Mostrando entradas con la etiqueta economía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta economía. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de marzo de 2022

La economía argentina durante el conflicto

A 40 años de Malvinas, cómo fue la verdadera economía de guerra que enfrentó la Argentina: causas y consecuencias

El plan del ministro Roberto Alemann para ordenar las cuentas fiscales y mantener una buena relación con los acreedores externos se quebró ante el inicio del conflicto en las islas; las tratativas con el FMI, los bancos en Nueva York y la detención de un funcionario por pagar la deuda
Por Martín Kanenguiser || Infobae

El ministro de Economía en 1982, Roberto Alemann

A 40 años del inicio del conflicto, ¿cuáles fueron los ejes de la política económica que intentó llevar adelante el gobierno militar durante la guerra de Malvinas, qué pudo hacer y cuáles fueron las consecuencias de sus acciones?

La primera parte de la pregunta está respondida en un documento que preparó el entonces ministro de Economía Roberto Alemann pocos meses después del final del conflicto armado cuyo 40 aniversario se cumple este año.

En “La política económica durante el conflicto Austral”, presentado ante la Academia Nacional de Ciencias Económicas en 1982, Alemann admitió que, luego de la crisis que determinó el final de la “Tablita cambiaria” de Martínez de Hoz y la fallida experiencia de Lorenzo Sigaut, antes del inicio de la guerra “estaba en marcha una política encaminada a estabilizar la moneda, erradicando de cuajo las fuentes de inflación monetaria, sin alterar el funcionamiento ordenado de los mercados”.

Sin embargo, la operación encarada por el general Leopoldo Galtieri para recuperar poder, “planteó problemas absolutamente nuevos e imprevistos”, señaló el economista, que falleció en marzo del 2020.

“El objetivo principal de la política económica que por entonces consistía en abatir la inflación para desembocar en la reducción del sector público, cedió después del 2 de abril a la necesidad de preservar las reservas monetarias. El Banco Central contaba con activos externos de alrededor de USD 5.000 millones, pero las reservas disponibles eran considerablemente inferiores”, admitió Alemann, en una referencia que podría ser asimilada al presente.

El presidente Galtieri saluda al general Jofré en Malvinas

La primera decisión fue implementar un cepo cambiario al limitar “el mercado de divisas a compras exclusivamente para vencimientos comerciales y financieros con cierta fecha”. La intención, explicó, era contar con “efectivo” para la compra de armamento durante el conflicto.

En materia cambiaria, detalló, trató de demorar la inevitable devaluación generada por el aumento de la desconfianza, hasta que permitió un salto del 25% a principios de mayo, a cambio de colocar derechos de exportación, un instrumento que curiosamente varias décadas después fue reinterpretado como progresista.

En cuanto a la deuda externa, Alemann afirmó que se logró “la renovación de los vencimientos hasta que se superara el conflicto” con el consentimiento de los bancos comerciales, que eran los principales acreedores del país.

En Wall Street consideran que la Argentina fue el primer país en caer en default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio de la denominada “década perdida”

Sin embargo, en Nueva York consideraban que la Argentina fue el primer país en caer en default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio de la denominada “década perdida”.

Esto se debe a que el gobierno argentino no le pagó a los bancos británicos por la guerra de Malvinas. A fines de 1981, con una deuda externa pública de USD 20.024 millones que apenas se podía pagar, el gobierno militar se hallaba en pleno proceso de desgaste como producto de la crisis económica y por el lento pero progresivo avance del diálogo político, luego de los años más duros de la represión.

Con urgencia para captar fondos, el ministro partió hacia la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Cartagena de Indias para acordar la refinanciación de los compromisos de la deuda soberana de 1982.

Heridos luego de una batalla en Monte Longdon (AFP)

El plan oficial consistía en contratar unos USD 3.500 millones en créditos sindicados a largo plazo y renovar otros USD 7.200 millones. Desde el 26 de marzo, ajeno a los planes bélicos del gobierno, el funcionario comenzó a tejer en el Caribe colombiano la delicada operación para sacar a la Argentina de la cornisa de la cesación de pagos.

A cambio, Alemann se comprometió a mantener la deuda pública y a reducir el déficit fiscal en un 2% durante ese año. La realidad rompería con su juramento, ya que a fines de 1982 los pasivos externos del Estado ascenderían a USD 28.626 millones.

Con menos reparos que José Martínez de Hoz para aplicar un programa de ajuste con el objetivo de reducir la inflación, el ministro diseñó un esquema de “racionalización” del gasto público junto con la secretaría de Hacienda, que había intentado la misma tarea sin éxito desde 1976 a las órdenes de Juan Alemann. Así, Alemann dispuso un congelamiento de los salarios y el recorte de los subsidios a las empresas estatales.

Ante el inicio del conflicto, el equipo económico buscó girar las reservas del Banco Central al FMI, el BIS y otros bancos en los que no pudieran ser embargadas

Tras lograr un rápido “compromiso verbal” para la refinanciación de la deuda, el ministro decidió adelantar su regreso dos días con una escala en Bogotá, para arribar el 30 de marzo a Buenos Aires. Sin embargo, las rutas aéreas no favorecieron sus planes y debió penar durante 25 horas entre un avión y otro para llegar al país a través del Brasil.

Finalmente, aterrizó la tarde del jueves en el aeropuerto de Ezeiza, donde, ansioso, lo esperaba Manuel Solanet para explicarle que el enlace de la Fuerza Aérea con el Ministerio de Economía le había anticipado la noche anterior que el 2 de abril habría novedades importantes en relación con las islas del Atlántico Sur.

Al tanto de la operación militar, en Hacienda se le ordenó al presidente del Banco Central, Egidio Ianella, que girara las reservas internacionales del Banco Central que estaban depositadas en el Banco Central de Inglaterra y en los bancos comerciales de los Estados Unidos. El nuevo destino sería el Banco Internacional de Pagos de Basilea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal de Nueva York, lejos del alcance de un eventual embargo británico.

Margaret Thatcher

Agotado por el extenso viaje desde Colombia, Alemann le dijo a Manuel Solanet en el aeropuerto que nada pasaría en relación con Malvinas y que necesitaba dormir una siesta en su casa para recuperar fuerzas. A las 19, su colaborador lo despertó por teléfono para reafirmar sus temores, pero Alemann volvió a pedirle calma, hasta que a la una de la mañana del viernes convocaron al ministro a una reunión de urgencia del gabinete nacional a las 7 de la mañana en la Casa de Gobierno para analizar una invasión que él desconocía.

Enojado y confundido, Alemann sintió que en un instante su castillo de naipes se derrumbaba: la ansiada lucha contra el déficit y la inflación dejaban paso al gasto militar como prioridad de la política económica.

En la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales

Mientras el ministro tomaba conciencia del cambio de escenario, Ianella se aseguraba de que la operación de rescate de las reservas resultara “prácticamente” exitosa, ya que aún restaban 50 millones de libras esterlinas que por cuestiones operativas sólo podrían ser liberadas el viernes 2 de abril. El Ministerio de Economía aprovechó la lentitud del gobierno británico para reaccionar —la premier Margaret Thatcher presuntamente se había enterado de la operación militar argentina a través de la inteligencia norteamericana la madrugada del viernes e impuso el control de capitales recién el sábado— para salvar ese dinero remanente.

Sin embargo, puertas adentro del sistema financiero inglés quedarían congelados durante toda la guerra unos USD 1.450 millones de residentes argentinos, incluidos 70 millones pertenecientes a la comisión de compra de armas de la Armada Argentina, que un integrante de esa fuerza aún menos informado que Alemann se olvidó de retirar.

En la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales, el mercado cambiario volvería a desdoblarse, el peso se devaluaría, crecerían las retenciones a la exportación y se adoptarían otras medidas impositivas para enfrentar el crecimiento de los recursos militares, que consumieron USD 450 millones de gasto corriente, más los fondos destinados a la compra de aviones.

Ronald Reagan con Alexander Haig

A pesar del apoyo retórico del sector privado a los planes del ministro, la fuga de un 4% de los depósitos totales del sistema financiero local registrada durante la primera semana de abril demostró los nervios del mercado ante la guerra contra la principal potencia marítima del planeta.

Mientras los argentinos retiraban sus depósitos de los bancos en Buenos Aires y obligaban al BCRA a bajar los encajes para combatir la situación de iliquidez en el mercado, en pleno corazón del conflicto bélico la administración militar lograba mantener cierta confianza en la población de las islas.

En este sentido, la gobernación militar prometió no incautar los bienes de los kelpers y de mantener la estabilidad, a través de un régimen bimonetario con un tipo de cambio fijo (a 20.000 pesos por cada libra malvinense) instaurado luego de un viaje de un funcionario de Economía a Puerto Argentino a mediados de abril, cuando la mediación diplomática del gobierno norteamericano, conducida por Alexander Haig, ya había fracasado.

El ministro Alemann no aceptó las posturas más duras del gobierno militar, pero aceptó suspender los pagos de la deuda, reconociendo una situación de default de facto que estaba latente por la falta de recursos del país

Mientras tanto, con el apoyo de sus aliados de la OTAN y de la Comunidad Económica Europea, Gran Bretaña dispuso el congelamiento de los fondos argentinos y el embargo de las importaciones de origen nacional. En la Argentina el sector más duro de la Junta Militar pidió como represalia la confiscación de los bienes británicos.

Alemann no aceptó, pero sin dudarlo suspendió el pago de los vencimientos de capital de la deuda externa para preservar el nivel de reservas del Banco Central, generando una reacción de histeria entre los banqueros de todo el mundo. Si bien el ministro aseguró que la medida se basaba en el contexto bélico, sus colaboradores más estrechos sabían que la guerra permitiría esconder un default que estaba latente, porque no había dinero más que para pagar uno o dos meses de vencimientos.

El Lloyds Bank del Reino Unido era el principal acreedor individual del país y la Argentina había tomado una buena parte de sus créditos a través de préstamos sindicados, que todos los bancos cobraban a través de una sola ventanilla. Si no cobraba uno, no cobraba nadie.

