Grytviken y la vía Láctea
La Vía Láctea sobre el asentamiento de Grytviken en la isla San Pedro, y sobre el viejo buque ballenero encallado Petrel.
El
3 de abril de 1982. Luego de la exitosa Operación Rosario que dio lugar
el 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas argentinas comenzaron
la Operación Georgias con el objetivo de recuperar las Islas Georgias
del Sur, a órdenes del Capitán de Navío César Trombetta. El
objetivo de la Operación, sería desembarcar en Grytviken al Grupo de
Tareas 60.1.
El mencionado Grupo de Tareas 60.1., se encontraba
conformado por 40 efectivos del Batallón de Infantería de Marina N°1 de
la Armada Argentina, y 15 efectivos del Grupo de Buzos Tácticos y
Comandos Anfibios , quienes prestaro su servicio junto al transporte
polar ARA Bahía Paraíso; la corbeta ARA Guerrico; y los helicópteros
Allouette III de Armada Argentina y SA-330 Puma del Ejército
Argentino.
A las 11:40 partió desde la cubierta de vuelo del ARA
Bahía Paraíso el helicóptero Puma del Ejército Argentino, junto a los
primeros 15 efectivos de Infantería de Marina, quienes con valentía se
adentraron al territorio esperando hacer cabeza de playa.
Los
británicos en defensa de Grytviken abrieron fuego desde un galpón
ante el helicóptero Puma que aún se encontraba sin aterrizar. Por
desgracia, muchos de los disparos impactaron en la aeronave, implicando
que se desarrolle un aterrizaje de emergencia, la cual se dispuso a
órdenes del Jefe de la Fracción de Infantería de Marina, para
continuar el despliegue y el enfrentamiento a los británicos. Luego del
aterrizaje de emergencia y con la intención de buscar una acción
decisiva frente al grupo británico atrincherado, se le solicitó apoyo de
fuego a la corbeta ARA Guerrico, la cual había realizado su segundo
avance sobre la caleta para comenzar el uso de sus armas de fuego.
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Pintura: @aviationart_argentina
Por Adrián Pignatelli || Infobae
El 25 de abril de 1982 los británicos tomaron el control de las Georgias. Al día siguiente John Coward, capitán del destructor HMS Brilliant, le indicó al capitán de fragata Horacio Bicain, comandante del Submarino Santa Fe, que quitase la nave del muelle porque dificultaba las operaciones de los buques ingleses. Estaba inclinado a babor y con la proa levantada y representaba un peligro latente por los explosivos que llevaba.
Se designaron a media docena de argentinos a que lo llevasen fuera del muelle. Uno de ellos era Félix Oscar Artuso,
un suboficial primero maquinista de 36 años que, cuando fue convocado,
se despidió de la familia con la convicción de que no iría a regresar.
Con los argentinos abordaron la nave británicos, que tenían la orden de
evitar cualquier maniobra que llevase al sumergible al fondo del mar
para siempre.
El Santa Fe no estaba en sus mejores condiciones. Había zarpado de Mar del Plata el 16 de abril, llevaba 23 torpedos y durante la travesía tuvo fallos en sus sistemas. Había llegado a las Georgias a la medianoche del 24 de abril. Averiado por helicópteros británicos, su torreta había sido perforada por un misil, que provocó que el cabo Alberto Macías perdiera su pierna. La nave presentaba varios impactos de metralla.
Desde el puente de mando, el comandante argentino, acompañado por un británico, daba instrucciones al personal. Cuando el submarino de pronto se escoró, Artuso hizo rápidos movimientos claves para estabilizarlo, pero fueron interpretados por un británico como un intento de sabotaje y lo mató de varios disparos.
Fue un crimen de guerra que los ingleses interpretan como un lamentable error.
Artuso fue sepultado en Grytviken con honores militares. Y desde entonces sus hijos Cristian, Karina y Carolina, que al momento de la guerra tenían 8, 6 y dos años respectivamente, se propusieron lo imposible: viajar a esas islas perdidas en el Atlántico Sur, a 1300 kilómetros al sudeste de las Malvinas, a visitar la tumba. Alicia, la esposa de Artuso falleció hace unos años, y tiene dos hermanas, que no estaban en condiciones de viajar. Una tercera, Josefina, que también murió, hizo innumerables viajes a Buenos Aires para lograr la tan ansiada visita.
En conmemoración de su muerte, el 26 de abril fue instituido como el Día del Maquinista de la Armada Argentina. Artuso fue condecorado con la medalla “La Nación Argentina al muerto en combate” y declarado, por ley, héroe nacional.
En el 2001 quedó constituida la Asociación de Veteranos de Guerra de Malvinas, presidida actualmente por el general de brigada retirado Sergio Fernández, que durante el conflicto fue, como teniente primero, jefe de una sección de la Compañía Comando 601. Decididos a reactivar asuntos pendientes, esta asociación se propuso en el 2013 encontrar una solución para viajar a la tumba del único caído en tierra que aún no había podido ser visitada.
