sábado, 3 de agosto de 2024
viernes, 31 de mayo de 2024
miércoles, 6 de marzo de 2024
Gran Malvina: El choque entre Duarte y Hamilton
Enfrentamiento entre Comandos
El 10 de Junio de 1982, ya casi sobre el final de la guerra, al norte de Puerto Howard en la isla Gran Malvina se produjo un enfrentamiento entre una patrulla de la Compañía de Comandos 601 del Ejército y una patrulla del S.A.S. (Special Air Service), al mando del capitán Gavin John Hamilton. En el Conflicto del Atlántico Sur, el Ejército participó con las Compañías de Comandos 601 y 602.
El teniente primero José Martiniano Duarte, los sargentos Eusebio Moreno y Francisco Altamirano, y el cabo Roberto Díaz, presentían que algo ocurriría.
Duarte: “De regreso a Puerto Howard veníamos muy sigilosos y cuando empiezo a dejar una pared de piedra a la izquierda escucho una comunicación de radio en inglés del otro lado de las piedras. Me paro y le hago señas a Moreno tocándome el oído. Retrocedimos y nos sacamos las mochilas. Moreno toma una granada, le saca el seguro y yo le tomo la mano para detenerlo. En una fracción de segundo pensé todas las posibilidades. Pero resultó ser la patrulla del capitán Hamilton (jefe del Escuadrón 19 del S.A.S).
Veo a un soldado arrastrándose hacia nosotros, era morocho con bigotes y tenía un pasamontaña verde oliva que me resultaba familiar (era de la Infantería de Marina Argentina y que lo habían tomado en las Georgias). Me asomo y les grité (en inglés): ¡argentino o inglés (…) Salgan con las manos en alto!).
El hombre pega un salto al costado y nos dispara una ráfaga con su fusil automático AR15. Entonces Moreno tira la granada y empieza el combate. Fuego de un lado y del otro, nos tiran una granada que cae muy por detrás nuestro.
Durante el enfrentamiento cae herido de muerte uno de ellos; en un momento veo que salen hacia mi flanco izquierdo, eran dos, nos tiraban y se movían hasta que uno de ellos se desploma (era el capitán Hamilton), y cuando el otro corre para ocupar una nueva posición y lo ve al jefe desplomarse, tira el fusil, levanta los brazos y se pone a gritar como loco, en una clara señal de que se había rendido.
viernes, 30 de diciembre de 2022
miércoles, 10 de agosto de 2022
Peor accidente del SAS desde la SGM
Peor accidente del SAS desde la SGM
Sea King trasportando Comandos SAS Special Air Service Britanicos cae aparentemente por unas bandadas de Albatros del Sur... Sin embargo hay dudas si habría sido un ave (que no vuelan de noche, ni tan lejos de las islas) o algún problema mecánico o error del piloto. Jamás se sabrá, pero entiendo que tapa muchas responsabilidades hechar culpas a un plumífero que quedó en una turbina.
Veinte miembros de la unidad élite murieron cuando su helicóptero Sea King perdió poder y se acabó en el atlántico sur helado después de una colisión con un albatros por un capricho del destino.
Mick Williams, que aun sufre de la trauma de los eventos aquel 19 de mayo de 1982, nos relato como el helicóptero se cayo desde una altura baja y luego se llenó de agua dado que las ventanas se rompieron al impactar en el superficie del mar.
En el caos detrás del impacto, la mayor parte de los pasajeros se ahogaron pero los sobrevivientes lucharon entre ellos para alcanzar una pequeña bolsa de aire y luego escapar por una de las puertas o ventanillas del helicóptero. Es esta desbandada desesperada para la vida que ha dejado a Mick, solo tenia 21 años cuando ocurrió, desgarrado por la culpabilidad que sobrevivió el mientras sus compañeros y amigos perecieron.
Mick, que sufre con el trastorno de estrés postraumático y es un recluso, dijo “Estábamos en proceso viajar entre HMS Hermes y HMS Intrepid. Me recuerdo el agua estaba muy mansa cuando partimos, y que la cantidad que éramos abordo del Sea King”.
“Me senté con mi espalda contra una ventanilla, pero mis brazos eran tan apretados contra mis lados que no pude ponerme el cinturón.
El motor luchaba con el peso adicional – parecía que era mas probable que hacemos un hueco en la cubierta en vez de despegar. Cuando empezamos a subir, me sentí cansado.
No oí el pájaro ser ingerido por el motor. En vez de esto, me desperté cuando el helicóptero se pegó al agua. El Sea King ya había sido inclinado en un lado y yo estaba abajo de un montón de cuerpos. Yo había sido tirado hacia atrás y tragado unos bocados de agua.
Aunque parezca raro era calmado y surrealista en este capullo de negro y sonidos apagados. Luego, el instinto de sobre-vivencia se despertó en todos. Hombres que habían pasado año juntos lucharon entre ellos, desesperadamente intentando alcanzar al bolso de aire.
Habia hombre de pie por encima de mi, sus botas aplastando a mi pecho. Entonces, los tiré hacia abajo, forcejeando con ellos, mis mejores amigos, hombre que querrian, lo único que querríamos era vivir. Si yo hubiera muerto, algunos que murieron habrían sobrevividos.
No pienso en mucho mas que esto. Mi vida desde el accidente ha sido consumido por esta dilema de la conciencia.
Yo no tengo la menor idea como me saque del Sea King. Mi próxima memoria es cuando llego en el superficie del agua. Mis dedos, brazos y piernas entorpecidos. No pude inflar mi chaleco, y luego empezaron a aparecer otros. Sus gritos de ayuda resonaban sobre la bahía.
Nos reunimos en el agua y nos agarramos. Había un grupo de unos siete personas. Gritamos los nombres de los demás, pero no había respuesta ninguna.
Me recuerdo el hombre a mi lado diciéndome que querría dormir. Los dos sabíamos que si se durmió, nunca se despertará.
Demasiado entorpecido para sentir dolor, Mick no fue consciente de su pulmón perforado y costillas facturadas. Luego, el piloto del helicóptero se acerco en el agua.”
Mick, 46, aun vive en Hereford, la sede del SAS, dijo “Gritamos al piloto que se enciende su bengala. Repetidamente se lo soltó, dado que sus dedos eran tan entorpecidos. Gracias a dios que tenia una cuerda. Cuando se fue nadando, le insultamos. No sabíamos que había visto a una Balsa salvavidas y nos dejó para nadar hacia ello.
El hombre a mi lado ya se encontraba flotando boca abajo en el mar. Por saber que estaba muerto, me agarré a su cuerpo para mantenerme vertical. Ojala que pudiera borrarme esta memoria, pero lo sé que no lo lograré nunca.
Después de lo que pareció una eternidad un pequeño barco de HMS Brilliant arribó para sacar a Mick y los demás sobrevivientes del mar.
Añadió Mick “Los médicos me pusieron por debajo de un montón de mantas y me administraron la morfina. Gritaba los nombres de los que habían muerto en el accidente. Luego empecé a sentir un sentimiento de culpabilidad aplastante que había sobrevivido y mis mejores amigos Mark y Paul no lo habían logrado. Sentí que no merecía vivir.
Nos peleamos todos entre nosotros por debajo del agua pero por vivir yo condené a otros a morir. Esto es como lo veo ahora, 25 años después.
De mi grupo de amigos de G Troop, yo fui el único sobreviviente.
Mick fue dado de permiso inmediato durante seis meses después del conflicto de las Malvinas. Escenas retrospectivas y pesadillas se ocurrieron con frecuencia cuando volvió a trabajar.