Alemann comprendió entonces la ineficacia de los mensajes a distancia y viajó a una reunión del Fondo Monetario Internacional en Helsinki, donde el 12 de mayo intentó sin demasiado éxito obtener el respaldo del titular del organismo, el francés Jacques de Larosiére, para lograr un programa de asistencia con la complicada promesa de continuar con un ajuste. Desanimado, dejó Finlandia y comenzó sin pausa una gira por Zurich, París y Nueva York para ofrecerles a los acreedores privados no británicos la posibilidad de cumplir en forma efectiva con los vencimientos del pago de intereses a través de una cuenta en la Unión de Bancos Suizos (UBS). En forma paralela, se habilitaría una escrow account para asentar los compromisos con los bancos ingleses sin pagarles, hasta que Londres levantara las sanciones contra el país.

Un soldado argentino

Esta solución se le ocurrió al abogado Richard Davis, socio del estudio neoyorquino Weil, Gothsam & Manges, ex subsecretario de Finanzas del Tesoro durante la administración de James Carter y experto en sanciones económicas internacionales, contratado por el Ministerio de Economía por el temor a que el gobierno de Reagan cediera a la presión de Thatcher de embargar los bienes argentinos en territorio norteamericano.

En realidad, Davis sólo se limitó a recomendarle al gobierno argentino una fórmula parecida a la que utilizaron los iraníes durante la toma de los rehenes en la embajada de los EEUU en Teherán, para eludir el congelamiento ordenado por el Tesoro en aquel entonces. Davis comenzó su trabajo con una visita a Buenos Aires, antes de que las tropas inglesas llegaran al Atlántico Sur, en la que sugirió reducir al mínimo los incentivos de los bancos para declarar un default formal.

Mientras el represor Alfredo Astiz se rendía sin presentar combate en las Georgias del Sur, el ministro se tranquilizó cuando los bancos no británicos se resignaron a aceptar la propuesta argentina, que hasta recibió elogios del Tesoro de los Estados Unidos.

Un juez ordenó la detención del presidente del BCRA Julio González del Solar por autorizar el pago de la deuda argentina a los bancos extranjeros, un hecho que generó nervios importantes en Nueva York

Sin embargo, puertas adentro del país, Alemann tuvo que soportar la reacción antisemita de algunos integrantes de la Junta Militar, indignados por los fuertes vínculos del estudio Weil, Gothsam & Manges con la comunidad judía de Nueva York.

El 14 de junio de 1982 los militares argentinos se rindieron ante sus pares británicos en Puerto Argentino. La dictadura sellaba su suerte en forma definitiva a costa de la muerte de 649 soldados argentinos en una guerra que Galtieri buscó ganar con la ilusión de recibir la ayuda de los Estados Unidos.

Junto con la derrota en el campo de batalla, el país acumulaba al final de la guerra unos USD 2.000 millones de atrasos en el pago de la deuda que debió empezar a renegociar al día siguiente de la rendición en el Atlántico Sur.

Sin embargo, Alemann afirmó que “los mercados funcionaron normalmente y las medidas de política económica contribuyeron a su mejor funcionamiento, excepción hecha con el comercio y con los pagos al exterior, donde las sanciones injustas de otros países nos obligaron a responder puntualmente sin afectar el crédito argentino en el exterior ni el funcionamiento de la economía argentina en su conjunto”.

Raúl Alfonsín (Télam/jcp)

Luego de aquella trágica experiencia en Malvinas, Galtieri renunció y asumió Reynaldo Bignone, en una gestión desordenada desde el punto de vista económico, con continuas negociaciones con los acreedores para salir del default.

El 4 de octubre de 1983, 26 días antes de los comicios que marcaron el retorno democrático y el ascenso de Raúl Alfonsín al gobierno, el presidente del Banco Central, Julio González del Solar fue detenido cuando regresaba de Washington acusado de “traición a la patria”, por disposición de Oscar Pinto Kramer, un juez de Río Gallegos que se hizo eco del enojo de la Fuerza Aérea porque el gobierno había tomado a Aerolíneas Argentinas como caso testigo para la reestructuración de la deuda de las empresas públicas, de acuerdo con el programa de asistencia firmado a principios de ese año con los bancos del exterior.

El 21 de septiembre los pilotos militares habían expresado su “unánime desagrado por la forma en que se renegoció la deuda de Aerolíneas”, mientras González del Solar y el ministro de Economía, Jorge Wehbe, le rogaban al comité de acreedores que postergaran el ultimátum contra la Argentina, debido a que el gobierno no había cumplido con sus pagos en todo el año.

El juez basó la orden de detención del titular del Central en dos cláusulas del acuerdo: una que otorgaba una garantía oficial para la reestructuración y la otra que cedía la competencia para resolver cualquier diferencia judicial a los tribunales extranjeros.

Con cierto temor por la decisión judicial, el steering committee postergó su intimación al gobierno. El 6 de octubre González del Solar fue liberado por decisión de la Cámara Federal, que acusó a Pinto Kramer de colocar al país “al borde de un default”, que en realidad ya tenía más de un año de vigencia en términos prácticos y que, en los hechos, se prolongaría casi una década más hasta que la Argentina firmó el plan Brady a principios de la década del 90.


sábado, 26 de junio de 2021

Europa no pone aranceles al calamar robado en Mar Argentino

Polémico gesto de la Unión Europea a Malvinas

Tras haber sido excluidas del Brexit y sin contar con los beneficios concretos de un acuerdo de libre comercio entre el Reino Unido y la UE, las Islas lograron una primera excepción arancelaria a la producción pesquera

Por Roberto García Moritán || Infobae

@RGarciaMoritan


EFE/Felipe Trueba/Archivo

La Unión Europea (UE) ha decidido no aplicar aranceles al calamar Loligo procedente de Malvinas. Un privilegio de libre acceso al mercado europeo polémico, al exceptuar del arancel del 6% de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a las capturas de esta especie de calamar en las aguas circundantes al archipiélago y que retrotrae para la colonia británica condiciones tarifarias casi similares a las anteriores al Brexit. El único condicionante sería un límite máximo de 75 mil toneladas anuales que, por otra parte, no tiene mayor incidencia comercial al ser la cantidad promedio que se venía capturando por año en la última década (en el 2020 fue de 78.913 toneladas). El 94% de la pesca del calamar Loligo, ingresa históricamente a la UE, mayormente para España y a Francia.

Las autoridades ilegítimas de las islas venían realizando gestiones directas en Bruselas para obtener un trato diferenciado y preferencial desde la desconexión británica a la Unión Europea. La responsable del manejo pesquero en Malvinas, Teslyn Barkman, había señalado que era una cuestión de grandes implicancias para la economía isleña. Conceptos similares fueron expresados por la Cámara pesquera española con intereses en Malvinas. También realizaban, en virtud de esa vinculación societaria, acciones conjuntas ante la UE para obtener un régimen progresivo de excepción a la pesca de Malvinas. Loligo parece ser la primera especie en lograrlo.

La flota española, con bandera propia o con el pabellón ilegal de las islas, son las que capturan mayormente el calamar Loligo. De la primera zafra 2021, ingresó al puerto de Vigo 58 mil toneladas. Esa pesca intensiva pone en evidencia también una sobrepesca con efectos negativos en los ecosistemas, tal como ha sido reconocido en un informe de consultoría británico. Macalister Elliot califica la política pesquera de la colonia como desastrosa por haber otorgado un exceso de licencias pesqueras poniendo en riesgo la sustentabilidad del caladero.

Es notable que Malvinas, tras haber sido excluida del Brexit y sin contar con los beneficios concretos de un acuerdo de libre comercio entre el Reino Unido y la UE, haya logrado una primera excepción arancelaria a la producción pesquera. La decisión de la UE, promovida por España con apoyo de Francia, es un golpe sensible para los intereses argentinos en la disputa con el Reino Unido al tener un efecto diplomático mayor que el comercial pesquero propiamente dicho. Es decepcionante que haya contado con la anuencia diplomática del gobierno español.

El proceso de negociación encarado por Malvinas, con epicentro en Bruselas, muestras falencias de la Cancillería. También de la diplomacia presidencial. No es entendible que el Presidente de la Nación no haya expresado disconformidad al Presidente de España en la reciente visita a Buenos Aires o al Presidente de Francia en su gira europea, por la cuestión del calamar Loligo. Ningún comunicado del gobierno argentino refleja que se haya tocado el tema en alguno de los encuentros.

Estas omisiones diplomáticas son preocupantes y muestran un cierto desdén de gestión en defensa del interés nacional que debe ser corregido. La Argentina debe tratar con mayor responsabilidad todo lo atinente al Atlántico Sur. Es hora que la política declarativa respecto de Malvinas se convierta en una de acción diplomática menos enunciativa y más efectiva.

viernes, 11 de diciembre de 2020

España con su pesca ilegal ayuda a la ocupación británica de las islas

España, un puñal en la soberanía argentina en Malvinas

Por

«Las empresas pesqueras españolas colaboran en la consolidación británica en Malvinas»  

Como Medea la esposa de Jasón, las empresas pesqueras españolas son funcionales a los intereses británicos en Malvinas, permitiendo su consolidación en las Islas, en perjuicio de la Argentina. Un felicidio de la llamada “Madre Patria”.

* Dr. César Augusto Lerena

 

El pasado 4 de diciembre de 2020 abrió las disertaciones del Seminario “Un abordaje sobre la Pesca Sustentable” el Andaluz Don Javier Garat, Sec. Gral. de la Confederación Española de Pesca (CEPESCA); Pte. de la Coalición Internacional de la Asociación Pesquera (ICFA) y Pte. de Européche; quien se refirió, a la necesidad de efectuar una pesca sostenible de modo de asegurar las especies, el ambiente marino y mejorar las condiciones de trabajo. Una exposición cuidada que pudo haber sorprendido a la mayoría de los técnicos y estudiantes de la Universidad Tecnológica Nacional y de la Universidad FASTA, ambas de la Mar del Plata; ciudad que, como sabemos, es el principal puerto pesquero argentino, donde se desembarcan más del 50% de las capturas nacionales; pero, no alcanzó a convencer a algunos asistentes que conocen la pesca depredadora e ilegal (INDNR) que realizan los buques pesqueros españoles en la costa occidental africana y, en el Atlántico Sudoccidental.

