intramuros. Irak estará con toda probabilidad en el centro de la narrativa corbynita, presentando a sus enemigos como los herederos de los traidores de clase y mercenarios de los blairistas que causaron tantos estragos en el pueblo iraquí hace 13 años. A su vez, los propios oponentes de Corbyn castigarán a un líder desastroso que, en el mejor de los casos, se centró en temas de interés marginal para el electorado británico (como la "revolución" bolivariana en Venezuela y el conflicto israelo-palestino) o que repelió a los votantes patriotas, y en lo peor traicionó al partido y su base de apoyo sobre el Brexit.

En lo que respecta a las implicaciones más amplias, la impopularidad electoral de los laboristas bajo su actual líder significa que actualmente es difícil ver cómo Corbyn podría convertirse en primer ministro. Sus perspectivas de sacar a Gran Bretaña de la OTAN y de expulsar a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y la Agencia de Seguridad Nacional de Fairford y Menwith Hill son, por lo tanto, escasas o inexistentes. Sin embargo, la probable desintegración del Partido Laborista, ya sea como resultado de una división interna o la aniquilación electoral en 2020, tendrá implicaciones externas. El Partido Nacional Escocés causó conmoción en las elecciones generales de 2015 cuando se apoderó de todos los escaños parlamentarios del laborismo menos uno. Si bien se comprometió formalmente a llevar una Escocia independiente a la OTAN, exige la retirada de los submarinos y misiles Trident de la Royal Navy de su base en Faslane, y su líder Nicola Sturgeon (que también es el primer ministro de Escocia) ha amenazado con una nueva ejecución de la Referéndum de independencia de 2014 cuando el Reino Unido abandone la Unión Europea.

Mientras tanto, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) está buscando construir su base de apoyo entre los votantes en distritos laboristas anteriormente seguros, calculando que sus preocupaciones sobre la inmigración y los efectos perniciosos de la globalización, pero también su patriotismo residual, ofrece una oportunidad para un Avance electoral del UKIP, particularmente si Corbyn sigue a cargo del Trabajo. La tradicional lucha bidireccional entre el centro-derecha conservador y el centro-izquierda laborista está a punto de ser reemplazada por una lucha electoral entre un partido del establishment, un UKIP nativista e insular y un Partido Nacional Escocés nacionalista y secesionista. La desconexión de Littler England de los asuntos internacionales más amplios bien puede verse exacerbada por el declive laborista hacia las luchas internas y la irrelevancia electoral.

jueves, 17 de junio de 2021

Visiones extremas del conflicto en Argentina

Malvinas. ¿“Gesta”o “aventura absurda”? Dos lecturas que conviene dejar atrás

Las versiones “heroica” o “dictatorial” de la guerra del Atlántico Sur, simplistas y enfrentadas, impiden miradas más complejas de un conflicto que va camino de cumplir 40 años
Rosana Guber || La Nación


El cementerio de Darwin, en las Islas Malvinas, donde yacen los combatientes argentinos, en mayo de 2016 Mauro V. Rizzi

La guerra no declarada entre la Argentina y Gran Bretaña en 1982 debió darnos muchas enseñanzas. En cambio, nos dejó con dos lecturas que, por lo antinómicas, conllevan fuertes dosis de simplificación: “Malvinas como la gesta heroica” vs. “Malvinas como la extensión a las Islas de los campos clandestinos de detención de la última dictadura militar”.

La “heroica” dice que Malvinas fue una guerra internacional por un territorio nacional de soberanía pendiente, reclamado ininterrumpidamente por nuestro país desde su ocupación armada en enero de 1833. Sin negar los errores político-estratégicos de la Junta militar y la derrota ante Gran Bretaña, las fuerzas argentinas, incluyendo a los conscriptos clases 62 y 63, estuvieron a la altura de las circunstancias, llevaron a cabo misiones sumamente exitosas y ofrecieron un frente inesperadamente duro a la segunda potencia de la OTAN. El pueblo argentino defendió una causa justa y respaldó entusiasta la recuperación.

La versión “dictatorial” afirma que, más allá de la justicia de la reivindicación soberana, la guerra de Malvinas fue un recurso de la dictadura genocida para perpetuarse en el poder. Por eso, sus principales contendientes no fueron los argentinos y los británicos, sino los militares y los soldados argentinos. Las Fuerzas Armadas procedieron en el campo de batalla insular de igual modo que en los campos de detención continentales durante el terrorismo de Estado, torturando a sus subalternos (los civiles conscriptos), matándolos de hambre y de frío, huyendo del combate y abandonando a muchachos de 18 años frente a un ejército de profesionales. El pueblo argentino, fiel a la causa anticolonialista, sucumbió al engaño de los dictadores en una guerra absurda y sin posibilidades de vencer.

Quizá pocos se reconozcan en alguna de estas posturas. Las personas no solemos creer que respondemos a esquemas tan cerrados y excluyentes. ¿Quién puede afirmar, a estas alturas, que ningún oficial peleó, o que todos los soldados fueron víctimas inermes de sus superiores e hicieron solos la guerra? Sin embargo, la caracterización que presento aquí no se refiere a lo que cada cual sabe y piensa en su fuero íntimo, sino a lo que decidimos hacer público. Es al participar, ver y escuchar las entrevistas televisadas y radiales, las conferencias académicas y las presentaciones escolares sobre “la gesta” o “la aventura absurda”, cuando buscamos reconocer en las palabras, las preguntas y los gestos, de qué posiciones se trata y cómo posicionarnos ante ellas.


“La posición “dictatorial” se transformó en la versión oficial de la arena pública y, por lo tanto, en la “forma correcta” de hablar y escuchar sobre Malvinas”


Ambos marcos interpretativos se delinearon en los primeros cinco años de la posguerra y al calor del sentimiento antidictatorial de entonces, pero siguieron acompañando, con sus adaptaciones, el proceso político argentino. Cada 2 de abril, los dos renacen y se nutren de un nuevo anecdotario que cada quien utiliza para ratificar sus ideas previas, en lugar de revisarlas, darles flexibilidad y aprender de las evidencias contrarias. No obstante, tal insistencia no resulta de la falta de capacidad intelectual y argumental de quienes los sustentan: la postura “dictatorial” está generosamente distribuida en el periodismo, la academia, la cultura, casi todos los círculos partidarios y unas pocas organizaciones de ex soldados combatientes; la “heroica” se sostiene en la mayoría de los centros de veteranos de guerra que nuclean a los ex soldados, los veteranos profesionales, las Fuerzas Armadas, los familiares de los caídos y un reducido núcleo de intelectuales, académicos y periodistas.

Esta distribución debiera advertirnos, al menos, en dos sentidos. Primero, la posición “dictatorial” se transformó en la versión oficial de la arena pública y, por lo tanto, en la “forma correcta” de hablar y escuchar sobre Malvinas. Segundo, la gran mayoría de los protagonistas argentinos del conflicto bélico quedó del lado “heroico” y, por lo tanto, a la defensiva. Allá por 1982 eran soldados, suboficiales y oficiales; artilleros, helicopteristas, infantes de marina e infantes de Ejército; submarinistas, marineros y maquinistas; pilotos y aviadores; transporteros y cazadores; comunicadores, enfermeros y enfermeras; médicos, armeros, mecánicos y comandos… Casi 40 años después son pocos los que hablan fuera de sus círculos cercanos y confiables, y menos aún los que discuten con la posición contraria en la arena pública. Estas restricciones fueron acompañadas por el generalizado silencio de sus instituciones, las más comprometidas en aquellos sucesos, las que eludieron por largo tiempo el análisis informado, crítico y público de lo ocurrido en el Atlántico Sur. En este devenir, algunos ex soldados fueron abandonando sus verdaderas experiencias y empezaron a acomodarlas a la historia oficial, reportando como malos tratos incluso aquello que fue parte de la innegable crueldad de las guerras, con todo y sus privaciones.

Falsas certezas

Como resultado y siguiendo la lógica con que funcionan las antinomias, la exacerbación de los términos fue dejando menos espacio para las preguntas y las dudas, y transformó a las dos partes en caricaturas de sí mismas. Es que la rápida y obediente adopción de un bando no necesita los matices que vienen de la experiencia.

Dos tipos de profesionales que podrían ayudarnos a conmover tantas certezas, los investigadores sociales y los periodistas, han preferido instalarse en la seguridad de la versión dominante y políticamente correcta. Sin temas nuevos ni cuestiones interesantes, se limitan a repetir la lástima por “los chicos de la guerra”, la perversión de los oficiales y los suboficiales y la borrachera del General. La guerra de Malvinas leída como una cuestión interna de los argentinos acaba sacando a lo que ocurrió en 1982 de su propia época, de la centenaria disputa, de los intereses nordatlánticos, del estado de rebelión interna que afrontaba Margaret Thatcher, del militarismo argentino en un militarismo global y bipolar, y del sentido paradójicamente humano que entraña todo conflicto armado. Nuestra única guerra contra otro Estado nacional en el siglo XX devino, así, en una fábrica de estereotipos negativos y positivos, donde los británicos ocupan el lugar de los verdaderos profesionales con equipamiento apropiado y armamento de última generación. A la rubia Albión no se le trababan los cañones, no incurrió en errores tácticos, no sufrió fuego amigo y sus hombres murieron por casualidad.

