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jueves, 1 de agosto de 2024

La rajadura en la pared ¿Qué tendría que haber ocurrido para que la operación Rosario cumpliera sus objetivos?

¿Qué hubiese tenido que pasar para la operación Rosario cumpliese con los objetivos del Alto Mando argentino?






Para que el plan de ocupación de las Islas Malvinas por parte de Argentina en 1982 hubiese resultado en una resolución diplomática, varias condiciones y factores clave habrían tenido que alinearse de manera específica. Analizaremos estas alternativas y factores desde la perspectiva de febrero de 1982:

1. Respuesta internacional moderada:

  • Estados Unidos y la OEA: Argentina esperaba que, al ocupar las islas, el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA) y una posición neutral o favorable por parte de Estados Unidos (dada la Doctrina Monroe y el contexto de la Guerra Fría) obligarían al Reino Unido a negociar. Para que esto hubiese sido cierto, Estados Unidos y la OEA tendrían que haber adoptado una postura más conciliadora y menos inclinada hacia el apoyo a Reino Unido.
  • No intervención de la ONU: La Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU tendrían que haber optado por no involucrarse directamente o haber emitido resoluciones llamando a la negociación sin imponer sanciones a Argentina.

2. Respuesta británica menos agresiva:

  • Gobierno británico en dificultades: Si el gobierno de Margaret Thatcher hubiese enfrentado una mayor oposición interna o problemas significativos que hubiesen desviado su atención de las Malvinas, la posibilidad de una respuesta militar rápida podría haber sido menor. Problemas económicos más agudos o crisis internas significativas en el Reino Unido podrían haber disminuido la capacidad de respuesta.
  • Prestar mayor atención al Libro Blanco de la Defensa de 1981 que preveía la baja del servicio de importantes activos de superficie de la Armada Real, con especial énfasis en las fuerzas de desembarco. (ver aquí)
  • Consideraciones logísticas: Si la capacidad logística británica para movilizar una fuerza expedicionaria en el Atlántico Sur hubiese estado limitada por factores técnicos o financieros, la opción militar habría sido menos viable, forzando a una solución diplomática.

3. Preparación y diplomacia argentina:

  • Mejor planificación y comunicación: Una ocupación con mínima resistencia y sin bajas británicas podría haber favorecido una negociación. Además, Argentina habría necesitado una estrategia diplomática sólida desde el primer momento de la ocupación, buscando el apoyo de países clave y presentando su caso de manera convincente en foros internacionales.
  • Negociaciones previas y alianzas: Un trabajo previo más efectivo para obtener el apoyo de países influyentes y construir una red de alianzas diplomáticas y políticas habría sido crucial. Esto implicaría haber cultivado relaciones más estrechas con países de la Comunidad Europea, el Tercer Mundo y potencias emergentes.

4. Condiciones en las islas:

  • Colaboración o neutralidad de los isleños: Si los isleños hubiesen adoptado una postura más neutral o incluso colaborativa (lo cual es improbable dada su fuerte identidad británica), las opciones diplomáticas habrían sido más factibles. La resistencia activa de los isleños consolidó la respuesta británica.
  • Condiciones geopolíticas regionales: En el contexto de América Latina, una menor rivalidad con Chile y una mayor unidad regional podrían haber proporcionado a Argentina un respaldo más sólido para su reclamo.

5. Factores de contención:

  • Evitar provocaciones: Mantener una ocupación pacífica, evitando provocaciones o acciones que pudiesen justificar una respuesta militar por parte del Reino Unido.
  • Respuestas iniciales de bajo perfil: Si el Reino Unido hubiese adoptado una política de bajo perfil inicialmente, Argentina podría haber tenido tiempo para fortalecer su posición diplomática y consolidar su control.

