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miércoles, 18 de diciembre de 2019

Más sobre los zurdos peronistas de la Operación Cóndor

Mi abuelo robó un avión y ocupó las Malvinas




Él me enseñó a andar en bicicleta sin rueditas y a jugar al ajedrez. Me hizo hincha de River. Pero también fue uno de los protagonistas del Operativo Cóndor. A 53 años del hecho así reconstruyo su historia
 El Ciudadano



Por María Agustina Banchiero / Cosecha Roja

Casi todos los sábados mi abuelo desayunaba en la cafetería Piruchitas de Munro. Una vez le pregunté a qué iba.

—Me junto con los Cóndores— dijo.

Agarró su campera de cuero negra, me dió un beso en la cabeza y se fue. Yo tenía 10 años y entendí la respuesta porque mi mamá ya me había contado. Mi abuelo había sido parte del Operativo Cóndor.

Su nombre era Pedro “Tito” Bernardini y fue uno los dieciocho jóvenes que en 1966 desviaron un avión que iba a Río Gallegos y desembarcaron en Malvinas para reclamar su soberanía. En su escritorio tenía cuadros con recortes de diarios que titulaban “Cóndores en libertad” y algunas fotos en blanco y negro: él con un compañero izando una bandera argentina, con sus compañeros posando como un equipo de fútbol o desayunando en la cárcel.

Para subir al avión, mi abuelo y sus compañeros simularon ser pasajeros. Todos tenían entre 18 y 30 años. Cuando estaban llegando al sur argentino entraron a la cabina y obligaron a los pilotos a tomar otra ruta hasta las Islas Malvinas. Uno de esos pilotos era parte del grupo y sabía lo que estaba por pasar. Meses antes había practicado aterrizajes de emergencia en la provincia de Chaco.

Entre los 43 pasajeros estaba el periodista y director del diario Crónica, Héctor Ricardo García. Dardo Cabo, el jefe del operativo, lo había invitado a tomar el vuelo que saldría de Ezeiza a las 00:34 del 28 de septiembre de 1966. García aceptó sin recibir muchas explicaciones más que la promesa de una primicia. Tenía dos teorías: que se reunirían con el Che Guevara en alguna ubicación secreta o que sabían donde estaba el cadáver de Eva Perón secuestrado en 1955.

En Malvinas el avión aterrizó en una pista rudimentaria cerca de Puerto Stanley. Los cóndores lo bautizaron como Puerto Rivero en honor al gaucho que resistió la invasión británica en 1833. Una vez allí desplegaron siete banderas argentinas y comunicaron: “El Operativo Cóndor pone sus pies en las Islas Malvinas para plantar el pabellón nacional en territorio argentino comprometiéndose a defender la enseña azul y blanca hasta sus últimas consecuencias”.

Ese día cantaron el himno en las islas por primera vez en 127 años. La ocupación simbólica duró 36 horas, hasta que el ejército inglés los detuvo. Los cóndores depusieron las armas -nadie disparó un solo tiro- y el ejército argentino los trasladó a Tierra del Fuego. Los acusaron de privación ilegítima de la libertad, piratería y tenencia de armas.

Mi abuelo declaró lo mismo que todos:

—Fui a Malvinas a reclamar la soberanía.

El único que dijo algo distinto fue Fernando Lisardo. Además del libreto acordado, agregó:

—Y lo volvería a hacer.

Mi abuela se había enterado del operativo cuando ya estaba hecho.

—Me voy a Rosario —le había dicho mi abuelo antes de irse al aeropuerto.

El 29 de septiembre salió de la casa para ir a trabajar y un enjambre de periodistas la estaba esperando en la puerta. Ellos le contaron lo que había pasado. Un tiempo después aceptó dar entrevistas. Dijo lo mismo que me repitió toda la vida:

—Sufrí mucho pero estoy orgullosa, muy orgullosa.

Después de nueve meses preso, mi abuelo volvió a Buenos Aires. Mi mamá me contó que viajaron en un avión del ejército que usaban los paracaidistas. No tenía puerta ni asientos: Iban todos agarrados de un fierro en el techo para no caerse. La libertad les costaría caro. En su casa de Munro lo esperaba mi abuela, mi mamá de un año y medio y mi tía de tres años.

A partir del Operativo Cóndor las veces -que fueron muchas- que mi abuelo fue secuestrado durante la dictadura militar o llevado preso por su militancia en la FAP los años previos al 76, los militares le mostraban cierto respeto y con un guiño reconocían el Operativo. Incluso cuando estuvo secuestrado durante dos años en la ESMA, mientras lo torturaban, le preguntaban cómo había sido cagarles por unos días las Malvinas a los ingleses.
Funeral

La última vez que vi a los compañeros del Operativo fue en el funeral de mi abuelo. Mi abuela se encargó de llamarlos uno por uno. Fueron los que quedaban vivos, los que habían sobrevivido a la dictadura y los que no se habían alejado por diferencias políticas.

Cuando mi abuelo murió yo tenía doce años. Para contar esta historia necesitaba una voz que llene los huecos del relato. Fui a visitar a Norberto Karasiewicz, uno de sus compañeros. Cuando fue a Malvinas tenía 20, era uno de los más jóvenes. Hoy tiene 74 años y no se pierde ninguno de los actos que se hacen en honor a los cóndores. Estar con él fue como tener una parte de mi abuelo por unos minutos más.

Me contó anécdotas como la vez que estaban en la cárcel de Ushuaia y mi abuelo se fue a las manos con Alejandro Giovenco y terminó tirado en el piso. El salió en su rescate, le sacó los anteojos a Giovenco y los pisó. Hasta que volvieron a Buenos Aires, Giovenco -que luego se convirtió en un militante de la derecha peronista- estuvo sin ver.

El entrenamiento para el operativo duró varios meses. Unos días antes hicieron una última reunión en un campo de la UTA para concentrarse. Dardo Cabo dio la orden de que nadie podía salir del predio. Tuvo que hacer la excepción con Norberto. Su hija – a la que llamó Malvina- acababa de nacer. Mi abuelo lo acompañó a la clínica a conocerla. Estuvieron veinte minutos y volvieron al “retiro espiritual” como ellos lo llamaban. La noticia del nacimiento de Malvinita salió en los diarios:

En noviembre de 2006 se cumplieron 40 años del operativo. El Senado de la Provincia de Buenos Aires homenajeó a los cóndores. Entregaron medallas y diplomas a los integrantes y las familias de los que ya no estaban. Mi abuelo subió al escenario junto con mi abuela. Era la primera vez que un gobierno democrático los reconocía. Él se quedó mudo. Mi abuela tuvo que tomar el micrófono y terminar su discurso.

