Geoffrey Cardozo: “Los argentinos no tienen aún real dimensión de lo valientes que fueron sus soldados”
Geoffrey Cardozo, el capitán británico que enterró a los argentinos caídos en Malvinas. Foto AP Beatriz Reynoso || Clarín
El capitán Geoffrey Cardozo llegó a las Islas Malvinas, el 15 de junio de 1982, al día siguiente de la rendición argentina. Formaba parte de las fuerzas británicas en la guerra del Atlántico Sur, en la Logística. Trabajó, arduamente, en la tarea de enterrar a los soldados argentinos, muchos de ellos sin identificación. Fue el creador del cementerio de Darwin, a 88 km. de Puerto Argentino, gracias a la donación de un isleño. Apoyado en su profesionalismo, valores familiares y creencias religiosas realizó un trabajo excepcional que 35 años más tarde serviría para la esperada, no sólo por los familiares, identificación de nuestros héroes. Junto a Julio Aro está postulado por la Universidad Nacional de Mar del Plata para el premio Nobel de la Paz.
¿Cómo fue su llegada a las islas?
Inicialmente, mi tarea era la responsabilidad y el bienestar de nuestros soldados en la post guerra. Considerando la importancia de los sobrevivientes. Tenían adrenalina en sus venas, quizás por alcoholismo, heridas o violaciones. Sabíamos que había cuerpos y teníamos que tomar la responsabilidad de dar una sepultura digna. Esperamos que el gobierno argentino tomara la iniciativa para hacerlo, pero eso no sucedió. Permanecí en las islas 8 meses. Necesitábamos expertos para ese trabajo, hombres entre 30 y 40 años, que tuvieran una madurez sicológica y fuerza física para hacer la tarea. Los instruimos, militarmente. Cuando encontraba un cuerpo, rezaba. En enero de 1983 se hizo un informe muy detallado del trabajo de identificación que duró 5 semanas.. La ceremonia de sepelio, con los honores merecidos, fue 19 de febrero. Los argentinos no tienen, aún, real dimensión de lo valientes que fueron sus soldados.
¿Qué sintió entonces?
Dicen que hice algo extraordinario, no es así. Hice algo ordinario, normal. Con respeto y amor como si fueran mis hijos. Mi madre me despidió a mis 32 años. Nunca antes ella me había abrazado así, quizás ella pensaba que nunca volvería de la guerra. De frente al primer cuerpo, pensé en mi madre e inmediatamente, en la madre de ese héroe argentino. La palabras cuerpo, muerte, nunca son palabras fáciles.
¿Qué marca le dejó aquella experiencia de la posguerra en Malvinas?
Algunos quedaron con secuelas sicológicas traumáticas, no todos logran la resiliencia. Trabajé muchos años en Veterans Aid y pude ver de cerca las marcas profundas de la guerra. Ahora, formo parte de un proyecto en Ginebra, “The Management of the Dead” sobre desaparecidos en terremotos, inmigrantes que cruzan en barco de Libia a Grecia, etc. En los documentos de la ley internacional, humanitaria, se llaman cuerpos. Los excelentes resultados de este proyecto se utilizarán como modelos para otros grupos humanitarios. Si hablamos de cuerpos, de muertos, se transforman en objetos, sin valor legal. Tenemos que hablar de personas con una historia y un legado, entonces hay un valor. Algunos abogados, en Ginebra, me han dicho: “hay que cambiar ese concepto”.
En 2008, Usted protagoniza otro acontecimiento: su encuentro con Julio Aro en Londres...
Antes de aquel encuentro, supe por internet que los familiares no sabían dónde habían quedado sus soldados. Se hablaba de fosas comunes e inclusive que en el cementerio de Darwin no había nada debajo de las cruces. La providencia hizo que fuese uno de los traductores designados, en Londres, cuando Julio Aro junto a otros ex combatientes buscaban técnicas de sanación post guerra. Les entregué una copia del informe pormenorizado, donde constaba todo sobre los soldados sin identificar. Ese sería el comienzo, conjuntamente con la creación de la Fundación “No Me Olvides” para llevar a los familiares una esperanza, pensando en una posible identificación. Destaco el enorme y comprometido trabajo de Julio Aro.
Años después, en 2015, viaja a la Argentina para contactar a las familias...
Lo hice de modo personal. Las familias sabían poco. Quería confortar a las madres. Dar credibilidad al informe. Fui a al Chaco, supe que era una provincia aislada del país. Confirmarles que había un cementerio, también les mostraba el video de la ceremonia en Darwin. En mayo de 2016, la Cruz Roja Internacional me contacta para el proyecto de identificación, con el acuerdo de los familiares. En 2017, volví a las islas con el equipo asignado. Sentí temor de que ellos no hicieran el trabajo apropiadamente. Tenía que proteger a “mis chicos” Advertí que estos hombres y mujeres no sólo eran científicos, antropólogos, forenses, eran personas confiables. Hay historias fabulosas de post guerra, no debemos olvidarlas. De la historia contemporánea, este proyecto de identificación de los soldados argentinos es fabuloso. El alivio, el reconocimiento al ser humano en su país. No son desaparecidos, son seres humanos. No sólo las familias, se involucraron muchas personas. Es un movimiento humanitario.
Finalmente, en 2018, protagoniza el primer viaje a las islas con los familiares...
Significó el comienzo de los frutos del proyecto. El alivio para padres que sobrevivieron a sus hijos. La certeza de que el trabajo no había sido en vano, que valió la pena. Nos falta la identificación de 10 humanos que no tienen un ser y tenemos que juntar el ser humano, al ser que no son cuerpos, son personas. Si en un año pudiéramos identificar a estos hombres que tienen nombre y no son NN ( no name), entonces podría decir que he cumplido mi misión. Sin dudas, la más importante de mi vida.
Señas particulares
Geoffrey Cardozo El británico que levantó el cementerio de Darwin para los caidos argentinos
Geoffrey Cardozo nació el 3 de marzo de 1950 en Francia. Madre francesa y padre británico. Asistió a las universidades de Zaragoza y Colonia antes de convertirse en soldado profesional. Sirvió en misiones de restauración de paz en Irlanda del Norte. En 1982, participó en la guerra de Malvinas. Se retiró en 2005 y trabajó 10 años para Veterans Aid, organización con sede en Londres que cuida a ex combatientes en crisis o con trastornos. Es vicepresidente de la Fundación Franco-británica en París, organización que atiende a 800 jóvenes con problemas mentales.
Después de casi 42 años, un ex combatiente de Malvinas recuperó las fotos que dejó en las islas cuando fue herido
El subteniente Jorge Pérez Grandi llevó una pequeña cámara a Malvinas. Malherido en su repliegue desde el monte Dos Hermanas, dejó abandonadas sus pertenencias. Un efectivo inglés, antes de regresar de la guerra, se llevó el rollo de fotos con él. A través de Agustín Vázquez, un santafesino que busca reliquias del conflicto de 1982, los negativos fueron devueltos. La vida en combate y el duro destino del británico que hizo el hallazgo
Por Hugo Martin || Infobae
Una
de las fotos que recuperó el subteniente Jorge Pérez Grandi. Está en la
zona del hipódromo de Puerto Argentino con las botas de goma inglesas
que encontró y usó en gran parte del conflicto
El 1 de mayo de 1982, el ejército británico atacó por primera vez Puerto Argentino. Ese día, el subteniente Jorge Pérez Grandi tomó
las últimas fotos que le quedaban en el rollo que había comenzado en el
continente. Luego guardó su cámara, una vieja Kodak Fiesta, y regresó a
su puesto de combate en el hipódromo. Recién pudo ver las imágenes que
tomó casi 42 años después.
