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lunes, 29 de septiembre de 2025

Las fotos encontradas del soldado Pérez Grandi

Después de casi 42 años, un ex combatiente de Malvinas recuperó las fotos que dejó en las islas cuando fue herido

El subteniente Jorge Pérez Grandi llevó una pequeña cámara a Malvinas. Malherido en su repliegue desde el monte Dos Hermanas, dejó abandonadas sus pertenencias. Un efectivo inglés, antes de regresar de la guerra, se llevó el rollo de fotos con él. A través de Agustín Vázquez, un santafesino que busca reliquias del conflicto de 1982, los negativos fueron devueltos. La vida en combate y el duro destino del británico que hizo el hallazgo

Por Hugo Martin || Infobae



Una de las fotos que recuperó el subteniente Jorge Pérez Grandi. Está en la zona del hipódromo de Puerto Argentino con las botas de goma inglesas que encontró y usó en gran parte del conflicto

El 1 de mayo de 1982, el ejército británico atacó por primera vez Puerto Argentino. Ese día, el subteniente Jorge Pérez Grandi tomó las últimas fotos que le quedaban en el rollo que había comenzado en el continente. Luego guardó su cámara, una vieja Kodak Fiesta, y regresó a su puesto de combate en el hipódromo. Recién pudo ver las imágenes que tomó casi 42 años después.

Jorge es cordobés, nació en Río Cuarto, pero se crió en un pueblo, Coronel Moldes. Su padre era comerciante, no había militares en su familia. Desde chico quiso lucir el uniforme del Ejército. Después de cumplir con la conscripción, en 1979 ingresó al Colegio Militar en El Palomar. El 2 de abril de 1982, cuando era cadete de cuarto año, los reunieron en el patio y les informaron que Argentina había recuperado las islas Malvinas. Cinco días después, adelantaron el egreso de su promoción. Como subteniente, fue destinado a reforzar el Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, en Corrientes. Muy pronto, lo que tanto deseaba se hizo realidad: fue enviado a Río Gallegos y, el 26 de abril, llegó a Malvinas.

Pérez Grandi, en el aeropuerto de Puerto Argentino, al llegar a las islas el 26 de abril de 1982

“Me destinaron a la Compañía C y llegamos en avión a Puerto Argentino. Recuerdo que viajamos sentados en el piso, como podíamos”, relata. Los enviaron a Monte Wall, el punto más avanzado entre los cerros que rodean Puerto Argentino y que fueron escenario de las batallas más cruentas de la guerra. “Marchamos unos 15 kilómetros bajo la lluvia. Llegamos mojados, casi de noche. Y nuestro jefe me ordenó que regresara a Puerto Argentino, al mando de media sección, unos 15 soldados, para dar seguridad en la zona del hipódromo, donde había un depósito de proyectiles para los cañones Otto Melara. Nos instalamos en la boletería. Estábamos ahí cuando nos agarró el ataque del 1 de mayo. Fue una sorpresa, quedamos impactados al escuchar a los aviones y a nuestra artillería antiaérea, que disparaba con todo”.

Cuando amaneció y cesó el bombardeo al aeropuerto, Pérez Grandi tomó un Unimog y le pidió a un soldado que manejara hasta la escena de la batalla. Con él llevó su cámara y agotó el rollo: “Era una Kodak, de esas chiquitas, de plástico gris y negro, de las que se ponía y sacaba el rollo por una puertita que tenían detrás. La tenía desde el Colegio Militar, y la llevé. Ahí saqué fotos, se ve una pared amarilla con las esquirlas... En el hipódromo tenía otras, estoy con casco, fusil y unas botas de goma que le saqué a unos ingleses. Eran de pesca, así que las corté a la altura de la rodilla. Me fueron útiles más adelante, en la posición que tenía me protegieron del barro. Recién me las saqué dos días antes de que me hirieran porque ya me pasaba el frío, de tan extremo, y me puse borceguíes”.

Una foto que tomó luego de la llegada y estaba en el rollo que dejó en las islas cuando se replegó herido del monte Dos Hermanas

Una semana después, le ordenaron regresar al Monte Wall con su sección. La posición exacta de Pérez Grandi estaba en la punta del Wall, desde donde se dominaba un valle. “Nuestras posiciones miraban hacia la costa. Por las noches, una fragata se acercaba y comenzaba el bombardeo. Estábamos a unos ocho kilómetros y veíamos los fogonazos; y por la mañana, cuando se levantaba la bruma, los barcos. Recuerdo que el 15 o 16 de mayo aparecieron dos aviones nuestros que los atacaron, y uno de ellos explotó en el aire”. Sin embargo, hasta ese momento, las bombas no eran un problema para él y sus hombres, ya que pasaban por encima de sus cabezas.

En los últimos días en el Monte Wall, el teniente Martella se hizo cargo de la sección. Darwin había caído, y les ordenaron retirarse hacia el monte Dos Hermanas. “Sabíamos que los ingleses ya estaban camino a Puerto Argentino”, explica. Con los bolsos de armamento, llevaron una oveja que habían carneado. “A pesar de la orden del generalato de no matar ovejas, si aparecía una yo ordenaba matarla para alimentarnos mejor. La comida escaseaba y no teníamos las suficientes calorías para pasar todo el día. Y el frío cada vez era peor”, añade.

Cuando llegaron a la cima del Dos Hermanas, un Sea Harrier los atacó, pero no alcanzó a ninguno. A la mañana siguiente, una tormenta de nieve cubrió la zona. Era el 1 de junio. Desde su posición, Pérez Grandi podía ver a los ingleses acercándose. “Éramos la vanguardia de la defensa de Puerto Argentino. A mí me habían ordenado que mi posición era de sacrificio… de sacrificio hasta las últimas consecuencias”, recuerda. Sobre el monte Dos Hermanas se formaba una especie de planicie, explica Pérez Grandi. Allí cavaron pozos de zorro y dispusieron una ametralladora MAG apuntando hacia el llamado “río de Piedra”, que separa al Dos Hermanas del Monte Kent. De repente, aparecieron dos helicópteros ingleses. Querían colocar piezas de artillería. “Hicimos fuego reunido y levantaron las piezas y se instalaron detrás del monte. Como consecuencia de ese ataque, me trajeron una ametralladora Browning, la que se usaba en la Segunda Guerra Mundial. Fue muy útil y la manejaba yo”.

Una imagen que tomó en el aeropuerto luego del ataque inglés del 1 de mayo de 1982

Los combates se intensificaron. Les empezaron a disparar con un mortero. “Justo un proyectil cayó dentro de la posición donde estaba la MAG. Pero en ese momento yo había llamado a los soldados para repartirles munición. Ellos se salvaron. A uno, al soldado Sosa, una esquirla lo hirió cerca de la columna. Lo evacuaron a Puerto Argentino y lo mandaron de vuelta. Pero la MAG quedó fuera de combate. Al principio, te digo la verdad, quedé impactado. Fueron 10 o 15 segundos de quedar medio inmovilizado y ahí nomás cambias el chip y te das cuenta de que estás combatiendo. Y aparte, en mi caso, tenés que asumir la responsabilidad de ser jefe de una sección, que tenés suboficiales y soldados a cargo tuyo. Y peleás. Pero nos quedó solo la Browning, y ahí estuvimos hasta la noche, cuando nos atacó el Batallón de Comandos 45 de la Marina Real”.

Ya era el 11 de junio. Contrariamente a lo esperado por los ingleses, que pensaron que encontrarían a los argentinos durmiendo, la sorpresa fue para ellos. Pérez Grandi recuerda todo como si hubiera sucedido ayer: “Me adelanté hacia una roca y arrojamos una bengala. Ellos se dieron cuenta de que habíamos detectado su avance. Les disparamos con un lanzacohetes y salieron corriendo como seis o siete ingleses. Habrán sido media hora o 40 minutos de combate. Yo estaba cuerpo a tierra y las municiones trazantes me pasaban a dos metros de la cabeza. Esa noche murió el cabo Gómez combatiendo, era el jefe del tercer grupo de tiradores de mi sección. Y tuve que dejar en el lugar al soldado herido en la espalda, era arriesgado trasladarlo porque para eso necesitaba dos o tres soldados y podían caer. Además, ya sabíamos que los británicos trataban bien a los heridos argentinos”.

