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jueves, 21 de noviembre de 2024

Jacinto Batista: "Teníamos órdenes de no matar"

'Teníamos órdenes de no matar'

Poder Naval

¿Cómo fue la retoma de las Malvinas desde la perspectiva de un militar argentino?

 

Jacinto Batista es el símbolo de la reconquista de las Islas Malvinas por parte de los argentinos el 2 de abril de 1982. Jacinto contó su historia al periodista Guido Braslavsky, del diario Clarín, el 1 de abril de 2002.

Llevaba un gorro de lana.
El rostro estaba ennegrecido por pintura de combate. El arma la llevaba cerca del cuerpo en la mano derecha y con el otro brazo indicaba a los prisioneros ingleses que permanecieran en fila con las manos en alto. Jacinto Eliseo Batista es el protagonista de esta foto de arriba que viajó por el mundo, convirtiéndose en símbolo de la toma de Puerto Argentino, el 2 de abril de 1982.

Veinte años después (
el artículo fue elaborado en marzo de 2002 ), acercándose a su cumpleaños 52 y a menos de dos meses de retirarse después de 35 años en la Armada, el Suboficial Batista enciende su cuarto cigarrillo en una mañana húmeda de Punta Alta y afirma: “No tengo nostalgia por las Malvinas. Fue una etapa en mi vida y en mi carrera. Recibí una orden y la seguí. Para eso me paga el Estado”.

Probablemente no todos los miembros del Grupo de Comando Anfibio que rindió a los británicos se comportan de la misma manera que este nacido en Colón, que dice no tener ningún interés en regresar a las Malvinas como huésped o turista. Sin embargo, afirma que “si el Estado me dice que los recupere nuevamente ahí estaré” . Porque, como todos los soldados de élite, Batista está hecho de una madera especial. Los comandos anfibios son al mismo tiempo buzos, paracaidistas, comandos y especialistas en reconocimiento en tierra y agua. Aprenden a soportarlo todo. Son soldados entrenados para la guerra, exactamente lo contrario de muchos jóvenes que no eligieron las Malvinas como destino, ni viven en una guerra y mueren en ella.

Quizás por eso Batista nunca tuvo miedo.
Ni siquiera al principio cuando se embarcaron en Puerto Belgrano a bordo de la fragata “Santísima Trinidad”, con rumbo desconocido, aún con la sospecha de todos de que se estaba realizando un verdadero operativo en las Malvinas.

“Tan pronto estuvimos en alta mar nos dieron la orientación necesaria para llevar a cabo la misión. Desembarcamos el 1 de abril, poco después de las 21:00. Yo era el guía del barco y, desde la línea de playa, el explorador.   Sólo teníamos un equipo de visión nocturna y yo era quien lo llevaba, que iba delante unos 200m”.

“Estábamos seguros de que los ingleses no nos esperaban. Caminamos toda la noche. Los objetivos eran el cuartel de los Royal Marines y la casa del gobernador. Teníamos órdenes de no matar, porque el plan posiblemente era tomar las islas y negociar la retirada.

“Nos separamos en dos grupos. Fui al cuartel, pero no encontré nada porque los marines estaban afuera custodiando los objetivos. Allí izamos por primera vez la bandera argentina. El grupo que acudió a la casa del gobernador, en cambio, encontró resistencia y se escucharon disparos constantes. “Era casi de día y la resistencia persistía. El primer inglés que conocí fue un francotirador con un rifle Mauser. Lo desarmé. Cuando nos reunimos en la casa, la situación estaba casi bajo control.

La única baja en esta acción –la primera muerte de la guerra– fue el capitán Pedro Giachino. “Cuando llegué estaba herido. Había entrado en la casa y, al salir, fue atropellado por un soldado que estaba detrás de una línea de árboles cercana. Le pregunté: “Qué te pasó, Pedro”, y le toqué la cabeza. Estaba consciente, pero muy pálido, había perdido mucha sangre y agonizaba.

Batista no recuerda en qué momento de aquella jornada frenética el fotógrafo Rafael Wollman se fotografió con los prisioneros ingleses.
Sabe, sin embargo, que esta imagen es un retrato implacable del orgullo herido del viejo león imperial. “El 14 de junio debieron buscarme para tomarme una foto con los brazos en alto”, imagina con una sonrisa.

Pero el cable no estaba en Puerto Argentino el día de la caída: “El 2 de abril regresamos al continente”. Batista nunca regresó a las islas, pero esto casi sucede cuando se planeó una misión de infiltración durante el desembarco británico, pero el Hércules que las llevaría sufrió una avería en la pista.

“Los británicos no eran mejores que nosotros. Tenían más medios y más apoyo. De americanos y chilenos. Pero si Argentina hubiera tenido la firme convicción de luchar…”, dice Batista, dejando la frase en el medio, como una pregunta.

FUENTE: Clarín

TRADUCCIÓN Y ADAPTACIÓN: Poder Naval


martes, 19 de noviembre de 2024

El helicopterista que recuperó las islas y sobrevivió al Belgrano

Malvinas: el helicopterista que participó de la recuperación de la islas y sobrevivió al hundimiento del Belgrano

El autor era aviador naval de los Alouette durante 1982. El 2 de abril de 1982 integró el Grupo Aeronaval Embarcado, a bordo del Portaaviones ARA 25 de Mayo. Ocho días más tarde, se embarcó en el Crucero General Belgrano. Sus vivencias, el recuerdo de sus camaradas, los dramáticos instantes cuando fueron alcanzados por los misiles del Conqueror y los días congelado en las balsas antes del rescate

El helicóptero Alouette con el teniente de corbeta Mario Carranza Horteloup y como piloto el teniente de fragata José Callisto

Hacía unos días que había regresado a mi Escuadrilla de helicópteros Aeroespatiale Alouette III luego de participar de la recuperación de nuestras islas Malvinas el 2 de abril, como integrante del Grupo Aeronaval Embarcado (GAE), a bordo del Portaaviones ARA “25 de Mayo”. Aún escuchaba las palabras del comandante del portaaviones, capitán de navío Sarcona, cuando reunió a los oficiales en el comedor del buque para comunicarnos que nuestro verdadero destino era Malvinas y nuestra misión recuperarlas.

Aún sentía las emociones de la experiencia vivida. Recordaba, con cierta resignación, las transmisiones de las radios chilenas anunciando que “el portaaviones argentino había sido hundido por un submarino inglés”. Tenía claro que mi próximo evento trascendente sería el viernes 16 de abril en Buenos Aires como testigo del casamiento de mi íntimo amigo, aviador naval y compañero de promoción el teniente de corbeta Arturo Médici.

Estaba en la sala de pilotos de mi escuadrilla cuando recibí la orden de embarcar con un Alouette en el Crucero ARA “General Belgrano”
. La configuración ordenada era la de ataque antisuperficie y antisubmarina, es decir misiles AS-12 y torpedos. Por eso, la tripulación debía estar conformada por un Comandante Táctico es decir un adiestrado guiador de misiles aire–superficie, que recayó en el teniente de fragata Juan José Callisto, un piloto táctico que era yo mismo y un especialista en armamentos, el suboficial mayor aeronáutico Ramón Barrios. Para el mantenimiento y soporte técnico en armas y electrónica embarcaron el suboficial segundo Roberto Lobo, el cabo principal José María Gómez, el cabo primero Adolfo Suárez y los cabos segundos Guillermo Ricardo Carro, Dalmiro Horacio Muñoz y Néstor Andrés Scheffer, todos integrantes de la Escuadrilla. El suboficial mayor Barrios era el segundo más antiguo de la unidad. Cuando llegó la orden de embarcar se presentó al Segundo Comandante diciendo que debía ir porque no había nadie con más experiencia y conocimiento sobre los sistemas de armas que él, lo cual era cierto. Barrios era un señor. Fue un conductor para su gente y un ejemplo para todos.