Conclusión preliminar

Para que el escenario de una ocupación argentina de las Malvinas y una posterior resolución diplomática se hubiese concretado, se necesitarían una serie de eventos y decisiones estratégicas altamente improbables en la práctica. Las expectativas argentinas subestimaron la importancia de la reacción británica y el apoyo internacional al Reino Unido. Un enfoque más realista podría haber incluido una preparación más detallada para enfrentar posibles respuestas militares y un esfuerzo diplomático más robusto antes de la ocupación.

Incluso seguir con más detenimiento el Libro Blanco de la defensa británico, que preveía la baja de muchos buques hacia fines de 1982, hubiese sido un gesto de mínima prudencia y paciencia recomendable.

 

jueves, 17 de junio de 2021

Visiones extremas del conflicto en Argentina

Malvinas. ¿“Gesta”o “aventura absurda”? Dos lecturas que conviene dejar atrás

Las versiones “heroica” o “dictatorial” de la guerra del Atlántico Sur, simplistas y enfrentadas, impiden miradas más complejas de un conflicto que va camino de cumplir 40 años
Rosana Guber || La Nación


El cementerio de Darwin, en las Islas Malvinas, donde yacen los combatientes argentinos, en mayo de 2016 Mauro V. Rizzi

La guerra no declarada entre la Argentina y Gran Bretaña en 1982 debió darnos muchas enseñanzas. En cambio, nos dejó con dos lecturas que, por lo antinómicas, conllevan fuertes dosis de simplificación: “Malvinas como la gesta heroica” vs. “Malvinas como la extensión a las Islas de los campos clandestinos de detención de la última dictadura militar”.

La “heroica” dice que Malvinas fue una guerra internacional por un territorio nacional de soberanía pendiente, reclamado ininterrumpidamente por nuestro país desde su ocupación armada en enero de 1833. Sin negar los errores político-estratégicos de la Junta militar y la derrota ante Gran Bretaña, las fuerzas argentinas, incluyendo a los conscriptos clases 62 y 63, estuvieron a la altura de las circunstancias, llevaron a cabo misiones sumamente exitosas y ofrecieron un frente inesperadamente duro a la segunda potencia de la OTAN. El pueblo argentino defendió una causa justa y respaldó entusiasta la recuperación.

La versión “dictatorial” afirma que, más allá de la justicia de la reivindicación soberana, la guerra de Malvinas fue un recurso de la dictadura genocida para perpetuarse en el poder. Por eso, sus principales contendientes no fueron los argentinos y los británicos, sino los militares y los soldados argentinos. Las Fuerzas Armadas procedieron en el campo de batalla insular de igual modo que en los campos de detención continentales durante el terrorismo de Estado, torturando a sus subalternos (los civiles conscriptos), matándolos de hambre y de frío, huyendo del combate y abandonando a muchachos de 18 años frente a un ejército de profesionales. El pueblo argentino, fiel a la causa anticolonialista, sucumbió al engaño de los dictadores en una guerra absurda y sin posibilidades de vencer.

Quizá pocos se reconozcan en alguna de estas posturas. Las personas no solemos creer que respondemos a esquemas tan cerrados y excluyentes. ¿Quién puede afirmar, a estas alturas, que ningún oficial peleó, o que todos los soldados fueron víctimas inermes de sus superiores e hicieron solos la guerra? Sin embargo, la caracterización que presento aquí no se refiere a lo que cada cual sabe y piensa en su fuero íntimo, sino a lo que decidimos hacer público. Es al participar, ver y escuchar las entrevistas televisadas y radiales, las conferencias académicas y las presentaciones escolares sobre “la gesta” o “la aventura absurda”, cuando buscamos reconocer en las palabras, las preguntas y los gestos, de qué posiciones se trata y cómo posicionarnos ante ellas.