Tres años más tarde, en agosto de 2012, María Cristina Verrier se reunió en la quinta presidencial de Olivos con la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner para entregarle las siete banderas que flamearon durante 36 horas en las islas. Junto con las banderas le di una carta pidiendo que la “releve de su custodia”. Hoy María Cristina tiene 80 años. Siempre tuve la ilusión de conocerla, pero hace tiempo decidió despegarse de esa historia. El traspaso de las banderas fue su última aparición pública.

En 2013, la ex presidenta Cristina Fernández nos invitó a un homenaje en el Salón de los Pasos Perdidos en el Congreso: una de las siete banderas ocuparía un lugar ahí. Esa vez fuimos mi mamá, mi abuela y yo. Mi abuelo había fallecido hacía seis años. “No hay futuro si no conocés la historia”, dijo la ex presidenta durante el acto.

Mi abuelo me enseñó a andar en bicicleta sin rueditas, me hizo hincha de River, me enseñó a jugar al ajedrez y me llevaba a torneos que me aburrían bastante. Mi abuelo es el que cuando vendí cuadros en una feria artesanal en el colegio y nadie me compraba me los compró todos. Sabía hacer el mejor estofado del mundo y me dejaba comer con él en su escritorio, rodeados de esos recuerdos que ahora intento reconstruir.
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Si va a utilizar este texto cite la fuente: elciudadanoweb.com
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miércoles, 6 de noviembre de 2019

Niña en la operación Cóndor, zurdos peronistas en el 60

La niña que desembarcó en Malvinas




Un 28 de septiembre, 53 años atrás, Lucía estuvo en Malvinas

Ary Garbovetzky || La Voz


Tenía 9 y viajaba con su mamá en el avión secuestrado por militantes peronistas que izaron la Bandera en las islas.

A Teresita, su mamá, le corría una lágrima. Miraba por la ventanilla del Douglas DC4 de Aerolíneas Argentinas que habían tomado en Buenos Aires para ir a Comodoro Rivadavia, donde ella trabajaba vendiendo ropa entre sus amigas y conocidas. No le dijo por qué, incluso intentó tranquilizarla, pero Lucía, con 9 años, entendió que tenía miedo.

Eran las 6 o las 7 de la mañana del 28 de septiembre de 1966 y ya debían haber aterrizado, cuando Teresita se levantó para hablar con su amigo, el comandante Ernesto García Fernández (a quien Lucía nombra como Raúl), y en pocos segundos volvió a sentarse, con una lágrima que, como el agua del mar que se veía por debajo, parecía no tener fin.

Después de dar varias vueltas en redondo y llegar al límite del combustible, el avión aterrizó en el potrero para carreras cuadreras, en un claro de menos de 800 metros rodeado de cables de alta tensión, en las Islas Malvinas.

Un grupo de 18 militantes nacionalistas y peronistas liderados por Dardo Cabo y por María Cristina Verrier se habían infiltrado entre los pasajeros y habían secuestrado el avión, con el resto del pasaje y de la tripulación, para desviar su recorrido y aterrizar en Puerto Stanley. Era la respuesta política al recibimiento con honores del dictador Juan Carlos Onganía al duque Felipe de Edimburgo, quien visitaba el país para jugar un torneo de polo.
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La única foto. Lucía, a la izquierda, junto a su mamá, Teresita, a la azafata y a una familia que viajaba también en el avión, en la iglesia de Malvinas.

Lucía Miriam del Milagro París era la única niña entre los 20 pasajeros que no eran parte del grupo que bautizó la misión como “Operativo Cóndor” y que se convirtió en uno de los antecedentes de la lucha armada de las organizaciones políticas en Argentina, al punto de que es reseñada en el primer tomo de La Voluntad, el libro de Martín Caparrós y de Eduardo Anguita que recorre la historia de los militantes en los violentos ’60 y ’70.

El contexto político y la biografía de Cabo se unían en la Operativo Cóndor: el peronismo cumplía 11 años de proscripción, tras el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955, y Dardo Cabo, el líder de “los cóndores”, era hijo de Armando Cabo, secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y de María Campano, quien murió por los derrames cerebrales que le causaron los estruendos del bombardeo sobre Plaza de Mayo. Con los años, Cabo sería un líder de la Tendencia Revolucionaria; primero, fundador de Descamisados, y luego, parte de Montoneros. Moriría fusilado, en una falsa fuga del penal de La Plata en 1977.

En Malvinas
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“Cuando aterrizamos en ese potrero, el avión se hundió muchísimo. Los primeros que se bajaron fueron ellos, que pusieron unas banderas argentinas en los cercos y en un palo que usaron como mástil. Era ya de día, estaba claro. Y en pocos minutos se llenó el lugar de curiosos. Tomaron rehenes y al rato aparecieron los policías o los militares”, recuerda Lucía en el comedor de diario de su casa de barrio Liceo, tercera sección, donde vive con su esposo, Jesús Paxiaroni.

Lucía vivía con sus abuelos, en Córdoba, y estudiaba como alumna pupila en el Colegio Santa Infancia. Extrañaba a su mamá, por eso Teresita decidió llevarla a Comodoro Rivadavia. Tomaron ese vuelo para estar un tiempo juntas.

“Como a las 11.30, con el cura de ahí como mediador (el holandés Rodolfo Roel, quien tuvo un rol clave en la negociación), nos dejaron salir. Bajamos por una salida de emergencia, de goma, como un tobogán. Y nos llevaron a todos a la iglesia”, relata la mujer, que ahora es abuela de niños que tienen la edad que ella tenía cuando conoció Malvinas. “Cuando nos quisieron separar en grupos, mi mamá me abrazó muy fuerte. No iba a dejar que no estuviéramos juntas”, rememora.
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“En la iglesia, nos dieron una sopa crema de tomate y un pedazo de carne horrible. ‘Tiene olor a pis’, le dije a mi mamá, que me dijo que era capón, una oveja vieja, por eso tenía ese sabor. A nosotras nos tocó ir a la casa del alcalde, que era muy linda, tenía escaleras de mármol y una habitación para cada uno. Fuimos con el comandante, el boxeador, el periodista y una persona que no me acuerdo quién era”, cuenta.

Del boxeador no hay registro y de quien no se acuerda Lucía es muy probable que haya sido el gobernador de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, contraalmirante José María Guzmán, la mayor autoridad argentina entre los pasajeros y, curiosamente, en el territorio que pisaba por primera vez en su vida y le habían asignado bajo su mando, a pesar de estar bajo control británico.

El periodista era Héctor Ricardo García, por entonces director de la revista Así y del diario Crónica (luego, también, del canal de televisión con el mismo nombre). García había subido al avión con su cámara de fotos siguiendo una misteriosa invitación de Cabo: “Tomá el avión que sale a Río Gallegos, vos solo, con tu cámara. Y vas a tener la primicia de tu vida”. No se equivocó: García publicó una de las crónicas más famosas del periodismo con la aventura del Operativo Cóndor: “Vi flamear la Bandera argentina en Malvinas”.


