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domingo, 14 de julio de 2024

Los días previos a la guerra

Los días previos a la guerra






Así es como han sucedido los hechos, que llevaron a que la Argentina reaccionara y recuperara las islas:

Tras analizar anteriormente los motivos por el cual Argentina y Gran Bretaña llegaron a la guerra ("Causas"), veremos como el proyecto de la Junta Militar cambia abruptamente de planes, tras la provocación británica.

La empresa argentina Georgias del Sur S.A., administrada por Constantino Davidoff, negoció en 1979 con una empresa de Edimburgo, Christian Salvensen Limited, con el objetivo de desguazar las instalaciones de factorías balleneras instaladas en Leith, Stromness y Husvik, ubicadas en la isla San Pedro (Georgias del Sur). Tras la firma, las autoridades británicas en las islas fueron noticiadas del hecho, sin provocar protesta alguna.
En diciembre de 1981, tras habérsele negado la Embajada británica de Buenos Aires, viajar con un transporte a las islas, Davidoff pide al gobierno argentino se le facilitara aprovechar la expedición anual del Rompehielos Alte. Irizar hacia la Antártida para que efectuara una parada en Georgias. Aunque el gobierno inglés fue notificado de lo que sucedería, optó por no proceder ni realizar incidentes, ya que creía que cualquier movimiento empeoraría la situación con Argentina, que ya estaba muy delicada. Por tanto, aceptaron la llegada de Davidoff a las islas, junto a 6 personas. La permanencia allí fue de tan solo 7 horas. Al llegar a Buenos Aires, el empresario envía una nota ante la Embajada británica alegando que su único objetivo era terminar sus negocios lo antes posible sin provocar problema alguno y pide que se le asesore en cuanto a como proceder a futuro, ya que pensaba terminar sus trabajos comerciales.
Por su parte la intención del gobierno argentino era justamente, evitar cualquier inconveniente respecto al tema con Davidoff. Al parecer, ninguno de los dos países quería problemas, sin embargo, veremos más adelante que Gran Bretaña cambió de parecer.



Davidoff, decide entonces emprender su viaje a las Georgias con su grupo de obreros, (entre ellos españoles, chilenos y uruguayos). Avisa previamente el día 11 de marzo a la Embajada británica que se hará presente en Georgias y que será embarcado en el ARA Bahía Buen Suceso. Que el buque no tenía propósitos militares ni armamento y que su utilización sería solo comercial. La embajada autorizó el viaje y no objetó los motivos del mismo. Los hombres de Davidoff estaban provistos de las "tarjetas blancas", que era el elemento a usar por los isleños que viajaban al continente y por los argentinos a Malvinas, según lo establecía el Acuerdo de Comunicaciones firmado en 1971 por ambos países. El mismo 11 de marzo zarpa el "Bahía Buen Suceso" a las Georgias, Davidoff quedaría en Buenos Aires.
Veremos como el gobernador de las islas Rex Hunt, con una serie de mensajes falsos y exagerados, provoca el accionar del gobierno británico, seguido del manejo de la prensa inglesa, manipulada por los intereses de los grupos económicos que manejaban las islas. Sumado a esto, la Embajada británica en Buenos Aires, realiza un doble discurso: a la Argentina le afirma que el incidente estaba superado, mientras que por el otro lado, incitaba al gobierno de Thatcher a tomar medidas injustificadas, para desalojar a los trabajadores de la isla.
Son entonces el gobernador, la prensa, y la embajada que instan a que el gobierno imperial tome medidas, sin interiorizarse en el tema ni tratando de resolver el incidente directamente con Argentina. Grave error si es que se pretendía llegar a un arreglo. Aunque sabemos, como ya se ha explicado, había intereses en juego, que harían que el gobierno de Thatcher, se viera interesado en crear un conflicto bélico.

Aquí comienza la historia...

 

19 de Marzo


Desembarca por la mañana, el ARA Bahía Buen Suceso en las Georgias, que llevaba 41 operarios, que permanecerían unos cuatro meses realizando las tareas de desmantelamiento de la fábrica que había sido adquirida por Davidoff. No había militares allí. Se produce el izado de una pequeña bandera Argentina sobre una estructura de carpintería. Al rato, cuatro hombres del "BAS" British Antartic Survey, se hacen presentes y exigen que se arriara la bandera, que volvieran a cargar el material desembarcado al buque y se trasladaran a la capital de las Georgias, Grytviken, para solocitar el permiso de desembarco. Acto seguido la bandera es arriada.
Aquí Gran Bretaña comienza a declararle la guerra a la Argentina, ya que amenaza con el uso de la fuerza, sin motivo alguno.


20 de Marzo


Se presentan nuevamente los británicos, entregando un manuscrito sin membrete. El texto no contenía sanción ni intimación alguna. El encargado del grupo envió el texto a Buenos Aires para pedir instrucciones, una vez obtenidas, no pudieron dar respuesta a los miembros del BAS, porque se habían retirado del lugar. El mismo día el gobernador de las Malvinas, Rex Hunt, informa a Londres que un grupo de civiles y militares había desembarcado en Puerto Leith, izado una bandera argentina y efectuado disparos de armas de fuego (para cazar ciervos), los cuales ante la intimación que se retiraran, respondieron que poseían autorización de la Embajada británica en Buenos Aires. Expresó además, que según él, la Armada Argentina utilizaba a Davidoff para encubrir su presencia en la isla. Acto seguido, el embajador británico en Buenos Aires, el mismo que había aceptado la llegada de los obreros el día 11, ordenó al gobierno argentino que debía retirar a la gente desembarcada y al buque de guerra, de lo contrario se tomarían las medidas del caso. Argentina responde que el buque "Bahía Buen Suceso", no era un buque de guerra, sino de transporte, y que zarparía de Leith el día 21, al completar su descarga, y que además, no había militar alguno allí. Recordemos que el día 11 de marzo, se le envió al Embajador todo los detalles de la estadía, y que el mismo aceptó.

21 de Marzo

 
Zarpa de regreso el ARA Bahía Buen Suceso, dejando el grupo de Davidoff en tierra, para seguir con sus tareas. Zarpa de Malvinas, el buque HMS Endurance, con 22 marines a bordo y bien armados. He aquí el primer movimiento de tropas, y que es realizado por GRAN BRETAÑA. Una nueva declaración de guerra, tras la amenaza del día anterior.


22 de Marzo


La prensa británica califica las acciones como una invasión argentina a las Georgias. El gobierno argentino tras arduas reuniones en la Embajada británica logra aclarar la situación, y el embajador Williams consideró que el incidente ya estaba superado.


23 de Marzo

 
Se ubicaron dos buques atómicos ingleses en los alrededores de las Islas Malvinas, en lo que más adelante sería la "zona de exclusión". Además de los buques de tropas Biscoe (68 soldados a bordo) y Branskfield (buque polar) que zarparon rumbo a las islas (desde Chile y el otro buque navegaba ya a la altura de Uruguay). Londres ordena expulsar a los obreros de la isla con el uso del HMS Endurance y además declara que enviará nuevos buques de guerra al Atlántico Sur. Acto seguido Davidoff pide al gobierno argentino que se protegiera al grupo de trabajo, es por eso que se decide enviar al ARA "Bahía Paraiso", que estaba en plena campaña antártica para proteger a los civiles. El gobierno argentino cita al embajador Williams para intentar hacer entender las verdaderas intenciones, ya que de seguir el curso de las acciones, se provocarían consecuencias imprevisibles. Gran Bretaña responde que Argentina debía retirarse de la isla, ya que de lo contrario aplicaría la fuerza.


24 de Marzo


"El tiempo se les está acabando" ,
expresó el embajador Williams a las autoridades argentinas, "deben ir a Grytviken a sellar sus pasaportes". Costa Méndez contesta que no hacía falta sellar pasaporte, puesto que los hombres poseían sus respectivas "tarjetas blancas", y que los obreros no serían retirados. El gobierno argentino decide implementar la hipótesis planeada para desembarcar en Malvinas a fin de 1982, para llevarla a cabo lo antes posible (ver "causas").


25 de Marzo


Gran Bretaña, a través de su Primer Ministro Margaret Thatcher, decide alistar siete buques de guerra que se encontraban realizando ejercicios en Gibraltar, para llevarlos a las islas.
 Una nueva declaración de guerra, con otro nuevo movimiento de tropas.


26 de Marzo

 
Zarpa de Leith el "Bahía Paraiso", dejando a 14 soldados argentinos armados solo con fusiles, para proteger a los obreros. En Puerto Belgrano se preparan los buques argentinos para llevar a cabo una posible acción de recuperar las islas. Se decide en últimas horas del día, tomar las islas, según el plan de febrero del 82, ya que: Gran Bretaña se negaba a negociar, y estaba enviando refuerzos militares; la falta de honestidad con que llevó el Reino Unido el incidente de las Georgias; exagerar el incidente y aprovecharse de la situación para congelar el diálogo por la soberanía.
Por tanto quien hostiga, amenaza e intenta utilizar la fuerza es GRAN BRETAÑA, el Imperio mostraba una vez más su hilacha, para provocar el conflicto armado. El 26 de Marzo se decide actuar. De otra forma si Agentina no actuaba perdería las islas y su reclamo por INACCIÓN, según lo expresado en el derecho internacional por la doctrina de Stoppel: "Renuncia por parte de un estado, por inacción frente al acto soberano de otro, a todos los derechos alegados hasta la fecha con relación a un área en disputa."


28 de Marzo


Por la mañana, zarpa la Fuerza de Desembarco argentina rumbo a las Islas Malvinas, 911 hombres a bordo. A mediodía zarpó toda la Flota Argentina, para lograr entre los días 1 o 2 de abril, recuperar las islas. La operación sin embargo, podía ser cancelada hasta el día 1 de abril a las 18 horas, si es que llegaba a prosperar una negociación, que a esas alturas sería tan solo obra de un milagro. Gran Bretaña aprovisiona con alimentos y armamentos para 70 días a los buques ingleses de Gibraltar para enviarlos al Sur, ellos son las Fragatas y Destructores: HMS Antrim, HMS Arrow, HMS Brilliant, HMS Coventry, HMS Glamorgan, HMS Glasgow, HMS Plymouth, HMS Sheffield. Se dirigirían rumbo a Ascensión el día 2 de abril. Es la denominada "Flota de Avanzada".


