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sábado, 20 de enero de 2024

COAN: Los apuntes matemáticos que ayudaron en el hundimiento del HMS Ardent

Los apuntes de la UNS que permitieron hundir un buque inglés en Malvinas

La sorprendente historia de un libro que permitió a los pilotos de la Aviación Naval asestar un duro golpe a la marina británica en  la guerra de 1982.


Adrián Luciani || La Nueva Provincia

   A medida que pasan los años, cada vez más hechos demuestran no sólo el valor y el profesionalismo con el que combatieron nuestros pilotos de la Aviación Naval en Malvinas, sino también doctrinas de combate propias utilizadas, en inferioridad de medios, para sorprender la abrumadora cantidad de tecnología disponible en el bando enemigo.

   El caso de la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque, unidad nacida en la Base Espora a comienzos de los 70`s, que para 1981 había alcanzado el límite de vida útil en sus jets monoplazas reactores Skyhawk A4Q, es uno de estos ejemplos.


   Ocho aviones se encontraban con posibilidad de vuelo, pero varios presentaban fisuras a consecuencia de la operación en portaaviones y requerían el recambio de las alas para seguir volando. 

   Los cañones no funcionaban, salían dos o tres disparos y se trababan dejando al caza indefenso ante un hipotético combate aéreo contra otro caza enemigo. A esto había que agregarle que los cohetes en los asientos eyectables estaban vencidos, poniendo en peligro la vida del piloto al quedar atrapado dentro de la cabina. 

   Sin embargo, los pilotos conocían cada avión, cada uno de ellos volaba diferente y cada uno tenía un A4Q preferido.

    El 21 de mayo de 1982 no fue un día más para los aviadores navales y mucho menos para los británicos. Ese jornada la Tercera Escuadrilla de Ataque iba a entrar en la historia al hundir a la fragata clase 21  “HMS Ardent” en la bahía de San Carlos. 

   Eso forma parte de una historia ampliamente difundida. Sin embargo, detrás de la escena, hubo otra historia desconocida y no menos apasionante:: la de los apuntes de la UNS que permitieron semejante proeza militar cargada de alto profesionalismo.

   Los hechos, que se remontan al conflicto con Chile, fueron rescatados del olvido por el escritor bahiense Claudio Meunier y formarán parte de un nuevo libro.

   “Gerardo Agustín Sylvester, matemático estadístico bahiense y profesor titular del Departamento de Matemática en la UNS; escribió una obra de estudio y consulta que se llamó Montecarlo, aplicación en las Empresas y las Fuerzas Armadas, que se editó en 1970. Copias de esta obra se pueden encontrar en el Conicet o hasta en Mercado libre.

   Durante la guerra las fotocopias de esa obra estaban en el kiosquito de apuntes del departamento de Matemáticas de la universidad a disposición de los alumnos y son esas mismas páginas las que el MI5 del servicio británico de Inteligencia debió haber  rastreado pues en el final del libro se publica un ejercicio de estadística clave. 

   Allí se detalla un supuesto ataque a un buque de guerra con una clase específica de avión en cuanto a sus características, con uso de determinado armamento, formas de atacarlo y se precisan también,  a través de la estadística, los resultados del ataque. 

   “Por ejemplo, mencionaba que dos grupos de tres aviones cada uno, seis en total con un total de 24 bombas (cuatro cada uno), lanzadas en reguero (una tras otra separadas por fracciones de milisegundos) y cruzando el objetivo desde diferentes ángulos, podían impactar de lleno al buque hundiéndolo u horquillándolo, es decir haciendo explotar las bombas a sus costados y ocasionándole serias averías. 

   “También precisaba que en la acción se iba a perder el 50% del grupo de atacante. Esa es la estadística a la que habían llegado en el departamento de Matemática de la UNS el Profesor Sylvester con un núcleo de docentes muy capacitados que lo acompañaron en este trabajo único”, señala Meunier.

   “El ataque del 21 de mayo de 1982, con la misión de los Skyhawk de la Aviación Naval Argentina, estuvo basado en las fotocopias de un libro de la UNS. Es decir que si los británicos querían saber cómo los iban a atacar sólo tenían que ir al kiosco y fotocopiarlo”, agrega.

   Para llevar a la práctica la teoría del matemático local, la escuadrilla adquirió bombas americanas Mk 82 con cola retardada.

   El personal terrestre, clave en el mantenimiento de los Skyhawks a través de su departamento de armas, conocía el manejo de ellas por el alto grado de adiestramiento. 

   De esta forma la escuadrilla entraba en la historia de la aviación mundial al ser la única en el mundo preparada para combatir a buques de guerra enemigos con doctrina propia y armamento especial para este cometido. 

   No fue ninguna sorpresa cuando el 21 de mayo seis Skyhawks partieron con sus cuatro bombas para producir daños en el desembarco ingles. Sin embargo, el primer vuelo de la mañana retornó con su armamento al desviarse de la zona de ataque por un problema en el sistema de navegación instalado días antes, el cual no permitió que los pilotos lograran, bajo la presión del combate, la preparación correcta. 

   En el segundo vuelo participaron seis aviones divididos en dos grupos de tres. El  líder del primer grupo era el del capitán de corbeta y vecino bahiense Alberto Philippi, quien solicitó que le dieran un avión sin ese equipo de navegación ya que lo haría como siempre había volado.

   El segundo grupo tuvo dos aviones con navegador provisto de los valores correctos, en tanto el restante debía volar a la vista de los otros dos para no perderse en el retorno.

   “La escuadrilla se preparó para atacar a los buques. No era como el Super Etendard, que lanzaba el misil fuera del horizonte del enemigo  y se volvía. Los Skyhawks navales debían llegar hasta el blanco volando rasante, bajo fuego antiaéreo, esquivando misiles, sin poder disparar sus cañones, elevarse a 50 metros de altura exponiéndose aun más al fuego enemigo y  lanzar las bombas pasando por encima del buque”, refiere Meunier.

   “Como los Skyhawks no tenían intervalómetro para lanzar las bombas unas detrás de otra, emplearon un método criollo local: utilizaron los lanzadores de sonoboyas que tenían los aviones Grumman Tracker de lucha antisubmarina. Fue realmente una obra maestra lo que hicieron para lanzar en reguero esas bombas americanas de 250 kilos con cola retardada. Estas se frenaban en el aire permitiendo que el avión pudiese escapar y no ser alcanzado por la onda expansiva”.

   Pero esa historia tuvo un capítulo más, no exento de dramatismo, ya que el hijo del profesor Gerardo Agustín Sylvester, el teniente de navío Roberto Gerardo Sylvester, era uno de los seis pilotos que ese 21 de mayo se preparó para atacar al desembarco británico en San Carlos.

   “El padre lo llamó la noche anterior, estaba preocupado, su hijo se encontraba en esa lotería del 50 por ciento de pérdidas. Es decir, un ejercicio que él fabricó le toco vivirlo a su hijo, lo que resultó algo terrible para él”, comenta Meunier. 

   La mañana del día del ataque –agregó-- Sylvester se subió a su automóvil Opel K 180 y se fue a la Base Espora a escuchar en los equipos de radio el ataque a los buques. Seguramente escuchó al capitán Philippi decir: ‘Soy Mingo, me eyecto, me dieron, estoy bien’ y también el grito de alerta del teniente de fragata Marcelo Marquez diciendo ‘Harrier, Harrier’. Segundos más tarde su voz se apagaba cuando uno de los Sea Harrier piloteado por John Leeming lo alcanzaba con una salva de cañones esparciendo su Skyhawk en el firmamento luego de explotar su turbina.

   “Luego escuchó al teniente de navío José César Arca, con su avión averiado, informando que se trababa en combate con un Harrier para luego eyectarse en Puerto Argentino. Así. una de las máximas del libro del profesor Sylvester, se cumplía: la mitad del grupo atacante era derribado. Márquez murió y Philippi y Arca lograron eyectarse. El primero fue tomado prisionero y el segundo fue rescatado por un helicóptero del Ejército Argentino.

   El matemático vivió momentos muy difíciles, escuchar a su hijo yendo al combate volando en el segundo grupo. Los tenientes de navío Benito Rotolo, Sylvester y Carlos Lecour, alertados por las voces de los primeros tres pilotos que estaban siendo  atacados, emplearon lo practicado una y mil veces: acercarse al blanco volando bajo estricto silencio de radio. 