Otra escena que captó con su pequeña cámara Kodak y es fiel reflejo de los destrozos del ataque inglés al aeropuerto

En una guerra, el coraje es una condición necesaria, pero no suficiente. La enorme superioridad de armamento de los ingleses se impuso a la determinación de Pérez Grandi y sus soldados de defender el monte Dos Hermanas. La Browning se trabó, ya no tenían municiones, y tomó la decisión de replegarse. “Cuando estábamos reagrupándonos me encontré con unl teniente y le dije que se llevara a mi gente, que me quedaba a cubrir el repliegue, porque nos seguían bombardeando. En ese momento, cuando estaba al pie del monte, explotó un proyectil de mortero a cinco metros mío. Ordené cuerpo a tierra, y cuando caí, sentí un ardor en las dos piernas, en la planta de los pies. Cuando pasó, ordené ‘carrera marcha…’ de ahí, y al intentar ponerme de pie, el brazo no me ayudó, y la pierna derecha se me fue para un costado. Sentí un dolor terrible. Tuve triple fractura expuesta en la pierna derecha, con pérdida de carne, fractura de peroné en la izquierda y en el brazo derecho quebradura expuesta de cúbito y pérdida ósea”.

Ensangrentado y “creyendo que mis horas estaban contadas”, Pérez Grandi ordenó el repliegue a Puerto Argentino de sus hombres. Pero uno de ellos, el soldado Barroso, se acercó y le dijo “no, mi subteniente, me quedo a morir con usted”. Las palabras del veterano se cortan por la emoción: “Tuvimos un intercambio de malas palabras, que no voy a pronunciar ahora. Pero se quedó. Fue hasta un jeep Unimog que estaba destruido y rescató un bolsón porta equipo. Desparramó ropa arriba mío, porque yo sentía frío, lloviznaba, y me dio para tomar un poquito de whisky, porque el último día habíamos recibido unas raciones, y como yo ni fumaba ni tomaba, al whisky se lo daba a los soldados… Llegó un momento en que empecé a sentir como que ya me iba de este mundo”.

Una foto que sacó en Malvinas a poco de llegar. De las islas eran apenas cinco o seis fotos de un rollo del que fueron recuperadas 22 imágenes, la mayoría de ellas tomadas en el continente antes de viajar

Pérez Grandi, asistido por Barroso, estuvo una hora y media tirado en el campo de batalla. Pero sus hombres regresaron por él. El entonces subteniente cuenta que un cabo, Nicolás Urbieta, “regresó con otros soldados. Con fusiles y una manta hicieron una especie de camilla y me subieron. Fue un parto, yo sentía unos dolores terribles y cada diez metros tenían que parar”.

Ya era la madrugada del 12 de junio, y faltaban unas horas para que saliera el sol. Llegaron hasta las proximidades de Puerto Argentino, donde había un grupo de artillería, lo subieron a un Unimog y lo llevaron al hospital. “Me pusieron en un salón grande, junto a varios heridos. Me cortaron todo el uniforme y me sacaron los borceguíes. Barroso seguía a mi lado. Le di mi documento y le dije ‘entregáselo a mi viejo y decile que lo quiero mucho’”.

Pérez Grandi junto a otro oficial en Malvinas

Media hora después, lo llevaron a la sala de cirugía. Pasaron casi 42 años y esa imagen sigue como un sello en su cabeza: “Había sangre por todos lados. Me pusieron arriba de la mesa de operaciones y le dije al médico ‘por favor no me corte la pierna’. Es lo último que recuerdo de Malvinas. Cuando me desperté, estaba en la terapia intensiva de un hospital de Río Gallegos. Me dijeron que salí con el último Hércules”.

En la capital de Santa Cruz estuvo dos días más y voló a Buenos Aires. El cuadro de Pérez Grandi era de gravedad. Lo llevaron de inmediato a la terapia intensiva del Hospital Militar. Tenía las dos piernas y el brazo derecho enyesados. “El coronel Moore, el jefe de traumatología, me sacó una placa para ver todo. Y descubrió que tenía gangrena en el muslo de la pierna izquierda. De urgencia me llevaron a la sala de operaciones. Me limpiaron y sacaron parte del muslo, con dos cortes un poquito arriba de la cadera para impedir que la gangrena avanzara”.

Ian Kendrick, el inglés que encontró el rollo y lo tuvo en su poder 40 años

Lo derivaron al Hospital Muñiz, que tenía una cámara hiperbárica. Su memoria es vívida: “La máquina era inglesa y estaba fuera de servicio, pero la reactivaron por mi caso. Después me enteré de que me ponían ahí para combatir la gangrena con mucho oxígeno. Y por la mañana y la tarde me hacían curaciones con azúcar en la zona. Lo peor era que las vendas se pegaban. Fueron diez días espantosos. Pero fui saliendo… recuerdo a todos los médicos y enfermeros del Muñiz. Con el tiempo me hicieron un injerto óseo en el cúbito del brazo derecho, que me quedó un poco más débil que el otro…”.

Hoy, Pérez Grandi, a los 64 años, tiene las secuelas de la guerra a flor de piel. En solo dos de los dedos de su mano derecha tiene sensibilidad, en el resto, nada. Después de su recuperación, que demandó en total un año, lo destinaron al Regimiento de Patricios. “Yo quería ser un oficial de tropa, y veía que no iba a poder. Así que me puse a estudiar Derecho y pedí el retiro como Teniente”. Se recibió de abogado y más adelante hizo un máster de Derecho Intelectual en Chicago, Estados Unidos. Se casó, se divorció, tuvo una hija en Estados Unidos y dice que, aún hoy, Malvinas lo persigue: “Mi madre murió un 14 de junio, el día que terminó la batalla. Y mi hija nació un 10 de junio, el día del reclamo de nuestra soberanía en las islas. Eran las 11.58 y le pedí al obstetra peruano si podía nacer antes del 11. Y dijo que sí. A mi hija le pusimos María Paz”.

Kendrick, el primero desde la derecha, en Puerto Argentino con compañeros de armas. La casa donde halló el rollo con las fotos de Pérez Grandi aparece a sus espaldas

Lo que quedó en Malvinas

Cuando Pérez Grandi se replegó del monte Dos Hermanas con su sección, dejó el bolso con sus pertenencias. Entre ellas, la cámara de fotos. Años más tarde, por medio de un oficial inglés, se enteró de que los gurkhas se habían encargado de la limpieza del campo de batalla. “Todas nuestras cosas personales las dejaron en un galpón grande. Por supuesto, cada uno se llevó un souvenir”.

No se llevaron todo. Hace diez años tuvo una sorpresa. “El cabo Urbieta y otros soldados fueron a Malvinas y recorrieron nuestras posiciones. Y encontraron un cepillo de uñas que era mío. ¿Sabes cuál fue su importancia? En los últimos días estábamos todos sucios, embarrados. Ni enmascaramiento necesitábamos. Ya habíamos perdido los guantes… Entonces yo calentaba agua, agarraba una media mía y pasaba, posición por posición, para que lavaran las manos y las uñas con ese cepillo. Cuando me lo trajeron, sentí una gran emoción…”.

Kendrick hoy, en un hospital de Australia, donde le amputaron una pierna, con una camiseta de la selección Argentina

Pero las fotos tardaron más. Y en su recuperación tuvo mucho que ver Agustín Vázquez, un santafesino que desde hace años investiga Malvinas y contacta a veteranos o coleccionistas ingleses que poseen elementos que pertenecían a argentinos. Es una tarea paciente y que da resultados de tanto en tanto. Pero cuándo alguna sale bien, sabe que el esfuerzo paga en emoción.

A través suyo, el soldado Oscar Bauchi recuperó una carta que escribió desde las islas, que nunca envió y fue llevada a Inglaterra, subastada y adquirida por un coleccionista británico. Y otro, Jorge “Beto” Altieri, que en 2019 se había reencontrado con su casco, pudo volver a tener en sus manos el diario donde dejaba por escrito su día a día en la guerra.