Frente a esta disertación, Don Javier parecía representar a Greenpeace u otra ONG ambientalista, más que a los intereses empresarios pesqueros de la Unión Europea (en adelante U.E.), lo que me obligó a preguntarle: Señor Garat, ¿Cómo se concilia su mensaje, con la pesca ilegal que realizan -desde al menos 1989- los españoles en Malvinas, donde se extraen 250 mil toneladas de recursos pesqueros en ese territorio argentino, cuando la propia O.N.U. en 1976 por Res. 31/49 instó al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (en adelante el R.U.) a no innovar respecto a la situación imperante en el área? A lo que Javier contestó: «los españoles no pescan ilegalmente en Malvinas»; desconociendo, lo que la U.E. entiende pesca INDNR, ya que bastaría que esos buques españoles pesquen en Malvinas sin permiso ni cuota argentina para calificarla así. En especial, teniendo en cuenta, que España reconoce la soberanía argentina en Malvinas; que su gobierno tiene obligación como Estado de Bandera de controlar que sus buques no violen el derecho internacional y, cumplir con las exigencias del Reg. (CE) 1005/2008 del Consejo del 29/09/2008 y modificatorios y, el Reg. (UE) 2017/2403 del Parlamento Europeo y del Consejo de 12/12/2017 y ampliatorias, sobre gestión sostenible de las flotas pesqueras exteriores.

Repreguntado Garat sobre ¿Qué origen tienen los productos capturados en Malvinas y desembarcados en Vigo? contestó: «operando con bandera española, según la legislación internacional, el origen es español». Al respecto, diría Diego Maradona, sobre el experimentado y vende humo de Don Javier: “me la dejó picando”. Traduzco: los barcos españoles, con bandera española, pescan en forma ilegal en territorio argentino (Malvinas) y no solo nos roban nuestros recursos, sino que luego los ingresan a Vigo, los reprocesan y comercialización en toda la U.E. como de origen español. Esto es lo que se llama “traceability trout” (trazabilidad trucha, para los argentinos) ya que no están garantizadas todas las exigencias del Reglamento de la U.E. sobre Pesca INDNR, en especial sus ítems 7, 10 y 11, ya que no existiendo acuerdo con la Argentina no está garantizado el origen, la certificación, los eventuales transbordos, el uso de puertos y por supuesto los controles, etc.

 ¿Quién se beneficia con todo esto, además de a los depredadores españoles? El R.U., que ha subsistido en Malvinas por la pesca (John Barton, director ilegal de Pesca en Malvinas, 2012); fundamentalmente con las 1.887 licencias otorgadas a buques españoles (más las concedidas a las sociedades mixtas británico-españolas) entre 1989 y 2019, cuyos productos finales, no solo compiten con las empresas argentinas, sino también con las españolas radicas en Argentina. 

El Orador multifacético y encantador de serpientes Garat, podría convencer a los empresarios europeos o argentinos sobre cómo proteger los negocios de España; pero no darnos clase sobre la sostenibilidad de las especies, la protección del medio marino o el cuidado de los trabajadores en la pesca, ya que -como veremos- los buques españoles pescan en forma ilegal en el Atlántico Sur y, por tanto, contaminan el mar y, a pesar de que la O.I.T. ha entendido, que «la pesca es una ocupación peligrosa en comparación con otras actividades» España todavía no ha ratificado el Convenio C188 sobre el trabajo en la pesca (2007, núm. 188) y, por el contrario Argentina ya lo ratificó el 15/9/2011.

Los buques españoles en el Atlántico Sur operan en forma ilegal y, ello, queda de manifiesto por diversas cuestiones formales (de origen, etc.) pero, se manifiesta con toda intensidad cuando se capturan recursos migratorios de un Estado ribereño en situación de desarrollo sin acordar con éste, como indica el preámbulo y varios artículos de la CONVEMAR, la Ley 24.922 de Argentina y, por supuesto, cuando son licenciatarios ilegales en Malvinas, incumpliendo con lo previsto en la Res. ONU 31/49 y las normas vigentes de la República Argentina. 

Los españoles son depredadores. Las “Patentes de Corso” las utilizaron tanto los buques ingleses como españoles, ambos piratas y, en la versión moderna, los barcos pesqueros españoles debieran ser calificados como piratas cuando capturan sin acuerdo de Argentina en alta mar (CONVEMAR, Art. 101, inc. ii; Artículos 4º; 21º inc. o) y, 22º de la Ley 24.922) los recursos migratorios originarios (los peces son semovientes) de la ZEE Argentina o cuando pescan en Malvinas sin permiso ni cuota argentina (Ley 24.922 Art. 2º; 21º inc. h) y o); 23º al 27º y Ley 26.389 Art. 27 bis), como ya hemos dicho. Esto para aclararle a Javier “Paz y Bien” Garat y para algunos participantes del Seminario, tal vez poco acostumbrados, a la terminología ecológica, que las empresas españolas pueden estar realizando para sus intereses económicos y comerciales una “pesca sustentable” pero no llevan adelante una “pesca sostenible” de modo de asegurar la disponibilidad a perpetuidad de las especies, teniendo en cuenta la integralidad del ecosistema y las necesidades de los países menos desarrollados, como claramente lo indica el Preámbulo de la CONVEMAR «…los problemas de los espacios marinos están estrechamente relacionados entre sí y han de considerarse en su conjunto (…) Teniendo presente (…) los intereses y necesidades especiales de los países en desarrollo…».

A modo de introducción efectuaré un breve relato sobre los navieros y pescadores españoles desde el Virreinato del Río de la Plata hasta nuestros días, que demuestra en forma inequívoca el carácter “predador” de los españoles y, también, de su sociedad con el R.U.

En 1713 en Madrid, España firma con Inglaterra el Tratado de Asiento de Negros, la importación de negros y el Navío de Permiso. Las producciones de Europa se compensan con materias primas y cueros del Virreinato y, junto con el tráfico permitido, surge el ilegal de contrabando de géneros, alcoholes y esclavos. En los años de escasez y hambre en España; la creciente proletarización; el aumento de conflictos con Francia; la aprobación en 1778 del «Reglamento y los Aranceles Reales para el Comercio Libre de España e Indias» y, con el fin de impulsar la agricultura, España autoriza el comercio con las colonias que, favorece a los españoles productores, mayoristas y exportadores. Ya en 1787, en el comercio de cueros a Europa se utilizan los mismos barcos que traen esclavos de África a Montevideo y, de ahí a Buenos Aires, Potosí, Paraguay y Valparaíso, y luego son llevados al Alto Perú y, por el Real Permiso de España, se autoriza a la Compañía de Filipinas la introducción en barcos ingleses con bandera española y dos años después y, renovada en 1791, con el objeto de aumentar la mano de obra esclava, se autoriza a los españoles y extranjeros a comercializar negros libres de impuestos.

Nos dice la investigadora de la Universidad de Oviedo Dra. Alicia Laspra Rodríguez en su trabajo «La intervención británica en España durante la guerra de la independencia: ayuda material y diplomática» que, desde 1808 y hasta 1815 España recibió de Inglaterra casi 10 millones de libras esterlinas y cientos de millones de esa misma moneda en armamento, pertrechos y suministros bélicos de todo tipo; una ayuda británica a fondo perdido para que la acompañase en su pelea con Francia ¿Tendrá alguna asociación ello con la Revolución de Mayo de 1810 y nuestra declaración de independencia en 1816? Además de moderar la autonomía de las colonias españolas ¿qué motivo llevó a la pérfida falange de Albión a incidir sobre la Asamblea del XIII para eliminar del himno nacional argentino a aquellas estrofas antiespañolas? “…Coronada su sien de laureles Y a su planta rendido un León…”, etc.

El contrabando en el Río de la Plata es muy importante en 1808, pero se incrementa en forma notoria por los buques británicos al año siguiente, entre otras cosas, por el Tratado de tarifas preferenciales con España, luego de “libre comercio” y el Tratado que firma el Príncipe Regente de Brasil con Gran Bretaña, todo bajo pretexto de dar salida a los frutos de América y proveerla de víveres y demás efectos europeos (¡!). Nada que hoy no ocurra, donde vemos que, aunque tengamos Astilleros en la Argentina, España nos vende buques construidos con ingentes apoyos económicos, garantías del Fondo de Garantías Navales y líneas de avales del ICO de la U.E. y en paralelo sus empresas pesqueras extraen ilegalmente recursos originarios del Mar Argentino, mientras que, las exportaciones de las empresas radicadas en la Argentina sean o no de capitales nacionales, se les cobra aranceles a los productos con valor agregado. Es decir, negocios sustentables para los españoles e insustentables para la Argentina. De esta sustentabilidad nos habla Don Garat.

El historiador hispanista británico Paul Preston (La Vanguardia, Félix Badia, 10/5/2020) nos explica que «Al final de la segunda guerra mundial, los aliados consideraron que España tenía un régimen fascista que no se desnazificó, por lo tanto, no recibieron ayuda del plan Marshall, contrario a lo que ocurrió con Alemania e Italia» Pese a ello, el gobierno argentino ayudó a los españoles a alimentarse, contrario -me recordaba un amigo del Puerto de Vigo- a lo que hicieron los franceses con los españoles, que los tuvieron como refugiados en virtuales campos de concentración. La Argentina recibió más de dos millones de españoles emigrantes (por razones económicas), exiliados (por razones políticas) y refugiados (por guerras) entre 1860 y 1950, intelectuales y analfabetos; instruidos y sin oficio, de todas las políticas (carlistas, progresistas, republicanos, anarquistas, comunistas, liberales y franquistas) y, en la pesca en Argentina hicieron dinero, al igual que la colectividad italiana.

Llegó 1982, la guerra y el boicot europeo a la Argentina, frente al cual y, a pesar de Gibraltar; los lazos y, la deuda histórica con nuestro país, España “solo balbucea” (El País, 30/4/1982); puede más su interés de integrarse a la CEE y a la OTAN; su historia imperial y, la alianza casi a ciegas con Estados Unidos. Hecho, que, como veremos, España repetiría durante el Tratado de Lisboa. 