   Uno detrás de otro, en fila india, los tres Skyhawks se acercaron a una velocidad de casi mil kilometros por hora llevando un regalo impensado para los británicos, practicar con ellos la parte final del ejercicio de ataque incluido en el libro, que algunos poseían en fotocopias. 

   Al llegar a la bahía de San Carlos, Rotolo observó a la fragata “Ardent” humeando profusamente, una bomba del capitán Philippi y una del teniente Arca habían dado de lleno en la popa ocasionándole incendios de magnitud. 

   Rotolo la señaló y los tres pilotos fueron tras la castigada fragata que en horas de la mañana había sido blanco de los Dagger de la Fuerza Aerea Argentina basados en Río Grande. 

   Las bombas de Rotolo explotaron a cada lado del buque, Lecour la alcanzó con una de nuevo en la popa, destrozándola por completo. Esa fue la estocada, el golpe de gracia.
Sylvester, impresionado por la explosión delante suyo, apuntó a la “Ardent” y lanza su carga con resultados dantescos para el buque británico que pocas horas después se hundía producto de las averías. 

   En la base Espora, Gerardo Agustín Sylvester, respiró profundo y hondo, volviendo a la vida cuando escuchó la voz de su hijo y sus compañeros llamándose entre ellos e iniciando el retorno a Río Grande.

   Los tres pilotos sobrevivientes formaron parte de la estadística Montecarlo, lograban retornar a su base y ser el otro 50% que salía con vida. 

   “Es decir que se cumplieron los parámetros de hundimiento, uso de bombas, lanzamiento y pérdidas, fue a mi entender el ejercicio de estadística mas peligroso que creó este notable matemático de nuestro medio”, concluyó Meunier.


jueves, 18 de noviembre de 2021

El fin de la Ardent: Roberto Sylvester cuenta el ataque

En los países más adelantados del mundo la experiencia de combate equivale a una maestría. Uno de los pilotos argentinos que participó del hundimiento de la fragata Ardent en 1982, Roberto Sylvester, amén de hablar sobre ese ataque, nos explica porque la experiencia en combate puede ayudar a tener una carrera exitosa en la vida civil.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Capitanes víctima del bullying de la aviación argentina

Capitanes de barcos hundidos por la aviación argentina





No es una foto más, son los 3 capitanes de 3 buques de guerra de la Royal Navy hundidos por aviones argentinos
De Izquierda a Derecha David Hart-Dyke, Capitán del HMS Coventry, Capitán Alan West del HMS Ardent y el Capitán Nick Tobin del HMS Antelope; sus Buques forman parte del fondo del Mar Argentino, llegaron para dar un paseo y regresan en el Queen Elizabeth 2 también de paseo.


Gracias a Sapucay de Malvinas

sábado, 5 de agosto de 2017

Las fantásticas batallas aeronavales del conflicto y el valor de los pilotos argentinos

Los "barcos fantasmas" de Malvinas reviven hoy las heroicas batallas de los pilotos argentinos contra la flota británica

El sonar de un buque inglés, que en los primeros meses de este año navegó el Atlántico Sur, mostró los restos de tres naufragios de 1982. Cómo fueron los dramáticos combates aéreos que llevaron a las fragatas al fondo del mar. Y el revelador audio de los aviadores mientras bombardeaban: "¡A ver cómo explotó esa puuutaaa!"

Por Gaby Cociffi | Infobae




El Coventry en llamas, luego del ataque argentino el 25 de mayo de 1982

"¡A ver cómo explotó esa puuuutaaaa!", grita el capitán Mariano Cobra Velasco, mientras lanza su bomba sobre el destructor inglés Coventry.

Son las tres y veinticuatro del 25 de mayo de 1982. La panza del avión A-4B Skyhawk acaba de rozar la antena del buque de guerra en las aguas del Estrecho de San Carlos. Los 454 kilos de explosivos salen rasantes sobre el agua, rebotan, entran por la proa y desgarran las planchas de acero. El humo negro mancha el cielo de Malvinas.

La formación de cazas "Zeus" -Velasco junto al alférez Jorge Bam Bam Barrionuevo– celebra el blanco, haciendo caso omiso al silencio de radio.

La orden del capitán Pablo Cruz Carballo -que comanda "Vulcano" y junto al teniente Carlos Tala Rinke acaban de atacar a la HMS Broadsword- no tarda en llegar:

-Péguense al suelo que están tirando misiles, pegaditos, no demasiado pegados ¿ok? ¿Estan "chicas"? ¡Viva la Patria! ¡Viva la Patria, canejo! ¡Gringos de mieeerrrrrda! ¡Hiiijaaajaaajaaaa!

En el día de la Patria los pilotos argentinos dañan seriamente a la fragata Broadsword y hunden al Coventry. Están exultantes mientras dejan atrás el fuego enemigo.


El destructor tipo 42 tardó sólo 25 minutos en hundirse

El mar se traga al destructor en sólo 25 minutos. Primero, una bomba explota en la sala de computadoras y destruye el comando. Segundos más tarde, la otra entra a la sala del motor delantero, estalla debajo del comedor y el barco comienza a escorarse sin remedio.

El capitán David Hart Dyke, con su cara quemada y en carne viva, logra nadar hasta un bote salvavidas. Años más tarde recordaría: "Mi mundo explotó. En un instante percibí el calor y el crepitar del radar, que se desintegró frente a mi rostro. Cuando me recuperé no podía ver nada a través del humo denso y negro, sólo a la gente gritando en el fuego, pero podía sentir que el compartimento había sido totalmente devastado".

Los diálogos de los pilotos durante los ataque -en los audios rescatados en este video- revelan el tremendo coraje de los aviadores argentinos que volaban a 10 metros del mar, con los parabrisas incrustados de sal, usando mapas escritos con marcador rojo porque no tenían radares y con bombas que muchas veces no explotaban porque debían lanzarlas a muy baja altura -a 60 metros, casi rozando los mástiles de las fragatas misilísticas- y las espoletas de retardo no llegaban a armarse.




-¡Dio perfecto usted, señor! ¡Era una CL 42, eh! (clase de destructor). La vi clarito… , le dice Barrionuevo a Velasco después del ataque al Coventry.

-¡¡Huijaaajaaaaa!!, grita el capitán.

-Pegó en la trompa, las tres habían explotado muy bien, ¿eh? ¡Qué golazo!

-Hiiiijuujuuu ¿pegaron las tres?

-Sí, las tres. Pegaron las tres. Las vi, señor. ¡Y una en la CL 42, eh! La vi clarito, ¿eh?

-¡A ver cómo explotó esa puuutaaaa!,

-¡Esoooo! ¡Vamos, pendejo! ¡Vamos, pendejo! ¡¡Viva la Patria!!, irrumpe Carballo en la comunicación y ordena el vuelo rasante porque los ingleses están lanzando misiles.


El capitán Carballo y el teniente Rinke en la embestida contra la Broadsword -que fue seriamente dañada- en medio de una lluvia de proyectiles. El ataque fue fotografiado desde el buque inglés

Hoy, 35 años después de la guerra, los ecos de esas voces rebotan en la pantalla del sonar del buque inglés HMS Enterprise, que desde 2014 recorrió 150 mil millas marinas y 20 países -en su trabajo de seguridad y operaciones marítimas- hasta arribar al Atlántico Sur.

Las imágenes llegan nítidas y conmueven a los tripulantes. Convertidas en fantasmas, podridas las maderas, corroídos los hierros, descansan en el fondo del mar los restos de tres fragatas británicas.

Muy lejos de la espuma que en la superficie golpea furiosa la costa de la Isla Soledad, la HMS Ardent, el Coventry y la Antelope ya no son aquellos orgullosos buques que cruzaron el océano junto a la flota de Su Majestad para combatir en la guerra de Malvinas. Hoy se han convertido en espectros de sal y algas marinas.

A 90 metros de profundidad, como una gigantesca ballena muerta, distinguen el borroso casco del Coventry, a 18 metros la Antelope, muy cerca la Ardent: son los despojos de los naufragios de los buques de guerra que la aviación argentina atacó entre el 21 y el 25 de mayo de 1982.


