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viernes, 15 de noviembre de 2024

Desmalvinización: La hijaputez de la justicia argentina

Malvinas: luchar conta la mentira


Seguir invocando la figura de delito de lesa humanidad es sumarse a una peligrosa moda adoptada de manera irresponsable para defender lo indefendible



La Nación





Un veterano de Malvinas ondea la bandera argentina en el cementerio de Darwin, donde yacen más de 200 soldados
FELIPE TRUEBA - EFE

La banalidad del mal” fue la frase acuñada por Hannah Arendt en su libro Eichman en Jerusalén donde aborda el juicio al genocida y ahonda en su personalidad, destacando la ausencia de rasgos criminales o antisemitas en el condenado y atribuyéndole su accionar al deseo de ascenso de un simple burócrata. Bien podría aplicarse dicha expresión a la insistencia de algunos fiscales del fuero federal que continúan peticionando la calificación de lesa humanidad para hechos de supuesto maltrato a conscriptos en la guerra de Malvinas.

El fiscal de Río Grande, Marcelo Rapoport, pidió la detención de 10 militares por supuestos hechos registrados en 1982. Afirma que “las torturas en Malvinas fueron una práctica generalizada a la que fueron sometidos los conscriptos”.

La gran mayoría de los casos denunciados que se pretende encuadrar dentro de esta categoría involucran inmovilización y “estaqueamientos” –o “calabozo de campaña”– del subalterno ante actos de grave indisciplina, insubordinación, robos o de cobardía, como modalidad del arresto o sujeción ante la inexistencia en el terreno de un establecimiento donde mantener prisionero al infractor.

Los denunciantes y el fiscal invocan esa calificación con el indisimulable propósito de burlar la prescripción de hechos supuestamente acaecidos hace más de 40 años, garantía que no opera para los delitos definidos en el Estatuto de Roma como de “lesa humanidad”. La prescripción es una institución nacida del Derecho Romano hace más de 20 siglos que impide accionar judicialmente cuando hubiere transcurrido un determinado lapso fijado por las leyes. Actúa para dotar de orden y celeridad a los procesos judiciales y como garantía individual ante persecuciones injustas o irrazonables. Las primeras denuncias sobre maltrato en Malvinas se radicaron 25 años después de los hechos, cuando ya había operado la prescripción, violando también la garantía que asiste a los acusados de ser juzgados en plazo razonable.

Los primeros juicios por crímenes de lesa humanidad se celebraron en 2006 tras la reapertura de las causas ligadas a delitos cometidos por agentes estatales en la lucha armada de los 70. Estos fallos contra militares y fuerzas de seguridad dieron lugar al fabuloso negociado de millonarias indemnizaciones repartidas por el gobierno a cualquier persona que alegara haber sido víctima de brutalidad policial o militar antes o durante la última dictadura militar, en muchos casos sin probanzas y en otros en juicios amañados que se prolongan aún en el presente, como el denominado “Subzona III” iniciado días atrás en Mar del Plata.

Agrupados en organizaciones de excombatientes, apoyadas por el gobierno kirchnerista, y acompañados por las tan ideologizadas como cuestionadas organizaciones de derechos humanos argentinas, con su carga de odio y venganza hacia las Fuerzas Armadas, los reclamantes sostienen que los hechos constituyeron una continuidad de los métodos ilegales con que las FF.AA. reprimieron el terrorismo guerrillero. La descabellada afirmación parte de considerarlas una organización delictiva, una cuestión que ya abordamos en otras columnas editoriales al mencionar que la Corte Suprema de Justicia había determinado la improcedencia de la apertura de una causa penal por hechos de hace cuatro décadas.

Entre las sustanciales diferencias que vuelven inadmisibles, por absurdos, esos argumentos. la más notoria es que en los casos hoy planteados falta la clandestinidad. A diferencia de los métodos por los que fueron condenados los comandantes del Proceso, los arrestos en Malvinas obedecieron a órdenes emanadas de superiores perfectamente identificados y, en todos los casos, fueron la respuesta ante actos de indisciplina o delitos cometidos por subalternos, contemplados en los reglamentos militares y agravados por haber ocurrido en un escenario de guerra.

Seguir invocando la figura de delito de lesa humanidad es sumarse a una peligrosa moda adoptada irresponsablemente por distintos agentes para defender una tan perversa como redituable matriz. El artículo 7° del Estatuto de Roma establece claramente que para que el homicidio, la tortura o una privación ilegal de la libertad pueda ser considerada delito de lesa humanidad debe haber sido cometida “como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque”. Las supuestas víctimas de los hechos bajo investigación denunciados en Malvinas no eran “población civil”, sino ciudadanos sujetos normativamente al estado militar en tiempos de guerra.