Jorge
es cordobés, nació en Río Cuarto, pero se crió en un pueblo, Coronel
Moldes. Su padre era comerciante, no había militares en su familia.
Desde chico quiso lucir el uniforme del Ejército. Después de cumplir con
la conscripción, en 1979 ingresó al Colegio Militar en El
Palomar. El 2 de abril de 1982, cuando era cadete de cuarto año, los
reunieron en el patio y les informaron que Argentina había recuperado
las islas Malvinas. Cinco días después, adelantaron el egreso de su
promoción. Como subteniente, fue destinado a reforzar el Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, en Corrientes. Muy pronto, lo que tanto deseaba se hizo realidad: fue enviado a Río Gallegos y, el 26 de abril, llegó a Malvinas.
Pérez Grandi, en el aeropuerto de Puerto Argentino, al llegar a las islas el 26 de abril de 1982
“Me
destinaron a la Compañía C y llegamos en avión a Puerto Argentino.
Recuerdo que viajamos sentados en el piso, como podíamos”, relata. Los
enviaron a Monte Wall, el punto más avanzado entre los cerros que rodean
Puerto Argentino y que fueron escenario de las batallas más cruentas de
la guerra. “Marchamos unos 15 kilómetros bajo la lluvia.
Llegamos mojados, casi de noche. Y nuestro jefe me ordenó que regresara a
Puerto Argentino, al mando de media sección, unos 15 soldados, para dar
seguridad en la zona del hipódromo, donde había un depósito de
proyectiles para los cañones Otto Melara. Nos instalamos en la
boletería. Estábamos ahí cuando nos agarró el ataque del 1 de mayo. Fue
una sorpresa, quedamos impactados al escuchar a los aviones y a nuestra
artillería antiaérea, que disparaba con todo”.
Cuando
amaneció y cesó el bombardeo al aeropuerto, Pérez Grandi tomó un Unimog
y le pidió a un soldado que manejara hasta la escena de la batalla. Con
él llevó su cámara y agotó el rollo: “Era una Kodak, de esas
chiquitas, de plástico gris y negro, de las que se ponía y sacaba el
rollo por una puertita que tenían detrás. La tenía desde el Colegio
Militar, y la llevé. Ahí saqué fotos, se ve una pared amarilla con las
esquirlas... En el hipódromo tenía otras, estoy con casco, fusil y unas botas de goma que le saqué a unos ingleses. Eran
de pesca, así que las corté a la altura de la rodilla. Me fueron útiles
más adelante, en la posición que tenía me protegieron del barro. Recién
me las saqué dos días antes de que me hirieran porque ya me pasaba el
frío, de tan extremo, y me puse borceguíes”.
Una foto que tomó luego de la llegada y estaba en el rollo que dejó en las islas cuando se replegó herido del monte Dos Hermanas
Una
semana después, le ordenaron regresar al Monte Wall con su sección. La
posición exacta de Pérez Grandi estaba en la punta del Wall, desde donde
se dominaba un valle. “Nuestras posiciones miraban hacia la costa. Por
las noches, una fragata se acercaba y comenzaba el bombardeo. Estábamos a
unos ocho kilómetros y veíamos los fogonazos; y por la mañana, cuando
se levantaba la bruma, los barcos. Recuerdo que el 15 o 16 de mayo
aparecieron dos aviones nuestros que los atacaron, y uno de ellos explotó en el aire”.
Sin embargo, hasta ese momento, las bombas no eran un problema para él y
sus hombres, ya que pasaban por encima de sus cabezas.
En
los últimos días en el Monte Wall, el teniente Martella se hizo cargo de
la sección. Darwin había caído, y les ordenaron retirarse hacia el
monte Dos Hermanas. “Sabíamos que los ingleses ya estaban camino a Puerto Argentino”,
explica. Con los bolsos de armamento, llevaron una oveja que habían
carneado. “A pesar de la orden del generalato de no matar ovejas, si
aparecía una yo ordenaba matarla para alimentarnos mejor. La comida escaseaba y no teníamos las suficientes calorías para pasar todo el día. Y el frío cada vez era peor”, añade.
Cuando
llegaron a la cima del Dos Hermanas, un Sea Harrier los atacó, pero no
alcanzó a ninguno. A la mañana siguiente, una tormenta de nieve cubrió
la zona. Era el 1 de junio. Desde su posición, Pérez Grandi podía ver a los ingleses acercándose. “Éramos la vanguardia de la defensa de Puerto Argentino. A mí me habían ordenado que mi posición era de sacrificio… de sacrificio hasta las últimas consecuencias”,
recuerda. Sobre el monte Dos Hermanas se formaba una especie de
planicie, explica Pérez Grandi. Allí cavaron pozos de zorro y
dispusieron una ametralladora MAG apuntando hacia el llamado “río de
Piedra”, que separa al Dos Hermanas del Monte Kent. De repente,
aparecieron dos helicópteros ingleses. Querían colocar piezas de
artillería. “Hicimos fuego reunido y levantaron las piezas y se
instalaron detrás del monte. Como consecuencia de ese ataque, me trajeron una ametralladora Browning, la que se usaba en la Segunda Guerra Mundial. Fue muy útil y la manejaba yo”.
Una imagen que tomó en el aeropuerto luego del ataque inglés del 1 de mayo de 1982
Los
combates se intensificaron. Les empezaron a disparar con un mortero.
“Justo un proyectil cayó dentro de la posición donde estaba la MAG. Pero
en ese momento yo había llamado a los soldados para repartirles
munición. Ellos se salvaron. A uno, al soldado Sosa, una esquirla lo
hirió cerca de la columna. Lo evacuaron a Puerto Argentino y lo mandaron
de vuelta. Pero la MAG quedó fuera de combate. Al principio, te
digo la verdad, quedé impactado. Fueron 10 o 15 segundos de quedar medio
inmovilizado y ahí nomás cambias el chip y te das cuenta de que estás
combatiendo. Y aparte, en mi caso, tenés que asumir la responsabilidad de ser jefe de una sección, que
tenés suboficiales y soldados a cargo tuyo. Y peleás. Pero nos quedó
solo la Browning, y ahí estuvimos hasta la noche, cuando nos atacó el
Batallón de Comandos 45 de la Marina Real”.
Ya
era el 11 de junio. Contrariamente a lo esperado por los ingleses, que
pensaron que encontrarían a los argentinos durmiendo, la sorpresa fue
para ellos. Pérez Grandi recuerda todo como si hubiera sucedido ayer:
“Me adelanté hacia una roca y arrojamos una bengala. Ellos se dieron
cuenta de que habíamos detectado su avance. Les disparamos con un
lanzacohetes y salieron corriendo como seis o siete ingleses. Habrán
sido media hora o 40 minutos de combate. Yo estaba cuerpo a tierra y las
municiones trazantes me pasaban a dos metros de la cabeza. Esa noche murió el cabo Gómez combatiendo,
era el jefe del tercer grupo de tiradores de mi sección. Y tuve que
dejar en el lugar al soldado herido en la espalda, era arriesgado
trasladarlo porque para eso necesitaba dos o tres soldados y podían
caer. Además, ya sabíamos que los británicos trataban bien a los heridos argentinos”.
