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miércoles, 25 de diciembre de 2024

"Si comandos argentinos toman Mount Pleasant, perdemos las Malvinas"

 ¿Y si los comandos argentinos destruyeran los Typhoons ingleses en las Malvinas?





Londres perderá las Malvinas si Argentina toma base aérea, dice general inglés

Fernando "Nunão" De Martini || Forca Aerea

El Reino Unido perderá las Malvinas si Argentina se apodera de la base aérea de las islas, que se han vuelto vulnerables debido a los recortes presupuestarios de defensa, dijo al periódico The Times el comandante de las fuerzas terrestres británicas durante la guerra de 1982.



En medio de la creciente tensión entre los dos países por la soberanía del archipiélago del sur, el general de división Julian Thompson dijo al periódico británico que, a diferencia de hace 30 años, el Reino Unido no puede defender las islas porque actualmente carece de un portaaviones.



“Los argentinos tienen una brigada de infantería de marina. Tienen una brigada de paracaidistas y unas buenas fuerzas especiales”, declaró el militar en una entrevista al Times. "Todo lo que tienen que hacer es llevar a esta gente a las islas durante el tiempo que sea necesario para destruir los aviones Typhoon (de la Royal Air Force) y ese será el final", añadió.



Según el general de brigada, si las fuerzas argentinas destruyen o toman la única base militar de las islas, Mount Pleasant, a unos 50 kilómetros de la capital, la única solución sería enviar una fuerza naval, como decidió hacer la entonces primera industria. .Ministra Margaret Thatcher durante 30 años.



Sólo que en esta ocasión no habría ningún portaaviones, ya que el último, el HMS Ark Royal, fue retirado del servicio en diciembre de 2010, a la espera de la construcción de dos nuevos que estarán listos en 2020. “Necesitáis llevar vuestro propio apoyo aéreo y no puedes hacerlo sin un portaaviones. Fin de la historia”, dijo Thompson en la entrevista.



La advertencia del general de brigada se produce en medio de una nueva escalada verbal entre Argentina y Reino Unido por las Malvinas, a menos de un mes de cumplirse 30 años del inicio del conflicto que en 74 días desde el 2 de abril de 1982 dejó 649 argentinos y 255 británicos asesinados. .



Londres, que controla las islas desde 1833, convocó la semana pasada al máximo representante diplomático de Argentina en la capital británica para pedirle que explicara los crecientes intentos de bloquear las exportaciones británicas y la decisión de negar el acceso a dos cruceros en el puerto argentino de Ushuaia ( sur).

Argentina, que insiste en resolver la disputa de soberanía por la vía diplomática, también denunció recientemente la “militarización” del Atlántico Sur por parte del Reino Unido tras el anuncio del inminente envío de un destructor moderno a la región y la movilización del Príncipe Guillermo para una misión como piloto de helicóptero de búsqueda y rescate.




jueves, 21 de noviembre de 2024

Jacinto Batista: "Teníamos órdenes de no matar"

'Teníamos órdenes de no matar'

Poder Naval

¿Cómo fue la retoma de las Malvinas desde la perspectiva de un militar argentino?

 

Jacinto Batista es el símbolo de la reconquista de las Islas Malvinas por parte de los argentinos el 2 de abril de 1982. Jacinto contó su historia al periodista Guido Braslavsky, del diario Clarín, el 1 de abril de 2002.

Llevaba un gorro de lana.
El rostro estaba ennegrecido por pintura de combate. El arma la llevaba cerca del cuerpo en la mano derecha y con el otro brazo indicaba a los prisioneros ingleses que permanecieran en fila con las manos en alto. Jacinto Eliseo Batista es el protagonista de esta foto de arriba que viajó por el mundo, convirtiéndose en símbolo de la toma de Puerto Argentino, el 2 de abril de 1982.

Veinte años después (
el artículo fue elaborado en marzo de 2002 ), acercándose a su cumpleaños 52 y a menos de dos meses de retirarse después de 35 años en la Armada, el Suboficial Batista enciende su cuarto cigarrillo en una mañana húmeda de Punta Alta y afirma: “No tengo nostalgia por las Malvinas. Fue una etapa en mi vida y en mi carrera. Recibí una orden y la seguí. Para eso me paga el Estado”.

Probablemente no todos los miembros del Grupo de Comando Anfibio que rindió a los británicos se comportan de la misma manera que este nacido en Colón, que dice no tener ningún interés en regresar a las Malvinas como huésped o turista. Sin embargo, afirma que “si el Estado me dice que los recupere nuevamente ahí estaré” . Porque, como todos los soldados de élite, Batista está hecho de una madera especial. Los comandos anfibios son al mismo tiempo buzos, paracaidistas, comandos y especialistas en reconocimiento en tierra y agua. Aprenden a soportarlo todo. Son soldados entrenados para la guerra, exactamente lo contrario de muchos jóvenes que no eligieron las Malvinas como destino, ni viven en una guerra y mueren en ella.

Quizás por eso Batista nunca tuvo miedo.
Ni siquiera al principio cuando se embarcaron en Puerto Belgrano a bordo de la fragata “Santísima Trinidad”, con rumbo desconocido, aún con la sospecha de todos de que se estaba realizando un verdadero operativo en las Malvinas.

“Tan pronto estuvimos en alta mar nos dieron la orientación necesaria para llevar a cabo la misión. Desembarcamos el 1 de abril, poco después de las 21:00. Yo era el guía del barco y, desde la línea de playa, el explorador.   Sólo teníamos un equipo de visión nocturna y yo era quien lo llevaba, que iba delante unos 200m”.

“Estábamos seguros de que los ingleses no nos esperaban. Caminamos toda la noche. Los objetivos eran el cuartel de los Royal Marines y la casa del gobernador. Teníamos órdenes de no matar, porque el plan posiblemente era tomar las islas y negociar la retirada.

“Nos separamos en dos grupos. Fui al cuartel, pero no encontré nada porque los marines estaban afuera custodiando los objetivos. Allí izamos por primera vez la bandera argentina. El grupo que acudió a la casa del gobernador, en cambio, encontró resistencia y se escucharon disparos constantes. “Era casi de día y la resistencia persistía. El primer inglés que conocí fue un francotirador con un rifle Mauser. Lo desarmé. Cuando nos reunimos en la casa, la situación estaba casi bajo control.

La única baja en esta acción –la primera muerte de la guerra– fue el capitán Pedro Giachino. “Cuando llegué estaba herido. Había entrado en la casa y, al salir, fue atropellado por un soldado que estaba detrás de una línea de árboles cercana. Le pregunté: “Qué te pasó, Pedro”, y le toqué la cabeza. Estaba consciente, pero muy pálido, había perdido mucha sangre y agonizaba.

Batista no recuerda en qué momento de aquella jornada frenética el fotógrafo Rafael Wollman se fotografió con los prisioneros ingleses.
Sabe, sin embargo, que esta imagen es un retrato implacable del orgullo herido del viejo león imperial. “El 14 de junio debieron buscarme para tomarme una foto con los brazos en alto”, imagina con una sonrisa.

Pero el cable no estaba en Puerto Argentino el día de la caída: “El 2 de abril regresamos al continente”. Batista nunca regresó a las islas, pero esto casi sucede cuando se planeó una misión de infiltración durante el desembarco británico, pero el Hércules que las llevaría sufrió una avería en la pista.

“Los británicos no eran mejores que nosotros. Tenían más medios y más apoyo. De americanos y chilenos. Pero si Argentina hubiera tenido la firme convicción de luchar…”, dice Batista, dejando la frase en el medio, como una pregunta.