Agustín Vázquez, incansable buscador de tesoros de Malvinas, ya fue intermediario de varios hallazgos que regresaron a sus dueños. Aquí, con Jorge Pérez Grandi en diciembre de 2023, el día que le devolvió las fotos y los negativos

Esta vez, cuenta Vázquez, “Jorge dejó su equipo en la montaña, lo llevaron y alguien tiró el rollo solo, sin la cámara. Ahí, en un pozo en una casa de la calle Philomel lo encontró un inglés, Ian Kendrick. Se lo llevó a Inglaterra, lo reveló y quedó 40 años en su poder”.

Kendrick formaba parte del Ejército Británico, era Lance Corporal del Royal Corp of Transport 52. Durante la guerra estuvo a bordo del buque Sir Geraint. En total, estuvo en Malvinas cinco meses y medio, ya que permaneció en forma voluntaria luego del 14 de junio, fecha en que cesó el combate. Por su rol en el conflicto, recibió un diploma por parte de la Reina Isabel, que enmarcó con orgullo. En las consideraciones señala que “siempre se destacó por su alegría y su capacidad para animar a los demás. Tenía un sentido del humor contagioso y a menudo era una fuente de inspiración para los que le rodeaban durante los largos, agotadores y a menudo aterradores días en las aguas del estrecho de San Carlos”. Hoy Kendrick vive en Australia y tiene una enfermedad renal. Hace diálisis y poco tiempo atrás le tuvieron que amputar una pierna. Desde la cama de un hospital le envió una fotografía a Agustín luciendo la camiseta argentina de Messi que él le envió. Y con una sonrisa.

La emoción de Jorge Pérez Grandi al ver por primera vez algunas imágenes hace 20 días. Otras ya las había recuperado hace dos años

El siguiente paso fue dado por otro veterano inglés que conocía a Vázquez, y le comentó que Kendrick tenía esas imágenes en su poder. “Como estoy en contacto con veteranos, lo contacté, hablamos y me envió unas pocas fotos. Se las mostré a varios veteranos argentinos y Marcelo Llambías, se reconoció en una y me dijo que podían ser de Jorge. Lo llamé y efectivamente, eran suyas”. Esto sucedió hace un par de años. Ahora, en diciembre de 2023, cuando Agustín tuvo la totalidad de los 22 negativos que resistieron el paso del tiempo en su poder, se reunió con Pérez Grandi y su hermano Adrián en Santa Fe, y se los entregó. Una vez más, Vázquez ayudó a cerrar un círculo.

Jorge Pérez Grandi reconoce que no es demasiado demostrativo. Pero aunque recién en los últimos tiempos pudo volver a hablar de su experiencia en Malvinas, agradece el reencuentro con las fotos. “Yo no quería estar todo el tiempo en 1982. Trato de guardarme las cosas adentro. Pero tengo que volver siempre, porque cuando me levanto y me quiero abrochar el pantalón tengo problemas para hacerlo o dolor en las piernas. Y es por Malvinas, ¿entiendes? Estas imágenes son algo muy especial, porque cierran algunas cosas de mi vivencia en las islas. Pero más allá de eso, hoy lo que agradezco es estar vivo y ver el sol cada día”. Pero tiene un sueño: regresar alguna vez al monte Dos Hermanas. A su posición. Llevar a su hija y a su hermano (“mi primer fan”, aclara), y contarles, en el campo de batalla, lo que hizo en la guerra.


sábado, 12 de agosto de 2023

Georgias del Sur: Foto de Grytviken de noche

Grytviken y la vía Láctea


La Vía Láctea sobre el asentamiento de Grytviken en la isla San Pedro, y sobre el viejo buque ballenero encallado Petrel.


lunes, 26 de diciembre de 2022

Foto de A-4, indicativo Jaguar

Ataque del 24 de mayo de 1982, indicativo "Jaguar"



24 de Mayo de 1982
Tres A-4C Skyhawk, indicativo "Jaguar". Despegaron de San Julián a las 10:00 hs. Tripulación: 1er Teniente José Vázquez (C-324), Alférez Guillermo Martínez (C-318) y Teniente Jorge Bono (C-305).
Llegaron a la zona del blanco aproximadamente a las 11:30 hs, sin ser interceptados. Se dirigieron a la Bahía San Carlos con rumbo 190/220, lanzaron seis bombas sobre la fragata Arrow. Un numeral vio una llamarada en la estructura. Estimaron ocho/diez buques en el estrecho. Uno fue identificado como el Canberra. Recibieron mucho fuego antiaérea de los buques y tierra. Al salir comprobaron que los tres aviones perdían combustible abundantemente.
Eyectaron tanques y volaron con rumbo 210º durante tres minutos. El jefe de escuadrilla ordenó la eyección al Nº 3, pero este informó que aún tenía 3.000 lb.
Colocaron rumbo 260º en ascenso, sobre estrecho de San Carlos. Vieron un buque y descendieron nuevamente. Al terminar de cruzar el estrecho (5 MN al norte de Bahía Fox) ascendieron y chequearon combustible, Nº 1: 1.500 lb, Nº 2: 2.280 lb y Nº 3: 2.500 lb.
Cruzaron la Gran Malvina en ascenso, pero al entrar al mar, al norte de la isla San Jorge, observaron al Nº 3 (Teniente Bono) iniciar suave viraje descendente e impactar en el mar.
Existen dudas sobre su eyección pero, de todas maneras, cayó al mar helado. Solicitaron al Hercules KC-130 "Madrid 2", que los guiara; lo hallaron en el nivel de vuelo 100 y se acoplaron (el Nº 1 tenía 200 lb y el Nº 2 tenía 1.200 lb). Así acoplados al Hércules llegaron al continente, hasta 30 MN de San Julián donde desacoplaron, y aterrizaron a las 13:00 hs. El Hércules KC-130 trasvasó al Nº 1, 39.000 LB y, para auxiliar a los "Jaguar", tuvo que acercarse hasta 60 MN al oeste de la Gran Malvina.
Esta salida se inscribirá en la historia mundial de la aviación por el arrojo sin límite de sus pilotos. El Teniente Jorge Bono, que podía haberse eyectado y descendido blandamente con su paracaídas, ofrendó su vida. Pocos días más tarde, el 30 de mayo, en el ataque al portaaviones Invincible lo seguiría el 1er Teniente José Vázquez.
Honor y gloria a los Héroes de Malvinas!!



Foto tomada por personal del Regimiento 2 Para Inglés apostado en el Monte Sussex, se cree que se trata de la escuadrilla Jaguar realizando su escape luego de haber atacado a la HMS Arrow - creditos a quien corresponda.

martes, 13 de septiembre de 2022

Paul Haley, fotógrafo de guerra

El fotógrafo inglés que tomó 2600 imágenes en Malvinas y odia la guerra: “Mirar a través de la cámara me protegía”

Paul Haley cubrió el conflicto del Atlántico Sur en los campos de batalla. Habló con Infobae, contó su experiencia en las islas y la historia de una icónica imagen en el momento del cese de fuego. Sus imágenes serán parte central de la exhibición del Museo Imperial de Guerra británico por los 40 años de la contienda bélica
Por Hugo Martin || Infobae


Paul Haley en el Monte Tumbledown de Malvinas, pocos minutos después del cese de fuego. Llegó el 1º de junio de 1982 junto a la 5ta. Brigada de Infantería y permaneció hasta dos semanas después del 14 de junio (Foto: Sgt Ron Hudson/IWM)

Se había preparado buena parte de su vida para cubrir una guerra, pero a Paul Haley, fotógrafo británico, miembro senior del staff de Soldier Magazine, casi no lo mandan a Malvinas en 1982. “Allí éramos cuatro fotógrafos, cuatro periodistas y un editor. Cuando sucedió la invasión quería ir, pero me dijeron ‘no’. Sólo autorizaron a embarcar a dos fotógrafos, que se encargarían de hacer un pool y distribuir el material. Así que al principio me lo pasé yendo a los puertos a tomar fotografías de barcos alistándose para partir. Pero yo me había entrenado, hacíamos ejercicios todo el año, incluso dos o tres veces en Irlanda del Norte. También había estado en Chipre, cuando los turcos llegaron allí en el 74 y bombardearon la isla…”, cuenta hoy, a los 71 años, ya retirado, casado con Mandy y recién salido de una operación de colon. Por supuesto, Haley, en forma respetuosa, amable pero firme, hablará de “invasión”, “liberación” y dirá “Falklands” cuando se refiera a las Islas Malvinas. Aquí en Argentina, desde luego, sostenemos exactamente lo contrario. Pero es interesante indagar en su mirada de los hechos, su posición de testigo privilegiado. Hoy, en sus redes sociales casi no existe la guerra que se libró hace casi 40 años (se cumplirán este 2 de abril), sino paisajes, gatitos y flores, muchas flores. Reflejar la naturaleza es su hobby.