Como una gigantesca ballena muerta en el fondo del mar, el destructor Coventry yace a 90 metros de profundidad en el Estrecho de San Carlos

Los marinos ingleses, que llegaron en los primeros meses de este año a las islas para presentarse ante el buque de patrulla HMS Clyde, que debía hacer su reinstalación en Sudáfrica, observan las figuras en el sonar y escriben conmovidos en la cuenta de Twitter:

"La HMS Antelope se encuentra en San Carlos. Steward Stephens murió luchando por ella, y el sargento James Prescott murió intentando salvarla. #Falklands35"

"Una imagen sonar del HMS Ardent, que yace en el lecho marino. Veintidós marineros #RoyalNavy descansan con ella. #Falklands35 #Ellosnoenvejecerán"

"Esta nueva imagen muestra a la HMS Coventry a 90m de profundidad. Hundida el 25 de mayo de 1982. Con ella descansan 19 marineros @RoyalNavy. #Ellosdieronsumañana #Falklands35"

Entonces, la historia de la guerra de Malvinas vuelve con fuerza. Las tres oleadas de ataques aéreos, que el 21 de mayo soportó la Ardent hasta hundirse, se rescatan en la memoria de los marinos más viejos. Todos recuerdan los negros días de la flota en aquel lejano mayo de 1982.

La Ardent estaba haciendo apoyo de bombardeo naval contra la pista de aterrizaje de Pradera del Ganso cuando se vio sometida al ataque más concentrado que ningún otro barco haya soportado durante toda la guerra. La fragata fue "golpeada" 17 veces en 22 minutos por los pilotos argentinos, y uno de cada cuatro de sus tripulantes resultaron muertos o heridos. Perdió, en proporción, más hombres que ninguna otra unidad de combate británica.

Los pilotos de los caza A-4B: el capitán Pablo Carballo, el alférez Leonardo Carmona, el primer teniente Carlos Cachón y el teniente Carlos Rinke

A las 11.30 del 21 de mayo despegó de la base aérea de Río Gallegos la escuadrilla "Mula" de los A-4B. El capitán Carballo lideraba, seguido por el teniente Rinke, el primer teniente Carlos Cachón y el alférez Leonardo Carmona.

Carballo voló en silencio de radio a casi 900 km por hora. El cielo y el mar brillaban en un azul intenso que se confundía y desdibujaba la línea del horizonte. Pensó: "Todo es tan azul que si caemos al agua nunca nos van a encontrar". Miró la imagen religiosa de Jesús que tenía dentro de la cabina. Y encomendó su alma a Dios antes de la batalla.

Cachón tuvo que abandonar la misión por problemas con el reabastecimiento en vuelo. Ya sobre la Gran Malvina, el avión de Rinke presentó una falla en un tanque y le ordenaron regresar a la base. Carballo y Carmona siguieron solos. Al acercarse divisaron una fragata clase 21 en la bahía. En vuelo rasante se lanzaron al ataque.

-¡Viva la Patria!, se escuchó en la radio como un grito de guerra.

Hubo un momento de confusión: los británicos no les disparaban. ¿Sería un buque propio? En el ataque del 1° de mayo Carballo había ametrallado y bombardeado al Formosa creyendo que se trataba de un barco inglés. No quería cometer el mismo error. Y no disparó. Pero Carmona ya había descargado su bomba. Un segundo después los ingleses lanzaban sus proyectiles.


La fragata Ardent soportó tres oleadas de ataques antes de hundirse. Fue golpeada 17 veces en 22 minutos por los pilotos argentinos

Frente a la fragata y en la soledad de su cabina, Carballo sintió "una confianza y una euforia especial porque sabía que volaba en la gracia de Dios", según confesaría en un aniversario del combate.

El mar hervía por el fuego enemigo. Habían entrado a la "zona caliente" donde en cada segundo se jugaban la vida. El piloto vio una estela blanca pasar muy cerca de su ala derecha: los británicos habían disparado un misil. En medio las esquirlas y los proyectiles, disparó sus cañones de 20 mm y perforó el casco de la nave.

Sus auriculares le entregaban el sonido de una respiración entrecortada. como la de un moribundo, de alguien que agonizaba. Pero no  había tiempo para pensar: elevó su avión y lanzó su bomba. Vio el humo negro cubriendo la proa del barco. Sólo al finalizar la misión supo que esa misteriosa y ahogada respiración era la suya.

Juan Bernhardt atacó la Ardent. Murió ocho días después durante una misión en el estrecho de San Carlos. Un misil superficie-aire hizo impacto en su avión que se estrelló en la Isla Soledad

El segundo ataque fue de los Mirage. El capitán Horacio Mir González y el teniente Juan Bernhardt (+29/5/1982) -con el indicativo "Cueca"- lograron que dos bombas MK-83 impactaran sobre popa y una tercera alcanzara la sala de máquinas. La Ardent, herida, puso rumbo a San Carlos.

Una hora después, presagiando el fin del gigante, el cielo se tiñó de gris. Una persistente llovizna azotó a los seis Skyhawk A-4Q de la Armada que volaban hacia Malvinas y se preparaban para el tercer ataque.

Los cazas navales -comandandos por el capitán de corbeta Alberto Philippi, seguido por el teniente de fragata Marcelo Márquez y el teniente de navío César Arca– se elevaron llevando cuatro bombas con cola de retardo y 190 proyectiles de 20mm cada uno. Los seguían, a seis minutos de distancia, los tenientes de navío Benito Rotolo, Roberto Sylvester y Carlos Lecour. Era un ataque masivo.


Alberto Philippi y José César Arca. Ambos, junto con Marcelo Márquez, integraban 1ª sección de la 3a Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque

La voz de la torre de control de Río Grande rompió el silencio en la radio del líder. Advirtió:

-Una PAC (Patrulla Aérea de Combate) de cuatro Sea Harrier protegen a las unidades de superficie. En caso de no hallar el blanco deben dirigirse a San Carlos para atacar los barcos allí apostados.

Sobre las islas, Philippi balanceó las alas de su avión para avisarle a sus compañeros que había llegado la hora de descender en vuelo rasante para evitar los radares. Casi tocando el agua, con un techo de nubes plomo apretadas contra el mar, el piloto evaluó -en un segundo que pareció eterno- si seguir o regresar. Las condiciones climáticas eran pésimas, las fragatas captaban con su radar un blanco a cinco millas y los pilotos argentinos sólo tenían visibilidad a cuatro millas, desde los destructores lanzaban misiles Sea Cat y los aviones Harrier amenazaban con una dura batalla aérea. "Sigo", se dijo. Y muy cerca de Punta Federal ordenó:

-¡Vamos a atacar! ¡Viva la Patria!

El capitán inglés Alan West estaba sobre el puente de mando en la Ardent cuando vio venir a los pilotos argentinos. "¡Cúbranse!", les gritó a sus hombres. Y se lanzó cuerpo a tierra. Cuatro bombas impactaron y destrozaron el comedor, las comunicaciones, el comando.

Philippi se puso en fuga. Arca, que lo seguía de cerca, trató de esquivar las esquirlas de la bomba de su compañero. No pudo. Al atravesar la columna de fuego sintió un tremendo golpe en la cola del avión. Atrás suyo, Márquez también había lanzado sus bombas.

Juntos iniciaron el escape. Quince segundos después Márquez dio la alerta: dos cazas británicos los estaban atacando.

-¡Harrier, Harrier, enemigos a la izquierda!

Fue lo último que dijo. El teniente inglés Clive Morell accionó sus cañones y el avión de Márquez se convirtió en una bola de fuego.


Marcelo Gustavo Márquez murió combatiendo con un Sea Harrier luego de descargar sus bombas sobre la fragata Ardent

Philippi no tuvo tiempo de lamentar la muerte de su compañero. El teniente inglés John Leeming había lanzado un Sidewinder. El misil impactó en la cola. El avión se estremeció y su nariz miró al cielo. El piloto argentino alcanzó a ver al caza británico que se acercaba veloz para derribarlo definitivamente.

Fueron sólo segundos donde la certeza del final y de la muerte lo abrazaron. Con la calma que precede a una gran tormenta, informó desde la radio:

-Fui impactado, estoy cayendo, estoy bien.

Y accionó la palanca para eyectar su asiento. El avión llevaba una velocidad de 900 kilómetros por hora. Al salir despedido, Philippi se desmayó. Cayó en una granja donde pasó la noche. Al día siguiente caminó hasta encontrar las líneas argentinas.

El aviador inglés Morell siguió el combate. Lanzó un misil contra el caza de Arca pero no logró derribarlo. Al girar, para salir de la línea de fuego, el piloto de la Armada se encontró con otro Harrier que estaba disparando sus cañones. Los proyectiles le dieron de lleno. Todas las luces de alarma del tablero se encendieron. Cuando se preparaba para el ataque final -porque sabía que ya no tenía resto-, sorprendido vio que los Sea Harrier abandonaban la lucha: se habían quedado sin combustible.


