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lunes, 27 de septiembre de 2021

Cisternas del LOG-9 derramando combustible para evitar su uso por las tropas británicas

Camiones cisterna


Mercedes Benz 1114 del Batallón Logístico N° 9 (LOG-9) del Ejército Argentino, en Puerto Argentino, lanzados así contra el borde del muelle y derramando combustible para evitar que pudieran ser usados por los britanicos después de la rendición argentina.



Uno de estos camiones, era conducido por Carlos Bustos, oriundo de la provincia de Córdoba quien es además uno de los Veteranos de Guerra más famosos de la Argentina.

domingo, 24 de abril de 2016

Operación Algeciras y la voluntad de llevar la guerra a Europa

Operación Algeciras: hace 34 años, la Guerra de Malvinas también se libró en España
Un grupo de argentinos, al servicio de la dictadura militar, fue enviado a España para penetrar las defensas de la base de Gibraltar y hacer estallar una nave militar británica

ABC




La fragata británica Antelope se hundió al estallar una bomba que se encontraba alojada en su sala de máquinas procedente de un ataque argentino y que los británicos intentaban desactivar - AP

IGNACIO MONTES DE OCA - @nachomdeo -

Máximo Nicoletti era el «buzo experto» de los Montoneros, la guerrilla peronista nacida en los años 70. Había ganado ese apodo el 1 de noviembre de 1974, por haber hundido un destructor argentino en el puerto militar de Puerto Belgrano. Había colocado explosivos bajo la línea de flotación de la nave luego de burlar las defensas de la base, cruzándolas bajo el agua. El «experto» se jactaba (sin otra prueba que su insistencia en contar una y otra vez la misma historia) de ser hijo de uno de los comandos submarinos de Mussolini que hundieron al HMS Valiant y al HMS Queen Elizabeth en el puerto de Alejandría el 3 de diciembre de 1941.

El 2 de abril de 1982, el gobierno militar argentino decidió dar un golpe de efecto ante un panorama político y económico interno que se tornaba insostenible. A pesar de la represión brutal, la sociedad ya comenzaba a salir a las calles para manifestar su fastidio por las consecuencias funestas que había traído la llegada de los militares al poder. Y el desembarco y recuperación de las islas Malvinas, un afán que unía a los argentinos sin diferencias ideológicas y de clase, fue una jugada arriesgada para prolongar a un régimen en agonía.

Aunque los cálculos de los estrategas argentinos presagiaban lo contrario, Gran Bretaña reaccionó con furia y alistó la mayor fuerza naval que había organizado desde la Segunda Guerra Mundial para recuperar las islas. Margaret Thatcher, primera ministra de ese país, vio también en un conflicto en Malvinas la solución para remontar el abismo de impopularidad en el que estaba cayendo.

Cuando comenzaron los primeros combates, el director del Servicio de Inteligencia Naval, el almirante Eduardo Morris Gerling, ordenó convocar a Nicoletti.

Nicoletti había sido capturado por los militares argentinos en 1977 junto a su compadre, el también montonero Nelson Latorre, alias «el pelado Diego». Tardaron poco en cambiar de bando, justo antes de entrar en las tremendas sesiones de tortura que les esperaba a los enemigos de la dictadura. La conversión del «buzo experto» fue sincera y fanática. Viajó a Venezuela para infiltrarse entre los exiliados argentinos, pero tuvo que volverse cuando descubrieron que era un topo al servicio de los militares.

Apenas llegó a Buenos Aires, «el experto» fue comisionado como parte de la «Operación Algeciras». Como había hecho Nicoletti con el buque de su propio país ocho años antes, deberían penetrar las defensas de la base de Gibraltar y hacer estallar una nave militar. Latorre se unió al grupo junto con su amigo. Y con ellos, se sumó otro exguerrillero del cual hoy se sabe solo su apodo: «el marciano». En caso de ser capturados, dirían que eran parte de un comando Montoneros que había decidido actuar patrióticamente y por su cuenta contra el enemigo británico.