Permaneció en el SAS hasta 1988 y diagnosticaron el trastorno de estrés postraumático dos años mas tarde.
domingo, 10 de abril de 2022
miércoles, 2 de marzo de 2022
Asalto aerotransportado: Mikado inspirado en Entebbe
Funciones que son particularmente vitales - Operación Mikado
Rubber-Band Powered BlogEn el apogeo de la Guerra de las Malvinas en mayo de 1982, los británicos propusieron una incursión del Servicio Aéreo Especial (SAS) en un aeródromo ubicado en el extremo sur de Argentina.
Un C-130K de la Royal Air Force
Titulada Operación Mikado, hay una buena razón por la cual la incursión no continuó. Ningún avión podría llevar las bolas necesarias para escapar con éxito de esta misión.
Retrocedamos. La Guerra de las Malvinas, la recuperación británica de sus islas del Atlántico Sur por el mar por parte de las fuerzas argentinas, duró dos meses y medio en 1982. Por coincidencia, se produjo un nuevo amanecer en el puente aéreo táctico en esta época, como el concepto de lo que se podía lograr con un transporte (como digamos, un Hércules C-130) estaba cambiando. Desde la Segunda Guerra Mundial, el transporte aéreo táctico se había mantenido como un medio para ganar ventaja sobre un enemigo en el campo de batalla (lanzar paracaidistas desde la línea del frente) o reabastecer unidades distantes (especialmente aquellas atrapadas en los bolsillos del territorio enemigo). Pero todo eso cambió en 1976.
Ese año, terroristas palestinos secuestraron un avión de Air France y lo obligaron a ir al aeropuerto de Entebbe en Uganda. Los israelíes organizaron un esfuerzo de rescate (sobre el que escribiré en otra publicación) con cuatro C-130 Hércules, entregando un equipo de tropas de fuerzas especiales que combatieron a los soldados y secuestradores ugandeses en la terminal del aeropuerto, y rescataron a los rehenes. Cuatro años después, Estados Unidos intentó replicar esta hazaña en una escala mucho más ambiciosa en Irán, con la Operación Garra del Águila. Para rescatar a 60 rehenes retenidos en su antigua embajada en Teherán, los EE. UU. Utilizaron seis C-130 para entregar 120 operadores de Delta Force y su comitiva, junto con fragmentos de combustible, a un sitio llamado Desert One en medio de Irán (otro tema para otra publicación de blog). En Desert One, los Deltas serían descargados en helicópteros Marine RH-53, que serían reabastecidos y enviados a Teherán para el rescate. Los meses de preparación no llegaron a nada en Desert One cuando la misión fue abortada después de que uno de los RH-53 se descompuso, y el desastre se desarrolló cuando otro RH-53 entró en un C-130, matando a ocho militares estadounidenses. Sin embargo, por sus propios méritos, el elemento C-130 de la Operación Garra del Águila, que había volado por debajo de la red de radares de Irán, cumplió sus objetivos y escapó (de lo contrario) sin ser detectado, fue posiblemente un éxito y demostró la audacia que fue posible con meses de planificación, la inteligencia correcta y un poco de ayuda de los países vecinos.
Estas redadas tuvieron una consecuencia más duradera que el rescate de rehenes (o el intento de los mismos). Alimentaron la imaginación de los gobiernos de todo el mundo, que ahora dieron testimonio de los efectos de las incursiones aerotransportadas de precisión que se lanzan a largas distancias en el corazón de una potencia extranjera, produciendo efectos a nivel estratégico. El éxito de tales incursiones en el futuro mejoraría aún más con la introducción de gafas de visión nocturna de segunda generación como el PVS-5 (no utilizado en Entebbe) a las potencias occidentales a principios de la década de 1980; y la introducción de sistemas de contramedidas de guerra electrónica en los aviones de transporte. Ambas características dieron a las tripulaciones la capacidad de volar más bajo bajo una capa de oscuridad e intentar evitar la detección de radar, logrando algún elemento de sorpresa al asaltar un objetivo.
Viaje al fondo de la tierra: la ruta británica para retomar las Malvinas.
Pocos podían esperar entonces que la invasión de abril de 1982 de las Islas Malvinas por parte de la junta militar gobernante de Argentina fuera el escenario para un ataque aéreo táctico decisivo. Pocos fuera del establecimiento británico esperaban algún esfuerzo para retomar las islas. Incluso la Fuerza de Tarea de la Royal Navy que zarpó para reclamar las Malvinas tuvo cierto grado de precaución sobre su éxito. Su cubierta aérea provendría de sistemas de misiles a bordo de barcos y de los cazas Sea Harrier lanzados desde los portaaviones HMS Hermes e Invincible, los pequeños jets de salto aún se están introduciendo en servicio. Su oposición fue un total de 240 aviones enviados por el ejército argentino, desde combatientes supersónicos y aviones de ataque, hasta aviones de apoyo aéreo y helicópteros de tropas. No menos preocupante era una armada de aviones de transporte y vigilancia, que se utilizaron para reabastecer a la guarnición argentina en las Malvinas, o acechar a la Fuerza de Tarea de la Marina Real a través del Atlántico Sur. Una serie de aeródromos a lo largo de la costa sur de Argentina les permitió llegar fácilmente a las Malvinas, garantizando a las fuerzas desplegadas allí cierta cobertura aérea. Desde el mar, la Armada de Argentina optó sabiamente por no enviar su portaaviones al conflicto (una decisión reivindicada por el Royal Navy que hundió al general ARA Belgrano con relativa facilidad), dejando que sus aviones de ataque a bordo se lanzaran desde el aeródromo de Río Grande extremo más meridional del continente argentino. Aquí había una flota de A-4 Skyhawks (más tarde utilizada para realizar ataques de bombardeo de bajo nivel contra la flota de la Royal Navy) y un puñado de Dassault Super Etendards, este último capaz de disparar el misil antibuque Exocet. La Royal Navy en sí estaba equipada con Exocets lanzados al mar, y la posibilidad de que los aviones argentinos los lanzaran desde una distancia de 70 km creó temor en sus corazones.
Un Super Etendard de la Armada argentina, con un Exocet visible debajo del ala de estribor. Los primeros cinco de los 14 Super Etendards para Argentina se entregaron en 1981 y todavía estaban en integración con el Exocet cuando estalló la guerra. En 1984, se entregaron los nueve aviones restantes.
A pesar de la ventaja de la placa base, los brazos aéreos de Argentina enfrentaron varias desventajas durante todo el conflicto. La captura de las Malvinas tomó por sorpresa a muchas unidades militares argentinas. La Armada de Argentina todavía estaba lanzando la introducción del Exocet a su Super Etendard, y poseía solo cinco misiles que podían lanzarse por aire. Francia estaba convencida de cortar el suministro de más misiles, lo que llevó a Argentina a buscar rápidamente Exocets adicionales a través de Perú (que finalmente fueron negados por Francia). Mientras tanto, los Skyhawks confiaron en un método altamente arriesgado para lanzar una línea de bombas "tontas" a bajo nivel y alta velocidad para hundir barcos. Sin el uso de su portaaviones, la Armada de Argentina confió en solo dos aviones cisterna KC-130 para dar a sus Super Etendards y Skyhawks el alcance para atacar a la Fuerza de Tarea de la Royal Navy. Sobre las Malvinas, los jets rápidos de la Fuerza Aérea solo podían brindar minutos de cobertura durante cada misión, o también llevar a cabo ataques con bombas tontas.