Primero, las gestiones fueron informales y en 2017 fueron recibidos por Mark Kent, por entonces embajador británico en nuestro país. Ambas partes sabían que el viaje no sería sencillo porque es un destino que no es habitualmente visitado o que esté dentro de rutas comerciales habituales. La postura de los miembros de la asociación fue la de no viajar en un buque de bandera inglesa.
Fueron innumerables reuniones, donde se despejaron dudas y se buscaron consensos. Se interesó, además, al Ministro de Defensa y al Secretario de Malvinas de la cancillería argentina.
El año pasado los argentinos propusieron a los ingleses que los hijos de Artuso viajasen en el rompehielos Almirante Irízar, para la campaña de verano que el buque emprendería a la Antártida.
La respuesta fue negativa.
La cuestión había llegado a un punto muerto. Sergio Fernández hablaba habitualmente con Karina Artuso, la más compinche de su papá. La mujer se mostró en un principio descreída e incrédula, a tal punto que no le reveló a sus hermanos que estaba conversando sobre la posibilidad de viajar. Lo hizo casi a último momento.
Cuando no pareció haber una solución, Marcelo De Bernardis, reconocido maratonista, lo llamó a Fernández y le adelantó su intención de ir a las Georgias a rendir homenaje. “A ustedes los manda Dios”, le respondió.
Irían con Quark, una empresa de cruceros canadiense, que con el buque Ocean Diamond, saldrían de Ushuaia, harían Georgias y la Península Antártica. La empresa destaca de ese archipiélago la vida silvestre, los glaciares, los fiordos, los pingüinos monarcas de Salisbury Plain y los elefantes marinos, y las promociona como “las Galápagos del polo sur”.
La nueva dificultad era afrontar los costos de los pasajes: cada uno valía 14.500 dólares (a precio de junio), una verdadera fortuna para una asociación de veteranos que se mantiene con una cuota mínima de sus socios. Cuando ya todas las puertas se habían cerrado en la búsqueda de financiamiento o donaciones, la empresa les dijo que llevaría a los tres hermanos sin cargo.
Personal de la Armada los acercó a Buenos Aires. De ahí el 3 de diciembre volaron a Ushuaia, donde embarcaron. “Cristian, Karina y Carolina lo vivieron con mucha emoción, fue un momento único en sus vidas”.
Finalmente ayer domingo fue la visita a la tumba. Luego de desembarcar, pasaron por la planicie de Salisbury y de ahí a Gritviken y su cementerio, donde también está enterrado el explorador irlandés Ernest Shackleton.
Los hijos pusieron una única condición: estar un momento a solas ellos tres.
Llevaron dos placas, una con sus nombres y otra una foto de su papá en acrílico. Es lo que se permite por disposiciones vigentes, más que nada por cuidado del medio ambiente.
Luego de la visita privada, rindieron homenaje cinco argentinos: Marcelo de Bernardis, oficial de reserva del Ejército y tres veteranos de guerra: el almirante Daniel Martin, el cabo Alberto Macías, los dos del submarino Santa Fe, y Daniel Cobos Porta, de la corbeta Guerrico. Completó el contingente el hijo del almirante Martin.
Sobre la tumba desplegaron una bandera argentina, que tuvo un profundo sentido: cuando los ingleses lo enterraron, no cubrieron el féretro con ninguna bandera argentina, a pesar de que se disponía la que llevaba el submarino.
Con una grabación, un clarín tocó a silencio.
A última hora de la tarde, embarcaron y partieron hacia la Antártida. Los tres hermanos cumplieron un anhelo que llevaba ya cuarenta años: el de decirle adiós a su papá.
Después de 40 años Cristian, Carolina y Carina Artuso, los tres hijos del Héroe de la Patria Félix Oscar Artuso, visitaron la tumba donde yace su padre en las Islas Georgias
— Jorge Taranto (@jorgebaroni) December 12, 2022
🇦🇷HONOR Y GLORIA🇦🇷 pic.twitter.com/odLRomicKS
En el año 2011, durante una entrevista para mi libro “1982″ (Editorial Sudamericana), el contralmirante Edgardo Aroldo Otero, ex jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada, me hizo un largo relato sobre cómo se desarrollaron los hechos que culminarían en la guerra por las Malvinas con el Reino Unido de la Gran Bretaña. Entre paréntesis he glosado algunos “olvidos” del fallecido contralmirante Otero, con quien mantuve varios encuentros.