29 de Marzo


Hasta ahora, se desconoce la zarpada de los buques argentinos. Gran Bretaña envía con rumbo a las islas al RFA "Fort Austin", buque de abastecimiento, junto con dos helicópteros Sea King. El submarino atómico HMS Spartan, también zarpa de Gibraltar. Sandy Woodward es nombrado Jefe de la Flota de la Marina británica para dirigir la campaña.


30 de Marzo


EE.UU. toma conocimiento sobre el movimiento de tropas argentinas.


31 de Marzo


A las 12:57, la Flota Argentina puso proa al rumbo 90°, lo que la llevaría al norte de las islas Malvinas, se estaría en condiciones de desembarcar el 2 de abril por la madrugada. Como Gran Bretaña ya conocía los movimientos gracias a la ayuda norteamericana, Argentina pensó que la recuperación se complicaría ya que la operación denominada "Operación Virgen del Rosario", debía ser sorpresiva, rápida e incruenta, perdiendo como vemos, su primer objetivo y sabiendo que los ingleses los esperarían.


1° de abril


A las 21:15, comienza a ejecutarse la operación, con el transbordo de los comandos anfibios embarcados en el ARA "Santísima Trinidad", a los botes de goma que los llevarían a la playa. El submarino inglés Splendid se dirige desde Gibraltar a Malvinas.


2 de abril


Argentina recupera las islas. Gran Bretaña ya tiene a la "Flota de Avanzada" rumbo hacia la Isla Ascensión. La Real Fuerza Aérea, tiene desplazando a la gran mayoría de sus aeronaves, realizando un puente aéreo "Gibraltar-Ascensión".

El 5 de abril, ya estaba todo decidido, y desde Gran Bretaña zarpa la flota principal, el Grupo de Tareas con los dos portaaviones y decenas de embarcaciones que más tarde se unirían al mando del Alte. Woodward, con el resto de los buques que habían zarpado a fines de Marzo.
Los británicos solo aparentaron desde el 2 de abril al 1° de mayo resolver el tema vía diplomáticamente para darle tiempo a su flota que llegara a Malvinas, mientras desde Argentina pensábamos que podía haber paz, los ingleses desde fines de Marzo sabían como iba a terminar todo esto y nunca intentaron llegar a un arreglo pacífico. Es el Imperio anglosajón quien debería de ser acusado de violar la paz y los derechos humanos y atormentar a la Nación Argentina por provocar un conflicto armado.
Esto prueba que si Argentina no reaccionaba ante la agresión de marzo, se aplicaría la doctrina del ESTOPPEL, que es la renuncia por parte de un estado, por inacción frente al acto soberano de otro, a todos los derechos alegados hasta la fecha con relación a un área en disputa, como ya se ha explicado arriba.
Cuando el gabinete de Margaret Thatcher agredió gratuita e innecesariamente a la Argentina en las Islas Georgias desde el día 19 de marzo de 1982, nuestro país respondió a esa agresión recuperando militarmente las Islas Malvinas, usurpadas desde el 3 de enero de 1833. Ceder al ataque de las Islas Georgias, o no contestarlo hubiera significado la inmediata aplicación de la Doctrina del Estoppel. Es decir, habríamos renunciado por inacción a todos los Derechos alegados hasta la fecha sobre nuestra soberanía en el Atlántico Sur.
Si Gran Bretaña atacaba a Argentina, despojando a los civiles de las Georgias, ante los ojos del mundo, quedaría visto como un grave error, una agresión injustificada. Es por ello, que provoca la acción militar del 2 de abril, y así poder llevar a un conflicto bélico, sin pensar en las consecuencias que ello provocaría. La acción argentina del 2 de abril, fue justificada por la ONU y el derecho internacional, como se explicó en el párrafo de arriba. La misma Corte Suprema de la Nación, en un fallo contra el reclamo del empresario Davidoff, ha dicho que Argentina actuó en defensa legítima de sus derechos, y no por conveniencia u otro motivo. "Otro motivo", hubiera alejado el apoyo de las principales potencias extranjeras y del resto de las naciones que elogiaron la actitud argentina. Si como dicen algunos hoy en día, Argentina hubiese sido la agresora, entonces la ONU le hubiera dado la espalda, y hubiese obtenido el repudio mundial. Justamente, sucedió lo contrario.
 

Pues, el lector podrá ahora de una vez por todas, sacar sus propias conclusiones, estos han sido los hechos como sucedieron realmente.
 

Fuentes informativas:

Informe británico Lord Franks
Corte Suprema de la Nación
Entrevistas a Constantino Davidoff
Diarios y revistas de la época
 

viernes, 8 de abril de 2022

2 de Abril: Horacio Nuñez (APCA), una de las caras más conocidas del desembarco

Un comando cuenta cómo fueron los combates del 2 de abril en Malvinas: “Volvería a jugarme la vida por la patria”

Horacio Nuñez era Cabo 1° de la Armada y fue uno de los 84 comandos anfibios de la infantería de Marina que desembarcaron el 1 de abril por la noche y reconquistaron las islas la mañana siguiente. La llegada en los botes. El ataque al cuartel de los Royals Marines. La bandera en las islas. La lucha en la casa del gobernador y la muerte del Capitán Giachino. Y la foto sonriendo después de la tarea cumplida
Horacio Nuñez en su casa natal de Ituzaingó, en Corrientes, con la foto que lo hizo conocido en 1982 después de reconquistar las islas Malvinas (Nicolás Stulberg)

El 1 de abril de 1982, exactamente a las 21:18, 84 comandos anfibios y buzos tácticos de la Armada se zambulleron en dos kayaks y botes de goma desde el buque ARA Santísima Trinidad, que había detenido sus motores, hacia la oscuridad de la bahía Enriqueta. Iban camuflados y bien pertrechados: cada uno llevaba las granadas que podía acarrear y 1500 municiones para su fusil. Iban al mando del capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y su segundo, el capitán de fragata Pedro Giachino. Intentaron el desembarco en un pequeño arroyo llamado Mullet Creek, pero los cachiyuyos -una suerte de algas- se enredaban en los botes. Lo hicieron en la zona de Lake Point, a la que bautizaron “Playa Verde”. El primero en pisar suelo malvinense fue el capitán de fragata Carlos Cerqueira. Se aseguró la zona y se colocó una señal infrarroja. Entre el grupo que arribó en los 20 botes restantes se encontraba Horacio Nuñez. Tenía 24 años, era Cabo 1°, llevaba seis dentro de la Armada y participaba del curso de comando anfibio cuando fue convocado, sin saberlo, a la Operación Virgen del Rosario.

Cuarenta años después, Nuñez está en Ituzaingó, Corrientes, donde nació. Tiene, en su brazo izquierdo, un enorme tatuaje: las islas pintadas de celeste y blanco y un ancla cruzándolas. Este verano peleó otra guerra, esta vez contra el fuego. Pero su paso breve y decisivo por Malvinas será eterno. La tensión, para él, llegó desde el primer momento que bajó del bote, munido de su FAL, con cuatro granadas de mano y dos antitanque en el arnés y munición a granel en la mochila: “Habíamos atravesado una tormenta y yo me mareaba. Además la turba es acolchada. Así que cuando bajé a la isla era como que iba caminando en el aire, aunque la mochila era bastante pesada. ¡Pero no sabía si era la turba o si era yo!”.

Vehículos anfibios en Puerto Argentino tras el desembarco del 2 de abril de 1982

Nuñez habla bajo, es sincero hasta para admitir sus propias debilidades, no hay estridencias en él. Ni tiene falsa modestia ni vende un Rambo. A veces tensa los músculos cuando un recuerdo fuerte lo atraviesa. Tiene los mismos ojos achinados que en la famosa fotografía que ilustró la recuperación de las islas. Sólo una barba candado y el pelo raleado delatan que ya son cuatro las décadas que transcurrieron. Y su propia historia: está casado con Ana María. tiene un hijo, Nahuel Horacio y cinco nietos: Mayte, Ian, Nahomi, Máximo y Lucille. Se retiró de la Infantería de Marina hace 11 años y vive en Bahía Blanca.

El 28 de marzo embarcó en el destructor Santísima Trinidad en Mar del Plata. A pesar que la reconquista de las islas lo tomó por sorpresa, según dice, habían entrenado duro en Sierra de los Padres poco antes, lo que luego descubrió como un indicio. “Hicimos una semana de instrucción con navegación nocturna, supervivencia. Para nosotros era algo normal. Pero si van al terreno, van a ver que esa zona, cerca de Balcarce, es muy parecida a Malvinas, excepto que hay árboles. Y el clima, por supuesto. Pero las piedras, cómo caminar de noche y esas cosas, nos ayudaron…”, cuenta.

Ya en plena navegación, los comandos anfibios y los buzos tácticos pensaban que iban a Tierra del Fuego “por el despliegue, y porque en el 78 estuvimos muy cerca de la guerra con Chile por el Beagle, pensamos que era por ahí la cosa. Nunca imaginamos Malvinas. Pero cuando recibimos la orden que íbamos a recuperar las islas, hubo una algarabía total en toda la tripulación”.

Cómo tomaron el cuartel inglés de Moody Brook (Video: Matías Arbotto)

El paso del tiempo va aguando la memoria. Nuñez no recuerda la fecha exacta en que se enteró del verdadero destino. “El 30 habrá sido… Se que se modificó el día porque los ingleses se habían enterado del desembarco y nos estaban esperando. Digo esto porque el coronel Seineldín tenía como objetivo la casa del gobernador, pero en su sección la mayoría eran conscriptos. Entonces cambiaron. A él le ordenaron que tome el aeropuerto y al capitán Giachino la casa del gobernador. Nos dividimos en tres grupos: el otro, en el que estaba yo, tenía como objetivo a Moody Brook”.