Hannah Arendt usaría la frase del comienzo para destacar los procederes de quien seguía órdenes y daba instrucciones sin reflexionar sobre sus consecuencias. En esta banalidad ha caído el representante del Ministerio Público Fiscal, que insiste en su ilegal postura hacia oficiales y suboficiales de las FF.AA. combatientes en las islas, postura que fue acompañada en su momento por las secretarías de Derechos Humanos nacional y de la provincia de Buenos Aires.

Es de esperar que el procurador general de la Nación y las máximas autoridades de ambas secretarías de Estado instruyan a sus subordinados para que cesen en este peligroso extravío lógico, ideológico y jurídico, detrás del cual se esconden nefastas intenciones que nada tienen que ver con el ideal de justicia y, mucho menos, con el Derecho que nos rige.


miércoles, 6 de noviembre de 2019

Niña en la operación Cóndor, zurdos peronistas en el 60

La niña que desembarcó en Malvinas




Un 28 de septiembre, 53 años atrás, Lucía estuvo en Malvinas

Ary Garbovetzky || La Voz


Tenía 9 y viajaba con su mamá en el avión secuestrado por militantes peronistas que izaron la Bandera en las islas.

A Teresita, su mamá, le corría una lágrima. Miraba por la ventanilla del Douglas DC4 de Aerolíneas Argentinas que habían tomado en Buenos Aires para ir a Comodoro Rivadavia, donde ella trabajaba vendiendo ropa entre sus amigas y conocidas. No le dijo por qué, incluso intentó tranquilizarla, pero Lucía, con 9 años, entendió que tenía miedo.

Eran las 6 o las 7 de la mañana del 28 de septiembre de 1966 y ya debían haber aterrizado, cuando Teresita se levantó para hablar con su amigo, el comandante Ernesto García Fernández (a quien Lucía nombra como Raúl), y en pocos segundos volvió a sentarse, con una lágrima que, como el agua del mar que se veía por debajo, parecía no tener fin.

Después de dar varias vueltas en redondo y llegar al límite del combustible, el avión aterrizó en el potrero para carreras cuadreras, en un claro de menos de 800 metros rodeado de cables de alta tensión, en las Islas Malvinas.

Un grupo de 18 militantes nacionalistas y peronistas liderados por Dardo Cabo y por María Cristina Verrier se habían infiltrado entre los pasajeros y habían secuestrado el avión, con el resto del pasaje y de la tripulación, para desviar su recorrido y aterrizar en Puerto Stanley. Era la respuesta política al recibimiento con honores del dictador Juan Carlos Onganía al duque Felipe de Edimburgo, quien visitaba el país para jugar un torneo de polo.
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La única foto. Lucía, a la izquierda, junto a su mamá, Teresita, a la azafata y a una familia que viajaba también en el avión, en la iglesia de Malvinas.

Lucía Miriam del Milagro París era la única niña entre los 20 pasajeros que no eran parte del grupo que bautizó la misión como “Operativo Cóndor” y que se convirtió en uno de los antecedentes de la lucha armada de las organizaciones políticas en Argentina, al punto de que es reseñada en el primer tomo de La Voluntad, el libro de Martín Caparrós y de Eduardo Anguita que recorre la historia de los militantes en los violentos ’60 y ’70.

El contexto político y la biografía de Cabo se unían en la Operativo Cóndor: el peronismo cumplía 11 años de proscripción, tras el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955, y Dardo Cabo, el líder de “los cóndores”, era hijo de Armando Cabo, secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y de María Campano, quien murió por los derrames cerebrales que le causaron los estruendos del bombardeo sobre Plaza de Mayo. Con los años, Cabo sería un líder de la Tendencia Revolucionaria; primero, fundador de Descamisados, y luego, parte de Montoneros. Moriría fusilado, en una falsa fuga del penal de La Plata en 1977.

En Malvinas
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“Cuando aterrizamos en ese potrero, el avión se hundió muchísimo. Los primeros que se bajaron fueron ellos, que pusieron unas banderas argentinas en los cercos y en un palo que usaron como mástil. Era ya de día, estaba claro. Y en pocos minutos se llenó el lugar de curiosos. Tomaron rehenes y al rato aparecieron los policías o los militares”, recuerda Lucía en el comedor de diario de su casa de barrio Liceo, tercera sección, donde vive con su esposo, Jesús Paxiaroni.