25 kilogramos de explosivos en una maleta

El grupo partió a París el 22 de abril de 1982 escoltado por el capitán de navío, Héctor Rosales, encargado de vigilar al grupo y servir de enlace con los militares. Desde París, los ex Montoneros atravesaron la frontera e hicieron el camino por carretera a Málaga en dos autos alquilados. Rosales fue por su parte a la embajada argentina en Madrid para recoger una maleta con dos minas italianas cargadas con 25 kilogramos de explosivos, diseñadas para adherirse al casco de un buque. El cargamento había llegado horas antes por medio de una maleta diplomática enviada desde Buenos Aires.

Finalmente, el grupo se reunió en una casa rentada en Estepona, a unos 18 kilómetros de Gilbraltar. Un teléfono en una casa habitada por dos jubilados en Buenos Aires, era el enlace para recibir instrucciones y reportar novedades.

La «Operación Algeciras» tenía, sin embargo, algunos problemas de improvisación. El grupo tuvo que ir a una tienda de El Corte Inglés para comprar un bote de goma y mapas turísticos de la zona de Gibraltar, ya que no tenían planos actualizados para planificar el ataque.

Aquellos turistas argentinos no podían ser menos indiscretos. Cuatro hombres solos que se empeñaban en salir cada día a pasear con un barco frente a la rada del puerto británico en Gibraltar en tiempo de guerra no podían dejar de llamar la atención. Aunque decían ser pescadores, no hacían otra cosa que observar el puerto militar con sus prismáticos en lugar de estar atentos a que las boyas atadas a sus tanzas mostrasen alguna actividad.

El objetivo: la fragata «HMS Ariadne»

Tras unos días vigilando la base, detectaron solo un objetivo de valor estratégico. Era la fragata «HMS Ariadne», que entraba y salía del puerto en intervalos irregulares. Nicoletti estaba ansioso y llamó a Buenos Aires para pedir permiso para volar un viejo remolcador al que le resultaba fácil llegar. Le negaron la autorización y le pidieron que tuviera paciencia. El 3 de mayo llegó la orden de pasar a la acción y en base a las observaciones del grupo, se fijó el 16 de mayo por la noche como el momento para ejecutar la «Operación Algeciras».

Pero el día anterior, todo el plan se vino a pique. El oficial Rosales fue a renovar el alquiler de los coches en previsión de una fuga apresurada. El empleado de la oficina que lo entendió le pidió que lo esperara, solo para darle tiempo a la policía para que llegara al lugar. El marino, al verse atrapado, solo atinó a decirle al oficial a cargo de la captura: «Soy el capitán Fernández de la Armada Argentina y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero su prisionero, no diré una palabra más».

La policía llegó un rato después a la casa de Estepona y detuvo al resto del grupo. En el primer interrogatorio, no lograron que los argentinos confesaran el origen y propósito de los explosivos que estaban en la casa. Una vez en la central de la policía en Málaga, confesaron sus identidades y el objetivo de su presencia en España.

Antes de que llegara la tarde, el presidente Leopoldo Calvo Sotelo (que por casualidad estaba cerca de Málaga) fue informado de la captura. Por orden del mandatario, se los subió a un avión que había usado el primer ministro y llevados a Madrid. Desde a allí y siempre bajo la custodia del servicio secreto hispano, fueron subidos antes que terminara el día en un vuelo que los depositó sin escalas en Buenos Aires.

Inteligencia británica

Para la historia oficial, la captura del comando argentino fue una cuestión de suerte. Según esa versión, la policía estaba detrás de la pista de un grupo de estafadores uruguayos que causaban estragos en las tiendas locales. Los argentinos que se mostraban con grandes cantidades de dólares en efectivo, llamaron la atención de inmediato. Incluso para quien vive en el Rio de la Plata, resulta difícil distinguir entre un porteño y un uruguayo. Las actividades inusuales de los argentinos despertaron las sospechas de los informantes de la policía y de allí hubo poco trecho para que se produjera el arresto.