Otra escena que captó con su pequeña cámara Kodak y es fiel reflejo de los destrozos del ataque inglés al aeropuerto
En
una guerra, el coraje es una condición necesaria, pero no suficiente.
La enorme superioridad de armamento de los ingleses se impuso a la
determinación de Pérez Grandi y sus soldados de defender el monte Dos
Hermanas. La Browning se trabó, ya no tenían municiones, y tomó la
decisión de replegarse. “Cuando estábamos reagrupándonos me encontré con
unl teniente y le dije que se llevara a mi gente, que me quedaba a
cubrir el repliegue, porque nos seguían bombardeando. En ese momento,
cuando estaba al pie del monte, explotó un proyectil de mortero a cinco
metros mío. Ordené cuerpo a tierra, y cuando caí, sentí un ardor en las
dos piernas, en la planta de los pies. Cuando pasó, ordené ‘carrera
marcha…’ de ahí, y al intentar ponerme de pie, el brazo no me ayudó, y
la pierna derecha se me fue para un costado. Sentí un dolor terrible. Tuve triple fractura expuesta en la pierna derecha, con pérdida de carne, fractura de peroné en la izquierda y en el brazo derecho quebradura expuesta de cúbito y pérdida ósea”.
Ensangrentado y “creyendo que mis horas estaban contadas”, Pérez Grandi ordenó el repliegue a Puerto Argentino de sus hombres. Pero uno de ellos, el soldado Barroso, se acercó y le dijo “no, mi subteniente, me quedo a morir con usted”.
Las palabras del veterano se cortan por la emoción: “Tuvimos un
intercambio de malas palabras, que no voy a pronunciar ahora. Pero se
quedó. Fue hasta un jeep Unimog que estaba destruido y rescató un bolsón
porta equipo. Desparramó ropa arriba mío, porque yo sentía frío,
lloviznaba, y me dio para tomar un poquito de whisky, porque el último
día habíamos recibido unas raciones, y como yo ni fumaba ni tomaba, al
whisky se lo daba a los soldados… Llegó un momento en que empecé a sentir como que ya me iba de este mundo”.
Una
foto que sacó en Malvinas a poco de llegar. De las islas eran apenas
cinco o seis fotos de un rollo del que fueron recuperadas 22 imágenes,
la mayoría de ellas tomadas en el continente antes de viajar
Pérez
Grandi, asistido por Barroso, estuvo una hora y media tirado en el
campo de batalla. Pero sus hombres regresaron por él. El entonces
subteniente cuenta que un cabo, Nicolás Urbieta, “regresó con otros
soldados. Con fusiles y una manta hicieron una especie de camilla y me subieron. Fue un parto, yo sentía unos dolores terribles y cada diez metros tenían que parar”.
Ya
era la madrugada del 12 de junio, y faltaban unas horas para que
saliera el sol. Llegaron hasta las proximidades de Puerto Argentino,
donde había un grupo de artillería, lo subieron a un Unimog y lo
llevaron al hospital. “Me pusieron en un salón grande, junto a varios
heridos. Me cortaron todo el uniforme y me sacaron los borceguíes.
Barroso seguía a mi lado. Le di mi documento y le dije ‘entregáselo a mi viejo y decile que lo quiero mucho’”.
Pérez Grandi junto a otro oficial en Malvinas
Media
hora después, lo llevaron a la sala de cirugía. Pasaron casi 42 años y
esa imagen sigue como un sello en su cabeza: “Había sangre por todos
lados. Me pusieron arriba de la mesa de operaciones y le dije al médico ‘por favor no me corte la pierna’.
Es lo último que recuerdo de Malvinas. Cuando me desperté, estaba en la
terapia intensiva de un hospital de Río Gallegos. Me dijeron que salí
con el último Hércules”.
En la capital de Santa Cruz estuvo dos días más y voló a Buenos Aires. El cuadro de Pérez Grandi era de gravedad. Lo
llevaron de inmediato a la terapia intensiva del Hospital Militar.
Tenía las dos piernas y el brazo derecho enyesados. “El coronel Moore,
el jefe de traumatología, me sacó una placa para ver todo. Y descubrió
que tenía gangrena en el muslo de la pierna izquierda. De
urgencia me llevaron a la sala de operaciones. Me limpiaron y sacaron
parte del muslo, con dos cortes un poquito arriba de la cadera para
impedir que la gangrena avanzara”.
Ian Kendrick, el inglés que encontró el rollo y lo tuvo en su poder 40 años
Lo
derivaron al Hospital Muñiz, que tenía una cámara hiperbárica. Su
memoria es vívida: “La máquina era inglesa y estaba fuera de servicio,
pero la reactivaron por mi caso. Después me enteré de que me ponían ahí
para combatir la gangrena con mucho oxígeno. Y por la mañana y la tarde
me hacían curaciones con azúcar en la zona. Lo peor era que las vendas
se pegaban. Fueron diez días espantosos. Pero fui saliendo… recuerdo a
todos los médicos y enfermeros del Muñiz. Con el tiempo me hicieron un injerto óseo en el cúbito del brazo derecho, que me quedó un poco más débil que el otro…”.
Hoy, Pérez Grandi, a los 64 años, tiene las secuelas de la guerra a flor de piel. En solo dos de los dedos de su mano derecha tiene sensibilidad,
en el resto, nada. Después de su recuperación, que demandó en total un
año, lo destinaron al Regimiento de Patricios. “Yo quería ser un oficial
de tropa, y veía que no iba a poder. Así que me puse a estudiar Derecho
y pedí el retiro como Teniente”. Se recibió de abogado y más adelante
hizo un máster de Derecho Intelectual en Chicago, Estados Unidos. Se
casó, se divorció, tuvo una hija en Estados Unidos y dice que,
aún hoy, Malvinas lo persigue: “Mi madre murió un 14 de junio, el día
que terminó la batalla. Y mi hija nació un 10 de junio, el día del
reclamo de nuestra soberanía en las islas. Eran las 11.58 y le pedí al
obstetra peruano si podía nacer antes del 11. Y dijo que sí. A mi hija le pusimos María Paz”.
Kendrick,
el primero desde la derecha, en Puerto Argentino con compañeros de
armas. La casa donde halló el rollo con las fotos de Pérez Grandi
aparece a sus espaldas
Lo que quedó en Malvinas
Cuando
Pérez Grandi se replegó del monte Dos Hermanas con su sección, dejó el
bolso con sus pertenencias. Entre ellas, la cámara de fotos. Años más
tarde, por medio de un oficial inglés, se enteró de que los gurkhas se
habían encargado de la limpieza del campo de batalla. “Todas nuestras cosas personales las dejaron en un galpón grande. Por supuesto, cada uno se llevó un souvenir”.
No
se llevaron todo. Hace diez años tuvo una sorpresa. “El cabo Urbieta y
otros soldados fueron a Malvinas y recorrieron nuestras posiciones. Y encontraron un cepillo de uñas que era mío.
¿Sabes cuál fue su importancia? En los últimos días estábamos todos
sucios, embarrados. Ni enmascaramiento necesitábamos. Ya habíamos
perdido los guantes… Entonces yo calentaba agua, agarraba una media mía y
pasaba, posición por posición, para que lavaran las manos y las uñas
con ese cepillo. Cuando me lo trajeron, sentí una gran emoción…”.