“Hay quienes no entienden ni les interesa por qué entre cada 2 de abril y cada 14 de junio recrudecen las conmemoraciones malvineras”

Pero todavía están entre nosotros los argentinos que sí vieron y sí saben qué sucedió en las posiciones, cómo soportaron la humedad de los pozos y el cañoneo naval, cómo fue volar sobre una fragata misilística y cómo fue esperar que un torpedo como el del Belgrano atravesara el mamparo del buque propio. Ellos saben también cómo temían los paracaidistas ingleses que subían por las laderas de Monte Longdon y cómo se desfiguraban de terror y fuego los galeses del Sir Galahad en Bahía Agradable. Y es que son los mismos británicos quienes, pese a su victoria, se siguen sorprendiendo con aquel infante de marina argentino que pedía fuego propio sobre su posición para repeler el avance enemigo; son los tripulantes sobrevivientes del Glamorgan quienes recuerdan cómo les impactó un Exocet lanzado desde un camión en la costa isleña, dos días antes de que todo terminara.

No son anécdotas pintorescas ni casos aislados. Son la consecuencia de mucha instrucción, destreza e ingenio que quedaron a resguardo, en un mar de silencio más parecido a la indiferencia y a la ignorancia que a la empatía, al respeto y a las ganas de saber. Son también la consecuencia de las innumerables decisiones que hubo que tomar en aquella guerra no prevista ni planificada, de las históricas disputas interfuerzas y de una conducción militar que se abroqueló en Puerto Argentino, lejos de las unidades y los frentes de batalla.

La contienda sudatlántica que llamamos “guerra de Malvinas” (y que debería incluir las complejidades de lo ocurrido en Georgias del Sur y Sandwich del Sur) no sólo muestra a los militares de entonces. Hacia los 40 años de 1982, sabemos que Malvinas presenta, con claridad diagnóstica, las maneras tan argentinas que las Fuerzas Armadas tuvieron de hacer las cosas... y de todos nosotros con ellas.

Hay quienes no entienden ni les interesa por qué entre cada 2 de abril y cada 14 de junio recrudecen las conmemoraciones malvineras. Es que estos 74 días son nuestra puerta anual a la reflexión, una invitación a pensar cómo y por qué hace casi 40 años, estuviéramos o no de acuerdo, los argentinos nos fuimos deslizando hacia una guerra de la cual no pudimos, no quisimos o no supimos cómo salir. Malvinas no la hicieron sólo los que fueron, los que estuvieron y los que todavía están. Malvinas la hicimos, desde nuestros diversos grados de responsabilidad, los gremios, la sociedad civil, los partidos, los exiliados, los presos políticos y los comunes, los que ocupaban nuestro Estado y los que tomaron el gobierno.

Conocer y comprender con fundamento y parsimonia es muy distinto que adoptar un bando para pronunciar la rápida condena. La tan mentada apelación a la “memoria” no es siempre un antídoto contra la repetición; a veces es su garantía. Ojalá que el 2 de abril de 2022 podamos convertir a Malvinas en una apuesta al futuro, con mejores preguntas y más sabias respuestas. Ojalá podamos reconocernos en aquella contienda, tan argentina como las islas, tan nuestra como este presente al que, quizá por las mismas razones, tanto nos cuesta entender.

La autora es antropóloga, investigadora del CIS-IDES/Conicet

domingo, 4 de octubre de 2020

Post-Malvinas: La renuncia de Galtieri y el ascenso de Bignone

Reuniones ásperas y final cantado: así sacaron del poder a Galtieri tras Malvinas y llegó Bignone, último presidente de facto

La derrota militar en las islas provocó una crisis en las Fuerzas Armadas. El enfrentamiento dentro del Ejército entre Galtieri y sus subordinados y la decisión de colocar a Bignone en su lugar sin la venia de la Marina y la Fuerza Aérea dio pie para que los partidos políticos, montados sobre un clima social adverso, presionaran por el fin del dictadura. El papel del cardenal Raúl Primatesta y sus consejos al nuevo mandatario

Por Juan Bautista "Tata" Yofre
Infobae




El 14 de junio de 1982 la guarnición argentina de Puerto Argentino capituló ante la superioridad militar británica. El martes 15, a las 22 horas, Leopoldo Fortunato Galtieri habló por cadena nacional: “El combate de Puerto Argentino ha finalizado… los que cayeron están vivos para siempre, pelearon contra la incomprensión, el menosprecio y la soberbia. Enfrentaron con más coraje que armamento la abrumadora superioridad de una potencia apoyada por la tecnología militar de los Estados Unidos de Norteamérica, sorprendentemente enemigos de la Argentina y su pueblo […] No habrá paz definitiva si se vuelve al status colonial”.

La sentencia del radical Raúl Ricardo Alfonsín fue: “Las Fuerzas Armadas no merecen este destino [...] el país no merece este gobierno [...] el gobierno debe irse ya, debe cesar la usurpación del poder y hoy mismo se debe poner en marcha un período de transición civil hacia la democracia”.

Tras pronunciar el discurso, Galtieri se dirigió al edificio Libertador para mantener una reunión con los generales de división. Eran horas de replanteos, de críticas silenciadas por el fragor de la guerra que terminó tras la rendición en Puerto Argentino. Eran momentos de crisis, en especial, dentro del Ejército. Ante la convocatoria del gobierno militar a los partidos políticos para considerar el futuro, los partidos mayoritarios se pronunciaron en contra: “El desarrollismo reclamó un ‘acto higiénico’ para el país”, tituló Clarín el miércoles 16 de junio de 1982. El mismo día, en la intimidad, el radical Juan Carlos Pugliese confesó que la Multipartidaria no aceptó la invitación del ministro del Interior, a pesar de que Carlos Raúl Contín y Arturo Frondizi eran de la opinión de concurrir. La tesis de Pugliese en la reunión previa fue: “Comando derrotado, comando relevado”. Además, los políticos sostenían que no se podía ir “a tomar chocolate con un gobierno que se va, que nos llame la Junta que viene”. Sí concurrieron al Ministerio del Interior los dirigentes de los partidos más afines con la dictadura. Antes de la negativa de la Multipartidaria se realizaron diferentes reuniones entre políticos. Una de ellas, en la casa del ex diputado Ricardo Natale, con la asistencia de los radicales Carlos Contín, Juan Trilla y Horacio Hueyo a la que asistieron los generales retirados Domingo Bussi y Reynaldo Bignone (que funcionaban en tándem, pero con intereses individuales). En la ocasión, los dos militares aconsejaron a los dirigentes no asistir a la cita del gobierno. Hasta que Cristino Nicolaides lo nombró presidente, Reynaldo Bignone tenía una consultora con el general de división (RE) Domingo Bussi en la avenida Corrientes al 400. Consultora es un decir, esperaban concretar algún negocio mientras observaban expectantes el deterioro de Galtieri. Decían que iba a fracasar.

En esas horas el conservador Pablo González Bergez manifestó: “Los que no perdimos el sentido de la realidad teníamos previsto este final de catástrofe desde hace dos meses y medio. El país hace varias décadas que vive en plena irracionalidad, con las consecuencias que todos conocemos.”

Para ganar tiempo, Galtieri citó a un cónclave de generales de división para el 17 de junio con el objeto de resolver si se continuaba o no el enfrentamiento con Inglaterra. De todos los 10 generales presentes, el único que se inclinó por continuar el enfrentamiento fue [Alfredo] Saint Jean. La mayoría de los generales de división expresaron que no se estaba en condiciones de seguir peleando y que había que negociar con Gran Bretaña a través de los Estados Unidos. El general de división José Vaquero, entonces, dijo que así como la semana pasada los 14 generales de brigada del Estado Mayor Especial se habían pronunciado en un dictamen por continuar la guerra, ahora debía solicitarse otro. Seguidamente, Vaquero (jefe del Estado Mayor) le dijo a Galtieri que los generales de brigada con destino en el Estado Mayor deseaban verlo. Galtieri se entrevistó con ellos y éstos le transmitieron la opinión que debía irse, ya que consideran que él era el responsable de la conducción de las operaciones militares y de la situación de vacío de poder que vivía el país. La reunión se inició a la una de la madrugada y terminó a las tres y media. Al terminar la cumbre Galtieri, como no entendiendo lo que había escuchado, les dijo a los generales de brigada: “Para continuar en el mando, yo necesito el respaldo expreso de la fuerza. A mi juicio, es necesario tomar una serie de medidas de trascendencia y, por lo tanto, se requerirá contar con el respaldo unificado de todo el Ejército. Deseo una respuesta en una semana”. Luego relató que “después me voy a dormir. En verdad, antes pasó por la Casa de Gobierno y avisó que “‘mañana vengo al mediodía’. Me dirijo a Campo de Mayo”. Galtieri, pocas horas más tarde, dirá: “Vaquero, a la mañana siguiente, me viene a ver. Me dice: ‘Los generales te piden el retiro del Ejército y la renuncia a la Presidencia’. No sé qué pasó entre la madrugada y el mediodía. Seguro que habrán hablado con algunos retirados.” La primera reacción de Galtieri fue explosiva. Dijo: “Cómo me van a hacer esto a mí…”



Título de tapa de “Clarín” anunciando la deposición de Galtieri.