Hay otros que creen que el cuento de los uruguayos es una excusa para ocultar laacción de la inteligencia británica, que los habría detectado cuando presentaron sus pasaportes en la escala que hicieron en París. Aquellos documentos falsos, confeccionados por Víctor Basterra, un prisionero del campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, eran buenos, pero no lo suficiente como para confundir a los agentes galos. Al menos esa versión es razonable para explicar cómo fue que la «Operación Algeciras» fue arruinada el día anterior a lograr su objetivo.

Como fuera, aquel grupo de prisioneros argentinos era una verdadera contrariedad para el gobierno español. La guerra en Malvinas había exacerbado el ánimo de los sectores nacionalistas locales, para quienes las Malvinas y Gibraltar eran símbolos similares de la política colonial británica. Subirlos a un vuelo sin escala de regreso y el silencio oficial sobre el suceso, fue un modo elegante de sacarse el problema de encima.

Resta imaginarse qué hubiera sucedido de haber tenido éxito la «Operación Algeciras». Un buque de guerra británico hundido en aguas europeas por un comando formado por hombres que apenas unos años antes estaban matándose entre sí. Y todo ello logrado con mapas comprados en una tienda comercial, con pasaportes hechos por un preso de un campo de concentración y frente a las narices de una potencia que ocupa el último enclave colonial en Europa. Hubiera resultado un argumento que pocos novelistas se hubieran atrevido a usar, bajo riesgo de ser acusados de exceso de fantasía.

martes, 10 de diciembre de 2013

Inteligencia: La operación Algeciras

Operación Algeciras 


 

La Operación Algeciras u Operación Gibraltar fue un frustrado plan militar argentino de tipo comando que se intentó llevar a cabo de manera encubierta y extraoficial durante la Guerra de las Malvinas en 1982, en territorio español y británico. Su objetivo táctico (inconcluso) era sabotear a la Marina Real tratando de hundir con minas submarinas un navío de guerra británico cualquiera en la base británica de Gibraltar, e impedir su marcha hacia las islas Malvinas, escenario del conflicto bélico. El plan se llevaría a cabo mediante la actuación de buzos tácticos y la utilización de minas submarinas de origen italiano. 


Introducción 
2 de abril de 1982, Argentina recupera por la fuerza las Islas Malvinas, colonia inglesa desde 1833. Hasta entonces, había sido deseo del país austral recuperar esas islas, y en esa operación militar éste fue llevado a cabo. No obstante en el futuro enfrentamiento la balanza se inclinaba a favor de Reino Unido, empujada por unas fuerzas militares mucho mayores, aún dejando de lado el hecho de que era una potencia nuclear. No obstante, en un conflicto como ese nadie contempló su uso. 

Para volver a tomar las islas, los ingleses planearon un desembarco encuadrado dentro de la “Operación Corporate”. A causa de la situación geográfica del objetivo hubo que recurrir al cuerpo con más historia de Inglaterra, la Royal Navy, y dada su condición de islas, ésta siempre había sido muy poderosa. Además el hecho de ser una fuerza aeronaval, gracias a sus portaaeronaves, le permitía acometer un amplio espectro de misiones. No obstante, para alcanzar el éxito en una operación que dependía exclusivamente de medios navales (Limitando así la capacidad ofensiva que ofrecen el uso de los tres ejércitos de forma combinada) y que se desarrollaría a una gran distancia de sus bases principales, se requería la participación de numerosos buques que supliesen cualquier carencia ocasionada por estos dos factores. Así, la Royal Navy envió a la zona un conglomerado de buques de diferentes clases, desde portaaeronaves hasta submarinos, pasando por buques de suministros. El éxito de la anexión argentina peligraba seriamente. 


 
HMS Conqueror, submarino nuclear inglés que torpedeó y hundió el ARA Belgrano en la guerra de las Malvinas 

A pesar de ser un terrorista para el estado, Máximo Nicoletti fue solicitado por las fuerzas militares argentinas con el fin de sacar provecho a sus conocimientos y experiencia referentes a la lucha armada encubierta, y es que en el amor y en la guerra todo vale. 