Alouette lanzando misiles AS-11

Con el Alouette matrícula 3-H-105 anavizamos en el Crucero el 10 de abril de 1982. El buque estaba amarrado a muelle y de inmediato fue hangarado. El hangar estaba a popa debajo de la plataforma principal y por diseño estaba previsto guardar allí, un hidroavión. La pluma permitía sacar el hidroavión del hangar y apoyarlo en la superficie del mar para que el avión pudiera despegar. Nunca la Armada Argentina había operado con un hidroavión desde el Crucero Belgrano. Sin embargo, a uno de esos ingeniosos hacedores que siempre existe se le ocurrió reanalizar su uso para embarcar un helicóptero sin que eso implicara perder la capacidad de las dos torres de artillería de popa con tres cañones de 5 pulgadas cada uno. Este hacedor fue el capitán de corbeta Enrique Gómez Paz. La maniobra de hangarar y deshangarar el helicóptero con la pluma había sido ensayada y practicada durante la navegación de enero del Crucero a Ushuaia llevando a los cadetes navales. El éxito fue absoluto.

Estando todos a bordo la zarpada se pospuso varios días por razones que desconocíamos. Indudablemente obedecía a la evolución de la situación internacional del conflicto. Finalmente, el 16 de abril zarpamos y pusimos rumbo al sur. Me preocupaba mi faltazo al casamiento, sin previo aviso, y como lo subsanarían llegado el momento.

El navío entró en Ushuaia para reabastecerse de combustible y munición 40-60, además se realizaron reuniones de coordinación relacionadas con las operaciones en curso. En la tarde del 26 de abril el Crucero General Belgrano dejó Ushuaia por última vez. Nunca volvería a un amarradero en territorio nacional.

Esta pluma (grúa) es la que permitía deshangarar al hidroavión original

Comenzaba con la misión impuesta, que consistía en patrullar el sector sur de la Isla de los Estados y de Malvinas, para detectar un posible tráfico marítimo británico y constituir un Grupo de Tareas Naval de diversión y engaño para los británicos y por supuesto vigilar y disuadir a la marina chilena si eventualmente cruzaba.

Efectuamos varios vuelos de simulacro de ataque a buques con misiles AS-12, algunas tareas de exploración y el menos agradable de avión blanco para las ejercicios de tiro antiaéreo. En esos adiestramientos vimos trabajar a nuestros hombres y a los del buque. Los más complicado era el cambio de configuración del helicóptero. El suboficial Roberto Lobo era quien estaba a cargo del mantenimiento mientras el suboficial mayor Barrios tenía los sistemas de armas. La coordinación y el trabajo en equipo era fundamental, pero a eso se agregaba el buen ánimo y el mejor humor. En cada cambio de configuración todos trabajaban y lo hicieron en tiempos récord. Armas, Mecánicos y Electrónicos: todos eran todo. Siempre estuve orgulloso del personal de la Escuadrilla, pero allí fueron un reloj, una máquina. Los nueve éramos un equipo.

Durante varios días operamos con las lanchas rápidas ARA “Indómita” y ARA “Intrépida”. En una nueva asignación de medios ordenada por la superioridad, los destructores ARA “Piedrabuena” y “Bouchard” junto al Buque Tanque “Puerto Rosales” de YPF se incorporaron a nuestro Grupo de Tareas 79.3 cuya nave capitana era el Crucero “General Belgrano”.

El Crucero ARA General Belgrano en Ushuaia

El 29 de abril, al teniente Callisto se le ordena examinar un lugar de aterrizaje para nuestro helicóptero en la Isla de los Estados para establecer un pequeño campamento. La razón era que el Crucero debía navegar a un rumbo general 090º / 120º y si para empeñarse en combate y abrir fuego, el helicóptero en cubierta constituía una limitación y debería ser evacuado inmediatamente para usar las baterías de popa. El hangaraje requería algo de tiempo y maniobra.

A fin de inspeccionar el lugar, con el teniente Callisto nos trasladamos al Aviso ARA “Gurruchaga” que nos dejó en proximidades de la playa de Isla de los Estados. Desembarcamos en un zodiac del Aviso a cargo del guardiamarina Carlos Enrique Aguilera para buscar un sitio conveniente. Esta tarea nos llevó varias horas. Luego de examinar el lugar y evaluar el soporte logístico necesario para operar desde la isla se asesoró que no era una opción adecuada.

Nuevamente a bordo del Crucero, el comandante ordenó a los buques poner proa al Este. Aparentemente la misión de nuestro Grupo de Tareas había cambiado. Alguna información sobre un ataque inglés al aeropuerto de Puerto Argentino había llegado.

El 1º de mayo realizamos el que iba a ser el último vuelo del 3-H-105. Buscamos a los comandantes de los destructores escoltas capitán de fragata Horacio Grassi y capitán de fragata Washington Bárcena para una reunión de coordinación a bordo del Belgrano a cargo del capitán de navío Bonzo, comandante del Crucero y del Grupo de Tareas 79.3. Algunas horas más tarde los trasladamos de regreso a sus navíos y el helicóptero fue hangarado. Nunca más desplegaría las aspas de su rotor para volar.

Durante la noche del 1º al 2 de mayo la tripulación entera cubrió puestos de combate, dado que, manteniendo arrumbamiento 090º / 120º nos acercábamos a la zona de exclusión decretada por los británicos alrededor de las Islas Malvinas. Nos trasladábamos de una zona de operaciones a la nueva zona asignada, denominada Ignacio. La larga noche y la madrugada fue tensa, llena de expectativas. En el norte de las Malvinas, los buques de la Armada con el Portaaviones “25 de Mayo” iniciaban un acercamiento a las unidades de la Royal Navy para un enfrentamiento aeronaval y de superficie de una magnitud que desconocíamos. Nuestros amigos, nuestros camaradas estaban allí. Creo que nadie durmió esa noche. Circunstancias así nos llevan a hacer algunos análisis de nuestras vidas que debiéramos realizar con mayor frecuencia. Lo verdaderamente importante surge en estos contextos.

Se visualiza la grúa, la tapa del hangar y las torres de artillería con los tubos cañón

En las primeras horas del 2 de mayo el rumbo cambió a 270º/ 290º. Volvíamos a la zona de la que habíamos partido. Habíamos pasado toda la noche en los puestos de combate y como supusimos que el peligro potencial disminuía al virar hacia el Oeste, la tensión también disminuyó. El buque mantuvo ese rumbo Oeste hasta que fuimos torpedeados minutos antes de las 16 horas del 2 de mayo.

Después del almuerzo, el teniente Callisto que había estado toda la noche y madrugada en la Central de Informaciones de Combate, se fue descansar. Yo me quedé con el guardiamarina Sevilla que me iba a enseñar a jugar a las damas chinas. Charla agradable más que juego. A eso de las 15 horas decido irme a descansar y le comento que andaba sin linterna. El Flaco Sevilla, gaucho como era, me ofrece una suya y la va a buscar a su camarote. “Gracias Flaco, compro pilas y se la devuelvo mañana”, fue mi despedida. Nunca lo volvería a ver. Si bien abandonó el Crucero falleció en una balsa. Abandoné el buque con la linterna que me había prestado. Se la devolveré con un abrazo cuando me encuentre con él en el fondeadero final.

Al llegar al camarote comencé a desvestirme para acostarme. El teniente Callisto que estaba despierto me dice: ‘¿No sería mejor dormir vestidos?’ Respondí que no ya que quería descansar, pero al pensarlo mejor así lo hice. Cuando tuvimos que salir del camarote con el buque a oscuras después del torpedo fue más fácil porque sólo debimos tomar el chaleco y el bolso.

No sé cuánto tiempo dormitamos, cuando una violenta explosión nos despertó. ‘Nos dieron’, dijo Callisto e inmediatamente sentimos otra explosión similar a la primera. El buque se paró, se escoró unos 20º a babor y quedó en completo silencio. Nunca, desde mi primer embarco como cadete naval, había escuchado el silencio en un buque. Una sensación muy rara estar en el Crucero sin los típicos ruidos de máquinas y ventiladores. En total oscuridad saltamos de nuestras literas nos pusimos nuestras camperas de vuelo, los salvavidas y salimos para ver qué había sucedido.