En efecto, el 30 de marzo la inteligencia británica alertó al gobernador de las islas, Rex Hunt, la inminencia del ataque. Los Royals Marines, cuyo cuartel general estaba en Moody Brook -a unos 4.5 km de Puerto Argentino-, se prepararon para defender las islas. Ya el 1 de abril, el faro fue apagado y las radiobalizas del aeropuerto local dejaron de funcionar. Por la noche, la oscuridad total recibió a Nuñez y los comandos anfibios. Apenas la mortecina luz de luna dejaba adivinas las siluetas. Eso, y los visores infrarrojos que usaban los destacados en la vanguardia. “Ser un comando significa formar parte de las fuerzas especiales, se necesita mucho carácter, mucha instrucción, mucho estado físico. Nosotros, dentro de nuestras habilidades, tratamos de desarrollar el oído, el olfato y el tacto, porque en la oscuridad nos desplazamos. Nos ayuda al tocar algo que no vemos. A oír voces y movimientos. Y a oler. Cuando uno está en territorio enemigo, éste puede estar oculto, pero come, y la comida se huele. El que está acostumbrado a estar en el campo, olfatea la comida. Y entonces, algo hay ahí…”, dice, y entrecierra los ojos.

Infantes de Marina luego del desembarco en Malvinas el 2 de abril de 1982

En Lake Point se dividieron. El capitán Giachino y sus hombres marcharon a tomar la casa del gobernador. El capitán de corbeta Sánchez Sabarots y los suyos -entre ellos Nuñez- partieron rumbo a Moody Brook, donde pensaban que estaría la mayor resistencia. Empezaron a caminar cerca de las 23 hs. Lo hicieron “en sigilosa”, como dice el veterano comando. Casi sin hablar ni hacer ruido, llegaron al cuartel británico después de caminar unas cuatro horas. Allí, el diablo casi mete la cola. Y el diablo pudo ser Nuñez. “Estábamos en posición para pasar al asalto en sí, hacíamos las últimas coordinaciones, y mi reloj empezó a sonar. Yo todos los días ponía el despertador a las 5.30 de la mañana, era automático. Pero no sonó mucho tampoco. Pero ese pip pip que hizo, parecía que se había escuchado… no sé. Lo oí, y menos mal que no tenía los guantes colocados, así que lo pude apagar rápido. Si llego a tener los guantes, ¿cómo hacía?”. Ahora sonríe Nuñez. Y cuenta que el reloj, un Casio, todavía funciona y lo tiene en Bahía Blanca.

La hora “H”, cuando todas las unidades atacarían en forma coordinada, se había establecido para las 6:00. En Moody Brook, la acción fue rápida. “Ya teníamos los distintos grupos para tomarlo y fuimos haciendo un movimiento de pinzas, así (ilustra con las manos)... Había tres o cuatro soldados ingleses y cuando vieron que los rodeamos, hicieron un par de tiros como para amedrentarnos y escaparon. Se fueron porque no había forma de detenernos, nosotros éramos muchos”. A continuación, el capitán de corbeta Sánchez Sabarots y el suboficial mayor Guillermo Rodríguez izaron por primera vez la bandera argentina en el cuartel de Moody Brook.

El primer izamiento de la bandera argentina después de la recuperación fue el 2 de abril en el cuartel de Moody Brook, y lo hicieron el el capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y el suboficial mayor Guillermo Rodríguez

Donde sí se combatía duro era alrededor de la casa del gobernador, en el extremo este de Puerto Argentino. Desde Moody Brook, a 40 minutos a pie de allí, Nuñez y sus compañeros percibían lo que sucedía a la distancia. “Escuchábamos los disparos y veíamos la munición trazante. Veíamos cómo se estaba luchando. Cómo se defendía la casa. Y bueno… La misión nuestra era la recuperación de Moody Brook. Y el capitán Giachino tomar la casa… pero se le hizo pesado. No se entregaban, así que fuimos en apoyo del capitán Giachino”, recuerda.

En el camino tomaron tres prisioneros. Los llevaron a donde estaba el comandante de la agrupación, que se hizo cargo. Ellos siguieron la marcha hacia el pueblo. “Llegamos a la casa del gobernador con Batista (Jacinto Eliseo Batistal). Él era Cabo Principal y yo Cabo 1º, así que me dijo ‘vos andá por el frente que yo me voy por atrás’. Ahí nos dividimos. Atrás, él tomó prisionero a un grupo de soldados ingleses, que es la famosa foto donde salen con las manos levantadas. Yo me fui por el frente, donde encontré unos soldados ingleses”.

El combate de la casa del Gobernador

En ese momento, por primera vez en su vida, Horacio Nuñez vio a la muerte frente a él. En la punta del cañón de un fusil inglés. “A nosotros nos enseñan a tener respeto y a superar el miedo. Una vez que se logra eso, parece que uno no le teme a nada, pero no es así. Uno tiene miedo, pero sabe dominarlo. Yo siempre respete lo que fuera: a saltar en paracaídas, a meterse al agua. Es decir, no porque sepa nadar me voy a mandar al agua como sea. A todo hay que respetar”, señala con simpleza y sabiduría. Lo que vivió, define, fue “un momento tenso”. “Venía agazapado detrás de una ligustrina, llegué a unos 30 metros, o quizás menos, a 20 metros de la casa y en el jardín vi a un soldado apuntando hacia mi derecha. Me escondí, saqué el seguro del fusil y cuando me paré, le apunté. Cuando lo hice, me mostró la mano así (muestra la palma). Pero él no me estaba apuntando a mí. Me miraba, pero el fusil iba para otro lado. Le hice una seña con el fusil para que se pare y él miró hacia el costado. Yo hice lo mismo y vi que había dos ingleses que si me apuntaban, no recuerdo si con una ametralladora o un fusil. Cuando los vi, me volví hacia ellos, les apunté y bueno, levantaron las manos. Les hice señas, se pararon. De atrás de otras plantas aparecieron otros más, y se fueron rindiendo. Los llevé a la calle frente a la casa del gobernador y los hice tirar cuerpo a tierra por mi seguridad. Yo estaba solo, mis compañeros no habían llegado todavía”.

Esa mañana le deparaba un duro golpe todavía. El único muerto argentino de la Operación Virgen del Rosario fue el Capitán Pedro Giachino. “Mi ídolo”, dice Nuñez. También cuenta que al inicio de la batalla, cuando llegó desde Moody Brook, vio su cuerpo tirado, sin saber que era él. “No fui a socorrerlo primero porque no sabía quién era. Segundo, no sabía si estaba muerto, vivo… lo vi tirado, acostado. E imaginé que si alguien estaba ahí era porque estaba custodiado bajo el fuego de los ingleses. Seguí haciendo lo que debía, ir al frente de la casa del gobernador. Pero sí supe cuando lo llevaron, cuando me llegó la información que era el Capitán Giachino al que estaban levantando… Me dio una bronca, quería patearle la cabeza a los ingleses que tenía ahí abajo, pero bueno, teníamos orden de no tocarlos…”. Y se siente en el aire que la bronca perdura.

Junto a Giachino, a dos metros de él, cayó herido el teniente de fragata Diego García Quiroga, que recibió tres disparos de diferentes fusiles: uno en el brazo, otro en el cuerpo y al tercero se incrustó en un cortaplumas suizo que colgaba de su cinturón. Fue el primer efectivo que atendieron en el hospital de Comodoro Rivadavia. El cabo 1º Ernesto Urbina, que como enfermero corrió a auxiliarlos, fue el segundo herido del combate.

La muerte del Capitán Pedro Giachino

Para Nuñez, Giachino era “el jefe, el cabeza. Siempre estaba al frente de todo, era un referente para nosotros. Si había que hacer algo, él no tenía problema. Él se tenía que sacrificar, lo hacía primero. Daba una orden, él era el ejemplo. Y el ejemplo a seguir. Por la forma, por su carácter, por la buena persona que era”. Y se queda en silencio, mirando al vacío. O a 40 años atrás.

Después que los Royals Marines se rindieron, vino la calma. Y ahí llegó el click, la foto, la imagen de Nuñez sonriendo, con cuatro granadas colgando de su cuello y la cara camuflada con pomada negra. Una imagen a la que intentó escapar: “Vi venir al fotógrafo adonde estaba yo. Lo entré a esquivar para no salir. En un momento dado hablo con un compañero y le digo ‘fijate, este muchacho me viene siguiendo’. Lo tenía atrás mío. Y me dice, ‘¿quién, mostrame?’ Me dí vuelta para señalarlo y lo vi apuntándome con la cámara, por eso mi sonrisa… Estaba distendido, después de haber pasado esos momentos de adrenalina a full. Estaba más relajado. Para mi fue muy importante esa foto: mi señora, que en ese momento era mi novia, se enteró que estuve en Malvinas porque la vio. Y los periodistas vinieron a Corrientes para hacerle una entrevista a mi mamá”.

Horacio Nuñez tal como lo publicó la revista Gente en 1982. En la página opuesta, Rex Hunt, el entonces gobernador inglés de Malvinas que fue depuesto por la acción de los comandos de la Armada

Después de la recuperación, los comandos anfibios regresaron al continente. Nuñez no volvió nunca más a Malvinas. “A los ingleses les quitamos el armamento, los tomamos prisioneros, los llevamos a un lugar descampado. Ellos podían hablar, fumar, comer, no estaban esposados. Estaban libres, digamos. Al jefe se les preguntó quiénes estaban en el pueblo y quiénes en Moody Brook. A estos se les autorizó a buscar sus pertenencias, sus documentos. Cuando estuvieron todos se los embarcó en un avión rumbo a Montevideo. Y a nosotros nos llevaron al continente. Ya en ese momento el Ejército se había hecho cargo de la conducción de la ciudad”.

Nuñez no tiene encono con los ingleses que combatió. “Para mí el inglés no es un enemigo. Ellos deben pensar, al igual que nosotros, que las islas Malvinas les corresponden. Y como nosotros, lucharon. Las recuperamos y lamentablemente después las perdimos. El soldado pelea por su patria. Pero nosotros, los argentinos, nunca invadimos ningún país. Siempre nos defendimos. Desde la época de San Martín que nos liberó. Pero al soldado inglés no le tengo bronca ni rencor”.