“La posición “dictatorial” se transformó en la versión oficial de la arena pública y, por lo tanto, en la “forma correcta” de hablar y escuchar sobre Malvinas”


Ambos marcos interpretativos se delinearon en los primeros cinco años de la posguerra y al calor del sentimiento antidictatorial de entonces, pero siguieron acompañando, con sus adaptaciones, el proceso político argentino. Cada 2 de abril, los dos renacen y se nutren de un nuevo anecdotario que cada quien utiliza para ratificar sus ideas previas, en lugar de revisarlas, darles flexibilidad y aprender de las evidencias contrarias. No obstante, tal insistencia no resulta de la falta de capacidad intelectual y argumental de quienes los sustentan: la postura “dictatorial” está generosamente distribuida en el periodismo, la academia, la cultura, casi todos los círculos partidarios y unas pocas organizaciones de ex soldados combatientes; la “heroica” se sostiene en la mayoría de los centros de veteranos de guerra que nuclean a los ex soldados, los veteranos profesionales, las Fuerzas Armadas, los familiares de los caídos y un reducido núcleo de intelectuales, académicos y periodistas.

Esta distribución debiera advertirnos, al menos, en dos sentidos. Primero, la posición “dictatorial” se transformó en la versión oficial de la arena pública y, por lo tanto, en la “forma correcta” de hablar y escuchar sobre Malvinas. Segundo, la gran mayoría de los protagonistas argentinos del conflicto bélico quedó del lado “heroico” y, por lo tanto, a la defensiva. Allá por 1982 eran soldados, suboficiales y oficiales; artilleros, helicopteristas, infantes de marina e infantes de Ejército; submarinistas, marineros y maquinistas; pilotos y aviadores; transporteros y cazadores; comunicadores, enfermeros y enfermeras; médicos, armeros, mecánicos y comandos… Casi 40 años después son pocos los que hablan fuera de sus círculos cercanos y confiables, y menos aún los que discuten con la posición contraria en la arena pública. Estas restricciones fueron acompañadas por el generalizado silencio de sus instituciones, las más comprometidas en aquellos sucesos, las que eludieron por largo tiempo el análisis informado, crítico y público de lo ocurrido en el Atlántico Sur. En este devenir, algunos ex soldados fueron abandonando sus verdaderas experiencias y empezaron a acomodarlas a la historia oficial, reportando como malos tratos incluso aquello que fue parte de la innegable crueldad de las guerras, con todo y sus privaciones.

Falsas certezas

Como resultado y siguiendo la lógica con que funcionan las antinomias, la exacerbación de los términos fue dejando menos espacio para las preguntas y las dudas, y transformó a las dos partes en caricaturas de sí mismas. Es que la rápida y obediente adopción de un bando no necesita los matices que vienen de la experiencia.

Dos tipos de profesionales que podrían ayudarnos a conmover tantas certezas, los investigadores sociales y los periodistas, han preferido instalarse en la seguridad de la versión dominante y políticamente correcta. Sin temas nuevos ni cuestiones interesantes, se limitan a repetir la lástima por “los chicos de la guerra”, la perversión de los oficiales y los suboficiales y la borrachera del General. La guerra de Malvinas leída como una cuestión interna de los argentinos acaba sacando a lo que ocurrió en 1982 de su propia época, de la centenaria disputa, de los intereses nordatlánticos, del estado de rebelión interna que afrontaba Margaret Thatcher, del militarismo argentino en un militarismo global y bipolar, y del sentido paradójicamente humano que entraña todo conflicto armado. Nuestra única guerra contra otro Estado nacional en el siglo XX devino, así, en una fábrica de estereotipos negativos y positivos, donde los británicos ocupan el lugar de los verdaderos profesionales con equipamiento apropiado y armamento de última generación. A la rubia Albión no se le trababan los cañones, no incurrió en errores tácticos, no sufrió fuego amigo y sus hombres murieron por casualidad.