Desde 1955, la Armada tenía un proyecto de recuperación de las Islas Malvinas que se iba reactualizando de tiempo en tiempo. Era una obsesión que adquirió un nuevo impulso cuando la Argentina instaló un observatorio científico en la Isla Morrell del grupo Thule del Sur (1976) y los británicos no reaccionaron. Con el tiempo, en mayo de 1981 al vicealmirante Juan José Lombardo, se le ocurrió repetir la experiencia de Thule, en la isla San Pedro de las islas Georgias del Sur. Es decir, un observatorio similar que marcara otra presencia argentina y que, con la vista puesta en las Malvinas, ayudara a revalidar títulos en función del reclamo histórico. El proyecto de 1981 es enviado al Estado Mayor y lo toma bajo su cargo el vicealmirante Rodolfo Suárez del Cerro, jefe de Operaciones Navales durante la gestión de Lambruschini. La cuestión era un secreto y estaba en su caja fuerte. Ya en esa época, a la operación la denominaron “Alfa”, un operativo del que sólo participarían civiles, “acompañados” por un reducido grupo de científicos militares. Más tarde se uniría el grupo “Alfa B” integrado por infantes de marina. Cuatro meses más tarde de escrito el documento de mayo de 1981, Jorge Isaac Anaya reemplaza a Armando Lambruschini; Alberto Gabriel Vigo asciende a jefe de Estado Mayor y Lombardo es comandante de Operaciones Navales. A fin de enero de 1982, la operación de la isla San Pedro era un poco más conocida. Se la había sacado de la caja fuerte, en previsión de que fracasaran las negociaciones diplomáticas con los ingleses que se iban a realizar en febrero en la ciudad de Nueva York. A su vez, los británicos tenían preparada la “Operación Trident” que en contados días movilizaban la flota de mar, como para mandarla a las Malvinas.
El almirante Jorge Anaya asumió en septiembre de 1981 porque el almirante Armando Lambruschini vuelve a la concepción de la vieja marina: cada 2 o 3 años debía renovarse el Comando en Jefe de la Armada. No hay que olvidar que Massera estuvo entre 1973 y 1978. Bajo la comandancia de Anaya, el almirante Lombardo —el que había propuesto un operativo en San Pedro— es el comandante de Operaciones Navales (COP). Hacia fines de 1981 -22 de diciembre- cerca de Navidad, Anaya reunió a los almirantes del Estado Mayor y Lombardo instruyó que “deberá” prepararse una operación en forma “preventiva” a un fracaso a las negociaciones diplomáticas en las Naciones Unidas. Los planes deberán ser hechos sin fecha de ejecución. Se lo dice a un grupo reducido de almirantes (Vigo, Otero y Lombardo entre otros). Otero no dice que el 22 de diciembre (el mismo día que asumió el general Leopoldo Galtieri como presidente de facto) emite una instrucción escrita a mano para Vigo a fin de estudiar un plan de “ocupación” de Puerto Stanley (más tarde Puerto Argentino).
En medio de todo esto se mezcló otro asunto: en 1979 el empresario Constantino Davidoff hizo un contrato de compra de 30 toneladas de chatarra por 115.000 libras (en esa época se ganaba siete millones de libras) en tres apostaderos, o bases logísticas de barcos balleneros. Para llegar a formalizar ese contrato tuvo que pasar el filtro de las autoridades inglesas, que al principio mostraron cierta reticencia. Con el contrato firmado pide al buque inglés “Endurance” para transportar la mercadería, pero el gobierno inglés se lo negó. Davidoff estimaba que sus tareas terminaban en 1984. En la Cancillería argentina se interesan por el proyecto y hablaron con la Armada.
En los días finales de la presidencia de Jorge Rafael Videla, el 3 de febrero de 1981, siendo canciller Carlos Washington Pastor, el embajador Ángel María Olivieri López, director general de Antártica y Malvinas, firmó el Memorando N° 53 comunicando que “en el día de la fecha esta Dirección General fue informada, a través de una llamada telefónica del señor (Juan Carlos) Olima, ex funcionario de esta Cancillería y actual gerente del Banco Juncal, que el señor Constantino Davidoff solicitó de esa entidad financiera la extensión de un crédito, destinado a la adquisición de todo el material abandonado por la ex Compañía Argentina de Pesca en las islas Georgias del Sur”. Además, informaba que Davidoff es uno de los directivos de “una empresa constituida íntegramente con capitales argentinos, dedicada a la compra de chatarra, la que en este caso comprendería los galpones y el dique seco abandonados, a la vez que una serie de barcos hundidos en las cercanía de tales instalaciones”.
En el punto 3°, Olivieri López relató que “la entidad vendedora sería la Christian Salvesen Ltd de Inglaterra y copia del contrato respectivo” le fue “remitido al gobernador de Malvinas, señor Hunt”. Finalmente, expresó que Olima “informó haber recabado la opinión de la embajada británica, la que expresó, por intermedio del secretario Gozney, que puesto que entiende que se trata de una operación comercial privada, no es asunto de su competencia”.
