lunes, 4 de marzo de 2024
domingo, 25 de febrero de 2024
domingo, 11 de febrero de 2024
martes, 13 de septiembre de 2022
Paul Haley, fotógrafo de guerra
El fotógrafo inglés que tomó 2600 imágenes en Malvinas y odia la guerra: “Mirar a través de la cámara me protegía”
Paul Haley cubrió el conflicto del Atlántico Sur en los campos de batalla. Habló con Infobae, contó su experiencia en las islas y la historia de una icónica imagen en el momento del cese de fuego. Sus imágenes serán parte central de la exhibición del Museo Imperial de Guerra británico por los 40 años de la contienda bélicaPor Hugo Martin || Infobae
Se había preparado buena parte de su vida para cubrir una guerra, pero a Paul Haley, fotógrafo británico, miembro senior del staff de Soldier Magazine, casi no lo mandan a Malvinas en 1982. “Allí éramos cuatro fotógrafos, cuatro periodistas y un editor. Cuando sucedió la invasión quería ir, pero me dijeron ‘no’. Sólo autorizaron a embarcar a dos fotógrafos, que se encargarían de hacer un pool y distribuir el material. Así que al principio me lo pasé yendo a los puertos a tomar fotografías de barcos alistándose para partir. Pero yo me había entrenado, hacíamos ejercicios todo el año, incluso dos o tres veces en Irlanda del Norte. También había estado en Chipre, cuando los turcos llegaron allí en el 74 y bombardearon la isla…”, cuenta hoy, a los 71 años, ya retirado, casado con Mandy y recién salido de una operación de colon. Por supuesto, Haley, en forma respetuosa, amable pero firme, hablará de “invasión”, “liberación” y dirá “Falklands” cuando se refiera a las Islas Malvinas. Aquí en Argentina, desde luego, sostenemos exactamente lo contrario. Pero es interesante indagar en su mirada de los hechos, su posición de testigo privilegiado. Hoy, en sus redes sociales casi no existe la guerra que se libró hace casi 40 años (se cumplirán este 2 de abril), sino paisajes, gatitos y flores, muchas flores. Reflejar la naturaleza es su hobby.
Haley nació el 31 de agosto de 1950. Y se acercó a la fotografía desde muy pequeño. Según él, casi de recién nacido. “Empecé a ser fotógrafo cuando tenía un año… La historia es así: yo no caminaba, y el día de mi cumpleaños, mi madre me colocó para tomarme una foto y me paré, empecé a caminar hacia ella y me llamó la atención la cámara. Así fue… Mi padre era un fotógrafo amateur, y a los 8 años ya hacía copias en su cuarto oscuro. A los 15 años trabajaba los sábados haciendo bodas. Creo que en esa época, con la fotografía social se ganaba más que ahora..”, cuenta.
En 1971 consiguió trabajo como fotógrafo civil para el Ministerio de Defensa británico, tomando imágenes de equipos para la Escuela Real de Artillería en Larkhill. Allí estuvo tres años, y en 1974 fue contratado por Soldier Magazine, una publicación especializada en las fuerzas armadas. “Me dijeron que parte de mi trabajo consistía en estar preparado las 24 horas para ser enviado a cualquier sitio del planeta, lo que encontré muy cool. Empecé haciendo tomas desde helicópteros, era un buen trabajo”. Pero llegar a tomar 2600 fotos de Malvinas, dijimos, no fue sencillo para él.
Finalmente, una cobertura con los preparativos de la 5ta. Brigada de Infantería a bordo del barco Queen Elizabeth II en el puerto de Southampton y una charla con el jefe de esa división, el Brigadier Tony Wilson, le abrió una puerta. Eran épocas sin internet ni digitalización: todo era llevar los rollos al laboratorio y esperar el revelado. Cuando regresó a la redacción con el material ya atardecía y le dijeron “tenés un lugar a bordo, apurate porque mañana a las 10.30 te tenés que presentar”. Así que cargó su equipo (tres cuerpos de cámara Contax -dos RTS y una Contax 137MD- y cinco lentes marca Carl Ziess de 18, 25, 50, 85 y 200mm)( y se trepó al mismo buque que la 5ta. Brigada a la que, pensó, acompañaría en toda la campaña.
Con el Queen Elizabeth II navegó primero hasta la isla Ascensión, en medio del océano Atlántico, donde imaginó que quizás podría terminar su viaje. Pero Wilson lo tranquilizó: “Me dijo que era parte de ellos”. Luego bajaron hasta las islas Georgias y de ahí, a bordo del SS Canberra, llegó al estrecho de San Carlos, donde desembarcó en la Isla Soledad el 1º de junio de 1982.
Estar en medio de una guerra, y entre soldados profesionales, no podría no ser el mejor lugar para un civil. Pero Haley le cuenta a Infobae que su experiencia con Soldier Magazine fue decisiva para que no se originaran problemas: “Trabajaba junto a ellos desde 1971, así que sabía cómo se movían. Entendía su sentido del humor y los lazos que establecían con las unidades de su regimiento. Y también, su rivalidad con otras unidades. Cada vez que iba adonde no me conocían, había un período de tiempo en el que me miraban de costado, pero los soldados pronto captaban cuando alguien era profesional. Honestamente, no tuve ningún problema con ninguna de las unidades que fotografié durante la guerra”.
Al arribar a Malvinas, el confort no fue su compañero precisamente. “Una vez en tierra me quedé donde pude. Dormí en una trinchera de gurkhas en San Carlos la primera noche y luego en el piso de una casa en Darwin por un par de noches más. También estuve en otras trincheras y en una casa rodante en Bluff Cove. En un momento regresé a un barco, el Fearless y me quedé a pasar la noche porque tenía que conseguir más rollos de película. Luego volé de regreso y pasé una noche muy, muy fría en las rocas de Goat Ridge antes de la batalla de Tumbledown. En Stanley, la primera noche paré en una casa vacía y luego viví con una familia que tuvo la amabilidad de dejarme dormir en su altillo durante dos semanas antes de regresar a casa. Y siempre llevé conmigo una bolsa de dormir del ejército que me dieron en las tiendas del Queen Elizabeth II”, recuerda.
A pesar de que había viajado con la 5ta. Brigada de Infantería, en las islas, Haley se movió con relativa libertad. Luego de los 74 días del conflicto, el final de la contienda lo encontró junto al Regimiento de Guardias Escoceses. “Moverse era muy difícil. Elegir dónde ir también, porque cuando estás en tierra solo ves lo que sucede alrededor, no tenía forma de ver el panorama general. Iba a preguntarle a los oficiales qué sucedería a continuación para la unidad que comandaban y trataba de subirme a un helicóptero o caminar hacia donde suponía que podría haber una batalla al día siguiente. Llegué para cubrir a la 5ta. Brigada, con la que había viajado en QE2. Pero aterricé en San Carlos, luego fui a Darwin, Goose Green, Fitzroy, Bluff Cove, Goat Ridge, Tumbledown y llegué cerca de Stanley en la tarde del 13 de junio”.
Fotografiar las acciones de guerra en sí mismas, las batallas, no fue posible para Haley. Los ataques ingleses a las posiciones argentinas se desarrollaban de noche, para aprovechar la superioridad de armamentos y la logística. Así, explica, “incluso si hubiera estado en el lugar correcto en el momento correcto, al ser de noche no habría podido tomar ninguna fotografía. En 1982 no existían las cámaras digitales con las altas posibilidades de captura ISO que tenemos ahora. Y no aterricé hasta el 1º de junio, así que no estuve para las batallas de Darwin y Goose Green, pero pude fotografiar sus secuelas. En la batalla de Tumbledown, por ejemplo, pude fotografiar a los Guardias Escoceses cuando el ataque comenzó, pero luego traté de dormir un rato antes de avanzar hacia allí justo antes del alba y tomar fotos con la luz del amanecer”.