 (Javier Ferreyra/La Voz)

En la casa del alcalde, García le había dado una tarea fundamental a Lucía: avisar cuándo levantaban el teléfono en la planta baja para, sin hacer ruido, levantarlo él en la planta alta para escuchar las conversaciones. “Yo tenía que espiar desde el balcón; y cuando la servidumbre atendía el teléfono, tenía que levantar la mano”, relata.

La primera noche fue muy fría y los casi 20 jóvenes nacionalistas que habían quedado junto al fuselaje del avión sacaron las valijas e hicieron una fogata con todo lo que tuvieron a mano: ropa, papeles, libros.

Lo único que se salvó de las valijas de Teresita y de Lucía París fue una foto de la niña, de estudio, que al otro día encontraron junto al mar y hoy es casi el único recuerdo de esos días en la isla.

Hay otra foto, en la que está junto a su mamá, la azafata y una pareja con dos niños, dos varones, cuyos nombres no recuerda.

Los primeros en dejar la isla fueron los 18 militantes nacionalistas y peronistas, entre los que había obreros de la UOM, varios empleados y algunos estudiantes, con un promedio de 25 años.

Los pasajeros tuvieron que esperar un poco más, hasta que regresara por ellos el mismo buque, el Bahía Buen Suceso. Esos días, mientras aguardaban el barco, Lucía paseó por las calles de Malvinas, por “el pueblo”, como dice.

En unas lanchas militares, las llevaron hasta el buque.

Los tripulantes del Bahía Buen Suceso la adoptaron. Le regalaron dulces y un banderín firmado por todos que quedó en alguna parte en la casa de un tío, donde fue a parar luego de todas las mudanzas que tuvo que hacer en su vida.

“Cuando llegamos a Argentina, yo bajé con mi mamá al lado. Tenía puesto el tapadito que me gustaba, a cuadritos, color té con leche, pero al que mi mamá le había puesto unos botones horribles”, recuerda Lucía.

–¿Qué pensás hoy sobre lo que hicieron esos jóvenes en Malvinas?

–Con el paso del tiempo, creo que fue algo heroico, porque así le demostraron al mundo que las islas son argentinas.

Malvinas otra vez en su destino

En 1982, cuando estalló la guerra, Lucía estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo.

Jesús, su marido, era controlador aéreo y debía ser movilizado hacia el conflicto, pero su jefe le dio permiso para esperar el nacimiento. El 12 de junio de 1982, Juan Pablo II daba su misa en Luján y Lucía iba en un auto al hospital Aeronáutico para parir. “Todos nos decían que iba a ser una niña, pero nació varón. Y como no teníamos nombre, le pusimos Juan Pablo”, recuerda. Jesús nunca fue a Malvinas: dos días después, ocurrió la rendición.

A fin del año pasado, Lucía se jubiló como enfermera del Hospital Nacional de Clínicas. Tiene cuatro hijos y seis nietos que pasan buena parte del día en su casa. Jesús, quien trabajó años en Río Turbio e hizo tres campañas antárticas semestrales, también está con ella: a fin de año se va a jubilar, promete.

Ella sueña con visitar otra vez Malvinas. Él, con volver a Río Turbio. El viaje al Sur, si logran concretarlo, tendrá dos escalas.

Hito en la resistencia peronista

El Operativo Cóndor estaba planeado para el 20 de noviembre, día de la Soberanía, pero la llegada del duque de Edimburgo aceleró los planes de Dardo Cabo, el líder del grupo de estudiantes, de obreros de metalúrgicos y de empleados, todos peronistas, que venían hablando del desembarco en Malvinas desde dos años antes, cuando Miguel Fitzgerald aterrizó en el mismo potrero que usaron ellos luego con su avioneta Cessna y dejó una proclama de soberanía a los isleños.

Dardo Cabo se casó, días antes, con la periodista María Cristina Verrier, la única mujer del grupo, quien tenía como segundo a Alejandro Giovenco.


La proeza. En un poste junto al hipódromo pusieron la Bandera.

Los derroteros de Cabo y de Giovenco son un símbolo de la “grieta” peronista de los ’70. Como tenían antecedentes, fueron a prisión por la toma del avión; y cuando salieron, Giovenco se unió a los grupos armados de la ultraderechista Concentración Nacional Universitaria (CNU), mientras que Cabo fundó “Descamisados”, una facción de izquierda peronista que terminó fusionada en Montoneros. Giovenco murió al explotarle una granada de mano, en 1974; Cabo fue fusilado en un falso operativo por fuga de la cárcel de La Plata, donde estaba detenido desde 1975, acusado de ser parte del grupo montonero que secuestró al empresario Jorge Born.

Verrier, hija de uno de los abogados que defendió a los militantes nacionalistas, no tuvo más participación política tras la muerte de Cabo.

Onganía recién dejó el gobierno tras el Cordobazo, en 1969.


Los "cóndores". El grupo que izó la Bandera en Malvinas.

El peronismo pudo volver a presentarse a elecciones en 1973, tras 18 años de proscripción.

El Operativo Cóndor fue reivindicado en 2012 por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien hizo una ofrenda en la Basílica Nuestra Señora de Itatí, de Corrientes, a una de las banderas que se izaron en Malvinas en septiembre de 1966.

Una noticia con un enorme impacto



Juzgados. Los militantes fueron juzgados por el secuestro del avión, pero no por invasión, ya que era suelo argentino.



Rendición. Así se informó dos días después de la toma simbólica. Nunca entregaron las banderas a los ingleses.



En vilo. La población estaba a favor de los jóvenes, pero el gobierno militar se había disculpado con los británicos.



Sorpresa. El 28 de septiembre, La Voz informaba sobre el aterrizaje del grupo en Malvinas.

viernes, 10 de julio de 2015

El operativo Cóndor otra vez

El Operativo Cóndor



La Operación Cóndor fue encabezada por Dardo Cabo y María Cristina Verrier, la única mujer del grupo. En total participaron 18 personas en el operativo, entre las cuales se encontraba EDELMIRO NAVARRO (en aquel momento tenía 27 años), vecino de nuestro barrio de Villa Pueyrredón.

Así lo recuerda Edelmiro Navarro:

"Aquel 28 de septiembre de 1966 le dijimos a toda América y al mundo que nuestras Islas ya no estaban solas y olvidadas como muchos creían.

Cuando asumí la responsabilidad de participar en "El Operativo Cóndor", no titubeé un sólo instante. Siempre le estaré agradecido al Flaco Dardo Cabo por haberme seleccionado para una empresa tan grande y hermosa; con él compartí mis ideales, recuerdo aquellos días del ’55 cuando comenzaba la "Resistencia Peronista". Todo era ganar o perder y desgraciadamente perdimos, teníamos pocos recursos para la lucha.