Un Mirage en plena batalla aérea. Se planearon 505 salidas de combate, de las cuales se cumplieron 445. De esa cifra, 272 misiones llegaron a su objetivo. Se perdieron 70 aviones. Murieron 41 aviadores

Arca tenía seis impactos en el ala izquierda y cuatro en la derecha. No podía regresar al continente. Bajó la velocidad, se alejó de Pradera del Ganso para evitar las baterías antiaéreas argentinas y se propuso salvar su nave: buscó aterrizar en el aeropuerto de Puerto Argentino.

Tres veces desde la torre de control le ordenaron que se eyectara. Se negó. "Baje tren de aterrizaje", le llegó la voz de un oficial de la Fuerza Aérea. Lo hizo. Y entonces recibió la orden final: "La rueda izquierda del avión está trabada, aborte aterrizaje, eyéctese ahora". Tuvo que obedecer.

Accionó la palanca, salió disparado y el avión comenzó a volar como conducido por un piloto enloquecido. Vio que su A-4Q había girado en el aire y se acercaba para impactarlo. Era el final. Rezó mientras caía en espiral. Pidió un milagro. Inexplicablemente, la nave viró cuando estaba a escasos metros. Arca cayó en las heladas aguas de Puerto Groussac. Lo rescataron extenuado y casi congelado media hora después.


El mapa del HMS Enterprise muestra el lugar donde el sonar encontró los restos de los tres buques de la Armada Real

Por la radio, la escuadrilla del teniente Rotolo -que volaba hacia el blanco- escuchó la feroz batalla aérea. Supo que al llegar sobre los buques de la armada inglesa tendría el camino despejado: los aviones enemigos ya no estaban en condiciones de combatir.

Junto a sus compañeros de formación se preparó para descargar sus 2000 libras de explosivos sobre la Ardent. Elevó su cazas a 60 metros, la altura mínima que daba tiempo para que las espoletas de las bombas se pudieran armar una vez lanzadas. "Me pareció que estaba tan alto que lancé las bombas e invertí el avión para bajar, algo que uno hace normalmente a 10.000 pies. Por suerte pude recuperar el caza a ras del agua", relató el capitán de navío luego del ataque.

La bomba de Lecour explotó en las entrañas del buque muy cerca de los depósitos de combustible. Syvester lanzó sus cargas y terminó de dañar la cubierta. Habían sellado la suerte de la  fragata inglesa.


La Ardent hundida en las aguas del Estrecho de San Carlos. Una boya marca el lugar del naufragio

La Ardent se convirtió en un infierno. Los marinos británicos intentaron vanamente controlar el fuego. Había que abandonar la nave. El comandante West, con lágrimas en los ojos, fue el último en hacerlo.

La fragata lanzó sus anclas en Grantham Sound. Sin posibilidad de salvarla, los militares ingleses la dejaron arder durante toda la noche. Veintidós hombres murieron en ese ataque. Más de 30 sufrieron heridas de gravedad. Se hundió a las 4.30 de la madrugada del 22 de mayo de 1982.

El lugar del naufragio, donde el sonar descubre su silueta sobre el lecho marino, está preservado bajo la Ley de Protección de Naufragios de las Islas Malvinas. Una boya marca el sitio exacto del siniestro.


En la noche del 23-24 de mayo un militar británico intentó desactivar las bombas argentinas que no habían explotado en la Antelope. Pero una estalló y alcanzó el compartimento de almacenamiento de los misiles

La tercer y última imagen que los tripulantes del HMS Enterprise ven en las pantallas muestra a la HMS Antelope convertida en una estatua de sal recostada en las profundidades marinas.

El ataque argentino que condenó al naufragio a la fragata tipo 21 de la Royal Navy tuvo varios contratiempos. Finalmente, al mediodía del 23 de mayo, comandados por el capitán Carballo, volaron hacia la islas el primer teniente Rinke, el primer teniente Luciano Guadagnini y el Alférez Hugo Gómez.

Los A-4B se dirigieron en vuelo rasante sobre la isla hacia los destructores que estaban en la cabeza de playa del Puerto San Carlos. Los ingleses divisaron a los caza y lanzaron sus misiles. Un Rapier estalló debajo del avión de Carballo que volaba a 10 metros del suelo de Malvinas. Una gigantesca nube de polvo, tierra y rocas envolvió al piloto. La fuerza de la explosión hizo que el caza quedara con su panza mirando al cielo, invertido. "Tengo que eyectarme", pensó Carballo. Pero hizo un último esfuerzo para que la nave no se estrellara. Forzó los comandos, sacó al A-4B de la línea de fuego, y pudo regresar al continente en medio de los misiles que le disparaban desde Pradera del Ganso.


La impresionante imagen de los minutos finales de la Antelope

Rinke venía detrás. No había podido separar su avión con los 20 segundos necesarios para no recibir las esquirlas de la bomba de su líder. Se metió de lleno en la turbulencia de tierra y piedras ocasionada por la explosión. Cuando salió tenía delante de sus ojos una enorme fragata inglesa. Largó su bomba MK-17 y emprendió la huida. El artefacto pegó en la popa del barco, pero no explotó.

El ataque que siguió fue el de Gómez, que dejó caer su bomba de 500 kilos que tampoco estalló.


El primer teniente Luciano Guadagnini murió durante el ataque a la Antelope. Un misil impactó en su avión y la explosión lo desintegró

Guadagnini cerró la embestida, y desprendió su carga sobre la Antelope. Un segundo después, sintió que un misil le había pegado en su ala derecha. El avión, descontrolado, amagó con estrellarse en el agua. El primer teniente logró enderezarlo, pero no pudo salvarse: su caza golpeó con violencia contra una de las antenas del destructor inglés y estalló. Los fragmentos del A-4B cayeron en las aguas del Estrecho.

En un mar calmo, tan lejos de aquella dramática batalla, los marinos ingleses del Enterprise rememoran los detalles del naufragio y homenajean a los tripulantes caídos durante el ataque.

Saben que en la noche del 23 al 24 de mayo, el sargento James Pescott trabajó incansablemente para desactivar las bombas argentinas que habían penetrado la fragata. Pero una explotó y alcanzó el compartimento donde se guardaban los Sea Cat. Como un show de trágicos fuegos artificiales, los misiles iluminaron el negro cielo de Malvinas. La foto de la fragata en medio de las llamas se transformó en una de las más icónicas de la guerra.

La Antelope se partió en dos como una nuez y se hundió en la Bahía Ajax.


LA Antelope se partió en dos como una nuez. Hoy sus restos están marcados por una boya

Desde el Enterprise arrojaran al mar una ofrenda para honrar a sus muertos. Saben que los cascos hundidos de aquellos destructores son también las tumbas de los que combatieron. Por eso, desde 1986, Gran Bretaña instituyó una ley que protege los lugares de naufragio. Cualquier persona que retire o modifique los restos de un siniestro militar será procesada, a los convictos les serán requisados sus equipos de buceo y deberán pagar multas altísimas.

Los barcos fantasmas descansan desde hace 35 años sin que nadie altere su lecho de muerte. Sólo en el otoño de 1982, pocos meses después de la guerra, 39 integrantes de la Marina Real se sumergieron a 91 metros de profundidad para recobrar material sensible y documentos de la fragata Coventry.


La imagen de la Antelope muestra los restos de la fragata que se llevó la vida de 19 hombres

Clive Gale, buceador naval que participó en aquella búsqueda, recordó: "El barco se hundió en sólo 20 minutos y con él se llevó documentos que eran de importancia para la seguridad del Reino Unido. Pero éramos conscientes de que estábamos buceando en el lugar donde 19 hombres encontraron su descanso eterno. Respetamos a los marinos que yacen allí junto a su barco".

Durante la guerra de Malvinas 8 buques de la Armada Real británica fueron hundidos o destruidos, 8 quedaron fuera de combate, 5 casi inactivos y 10 averiados.

Las figuras espectrales de tres de ellos están impresas en la pantalla del sonar del HMS Enterprise. Sus restos restos son tumbas de guerra. Y las hazañas de aquellos pilotos que hace 35 años sorprendieron al mundo resurgen desde el fondo de la Historia.