Máximo Nicoletti 
Nicoletty nació en Puerto Madryn, ciudad costera de Argentina. Allí se convirtió en un experto buzo. Ya en los años 70 comenzó a militar en la agrupación armada argentina Montoneros. Esta desarrolló su mayor actividad, en forma de atentados y secuestros entre 1970 y 1977 y Nicoletti participó en algunos de ellos. Sus virtudes como buzo se prestaron a la realización de dos atentados bastante famosos. Por un lado, el 1 de Noviembre de 1974, colocó una carga de explosivos accionada por control remoto en la embarcación de recreo del Jefe de la Policía Federal Argentina, el Comisario General Alberto Villar. La explosión mató a Villar y a su esposa. El otro atentado fue contra un buque de la Armada Argentina. El 22 de Septiembre de 1975, mientras se encontraba en los astilleros de Rio Santiago ultimándose su construcción, la fragata Santísima Trinidad sufrió una explosión a causa de cargas colocadas en su base por buzos. Si bien esto no impidió su finalización, si le acarreó problemas futuros. Y es que se podría decir que a Nicoletti el tema de atacar embarcaciones de forma inusual le venía de familia, al haber participado su padre en el proyecto de torpedos humanos de la Regia Marina italiana. 
 
Máximo Nicoletti 

Esto haría pensar que Nicoletti no era una persona demasiado querida por la Armada Argentina, y así era. Fue capturado por el Grupo de Tareas 33/2 de la Escuela de Mecanica de la Armada (ESMA) a finales de la década, pero en lugar de recibir un escarmiento, logró serle útil a sus captores, delatando y facilitando la detención de sus compañeros mientras los identificaba en patrullas callejeras que realizaba junto al personal de la Armada. A partir de ahí, sus relaciones con la autoridad argentina mejoraron, hasta el punto de que se le encomendó la misión de realizar un ataque similar al perpetrado contra la fragata Santísima Trinidad, pero en este caso, contra un buque chileno. Esto se debió a las crecientes tensiones con el país vecino a causa de las discusiones por el Canal de Beagle durante 1978, no obstante, no se llegó a las armas y el ataque fue cancelado. Más tarde fue enviado a Venezuela para realizar labores de inteligencia para la Armada. Fue descubierto y ahí terminaron sus actividades… por el momento. 

Habiendo saldado su deuda con la Armada, viajó a Estados Unidos quedándose en Miami. El 2 de Abril de 1982, se enteró a través de los noticieros de la toma de las Malvinas por parte de Argentina. Esa misma tarde llama a Buenos Aires suponiendo que es probable que le necesiten y le informan que ya están analizando una posible acción. Al día siguiente le llaman ordenándole regresar a Argentina. 


Otra misión de la Armada 
La situación no pintaba bien para Argentina. A pesar de la ventaja de jugar en casa, la Royal Navy era un oponente muy serio y dadas las fuerzas desplazadas se perfilaba como idónea la doctrina de combatir superioridad con ingenio, y en este caso, sería en forma de una acción poco ortodoxa. 

Como ya dijimos, para suplir las carencias del uso de los 3 ejércitos de forma combinada, la Royal Navy desplazó hacia la zona un importante número de buques militares, y siendo esta armada la más poderosa de Europa, eso significaba la carencia de un buen porcentaje de buques dentro de la OTAN. En plena guerra fría, dejando de lado la guerra nuclear total, lo que más se temía era la invasión de Europa Occidental por parte de fuerzas del Pacto de Varsovia en un ataque relámpago que implicaba tomar grandes extensiones de terreno a gran velocidad, para impedir la llegada de refuerzos estadounidenses a tiempo. A pesar de que se discutió (Y se discute) mucho sobre el éxito de esta invasión, en esos momentos era tomada como una amenaza real, y lo que realmente se pretendía, más que repeler el ataque soviético, era retrasarlo para dar tiempo a la llegada de refuerzos. En este plan, las fuerzas navales de la OTAN eran una pieza importante. 