FUENTE: Clarín

TRADUCCIÓN Y ADAPTACIÓN: Poder Naval


martes, 30 de agosto de 2022

Jesús Pereyra, el comando anfibio que fue a San Carlos

Un santafesino en el Beagle, Malvinas, y el Golfo Pérsico

Por Javier Alfonso || La Opinión

 
Jesús Alberto Pereyra (62), es un santafesino nacido en la localidad de Clarke (Dpto. San Lorenzo), y que lo une a nuestra ciudad el vínculo familiar, ya que es primo hermano del rafaelino Domingo Barberis.
La particularidad de Pereyra es que pertenece a un puñado de hombres que quedó grabado para siempre en la historia argentina, ya que Jesús es un soldado profesional de la Armada Argentina, que como comando anfibio (buzo), fue uno de los primeros en desembarcar y tocar tierra en la recuperación de nuestras Islas Malvinas, en la fría mañana del 2 de Abril de 1982. En aquel momento Jesús contaba con 30 años.
Y la historia no termina allí, ya que Pereyra también pertenece al selecto grupo de soldados profesionales que el Gobierno Argentino envió en 1990-1991 a participar de la Guerra del Golfo (defensa de Kuwait y primera guerra contra el gobierno del iraquí Saddam Hussein), cuando la Argentina prestó tareas de apoyo a las fuerzas de la OTAN.
Pereyra participó del desfile del 9 de Julio que tuvo lugar en Rafaela, en el grupo de veteranos de Malvinas, siendo la primera vez que participa en un acto de estas características en la provincia de Santa Fe.
Retirado en 2003 de la Marina, hoy Pereyra vive en Pehuén-Có (Pcia. de Buenos Aires) como docente en la Marina mercante. El día de la fecha patria, Jesús honró con su visita la Redacción de LA OPINION.

LOS INICIOS Y EL BEAGLE
Sobre sus inicios, contó que la elección de su carrera fue casi accidental, ya que estando de joven en Rosario, a los 17 años, se anotó en una oficina que incorporaba jóvenes para la Armada. "Ni bien llegué a la primera Plaza de Armas de la Marina me di cuenta de que eso era lo que yo quería para mi vida. Lo tomé con mucha vocación y seriedad. Curso que había me anotaba", comentó.
Así, recaló en una unidad de tropas especiales, que es la Agrupación de Comandos Anfibios de la Infantería de Marina, cumpliendo tareas de frontera, en la montaña, en la selva, saltando en paracaídas, como buzo, "todos los medios de aproximación conocidos para alcanzar objetivos especiales", señaló; aprendiendo no sólo en la Armada sino también en el Ejército. En tiempos de la guerra de Malvinas su base estaba en Mar del Plata.
Pereyra narró que también estuvo en el conflicto del canal del Beagle con Chile en 1978.
"Estaba en la selva, me subieron a un avión y bajé en Ushuaia", dijo. En ese conflicto con Chile, comentó que tuvo que participar en "tareas previas al inicio del combate", afirmando que se estuvo a un paso de iniciar esa guerra. "Ya tenía mi misión asignada, que era volar una destilería que tenían los chilenos en Cuyen (Puerto Montt). Estuvimos ahí, y horas antes nos llegó el informe por radio de cancelar la misión", afirmó.

MALVINAS
"Me enteré que iba a Malvinas el día antes de desembarcar en Malvinas, cuando ya estábamos en el barco", aseguró contundentemente. "Fue totalmente secreto, hasta para nosotros", añadió. Dijo que se dio cuenta de que iba a un combate por los aprestos: armamento nuevo, equipos y muchas municiones que llevaban. "La orden es que debía ser incruenta, sin herir ni matar a nadie", apuntó.
El marino dijo que la operación iba a ser el 1 de abril, pero que por las condiciones climáticas y el mar "picado" debió suspenderse. Al día siguiente se produjo el desembarco; "allí perdimos un helicóptero y botes. También los tambores de nafta, por eso fuimos en los botes neumáticos sólo con nafta para la ida. El buque nos desembarcó no muy lejos, a unos 5 km. de la costa", señaló.
"Los ingleses -continuó- ya nos esperaban. Se habían enterado por Radio Colonia de Uruguay, y a las 22 empezamos las tareas", dijo Jesús. Gráficamente, debió bajar en medio de la oscuridad, en un mar helado y picado a 5 kilómetros de la costa más cercana, solamente con nafta para la ida. "También estaba lleno de algas, que eran como enredaderas y nos trababan las hélices de los motores", agregó. "Yo iba a la vanguardia, teníamos un kayak y un bote neumático y así desembarcamos en una playita de 60 metros, que para el propósito servía", dijo.
Al desembarco hubo combates, y no fueron gratuitos. "Tuvimos la baja del capitán Pedro Giachino que era el jefe de mi grupo, el primer argentino caído en combate", afirmó Pereyra con cierta tristeza, comentando que luego de eso volvieron a Río Gallegos y luego a su base a Mar del Plata.
No por mucho tiempo. "El 4 de abril me fueron a buscar a mi casa para decirme que tenía que volver a Malvinas, y el 7 de abril ya estaba allá. Mi primera tarea fue censar quienes vivían en el campo, quitarles armas y comunicaciones, y tomamos como prisioneros a algunos soldados ingleses infiltrados del SAS".
"Cuando los ingleses desembarcaron en San Carlos -prosiguió- la cosa se puso más difícil. Ahí mi tarea era infiltrarme, tomar información y pasarla. Luego de 7 días, el helicóptero nunca vino a buscarnos y debimos empezar una marcha a pie de retorno de 90 km hacia Puerto Argentino", señaló.
Y puntualizó que "llegando a 7 km de Puerto Argentino, ya había tropas inglesas y yo no lo sabía, así que ingresé y nos emboscaron. Caí herido con un compañero, y prisionero" detallando que recibió heridas de bala graves en el pie y esquirlas en la espalda.
Eso fue el 31 de mayo y quedó prisionero hasta el 24 de junio de 1982. "Nos recibieron -prosiguió- agentes ingleses de inteligencia que nos trataron muy mal y nos golpearon, pero más que nada era un amedrentamiento psicológico. Luego el trato fue más honorable", aseguró. Incluso fueron los mismos ingleses quienes lo operaron de sus heridas, con una "atención hospitalaria excepcional, y una segunda operación en el buque Canberra. Tenía un pie muy mal, casi para amputarlo, pero sin embargo sus médicos me lo salvaron", dijo.
Finalmente, el 24 de junio el buque Canberra lo bajó en Puerto Madryn y de allí volvió a Mar del Plata, comentando que las fuerzas argentinas ya lo habían dado por muerto. "Desaparecido en combate" estaba Pereyra técnicamente. Luego de finalizada la guerra, Jesús permaneció en la Marina hasta el 2003 cuando se retiró.

GOLFO PERSICO
Pasados los años, Pereyra se especializó en «Guerra química, biológica y nuclear» y siendo instructor en una escuela, ocurre la invasión de Irak a Kuwait y la intervención de EE.UU. y la OTAN. El gobierno argentino decidió intervenir enviando dos barcos y Pereyra recibió la orden de incorporarse a la dotación de uno de ellos, como especialista en protección contra guerra química. Allí permaneció 7 meses -en Emiratos Arabes- desde 1990 al '91.
Pasado el tiempo, en 2003, se retiró luego de un frondoso servicio. Cuando fue a Malvinas estaba casado y tenía un hijo de tres años; y al día de hoy varios nietos.

viernes, 8 de abril de 2022

2 de Abril: Horacio Nuñez (APCA), una de las caras más conocidas del desembarco

Un comando cuenta cómo fueron los combates del 2 de abril en Malvinas: “Volvería a jugarme la vida por la patria”

Horacio Nuñez era Cabo 1° de la Armada y fue uno de los 84 comandos anfibios de la infantería de Marina que desembarcaron el 1 de abril por la noche y reconquistaron las islas la mañana siguiente. La llegada en los botes. El ataque al cuartel de los Royals Marines. La bandera en las islas. La lucha en la casa del gobernador y la muerte del Capitán Giachino. Y la foto sonriendo después de la tarea cumplida
Horacio Nuñez en su casa natal de Ituzaingó, en Corrientes, con la foto que lo hizo conocido en 1982 después de reconquistar las islas Malvinas (Nicolás Stulberg)

El 1 de abril de 1982, exactamente a las 21:18, 84 comandos anfibios y buzos tácticos de la Armada se zambulleron en dos kayaks y botes de goma desde el buque ARA Santísima Trinidad, que había detenido sus motores, hacia la oscuridad de la bahía Enriqueta. Iban camuflados y bien pertrechados: cada uno llevaba las granadas que podía acarrear y 1500 municiones para su fusil. Iban al mando del capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y su segundo, el capitán de fragata Pedro Giachino. Intentaron el desembarco en un pequeño arroyo llamado Mullet Creek, pero los cachiyuyos -una suerte de algas- se enredaban en los botes. Lo hicieron en la zona de Lake Point, a la que bautizaron “Playa Verde”. El primero en pisar suelo malvinense fue el capitán de fragata Carlos Cerqueira. Se aseguró la zona y se colocó una señal infrarroja. Entre el grupo que arribó en los 20 botes restantes se encontraba Horacio Nuñez. Tenía 24 años, era Cabo 1°, llevaba seis dentro de la Armada y participaba del curso de comando anfibio cuando fue convocado, sin saberlo, a la Operación Virgen del Rosario.