Un Super Etendard argentino tomando combustible de un KC-130
La realidad de la amenaza que enfrenta la Fuerza de Tarea fue clara el 4 de mayo de 1982, cuando un misil Exocet golpeó al HMS Sheffield. La ojiva en el Exocet no detonó, pero el daño del impacto causó que la nave se hundiera seis días después. La Fuerza de Tarea no tenía dudas de que si un misil golpeara a uno de los portaaviones, especialmente al buque insignia, el HMS Hermes, y los sacara de la acción, la guerra se perdería.
HMS Sheffield después de ser golpeado por un Exocet
El mismo día que el HMS Sheffield fue herido de muerte, se produjo un desarrollo importante en Inglaterra. Un transporte Hércules C-130K, que había sido equipado apresuradamente con una sonda de reabastecimiento de combustible aire-aire, logró su primera conexión nocturna desde un camión cisterna. La modificación de la sonda fue parte de un esfuerzo furioso dentro de la Royal Air Force (RAF) para extender el alcance de su flota en respuesta a la Guerra de las Malvinas. El aeródromo amistoso más cercano estaba en la Isla Ascensión en el medio del Atlántico, a una distancia considerable de los aeródromos amistosos más cercanos en Inglaterra y Gibraltar. El rango de vuelo para los aviones de la RAF necesitaría extenderse aún más para llegar a las Malvinas, ya sea para ayudarlos a recuperarlos o para mantenerlos después de la guerra. Una posibilidad muy distante para la RAF consistía en un ataque contra el continente argentino.
La inclusión de una sonda de reabastecimiento de combustible en el C-130K demostraría ser un instrumento vital en una posible incursión contra Argentina que, de llevarse a cabo, sería uno de los ataques más audaces de la historia. Hasta ahora, la comunidad de inteligencia británica había liderado los esfuerzos para negarle a Argentina el misil Exocet en el mercado negro. Asimismo, se realizaron esfuerzos diplomáticos en Francia para evitar cualquier posibilidad de que más exocetos encuentren su camino a Argentina.
Ayudado por Roger Moore en la película de 1983 de James Bond "Octopussy".
Después del golpe en el HMS Sheffield, cuatro Exocets lanzados al aire permanecieron en el arsenal argentino. Una incursión de bombardeo de alto nivel al estilo de Black Buck por un vulcano en Río Grande demostraría ser demasiado vulnerable para la tripulación, sin garantía de la destrucción del Exocet en el suelo. Peor aún, casi no existía inteligencia sobre la disposición de la Armada argentina en Río Grande. La mejor vía para la retirada del conflicto de Exocet sería mediante una incursión de las fuerzas especiales entregada por un transporte. Poco después de que estalló la guerra, el Escuadrón No. 47 de la RAF comenzó a prepararse para esta posibilidad con un régimen de vuelo nocturno C-130K Hércules.
La incursión se tituló Operación Mikado, e involucraría a dos (y luego solo uno) Hércules C-130K que entregarían hasta 60 tropas desde el Escuadrón SAS B al aeródromo de Río Grande por la noche. Las prioridades del Escuadrón B eran triples: buscar y destruir a los Exocets; destruir cualquier avión de la Armada argentina que encontraron; y, si es posible, encuentre a los pilotos en sus bloques de alojamiento y matarlos.
Un C-130K de la Royal Air Force
Los pilotos del C-130K entrenaron duro. Se practicó la formación de dos aviones volando a bajo nivel durante la noche, realizando ensayos en los campos de aviación de la RAF en Inglaterra y Escocia. Hay una descripción fantástica de los ensayos aquí, incluidas entrevistas con uno de los navegantes y pilotos del C-130K. En mi investigación limitada, no puedo encontrar evidencia sobre si la aeronave estaba equipada con algún receptor de advertencia de radar o equipo de gafas de visión nocturna durante el entrenamiento o inmediatamente antes de la redada (y agradecería cualquier consejo) Cualquiera de los sistemas hubiera sido esencial para mejorar Las posibilidades de éxito de la redada.
La planificación y los ensayos para la Operación Mikado continuaron, pero se presentaron varios factores clave. Si bien los C-130K podrían reabastecerse de combustible, mantener a los petroleros Victor en la estación para un viaje de regreso a la Isla Ascensión los dejaría peligrosamente cerca de Argentina. Sin la posibilidad de un vuelo de regreso, los C-130K tendrían que abandonarse en Río Grande o volar a la vecina Chile (unos 80 km al oeste). Otro factor limitante fue la falta de inteligencia crucial en Río Grande. Ambos problemas se manifestaron en la Operación Plum Duff, un precursor de Mikado que buscaría construir una imagen más clara del objetivo.
Un Seaking de la marina real
El 17 de mayo, un Royal Navy Sea King fue despojado para ser una "lata de gas volador" y enviado desde la flota, con la misión de entregar un equipo de observación SAS a un lugar cerca de Río Grande. El éxito de la misión es discutible. Según esta cuenta, el Sea King fue detectado en el radar, y los combatientes argentinos fueron enviados a interceptarlo. Sin embargo, una fuerte neblina protegió al Sea King, y por pura suerte su tripulación descargó la patrulla SAS no en el punto de entrega acordado (que estaba repleto de infantes de marina argentinos) sino en la frontera con Chile. El Ministerio de Defensa del Reino Unido nunca reveló el destino final de esta patrulla, que se cree que partió de la frontera con Argentina. Mientras tanto, la tripulación del Sea King destruyó su helicóptero y evadió al ejército chileno durante más de una semana antes de ser capturados y devueltos al Reino Unido. Para una cuenta de esta misión, revise estas memorias de la tripulación.
El papel de Chile durante estos eventos demostró públicamente que se había convertido en una especie de socio silencioso para los británicos en las Malvinas. Dejando de prestar apoyo explícito, el trato de Chile a la tripulación del Sea King fue bastante hospitalario, y los vuelos de reconocimiento de Nimrod volaron desde el aeródromo de San Félix, propiedad de Chile, en el Océano Pacífico. Es especulativo sugerir que la RAF habría empleado el Nimrod R.1 de San Félix para volar a lo largo de la frontera entre Chile y Argentina, pero existe un fuerte argumento de que este podría haber sido el caso. Las ganancias de ELINT de este avión, especialmente en la construcción de una imagen de la cobertura de radar de Argentina, serían demasiado buenas para perderse.
Con este escrutinio, Argentina seguramente debe haber visto que Río Grande estaba en la mira. Ya habían intentado acercar la guerra al enemigo con la Operación Algiceras, una incursión de comando utilizando minas de lapa en los barcos en el puerto de Gibraltar, que estuvo terriblemente cerca del éxito. En su propio territorio, la amenaza a Río Grande fue suficiente para que tres batallones de marines argentinos estuvieran estacionados para defender la base aérea contra cualquier ataque, superando abrumadoramente cualquier fuerza que los británicos pudieran desembarcar allí, incluso por sorpresa.
La responsabilidad de la redada sería con el Escuadrón B de SAS, y si los riesgos no fueran evidentes para ellos, entonces la falta de inteligencia sobre el terreno sí lo era. Los israelíes habían lanzado Entebbe con planos arquitectónicos de la terminal aérea donde estaban retenidos sus rehenes, mientras que los estadounidenses sistemáticamente construyeron una imagen de su embajada capturada en Teherán. A falta de inteligencia satelital proporcionada por los Estados Unidos, no existía tal imagen de Río Grande para los británicos. El brigadier Peter de la Billière, director de la SAS, había defendido la redada poco después de que estallara la guerra al Ministerio de Defensa y al Primer Ministro como esenciales para la seguridad de la Fuerza de Tarea. El mayor John Moss, comandante del Escuadrón B, estaba menos convencido de su posibilidad del éxito de la redada, lo que llevó a su reemplazo sumario en el equipo. En la Isla Ascensión, el Escuadrón B de SAS esperó con la RAF C-130K la orden de llevar a cabo el ataque, que tendrá lugar entre el 19 y el 23 de mayo.