Acertada o no la estrategia de la OTAN, el Almirante Jorge Isaac Anaya, de la Armada argentina, pensaba de forma similar e ideó un plan para hacer desaparecer del hemisferio austral a los buques ingleses que amenazaban la anexión de las Malvinas sin necesidad de hundirlos o atacarles. Para lograrlo pensó atacar a la Royal Navy en una de sus bases europeas, con el fin de hacer ver a la OTAN mediante un incidente tan inesperado que era vulnerable, y que dada la amenaza del Pacto de Varsovia, no era recomendable prescindir de todos esos buques. A fin de cuentas, Reino Unido tenía un compromiso con el resto de países europeos al formar parte de la OTAN, y éstos podrían protestar para que ese importante contingente naval volviese al continente. 

El ataque planeado por Anaya consistía en hundir un buque inglés en Europa, y para aumentar el impacto del incidente, este debía ser un buque de guerra, evitando así además, posibles condenas internacionales por atacar un navío civil. En cuanto a la elección de la base, no era factible una en Reino Unido, ya que unos argentinos levantarían demasiadas sospechas, por lo que se perfiló como idónea la ubicada en la colonia inglesa de Gibraltar. Además, la elección de ésta ofrecía la ventaja de un entorno mucho más favorable al operar el comando desde España, un país donde no tendrían problemas de idioma y llamarían mucho menos la atención. 

Aún así, la operación no se presentaba fácil, y la Armada no dudó a la hora de escoger a Nicolettí para la arriesgada misión. Además de tener gran experiencia en ese campo, al ser un antiguo guerrillero y no un miembro de las fuerzas armadas argentinas, en caso de ser descubierto, el gobierno Argentino podría negar cualquier implicación. Respecto a la organización del comando, Anaya confió esa tarea al Almirante Eduardo Morris Girling, que incluyó en el mismo a otros dos ex-montoneros; Antonio Nelson Latorre alias “el Pelado Diego”, otro experimentado guerrillero y a “el Marciano”, que también tenía experiencia como buzo. Como enlace y acompañando al comando se encontraba el Capitán Hector Rosales. Actualmente, solo siguen vivos Nicoletti y el Marciano, desconociéndose a día de hoy su identidad, ya que prefiere mantenerla en secreto, no obstante, si se sabe que se encuentra ocupando un cargo en un organismo internacional localizado en Nueva York. A pesar de la labor de Girling, Anaya era quien tenía el mando directo sobre la operación. 

Formado el comando, se diseñó la operación. El plan era trasladarse y montar la “base” en la ciudad portuaria de Algeciras, ya que dada su situación geográfica, era la localización idónea. Allí se harían pasar por inofensivos turistas, aficionados a la pesca, teniendo así una excusa para pasar horas en su embarcación pescando, y entre pez y pez, analizar cuidadosamente la situación de la base inglesa. Una vez analizada la situación y el entorno, se aguardaría a la entrada en la base de algún barco militar británico, se consultaría con Anaya y se actuaría en base a las órdenes recibidas. Para hundirlo, se recurriría a dos minas magnéticas de fabricación Italiana cada una con 25 kilogramos de Trytol. El problema de introducirlas en el país se solventó recurriendo al sistema de valija diplomática. Se enviaron tres minas que se camuflaron en una especie de boya y fueron enviadas a la embajada argentina en Madrid, evitándose así cualquier intromisión ajena. 


Vista aérea de la bahía de Algeciras, que nos da una idea de la situación táctica 

Una vez se contase con un objetivo que cumpliese con los requisitos, habrían de aguardar a una noche oscura (Sin luna o nublada), e internarse en el agua con ayuda de un bote. Una vez en las proximidades de la base, se acercarían con el bote hasta una distancia segura, tras lo cual Nicoletti y el Marciano se lanzarían al agua, quedando en la embarcación Latorre, que tenía instrucciones de hundir el bote y huir en solitario si tras un tiempo estipulado, los buzos no volvían. Ambos continuarían su camino buceando para evitar ser detectados. Colocadas y programadas las minas, volverían al bote y se dirigirían a la playa. Desde allí se dirigirían a Barcelona y partirían a Italia, desde donde volverían a Argentina. 