Nos encontramos con el teniente Stuart que, con esa flema y voz calma que lo caracterizaba, organizaba y priorizaba la salida del personal que provenía de las cubiertas bajas hacia la cubierta principal a cubrir el rol de abandono. El personal evacuaba las cubiertas inferiores pues algunas se inundaban y otras estaban llenas de humo dificultando la respiración. Me di cuenta de que la situación era verdaderamente dramática. Tenía el revólver de supervivencia que podía ser útil en caso de pánico de la tripulación. Nunca me equivoqué tanto en mi vida, ya que el comportamiento de todos fue ejemplar. Entendí que eso era adiestramiento y más adiestramiento. Cada ejercicio, cada zafarrancho que se hacía y repetía durante las navegaciones era para esto. Era igual a los procedimientos de vuelo que una y otra vez repetíamos en la Escuela de Aviación Naval. Se continuó evacuando las cubiertas inferiores hacia la cubierta principal.

Cuando llegué a la cubierta principal vi a los dos destructores escoltas alejándose del Crucero cumpliendo las instrucciones impartidas de hacerlo en caso de ataque submarino para evitar ser alcanzados por torpedos. En la cubierta me encontré con el teniente Di Poi, nadador de rescate y único compañero de promoción a bordo. A partir de ese día mi hermano. Cada uno fue a su puesto de abandono para cumplir con lo ordenado.

La imagen muestra la ausencia de la proa del Crucero

Se percibía una calma tensa, nos movíamos en silencio, sólo se escuchaban las órdenes que no se repetían, se acataban, en el puente de Comando había movimientos y la tripulación comenzó a formar frente a la balsa que le correspondía a cada uno, mientras el buque se escoraba más y más, pero lo hacía muy lentamente.

El Comandante y su estado mayor evaluaban la posibilidad de salvar al Crucero, pero a las 4 y 20 de la tarde se da la orden de abandonarlo. Dos de nuestros hombres faltaban en la formación frente a nuestra balsa: los suboficiales Barrios y Lobo. Supimos más tarde que el “Mayor Barrios” murió en la cubierta principal por las heridas que le generó la explosión del torpedo de proa. Del suboficial Lobo, “Lobito” como le decíamos, nunca supimos nada excepto que, previo al ataque, se había ido a descansar y su alojamiento estaba en la zona de impacto del torpedo de popa. Pienso que murió allí.

Nuestra balsa la conformábamos parte del personal de refuerzo a la dotación del Crucero y no estaba integrada por 20 personas como era lo habitual, sino por menos. Antes de abandonar el buque comprobamos que éramos aún menos (Barrios, Lobo y otros no estaban). La balsa siguiente a la nuestra no se había inflado adecuadamente. Por ello, se resolvió completar nuestra balsa con personal de la balsa desinflada hasta las 25 personas y reasignar a los 5 restantes a otras balsas para no exceder demasiado la capacidad ideal que era de 20 personas. Entre los 25 había dos (2) conscriptos que tenían quemaduras en sus manos. Dos jóvenes impecables que nunca se quejaron, nunca pidieron nada y nunca perdieron su buen ánimo. Lástima que no recuerde sus nombres. Fueron verdaderos hombres que se ganaron todo nuestro afecto y admiración.Una vez que la balsa estuvo en el agua, el teniente Callisto, el más antiguo, nos ordenó al cabo principal Gómez y a mí lanzarnos primero sobre el techo de la balsa y prepararla para recibir a los heridos y ayudar a subir a aquellos que cayeran al agua.

El oleaje estaba bravo y la balsa se movía caóticamente motivando que muchos al lanzarse cayeran al agua. Completamos la dotación prevista de la balsa. El último en embarcar fue el teniente Callisto.

La primera y más ardua tarea fue alejarnos del costado del Crucero, ya que las olas nos empujaban contra el casco. Finalmente, después de mucho esfuerzo logramos alcanzar el objetivo y ubicarnos a una distancia segura.

En cada balsa cabían 20 personas

En un momento me llama el teniente Callisto para que vaya a la puerta de la balsa. Pudimos ver como el “Belgrano” escoraba cada vez más hasta recostarse 90 grados sobre la banda de babor mientras la popa se hundía lentamente, muy lentamente como si no quisiera irse y menos arrastrar ninguna balsa de sus tripulantes en ese hecho. A las 16:58 horas el viejo y orgulloso guerrero, el Crucero ARA “General Belgrano”, desaparecía en las grises y frías aguas del Atlántico Sur. A los pocos minutos sentimos en nuestras sentaderas un par de explosiones provenientes, probablemente, de las calderas.

Después del esfuerzo físico que significó recibir a mis camaradas de balsa y de haberme mojado mucho tuve un estado de agotamiento y frío que me afectó seriamente. Fueron mis compañeros de balsa, en especial Carro y Scheffer, que subían mis piernas sobre sus pechos y la refregaban para ayudar a la circulación quienes fueron determinantes para que me recuperara.

En el trascurso de la noche se organizaron turnos de vigilia para achicar el agua que entraba en la balsa a causa de la tormenta. A Dios gracias no faltó mano de obra con 25 hombres, más uno que rescatamos de una balsa a la que estábamos atados que tenía 9 hombres a bordo y que había naufragado. Esto nos permitió conservar el calor humano. Todos demostraron una gran fuerza de voluntad y nuestros heridos no se quejaron en ningún momento. Una figura importantísima en la balsa por su apoyo, iniciativa y espíritu fue el cabo principal Gómez que se transformó en una pieza clave para la distribución y realización del trabajo.

Noche durísima, vientos muy fuertes que generaban olas que desde una balsa parece que va a devorarnos y parte de ella entraba a la balsa y nos recordaba lo que era el frío. A la mañana siguiente, 3 de mayo, el día se presentaba bastante mejor. Pudimos ver muchas balsas a la distancia. Recuerdo que nos asomamos con Callisto y nos preguntamos ‘¿vendrán a rescatarnos?’ La amenaza submarina era cierta, pero los marinos no abandonan a otros marinos en el mar. Sean ingleses, argentinos o chilenos.

El rescate de los sobrevivientes del Crucero General Belgrano

Pasado el mediodía escuchamos los motores inconfundibles de un Neptune, el avión explorador de la Armada que había ubicado la mancha de petróleo del Crucero y a partir de allí a las balsas con sus tripulantes. El teniente Callisto se comunica con el teniente Andersen, “la vieja Andersen”, copiloto del Neptune matrícula 2-P-111 avisando que estábamos bien. Allí nos informa que el rescate había comenzado. El sobrevuelo del viejo Neptune levantó los ánimos y reforzó aún más nuestra moral.

A la tarde divisamos a los primeros buques de salvamento. Cuando cayó la noche los ubicábamos porque parecían barcos pesqueros de calamar con todas sus luces encendidas. Estaban a la vista, estaban cerca. Finalmente, a eso de las 23 horas le tocó el turno a nuestra balsa y fuimos rescatados por el Aviso ARA “Gurruchaga”. Volvíamos al mismo buque con el que habíamos explorado la Isla de los Estados. El teniente Callisto hizo desembarcar a los heridos y a todo el resto y cuando sólo quedábamos nosotros dos me ordenó subir. Todos volvimos a casa, salvo Barrios y Lobo.

Fueron los primeros dos muertos de la Aviación Naval. Cumplieron su juramento. Merecen descansar en paz con el reconocimiento de todos.

Años después me enteré de que el Comandante del Aviso “Gurruchaga”, el capitán de corbeta Álvaro Vázquez al iniciar el rescate dijo a su tripulación: “Aunque haya un submarino en el área de acá no nos vamos hasta recuperar la última balsa”. Había que tener las convicciones bien puestas para decir eso antes de empezar la tarea y cumplirlo. De hecho, el pequeño gigante que fue el Aviso ARA “Gurruchaga” rescató al 46 por ciento de los náufragos. Tantos hechos que desconocen nuestros conciudadanos. Tanta gente que cumplió con su deber a la perfección sin pedir ni reclamar nada a cambio.