Como no podía ser de otra manera, la declaración conjunta en 1989 entre Argentina y el R.U. se firma en España; país que, a esta altura, ha perdido toda neutralidad. Allí se concretan los odiosos y execrables “Acuerdos de Madrid” con grave perjuicio para el país, donde subyacen diversas presiones económicas para que Argentina pueda retomar el comercio con la Comunidad Europea, entre ellas, la firma del Acuerdo Pesquero con Europa que se concreta en 1994; Acuerdo, que nunca alcanzó el área de exclusión pesquera (FICZ) en Malvinas establecida por los británicos, dejando en claro, la voluntad de España de no enemistarse con el R.U. En ese entonces, España tenía gran parte de su flota parada con motivo de su ingreso efectivo a Europa (1986). La Argentina firmó ese Acuerdo, por el cual, los empresarios españoles apoyados por la (entonces) C.E.E. colocaron en forma muy favorable sus buques congeladores en la Argentina y produjeron la más importante depredación de merluza que se recuerde, dónde -según Walter Castro- “se perdieron treinta mil empleos” y el gobierno inició por primera vez en la actividad el otorgamiento de subsidios al empleo.

Hoy, son varias las empresas de capital español radicadas en el país que ocupan los lugares más altos en las exportaciones argentinas, aunque sufren el riesgo país, la inflación, el costo interno, etc. También las hay, quienes como «la empresa española Pescapuerta que habría cedido sus activos en 2015 (Reg. Púb. Com. Insp. Gral. Justicia, Chubut, 19/8/2015) a la empresa Estrella Patagónica (Continuidad Jurídica por cambio de denominación social. Dra. Marlene del Río) y con ello violarían la Ley 26.389 a partir de que el buque “Falcon” inicie sus capturas en Malvinas en 2021, situación, que se vendría repitiendo desde hace cinco años sin ningún tipo de sanciones para los cuatro barcos congeladores con los que esta última opera en el caladero argentino: “Anabella M”; “Carolina P”; “Mara l” y, “Pescapuerta V”; los que según el art. 2º de la misma Ley (que reformó el 28º de la Ley 24.922) deberían haber caducado automáticamente, a partir de las operaciones en Malvinas del Buque “Venturer” de la sociedad mixta Pescapuerta-Petrel Fishing (Diario Jornada, Chubut, 2015)» (#PuertodePalos, Roberto Garrone, 3/12/2020).

Javier Garat, en representación de los intereses españoles y europeos nos viene a hablar de “sustentabilidad” ¿Qué opinará sobre esta escandalosa forma que tiene una empresa española para llevar adelante una pesca sustentable (¿?), obteniendo cuotas de captura en forma simultánea en la Argentina y licencias ilegales británicas en un territorio argentino ocupado en forma prepotente por el R.U.? ¿Es ésta la forma que los españoles cuidan los recursos en Gibraltar; en las aguas comunitarias; en las británicas; en las costas de África occidental y en el Atlántico Sudoccidental? Bueno, Don Javier, esto aquí se llama pesca ilegal. Sobre este caso y toda la potencial pesca INDNR española se debería investigar y aplicar en forma urgente en la Argentina la Ley, el Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Solá; el Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca Luis Basterra; el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur Daniel Filmus; el Gobernador de la Provincia de Tierra del Fuego Gustavo Melella; el Consejo Federal de Pesca y el Subsecretario de Pesca Carlos Liberman y, me gustaría saber, cómo el bueno de Don Javier, nos “hace el cuento” sobre la pesca sostenible de los buques españoles y, al final su disertación, lo aplaudimos alegremente.

Si hay una cosa que no se les puede negar a los españoles es que son consecuentes en sus apoyos: En el año 2005 los ciudadanos votaron sobre la aprobación del texto constitucional de la Unión Europea (el Tratado de Lisboa). El R.U. solicitó la incorporación como “Territorios británicos de Ultramar  a Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y la Antártida Argentina”. Adivinen ¿Cómo votó España? Así es, ¡a favor de incorporar nuestros territorios como británicos en Europa! Y esto ¿Qué significó para las extracciones ilegales españolas y británicas en Malvinas? Además de varios beneficios impositivos y de subsidios: que desde hace 15 años ingresan a la U.E. sin pagar arancel alguno, mientras que nuestras capturas habilitadas, además de todo tipo de derechos nacionales deben pagar aranceles para importarse a la U.E. y, muy especialmente, cuando se trata de productos argentinos con valor agregado. Ahora, con motivo del Brexit sin libre comercio y ante la posibilidad de tener que pagar aranceles de entre el 6 y el 18%, los británicos ilegales en Malvinas quieren extender los beneficios a toda la U.E. a cambio de otorgarles cuotas en nuestras Malvinas. A propósito de ello, Javier Touza, presidente de la Cooperativa de Armadores de Pesca de Vigo nos dice: “Tenemos los mayores pesqueros de la flota de Galicia allí”. Por cierto, los españoles, los isleños británicos y las sociedades británico-españoles son los mayores beneficiarios de las licencias ilegales.

A esta altura deberíamos preguntarnos ¿por qué las empresas españolas propician la construcción de un puerto pesquero en Malvinas consolidando en éstas a quienes les ocupan Gibraltar? ¿por qué destinan sólo el 3% de sus buques arrastreros a aguas comunitarias y el 97% a los caladeros externos (entre ellos, el Atlántico Sur) donde realizan pesca INDNR? ¿Por qué se resisten los empresarios españoles a colocar cámaras a bordo? ¿Por qué los empresarios españoles están preocupados con la logística en Uruguay? ¿Por qué el sector pesquero español tiene gran preocupación frente al Brexit si solo pesca unas 9.000 toneladas en aguas británicas del total de las 922.564 toneladas que dicen que captura? y, ¿por qué esas empresas españolas no se acogen al mismo régimen que las empresas españolas radicadas en la Argentina o acuerdan con ésta conforme lo prevé la CONVEMAR?

Está claro, los españoles son los mejores socios de los británicos. Son los que le han permitido ser “sustentables” (no pescar en forma sostenible) a los británicos en Malvinas. Los representados por Don Javier Garat, quien promueve “consuma español”, una política absolutamente proteccionista y nacionalista en detrimento de los productos pesqueros de exportadores, como Argentina. No aclara, si el origen al que refiere es de la pesca de buques españoles en aguas comunitarias; en Marruecos, Namibia o el Senegal, o las capturas ilegales de especies migratorias argentinas en la Alta Mar, en la ZEE en el GAP o en el territorio marítimo argentino de Malvinas.       

Este dirigente cree, que los productos elaborados en terceros países no reúnen el estándar de calidad de los españoles y, que la estrategia de la Comisión Europea «reducirá drásticamente la productividad de la industria pesquera del Viejo Continente y condenaría a Europa a incrementar notablemente las importaciones de productos de terceros países, alejados de los estándares ambientales, sociales y de seguridad europeos, para alimentar a los ciudadanos de la Unión Europea». Sinceramente, Don Javier, debería disculparse con la industria pesquera argentina y los españoles radicados en Argentina por estas declaraciones y, desmentir este exabrupto especulativo.

Por un lado, es conocido que las aguas del Atlántico Sur son ambiental y sanitariamente más aptas que las comunitarias. Por otra parte, la Argentina aplicó sistemas de aseguramiento pesquero (HACCP, ISO y otros) antes que España y, es un exportador de calidad a los mercados más exigentes del mundo. España es el segundo comprador (después de China) de productos pesqueros argentinos con 78 mil toneladas anuales por 388 millones de dólares (2019); cuenta con certificaciones de la U.E., la FDA y USDA de Estados Unidos, Japón y otros 50 países. Es muy probable que sea argentino el calamar de la Plaza Mayor de Madrid, la merluza a la bilbaína o los langostinos de cuanta paella no valenciana se consume en España. ¿y la seguridad española? Se refirió a ésta el dirigente español en el Seminario del Instituto Marítimo Español (mayo/2020) y en el Seminario organizado por las Universidades UTN y UFASTA (diciembre/2020). Es notable el concepto feudal de Don Javier: nos habla de proteger a los trabajadores de la pesca, a pesar de que España todavía no ratificó el Convenio de la OIT C188 “sobre el trabajo en la pesca” y, sin embargo, países que él considera alejados a sus estándares como Marruecos, Namibia o el Senegal, donde los buques españoles explotan los recursos, ya lo han ratificado -al igual que Argentina- para proveer mejor calidad y seguridad laboral a sus trabajadores.

Supongo que la “sustentabilidad a la española” a la que refiere Don Javier, no solo está referida a vender buques; capturar en forma ilegal o no los recursos, al menor costo posible; oponerse a las medidas de protección del recurso y medio ambiente (por ej. la eliminación de buques de arrastre) o el establecimiento de AMP; promover el consumo de pescado (lo apoyamos); sino también, a asegurarse que los productos pesqueros que se importen se transformen en España. Los sindicalistas argentinos muy agradecidos, el trabajo nacional se regala a los países desarrollados -a pesar del 13,1% de desocupación argentina- para que los españoles no vayan al paro.    

Ya en 2020, los españoles, con Don Garat a la cabeza, están muy preocupados por cuidar nuestros recursos y son perseverantes al respecto. La Argentina no ratificó el Acuerdo de Nueva York porque, además de ser una delegación de la administración inadmisible en las Organizaciones Regionales de Ordenamiento Pesquero (en adelante OROP) de nuestros recursos originarios y migratorios en el Atlántico Sudoccidental, sería violar la Cláusula Transitoria Primera de la Constitución Nacional; pero, como ya me he referido en cinco anteriores artículos (Lerena, César “Quién ejerce el poder en el Atlántico Sur” 3/6/20; 5/6/20; 10/6/20; 12/6/20 y 16/6/20) Don Javier se dedica a dar clases de sustentabilidad a la española y, promover Convenios con una ignota ONG OPRAS (Una suerte de OROP), conformada por directivos mayoritariamente de empresas extranjeras agrupadas en las Cámaras sectoriales CAPECA y CAPA que firmaron con la Cámaras Españolas ANAMER y CEPESCA un Acuerdo de conservación y explotación de los recursos pesqueros del Atlántico Sur (¿?). ¿Qué pretensión tendría la citada OPRAS y las Cámaras Argentinas? ¿Sustituir al Consejo Federal de Pesquero en la fijación de la política pesquera en el Atlántico Sur? Bueno, OPRAS, seguro. Basta leer los Acuerdos. Ahora, ¿las Cámaras Españolas? Se supone que deberían limitarse a promover acuerdos con la Argentina, como Estado ribereño, para capturar en la Alta Mar las especies migratorias originarias de la ZEE Argentina. Por cierto, esos Acuerdos, son impresentables porque les permiten a los españoles seguir pescando graciosamente en Malvinas. ¿o es una estrategia británica para hacerles de tapón a los chinos?