La ejecución 
Estando todo listo, Nicoletti y Latorre partieron hacía París desde el Aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires) el 24 de Abril donde cambiarían de vuelo para llegar a Málaga, pero en lo que se supone que debía ser una mera escala, ocurrió el primer contratiempo. Para desvincular totalmente la operación con el gobierno argentino, se recurrió a pasaportes falsificados. Estos fueron confeccionados por otro ex-montonero, Víctor Basterra, pero a pesar de la reputación de este falsificador, este último trabajo había resultado bastante pobre (Vistos al transluz podía apreciarse la marca del fabricante del papel), y las autoridades francesas se percataron de inmediato. En este incidente tenemos una incógnita que aún queda sin resolver de esta operación y que más adelante será comentada. 

A pesar de lo ocurrido, se permitió a Nicoletti y Latorre continuar su viaje. Una vez en Málaga, se hospedaron en un hotel en Estepona. Tras unos días empleados en preparar el terreno y observar el entorno, se dirigieron a Madrid donde pasaron unos días y se encontraron con Rosales y el Marciano. Tras ello se dirigieron a la oficina del Agregado Naval Argentino en Madrid, que ya había recibido las minas desde la embajada. En ese momento terminaba la etapa “fácil”, ya que hasta entonces, no tenían de que preocuparse, pero desde la recogida de las minas, el comando tenía que transportar en un largo viaje 75 kilogramos de alto explosivo en forma de minas submarinas, que además eran bastante voluminosas (60 centímetros de diámetro). Además estaba el agravante de que en breve se celebraría un mundial de fútbol en España y se temía por un atentado de la banda terrorista ETA, por lo que se incrementó la seguridad y por ende los controles de carretera. Para moverse por España, Nicoletti alquiló un coche en Málaga, y en Madrid se alquilaron otros 2. Para evitar ser descubiertos, en primer lugar iba uno de los coches, seguido por el segundo a 10 minutos y finalmente el tercero, en el cual se transportaban las minas, a 20 minutos. Con esto se pretendía burlar cualquier control de carretera, dando tiempo al coche con las minas a variar su rumbo sin levantar sospechas. 

El viaje hasta Algeciras se desarrolló sin incidentes y allí se alojaron en un hotel. Para moverse por la costa compraron en el Corte Inglés un bote inflable a motor y que posteriormente usarían para realizar el minado del objetivo. En sus salidas de pesca, en las que se movían con total libertad por la zona, comprobaron que las medidas de seguridad eran bastante escasas y por tanto estimaron que la operación era finalmente realizable. 

El primer objetivo que cumplía los requisitos era un pequeño minador atracado en puerto, pero por un lado se trataba de un objetivo bastante modesto, y por otro, en aquellos momentos, Argentina buscaba una solución diplomática al conflicto, que habría fracasado en el momento que se produjese el ataque. Es por esto que a pesar de la llegada a puerto de algunos posibles objetivos como un destructor o un buque de aprovisionamiento, siempre que el comando solicitaba permiso para ejecutar la operación, éste le era denegado. Todo cambió cuando a las 16:01 del 2 de Mayo el crucero ARA General Belgrano de la Armada Argentina es torpedeado y hundido encontrándose fuera del área de exclusión establecida por Reino Unido. Al no haber vuelta atrás y quedando patente el fracaso de la vía diplomática, el 3 de Mayo Anaya da luz verde a Nicolleti. El primer barco militar inglés que entrase en Gibraltar sería minado. 
 
HMS Ariadne 

Tras el visto bueno para la operación, llegó a Gibraltar la fragata HMS Ariadne que se convirtió en el objetivo. Uno de los miembros del comando viajó a Buenos Aires para concretar los aspectos del ataque y volvió a los tres días. La noche del lunes 10 de Mayo, la fragata entró en el puerto y se fijó para la noche siguiente el ataque en caso de que continuase ahí. Ese mismo día por la mañana, Nicoletti envió Latorre y al Capitán Rosales a renovar el alquiler de los coches para garantizar la huida sin problemas mientras que ellos permanecerían durmiendo para estar descansados durante la noche ya que les tocaba el trabajo más duro. Para pagar el alquiler utilizó dinero en efectivo y e aquí el desenlace de la operación. En estos casos es habitual pagar con tarjeta de crédito, y la policía andaba tras la pista de unos argentinos, así que tras haber pagado en efectivo al alquilar el primer coche en su llegada a España, la policía solicitó a la empresa de alquiler que les avisasen si volvían por sus oficinas, y así hicieron la mañana del 10 de Mayo. Habiendo detenido a Rosales y a Latorre, 4 agentes despertaron a Nicoletti y al Marciano a las 12:30 mientras aún dormían en el hotel. 