Cuando me reencontré con los míos le pregunté a la flamante señora de Médici que había pasado en el casamiento. Allí me enteré que mi amigo Arturo estaba destacado en Malvinas y de que mi hermano, a quien ellos no conocían, había concurrido al Registro Civil y había actuado como testigo. Al final, mi apellido figuró en el Acta de ese entrañable matrimonio amigo que hasta hoy perdura.

martes, 22 de octubre de 2024

APBT: Fallece el legendario Carlos Cequeira, primero en desembarcar el 2 de Abril

El entrañable recuerdo de Carlos Cequeira, el primer soldado en pisar las Islas Malvinas la noche previa al comienzo de la guerra

En el operativo de recuperación, fue uno de los comandos anfibios que tuvo como misión tomar el cuartel de los Royal Marines y la casa del gobernador. Nunca quiso volver a las islas porque no toleraba que le sellaran el pasaporte. Murió a los 69 años y vivía en Ushuaia
Por Adrián Pignatelli || Infobae


Carlos Cequeira, años después de Malvinas. Era una persona muy querida por todos y reconocido en Ushuaia, la ciudad que había elegido para vivir

Que en realidad pisar no fue lo primero que hizo en suelo malvinense, sino que como llevaba las patas de ranas puestas, cayó de espaldas, contaba siempre entre risas. Tenía entonces 27 años, casado, era cabo principal y en 1975 había hecho el curso de comando. Uno de sus compañeros de entonces, el coronel Andrés Ferrero, también veterano de Malvinas, lo recuerda como un tipazo y una de esas personas que siempre estaba dispuesta a ayudar.

Se llamaba Carlos Eduardo Cequeira, comando anfibio al que todos conocían como “el Negro”, y falleció el pasado sábado en la ciudad de Ushuaia, donde residía, luego de una larga enfermedad.

Junto a Bernardo Schweizer fueron los primeros argentinos en pisar las islas alrededor de las diez de la noche del 1° de abril, en una navegación que la realizaron en un kayak, que hoy es una reliquia en el Museo de la Infantería de Marina.

Momento histórico: izamiento de la bandera en Moody Brook el 2 de abril de 1982 a las 7:10. Sostiene la driza Sánchez Sabarots y el suboficial Guillermo Rodríguez el pabellón (Cronología Infantería de Marina)

Cequeira y Schweizer tienen una historia aparte. Cuando en 1980 Schweizer, un teniente de corbeta recién ascendido, hizo el curso comando, Cequeira, un suboficial, fue su instructor. Enseguida congeniaron. El Negro Cequeira era alegre y comunicativo, y con un talento innato para la enseñanza. Ambos estaban casados, y ninguno tenía aún hijos. Es más: Malvinas interrumpió la luna de miel de Schweizer.

Cuando se planeó la recuperación, el jefe de Schweizer le indicó que eligiese a los mejores comandos para la misión que tenían por delante. Y escogió a Cequeira como compañero de combate, en quien confiaba ciegamente. Corpulento, medía casi dos metros, decía que lo había elegido para que “le tapase las balas”.

El 21 de marzo habían entrado en alerta y su agrupación, que estaba en la Base de Mar del Plata, fue llevada a Puerto Belgrano, donde embarcaron en la fragata Santísima Trinidad. Sabían la misión: tomar un cuartel y una sede de gobierno, y luego debían realizar una evacuación inmediata. Pero no le dijeron cuál ni dónde era.

Malvinas, una pasión. Frente a un mapa de Malvinas, Cequeira explica la operación de la noche del 1 de abril

En viaje hacia el sur, se les informó que habían puesto proa a Malvinas y que integrarían el equipo que recuperaría las islas. En la noche del 1° de abril, luego de atravesar una tormenta de aquellas, el buque ancló en las inmediaciones de la bahía Enriqueta. Entonces, 94 comandos anfibios y buzos tácticos de la Armada ocuparon 22 botes de goma y un kayak a un mar que estaba increíblemente calmo, y con una luna que alumbraba por demás. Al mando estaba el capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y su segundo era el capitán de fragata Pedro Giachino.

Navegaron en botes de goma a motor hasta la rompiente, y ahí Schweizer y Cequeira se pasaron al kayak, que llevaban remolcado. Era un modelo alemán, completamente desarmable para que pudiese transportarse en un submarino.

Ellos debían asegurar la zona para que pudiera desembarcar el resto de los comandos. Ambos conocían el plan a seguir por si a uno le pasaba algo, el restante debía terminar la misión.

Schweizer con un visor nocturno y detrás Cequeira con un compás, guiaba la navegación. El primero intuyó ver una luz y presencia de hombres. “Me parece que vamos a cambiar de playa”, dijo y le pasó el visor a su compañero. “Sí, sí, hay hombres allá”, confirmó. Los estaban esperando. Después se enterarían que había británicos con dos ametralladoras.

El kayak que usó la pareja de comandos anfibios para asegurar un lugar en la costa malvinense (Facebook Complejo Histórico de la Infantería de Marina)

Entonces buscaron un punto a unos quinientos metros de ese lugar, más al norte. Si bien era una playa más chica, comprobaron que estaba desierta, y fue cuando desembarcaron el resto de los hombres. Eran las 23 horas.

Dos horas después iniciaron la marcha hacia los dos objetivos: la casa del gobernador y el cuartel de los Royal Marines, puntos que debían tomar a las 6 de la mañana, y sin producir bajas. Para ello, la patrulla se dividió en dos grupos: unos fueron con Sanchez Sabarots y el otro con Giacchino.

Avanzaron en la oscuridad total, caminando por la turba mojada y sorteando toda clase de obstáculos.

Cequeira contó luego que hubo una débil resistencia de los soldados británicos, quienes les dispararon durante diez minutos y que luego desaparecieron del lugar. Lo primero que hicieron fue arriar la bandera inglesa e izaron la argentina, tarea que estuvo a cargo de Sánchez Sabarots y del suboficial Guillermo Rodríguez, comando anfibio.

Cuando este grupo de comandos se enteró del tiroteo en la casa del gobernador y que el capitán Giachino lo habían herido junto al cabo Urbina, se dirigieron al lugar.

Corpulento, jovial, muy amigo de sus amigos. Así lo recuerdan todos a Cequeira. En esta foto, saliendo del museo que dirigía

Fue un civil argentino quienes les advirtió que detrás de la residencia había royal marines. Fueron hasta el lugar y lograron que se rindieran.

Los comandos tenían sentimientos encontrados: estaban eufóricos por la misión en la que participaban, pero tristes por Giachino. A Schweizer le ordenaron llevar el cuerpo del capitán al continente.

Regresaron a la Base Belgrano y el 8 de abril los comandos fueron movilizados a Río Gallegos, a la espera de una asignación de otra misión que nunca llegaría.

El kayak que usaron Cequeira y Schweizer tiene una costura en el frente, y el responsable de la marca fue el propio Cequeira, quien confesó que había usado su cuchillo para quitarse el traje de goma y cuando quiso clavarlo en la arena, lo ensartó en la embarcación.

El kayak se lo quedó Schweizer, y fue Cequeira quien le propuso donarlo. Primero estuvo en un museo de Río Grande y luego lo pidió el museo de la infantería de marina.

Unos años después de Malvinas, alcanzó las aptitudes para continuar su carrera como oficial. Fue un instructor de comandos muy querido por sus alumnos.

Amante del sur, se radicó en Tierra del Fuego. Con Schweizer eran amigos íntimos, las familias también, y vivían muy cerca uno del otro cuando revistaban en la Base de Puerto Belgrano.

En 2007, Schweizer dejó la marina y se radicó en el exterior. Siguió manteniendo el contacto con su viejo amigo. Hace un tiempo volvió y se enteró de que estaba gravemente enfermo. Hablaban por teléfono y si bien le notaba que su voz era débil, no había perdido ese carácter jovial y amiguero.

Le pidió que lo esperase, que en cuanto pudiera, iría a verlo. Pero no fue posible.

Estaba casado y tenía cuatro hijos y había quedado encandilado con el sur de nuestro país. Vivía en la capital de Tierra del Fuego

Al momento de su fallecimiento, ocurrido en Ushuaia, era capitán de fragata (cuerpo técnico) retirado a fines de 2018. Desde entonces era el encargado como el Museo Naval, reunía el perfil ideal para ello, por su carácter y su conocimiento sobre Malvinas, ya que además brindaba conferencias. Era un ávido lector de libros de historia.

Le gustaba navegar en kayaks, y hacía demostraciones de lo que había hecho la noche del 1° de abril en las horas previos a todos a cada aniversario del desembarco. Lo visitaban, de todas partes del país, viejos soldados.