Lucía vivía con sus abuelos, en Córdoba, y estudiaba como alumna pupila en el Colegio Santa Infancia. Extrañaba a su mamá, por eso Teresita decidió llevarla a Comodoro Rivadavia. Tomaron ese vuelo para estar un tiempo juntas.

“Como a las 11.30, con el cura de ahí como mediador (el holandés Rodolfo Roel, quien tuvo un rol clave en la negociación), nos dejaron salir. Bajamos por una salida de emergencia, de goma, como un tobogán. Y nos llevaron a todos a la iglesia”, relata la mujer, que ahora es abuela de niños que tienen la edad que ella tenía cuando conoció Malvinas. “Cuando nos quisieron separar en grupos, mi mamá me abrazó muy fuerte. No iba a dejar que no estuviéramos juntas”, rememora.
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“En la iglesia, nos dieron una sopa crema de tomate y un pedazo de carne horrible. ‘Tiene olor a pis’, le dije a mi mamá, que me dijo que era capón, una oveja vieja, por eso tenía ese sabor. A nosotras nos tocó ir a la casa del alcalde, que era muy linda, tenía escaleras de mármol y una habitación para cada uno. Fuimos con el comandante, el boxeador, el periodista y una persona que no me acuerdo quién era”, cuenta.

Del boxeador no hay registro y de quien no se acuerda Lucía es muy probable que haya sido el gobernador de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, contraalmirante José María Guzmán, la mayor autoridad argentina entre los pasajeros y, curiosamente, en el territorio que pisaba por primera vez en su vida y le habían asignado bajo su mando, a pesar de estar bajo control británico.

El periodista era Héctor Ricardo García, por entonces director de la revista Así y del diario Crónica (luego, también, del canal de televisión con el mismo nombre). García había subido al avión con su cámara de fotos siguiendo una misteriosa invitación de Cabo: “Tomá el avión que sale a Río Gallegos, vos solo, con tu cámara. Y vas a tener la primicia de tu vida”. No se equivocó: García publicó una de las crónicas más famosas del periodismo con la aventura del Operativo Cóndor: “Vi flamear la Bandera argentina en Malvinas”.


 (Javier Ferreyra/La Voz)

En la casa del alcalde, García le había dado una tarea fundamental a Lucía: avisar cuándo levantaban el teléfono en la planta baja para, sin hacer ruido, levantarlo él en la planta alta para escuchar las conversaciones. “Yo tenía que espiar desde el balcón; y cuando la servidumbre atendía el teléfono, tenía que levantar la mano”, relata.

La primera noche fue muy fría y los casi 20 jóvenes nacionalistas que habían quedado junto al fuselaje del avión sacaron las valijas e hicieron una fogata con todo lo que tuvieron a mano: ropa, papeles, libros.

Lo único que se salvó de las valijas de Teresita y de Lucía París fue una foto de la niña, de estudio, que al otro día encontraron junto al mar y hoy es casi el único recuerdo de esos días en la isla.

Hay otra foto, en la que está junto a su mamá, la azafata y una pareja con dos niños, dos varones, cuyos nombres no recuerda.

Los primeros en dejar la isla fueron los 18 militantes nacionalistas y peronistas, entre los que había obreros de la UOM, varios empleados y algunos estudiantes, con un promedio de 25 años.

Los pasajeros tuvieron que esperar un poco más, hasta que regresara por ellos el mismo buque, el Bahía Buen Suceso. Esos días, mientras aguardaban el barco, Lucía paseó por las calles de Malvinas, por “el pueblo”, como dice.

En unas lanchas militares, las llevaron hasta el buque.

Los tripulantes del Bahía Buen Suceso la adoptaron. Le regalaron dulces y un banderín firmado por todos que quedó en alguna parte en la casa de un tío, donde fue a parar luego de todas las mudanzas que tuvo que hacer en su vida.

“Cuando llegamos a Argentina, yo bajé con mi mamá al lado. Tenía puesto el tapadito que me gustaba, a cuadritos, color té con leche, pero al que mi mamá le había puesto unos botones horribles”, recuerda Lucía.

–¿Qué pensás hoy sobre lo que hicieron esos jóvenes en Malvinas?

–Con el paso del tiempo, creo que fue algo heroico, porque así le demostraron al mundo que las islas son argentinas.

Malvinas otra vez en su destino

En 1982, cuando estalló la guerra, Lucía estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo.