Cuarenta años después, Nuñez está en Ituzaingó, Corrientes, donde nació. Tiene, en su brazo izquierdo, un enorme tatuaje: las islas pintadas de celeste y blanco y un ancla cruzándolas. Este verano peleó otra guerra, esta vez contra el fuego. Pero su paso breve y decisivo por Malvinas será eterno. La tensión, para él, llegó desde el primer momento que bajó del bote, munido de su FAL, con cuatro granadas de mano y dos antitanque en el arnés y munición a granel en la mochila: “Habíamos atravesado una tormenta y yo me mareaba. Además la turba es acolchada. Así que cuando bajé a la isla era como que iba caminando en el aire, aunque la mochila era bastante pesada. ¡Pero no sabía si era la turba o si era yo!”.

Vehículos anfibios en Puerto Argentino tras el desembarco del 2 de abril de 1982

Nuñez habla bajo, es sincero hasta para admitir sus propias debilidades, no hay estridencias en él. Ni tiene falsa modestia ni vende un Rambo. A veces tensa los músculos cuando un recuerdo fuerte lo atraviesa. Tiene los mismos ojos achinados que en la famosa fotografía que ilustró la recuperación de las islas. Sólo una barba candado y el pelo raleado delatan que ya son cuatro las décadas que transcurrieron. Y su propia historia: está casado con Ana María. tiene un hijo, Nahuel Horacio y cinco nietos: Mayte, Ian, Nahomi, Máximo y Lucille. Se retiró de la Infantería de Marina hace 11 años y vive en Bahía Blanca.

El 28 de marzo embarcó en el destructor Santísima Trinidad en Mar del Plata. A pesar que la reconquista de las islas lo tomó por sorpresa, según dice, habían entrenado duro en Sierra de los Padres poco antes, lo que luego descubrió como un indicio. “Hicimos una semana de instrucción con navegación nocturna, supervivencia. Para nosotros era algo normal. Pero si van al terreno, van a ver que esa zona, cerca de Balcarce, es muy parecida a Malvinas, excepto que hay árboles. Y el clima, por supuesto. Pero las piedras, cómo caminar de noche y esas cosas, nos ayudaron…”, cuenta.

Ya en plena navegación, los comandos anfibios y los buzos tácticos pensaban que iban a Tierra del Fuego “por el despliegue, y porque en el 78 estuvimos muy cerca de la guerra con Chile por el Beagle, pensamos que era por ahí la cosa. Nunca imaginamos Malvinas. Pero cuando recibimos la orden que íbamos a recuperar las islas, hubo una algarabía total en toda la tripulación”.

Cómo tomaron el cuartel inglés de Moody Brook (Video: Matías Arbotto)

El paso del tiempo va aguando la memoria. Nuñez no recuerda la fecha exacta en que se enteró del verdadero destino. “El 30 habrá sido… Se que se modificó el día porque los ingleses se habían enterado del desembarco y nos estaban esperando. Digo esto porque el coronel Seineldín tenía como objetivo la casa del gobernador, pero en su sección la mayoría eran conscriptos. Entonces cambiaron. A él le ordenaron que tome el aeropuerto y al capitán Giachino la casa del gobernador. Nos dividimos en tres grupos: el otro, en el que estaba yo, tenía como objetivo a Moody Brook”.

En efecto, el 30 de marzo la inteligencia británica alertó al gobernador de las islas, Rex Hunt, la inminencia del ataque. Los Royals Marines, cuyo cuartel general estaba en Moody Brook -a unos 4.5 km de Puerto Argentino-, se prepararon para defender las islas. Ya el 1 de abril, el faro fue apagado y las radiobalizas del aeropuerto local dejaron de funcionar. Por la noche, la oscuridad total recibió a Nuñez y los comandos anfibios. Apenas la mortecina luz de luna dejaba adivinas las siluetas. Eso, y los visores infrarrojos que usaban los destacados en la vanguardia. “Ser un comando significa formar parte de las fuerzas especiales, se necesita mucho carácter, mucha instrucción, mucho estado físico. Nosotros, dentro de nuestras habilidades, tratamos de desarrollar el oído, el olfato y el tacto, porque en la oscuridad nos desplazamos. Nos ayuda al tocar algo que no vemos. A oír voces y movimientos. Y a oler. Cuando uno está en territorio enemigo, éste puede estar oculto, pero come, y la comida se huele. El que está acostumbrado a estar en el campo, olfatea la comida. Y entonces, algo hay ahí…”, dice, y entrecierra los ojos.

Infantes de Marina luego del desembarco en Malvinas el 2 de abril de 1982

En Lake Point se dividieron. El capitán Giachino y sus hombres marcharon a tomar la casa del gobernador. El capitán de corbeta Sánchez Sabarots y los suyos -entre ellos Nuñez- partieron rumbo a Moody Brook, donde pensaban que estaría la mayor resistencia. Empezaron a caminar cerca de las 23 hs. Lo hicieron “en sigilosa”, como dice el veterano comando. Casi sin hablar ni hacer ruido, llegaron al cuartel británico después de caminar unas cuatro horas. Allí, el diablo casi mete la cola. Y el diablo pudo ser Nuñez. “Estábamos en posición para pasar al asalto en sí, hacíamos las últimas coordinaciones, y mi reloj empezó a sonar. Yo todos los días ponía el despertador a las 5.30 de la mañana, era automático. Pero no sonó mucho tampoco. Pero ese pip pip que hizo, parecía que se había escuchado… no sé. Lo oí, y menos mal que no tenía los guantes colocados, así que lo pude apagar rápido. Si llego a tener los guantes, ¿cómo hacía?”. Ahora sonríe Nuñez. Y cuenta que el reloj, un Casio, todavía funciona y lo tiene en Bahía Blanca.

La hora “H”, cuando todas las unidades atacarían en forma coordinada, se había establecido para las 6:00. En Moody Brook, la acción fue rápida. “Ya teníamos los distintos grupos para tomarlo y fuimos haciendo un movimiento de pinzas, así (ilustra con las manos)... Había tres o cuatro soldados ingleses y cuando vieron que los rodeamos, hicieron un par de tiros como para amedrentarnos y escaparon. Se fueron porque no había forma de detenernos, nosotros éramos muchos”. A continuación, el capitán de corbeta Sánchez Sabarots y el suboficial mayor Guillermo Rodríguez izaron por primera vez la bandera argentina en el cuartel de Moody Brook.

El primer izamiento de la bandera argentina después de la recuperación fue el 2 de abril en el cuartel de Moody Brook, y lo hicieron el el capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y el suboficial mayor Guillermo Rodríguez

Donde sí se combatía duro era alrededor de la casa del gobernador, en el extremo este de Puerto Argentino. Desde Moody Brook, a 40 minutos a pie de allí, Nuñez y sus compañeros percibían lo que sucedía a la distancia. “Escuchábamos los disparos y veíamos la munición trazante. Veíamos cómo se estaba luchando. Cómo se defendía la casa. Y bueno… La misión nuestra era la recuperación de Moody Brook. Y el capitán Giachino tomar la casa… pero se le hizo pesado. No se entregaban, así que fuimos en apoyo del capitán Giachino”, recuerda.

En el camino tomaron tres prisioneros. Los llevaron a donde estaba el comandante de la agrupación, que se hizo cargo. Ellos siguieron la marcha hacia el pueblo. “Llegamos a la casa del gobernador con Batista (Jacinto Eliseo Batistal). Él era Cabo Principal y yo Cabo 1º, así que me dijo ‘vos andá por el frente que yo me voy por atrás’. Ahí nos dividimos. Atrás, él tomó prisionero a un grupo de soldados ingleses, que es la famosa foto donde salen con las manos levantadas. Yo me fui por el frente, donde encontré unos soldados ingleses”.