“Hay quienes no entienden ni les interesa por qué entre cada 2 de abril y cada 14 de junio recrudecen las conmemoraciones malvineras”

Pero todavía están entre nosotros los argentinos que sí vieron y sí saben qué sucedió en las posiciones, cómo soportaron la humedad de los pozos y el cañoneo naval, cómo fue volar sobre una fragata misilística y cómo fue esperar que un torpedo como el del Belgrano atravesara el mamparo del buque propio. Ellos saben también cómo temían los paracaidistas ingleses que subían por las laderas de Monte Longdon y cómo se desfiguraban de terror y fuego los galeses del Sir Galahad en Bahía Agradable. Y es que son los mismos británicos quienes, pese a su victoria, se siguen sorprendiendo con aquel infante de marina argentino que pedía fuego propio sobre su posición para repeler el avance enemigo; son los tripulantes sobrevivientes del Glamorgan quienes recuerdan cómo les impactó un Exocet lanzado desde un camión en la costa isleña, dos días antes de que todo terminara.

No son anécdotas pintorescas ni casos aislados. Son la consecuencia de mucha instrucción, destreza e ingenio que quedaron a resguardo, en un mar de silencio más parecido a la indiferencia y a la ignorancia que a la empatía, al respeto y a las ganas de saber. Son también la consecuencia de las innumerables decisiones que hubo que tomar en aquella guerra no prevista ni planificada, de las históricas disputas interfuerzas y de una conducción militar que se abroqueló en Puerto Argentino, lejos de las unidades y los frentes de batalla.

La contienda sudatlántica que llamamos “guerra de Malvinas” (y que debería incluir las complejidades de lo ocurrido en Georgias del Sur y Sandwich del Sur) no sólo muestra a los militares de entonces. Hacia los 40 años de 1982, sabemos que Malvinas presenta, con claridad diagnóstica, las maneras tan argentinas que las Fuerzas Armadas tuvieron de hacer las cosas... y de todos nosotros con ellas.

Hay quienes no entienden ni les interesa por qué entre cada 2 de abril y cada 14 de junio recrudecen las conmemoraciones malvineras. Es que estos 74 días son nuestra puerta anual a la reflexión, una invitación a pensar cómo y por qué hace casi 40 años, estuviéramos o no de acuerdo, los argentinos nos fuimos deslizando hacia una guerra de la cual no pudimos, no quisimos o no supimos cómo salir. Malvinas no la hicieron sólo los que fueron, los que estuvieron y los que todavía están. Malvinas la hicimos, desde nuestros diversos grados de responsabilidad, los gremios, la sociedad civil, los partidos, los exiliados, los presos políticos y los comunes, los que ocupaban nuestro Estado y los que tomaron el gobierno.

Conocer y comprender con fundamento y parsimonia es muy distinto que adoptar un bando para pronunciar la rápida condena. La tan mentada apelación a la “memoria” no es siempre un antídoto contra la repetición; a veces es su garantía. Ojalá que el 2 de abril de 2022 podamos convertir a Malvinas en una apuesta al futuro, con mejores preguntas y más sabias respuestas. Ojalá podamos reconocernos en aquella contienda, tan argentina como las islas, tan nuestra como este presente al que, quizá por las mismas razones, tanto nos cuesta entender.

La autora es antropóloga, investigadora del CIS-IDES/Conicet

miércoles, 23 de octubre de 2019

Reseña del conflicto

Guerra de las Malvinas


Военное оружие и армии Мира


En la primavera de 1982, la atención de la comunidad mundial se concentró en los fragmentos de tierra perdidos en el Atlántico Sur, las Islas Malvinas (Falkland Islands), por cuyo control estalló una guerra entre Argentina y Gran Bretaña.

El gobierno militar del general L. Galtieri, quien llegó al poder en Argentina a fines de 1981, decidió entrar en conflicto con Gran Bretaña en un esfuerzo por fortalecer su posición política interna a través de una "pequeña guerra victoriosa". El 2 de abril de 1982, el desembarco argentino estableció el control de las Malvinas. La pequeña guarnición británica no mostró resistencia.