El 17 se volvieron a reunir los generales de división. Ya se había decidido que Galtieri dejaba la comandancia y la Presidencia de la Nación, por lo tanto había que decidir quién sería comandante entre los cuatro generales más antiguos (Vaquero, Nicolaides, Reston y García) y a quién apoyar para presidente de la Nación. Durante el cónclave, los presentes acordaron dos condiciones para la elección del comandante en jefe. Una, que no hubiera sido miembro del Poder Ejecutivo en las instancias anteriores del Proceso; y que no hubiera tenido relación directa con el conflicto de Malvinas. Los requisitos dejaban fuera de juego a Vaquero (el jefe del Estado Mayor de Galtieri); Llamil Reston (ex ministro de Trabajo de Videla) y Osvaldo Jorge García (jefe del Teatro de Operaciones Malvinas). El general de división Juan Carlos Trimarco, comandante del Cuerpo II, dijo: “Propongo que sea Nicolaides” y nadie presentó ninguna objeción. Seguidamente, los presentes se preguntaron quién iba a ser el presidente de la Nación. Y cuál iba a ser la posición que iba a llevar el Ejército a la próxima reunión de la Junta Militar. En otra reunión, esta vez con los generales de brigada del Estado Mayor, se trató el nombre de quién podía ocupar el Poder Ejecutivo. Vaquero tiró el nombre del general de división (RE) José Rogelio Villarreal, con más cintura política, y recibió una respuesta llamativa del general Whener: “No porque se queda con todo el paquete”.

“¿Y qué quiere? ¿Que se quede Villarreal o Isabel Perón con todo el paquete”, fue la respuesta de Vaquero.

Cristino Nicolaides pertenecía a la promoción 76 del Colegio Militar de la Nación, había egresado como subteniente del arma de Ingenieros en 1947 y recibió las palmas de general de manos de Isabel Perón en 1975. Era el cuarto comandante del Ejército desde 1976. Entre los antecedentes más notables del nuevo comandante en jefe del Ejército, Clarín recordó una conferencia dada en Córdoba el 25 de abril de 1981 en la que afirmó que “debemos pensar que hay una acción comunista-marxista internacional que desde quinientos años antes de Cristo tiene vigencia en el mundo y que gravita en el mundo”. Un filósofo.

En la lluviosa mañana del 18 de junio, bajo un galpón del Regimiento Patricios, el nuevo teniente general Cristino Nicolaides asumió como jefe del Ejército y por la tarde, en el edificio del Congreso, lo hizo como miembro de la Junta Militar. En esta ocasión, Anaya leyó un emotivo discurso de despedida a Galtieri en el que afirmó: “Usted puso de pie a la Nación”. “Las generaciones futuras me juzgarán”, había dicho Galtieri al despedirse del periodismo el ahora ex presidente. El discurso de Anaya irritó al ex presidente de facto teniente general (RE) Alejandro Lanusse. Lo llamó a Nicolaides y lo retó porque el jefe naval “le tira toda la responsabilidad histórica de Malvinas a Galtieri”. Como toda respuesta escuchó: “Déme tiempo”, le dijo Cristino Nicolaides, “recién subo al ring… todo se va a arreglar.”

Una vez asumido, el teniente general Cristino Nicolaides hizo votar a los altos mandos del Ejército sobre quién debía ser el próximo Presidente de la Nación. Antes, dió una lista con los nombres de los “presidenciables”: Reynaldo Benito Bignone, Antonio Domingo Bussi, José Rogelio Villarreal, Eduardo Crespi y Carlos A. Martínez. No había una urna en la que cada uno debía depositar su preferencia anotada en un papelito. Entonces, Nicolaides tomó su gorra e hizo que cada uno depositara su voto. Terminada la recolección de los votos dijo que iba a su despacho a realizar el “escrutinio”. Al poco rato volvió y dijo que por “unanimidad” había sido elegido Bignone, “por lo tanto lo he llamado y ya viene en camino a participar de la reunión”.

-Años más tarde le pregunté a Llamil Reston: ¿Dígame general, usted votó por Bignone?

-No.

-Entonces no hubo “unanimidad”

El martes 22, a las 17.45, la sociedad se enteró que había sido designado Bignone a través de un comunicado del comando en jefe del Ejército y no de la Junta Militar, lo que manifestaba las profundas divergencias entre los comandantes. A pesar de la negativa de la Armada y la Fuerza Aérea, fue impuesto para asumir el 1° de julio hasta el 29 de marzo de 1984, día en que terminaba el mandato de Galtieri. La Nación del día siguiente tituló: El Ejército, al margen de la Junta, designó Presidente al Gral. Bignone. La Armada decidió desvincularse de la conducción del Proceso, en tanto la Fuerza Aérea adoptó una actitud similar aunque especificó que la limitaba al terreno político”.


Título de tapa del “Diario Popular” del 23 de junio de 1982

La noticia fue tomada con escepticismo por la mayoría del arco político. Cuatro de los partidos de la Multipartidaria (radicales, desarrollistas, intransigentes y demócrata cristianos) emitieron una declaración reclamando el retorno a la plena y urgente vigencia de la Constitución y afirmando que “la Nación asiste defraudada y absorta al espectáculo que se brinda desde los estrados del poder”. El peronismo institucionalmente no la firmó, aunque Antonio Cafiero habló de “vacío de poder” y dio “el Proceso por agotado y ya mismo debe ser dado por concluido”.

Hasta el 1° de julio, fecha en que debía asumir, Reynaldo Bignone estableció sus oficinas en dos amplios despachos de la Escuela Superior de Guerra, sobre la avenida Luís María Campos. Allí comenzó a citar a eventuales candidatos. Su secretario privado era el coronel (RE) Alfredo Atozqui. Lo primero que hizo fue convocar a los partidos políticos a una reunión. Se tenía pensado hacerla en un hotel céntrico, pero siguió los consejos del cardenal Raúl Francisco Primatesta. Esta es la historia: Una noche, cerca de las 22, Hugo Franco, un íntimo amigo del cardenal, fue convocado por el coronel Atozqui para dialogar con Bignone. Desde su departamento de la calle Virrey del Pino llegó a la Escuela Superior de Guerra y fue introducido al instante al presidente de facto “electo” por Nicolaides. Bignone buscaba ampliar su base de sustentación –la Junta Militar estaba rota- y un mensaje público de apoyo por parte del cardenal Primatesta era una buena cuota de oxígeno. El mensaje que Franco recibió fue: “Dígale al cardenal que necesito su adhesión a mi futura gestión… todavía estoy en el aire”. Además le pidió que Primatesta sugiriera el nombre del futuro Ministro de Educación.

El invitado de esa noche viajó a Córdoba y habló con el cardenal: “Me pasó esto anoche” y le relató la conversación en el edificio de la avenida Luis María Campos. Desde Córdoba, Primatesta le mandó decir que citara a los jefes de los partidos políticos en “la casa de la democracia”, en el edificio del Congreso de la Nación. También le aconsejó que anunciara el levantamiento de la veda política y un cronograma político que confirmara un camino de salida. El enviado del cardenal le dijo: “Dice el cardenal que ‘su debilidad es su fuerza’.” “Tiene razón”, contestó el presidente de facto “electo”. “Si hace esto en pocos días más lo va a ayudar y hará una declaración pública. Además, le sugiere el nombre de Cayetano Licciardo como Ministro de Educación.”


El cardenal Raúl Primatesta y Hugo Franco en la Plaza San Pedro

La respuesta temerosa de Bignone sobre los consejos del influyente integrante de la Conferencia Episcopal Argentina fue: “Esto no lo va a aceptar Nicolaides, venga y acompáñeme a verlo.” Así fue lo que sucedió. Primero, el enviado habló por teléfono con Primatesta para recibir su plenipotencia y alguna sugerencia más. “Nicolaides y yo nos conocemos, no se olvide que fue comandante del Cuerpo III”, le dijo a su amigo.

Bignone y el representante de Primatesta se encontraron con Nicolaides en el edificio Libertador y la conversación rondó lo deplorable. Después de escuchar el mensaje de Primatesta, el jefe del Ejército respondió:

-”No podemos armar un cronograma, sería una rendición incondicional lo que me pide el cardenal”.

-”Rendición incondicional es lo que hicieron ustedes en Malvinas”, fue la respuesta de Hugo Franco. La cara de Nicolaides se desfiguró, pero no tenía salida. A mitad de julio, durante su homilía dominical en la catedral de Córdoba que se emitía por la televisión y la radio provincial, el cardenal tuvo para con Bignone palabras de aliento, en la que pidió apoyo a su gestión porque se intentaba una salida democrática.

Antes de su reunión con los partidos políticos, Bignone habló con un influyente civil que le aconsejó:

-General, usted es un presidente para la salida, el desemboque, y ese acuerdo con la dirigencia política usted tiene que anunciarlo antes de asumir. Hablar con la dirigencia, decirle que participe. Incluso, en bien de su futura gestión, si es necesario suspenda por unas horas su asunción. El civil observó que Bignone casi se descompone. Quería asumir cuanto antes.