Kendrick hoy, en un hospital de Australia, donde le amputaron una pierna, con una camiseta de la selección Argentina
Pero las fotos tardaron más. Y en su recuperación tuvo mucho que ver Agustín Vázquez,
un santafesino que desde hace años investiga Malvinas y contacta a
veteranos o coleccionistas ingleses que poseen elementos que pertenecían
a argentinos. Es una tarea paciente y que da resultados de tanto en
tanto. Pero cuándo alguna sale bien, sabe que el esfuerzo paga en
emoción.
A través suyo, el soldado Oscar Bauchi recuperó una carta
que escribió desde las islas, que nunca envió y fue llevada a
Inglaterra, subastada y adquirida por un coleccionista británico. Y
otro, Jorge “Beto” Altieri,
que en 2019 se había reencontrado con su casco, pudo volver a tener en
sus manos el diario donde dejaba por escrito su día a día en la guerra.
Agustín
Vázquez, incansable buscador de tesoros de Malvinas, ya fue
intermediario de varios hallazgos que regresaron a sus dueños. Aquí, con
Jorge Pérez Grandi en diciembre de 2023, el día que le devolvió las
fotos y los negativos
Esta vez, cuenta Vázquez, “Jorge dejó su equipo en la montaña, lo llevaron y alguien tiró el rollo solo, sin la cámara. Ahí, en un pozo en una casa de la calle Philomel lo encontró un inglés, Ian Kendrick. Se lo llevó a Inglaterra, lo reveló y quedó 40 años en su poder”.
Kendrick
formaba parte del Ejército Británico, era Lance Corporal del Royal Corp
of Transport 52. Durante la guerra estuvo a bordo del buque Sir
Geraint. En total, estuvo en Malvinas cinco meses y medio, ya que
permaneció en forma voluntaria luego del 14 de junio, fecha en que cesó
el combate. Por su rol en el conflicto, recibió un diploma por parte de
la Reina Isabel, que enmarcó con orgullo. En las consideraciones señala
que “siempre se destacó por su alegría y su capacidad para animar a los
demás. Tenía un sentido del humor contagioso y a menudo era una fuente
de inspiración para los que le rodeaban durante los largos, agotadores y
a menudo aterradores días en las aguas del estrecho de San Carlos”.
Hoy Kendrick vive en Australia y tiene una enfermedad renal. Hace
diálisis y poco tiempo atrás le tuvieron que amputar una pierna. Desde
la cama de un hospital le envió una fotografía a Agustín luciendo la camiseta argentina de Messi que él le envió. Y con una sonrisa.
La
emoción de Jorge Pérez Grandi al ver por primera vez algunas imágenes
hace 20 días. Otras ya las había recuperado hace dos años
El
siguiente paso fue dado por otro veterano inglés que conocía a Vázquez,
y le comentó que Kendrick tenía esas imágenes en su poder. “Como estoy
en contacto con veteranos, lo contacté, hablamos y me envió unas pocas
fotos. Se las mostré a varios veteranos argentinos y Marcelo Llambías,
se reconoció en una y me dijo que podían ser de Jorge. Lo llamé y
efectivamente, eran suyas”. Esto sucedió hace un par de años. Ahora, en
diciembre de 2023, cuando Agustín tuvo la totalidad de los 22 negativos
que resistieron el paso del tiempo en su poder, se reunió con Pérez Grandi y su hermano Adrián en Santa Fe, y se los entregó. Una vez más, Vázquez ayudó a cerrar un círculo.
Jorge
Pérez Grandi reconoce que no es demasiado demostrativo. Pero aunque
recién en los últimos tiempos pudo volver a hablar de su experiencia en
Malvinas, agradece el reencuentro con las fotos. “Yo no quería estar
todo el tiempo en 1982. Trato de guardarme las cosas adentro. Pero tengo
que volver siempre, porque cuando me levanto y me quiero abrochar el
pantalón tengo problemas para hacerlo o dolor en las piernas. Y es por
Malvinas, ¿entiendes? Estas imágenes son algo muy especial, porque cierran algunas cosas de mi vivencia en las islas. Pero más allá de eso, hoy lo que agradezco es estar vivo y ver el sol cada día”. Pero tiene un sueño: regresar alguna vez al monte Dos Hermanas.
A su posición. Llevar a su hija y a su hermano (“mi primer fan”,
aclara), y contarles, en el campo de batalla, lo que hizo en la guerra.
Fue en el año de la celebración del primer Centenario de la Revolución de Mayo cuando un experto de la Secretaría de Asuntos Extranjeros del Reino Unido produjo un documento que ponía en duda la solidez de los derechos de ese país sobre las Malvinas y las demás islas del Atlántico Sur. Nuestro deber es rastrear todos los antecedentes que permitan reforzar la legitimidad del reclamo de soberanía sobre las islas que la Argentina ha repetido desde 1832.
"El gobierno de Su Majestad no tiene dudas de sus derechos soberanos sobre las..." era la frase ritual que todos los representantes del Reino Unido pronunciaban como réplica a cualquier reclamo argentino sobre las Islas Malvinas.
Sin embargo, no fue siempre así. Hace casi cien años, un estudio histórico del Foreign Office puso en duda los derechos aducidos por los sucesivos gobiernos británicos. Un estudio producido por Gaston de Bernhardt fue el documento básico que el Foreign Office (Secretaría de Asuntos Exteriores) utilizó para definir la política inglesa.
Años más tarde, la opinión de otro experto de la Secretaría de Asuntos Exteriores suscitó una tensa controversia en el Royal Institute of International Affairs. En mi libro Aquel apogeo. Política internacional argentina 1910-1939, hago referencia a estos dos documentos, cuyo valor radica en constituir la opinión de dos especialistas ingleses.
El informe de Gaston de Bernhardt
El primer documento interno del Foreign Office, donde se hace la historia del conflicto y se resumen los principales títulos y argumentos que asisten a Gran Bretaña y a la Argentina, fue producido por Gaston de Bernhardt el 7 de diciembre de 1910.
El informe evoca el descubrimiento de las islas, la ocupación francesa en Puerto Luis en 1764, la ocupación española a partir de 1771, el "acuerdo secreto" entre España y Gran Bretaña y, finalmente, el abandono inglés y la permanencia de los españoles sin que "ninguna objeción parece haber sido hecha por parte de Gran Bretaña en ningún momento a la posesión de la Isla Soledad por los españoles, quienes continuaron en ejercicio pacífico de todos los derechos de la soberanía, no sólo sobre las Islas Falkland (Malvinas), sino sobre todo el grupo", según el informe secreto de Bernhardt.
Gaston de Bernhardt, más que un jurista, era un historiador, pero sus puntos de vista tuvieron la virtud de ser el primer estudio estructurado que durante mucho tiempo sirvió como documento base para la reflexión en el Foreign Office. Este documento fue retirado del Public Record Office luego de la guerra de las Malvinas y ya no está accesible.
Poco tiempo después, en 1911, el Secretario de Estado asistente, Ronald Campbell, retomó el estudio de Bernhardt y señaló los "puntos débiles" de la posición británica. Luego de repasar el traspaso de Gran Bretaña a España, los acuerdos y declaraciones sucesivas, Campbell afirmó que la evacuación británica —a pesar de la indignación que provocó entre los ingleses— fue considerada "un abandono para siempre de nuestros derechos al grupo".