¿Qué tuvieron ustedes para animarse a tanto?, se le preguntó al capitán Carballo años después de las batallas. Su respuesta: "Un avión viejo y un corazón argentino".


jueves, 8 de enero de 2015

Guerreros aeronavales reposan en La Matanza

A 30 años de la guerra de Malvinas.
Un viejo guerrero descansa en la Matanza.
CEHLAM


Una tarde volviendo a mi casa por la Av. Ignacio Arieta, con el transito congestionado y a paso de hombre, gire mi cabeza al llegar casi a Don Bosco y mis ojos vieron lo que parecía increíble; blanco y de presencia todavía desafiante un viejo A4 Q Skyhawk con los colores de la Armada Argentina descansaba en el patio de la escuela de Educaciòn Tècnica Jorge Newbery. Lo primero que se me ocurrió fue anotar su matrícula 3A – 301 para indagar sobre la historia de este avión. Lo que descubrí fue fascinante y creo sin equivocarme que muchos desconocíamos a este “ciudadano” tan ilustre y tan heroico que fue protagonista de una gesta imposible de olvidar.

Este cazabombardero Mc Donnell Douglas A- 4 Q Skyhawk fue incorporado al Comando de Aviación Naval en 1971, fueron compradas 16 unidades de las cuales al comenzar el conflicto del Atlántico sur en 1982 sobrevivían apenas 8 aviones que formaban parte de la Tercera Escuadrilla Aeronaval con asiento en la base de Comandante Espora, Bahía Blanca.


Al comenzar las hostilidades fue embarcado el portaaviones A.R.A 25 de Mayo, buque insignia de la Armada. Esta fuerza tenía como misión la protección de los elementos de asalto que permitieron la realización de la Operación Rosario (recuperación de las Malvinas). Entre el 6 de abril y el 17 de abril la Escuadrilla se adiestró para ejecutar operaciones de ataque a Unidades de Superficie, apoyo aéreo directo y defensa contraérea, todo en condiciones diurnas. Se incorporaron cinco pilotos calificados en A4Q que se encontraban destinados fuera de la unidad. Se adiestraron en operaciones de reaprovisionamiento en vuelo con aviones KC- 130 Hércules, se intensificaron las ejercitaciones de armas para lanzamiento rasante de bombas retardadas en reguero y práctica en tierra de aterrizaje en portaaviones (PTAP) y en maniobras de combate aéreo.

La unidad volvió a embarcar el 28 de abril en el portaaviones, que se incorporó a la Fuerza de Tarea 79.



Nuestro 3 A 301 en plena contienda bélica. Aquí despegando del portaaviones A.R.A 25 de Mayo.

Embarcaron doce pilotos: CC PHILIPPI, CC CASTRO FOX, CC ZUBIZARRETA, TN ROTOLO, TN OLIVEIRA, TN BENITEZ, TN SYLVESTER, TN ARCA, TN LECOUR, TF OLMEDO, TF MARQUEZ, TC MEDICI y los ocho aviones. Esos 8 A4Q era todo lo que tenía la ARMADA en ese tipo y la guerra recién empezaba. Las acciones del Estrecho de San Carlos demostraron el alto rendimiento de la Escuadrilla. El 21 de mayo, las fuerzas británicas desembarcaron en nuestras islas en la bahía de San Carlos. Ese mismo día el COMANDO DE LA AVIACION NAVAL ordenó un ataque, por lo que a 1010 horas despegó la 1ª División para atacar unidades navales en el Estrecho.

1- 3-A-301 CC CASTRO FOX

2- 3-A-307 TC MEDICI F.

3- 3-A-312 TN BENITEZ

4- 3-A-306 CC ZUBIZARRETA

5- 3-A-304 TN OLMEDO

6- 3-A-305 TN OLIVEIRA

El líder y sublíder (3-A-301 y 3-A-306) tenían los aviones equipados con los dos únicos VLF con que contaba la Escuadrilla. Ambos equipos no funcionaron correctamente y motivaron que los aviones recalaran en puntos de las islas no previstos. Luego de 15 minutos de búsqueda de blancos, y aproximándose a su nivel de combustible para el regreso, los 6 aviones regresaron a RIO GRANDE, aterrizando a 1210.La misión fue planificada y ejecutada sin reabastecimiento en vuelo por estar la zona del objetivo dentro del radio de acción de los aviones. Es de destacar que los VLF en los A-4-Q no suministraban ninguna indicación visual (puntero o aguja) sino solamente el rumbo magnético (previo haber introducido la declinación) y la distancia, desde la posición actual al objetivo. Por la tarde, el COMANDO DE LA AVIACION NAVAL ordenó otro ataque a los buques que se encontraban en el Estrecho de SAN CARLOS. Por fallas de los VLF del 3-A-301 y 3-A-306, se estaba procediendo a su reparación, de modo que el Comandante de la Escuadrilla decidió el despegue por secciones de tres aviones, configurados con 4 bombas MK-82 (500 lbs.) cada una.

La primera sección despegó a 1410 hs. compuesta por:

1- 3-A-307 CC PHILIPPI

2- 3-A-314 TF MARQUEZ

3- 3-A-312 TN ARCA

La segunda sección, con los VLF reparados, despegó a 1425, compuesta por:

1- 3-A-306 TN ROTOLO

2- 3-A-305 TN LECOUR

3- 3-A-301 TN SYLVESTER

La primera sección recaló en la boca sur del Estrecho y se recostó sobre la costa Oeste de la Isla SOLEDAD cayendo al Norte.

Avistó, atacó y hundió la Fragata HMS “ARDENT”, luego fueron atacados por dos Harrier, que derribaron al 3-A-307 (CC PHILIPPI) quien se eyectó, al 3-A-314 (TF MARQUEZ) que falleció al explotar su avión. El 3-A-312 (TN ARCA) recibió impactos que averiaron su avión, dirigiéndose a PUERTO ARGENTINO, donde se eyectó y fue rescatado por un helicóptero del EJERCITO. Mientras tanto, la segunda sección que venía 15 minutos detrás de la primera, recaló en vuelo rasante en la Isla de los PAJAROS, cruzó la boca sur del estrecho y sobrevolando la costa Oeste de la Isla SOLEDAD, se dirigió hacia la Bahía de SAN CARLOS .Alertados por la comunicación de eyección del CC PHILIPPI, cerraron formación en columna y, al llegar a la bahía RUIZ PUENTE, avistaron una formación de varios buques de guerra .EL TN ROTOLO asignó como blanco al primero que vio, el cual fue identificado en el informe posterior al vuelo como una Fragata tipo 21, iniciando los tres aviones la aproximación y manteniéndose en columna. El ataque fue realizado en vuelo rasante a una altura de 300 pies y lanzando cada avión 4 bombas MK-82 de 500 lbs. (Equipadas con cola retardante) en reguero sobre el mismo blanco. Las bombas del TN ROTOLO horquillaron el blanco, una de las bombas del TN LECOUR pegó en el agua junto a la borda del buque, muy posiblemente dentro de su ancho vulnerable, desapareciendo la nave dentro de una gran humareda negra y, finalmente, el TN SYLVESTER, que apuntó al medio de la columna de humo, avistó la silueta del buque cayendo con todo timón a babor, atacándolo por su aleta de babor. Obviamente las consecuencias del tercer y último lanzamiento no pudieron ser verificadas. Los tres aviones efectuaron su escape a través del fuego antiaéreo concentrado de los otros buques, cruzaron el Estrecho y se confundieron con el terreno de la Isla GRAN MALVINA. Arribaron a RIO GRANDE a 1630, con bajo nivel de combustible y exhibiendo las averías propias del combate. El 3-A-305 tenía un impacto en el parabrisas, el 3-A-301 agujeros en su tanque suplementario de combustible y en la válvula de dampeo.

El 23 de mayo A 1230, en la cuarta oportunidad que se les asignaba una misión, la división mencionada despegó para atacar blancos navales en Puerto SAN CARLOS.