Esto de OPRAS no es casual, Don Javier está a favor de las OROP. En Roma (11/9/19) junto a la ICFA, abordó «la gestión de las Áreas Marinas Protegidas, la Pesca ilegal (INDNR) y las negociaciones de la BBNJ (Biodiversity Beoyond National Jurisdiction) y subrayó la importancia de garantizar que este proceso no anule los esfuerzos de las OROP» y, «…como ya las defendió en reiteradas ocasiones, (las OROP) son los instrumentos más adecuados para gestionar las poblaciones de peces transzonales y altamente migratorias, así como las de otras especies asociadas». Hablando en criollo, Don Garat, está a favor de una organización donde los Estados de Bandera (entre ellos el español) contarían con mayoría de votos por sobre los Estados Ribereños (Argentina y Uruguay) en el Atlántico Sudoccidental. Además, de facilitar el intento, del R.U. de ingresar a las OROP por su ocupación ilegal en Malvinas. No me imagino a España oponiéndose a esta pretensión y, mucho menos a Don Javier, oponiéndose a los intereses de sus mandantes, los empresarios españoles que pescan ilegalmente en Malvinas.

¿Están verdaderamente los españoles preocupados por la sostenibilidad de los recursos y la pesca ilegal? Veamos que dice este dirigente que los representa, a pesar de contar con el Fondo Europeo de Pesca y la Fundación Biodiversidad y, pese, a que más de 50 científicos acreditados del mar le pidieron a la U.E. que actúe para poner fin a la sobrepesca, Javier Garat se manifestó contrario al proyecto de reducir las capturas en la U.E., eliminar en forma progresiva las redes de arrastre e ir hacia la pesca selectiva y dijo: «el sector rechaza la propuesta de la CE de Biodiversidad de eliminar gradualmente la pesca de arrastre de fondo», lo que remató, la Consejera del Mar Rosa Quintana: «(los españoles) solo destinan el 3% de sus buques arrastreros a pescar en aguas comunitarias y el 97% restante los destinan a caladeros externos (entre ellos el Atlántico Sur), donde 193 buques de gran porte efectúan el 58% de las capturas». Es decir, el preocupado por cuidar el recurso Don Javier, probablemente promoverá el envío a África occidental o al Atlántico Sur lo que la U.E. rechaza; degradando, depredando y dificultando las operaciones de los pesqueros argentinos. Por cierto, también se opone a las Áreas Marítimas Protegidas (AMP) diciendo: «cerrar el océano a la pesca entra en conflicto con objetivos fundamentales del desarrollo sostenible, tales como aumentar la seguridad alimentaria y reducir la pobreza» (chan-chan). Lo que propone el amigo Don Javier se llama sostenibilidad débil. Debería saber, que la sostenibilidad no solo es económica y social; también es biológica, ambiental y cultural; por lo cual, bajo justificación de reducir el hambre o la pobreza no se puede agotar un recurso de tercera generación, ya que «la generación actual toma prestados los recursos a las generaciones venideras» (Brundtland, ONU, 1987). Garmendia y colaboradores (2010) considera «sostenibilidad fuerte, a la que se preocupa por la salud del ecosistema, la que asegura la sostenibilidad de los recursos, del ambiente y los asentamientos humanos a perpetuidad» y la sustentabilidad empresaria y laboral.

También debiera conocer Don Javier, que las AMP tienen distinto tipo de reservas y, entender, que un Estado ribereño, para el caso, tiene facultades para imponer reservas, restricciones y vedas (no necesariamente establecer AMP) para asegurar la reproducción, el desove y el desarrollo de sus especies migratorias. Los empresarios son meros concesionarios de un recurso del Estado.

La política de la sostenibilidad de la U.E. «…llevará a España a la gestión de licencias extranjeras» manifiesta Don Javier. Suena, vamos por la pesca en Malvinas y en el Atlántico Sur y, si ello fuera necesario, nos disfrazamos de corderos, OPRAS, OROP o lo que fuera.

En esa sociedad británica-española, el R.U. tiene como aliado estratégico a Chile y España construye una sociedad con Uruguay, donde buques españoles utilizan sus puertos, como apoyo para sus operaciones en Malvinas y en alta mar, cuyos ingresos económicos en favor de la economía uruguaya generan vínculos que favorecen los intereses británicos. Argentina, mientras tanto, no avanza en la natural sociedad rioplatense; en la necesaria con Chile para favorecer la integración del área Antártica y bioceánica y, en la impostergable relación con Brasil, no solo comercial, sino para consolidar la “Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur”.  

En cualquier caso, los españoles son funcionales a los británicos, ya que en esta sociedad británica-española, han entendido que a partir del Brexit la disputa se dará en los mares, fortaleciéndose el Commonwealth y los territorios insulares, en especial los del Atlántico Sur. Una estratégica geopolítica, militar, de proyección Antártida y manejo del transporte y el comercio, que como consecuencia del aumento de cargas de 100 a 400 mil toneladas de los super-contenedores, transitan obligatoriamente al pacífico por el Estrecho de Magallanes, ante la imposibilidad de utilizar el canal de Panamá. ¿La Autoridad Argentina?

Pese a todas las recomendaciones de la OMC, la producción pesquera española está subsidiada, contrario a la Argentina que sufre una fuerte carga impositiva. Según EuropaAzul (7/7/2020) «Los gobiernos del mundo gastan alrededor de 35 mil millones de dólares en subsidios pesqueros cada año (…) investigaciones recientes del Prof. de Economía Oceánica y Pesquera de la Universidad de Columbia Dr. Rashid Sumaila, indican que la U.E. es uno de los cinco subsidiadores más grandes del mundo y según Fernández Monge aproximadamente el 54% de los subsidios son perjudiciales».

Don Javier ha hecho un destacado esfuerzo para ello: «las ayudas del Fondo Europeo son importantes para financiar el trabajo, afrontar la falta de ventas y el almacenamiento, aunque sería necesaria más ayuda para fomentar el consumo del pescado español, como ha hecho Francia».

Respecto al Brexit, contraria a la posición argentina, que busca aislar a Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y Antártida de la U.E., España busca mantener su pesca en aguas británicas y en las aguas de Malvinas. En prueba de ello, Javier cuida el interés de los españoles y sus socios británicos. El 22 de enero de 2020 se reunió en Madrid con la Secretaria de Pesca del Ministerio de APyA Alicia Villauriz, a la cual -alineado con la European Fisheries Alliance (EUFA)- le manifestó su interés de mantener: «…el acuerdo de libre comercio; el reparto de la pesca entre el RU y UE.; el acceso a las aguas británicas (donde pescan unos 80 buques españoles) y la continuación de la gestión en los stocks compartidos…».    

 

El felicidio de la llamada “Madre Patria” nos debiera llamar a la reflexión. Ya pasaron 204 años desde que nos independizamos de la monarquía española y de toda otra dominación extranjera. Ha llegado el momento de que los argentinos -y en especial nuestras Autoridades- le hagan notar a los españoles que somos un país libre y soberano, comenzando a actuar para evitar la pesca ilegal de los buques españoles y de los demás depredadores.

sábado, 26 de septiembre de 2020

La prosperidad artificial de la isla bajo ocupación británica


Cómo la prosperidad transformó las Malvinas


Por Larissa MacFarquhar
The New Yorker


Bleaker Island, en las Malvinas, en marzo. En los últimos treinta años, las islas han pasado de ser un territorio pobre de colonos en su mayoría británicos a uno rico con una población de todo el mundo. Fotografía de Maroesjka Lavigne para The New Yorker

 Es un lugar para retirarse en un momento de peste. Fuera de la ciudad hay millas y millas de tierra vacía y pocos caminos. Nada más que hierba blanca, arbustos oscuros y matorrales que crecen cerca del suelo y rocas. Solo montañas bajas y sin árboles, por lo que hay poco para bloquear el viento incesante que sopla desde el mar. Es muy tranquilo, al menos cuando el viento se apaga, y algunas personas encuentran el silencio y el vacío difíciles de soportar. Antes de la guerra, en 1982, algunas de las granjas más grandes empleaban a docenas de hombres, y había asentamientos con cuarenta o cincuenta personas viviendo en ellas, pero la mayoría de esas personas ya no están, ya sea que se mudaron o emigraron. En estos días, hay una persona por cada doce millas cuadradas. Algunas de las casas antiguas están vacías y en ruinas; otros fueron sacados de los asentamientos, dejando no solo una pista de grava, porque la gente que vivía allí montaba a caballo.

En los bordes de las dos grandes islas, Malvinas Este y Malvinas Oeste, hay más de setecientas islas más pequeñas, algunas vacías, otras habitadas solo por una o dos familias: un par de casas, algunos generadores, una pista de aterrizaje. Hay fontanería e internet. Con un congelador lo suficientemente grande, podría quedarse aquí sin contacto durante meses. Por más tiempo, si sabes cómo vivía la gente aquí hasta hace muy poco: matando y descuartizando su propio cordero, ordeñando vacas, recolectando huevos de aves marinas y bayas diddle-dee, cavando turba en busca de combustible. Durante la guerra con Argentina, cuando la gente huía de la ciudad y aparecía en las granjas, no había mucha preocupación por alimentarlos ni a los soldados británicos que se refugiaron en gallineros y cobertizos. Los granjeros tenían huertos e innumerables ovejas, harina y azúcar en sacos de cincuenta kilos.