Jesús, su marido, era controlador aéreo y debía ser movilizado hacia el conflicto, pero su jefe le dio permiso para esperar el nacimiento. El 12 de junio de 1982, Juan Pablo II daba su misa en Luján y Lucía iba en un auto al hospital Aeronáutico para parir. “Todos nos decían que iba a ser una niña, pero nació varón. Y como no teníamos nombre, le pusimos Juan Pablo”, recuerda. Jesús nunca fue a Malvinas: dos días después, ocurrió la rendición.

A fin del año pasado, Lucía se jubiló como enfermera del Hospital Nacional de Clínicas. Tiene cuatro hijos y seis nietos que pasan buena parte del día en su casa. Jesús, quien trabajó años en Río Turbio e hizo tres campañas antárticas semestrales, también está con ella: a fin de año se va a jubilar, promete.

Ella sueña con visitar otra vez Malvinas. Él, con volver a Río Turbio. El viaje al Sur, si logran concretarlo, tendrá dos escalas.

Hito en la resistencia peronista

El Operativo Cóndor estaba planeado para el 20 de noviembre, día de la Soberanía, pero la llegada del duque de Edimburgo aceleró los planes de Dardo Cabo, el líder del grupo de estudiantes, de obreros de metalúrgicos y de empleados, todos peronistas, que venían hablando del desembarco en Malvinas desde dos años antes, cuando Miguel Fitzgerald aterrizó en el mismo potrero que usaron ellos luego con su avioneta Cessna y dejó una proclama de soberanía a los isleños.

Dardo Cabo se casó, días antes, con la periodista María Cristina Verrier, la única mujer del grupo, quien tenía como segundo a Alejandro Giovenco.


La proeza. En un poste junto al hipódromo pusieron la Bandera.

Los derroteros de Cabo y de Giovenco son un símbolo de la “grieta” peronista de los ’70. Como tenían antecedentes, fueron a prisión por la toma del avión; y cuando salieron, Giovenco se unió a los grupos armados de la ultraderechista Concentración Nacional Universitaria (CNU), mientras que Cabo fundó “Descamisados”, una facción de izquierda peronista que terminó fusionada en Montoneros. Giovenco murió al explotarle una granada de mano, en 1974; Cabo fue fusilado en un falso operativo por fuga de la cárcel de La Plata, donde estaba detenido desde 1975, acusado de ser parte del grupo montonero que secuestró al empresario Jorge Born.

Verrier, hija de uno de los abogados que defendió a los militantes nacionalistas, no tuvo más participación política tras la muerte de Cabo.

Onganía recién dejó el gobierno tras el Cordobazo, en 1969.


Los "cóndores". El grupo que izó la Bandera en Malvinas.

El peronismo pudo volver a presentarse a elecciones en 1973, tras 18 años de proscripción.

El Operativo Cóndor fue reivindicado en 2012 por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien hizo una ofrenda en la Basílica Nuestra Señora de Itatí, de Corrientes, a una de las banderas que se izaron en Malvinas en septiembre de 1966.

Una noticia con un enorme impacto



Juzgados. Los militantes fueron juzgados por el secuestro del avión, pero no por invasión, ya que era suelo argentino.



Rendición. Así se informó dos días después de la toma simbólica. Nunca entregaron las banderas a los ingleses.



En vilo. La población estaba a favor de los jóvenes, pero el gobierno militar se había disculpado con los británicos.



Sorpresa. El 28 de septiembre, La Voz informaba sobre el aterrizaje del grupo en Malvinas.

lunes, 30 de enero de 2017

Gómez Centurión y la verdad

Gómez Centurión sólo dijo la verdad
Nicolás Márquez - Infobae





Las organizaciones que se arrogan la exclusividad de velar por los derechos humanos han tenido la sórdida habilidad de imponer no una discutible visión de la historia sino un dogma de Fe, el cual nadie puede cuestionar y todo aquel que lo contradiga cae preso de un linchamiento mediático, judicial o político.

Una vez más retomamos a la polémica sobre "los 30 mil desaparecidos", y el protagonista de la misma fue el director de la Aduana Juan José Gómez Centurión, cuyas recientes declaraciones relativas al último gobierno militar que más enfadaron a los grupos que detentan el monopolio del bien fueron tres afirmaciones siguientes:

1) "No fueron 30 mil los desaparecidos". 2) "No hubo un genocidio". 3) "Lo ocurrido en los años 70 fue una guerra".