-¿Estuvo en riesgo en alguna oportunidad? ¿Sintió miedo?
-Una tarde estaba con los Guardias Escoceses en Goat Ridge cuando fuimos bombardeados. Y cuando comenzó el ataque, el bombardeo empezó nuevamente hacia nuestra posición. Fue bastante aterrador, pero dejame decirte que de pronto te acostumbras y continuas con lo que estás haciendo. Cuando tomaba fotografías en Malvinas, sentía que al mirar a través de la cámara, de alguna manera estaba protegido de todo el peligro. Hace 40 años, en una entrevista que me hicieron cuando retorné cuando volví a casa, dije ‘Me escondía detrás de mis cámaras’. Suena tonto ahora, pero así es exactamente como me sentía. Pero claro, avanzar al amanecer en la cima de Tumbledown, por ejemplo, era preocupante porque todavía había disparos esporádicos, pero también estaba emocionado de hacer mi trabajo y buscar imágenes de interés periodístico.
Allí, sobre ese monte, Haley tomó una de sus fotografías más emblemáticas. Son soldados con sus rostros marcados por el combate, pero sonrientes. El veterano fotógrafo cuenta cómo hizo esa imagen exactamente: “Había miembros de la Guardia Escocesa encima de Tumbledown. Los estaba fotografiando mientras despejaban el área cuando se escuchó una llamada en la radio: ‘Controle el fuego, controle el fuego, hay banderas blancas ondeando’. Rápidamente me di cuenta de que era un momento muy importante y quería tomar una fotografía grupal de esta compañía de hombres que acababan de perder a sus camaradas pero estaban felices porque la lucha había terminado. Empecé a tratar de ponerlos en algún tipo de orden, gritándoles que se sentaran o se quedaran quietos. ¡No fue fácil con guardias de 1,80 metro de altura y yo solo un civil de 1,72! También pude ver detrás de ellos que había una nube de nieve cayendo y dirigiéndose hacia nosotros. Rápidamente tomé dos fotogramas en blanco y negro y dos fotogramas de transparencias en color antes de que nos envolviera la nieve y casi no pudiéramos ver nada. Sinceramente, estoy muy orgulloso de la foto, trabajé duro para conseguirla. Pero estoy aún más orgulloso de que los Guardias Escoceses me hayan hecho miembro honorario de la Asociación Tumbledown, nos reunimos todos los años a beber y comer curry”.
Luego de las batallas de Goose Green y Darwin, de Tumbledown y tras la firma del cese de fuego el 14 de junio en el aeropuerto de Stanley, Haley fotografió a soldados argentinos prisioneros. “Mis sentimientos hacia ellos era que sólo estaban haciendo su trabajo. No tenía ninguna animosidad. Simplemente sentí lástima, pero a la vez alivio de que todavía estuvieran vivos. La guerra fue una cosa terrible para ambos lados”.
Después de Malvinas, viajó por todo el mundo para el Ministerio de Defensa. Ya jubilado de su profesión, regresó a las islas en 2016 y 2018. Para él, “los isleños son gente maravillosa. Hay que recordar que muchos de ellos estaban aterrorizados cuando fueron invadidos. Ciento cincuenta fueron encerrados en un salón comunitario en Goose Green. Muchos fueron separados de sus familias y enviados a la Isla Gran Malvina en contra de su voluntad. Fue muy difícil para ellos porque no tenían idea de lo que estaba pasando y lo que les sucedería a ellos. Ahora solo quieren continuar con sus vidas en el lugar que aman”.
En 1987 decidió que era hora de una vida más tranquila y volvió al comienzo de su historia: puso un estudio de fotografías de eventos sociales. Pero haber sentido el olor de la adrenalina, del humo de las armas y mirar la muerte a través de una lente dejó una huella que los 40 años que lo distancian de las batallas no borraron: “Como fotógrafo de guerra, había fotografiado algunos otros conflictos y escaramuzas, así que Malvinas no cambió mi visión de la guerra, pero sí fortaleció aún más mis creencias. Odio la guerra y los conflictos armados. Creo que los políticos deberían tener que pelear contra sus enemigos en un ring de boxeo si quieren ir a la guerra”.
En las islas y durante el largo viaje hacia ellas (las Malvinas están a 12.382 kilómetros de Londres), Haley registró miles de fotografías. Pero no tiene una favorita: “Es difícil. Es como preguntarle a un padre de cuatro hijos cuál es su preferido. Tomé alrededor de 2600 cuadros en total y puse alrededor de 400 en un libro, así que esos 400 fueron mis favoritos, supongo. Quería quitar muchas para que las imágenes impresas pudieran ser más grandes en las páginas, pero no pude eliminar más, así que las dejé.Los rostros de las personas son importantes para las personas mismas, pero algunas imágenes se vuelven significativas para las personas que estuvieron allí en la guerra, pero no necesariamente en esa imagen. La foto del grupo de Guardias Escoceses en Tumbledown es así. No importa si no estás en la imagen, todavía te representa si jugaste un papel en esa guerra”.
Hoy, el Museo Imperial de Guerra británico (IWM según su sigla en inglés), prepara una muestra con las mejores imágenes que tomó Haley. La curadora de la exhibición es Hilary Roberts. Ella le explicó a Infobae que esa institución es “el principal museo del mundo de la guerra y los conflictos modernos, y fue creado durante la Primera Guerra Mundial. Hoy, el IWM es un grupo de cinco museos ubicados en todo el Reino Unido, que cuentan la historia desde varias perspectivas acerca de cómo los conflictos modernos han impactado la vida de las personas en todo el mundo desde 1914 hasta la actualidad. Nuestras colecciones revelan historias de personas, lugares, tecnología e ideas que reflejan a la guerra como una fuerza tanto destructiva como creativa. Desafiamos a las personas a mirar los conflictos desde diferentes perspectivas”.
Para Roberts, “Aunque fue breve, el conflicto de 1982 tuvo consecuencias amplias y duraderas: políticas, diplomáticas, económicas, sociales, culturales y militares. Estas consecuencias afectaron tanto a Gran Bretaña y Argentina como a sus aliados internacionales. Para ambos países, el conflicto fue un punto de inflexión en la historia. Las exhibiciones tienen como objetivo conmemorar el aniversario creando conciencia sobre el conflicto en 1982, reflexionando sobre su impacto y legado continuo”.
Los museos atraen a más de 2,5 millones de visitantes cada año y su audiencia se acrecienta con su sitio web (www.iwm.org.uk) y sus redes sociales. Para el 40º aniversario de la guerra, Roberts cuenta que “el IWM de Londres está refrescando y renovando su exhibición permanente de objetos, fotografías y arte dedicado al conflicto de las Malvinas. Los objetos en exhibición incluyen una mesa de operaciones, un cañón antiaéreo y un misil Exocet, todos utilizados por las fuerzas argentinas en las Malvinas, así como un ejemplo de un jet Harrier de la Royal Air Force. Y el nuevo material en exhibición incluirá fotografías del fotógrafo de prensa civil Paul Haley. Algunas de sus tomas se consideran icónicas, pero muchas no se han visto antes en público”. Para ella, las imágenes de Haley “reflejan una experiencia personal y muy humana del conflicto, algo que espero se comunique en la muestra. Fotografió eventos y personas a medida que se encontraba con ellos. Entonces, sus fotografías no solo muestran a las fuerzas británicas, sino también a los soldados argentinos y a los habitantes de las Islas Malvinas”. Precisamente, también se exhibirán imágenes tomadas por soldados argentinos. “Son en su mayoría instantáneas de aficionados, tomadas como recuerdos, que han sido donadas a IWM en los años transcurridos desde el conflicto”, asegura la curadora de la exhibición.