El plan ahora requería que se lanzara un solo C-130K desde Ascensión a la hora del día con un equipo de hasta 55 soldados SAS y Land Rovers en su bodega de carga. Durante un vuelo de 12 horas a través del Atlántico Sur, el C-130K repostaría hasta cuatro veces en camiones cisterna Victor (que probablemente requerirían reabastecimiento de combustible) antes de descender a la altura de la cima de las olas para acercarse a la costa argentina bajo una capa de oscuridad. La combinación de largas horas pasadas en la parte posterior del Hércules durante el reabastecimiento de combustible aire-aire, y una inserción táctica de bajo nivel volada durante más de 100 km, significaron que las tropas SAS habrían sido sometidas a uno de los paseos más incómodos de la historia de Hércules.
Suponiendo que el C-130K no hubiera despertado los radares argentinos durante su ingreso, el transporte rugiría sobre la ciudad de Río Grande mientras su población dormía. Al aterrizar en la Pista 25, el Hércules arrojaría inmediatamente su carga de tropas SAS desde las puertas exteriores y la rampa de carga, desplegándose alrededor del avión para proporcionar una cubierta protectora. Los maestros de carga habrían desencadenado a toda prisa los Landrovers de la cubierta de carga (tal vez incluso antes del aterrizaje) y descargado los vehículos a través de la rampa durante una ruidosa descarga del motor. La planificación inicial requería que el C-130K permaneciera en el aeródromo durante 30 minutos durante la redada y recogiera las tropas después de que se completara su misión (o incluso que el avión fuera abandonado), pero el Escuadrón B dejó a la tripulación de la RAF sin duda - ellos harían su propio camino a casa. A medida que el Escuadrón B asaltaba los hangares y bloques de alojamiento de Río Grande, los maestros de carga del C-130K yacían boca abajo en la rampa, mirando el tiroteo a través de gafas de visión nocturna y dirigiendo a la tripulación de Hércules mientras atacaba el impulso inverso a lo largo de la pista de aterrizaje de Río Grande. Una vez que hubiera suficiente distancia disponible en la pista, la tripulación del C-130K seleccionaría la potencia delantera completa y despegaría, volando la distancia restante hacia la seguridad en Chile. En total, el C-130K pasaría menos de cinco minutos en suelo argentino, y marginalmente más tiempo en su espacio aéreo. Mientras tanto, el Escuadrón B llevaría a cabo su misión y luego se abriría camino hacia la frontera con Chile.
Pero la llamada al lanzamiento nunca llegó. El desembarco anfibio en las Malvinas comenzó el 21 de mayo. El 25 de mayo, se cree que la Armada argentina pasó dos Exocets en el hundimiento del SS Atlantic Conveyor, que transportaba una carga útil esencial de helicópteros y equipos de construcción de pistas para los británicos. Sin embargo, gran parte del daño a la Royal Navy Task Force se produjo a manos de ataques de bajo nivel de aviones de ataque argentinos que entregaban bombas no guiadas, y estos aviones sufrieron un alto costo. A pesar de algunos temores de que podrían verse abrumados, los Sea Harriers de la Royal Navy se habían demostrado un luchador notablemente moderno y capaz en defensa de la flota, sin mencionar que proporcionaron un poco de apoyo aéreo cercano durante los aterrizajes. Una vez que los británicos aceptaron el plan para insertar el SAS en Río Grande por el C-130K, en su lugar se trasladaron a una inserción submarina, con los asaltantes cubriendo la última distancia en un bote inflable. Si bien Río Grande está cerca del agua, el SAS aún habría tenido que abrirse paso a través de las defensas de la base antes de que pudieran hacer su daño, y luego llegar a un lugar seguro, a pie a Chile, o en lancha auxiliar al submarino. La misión se practicó en las Malvinas, pero fue reemplazada por el fin de la guerra.
Si la Operación Mikado hubiera seguido adelante, entonces es fácil esbozar dónde habría encontrado el fracaso. El malogrado comandante del Escuadrón B de SAS, el mayor John Moss, luego fue a Río Grande después de la guerra y consideró que la redada habría sido suicida. Sin tener en cuenta los tres batallones marinos en Río Grande, el equipo de SAS se habría enfrentado a aviones fuertemente vigilados (y dispersos), una perspectiva difícil de matar a los pilotos argentinos en sus camas, y una búsqueda de dónde estaban exactamente almacenados los Exocets. Luego tendrían que cubrir la distancia restante hasta una frontera hostil con Chile, alterando así un delicado equilibrio diplomático aquí. Aún más difícil de predecir es el grado de éxito que Mikado habría logrado; sin duda, habría destruido varios aviones argentinos y causado una pérdida considerable de vidas que habría arrojado resultados sobre las Malvinas. Suponiendo que el Hércules llegó a Río Grande sin ser detectado (las unidades de radar de la RAF insistieron en que detectaron los C-130K durante los ensayos), habría sido una larga espera de cinco minutos en el suelo en Río Grande para salir ileso.
Actividad de la Royal Air Force en Ascension Island
La Guerra de las Malvinas aún resultó fructífera para los C-130K de la RAF. Junto con los transportes VC-10, fueron fundamentales para formar un puente aéreo desde Inglaterra a la Isla Ascensión (y más tarde a las propias Malvinas) que vio más de 3,250,000 libras de carga transportada por aire durante las primeras etapas de la guerra. A lo largo de la guerra, Hércules equipado con tanques de combustible adicionales hizo lanzamientos aéreos a la Fuerza de Tarea de la Royal Navy, justo a través de las naves cuando cerraron en las Malvinas.
Hoy, la Royal Air Force ha ganado y perdido muchas capacidades que poseía durante las Malvinas. La flota de Nimrod se fue, eliminando cierto grado de protección de fuerza para una flota de superficie, y pasará otro año antes de que se entregue el RC-135 para proporcionar una capacidad de recolección ELINT. Por el contrario, los C-130K de la RAF se desarrollaron a pasos agigantados en el rol de operaciones especiales, y cuentan con un considerable historial de servicio en los últimos años en Libia, Irak y Afganistán. En comparación con 1982, el C-130K hoy está equipado con una torreta de sensores infrarrojos, cámaras de televisión y contramedidas para derrotar a los misiles guiados por infrarrojos entrantes. Los equipos están bien versados en el uso de gafas de visión nocturna para volar a bajo nivel al amparo de la oscuridad. A pesar de su talento, el C-130K ha envejecido con el tiempo y el uso intensivo, y pronto será retirado del servicio. El soporte de operaciones especiales se dejará al C-130J, al menos hasta 2022, cuando la RAF espera retirar su flota de modelos J. A partir de entonces, todo el puente aéreo táctico se convertirá en el dominio de 22 transportes Atlas A400M.