El combate de la casa del Gobernador

En ese momento, por primera vez en su vida, Horacio Nuñez vio a la muerte frente a él. En la punta del cañón de un fusil inglés. “A nosotros nos enseñan a tener respeto y a superar el miedo. Una vez que se logra eso, parece que uno no le teme a nada, pero no es así. Uno tiene miedo, pero sabe dominarlo. Yo siempre respete lo que fuera: a saltar en paracaídas, a meterse al agua. Es decir, no porque sepa nadar me voy a mandar al agua como sea. A todo hay que respetar”, señala con simpleza y sabiduría. Lo que vivió, define, fue “un momento tenso”. “Venía agazapado detrás de una ligustrina, llegué a unos 30 metros, o quizás menos, a 20 metros de la casa y en el jardín vi a un soldado apuntando hacia mi derecha. Me escondí, saqué el seguro del fusil y cuando me paré, le apunté. Cuando lo hice, me mostró la mano así (muestra la palma). Pero él no me estaba apuntando a mí. Me miraba, pero el fusil iba para otro lado. Le hice una seña con el fusil para que se pare y él miró hacia el costado. Yo hice lo mismo y vi que había dos ingleses que si me apuntaban, no recuerdo si con una ametralladora o un fusil. Cuando los vi, me volví hacia ellos, les apunté y bueno, levantaron las manos. Les hice señas, se pararon. De atrás de otras plantas aparecieron otros más, y se fueron rindiendo. Los llevé a la calle frente a la casa del gobernador y los hice tirar cuerpo a tierra por mi seguridad. Yo estaba solo, mis compañeros no habían llegado todavía”.

Esa mañana le deparaba un duro golpe todavía. El único muerto argentino de la Operación Virgen del Rosario fue el Capitán Pedro Giachino. “Mi ídolo”, dice Nuñez. También cuenta que al inicio de la batalla, cuando llegó desde Moody Brook, vio su cuerpo tirado, sin saber que era él. “No fui a socorrerlo primero porque no sabía quién era. Segundo, no sabía si estaba muerto, vivo… lo vi tirado, acostado. E imaginé que si alguien estaba ahí era porque estaba custodiado bajo el fuego de los ingleses. Seguí haciendo lo que debía, ir al frente de la casa del gobernador. Pero sí supe cuando lo llevaron, cuando me llegó la información que era el Capitán Giachino al que estaban levantando… Me dio una bronca, quería patearle la cabeza a los ingleses que tenía ahí abajo, pero bueno, teníamos orden de no tocarlos…”. Y se siente en el aire que la bronca perdura.

Junto a Giachino, a dos metros de él, cayó herido el teniente de fragata Diego García Quiroga, que recibió tres disparos de diferentes fusiles: uno en el brazo, otro en el cuerpo y al tercero se incrustó en un cortaplumas suizo que colgaba de su cinturón. Fue el primer efectivo que atendieron en el hospital de Comodoro Rivadavia. El cabo 1º Ernesto Urbina, que como enfermero corrió a auxiliarlos, fue el segundo herido del combate.

La muerte del Capitán Pedro Giachino

Para Nuñez, Giachino era “el jefe, el cabeza. Siempre estaba al frente de todo, era un referente para nosotros. Si había que hacer algo, él no tenía problema. Él se tenía que sacrificar, lo hacía primero. Daba una orden, él era el ejemplo. Y el ejemplo a seguir. Por la forma, por su carácter, por la buena persona que era”. Y se queda en silencio, mirando al vacío. O a 40 años atrás.

Después que los Royals Marines se rindieron, vino la calma. Y ahí llegó el click, la foto, la imagen de Nuñez sonriendo, con cuatro granadas colgando de su cuello y la cara camuflada con pomada negra. Una imagen a la que intentó escapar: “Vi venir al fotógrafo adonde estaba yo. Lo entré a esquivar para no salir. En un momento dado hablo con un compañero y le digo ‘fijate, este muchacho me viene siguiendo’. Lo tenía atrás mío. Y me dice, ‘¿quién, mostrame?’ Me dí vuelta para señalarlo y lo vi apuntándome con la cámara, por eso mi sonrisa… Estaba distendido, después de haber pasado esos momentos de adrenalina a full. Estaba más relajado. Para mi fue muy importante esa foto: mi señora, que en ese momento era mi novia, se enteró que estuve en Malvinas porque la vio. Y los periodistas vinieron a Corrientes para hacerle una entrevista a mi mamá”.

Horacio Nuñez tal como lo publicó la revista Gente en 1982. En la página opuesta, Rex Hunt, el entonces gobernador inglés de Malvinas que fue depuesto por la acción de los comandos de la Armada

Después de la recuperación, los comandos anfibios regresaron al continente. Nuñez no volvió nunca más a Malvinas. “A los ingleses les quitamos el armamento, los tomamos prisioneros, los llevamos a un lugar descampado. Ellos podían hablar, fumar, comer, no estaban esposados. Estaban libres, digamos. Al jefe se les preguntó quiénes estaban en el pueblo y quiénes en Moody Brook. A estos se les autorizó a buscar sus pertenencias, sus documentos. Cuando estuvieron todos se los embarcó en un avión rumbo a Montevideo. Y a nosotros nos llevaron al continente. Ya en ese momento el Ejército se había hecho cargo de la conducción de la ciudad”.

Nuñez no tiene encono con los ingleses que combatió. “Para mí el inglés no es un enemigo. Ellos deben pensar, al igual que nosotros, que las islas Malvinas les corresponden. Y como nosotros, lucharon. Las recuperamos y lamentablemente después las perdimos. El soldado pelea por su patria. Pero nosotros, los argentinos, nunca invadimos ningún país. Siempre nos defendimos. Desde la época de San Martín que nos liberó. Pero al soldado inglés no le tengo bronca ni rencor”.

El entonces Cabo Principal y comando Jacinto Batista lleva a un grupo Royal Marines detenidos en la mañana del 2 de abril. Encabeza la hilera Lou Armour

Los comandos de Infantería de Marina regresaron a Mar del Plata. Un grupo regresó más tarde a las islas: entre ellos los del Batallón de Infantería de Marina 5, algunos de artillería de campaña e ingenieros anfibios que colocaban minas. El resto de la guerra, Nuñez estuvo en Río Gallegos. “Permanecí allí junto a un grupo de comandos. Ahí nos enteramos de lo que sucedía en las islas. No fue fácil. Sabíamos que estábamos perdiendo, sabíamos que el Ejército no podía. Dos veces estuvimos en el aeropuerto para embarcar y volver. Primero para hacer un contraataque. Suspendieron el vuelo porque íbamos en un Fokker y ya no se podía aterrizar los aviones nuestros porque el espacio aéreo ya estaba dominado por los ingleses”. El 14 de junio, día del cese de fuego, lo encontró lejos Puerto Argentino.

Después de la guerra tampoco volvió a las islas. Dice que “hasta que no esté flamenando la bandera argentina, no voy a regresar. Excepto que vayamos a recuperarlas. Sin dudas, volvería a poner en juego mi vida por la patria”.

El tatuaje de Horacio Nuñez: las Malvinas y la Armada Argentina en la piel y el corazón (Nicolás Stulberg)

A su regreso, dice “tuve suerte de tener a mi familia cerca. Después de la guerra, si uno no se apoyaba en la familia, se sabe lo que pasó. Tuve compañeros internados por brotes psicóticos, algunos se hicieron alcohólicos, otros empezaron con la droga… Encontraron un vacío, porque a nosotros la sociedad nos dio la espalda. Eso se supera con la familia, la gente que está atrás de uno, que no te da tiempo a deprimirte, que te da responsabilidades que cumplir. Eso te mantiene vivo. Pero no se supera la guerra. Lo que podemos hacer es contarla. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Fuimos los protagonistas, los que la vivimos. A veces me invitan a dar charlas en escuelas, o como en Merlo, a un grupo de motoqueros. Y es una satisfacción que la gente se entere que somos soldados y estamos para defender la patria. No tenemos otra misión”.