Haley nació el 31 de agosto de 1950. Y se acercó a la fotografía desde muy pequeño. Según él, casi de recién nacido. “Empecé a ser fotógrafo cuando tenía un año… La historia es así: yo no caminaba, y el día de mi cumpleaños, mi madre me colocó para tomarme una foto y me paré, empecé a caminar hacia ella y me llamó la atención la cámara. Así fue… Mi padre era un fotógrafo amateur, y a los 8 años ya hacía copias en su cuarto oscuro. A los 15 años trabajaba los sábados haciendo bodas. Creo que en esa época, con la fotografía social se ganaba más que ahora..”, cuenta.

Un helicóptero Sea King HC4 del Escuadrón Naval Aéreo despega con comandos de la Compañía J de los Royal Marines desde San Carlos a Darwin el 28 de mayo de 1982. En la noche lanzaron el ataque contra las unidades argentinas en Darwin y Goose Green. (Foto: Paul Haley, Soldier Magazine, © IWM FKD 264)

En 1971 consiguió trabajo como fotógrafo civil para el Ministerio de Defensa británico, tomando imágenes de equipos para la Escuela Real de Artillería en Larkhill. Allí estuvo tres años, y en 1974 fue contratado por Soldier Magazine, una publicación especializada en las fuerzas armadas. “Me dijeron que parte de mi trabajo consistía en estar preparado las 24 horas para ser enviado a cualquier sitio del planeta, lo que encontré muy cool. Empecé haciendo tomas desde helicópteros, era un buen trabajo”. Pero llegar a tomar 2600 fotos de Malvinas, dijimos, no fue sencillo para él.

Finalmente, una cobertura con los preparativos de la 5ta. Brigada de Infantería a bordo del barco Queen Elizabeth II en el puerto de Southampton y una charla con el jefe de esa división, el Brigadier Tony Wilson, le abrió una puerta. Eran épocas sin internet ni digitalización: todo era llevar los rollos al laboratorio y esperar el revelado. Cuando regresó a la redacción con el material ya atardecía y le dijeron “tenés un lugar a bordo, apurate porque mañana a las 10.30 te tenés que presentar”. Así que cargó su equipo (tres cuerpos de cámara Contax -dos RTS y una Contax 137MD- y cinco lentes marca Carl Ziess de 18, 25, 50, 85 y 200mm)( y se trepó al mismo buque que la 5ta. Brigada a la que, pensó, acompañaría en toda la campaña.

Prisioneros argentinos capturados en Goose Green caminan bajo vigilancia. En el combate del 28 de mayo participaron alrededor de 600 hombres del 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas (Foto: Paul Haley, Soldier Magazine, © IWM FKD 363)

Con el Queen Elizabeth II navegó primero hasta la isla Ascensión, en medio del océano Atlántico, donde imaginó que quizás podría terminar su viaje. Pero Wilson lo tranquilizó: “Me dijo que era parte de ellos”. Luego bajaron hasta las islas Georgias y de ahí, a bordo del SS Canberra, llegó al estrecho de San Carlos, donde desembarcó en la Isla Soledad el 1º de junio de 1982.

Estar en medio de una guerra, y entre soldados profesionales, no podría no ser el mejor lugar para un civil. Pero Haley le cuenta a Infobae que su experiencia con Soldier Magazine fue decisiva para que no se originaran problemas: “Trabajaba junto a ellos desde 1971, así que sabía cómo se movían. Entendía su sentido del humor y los lazos que establecían con las unidades de su regimiento. Y también, su rivalidad con otras unidades. Cada vez que iba adonde no me conocían, había un período de tiempo en el que me miraban de costado, pero los soldados pronto captaban cuando alguien era profesional. Honestamente, no tuve ningún problema con ninguna de las unidades que fotografié durante la guerra”.

Una víctima de la Guardia Escocesa es trasladada en camilla a un helicóptero Gazelle para su evacuación en Goat Ridge. El 2.º Batallón de la Guardia Escocesa llevó a cabo el asalto a Tumbledown entre el 13 y 14 de junio (Foto: Paul Haley, Soldier Magazine, © IWM FKD 165)

Al arribar a Malvinas, el confort no fue su compañero precisamente. “Una vez en tierra me quedé donde pude. Dormí en una trinchera de gurkhas en San Carlos la primera noche y luego en el piso de una casa en Darwin por un par de noches más. También estuve en otras trincheras y en una casa rodante en Bluff Cove. En un momento regresé a un barco, el Fearless y me quedé a pasar la noche porque tenía que conseguir más rollos de película. Luego volé de regreso y pasé una noche muy, muy fría en las rocas de Goat Ridge antes de la batalla de Tumbledown. En Stanley, la primera noche paré en una casa vacía y luego viví con una familia que tuvo la amabilidad de dejarme dormir en su altillo durante dos semanas antes de regresar a casa. Y siempre llevé conmigo una bolsa de dormir del ejército que me dieron en las tiendas del Queen Elizabeth II”, recuerda.

A pesar de que había viajado con la 5ta. Brigada de Infantería, en las islas, Haley se movió con relativa libertad. Luego de los 74 días del conflicto, el final de la contienda lo encontró junto al Regimiento de Guardias Escoceses. “Moverse era muy difícil. Elegir dónde ir también, porque cuando estás en tierra solo ves lo que sucede alrededor, no tenía forma de ver el panorama general. Iba a preguntarle a los oficiales qué sucedería a continuación para la unidad que comandaban y trataba de subirme a un helicóptero o caminar hacia donde suponía que podría haber una batalla al día siguiente. Llegué para cubrir a la 5ta. Brigada, con la que había viajado en QE2. Pero aterricé en San Carlos, luego fui a Darwin, Goose Green, Fitzroy, Bluff Cove, Goat Ridge, Tumbledown y llegué cerca de Stanley en la tarde del 13 de junio”.

Una foto icónica: hombres del 7º Pelotón, Compañía G del 2do. Batallón de Guardias Escoceses celebran la noticia del final de la guerra el 14 de junio en Monte Tumbledown (Foto: Paul Haley, Soldier Magazine, © IWM FKD 314)

Fotografiar las acciones de guerra en sí mismas, las batallas, no fue posible para Haley. Los ataques ingleses a las posiciones argentinas se desarrollaban de noche, para aprovechar la superioridad de armamentos y la logística. Así, explica, “incluso si hubiera estado en el lugar correcto en el momento correcto, al ser de noche no habría podido tomar ninguna fotografía. En 1982 no existían las cámaras digitales con las altas posibilidades de captura ISO que tenemos ahora. Y no aterricé hasta el 1º de junio, así que no estuve para las batallas de Darwin y Goose Green, pero pude fotografiar sus secuelas. En la batalla de Tumbledown, por ejemplo, pude fotografiar a los Guardias Escoceses cuando el ataque comenzó, pero luego traté de dormir un rato antes de avanzar hacia allí justo antes del alba y tomar fotos con la luz del amanecer”.

-¿Estuvo en riesgo en alguna oportunidad? ¿Sintió miedo?

-Una tarde estaba con los Guardias Escoceses en Goat Ridge cuando fuimos bombardeados. Y cuando comenzó el ataque, el bombardeo empezó nuevamente hacia nuestra posición. Fue bastante aterrador, pero dejame decirte que de pronto te acostumbras y continuas con lo que estás haciendo. Cuando tomaba fotografías en Malvinas, sentía que al mirar a través de la cámara, de alguna manera estaba protegido de todo el peligro. Hace 40 años, en una entrevista que me hicieron cuando retorné cuando volví a casa, dije ‘Me escondía detrás de mis cámaras’. Suena tonto ahora, pero así es exactamente como me sentía. Pero claro, avanzar al amanecer en la cima de Tumbledown, por ejemplo, era preocupante porque todavía había disparos esporádicos, pero también estaba emocionado de hacer mi trabajo y buscar imágenes de interés periodístico.