El entonces Cabo Principal y comando Jacinto Batista lleva a un grupo Royal Marines detenidos en la mañana del 2 de abril. Encabeza la hilera Lou Armour

Los comandos de Infantería de Marina regresaron a Mar del Plata. Un grupo regresó más tarde a las islas: entre ellos los del Batallón de Infantería de Marina 5, algunos de artillería de campaña e ingenieros anfibios que colocaban minas. El resto de la guerra, Nuñez estuvo en Río Gallegos. “Permanecí allí junto a un grupo de comandos. Ahí nos enteramos de lo que sucedía en las islas. No fue fácil. Sabíamos que estábamos perdiendo, sabíamos que el Ejército no podía. Dos veces estuvimos en el aeropuerto para embarcar y volver. Primero para hacer un contraataque. Suspendieron el vuelo porque íbamos en un Fokker y ya no se podía aterrizar los aviones nuestros porque el espacio aéreo ya estaba dominado por los ingleses”. El 14 de junio, día del cese de fuego, lo encontró lejos Puerto Argentino.

Después de la guerra tampoco volvió a las islas. Dice que “hasta que no esté flamenando la bandera argentina, no voy a regresar. Excepto que vayamos a recuperarlas. Sin dudas, volvería a poner en juego mi vida por la patria”.

El tatuaje de Horacio Nuñez: las Malvinas y la Armada Argentina en la piel y el corazón (Nicolás Stulberg)

A su regreso, dice “tuve suerte de tener a mi familia cerca. Después de la guerra, si uno no se apoyaba en la familia, se sabe lo que pasó. Tuve compañeros internados por brotes psicóticos, algunos se hicieron alcohólicos, otros empezaron con la droga… Encontraron un vacío, porque a nosotros la sociedad nos dio la espalda. Eso se supera con la familia, la gente que está atrás de uno, que no te da tiempo a deprimirte, que te da responsabilidades que cumplir. Eso te mantiene vivo. Pero no se supera la guerra. Lo que podemos hacer es contarla. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Fuimos los protagonistas, los que la vivimos. A veces me invitan a dar charlas en escuelas, o como en Merlo, a un grupo de motoqueros. Y es una satisfacción que la gente se entere que somos soldados y estamos para defender la patria. No tenemos otra misión”.

Lo que no puede hacer, a veces, es evitar llorar por Malvinas. “Si, lloro, las siento. Yo creo que algún día, de alguna forma, las Malvinas van a volver a ser argentinas. Seguramente no a través de la guerra. La historia lo dirá: son argentinas y a eso no hay forma de negarlo”.


domingo, 13 de junio de 2021

Asalto a la casa del gobernador: Las tácticas de Giachino

Giachino y sus tácticas de engaño en el asalto a la casa del gobernador


Los hombres de la patrulla de comandos anfibios comandada por Giachino habían logrado la capitulación del gobernador y de la guarnición de infantes de marina británicas. Los constantes cambios de posición de los comandos y el uso de granadas de aturdimiento hicieron creer a los infantes de marina británicos que estaban bajo el ataque de una fuerza numéricamente muy superior a la real (creían que eran 200 infantes cuando en realidad la patrulla de Giachino estaba compuesta por 16 comandos), lo cual resultó decisivo para obtener su rendición.

miércoles, 28 de abril de 2021

Operación Rosario: El misterioso cilindro de la IMARA

Una anécdota de la Operación Rosario







Finalizado el conflicto y leyendo un artículo titulado “Operación Rosario” (Revista Desembarco Nº 114, Mayo/Junio 1982), encontré mi eslabón perdido, cuyo fragmento dice así:

“. . .EN ESOS MOMENTOS COMENZO A DESCENDER DESDE UN HELICOPTERO EL CPIM C. (BIVH) PORTANDO UN EXTRAÑO CILINDRO. DICHO CABO HABIA PERDIDO EL BUQUE (SAN ANTONIO) Y LUEGO DE EMBARCAR COMO POLIZON EN EL A.R.A. “SANTISIMA TRINIDAD”, LOGRO SER TRANSFERIDO AL B.D.T. ARGUMENTANDO QUE EL ALUDIDO CILINDRO DEBIA LLEGAR AL COMANDANTE DE INFANTERIA DE MARINA POR SU INTERMEDIO, DADO QUE SU CONTENIDO ERA MUY IMPORTANTE PARA LA PLANIFICACION (JAMAS SE LLEGO A CONOCER EL CONTENIDO DEL MISTERIOSO CILINDRO)”.

MALVINAS: Una anécdota de la Operación Rosario

Por el TN Pablo Gerardo Loubet Jambert – aviador naval – Revista MACH 1 Nº15 – Febrero 1987

Full Aviación

sábado, 10 de abril de 2021

PGH: Discurso desmalvinizador el 2 de abril en Monte Caseros

Discurso de un cobarde en el día de Malvinas en Monte Caseros




El 31 de marzo en la localidad de Monte Caseros, Corrientes, sede del cuartel del Regimiento de Infantería 4, unidad que se cubrió de gloria en la Batalla del Cerro “Dos Hermanas”, librada entre los días 11 y 12 de junio del año 1982, sucedió un hecho de una gravedad institucional inusitada, tan difícil de entender, como de explicar.
En esa oportunidad, al conmemorarse el 39° aniversario de la Recuperación de nuestras Islas Malvinas, y el Día del Veterano de Guerra, se llevó a cabo una ceremonia en la que estaban presentes el gobernador de la Provincia de Corrientes, el Intendente Municipal de Monte Caseros, el Comandante de la 1ra División de Ejército, veteranos de Malvinas, vecinos de la ciudad e invitados especiales.
Por alguna razón que no alcanzo a comprender, hizo uso de la palabra el presidente del centro de veteranos "Avá Ñaró", Carlos Enriori, quien se despachó con un discurso desmalvinizador, plagado de mentiras, en el que denunció falsamente las vicisitudes que supuestamente debieron soportar los soldados que pelearon heroicamente en Malvinas. Por supuesto que hubo murmullos, insultos por parte de algunas personas del público, algunos empujones, pero la cosa no pasó de ahí y el atorrante desvergonzado terminó con su ristra de disparates.
El hecho en sí me pareció gravísimo, pero opté por no escribir sobre el tema, en primer lugar por vergüenza, y en segundo lugar, para no agrandar un hecho que no merece pasar del nivel de miserable. Y lo que me avergonzó no fue precisamente que las palabras de ese cobarde no tuvieran ni un poco de verosimilitud, sino la falta de reacción de las autoridades de mi Ejército.
Muchos interrogantes se me abrieron de inmediato. El primero es por qué, quien sea que haya sido el organizador del acto, eligió como orador precisamente a Enriori, quien como todos saben, fue un cobarde en la guerra y ahora se transformó en un militante rentado por la causa de la desmalvinización, los Derechos Humanos y la persecución sistemática a las Fuerzas Armadas. El segundo es cómo el Ejército Argentino y el Regimiento 4 de Infantería se permitieron dar marco formal a ese eventual ultraje.
O no sabían quién iba a hacer uso de la palabra y se prestaron a la violación sin anestesia, lo que es una soberana estupidez difícil de entender, o sí lo sabían y formaron igual, lo que sería aun mucho más grave.
Desde entonces me llegaron por Whatsapp muchos artículos de repudio de Centros de Veteranos, ex oficiales, suboficiales y soldados del Regimiento, compañeros de Enriori, que me parecieron importantes, pero insuficientes. Una vez más preferí guardar silencio para no hacer olas sobre un tema que mancha gratuita, falsa e innecesariamente el honor de la causa de Malvinas, de nuestros veteranos, de nuestro Ejército y de nuestros muertos gloriosos que no se merecían una afrenta semejante, y que no hace más que revolver una mentira que, de tanto revolverla, se mantiene en la superficie, y hay idiotas que la creen y sinvergüenzas que la reproducen.
Pero hoy me llegó esta nota escrita por el Jefe del Regimiento 4 de Infantería durante la guerra, general de brigada Diego Alejandro Soria, dirigida al Jefe del Estado Mayor General del Ejército, instancia que entiendo, debería haber tomado a esta altura, alguna carta en el asunto.
La gravedad del último párrafo de la nota del general Soria, que adjunto, y cuya lectura recomiendo, no deja ninguna duda y merece alguna respuesta.
Siempre digo que es muy fácil ser valiente con los atributos de los demás. Yo no estuve allí, ni sé qué hubiera hecho en esas circunstancias, ni sé cómo hubiera reaccionado ante la sorpresa. Pero si sé ahora lo que creo que debería haber hecho y lo que me hubiera encantado hacer.
Y eso hubiera sido, mandar:
¡Regimiento 4 de Infantería, Fir – mes! ¡Al hombro – Ar! ¡Derecha – dre! ¡Maestro de Banda, Marcha de Malvinas! Regimiento, Bandera y Banda, Mar!!!
Y se hubieran retirado desfilando marcialmente del lugar con la cabeza en alto, el honor intacto y en medio de los aplausos de la concurrencia. Porque el honor no se compra en ningún lado.
Jorge Tisi Baña

viernes, 2 de abril de 2021

2 de Abril: La arenga de Büsser

Arenga del contraalmirante Carlos Alberto Büsser el 2 de Abril





El contraalmirante Carlos Alberto Büsser (1928-2012) fue el comandante de la Fuerza de Desembarco que recuperó la soberanía argentina sobre Islas Malvinas el 2 de abril de 1982.
Para el 1° de abril de 1982, la operación permanecía aun dentro del máximo secreto (aunque no para los británicos). El personal embarcado sabía que se iba a hacer algo "en serio", pero pocos se imaginaban el destino. En efecto, prácticamente todos suponían que el destino era Chile, más precisamente las islas del Canal de Beagle.
El día anterior al desembarco, hace exactamente 39 años, el contraalmirate Büsser pronunció desde el buque de desembarco ARA "Cabo San Antonio", una arenga de sólidos valores e integridad.