El 8 de octubre había cumplido 69 años. Para todo el mundo era el Negro Cequeira, querido y admirado, que no quiso volver a Malvinas porque no toleraba que le sellasen el pasaporte, ese que a pesar que lo hizo con la espalda, fue el primero en tocar suelo malvinense.



domingo, 14 de julio de 2024

Los días previos a la guerra

Los días previos a la guerra






Así es como han sucedido los hechos, que llevaron a que la Argentina reaccionara y recuperara las islas:

Tras analizar anteriormente los motivos por el cual Argentina y Gran Bretaña llegaron a la guerra ("Causas"), veremos como el proyecto de la Junta Militar cambia abruptamente de planes, tras la provocación británica.

La empresa argentina Georgias del Sur S.A., administrada por Constantino Davidoff, negoció en 1979 con una empresa de Edimburgo, Christian Salvensen Limited, con el objetivo de desguazar las instalaciones de factorías balleneras instaladas en Leith, Stromness y Husvik, ubicadas en la isla San Pedro (Georgias del Sur). Tras la firma, las autoridades británicas en las islas fueron noticiadas del hecho, sin provocar protesta alguna.
En diciembre de 1981, tras habérsele negado la Embajada británica de Buenos Aires, viajar con un transporte a las islas, Davidoff pide al gobierno argentino se le facilitara aprovechar la expedición anual del Rompehielos Alte. Irizar hacia la Antártida para que efectuara una parada en Georgias. Aunque el gobierno inglés fue notificado de lo que sucedería, optó por no proceder ni realizar incidentes, ya que creía que cualquier movimiento empeoraría la situación con Argentina, que ya estaba muy delicada. Por tanto, aceptaron la llegada de Davidoff a las islas, junto a 6 personas. La permanencia allí fue de tan solo 7 horas. Al llegar a Buenos Aires, el empresario envía una nota ante la Embajada británica alegando que su único objetivo era terminar sus negocios lo antes posible sin provocar problema alguno y pide que se le asesore en cuanto a como proceder a futuro, ya que pensaba terminar sus trabajos comerciales.
Por su parte la intención del gobierno argentino era justamente, evitar cualquier inconveniente respecto al tema con Davidoff. Al parecer, ninguno de los dos países quería problemas, sin embargo, veremos más adelante que Gran Bretaña cambió de parecer.



Davidoff, decide entonces emprender su viaje a las Georgias con su grupo de obreros, (entre ellos españoles, chilenos y uruguayos). Avisa previamente el día 11 de marzo a la Embajada británica que se hará presente en Georgias y que será embarcado en el ARA Bahía Buen Suceso. Que el buque no tenía propósitos militares ni armamento y que su utilización sería solo comercial. La embajada autorizó el viaje y no objetó los motivos del mismo. Los hombres de Davidoff estaban provistos de las "tarjetas blancas", que era el elemento a usar por los isleños que viajaban al continente y por los argentinos a Malvinas, según lo establecía el Acuerdo de Comunicaciones firmado en 1971 por ambos países. El mismo 11 de marzo zarpa el "Bahía Buen Suceso" a las Georgias, Davidoff quedaría en Buenos Aires.
Veremos como el gobernador de las islas Rex Hunt, con una serie de mensajes falsos y exagerados, provoca el accionar del gobierno británico, seguido del manejo de la prensa inglesa, manipulada por los intereses de los grupos económicos que manejaban las islas. Sumado a esto, la Embajada británica en Buenos Aires, realiza un doble discurso: a la Argentina le afirma que el incidente estaba superado, mientras que por el otro lado, incitaba al gobierno de Thatcher a tomar medidas injustificadas, para desalojar a los trabajadores de la isla.
Son entonces el gobernador, la prensa, y la embajada que instan a que el gobierno imperial tome medidas, sin interiorizarse en el tema ni tratando de resolver el incidente directamente con Argentina. Grave error si es que se pretendía llegar a un arreglo. Aunque sabemos, como ya se ha explicado, había intereses en juego, que harían que el gobierno de Thatcher, se viera interesado en crear un conflicto bélico.

Aquí comienza la historia...

 

19 de Marzo


Desembarca por la mañana, el ARA Bahía Buen Suceso en las Georgias, que llevaba 41 operarios, que permanecerían unos cuatro meses realizando las tareas de desmantelamiento de la fábrica que había sido adquirida por Davidoff. No había militares allí. Se produce el izado de una pequeña bandera Argentina sobre una estructura de carpintería. Al rato, cuatro hombres del "BAS" British Antartic Survey, se hacen presentes y exigen que se arriara la bandera, que volvieran a cargar el material desembarcado al buque y se trasladaran a la capital de las Georgias, Grytviken, para solocitar el permiso de desembarco. Acto seguido la bandera es arriada.
Aquí Gran Bretaña comienza a declararle la guerra a la Argentina, ya que amenaza con el uso de la fuerza, sin motivo alguno.


20 de Marzo


Se presentan nuevamente los británicos, entregando un manuscrito sin membrete. El texto no contenía sanción ni intimación alguna. El encargado del grupo envió el texto a Buenos Aires para pedir instrucciones, una vez obtenidas, no pudieron dar respuesta a los miembros del BAS, porque se habían retirado del lugar. El mismo día el gobernador de las Malvinas, Rex Hunt, informa a Londres que un grupo de civiles y militares había desembarcado en Puerto Leith, izado una bandera argentina y efectuado disparos de armas de fuego (para cazar ciervos), los cuales ante la intimación que se retiraran, respondieron que poseían autorización de la Embajada británica en Buenos Aires. Expresó además, que según él, la Armada Argentina utilizaba a Davidoff para encubrir su presencia en la isla. Acto seguido, el embajador británico en Buenos Aires, el mismo que había aceptado la llegada de los obreros el día 11, ordenó al gobierno argentino que debía retirar a la gente desembarcada y al buque de guerra, de lo contrario se tomarían las medidas del caso. Argentina responde que el buque "Bahía Buen Suceso", no era un buque de guerra, sino de transporte, y que zarparía de Leith el día 21, al completar su descarga, y que además, no había militar alguno allí. Recordemos que el día 11 de marzo, se le envió al Embajador todo los detalles de la estadía, y que el mismo aceptó.

21 de Marzo

 
Zarpa de regreso el ARA Bahía Buen Suceso, dejando el grupo de Davidoff en tierra, para seguir con sus tareas. Zarpa de Malvinas, el buque HMS Endurance, con 22 marines a bordo y bien armados. He aquí el primer movimiento de tropas, y que es realizado por GRAN BRETAÑA. Una nueva declaración de guerra, tras la amenaza del día anterior.


22 de Marzo


La prensa británica califica las acciones como una invasión argentina a las Georgias. El gobierno argentino tras arduas reuniones en la Embajada británica logra aclarar la situación, y el embajador Williams consideró que el incidente ya estaba superado.


23 de Marzo

 
Se ubicaron dos buques atómicos ingleses en los alrededores de las Islas Malvinas, en lo que más adelante sería la "zona de exclusión". Además de los buques de tropas Biscoe (68 soldados a bordo) y Branskfield (buque polar) que zarparon rumbo a las islas (desde Chile y el otro buque navegaba ya a la altura de Uruguay). Londres ordena expulsar a los obreros de la isla con el uso del HMS Endurance y además declara que enviará nuevos buques de guerra al Atlántico Sur. Acto seguido Davidoff pide al gobierno argentino que se protegiera al grupo de trabajo, es por eso que se decide enviar al ARA "Bahía Paraiso", que estaba en plena campaña antártica para proteger a los civiles. El gobierno argentino cita al embajador Williams para intentar hacer entender las verdaderas intenciones, ya que de seguir el curso de las acciones, se provocarían consecuencias imprevisibles. Gran Bretaña responde que Argentina debía retirarse de la isla, ya que de lo contrario aplicaría la fuerza.


24 de Marzo


"El tiempo se les está acabando" ,
expresó el embajador Williams a las autoridades argentinas, "deben ir a Grytviken a sellar sus pasaportes". Costa Méndez contesta que no hacía falta sellar pasaporte, puesto que los hombres poseían sus respectivas "tarjetas blancas", y que los obreros no serían retirados. El gobierno argentino decide implementar la hipótesis planeada para desembarcar en Malvinas a fin de 1982, para llevarla a cabo lo antes posible (ver "causas").


25 de Marzo


Gran Bretaña, a través de su Primer Ministro Margaret Thatcher, decide alistar siete buques de guerra que se encontraban realizando ejercicios en Gibraltar, para llevarlos a las islas.
 Una nueva declaración de guerra, con otro nuevo movimiento de tropas.