-Bignone: No, asumo el martes. No tengo tiempo. El lunes debo pensar unas palabras y el martes cepillar el traje, lavarme los dientes y peinarme.

-Que tenga suerte, general.

El jueves 24 de junio, Bignone se reunió con los presidentes de trece partidos políticos (los conservadores populares no asistieron) en el Salón de Lectura del Senado. “No vine a solicitar apoyo; vine a hablar muy claro”, dijo Bignone antes de comenzar el diálogo. Seguidamente ratificó el compromiso de institucionalizar el país no después de marzo de 1984 y se comprometió a levantar la veda política y fijar un estatuto de los partidos políticos cuando asumiera el 1º de julio. Negando todo su pasado, dijo que no es “videlista, ni violista, ni nada”. A diferencia de otros candidatos, él era la nada.

Desde la otra punta del arco político, Emilio Hardoy dijo durante un acto del Encuentro Nacional Republicano: “Ahora están reunidos con Bignone los que llevaron al país al borde de la disolución nacional.” Raúl Alfonsín (que no asistió al encuentro con el futuro presidente) manifestó que “después de proclamar durante dos meses la unidad de los argentinos, las Fuerzas Armadas se dividen incapaces de asumir solidariamente la responsabilidad de todos estos años. Es demasiado para esperar pasivamente las elecciones.”

 
Raynaldo Bignone, último presidente de facto

El 1° de julio, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, no en el edificio del Congreso como había ocurrido con los anteriores mandatarios del Proceso, sin el respaldo de la Armada y la Fuerza Aérea, asumió el general de división (RE) Reynaldo Benito Bignone, el último presidente del régimen militar. Salvo el ministro del Interior, Llamil Reston, todos los ministros fueron civiles.

Bignone recibió la herencia del Proceso sin beneficio de inventario. Tras la caída de Puerto Argentino, buscó ser Presidente. A pesar de reflejar “la nada” había sido dentro del régimen un protagonista más que importante: secretario general del Ejército y comandante de Institutos Militares hasta que pasó a retiro en diciembre de 1981. Debió enfrentar la hora del “destape”, cuando la sociedad, tras las revelaciones largamente acalladas en los medios de comunicación, comenzó a tomar conciencia de cómo se había terminado con el fenómeno terrorista en la Argentina.

Durante su gestión llevó el país como pudo hacia la institucionalización. Fue, casi, en medio del desbande. Hacia octubre de 1982 logró que las FFAA volvieran a cohesionarse, por lo menos bajo la apariencia de la Junta Militar con el ingreso del almirante Rubén Franco y el brigadier Augusto Hughes. Sobrellevó todos los inconvenientes, hasta los atisbos de interrupción del proceso hacia la democracia que sólo se abrió tras la caída de Puerto Argentino: desde las conspiraciones del general Juan Carlos Trimarco y del propio Nicolaides (que pensaba llevar a Domingo Cavallo como ministro de Economía) hasta la crisis de los generales de brigada. Pero no había más margen para otras experiencias castrenses. La Multipartidaria, con el paso de los meses, entendió los peligros que lo acechaban y, en enero de 1983, lo apoyó.

Si bien las FFAA hablaron de marcharse del poder el 29 de marzo de 1984 –esa fue la fecha que le impusieron sus mandantes al nuevo presidente- con el tiempo tuvieron que acortar su mandato. La sociedad no soportaba más y los políticos no querían acordar con quienes habían fracasado. Ganó Raúl Ricardo Alfonsín, el 30 octubre de 1983, porque la gente entendió que era el que menos manifestaba una “continuidad”. El peronismo no pudo, o no supo hacerlo, y los rumores de un “pacto militar-sindical”, además de ciertos, estuvieron siempre presentes en la campaña electoral de 1983.

martes, 17 de marzo de 2020

Las negociaciones por un leasing de las islas hasta Febrero de 1982

¿Gran Bretaña pudo haber evitado la guerra de Malvinas con su propuesta de “leaseback”? 
En 1979 el Foreign Office pensó en impulsar un acuerdo con Argentina: devolver la soberanía de las islas a cambio de un arrendamiento de 99 años. Hubo negociaciones secretas, se habló con la Cámara de los Comunes y con los isleños, y la última reunión sucedió a sólo dos meses del 2 de abril de 1982 

Por Gabriela Esquivada || Infobae



Hundimiento del Sheffield durante la guerra de Malvinas el 4 de mayo 1982

Grace Livingstone, profesora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge, realizó una investigación que incluyó documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores británico que acaban de ser abiertos, además de numerosas entrevistas originales, para analizar qué causó que Margaret Thatcher, luego de haber mantenido relaciones buenas y estrechas con la dictadura, se despertara casi de sorpresa con la operación militar argentina de reclamo de las islas Malvinas el 2 de abril de 1982.

Entre los materiales que encontró en los Archivos Nacionales, que dieron origen a su libro Gran Bretaña y las dictaduras de Argentina y Chile, 1973-1982, Livingstone halló pruebas de las buenas relaciones comerciales entre los países, que entre otras cosas pertrecharon a las fuerzas armadas de la dictadura con las armas que se usarían contra los ingleses en el Atlántico Sur: luego de Estados Unidos, el Reino Unido fue el segundo mayor proveedor de material bélico.

Pero también encontró que “la victoria de Margaret Thatcher en la guerra de Malvinas eclipsó los errores de las políticas que precedieron a la invasión”. El mayor de los cuales, cree, fue el fracaso de la propuesta de leaseback: la cesión de la soberanía de las islas a Argentina a cambio del arrendamiento a la corona por 99 años.

El libro analiza los intereses económicos y estratégicos de Gran Bretaña en las islas para evaluar si afectaron la posición del país en las negociaciones con Argentina previas a la guerra. Los estudios británicos anteriores desestimaron esa idea, mientras que los argentinos la subrayaron.

“Los materiales de archivo muestran que mientras las empresas petroleras favorecieron un acuerdo con Argentina durante los ‘70s, el Departamento de Energía aconsejó precaución durante los años de Thatcher, al preocuparse porque la posibilidad de un leaseback podría no dar a las compañías petroleras británicas o al erario público una cantidad suficiente de la riqueza petrolera”, explicó. “Mientras que la preocupación de los parlamentarios por el destino de los isleños fue la razón principal por la cual los políticos se resistieron a ceder la soberanía de las islas, no habría que descartar los intereses económicos y estratégicos británicos al analizar los hechos que condujeron al conflicto de las Malvinas”.

El peso de los intereses petroleros

En muchas ocasiones los historiadores sugirieron que el cuerpo de diplomáticos de carrera en el Ministerio de Asuntos Exteriores (Foreign Office, FCO) impulsó, inclusive a espaldas de los políticos elegidos, un tratado con Argentina; inclusive Thatcher llegó a criticar la ”flexibilidad de principios”, recordó Livingstone. Sin embargo, su investigación mostró que “Thatcher y sus ministros aprobaron el leaseback, aunque no sin resistirse”.

 
Margaret Thatcher en 1983 (Mandatory Credit: Photo by Ponopresse/Shutterstock)

La situación económica no era sencilla. El “costo prohibitivo de defender las islas contra una potencial agresión económica o militar argentina” era la razón principal por la cual la primera ministra y su equipo no querían escuchar hablar sobre el tema. “Un memo del secretario de Asuntos Exteriores, Lord Carrington, de finales de 1979, advirtió que si Gran Bretaña se negaba a negociar las islas podrían sufrir un bloqueo o incluso ser invadidas. Pero también argumentó que si no se lograba un acuerdo con Argentina las islas podrían caer en la decadencia económica, el comercio británico con Argentina se vería afectado y sería imposible explotar los recursos económicos (principalmente petróleo y pesca) del Atlántico Sur”.

El tema se podía extender también a la pérdida de contratos de defensa y nucleares. Por ejemplo, citó, Lord Nelson, a cargo de GEC, se reunió en julio de 1979 con el titular de la fuerza aérea argentina y recibió más sinceridad de la que esperaba: “Gran Bretaña nunca ganará contratos grandes en Argentina excepto que se hagan avances sobre las islas Malvinas”.

Pero el petróleo no alcanzaba para resolver la cuestión con los argentinos: el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Cavandoli, rechazó la propuesta del FCO de una exploración conjunta: sólo la consideraría como parte de un acuerdo de soberanía.

Así Thatcher y los miembros del Comité de Defensa y Política Exterior (DOP) de su gabinete aceptaron, en julio de 1980, que se comenzarían “discusiones exploratorias de una solución que podría incluir ‘la cesión de la soberanía y arreglos simultáneos de un leaseback’”.

Leaseback: meses de negociación secreta

En septiembre de 1979, Lord Carrington había recomendado la cesión de soberanía seguida del arrendamiento como “la mejor opción”; en enero de 1980, el DOP del gabinete de Thatcher había acordado buscar “el acuerdo de los isleños para comenzar conversaciones con Argentina”. Con ese aval, en abril de 1980 Nicholas Ridley había mantenido conversaciones exploratorias con los isleños y con los argentinos.