“Soy el Comandante de la Fuerza de Desembarco, integrada por los efectivos de la Infantería de Marina y del Ejército Argentino embarcados en este buque, de algunas fracciones a bordo del destructor Santísima Trinidad, del rompehielos Almirante Irízar y de los buzos tácticos embarcados en el submarino Santa Fe. Nuestra misión es la de desembarcar en las Islas Malvinas y desalojar a las fuerzas militares y a las autoridades británicas que se encuentran en ellas. Esto es lo que vamos a hacer.
El destino ha querido que seamos nosotros los encargados de reparar estos casi 150 años de usurpación. En esas islas vamos a encontrar una población con la que debemos tener un trato especial. Son habitantes del territorio argentino y, por lo tanto, deben ser tratados como lo son todos los que viven en la Argentina. Ustedes deberán respetar estrictamente la propiedad y la integridad de las personas, no entrarán a ninguna residencia privada si no es necesariamente por razones de combate. Respetarán a las mujeres, a los niños, a los ancianos y a los hombres.
Serán duros con el enemigo pero corteses, respetuosos y amables con la población de nuestro territorio, a la que debemos proteger. Si alguien incurre en violación, robo o pillaje, le aplicaré en forma inmediata la pena máxima.
Y ahora con la autorización del Señor Comandante del Grupo de Transporte, quiero expresar que lo que haga la fuerza de desembarco será el resultado de la brillante tarea que los integrantes de este grupo han realizado. Gracias por traernos hasta acá y gracias por ponernos mañana en la playa.
No dudo que el coraje, el honor y la capacitación de todos ustedes nos darán la victoria. Durante mucho tiempo hemos venido adiestrando nuestros músculos y preparando nuestras mentes y nuestros corazones para el momento supremo de enfrentar al enemigo. Ese momento ha llegado.
Mañana mostraremos al mundo una fuerza argentina valerosa en la guerra y generosa en la victoria. Que Dios los proteja.
Ahora digan conmigo: ¡Viva la Patria!”



Fortis Leader

miércoles, 8 de abril de 2020

La tensa charla entre Reagan y Galtieri previo al 2 de Abril

Así fue la tensa charla de Galtieri y Reagan a horas de la recuperación de Malvinas, y el extraño papel que jugó Stiuso

El 1° de abril de 1982, después de negarse, el entonces presidente de facto y su par de los Estados Unidos dialogaron por teléfono. Los imperdibles -y tragicómicos- detalles de aquella comunicación, y una de las primeras apariciones del hombre que manejó la inteligencia de nuestro país por años
Por Juan Bautista "Tata" Yofre || Infobae

 

Ronald Reagan y Leopoldo Fortunato Galtieri, actores principales del conflicto por Malvinas

El 1º de abril de 1982, “La Nación” sacó a la calle la edición nº 39.642, tras 113 años de reconocido periodismo. El ejemplar de ese día costaba 5.000 pesos y en la tapa, a cuatro columnas, se leía el título “Agravóse la crisis con Gran Bretaña” y a dos columnas se mostraba una foto de los diarios “The Guardian”, “The Daily Telegraph” y “The Sun” de Londres, en los que se informaba que dos submarinos británicos habían recibido la orden de dirigirse a las Falklands en estado de alerta. “Hacia la batalla. Submarinos nucleares y barcos de guerra navegan para librar la acción definitiva” sostenía “The Daily Telegraph”. Otro título de La Nación fue: “Estados Unidos reiteró que se mantendrá neutral en el pleito” y es acompañado con la foto conjunta de los almirantes Anaya y Hayward, jefe de Operaciones Navales de la Armada de los Estados Unidos. Ya veremos cómo en la conversación entre los presidentes Leopoldo Fortunato Galtieri y Ronald Reagan se diría otra opinión.


El 1º de abril de 1982, a la mañana, el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla concurrió al Colegio Militar de la Nación, del que había sido su director once años antes. Por invitación del general Alberto Carlos Lucena inauguraba un ciclo de conferencias para el cuerpo de cadetes sobre las virtudes militares.


En abril de 2011 me contó que llevaba un rato hablando cuando observó que el director del Colegio se levantaba para atender una llamada urgente en un despacho cercano. Cuando termino la conferencia Videla pasó a otro salón donde se sirvió un “refrigerio” , ocasión en la que el general Lucena en voz baja le preguntó:


-Mi Teniente General ¿usted ha escuchado algo sobre una invasión?


-¿Una invasión? ¿Dónde? No sé nada.


Párrafo del Informe Rattenbach en el que aparece la fecha exacta en que la Junta Militar decidió concretar la Operación Rosario.


Cuando llegó a su casa tenía un mensaje: El general de división Antonio Vaquero, jefe del Estado Mayor del Ejército, vendría a visitarlo a las 20 horas. Con puntualidad castrense, Vaquero se presentó en su living y Videla lo esperaba vestido sobriamente con saco y corbata, impecable. Tras unas palabras Vaquero le dijo: “Mi general, le vengo a informar de una noticia que va a salir publicada en los diarios de mañana. Habrá un operativo conjunto militar y se ocuparán las islas Malvinas. El operativo sufrió un retraso por razones climáticas pero mañana a la madrugada se llevara a cabo”.


Jorge Rafael Videla se quedó helado. A renglón seguido y antes de despedirse, Vaquero le dijo: El teniente general Galtieri me pide si tiene alguna sugerencia que hacerle llegar que me la diga a mí". En segundos pasaron varios pensamientos por la mente del primer mandatario de facto del Proceso de Reorganización Nacional. ¿Sugerencia? ¿Ahora cuando todo está decidido?


Fijó su mirada en Vaquero y solo le dijo: “Que Dios los ayude"


Aparato de grabación a cinta abierta utilizado en la Casa de Gobierno.


Los movimientos de los buques de la Armada Argentina que se dirigían a las Islas Malvinas ya habían sido detectados por el sistema “informativo” de los Estados Unidos. En las primeras horas del 1º de abril, siguiendo el consejo del Departamento de Estado y del Consejo Nacional de Seguridad, el presidente Ronald Reagan llamó a la Buenos Aires para hablar con Leopoldo Fortunato Galtieri. En dos ocasiones se negó a atenderlo. Previamente, consulto a su canciller.

-Galtieri: “¿Qué hago?”


-Costa Méndez: “Mire Presidente, si Brezhnev lo llama a usted, usted no puede negarse, bueno, si Reagan lo llama a usted, usted no puede negarse”.


Años más tarde, Nicanor Costa Méndez dijo que “a las 22.30 el ‘timing’ fue favorable a la intención de Galtieri, porque la comunicación llegó una media hora después de lo que se llama ‘Fail Safe’, el momento en que se interrumpen las comunicaciones con los buques que intervendrían en la invasión y con los submarinos. Era la hora del “no retorno”, ya no había marcha atrás. Como me dijo un alto diplomático de la época, “a Reagan lo ningunearon”.


 
Galtieri y Mario Benjamín Menéndez, comandante de la fuerza que ocupó Malvinas, en las islas.


En la tarde del 1º de abril, Nicanor Costa Méndez sabía que tarde o temprano deberían atenderle el teléfono al jefe de la Casa Blanca. Encargó a su reducido “equipo especial” preparar una minuta sobre lo que debería decir Galtieri durante su diálogo con Reagan. Cerca de las 20 horas le dijo a Roberto “Boby” García Moritán, uno de sus secretarios: “vas a ir vos a la Casa Rosada y vas a ser el traductor”. “Canoro” Costa Méndez debería haber presenciado el diálogo (como lo hará en otras ocasiones) pero no fue: Temía que la situación se volviera incontrolable, como sucedió, o porque él no sería la figura principal de la escena. No lo decía en público pero había problemas de “cartel”.

El Secretario de Embajada “Boby” García Moritán había pasado un día agitado. Por la mañana fue a la cárcel de Devoto a visitar a su amigo Jorge Taiana y, sin mediar explicaciones, no lo dejaron salir. Tuvo que socorrerlo Gustavo Figueroa, la mano derecha de Costa Méndez. Sin embargo, a las 21, con apenas treinta y dos años, entró al despacho del presidente de facto de los argentinos. Lo estaban esperando Galtieri, el almirante Benito Moya y el general Héctor Iglesias. Después de los saludos protocolares, le entregó la minuta.

Galtieri la leyó y luego se la pasó a Moya e Iglesias. Como único comentario escuchó de uno de ellos una frase crítica: “Demasiado suave…ustedes los diplomáticos”. Pocos minutos más tarde observó como entraba un circunspecto coronel de Inteligencia que procedió a conectar un grabador de cinta abierta al teléfono que usaría Galtieri. Realizo su tarea y se retiro del despacho. El joven diplomático pensó que Galtieri tenía un teléfono especial pero no fue así, en ese momento usaba el clásico aparato negro de bakelita que proveía ENTEL. A la hora acordada, un edecán presidencial entró al despacho y dijo: “Señor Presidente, esta lista la comunicación con la Casa Blanca”. García Moritán se paró, levantó el tubo y escuchó del otro lado, en inglés, “¿la traducción la van a hacer ustedes?”. “Yes” respondió el diplomático.

Entonces Galtieri y García Moritán se pararon uno al lado de otro, pegaron sus caras con el tubo en el medio para escuchar, ofreciendo una imagen más proclive a una película cómica que a la gravedad que se vivía.

Después de los acostumbrados saludos de estilo, Reagan dijo que “tenía noticias que la Argentina adoptaría una medida de fuerza en las islas Malvinas” y que está “muy preocupado por las repercusiones que una acción de este tipo podría tener”. Respondiendo, Galtieri hizo una larga exposición sobre los derechos argentinos y la posición oficial al respecto. Viendo que el método que estaba utilizando con el diplomático era tan incómodo como ineficaz, ya que él era más alto y no hablaba correctamente el inglés (tan es así que un mes más tarde, conversando con el presidente peruano Fernando Belaúnde Terry le confesaría que “mi inglés es muy pobre”), Galtieri se sentó en su sillón presidencial y escuchaba el relato de García Moritán y respondía lentamente para dar tiempo a una correcta traducción. Los otros dos jefes militares se limitaron a mirar y escuchar.