Los hombres que integramos el Comando Cóndor aquel septiembre de 1966 proveníamos, en su mayoría, de una lucha canalizada a través del movimiento peronista, nuestras metas en la vida se habían esfumado, dejamos trabajo, estudios, ilusiones de adolescentes, baile, novia, todo, todo...nuestras vidas fueron puestas al servicio del pueblo y de Perón.

Por eso mis pensamientos vuelan a nuestras Islas Malvinas y recuerdo aquellos días. Pisar tierra malvinera es algo que te atrapa para siempre, ese olor del mar con sus olas que acarician tu rostro, y esa neblina total que rodea la Isla haciéndola inexpugnable.

Recuerdo cuando bajamos del avión al grito de

"LAS MALVINAS SON ARGENTINAS!!! VIVA LA PATRIA!!!"

El 2 de abril de 1982, fue un día especial, apoyamos el hecho, no a sus métodos empleados por la jerarquía militar mandando al genocidio a cientos de niños, soldados sin ninguna experiencia en la guerra.

Hablar de Malvinas es mirar el futuro, los días que vendrán serán los que marcarán hacia dónde fueron los sacrificios, para que de una vez y para siempre podamos imponer nuestra soberanía."

Luego de 5 días de soportar el frío y el hambre, fueron finalmente trasladados a la cárcel de Ushuaia.

Nuestro homenaje, entonces, para quienes siguiendo los pasos del Capitán Rivero – el Gaucho Rivero- hicieron flamear nuestra bandera en el suelo de nuestras "hermanitas perdidas".

Fuente: www.elbarriopueyrredon.com.ar 

lunes, 3 de noviembre de 2014

El secuestro del avión de AA por Dardo Cabo y su grupo

Recordando a Dardo Cabo 






CUANDO LA BANDERA ARGENTINA FLAMEO 36 HORAS EN LAS ISLAS MALVINAS

Fue el 28 de Septiembre de 1966. Un grupo de 18 jóvenes estudiantes, obreros y sindicalistas, desvió un avión de Aerolíneas Argentinas y aterrizó en Malvinas. Allí, hicieron flamear la bandera argentina durante treinta y seis horas, antes de entregarse a las autoridades católicas en las islas. La Justicia Federal los condenó.


Contexto

Ese día, un grupo armado de 18 jóvenes desvió un avión de Aerolíneas Argentinas hacia las Islas Malvinas, donde la Bandera Nacional flameó por treinta y seis horas. El avión Douglas DC4 con destino inicial a Río Gallegos, partió de aeroparque a las 00:34 horas.
Su comandante era Ernesto Fernández García, y viajaban como pasajeros, entre otros, el gobernador del por ese entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego, contralmirante José María Guzmán, Luciano Preto y su hijo Daniel Preto (hermano del hoy senador nacional por Tierra del Fuego Ruggero Preto).
Los jóvenes que montaron el operativo, en su mayoría empleados metalúrgicos militantes de partidos nacionalistas, fueron condenados a su regreso por la Justicia Federal argentina. Pero a pesar de que se los consideró delincuentes, muchos interpretan su audaz acción como una verdadera gesta patriótica, quizá la primera que reivindicó los derechos soberanos argentinos sobre las Malvinas.

Aunque los libros de historia y los manuales escolares casi no hagan mención a ello.




Malvinas de Rumba

El Operativo Cóndor fue comandado por Dardo Manuel Cabo, periodista, metalúrgico y activo militante nacionalista de aquellos años. Con él actuaron Fernando Aguirre, Norberto Karasiewicz, Andrés Castillo, Luis Caprara, Victor Chazarreta, Ricardo Ahe, Juan Bovo, Edelmiro Navarro, Ramón Sánchez, Pedro Tursi, Juan Rodríguez, Pedro Bernardini, Alejandro Giovenco Romero, Fernando Lisardo, Edgardo Salcedo, Aldo Ramírez y María Cristina Verrier.

El Dr. José Salomón, abogado fueguino que patrocinó a buena parte de estos jóvenes, recordó en un articulo reciente que según consta en el expediente aproximadamente a las seis de la mañana, y ya sobrevolando la ciudad de Santa Cruz, el grupo tomó el avión y previo a conversar con el comandante -que alegaba falta de combustible- lo obligó a tomar rumbo 105 con destino a las Islas Malvinas. A los pasajeros se les comunicó, para no atemorizarlos, que se regresaba a Comodoro Rivadavia.

Por su parte, en la acusación del Fiscal Federal de Tierra del Fuego, Jorge Torlasco, se sostiene que a pesar del manto de nubes existente, el piloto logró encontrar las Islas, valiéndose de cierta deformación en dicho manto que lo indujo a pensar que debajo debía haber tierra firme.
Entre claros pudieron divisar tierra, localizaron la ciudad, y luego de hacer alguno virajes de reconocimiento, aterrizaron en una pista de carrera de caballos, evitando distintos obstáculos que allí había. No bien se detuvo el avión descendió el grupo de jóvenes armados, y procedió a colocar banderas argentinas en las inmediaciones.

A las 9:57, en Puerto Rivero -después sería Puerto Argentino- Dardo Cabo firma el siguiente comunicado: Operación Cóndor cumplida.

Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto Rivero, Islas Malvinas, autoridades inglesas nos consideran detenidas. Jefe de Policía e Infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador ingles anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino...

El comunicado fue difundido por la radio del avión. Y a las 18 horas se complementó con otro que decía: Informa Operación Cóndor: después de escuchar misa en castellano dentro del avión, fueron liberados los rehenes ingleses.


El operativo según Héctor Ricardo García 

Tal como lo recordó en su libro Cien veces me quisieron matar, fue el único periodista en actividad que viajó acompañando al Operativo Cóndor. Dice este medio que la audaz y muy riesgosa acción conmocionó no solo a nuestro gobierno (ese mismo día el dictador Juan Carlos Onganía cumplía tres meses de mandato) sino al mundo, provocando comentarios en toda la prensa.

Los 18 argentinos contaban con mucho y sofisticado armamento transportado clandestinamente en el avión, pero el cansancio, la falta de alimentos y agua los obligaron a rendirse.

El periodista describe lo que ocurrió después de que el sacerdote Rodolfo Roel ofició la misa en el avión:

A las seis de la tarde, una fuerte lluvia comenzó a caer sobre la Isla. No obstante, varios pobladores y los infantes de marina (ingleses) se daban a la tarea de colocar grandes reflectores en las inmediaciones del avión, para poder observar sin problemas los movimientos de los ocupantes de la máquina. Además, el cerco armado ya estaba al máximo. En los siete jeeps ubicados detrás del avión se habían apostado policías, infantes y pobladores armados; otro tanto en los coches ubicados delante, mientras en lo alto del cerro tres carpas de campaña revelaban que en su interior también había efectivos.