Davidoff quería ir a las Georgias, por un bajo precio, a reconocer el material. La Armada lo sigue atentamente: del Comando de Operaciones Navales dependía el Comando de Operación Naval Antártico y de éste el transporte. Aprovechando el viaje del buque “Almirante Irízar” con seis civiles, inspecciona, y se vuelve (diciembre de 1981).
El 11 de marzo de 1982 (cuando ya la Junta Militar, el lunes 5 de enero de 1982, había comenzado a tratar la opción militar para Malvinas) “43 personas, el material para el sostén logístico y los medios materiales para trabajar —en total 80 toneladas— fueron embarcados en el ARA ‘Bahía Buen Suceso’, buque perteneciente a la línea ‘Costa Sur’ de Transportes Navales con destino, como primer puesto, a la isla de San Pedro, en Georgias del Sur”. Así consta en el cable “Secreto” 616, del 24 de marzo de 1982, enviado a Londres y la Misión en Naciones Unidas (donde se da la lista del personal embarcado). Otero no cuenta que alrededor del 8 de marzo el canciller Nicanor Costa Méndez le dice al ex canciller Bonifacio del Carril que “dentro de un mes tomamos las Malvinas”).
En esos días, el embajador Carlos Lucas Blanco (director del Departamento Antártida y Malvinas de la cancillería) invitó a almorzar a su casa a los contralmirantes Eduardo Morris “el inglés” Girling (Servicio de Inteligencia Naval) y Edgardo Otero. Estaban cerca los días de las negociaciones en Naciones Unidas con los ingleses. El dueño de casa sacó el tema pero no se le dijo nada. No creía que podía haber una “operación”, sólo buscaba información de Davidoff. La operación “Alfa B”, es decir acoplar efectivos navales a los chatarreros, fue cuidadosamente meditada por la Armada.
La información destacada por el contralmirante Otero en el párrafo anterior no coincide con lo expuesto por Blanco en su Memorando “Secreto” N° 11: “Evolución cuestión Malvinas”, del 8 de enero de 1982. En este documento, el embajador Carlos Lucas Blanco habla con absoluta naturalidad de la “Operación Davifoff y el Grupo Alfa”. Y el punto 180 del “informe Rattenbach” agrega más luz: “(…) el comandante de Operaciones Navales (Juan José Lombardo) ordenó al comandante de la Agrupación Naval Antártica, capitán de navío Trombeta, tomar contacto con el embajador Blanco y con el señor Davidoff, a efecto de coordinar los detalles del operativo”. El grupo “Alfa”, con un total de 15 hombres al mando del teniente de navío (Alfredo) Astiz, debía llegar a Puerto Leith luego que el último buque de la Campaña Antártica británica se hubiera retirado de la región. En el punto siguiente se va a aclarar que “el grupo ‘Alfa’ fue constituido por personal militar debidamente entrenado. Las instrucciones que oportunamente serían impartidas eran las de resistir hasta las últimas consecuencias en caso de que fuerzas británicas pretendieran evacuarlo de la Isla (declaración del contralmirante Edgardo Aroldo Otero, jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada ante la Comisión Rattenbach).”
A partir del martes 12 enero de 1982, por disposición de la Junta Militar, se incorporan el Cuerpo V (general Osvaldo García) y la Fuerza Aérea (brigadier Plessel) y comienzan a planificar el “Operativo Malvinas” con Lombardo. El Teatro de Operaciones Malvinas (TOM) lo presidirá el general García y en los detalles finales tuvieron participación directa, entre otros muy pocos: el general Américo Daher (comandante de la Fuerza Terrestre), Gualter Allara (comandante de la Fuerza de Tareas Anfibias) y Carlos Busser (comandante de la Fuerza de Desembarco).
En medio de la planificación, se formula una pregunta: ¿Qué pasa si hay reacción inglesa contra civiles argentinos? Entonces aparece el grupo “Alfa B”, integrado por militares, que operaría en una “medida preventiva”. El grupo se embarca en Ushuaia hacia las islas Georgias en el “Bahía Buen Suceso”. Cuando todo se descompone, Lombardo pide que paren la operación “Alfa B”, pero ya estaban ahí. Entonces ordena que se queden preventivamente en la zona. Al entender de Otero, el envío del buque “Endurance” manifestó el primer gesto bélico de Gran Bretaña. El embajador Anthony Williams dijo que iban 22 “marines” a sacarlos. El “Bahía Buen Suceso” estaba en las islas Orcadas con los 14 marinos: 2 oficiales, médico y personal táctico y comandos. Cuando los van a sacar por la fuerza se le ordena al “Bahía Buen Suceso” que llegue antes a Puerto San Pedro, antes que el “Endurance” se entiende. La primera fuerza que la Argentina destaca es en la isla San Pedro.