En un momento, Reagan dijo que la Primera Ministra británica era amiga suya y que Gran Bretaña era un aliado “muy particular de los Estados Unidos”, y cuando habló de lo que opinaría “la opinión norteamericana” en caso de un enfrentamiento armado, Galtieri se exasperó y levantando la voz y apuntándolo con el dedo le dijo a García Moritán: “Eso no lo dijo…no puede decir eso”. Tras afirmar esto se hundió en un profundo silencio. El Presidente de los Estados Unidos continuó hablando, y Galtieri permaneció pensativo, en silencio. Entonces García Moritán les dice a los jefes militares presentes: “¿Le contesto sobre la base de la minuta?”, recibiendo como toda respuesta un seco “sí”. En pocas palabras, el diplomático terminó conversando con Ronald Reagan, como pudo, ante la mudez de Galtieri. Una vez que terminó el diálogo telefónico, el teniente general Galtieri volvió a reiterar que dudaba de la calidad de la traducción. Mando llamar a los gritos al coronel de Inteligencia que esperaba en la antesala del despacho. “¡Coronel, ponga la grabación!”, ordenó.

El alto oficial rebobinó, mientras García Moritán imaginaba que su carrera diplomática estaba al borde del precipicio. Seguramente pensó en su esposa Lucila y en “para qué carajo me quedé en Buenos Aires, cuando estaba destinado a Ginebra”. Una vez que la cinta volvió al principio, el coronel paró el retroceso. Apretó “Play”, se escuchó “clic” y luego un largo zumbido…y nada más. El oficial de Inteligencia no había ligado bien a los aparatos y nada se había sido registrado. Manteniendo un rictus de pesar, García Moritán vio como Galtieri hacía salir “a salto de rana” a un Coronel de la Nación…una imagen entre patética y humillante que, seguramente, nunca olvidaría. Así comenzaba un enfrentamiento armado contra la tercera potencia militar y tecnológica del planeta.

Ante el accidente, Moya e Iglesias se comunicaron con la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y el Servicio de Inteligencia de la Armada (SIN) con una misma pregunta que recibiría una misma respuesta:

-“¿Ustedes grabaron la conversación del Presidente Galtieri con Ronald Reagan?”.

-“No, nosotros no grabamos el teléfono presidencial, y no teníamos orden de hacerlo...”

Días más tarde Galtieri mandó instalar un sistema de grabación de cinta abierta y la SIDE mando al mejor de sus técnicos. Así apareció en escena Antonio Horacio Stiuso, alias “Stiles”, un joven ingeniero en electrónica de treinta y ocho años, que se había incorporado al organismo en los tiempos de la “dictablanda” de Alejandro Lanusse.

Ante la desesperación por la falta de testimonio grabado, los cuatro testigos en el salón presidencial se pusieron a reconstruir la conversación, que fue escrita a mano por el almirante Roberto Benito Moya, jefe de la Casa Militar. García Moritán, con el correr de los minutos, tomó conciencia que algunos pasajes de la conversación no figurarían en la minuta. O que algunas palabras no se ajustaban a la conversación y para un diplomático una coma a la izquierda o a la derecha tiene un valor estratégico. En especial cuando Reagan dijo que la “opinión pública y mundial”, en caso de un enfrentamiento militar, adoptarían una actitud “negativa” con la Argentina. García Moritán no estaba en condiciones de decir ni agregar nada. En la medianoche, ya entrado el día 2 de abril de 1982, volvió al Palacio San Martín donde lo esperaba Costa Méndez y sus principales funcionarios. Relató, espantado, lo que le había tocado presenciar. Cuando terminó, el embajador Gustavo Figueroa le dijo con tono de hermano mayor para aflojar la tensión: “Escribí una minuta de lo que escuchaste para ‘Canoro’”. Al día siguiente, el canciller tuvo las dos versiones en su poder. La versión firmada por el almirante Moya –que también la recibiría el Ministro del Interior, general Alfredo Saint Jean—y la de García Moritán.

 
Margaret Thatcher y Ronald Reagan en Downing Street. El norteamericano respaldó la posición británica (Shutterstock)

Según escribió García Moritan, el diálogo se desarrollo de la siguiente manera:

REAGAN: Le señaló al presidente argentino que tenía noticias que la Argentina adoptaría una medida de fuerza en las islas Malvinas. Con este motivo y muy preocupado por las repercusiones que una acción de éste tipo podría tener, quería señalarle al presidente argentino la preocupación de los EEUU y la necesidad de encontrar una alternativa al uso de la fuerza.


GALTIERI: En una larga, cuidadosa y detallada exposición señaló la posición la posición del gobierno argentino, recalcando la permanente voluntad de negociación que había mantenido.


REAGAN: Indicó la conveniencia de continuar las conversaciones y buscar una alternativa al uso de la fuerza, agregando que tenía noticias que Gran Bretaña contestaría al uso de la fuerza argentino.


GALTIERI: Señaló que la Argentina siempre había estado a favor de una solución pacífica, que la había buscado reiteradamente, y que la alternativa que pedía el presidente norteamericano estaba en el reconocimiento de la soberanía argentina sobre las islas por parte del Reino Unido, agregando que ese reconocimiento de la soberanía debía ser explícito y público.


REAGAN: Indicó que era muy difícil que el Reino Unido pueda efectuar ese reconocimiento. Que los Estados Unidos estaban dispuestos a ofrecer sus buenos oficios para la reanudación de las conversaciones y llevar a una solución. En éste sentido, ofreció enviar a su vicepresidente (George Bush) a Buenos Aires para mantener conversaciones y encontrar una solución negociada a la situación que se plantea. Asimismo en el mismo ámbito de las Naciones Unidas se puede encontrar una fórmula adecuada. En éste contexto, recordó la posición favorable de la embajadora ( Jeanne) Kirkpatrick, que indicó el presidente Galtieri la conoce bien, para trabajar en ese sentido.


Fragmento de la conversación presidencial anotada por el almirante Moya.


GALTIERI: Recordó los 17 años de negociaciones en el ámbito de las Naciones Unidas, señalando las distintas etapas de esa negociación, mencionó las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas y culminó su exposición con la reunión de febrero donde la Argentina presentó una propuesta -que manifestaba el ánimo negociador argentino conforme a las resoluciones del organismo multilateral, que no recibió contestación- con prudencia y paciencia hemos esperado una contestación para encontrar una solución pacífica. Y evitar el desembarco.


REAGAN: Señaló que un conflicto de esta naturaleza repercutiría en todo el hemisferio y crea una situación de grave tensión. Pasó a analizar la relación bilateral, efectuando una mención a la difícil relación durante la Administración Carter y señalando los esfuerzos de la Administración Republicana para recomponer la relación especial que existe hoy, agregando que esa relación especial puede sufrir gravemente.


GALTIERI: Indicó que el gobierno argentino valoraba en toda su dimensión la relación con los EEUU. Señaló que la Argentina no buscó esta situación, que estaba en el espíritu argentino encontrar una solución y que esa solución sólo podía encontrarse si Gran Bretaña reconocía esta noche la soberanía argentina sobre las islas.


REAGAN: Manifestó que era imposible ese reconocimiento en este momento. Volvió a mencionar que el Reino Unido daría una respuesta militar al desembarco. Y preguntó qué pasaría con los dos mil isleños.


GALTIERI: Indicó que el gobierno argentino expresamente daría todas las garantías, mantendrían su libertad, libre albedrío, propiedad, etc., pueden quedarse o emigrar. Ser argentinos o británicos, y pueden emigrar a los Estados Unidos si quieren.


REAGAN: Volvió a señalar que Gran Bretaña estaba dispuesta a dar una adecuada respuesta militar al desembarco. Que así se lo había hecho saber el Reino Unido. Que la señora Thatcher – amiga suya – era una mujer muy decidida y que ella tampoco tendría otra alternativa que dar una respuesta militar. Indicó que será un conflicto trágico con graves consecuencias hemisféricas.


GALTIERI: Indicó que la Argentina no buscó ésta situación y volvió a referirse a los antecedentes y voluntad negociadora del gobierno argentino.


REAGAN: Indicó que debía entender que Argentina mantendría su posición. Agregó que la relación sufrirá gravemente, que la opinión pública norteamericana y mundial adoptará una actitud negativa con la Argentina y el esfuerzo que él mismo había puesto para reconstituir la relación se vería gravemente afectado. Señaló que Gran Bretaña era un amigo muy particular de los Estados Unidos y que la nueva relación que mantiene hoy Washington con la Argentina, después de un largo esfuerzo ante la opinión pública norteamericana, se verá perjudicada.


GALTIERI: Indicó que la Argentina realmente lamentaba esta situación. Su capacidad negociadora y su actitud pacifista tenía un límite. Que se trata de uno de los últimos casos de colonialismo en el mundo y en particular en el continente. Que no llegamos a ésta situación sino después de agotar todas las instancias. Ésta situación no la queríamos crear. Los ingleses no son ni han sido nuestros enemigos. Esperamos que Estados Unidos de todo su apoyo para que ésta situación pueda superarse de la mejor forma posible. Es necesario que Estados Unidos entienda el límite al que llegó la Argentina. Y que Argentina esperaba que EEUU actuara, como amigo de británicos y argentinos para superar la situación actual.


 
Galtieri ante una plaza llena el 6 de mayo, días antes del ataque británico. (Victor Bugge)

Algunos de los párrafos más sustanciales del informe que redactó el almirante Roberto Benito Moya reproducen los siguientes instantes de la conversación presidencial:

REAGAN: Conozco a la Señora Thatcher y sé que es muy decidida, contestará todo acto de fuerza con más fuerza. Sé que éste es un tema muy sensible para Argentina. Nosotros deseamos construir una relación duradera con Argentina, Brasil y México y como Usted sabe tenemos una relación muy cercana con el Reino Unido… estoy también en proceso de acercar los países de Centro América y esto lo hará fracasar.

Sé que ha habido dificultades entre nuestros países, mi predecesor (James Earl Carter) no manejó bien nuestra relación con Argentina, situación que he tratado de cambiar. Si usted procede en su ataque mañana y Gran Bretaña resiste con fuerza, como sé que lo hará, no podrá evitar que mis conciudadanos no posibiliten el mantenimiento de nuestras relaciones. Le pediría a mi vicepresidente que viaje y trate de arreglar esta situación, pero por favor eviten el conflicto.

GALTIERI: Le agradezco pero es tarde, los hechos están lanzados.

REAGAN: ¿Eso quiere decir que siguen adelante con el desembarco?