Es cierto que un Atlas podría haber enviado una fuerza bastante intimidante a Río Grande, pero tengo mis dudas de que, en el clima económico de hoy, se hubiera arriesgado en una pista de aterrizaje hostil durante cinco minutos.
jueves, 13 de enero de 2022
Thatcher ordena atacar el continente y destruir la base aeronaval de Río Grande
Malvinas: el día que Thacher pensó que podían perder la guerra y decidió atacar al continente para destruir aviones y eliminar a los pilotos
El ataque al destructor Sheffield con misiles Exocet generó una conmoción política y militar. Desnudó la debilidad de la defensa británica: si se impactaba sobre uno de los portaviones, podrían perder la guerra. En el libro “La Guerra Invisible” se revela que en ese momento Gran Bretaña decidió hacer una misión de ataque sobre el continente para destruir los Super Étendard, los misiles y matar a los pilotos alojados en la base de Río GrandeEl 4 de mayo de 1982, dos pilotos de la Aviación Naval golpearon sobre el destructor con el misil Exocet, lanzados desde aviones Super Étendard. Los pilotos Augusto Bedacarratz y Armando Mayora habían dado en Sheffield. Cuando aterrizaron en la base de Río Grande aun no sabían del éxito de su misión. Juntos comenzaron a relatar la misión en un papel en la sala del hangar y luego la pasaron en limpio en el casino de oficiales. Bedacarratz recordaba los detalles de la acción, Mayora aportaba los suyos y los escribía. Fue en ese momento que en la sala se interceptó la radio BBC y escucharon la novedad. El gobierno británico reconocía, a las cinco de la tarde hora británica, que el Sheffield había sido atacado por un misil y la acción había provocado veintidós muertos y una cantidad indeterminada de heridos. El destructor todavía se estaba incendiando.
En La Guerra Invisible, Marcelo Larraquy revela cómo en ese momento Gran Bretaña decidió hacer una misión de ataque sobre el continente para destruir los Super Étendard, los misiles Exocet y matar a los pilotos alojados en la base de Río Grande.
Aquí un extracto del libro.
(…) El impacto del misil había provocado un ruido corto y seco. Abrió un agujero de seis metros cuadrados. El Sheffield se sacudió de una punta a la otra. El primer informe oficial de la Secretaría de Defensa británica admitió que su carga explosiva había golpeado en la segunda cubierta, sobre la banda de estribor, entre la cocina, el cuarto de máquinas auxiliares y la máquina de proa, que empezaron a incendiarse. El fuego, originado por el combustible del Exocet, luego se esparció por la sección central y alcanzó el puente. El combustible se fue desparramando entre el humo negro. Si el fuego hubiera llegado al compartimento de explosivos donde se alojaban los misiles Sea Dart, el destructor habría volado en ese momento.
La defensa del Sheffield había fallado. Sin embargo, el informe puso en duda que el misil hubiese detonado. Francia, en cambio, aclaró que había funcionado en forma correcta. No quería que se sospechara de la eficacia de su creación. En la oficina de Ofema (Office français d’ex- portation de matériel aéronautique), en París, festejaron el lanzamiento. Poco después, con el certificado de Combat-Proven (“Probado en Combate”), el Exocet quintuplicaría su valor de mercado.
En las ejercitaciones de mar, los destructores tipo 42 como el Sheffield tenían un margen de veinte minutos entre la detección de un avión y el impacto de cualquier proyectil que disparase. El Exocet reducía ese lapso a tres minutos. El Sheffield, además, no contaba con misiles Sea Wolf, adecuados para neutralizar misiles o aviones que se aproximaran en vuelo rasante. Su protección antiaérea, los Sea Dart, solo le permitía alcanzar blancos de altura. Una de las peticiones de la Marina Real a la Secretaría de Defensa había sido agregar al misil la capacidad de impactar a baja altura, pero había sido rechazada por falta de fondos.
El informe oficial afirmó que, poco antes del impacto, los radares de vigilancia aérea y de rastreo de blancos del Sheffield habían sido desconectados para una comunicación con satélite Skynet y la sala de operaciones no había tomado contramedidas.
Los Super Étendard habían sido detectados por el destructor Glasgow a 49 millas, 90 kilómetros del Sheffield. Los dos o tres segundos que duraron sus emisiones de radar quedaron registrados en la consola. Se veían dos contactos hostiles que se acercaban a una velocidad de 450 nudos, 833 kilómetros por hora, desde 600 metros de altura.
Un marino hizo sonar su silbato y el grito de terror retumbó en la sala de operaciones: “¡Freno de mano!”. Era la clave para mencionar al radar Agave, instalado en los Super Étendard. El capitán del Glasgow, Paul Hoddinott, preguntó por el nivel de credibilidad. ¡Cierto! Entonces viró completamente el timón para reducir el margen de impacto y lanzó el chaff para desviar la dirección de los misiles, que ya habían sido lanzados desde los aviones.
El aviso de alerta “¡freno de mano!” llegó a la sala de operaciones del Hermes, que navegaba 50 kilómetros al este. Allí fueron renuentes a creer en la amenaza y siguieron en alerta blanca. Lo mismo sucedió en el otro portaviones, el Invincible. El comandante de guerra antiaérea pidió más pruebas al Glasgow. Pensaban que el ataque era falso. Habían recibido tres o cuatro alarmas esa mañana. Continuó con alerta blanca, todo tranquilo, ningún indicio de ataque.
En tres días de guerra no se había detectado la presencia de los SUE, de modo que supusieron que su sistema de armas no funcionaba o que los pilotos no estaban capacitados para efectuar el reabastecimiento en aire. Confiaron en que no habría ataque. La alarma lanzada desde el Glasgow al resto de los buques fue tomada como un falso eco.
El grito “¡freno de mano!”, además, no necesariamente implicaba un peligro para la flota.
El almirante Sandy Woodward (jefe de la flota británica) decía que esa expresión era más escuchada que los “buenos días”. Ante cualquier ruido en el éter, en medio de la tensión de la guerra, en las salas de operaciones se gritaba “¡freno de mano!”. Y pasar de la alerta blanca a la amarilla, que advertía de un indicio de ataque, o a la roja, que revelaba un ataque seguro, implicaba un desgaste considerable para una nave: se debía lanzar el chaff, despegar helicópteros y aviones, poner a los infantes a cubrir posiciones de combate. Pero esta vez el ataque era real.
El capitán del Glasgow pidió que derribaran los Exocet con misiles Sea Dart, pero el control de fuego de radar no podía fijar la posición de los pequeños puntos blancos que cruzaban la pantalla. Se preguntó cuántos segundos faltarían para que golpearan en el centro de su nave. Sin embargo, los misiles pasaron por encima del Glasgow. Estaba a salvo. No era el eco que (los pilotos de Super Étendard) Bedacarratz y Mayora habían seleccionado en su radar. Tampoco lo era el destructor Coventry.
En estado de alarma, el capitán del Glasgow llamó al Sheffield. No contestaron. En la sala de operaciones del destructor no detectaron ni al avión ni a los misiles que volaban hacia ellos. Los primeros en advertirlo fueron dos tenientes que conversaban en el puente de la nave y vieron una estela de humo a dos metros por encima del mar, que se acercaba. Estaría a poco más de un kilómetro. Uno de los tenientes tomó el micrófono de transmisión. “¡Ataque de misil!”, gritó.
Treinta y cinco años después, el documento desclasificado de la Junta de Investigación (Board of Inquiry) del Ministerio de Defensa revelaría que “algunos miembros de la tripulación estaban aburridos y un poco frustrados por la inactividad y el barco no estaba completamente preparado para un ataque”. Aún más: el oficial de guerra antiaérea había salido de la sala de operaciones y estaba tomando un café cuando los Exocet volaban hacia el Sheffield. Tampoco su asistente se encontraba en funciones. El documento desclasificado también indicaba que el radar del destructor estaba en transmisión con otra nave. Reconocía que la alerta del Glasgow se había escuchado en el Sheffield, pero no había generado una reacción. Creían que el Super Étendard no podía abastecerse en el aire y que no significaba una amenaza. Nadie llamó al capitán, nadie lanzó los misiles Sea Dart para derribar los Exocet y nadie disparó un chaff para engañarlos. El equipo de guardia había fallado.