Desconocemos el motivo de tanta ira por parte de sus detractores y lamentamos la pusilanimidad del gobierno actual, quien obligó a Gómez Centurión a pedir disculpas por el sólo hecho de opinar ajustándose a la verdad. Vamos por partes.

1) Del último listado gubernamental y oficial de desaparecidos actualizado por la Secretaría de Derechos Humanos en marzo del 2006 (presidencia de Néstor Kirchner) se confirmó que la cifra real de desaparecidos durante el Proceso de Reorganización Nacional fue la siguiente: 6.809 (datos luego detallados en la edición del libro Nunca Más publicada ese mismo año por Eudeba).

2) La Convención de Ginebra suscripta el 9 de diciembre de 1.948 tipifica el término "genocidio" en su art.2° y allí se define que es:

"la destrucción total o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal"

En consonancia, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, aprobado el 17 de julio de 1.998 define el "genocidio" en su artículo 6 y allí se nos dice lo siguiente:

"se entenderá por ´genocidio´ cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal".

Las circunstancias definidas, obviamente no se dieron durante el conflicto militar contra el terrorismo en nuestro país, puesto que desde ninguna óptica se intentó efectuar ninguna destrucción a grupos étnicos, raciales, ni religiosos, sino a bandas terroristas (fundamentalmente a Montoneros y al ERP –Ejército Revolucionario del Pueblo) que operaban en el país desde mucho antes de la existencia del último gobierno militar, en el afán de asaltar el poder del Estado.

En efecto, durante el trágico desencuentro de los años 70 las Fuerzas Armadas combatieron a los integrantes de dichas organizaciones no por lo que eran, sino por lo que hacían. Que esa guerra iniciada mucho antes del 24 de marzo de 1976 haya contado con irregularidades muy graves por parte de las Fuerzas Armadas no desnaturaliza en absoluto el carácter contrainsurgente de la misma y la condición de desaparecido no convierte al terrorista en inocente.

Podría argumentarse que muchos de los desaparecidos no eran guerrilleros sino simples ciudadanos pacíficos que portaban ideas solidarias, pero los hechos históricos parecieran desmentir esta romántica versión del pasado: basta con saber que Montoneros tuvo al menos 5500 bajas y el ERP 1500, a las que cabe sumar las padecidas por bandas terroristas de menor envergadura como FAL (Fuerzas Armadas de Liberación), FAR (Fuerzas Armadas revolucionarias) u OCPO (Organización Comunista Poder Obrero).

Va de suyo que no descartamos la existencia de muertos inocentes y ajenos a estas organizaciones en tan trágico período, pero lo que sí resulta evidente es que estas desdichadas situaciones constituyeron la excepción y no la norma, excepciones que por otra parte se registran toda vez que se produce una guerra civil de carácter irregular.

Y aquí viene la tercera afirmación de Gómez Centurión que enardeció a los mismos sectores que en esta materia detentan el acaparamiento de la ética pero que semanas atrás despidieron al dictador crónico Fidel Castro como si éste hubiese sido un baluarte de la paz y los derechos humanos: ¿lo vivido en los años setenta fue una guerra?

3) "Coincido con Videla, fue una guerra" declaró el máximo jerarca Montonero Mario Firmenich en reportaje concedido a Javier Vigo Leguizamón. Afirmación que no sólo se haya fundada por el sinfín de hechos objetivos que registra nuestra historia reciente, sino en lo establecido por la sentencia de la Cámara Federal que en 1.985 juzgó a la Junta Militar en la famosa Causa 13. El fallo, entre otras cosas, determinó:

"En consideración a los múltiples antecedentes acopiados en este proceso y a las características que asumió el terrorismo en la República Argentina, cabe concluir que, dentro de los criterios de clasificación expuestos, el fenómeno se correspondió con el concepto de guerra revolucionaria…»; «algunos de los hechos de esa guerra interna habrían justificado la aplicación de la pena de muerte contemplada en el Código de Justicia Militar…»; «…no hay entonces delincuentes políticos, sino enemigos de guerra, pues ambas partes son bélicamente iguales»; «…como se desprende de lo hasta aquí expresado, debemos admitir que en nuestro país sí hubo una guerra interna, iniciada por las organizaciones terroristas contra las instituciones de su propio Estado".