Lo que no puede hacer, a veces, es evitar llorar por Malvinas. “Si, lloro, las siento. Yo creo que algún día, de alguna forma, las Malvinas van a volver a ser argentinas. Seguramente no a través de la guerra. La historia lo dirá: son argentinas y a eso no hay forma de negarlo”.


domingo, 13 de junio de 2021

Asalto a la casa del gobernador: Las tácticas de Giachino

Giachino y sus tácticas de engaño en el asalto a la casa del gobernador


Los hombres de la patrulla de comandos anfibios comandada por Giachino habían logrado la capitulación del gobernador y de la guarnición de infantes de marina británicas. Los constantes cambios de posición de los comandos y el uso de granadas de aturdimiento hicieron creer a los infantes de marina británicos que estaban bajo el ataque de una fuerza numéricamente muy superior a la real (creían que eran 200 infantes cuando en realidad la patrulla de Giachino estaba compuesta por 16 comandos), lo cual resultó decisivo para obtener su rendición.

lunes, 3 de junio de 2019

2 de Abril: Los eventos de la recuperación en una operación perfecta

2 de abril: Operación Rosario, la recuperación de Malvinas




La recuperación de las Islas Malvinas para su incorporación definitiva a la soberanía nacional ya había sido decidida. La precipitó lo que los ingleses consideraron un incidente con operarios de una empresa argentina que izaron en la punta de un remo una bandera argentina. La mecha estaba encendida. Se haría un asalto directo y sorpresivo a la capital, Puerto Argentino, para provocar una repercusión política internacional tal que obligara a Gran Bretaña a negociar seriamente la soberanía de las islas de acuerdo a las resoluciones de Naciones Unidas.

Debían evitarse bajas enemigas, instalar un gobierno argentino en las islas y retirar las fuerzas de recuperación, dejando sólo los efectivos indispensables para la seguridad. Cada Comandante y Jefe de Batallón o Regimiento recibió cinco sobres lacrados que se abrirían al recibir la orden.

Con un sol radiante del 28 de marzo, como todavía acostumbra regalar marzo en la zona de Puerto Belgrano, zarparon de la base naval el buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” con todo el Batallón de Infantería de Marina Nº 2 (BIM2) a bordo, unos 750 hombres. También 20 VAOS (vehículos anfibios a oruga) y un VAR (a rueda); 30 vehículos de la Infantería de Marina y parte del Regimiento de Infantería Nº 25 del Ejército; en total una carga de combate de 8 mil toneladas.

De la misma dársena soltó amarras el buque insignia de la Flota de Mar, destructor misilístico ARA “Santísima Trinidad”, con las tropas de Fuerzas Especiales de la Armada que tomarían el cuartel de los Royal Marines, más los hombres (16 entre buzos tácticos y comandos anfibios) quienes bajo órdenes del Capitán de Corbeta Pedro Edgardo Giacchino tomarían la casa del Gobernador para lograr su rendición.

A esas alturas el submarino ARA “Santa Fe”, que la noche anterior había bajado su periscopio mientras abandonaba aguas marplatenses haciéndose invisible, navegaba hacia el sur para sumarse a la operación. A bordo iba la Agrupación Buzos Tácticos encargados de marcar la playa para el desembarco del BIM2. Mientras que en el rompehielos ARA “Almirante Irizar” iba el personal de reserva y un helicóptero Puma del Ejército.

El resto de la Fuerza de Tareas N° 40 estaba integrado por el destructor misilístico ARA “Hércules”, el portaaviones ARA “25 de Mayo”; los destructores ARA “Py”, ARA “Seguí” y ARA “Piedrabuena”; las corbetas ARA “Drummond” y ARA “Granville”, y el transporte ARA “Isla de los Estados”. También, por ser una operación naval conjunta, incluyó a un avión C-130 Hércules de la Fuerza Aérea; unidades de la 1° y 2° Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros; aviones caza A 4-Q de la 3° Escuadrilla Aeronaval de Ataque; y aviones S2T-Tracker de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina. El puño que daría el primer golpe no podía titubear.

Al poco tiempo de zarpar, se dio la orden de abrir los sobres. La operación sería la recuperación de las Islas Malvinas. Los buques navegaron a toda máquina, pero desde el 29 –y por tres días– los frenó un temporal capaz de sacudir hasta la mesoatlántica -cordillera bajo el mar–; tanto que un rolido alcanzó los 46°. Muchos hombres de las tripulaciones fueron afectados por mal de mar, por lo que el día “D” previsto originalmente para el primer día de abril debió retrasarse. Era preciso al menos un día de mar calmo para efectuar el desembarco.

La operación de recuperación de las Malvinas había sido bautizada inicialmente como “Operación Azul”, pero en medio del fuerte temporal el entonces Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín, embarcado en el “Cabo San Antonio”, recordó que cuando ocurrieron las invasiones inglesas al Río de la Plata, el General Liniers había enfrentado inclemencias que cesaron cuando invocó a la Virgen del Rosario.

Por esa sugerencia, el Contralmirante Büsser, Jefe de la Fuerza de Desembarco, rebautizó la operación como “Operación Rosario”: el cambio en las condiciones climáticas que posibilitó el inicio de las acciones el 2 de abril quedó para siempre adjudicado a la intercesión de la Virgen. Sin embargo, el factor sorpresa se había perdido.

“Habitantes de las Islas Falklands, les habla el Gobernador Hunt, tenemos información que una fuerza de tareas argentina zarpó del continente y viene navegando hacia las Islas (…)”; fue parte del mensaje que se escuchó la noche del 1° de abril en la radio del “Cabo San Antonio”.

Algunos planes cambiaron. Los desembarcos pensados hacia el Noreste de las islas se replanificaron hacia el Este. Sobre las frías aguas del Atlántico Sur emergió de las profundidades una silueta robusta. Primero el tubo periscopio, luego la torreta y finalmente el resto del submarino ARA “Santa Fe”.

Esperaban la recepción de la que sin dudas sería la orden más importante de sus carreras. Regía el silencio absoluto de radio, por lo que el señalero se dirigió al reflector de señales y envió en Morse luminoso: “Operación Rosario: aguardo confirmación”.

Mil metros a babor del submarino, desde el ARA “Santísima Trinidad” que ya había ingresado a la Bahía Enriqueta, los parpadeos de luces fueron claros. “Hora y lugar confirmados”. El “Santa Fe” viró y se sumergió.

Recuperar las islas

A bordo del “Santísima Trinidad”, los comandos anfibios y buzos tácticos se prepararon concentrados en su objetivo. Repasaron en sus mentes la que debía ser su actitud durante el desplazamiento y en el objetivo mismo. Pondrían en práctica lo que tantas veces, en las peores condiciones climáticas y de mar grueso, habían entrenado.

Por algún motivo sintieron que todo se aceleró; se impartieron las acciones a desarrollar y toda la secuencia de aproximación de buque a costa. Los kayaks serían los primeros y una vez asegurada la cabecera de playa, desembarcaría el resto de las Fuerzas Especiales.

Dibujaron la carta en sus cabezas: distancias, rumbos, obstáculos, alambradas, caminos, alturas, ríos, todo. Lo estudiaron al detalle para que ese mapa fuera parte suya. Probaron el armamento y lo limpiaron. Les dieron granadas, donde cada uno llevó las que creía que podía necesitar, y cargadores con alrededor de 1500 disparos a granel.

Esa noche se reunieron en equipos de combate y, con todas las luces apagadas, sobre las 21 del 1º de abril comenzó el movimiento buque a costa. El “Santísima Trinidad” paró motores. Se tendieron las redes de desembarco, se cargaron las mochilas y descendieron a toda velocidad.

La oscuridad de la nubosa noche sólo era interrumpida por una tenue luz de luna que parecía cómplice de la operación. Los cachiyuyos –similares a algas– se enredaban en los motores de los botes y complicaban el avance, que continuaba a fuerza de machetazos. Entrada la noche la oscuridad se cerró más y la delgada línea que hacía minutos representaba la costa, desapareció.

La playa regalaba una sola rompiente que resonaba con fuerza y ocultaba los ruidos. Ni siquiera se oían los motores que llegaban más atrás. Cuando varó el primer kayak un silencio absoluto habitaba la costa y no se veía absolutamente nada. Hasta las luces de la ciudad y el faro San Felipe fueron apagadas.

Con una rápida técnica de barrido en flor de unos 150 mtrs., los primeros comandos aseguraron la zona y con el visor nocturno hicieron la marcación infrarroja a los otros botes, que desembarcaron y armaron la cabeza de playa unos 250 metros más adelante. Luego desembarcaron los 20 botes restantes.

Como un relámpago se encolumnaron y avanzaron a los objetivos. En el punto de disloque, la patrulla del Capitán Pedro Giachino se abrió hacia la Casa de Gobierno mientras el resto siguió avanzando con el Capitán Guillermo Sánchez Sabarots hacia el cuartel de los Royal Marines.

Estaban marginales con el tiempo, por lo que debieron apretar la marcha. Faltando cuatro minutos para las 6 cruzaron el puente donde la avanzada ya había preparado las cargas de demolición para aislar el objetivo, de ser necesario. Nada entra, nada sale.