La división estaba compuesta por:

1- 3-A-301 CC CASTRO FOX

2- 3-A-302 TN BENITEZ

3- 3-A-306 CC ZUBIZARRETA

4- 3-A-305 TN OLIVEIRA


La misión se realizó con reaprovisionamiento en vuelo con un KC-130. Durante el mismo, el 3-A-305 no pudo completar sus tanques auxiliares, por lo que debió regresar a RIO GRANDE. Los tres aviones restantes cruzaron la Isla GRAN MALVINA por el Norte y, apenas llegaron al estrecho, vieron sus blancos. Bajo un intenso fuego antiaéreo proveniente de la costa y los buques, el 3- A-301 lanzó sus 4 bombas MK-82 sobre un buque tipo asalto anfibio (posiblemente HMS “INTREPID”), escapando al frente. El 3-A-302 atacó una Fragata tipo 21 que estaba a popa del anterior, lanzó tres bombas (la cuarta no salió) y escapó por izquierda. El 3-A-306 atacó un tercer buque fondeado en PUERTO CHANCHO, pero ninguna de sus bombas salió, por fallas en el lanzador MER. La Fragata tipo 21, HMS “ANTELOPE”, posiblemente atacada por el TN BENITEZ, terminó con dos bombas alojadas en su interior, que no explotaron. Por la noche, cuando intentaban desactivarlas, estalló una de ellas motivando el posterior hundimiento durante la mañana del día 24.



Luego del ataque, el CC CASTRO FOX, observó que uno de sus tanques auxiliares no había transferido, por lo que su autonomía se vio seriamente disminuida. Decidió eyectar todas las cargas subalares (tanques y MER) y ascendió, haciendo caso omiso a las PAC de Harrier, a fin de reducir el consumo de combustible. Aterrizó en RIO GRANDE después de un regreso solo, prácticamente sin combustible. Los otros dos aviones lograron reunirse luego de completado su escape individual. Al aterrizar, el 3-A-306, a causa de bandejones de hielo en la pista y viento cruzado fuerte, reventó una cubierta y comenzó a desviarse de su corrida saliendo de la pista. Al salirse, se cortó el parante de nariz, por lo que el CC ZUBIZARRETA sabiendo que llevaba una bomba que no había salido y cumpliendo con las normas, se eyectó en una posición de nariz abajo, por lo que salió hacia adelante, impactando en el suelo. Fue trasladado al hospital de RIO GRANDE, donde falleció poco tiempo después. El avión pudo ser recuperado y siguió volando a partir del 11 de junio.



Hoy, nuestro Skyhawk goza de un merecido descanso y aunque averigüé que se quiere lograr encender su potente turbina, quizás por respeto sea mejor dejarlo así, ¿que más tiene que demostrar? Si sus hazañas surcaron en tiempos de guerra los gélidos cielos del sur llenándose de gloria y su recuerdo de temible guerrero jamás vencido sigue conmoviendo a quien se detiene tan solo un instante a contemplar con orgullo su inmensa gloria.

Dr. Leonardo A. Racedo.

Bibliografia: 

Caso, Gustavo Adolfo. “La Aviación Argentina en Malvinas”. Suplemento de Revista Paréntesis. Año 1990.

Martini, Hector A. “Historia de la Aviación Naval Argentina. Tomo lll”

“Historia de la Aviación Naval Argentina. Tomo l y ll”

Elmuan.blogspot.com

domingo, 9 de febrero de 2014

Biografías: CN (VGM) Alberto Philippi (COAN)

CN (VGM) Alberto Philippi (COAN)