Durante ciento cincuenta años, cuando las Islas Malvinas fueron un puesto de avanzada distante del Imperio Británico, muchos hombres vinieron de las Tierras Altas de Escocia para trabajar como pastores, y las islas son extrañamente similares a las Shetlands o la Isla de Skye, lo sombrío, paisaje rocoso la tempestuosa lluvia; la cercanía del mar, como si un pedazo de Escocia se hubiera desprendido del Atlántico y se hubiera desplazado ocho mil millas al sur, pasando Irlanda, Portugal, Marruecos y Mauritania y Senegal, pasando las costas de Brasil y Uruguay, y llegado a descanse a unos cientos de millas al norte de la Antártida. Pero aquí, en los días en que el aire es muy fuerte y despejado, la gente sabe que un iceberg flotante debe estar cerca. Y aquí hay pingüinos en la orilla del agua: pingüinos rey de tres pies con baberos de yema de huevo; pingüinos de saltamontes en cuclillas con plumas negras y puntiagudas como pelo gelificado; Gentoos de fantasía. En marzo, mientras la plaga daba vueltas, los pingüinos no tenían nada que hacer. Estaban mudando, por lo que no podían nadar ni comer. La muda, decía la gente, era agotadora e incómoda. Los pingüinos estaban de pie en una multitud cerca de las olas, de espaldas al viento, esperando que se les cayeran las plumas.

Por otra parte, cuando llega la peste, puede que no haya escapatoria. Dos vuelos comerciales salen de las islas cada semana: uno a Punta Arenas, en el sur de Chile, los sábados, y uno los miércoles a São Paulo. Incluso en tiempos normales, estos vuelos a menudo se cancelan debido a los fuertes vientos en el aeropuerto, y ahora ambos se han detenido. Hay vuelos militares a Gran Bretaña, pero estos dependen de una escala para repostar, y tantos países han cerrado sus fronteras que durante varias semanas no hubo vuelos y las islas quedaron completamente aisladas. Solía ​​haber un bote que traía fruta y productos secos y correo una vez al mes desde Montevideo e hizo la ronda de los asentamientos, pero eso fue hace mucho tiempo. Se ha advertido a las personas que viven en las granjas más remotas que si se enferman, nadie podrá ir a buscarlas, por lo que aquellos en mayor riesgo se irán a la única ciudad, Stanley, en el este de Malvinas, si pueden.

Hasta hace poco, las Islas Malvinas eran una colonia casi feudal, en la que una Gran Bretaña arcadia del pasado estaba preservada en el microcosmos, una población de mil ochocientos habitantes, un territorio un poco más grande que Jamaica. Los isleños, casi todos de ascendencia británica, comían comida británica y plantaban jardines británicos, con macizos de flores y gnomos. Volaron Union Jacks desde sus autos e invernaderos. Se les dio muestras de patriotismo que eran raras en la madre patria: celebraron el cumpleaños de la reina y cantaban el himno nacional todos los domingos en la catedral. Cuando los isleños mayores hablaban de Gran Bretaña, incluso si nunca habían estado allí, y sus familias habían estado en las Malvinas durante cinco generaciones, lo llamaron "hogar".

John Fowler llegó en el barco de correo en 1971. Después de varios días terribles en el mar, se despertó a las cuatro o cinco de la mañana para descubrir que el barco estaba quieto. Subió a cubierta en pijama y vio que estaban amarrados en el embarcadero de Stanley, el pueblo a pocas calles de la empinada ladera sobre el puerto, pequeñas casas blancas con techos de colores, el aire que huele a humo de turba, y vio lo que parecían tres cuartos de la población reunida en tierra para saludar al barco. Para él, recién despertado y desorientado al aparecer en público con su pijama, era una visión de ensueño, en 1971, como Inglaterra veinticinco años antes, los hombres con corbata y mantas, las damas con el tipo de vestidos que recordaba. su madre usaba cuando él era un niño.

En ese momento, las Malvinas eran pobres y enfrentadas, perdiendo tanta gente por la emigración que parecía que la sociedad estaba en peligro de extinción, las islas abandonadas. Nadie sabía que, de hecho, estaba al borde de un cambio sorprendente: que, una generación después, sería irreconocible, su política transformada, su población duplicada y mezclada, su identidad mutando. Es la mosca de la fruta de las sociedades, un pequeño organismo social que se ha transformado a través de siglos de historia en veinte años.

Todo cambió para las Malvinas debido a una cadena de eventos iniciados por la decisión del general Leopoldo Galtieri, entonces presidente de Argentina, de invadir, en abril de 1982. Argentina había reclamado durante mucho tiempo las islas, que se encuentran a trescientas millas de su costa. , y aunque fue derrotado en la guerra, todavía los reclama. Sostiene que las Malvinas son una colonia ilegal, poblada por implantes enviados por Londres, y que las fuerzas británicas en las islas están allí para evitar que los isleños escapen a Argentina.

En un referéndum en 2013, todos menos tres votantes eligieron seguir siendo un territorio británico autónomo, pero las Malvinas ya no son tan británicas como antes. Se han convertido en un lugar donde las personas llegan de todo el mundo, por todo tipo de razones: vagabundos sin raíces, trabajadores transitorios, personas que huyen de la política en sus hogares. En febrero, llegó una pequeña delegación que representaba a un grupo de chinos de Hong Kong que estaban nerviosos por Beijing. Han aparecido varios sudafricanos blancos; A principios de marzo, un contratista divorciado de Ciudad del Cabo que había salido recientemente de diez años de prisión, en Kuwait, visitó oficinas en Stanley con una pila de tarjetas de visita. Pero la presión constante del reclamo argentino obliga a los isleños a exponer al mundo que son algo más que un grupo fortuito de colonos, que no comparten nada más que el terreno en el que viven.


Hasta hace trescientos años, las Malvinas estaban deshabitadas, excepto por lobos, focas y aves de la isla: pingüinos, cormoranes, skuas, tiranos terrestres de cara oscura. En 1690, un capitán británico, John Strong, hizo el primer aterrizaje registrado, pero no se quedó mucho tiempo. Se estableció un asentamiento francés en los años sesenta y sesenta, y se entregó rápidamente a los españoles. Durante algunos años en el mismo período, los británicos mantuvieron un puesto avanzado en la isla de Saunders, cerca de West Falkland, pero después de enfrentamientos con los españoles decidieron que no valía la pena el dinero y se fueron a casa, dejando una placa de plomo que afirmaba la soberanía británica. Los españoles mantuvieron una guarnición en el este de Malvinas durante cuarenta años a fines del siglo XVIII, y en los años veinte, con licencia de Buenos Aires, un comerciante de ganadería hugonote de Hamburgo contrató gauchos del continente y comenzó un acuerdo que duró algunos años hasta que fue destruido por un cañonero estadounidense. Los británicos recuperaron las islas en 1833, pero no fue hasta los años cuarenta cuando se estableció una ciudad en Stanley.

Después de eso, vinieron personas de todas partes en botes: criadores de ovejas de Inglaterra, pescadores de Escandinavia, cazadores de focas de Connecticut, balleneros, piratas. Durante la mayor parte de un siglo, el puerto de Stanley estaba abarrotado de barcos abandonados en el terrible viaje alrededor del Cabo de Hornos, la ruta tomada por los buscadores europeos en dirección a la fiebre del oro de California. Muchos marineros desertaron, traumatizados por su roce con la muerte, o simplemente por estar terriblemente mareados en el áspero pasaje desde Montevideo. Se escondieron en el campamento (una anglicización del campo, o "campo", en las Malvinas significaba en todas partes que no era pueblo) hasta que su barco se fue. Más tarde, la gente llegó en yates, navegaron en el puerto de Stanley en su camino a otro lugar y decidieron establecerse, una pareja de Australia, una familia de Francia.


The Lady Elizabeth, un barco con base en el extremo este del puerto de Stanley. Fotografía de Maroesjka Lavigne para The New Yorker.

Un hombre que vivió en una de las islas exteriores durante muchos años solía decir que había dos tipos de personas en las Malvinas: las del campamento, que en su mayoría descendían de granjeros que habían sido expulsados ​​de las Highlands durante los despejes, y eran trabajadores y honestos, y aquellos en Stanley, que descendían de personas expulsadas de barcos por mal comportamiento, y no se podía confiar en ellos. Pero había todo tipo en el campamento. Cuando Lionel Blake, conocido como Tim, era el gerente de Hill Cove Farm, en West Falkland, en los años sesenta, había delincuentes juveniles que trabajaban allí, uno de los cuales había venido a las Malvinas directamente de Borstal. No fue fácil lograr que las personas se mudaran ocho mil millas por un trabajo por contrato mal pagado, por lo que no podía ser selectivo. Tim hizo publicidad para pastores en Farmers Weekly y consiguió un trabajador siderúrgico, un jardinero y un proyeccionista de cine.

Así fue como vino mucha gente: respondieron un anuncio. Las Malvinas no eran un lugar al que la mayoría de la gente pensaba ir, o incluso había oído hablar, por lo que había que llamar su atención. En los primeros días, los administradores de las granjas publicaban avisos en periódicos de toda Gran Bretaña. Más tarde, la gente publicaría sus currículums en sitios de trabajo de hospitalidad como Catererglobal, o escribiría "trabajos en el extranjero" en Google. No conseguiste personas que dejaran mucho atrás. Incluso el propio Tim estaba allí porque era un tercer hijo y no había lugar para él en la granja de su padre en Somerset.

Tim era una nobleza de las Malvinas: su abuelo Robert Blake había comprado media participación en Hill Cove en los años setenta; vivió en la granja durante veinte años y tuvo ocho hijos. Poco antes del cambio de siglo, su cuerpo dañado por la artritis y los accidentes de conducción, regresó a Inglaterra, pero su parte de Hill Cove se quedó en la familia. Este era un patrón común: los primeros propietarios vivían en la tierra, pero en el siglo XX la mayoría de las granjas estaban en manos de terratenientes ausentes en Gran Bretaña, o de la Compañía de las Islas Malvinas, el equivalente de las Malvinas de la Compañía de las Indias Orientales, que combinaba el comercio con la gobernanza. El gobierno estaba dirigido por expatriados que no se mezclaban con los locales: los isleños de las Malvinas eran súbditos coloniales y fueron tratados en consecuencia. En el baile anual de mayo, la gente bailaba el vals y el foxtrot, y luego, a mitad de la noche, todos se movían a los lados de la sala para que el gobernador y su esposa y dignatarios invitados pudieran pasar por el pasillo mientras la banda tocaba "God Save la reina."