Para entonces el interés en la explotación del petróleo en las islas, que había sido enorme durante los ‘70s, había disminuido. Tanto BP como Shell y Esso estimaban que las mayores reservas estaban cerca de la costa argentina; para explotar el resto habría que esperar entre 10 y 15 años a que estuviera disponible la tecnología que lo hiciera viable. En el Departamento de Energía pensaban que retener la soberanía era, por lo tanto, mejor idea. “Tenemos que ser muy cuidados sobre adoptar un curso que podría hacer que las empresas petroleras británica perdieran una posición favorable que de otro modo habrían tenido”, escribió su titular, David Howell.

 
(Archivo DEF)

Y si bien “al comienzo Thatcher estaba preocupada por el principio político de transferir la soberanía a Argentina, y escribió notas irritadas al borrador de Carrington, rechazando la idea”, meses más tarde “se convenció del caso” y gestionó la autorización del gabinete para que Nicholas Ridley mantuviera conversaciones secretas con Cavandoli.

Así fue como “en septiembre le propuso la idea de transferir la soberanía de las islas y una zona de exclusión de 200 millas a Argentina, que le serían rentadas a Gran Bretaña”. El argentino aceptó la idea pero propuso un límite de 24 años al arrendamiento, bastante menos que los 250 que le había propuesto Ridley pensando en negociar hasta 99.

Robin Fearn, titular del Departamento de América del Sur del FCO, estableció los objetivos que debería plantearse el acuerdo: “Nos dan el máximo tratamiento preferencial posible para las empresas británicas a la hora de emitir licencias; se usan equipos británicos tanto como sea posible; una parte del petróleo es para el Reino Unido; el gobierno de las islas Falklands obtiene una porción adecuada del producto consistente con sus necesidades de desarrollo y su capacidad de absorción; se debería reducir al mínimo el impacto que el desarrollo vinculado al petróleo pueda tener en el estilo de vida tradicional de los isleños; los argentinos no se deberían beneficiar en mayor medida que nuestra parte”.

Rebelión de la Cámara de los Comunes

Al Departamento de Energía británico no lo convenció ese planteo: ¿quedaba el lecho continental de las islas comprendido en el leaseback? “Semejante cesión de soberanía sin dudas haría más difícil un régimen petrolero que asegure el control del gobierno de su majestad sobre esos derechos”. En consonancia, las grandes petroleras “se convirtieron en un freno suave para el proceso”.

Pero lo más grave sucedió cuando el 2 de diciembre, al presentar la opción ante la Cámara de los Comunes, cuando el gobierno de Thatcher enfrentó una oposición total, tanto de laboristas como de conservadores: “Los miembros del Parlamento (MP) de todos los partidos reaccionaron con horror”, escribió Livingstone.

Para entonces Thatcher veía el arrendamiento como “probablemente la única manera de salir del impasse presente”, según dijo en una reunión del DOP. “Si no fuera por el poder de Argentina para perturbar la vida en las Falklands” y “por la dificultad y los costos de mantener una defensa efectiva y sostener el desarrollo económico de las islas” el gobierno “no estaría justificado a ceder la soberanía”. Pero esos factores existían.

 
Secuelas de la guerra: la costa de Malvinas y un cartel que advierte de la posible presencia de minas antipersona

“Parecería probable que, al fin de cuentas, dado lo sombrío de su situación actual, la mayoría de los isleños estaría preparada para apoyar las negociaciones con Argentina en las líneas propuestas, reconociendo que, mientras que el gobierno no daría marcha atrás en su compromiso de defenderlos, no tiene la posibilidad de ofrecer formas alternativas de mejorar su posición”, citó Livingstone a la primera ministra.

Sin embargo, ningún argumento evitó que los MP “asesinaran” —como dijo Thatcher— el leaseback.

Ya estaban acordadas las conversaciones entre Ridley, dos representantes de las islas y funcionarios argentinos, así que se realizaron, casi sin consecuencia, en febrero de 1981 en Nueva York. Stuart Wallace, concejal de las islas, no se dejó impresionar por las ventajas que los argentinos ofrecieron en caso de que se transfiriera la soberanía: los isleños, argumentó, “están principalmente preocupados por la estructura de su modo de vida: eso va antes de cualquier beneficio económico”. Esa sería otra línea que reforzaría el fracaso del gobierno: algunos políticos tomaron esas palabras para denunciar a Thatcher por la “entrega” de los isleños.

El valor estratégico durante la Guerra Fría

“Alguna vez las islas Malvinas pueden haber tenido valor militar estratégico para Gran Bretaña, cuando era un poder global, pero luego de 1945 el país aceptó que el Atlántico Sur era parte de la esfera de influencia de los Estados Unidos”, recordó Livingstone. “Los líderes militares británicos argumentaron que no había intereses británicos de defensa separados en el Atlántico sur, y que las fuerzas del Reino Unido debían concentrarse en el área de responsabilidad de la [Organización del Tratado del Atlántico Norte] OTAN”.

El gobierno de Ronald Reagan llegó a considerar “la creación de una Organización del Tratado del Atlántico Sur”, una OTAS que incluyera las dictaduras de Argentina, Brasil y Uruguay además de Sudáfrica, para contrarrestar la influencia soviética

Pero cuando en la década del 70 la OTAN comenzó “a preocuparse cada vez más por la creciente presencia soviética en el Atlántico Sur, a medida que aumentaban los buques navales y pesqueros soviéticos y la Unión Soviética fortalecía sus lazos económicos con Argentina, Brasil y otros países del Cono Sur”, la situación cambió. Pero, de nuevo, era territorio americano: la respuesta quedó en manos de los Estados Unidos, “que trató de construir una alianza anti comunista con las dictaduras de Argentina, Brasil y Chile”. El gobierno de Ronald Reagan, agregó el libro, llegó a considerar “la creación de una Organización del Tratado del Atlántico Sur”, una OTAS que incluyera las dictaduras de Argentina, Brasil y Uruguay además de Sudáfrica. “Gran Bretaña aceptó que construir una alianza antisoviética en el Atlántico Sur era una necesidad”.

 
Más allá de su retórica anticomunista, la dictadura argentina mantuvo excelentes relaciones con Moscú, La Habana y todo el bloque soviético (FOTO NA)

En ese contexto algunos críticos del leaseback argumentaron que ceder la soberanía iba en contra de los esfuerzos de un socio de la OTAN, pues las islas tenían valor estratégico. Sin embargo, el FCO rechazó la idea: “De manera comprobada, la Marina Real no valora mucho las islas, de lo contrario en la actualidad estarían usando instalaciones allí”, escribió un oficial.

Esa perspectiva cambió el 2 de abril de 1982: Thatcher dijo en una conversación con Reagan que las islas eran “de importancia estratégica”. Livingstone citó las notas sobre la llamada: “Si se cerrase el Canal de Panamá, sería importante que Puerto Stanley y las Georgias del Sur estuvieran en posesión de una potencia amiga. Esto ha sido muy importante en las últimas dos guerras mundiales. Argentina se estaba acercando mucho a la Unión Soviética. Lo último que queremos ver es a los Rusos tanto en Cuba como en las Falklands”.

El tiro de gracia al acuerdo: los isleños

“Hay relatos contradictorios sobre la posición de los isleños antes del debate parlamentario con Ridley, unos sostienen que la población siempre estuvo totalmente opuesta al leaseback”, señaló la autora. Pero según algunos de los nuevos documentos abiertos del FCO hubo “una respuesta más mixta: funcionarios de la embajada británica en Buenos Aires informaron que cuatro concejales de las islas estarían preparados para explorar el leaseback, cuatro no habían tomado una decisión y dos estaban en contra”.

Rex Hunt, el gobernador, creía que era difícil juzgar los ánimos, pero dijo: “Muchos consideran seriamente todas las posibilidades para el futuro de las islas, incluido un acuerdo de leaseback”.

Pero el grupo que prevaleció, en particular luego del asesinato de la propuesta en la Cámara de los Comunes, fue el de los firmes opositores, que habían además organizado protestas con el eslogan “Mantengan las islas británicas”.


La última negociación por el leaseback tuvo lugar en febrero de 1982, a semanas de la guerra

Se llegó así a una última negociación, en febrero de 1982, “con una Argentina cada vez más impaciente —luego de 16 años de conversaciones— sin algo sustancial para ofrecer, mientras que las islas quedaron vulnerables al ataque”. Ni siquiera fue viable una campaña de promoción del acuerdo, “a pesar de que nuevos documentos abiertos del FCO hoy confirman que muchos de los críticos más expresivos del gobierno, en privado, manifestaban apoyo al leaseback”: el gobierno creía que la opinión pública británica limitaba sus acciones, y lo aceptó.

“Una política alternativa —tal vez ‘ética’— hubiera sido negarse a hablar con Argentina mientras hubiera un gobierno militar, pero los ministros decidieron que sería demasiado costoso defender las islas si la junta respondiera agresivamente”, agregó Livingstone. Y sin embargo, como se comprendería en cuestión de meses, no haber jugado esa carta para ganar tiempo no impidió que Galtieri iniciara las operaciones militares el 2 de abril.