Señala, además, que las islas fueron ocupadas "por las Provincias Unidas de Buenos Aires como sucesoras del título de España, de quien la colonia acababa de ganar la independencia".
El debate sobre los títulos y derechos ya estaba instalado en el Foreign Office, donde otros documentos internos evaluaban las debilidades y fortalezas de los argumentos ingleses. En uno de esos documentos, producido en 1936 por el jurista G. Fitzmaurice, quien luego sería juez de la Corte Internacional de Justicia, se lee de su propia mano:
"Nuestro caso tiene ciertas flaquezas".
Dudas en el Foreign Office
Un documento interno "muy confidencial" de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Reino Unido, del 8 de diciembre de 1927, reconoce:
"Durante más de un siglo, la Argentina ha reclamado que las Islas Falkland (Malvinas) constituyen territorio argentino..."
Más adelante, el documento menciona que "la Argentina también presenta reclamos sobre las Orcadas del Sur y Georgias del Sur".
Hacia 1927, los británicos estaban preocupados por la posibilidad de que el Gobierno argentino planteara el conflicto de soberanía ante la Unión Panamericana, lo cual representaba para ellos una perspectiva inquietante. Se trataba de una posible presentación en la Conferencia Interamericana que tendría lugar en La Habana.
Por otro lado, el embajador británico Howard había confirmado que el Departamento de Estado en Washington estaba al corriente de la cuestión.
La estrategia británica ante la disputa
La preocupación británica no se limitaba a la hipótesis de hostilidades diplomáticas por parte de la Argentina, sino al hecho de que "la historia inicial de la ocupación británica de las Islas Falkland (Malvinas) ha sido en cierto sentido confusa", como expresa un memorándum "muy confidencial" del Foreign Office firmado por C. J. W. Torr.
Sir Malcolm Robertson, quien había sido embajador británico en Buenos Aires, manifestó en repetidas oportunidades una opinión negativa sobre el presidente argentino Marcelo T. de Alvear, a quien consideraba "débil" e incapaz de defender los intereses nacionales. En contraste, tenía esperanzas en Hipólito Yrigoyen, de quien creía que tenía una actitud más amistosa hacia Gran Bretaña.
En un informe de 1928, Robertson escribió:
"Con relación a las Islas Falkland, he considerado siempre, desde la lectura del memorándum Bernhardt de 1910, que nuestro reclamo sobre las islas era, ciertamente, muy débil. Se parte de la base de un hecho de fuerza y nada más."
El embajador británico concluía que la ocupación de las islas era más fuerte que cualquier cantidad de comunicaciones diplomáticas, y que cualquier insistencia en el tema por parte de Argentina podía empujar el conflicto hacia la Corte Internacional de Justicia en La Haya.
Dudas en el Royal Institute of International Affairs
En 1936, cuando el Royal Institute of International Affairs preparaba un estudio sobre América del Sur, consultó al Foreign Office sobre cómo abordar el tema de las Islas Malvinas.
El director del proyecto, Martin Wright, envió un primer borrador que afirmaba:
"Gran Bretaña anexó las Islas Falkland de la Argentina en 1833 y siempre desde entonces estuvieron bajo su dominio, no obstante frecuentes reivindicaciones de la Argentina."
Sin embargo, en reuniones internas del Foreign Office, surgieron fuertes dudas sobre la legitimidad histórica de la ocupación. En una minuta fechada el 14 de octubre de 1936, se lee:
"No es fácil explicar nuestra posición sin mostrarnos a nosotros mismos como bandidos internacionales."
Finalmente, después de largas discusiones, se modificó el texto para reflejar una versión más diplomática y menos comprometida.
El embajador británico Henderson concluyó en 1937 que:
"La legitimidad de la pretensión británica sobre las Islas Falkland (Malvinas) no parecía, en el momento actual, una cuestión insuperable."
La estrategia británica, en consecuencia, era clara: mantener la ocupación y minimizar el debate.
La documentación histórica demuestra que incluso dentro del propio Foreign Office, existían dudas sobre la legitimidad del reclamo británico sobre las Islas Malvinas. Sin embargo, la política británica fue persistente: consolidar la ocupación y evitar cualquier discusión que pudiera debilitar su posición ante la comunidad internacional.
Notas al pie
1 Memorándum de Gaston de Bernhardt del 7 de diciembre de 1910 (F.O. 881/9755). Fuente: Ferrer Vieyra, Enrique. “Notas sobre documentos del Foreign Office referentes al conflicto Malvinas”. En: La política internacional, el derecho y el territorio nacional, Córdoba, El Copista, 1999. 2 Memorándum de R. Campbell, Secretario de Estado Asistente, 1911. (F.O. 371/1288). Fuente: ídem nota anterior. 3 Memorándum de John W. Field del 29 de febrero de 1928 (F.O. 37/12735/13336). Memorándum de A. F. Orchard del 3 de diciembre de 1928 (F.O. 371/12736/136168). Memorándum de G. Fitzmaurice del 6 de febrero de 1936 (F.O. 371/19763). Fuente: FerrerVieyra, Enrique, ídem nota 4. 4 Memorándum “Muy Confidencial” de C. J. W. Torr al gabinete del Secretario de Relaciones Exteriores Británico, Foreign Office, 8 de diciembre de 1927. P.R.O. / F.O. 371/11959. Informe Anual 1927 de Robertson a Chamberlain del 27 de enero de 1928. P.R.O. / F.O. (A 1312/1312/2). 5 Memorándum confidencial suscrito por (Sd) H. H. del 24 de octubre de 1927. P.R.O. / Informe Anual 1927 de Robertson a Chamberlain citado en nota 7. 6 Telegrama secreto Nº 6 Memorándum citado en Nota 7. 7 Nota de sir Malcolm Robertson a The Right Hon. sir R. C. Lindsay del Foreign Office del 3 de noviembre de 1928. P.R.O. / F.O. 371/12737. 8 Informe Anual 1927 citado en nota 7. 9 Informe Anual 1934 de Chilton a sir John Simon del 22 de enero de 1935 (punto 38). P.R.O. / F.O. 371/18636 (A 1989/1989/2). 10 Informe Anual 1936 enviado por el embajador Henderson a sir Anthony Eden el 26 de enero de 1937. P.R.O. / F.O. 371/20508 (A 1665/1665/2). 11 Ídem nota anterior. 12 Nota Confidencial de sir Anthony Eden al embajador Henderson del 28 de agosto de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 6461/889/2). La nota de referencia contiene además de los párrafos citados las siguientes consideraciones:
“En primer lugar, cien años de posesión, bajo disputa o no, constituye dentro de la ley internacional, título suficiente de soberanía sobre las islas de tal manera que por esta vía se correría mucho menor riesgo en caso de que la legitimidad del título no sea reconocida por la Corte Internacional Permanente de Justicia o por un tribunal internacional. Mientras tanto, el paso de los años, circunstancia a la que se agrega la celebración del centenario de la ocupación inglesa, consolida a su favor la causa del Gobierno de Su Majestad. Al mismo tiempo, existe razón para dudar si, verdaderamente, la Argentina ha mantenido siempre con algún fundamento el reclamo de las islas. Durante los intercambios diplomáticos del año 1833 el caso parecía haber sido fundado sobre la base de erróneos antecedentes de ambas partes. Parecería que los sucesos en el siglo XVIII fueron irrelevantes dado que las islas estaban totalmente desocupadas en 1811, lo cual otorgaba en aquella época fundamento para considerárselas res nullius, o sea, abierta a la posibilidad de ocupación por parte de cualquier estado. Además, a menos que la ocupación del corsario Vernet, a quien el Gobierno argentino trató de investir sin éxito bajo su autoridad, permite nuevamente llegar a la conclusión que las islas eran res nullius al momento de la nueva ocupación inglesa en el año 1832”.