El plan de Tim era trabajar en Hill Cove durante cuatro años y ahorrar suficiente dinero para comprar tierras en algún lugar de Inglaterra. Pero, poco después de su llegada, conoció a Sally Clement, la hija de Wick Clement, otro administrador de la granja. Sally había crecido en West Falkland pero había sido enviada a un internado inglés a las doce. Cuando terminó allí, apenas conocía a sus padres y no quería volver. Quería estudiar historia en la universidad, pero sentía que no podía pedirle a sus padres que lo pagaran, y ¿qué habría hecho con un título de historia, de todos modos? Poco después de regresar a las Malvinas, conoció a Tim en una fiesta de Navidad. Fue una suerte que se gustaran, ya que casi no había nadie más en la isla que se hubiera podido casar.

En los primeros seis meses de Tim Blake en Hill Cove, encontró el ritmo mucho más lento que la agricultura inglesa que casi lo volvió loco. Había decenas de miles de ovejas, pero no había tierra cultivable en las Malvinas; todo era rocas y turberas, así que había mucho menos que hacer: no trabajar los campos, no arar y sembrar, ni cosechar. Los trabajadores agrícolas de Hill Cove siempre le decían que no era bueno entusiasmarse, que podía hacerlo mañana y hoy: tenía un año para hacer el trabajo de un año, y no había nada que pudiera hacer para cambiar el ciclo. Eventualmente, vio que esto era cierto, y llegó a amar la lentitud, el ritmo meditativo de los meses que pasaban: 

Tim: cabalgando detrás de un rebaño de ovejas, o caminando detrás de un rebaño de ovejas:
Sally: No podrías apurarlos.
Tim: No puedes apurarlos. Y tienes tiempo para, para que tu mente flote donde sea. Fue una vida absolutamente fabulosa.

Cuando caminaba detrás de las ovejas, siempre las estaba observando, buscando el tipo de movimiento incorrecto:

Tim: Te enojas con una oveja, se apaga y deja de ser algo pensante. Pero si dejas un pequeño espacio como ese en una cerca, alguien encontrará una salida y todo se irá.
Sally: Si le haces la oreja a un cerdo y los dispersas a todos.
Tim: Habrá alborotadores sobre. Cuando se reúne, siempre encontrará el extraño que no quiere entrar, y tendrá que ver esa oveja. Porque cuando la saques de un escondite no se dará por vencida. Pero para detener la propagación de ked, que era un parásito de la piel, tienes que ser despiadado: si dejas una oveja hoy y la matan, infectará a cualquier oveja con la que entre en contacto. Teníamos una regla en la granja que me enseñaron en el momento en que llegué allí: si una oveja se detiene, mátala.

También tenías que estar atento a otras cosas. En la primavera, las gaviotas y los buitres de pavo atacaron a los corderos, picoteando la parte inferior de la barbilla de un cordero hasta que le sacaron la lengua. Verías una oveja con sangre en su parte inferior donde el cordero había intentado chupar pero no tenía lengua para hacerlo. En aquellos días no matabas carne, aparte de los pocos animales que necesitabas para tu propio cordero, porque no había matadero en las islas y no había forma de llevar la carne al mercado, así que cuando una oveja era demasiado vieja para rendir buena lana, acabas de matarlo y arrojaste su cuerpo a la playa.

Durante los primeros veinte años que Tim Blake estuvo en Hill Cove, desde finales de los años cincuenta hasta finales de los setenta, la granja, al igual que las otras granjas en las Malvinas, se ejecutó en un sistema que progresivamente fue prohibido en Gran Bretaña por la legislación, el Camión Hechos, que se remontan al siglo XV. Los trabajadores agrícolas rara vez manejaban efectivo: se les pagaba en vales y tenían una cuenta de crédito en la tienda agrícola en el asentamiento. Al final del año, el administrador de la granja les diría cuánto dinero les quedaba después de restar sus compras; pagaría sus impuestos por ellos y depositaría lo que quedaba en una cuenta de ahorro del gobierno, o los ayudaría a invertirlo. El gerente podría ser la única autoridad local: realizó matrimonios y castigos asignados; se dijo que no mucho antes de que Tim Blake llegara a Hill Cove, un hombre fue despedido por silbar. Debido a que beber podría ser un problema, especialmente en invierno, cuando no había mucho que hacer, la tienda de la granja racionó las ventas de alcohol. Cuando un hombre se hizo demasiado viejo para el trabajo agrícola, tuvo que retirarse, lo que significaba que tenía que abandonar su casa en la granja y mudarse a Stanley. Pero había poco que hacer para los hombres retirados en Stanley, excepto ir al pub, y a menudo murieron poco después.

El administrador de la granja y su familia vivían en "la casa grande", con una criada, un cocinero y un jardinero. Los hombres casados ​​vivían en pequeñas casas en el asentamiento principal o en "casas exteriores", aisladas en partes distantes de la granja, donde podían atender a los rebaños que estaban cerca de ellos. Como parte de sus contratos, las familias fueron alojadas y se les dio cordero para comer y las vacas para ordeñar. Para variar, comieron huevos de pingüino, que eran redondos y grandes como pelotas de tenis; sabían a algas y sus yemas eran rojas. La educación en las islas fue irregular. Algunos de los asentamientos más grandes, con diez o quince niños, tenían una escuela, pero muchos niños tenían un maestro viajero, que podría vivir con ellos durante dos semanas cada dos o tres meses. Entre la generación anterior de administradores agrícolas, algunos consideraron imprudente educar demasiado bien a los niños agrícolas.

Los trabajadores agrícolas solteros vivían en una barraca con un cocinero. Con la excepción de la criada en la casa grande, puede que no haya mujeres solteras en ningún lugar cercano: alrededor del censo de 1973, en todo el oeste de Malvinas había una mujer soltera y cincuenta y un hombres solteros. Muchas mujeres se casaron con soldados británicos (había una pequeña guarnición de infantes de marina en el este de Malvinas) y abandonaron las islas; incluso si un hombre encontraba a alguien con quien casarse, la tasa de divorcios era excepcionalmente alta. Entonces, si un hombre resultó herido, probablemente sería la esposa del gerente quien se hizo cargo de él. Cuando Tony Smith aplastó su mano bajo la correa de transmisión de un generador en Port Stephens y la sangre brotaba de las puntas de sus dedos, fue la esposa del administrador de la granja quien calentó una aguja sobre la llama de una vela y la atravesó con cada una de sus uñas para liberar la presión

Si no hubiera suficientes hombres casados ​​para vivir en las casas exteriores, a veces un solo hombre viviría allí solo, sin ver a nadie durante semanas a la vez. Había un pastor afuera que vivía solo en una granja en West Falkland, alrededor de los años cincuenta, que cayó muy enfermo y pensó que se estaba muriendo, así que dejó salir a sus perros y alimentó a sus gallinas, se tumbó en la cama y se cruzó de brazos. pecho, y esperó la muerte, pensando que tarde o temprano alguien lo encontraría. Después de un tiempo se sintió mejor y se levantó de nuevo, y la historia todavía se contaba décadas después. Todos pensaron que era gracioso.

Había una intimidad comprimida en los asentamientos, tanto sofocante como envolvente: podría haber pocos secretos en lugares tan pequeños, y las familias dependían unas de otras para recibir ayuda. Si alguien se enferma, podrían pasar un par de días antes de que el médico lo contacte; las entregas llegaron raramente, por lo que la gente tuvo que pedir prestado. Todos los años después de que terminara la esquila, un asentamiento en cada una de las islas principales organizaría la Semana del Deporte, y las familias de los agricultores se unirían para celebrar. Durante el día, hubo carreras de caballos y competencias de esquila y pruebas de perros pastores, a veces alimentados con gin-tonics para el desayuno, y por la noche bebían y bailaban hasta las cuatro o cinco de la mañana. No había lugar para quedarse aparte de las casas, por lo que podría haber veinte personas durmiendo en dos o tres habitaciones, apiñadas en el suelo. 



Ailsa Heathman, isleña de quinta generación, en su granja, Estancia. Fotografía de Maroesjka Lavigne para The New Yorker.

Hasta los años ochenta no había caminos en el campamento, por lo que la mayoría de la gente andaba a caballo. Algunos tenían Land Rovers, pero el suelo estaba tan húmedo que siempre se quedaban atrapados en los pantanos. No había muchos puntos de referencia para conducir, y la niebla a menudo oscurecía los pocos que había, por lo que la gente aprendió a navegar mirando el suelo. No importa cómo viajaste, te llevó horas llegar a algún lado, así que cuando pasabas por una casa te detenías a comer o a dormir. Se esperaba que cualquier persona que viviera fuera de un asentamiento pudiera tener una comida y una cama para pasar la noche.

Durante mucho tiempo rara vez sabías cuándo venía alguien, porque no había teléfonos en el campamento y el correo llegaba una vez al mes. Cuando el barco de correo traía cartas para una de las islas exteriores, alguien en el continente encendía fuegos para que la gente supiera de dónde provenían las cartas: un incendio para el local, dos para Inglaterra. Más tarde, cuando el correo de una isla exterior llegó a Stanley, se clasificó en sacos, que luego se arrojaron por la puerta de un avión a la isla. En 1950, el gobierno estableció un servicio de radio teléfono que unía cuarenta granjas; El inconveniente y el encanto de este sistema era que las personas podían escuchar las llamadas de los demás. Todas las mañanas a las diez, un médico en Stanley realizaba consultas por teléfono, y todos dejaban de hacer lo que hacía y se sentaban alrededor de la radio con una taza de té para escuchar a los isleños describir sus toses y dolores y ginecología. problemas e intestinos irritables.

Los enormes cambios que impulsaron a las Islas Malvinas a través de dos siglos de historia en veinte años en realidad comenzaron poco antes de la guerra, a fines de los años setenta, cuando Tony Heathman aprendió a esquilar ovejas. Las raíces de Tony en las islas se remontan tan lejos como las de Tim Blake, pero provenía de trabajadores agrícolas, no de la nobleza: creció principalmente en Cape Dolphin, en el este de Malvinas; su padre era un pastor externo. Dejó la escuela a los quince años, en 1964, trabajó en la granja de Port San Carlos, luego fue a Stanley en el invierno de 1968 y cortó turba.