Por esos días, el comandante en jefe de la Armada inglesa se va a Gibraltar para presenciar un ejercicio y le dice a Woodward que prepare preventivamente una flota. El 29 de marzo, Thatcher autoriza que 3 submarinos nucleares se desplacen al Sur (“Trident”, “Spartan” y “Conqueror”). Londres queda a 13.000 kilómetros de Malvinas. La isla Ascensión a 6.000 kilómetros. Sin la base de los Estados Unidos en Ascensión la recuperación inglesa de Malvinas habría resultado muy costosa. Inglaterra tenía un “plan de contingencia” (no sólo para Malvinas, sino también para necesidades de la OTAN o la Comunidad Económica Europea). Sólo así se comprende cómo se formó una Fuerza de Tareas británica en tan poco tiempo. Ese plan era importante, porque “impedir” costaba menos que “recuperar”.
En la Argentina de “invasión” recién se hablaba para mayo/junio de 1982. Y la Fuerza Aérea en septiembre. La Armada iba a contar con 6 Super Etendard y 3 aviones Orion más antes de mayo del ‘82. Con el paso de los años y el conocimiento de muchos documentos secretos e intimidades, se pudo dilucidar, puntualmente, la larga cadena de decisiones que condujeron a los enfrentamientos en el Atlántico Sur. Grupos “Alfa” y “Alfa B”; planeamientos en la Armada Argentina; resoluciones en el seno de la Junta Militar; confidencias de los protagonistas e instrucciones dadas en voz muy baja, ante la descomposición del frente interno, político y social, argentino.
A pesar de eso, el almirante Jorge I. Anaya explicó que “el 19 de marzo desembarcaron en el puerto de Leith, islas Georgias del Sur, los trabajadores de la Compañía Georgias del Sur SA del señor Davidoff, y Gran Bretaña, los días 20 y 21, inició una escalada del incidente lo cual resultó inexplicable en la Argentina por cuanto no era la primera vez que estos viajaban a las islas; no había ningún contingente militar entre los trabajadores (como lo vuelve a ratificar incluso el informe Franks en 1983); se estaba cumpliendo con el contrato anglo-argentino en regla; y se había informado, el día 9 de marzo, a la embajada británica en Buenos Aires, que el 11 de marzo el buque partía rumbo a Leith. Asimismo, los trabajadores estaban munidos de la documentación necesaria especificada en los acuerdos de 1971. [...] Todo ello refuerza la impresión de que el incidente Davidoff es creado y magnificado por Gran Bretaña para justificar la no negociación y refuerzo de las Islas Malvinas. Esto quedó comprobado por el envío, el día 20 de marzo, del buque “Endurance” a echar por la fuerza a los obreros de Davidoff.
Todo este incidente fue analizado por la Junta Militar el 23 de marzo, resolviéndose, como medida de emergencia, el envío del “Bahía Paraíso” a las Georgias del Sur para lo cual se desviaría de la misión que cumplía en la campaña antártica. El “Bahía Paraíso” cumpliría con evitar la forzada evacuación de los trabajadores argentinos por el “Endurance” que se encontraba allí a partir del 21-22 de marzo con un contingente de marinos a bordo, además de sus armamentos convencionales. En dicha reunión, así como en las reuniones de los días 24 y 26 de marzo se continuó analizando la situación planteada por el incidente Davidoff a la luz de la centenaria disputa con Gran Bretaña por la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. (Anaya lo expuso en un documento “S” nº 3.1.057.10, página 6).
En su libro de Memorias, Costa Méndez dice que ante el incidente en las islas Georgias del Sur, el sábado 20, “nadie en la Cancillería esperaba este episodio”. En los años siguientes, la opinión se desplomaría ante las evidencias aportadas por testimonios de los protagonistas y circunstanciales testigos.
“El operativo de las Georgias fue preparado con mucha antelación. Yo lo sé porque el barco que transportó a los chatarreros también llevaba gente del Comando Antártico, para la segunda escala del viaje. El capitán del barco, cuando zarpó, recibió dos sobres cerrados: Uno con la orden de cortar el contacto de radio (en determinado día); otro en el que se instruía dirigir el barco primero a las islas Georgias. Todo el operativo fue realizado sobre la base de que los ingleses no responderían. Existió una gran improvisación, en todos los órdenes.”, confió el coronel Luís Carlos Sullivan, director del Comando Antártico al autor el 16 de agosto de 1982.