GALTIERI: Eso quiere decir que la Argentina es una Nación soberana y tiene la libertad de decidir la utilización de sus medios diplomáticos o la fuerza.

REAGAN: Si hay desembarco, habrá resistencia y la violencia continuará.

GALTIERI: Si esta noche Gran Bretaña reconoce nuestra soberanía, el gobierno argentino tiene muy buena voluntad para efectuar la transferencia durante el año 1982.

Fin del diálogo entre Galtieri y Reagan según consta en el informe final de los comandantes sobre el conflicto, que no fue tomado en cuenta por la Comisión Rattenbach. Se pueden observar las firmas de Galtieri, Anaya y Lami Dozo.


 
2 de abril de 1982 en Malvinas, la rendición inglesa tras el Operativo Rosario.

El mismo día, a las 23.30 horas, el brigadier Ernesto Horacio Crespo, jefe de la IV Brigada Aérea con asiento en Mendoza, se encontraba conversando con el comandante de la Brigada VIII de Infantería de Montaña, general de brigada Eduardo Osvaldo Garay, dentro del casino de oficiales. Según me confió, en el marco del libro “1982” que me encontraba escribiendo, a las 23.30 recibió una llamada del brigadier mayor Hellmuth Conrado Weber, titular del Comando de Operaciones Aéreas de la Fuerza Aérea Argentina. “Preséntese en Buenos Aires”, escuchó Crespo. La respuesta fue: “mañana a primera hora viajo”. La orden fue tajante: “Venga ya”.

Señor, hago preparar un avión y voy. ¿Debo llevar ropa? ¿Para cuánto tiempo? Preguntó Crespo. “Para mucho tiempo” le dijo Weber.

Luego de pasar por su casa para buscar un bolso y despedirse de su familia, Crespo se subió a su “E-225” y a las 03.30 de la madrugada del 2 de abril estaba entrando en el edificio Cóndor, luciendo su buzo de vuelo, algo inusual para esos tiempos. Subió al 7º piso donde lo esperaba Weber. Sin muchos miramientos, Weber lo introdujo inmediatamente en tema: “Hay un procedimiento conjunto para tomar las Islas Malvinas y usted se va a hacer cargo del Comando Aéreo Teatro de Operaciones Sur (CATOS). El comodoro (Eric Knut) Andreasen le va a explicar qué y cómo se hizo” (había sido el ayudante del brigadier mayor Sigfrido Martín Plessl, durante la planificación de la “Operación Azul/Rosario”).

-- “¿Por qué se hizo?” preguntó Crespo.

-- Recibiendo como toda respuesta de Weber: “Hay que cambiar el humor social a esta sociedad”.

Después los dos bajaron al 5º piso donde lo esperaba el brigadier general Basilio Arturo Lami Dozo y los más altos jefes de la institución. Cuando estuvo frente a su comandante en Jefe escuchó las misiones que se le tenían reservadas: Control de la frontera con Chile; prevenir una posible irrupción chilena en territorio argentino; apoyar las tareas del general de división Osvaldo García, jefe del Cuerpo V del Ejército; optimizar y fiscalizar el movimiento del aeropuerto de Puerto Stanley (todavía no era Puerto Argentino). En otras palabras, hacerse cargo del despliegue de las Bases Aéreas Militares (BAM).

-Dirigiéndose a Lami Dozo, Crespo preguntó: “Señor, necesito hacer una pregunta”. Luego de ser autorizado dijo: “¿La Fuerza Aérea tiene que intervenir en esta guerra?”.

-“No, es responsabilidad primaria de la Armada” respondió el más alto oficial aeronáutico.

-“¿Qué pasa si Inglaterra manda una fuerza, una flota, para recuperar las islas?”, volvió a preguntar Crespo.

-“La Armada se comprometió a tenerla parada a 180 millas de las islas”, fue lo que dijo Lami Dozo.

-“Creo que vamos a tener que combatir porque el Reino Unido puede mandar una flota y más si vienen submarinos nucleares que van a obligar a refugiarse a los barcos de nuestra Armada”, volvió a opinar, y levantando un poco el tono de voz, a la vez que miró a todos los presentes en general, que no decían nada, volvió a preguntar: “¿Y ustedes le creen a la Armada?”.

Como toda respuesta recibió la orden de que se callara y marchara a su destino en el Sur.

sábado, 4 de abril de 2020

Homenaje al 2 de Abril durante la pandemia

Malvinas, un homenaje distinto en tiempos de la pandemia





Canal 7 Bahía Blanca

La pandemia del coronavirus afecta de diversas maneras el reclamo de soberanía argentina en las islas Malvinas. Por la cuarentena por primera vez no se hizo la clásica vigilia de los combatientes, aunque hoy es un día para dedicarlo especialmente a los 649 caídos en el conflicto iniciado hace 38 años, el 2 de abril de 1982.

Guillermo de la Fuente, presidente del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Bahía Blanca dijo que “por el coronavirus, este 2 de abril es diferente, pero con situaciones similares a las que vivimos en las islas, un enemigo, la vida dependiendo solo del resguardo”.

Aunque este año no haya vigilia ni festival, de la Fuente destacó la necesidad de “mantener el recuerdo de los camaradas caídos, que nos obliga a la responsabilidad, todo lo demás es circunstancial”

Y concluyó “como le decía a un amigo el otro día…. por lo menos ahora no caen bombas”

jueves, 20 de junio de 2019

Anécdotario argentino: "El agua blandita"


El agua blandita

Clarín


La Fuerza de Desembarco sufrió 2 ásperos temporales mientras navegaba hacia las Malvinas.

De hecho, el mal clima obligó a postergar el Día D: pasó del 1 de abril al 2.

Se padecieron vientos de unos 120 kilómetros por hora y olas de hasta 7 metros. Los barcos se bamboleaban tenebrosamente, con inclinaciones cercanas al tope de 55 grados que marca el rolímetro.

El “Cabo San Antonio”, que llevaba el grueso de la tropa, tuvo que refugiarse en el rumbo de capa y bajó la velocidad a 6 nudos (menos de 11 kilómetros por hora).

Entre los nervios y los vaivenes, casi no se podía descansar: algunos trataban de dormir atados o en el piso. E ir al baño resultaba bastante complicado.

-Era difícil acertar -le cuenta a Clarín Miguel Pita, el segundo comandante de la Fuerza de Desembarco-. Y no te podías mantener sentado…

“Parecía que el casco daba de lleno contra algo sólido”, relató Carlos Büsser, el jefe de los infantes.

-Qué fuerza tiene el mar, eh -le observó un cabo.

-Tenga en cuenta que cada metro cúbico de agua pesa una tonelada. Fíjese el tamaño de las olas y calcule contra cuántas toneladas choca el buque…

-Menos mal que las olas son de agua, que es blandita, ¿no?

lunes, 3 de junio de 2019

2 de Abril: Los eventos de la recuperación en una operación perfecta

2 de abril: Operación Rosario, la recuperación de Malvinas




La recuperación de las Islas Malvinas para su incorporación definitiva a la soberanía nacional ya había sido decidida. La precipitó lo que los ingleses consideraron un incidente con operarios de una empresa argentina que izaron en la punta de un remo una bandera argentina. La mecha estaba encendida. Se haría un asalto directo y sorpresivo a la capital, Puerto Argentino, para provocar una repercusión política internacional tal que obligara a Gran Bretaña a negociar seriamente la soberanía de las islas de acuerdo a las resoluciones de Naciones Unidas.

Debían evitarse bajas enemigas, instalar un gobierno argentino en las islas y retirar las fuerzas de recuperación, dejando sólo los efectivos indispensables para la seguridad. Cada Comandante y Jefe de Batallón o Regimiento recibió cinco sobres lacrados que se abrirían al recibir la orden.

Con un sol radiante del 28 de marzo, como todavía acostumbra regalar marzo en la zona de Puerto Belgrano, zarparon de la base naval el buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” con todo el Batallón de Infantería de Marina Nº 2 (BIM2) a bordo, unos 750 hombres. También 20 VAOS (vehículos anfibios a oruga) y un VAR (a rueda); 30 vehículos de la Infantería de Marina y parte del Regimiento de Infantería Nº 25 del Ejército; en total una carga de combate de 8 mil toneladas.

De la misma dársena soltó amarras el buque insignia de la Flota de Mar, destructor misilístico ARA “Santísima Trinidad”, con las tropas de Fuerzas Especiales de la Armada que tomarían el cuartel de los Royal Marines, más los hombres (16 entre buzos tácticos y comandos anfibios) quienes bajo órdenes del Capitán de Corbeta Pedro Edgardo Giacchino tomarían la casa del Gobernador para lograr su rendición.

A esas alturas el submarino ARA “Santa Fe”, que la noche anterior había bajado su periscopio mientras abandonaba aguas marplatenses haciéndose invisible, navegaba hacia el sur para sumarse a la operación. A bordo iba la Agrupación Buzos Tácticos encargados de marcar la playa para el desembarco del BIM2. Mientras que en el rompehielos ARA “Almirante Irizar” iba el personal de reserva y un helicóptero Puma del Ejército.

El resto de la Fuerza de Tareas N° 40 estaba integrado por el destructor misilístico ARA “Hércules”, el portaaviones ARA “25 de Mayo”; los destructores ARA “Py”, ARA “Seguí” y ARA “Piedrabuena”; las corbetas ARA “Drummond” y ARA “Granville”, y el transporte ARA “Isla de los Estados”. También, por ser una operación naval conjunta, incluyó a un avión C-130 Hércules de la Fuerza Aérea; unidades de la 1° y 2° Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros; aviones caza A 4-Q de la 3° Escuadrilla Aeronaval de Ataque; y aviones S2T-Tracker de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina. El puño que daría el primer golpe no podía titubear.

Al poco tiempo de zarpar, se dio la orden de abrir los sobres. La operación sería la recuperación de las Islas Malvinas. Los buques navegaron a toda máquina, pero desde el 29 –y por tres días– los frenó un temporal capaz de sacudir hasta la mesoatlántica -cordillera bajo el mar–; tanto que un rolido alcanzó los 46°. Muchos hombres de las tripulaciones fueron afectados por mal de mar, por lo que el día “D” previsto originalmente para el primer día de abril debió retrasarse. Era preciso al menos un día de mar calmo para efectuar el desembarco.