¿Gran Bretaña no interpretó las señales previas?

La investigación oficial sobre las causas del conflicto detalló “la incapacidad de reunir toda la inteligencia, la equivocación al interpretar las intenciones argentinas y, de manera crucial, el envío de una serie de señales que dieron a la Argentina la impresión de que Gran Bretaña no pensaría en defender las Malvinas: de ellas, la más importante durante los años de Thatcher fue el retiro del único buque naval británico en el Atlántico Sur, HMS Endurance”, escribió Livingstone.

Tampoco ayudaron “la Ley de Nacionalidad Británica de 1981, que quitó a los isleños la ciudadanía británica automática” (esa ley se cambiaría luego de la guerra: en 1983, una nueva normativa la volvió a otorgar) y “la resistencia a invertir en la infraestructura de Malvinas”. Eso, según la autora, habría hecho pensar a los argentinos, y en particular al dictador Leopoldo Galtieri, quien enfrentaba una difícil situación interna, “que los isleños tenían baja prioridad en el gobierno británico”

El informe concluyó que “hubiera sido imposible haber previsto que la invasión iba a suceder el 2 de abril de 1982, pero si bien es cierto que la fecha exacta hubiera sido difícil de identificar —sin dudas porque el general Galtieri anticipó el plan— los informes de inteligencia habían señalado durante décadas que una invasión era una posibilidad”. Y si bien los diplomáticos británicos se trataban socialmente con los militares, nada tuvo la menor utilidad a la hora de vislumbrar las intenciones. Así Thatcher se enfrentó con un desafío poco pensado: “La política de fortalecer los lazos comerciales con la Junta y silenciar las críticas a sus violaciones a los derechos humanos no hizo nada por impedir la invasión”.
 

jueves, 5 de marzo de 2020

Identificación de soldados: Contestando al bobo de la Casa Rosada

Claudio Avruj le respondió a Alberto Fernández sobre el Plan Humanitario Malvinas

El exsecretario de Derechos Humanos replicó los dichos del Presidente durante la apertura del Congreso donde aseguró que durante el macrismo se incumplió con el envío de fondos al Equipo Argentino de Antropología Forense.




Claudio Avruj le respondió a Alberto Fernández sobre el Plan Humanitario Malvinas.

Alberto Fernández estuvo a cargo del discurso en el inicio de las sesiones ordinarias en el Congreso nacional. Allí, el Presidente tocó varios temas de su gobierno y también señaló que el gobierno anterior dejó un “panorama de desidia y abandono”. Ante esto, el exsecretario de Derechos Humanos Claudio Avruj salió al cruce y contradijo algunas acusaciones.

A su vez, remarcó que durante el macrismo se dejaron de enviar correctamente los fondos para el funcionamiento del Archivo Nacional de la Memoria. Misma situación ocurría con el Equipo Argentino de Antropología Forense, el cual Fernández aseguró que debió “suspender tareas como la identificación de los soldados de Malvinas, la búsqueda de desaparecidos de la dictadura y la colaboración en casos de femicidios, trata de personas o desapariciones actuales”.

Tras estos dichos, Claudio Avruj replicó los dichos del Presidente de la Nación a través de su cuenta de Twitter. “Señor Presidente @alferdez con el respeto que merece su investidura estoy a su disposición para darle la información veraz sobre el Plan Humanitario Malvinas de identificación de nuestros héroes. El @eaafoficial jamás suspendió su tarea ni dejó de recibir fondos comprometidos”, comenzó diciendo el exfuncionario.

“Hubo sí, una sola oportunidad un atrazo que fue inmediatamente subsanado. El plan fue un éxito reconocido en el mundo. Incluso junto al @eaafoficial hemos hecho presentaciones conjuntas en Ginebra y en otros sitios En las redes esta todo debidamente informado”, agregó Avruj.

“Señor Presidente @alferdez hemos identificado 115 héroes y este Plan Humanitario nos hace bien a todos. Así lo viven las familias, los veteranos y el mundo que reconoce lo hecho. No hace bien ideologizarlo, es un hito. Estoy a su disposición para aclarar la información erronea. Cuando lo disponga estaré con toda la información en pos de como usted bien dice: honrar la verdad, junto a dejar atrás las mentiras y la grieta que tanto mal nos hace”, finalizó el exsecretario de Derechos Humanos.

Los tuits de Claudio Avruj sobre los dichos de Alberto Fernández

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Una reflexión de una diputada sobre Malvinas

El aprendizaje de Malvinas

Por Cornelia Schmidt Liermann || Infobae



Todos los argentinos que vivimos los años 80 tenemos algún recuerdo de un conflicto que pensábamos imposible: la Argentina le había declarado la guerra al Reino Unido, una de las potencias bélicas más importantes del mundo. Aun así, el país deshecho por la dictadura militar se unió en un solo grito de fe: las Malvinas fueron, son y serán argentinas.

Mientras los militares movilizaban a jóvenes muy jóvenes inexpertos a las islas, la ciudadanía entera se movilizaba alentando a aquellos jóvenes de cada una de las maneras posibles: donando alimentos, escribiéndoles miles de cartas, tejiendo ropa de invierno.

El 2 de abril se convirtió para muchos en un proceso que nos llevó de la euforia a una despedida eterna. Un día que, sin advertirlo, arrastraría a la muerte a 649 soldados y a muchos más que decidieron terminar con sus vidas tras la derrota y el maltrato.

Entonces, ¿qué nos enseñó Malvinas? Sí, que son nuestras. Que la soberanía le pertenece a nuestro país. ¿Qué más? Que las guerras generan sufrimiento. Pero también solidaridades impensadas.

Durante la Primera Guerra Mundial, en pleno enfrentamiento de trincheras, mi abuelo, el joven Paul Schmidt, del Regimiento de Infantería n° 83, aprendió a desmitificar al enemigo: durante las frías noches, cuando estaban acostados en el lodo codo a codo y las ratas se paseaban sobre ellos, y abrazados a sus carabinas, de una trinchera enemiga a otra se "tiraban" palabras de ánimo. Incluso compartían remedios con el enemigo. La noche los unía en humanidad. El día los enfrentaba en crueldad. Hoy conocemos muchas anécdotas similares de asistencia entre combatientes argentinos e ingleses.

Aquellos veteranos que pudieron volver a las islas relatan encuentros repletos de emoción con sus habitantes. Son los veteranos y los familiares de caídos en Malvinas nuestros mejores diplomáticos. Son ellos los que hoy comparten correspondencia tanto con los habitantes de las islas como con ex soldados británicos. Los unen los recuerdos, la memoria del miedo, del que perdió a un ser querido. Son artífices de uno de los proyectos humanitarios más bellos de estos últimos años: la identificación de los caídos.

Perdimos una guerra demencial. Aun así, los lazos con Malvinas se fortalecen día a día. Y son los mismos que, tras llevar un fusil, o cargar tristeza y desconfianza, hoy llevan cercanía, diálogo, comprensión.

Esa comprensión que nos falta a muchos políticos. Como reflexionó en un medio radial el ex director del Museo Malvinas, Federico Lorenz: "No reconocimos como país la experiencia de haber estado en Malvinas". Hoy tengo esperanzas de que Argentina logre, poco a poco, con honestidad, abandonar el enfrascamiento ideológico y abrazar una política de fraternidad.

Malvinas, prenda de paz y solidaridad.


La autora es diputada nacional. Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la HCDN.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Sheffield, Thatcher y el parlamento contado por el capitán Colombo

La dura e histórica interpelación en el parlamento británico a Margaret Thatcher por el hundimiento del Sheffield en Malvinas

La intimidad de una sesión en la que la Dama de Hierro ya ocultaba sus planes para incursionar en la Patagonia con la Operación Mikado -donde planeaba eliminar a los pilotos y misiles que atacaban a la flota- mientras los legisladores le demandaban que el conflicto bélico no escalara

 
El 4 de mayo de 1982 dos aviones Super Étendard munidos con Exocets hundieron al destructor HMS Sheffield en la Guerra de Malvinas. Fue la primera pérdida de un buque inglés después de la Segunda Guerra Mundial




Por Jorge Colombo (piloto naval retirado COAN)
Infobae

La sesión en la Cámara de los Comunes del Reino Unido prometía ser diferente, alejada de la rutina. Aquel 4 de mayo de 1982 se intuía vibrante y parecida a otras jornadas vinculadas al conflicto de Suez. Sin embargo, para encontrar un ambiente similar en Londres había que retroceder a los días de la Segunda Guerra Mundial y a su solemne atmósfera de consternación.

Esta vez, la opinión pública londinense se colaba dentro del recinto de la Honorable Cámara, agregando mucho de desconcierto e incredulidad. En el fondo, la pregunta ominosa se olfateaba en todas partes y podía sintetizarse en escasas cinco palabras: "¿Cómo pudo ocurrir algo así?". Una inquietud equivalente a comerse un gol argentino de media cancha en el estadio de Wembley.