La pérdida del destructor golpeó a Woodward. En ese momento temió que, en medio de las tareas de rescate, el Sheffield explotara y que un submarino argentino atacara con torpedos a los barcos de salvataje que se habían acercado, el Yarmouhth y el Arrow. Llegarían a detectar nueve alarmas en el sonar.
Para completar la jornada trágica en las Fuerzas de Tareas, uno de los tres Sea Harrier que habían despegado del Hermes para atacar la pista de aterrizaje de la Base Cóndor, en Puerto Darwin, fue derribado por una batería de la artillería antiaérea con una ráfaga de proyectiles de 35 milímetros. El Sea Harrier volaba a 300 metros por segundo. En condiciones normales, los artilleros tenían apenas treinta y siete segundos para pulsar el disparo cuando lo tenían en la pantalla del radar de exploración del director de tiro. Algunos soldados de Artillería habían estudiado las siluetas de los cazas británicos de las fotos que había tomado el Boeing 707 el 21 de abril.
En un anotador de rodilla del piloto caído, el teniente Nicholas Taylor, la inteligencia de la FAS (Fuerza Aérea Sur) obtuvo números de aviones en servicio y remanentes, pilotos asignados, indicativo de buques, códigos IFF (Identification Friend- Foe), configuraciones de armamento e información sobre la autonomía del Sea Harrier: ochenta minutos con despegue de rampa, y la mitad del tiempo si lo hacía con despegue vertical.
El cuerpo del piloto británico Taylor fue sepultado con honores por una formación de soldados argentinos en un cobertizo próximo a un tambo en Pradera del Ganso. Lo enterraron junto a los ocho miembros de la Fuerza Aérea que habían muerto en el ataque sobre la pista de la Base Cóndor, tres días antes.
Woodward se sintió muy deprimido en la noche del ataque. Todavía le resonaba la expresión a viva voz de un oficial de su Estado Mayor en la sala de operaciones del Hermes apenas llegó el mensaje desgraciado: “El Sheffield ha sufrido una explosión”.
“¡Almirante, debe hacer algo!”, le había advertido el oficial.
Parecía una orden, una intimación. Y en esos dos, tres minutos de tensión Woodward no había hecho nada, dejó que los acontecimientos siguieran su curso; solo esperaba que los hombres que estaban en el destructor le pidieran lo que necesitaban. Trató de controlar sus emociones y no dejarse arrastrar por reacciones instintivas. En el momento de mayor angustia debía meditar las decisiones.
Woodward repasó su estrategia después del ataque al Sheffield: neutralizar a la Marina y la Fuerza Aérea enemigas para alcanzar la superioridad marítima y aérea; desembarcar a los hombres de la flota naval, y brindar apoyo logístico y de fuego a las fuerzas en tierra.
Había quedado en evidencia que la flota británica era vulnerable a los misiles; que sus defensas antiaéreas, frente a esa amenaza, eran débiles. La capacidad de fuego de la aviación argentina se mantenía intacta. Si no se neutralizaba, el desembarco sería imposible. Las tropas del ejército británico todavía esperaban en la isla Ascensión. Hasta que no se despejara el panorama, no había orden de traslado al Atlántico Sur.
Woodward cambió la táctica para mantener la iniciativa. Decidió alejar más hacia el este a su flota naval, colocarla más lejos de las bases aeronavales argentinas, y adelantó dos destructores, el Coventry y el Glasgow, a 20 kilómetros de Malvinas para estrechar el bloqueo aéreo sobre los aviones argentinos, sobre todo los Hércules C-130, que trasladaban suministros en vuelos nocturnos. Los atacaría con misiles Sea Dart para intentar cortar el puente logístico entre el continente y las islas. Y también saturaría con fuego las posiciones de los soldados en tierra.
Los cambios tácticos no redujeron el temor de un segundo ataque de los Super Étendard y de la posible pérdida de un portaviones. A esas alturas, cualquier daño que afectara al Hermes o al Invincible lo obligaría a abandonar la operación militar. Una semana después del ataque, mientras intentaban remolcarlo hacia las islas Georgias para repararlo, el Sheffield zozobró en el mar y cayó bajo las aguas. Fue el primer buque de guerra de la flota británica hundido en combate después de la Segunda Guerra Mundial.
Woodward envió un mensaje realista a los capitanes de los barcos. “Perderemos más naves y más hombres”, les anticipó, “pero triunfaremos”. (…)
El ataque sobre el Sheffield no solo expuso por primera vez la vulnerabilidad de la Fuerza de Tareas sino que generó un trauma, una convulsión política en Gran Bretaña. Se abrió un nuevo escenario: la posibilidad de detener o poner en pausa la estrategia bélica y dar paso a una solución diplomática.
El jueves 6 de mayo Margaret Thatcher fue interpelada en la Cámara de los Comunes. Un representante le requirió si podía hacer cesar el enfrentamiento y alentar un acuerdo de paz efectivo. Thatcher se mostró tolerante a ese propósito por primera vez. Dijo que habían respondido de manera constructiva a la propuesta de paz peruana y daba la bienvenida a la nueva intervención de las Naciones Unidas para las negociaciones. Aseguró que la vía diplomática seguía abierta pero que el obstáculo era la Argentina, interesada en el cese del fuego pero no en el retiro de sus tropas.
Otro representante preguntó a la primera ministra: “¿Podría darnos la más absoluta seguridad, estoy seguro de que toda la nación así lo demanda, de que no habrá una escalada deliberada en las acciones militares, ninguna escalada que interfiera con las perspectivas que ahora se vislumbran de lograr una paz real?”. Y otro insistió: “¿Ha venido hoy a esta casa totalmente preparada para repudiar a los miembros del Partido Conservador y almirantes y generales retirados que ahora aparecen en televisión diciendo que, en caso de ser necesario, se debería atacar el territorio argentino?”.
Thatcher respondió que los argentinos habían escalado la crisis e invadido las islas, y que a su gobierno le tocaba continuar con las actividades militares, aun en medio de las negociaciones, para que el invasor no siguiera incrementando su poderío y reforzando sus posiciones para atacar a su voluntad.
Thatcher estaba decidida a lograr una victoria militar. La maquinaria bélica no debía detenerse. No sacaría el dedo del gatillo durante las gestiones de paz. Ya no importaría que la Argentina, pocos días después, en las Naciones Unidas, dejaría de exigir una fecha fija para la transferencia de la soberanía y admitiera una negociación lisa y llana de la soberanía, sin plazos perentorios.
La gestión diplomática iba y venía entre mediadores e interlocutores de ambos países, en distintos ámbitos. Se enredaba y perdía urgencia mientras la guerra avanzaba.
El 8 de mayo, en Chequers, la residencia de campo oficial de gobierno —el mismo lugar donde se había decidido el hundimiento al crucero Belgrano—, se ordenó el traslado de las tropas terrestres de la isla Ascensión hacia el Atlántico Sur y se estableció la fecha del desembarco entre el 18 y 22 de mayo. Thatcher también avaló la gestación de la opción más extrema: eliminar el poder de destrucción del enemigo, el sistema de armas del Super Étendard. Atacarlo en su punto de partida. (…)
Thatcher autorizó el ataque al continente luego de una proposición de la Marina Real. La operación requería la participación de una fuerza especial que, en una acción de alto riesgo, eliminara los aviones, los misiles y también a los pilotos. (…)
miércoles, 5 de enero de 2022
jueves, 30 de diciembre de 2021
domingo, 26 de diciembre de 2021
martes, 16 de noviembre de 2021
Fallece comando del SAS que combatió en Monte Kent
Fallece miembro del SAS que operó en Monte Kent
Me gustaría expresar mi más sentido pésame a la familia de un veterano de SAS que falleció recientemente.