Una estampita de la Virgen María y el Niño Jesús en un fusil argentino, arrojado a una pila de armamento entregado por nuestros soldados luego del cese de fuego el 14 de junio de 1982 (Foto: Paul Haley, Soldier Magazine, IWM)

Allí, sobre ese monte, Haley tomó una de sus fotografías más emblemáticas. Son soldados con sus rostros marcados por el combate, pero sonrientes. El veterano fotógrafo cuenta cómo hizo esa imagen exactamente: “Había miembros de la Guardia Escocesa encima de Tumbledown. Los estaba fotografiando mientras despejaban el área cuando se escuchó una llamada en la radio: ‘Controle el fuego, controle el fuego, hay banderas blancas ondeando’. Rápidamente me di cuenta de que era un momento muy importante y quería tomar una fotografía grupal de esta compañía de hombres que acababan de perder a sus camaradas pero estaban felices porque la lucha había terminado. Empecé a tratar de ponerlos en algún tipo de orden, gritándoles que se sentaran o se quedaran quietos. ¡No fue fácil con guardias de 1,80 metro de altura y yo solo un civil de 1,72! También pude ver detrás de ellos que había una nube de nieve cayendo y dirigiéndose hacia nosotros. Rápidamente tomé dos fotogramas en blanco y negro y dos fotogramas de transparencias en color antes de que nos envolviera la nieve y casi no pudiéramos ver nada. Sinceramente, estoy muy orgulloso de la foto, trabajé duro para conseguirla. Pero estoy aún más orgulloso de que los Guardias Escoceses me hayan hecho miembro honorario de la Asociación Tumbledown, nos reunimos todos los años a beber y comer curry”.

Luego de las batallas de Goose Green y Darwin, de Tumbledown y tras la firma del cese de fuego el 14 de junio en el aeropuerto de Stanley, Haley fotografió a soldados argentinos prisioneros. “Mis sentimientos hacia ellos era que sólo estaban haciendo su trabajo. No tenía ninguna animosidad. Simplemente sentí lástima, pero a la vez alivio de que todavía estuvieran vivos. La guerra fue una cosa terrible para ambos lados”.

Prisioneros argentinos, la mayoría con sus mantas, esperan para entregar sus armas y otros equipos en Puerto Stanley después del final de la guerra. (Paul Haley, Soldier Magazine, © IWM FKD 303)

Después de Malvinas, viajó por todo el mundo para el Ministerio de Defensa. Ya jubilado de su profesión, regresó a las islas en 2016 y 2018. Para él, “los isleños son gente maravillosa. Hay que recordar que muchos de ellos estaban aterrorizados cuando fueron invadidos. Ciento cincuenta fueron encerrados en un salón comunitario en Goose Green. Muchos fueron separados de sus familias y enviados a la Isla Gran Malvina en contra de su voluntad. Fue muy difícil para ellos porque no tenían idea de lo que estaba pasando y lo que les sucedería a ellos. Ahora solo quieren continuar con sus vidas en el lugar que aman”.

En 1987 decidió que era hora de una vida más tranquila y volvió al comienzo de su historia: puso un estudio de fotografías de eventos sociales. Pero haber sentido el olor de la adrenalina, del humo de las armas y mirar la muerte a través de una lente dejó una huella que los 40 años que lo distancian de las batallas no borraron: “Como fotógrafo de guerra, había fotografiado algunos otros conflictos y escaramuzas, así que Malvinas no cambió mi visión de la guerra, pero sí fortaleció aún más mis creencias. Odio la guerra y los conflictos armados. Creo que los políticos deberían tener que pelear contra sus enemigos en un ring de boxeo si quieren ir a la guerra”.

Paul Haley en el Memorial de los Guardias Escoses en 2016, su primera visita a Malvinas después de la guerra

En las islas y durante el largo viaje hacia ellas (las Malvinas están a 12.382 kilómetros de Londres), Haley registró miles de fotografías. Pero no tiene una favorita: “Es difícil. Es como preguntarle a un padre de cuatro hijos cuál es su preferido. Tomé alrededor de 2600 cuadros en total y puse alrededor de 400 en un libro, así que esos 400 fueron mis favoritos, supongo. Quería quitar muchas para que las imágenes impresas pudieran ser más grandes en las páginas, pero no pude eliminar más, así que las dejé.Los rostros de las personas son importantes para las personas mismas, pero algunas imágenes se vuelven significativas para las personas que estuvieron allí en la guerra, pero no necesariamente en esa imagen. La foto del grupo de Guardias Escoceses en Tumbledown es así. No importa si no estás en la imagen, todavía te representa si jugaste un papel en esa guerra”.

Hoy, el Museo Imperial de Guerra británico (IWM según su sigla en inglés), prepara una muestra con las mejores imágenes que tomó Haley. La curadora de la exhibición es Hilary Roberts. Ella le explicó a Infobae que esa institución es “el principal museo del mundo de la guerra y los conflictos modernos, y fue creado durante la Primera Guerra Mundial. Hoy, el IWM es un grupo de cinco museos ubicados en todo el Reino Unido, que cuentan la historia desde varias perspectivas acerca de cómo los conflictos modernos han impactado la vida de las personas en todo el mundo desde 1914 hasta la actualidad. Nuestras colecciones revelan historias de personas, lugares, tecnología e ideas que reflejan a la guerra como una fuerza tanto destructiva como creativa. Desafiamos a las personas a mirar los conflictos desde diferentes perspectivas”.

Haley frente a la gigantografía de una foto tomada por él de un prisionero argentino luego de la batalla de Goose Green (Facebook Paul Haley)

Para Roberts, “Aunque fue breve, el conflicto de 1982 tuvo consecuencias amplias y duraderas: políticas, diplomáticas, económicas, sociales, culturales y militares. Estas consecuencias afectaron tanto a Gran Bretaña y Argentina como a sus aliados internacionales. Para ambos países, el conflicto fue un punto de inflexión en la historia. Las exhibiciones tienen como objetivo conmemorar el aniversario creando conciencia sobre el conflicto en 1982, reflexionando sobre su impacto y legado continuo”.

Los museos atraen a más de 2,5 millones de visitantes cada año y su audiencia se acrecienta con su sitio web (www.iwm.org.uk) y sus redes sociales. Para el 40º aniversario de la guerra, Roberts cuenta que “el IWM de Londres está refrescando y renovando su exhibición permanente de objetos, fotografías y arte dedicado al conflicto de las Malvinas. Los objetos en exhibición incluyen una mesa de operaciones, un cañón antiaéreo y un misil Exocet, todos utilizados por las fuerzas argentinas en las Malvinas, así como un ejemplo de un jet Harrier de la Royal Air Force. Y el nuevo material en exhibición incluirá fotografías del fotógrafo de prensa civil Paul Haley. Algunas de sus tomas se consideran icónicas, pero muchas no se han visto antes en público”. Para ella, las imágenes de Haley “reflejan una experiencia personal y muy humana del conflicto, algo que espero se comunique en la muestra. Fotografió eventos y personas a medida que se encontraba con ellos. Entonces, sus fotografías no solo muestran a las fuerzas británicas, sino también a los soldados argentinos y a los habitantes de las Islas Malvinas”. Precisamente, también se exhibirán imágenes tomadas por soldados argentinos. “Son en su mayoría instantáneas de aficionados, tomadas como recuerdos, que han sido donadas a IWM en los años transcurridos desde el conflicto”, asegura la curadora de la exhibición.