La balada del piloto Alberto Philippi y el estanciero kelper 


Ese 21 de mayo de 1982, después de conocer la orden de ataque, el bahiense Alberto Philippi entendió que había hecho lo correcto. Por más que su vida corriera peligro.
Estaba cómodo en la Base Aeronaval Río Grande de la Armada, cerca de Graciela y sus cuatro hijos. Pero el país se preparaba para sangrar la guerra por nuestras Malvinas y él, capitán de corbeta experto en los aviones A4Q Skyhawk (Águila del Cielo), sabía que uno de cada tres pilotos era novato. Por eso había vuelto.
Y ahora, a los 43 años, debía dar un paso al frente de combate. Los ingleses acababan de desembarcar en San Carlos con la protección de la fragata HMS Ardent, que en el amanecer, mientras bombardeaba posiciones argentinas en Darwin y Pradera del Ganso, soportó 16 incursiones de Mirages y Daggers de la Fuerza Aérea.
El Comando de Aviación Naval definió la acción: seis aviones atacarían la zona, sin escolta y sin superioridad aérea.
Alberto (que en el aire era Mingo ) lideró una sección de tres, integrada además por el teniente de navío José César Arca (Cacha ) y el teniente de fragata Marcelo Márquez (Loro).
Despegaron de Río Grande a las 15.15. Cada uno llevaba cuatro bombas de 500 libras tipo Snake Eye (Ojo de Serpiente), de efecto retardado para poder alejarse de las explosiones.
Antes de llegar a Malvinas descendieron y tomaron a la derecha por la costa del Cabo Belgrano, que era un dedo indicando el camino . Llovía y las nubes permanecían muy bajas. Todo estaba oscuro.
Llegaron a la entrada sur del Estrecho San Carlos (el que separa las islas Gran Malvina y Soledad). En Puerto Rey vieron al averiado buque de transporte Río Carcarañá . Volaban a 800 kilómetros por hora y casi a nivel de las olas; el agua golpeaba los parabrisas.
De repente, entre las rocas Alberto divisó los mástiles de una fragata que rumbeaba al centro del canal. Era la HMS Ardent , que huía luego de haberlos detectado (y sin que ellos se hubieran enterado: ningún A4Q disponía del sistema para avisar cuando el radar enemigo los localizaba).
Alberto señaló el blanco y ordenó el ataque.
Al asomarse recibieron una pared de fuego que Arca, el segundo de la formación, sólo había visto en las películas.
Cuando Alberto soltó las bombas, Arca deseó que errara. Iba entre siete y diez segundos detrás, y necesitaba 19 para evitar las esquirlas. Sin embargo, mientras maniobraba para escapar, Alberto escuchó:
--¡Muy bien, señor!
Era Arca reportando lo que no quería: el último explosivo del jefe había hecho impacto directo en popa.
Alberto miró sobre el hombro izquierdo y vio a la fragata británica humeando su destino: Ardent significa ardiente. Y ardía. Arca liberó sus bombas y atravesó la columna de fuego.
--¡Otra en la cubierta! --avisó Márquez.
Los tres volvían por donde habían llegado cuando una palabra repetida sonó en la radio y los paralizó:
--¡Harrier, Harrier!
Fue lo último que dijo el teniente Márquez antes de que lo alcanzara una ráfaga de cañones de 30 milímetros. Ni Mingo ni Cacha vieron cómo se desplumaba el Loro.
Alberto y Arca intentaron refugiarse en las nubes, pero tenían la patrulla de dos Sea Harrier muy encima.
Pese a las averías, Arca logró fugar. En cambio Alberto sintió una explosión en la cola. La nariz del avión se elevó, descontrolada. Con los dos brazos intentó maniobrar. No pudo. El motor no respondía. Miró a la derecha y a 150 metros venía un Harrier a rematarlo.
--Estoy bien, me eyecto --comunicó. Accionó el mecanismo y se produjo un ruido descomunal. Alberto sintió un dolor tremendo en la nuca. "Caigo como una roca", pensó antes de desmayarse. (1)
Podría haber muerto: el manual del piloto recomienda eyectarse a 240 kilómetros por hora y nunca a más de 650. Alberto lo hizo a 900 km/h.
Y por eso al recuperar el sentido agradeció a Dios. Colgaba en el aire, sin casco ni máscara, y abajo lo esperaban las aguas gélidas. Pero durante el combate el oxígeno puro le había emborrachado la sangre y con tanta adrenalina ni cuenta se dio del frío.
Mientras descendía advirtió que el viento del oeste arrastraba el paracaídas hacia la costa de la isla Soledad y empezó a hacer fuerza sobre las cuerdas para colaborar con la suerte.
Intentó inflar el bote; la válvula (quizá congelada) se abrió y no respondió. Entonces para flotar pasó a depender de su chaleco de supervivencia.
La caída fue muchísimo más violenta de lo que esperaba. Se hundió unos tres metros. Lo levantó el paracaídas y de nuevo en la superficie se dejó ir. La corriente lo acercaba, pero a unos 100 metros de tierra firme se enganchó en las algas. (2)
Las cortó con un cuchillo, soltó el paracaídas y empezó a nadar. Se le enredó el arnés. Y después el paquete de supervivencia. Llegó a la playa tan exhausto que no podía caminar.
Tiró la emergencia radial y trató de descansar un poco. Miró la hora: todavía no eran las cuatro de la tarde pero faltaba poco para que se fuera el sol. Empezó a cavar una cueva de zorro con el cuchillo (un Puma alemán modelo White Hunter que le había regalado a su hijo menor; pero Manfred a sus dos años y medio no lo iba a necesitar y Alberto se lo llevó). Cuando terminó lo cubría la impenetrable noche malvinense.
Mientras dormía los ingleses abandonaron la HMS Ardent . Cada uno de ellos vio cómo las llamas la devoraban. Y antes de arribar a la costa todos la vieron irse a pique.
--Esta es la fragata HMS Ardent. Estamos averiados y nos hundimos por popa.
Tony Blake escuchó pasmado el mensaje. No era como los otros que solía interceptar y grabar entre tanto ruido de guerra: en este, el emisor irradiaba el nombre de la embarcación, neutralizada por los ataques argies. (3)
Lamentó la noticia, pero tenía que hacer. No es fácil administrar una estancia como "North Arm" (Brazo Norte), que se extiende a lo largo de 150 mil hectáreas pobladas por 72 mil ovejas y 365 caballos: "Uno por cada día del año", le gustaba ilustrar.
Más o menos cada una hora, Alberto se levantaba y trataba de encender un fuego. En una de esas, a las 2, el cielo se iluminó. Un barco enemigo bombardeaba al triste, solitario y ya finalizado Río Carcarañá , quizá porque al registrar la señal del piloto bahiense creyó que aún quedaban tripulantes.
Los tiros pasaban muy cerca y los británicos podían desembarcar. (4) "El Señor es mi pastor, nada me falta", recitaba Alberto. El salmo 23 le daba fuerzas. Dios lo acompañaría en su repliegue.
Caminó varios kilómetros hacia el sur. Recordaba que en los mapas de la región aparecían ranchos de ovejas y esperaba masticarse alguna: la comida de supervivencia se le escurría.
Y de repente Tony Blake dijo:
--Por acá anduvo alguien.
La guerra y sus avatares eran de lejos lo más excitante que había vivido desde el día que llegó a las islas para hacerse cargo del rancho. Y quizá también en sus 42 años.
El sábado 22 de mayo de 1982 patrullaba la vasta zona campestre (de un lado al otro de "North Arm" había unos 55 kilómetros) con otros kelpers. Detectaron en la bahía al buque Río Carcarañá y la curiosidad los arrimó. Entonces vieron las huellas humanas en el suelo.
--Tenemos que saber qué está pasando --dijo Tony.
El domingo, un día y medio después del ataque, Alberto se acercó a un pequeño grupo de corderos silenciosos. Tomó la calibre 38 y apuntó, pero permanecía húmeda.
Entonces improvisó una manga y arrió seis animales. Eligió uno. Con el cuchillo de Manfred le cortó la garganta y (cazador de ley) lo carneó y limpió prolijamente, aunque se lastimó un dedo. Juntó turba y quiso prenderla con fósforos; todavía estaban mojados. Salió del paso con una bengala. Asó a fuego bajo una pata y un brazuelo.
"El Señor es mi pastor, nada me falta." Devoró el banquete y guardó en la mochila una ración similar para después.
Tony Blake no se alteró al encontrar los restos de uno de sus corderos. "Qué bien carneado. El que lo hizo sabía lo que hacía", pensó. La piel del animal estaba colgada como se debe.
--Sigamos --pidió.
Al mediodía del lunes 24 el hambre detuvo la marcha de Alberto. Comía el otro brazuelo apoyado contra un poste cuando advirtió movimiento de vehículos a unos dos mil metros. Hizo señales con un espejo y esperó.
Un tractor y un Land Rover se aproximaron.
--No weapons! --gritó, con la idea de tranquilizar a los desconocidos. Pero estaba listo para recurrir a sus armas.
Un hombre se bajó de la camioneta. Cargaba una escopeta de caza y dijo que se llamaba Tony Blake. En buen inglés, Alberto también se presentó y le comentó que pretendía regresar con las tropas argentinas. Tony lo miró de arriba abajo. Le pareció que le vendría muy bien una afeitada; lucía áspero, aunque no peligroso.
--Suba --indicó.
Alberto se sentó en el Rover entre Tony y un acompañante. Había dormido a la intemperie tres noches, con la misma ropa y sin bañarse; sin embargo, nadie notó olores fuertes.
Tony detuvo el coche en la colina Top Standing Man, la más alta de la zona. Abajo, a unos cinco kilómetros, el casco de la estancia "North Arm" era una mancha en el paisaje silvestre. Buscó los ojos de Alberto y con la mayor firmeza de la que fue capaz le dijo:
--Si me das tu palabra de que no me vas a traer problemas, podrás quedarte en mi casa. Si no, voy a tener que encerrarte.
--Por supuesto --concedió Alberto: "El Señor es mi pastor, nada me falta"--. Sólo quiero volver con mi gente.
--Yo te voy a ayudar. Pero ahora no hay nada que hacer. Recién mañana pediremos que te vengan a buscar.
Cada día, entre las 8 y las 8.30, funcionaba la llamada Medical Net (red médica), único espacio para que los granjeros establecieran contacto radial con Puerto Argentino.
En la residencia Blake vivían Tony, su esposa Lyn y los hijos, Tom y Heidi. Por la guerra tenían dos inquilinos : Joan y Mark, mujer e hijo de Terry Spruce, funcionario de la entonces poderosísima Falkland Island Company, quien se había quedado en la capital.
Ninguno demostró que para ellos el argentino era otro invasor. Alberto se duchó y al salir del baño Tony le entregó ropa limpia. Tenían casi el mismo talle. Después de cambiarse apareció Lyn.
--Ponete cómodo --dijo ella. En sus manos llevaba un atado de cigarrillos Rothmans, una brocha, una hoja de afeitar, pasta dentífrica y un cepillo de dientes--. Te esperamos para tomar el té.
Algo olía riquísimo. Alberto vio que Lyn metía el cucharón en una olla, descargaba el contenido sobre una plancha caliente y sin humo salían unos escones...
--¡Deliciosos! --halagó.
Charló un rato con Tony. Descubrieron que tenían varias cosas en común: amaban la caza y la pesca y eran radioaficionados. "Este es un buen hombre", pensó el anfitrión.
En Puerto Argentino oyeron que en la casa de Tony Blake estaba sano y salvo el capitán de corbeta Alberto Philippi, contestaron que mandarían un helicóptero a la brevedad posible y cortaron la comunicación, para darle al instante la buena nueva al comandante de la escuadrilla en Río Grande.
El capitán de corbeta Rodolfo Castro Fox no lo podía creer. Para todos, Alberto había desaparecido en acción. Inmediatamente trepó al jeep y recorrió cinco kilómetros hasta la casa de los Philippi.
Desde el 21 de mayo Graciela no era la misma seño de la escuela; había visto salir seis aviones y volver tres. Faltaba la sección completa de su marido. Y ahora, cuatro días después, escuchaba: "¡Sí, Alberto está vivo!". (5)
--¿Te gustaría conocer la estancia? --invitó Tony. Le prestó un par de botas de goma y una campera y subieron al Rover. Llegaron a un galpón de esquila construido a finales del siglo XIX e impecablemente conservado: incluso las máquinas y herramientas centenarias resistían la jubilación. Tony interrumpió a los obreros para contarles quién era el extraño y qué hacía ahí.
El encargado del lugar, un grandulón de mejillas coloradas, reclamó atención:
--Tenemos dos motivos para celebrar --arrancó pomposa, ceremoniosamente. Y dirigió su mano derecha al bolsillo trasero del pantalón. Tony sospechó que el personaje iba a sacar un arma para matar a Alberto.
Se alarmó y con razón: quien hablaba era Des Peck, menos conocido como poeta que como furioso antiargentino. Sin embargo, Peck sacó una botella de ron Lamb's--. Dos motivos: este piloto sobrevivió a un terrible accidente y hoy es día patrio en la Argentina.
Mientras Tony cerraba los ojos con alivio y sorpresa, Alberto tomaba un trago y la dimensión del tiempo otra vez: era 25 de mayo. (6)
Había provocado el hundimiento de una fragata enemiga, dos Sea Harrier habían derribado su avión, había pasado tres días enteros solo y al aire libre, lo había ayudado un kelper y ahora lo rescataba un helicóptero de la Fuerza Aérea, justo al mediodía del 25 de mayo. Llorar era lo de menos.
--Esto es para el pequeño Manfred. --Tony le extendió una pequeña caja. Dentro había un camioncito amarillo de colección marca Matchbox.
--Y esto es para Graciela. --Lyn le entregó un sobre--. No lo abras. Simplemente dáselo: ella va a saber qué hacer.
Un día del vínculo más humano había bastado para hacerlos lagrimear a todos.
"Señor, que no lo bajen --imploró Tony. Sabía que las fuerzas inglesas volteaban helicópteros argentinos como moscas--. A este no, por favor."
Alberto volvió a sentir la guerra en Darwin.
Cada 15 o 20 minutos los Harriers tiraban algo, mientras las tropas británicas preparaban el asalto decisivo.
Al día siguiente, el 26 de mayo, tomó el último helicóptero que voló a Puerto Argentino antes del ataque.
En la capital percibió optimismo. O eso creyó luego de buscar cobijo espiritual en el capellán naval. Al oír el relato del piloto, protestante de religión, el presbítero católico capitán de navío Angel Mafezzini (el mismo que había participado en el desembarco del 2 de abril) reparó en la reiteración del salmo 23. Buscó en su bolsillo. Sonrió.
--¿Este? --le preguntó. En la palma de la mano tenía un adorno de porcelana. Simbolizaba un libro abierto. "El Señor es mi pastor, nada me falta", decía el texto.
Esa noche Alberto juntaba sus cosas para retornar al continente. Aunque algo olía mal. La pata del cordero: todavía estaba en la mochila.
El Hércules C-130 intentó despegar, pero las bombas con retardo de los ingleses empezaron a explotar.
Recién el 28 de mayo partió rumbo a Comodoro Rivadavia, donde se reunían los replegados. Alberto le dijo al comandante que quería bajarse en Río Gallegos para estar con su familia.
--Tengo orden de llevarlos a Comodoro --contestó el piloto.
El Hércules aterrizó en Gallegos para cargar combustible y al primer descuido Alberto dejó el avión. Caminó por la pista hasta el aeropuerto y se cruzó con el capitán de fragata Miguel Boix, quien le prestó un jeep para ir hasta la base de Marina.
Ahí sus camaradas coordinaron con Prefectura para que lo trasladaran en un Skyvan (Camioneta del Cielo); según Alberto, un Citröen volador.
Todo el grupo aeronaval le dio la bienvenida en Río Grande. Incluso los tenientes de navío Benito Rotolo, Carlos Lecour y Roberto Sylvester, los tres integrantes de la otra sección de A4Q que había salido el 21 de mayo.
Por supuesto, apenas lo saludaron. Tenía que volver a casa. Graciela y los chicos lo esperaban. (La bella emoción que produce el recuerdo de ese reencuentro queda mucho mejor en el corazón de Alberto que en un papel de diario.)