Se calcula que unos cien hombres, de los 120 habitantes de la Isla, estaban en pié de guerra, pese a la inclemencia del tiempo y la fuerte lluvia, que cayó sin tregua durante mas de dos horas. Mientras los 18 integrantes del comando se encerraban en el avión, como único refugio para planear sus futuras acciones, los tripulantes y pasajeros del vuelo 648 (que habían sido trasladados hasta el centro de la ciudad para recibir alimentos y hospitalidad) disfrutaban de buenas comodidades que les brindaron los habitantes.

A las 4:30 horas del 29 de Septiembre, se conoció un mensaje del gobernador inglés de las Islas. En el mismo, el representante real expresaba: están totalmente cercados; si intentan salir del avión, los soldados y policías tienen ordenes de tirar. No respondemos por vuestras vidas. Es preferible que se rindan. La respuesta del jefe del comando fue negativa.

Poco después de las 15, el padre Roel fue a visitar a los muchachos, como les decía con temblorosa y suave voz, mezcla de ingles y castellano. Y allí, a título personal, como siempre hablaba, les solicitó que entregaran sus armas y se rindieran. La respuesta fue la de siempre: no estamos dispuestos a deponer las armas. Finalmente se llegó a un pacto: los argentinos depondrían de su actitud, siempre y cuando fueran acogidos por la Iglesia Católica, y quedaran exclusivamente a cargo del padre Roel.

A las 17:00, todos los cóndores con el sacerdote y el comandante formaron junto a la bandera argentina que estaba flameando desde la mañana anterior, y procedieron a arriarla. Luego, con ella en brazos, entonaron el Himno Nacional Argentino, de viva voz, mientras atónitos custodios ingleses, sin moverse de sus puestos pero siempre con las armas listas, seguían con atención la emocionante ceremonia. Media hora mas tarde, el comandante de la nave, Fernández García, recibía sobre su avión todas las armas.

Las horas avanzaban y nada se sabía sobre la suerte de los integrantes del operativo y la mía. Nadie podía precisar dónde seríamos juzgados. En Argentina o en Inglaterra.

El 1 de octubre, los argentinos fueron transportados en una lancha carbonera inglesa hasta el barco Bahía Buen Suceso. En ese momento Cabo tomó las siete banderas argentinas, y tal como lo había prometido, en vez de bajar con ellas enarbolándolas (como era la idea) las entregó al almirante Guzmán en una bolsa, diciendo en la oportunidad las siguientes palabras: Señor Gobernador de nuestras Islas Malvinas, le entrego como máxima autoridad aquí de nuestra patria, estas siete banderas. Una de ellas flameó durante 36 horas en estas Islas y bajo su amparo se cantó por primera vez el Himno Nacional.

El viaje desde las Malvinas hasta Tierra del Fuego se extendió desde las 19:30 horas del 1 de octubre hasta las 03:00 de la mañana del 3 de octubre, en que llegaron a Ushuaia.

¿Delincuentes o patriotas? 

El Juez Federal de Tierra del Fuego, Miguel Angel Lima, procesó a los integrantes del Operativo Cóndor en atención a los delitos de privación de la libertad personal calificada y tenencias de armas de guerra, por los que finalmente fueron condenados a distintas penas el 26 de Junio de 1967.

Esta sentencia fue confirmada por la Cámara Federal de Bahía Blanca, el 13 de octubre de ese mismo año, aunque algunas consideraciones de los jueces, citadas por el Dr. Salomón, sugieren un espíritu distinto al de la condena.

Por ejemplo, la decisión judicial ordena la devolución de las banderas a su propietario, Dardo Manuel Cabo.

El juez Lima sostuvo que ...las banderas argentinas, por el hecho de haber tremolado sobre una porción irredenta de tierra de la Patria, no son ni pueden ser consideradas instrumento de delito.

Por ello corresponde su oportuna devolución a quien ha demostrado actuar como su propietario.

Y como el propio Salomón y los demás abogados defensores habían pedido que las banderas sean entregadas al Museo Histórico Nacional, el juez Lima contestó que cualquiera fuera la opinión del infrascrito, escapa a sus funciones disponer sobre el destino solicitado. No pretendamos anticiparnos al juicio de la Historia.

Dejemos a la posteridad lo que es de la posteridad. Solo el tiempo que acalla las pasiones y afina las perspectivas es el capaz de dar su paso sereno e imparcial.


Fuente: www.argenpress.info

martes, 5 de agosto de 2014

Operación Condor: Detalles del secuestro del vuelo AR 648

OPERACION CONDOR

Primer desembarco en Malvinas

En 1966, un grupo de jóvenes nacionalistas, liderados por Dardo Cabo –que más tarde sería dirigente montonero, asesinado por la dictadura militar–, protagonizó la primera ocupación de las islas Malvinas, luego de desviar un vuelo de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Río Gallegos. Fueron detenidos, junto con Héctor Ricardo García, que editaba “Crónica”, auspiciaba el viaje y había tomado fotos del entonces Puerto Stanley. Aquí los testimonios de un comando y del copiloto y la azafata del vuelo AR 648, desviado mientras visitaba Buenos Aires el príncipe de Edimburgo, el marido de la reina Isabel.



Por Marcelo Zavala | 03.04.2010 | 04:13

—No se muevan. No toquen la radio. El avión está tomado.

—Muchachos, no jodan. Vuelvan a sus asientos.

—Obedezcan mis órdenes y nadie saldrá herido. Somos el Comando Cóndor. Usted, coloque el rumbo uno-cero-cinco. Nos dirigimos a las Malvinas.

—Ustedes están locos. No tenemos idea de la distancia y no podemos calcular el consumo de combustible. No podemos arriesgarnos.

—Les advierto que somos 18 patriotas que estamos dispuestos a morir en el intento. Mi nombre es Dardo Cabo y a partir de este momento soy quien imparte las órdenes. Hagan rápido los cálculos necesarios para llegar a las islas.
 
—Flaco, quitá el trabuco de mi cabeza porque, apuntándome, dos más dos me da seis, no puedo calcular nada, y así no llegaremos a ninguna parte.

El 28 de septiembre de 1966 18 jóvenes –17 varones y una mujer– secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Río Gallegos, y lo obligaron a desviarse a las islas Malvinas, al mismo tiempo que llegaba al país el príncipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel de Inglaterra, a jugar un partido de polo con el dictador Juan Carlos Onganía, entre otras actividades.

La Operación Cóndor estaba planeada para finales de octubre, pero la visita del príncipe la adelantó. Elaborar el plan demandó diez meses. Una vieja casona en la Capital Federal sirvió de refugio para reunirse y esconder armas.