El soldado Russell “Russ” Worthington del Escuadrón D 22 SAS sirvió al Regimiento de 1978 a 1991 y estuvo operativo en Irlanda del Norte y Desert Storm. Worthington también vio acción en el famoso enfrentamiento en Mount Kent, donde el SAS luchó en varios enfrentamientos con las Fuerzas Especiales argentinas.
A finales de mayo de 1982, las patrullas del SAS del Escuadrón G descubrieron que varios picos altos que dominaban las defensas argentinas alrededor de Port Stanley estaban en gran parte indefensos. Un reconocimiento inicial realizado por el Escuadrón D 22 SAS del Mayor Cedric Delves fue desplegado en helicóptero el 25 de mayo, y el resto del escuadrón llegó el 27 de mayo a tiempo para contrarrestar la llegada de una unidad de las Fuerzas Especiales argentinas. Las patrullas SAS de los escuadrones de tropas aéreas y de barcos y el cuartel general táctico del Mayor Delves (THQ) libraron una serie de acciones con las Fuerzas Especiales argentinas antes de que los argentinos se vieran obligados a retirarse.
El SAS ganó elogios por defender el monte Kent y los picos circundantes.
Cita: "Mediante una serie de operaciones rápidas, hábil ocultación y ataques como rayos contra las patrullas (argentinas), el SAS pudo asegurar un control firme en el área después de diez días para que entraran las fuerzas convencionales". Trabajo hecho.
Worthington sirvió originalmente con la Royal Navy y fue el primer miembro del servicio Senior en unirse al Regimiento en los tiempos modernos. Sirvió en 22 SAS y 21 SAS. También fue un consumado golfista y miembro activo de la Pilgrims Golf Society. Hasta Valhalla.
La primera foto muestra a Worthington en su piel en el monte Kent durante la Guerra de las Malvinas.
sábado, 22 de mayo de 2021
Malvinas: El asalto a Monte Kent y la emboscada de Top Malo
Batalla del monte Kent y la casa Top Malo
ConservapediaVista desde Monte Kent hacia el Oeste, lugar del asalto británico
El 27 de mayo de 1982, el 3er Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (3 PARA) y el Comando 45 (45 CDO), Royal Marines habían dejado la cabeza de playa británica en San Carlos hacia Estancia Mountain y Bluff Cove Peak. El 2do Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (2 PARA) recibió la orden de atacar la Fuerza de Tarea Argentina Mercedes el 28 de mayo ubicada en el Istmo de Darwin durante la Batalla de Darwin y Goose Green, eliminando cualquier amenaza futura de la guarnición argentina. El Escuadrón D del Mayor Cedric Delves, 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, embarcado en helicópteros Sea King tomaría el Monte Kent, mientras que 19 Comandos de la Marina Real del Cuadro de Guerra de Montaña y Ártico (M & AWC) al mando del Mayor Rod Boswell, embarcados en un helicóptero Wessex, capturar y despejar la patrulla de avanzada de las Fuerzas Especiales Argentinas ubicada en la Casa Top Malo, permitiendo a los 600 paracaidistas del 3 PARA capturar la Montaña Estancia y la Casa Estancia. Se esperaba que la Kilo Company of 42 Commando (42 CDO) del capitán Peter Babbington aterrizara en el monte Kent la noche del 29 de mayo. Los retrasos y las ventiscas de nieve significaron que estos refuerzos en helicóptero solo llegarían la noche del 31 de mayo, peligrosamente cerca de un tiroteo .
Terreno clave
El Monte Kent con sus colinas circundantes es un área de terreno elevado en la isla Soledad, aproximadamente a cinco millas al oeste de Port Stanley. Se eleva a poco menos de 1.100 pies y dominaba el eje central de avance desde San Carlos a Stanley. Dado su dominio y proximidad a la capital de las Islas Malvinas, la montaña era un área de especial interés para las Fuerzas Especiales británicas y argentinas.Primer contacto
El primer enfrentamiento durante las Batallas de Mount Kent y Top Malo House ocurrió durante el 27 de mayo, cuando el Subteniente Marcelo Llambías Pravaz, el Sargento Ramón Valdez, el Cabo Walter Pintos y el Soldado Daniel Castillo de la Compañía C del 4 ° Regimiento, mientras patrullaban la vertiente occidental bajo la cubierta. de oscuridad y fuertes lluvias, fueron sobrevolados por un helicóptero británico. Después de enviar esta información por radio al cuartel general del regimiento, el pequeño escuadrón poco después detectó un escondite británico y abrió fuego. Al día siguiente, inspeccionaron de cerca la escena, pero solo encontraron raciones británicas vacías que tuvieron que ser extraídas del suelo [1].
Al día siguiente, el Teniente Guillermo Enrique Anaya del Batallón de Aviación de Combate 601 visitó la Finca Casa Estancia y su helicóptero Bell UH-1H aterrizó dos veces el 28 de mayo. El teniente Anaya pensó que había comandos británicos escondidos en un establo, por lo que lo ametralló. [2]
En los días que siguieron hubo varios enfrentamientos breves pero extremadamente violentos entre las Fuerzas Especiales de ambos bandos.
Incursión de comandos argentinos
Unos 40 hombres de la 602ª Compañía de Comando (Ejército Argentino) del Mayor Aldo Rico, de 39 años, estaban originalmente programados para realizar un aterrizaje de asalto en seis helicópteros Bell UH-1H del 601º Batallón de Aviación de Combate. Una fuerza de seguimiento, el Escuadrón de Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional 601 de 65 hombres al mando del Mayor José Ricardo Spadaro, reforzaría la posición de Mount Kent. Los mapas argentinos habían confirmado que la ruta terrestre estaba obstruida con campos de minas y trampas explosivas. Esto significaba que las Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional tendrían que llegar en un helicóptero Puma al día siguiente, expuestas a los Harriers GR-3 de la Royal Air Force en sus recorridos matutinos de bombas. Hubo un retraso adicional cuando las Fuerzas Especiales de la Marina de la Primera Agrupación de Comando Anfibio Mayor Guillermo Sánchez-Sabarots en el avión C-130 Hércules líder de Comodoro Rivadavia en el continente argentino, tuvieron que abortar el aterrizaje en el aeropuerto de Stanley. Una tormenta de nieve se sumó a la confusión cuando las Fuerzas Especiales argentinas prepararon apresuradamente sus mochilas y equipo para las inserciones.
En Mount Kent y Bluff Cove Peak, el escuadrón D del comandante Cedric Delves, apenas extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y se sorprendieron momentáneamente cuando escucharon el sonido de helicópteros del ejército argentino acercándose desde el río Murrell, de hecho un Puma y cuatro Helicópteros Huey que traen 29 Boinas Verdes del Ejército Argentino que consisten en la Sección de Cuartel General de 5 hombres del Capitán Eduardo Villarruel y las Secciones de Asalto de Capitán Tomás Fernández 2 y 3 de Asalto del Capitán Andrés Ferrero, ambas patrullas de 12 hombres. [3]
Monte Kent
La noche del 29 de mayo de 1982, la 3ª Sección de Asalto del Capitán Andrés Antonio Ferrero de la 602ª Compañía de Comando se topó con la Tropa de Barcos del Escuadrón D, 22º Servicio Aéreo Especial en las laderas orientales de la montaña. [4] Los británicos tomaron el control de la situación. , pero a costa de dos soldados del SAS gravemente heridos. El capitán Andrés Ferrero recuerda:
“La Guerra de las Malvinas es tan lejana ahora que es difícil recordarla, más aún ordenar los detalles lo suficiente como para comparar la experiencia allí con Comandos en Acción. Sin embargo, leer la historia oficial de Isidoro Ruiz-Moreno, una y otra vez, para refrescar mi flaqueante recuerdo ha resultado ser una experiencia saludable. Nuestro informe de misión nos dijo poco más de lo que debíamos ponernos en tierra, enfrentarnos a cualquier oposición lo mejor que pudiéramos y esperar a los Comandos de la Gendarmería Nacional. Nuestra tarea era bloquear el avance de la Tercera Brigada de Comando.