El martes 23 de marzo de 1982, la cuestión que se estaba desarrollando en las islas Georgias del Sur saltó a las tapas de los matutinos. “Fue rechazada una protesta británica” tituló “La Nación”, que además hablaba de “desmanes en las Malvinas” y que “la cancillería desestimó el reclamo del Foreign Office que consideró violada la soberanía que Gran Bretaña se atribuye en las islas Georgias del Sur”. “Simbólica ocupación de las Georgias del Sur” tituló Clarín a cuatro columnas, además de relatar que “un grupo de argentinos izó la bandera argentina y cantó el Himno Nacional, tras lo cual se retiró. Protesta británica. Malvinenses atacaron las oficinas de LADE (Líneas Aéreas del Estado) en el archipiélago”.
“Alrededor del 22 o 23 de marzo, cuando se preparaba una nota de respuesta al gobierno británico, Enrique Ros dijo ‘endurezcan las condiciones a ver si los ingleses aceptan y nos arruinan la operación’ (invasión). Pretendían que Gran Bretaña reconociera públicamente que los obreros argentinos en las Georgias del Sur estaban sin problemas, sin el contralor requerido por los británicos, y dos o tres puntos más que resultaban inaceptables. En esa reunión participaron Federico Erhart del Campo, Guillermo González, Marcelo Huergo, Enrique Candiotti (consejero legal del Palacio San Martín) y dos o tres diplomáticos mas. Uno de los asistentes relató en “off” (al autor) que cuando el embajador Williams vio la respuesta, dijo:
- Embajador Anthony Williams: ‘Señor embajador ¿esto es la guerra?’
- Embajador Enrique Juan Ros: ‘Es la guerra’.”
La extensa Memoria de la Junta Militar dirá que la frase que pronunció Williams a Ros fue: “el tiempo para buscar una solución se está acabando.”
Ya el 18 de abril, los británicos habían concluido (correctamente) que el Santa Fe había partido del continente el 9 de abril. Sobre suposiciones sobre lo que harían si en el lugar de los argentinos, evaluaron que el submarino se dirigía a Georgia del Sur, y para el 20 de abril se estimaba que podría llegar el 22 de abril; esto sugería el propósito de las operaciones desconocidas que, según un informe, debía realizar el 23 de abril. 8 Aunque a los británicos les preocupaba que la Armada Argentina pudiera planear realizar algún tipo de maniobra antes de la reunión programada de la OEA el 26 de abril, como simular evidencia de una marea negra para reclamar un ataque británico contra uno de sus submarinos, También quedó claro que para el 23 de abril el Santa Fe habría sido advertido de las intenciones británicas de recapturar Georgia del Sur, y se le habría exigido que llevara a cabo su misión lo antes posible. Por tanto, constituyó una amenaza. De hecho, los documentos capturados posteriormente en el submarino y las conversaciones con sus oficiales indicaron que había recibido instrucciones de hundir cualquier barco británico que encontrara frente a Georgia del Sur.
El 23 de abril, Endurance recogió las emisiones del radar de un submarino, que, aunque no se pudo localizar con precisión, permitió que se emitiera la advertencia de que "un submarino podría estar dentro o acercándose al área de S Georgia". Se ordenó al Conquistador regresar a la zona y tomar una patrulla ASW a 70 millas al oeste de la isla, para interceptar el Santa Fe. Desafortunadamente, un defecto en el mástil de comunicaciones de Conqueror hizo que no pudiera recibir ni transmitir fácilmente, y cuando recibió esta orden era el 24 de abril y el Santa Fe ya había pasado cualquier línea que pudiera patrullar. Young ordenó a Plymouth, a unas 60 millas al este con los dos petroleros, y al Endurance, que interrumpieran el remontado y se retiraran al sur para despejar el área en la que podría estar operando el Santa Fe. La vigilancia aérea argentina del 23 de abril ahora se veía bajo una nueva luz, como posiblemente dirigiendo al submarino a participar en el Grupo de Trabajo.
Cada aspecto de PARAQUET ahora se veía diferente. Las inserciones de reconocimiento desastrosas significaron que no se había obtenido información sobre las disposiciones del enemigo excepto en Leith. Los dos Wessex 5 del grupo se habían perdido, reduciendo drásticamente la capacidad de carga de Young, la fuerza estaba bajo vigilancia desde el aire y ahora estaba la amenaza de Santa Fe. La capacidad ASW del grupo era muy limitada, sobre todo porque el equipo de sonar se había retirado del Wessex 3 de Antrim en favor de la capacidad de transporte de tropas. Se suponía que Brilliant, comandado por el capitán John Coward, con dos helicópteros Lynx proporcionaría refuerzo, y aunque navegaba lo más rápido posible, no llegaría hasta la mañana del 25 de abril. El 23 de abril, tanto Young como Sheridan recibieron comunicaciones urgentes de sus superiores sobre la falta de progreso. Esa tarde conversaron sobre sus opciones. ¿Podrían lograr un aterrizaje antes de que el Santa Fe estuviera en una posición amenazante a la mañana siguiente? El elevador de helicópteros que les quedaba era insuficiente para permitirles volver a disponer sus fuerzas a tiempo para realizar un aterrizaje viable en Grytviken. Con esto en mente, en la noche del 23 al 24 de abril, Young ordenó a Plymouth, Brambleleaf y Tidespring que despejaran el MEZ de las Malvinas hacia el noreste durante la noche, completaran el remontado durante el 24 de abril y se reunieran con Brilliant. Antrim debía entrar en Stromness Bay para desembarcar tropas en el primer semáforo para tomar Leith, proporcionar apoyo de fuego naval según fuera necesario y, al finalizar, retirarse a la mejor velocidad para encontrarse con el grupo principal. Endurance debía proceder a Hound Bay para recuperar el grupo de reconocimiento de la SBS y luego retirarse hacia el este y permanecer encubierto al abrigo del hielo. Luego, el grupo asumiría una postura ASW para detectar y atacar al Santa Fe.