La fachada del Museo Imperial de Guerra británico, que a partir del 2 de abril tendrá una muestra fotográfica de Paul Haley sobre Malvinas. Su curadora es Hilary Roberts (Photo by Tolga AKMEN / AFP)

También las fotos de Haley se verán en el IWM North, ubicado en la ciudad de Manchester, que tiene como highlight una pantalla de de 360 grados de 8,20 metros de altura que utiliza sonido envolvente. Allí -además de exhibiciones de objetos y arte- se proyectarán las fotografías digitalizadas de Haley, muchas de las cuales no se han visto antes.

En Duxford, cerca de Cambridge, existe otro IWM, el más grande de Europa en cuanto a aviación de guerra. Allí se pueden ver aeronaves argentinas y británicas que combatieron en Malvinas. También existe un IWM en Belfast, a bordo de un buque de guerra de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, y el llamado “Churchill War Rooms”, que antes fue el cuartel secreto de Winston Churchill y su gobierno y está ubicado bajo el edificio del Tesoro en Whitehall.

Las muestras darán comienzo el 2 de abril -tomarán como inicio de los eventos por los 40 años del conflicto una fecha que para los argentinos es gloriosa- y en ellas se podrán ver reflejada la mirada que un inglés tuvo, de primera mano, sobre la guerra de Malvinas.



sábado, 23 de julio de 2022

Simon Riley fotografía el ataque de los Daggers



Las fotos de Simon Riley



IAI NESHER/DAGGER del 1er. Escuadrón Aeromóvil "Las Avutardas Salvajes" de la VI Brigada Aérea, fotografiado saliendo de su ataque a la fragata HMS Plymouth con bombas de 1.000 libras (453.5 kilogramos), y escapando al fuego enemigo en el Estrecho de San Carlos, frente a Puerto Darwin, el 8 de Junio de 1982..
El ataque fue llevado a cabo por dos secciones de aviones IAI Dagger conformadas por tres aviones cada una armados con dos bombas de 1.000 libras.
Si bien las bombas no explotaron, el ataque sirvió para dejarla a la fragata fuera de servicio.
Las imágenes del Dagger fue tomada por el radio operador Simon Riley, quien fue a la guerra teniendo 20 años de edad a bordo del mencionado buque inglés, y que después de concluida la contienda, escribe y publica el libro "Simon's A Poof's Name: Falklands War 1982 - Spike Riley" donde publicó estas fotos y relata sus vivencias en la guerra.



domingo, 3 de julio de 2022

Foto histórica: Vuelven los atacantes del Sheffield

Foto histórica pocas veces vista





4 de Mayo de 1982- Base Aeronaval Rio Grande Tierra del Fuego 12:14 horas

Ante la mirada de los miembros de la Base llegan a la misma los Super Etendard 3-A-202 y 3-A-203 al mando de Capitán de Corbeta Augusto Bedacarratz y el Teniente de Navío Armando Mayora, como se puede apreciar en la foto ambos aviones estan ingresando con el pod derecho del Avión VACIO , hace minutos atacaron con sus misiles Exocet al HMS Sheffield, Día Histórico para la República Argentina...los dos aviones están ingresando...poco y nada se sabe de que pasó realmente, sería muy bueno saber quien sacó la fotografía para darle las gracias y créditos correspondientes.

martes, 15 de junio de 2021

Fotos recuperadas por un VGM

Tras 39 años, recibió las fotos que había sacado en la guerra

Por Christian Masello || El Cordillerano





“Para mí, valen oro”, dice Carlos Adalberto Mazzocchi, acerca de las fotos que tomó hace treinta y nueve años en las Islas Malvinas, donde combatió.

De por sí, imágenes captadas en tales circunstancias tendrían el valor propio de lo que no posee precio, pero, en este caso, contienen un extra que supera las fantasías que a veces bucean en la imaginación.


Malvinas, a través de la mirada de Carlos.


Las fotografías que sacó con una cámara japonesa Yashica Reflex en el Atlántico Sur llegaron a sus manos hace unos días, a través de un envío proveniente de una localidad del condado de Hampshire, en Inglaterra, llamada Fleet.

El remitente lo firmaba Mark Willis, quien también fue partícipe de la contienda bélica, pero del lado inglés.


En el Centro Cívico, en la actualidad (foto de Fabio Hernández).

Mazzocchi nació en Comallo, pero se crió en Bariloche.

Cuenta, por ejemplo, que el primario lo cursó en la Escuela N° 71.

Hijo de un suboficial de Gendarmería (“que llevó siempre su carrera con honor y honradez”, señala), se dejó guiar por la vocación y partió a Córdoba, a la Escuela de Aviación Militar.

A los cuatro años, egresó con el grado de alférez, para luego, en Merlo, especializarse en radares.

Cuando la guerra de Malvinas comenzó, operaba en Comodoro Rivadavia.

El 19 de abril, desde las islas, pidieron refuerzos para el área que él dominaba, así que, al día siguiente, partió en un avión Hércules.

“Llegamos de noche, no se divisaba ni la línea del horizonte; apenas se distinguían unas luces titilando en Puerto Argentino”, recuerda.

“El sentimiento que me abordaba era el de estar defendiendo a la patria”, asevera.


El ojo fotográfico de Carlos (al fondo, el bombardeo de un Harrier).

En Malvinas, desde el radar, guiaba a los aviones argentinos que llegaban provenientes del continente, pero también divisaba a los Harrier ingleses cuando despegaban de los portaviones, y daba el alerta para que sus compatriotas se protegieran.

Asimismo, orientaba a las aeronaves nacionales para interceptar a las británicas.

Incluso, aunque el equipo no estaba diseñado para tal función, podía advertir cuando un barco enemigo se acercaba para realizar cañoneo naval hacia la costa.


Carlos retrata a sus compañeros, mientras protegen la cabina operativa del radar.

“El radar era los ojos de la isla”, afirma.

“Por eso fuimos muy buscados por los ingleses, que mandaron varias misiones de Black Buck (una serie de operaciones especiales), con bombardeos Vulcan, que venían desde la isla Ascensión (a medio camino entre América y África), un trayecto larguísimo”, explica Carlos.

“Traían misiles anti-radar, y el 31 de mayo, dos de ellos llegaron a nuestra posición”, rememora.

“Pegaron en la turba; el suelo era muy blandito. Uno tocó la antena, y también la cabina desde la que el radar se operaba. Las esquirlas pasaron por encima de nuestras cabezas, y no hirió a nadie”, precisa.

“Al día siguiente, un Hércules, rompiendo la vigilancia inglesa, arribó a la isla con los repuestos que habíamos pedido, y en veinticuatro horas nuestros técnicos pusieron el radar en servicio”, narra.

“Es decir que, a pesar de todos los intentos por destruirlo, no lograron su objetivo”, expresa con orgullo.

“Estuvimos operativos hasta el 14 de junio, cuando se determinó el cese de fuego”, expone.

Justamente, durante la jornada anterior, había aterrizado una aeronave argentina para llevar heridos al continente, y el jefe de su grupo les indicó que, en vista de la situación, donde ya se preveía un pronto final de la contienda debido a la avanzada británica, por precaución, enviaran los objetos que quisieran preservar.

Carlos mandó su cámara Reflex, pero se quedó con un rollo que había sacado.

La guerra y el lente de Carlos.

El 14 de junio, los argentinos fueron llevados al aeropuerto de Puerto Argentino, como prisioneros.

“Estuvimos tres días ahí. Después, gran parte de los combatientes se embarcó y trasladó al continente”, narra.

Como tenía un buzo de la Fuerza Aérea, y poseía el grado de oficial, Carlos estuvo entre aquellos que permanecieron en el sur.

“Nos llevaron a una especie de carpintería. Aquella noche, dormí arriba de un banquito”, señala.

Carlos muestra las huellas de la contienda.

Al día siguiente, fue trasladado en helicóptero al estrecho de San Carlos, a unos galpones abandonados que, en un tiempo, habían sido parte de un frigorífico.

Pero, antes de abordar, cuando los británicos hicieron una pequeña requisa para comprobar que no estaba armado, se cayó el rollo.

En el momento, no se dio cuenta.

Luego, al percatarse de que no lo tenía, no supo dónde lo había extraviado.


Compañeros de Carlos lo miran sacar la foto y llenan bolsas con arena para protegerse de los misiles.

Aquellas fotografías, para él, habían pasado al arcón donde duermen su eternidad los objetos perdidos.