También las fotos de Haley se verán en el IWM North, ubicado en la ciudad de Manchester, que tiene como highlight una pantalla de de 360 grados de 8,20 metros de altura que utiliza sonido envolvente. Allí -además de exhibiciones de objetos y arte- se proyectarán las fotografías digitalizadas de Haley, muchas de las cuales no se han visto antes.
En Duxford, cerca de Cambridge, existe otro IWM, el más grande de Europa en cuanto a aviación de guerra. Allí se pueden ver aeronaves argentinas y británicas que combatieron en Malvinas. También existe un IWM en Belfast, a bordo de un buque de guerra de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, y el llamado “Churchill War Rooms”, que antes fue el cuartel secreto de Winston Churchill y su gobierno y está ubicado bajo el edificio del Tesoro en Whitehall.
Las muestras darán comienzo el 2 de abril -tomarán como inicio de los eventos por los 40 años del conflicto una fecha que para los argentinos es gloriosa- y en ellas se podrán ver reflejada la mirada que un inglés tuvo, de primera mano, sobre la guerra de Malvinas.
jueves, 7 de octubre de 2021
miércoles, 29 de septiembre de 2021
lunes, 13 de septiembre de 2021
martes, 13 de julio de 2021
Kasanzew y los comandos
La foto es borrosa, el recuerdo imborrable. Con cuadros de la Compañía de Comandos 601 en la "Halconera" de Puerto Argentino. Estoy entre el capitán Ricardo Frecha, condecorado con la medalla "Al Esfuerzo y la Abnegación" y el sargento Ruben Guillen. Sin boina, el sargento primero Rubén Alberto Ferrares. Al lado el sargento ayudante Carlos Rolando Mora, apodado "el Doctor" (era enfermero, falleció hace poco). Justo debajo de mi, el cabo primero Jorge Eduardo Martínez, condecorado con la medalla "Al Esfuerzo y la Abnegación". A su lado el sargento primero Eduardo Hipólito Suárez.
jueves, 18 de enero de 2018
Relatos británicos del conflicto (10): Gareth Parry en San Carlos
Gareth Parry reflexiona sobre su tiempo con las fuerzas británicas durante la guerra de las Malvinas
Los marines dormilones recibieron una sacudida suave. Pero su reacción ante la amenaza fue simplemente comenzar a preparar un enorme contenedor de granadas lleno de té. Luego todos volvieron a dormir nuevamente. "Duerme, ya sabes", dijo un sargento-filósofo escocés, "es uno de los mejores regalos de Dios, y debes aceptarlo cada vez que puedas".
En una de mis muchas escapadas personales para intentar adornar la ropa, una noche crucé la bahía de San Carlos tres veces en un bote de goma Géminis que rozó la superficie de las olas, a veces extrañando las formas oscuras de otros barcos en el fondeadero, y literalmente despegando en el aire cuando golpeamos las estelas de otros buques invisibles que corrían en la noche.
Gareth Parry, periodista de guerra, fuera de la casa de Whalebone con huesos de ballena reales como postes de la puerta, San Carlos, Isla Soledad. Fotografía: Martin Argles / Guardian
Estaba buscando un lugar llamado Blue Beach Two donde el SAS había informado haber visto una montaña de kit. Finalmente encontramos el embarcadero y una voz dijo desde la oscuridad: "¿Contraseña?" Respondí, algo débil: "Lo siento mucho, no sé cuál es la contraseña esta noche. Nadie me lo ha dicho. " Oí que el centinela amartillaba su ametralladora y se congeló en la escalera hasta el embarcadero. "Bueno, ¿quién eres tú?" preguntó. Le dije. "Oh, el Manchester Guardian. Mi papá lo lee. Bueno, mira, la contraseña de esta noche es Open House. Digo Open y dices House, no al revés. Y luego digo 'Advance friend y me reconocen. ¿De acuerdo? '' Le di las gracias, y procedimos con el diálogo según las instrucciones.
Pero no había ningún kit disponible en Blue Beach Two, así que volví a cruzar el agua. Volví al mar y esta vez mi nueva nave era una Auxiliar de Flota Real vacía que inmediatamente navegó desde San Carlos hacia las dos navieras en la Zona de Exclusión Total.
Todos nos preguntamos por qué nos habían dado una orden tan extraña. Pero luego se hizo claro. Durante cinco días, Sir Geraint actuó como una lámina Exocet, ya que después del hundimiento del Atlantic Conveyor cuando atrajo un misil lejos del Invencible, había quedado muy claro que la mejor manera de proteger a nuestros portadores vulnerables contra Exocet era colocar naves "sacrificiales" a su alrededor. Pero sobrevivimos a otros tres ataques Exocet esa semana.
El estado de ánimo abrumador entre los hombres de servicio británicos era de camaradería, pero la tensión y la fatiga se hicieron sentir a medida que las semanas se convertían en meses de guerra. En el Invencible, durante un ataque con misiles, me encontré en estaciones de acción con un grupo de marineros en lo que era efectivamente un compartimento sellado. Estábamos, de todos modos, viviendo la mayor parte del tiempo preparados para el ataque, pero de alguna manera el discordante klaxon de las estaciones de acción siempre hacía temblar los nervios de un hombre.
Estábamos sentados en la cubierta, a muchos pies debajo de la línea de flotación, creyendo que en cualquier momento nuestro compartimiento podría estar inundado o explotado por una explosión. Un joven marinero a mi lado tenía en su mano una fotografía de una mujer joven con un bebé en sus brazos, y él estaba llorando.
Cuando luego incluí esto en un informe, uno de los oficiales que revisó mi copia dijo: "Encuentro esto extremadamente difícil de creer". Fue la única vez en toda la experiencia que escuché a alguien acusado de mentir. Pero a pesar del obvio trauma de la Armada, como un "servicio silencioso" tradicionalmente conocido por tener varios de sus enemigos naturales, la prensa, que vivía con ellos, los corresponsales fueron tratados con gran cortesía y amabilidad.
La actitud de unos pocos oficiales hacia sus hombres fue, sin embargo, sorprendente, y cuando se tomó la muy impopular decisión de no otorgar el pago adicional habitual en forma de LOA - Subsidio Local de Ultramar - un comandante me dijo: "Ellos son bastante afortunado de estar aquí en el empleo regular, y no en la lista de espera en casa ".
Por el contrario, la relación entre oficiales y hombres en las fuerzas terrestres fue marcadamente más relajada. Todo el mundo cavó su propia trinchera y el mayor crimen fue tratar de imponer en la privacidad de los agujeros fangosos en que el propietario se agachó en una piedra sobre la superficie del agua, como una rana camuflada.
Las advertencias de ataques aéreos en la costa fueron señaladas por una explosión en un silbato y las palabras gritadas "Ataque aéreo advertencia roja". En cuestión de segundos, todos se habían puesto a cubierto y habría un completo silencio mientras la gente se esforzaba por escuchar el sonido de un motor a reacción que se acercaba. Después de un tiempo de inacción, una cabeza emergía del suelo y preguntaba: "¿Ya es amarillo?". El estado amarillo era claro, pero con demasiada frecuencia la pregunta era errónea y los gritos de amarillo se pasaban por error de una trinchera a otra. . Pero a medida que las personas comenzaban a salir de sus agujeros casi inevitablemente alguien gritaba "¡Todavía es rojo sangre!" y toda la pantomima demente volvería a empezar.