Dentro del recinto había caído la noche, en más de un sentido, y el Ministro de Defensa británico, John Nott, ojeroso y demudado, esperaba pacientemente que le cedieran la palabra. Hasta que finalmente el portavoz de la Casa, Bernard Weatherill, siguiendo una tradición varias veces centenaria, llamó al orden y preguntó a los Honorables Miembros de la Cámara si el Honorable Ministro de Defensa contaba con la autorización para hacer uso de su honorable palabra. Un coro de voces altisonantes se alzó respondiéndole en inglés antiguo: "¡Aye!"(Sí)

Nott carraspeó, aclaró su voz como pudo y comenzó a dar explicaciones, como un chico en la escuela primaria tratando de convencer a su Director:

"Yo había dicho anteriormente en esta Cámara que se esperaban ataques argentinos sobre nuestras fuerzas. Lamento informar a esta Casa que los ataques se han concretado".

"Esta tarde, mientras realizaba tareas dentro de la Zona de Exclusión Total de las islas, el destructor Sheffield fue atacado con misiles. Se generó un incendio que está fuera de control, por lo que se ordenó a la tripulación abandonar la nave… Se ha rescatado a su Comandante y a casi la totalidad de la tripulación. Sin embargo, lamento decirles que de acuerdo con las estimaciones iniciales hay doce desaparecidos, y es muy probable que el número de bajas sea aún mayor".

 
El ministro de Defensa británico John Nott fue interpelado en la Cámara de los Comunes el mismo día del ataque al Sheffield.(Stephen Luscombe/Britishempire.co.uk)

"Las comunicaciones con el área de operaciones se han visto dificultadas y esta información debe ser tomada como provisoria hasta tanto sea confirmada… Se realizaron otras operaciones sobre las islas, en el curso de las cuales un avión Harrier fue derribado por fuego antiaéreo, y su piloto resultó muerto… La Fuerza de Tareas continúa con sus operaciones de acuerdo con los planes previstos".

El Honorable John Stokes, representante por Halesowen y Stourbridge, no se hizo esperar en su réplica:
"Mi honorable correligionario, ¿se da cuenta de que esta noche los ojos de la nación están puestos sobre nosotros? Como alguien que ha permanecido en esta Cámara durante doce años, y que peleó en una guerra a lo largo de otros seis, me veo en la obligación de advertirle que esta noche veo signos de pánico a ambos lados de la Cámara".

Cuando Nott intentaba contestarle, fue interrumpido por el Honorable Ian Mikardo, representante por Bethnal Green y Bow:
"En medio de la congoja que todos compartimos y que fue expresada por ambos lados de la Cámara, ¿podría el Honorable Caballero decirnos si la Primera Ministra todavía nos invita a regocijarnos?".

La pregunta no había sido formulada con sorna, pero la ironía era evidente. Nott intentó una respuesta evasiva:

"No haré comentarios al respecto, pero mucho me temo que deberé corregir mi información anterior. Inicialmente dije que en el Sheffield había doce hombres desaparecidos, y me acaban de informar que el número de muertos podría ascender a treinta. Realmente, a esta altura no dispongo de informes confirmados, por lo que estimo que sería conveniente esperar hasta mañana para…"

De nuevo lo interrumpieron, estaba claro que el Ministro no las tenía todas consigo. Si bien el ambiente de la Cámara no era marcadamente hostil, se podía percibir que los Comunes exigían precisiones e iniciativas políticas que el Gabinete de Ministros en esos momentos no tenían. Por sobre todo, y aun cuando no se había manifestado abiertamente, estaba implícita la exigencia de ver por allí la cara de Margaret Thatcher para que brindara explicaciones.

 
Margaret Thatcher fue duramente interpelada en el parlamento británico: “Mucha gente está preocupada ante la posibilidad de que las Fuerzas Británicas no estén haciendo bien las cosas”, reconoció (Ling/Evening News/Shutterstock)

No fue posible echarle el lazo a la Primera Ministra al día siguiente, miércoles 5 de mayo, porque a lo largo de la extensa sesión de esa fecha sólo hubo tiempo para que un atribulado John Nott –a quien se agregó un no menos confundido Ministro de Relaciones Exteriores, Francis Pym– fuera prácticamente interpelado y obligado a dar explicaciones sobre el desastre del Sheffield. La reunión fue agitada y los dos fueron sistemáticamente vapuleados por los miembros de la Cámara, incluyendo la intervención muy especial de Martin Flannery, representante por la ciudad de Sheffield. El lector imaginará por qué: los pilotos navales Augusto Bedacarratz y Francisco Mayora habían levantado una linda polvareda, pero lo mejor recién se vería al día siguiente.

La sesión de la Cámara de los Comunes del jueves 6 de mayo de 1982 ya figura en los anales de la vida política del Reino Unido (la interpelación a Margaret Thatcher), y de la misma se resumirá lo más interesante. En cualquier caso, ayudará a comprender por qué el hundimiento del Sheffield obligó a la señora Thatcher a dar seguridades de que su Gobierno (ahora sí) estaba haciendo todo lo posible por lograr un cese del fuego, algo que como todos sabemos no era cierto, al punto de lanzar inmediatamente la planificación de la operación "Mikado" para exterminar en Río Grande -a cualquier precio- tanto a los irreverentes criollos que tripulaban los Super Etendard como a sus máquinas voladoras.

 
Uno de los cinco Super Étendard con el misil Exocet usado en el conflicto del Atlántico Sur

El representante John Page fue el encargado de abrir el fuego, y para abreviar transcribiremos sin comentarios sólo los aspectos más relevantes de lo dicho durante esa memorable sesión.

John Page: "¿Pudo la Primera Ministra encontrar algún instante para sintonizar la radio y mirar la televisión, y juzgar por sí misma si el tema del Atlántico Sur ha sido presentado de manera de producir credibilidad en nuestros aliados de ultramar y confianza y coraje en los hombres de nuestras Fuerzas Armadas y en sus devotas familias?"

Margaret Thatcher: "A juzgar por los comentarios de quienes disponen de más tiempo que yo para leer y escuchar, mucha gente está preocupada ante la posibilidad de que las Fuerzas Británicas no estén haciendo bien las cosas. Comprendo que puedan existir momentos en que tanto nosotros como los argentinos seamos tratados al mismo nivel y puestos en un pie de igualdad. Comprendo que en ocasiones algunos comentaristas digan que los argentinos hicieron algo y recién entonces los británicos hicieron lo suyo. Sólo puedo decir que si esto es así nos ofende y origina gran zozobra entre mucha gente".

 
La Cámara de los Comunes se llenó de tensión, hubo intercambio de ironías y la Dama de Hierro en todo momento intentó apaciguar los ánimos de los legisladores asegurando que estaba atenta a las negociaciones diplomáticas internacionales para que el conflicto en el Atlántico Sur no escalara. Sin embargo, la Operación Mikado, para golpear Río Grande ya estaba en marcha (Shutterstick).

Michael Foot: "¿Estaría de acuerdo la Honorable Dama en que parece existir la real posibilidad de un cese del fuego que conduciría a acciones más concretas, y de que también existe la posibilidad de arribar a un acuerdo de paz efectivo? ¿Puede asegurarnos que se hará todo lo posible para alentar esa posibilidad, y que no se hará nada para interferir? En particular, ¿puede aclararnos cuál es su respuesta y la del Gobierno a las propuestas de paz del Secretario General de las Naciones Unidas?" [Javier Pérez de Cuéllar]



Thatcher: "Por supuesto, estamos haciendo todo lo posible para seguir el camino diplomático que nos lleve a un acuerdo negociado [la Honorable Dama escondía la honorable verdad]. Sin embargo, el Honorable Caballero sabe que al momento existen dos propuestas diferentes. Una de ellas corresponde a la que manejan los EE.UU. a través del Perú, acerca de la cual respondimos de manera constructiva.[Se refiere al despliegue diplomático entre el presidente peruano Fernando Belaúnde Terry y el Secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig] .No sabemos si los argentinos contestarán de igual modo. La segunda es la que conduce el Secretario General, y es a la cual se refiere el Honorable Caballero, y la respuesta de Argentina no ha sido clara…Lo que sí parece claro es que están interesados en un cese del fuego, pero no en retirar sus tropas, a menos que reconozcamos su soberanía sobre las islas. De manera que tenemos dudas sobre lo que dijeron… Nosotros damos la bienvenida a las ideas que propuso el Secretario General y hoy mismo le enviaremos un mensaje poniéndolo en su conocimiento… Es muy posible que Argentina pretenda un cese del fuego sin retirar incondicionalmente sus fuerzas, lo que sería una estratagema para conservar la posesión de sus mal habidas ganancias…La resolución 502 debe ser aceptada en su totalidad, y no puede haber un cese del fuego a menos que sea acompañado por una retirada argentina adecuadamente supervisada".



 
Thatcher y el Secretario de Estado de Estados Unidos, Alexander Haig en Londres durante el conflicto de Malvinas

Foot: "Entiendo que pueden haber ambigüedades en la respuesta del Gobierno argentino, pero ¿podría aclararme la Honorable Dama si es que la propuesta del Secretario General relacionaba de alguna manera el cese del fuego con la retirada de las tropas argentinas? Si así fuese, creo que la respuesta de la Honorable Dama debió haber sido afirmativa…En vista del importante cambio registrado a nivel diplomático –no me refiero al Gobierno argentino sino a las acciones emprendidas por la Honorable Dama–, ¿podría darnos la más absoluta seguridad, estoy seguro de que toda la Nación así lo demanda, de que no habrá una escalada deliberada en las acciones militares, ninguna escalada que interfiera con las perspectivas que ahora se vislumbran de lograr una paz real?"