El imperio responde

La reacción del gobierno británico, dirigido por dama de hierro M. Thatcher, fue inmediata. La Operación Corporate comenzó a restaurar la soberanía sobre el archipiélago. La situación se complicó por el hecho de que la base británica más cercana estaba cerca. La ascensión separó miles de kilómetros de las Malvinas. Por lo tanto, la flota tuvo que desempeñar un papel clave en la operación. El complejo británico, reunido y enviado al Atlántico Sur en el menor tiempo posible, totalizó 127 banderines: 43 buques de guerra, 22 buques auxiliares y 62 buques civiles movilizados. La columna vertebral fue el portaaviones "Invencible" y "Hermes" con 42 aviones de despegue vertical "Harrier" y "Sea Harrier". Los barcos tomaron a bordo la tercera brigada de comando, reforzada por dos batallones de paracaídas, así como la quinta brigada, tanques ligeros de escorpión, obuses, morteros y otras armas. Además de la aviación basada en transportistas, los británicos utilizaron dos bombarderos estratégicos "Volcano", comprometidos con. Ascensión de varias incursiones en las Malvinas (los bombarderos con varios reabastecimientos de combustible en el aire superaron unos 15,000 km en un despegue).



TÁCTICAS DE LAS PARTES

Los británicos llevaron a cabo, de hecho, una operación de desembarco naval. El comando argentino trató de contrarrestar las fuerzas de la flota y los aviones. El cálculo se basó en infligir las mayores pérdidas posibles en buques de guerra y personas, lo que obligó al gobierno británico a abandonar sus intenciones. Pero después del 2 de mayo de 1982, el submarino nuclear británico Conkeror hundió el crucero General Belgrano, a bordo del cual murieron 321 marineros (este fue el primer uso de submarinos nucleares en combate), los barcos argentinos fueron retirados a sus bases. Toda la carga de oponerse al enemigo cayó sobre los hombros de la aviación.

AERONAVE CONTRA BUQUES

Argentina tenía alrededor de 120 aviones de combate a reacción operativos, pero la mayoría pertenecían a tipos obsoletos (A-4 Skyhawk, Mirage III, Dagger). Solo cinco de los aviones de combate basados ​​en portaaviones Super Ethandar armados con misiles antibuque (ASM) Exozet se destacaron de sus antecedentes. Estos aviones estaban destinados al portaaviones Bentisinko de Mayo, pero él no estaba involucrado en operaciones de combate, y los Super Etandars operaban desde aeródromos costeros.

Se suponía que los portaaviones británicos eran los objetivos principales de los Súper Estándares, pero no podían ser alcanzados, aunque los misiles antibuque Exoset fueron hundidos por el destructor Sheffield (4 de mayo) y el buque portacontenedores Atlantic Conveyor (25 de mayo). Otros aviones con bombas convencionales hundieron otro destructor, dos fragatas y un barco de desembarco. Por esto tuve que pagar un alto precio: durante el conflicto, Argentina perdió alrededor de 100 aviones y helicópteros. Las pérdidas de la aviación británica ascendieron a 10 aviones y 24 helicópteros.

DESCONEXIÓN

En la noche del 21 de mayo de 1982, comenzó el desembarco británico en San Carlos. Los barcos británicos fueron sometidos a intensas incursiones de aviones enemigos, pero no pudieron evitar el aterrizaje. A pesar de la superioridad numérica, las fuerzas terrestres argentinas siguen adelante. Malvinas Este no pudo resistir. Hacia el final de la primera década de junio, dos brigadas británicas bloquearon a los argentinos en el área de Port Stanley (el centro administrativo del archipiélago, renombrado a los argentinos como Puerto Argentino) y estaban listos para asaltar las defensas del enemigo. Como Port Stanley fue asediado sin ninguna esperanza de liberación, el comando argentino no tuvo más remedio que rendirse, lo que ocurrió el 14 de junio. La pérdida de los británicos (a excepción de los buques y aviones indicados) ascendió a 258 personas. (incluidos 3 civiles de las Malvinas). Los argentinos perdieron 649 muertos, más de 11 mil personas. capturado Además del crucero, se hundieron el submarino Santa Fe, 4 vehículos y 2 lanchas patrulleras.