La vida a bordo del barco era mucho más formal y disciplinada. El día comenzaría cuatro horas antes del amanecer, con una oración del padre sobre el Tannoy. Recuerdo bien el día después de Sheffield, cuando la "ansiedad", como la Marina llama dulcemente el miedo, era muy alta. Después de una palabra del capitán sobre las perspectivas de un "día muy interesante que nos desafiará a todos", el padre se acercó y comenzó una oración especial "por aquellos de nosotros que hoy morimos". Hasta ese momento, los marineros que me rodeaban en las estaciones de acción habían sido forzosamente alegres. Pero su moral se hundió tan repentinamente como cualquier barco que íbamos a ver. El padre nunca usó esa oración de nuevo.
La presentación de la guerra de las Malvinas ha sido cuidadosamente desinfectada. Las fotos y las descripciones de las víctimas han sido discretas, y creo acertadamente, por el bien de los parientes. Incluso ahora intentar describir algunas de las imágenes y sonidos más horribles de una guerra sería poco amable.
Pero las caras hinchadas de hombres mal quemados cuyas ropas habían sido soldadas a sus cuerpos por el destello abrasador de una explosión; los gritos en la noche desde los dormitorios en los barcos que sirven de refugio a los sobrevivientes: estos nunca pueden borrarse de los recuerdos de quienes los vieron y los oyeron, ni deberían hacerlo, porque con frecuencia era el precio de la victoria en una sangrienta Campaña.
"Los belicistas y las personas que se deleitan en la muerte y la destrucción no son bienvenidos en este departamento", dijo un aviso pegado a la puerta de un compartimiento en uno de los barcos. En el grupo de trabajo, si no en los bares del salón de Inglaterra, había poco gusto por la gloria lograda a tal costo. Incluso los oficiales experimentados dijeron que nunca quisieron volver a Goose Green, la aldea insignificante donde 300 hombres murieron en unas pocas horas. La escena después de la batalla fue espantosa. Había filas y filas de cadáveres mal carbonizados por el fósforo de los proyectiles de artillería. En varios lugares había rifles clavados en el barro con cascos, marcando donde los hombres morían. Días después, los presos argentinos rodearon las trincheras de sus camaradas caídos, arrancando cuerpos por las piernas y tirándolos en un camión tractor. Había restos de restos humanos en casi todas partes, y había cerdos que enraizaban en el campo de batalla. Vi a un cerdo perezosamente arañándose en el costado de una bomba de 1000 libras sin estallar.
Los pedazos de papel que se revolcaban con el viento resultaron ser tarjetas de buena suerte dibujadas por escolares argentinos. Eran muy similares a los dibujos que nos enviaban los niños británicos: el tipo de dibujos simples que verías en la pared de cualquier escuela primaria.
Una fosa común en una colina que domina Darwin, a solo dos millas de Goose Green, donde los cuerpos fueron llevados para un breve servicio realizado conjuntamente por un inglés y un padre argentino, era en sí mismo un horror continuo. A medida que pasaban los días y el agua comenzaba a elevarse desde la arcilla, los cuerpos envueltos en ponchos verdes y monótonos comenzaban a flotar. Solo la visión de dos botas negras sobresaliendo de los obenques de batalla dio una pista real de que estos paquetes patéticos alguna vez fueron humanos.
En la pista de aterrizaje en Goose Green había toneladas de botes del arma más temida de la guerra moderna: el napalm. Gran Bretaña había acordado nunca usarlo, pero parece que la intención argentina había sido diferente. Algunos altos oficiales estaban horrorizados por la cantidad de latas de napalm y dijeron que su uso contra nuestras tropas podría haber alterado todo el curso de la campaña.
Incluso sin napalm, las quemaduras repentinas eran la herida más terriblemente común, especialmente entre el personal de la Armada. Siempre se puede decir a las personas quemadas desde la distancia, ya que se movían con frecuencia estrechándose las manos en sus esfuerzos por enfriar la piel quemada.
Algunas personas con quemaduras recibieron bolsas de plástico para usar en sus manos. Las bolsas se llenaron con un polvo blanqueador que alivió el dolor en cierta medida, evitó la infección y promovió la curación. Pero para los hombres que literalmente fueron despellejados por las explosiones, solo hubo un escape irregular del sueño inducido por la morfina.
Aunque uno de los barcos del hospital estaba atendida por psiquiatras que estaban allí para hacer frente al estrés de la guerra en las mentes de los hombres, muchos sobrevivientes que eran aparentemente brillantes y alegres durante sus horas de vigilia, de repente gritaban y gritaban mientras dormían. Una noche que pasé en un dormitorio para hombres heridos. Uno de ellos aulló bruscamente mientras dormía, desencadenando una reacción en cadena de bedlam por parte de los demás, que se despertó presa del pánico.
La gente que mejor se las arregló con los horrores de la guerra, al parecer, fueron los habitantes de Malvinas. La mayoría de las veces se dedicaban a su vida cotidiana como si las tropas que pululaban a su alrededor no existieran. En Puerto San Carlos, un albergue utilizado por los esquiladores se había convertido en una estación de limpieza y la mesa de cocina de pino era un banco de operaciones, revestido con instrumentos quirúrgicos, gotas de solución salina y enormes cuñas de aderezos de campo. Casi inevitablemente, la sala contigua tenía una imagen de la Reina y el Príncipe Felipe, y en una habitación contigua, una familia de habitantes de las Malvinas disfrutaban de otra comida de costillas de cordero. Los isleños nunca parecieron especialmente contentos de vernos, aunque eso podría atribuirse a su reserva natural y timidez con extraños. Un hombre me dijo que no sabrían el costo total de la guerra durante siete meses, cuando las ovejas se reunieron para esquilar. Esto fue dicho en Goose Green.
Mi impresión perdurable de los británicos en guerra es la de un coraje y profesionalismo increíbles en todos los hombres que sirven. Como me dijo un marinero: "Hemos disfrutado años de paz y navegación a lugares glamorosos del mundo para mostrar la bandera. Pero ahora estamos haciendo lo que se nos pagó hacer todo el tiempo. Aunque hemos sido entrenados para luchar, había nunca de ninguna manera en que podríamos habernos preparado para algunas de las cosas terribles que hemos visto ".
He traído de las Islas Malvinas un pequeño y conmovedor recordatorio tangible de la pérdida humana del dolor que sigue a una guerra. En Goose Green me dieron un par de pantalones de repuesto, de un montón de ropa argentina que había quedado en una casa. En uno de los bolsillos encontré una alianza de plata lisa inscrita en Spanish To My Darling. Enviaré el anillo a un padre en Buenos Aires, cuya dirección me han dado. Si su dueño volverá, probablemente nunca lo sepa.
lunes, 7 de agosto de 2017
Cuando la BBC arruinó la sorpresa en Goose Green
La traición de la BBC en la guerra de Malvinas en la batalla de Pradera del Ganso
Shahan Russell | War History Online
Lugar de descanso temporal del Coronel H Jones y 2 Para KIA Goose Green, Ajax Bay - 13 de junio de 1982.
La Batalla de Goose Green en 1982 fue parte de la Guerra de las Malvinas entre Gran Bretaña y Argentina. Fue especialmente notable por dos cosas - la alta tasa de víctimas y cómo la British Broadcasting Corporation (BBC) cometió traición.