Notas a vuelo de estribo 

Alberto Philippi descansó poco. Tuvo que volver a la escuadrilla porque había comenzado un reclutamiento de emergencia: pilotos expertos que se desempeñaban en vuelos de Aerolíneas Argentinas y de Austral entraron en acción. Alberto debía adiestrarlos.
Eso hizo hasta el último día de la guerra. No volvió a pelear.
Luego de la rendición del 14 de junio de 1982 recibió dos condecoraciones de Honor al Valor en Combate, una de la Marina y otra de la Nación Argentina, pero no lo ascendieron.
En 1983 comandó nuevamente la III Escuadrilla de Caza y Ataque, desactivada tras 15 años en diciembre de 1986.
Entre 1990 y 1992 trabajó como asesor en el Colegio Interamericano de Defensa, en Washington.
En 1994 dejó la fuerza con el grado de capitán de navío. Tenía 54 años.
"Me felicito por la decisión --dice-- porque pude pasar con Graciela sus últimos años." Una enfermedad la arrancó de su lado en 1998. Entre muchísimas otras cosas, ella lo deleitaba con unos escones exquisitos cuya receta le había llegado en un sobre arrugado.
El A4Q Skyhawk 0660/3-A-307 que piloteaba Philippi recibió el impacto de un misil aire-aire AIM-9L, lanzado desde un Sea Harrier por el teniente Clive Morrell, miembro del Escuadrón 800 de la Royal Navy que operaba desde el portaaviones HMS Hermes. Después de la guerra Morrell fue ascendido y le otorgaron la medalla del Atlántico Sur.
El avión del teniente de navío José César Arca sufrió una serie de impactos que dañó las dos alas, pero igual zafó del remate y llegó a Puerto Argentino. Quiso aterrizar y no pudo. Se eyectó en la bahía y lo rescató un helicóptero del Ejército.
El teniente de fragata Marcelo Márquez murió en el acto cuando su máquina se desintegró en el aire luego del ataque de un Sea Harrier comandado por el teniente John Leeming.
Un par de horas después de la incursión de Philippi, Arca y Márquez, el comunicado Nº 74 del Estado Mayor Conjunto enumeraba las pérdidas del enemigo. Entre ellas: "[...] cuatro fragatas con averías de gran magnitud, de las cuales una fragata tipo 42 y otra no identificada se habrían hundido".
Poco más tarde el ministro de Defensa británico John Nott admitía a la prensa que la Aviación Naval argentina había provocado el hundimiento de la fragata HMS Ardent (tipo 21, similar a nuestras Hércules y Santísima Trinidad , ambas protagonistas de la recuperación del 2 de abril de 1982). El funcionario habló de alrededor de 20 muertos y 30 heridos.
La Argentina perdió en esos ataques 19 Skyhawks de la Fuerza Aérea y tres de la Armada. Pero eran aviones viejos (los A4Q se habían fabricado a principios de los 60) frente a una de las marinas más modernas del mundo.
El as francés de la Segunda Guerra Mundial, Pierre Clostermann, escribió en una carta a sus colegas argentinos: "Nunca en la historia desde 1944 un piloto enfrentó tantos obstáculos mortales como ustedes; ni los ingleses en 1940 en Londres ni los alemanes en el 45".
El enviado de la BBC de Londres con la flota británica, Brian Hanraham, fue más gráfico: "Los pilotos argentinos se comportaron como verdaderos kamikazes", dijo.


(1) Cada vez que se combinan el frío y la humedad, Alberto vuelve a sentir dolor en la nuca. Ha visitado varios especialistas y todos concluyeron lo mismo: tendrá que convivir con la distensión.
(2) De esas algas marinas características de Malvinas, llamadas kelps en inglés, proviene el gentilicio informal kelpers con el que se identifica a los pobladores de las islas.
(3) Tony conserva la grabación original del mensaje. Y una doble curiosidad: ayudó al argentino que había liderado el ataque letal contra la HMS Ardent y un mes después de la guerra conoció al capitán de la fragata, Alan West.
(4) El 22 de mayo el ministro Nott confirmaba que empleando 100 buques y 25 mil hombres Gran Bretaña había establecido exitosamente una cabeza de playa de 2.590 hectáreas en la isla Soledad, con cinco mil efectivos: "Volvimos a Malvinas para quedarnos", sentenció.
(5) "Graciela pensaba que me había perdido", alcanza a decir hoy Alberto antes de que las lágrimas le impidan continuar.
(6) El 25 de mayo de 1982, en su mensaje de salutación por el aniversario de la Revolución de Mayo, el presidente norteamericano Ronald Reagan suscribió: "Nunca ha sido tan importante reafirmar los comunes intereses y valores que unen a la Argentina y a los Estados Unidos, y reiterar nuestro compromiso de cooperación en este hemisferio".
La historia demostró que efectivamente su gobierno hizo honor a ese "compromiso de cooperación"..., pero con Inglaterra.
Cada mediodía de domingo, durante la guerra, se reunían entre 70 y 90 personas en el club Gloria, cerca de la estancia de Tony Blake. Des Peck leía sus poemas y todos brindaban por la Reina y por las fuerzas británicas.
"Probablemente Des era el único poeta de las islas --dice Tony--. Y no muy bueno que digamos: creo que nadie va a juntar sus escritos para publicar un libro, ahora que ha muerto."

Fuente: Abel Escudero Zadrayec, Diario La Nueva Provincia (09/11/03)


 
El Capitan de Navio (RE) VGM Alberto "Mingo" Philippi junto a su eterno compañero el Halcón con quien fue a la batalla el 21 de Mayo. Adelanto Fotografia de la Obra Literaria dedicada al accionar de la Aviacion Naval durante 1982. Fotografia de Pablo Cersosimo.