Fernando Aguirre, integrante del grupo. dice que la idea original era comprar todos los boletos del vuelo AR 648 para evitar problemas con los pasajeros, “pero el dinero no alcanzó”, y revela que la operación fue financiada por el empresario metalúrgico –ya fallecido– César Cao Saravia, amigo de Juan Domingo Perón.

La noche de la partida, todos los integrantes del grupo coincidieron a las 23 en la sala de preembarque del Aeroparque Metropolitano. Aguirre llevaba armas y explosivos en su bolso.

Media hora más tarde, los cuarenta y tres pasajeros y seis tripulantes abordaron el Benjamín Matienzo con destino a la Base Aeronaval de Río Gallegos. El comandante Ernesto Fernández y su copiloto, Silvio Sosa Laprida, anunciaron a los pasajeros que el tiempo estimado de vuelo era de ocho horas y media.

El operativo comenzó a las seis de la mañana, cuando el avión sobrevolaba Puerto Deseado. Cuatro hombres se levantaron abruptamente de sus asientos: Dardo Cabo y Alejandro Giovenco irrumpieron en la cabina y Juan Rodríguez y Pedro Tursi se dirigieron a la cola del avión y encerraron en el baño al comisario de a bordo, Raúl Ferrari.

El comandante y el copiloto intentaron disuadir a los secuestradores, pero Cabo les dijo que en Buenos Aires había “compañeros” que tomarían represalias contra sus familiares si ellos no obedecían.

Sosa Laprida recuerda que la violencia sólo fue verbal. “Nos hablaban firmemente pero nunca nos insultaron. Aunque ignorábamos si podíamos llegar. Estábamos seguros de que alejarse de la costa era como tirarle de la cola a un león.” Por su parte, los pasajeros habían comenzado a inquietarse. Al único que se le contó la situación fue al entonces gobernador de Tierra del Fuego, contraalmirante José María Guzmán.

La azafata, Francesca Lazzarini, se percató de los hechos mientras preparaba el desayuno. “Observé que algunos pasajeros se cambiaban de ropa y pensé que se trataba de una broma. Invité a sentarse a un hombre que estaba parado en la puerta del baño.”

La respuesta fue poco amigable: “No. Yo me quedo acá porque el avión está tomado”. Francesca recuerda que se rio hasta que le enseñaron al comisario de a bordo encerrado en un baño y, entonces, decidió que lo mejor que podía hacer era cumplir con su trabajo y atender a los pasajeros. La única voz que se alzó fue la de un integrante del grupo comando que reclamaba por su desayuno. “Señorita, ¿a nosotros cuándo nos va a servir? La réplica fue inmediata: “Para los que secuestran aviones no hay desayuno”. Francesca aún hoy permanece indignada.

Mientras tanto, los pilotos intuían que estaban cerca de las islas. Volaban entre las nubes y el mar hasta encontrar las rompientes que indicaran la proximidad de tierra.

“De pronto nos encontramos volando sobre un mar negro con grandes olas y tan cerca, que tuvimos que nivelar rápidamente el avión, porque parecía que las íbamos a tocar”, dice Sosa Laprida.

Aterrizar con el Douglas DC4 exigió maniobras acrobáticas. La experiencia de los pilotos y la cuota de fortuna necesaria permitieron hacerlo en un improvisado hipódromo. Los ingleses declararon que fue un verdadero milagro. La única avería: la rueda derecha delantera del avión se incrustó en la turba de la ocasional pista.

En tierra, el frío, sumado a una densa llovizna, era terrible. Si bien los comandos tenían ropa de abrigo, no contaban con alimentos que aportasen calorías, y el vuelo no llevaba comida porque el trayecto no incluía la cena.

Los primeros instantes en Malvinas fueron de un gran nerviosismo. No bien se detuvo la nave, los comandos “se tiraron” del avión por una soga. Francesca asegura que a uno de ellos se le escapó un tiro. En la isla reinaba la confusión. En principio, creían que el avión había entrado en emergencia. Encima, ninguno de los cóndores hablaba inglés, lo que aumentaba el desconcierto. “No sabían ni decir buenos días, entonces designaron a Ferrari como traductor”, dice Francesca.

Cada uno tenía una tarea asignada. “Primero formamos un círculo para esperar las órdenes de Cabo. Después, desplegamos siete banderas argentinas y tomamos de rehenes a unos quince pobladores”, dice Aguirre.

Cabo y su pareja, María Cristina Verrier, fueron a la casa del gobernador a pedirle la rendición. “Los sacaron cagando”, dice Aguirre. “El inglés no los tomó en serio. Les dijo que las islas pertenecían al imperio británico, los acusó de bandidos y por último les exigió que entregaran las armas.”

Mientras esto sucedía, el comandante aprovechó y, con la ayuda de un sacerdote católico holandés que se había acercado al lugar, evacuó a los pasajeros y los alojó en viviendas cercanas a la pista.

Ese permiso de evacuación produjo una grieta en el grupo comando. Algunos sostenían que dejarlos ir era arriesgar el pellejo. Otros opinaban que el objetivo estaba cumplido y que no tenía sentido retenerlos en el avión. Pero los duros advertían: “Acá no vinimos a joder, y si nos pasa algo, estos tipos se mueren”.

Aguirre admite que no existía en ese momento otra posibilidad que rendirse. “Las colinas estaban repletas de gente armada y no teníamos alimentos. Habían pasado cuarenta horas y teníamos información de que el gobierno argentino nos había librado a nuestra suerte. La situación era insostenible.”

La rendición cobraba forma. Antes de entregarse “ante la Iglesia Católica”, el grupo entonó el Himno Nacional y escuchó una arenga de Dardo Cabo (“Hemos cumplido el objetivo. Hemos cumplido la misión”) También, puso a salvo las banderas. Luego, abandonó el avión.

Todos fueron detenidos y alojados en la iglesia del padre Rodolfo Roel hasta el día que fueron embarcados con destino a Ushuaia, junto al resto de los pasajeros, en el barco de bandera Argentina Bahía Buen Suceso.

Entre tanto, los ingleses discutían con las autoridades argentinas qué hacer con los detenidos, mientras la policía de la isla aumentó el número de detenidos.

Apresó al periodista Héctor Ricardo García mientras paseaba por las calles con su cámara fotográfica al hombro. Recién recuperó su libertad luego de ser indagado por el juez federal Miguel Angel Lima en Ushuaia.

Los integrantes de la Operación Cóndor fueron condenados el 26 de junio de 1967: por privación ilegítima de la libertad y tenencia de arma de guerra. Una semana después, el Douglas DC4 de Aerolíneas regresó, luego de que se convenciera a los ingleses, que pretendían quedarse con la nave para armar una biblioteca, y después conseguir barriles de nafta que reemplazaran los cuatro que habían sido enviados adulterados desde la Argentina.