Thatcher: "Las propuestas del Secretario General de la ONU [Javier Pérez de Cuéllar] significan sólo un marco de referencia, sin detalles específicos ni cronogramas, sólo implican una base para la discusión. En cuanto a la referencia del Honorable Caballero sobre un cambio en el clima de las negociaciones a nivel diplomático, creo que se trata de una apreciación sin fundamentos. La propuesta del Secretario General es la sexta que yo y mis colegas hemos analizado en detalle durante el mes último, y eso difícilmente pueda ser calificado como una falta de actividad diplomática".

 
Leopoldo Fortunato Galtieri, Ronald Reagan y Margaret Thatcher

Foot: "Estoy mucho más interesado en el progreso de las negociaciones que en dirimir quién tiene razón. Nosotros, que a lo largo de toda la crisis hemos urgido a acompañar al Secretario General en sus gestiones, tenemos el derecho a decir lo que decimos. Comprendo que sólo se trata de propuestas formuladas por el Secretario General, pero deseamos que nuestro ferviente apoyo a las mismas pueda ser transmitido en las próximas veinticuatro horas".

Thatcher: "Sólo son propuestas para un marco de referencia, a las que estamos respondiendo positivamente… Esperamos recibir hoy algo más sobre la propuesta peruano-norteamericana… Pero quiero enfatizar una vez más que cualquier sugerencia, para ser aceptable, deber ser precisa en cuanto al cronograma propuesto y cómo será verificado".

Peter Viggers: "¿Está de acuerdo mi Honorable Colega en que resulta procedente que los EE.UU. hagan público su apoyo a nuestra decisión de resistir la agresión, y de esta manera contribuir a que tanto los dirigentes argentinos como su pueblo se den cuenta de cuál es su verdadera situación?".

 
“El gobierno argentino no escuchó el pedido del Presidente Reagan de no invadir”, expuso Thatcher en la sesión del 6 de mayo sobre la orden de Galtieri y la Junta Militar.. Foto Victor Bugge.

Thatcher: "Contamos con el total respaldo de los EE.UU., como esperábamos, y yo agregaría como siempre esperamos que tendríamos. Tengo dudas sobre si su rol de mediador –que nosotros apoyamos, y acerca del cual estamos agradecidos al General (Alexander) Haig– puede haber inducido a la gente a pensar que la causa argentina podría ser considerada como justa. La condena a la Argentina ha sido casi universal, porque los argentinos son los agresores… Dos días antes de la invasión, el Dr. (Nicanor) Costa Méndez llamó a nuestro Embajador en Buenos Aires y le dijo que todos los canales diplomáticos estaban ahora cerrados. El mismo Gobierno argentino rechazó el pedido del Consejo de Seguridad de no invadir. Ese mismo Gobierno no escuchó el pedido del Presidente (Ronald) Reagan de no invadir. Ese mismo Gobierno invadió, y desde entonces ha estado acumulando tropas y equipos, contrariando una Resolución de las Naciones Unidas. Esa es la clase de Gobierno que debemos enfrentar."

Geoffrey Cox: "¿Está al tanto la Primera Ministra sobre la opinión generalizada en el pueblo británico de que no debería haber una escalada en la intervención militar del Reino Unido en las islas? (Interrupción con abucheos de desaprobación) Teniendo en cuenta este antecedente, ¿ha venido hoy a esta Casa totalmente preparada para repudiar a los miembros del Partido Conservador y Almirantes y Generales retirados que ahora aparecen por televisión diciendo que, en caso de ser necesario, se debería atacar el territorio argentino?".

Thatcher: "Fueron los argentinos quienes escalaron la crisis, invadiendo las islas en medio de las negociaciones, y nunca dejaron de escalar… Mientras tanto, nuestra propia gente permanece en esas islas, bajo lo que creo que el mismo Líder de la Oposición calificó de agresión brutal y demente…Debemos continuar con las operaciones, porque si ordenáramos la suspensión de las actividades militares mientras duren las negociaciones, ¿qué sucedería? Estaríamos atados, con nuestra gente sojuzgada por un invasor que seguirá incrementando su poderío y reforzando sus posiciones para atacarnos a su voluntad."

Detrás del discurso de la Dama de Hierro

La Primera Ministra estaba disfrazando burdamente la restitución de las islas a los Territorios de Ultamar de la Corona como un rescate de dos mil rehenes isleños montado a nivel estratégico.

Dejo librado al lector la interpretación de todo lo ocurrido en la Cámara de los Comunes dentro de las 48 horas siguientes del ataque al Sheffield. Sin embargo, el análisis más o menos objetivo permite inferir que la magnitud del golpe asestado por la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque congeló momentáneamente el conflicto, y a sus consecuencias habría que remitirse: no se registrarían acciones bélicas de importancia en los días subsiguientes, porque el sacudón impuso un replanteo de la situación estratégica y diplomática, tanto en Londres como en Washington o en Buenos Aires, y el análisis de los hechos inmediatos posteriores al 4 de mayo de 1982 así lo demuestra.




Los pilotos argentinos de los Super Étendart que iban a ser el blanco de la “Operación Mikado” planeada por los ingleses para terminar con ellos y los misiles Exocet

Sin embargo, hubo excepciones a la virtual pausa de combate señalada, incluyendo el desarrollo de varios acontecimientos durante la primera semana de mayo, los que fueron posteriores al primero de ese mes y tuvieron su origen en las acciones navales protagonizadas por el grupo de batalla del portaviones 25 de Mayo y su escolta, en relación con el frustrado ataque a la fuerza británica con aviones A-4, previsto durante el crepúsculo matutino de ese día.

Los pilotos bajo el mando del Capitán de Corbeta Rodolfo Castro Fox (Comandante ejemplar que voló a lo largo de todo el conflicto pese a tener los movimientos del brazo izquierdo significativamente limitados, consecuencia de haber terminado unos años antes junto con su A-4 en el fondo del mar debido al corte de un cable de frenado) no pudieron ser catapultados por falta de viento en cubierta y se quedaron con las ganas de atacar a la flota británica en una típica acción aeronaval puntual que bien podría haber cambiado prematuramente el curso del conflicto.

Las operaciones recién "culminarían" el 8 de mayo en inmediaciones del Golfo San Matías, cuando los buques argentinos ya se habían replegado para ponerse a salvo de la amenaza de los ataques de submarinos nucleares británicos.

 
Hundimiento del Sheffield Guerra de Malvinas 4 de mayo 1982

Y a no olvidar a los "antisubmarinos". Algún día se hará justicia al relatar con lujo de detalles las misiones cumplidas por la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina con sus traqueteados aviones S-2 Tracker a lo largo de esos días agitados y febriles. Embarcados en el portaviones y excediendo largamente sus capacidades específicas, realizaron las exploraciones antisuperficie. Esas fueron las que posibilitaron ubicar a la flota británica para intentar el ataque, a partir de la detección radar inicial de un solitario avión Harrier destacado desde el portaviones Hermes para espiar a los argentinos.

Pero el tremendo mérito de los Tracker vino después, cuando las misiones se extendieron al hostigamiento permanente y posteriores ataques sobre los submarinos británicos. Habrá que esperar la desclasificación de los archivos ingleses para reconstruir minuciosamente todo lo acontecido entre el 1° y el 8 de mayo.

El 4 de mayo con el hundimiento del Sheffield, el primer buque inglés abatido tras la II Guerra Mundial, los británicos supieron que eran vulnerables y los argentinos que podían hundirlos.

Independientemente del resultado final de la guerra, después de ese día ya nada volvería a ser igual, especialmente para el comandante de la flota, John "Sandy" Woodward.

Augusto Bedacarratz, el Segundo Comandante de los Super Étendard y Francisco Mayora, uno de los benjamines de la familia, habían demostrado que nos atrevíamos. Y la Armada Argentina había recibido la bocanada de aire puro y fresco que tanta falta le hacía.


Los pilotos Augusto Bedacarratz y Francisco Mayora al regresar de la exitosa misión del 4 de mayo: era la primera vez que misiles Exocet debutaban en un conflicto bélico

En verdad, la cuestión no era complicada: Bedacarratz y Mayora, típicos aviadores navales y excelentes profesionales, simplemente habían hecho lo que sabían hacer, luego de exigencias sin pausa y cientos de horas de vuelo bien aprovechadas a lo largo de gran parte de sus vidas. No sólo en nuestro país, sino también más allá de nuestras fronteras, en Francia, por ejemplo. Más precisamente en la bretaña francesa.

*El autor, capitán de Navío (RE) y master en Relaciones Internacionales, fue el Comandante de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de aviones Super Etendard que operó desde la Base de Río Grande y hundió al HSM Sheffield, al carguero Atlantic Conveyor y atacó al portaaviones Invencible.