26 de Marzo

 
Zarpa de Leith el "Bahía Paraiso", dejando a 14 soldados argentinos armados solo con fusiles, para proteger a los obreros. En Puerto Belgrano se preparan los buques argentinos para llevar a cabo una posible acción de recuperar las islas. Se decide en últimas horas del día, tomar las islas, según el plan de febrero del 82, ya que: Gran Bretaña se negaba a negociar, y estaba enviando refuerzos militares; la falta de honestidad con que llevó el Reino Unido el incidente de las Georgias; exagerar el incidente y aprovecharse de la situación para congelar el diálogo por la soberanía.
Por tanto quien hostiga, amenaza e intenta utilizar la fuerza es GRAN BRETAÑA, el Imperio mostraba una vez más su hilacha, para provocar el conflicto armado. El 26 de Marzo se decide actuar. De otra forma si Agentina no actuaba perdería las islas y su reclamo por INACCIÓN, según lo expresado en el derecho internacional por la doctrina de Stoppel: "Renuncia por parte de un estado, por inacción frente al acto soberano de otro, a todos los derechos alegados hasta la fecha con relación a un área en disputa."


28 de Marzo


Por la mañana, zarpa la Fuerza de Desembarco argentina rumbo a las Islas Malvinas, 911 hombres a bordo. A mediodía zarpó toda la Flota Argentina, para lograr entre los días 1 o 2 de abril, recuperar las islas. La operación sin embargo, podía ser cancelada hasta el día 1 de abril a las 18 horas, si es que llegaba a prosperar una negociación, que a esas alturas sería tan solo obra de un milagro. Gran Bretaña aprovisiona con alimentos y armamentos para 70 días a los buques ingleses de Gibraltar para enviarlos al Sur, ellos son las Fragatas y Destructores: HMS Antrim, HMS Arrow, HMS Brilliant, HMS Coventry, HMS Glamorgan, HMS Glasgow, HMS Plymouth, HMS Sheffield. Se dirigirían rumbo a Ascensión el día 2 de abril. Es la denominada "Flota de Avanzada".


29 de Marzo


Hasta ahora, se desconoce la zarpada de los buques argentinos. Gran Bretaña envía con rumbo a las islas al RFA "Fort Austin", buque de abastecimiento, junto con dos helicópteros Sea King. El submarino atómico HMS Spartan, también zarpa de Gibraltar. Sandy Woodward es nombrado Jefe de la Flota de la Marina británica para dirigir la campaña.


30 de Marzo


EE.UU. toma conocimiento sobre el movimiento de tropas argentinas.


31 de Marzo


A las 12:57, la Flota Argentina puso proa al rumbo 90°, lo que la llevaría al norte de las islas Malvinas, se estaría en condiciones de desembarcar el 2 de abril por la madrugada. Como Gran Bretaña ya conocía los movimientos gracias a la ayuda norteamericana, Argentina pensó que la recuperación se complicaría ya que la operación denominada "Operación Virgen del Rosario", debía ser sorpresiva, rápida e incruenta, perdiendo como vemos, su primer objetivo y sabiendo que los ingleses los esperarían.


1° de abril


A las 21:15, comienza a ejecutarse la operación, con el transbordo de los comandos anfibios embarcados en el ARA "Santísima Trinidad", a los botes de goma que los llevarían a la playa. El submarino inglés Splendid se dirige desde Gibraltar a Malvinas.


2 de abril


Argentina recupera las islas. Gran Bretaña ya tiene a la "Flota de Avanzada" rumbo hacia la Isla Ascensión. La Real Fuerza Aérea, tiene desplazando a la gran mayoría de sus aeronaves, realizando un puente aéreo "Gibraltar-Ascensión".

El 5 de abril, ya estaba todo decidido, y desde Gran Bretaña zarpa la flota principal, el Grupo de Tareas con los dos portaaviones y decenas de embarcaciones que más tarde se unirían al mando del Alte. Woodward, con el resto de los buques que habían zarpado a fines de Marzo.
Los británicos solo aparentaron desde el 2 de abril al 1° de mayo resolver el tema vía diplomáticamente para darle tiempo a su flota que llegara a Malvinas, mientras desde Argentina pensábamos que podía haber paz, los ingleses desde fines de Marzo sabían como iba a terminar todo esto y nunca intentaron llegar a un arreglo pacífico. Es el Imperio anglosajón quien debería de ser acusado de violar la paz y los derechos humanos y atormentar a la Nación Argentina por provocar un conflicto armado.
Esto prueba que si Argentina no reaccionaba ante la agresión de marzo, se aplicaría la doctrina del ESTOPPEL, que es la renuncia por parte de un estado, por inacción frente al acto soberano de otro, a todos los derechos alegados hasta la fecha con relación a un área en disputa, como ya se ha explicado arriba.
Cuando el gabinete de Margaret Thatcher agredió gratuita e innecesariamente a la Argentina en las Islas Georgias desde el día 19 de marzo de 1982, nuestro país respondió a esa agresión recuperando militarmente las Islas Malvinas, usurpadas desde el 3 de enero de 1833. Ceder al ataque de las Islas Georgias, o no contestarlo hubiera significado la inmediata aplicación de la Doctrina del Estoppel. Es decir, habríamos renunciado por inacción a todos los Derechos alegados hasta la fecha sobre nuestra soberanía en el Atlántico Sur.
Si Gran Bretaña atacaba a Argentina, despojando a los civiles de las Georgias, ante los ojos del mundo, quedaría visto como un grave error, una agresión injustificada. Es por ello, que provoca la acción militar del 2 de abril, y así poder llevar a un conflicto bélico, sin pensar en las consecuencias que ello provocaría. La acción argentina del 2 de abril, fue justificada por la ONU y el derecho internacional, como se explicó en el párrafo de arriba. La misma Corte Suprema de la Nación, en un fallo contra el reclamo del empresario Davidoff, ha dicho que Argentina actuó en defensa legítima de sus derechos, y no por conveniencia u otro motivo. "Otro motivo", hubiera alejado el apoyo de las principales potencias extranjeras y del resto de las naciones que elogiaron la actitud argentina. Si como dicen algunos hoy en día, Argentina hubiese sido la agresora, entonces la ONU le hubiera dado la espalda, y hubiese obtenido el repudio mundial. Justamente, sucedió lo contrario.
 

Pues, el lector podrá ahora de una vez por todas, sacar sus propias conclusiones, estos han sido los hechos como sucedieron realmente.
 

Fuentes informativas:

Informe británico Lord Franks
Corte Suprema de la Nación
Entrevistas a Constantino Davidoff
Diarios y revistas de la época
 

viernes, 8 de abril de 2022

2 de Abril: Horacio Nuñez (APCA), una de las caras más conocidas del desembarco

Un comando cuenta cómo fueron los combates del 2 de abril en Malvinas: “Volvería a jugarme la vida por la patria”

Horacio Nuñez era Cabo 1° de la Armada y fue uno de los 84 comandos anfibios de la infantería de Marina que desembarcaron el 1 de abril por la noche y reconquistaron las islas la mañana siguiente. La llegada en los botes. El ataque al cuartel de los Royals Marines. La bandera en las islas. La lucha en la casa del gobernador y la muerte del Capitán Giachino. Y la foto sonriendo después de la tarea cumplida
Horacio Nuñez en su casa natal de Ituzaingó, en Corrientes, con la foto que lo hizo conocido en 1982 después de reconquistar las islas Malvinas (Nicolás Stulberg)

El 1 de abril de 1982, exactamente a las 21:18, 84 comandos anfibios y buzos tácticos de la Armada se zambulleron en dos kayaks y botes de goma desde el buque ARA Santísima Trinidad, que había detenido sus motores, hacia la oscuridad de la bahía Enriqueta. Iban camuflados y bien pertrechados: cada uno llevaba las granadas que podía acarrear y 1500 municiones para su fusil. Iban al mando del capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y su segundo, el capitán de fragata Pedro Giachino. Intentaron el desembarco en un pequeño arroyo llamado Mullet Creek, pero los cachiyuyos -una suerte de algas- se enredaban en los botes. Lo hicieron en la zona de Lake Point, a la que bautizaron “Playa Verde”. El primero en pisar suelo malvinense fue el capitán de fragata Carlos Cerqueira. Se aseguró la zona y se colocó una señal infrarroja. Entre el grupo que arribó en los 20 botes restantes se encontraba Horacio Nuñez. Tenía 24 años, era Cabo 1°, llevaba seis dentro de la Armada y participaba del curso de comando anfibio cuando fue convocado, sin saberlo, a la Operación Virgen del Rosario.