En definitiva, los comandos cumplieron su sueño. Llegaron a Malvinas de sorpresa, izaron la bandera argentina y cantaron emocionados el Himno Nacional. Para Aguirre fue “un verdadero acto de soberanía que se hizo sin lastimar a nadie y sin producir daños”. La provincia de Buenos Aires les otorgó en 2009 una pensión equivalente a tres sueldos básicos de la administración pública provincial.


Perfil.com

miércoles, 11 de junio de 2014

Operación Cóndor: Antecedentes de la disputa de soberanía

 
Dardo Cabo y María Cristina Verrier 
Fotografía: Dardo Cabo 

Antecedentes de la disputa de soberanía


Integrantes del Comando Cóndor (28/09/66): 

Dardo Manuel Cabo, 25 años, periodista y metalúrgico; Alejandro Armando Giovenco, 21, estudiante; Juan Carlos Rodríguez, 31, empleado; Pedro Tursi, 29, empleado; Aldo Omar Ramírez, 18, estudiante; Edgardo Jesús Salcedo, 24, estudiante; Ramón Adolfo Sánchez; María Cristina Verrier, 27, periodista y autora teatral; Edelmiro Ramón Navarro, 27, empleado; Andrés Ramón Castillo, 23, empleado; Juan Carlos Bovo, 21, obrero metalúrgico; Víctor Chazarreta, 32, metalúrgico; Pedro Bernardini, 28, metalúrgico; Fernando José Aguirre, 20, empleado; Fernando Lizardo, 20, empleado; Luis Francisco Caprara, 20, estudiante de ingeniería; Ricardo Alfredo Ahe, 20 estudiante y empleado y Norberto Eduardo Karasiewicz, 20, obrero metalúrgico. 


Antecedentes históricos 

Las Islas Malvinas fueron descubiertas por navegantes españoles a principios del Siglo XVI. Durante los dos siglos siguientes España ejerció actos de dominio en el archipiélago y mares vecinos. 

Entre esos actos de dominio merece destacarse el nombramiento de gobernadores de las Islas Malvinas. Desde 1766, año en que fue nombrado el primer gobernador, hasta 1810 se sucedieron en forma ininterrumpida 32 gobernadores que residían permanentemente en Puerto Soledad y dependían directamente de las autoridades residentes en Buenos Aires. 

 
Dardo Cado - "Carta desde la cárcel" dirigida a los compañeros del gremio de prensa. Noviembre de 1962. Clic para agrandar 

Al proclamar su independencia en 1816 y en virtud del principio de sucesión de estados, las Provincias Unidas del Río de la Plata delimitaron sus territorios sobre la base de las antigua división administrativa colonial y se declararon herederas únicas y excluyentes de todos los títulos y derechos soberanos de España en los territorios del ex-Virreinato del Río de la Plata. De esta manera, las Provincias Unidas continuaron en el ejercicio de la titularidad de las Islas Malvinas. 

En noviembre de 1820, el Coronel de Marina David Jewett tomó posesión públicamente de las Islas en nombre de las Provincias Unidas, en presencia de ciudadanos de los Estados Unidos y de súbditos británicos, no registrándose al momento protesta británica por estos actos. 

En 1825, con la firma del "Tratado de Amistad, Comercio y Navegación" el Reino Unido reconoció la independencia de Argentina y no efectuó reservas de soberanía con respecto a las Islas Malvinas. 

Durante toda la década de 1820 y hasta 1833 la Argentina realizó actos concretos y demostrativos de la ocupación efectiva de las Islas Malvinas. El nombramiento de gobernadores y comandantes políticos y militares, el otorgamiento de concesiones territoriales y la legislación para la protección de los recursos naturales de esos territorios y sus aguas circundantes, fueron indicadores de ello. 

El 3 de enero de 1833, los británicos tomaron por la fuerza Puerto Soledad y al año siguiente ocuparon el resto del archipiélago. 

La protesta argentina fue inmediata: el 16 de enero de 1833, el Ministro de Relaciones Exteriores pidió explicaciones al encargado de negocios británico en Buenos Aires. La protesta fue reiterada en Buenos Aires el 22 de enero y el 17 de junio del mismo año en Londres por parte del Ministro Plenipotenciario de las Provincias Unidas ante Gran Bretaña. Desde entonces y hasta el presente, Argentina ha venido reivindicando de manera permanente su justo reclamo a nivel bilateral y en los foros internacionales competentes, entre ellos las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos. 

En el marco del programa de descolonización de las Naciones Unidas y luego de la adopción de la Resolución 2065 (XX) del 16 de diciembre de 1965, que invitaba a la Argentina y al Reino Unido a proceder a negociaciones a fin de encontrar una solución pacífica al problema de las Islas Malvinas, se inició un proceso de negociaciones bilaterales que duró hasta 1982. Durante ese período, ambos países analizaron diferentes hipótesis de solución de la disputa, no pudiendo arribar a un acuerdo. 

En 1982 tuvo lugar el conflicto armado entre la Argentina y el Reino Unido y la consecuente ruptura de relaciones diplomáticas. 


Fuente

martes, 22 de abril de 2014

Operación Cóndor: La historia de 18 jóvenes

La historia de 18 jóvenes que secuestraron un avión para pisar Malvinas

El "Operativo Cóndor" tuvo en vilo al país; un grupo desvió un vuelo de Aerolíneas y plantó bandera en las islas; a 45 años, el recuerdo de los protagonistas
Por Maia Jastreblansky | LA NACION 


Fernando Aguirre, Juan Carlos Bovo y Ricardo Ahe, tres miembros del comando. Foto: Guadalupe Aizaga 
El vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas partió desde Aeroparque con destino a Río Gallegos. Pero nunca llegó. Entre sus pasajeros viajaban de incógnito 18 jóvenes, 17 hombres y una mujer, con una misión. Pasaban inadvertidos, incluso alguno camuflado bajo una sotana. También ocultas llevaban las armas. Cuando sobrevolaban Santa Cruz, dos de ellos se acercaron al piloto y lo intimaron a desviar el avión con rumbo "uno-cero-cinco". Según las cartas aeronáuticas, esa ruta los conduciría a las Malvinas. 

El "Operativo Cóndor", así lo bautizaron sus miembros, se puso en marcha el 28 de septiembre de 1966, una fecha que quedó grabada en la memoria de la presidenta Cristina Kirchner, que en aquel momento tenía 13 años. "Fue muy conmocionante en mi hogar", dijo hace pocos días al presentar lo que será el museo de las islas y señalar que se contará "la historia completa". 

Aquellos jóvenes tenían todo calculado: el secuestro de la nave, el aterrizaje sorpresa en el hipódromo de Puerto Argentino, la tarea asignada a cada miembro del grupo. "El objetivo de mínima era simbólico y el de máxima, recuperar las islas", expresa a LA NACION Ricardo Ahe a sus 66 años, uno de los integrantes del comando. Aunque no todo salió como se esperaba, el grupo consiguió plantar bandera en las islas, cantar el Himno Nacional e instalar la cuestión en los diarios. 