Poco antes de que Antrim se separara, parecía que había sido avistado nuevamente por un Hércules argentino y su posición podría pasar al Santa Fe. El riesgo de quedar atrapado durante la realización de los aterrizajes era inaceptable, por lo que se canceló esta operación. En cambio, Antrim procedió al norte con el grupo de Reabastecimiento en el mar. A estas alturas, Northwood estaba empezando a preocuparse por la total falta de progreso. Se ordenó al grupo de batalla de portaaviones que se apresurara hacia el sur y estuviera preparado para apoyar a la fuerza PARAQUET si fuera necesario. Ahora había motivos para suponer que el Santa Fe no solo estaba operando frente a Georgia del Sur, sino que se involucraría sin previo aviso. El capitán de Santa Fe afirmó más tarde haber tenido el Endurance en la mira, pero no haber atacado ya que este no era el destructor que se le había ordenado atacar. (Quienes han visto los datos de posición del submarino se preguntan si fue así). Se suponía que el submarino argentino estaba al acecho en el área de Georgia del Sur para atacar barcos o, posiblemente, preparándose para desembarcar a algún personal. Sin duda, el mal tiempo que afectaba a las fuerzas británicas también habría afectado a los argentinos.
Londres se mostró reacio a comenzar una guerra submarina total, pero como Pym había dejado Washington sin ningún avance diplomático a la vista y sin evidencia de una disposición argentina para atacar buques británicos, Nott instruyó al SSN Splendid, entonces en el MEZ de las Malvinas, que procediera. en dirección a la zona en la que patrullaba la principal fuerza argentina. Esto crearía la opción de poder ejecutar represalias si los ministros así lo decidieran luego de un ataque a un barco británico en el área de Georgia del Sur. Esto indica que políticamente la consideración crítica era dónde, cuándo y contra quién se iban a realizar los primeros disparos en lugar de los segundos disparos.
A estas alturas, Young aceptaba que, dadas las precauciones que se habían tomado para retirar todos los barcos de los accesos a Grytviken y Leith, el Santa Fe probablemente llegaría sin ser desafiado, posiblemente para desembarcar tropas, quizás incluso durante el día del 24 de abril. Con Leith cubierto por el equipo de reconocimiento SAS, Young ordenó a Endurance, que recuperaba al grupo de reconocimiento SBS del área de Hound Bay, que realizara una vigilancia encubierta de Cumberland Bay y Grytviken durante las horas del día con sus helicópteros Wasp, armados con misiles AS12. Esto sería con la esperanza de atrapar al submarino en la superficie cuando entrara. Se dio la aprobación para atacar un submarino emergido, aunque Conqueror todavía estaba en la misma área. ¡Se esperaba que Conqueror no tuviera que salir a la superficie en caso de emergencia! Young también desconfiaba de la posibilidad de montar un ataque contra un submarino amigo, pero las capacidades ASW no mejorarían hasta que llegara Brilliant. Por lo tanto, decidió sacar del camino el bombeo de Brambleleaf / Tidespring y luego reabastecer Antrim, Plymouth y Brilliant cuando se completara, para que los buques de guerra pudieran regresar al sur para llevar a cabo operaciones contra Santa Fe el 25 de abril. El plan era operar fuera del área de Conqueror, pero adyacente a ella, con la esperanza de obligar a Santa Fe a resoplar o brindar otras oportunidades de detección para el SSN. Tidespring, con los elementos principales de la Compañía M RM embarcados, permanecería fuera de la zona de exclusión hacia el norte, mientras que Endurance se refugiaría entre los icebergs al completar las operaciones en Hound Bay.
Durante la recuperación de las islas Georgias del Sur, el Alouette 3H-110 entró en combate; con sus acciones participó de la rendición de las fuerzas británicas en Grytviken.