Cuarenta años después, Nuñez está en Ituzaingó, Corrientes, donde nació. Tiene, en su brazo izquierdo, un enorme tatuaje: las islas pintadas de celeste y blanco y un ancla cruzándolas. Este verano peleó otra guerra, esta vez contra el fuego. Pero su paso breve y decisivo por Malvinas será eterno. La tensión, para él, llegó desde el primer momento que bajó del bote, munido de su FAL, con cuatro granadas de mano y dos antitanque en el arnés y munición a granel en la mochila: “Habíamos atravesado una tormenta y yo me mareaba. Además la turba es acolchada. Así que cuando bajé a la isla era como que iba caminando en el aire, aunque la mochila era bastante pesada. ¡Pero no sabía si era la turba o si era yo!”.

Vehículos anfibios en Puerto Argentino tras el desembarco del 2 de abril de 1982

Nuñez habla bajo, es sincero hasta para admitir sus propias debilidades, no hay estridencias en él. Ni tiene falsa modestia ni vende un Rambo. A veces tensa los músculos cuando un recuerdo fuerte lo atraviesa. Tiene los mismos ojos achinados que en la famosa fotografía que ilustró la recuperación de las islas. Sólo una barba candado y el pelo raleado delatan que ya son cuatro las décadas que transcurrieron. Y su propia historia: está casado con Ana María. tiene un hijo, Nahuel Horacio y cinco nietos: Mayte, Ian, Nahomi, Máximo y Lucille. Se retiró de la Infantería de Marina hace 11 años y vive en Bahía Blanca.

El 28 de marzo embarcó en el destructor Santísima Trinidad en Mar del Plata. A pesar que la reconquista de las islas lo tomó por sorpresa, según dice, habían entrenado duro en Sierra de los Padres poco antes, lo que luego descubrió como un indicio. “Hicimos una semana de instrucción con navegación nocturna, supervivencia. Para nosotros era algo normal. Pero si van al terreno, van a ver que esa zona, cerca de Balcarce, es muy parecida a Malvinas, excepto que hay árboles. Y el clima, por supuesto. Pero las piedras, cómo caminar de noche y esas cosas, nos ayudaron…”, cuenta.

Ya en plena navegación, los comandos anfibios y los buzos tácticos pensaban que iban a Tierra del Fuego “por el despliegue, y porque en el 78 estuvimos muy cerca de la guerra con Chile por el Beagle, pensamos que era por ahí la cosa. Nunca imaginamos Malvinas. Pero cuando recibimos la orden que íbamos a recuperar las islas, hubo una algarabía total en toda la tripulación”.

Cómo tomaron el cuartel inglés de Moody Brook (Video: Matías Arbotto)

El paso del tiempo va aguando la memoria. Nuñez no recuerda la fecha exacta en que se enteró del verdadero destino. “El 30 habrá sido… Se que se modificó el día porque los ingleses se habían enterado del desembarco y nos estaban esperando. Digo esto porque el coronel Seineldín tenía como objetivo la casa del gobernador, pero en su sección la mayoría eran conscriptos. Entonces cambiaron. A él le ordenaron que tome el aeropuerto y al capitán Giachino la casa del gobernador. Nos dividimos en tres grupos: el otro, en el que estaba yo, tenía como objetivo a Moody Brook”.

En efecto, el 30 de marzo la inteligencia británica alertó al gobernador de las islas, Rex Hunt, la inminencia del ataque. Los Royals Marines, cuyo cuartel general estaba en Moody Brook -a unos 4.5 km de Puerto Argentino-, se prepararon para defender las islas. Ya el 1 de abril, el faro fue apagado y las radiobalizas del aeropuerto local dejaron de funcionar. Por la noche, la oscuridad total recibió a Nuñez y los comandos anfibios. Apenas la mortecina luz de luna dejaba adivinas las siluetas. Eso, y los visores infrarrojos que usaban los destacados en la vanguardia. “Ser un comando significa formar parte de las fuerzas especiales, se necesita mucho carácter, mucha instrucción, mucho estado físico. Nosotros, dentro de nuestras habilidades, tratamos de desarrollar el oído, el olfato y el tacto, porque en la oscuridad nos desplazamos. Nos ayuda al tocar algo que no vemos. A oír voces y movimientos. Y a oler. Cuando uno está en territorio enemigo, éste puede estar oculto, pero come, y la comida se huele. El que está acostumbrado a estar en el campo, olfatea la comida. Y entonces, algo hay ahí…”, dice, y entrecierra los ojos.

Infantes de Marina luego del desembarco en Malvinas el 2 de abril de 1982

En Lake Point se dividieron. El capitán Giachino y sus hombres marcharon a tomar la casa del gobernador. El capitán de corbeta Sánchez Sabarots y los suyos -entre ellos Nuñez- partieron rumbo a Moody Brook, donde pensaban que estaría la mayor resistencia. Empezaron a caminar cerca de las 23 hs. Lo hicieron “en sigilosa”, como dice el veterano comando. Casi sin hablar ni hacer ruido, llegaron al cuartel británico después de caminar unas cuatro horas. Allí, el diablo casi mete la cola. Y el diablo pudo ser Nuñez. “Estábamos en posición para pasar al asalto en sí, hacíamos las últimas coordinaciones, y mi reloj empezó a sonar. Yo todos los días ponía el despertador a las 5.30 de la mañana, era automático. Pero no sonó mucho tampoco. Pero ese pip pip que hizo, parecía que se había escuchado… no sé. Lo oí, y menos mal que no tenía los guantes colocados, así que lo pude apagar rápido. Si llego a tener los guantes, ¿cómo hacía?”. Ahora sonríe Nuñez. Y cuenta que el reloj, un Casio, todavía funciona y lo tiene en Bahía Blanca.

La hora “H”, cuando todas las unidades atacarían en forma coordinada, se había establecido para las 6:00. En Moody Brook, la acción fue rápida. “Ya teníamos los distintos grupos para tomarlo y fuimos haciendo un movimiento de pinzas, así (ilustra con las manos)... Había tres o cuatro soldados ingleses y cuando vieron que los rodeamos, hicieron un par de tiros como para amedrentarnos y escaparon. Se fueron porque no había forma de detenernos, nosotros éramos muchos”. A continuación, el capitán de corbeta Sánchez Sabarots y el suboficial mayor Guillermo Rodríguez izaron por primera vez la bandera argentina en el cuartel de Moody Brook.

El primer izamiento de la bandera argentina después de la recuperación fue el 2 de abril en el cuartel de Moody Brook, y lo hicieron el el capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots y el suboficial mayor Guillermo Rodríguez

Donde sí se combatía duro era alrededor de la casa del gobernador, en el extremo este de Puerto Argentino. Desde Moody Brook, a 40 minutos a pie de allí, Nuñez y sus compañeros percibían lo que sucedía a la distancia. “Escuchábamos los disparos y veíamos la munición trazante. Veíamos cómo se estaba luchando. Cómo se defendía la casa. Y bueno… La misión nuestra era la recuperación de Moody Brook. Y el capitán Giachino tomar la casa… pero se le hizo pesado. No se entregaban, así que fuimos en apoyo del capitán Giachino”, recuerda.

En el camino tomaron tres prisioneros. Los llevaron a donde estaba el comandante de la agrupación, que se hizo cargo. Ellos siguieron la marcha hacia el pueblo. “Llegamos a la casa del gobernador con Batista (Jacinto Eliseo Batistal). Él era Cabo Principal y yo Cabo 1º, así que me dijo ‘vos andá por el frente que yo me voy por atrás’. Ahí nos dividimos. Atrás, él tomó prisionero a un grupo de soldados ingleses, que es la famosa foto donde salen con las manos levantadas. Yo me fui por el frente, donde encontré unos soldados ingleses”.