La fecha elegida tampoco fue arbitraria. Cuando la noticia llegó a Buenos Aires se encontraba de visita el duque británico Felipe de Edimburgo, en un viaje protocolar que incluyó un partido de polo con el presidente de facto, Juan Carlos Onganía. A pesar de que fueron calificados de "piratas" por las autoridades argentinas, los "cóndores" que aún viven recuerdan a su accionar como la mayor de las hazañas. "Nunca pude borrarlo de mi cabeza", señala Juan Carlos Bovo al recordar sus días en Malvinas, cuando tenía 21 años. "Cuando aterrizamos, sabíamos que podíamos no volver, pero esa tierra era nuestra y nos llenó de orgullo", agrega otro de los miembros, Fernando Lizardo. 

LOS PREPARATIVOS 

El líder y mentor de la misión fue Dardo Cabo, de 25 años, dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). La única mujer del grupo era Cristina Verrier, una dramaturga y periodista, (además de rubia y atractiva, dicen quienes la conocieron). Ambos entablaron una relación tras una entrevista para la revista Panorama, y empezaron a soñar con las Malvinas. 

Fue la pareja la que elaboró el osado plan. Enseguida, encontraron a un buen puñado de seguidores que no superaban los 28 años. El grupo estaba conformado por integrantes de la Juventud Peronista, de sectores nacionalistas y organizaciones gremiales. "Las Malvinas estaban en el imaginario de todos nosotros en los 60. La Argentina no estaba completa sin las islas", explica Ahe. 

De a uno, de a dos, los integrantes del comando fueron sumándose al operativo y recibiendo directivas en esporádicas reuniones secretas. No se vieron todos juntos hasta el día del vuelo. "Ninguno de nuestros parientes sabía a dónde íbamos a ir", relata Lizardo, por entonces un empleado de 20 años. El se enteró de la partida del vuelo cinco horas antes de subirse al avión. 

Tampoco sabían que contarían como compañero de ruta al director del diario Crónica, Héctor Ricardo García, quien sin conocer el plan en detalle, lo documentó y más tarde lo revivió en uno de sus libros. 



EL VUELO 

El cuatrimotor DC-4 de Aerolíneas partió apenas comenzada la madrugada del 28 de septiembre. Todo transcurrió con normalidad hasta la mañana, cuando sobrevolaban Puerto San Julián, en Santa Cruz. "A las 6.30, Dardo Cabo y un compañero se acercaron a la cabina y le dijeron al comandante que cambiara el rumbo para ir a las islas. «Vamos muchachos déjense de joder y siéntense», les respondió risueño el piloto Ernesto Fernández", recordó a este medio otro "cóndor", Fernando Aguirre. "Cuando lo encañonaron, se dio cuenta de que iba en serio y se mostró colaborativo", agrega. 

El aterrizaje del comandante Fernández resultó ser una hazaña: debió frenar en menos de 800 metros, tras esquivar cables de alta tensión en un hipódromo ubicado cerca de la casa del gobernador de las islas. En la "pista" ya había descendido el aviador Miguel Fitzgerald en 1964, cuya aeronave será expuesta en el memorial de Malvinas que se prepara en la Argentina. "Jamás olvidaré la sensación cuando nos deslizamos fuera del avión y tocamos el suelo de las islas", recuerda Bovo. Eran las 9 de la mañana del 28 de septiembre cuando sintieron el aire polar. 

EN LAS ISLAS 

Para cuando la nave se detuvo, a su alrededor había algunos isleños curiosos, que fueron capturados como rehenes por el comando. Los jóvenes plantaron bandera y rebautizaron a la ciudad como "Puerto Rivero", en honor al gaucho, en una proclama que llegó a Buenos Aires y conmocionó al país. 

"Para la misión estábamos divididos en tres grupos: una parte iba a la casa de gobernador, otra al centro cívico y otra al centro militar. Controlando eso, tomábamos las islas", dice Bovo. Pero no todo salió como esperaban. Pronto se vieron cercados por unos 50 integrantes de la Fuerza de Autodefensa de las islas y debieron atrincherarse en el avión. Desde allí se inició una tensa negociación en la que intervino el sacerdote de la isla, el padre Rodolfo Roel. 

Como primera medida se acordó que los pasajeros del avión fueran alojados en casas particulares del pueblo. Pero aún quedaban los rehenes locales en manos del comando armado, el cerco de efectivos rodeando el avión y la expectativa por la reacción de las autoridades argentinas. "Onganía emitió un comunicado diciendo que nos iban a aplicar todo el rigor de la ley y nos calificó de piratas. Sin embargo, después supimos que hubo una efervescencia popular, de estudiantes y trabajadores que apoyaban la gesta nacionalista", asegura Ahe. 

Tras horas de tensión, las partes llegaron a un acuerdo. Aguirre relata: "El padre Roel nos dijo que había dialogado con las autoridades de la isla para encaminar la cuestión de manera pacífica. «Han cumplido el objetivo - nos dijo el sacerdote-. Plantaron la bandera argentina en estas tierras y pusieron el nombre de Malvinas en la primera plana de los diarios»".Nosotros debíamos liberar a los rehenes y deponer las armas y ellos nos darían asilo en la iglesia local. "Hasta hicimos una misa en castellano", recuerda. 

Fue entonces cuando los jóvenes solicitaron entregar las armas al piloto de Aerolíneas Argentinas. "No queríamos reafirmar la soberanía de los ingleses", detalla Aguirre. Al día siguiente, los 19 jóvenes se embarcaron en el buque Bahía Buen Suceso. Apenas se alejaron de la costa, fueron arrestados y pasaron nueve meses presos en Rio Gallegos. 

 

Tras salir en libertad, los integrantes del comando acordaron que cada uno retomaría su camino. Cristina y Dardo tuvieron una hija, que, de acuerdo a las fechas, fue concebida en alguna de las visita mientras estaban en prisión. Él, tras integrar Montoneros, desapareció durante la última dictadura militar y ella decidió recluirse. 

Del resto del grupo, algunos prosiguieron su militancia durante los 70 y otros conservaron un bajo perfil. Los que aún viven, mantienen esporádicos contactos. "Sin compañerismo y ese sentimiento compartido por las Malvinas, no hubiéramos podido lograr la gesta", reflexiona hoy Lizardo. "La entonación del himno frente a la bandera fue lo más solemne y emotivo", señala Aguirre. Como sus compañeros, recuerdan vívidamente la sensación tocar la tierra de Malvinas con el viento helado cortándoles la cara. 

La noticia que LA NACION publicó el 29 de septiembre de 1966