13 Carta de The Royal Institute of International Affairs, Chatham House, del 8 de septiembre de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763. 14 Minutas del 14, 16 y 17 de octubre de 1936 “Reclamo Argentino”. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 8083/889/2). 15 Carta de sir Stephen Gaselee a Martin Wright, del Royal Institute of International Affairs, del 22 de octubre de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 8083/889/2). 16 Informe Anual 1936 de Henderson a Eden, enviado por nota del 26 de enero de 1937. P.R.O. / F.O. (A 1665/1665/2). 17 Informe Anual 1934 citado en nota 13. “Llamadas por los franceses Malouines y por los españoles Malvinas fueron descubiertas por John Davis en el buque “Desiré” el 14 de agosto de 1592. Fueron vistas por Sir Richard Hawkins el 2 de febrero de 1594 y visitadas por varios holandeses... El Capitán Strong a bordo del “Welfare” navegó a través de las islas principales y llamó al pasaje... Falkland Sound en memoria de los conocidos realistas Lucios Cary, Lord Falkland, muerto en la batalla de Newbury en 1643. De allí las islas tomaron luego ese nombre. Aún como no lo fue antes de 1745”. “El primer asentamiento en las islas fue establecido en 1761 por Bougainville en nombre del Rey de Francia...” Al año siguiente el Capitán Byron tomó posesión de la Isla Falkland del oeste y dejó una pequeña guarnición en Puerto Egmont en la Isla Sounders…”. Los españoles celosos de las interferencias de otras marinas en las Orcadas del Sur, compraron a los franceses el asentamiento en Puerto Luis, que rebautizaron por Soledad en 1766 y en 1770 por la fuerza, de Puerto Egmont expulsaron a los británicos. “La acción española llevó a otros países al borde de la guerra. El establecimiento fue restituido, no obstante, a Gran Bretaña en 1771, pero... en 1771 fue abandonado voluntariamente... Las islas aparentemente quedaron sin una ocupación permanente y sin solicitantes hasta que en 1820, Luis Vernet gozando de la protección del Gobierno de la República de Buenos Aires, instaló una colonia en Puerto Luis. “... Finalmente, en 1833, Gran Bretaña que nunca había renunciado a su reclamo de soberanía sobre las islas Falkland, expulsó a los citados argentinos y colonizadores que aún quedaban en Puerto Luis y reasumió la ocupación, que se ha mantenido sin interrupción hasta el presente”.
El libro que desclasificará el crucial apoyo chileno a Inglaterra en la guerra de Malvinas
Los periodistas chilenos
Mauricio Palma y Daniel Avendaño investigan sin límites de tiempo para
un texto que revelará, con documentos y relatos humanos, la colaboración
militar de Chile con el Reino Unido durante el conflicto de 1982.
Agenda Malvinas
La fallida operación Mikado realizada por comandos británico entre el 16 y 17 de mayo de 1982, y que contó con la estrecha colaboración con la Fuerza Aérea de Chile.
En el panorama de la historiografía latinoamericana, un nuevo y revelador capítulo se está escribiendo. Los periodistas chilenos Mauricio Palma Zárate y Daniel Avendaño Caneo se encuentran en la fase final de una investigación exhaustiva y sin precedentes que dará vida a un libro sobre uno de los episodios más delicados y menos divulgados de la historia reciente de la región: el apoyo estratégico, militar y de inteligencia del gobierno chileno de Augusto Pinochet al Reino Unido durante la Guerra de las Malvinas en 1982.
La obra, pactada con el gigante editorial Penguin Random House
y con una publicación prevista para el primer semestre de 2026, no se
limita a enumerar hechos; busca reconstruir una historia humana y
política compleja, basada en documentación concreta y testimonios de sus
protagonistas.
Orígenes
El origen de este proyecto se remonta a una curiosidad periodística alimentada por mitos y silencios. Como explican los autores, su método se caracteriza por una paciencia investigativa fuera de lo común. “Siempre
nos ha interesado investigar temas que circulan, ciertos mitos y
tratamos a partir de la investigación profunda, exhaustiva, sin límite
de tiempo, a nosotros eso es algo que nos caracteriza, no nos ponemos
límite de tiempo hasta que nosotros conseguimos lo que creemos es lo
fundamental”, relatan.
El 40° aniversario del conflicto les dio el impulso final, pero fue una estancia en Londres la que proporcionó el punto de partida crucial. “Por
razones familiares, me tocó vivir un año en Londres y ahí fui al
Archivo Nacional de Londres a revisar los documentos que ellos tenían. Y
ahí yo creo, que es un súper buen punto de partida”. Este
acceso a archivos británicos, que han tenido distintas etapas de
desclasificación, les permitió encontrar información inédita: “En
los últimos dos o tres años han habido documentos importantes a los que
tuvimos acceso y que obviamente a partir de eso se nos abrieron líneas
de investigación”.
Para
los periodistas, que eran solo niños durante la guerra, el tema siempre
estuvo cubierto por un manto de silencio impuesto por la dictadura. “Acá
en Chile nunca se habló mucho sobre el tema de la guerra de las
Malvinas. Porque en ese tiempo la dictadura lo que hacía era
efectivamente tratar de tapar toda esta cosa, toda esta mugre para ellos
debajo de la alfombra. Entonces mientras menos el país lo supiera,
mucho mejor para ellos”, afirman.
Su único recuerdo infantil era la potente canción de León Gieco “Sólo le pido a Dios”, una referencia lejana a un conflicto que sentían ajeno. “Escuchábamos
la canción de León Gieco... y yo siendo un niño me acordaba que era muy
fuerte escuchar 'el monstruo grande que pisa fuerte', para nosotros,
una cosa súper increíble”.
Ese silencio es precisamente lo que su trabajo busca romper, transformando la especulación en evidencia: “Nosotros
precisamente lo que estamos tratando de reconstruir son historias
múltiples con respecto al apoyo chileno a los ingleses, y con historias
súper concretas, muy concretas, con documentación. Ya deja de ser un
mito, sino que hay documentación concreta” afirman.
Estrategias
El
libro se propone explicar las razones detrás de esta colaboración, que
para la junta militar chilena tenía una lógica estratégica ineludible.
Los autores rescatan la justificación del entonces Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Fernando Matthei: “Se está quemando la casa del vecino y yo tengo que proteger la mía”.
Este temor a una eventual invasión argentina no era infundado, según su investigación, ya que “también
ha existido un documento por parte de los militares argentinos que
señalaban que el próximo paso era la invasión chilena”.
El punto de inflexión que comenzó a resquebrajar el secreto fue, irónicamente, la detención de Pinochet en Londres en 1998. “Desde
ese momento, Margaret Thatcher decide como argumento estratégico
comunicacional decir, 'este amigo de Inglaterra que era Pinochet, que
nos ayudó, es importante que se sepa'”.