Que lo dicho por Gómez Centurión se ajuste a sobrados argumentos históricos, jurídicos o políticos no implica necesariamente que el dicente y funcionario de la Aduana sea portador de la verdad revelada, pero sí implica que no dijo nada irresponsable, sus afirmaciones se hallan respaldadas por documentos oficiales y de fácil acceso, y que por otra parte, es hora de que terminemos con la hipocresía de vivir bajo el yugo de una falsa libertad de expresión, en la cual toda opinión que se insubordine al arbitrario catecismo progresista deba ser sancionado, aunque lo dicho sea comprobadamente cierto, como en el caso que nos ocupa.

Es autor es abogado, docente y escritor. Su último libro se titula "El Libro Negro de la Nueva Izquierda. Ideología de Género o Subversión Cultural" (Ed. Grupo Unión)

viernes, 10 de julio de 2015

El operativo Cóndor otra vez

El Operativo Cóndor



La Operación Cóndor fue encabezada por Dardo Cabo y María Cristina Verrier, la única mujer del grupo. En total participaron 18 personas en el operativo, entre las cuales se encontraba EDELMIRO NAVARRO (en aquel momento tenía 27 años), vecino de nuestro barrio de Villa Pueyrredón.

Así lo recuerda Edelmiro Navarro:

"Aquel 28 de septiembre de 1966 le dijimos a toda América y al mundo que nuestras Islas ya no estaban solas y olvidadas como muchos creían.

Cuando asumí la responsabilidad de participar en "El Operativo Cóndor", no titubeé un sólo instante. Siempre le estaré agradecido al Flaco Dardo Cabo por haberme seleccionado para una empresa tan grande y hermosa; con él compartí mis ideales, recuerdo aquellos días del ’55 cuando comenzaba la "Resistencia Peronista". Todo era ganar o perder y desgraciadamente perdimos, teníamos pocos recursos para la lucha.

Los hombres que integramos el Comando Cóndor aquel septiembre de 1966 proveníamos, en su mayoría, de una lucha canalizada a través del movimiento peronista, nuestras metas en la vida se habían esfumado, dejamos trabajo, estudios, ilusiones de adolescentes, baile, novia, todo, todo...nuestras vidas fueron puestas al servicio del pueblo y de Perón.

Por eso mis pensamientos vuelan a nuestras Islas Malvinas y recuerdo aquellos días. Pisar tierra malvinera es algo que te atrapa para siempre, ese olor del mar con sus olas que acarician tu rostro, y esa neblina total que rodea la Isla haciéndola inexpugnable.

Recuerdo cuando bajamos del avión al grito de

"LAS MALVINAS SON ARGENTINAS!!! VIVA LA PATRIA!!!"

El 2 de abril de 1982, fue un día especial, apoyamos el hecho, no a sus métodos empleados por la jerarquía militar mandando al genocidio a cientos de niños, soldados sin ninguna experiencia en la guerra.

Hablar de Malvinas es mirar el futuro, los días que vendrán serán los que marcarán hacia dónde fueron los sacrificios, para que de una vez y para siempre podamos imponer nuestra soberanía."

Luego de 5 días de soportar el frío y el hambre, fueron finalmente trasladados a la cárcel de Ushuaia.

Nuestro homenaje, entonces, para quienes siguiendo los pasos del Capitán Rivero – el Gaucho Rivero- hicieron flamear nuestra bandera en el suelo de nuestras "hermanitas perdidas".

Fuente: www.elbarriopueyrredon.com.ar 

miércoles, 18 de marzo de 2015

EA: Sargento Ramón Waldimiro Orué


Los Británicos no pudieron con vos en MALVINAS y viniste a MORIR en manos de Terroristas en La Tablada SIEMPRE defendiendo a la Patria !!!!
Sargento Ramón Waldimiro Orué


Nació en la provincia de Formosa. Tenía la especialidad de comando y al producirse el hecho en La Tablada revistaba en la Compañía Comando 601 con asiento en Campo de Mayo, subunidad que participó activamente en la recuperación de las instalaciones
Era casado y no tenía hijos. Fue ascendido post mortem al grado de sargento 1ro.
El sargento Orué formaba parte del cerco instalado en la noche del 23 al 24 de enero, alrededor del casino de suboficiales donde aún permanecía un importante grupo de terroristas tratando de resistir el ataque de propia tropa. Dos subversivos tratan de huir del lugar, el sargento advierte la maniobra, los intercepta y se produce un intercambio de disparos. Los dos delincuentes terroristas son abatidos y el sargento Orué es herido de gravedad. Se lo trasladó al Hospital Militar Central. Luego de varios días de sufrimiento, falleció el 2 de febrero de 1989.