La incógnita sin resolver que mencionaba antes se plantea en porque buscaba la policía a unos argentinos. Una posibilidad era que en los meses previos, un grupo de argentinos y uruguayos habían perpetrado un atraco a un banco de la zona y por ello, la policía les seguía la pista. La otra consistía en que las autoridades francesas, al percatarse de la falsedad de los pasaportes, alertase a las autoridades españolas y británicas. 

Lo que imposibilitó esta operación fue un incidente casi fortuito. El 31 de mayo de 1982 dos detectives españoles detuvieron en Málaga un automóvil alquilado en el viajaban dos argentinos que se habían hecho sospechosos por los gastos que realizaban. Se alojaron en un hotel como turistas y se pensó que podían ser narcotraficantes. 

Cuando la policía española detuvo a los argentinos, estos trataron de continuar la operación a cualquier precio. Fue por eso que el capitán de la operación pidió hablar a solas con el comisario, con quien tuvo la siguiente conversación: 

-Soy el capitán Fernández, de la Armada Argentina, y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero prisionero de guerra y no diré una palabra más. 

-Si tú eres marino argentino, yo soy sobrino del Papa.-le contestó risueño el comisario y ordenó a la policía que detuviera a los otros dos argentinos que esperaban en el hotel en el pueblo de San Roque. 

Cuando los miembros de la operación fueron capturados se dieron cuenta de que el trámite de detención se iba a demorar mucho, por lo que les pidieron a los policías almorzar con ellos. 

Según relataron los mismos miembros de la operación. 

- Fue un almuerzo muy divertido, los policías españoles lamentaban que este hecho hubiera llegado a sus superiores, y de no haber sido así, los hubiesen dejado libres. - recuerdan los miembros de la operación. 

-"Los españoles nos trataron muy bien. -recuerda- vino uno y nos dijo: Hombre, si yo hubiera sabido que ibais a hundir un barco inglés os dejaba. Después de todo, el Peñón de Gibraltar también es territorio usurpado por Inglaterra." Después del almuerzo, el capitán y los ex guerrilleros miembros de esta operación fueron transportados a Málaga. 

Las razones por la cual esta operación no pudo ser llevada a cabo son muchas, se dice que si el grupo hubiese sido provisto de un mapa militar en lugar de un mapa turístico, hubieran llevado pasaportes falsificados de buena calidad (no como los que llevaron, que ya generaron sospechas en Francia, primer destino de los miembros de la operación), y hubiera utilizado tarjetas de crédito en lugar de dinero en efectivo, la historia hubiera tenido otro desenlace. Por otra parte, las operaciones de este calibre las suele planificar un grupo especializado, en el cual uno hace las tareas referidas al reconocimiento y otro ejecuta la operación. 

En aquellos momentos se encontraba en Málaga el presidente del gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, que para evitar cualquier fuga de información y que el asunto trascendiese más, ordenó embarcar a los 4 argentinos y a otros 4 efectivos policiales en su propio avión y despegar inmediatamente rumbo a Madrid. Eso fue a las cuatro de la tarde, poco más de 3 horas tras la detención. Una vez en la capital, salieron desde el aeropuerto de Barajas rumbo a las Islas Canarias acompañados de la policía, donde hacían escala para su destino final, Buenos Aires, viaje que ya harían solos. 

Con esto finalizaba la operación Algeciras, quedando en el aire la incógnita de que fue lo que puso tras la pista a la policía y más importante aún, si Anaya estaba acertado en su planteamiento de atacar a la Royal Navy en Europa. 


Artículo por Alberto "Duffman" López 

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