ACCIONES MILITARES EN LAS ISLAS

Las batallas en el mar y en el aire que tuvieron lugar en las Malvinas a partir del 1 de mayo de 1982, fueron solo un preludio de la operación de desembarco naval, diseñada para restaurar la soberanía británica sobre el archipiélago.

Los argentinos desplegaron fuerzas significativas en las Malvinas: la 3.a y 10.a Brigadas de Infantería Motorizada (BMS), reforzadas por unidades de los 9. ° Bombardeos, dos divisiones de artillería, una división antiaérea, ingeniería y otras unidades, así como el 5. ° Batallón del Cuerpo de Marines. La mayoría de las fuerzas se concentraron en el p. East Falkland, en West Falkland, solo dos regimientos de infantería estaban estacionados (el regimiento argentino era consistente en organización y fuerza con un batallón, con aproximadamente 800 personas).

La guarnición de las islas tenía un número limitado de vehículos blindados (12 vehículos blindados Panar con cañones de 90 mm). Había 36 obuses de 105 mm y 21 de 55 mm, un número significativo de morteros y pistolas sin retroceso. La defensa aérea fue presentada por un sistema de defensa aérea Roland, siete sistemas de defensa aérea Tigerkat y más de 50 cañones antiaéreos de calibre 20, 30 y 35 mm.

En el lado británico, el primer escalón del aterrizaje fue la tercera brigada de comando, reforzada por dos batallones de paracaidistas, un escuadrón de reconocimiento (4 tanques ligeros "Scorpion", 4 BRM "Simiter") y un sistema de misiles de defensa aérea "Rapira", el segundo - la quinta brigada de infantería, también con batería antiaérea adjunta.

En total, los británicos tenían 24 obuses de 105 mm, 20 sistemas de defensa aérea Rapira, morteros, lanzagranadas y otras armas. A cada brigada se le asignó un escuadrón de helicópteros ligeros "Gazelle" y "Scout", destinados a reconocimiento y comunicaciones.

OPERACIÓN SUTTON

En la noche del 21 de mayo de 1982, el desembarco inglés en el p. Malvinas Este - Operación Sutton. La bahía de Ajax (cerca del pueblo de San Carlos) en el estrecho que separa las islas más grandes del archipiélago fue elegida para su implementación. No había grandes partes de las fuerzas terrestres enemigas, pero los barcos de desembarco se vieron obligados a maniobrar en un espacio bastante estrecho. Esto los hizo vulnerables a la aviación argentina, que, con la llegada de la mañana, intentó por todos los medios interrumpir el aterrizaje. Los marineros ingleses apodaron la bahía Alley of Bombs (Bomb Alley).

En el primer escalón, los comandos 40 y 45, así como los batallones segundo y tercero del regimiento de paracaidistas, aterrizaron desde barcos de desembarco. El comando 42 estaba en reserva a bordo del transatlántico Canberra.

Una pequeña unidad del 25º Batallón argentino intentó evitar el aterrizaje disparando morteros y engranajes sin retroceso, pero se derrumbó rápidamente. El aterrizaje, dirigido por el comodoro Michael Klapp, fue exitoso: los británicos solo perdieron 3 personas. Se establecieron en la cabeza del puente, que se convirtió en la base para las operaciones posteriores.



lunes, 24 de julio de 2017

Mujeres en el gobierno son mas probables de ir a la guerra

¿Quién entra en más guerras, reyes o reinas?