Las Islas Malvinas, Georgia del Sur y las Islas Sandwich del Sur son territorio dominados por los británico que se encuentra mucho más cerca de la Antártida que de Gran Bretaña.
También están más cerca de Argentina, por lo que los argentinos los reclaman a pesar de que todos los británicos dicen lo contrario.
El 2 de abril de 1982, decidieron hacer algo al recuperar las Islas Malvinas. Al día siguiente, Georgias del Sur y las islas Sandwich del Sur fueron los siguientes - que hizo que todos se vayan, "¡Huh !?"
El territorio combinado llega a apenas 1.507 millas cuadradas. Estando tan cerca de la Antártida que apenas habitable.
Las únicas personas que no se rascaban la cabeza eran los británicos y los argentinos.
Las Islas Malvinas, Georgia del Sur y las Islas Sandwich del Sur
Para entender esto, aquí hay una lección de historia rápida. Varias naciones europeas los reclamaron hasta que Gran Bretaña llegó en 1690 y dijo: "¡Mía!" España hizo lo mismo en 1713, pero para hacer una larga historia, su imperio se derrumbó.
Entre los territorios que perdieron fue Argentina. Aunque ya no son españoles, los argentinos creen que son los sucesores de la reclamación de España. Se contentaron con dejar que las cosas fueran hasta 1982. ¿Entonces por qué?
Era porque su gobierno militar necesitaba una distracción. La economía del país chupaba. Lo mismo ocurre con su historial de derechos humanos.
¿Solución? Distraer a la gente con patriotismo y hacerlo antes de las próximas elecciones llamadas. ¿Pero cómo? ¡Hola, guerra de Malvinas!
Mientras que Gran Bretaña no era un empujón, el gobierno argentino apostó en tres cosas: las islas no tienen valor estratégico; Que prácticamente no tienen recursos, y que son el hogar de sólo una pequeña población de la mayoría de los británicos.
Goose Green
El gobierno también consideró la economía británica. No estaba muy bien a principios de los 80, así que la esperanza era que los británicos estuvieran demasiado distraídos y demasiado presionados para hacer algo con respecto a una invasión.
Claro, gritarían y marcarían sus pies, pero eso sería todo.
Los argentinos no estaban preocupados por la ONU. El país fue constantemente objeto de ataques por sus violaciones de los derechos humanos, así que ¿qué fue otro ding de la comunidad internacional? La gente simplemente se acostumbraba a ello, como lo hicieron con el Tíbet.
No resultó de esa manera, por supuesto. Gran Bretaña respondió rápidamente con aterrizajes anfibios en San Carlos Water en East Falkland el 21 de mayo.
La mayoría de las fuerzas argentinas se encontraban alrededor de Port Stanley, a unos 50 kilómetros al este, y otras estaban instaladas en Goose Green y Darwin, armadas con ametralladoras, cañones de 35 mm, morteros y artillería.
Goose Green podría ser ignorado. Es una pequeña comunidad en Lafonia en East Falkland a lo largo del Choiseul Sound. También estaba demasiado lejos para amenazar los continuos aterrizajes en San Carlos, que no iban bien.
Teniente Coronel Ítalo Ángel Piaggi
Los británicos habían perdido un número de naves de ataques aéreos, por lo que necesitaban fortalecer las posiciones que ya tenían. Lo que pretendía ser una contrainvasión para recuperar las Malvinas, se había convertido en una maniobra defensiva.
Mientras que el gobierno argentino se hizo popular con su gente, las cosas eran diferentes en Gran Bretaña. Parte de su población sentía que las Malvinas no valían la pena pelear y morir. Por lo tanto para reunir a los nay-sayers, un poco de PR fue necesario.
Los políticos británicos estaban particularmente preocupados porque el Consejo de Seguridad de la ONU ya estaba hablando de un alto el fuego. Si se pasara, las tropas británicas se quedarían atascadas porque el tiempo y la geografía no estaban de su lado. Todo lo que Argentina tenía que hacer, por otro lado, era esperar.
Gran Bretaña no podía. Si era para tomar las Malvinas rápidamente, tenía que ir a la ofensiva.
De repente, Goose Green se veía atractiva.
Teniente Coronel Herbert Jones
Si Gran Bretaña pudiera tomar eso, tendría acceso a una gran franja de East Falkland. Un alto el fuego entonces sería todavía molesto, pero por lo menos Gran Bretaña tendría una porción más grande de la isla con la que molestar a la Argentina.
Entrar al Brigadier Julian Howard Atherden Thompson, comandante de la 3 Brigada Comandante. Su trabajo era enfrentarse a los argentinos alrededor de Goose Green y Darwin.
El área fue protegida por la Fuerza de Tarea Mercedes bajo el Teniente Coronel Ítalo Ángel Piaggi, compuesto por el 12º Regimiento de Infantería (IR12) y la 3ª Compañía. Defensado por 20 mm Rheinmetalls, dos pistolas antiaéreas de Oerlikon de 35 mm con radar y una batería de tres OTO Melara Mod 56 105 mm pack Howitzers, el trabajo de Thompson no sería fácil.
Para hacerla aún más difícil, sus hombres no podían volar. La mayoría de sus helicópteros habían estado a bordo del transportador del Atlántico, que fue destruido por misiles argentinos el 25 de mayo.
El plan, por lo tanto, era desembarcar tropas en la Bahía de San Carlos y hacerlos caminar durante dos días hasta que llegaran a Goose Green.
Cementerio al norte de Darwin, donde la mayoría de las bajas argentinas de Goose Green están enterradas
El 26 de mayo, el 2do Batallón del Regimiento Paracaidista (2 Pará) bajo el Teniente Coronel Herbert Jones comenzó a hacer precisamente eso. ¡Los argentinos se depararían una sorpresa!
O eso pensó Jones hasta que encendió la radio.
Se había sintonizado con el Servicio Mundial de la BBC, que estaba diciendo felizmente al mundo que el segundo Para estaba listo para lanzar un ataque sorpresa contra Goose Green. ¡Cuanta sorpresa habría ahora?!
Memorial al Grupo de 2 Pará, al oeste de Darwin
¿¡Ahora que!? Los 2 Para sabían que estaban superados en número. Su única ventaja estaba en la sorpresa, pero que claramente fue el camino de los dinosaurios.
Después de una sana ronda de pleitos, Jones prometió demandar a la BBC por traición. Idem con el Gabinete de Guerra. Ah, y todo el gobierno Thatcher.
Piaggi estaba escuchando la misma emisión y sacudió la cabeza con incredulidad. ¿Realmente los británicos pensaban que era tan estúpido? Hah!
Evidentemente iban a atacar en otro lugar y estaban usando el anuncio como una diversión. Así que les dijo a sus hombres que se relajaran.
El lugar donde murió el Teniente Coronel Herbert Jones, ahora un monumento conmemorativo
Ellos todavía estaban haciendo eso cuando 2 Pará atacó. Jones había apostado que Piaggi pensaría como él y ello pagó.
Piaggi se rindió el 29 de mayo - que, por una interesante coincidencia, pasa a ser el Día del Ejército Nacional Argentino.
Así terminó la Batalla de Goose Green, pero llegó a un precio considerable.
Jones y otros 17 británicos murieron a costa de 45 a 55 argentinos.