La historia siguió.

Calcula que estuvo unas once jornadas en las instalaciones del viejo frigorífico.

De ahí, otra vez en helicóptero, lo trasladaron al buque Saint Edmund, donde permaneció varios días, hasta que el 14 de julio, con el resto de los prisioneros, fue llevado a Puerto Madryn.


Soldados argentinos marchan, y Carlos los fotografía.

Pero antes, el 11 de ese mes, había cumplido treinta y dos años, arriba de aquel barco inglés.

Lo festejó junto a sus compañeros, con relatos de anécdotas agradables en medio del desconcierto reinante, tomando mate con una yerba que secaban a diario en el ojo de buey, para volverla a utilizar infinitas veces.

“La bombilla era una birome BIC, con unos agujeritos en la punta”, detalla.

Ya en el continente, Carlos (que es un amante de la fotografía) se reencontró con su Yashica Reflex, cámara que en la actualidad está en manos de una prima.


En esta ocasión, Carlos está frente a la cámara. Es el primero desde la izquierda.

Pasaron treinta y nueve años de aquellos días de frío, sangre y orgullo patrio.

Las fotos encerradas en aquel rollo perdido, para él, ya no existían.

Este año, recibió un llamado de un compañero con el que había permanecido prisionero en Malvinas, Guillermo Saravia, quien le contó una historia que hace creer que las vueltas de la vida, en ocasiones, son guiadas para dar una mano y ofrecer un cierre a las cuestiones que quedan pendientes.

Un santafesino, especialista en la temática de la guerra de Malvinas, se había comunicado con un veterano inglés que, en las islas, durante el conflicto bélico, encontró un rollo de fotos en la zona donde Carlos fue revisado antes de subir al helicóptero que lo trasladó al estrecho de San Carlos.

Una casa bombardeada, bajo la mirada de Carlos.

El británico (Mark Willis) tuvo ese material guardado por décadas.

Para él, la guerra era un capítulo del pasado al que no le daban ganas de regresar.

Recientemente, tras haberse contactado con otros soldados ingleses, comenzó a revisar aquellos viejos tiempos.

En ese trance, recordó el rollo fotográfico.

Lo buscó y lo llevó a revelar.

Curiosamente (o no tanto, si hablamos de situaciones que se acercan a lo extraordinario), las fotografías estaban en buen estado.

Mostró algunas en Facebook, y el santafesino experto en Malvinas (su nombre es Agustín Vázquez) reconoció, entre ellas, tomas que podían responder a la antena de un radar, por lo que se comunicó con la Fuerza Aérea Argentina. Allí, el brigadier Guillermo Saravia rememoró que sólo dos personas tenían cámara en esa zona, un suboficial y Carlos, quien, justamente, durante aquellos días lejanos, contó que había extraviado un rollo.

Carlos relata su historia (foto de Fabio Hernández).

“'Panda' (sobrenombre de Carlos), ese rollo es tuyo”, le dijo por teléfono Saravia.

Carlos se contactó con Willis, y mantuvieron una videollamada, donde compartieron tramos de sus existencias.

Y el británico, en una acción digna de un caballero, le envió los negativos, un cd con las fotos digitalizadas, y una postal.


El argentino, que fue observador militar y brindó ayuda humanitaria en lugares como el Sahara Occidental, la antigua Yugoslavia y Haití -enviado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)-, reflexiona: “Con Willis fuimos soldados profesionales que acataban lo que nuestros gobiernos decían; cada uno luchó por lo suyo, pero ahora somos viejos excombatientes que estan en paz”.

jueves, 11 de julio de 2019

USA proporcionó imágenes satelitales a Argentina antes del 1° de mayo

Cómo Estados Unidos ayudó a la Argentina durante la Guerra de Malvinas

A mediados de abril, con las islas ya recuperadas, el país pidió, a través de la NASA, que se tomaran imágenes satelitales del archipiélago. Por qué el gobierno norteamericano finalmente colaboró y para qué se utilizó el material obtenido

Por Mariano Sciaroni | Infobae



 

El día 30 de abril, Estados Unidos consideró fracasadas las negociaciones para evitar una guerra, culpó a Argentina por ello y, en una conferencia llevada a cabo en Washington a las 11:30, el hasta entonces mediador estadounidense, General Alexander Haig señaló, entre otras cosas, que "Estados Unidos responderá positivamente a los requerimientos de material para las fuerzas británicas".

Peor aún, para el mismo momento, Estados Unidos bloqueaba pedidos argentinos de equipos militares y repuestos por USD 3.209.000 que ya se encontraban pagos.

Esto es, ese día Estados Unidos dejaba su papel de aparente mediador imparcial y reconocía en forma abierta su alianza con Gran Bretaña. Y, al día siguiente, un avión británico Avro Vulcan bombardeaba la Base Aérea Militar Malvinas.

Sin embargo, es muy poco conocido que, casi sin quererlo, el gobierno norteamericano ayudó a las fuerzas armadas argentinas.

El programa LANDSAT y Argentina.

Es que ese país suministró vital información satelital a Argentina, principalmente a través del sistema satelital LANDSAT.

El programa LANDSAT (por LAND=tierra y SAT=satélite) había sido iniciado en el año 1966 y para 1972 la NASA (el organismo espacial de Estados Unidos había ya puesto el primer satélite (LANDSAT 1) en órbita

Posteriormente (en el año 1979) el programa pasó al NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), una agencia científica que depende del Departamento de Comercio y, por ende, forma parte del Poder Ejecutivo del gobierno norteamericano.

Argentina había ingresado a la tecnología LANDSAT a través de un memorando de entendimiento de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales de Argentina (CNIE) y la NASA, que entró en vigor el 7 de octubre de 1976.

Mediante el mismo, Argentina se comprometía, entre otras cosas, a construir y operar la estación terrena de Mar Chiquita (en la Provincia de Buenos Aires – hoy desactivada), que tendría acceso directo a imágenes proporcionadas por los sensores satelitales. Sin embargo, quedaba claro que el control directo de los satélites seguía siendo del gobierno norteamericano.

Para marzo de 1982, se encontraba activo el LANDSAT 3, ya que el LANDSAT 2 había salido de servicio en febrero de ese año y el 4 recién se lanzaría el 16 de julio

El mismo, a 912 kilómetros de altura y en órbita heliosincrónica, hacía una pasada por el mismo lugar cada 18 días, con un movimiento de Este a Oeste y, a la latitud de Malvinas, existía una diferencia de 100 kilómetros entre pasadas.

A mediados de abril, con las islas ya recuperadas, llegó a través de la NASA un requerimiento argentino (por los canales de rutina) para que el satélite tomara imágenes de las Islas Malvinas y el mar circundante en sus pasadas de los días 21 a 23 de abril, pedido que fue girado al Departamento de Estado el 15 de abril y rápidamente informado a la embajada británica, teniendo en cuenta que el satélite debía ser programado para captar las imágenes. También fue girado a la Casa Blanca, que lo trató el 17, en su reunión vespertina en la Sala de Situación.

Se dejó constancia que "Argentina, que es suscriptor del proyecto LANDSAT ha efectuado un requerimiento a los Estados Unidos para que el satélite fotográfico LANDSAT cubra a las Islas Malvinas el 21 al 23 de abril. El satélite está diseñado para no proporcionar información con valor militar y produce fotografías de muy baja resolución (80 metros)…Dudamos que Argentina pueda obtener información militar de valor en esta ocasión".

En efecto, el sensor MSS del satélite estaba limitado a 80 metros de resolución máxima, lo que proporcionaba imágenes de baja calidad. Para peor, se encontraba con ciertos problemas luego del lanzamiento, lo que empobrecía aún más el resultado final. Sin embargo, aún dichas imágenes difusas preocupaban a los aliados.

 
Satélite LANDSAT 3 previo al lanzamiento (NASA)

Llamadas nocturnas a la embajada británica

El mismo 17 a la noche, Lawrence Eagleburger (Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos y número tres de la Secretaría de Estado) llamó por teléfono a Nicholas Henderson (el embajador británico en Washington), indicándole que era un problema que la noticia se hubiera filtrado a las cadenas televisivas estadounidenses, y que eso podía afectar las relaciones entre los países. Es decir, no estaba bien visto que Estados Unidos ayudara a Argentina en sus esfuerzos de reconocimiento.