Iniciaron el asalto. Desde el cuartel comenzaron a tirar hacia la zona del Teniente Sergio Robles, abriendo una brecha por donde los ingleses se fugaron. Los comandos ingresaron al cuartel rompiendo puertas y ventanas. Cada uno tenía un lugar de ingreso específico. “Limpiaron” el cuartel recorriendo todo. Segundos después arriaron la bandera inglesa e izaron la argentina. Fue la primera bandera que volvió a flamear en Malvinas.

Mientras tanto en la casa del gobernador se solicitaba la rendición. “Mister Hunt, somos marinos argentinos, la isla está tomada, los vehículos anfibios han desembarcado y vienen hacia aquí, hemos cortado su teléfono y le rogamos que salga de la casa solo, desarmado y con las manos sobre la cabeza, a fin de prevenir mayores desgracias. Le aseguro que su rango y dignidad, así como la de toda su familia, serán debidamente respetados”, dijo el Teniente Diego García Quiroga, quien ya secundaba a Giachino.

No obtuvieron respuesta y por eso arrojaron una granada para disuadirlos. Una voz que provenía de la casa contestó: “Mr. Hunt is going to get out.” Pero no salió. García Quiroga reiteró el mensaje, pero la voz aseguró: “Don’t go (Mr. Hunt),” y esas palabras vinieron seguidas de un tiroteo.

Lo que siguió se inscribió para siempre en la historia de la recuperación de Malvinas y fue parte del precio de ver la bandera argentina en alto. Giachino y García Quiroga seguidos de tres hombres se lanzaron al interior de la casa. El primero rompió el vidrio de una puerta y abrió el picaporte. El resto fue cuestión de segundos: un feroz tiroteo, a Giachino lo alcanzan las balas británicas, cae y el segundo en resultar gravemente herido es García Quiroga, que iba detrás.

–Me dieron, Cristina, me dieron–dijo Giachino, como si desde el continente su mujer pudiese escucharlo–. García Quiroga sintió que le arrancaban el brazo, fue el primer tiro; el otro le dio en el abdomen. Hoy una navaja suiza exhibida en la Agrupación Buzos Tácticos es la muestra de suerte, que también es azar y destino, porque paró la bala que reclamaba su vida.

Giachino llamó al Cabo enfermero Urbina, pero éste también había sido batido. Ya en el suelo y anticipándose a la posible pérdida de conocimiento, el Capitán Giachino tomó la correa de sus binoculares y ató la granada –con la que rompió la ventana– para que no explote, evitando la muerte de todos los de la casa. A esas alturas ya estaba bañado en sangre.

La patrulla de Sánchez Sabarots escuchó los estruendos de la balacera que resonaron desde la Casa de Gobierno y corrieron a apoyar a Giachino que estaba a unos 7 kms. A unos 500 mtrs. de la Gobernación se separaron. Sabían que la fracción inglesa los superaba en número. Avanzaron desplegados de a cuatro viendo las cabezas y las antenas de comunicaciones enemigas. A pesar de llevar el arma cargada con el fuego abierto tenían la orden de no causar bajas enemigas.

A 50 mtrs. de la casa se levantaron todos juntos avanzando con las armas apuntadas y, cuando saltaron un ligustro espinoso listos a descargar, se escucharon las voces de alto el fuego en español y en inglés.

Tres horas antes, en un punto más al Noreste y ya promediando la madrugada los buzos tácticos del “Santa Fe”, enfundados en sus trajes secos y completamente camuflados, desembarcaron para cumplir con su misión. Doce hombres. Apenas tocaron la costa una bengala los iluminó como si fuera de día. Se prepararon para recibir fuego enemigo, pero nada. La misión era habilitar y proteger esa playa hasta que las tropas argentinas desembarcaran, y ese aviso tenía un tiempo límite: las 6:30. Esa bengala demoró en un minuto el cumplimiento de ese tiempo; 6:31, revisada toda esa playa, avisaron al “Cabo San Antonio” que estaba marcada, es decir libre.

Después de unos minutos agazapados, haciendo una especie de trinchera por si había que soportar un ataque, comenzaron a pasarles por al lado los VAO de la Infantería de Marina cuando el crepúsculo matutino empezaba a convertir las siluetas de las islas en certeza.

Se formaron a la derecha de un VAR y en ese momento se abrieron las tapas y en un acto espontáneo todos comenzaron a gritar “¡Viva la Patria!”.

Después de enfrentar las defensas inglesas que custodiaban el aeropuerto y de quitar los vehículos que habían sido atravesados en la pista, el VAO con el Coronel Seineldín llegó lleno de impactos de bala al hospital de Puerto Argentino. Ya sabían que el Capitán Giachino había sido herido. Seineldín entró al hospital y diez minutos después volvió a salir para darle el pésame a sus hombres, todos reunidos afuera. Giachino había muerto.

Para entonces en la isla ya había más de 800 soldados argentinos desplegados y se habían iniciado los vuelos que traían al resto de las tropas del Ejército, lo que motivó la rendición del Gobernador, quien pidió parlamentar con el Estado Mayor de la operación. Un jeep con bandera blanca condujo al Contralmirante Büsser a su casa. La Operación Rosario había sido ejecutada con precisión y sin bajas enemigas.

Una trompeta sonó poniendo a todos en firme para iniciar el saludo. Después de casi 150 años, la bandera argentina estaba izada en la Gobernación de Malvinas, y con ella comenzaban 74 días de guerra.

(GACETA MARINERA)

sábado, 9 de marzo de 2019

Biografía: El héroe Jacinto Eliseo Batista, comando anfibio

Jacinto Eliseo Batista: Comando Anfibio (Malvinas)

La Gazeta




Reseña


Reseña y entrevista al soldado argentino Jacinto Eliseo Batista comando anfibio de la guerra de Malvinas.

Su foto dio vuelta al mundo. Fue tapa de la revista Gente y de otras de distintas partes del mundo cuando la Argentina recuperó las Islas Malvinas el 2 de Abril de 1982. Con una pistola ametralladora y el rostro enmascarado, el SMIM en aquel entonces, Cabo Principal formaba parte de la Agrupación Comandos Anfibios de la Infantería de Marina, una agrupación de elite que hiciera el desembarco y tomara las Islas perdiendo la vida en combate el Capitán Giachino. Batista vive en Colón, y allí lo entrevistamos.

Lo recordábamos de uniforme y resultó extraño verlo de civil.

Jacinto Eliseo Batista nos recibió en su domicilio en la ciudad de Colón, ya retirado de la fuerza pero no jubilado, como se ocupara de aclararlo en más de una oportunidad.

Batista integró el grupo de comandos que desembarcó en las islas en la noche del 1º de abril de 1982.

Ingresó a las FFAA en 1965, clase 50. Cumplió los 15 años en la isla Martín García, donde se alistó en la fuerza naval. Quería el cambio a la Infantería de Marina, pero entre tanto, surgió la posibilidad de incorporarse al rompehielos San Martín.

Trabajó como explosivista, luego ingresó a la Escuela de Suboficiales. Su carrera continuó normalmente y en el año 2002 fue encargado de la fuerza.

Entrevista


Sobre la toma de Malvinas, le preguntamos:

- ¿Cuándo se realizó exactamente el desembarco?

- A las 21 hs del día 1º, aproximadamente. La agrupación de Comandos anfibios más algunos buzos tácticos habíamos embarcado en la Santísima Trinidad y se desembarcó en Playa Verde. Buscamos aproximadamente la playa a las 22 hs pisando suelo de Malvinas.

- ¿Hubo resistencia?

- Inicialmente no, porque se evadió la fuerza que nos estaba esperando. En un lugar que inicialmente teníamos como desembarco había una ametralladora con 3 ó 4 hombres que nos estaban esperando. Pasamos a muy poca distancia de ese grupo de ametralladoras. Mi misión concreta era hacer de guía de desembarco y una vez en tierra, continuar como explorador.
La fuerza que normalmente está en misión de combate tiene un explorador, detrás va el navegador - que en este caso fue el suboficial Camargo (actual suboficial principal) - y después viene el resto. Nosotros íbamos junto con el grupo de Giachino hasta un punto en el cual se hacía un desvío.
La unidad de tareas de Giachino se dirigió a la casa del gobernador y el grueso se dispuso a tomar el cuartel de los marines ingleses. A lo largo de la noche, durante la aproximación, hubo que rehacer la navegación terrestre porque no desembarcamos en la playa que habíamos elegido originalmente, sino más a la izquierda.