De vuelta en Gran Bretaña, hubo furia por el incidente, ya que los políticos fueron acusados acertadamente de desperdiciar vidas británicas por un truco de propaganda.
jueves, 30 de marzo de 2017
Nicolás Kasanzew y su experiencia como corresponsal
El periodista Nicolás Kasanzew llegó a las islas el 2 de abril. Vivió bajo fuego y fue testigo de todo lo que se calló y se ocultó durante la guerra. La censura, la relación con los soldados, las noches de insomnio y la difícil vuelta al continente. Cómo se buscó desmalvinizar
Por Silvia Mercado | Infobae
Nicolás Kasanzew es el único periodista argentino que cubrió la guerra de Malvinas hasta el final. Lo hizo para ATC y bajo extremas condiciones de censura. Hasta que volvió al continente no se enteró cómo salían sus reportes para televisión ni tampoco las notas que enviaba a Siete Días.
Por ser "la cara de la televisión en la guerra" pagó un alto costo personal y tuvo que irse del país para ejercer su profesión. Aquí lo despreciaban los militares que habían vuelto derrotados y los civiles que queríamos olvidar ese fallido intento de recuperar las islas. Sin embargo, su trabajo periodístico fue excepcional y está reflejado en dos libros de calidad extraordinaria, Malvinas, a sangre y fuego y La pasión según Malvinas. Recorrer esas páginas es un desafío a las esquematizaciones, ya que presentan datos prácticamente desconocidos y perspectivas muy profundas y originales. Aquí su testimonio para Infobae.
–Nicolás, usted tuvo una distinción del Congreso de la Nación en el gobierno de Raúl Alfonsín, junto a otros civiles, por su participación en la guerra de Malvinas. ¿De qué se trató?
–Sí, en 1986, una ley del Congreso de la Nación equiparó los civiles a los soldados conscriptos, y por supuesto eso fue muy honorífico para mí. Después, en el año 1995, el Ejército me condecoró con la Orden a los Servicios Distinguidos por mi desempeño en Malvinas.
–Es interesante ver que hubo muchos civiles que tuvieron un rol destacado en las Malvinas, usted en su calidad de periodista. ¿Sabía que habían participado tantos civiles?
–Por empezar, una cosa que se olvidó es que 200.000 civiles se anotaron como voluntarios para ir a defender nuestra soberanía en Malvinas. Se anotaron pilotos civiles que decían que querían ir a estrellarse contra la flota inglesa con sus avioncitos, se anotaban lisiados con sus sillas de ruedas, se anotaban personas mayores como mi maestro scout, que tenía 73 años, voluntario número 17 que hubiera hecho un muy buen papel. A ninguno de ellos los terminaron mandando. Fuimos pocos los civiles que participamos, pero había gente de vialidad, marinos mercantes, médicos. De hecho, 18 civiles murieron en combate, aportaron su cuota de sangre para defender la soberanía. Eso tampoco se tiene en cuenta.
–Es sorprendente, porque es lo que permite comprender que la guerra tuvo un gran respaldo de la sociedad civil.
–Si no se entiende eso no se puede entender la guerra de Malvinas, porque siempre se habla de que los generales y almirantes fueron a la guerra. Nunca lo pensaron, ni en las peores pesadillas, cayeron en una trampa, el famoso "guiño" que les hicieron desde el Pentágono por una provocación inglesa. Después no pudieron dar marcha atrás por los civiles, por las plazas llenas de gente. Cuando Galtieri se da cuenta que Estados Unidos no va a ser neutral, que él cayó en una trampa, le dice al ministro de defensa (Amadeo) Frúgoli que saquen las tropas de Malvinas. Y Frúgoli le dice "no podemos, la gente nos va a colgar en la Plaza de Mayo", me lo contó su sobrino. La gente había plebiscitado la recuperación de las Malvinas en todo el país y ya no se podía ir para atrás. Si no se entiende eso, no se entiende la improvisación. Lo único planificado fue el 2 de abril, después todo fue improvisación, nunca pensaron ir a la guerra los militares, y ya no pudieron retroceder.
–Llegó el 2 de abril de 1982 a Comodoro Rivadavia, ¿había muchos periodistas?
–Sí, estaba lleno de periodistas, pero no nos dejaron cruzar ese día a las Islas. Recién al otro día cruzamos unos 40 periodistas, pero nos tuvieron allí dos horas y nos hicieron volver. El 4 de abril ya no dejaron entrar a nadie, así que Daniel Mendoza, aquel famoso periodista con su seducción tan particular, consiguió subirse a un avión y me hizo subir a mí. En abril yo iba y venía, porque como no se podían hacer transmisiones desde Malvinas, yo iba a Comodoro a transmitir. Hasta que el 23 decidí no salir más de Malvinas porque se cerró el bloqueo y me iba a perder la cobertura de la guerra. Pasó algo extraño. Durante abril llegaban periodistas a hacer su nota, y se iban. Yo soy testigo de que el general Menéndez les ofrecía quedarse en las Islas y nadie quiso quedarse. Ese es el motivo por el cual yo fui el único periodista argentino que cubrió toda la guerra.
–Notable. ¿Había con usted un camarógrafo de ATC, no es cierto?
–Sí, Alfredo Lamela, un tipo muy valiente. Cuando tiran, la instintiva reacción de un ser humano es agacharse, para protegerse, y así arruinás la toma. Alfredo no se agachaba.
–¿Había periodistas de Télam también?
–Lo de Télam es una historia aparte. Había una agencia de cinco periodistas y uno de los periodistas, Diego Pérez Andrade, inventaba noticias. Por ejemplo, que el piloto Luis Valko había muerto atacando con su Pucará un portaaviones, lo cual es una locura, nunca pasó. Ya tenía su gloria de haber muerto en combate, no era necesario. Mientras inventaba cosas más o menos inocuas, triunfalistas, pasaba. Pero un día inventó que en un ataque inglés murieron 15 kelpers y Menéndez se enojó porque él cuidaba a los kelpers más que a los soldados argentinos. Cuando le preguntaron por qué mintió, dijo que estaba haciendo acción psicológica. Entonces, el 5 de mayo cerraron la agencia Télam en Malvinas y los muchachos decidieron quedarse en el hotel. Pérez Andrade siempre se jactó de haberse quedado tomando del mejor whisky en el hotel, y dos días antes de la rendición Menéndez recién les devolvió los equipos. O sea, que no cubrieron la guerra por ese motivo.
–Es decir que Alfredo y usted fueron los únicos.
–Así es, los únicos, desde el principio hasta el final, desde las Islas.
–Cuéntenos cómo era el trabajo que hacían.
–Era un trabajo muy difícil, porque me habían asignado un censor, un capitán de Ejército que cuando me acompañaba decía "esto se puede filmar, esto no", y cuando no nos acompañaba, miraba en el viewfinder de la cámara y las cosas que no le gustaban me obligaba a borrarlas. Yo le rogaba que no las borrara, que las guardara él, eran imágenes para la historia, pero fue implacable. Incluso me amenazó con una corte marcial. Ese era el primer filtro. Nosotros después mandábamos con los Hércules que burlaban el bloqueo el resto del material. Recién cuando vuelvo al continente me entero que mi material pasaba distintos escalones de censura. Mis compañeros de Canal 7 me dijeron que el 90 o 95 por ciento de lo que mandamos fue destruido, no solo no emitido, directamente destruido. Te imaginás que hasta el día de hoy sangro por la herida.
–Además era corresponsal de la Revista Siete Días. ¿Qué pasó con esas notas?
–Escribía mi diario de guerra para Siete Días, que tampoco pude leer durante la guerra. Cuando vuelvo me doy cuenta que a mis notas les habían adosado introducciones triunfalistas. Le reclamé a mi editor y me dijo que si no agregaba eso, no le dejaban publicar nada. No tendría que haber publicado nada, le dije. Por suerte, yo conservo mis manuscritos y los télex que no se pueden falsificar, donde puedo probar que esas introducciones triunfalistas no eran mías. Había gran censura, como en toda guerra, por otro lado.