Por ello, Eagleburger le indicó que se había convenido que el Departamento de Estado negaría a la prensa cualquier ayuda a Argentina y que, si era presionado el vocero con repreguntas, debería decir que Argentina (como el Reino Unido), participaban en un programa civil satelital y que, otras inquietudes deberían ser efectuadas directamente a la NASA.

Cínicamente, ya estaba preparada la respuesta que la NASA debía dar, la cual consistía en informar: a) Las características del programa satelital, b) Indicar que se había recibido un requerimiento de Argentina y c) Señalar que se cumpliría. Asimismo, debía ponerse énfasis en que era un programa civil, sin valor militar alguno.

Asimismo, le volvió a indicar que no existiría información alguna de interés para los argentinos pero que, a todo evento "a la NASA no se le permitiría cumplir con ningún otro requerimiento argentino" en dicha área.

Paradójicamente, pocos días antes, Gran Bretaña había pedido imágenes LANDSAT de toda la costa continental argentina, pedido que no generó ningún tipo de problema en los norteamericanos.

Finalmente, teniendo en cuenta la baja resolución del sensor y la demora en la entrega del material tomado (tardaba algunos días en procesarse, aún cuando era bajado casi inmediatamente), además, que se consideraba que las imágenes no podrían afectar la seguridad de la Fuerza de Tareas Británica (que se encontraba a mucha distancia de las islas), el satélite tomó las nueve imágenes programadas.

Pero, de todas las imágenes tomadas por el satélite, solo fueron registradas dos por la estación de Mar Chiquita, una para la pasada del día 22 y otra para el subsiguiente (que tomaban las islas en sí), lo que indica que no se permitió que se pudiera analizar con el satélite el Océano Atlántico Sur. Las imágenes "conflictivas", vale decir, seguían vedadas al público a finales de 1982, como si nunca se hubieran tomado.

Hay que volver a recordar que todo esto sucedió durante el mes de abril, cuando Estados Unidos todavía cumplía su rol de mediador "imparcial".

 
Islas Malvinas, República Argentina. Imagen de LANDSAT, pasada del 23 de abril de 1982 (USGS)

Otro nuevo pedido. Hay que decir que el satélite se rompió

Asimismo, el día 22 de abril a la noche, llegó otro pedido argentino para obtener, ahora, imágenes LANDSAT de las Georgias del Sur, del 24 al 25 de abril, así como también su mar circundante el 26.

A poco de ello, Eagleburger habló con la embajada británica y, con el conocimiento y aprobación de Haig, se decidió que se negaría a Argentina el acceso a las imágenes (las cuales el satélite, para ese momento, ya estaba tomando), invocando "problemas técnicos", más aún en un momento en que Gran Bretaña se estaba aprestando para re-invadir las islas, contando ya con presencia naval en sus cercanías. A todo evento, existía un total cubrimiento de nubes, por lo cual la utilidad de las imágenes habría sido nula o extremadamente limitada.

El último pedido argentino fue el día 5 de mayo, para imágenes de las mismas Islas Malvinas del 7 al 12.

Si bien los británicos nuevamente fueron informados y presionaron para que se les negaran, alegando que los argentinos solamente querían obtener datos de inteligencia con dichas imágenes las mismas fueron tomadas y se dejó que fueran bajadas en Mar Chiquita.

Recién el 12 le comunicaron a Henderson "con cierta vergüenza" que, esta vez (por única y última vez) habían cumplido en tiempo forma con el memorando de entendimiento. Como una paradoja, la única vez que cumplieron con Argentina fue cuando ya se habían volcado abiertamente hacia Inglaterra.

Lamentablemente, las imágenes mostraban solo una espesa capa nubosa sobre las islas, como poco después pudieron comprobar los británicos.

Podría decirse entonces, y con todo lo aquí dicho, que la NASA ayudó con información satelital a Argentina (aún cuando a regañadientes y no con el alcance que debía haberlo hecho, amén que informó y compartió con el Reino Unido todo lo obtenido). Pero es que estaban obligados a hacerlo.

 
Islas Georgias del Sur, República Argentina. Imagen de LANDSAT, pasada del 11 de mayo de 1982. La cobertura de nubes impide ver las islas. (USGS)

Según el memorando de entendimiento entre Argentina y Estados Unidos, en vigencia para el conflicto de 1982 (suscripto en Buenos Aires el 6 de abril de 1981), la NASA estaba obligada "a programar" los sensores del satélite para cubrir el área de la estación terrena (lo cual, para Mar Chiquita implicaba un enorme área de Latinoamérica y los Océanos Atlántico y Pacífico Sur), así como a transmitir los datos obtenidos "directamente a la estación" (parágrafo 2 a del memorando).

Ello no era gratis, sino que se convino (entre otras obligaciones para Argentina) un precio de US$ 200.000 al año, que podría incrementarse a lo largo de los años.

Más allá de las obligaciones legales (que, como se vio no se respetaron plenamente), lo cierto es que negar la información satelital a Argentina hubiera implicado reconocer que el programa LANDSAT tenía alguna utilidad militar, lo que podría provocar que los países prohibieran las fotografías de sus territorios. Por ello Estados Unidos permitió que ciertas imágenes fueran obtenidas finalmente por Argentina.

¿Qué hicimos con las imágenes del satélite?

Es interesante analizar qué información se obtuvo de dichas imágenes las cuales, hay que repetir, para el sensor MSS implicaban una resolución máxima de 80 metros.

Si bien, mayormente, se indicó que no tenían valor para el reconocimiento militar (claramente, por ser las imágenes que tomaba del espectro visible e infrarrojo de baja resolución geométrica, temporal y radiométrica), análisis profundos del Ministerio de Defensa británico llegaron a la conclusión que, en optimas circunstancias (es decir, sin nubosidad), el sensor MSS (multiespectral) podría llegar a detectar barcos.

Sin embargo, en Argentina se descartaba "la posibilidad de ubicar naves individuales aunque sean de gran tamaño" y "la posibilidad de ubicar grupos de naves grandes podría haber sido estudiada" pero "ello no se hizo durante el mes de abril de 1982".

A todo evento, la escasa cantidad de imágenes útiles finalmente entregadas por el satélite en su paso cada 18 días por el área, descartan que el mismo pudiera haber influido siquiera mínimamente en las operaciones militares.

Hay que agregar que Argentina tampoco había sacado provecho de las pasadas anteriores de los satélites LANDSAT (para realizar un plano satelital de las islas, que permitiera establecer playas, vegetación, etc), tal es así que recién "en trabajos posteriores al conflicto se construyó un mosaico satelitario de Malvinas"

Pese a todos estos elementos para descartar una mayor utilidad de LANDSAT, a una científica argentina (la Dra. Cora Sneibrun) "se le ocurrió que con los 80 metros de rango de definición que nos habían dejado en el satélite los norteamericanos se podía buscar algo en la zona del conflicto: podía existir la posibilidad que detectáramos a los barcos ingleses. La idea era que si mandábamos una onda de rayos infrarrojos al satélite y rastreábamos la zona alrededor de las islas podíamos localizar la estela de las naves, porque las turbinas calientan el agua. De acuerdo con el calor que detectáramos podríamos inferir a qué distancia del lugar estaba el buque que había pasado por allí, porque relacionándolo con el grado de temperatura que observáramos, sabríamos cuanto tiempo hacía que había pasado por el lugar. Era como mirar por el ojo de la cerradura un cuadro de dimensiones fantásticas. Pero esa genialidad dio resultado…"

Así también, Estados Unidos también permitió a Argentina seguir contando con información proveniente de sus satélites TRANSIT, de medición de coordenadas por efecto doppler, (aún cuando se bloqueó el sistema para el extremo sur argentino) y los meteorológicos GOES y NOAA, que se seguían recibiendo, aún cuando con alguna demora.

Con las imágenes suministradas, entonces, puede decirse que Estados Unidos apoyó a la Argentina en el conflicto Malvinas 1982. Algo que no hicieron con ganas.