Más allá de la alta política, los autores destacan los profundos lazos históricos que facilitaron esta alianza. “El
gran aliado que ha tenido la Fuerza Armada chilena a lo largo de su
historia son precisamente las Fuerzas Armadas del Reino Unido”,
explican, citando desde la fundación de la Armada chilena por Lord
Cochrane hasta la formación de los servicios de inteligencia con el MI6.
“Muchos de los integrantes de las Fuerzas Armadas chilenas hacían sus pasantías en Inglaterra, entonces no era un aliado casual”. Este vínculo se entronca incluso en la idiosincrasia nacional: “Los
chilenos nos hacemos llamar 'los ingleses de Latinoamérica'... el
vínculo del Reino Unido con Chile es bastante estrecho a lo largo de la
historia”.
Protagonismos
Uno de los hallazgos significativos de su investigación es el rol más protagónico de la Armada chilena, tradicionalmente opacado por el de la Fuerza Aérea. Descubrieron que el almirante José Toribio Merino, otro anglófilo confeso que “tenía su gran líder histórico, era el general Nelson”, fue un articulador clave.
“La Armada Chilena son los primeros que alertan a la Junta Militar Chilena en decir que se viene un ataque a las Malvinas” revelan. Incluso manejan documentación que sugiere una escalada mayor: “Existe
un documento que fue interceptado incluso por las Fuerzas Armadas
Argentinas, en donde se establece todo el proceso de acción que iba a
desarrollar la escuadra chilena... y en un momento se señala, que en
caso de ser necesario, estamos listos para que el 19 de abril de 1982
podamos ser partícipes de los ataques”, contra la Argentina.
Historias dentro de la historia
El
libro también se adentrará en las historias humanas detrás de la gran
estrategia. Quizás la más conmovedora es la búsqueda de la identidad de
dos soldados argentinos rescatados por el barco chileno Piloto Pardo tras el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano. “Hemos
estado trabajando en los últimos dos años directamente en tratar de
llegar a la identidad de estos dos héroes argentinos. Ha sido un proceso
muy largo”, detallan.
Una pista crucial es un anillo de matrimonio: “Uno
de ellos tenía un anillo, que se había casado en marzo de 1982, ese es
un dato que para nosotros pudiese ser muy importante”.
Este esfuerzo investigativo ha sido posible, según dicen, gracias a la sorprendente colaboración recibida desde Argentina. “Nos
sorprende, gratamente, es el apoyo que hemos tenido de las fuentes
argentinas hacia esta investigación, han sido muy amables, muy abiertos,
son más abiertos en la Argentina que en Chile”, reconocen, agradeciendo el apoyo de excombatientes, veteranos e incluso de las propias fuerzas armadas argentinas.
Objetivos
El objetivo final trasciende lo meramente histórico. Los autores visualizan su trabajo como un puente entre ambas naciones. “Creemos que este libro puede ser un aporte a conocer la historia, a conocernos más el chileno y el argentino”, reflexionan, aludiendo al fin de la rivalidad chauvinista que caracterizó a generaciones pasadas. “Nuestro
libro apunta a eso, a una especie de rescate de la esencia de
Latinoamérica, de que efectivamente somos países hermanos”, asienten.
Con una narrativa periodística accesible, buscan llegar especialmente a las nuevas generaciones para quienes Malvinas “es prehistoria”, asegurando que este episodio, cargado de secretos, lealtades complejas y dramas humanos, “merece ser revisitado y contado”.
Mauricio Palma Zárate y Daniel Avendaño Caneo
no aspiran a ser definitivos, sino a sumarse a la tradición
historiográfica con rigor y una mirada fresca, centrada en las personas
que, desde las sombras, escribieron un capítulo clandestino de la
guerra.
No siempre se tiene un buen recibimiento a la vuelta de una guerra. Y esto vale no sólo para los vencidos sino que también incluye a los vencedores. Incluso, a los generales supuestamente victoriosos. De los tres generales británicos que dirigieron las operaciones en tierra, dos fueron pasados a retiro, luego del conflicto, a causa de su mal manejo de la situación bélica. No se salvó del ostracismo ni el propio comandante supremo de las fuerzas de tierra británicas enviadas a Malvinas, el mayor general de los royal marines, John Jeremy Moore, quien tuvo -luego del conflicto, previo los mínimos y estrictos honores de ley (sólo lo hicieron caballero comandante de la Orden del Bath, la que ya había recibido en 1973)- una muy rápida y discreta salida del servicio en 1983.
El gobierno de Margaret Thatcher nunca le perdonó los contratiempos de la campaña, que no fueron pocos para los ingleses. También se lo responsabilizó por el desastre de Bahía Agradable, un desembarco cerca de Puerto Argentino que terminó con dos barcos fuera de servicio y cuantiosas pérdidas humanas y materiales, por los ataques de la Fuerza Aérea Argentina. Tampoco lo ayudó que enviara a Londres lo que él denominaba daily rubbish, la basura o porquería diaria – en términos llanos-. Se trataba de mensajes de estilo coloquial, llenos de optimismo, hasta el límite de la misma veracidad, que disimulaban que no podía obtener esa victoria grandiosa y rápida que le exigían, con la que los argentinos se negaban encarnizadamente a cooperar, aferrándose a cada palmo del terreno. Sin embargo, lo que selló su suerte fue el desobedecer la orden de exigir una rendición incondicional a los argentinos. Moore expresó -luego de finalizado el conflicto- que lo intranquilizaba sobremanera la posibilidad de que se reanudaran los combates. Es que si bien los argentinos se habían retirado de las alturas que dominaban la capital, los británicos estaban igualmente exhaustos y faltos de munición. Por eso eliminó el término «incondicional» del acta de rendición. En una nota que Ana Barón le realizó poco antes del primer aniversario de la guerra, para la revista Gente, se expresaba: “Hoy Jeremy Moore ya no es más general. Este hombre ha pasado a ser uno de los aproximadamente cuatro millones de desocupados que existen en Gran Bretaña. Su pensión es de 1.500 dólares al mes, es decir la mitad del sueldo que ganaba cuando todavía estaba en servicio. Evidentemente, esa suma no le alcanza para pagar los estudios de sus tres hijos: por el momento se las arregla haciendo programas para la televisión sobre la guerra. Pero sabe que ésa no es una solución. A los cincuenta y cuatro años de edad, nadie se resigna a quedar sin trabajo, mucho menos alguien que ha tenido una vida tan agitada como la del general Moore”. En dicha entrevista -concretada a pesar de los obstáculos del Ministerio de Defensa inglés, que dijo ignorar dónde residía Moore- éste declaró con tono de arrepentimiento: “Siento mucha tristeza al pensar que tuvimos que padecer una guerra sólo porque hubo personas con poder político que no supieron solucionar el problema por medios pacíficos”. Nunca quiso escribir un libro respecto de la guerra, y entretenía sus tiempos muertos siendo encargado (churchwarden) de la iglesia de Wiltshire, donde vivía, hasta su muerte el sábado 15 de setiembre de 2007. Recién el lunes 17 el Times publicó su obituario. Obviamente, se exaltaba su figura como líder militar. Una reseña hecha en términos muy profesionales… y sólo eso. En el mismo diario, el obituario por la muerte de Galtieri, ocurrida el 12 de enero de 2003, no sólo salió al día siguiente del suceso sino que tenía el doble de extensión que la correspondiente a Moore. Los diarios The Guardian y The Daily Telegraph publicaron la noticia al día siguiente. En el primero, apareció tan sólo en la página 42 de su sección central, y en la web del Telegraph la noticia no tuvo ni un solo comentario. Por su parte, el diario The Independent recién el 26 de septiembre informó sobre su desaparición. El Ministerio de Defensa Británico, consultado por la agencia noticiosa AFP, dijo que “no se quiso hacer ningún comentario sobre el fallecimiento”, aduciendo que “ya no se hallaba en servicio activo”. Se trataba de un pieza abandonada, descartada de una partida de ajedrez ya jugada hacía muchísimo tiempo.