–Por cierto. Lo importante es que en el caso de Siete Días tiene la documentación para probarlo, pero en la televisión no, aunque está claro que era un periodista en la zona misma de la guerra.
–Así es, yo era -aunque no en los papeles pero sí en los hechos- un corresponsal de guerra. No era un periodista en zona de peligro, sino un periodista que participa del esfuerzo bélico de su país y se subordina a los mandos de ese país, esa es la definición de corresponsal de guerra para la Convención de Ginebra.
–¿Está seguro entonces de que no hay forma de recuperar los materiales que no se emitieron?
–No lo digo yo, sino mis compañeros de ATC que vieron cómo eran veladas las películas y borrados los casetes. Durante la guerra a mí me prohibieron filmar soldados conscriptos para que no se viera que eran bisoños, cosa que seguí haciendo primero por una cuestión de ética profesional, pero también porque ellos querían salir y que los vieran sus familias. Se borraron cantidad de imágenes porque había soldados conscriptos en esas tomas. Cuento otra. Carlos Alberto Molteni, piloto de combate, ataca a los ingleses en Darwin, su numeral cae, vuelve de ese combate y yo lo entrevisto en caliente. Molteni es un personaje muy pintoresco, muy divertido, cantante de tangos, entonces yo le pregunto si llevaba su equipo de supervivencia por si era derribado. Me contesta, "no, yo cuando salgo a volar no llevo ni el peine". Cuando lo vieron en ATC destruyeron la nota, se horrorizaron. Era un combate aéreo contra tropas inglesas, había vuelto, y destruyeron por esa nimiedad la nota.
–¿Dónde vivía cuando estaba en las Islas?
–Los civiles, algunos curas, algunos personajes de los servicios de inteligencia, vivíamos en una hostería llamada Upland Goose, manejada por kelpers. Todas las mañanas salíamos con Alfredo a buscar notas, lo que era muy difícil por el censor que tenía encima. Encontré la solución que era ir al aeropuerto después del 1° de mayo, que era bombardeado tres y cuatro veces por día. Tenía las escenas de acción y la gente de la Fuerza Aérea me dejaban deambular con libertad. Dentro de eso, los soldados se me acercaban porque tenían hambre y necesidades. Yo me dedicaba dos horas por día a comprarles cosas, incluso a veces con mi plata, porque Menéndez no quería que fueran a los supermercados, para no desabastecer a los kelpers.
–¿Es normal que un corresponsal de guerra se involucre con un conflicto como usted lo hizo, con su pasión y emoción?
–Bueno, como le dije la definición de corresponsal de guerra según la Convención de Ginebra, el corresponsal de guerra participa del esfuerzo bélico de su país. En este caso se trató de una causa noble, de una guerra limpia. Yo era periodista pero, básicamente, era argentino. Al punto tal que cuando llegamos con mi camarógrafo nosotros les pedimos que nos preparen para la defensa, y se murieron de risa.
–Después de la derrota, ¿volvieron a entrar al canal?
–Sí, volví a entrar al canal para ser un marginado, porque el nuevo hombre fuerte del Ejército, el general (Cristino) Nicolaides, decía que había que olvidarse de Malvinas, por eso escondieron a los que volvieron. Primero me prohibieron entrevistar a los soldados que volvieron de la guerra, me prohibieron hacer notas sobre Malvinas, después me sacaron del noticiero y finalmente me dejaron sin trabajo. Luego me hicieron una campaña de difamación que estoy seguro salió de la inteligencia del Ejército, porque yo me puse a escribir mi primer libro. Al no haber podido contarle a los argentinos lo que había pasado con las imágenes y todo lo que viví, quise ponerlo en un libro. Como temían lo que yo podía escribir, me difamaron.
–¿Por qué cree que la sociedad también se olvidó de la guerra?
–Evidentemente somos un pueblo obscenamente exitista. Perdimos la guerra y todo el mundo dio la espalda. Si otra hubiera sido la historia no hubieran negado que estuvieron en Plaza de Mayo respaldando la recuperación. Ese exitismo, sumado a que se intentó mezclar todo, demonizar a las Fuerzas Armadas completas sin separar la paja del trigo. Malvinas coincidió solo cronológicamente con el gobierno militar. En todo lo demás fue distinto. No tenía nada que ver una cosa con la otra. Malvinas fue una guerra noble por una causa justa que nada tuvo que ver con los militares que gobernaban. Los que pelearon fueron a defender la bandera de San Martín y Belgrano.
–Si tuviera la posibilidad de elegir de nuevo si viajar o no a cubrir la guerra de Malvinas, ¿qué decisión tomaría?
–Si existiera una máquina del tiempo volvería a hacer todo lo mismo que hice, salvo en un aspecto: escondería el material, no permitiría que me lo destruyeran. Lo pude hacer después que se perdieron los primeros siete rollos fotográficos que envié, pero no con el material para televisión.
–En su segundo libro, La pasión según Malvinas, hay gran cantidad de fotos que usted mismo tomó.
–Sí, porque aprendí de eso y seguí sacando fotos, pero las mandaba de contrabando con un aviador naval. Gracias a él estas fotos están para la historia, sino tampoco estarían.
–Nicolás, se van a cumplir 35 años de esta experiencia que tanto lo marcó en su vida personal y también a los argentinos. ¿Qué mensaje puede dejarnos a los que no estuvimos ahí y a los argentinos que no habían nacido en 1982? ¿Qué nos puede decir de la guerra y, más que nada, de la guerra de Malvinas?
–La guerra es la barbarie siempre. Afortunadamente en esta guerra hubo gran cantidad de actos de nobleza y amor al prójimo, de argentinos que dieron todo por amor. Pero sobre todo yo quisiera decirle a los argentinos que nosotros que nos creemos los más vivos de todo el mundo, en realidad, nos compramos todos los buzones.
–¿Por qué?
–Hubo una gran mentira de que fue "una guerra de la democracia contra la dictadura". Es una falacia de la señora Thatcher, que no podía decir que se lanzaba a una guerra para recuperar unas colonias. Nosotros no estábamos condenados a la derrota -lo dice el almirante (Sandy) Woodward- porque no gana el que tiene el mejor equipo sino el que tiene la voluntad más fuerte, como la que tenían nuestros soldados y oficiales. Los panfletos británicos eran los que decían que solo podíamos perder, pero no era cierto. Fue una guerra heroica, y pasados los años va a estar a la par del Cruce de los Andes y de la Batalla de Obligado, no tengo la menor duda.
martes, 3 de marzo de 2015
Las mentiras de un periodista yanqui "expuesto a fuego argentino"
Redacción
BBC Mundo
O'Reilly es un veterano periodista de la cadena conservadora de noticias Fox News.
En EE.UU. parece haberse desatado la caza del "periodista mentiroso".
Después de la caída en desgracia del presentador estrella de la NBC Brian Williams, ahora está en la mirilla Bill O'Reilly, un veterano periodista de la cadena conservadora Fox News.
Este último ha repetido durante años que cubrió la guerra de las Malvinas/Falklands de 1982, dando a entender que presenció los combates entre tropas argentinas y británicas.
Pero la revista de izquierda Mother Jones cuestionó en un artículo el pasado jueves que O'Reilly, que entonces era un joven reportero de la cadena CBS, reportara desde una "zona de guerra", como él había dicho en varias ocasiones desde hace años al referirse a su trabajo en Argentina.