Batista elogió el trabajo del navegante: “Espectacular. Fuimos comprobando los puntos a través de la navegación perfectamente en la noche oscura que tuvimos. Pasamos a muy poca distancia del grupo de ametralladoras que nos estaba esperando en la playa. Pedimos autorización para tomarlos, cosa que fue denegada, primero porque no tenía que haber bajas y segundo porque no querían que se devele la operación. Pero los ingleses ya sabían que habíamos lanzado el desembarco, porque cuando subí a la cubierta de la fragata para que me baje la grúa junto con el bote, observé un montón de luces, y una que se reflejó en el agua, lo que me dio la pauta de que lo que estaba a muy corta distancia de la playa era un Jeep con 4 hombres y una ametralladora, esperándonos”.

- ¿Todos con visores nocturnos?



- No, el único que a partir de la playa tenía visor nocturno era yo. Por eso era el guía de la agrupación, el explorador.
El explorador va adelante, siguiendo a su vez al navegante, que es el que va siguiendo el rumbo marcado; uno se maneja sin hablar nada. Después de pasar las ametralladoras, vino un jeep, creo que con 3 ó 4 hombres. Hice rodilla a tierra y el vehículo pasó a muy poca distancia, quedando el grupo cubierto por un pastizal muy alto. Zonas con turba dificultaron la marcha y cedía el terreno. Había previsto eso, y bajé sólo con municiones, granadas, elementos de combate, dejando la mochila y la ración. Estábamos muy bien entrenados llegamos perfectamente. Una vez que se izó la bandera en el cuartel, nos dirigimos al tiroteo en la casa del gobernador.
Fui con otros suboficiales adelante de la agrupación, y en la primera casa ya habíamos quedado combinados que íbamos a hacer combate de localidad; por lo tanto, rodeamos la casa. Fui por el frente y tomé a un francotirador de los ingleses que nos estaba esperando. Se sorprendió porque lo agarré desde atrás de una ventana. El soldado en cuestión estaba cubriendo el camino por donde venían los nuestros. Lo saqué afuera, lo dejé cuerpo a tierra, tiré la munición y el fusil e hice una señal de apoyo para que lo cubrieran por el fuego. Seguí adelante; hasta ese momento se escuchaban pocos disparos. Muy próximo a la casa del gobernador había unos matorrales muy tupidos y pastizales. Y un caminito donde habían puesto trampas cazabobos. Tomé entonces a dos Royal Marines que nos estaban esperando con todo. Se veía que estuvieron toda la noche aguardando nuestra llegada bien pertrechados y armados. Esta gente se sorprendió mucho. Luego, dejé a los prisioneros a cargo de otro comando que vino un apoyo y seguí hasta la casa del Gobernador. Al aproximarme más, vi mucha gente en posición en la línea tamarisco y me puse en la misma línea de ellos. Encontré a 4 personas, una de ellas el segundo jefe de Marines, en un descampado al lado de la bandera, saliendo de la casa del Gobernador. Los cubrí con la ametralladora y le pedí que se acercaran. Uno de ellos le pedía a sus subordinados que salieran y dejaran las armas, pero no le respondían favorablemente. Entonces, pedí apoyo a nuestra agrupación que estaba desplegada totalmente; me puse del otro lado del segundo jefe de los Marines, y en ese momento, los ingleses entregaron las armas. Vi en ese momento a los heridos, el Capitán Giachino, el Teniente de Fragata García Quiroga y el Cabo Segundo Enfermero Urbina. No me pareció que era tan grave lo de Giachino, porque era el que más conciente estaba. No se quejaba. Le toqué la cabeza y le dije: "qué te pasó, Pedrito”.
“Vimos que estaban los ingleses quemando documentación, así que le saqué de la parca (campera de abrigo) una carta de operaciones al comandante británico. Me reuní con nuestro Jefe de Operaciones, el Capitán Robles, y le informé de la situación y los heridos. Un grupo de oficiales los llevó en un jeep hasta el buque hospital. Giachino tenía una herida en la femoral y lamentablemente se desangró. Estaba muy pálido pero bien consciente. No pudimos salvarlo a tiempo. Cumplió con su misión.

Batista fue claro al referirse al Capitán Giachino, muerto en la toma de Malvinas.
“Giachino cumplió con su misión, que era tomar la casa del Gobernador. Sufrió una emboscada; estaban tirando del otro lado, desde arriba. No fue Giachino solo, ya que si se mira bien en las fotos de la casa del Gobernador, había agujeros de todos lados.
Giachino era una persona muy calma, así que no creo que haya ocurrido un apresuramiento. Era una persona que siempre iba al frente.

- ¿Cuando se les avisó que esta era una operación real?

- Cuando estábamos en altamar. Nos mostraron fotografías aéreas y nos dimos cuenta de que era una situación real, aunque algo preveíamos porque en la agrupación veníamos haciendo muchos trabajos con botes, navegación nocturna, salida del agua teniendo en cuenta el ruido de los motores, ver si se escuchaba o no...


- ¿Hubo apoyo satelital?

- Nada. Fotografía aérea había algunas, cartografía pocas.

- ¿Ninguno de ustedes había estado en Malvinas con anterioridad?

- Que yo sepa, no. Alguien cambió lo planeado.

- ¿La orden fue contundente: no tirar.

- Así es, evitar por todos los medios producir bajas. Algo muy difícil en una situación bélica real...

- Vamos a partir de una base. La “operación Rosario” fue una operación anfibia impecable desde el punto de vista táctico. Se cumplió el objetivo: no producir bajas enemigas, izar la bandera argentina y dar tiempo a negociar. Lo que pasó después es otra historia que habría que preguntársela a los señores que cambiaron lo planeado, porque todo terminaba con la “operación Rosario”. Parece que se cambió todo sobre la marcha y no se previeron muchas cosas, porque si realmente se hubiese pensado en un primer momento resistir hasta lo último, la flota inglesa posiblemente no hubiese llegado a Malvinas porque a la altura de Brasil hubiera tenido que empezar a recibir el bombardeo de la Fuerza Aérea Argentina. Y si realmente se hubiese tenido la certeza que se iba a defender hasta lo último, se tendría que haber fortificado la isla. Nosotros tenemos el cañón Sofman de 155 mm con un alcance de 18 kilómetros y teniendo en cuenta la topografía de Malvinas, con ingenieros, poniendo a funcionar las fábricas de cemento, maquinarias y llevando todo eso a Malvinas y haciendo fortificaciones reales para una defensa costera, creo que nunca hubiesen desembarcado, porque incluso sin nada de ello se les dio muy buena batalla. Sólo se llevaron a la isla 3 cañones de ese alcance y el resto de la artillería estuvo compuesta de obuses 105 mm con un alcance de 10 ó 12 km.

- ¿Usted volvió a Malvinas después de la operación Rosario?

- No, estuvimos permanentemente patrullando en el continente por la amenaza chilena que teníamos.

- ¿Le sorprendió que a 20 años de Malvinas, algunos militares chilenos declararan que su país brindó información a los ingleses?

- No, porque ya lo sabía en ese momento. Cada avión que salía del continente era monitoreado y se avisaba a la flota inglesa permanentemente. Eso no lo pueden negar los chilenos. Es indiscutible, y además, no podíamos esperar otra cosa de un país expansionista como Chile.

- EL BIM 5 con asiento en Río Grande conocía el terreno, estaban acostumbrados a la turba y fue uno de los batallones más destacados, elogiado por los propios ingleses.

- Ese Batallón 5 tuvo refuerzos del Batallón 3 como también de la compañía de Ingenieros y la Batería de Artillería de Campaña. Y sí, fue reconocido por los mismos ingleses como una fuerza extraordinaria. Los británicos no podían creer que una compañía haya frenado a una Brigada. Un comandante inglés le preguntó al Almirante Robassio, que en ese momento era el comandante del Batallón 5, que le explique cómo habían hecho. No entendía, no le encontraba lógica al hecho de que una compañía frenara a tanta gente. Cabe acotar que la Brigada enemiga cayó en un campo minado, bombardeada toda la noche con morteros, obuses y todo lo que teníamos.