El cielo retumbaba con el rugido de los motores. A miles de metros de altura, sobre el Atlántico Sur, ocho cazabombarderos A-4B Skyhawk atravesaban las nubes con un solo propósito: hundir los buques enemigos en Bahía Agradable. No había dudas, no había miedo, solo una misión que debía cumplirse.
Era el 8 de junio de 1982, y la guerra de las Malvinas estaba en su punto más álgido. En tierra, en el mar y en el aire, argentinos y británicos peleaban con el corazón encendido, con la convicción de que cada bala, cada bomba y cada maniobra aérea significaban algo más grande que ellos mismos. La escuadrilla "Dogo", comandada por el capitán Pablo Carballo, volaba rumbo al enemigo cuando, de repente, su avión presentó una falla en el sistema de aceite. Su destino ya no era la gloria del combate, sino el regreso obligado a la base. Pero antes de irse, dejó en su reemplazo a un joven teniente, un hombre cuyo nombre quedaría marcado en la historia: Carlos "Coral" Cachón.
—"Coral, a partir de este momento usted queda al mando de la escuadrilla."
—"¡Enterado, señor!"
—"¡Llévelos a la gloria!"
Tres palabras. Un mandato. Un destino.
Desde ese instante, el teniente Cachón, junto con el alférez Leonardo Carmona y el teniente Carlos Rinke, surcó el cielo con la determinación de quien sabe que su vida y la de sus compañeros penden de cada decisión que tome. Los británicos estaban descargando tropas en la costa. Los buques enemigos eran grandes, imponentes, pero no intocables. El Sir Galahad, un nombre que evocaba la leyenda del caballero más puro de la Mesa Redonda, se encontraba a su merced.
Los aviones se abalanzaron sobre él como halcones hambrientos. Cachón y su escuadrilla soltaron sus bombas y vieron cómo impactaban en el blanco. El fuego se desató con furia, envolviendo el buque en una columna de humo negro y espeso. A bordo, el caos era absoluto. Los hombres británicos se lanzaban al agua, algunos con salvavidas, otros sin ellos. La muerte y la supervivencia pendían de un hilo. El ataque fue certero.
Aquel día quedaría marcado como "el día más negro de la flota británica". El Sir Galahad, el caballero de acero y metal, había caído. Pero la guerra nunca otorga victorias sin cicatrices, y la gloria nunca llega sin su contraparte de tragedia.
El otro rostro de la guerra
A bordo del Sir Galahad, un joven infante de marina británico vivía su peor pesadilla. Simon Weston tenía 20 años cuando su mundo estalló en llamas. El fuego consumió su cuerpo, dejándolo con quemaduras que le costarían más de 80 cirugías reconstructivas y un dolor que lo acompañaría el resto de su vida. Su rostro, irreconocible tras la devastación del ataque, se convirtió en el símbolo del sacrificio británico en la guerra de las Malvinas.
Pero el destino no había terminado su labor. Décadas después, la vida cruzaría nuevamente a estos dos hombres que alguna vez fueron enemigos en el campo de batalla. En un acto que pocos entenderían, Carlos Cachón y Simon Weston se miraron a los ojos, no como adversarios, sino como dos soldados marcados por el mismo evento.
Weston, un hombre que sufrió en carne propia los horrores de la guerra, sorprendió al mundo cuando declaró:
—"Carlos es un hombre honorable. Él hizo su trabajo con honor en la guerra y jugó un papel crucial en mi vida. Cambió su curso para siempre. No estoy agradecido por mis heridas, pero los dos estuvimos ahí por razones profesionales. Él atacó primero, pero si yo hubiera tenido la oportunidad, lo habría hecho. Para eso fuimos entrenados. Ni él ni yo elegimos el rol que tuvimos en la guerra."
En esas palabras, había algo más grande que el resentimiento o el rencor. Había comprensión. Había humanidad. Porque la guerra no es un choque de buenos contra malos. Es la tragedia de dos bandos que creen luchar por lo correcto, pero que en el fondo son lo mismo: jóvenes con sueños, con familia, con una vida que quedó en pausa para pelear por su patria.
Weston añadió algo más, algo que resonaría como un eco en la conciencia de todos los que han pisado un campo de batalla:
—"No hay ganadores en una guerra. Pienso que todos somos perdedores porque debemos hacerla."
Una lección de vida y patriotismo
Carlos Cachón no solo vivió la guerra. La cargó sobre sus hombros mucho después de que los combates hubieran terminado. No solo tuvo que enfrentar el peso de haber cumplido su misión con éxito, sino también el de haber dejado una huella imborrable en la vida de quienes estaban del otro lado. Ser un héroe no es solo una medalla en el pecho. Es cargar con el peso de la historia, con la certeza de que lo que hiciste jamás podrá deshacerse.
Y Weston, por su parte, convirtió su tragedia en una voz de paz. En lugar de aferrarse al odio, eligió el camino más difícil: reconocer la humanidad de su adversario y aceptar la realidad de la guerra sin buscar culpables individuales.
La historia de estos dos hombres no trata solo de una batalla. No es solo la historia de un piloto argentino que cumplió su misión con valentía ni de un soldado británico que sobrevivió contra todo pronóstico. Es la historia de la guerra misma, de cómo transforma a quienes la pelean y de cómo, al final del día, nos recuerda que en ambos lados del campo de batalla hay hombres con corazones que laten igual.
En cada guerra, hay dos verdades que se entrelazan: el sacrificio y el honor. El sacrificio de los que quedaron atrás y el honor de quienes, aún en el enfrentamiento más cruento, nunca olvidan la dignidad del enemigo.
El grito de "¡Llévelos a la gloria!" sigue resonando en el viento, pero su eco no es solo de victoria. Es un recordatorio de que, más allá de las banderas y las fronteras, todos los que han combatido han sido marcados por la misma verdad: la guerra cambia a los hombres para siempre.
Y esa, quizás, sea la lección más dura de todas.
Fuente:"Experiencia de Halcón ",Rosana Guber. mary meb /Espacio Malvinas
El tema mochilas en el conflicto del 82 es bastante complejo debido a la variedad de modelos utilizados en ambos bandos. Por el lado Argentino, si bien pocos efectivos las tuvieron, fueron muchos modelos distintos, el lado Británico las usó masivamente y también fueron varios los modelos empeñados en la campaña. Una de las diferencias más notables en las mochilas de ambas fuerzas fue su capacidad, las Brit de entre 100 y 120 litros, las nuestras digamos que la de máxima capacidad fue de unos 50 litros. En las imágenes muestro la mochila que utilizaron los Royal Marines en Malvinas (un trasto de 120 litros de cabida) y su uso por parte de estos.