Siempre había querido aprender a esquilar ovejas al estilo moderno de Nueva Zelanda, pero no había nadie en Puerto San Carlos para enseñarle. Luego escuchó que en Goose Green había dos gerentes recién llegados de Nueva Zelanda, así que consiguió un trabajo allí y comenzó a aprender. El método fue elegante, preciso, cada movimiento coreografiado para obtener la máxima velocidad y el mínimo esfuerzo: el esquilador parado en lugar de arrodillarse, el animal agarrado entre sus piernas, el esquilador tomando la pierna derecha delantera de la oveja con su mano izquierda, el primer golpe de la máquina se corta hacia abajo dentro del costado, estirando la piel del vientre hacia arriba, cubriendo las tetinas por dos golpes por la entrepierna hacia el centro, luego girando las ovejas, dos golpes sobre el moño y sobre cada ojo, pasa. Luego sopla la falda, el cuello es de lana y sube por la garganta, redondeado hacia un lado de la mejilla, corto debajo de la oreja, la cabeza de la oveja sobre la rodilla del esquilador; luego se bajó la pierna y el calcetín se despegó, las ovejas volvieron a dar el largo golpe en la espalda y bajaron por la pierna, el golpe más largo en la esquila, para que el vellón se despegara de una pieza, como un abrigo de cobertizo.

Tony pasó un par de años perfeccionando sus habilidades en Goose Green, y luego, a principios de los años setenta, se unió a otros dos hombres para formar una pandilla de esquila, la primera en las Malvinas. La idea era ir de granja en granja como esquiladores independientes, cobrando ocho peniques por oveja, que era mejor dinero que ser pastor. La pandilla de esquila también funcionó mejor para las granjas, porque bajo el antiguo sistema tenían que emplear a un gran número de trabajadores para la fiebre de la esquila, que luego no tenían mucho que hacer durante el resto del año.

Las pandillas llegaron justo a tiempo, porque las granjas estaban en problemas. Mientras que en las décadas anteriores los precios de la lana habían sido altos y las Malvinas habían aportado más ingresos fiscales al tesoro británico de lo que habían costado en inversión, a fines de los años setenta el precio de la lana se había desplomado. En 1975, el Ministerio de Asuntos Exteriores envió a Lord Shackleton, un ex líder del Partido Laborista en la Cámara de los Lores e hijo del explorador antártico Sir Ernest Shackleton, a las Malvinas para evaluar sus perspectivas. Shackleton recomendó que el gobierno de las Islas Malvinas compre las grandes granjas a sus propietarios ausentes, las divida en lotes lo suficientemente pequeños como para ser administrados por una sola familia y los venda a los isleños. Los propietarios ausentes estaban encantados de deshacerse de sus propiedades fallidas, y el plan de Shackleton se puso en práctica gradualmente.

Unos años después de que Tony Heathman se uniera a la pandilla de esquila, se casó con una mujer llamada Ailsa, a quien había conocido toda su vida: su hermana estaba casada con su tío. Ambos eran isleños de quinta generación, descendientes del lado de sus madres del mismo hombre, William Fell, quien llegó a las islas desde Escocia alrededor de 1859. Ailsa había crecido en el Rose Hotel, un pub en Stanley donde sus padres y su abuela corrió, pero pasó todos sus veranos con parientes que trabajaban en Green Patch, una granja en el este de Malvinas.

Como sucedió, Green Patch fue la primera de las grandes granjas que se subdividió después del informe Shackleton. La Compañía de las Islas Malvinas lo vendió al gobierno, y en 1980 el gobierno dividió sus setenta y dos mil acres en seis propiedades de alrededor de doce mil acres cada una. Tony y Ailsa aprovecharon la oportunidad de tener su propia granja. En los años que Tony había estado en la pandilla de esquila, Ailsa había estado trabajando como rousie, acumulando la lana en los cobertizos, y en la temporada baja vivían en una caravana y conducían alrededor de Goose Green reparando cercas. Podrían ganar cien libras al día entre ellos si tenían suerte, y habían ahorrado la mayor parte.

Solicitaron una de las tenencias, Estancia, y se les ofreció un contrato de arrendamiento por quince mil libras. Pero administrar su propia granja no era lo que habían imaginado. El primer invierno fue duro y perdieron muchas ovejas. Debido a que la tierra era tan pobre, solo podía albergar a tres mil ovejas, pero necesitabas un mínimo de seis mil para hacer viable la granja. Los precios de la lana siguieron bajando. Tony y Ailsa no podrían haberse librado de la granja, porque no podrían haberla vendido por dinero suficiente para comprar un lugar en Stanley, por lo que recortaron todos los lugares en los que pudieron pensar y se quedaron.

No estaban solos: el ambiente en todas partes en las islas era sombrío. Se había vuelto obvio para los isleños que Gran Bretaña los consideraba un problema. Durante años, el Ministerio de Asuntos Exteriores los había estado empujando más cerca de Argentina, haciendo arreglos para que los bienes y servicios vinieran de allí en lugar de Gran Bretaña. Argentina, cuyo gobierno había sido tomado recientemente por una junta militar, se había vuelto cada vez más belicoso en el tema de la soberanía, y lo último que Gran Bretaña quería era una disputa internacional sobre algunas rocas distantes de las que nadie había oído hablar. A los isleños les pareció claro que Gran Bretaña planeaba en algún momento simplemente entregarlos. A finales de 1980, un ministro del Ministerio de Asuntos Exteriores visitó Stanley y propuso a una aprensiva audiencia en el ayuntamiento que las Malvinas se entregaran a Argentina en un acuerdo de "arrendamiento" a largo plazo, similar al que Gran Bretaña y China tenían para Hong Kong No mucho después, la Cámara de los Lores votó para rechazar la ciudadanía británica de los isleños. "En un lugar donde la gente se ha dado cuenta de que la lealtad expresada durante muchas generaciones se olvida rápidamente", escribió Penguin News, en un editorial amargo, "no les sorprende que hayan sido empujados un poco más al frío".



Si las granjas estaban fallando, y Gran Bretaña probablemente las traicionaría a los argentinos, ¿qué quedaba por quedarse? La gente comenzó a hacer planes para salir: los trabajadores por contrato volvieron a Gran Bretaña; las personas con suficientes ahorros emigraron a Nueva Zelanda, pero muchos isleños no tenían el dinero para comenzar de nuevo en un nuevo país, y habían estado en las Malvinas durante tantas generaciones que ya no tenían vínculos con Gran Bretaña ni en ningún otro lugar. ¿A dónde se suponía que iban a ir?


El 1 de abril de 1982, el gobernador de las Islas Malvinas, Rex Masterman Hunt, recibió un telegrama del Ministerio de Relaciones Exteriores: “Tenemos evidencias aparentemente confiables de que un grupo de trabajo argentino se reunirá en Cape Pembroke temprano en la mañana de mañana. Deseará hacer sus disposiciones en consecuencia. Hunt había evacuado de Saigón en 1975 y recordó cuánto tiempo llevó triturar documentos, por lo que inmediatamente ordenó que comenzara la trituración; luego llamó a la radio y les dijo a los isleños que esperaran una invasión pero que no fueran inquisitivos y salieran, ya que solo estarían en el camino. Patrick Watts, el jefe de la estación de radio, anunció que seguiría transmitiendo, intercalando música con noticias; la gente comenzó a llamar para informar lo que estaban viendo, y él transmitió las llamadas. Al día siguiente al amanecer, los argentinos aterrizaron y marcharon hacia Stanley. Después de una breve resistencia, el gobernador se dio cuenta de que luchar contra la pequeña fuerza de defensa de las islas era inútil y se rindió. Los argentinos declararon que habían venido a liberar a las islas del colonialismo y ordenaron que se enseñara a las escuelas en español y que todos condujeran por el lado derecho de la carretera.
Anuncio

Durante las primeras horas, nadie sabía si Gran Bretaña vendría a defenderlos o no. Que Argentina invadiría cuando Gran Bretaña había pedido más o menos entregarlos hizo que el régimen del país pareciera aún más loco; la gente en Stanley comenzó a hablar sobre hacia dónde podrían huir si Gran Bretaña capitulaba. Algunos comenzaron a empacar frenéticamente para evacuar al campamento, aunque los argentinos también estaban en el campamento, obligando a la gente a abandonar sus hogares, llevándolos a los edificios, exigiendo comida y vehículos. Más tarde ese día, los isleños se enteraron de que Margaret Thatcher, la primera ministra británica, había decidido enviar a la Armada, después de todo, aunque tomaría muchos días llegar allí.

Los isleños hicieron lo que pudieron para socavar al enemigo. Reg Silvey, el farero de Cape Pembroke y un radioaficionado, manipuló una antena desde una línea de lavado con núcleo de acero y transmitió información de las tropas a los británicos. Terry Peck, un policía, escondió una cámara de teleobjetivo en una tubería de desagüe y caminó tomando fotografías de los sitios de misiles argentinos. Un granjero llamado Trudi McPhee condujo una caravana de isleños en Land Rovers y tractores a través del territorio hostil por la noche a través de Malvinas del Este hasta la granja de Tony y Ailsa, donde las tropas británicas necesitaban vehículos para transportar armas. Eric Goss, gerente de Goose Green, convenció a los soldados argentinos de que las luces de los barcos británicos en Falkland Sound eran luz de luna reflejada en las algas.

Una casa en Goose Green, un asentamiento en Lafonia, la península que forma la parte sur del este de Malvinas. Fotografía de Maroesjka Lavigne para The New Yorker.

El conflicto duró setenta y cuatro días; murieron alrededor de seiscientos cincuenta argentinos y doscientos cincuenta británicos, así como tres isleños de las Malvinas. El catorce de junio, Argentina finalmente se rindió. El comandante de las fuerzas terrestres británicas envió un mensaje a Londres: “Las Islas Malvinas están una vez más bajo el gobierno deseado por sus habitantes. Dios salve a la reina."