O'Reilly dijo que sobrevivió "a una situación de combate en Argentina".
En realidad, O'Reilly cubrió aquel conflicto como la mayoría de periodistas internacionales desde Buenos Aires, donde se produjeron disturbios callejeros, pero no combates.
Lejos de retractarse, O'Reilly dijo este lunes durante su programa de entrevistas y comentario político "The O'Reilly Factor" que la violencia en las calles de la capital argentina fue horrible.
Llama la atención que ante el aprieto de sus periodistas, las dos cadenas estadounidenses han reaccionado de manera muy distinta.
Credibilidad
Hace dos semanas, NBC suspendió de empleo y sueldo a Williams por seis meses después de que éste admitiera que no viajaba en un helicóptero militar estadounidense que fue derribado en 2003 en Irak, al comienzo de la invasión de EE.UU.Brian Williams fue sancionado por NBC por mentir sobre su cobertura de la guerra de Irak.
Analistas en EE.UU. han dicho que el escándalo podría suponer el fin de la hasta hace poco rutilante carrera de Williams, tras décadas en NBC, argumentando que su credibilidad como informador está en entredicho.
Lea: La mentira que hizo caer en desgracia a Brian Williams, la estrella de TV de EE.UU.
Por su parte, el director ejecutivo de Fox News ha respaldado a O'Reilly.
O'Reilly, toda una institución en Fox News, tenía 32 años durante aquella guerra y formaba parte del equipo de enviados especiales de la cadena CBS a Argentina.
El 14 de junio, tres días después de su llegada a Argentina, el presidente Leopoldo Galtieri anunció la rendición, tras 10 semanas de guerra.
A pesar de que le están lloviendo críticas, no parece que la mentira o exageración de O'Reilly le vaya a suponer una sanción por parte de sus jefes.
Unas 5.000 personas se dirigieron al atardecer a la Plaza de Mayo, en una protesta contra el gobierno.
"Fue muy violento en la calle, donde yo estaba", dijo O'Reilly este lunes durante su programa. "Y no pudimos conseguir el número de víctimas mortales porque, como se sabe, era una dictadura militar, y eso no lo reportan".
"Pero vi a gente golpeada en el suelo. Los vi siendo arrastrados, siendo subidos a ambulancias y a vehículos de policía. Y los medios locales informaron que hubo muertos. No hemos podido decir cuántos, ¿verdad? Pero yo creo que hubo".
Mientras hacía estas declaraciones, O'Reilly buscaba el asentimiento de su antiguo compañero en CBS durante aquella cobertura, Don Browne.
"Había tanques en la calle. Era un país en guerra. Al principio, era casual. Y se volvió más y más serio", dijo Browne. "Fue una situación que daba mucho miedo. Mucha gente murió".
"900 muertos en la isla, y no sabemos cuántos muertos en Buenos Aires", añadió O'Reilly.
¿Pero se puede decir realmente que O'Reilly estuvo presente en Argentina en una zona de guerra?
En su libro de 2001, The Spin Zone, O'Reilly dijo: "Sabes que no me sorprendo fácilmente. He reportado desde zonas de guerra activa, desde El Salvador a las Falklands (Malvinas)".
En una columna en 2004 sobre la guerra de Irak, O'Reilly volvió a referirse a su trabajo en Argentina. "Habiendo sobrevivido a una situación de combate en Argentina durante la guerra de las Falklands (Malvinas), sé que las decisiones entre la vida y la muerte se toman de modo instantáneo".
En 2013, O'Reilly volvió a referirse a su experiencia en aquel conflicto durante su programa, dando a entender a la audiencia que se encontraba en las islas durante la guerra.
"Estuve en una situación una vez, en una zona de guerra en Argentina, en las Falklands (Malvinas), en la que mi fotógrafo fue aplastado y se golpeó la cabeza y estaba sangrando por el oído sobre el asfalto. Y el ejército nos estaba persiguiendo", dijo O'Reilly, que añadió que tuvo que asistir a su compañero.
El periodista no se refirió el lunes por la noche al incidente.
"Chiflado"
La violencia de aquella protesta del 14 de julio fue sin duda grande. Los medios argentinos la calificaron como la mayor desde la llegada del gobierno militar en 1976.Cinco autobuses fueron quemados y comercios fueron saqueados, según le dijo a BBC Mundo el historiador argentino especializado en aquel conflicto, Federico Lorenz. La policía usó gases lacrimógenos y balas de goma.
Pero no se puede calificar esa violencia como zona de guerra activa, añadió Lorenz.
Con ese criterio cualquier reportero que cubrió una marcha en Argentina en aquella época, podría ser llamado corresponsal de guerra
Federico Lorenz, historiador argentino
Lorenz le dijo a BBC Mundo que, de acuerdo con la versión de los diarios argentinos al día siguiente, no hubo víctimas mortales en la protesta violenta a que se refiere O'Reilly.
"No estoy minimizando la violencia de la represión, pero yo no le llamaría cobertura de guerra", dice Lorenz.
"Con ese criterio cualquier reportero que cubrió una marcha en Argentina en aquella época, podría ser llamado corresponsal de guerra".
El excorresponsal de CBS Eric Engberg, quien formaba parte del mismo equipo que O'Reilly en Argentina dijo que el relato de su excompañero era "deshonesto" y "completamente chiflado" en una entrevista con The Huffington Post el lunes.
A pesar de que le están lloviendo críticas, no parece que la mentira o exageración de O'Reilly le vaya a suponer una sanción por parte de sus jefes.
Pero O'Reilly, quien gusta en polemizar, parece estar deseando cambiar de tema.
"Quiero que esto acabe ahora", dijo el lunes en su programa. "Espero que podamos acabar con esto, de verdad lo quiero".
viernes, 27 de febrero de 2015
Un periodista yanqui mintió cuando reportó el conflicto desde USA
Cruce de acusaciones.Es Bill O´Reilly, de la cadena conservadora Fox. Un medio liberal lo acusa de haber "adornado" su trabajo cuando cubría el conflicto bélico en el sur, en 1982.
Paula Lugones
Washington. Corresponsal - Clarín
domingo, 2 de noviembre de 2014
Un cagatintas británico aviva las llamas del nacionalismo britpop
La intención de Argentina de comprar 24 cazas Gripen de cuarta generación a la compañía sueca Saab llevó a un periodista de la BBC, corresponsal de la guerra de las Malvinas de 1982, a criticar fuertemente los planes de la Defensa argentina.
Robert Fox, un veterano periodista de la BBC, se mostró muy disgustado por el hecho de que la declaración de Agustín Rossi, ministro de Defensa de Argentina, sobre la compra de aviones de la última generación no encontrara ninguna respuesta correspondiente por parte del Parlamento del Reino Unido, informa el diario ‘Clarín’.
Según el periodista británico, reforzando sus Fuerzas Aéreas Buenos Aires demuestra tener “serias intenciones”, ya que “es la primera gran compra de aviones militares nuevos por parte de Argentina desde la guerra de 1982″. Además, las características de los cazas Saab Gripen son superiores a los de los aviones de combate de la flota aérea del Reino Unido.
Robert Fox, primero de la derecha, pelotudo profesional |
Además, Fox ya es el segundo periodista de la BBC que aviva las llamas de la guerra de las Malvinas. Hace menos de un mes el presentador del programa automovilístico ‘Top Gear’, Jeremy Clarkson, indignó a los argentinos tras atravesar la Patagonia en un Porsche con la provocativa matrícula H982 FKL, una referencia explícita a la guerra de 1982 y a las ‘islas Falkland’, como llaman los británicos a las Malvinas.
Infobaires