El desmantelamiento de las FFAA


Le preguntamos luego qué opina del desmantelamiento de las FFAA después de Malvinas. Responde “yo le pregunto a usted como ciudadano y a todos,, si se dan cuenta de que estamos rodeados de países como Chile, que permanentemente está perdiendo terreno por el océano, un país expansionista que tiene necesidad de contar con más superficie. Tenemos una fuerza completamente desmantelada, que si bien se ha modernizado, es chica aunque con un poder de fuego mucho más potente que antes. La Infantería de Marina a través de la modernización adquirió una potencia muy superior a lo que era antes, pero también bajó su número de gente.

- ¿Qué piensa hoy de Malvinas? ¿Qué significó para usted?

- Para mí fue un deber. Hoy tiene que ser un deber para la parte política recuperarla a través de las negociaciones.

- ¿Perdió muchos amigos en Malvinas?

- Unos cuantos. Mucha gente conocida que murió en el Crucero Belgrano, y personal que había conocido en distintos destinos.

- Es increíble que un 2 de Abril se tome como un feriado trasladable. Es humillante.

- Sí, no solamente por el 2 de abril, hay muchos feriados que terminan siendo humillantes y máxime que se corra por un problema económico. Argentina se acuerda de Malvinas solamente el 2 de abril.

- Yo creo que no todos, pero indudablemente el 2 de abril poca gente se acuerda de Malvinas. Es más, muchos no saben ni por qué se hizo lo que se hizo. Que después se hicieron mal las cosas, estoy de acuerdo, pero siempre voy a reivindicar como una acción importante la toma de Malvinas. El resto... no tenía que haber sucedido. Tantas muertes..., cuando el objetivo ya estaba cumplido: izar la bandera, tomar Malvinas y forzar una negociación.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Malvinas: Fuego contra fuego entre comandos


Comandos argentinos en las islas Malvinas que participarían en el combate de Top Malo House.

Malvinas: Esa vez las fuerzas especiales de dos países se enfrentaron en combate

We Are The Mighty




La idea de tener una fuerza diseñada para un propósito especial se remonta a la historia y se ha utilizado en muchas guerras. Sin embargo, es raro, si acaso, que estas fuerzas se encuentren en combate. Sus objetivos suelen ser aquellos demasiado difíciles de abordar por las fuerzas convencionales. O están acostumbrados a explotar debilidades en fuerzas convencionales. Sin embargo, en una confluencia única de eventos, British SAS y Royal Marine Commandos se enfrentaron a las Fuerzas Especiales Argentinas durante la Guerra de las Malvinas de 1982.

Los combates (ninguno de los dos bandos declararon realmente la guerra) comenzaron el 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadió las Islas Falkland, Georgia del Sur y Sandwich del Sur. Argentina tomó esta decisión audaz debido a una disputa más prolongada sobre la soberanía de las islas.


Soldados británicos en la guerra de las islas Falkland.

La respuesta británica fue rápida y pronto una fuerza de tarea naval se dirigió hacia las Malvinas.

Desembarcaron en vigor el 21 de mayo de 1982 para reinvadir las islas. La operación, cuyo nombre en código fue Operación Corporate, fue encabezada por 3 Comandantes de la Brigada con paracaidistas de 2 Para y 3 Para adjuntos.

La elitesca 3 Brigada de Comandos consistía en los 40, 42 y 45 Comandos, el equivalente a tres batallones de infantería, junto con artillería de Royal Marine y apoyo de ingenieros. El contingente de las Fuerzas Especiales británicas estaba formado por el 22º Regimiento del Servicio Aéreo Especial, así como por los cuadros de las escuelas de Montaña y Guerra Ártica.

Argentina tenía poco en el camino de las Fuerzas Especiales, solo dos compañías: la Compañía de Comandos 601ª y Compañía de Comandos 602° del EA y comandos del grupo Alacrán de la Gendarmería Nacional Argentina.

La primera reunión de Operadores Especiales de ambos lados ocurrió en la noche del 29 de mayo cuando ambos lados intentaron reclamar al Monte Kent.

Una patrulla de 16 Air Troop, D Squadron, 22nd SAS se encontró con unos 40 comandos argentinos de la Tercera Sección de Asalto de la 602a. En un choque agudo, los británicos finalmente lograron la ventaja y, a pesar de ser superados en número, expulsaron a los argentinos a costa de dos heridos (nda: jajaja).


22 SAS en las Malvinas.

Al día siguiente, la 2ª Sección de Asalto, 602 Comandos, tropezó con el campamento de 17 Tropas de Barcos de la Argentina mientras intentaba apoderarse de Bluff Cove Peak. Los sorprendidos Comandos argentinos fueron rápidamente abrumados. Poco después de que comenzara la batalla, pidieron ayuda por radio, diciendo simplemente: "Estamos en problemas". Menos de una hora después, enviaron un segundo mensaje: "Hay inglés a nuestro alrededor, más vale que te apures". Dos Comandos argentinos fueron asesinados antes de que la sección pudiera retirarse.

El 31 de mayo, la 1ª Sección de Asalto de Argentina había estado patrullando el área todo el día y decidió buscar refugio en Top Malo House, una casa abandonada de pastores de ovejas, ya que las temperaturas bajaron hasta el punto de congelación. Sin el conocimiento de los argentinos, fueron vistos por un puesto de observación de SAS que llamó a los Royal Marines de la escuela de Montaña y Guerra Ártica para atacar la casa.

Diecinueve marines reales, liderados por el capitán Rod Boswell, se embarcaron en un helicóptero al área y se movieron a la posición para atacar la casa. Boswell dividió a su grupo en dos secciones. Una sección de apoyo contra incendios tomó posiciones en terrenos altos cercanos mientras que una sección de asalto de 12 hombres preparada para atacar la casa.


Un comando anfibio argentino hace prisionero a los Royal Marines en las Islas Malvinas.

Los comandos argentinos, al oír los helicópteros, hicieron preparativos para salir de casa. Pero el ataque británico llegó antes de que pudieran abandonar el área. La sección de soporte de fuego de Boswell golpeó la casa con dos cohetes LEY de 66 mm cuando la sección de asalto avanzó. Cuando fueron atacados por los argentinos atrapados, la sección de asalto británica lanzó dos de sus propios cohetes.

Esta andanada de cohetes mató al Comandante Argentino Teniente Espinosa que estaba cubriendo la retirada de la ventana del segundo piso de la casa. Un segundo comando argentino, el sargento. Mateo Sbert, fue asesinado a tiros por los británicos mientras intentaba también cubrir la retirada de sus compañeros.

Los cohetes LAW incendiaron la casa y el humo del incendio, irónicamente, proporcionó un ocultamiento efectivo para los hombres de los argentinos cuando se trasladaron a un cauce a 200 metros de distancia y establecieron una defensa.

Un argentino, el teniente Horatio Losito, intentó acusar a los británicos de expulsarlos. Fue golpeado varias veces, pero continuó luchando hasta que perdió el conocimiento debido a la pérdida de sangre. Finalmente, los miembros restantes de la patrulla, muchos de los cuales resultaron heridos, se quedaron sin municiones y se vieron obligados a rendirse. Los británicos sufrieron dos heridos en el ataque.

Los comandos argentinos y británicos continuaron chocando a medida que avanzaba la guerra.

El 5 de junio, la 3ª Sección de Asalto de la Argentina, 602º Comando atacó a los 10 soldados británicos, 42 comandos en el Monte Wall. Después de una dura lucha, los británicos se vieron obligados a retirarse. Al día siguiente, el 601 entró en acción y expulsó a dos patrullas de paracaidistas británicos, capturando gran parte de su equipo mientras lo desechaban mientras escapaban.

El último enfrentamiento entre las dos fuerzas especiales de ambos bandos ocurrió el 10 de junio.

Una patrulla de la British 19 Mountain Troop, D Squadron, 22nd SAS fue emboscada por elementos de la Compañía de Comandos 601. El grupo de cuatro hombres se separó y, como comandante, el capitán Gavin Hamilton y su comunicador, Cpl. Charlie Fonseca, siempre cubriendo fuego, los otros dos hombres escaparon. En su intento de cubrir el retiro, el capitán Hamilton fue muerto y Fonseca fue capturado.

La guerra terminó solo cuatro días después de la batalla de dos hermanas. Los infantes de marina reales británicos del Comando 45 asaltaron los picos y eliminaron los restos de las fuerzas argentinas, incluidos los hombres del Comandos 602.

Al final, las Fuerzas Especiales argentinas y británicas se enfrentaron en numerosas ocasiones y el resultado fue a menudo muy cerca y muy disputado.