La Operación Plum Duff fue dirigida por Andy y constaba de ocho hombres de este regimiento de primera. Suena bien en teoría, ¿no? El plan era averiguar todo lo posible sobre la base aérea enemiga en Río Grande en Tierra del Fuego como preparación para el asalto principal.
La tripulación del Sea King en el que viajaban estaba entrenada para volar con gafas de visión nocturna. Partieron del HMS Invincible en la noche del 17 al 18 de mayo en un helicóptero desmantelado que se hundiría en aguas profundas una vez que los hombres fueran arrojados, una misión de ida ya que tendrían que acercarse tanto a la base.
El invierno en el Atlántico Sur es brutal. No iba a ser tan simple por muy bien entrenados que estuvieran estos hombres, pero una serie de eventos llevaron no solo a que se abortara la misión, sino al regreso seguro de los hombres para que no todo estuviera perdido. Andy debería estar muy orgulloso de eso.
A medida que se acercaba a la costa argentina después de cuatro horas, la niebla redujo la visibilidad de vuelo a menos de una milla. En la aproximación a solo doce millas del punto de descenso planeado del SAS, la visibilidad se redujo aún más y el piloto se vio obligado a aterrizar. Andy estaba convencido de que habían sido detectados por una patrulla argentina y no estaba de acuerdo con el piloto en cuanto a su posición exacta. El equipo de SAS fue depositado en la costa sur de Bahía Inútil, el plan para hundir el helicóptero en aguas profundas salió mal y luego de que se estrellara en la playa, la tripulación prendió fuego al helicóptero y detonó cargas explosivas antes de salir del escena.
Según fuentes argentinas, el helicóptero fue rastreado por el radar del destructor ARA Bouchard, fueron retumbados y la noticia fue retroalimentada a la base de Río Grande. La falta de inteligencia significaba que las fuerzas británicas no tenían una idea clara de cómo se defendía Río Grande, ni información sobre cómo estaba organizada la base, ni dónde se almacenaban los Exocets ni dónde estaba el desorden del piloto. Tampoco tenían garantía de que los misiles estuvieran almacenados allí. La Operación Mikado fue vista por hombres SAS experimentados como una misión suicida e imposible de llevar a cabo. Los argentinos tenían mejor equipo de radar de lo que se pensaba.
A 64 kilómetros de Argentina, en Chile, los hombres solo tenían raciones para 4 días. No completamente seca por una caída anterior en paracaídas al mar, la niebla fue reemplazada por aguanieve que ya traía su propia humedad. Solo les quedaban 3 horas de oscuridad para abrirse camino y las tropas cubrían menos de 1½ millas por hora. He marcado ese terreno y no estoy seguro de cómo alguno de nuestros hombres logró marcar su tierra desigual e implacable en la oscuridad. Llevaba una botella de agua que estos hombres llevaban cerca de 80 libras, incluidos explosivos y temporizadores, el Armalite M15 estándar y una pistola Browning de 9 mm.
Tenían dos mapas, uno era una hoja endeble que parecía haber sido sacada de un atlas escolar de la década de 1930. El segundo fue la edición de 1943 de un mapa argentino con el sello "Cambridge University Library 1967". A pesar de un hombre enfermo con fiebre alta y falta de inteligencia y raciones, una vez que lograron llegar Hereford (cuartel general del SAS) increíblemente, ¡les ordenó continuar! Para entonces, Andy y su equipo habían llegado a la conclusión de que Hereford siempre había estado dispuesto a descartarlos.
Finalmente, la misión abortó, se les dio una cita y esperaron con anticipación el 22 de mayo, pero 3 días después todavía no había nadie a la vista. El 26 de mayo, Andy y otro policía partieron hacia Porvenir, el pueblo más cercano, a más de 50 millas de distancia. Esa noche se toparía con los hombres de la SBS que se suponía que iban a rescatar a su tropa. Nadie hasta el día de hoy sabe por qué no se hizo ningún intento de recoger a esos hombres. El 30 de mayo, los ocho hombres, ahora vestidos de civil y en el más estricto secreto, abordaron una avioneta con destino a Santiago. El 8 de junio se les ordenó regresar a casa. Andy dejó el ejército poco después.
Se están planteando muchas preguntas sobre esta guerra, algunas de las cuales aún salen a la luz. La regla de los 30 años protege mucho, pero como ocurre con todas las cosas en la vida, la verdad siempre saldrá a la luz, sin importar cuánto la gente trate de suprimirla. Por lo que he leído, Andy parece haber sufrido una "culpa de superviviente" como muchos hombres que conozco de esa época. Sus medallas quedaron en el ático acumulando polvo hasta que salieron a subasta este año. No debemos asumir que eso lo hace sentir menos orgulloso de lo que intentó lograr y el destino es lo único que decide quién vive y quién muere ……… .. Andy sobrevivió y sigue viviendo con su esposa e hijos.