La operación de recuperación de las Malvinas había sido bautizada inicialmente como “Operación Azul”, pero en medio del fuerte temporal el entonces Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín, embarcado en el “Cabo San Antonio”, recordó que cuando ocurrieron las invasiones inglesas al Río de la Plata, el General Liniers había enfrentado inclemencias que cesaron cuando invocó a la Virgen del Rosario.

Por esa sugerencia, el Contralmirante Büsser, Jefe de la Fuerza de Desembarco, rebautizó la operación como “Operación Rosario”: el cambio en las condiciones climáticas que posibilitó el inicio de las acciones el 2 de abril quedó para siempre adjudicado a la intercesión de la Virgen. Sin embargo, el factor sorpresa se había perdido.

“Habitantes de las Islas Falklands, les habla el Gobernador Hunt, tenemos información que una fuerza de tareas argentina zarpó del continente y viene navegando hacia las Islas (…)”; fue parte del mensaje que se escuchó la noche del 1° de abril en la radio del “Cabo San Antonio”.

Algunos planes cambiaron. Los desembarcos pensados hacia el Noreste de las islas se replanificaron hacia el Este. Sobre las frías aguas del Atlántico Sur emergió de las profundidades una silueta robusta. Primero el tubo periscopio, luego la torreta y finalmente el resto del submarino ARA “Santa Fe”.

Esperaban la recepción de la que sin dudas sería la orden más importante de sus carreras. Regía el silencio absoluto de radio, por lo que el señalero se dirigió al reflector de señales y envió en Morse luminoso: “Operación Rosario: aguardo confirmación”.

Mil metros a babor del submarino, desde el ARA “Santísima Trinidad” que ya había ingresado a la Bahía Enriqueta, los parpadeos de luces fueron claros. “Hora y lugar confirmados”. El “Santa Fe” viró y se sumergió.

Recuperar las islas

A bordo del “Santísima Trinidad”, los comandos anfibios y buzos tácticos se prepararon concentrados en su objetivo. Repasaron en sus mentes la que debía ser su actitud durante el desplazamiento y en el objetivo mismo. Pondrían en práctica lo que tantas veces, en las peores condiciones climáticas y de mar grueso, habían entrenado.

Por algún motivo sintieron que todo se aceleró; se impartieron las acciones a desarrollar y toda la secuencia de aproximación de buque a costa. Los kayaks serían los primeros y una vez asegurada la cabecera de playa, desembarcaría el resto de las Fuerzas Especiales.

Dibujaron la carta en sus cabezas: distancias, rumbos, obstáculos, alambradas, caminos, alturas, ríos, todo. Lo estudiaron al detalle para que ese mapa fuera parte suya. Probaron el armamento y lo limpiaron. Les dieron granadas, donde cada uno llevó las que creía que podía necesitar, y cargadores con alrededor de 1500 disparos a granel.

Esa noche se reunieron en equipos de combate y, con todas las luces apagadas, sobre las 21 del 1º de abril comenzó el movimiento buque a costa. El “Santísima Trinidad” paró motores. Se tendieron las redes de desembarco, se cargaron las mochilas y descendieron a toda velocidad.

La oscuridad de la nubosa noche sólo era interrumpida por una tenue luz de luna que parecía cómplice de la operación. Los cachiyuyos –similares a algas– se enredaban en los motores de los botes y complicaban el avance, que continuaba a fuerza de machetazos. Entrada la noche la oscuridad se cerró más y la delgada línea que hacía minutos representaba la costa, desapareció.

La playa regalaba una sola rompiente que resonaba con fuerza y ocultaba los ruidos. Ni siquiera se oían los motores que llegaban más atrás. Cuando varó el primer kayak un silencio absoluto habitaba la costa y no se veía absolutamente nada. Hasta las luces de la ciudad y el faro San Felipe fueron apagadas.

Con una rápida técnica de barrido en flor de unos 150 mtrs., los primeros comandos aseguraron la zona y con el visor nocturno hicieron la marcación infrarroja a los otros botes, que desembarcaron y armaron la cabeza de playa unos 250 metros más adelante. Luego desembarcaron los 20 botes restantes.

Como un relámpago se encolumnaron y avanzaron a los objetivos. En el punto de disloque, la patrulla del Capitán Pedro Giachino se abrió hacia la Casa de Gobierno mientras el resto siguió avanzando con el Capitán Guillermo Sánchez Sabarots hacia el cuartel de los Royal Marines.

Estaban marginales con el tiempo, por lo que debieron apretar la marcha. Faltando cuatro minutos para las 6 cruzaron el puente donde la avanzada ya había preparado las cargas de demolición para aislar el objetivo, de ser necesario. Nada entra, nada sale.

Iniciaron el asalto. Desde el cuartel comenzaron a tirar hacia la zona del Teniente Sergio Robles, abriendo una brecha por donde los ingleses se fugaron. Los comandos ingresaron al cuartel rompiendo puertas y ventanas. Cada uno tenía un lugar de ingreso específico. “Limpiaron” el cuartel recorriendo todo. Segundos después arriaron la bandera inglesa e izaron la argentina. Fue la primera bandera que volvió a flamear en Malvinas.

Mientras tanto en la casa del gobernador se solicitaba la rendición. “Mister Hunt, somos marinos argentinos, la isla está tomada, los vehículos anfibios han desembarcado y vienen hacia aquí, hemos cortado su teléfono y le rogamos que salga de la casa solo, desarmado y con las manos sobre la cabeza, a fin de prevenir mayores desgracias. Le aseguro que su rango y dignidad, así como la de toda su familia, serán debidamente respetados”, dijo el Teniente Diego García Quiroga, quien ya secundaba a Giachino.

No obtuvieron respuesta y por eso arrojaron una granada para disuadirlos. Una voz que provenía de la casa contestó: “Mr. Hunt is going to get out.” Pero no salió. García Quiroga reiteró el mensaje, pero la voz aseguró: “Don’t go (Mr. Hunt),” y esas palabras vinieron seguidas de un tiroteo.

Lo que siguió se inscribió para siempre en la historia de la recuperación de Malvinas y fue parte del precio de ver la bandera argentina en alto. Giachino y García Quiroga seguidos de tres hombres se lanzaron al interior de la casa. El primero rompió el vidrio de una puerta y abrió el picaporte. El resto fue cuestión de segundos: un feroz tiroteo, a Giachino lo alcanzan las balas británicas, cae y el segundo en resultar gravemente herido es García Quiroga, que iba detrás.

–Me dieron, Cristina, me dieron–dijo Giachino, como si desde el continente su mujer pudiese escucharlo–. García Quiroga sintió que le arrancaban el brazo, fue el primer tiro; el otro le dio en el abdomen. Hoy una navaja suiza exhibida en la Agrupación Buzos Tácticos es la muestra de suerte, que también es azar y destino, porque paró la bala que reclamaba su vida.

Giachino llamó al Cabo enfermero Urbina, pero éste también había sido batido. Ya en el suelo y anticipándose a la posible pérdida de conocimiento, el Capitán Giachino tomó la correa de sus binoculares y ató la granada –con la que rompió la ventana– para que no explote, evitando la muerte de todos los de la casa. A esas alturas ya estaba bañado en sangre.

La patrulla de Sánchez Sabarots escuchó los estruendos de la balacera que resonaron desde la Casa de Gobierno y corrieron a apoyar a Giachino que estaba a unos 7 kms. A unos 500 mtrs. de la Gobernación se separaron. Sabían que la fracción inglesa los superaba en número. Avanzaron desplegados de a cuatro viendo las cabezas y las antenas de comunicaciones enemigas. A pesar de llevar el arma cargada con el fuego abierto tenían la orden de no causar bajas enemigas.

A 50 mtrs. de la casa se levantaron todos juntos avanzando con las armas apuntadas y, cuando saltaron un ligustro espinoso listos a descargar, se escucharon las voces de alto el fuego en español y en inglés.

Tres horas antes, en un punto más al Noreste y ya promediando la madrugada los buzos tácticos del “Santa Fe”, enfundados en sus trajes secos y completamente camuflados, desembarcaron para cumplir con su misión. Doce hombres. Apenas tocaron la costa una bengala los iluminó como si fuera de día. Se prepararon para recibir fuego enemigo, pero nada. La misión era habilitar y proteger esa playa hasta que las tropas argentinas desembarcaran, y ese aviso tenía un tiempo límite: las 6:30. Esa bengala demoró en un minuto el cumplimiento de ese tiempo; 6:31, revisada toda esa playa, avisaron al “Cabo San Antonio” que estaba marcada, es decir libre.

Después de unos minutos agazapados, haciendo una especie de trinchera por si había que soportar un ataque, comenzaron a pasarles por al lado los VAO de la Infantería de Marina cuando el crepúsculo matutino empezaba a convertir las siluetas de las islas en certeza.

Se formaron a la derecha de un VAR y en ese momento se abrieron las tapas y en un acto espontáneo todos comenzaron a gritar “¡Viva la Patria!”.

Después de enfrentar las defensas inglesas que custodiaban el aeropuerto y de quitar los vehículos que habían sido atravesados en la pista, el VAO con el Coronel Seineldín llegó lleno de impactos de bala al hospital de Puerto Argentino. Ya sabían que el Capitán Giachino había sido herido. Seineldín entró al hospital y diez minutos después volvió a salir para darle el pésame a sus hombres, todos reunidos afuera. Giachino había muerto.

Para entonces en la isla ya había más de 800 soldados argentinos desplegados y se habían iniciado los vuelos que traían al resto de las tropas del Ejército, lo que motivó la rendición del Gobernador, quien pidió parlamentar con el Estado Mayor de la operación. Un jeep con bandera blanca condujo al Contralmirante Büsser a su casa. La Operación Rosario había sido ejecutada con precisión y sin bajas enemigas.

Una trompeta sonó poniendo a todos en firme para iniciar el saludo. Después de casi 150 años, la bandera argentina estaba izada en la Gobernación de Malvinas, y con ella comenzaban 74 días de guerra.

(GACETA MARINERA)