En la historia europea la respuesta son las reinas, especialmente las casadas



Las mujeres eran menos propensas que los hombres a apoyar la guerra de Vietnam, la guerra del Golfo o las invasiones de Afganistán e Irak. Cometen mucho menos asesinatos. Es menos probable que favorezcan ataques con aviones no tripulados. Para los estudiosos como Steven Pinker, un psicólogo, y Francis Fukuyama, un científico político, estos son motivos para pensar que un mundo dirigido por mujeres sería más pacífico.

Pero la historia europea sugiere lo contrario, según un documento de trabajo de los científicos políticos Oeindrila Dube, de la Universidad de Chicago, y S. P. Harish, de la Universidad McGill. Ellos estudiaron cuán a menudo los gobernantes europeos fueron a la guerra entre 1480 y 1913. Durante 193 reinados, encontraron que los estados gobernados por reinas eran un 27% más propensos a la guerra que los gobernados por reyes.

Esto no era toda la culpa de las reinas: los hombres, viéndolos como blancos suaves, tendían a atacarlos. Después de que Mary Tudor se convirtiera en reina de Inglaterra en 1553, el reformista protestante John Knox declaró que "el Regimiento Monstrous de Mujeres" no era apto para gobernar: "la naturaleza los pinta débiles, frágiles, impacientes, débiles e insensatos". Frente a ese sentimiento, Federico el Grande de Prusia declaró: "Ninguna mujer debe ser autorizada a gobernar nada". A los pocos meses de llegar al trono en 1740, cayó sobre la recién coronada archiduquesa de Austria, María Teresa, y se apoderó de Silesia, La provincia más rica del imperio. A pesar de años de guerra, nunca lo recuperó. De hecho, las reinas solteras fueron atacadas con más frecuencia que cualquier otro monarca. Piensen en Elizabeth I, la figura histórica con la que Theresa May puede identificarse, apartándose de la Armada española.

Pero la debilidad percibida no es toda la historia. Queens, los investigadores encontraron, eran más propensos a ganar un nuevo territorio. Después de derrocar a su marido, Catalina el Grande (en la foto) amplió su imperio en unos 200.000 millas cuadradas (518.000 kilómetros cuadrados), que es un montón de territorio, incluso para Rusia. (Ella fue la primera, aunque no la última, gobernante rusa en anexar Crimea). Y las reinas casadas eran más agresivas que reinas solteras o reyes, solteras o casadas.

Los autores sugieren varias razones para ello. En primer lugar, las reinas casadas pueden haber sido capaces de forjar más alianzas militares, envalentonando a recoger peleas. Mientras que el liderazgo marcial femenino seguía siendo tabú, los esposos masculinos habían servido a menudo en el ejército antes de que se casaran, y estaban bien colocados para consolidar lazos militares entre sus patrias y los estados de sus esposas.

En segundo lugar, a diferencia de la mayoría de los reyes, las reinas a menudo daban a sus cónyuges mucho poder, a veces poniéndolos a cargo de la política exterior o la economía. Fernando II, que gobernó Aragón y Castilla con Isabel I entre 1479 y 1504, llevó a la expulsión de los moros de Granada. Durante la década de 1740, el marido de María Teresa, Francisco I, revisó la economía austríaca y recaudó dinero para las fuerzas armadas, mientras que su esposa gobernaba gran parte de Europa central. El príncipe Albert era el consejero más confiado de la reina Victoria, dando forma a su política exterior hasta su muerte en 1861. Esta división del trabajo, los autores sugiere, liberó tiempo para que las reinas persigan políticas más agresivas.

En la era democrática, también, las mujeres líderes han luchado su parte de las guerras: pensar en Indira Gandhi y Pakistán, Golda Meir y la guerra de Yom Kippur, o Margaret Thatcher y las Malvinas. El número de países liderados por mujeres se ha más que duplicado desde 2000, pero hay mucho margen de mejora: el nivel actual de 15 representa menos del 10% del total. Un mundo en el que más mujeres ejercen el poder podría ser más igualitario. Si sería más pacífico es otra cuestión.

The Economist