El combate de la casa del Gobernador

En ese momento, por primera vez en su vida, Horacio Nuñez vio a la muerte frente a él. En la punta del cañón de un fusil inglés. “A nosotros nos enseñan a tener respeto y a superar el miedo. Una vez que se logra eso, parece que uno no le teme a nada, pero no es así. Uno tiene miedo, pero sabe dominarlo. Yo siempre respete lo que fuera: a saltar en paracaídas, a meterse al agua. Es decir, no porque sepa nadar me voy a mandar al agua como sea. A todo hay que respetar”, señala con simpleza y sabiduría. Lo que vivió, define, fue “un momento tenso”. “Venía agazapado detrás de una ligustrina, llegué a unos 30 metros, o quizás menos, a 20 metros de la casa y en el jardín vi a un soldado apuntando hacia mi derecha. Me escondí, saqué el seguro del fusil y cuando me paré, le apunté. Cuando lo hice, me mostró la mano así (muestra la palma). Pero él no me estaba apuntando a mí. Me miraba, pero el fusil iba para otro lado. Le hice una seña con el fusil para que se pare y él miró hacia el costado. Yo hice lo mismo y vi que había dos ingleses que si me apuntaban, no recuerdo si con una ametralladora o un fusil. Cuando los vi, me volví hacia ellos, les apunté y bueno, levantaron las manos. Les hice señas, se pararon. De atrás de otras plantas aparecieron otros más, y se fueron rindiendo. Los llevé a la calle frente a la casa del gobernador y los hice tirar cuerpo a tierra por mi seguridad. Yo estaba solo, mis compañeros no habían llegado todavía”.

Esa mañana le deparaba un duro golpe todavía. El único muerto argentino de la Operación Virgen del Rosario fue el Capitán Pedro Giachino. “Mi ídolo”, dice Nuñez. También cuenta que al inicio de la batalla, cuando llegó desde Moody Brook, vio su cuerpo tirado, sin saber que era él. “No fui a socorrerlo primero porque no sabía quién era. Segundo, no sabía si estaba muerto, vivo… lo vi tirado, acostado. E imaginé que si alguien estaba ahí era porque estaba custodiado bajo el fuego de los ingleses. Seguí haciendo lo que debía, ir al frente de la casa del gobernador. Pero sí supe cuando lo llevaron, cuando me llegó la información que era el Capitán Giachino al que estaban levantando… Me dio una bronca, quería patearle la cabeza a los ingleses que tenía ahí abajo, pero bueno, teníamos orden de no tocarlos…”. Y se siente en el aire que la bronca perdura.

Junto a Giachino, a dos metros de él, cayó herido el teniente de fragata Diego García Quiroga, que recibió tres disparos de diferentes fusiles: uno en el brazo, otro en el cuerpo y al tercero se incrustó en un cortaplumas suizo que colgaba de su cinturón. Fue el primer efectivo que atendieron en el hospital de Comodoro Rivadavia. El cabo 1º Ernesto Urbina, que como enfermero corrió a auxiliarlos, fue el segundo herido del combate.

La muerte del Capitán Pedro Giachino

Para Nuñez, Giachino era “el jefe, el cabeza. Siempre estaba al frente de todo, era un referente para nosotros. Si había que hacer algo, él no tenía problema. Él se tenía que sacrificar, lo hacía primero. Daba una orden, él era el ejemplo. Y el ejemplo a seguir. Por la forma, por su carácter, por la buena persona que era”. Y se queda en silencio, mirando al vacío. O a 40 años atrás.

Después que los Royals Marines se rindieron, vino la calma. Y ahí llegó el click, la foto, la imagen de Nuñez sonriendo, con cuatro granadas colgando de su cuello y la cara camuflada con pomada negra. Una imagen a la que intentó escapar: “Vi venir al fotógrafo adonde estaba yo. Lo entré a esquivar para no salir. En un momento dado hablo con un compañero y le digo ‘fijate, este muchacho me viene siguiendo’. Lo tenía atrás mío. Y me dice, ‘¿quién, mostrame?’ Me dí vuelta para señalarlo y lo vi apuntándome con la cámara, por eso mi sonrisa… Estaba distendido, después de haber pasado esos momentos de adrenalina a full. Estaba más relajado. Para mi fue muy importante esa foto: mi señora, que en ese momento era mi novia, se enteró que estuve en Malvinas porque la vio. Y los periodistas vinieron a Corrientes para hacerle una entrevista a mi mamá”.

Horacio Nuñez tal como lo publicó la revista Gente en 1982. En la página opuesta, Rex Hunt, el entonces gobernador inglés de Malvinas que fue depuesto por la acción de los comandos de la Armada

Después de la recuperación, los comandos anfibios regresaron al continente. Nuñez no volvió nunca más a Malvinas. “A los ingleses les quitamos el armamento, los tomamos prisioneros, los llevamos a un lugar descampado. Ellos podían hablar, fumar, comer, no estaban esposados. Estaban libres, digamos. Al jefe se les preguntó quiénes estaban en el pueblo y quiénes en Moody Brook. A estos se les autorizó a buscar sus pertenencias, sus documentos. Cuando estuvieron todos se los embarcó en un avión rumbo a Montevideo. Y a nosotros nos llevaron al continente. Ya en ese momento el Ejército se había hecho cargo de la conducción de la ciudad”.

Nuñez no tiene encono con los ingleses que combatió. “Para mí el inglés no es un enemigo. Ellos deben pensar, al igual que nosotros, que las islas Malvinas les corresponden. Y como nosotros, lucharon. Las recuperamos y lamentablemente después las perdimos. El soldado pelea por su patria. Pero nosotros, los argentinos, nunca invadimos ningún país. Siempre nos defendimos. Desde la época de San Martín que nos liberó. Pero al soldado inglés no le tengo bronca ni rencor”.

El entonces Cabo Principal y comando Jacinto Batista lleva a un grupo Royal Marines detenidos en la mañana del 2 de abril. Encabeza la hilera Lou Armour

Los comandos de Infantería de Marina regresaron a Mar del Plata. Un grupo regresó más tarde a las islas: entre ellos los del Batallón de Infantería de Marina 5, algunos de artillería de campaña e ingenieros anfibios que colocaban minas. El resto de la guerra, Nuñez estuvo en Río Gallegos. “Permanecí allí junto a un grupo de comandos. Ahí nos enteramos de lo que sucedía en las islas. No fue fácil. Sabíamos que estábamos perdiendo, sabíamos que el Ejército no podía. Dos veces estuvimos en el aeropuerto para embarcar y volver. Primero para hacer un contraataque. Suspendieron el vuelo porque íbamos en un Fokker y ya no se podía aterrizar los aviones nuestros porque el espacio aéreo ya estaba dominado por los ingleses”. El 14 de junio, día del cese de fuego, lo encontró lejos Puerto Argentino.

Después de la guerra tampoco volvió a las islas. Dice que “hasta que no esté flamenando la bandera argentina, no voy a regresar. Excepto que vayamos a recuperarlas. Sin dudas, volvería a poner en juego mi vida por la patria”.

El tatuaje de Horacio Nuñez: las Malvinas y la Armada Argentina en la piel y el corazón (Nicolás Stulberg)

A su regreso, dice “tuve suerte de tener a mi familia cerca. Después de la guerra, si uno no se apoyaba en la familia, se sabe lo que pasó. Tuve compañeros internados por brotes psicóticos, algunos se hicieron alcohólicos, otros empezaron con la droga… Encontraron un vacío, porque a nosotros la sociedad nos dio la espalda. Eso se supera con la familia, la gente que está atrás de uno, que no te da tiempo a deprimirte, que te da responsabilidades que cumplir. Eso te mantiene vivo. Pero no se supera la guerra. Lo que podemos hacer es contarla. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Fuimos los protagonistas, los que la vivimos. A veces me invitan a dar charlas en escuelas, o como en Merlo, a un grupo de motoqueros. Y es una satisfacción que la gente se entere que somos soldados y estamos para defender la patria. No tenemos otra misión”.

Lo que no puede hacer, a veces, es evitar llorar por Malvinas. “Si, lloro, las siento. Yo creo que algún día, de alguna forma, las Malvinas van a volver a ser argentinas. Seguramente no a través de la guerra. La historia lo dirá: son argentinas y a eso no hay forma de negarlo”.