Nos habían dividido en dos oleadas. No me gustó la idea de estar separado del resto de los comandos, pero podía ver por qué teníamos que hacerlo. Volar en la turbulencia entre los picos era una forma segura de perder más helicópteros. Se había pronosticado mal tiempo. Nubes oscuras en el horizonte soplaban en dirección a Puerto Argentino. Para agravar el problema, solo había cuatro helicópteros disponibles. El mayor Aldo Rico había acordado que la segunda ola se pospusiera para el día siguiente y como él y otros en la empresa no habían logrado enganchar un helicóptero, para pasar el tiempo esa noche, logró su objetivo de aprender a conducir una motocicleta. Rico le había preguntado al mayor Mario Castagneto si pensaba que se podía llegar al monte Kent a pie, pero, debido a los nuevos campos de minas, se dio cuenta de que no sería posible. En cualquier caso, ese día era demasiado tarde para hacer algo por tierra.
Nos entregaron granadas, bandoleras y municiones, y dos ametralladoras MAG, además de lanzacohetes antitanques y mochilas de ratas. Estábamos cansados después de una noche de insomnio. El primer teniente Horacio Fernando Lauria, un carismático ingeniero-comando de unos treinta y pocos años, en un intento de recordar lo que le esperaba, había estado estudiando mapas de la zona del monte Kent e informes de inteligencia ... Abordamos un Unimog, que el capitán Fernando de la Serna nos dijo que nos llevaría a nuestro helicóptero. Estábamos vestidos con trajes de camuflaje blancos reversibles. Se quitaron los cascos, se pusieron las boinas y la 602 fue conducida al campo de fútbol. Eran alrededor de las 4 de la tarde y más oscuro de lo habitual porque el cielo estaba nublado. El periodista Eduardo Rotondo nos estaba filmando y tomando fotos. Este fue un período único para el Ejército; estar en una zona de guerra acompañado de periodistas.
Era el Día del Ejército Argentino. Un día para estar orgullosos de nuestro Ejército. Fue aún más importante para el Mayor Rico, ya que era el cumpleaños de su hijo. El helicóptero que abordamos - Huey AE 418 - estaba desnudo por dentro y nos sentamos en el suelo ... Por fin, alrededor de las 5 de la tarde llegó la orden de partir. También venían los capitanes Eduardo Villarruel y Jorge Durán. El piloto levantó su helicóptero en un vuelo estacionario bajo, a unos 3 pies del suelo. El zumbido de los motores era ensordecedor. Estábamos en el aire, y esta vez no fue un ejercicio de entrenamiento. El piloto bajó el morro del helicóptero y aceleró. Fue un vuelo de 6 o 7 minutos, algo así. Cuando empezamos a acercarnos, el ruido era increíble. Cuando aterrizamos, no pude bajar lo suficientemente rápido. Tan pronto como nos alejamos de las cuchillas, comenzamos a descargar las armas y el equipo. El helicóptero estaba cargado hasta el techo con munición de repuesto, misiles Instalaza y paquetes médicos. Observamos el ascenso del helicóptero hasta que desapareció.
Como era de esperar, algunas inserciones estaban muy dispersas: el grupo del cuartel general del capitán Eduardo Villarruel estaba tan perdido que no se reincorporó a la 602 hasta el día siguiente. Aterrizamos 500 metros fuera de curso, al noreste del monte Kent. La noche había caído como hielo en un vaso, cortante y fría. Con el primer teniente Francisco Maqueda, un montañista experimentado, al frente, subimos la montaña. Era un terreno espantoso, con afloramientos rocosos por todo el lugar. Fue extremadamente difícil avanzar, mientras que las laderas de la montaña no eran escarpadas, eran muy empinadas y estaban formadas por rocas. Una cosa que todos teníamos en común era que estábamos en una forma razonable.
La edad promedio en el 602º era entre 28 y 33. De lo contrario, mi patrulla de combate no podría haber emprendido las seis extenuantes misiones de patrulla que tenía por delante. La idea de toparme con una patrulla británica, o peor aún, caer en una emboscada, era lo más importante en mi mente. Esta era la guarida del León. Habíamos avanzado 500 metros cuando señalé una parada. "Puedo oír el agua", dije. Me puse nervioso. Me volví hacia Lauria, quien me alcanzó cuando me detuve y me preguntó: '¿Por qué no nos dejamos a Mucked ya mí hacer un reconocimiento para ver qué hay alrededor?' Lo pensé un momento y luego dije: 'Está bien, pero que yo junto con Maqueda iríamos, con Oviedo'. El resto era quedarse detrás de unos cantos rodados y esperar a que hiciéramos la señal con la antorcha ... Cuando habíamos recorrido unos 50 metros estalló el infierno. El resto de la patrulla bajo el mando de Lauria, fue objeto de disparos precisos de ametralladoras y morteros.
Sin embargo, solo un hombre resultó herido: el sargento primero Raimundo Maximiliano Viltes. Recibió una bala en un talón. Durante unos segundos reinó el pandemonio. Solo unos pocos lograron hacer rondas. Lauria pensó que eran parte del Equipo de Combate Solari que se sabía que había sido excavado en el área. Cuando me explicó lo que pasó, fue obvio que estaba muy sorprendido. Regresando el fuego con su rifle FAL, Lauria logró golpear a algunos comandos del Servicio Aéreo Especial ... Para ahora eran alrededor de las 7 de la tarde y escuché dos helicópteros volando sobre mi cabeza, regresando con la segunda sección de asalto de la 601 desde Big Mountain, pero vi nada debido a las nubes bajas. Tuve que tranquilizarme. Ya había experimentado el combate, siendo atacado por las guerrillas del Ejército Revolucionario del Pueblo. Yo era un Comando desde 1975 y había servido en la provincia de Tucumán. Traté de averiguar cómo devolver el golpe. Nos arrastramos hacia ellos, oímos que eran británicos y decidimos llevarlos nosotros mismos. El problema era que teníamos que correr hacia la cima, al estilo de la Primera Guerra Mundial. Tenía pocas esperanzas de que alguien pudiera haber sobrevivido a esa emboscada. Estaba lleno de confusión y desesperado por la ansiedad. Para entonces, las bengalas de mortero estaban encendidas, iluminando partes del área. Más tarde supe que al primer sonido de fuego de mortero la mayoría había huido. No fue exactamente la reacción que Lauria había deseado. Lauria y Viltes, que fueron los últimos en irse, tuvieron una sombría retirada bajo fuego de mortero durante todo el camino. El primer sargento José Núñez ayudó a Viltes.
Esa noche, Lauria se quedó escuchando la tormenta de fuego mientras la loma de Kent ardía bajo el fuego del Escuadrón "D" del Regimiento del Servicio Aéreo Especial. Empecé a rezar. Me puse en manos de Dios y sé que esto va a sonar cursi, pero empezó a nevar muy fuerte. No nos atrevimos a esperar demasiado. La señal en la que habíamos acordado era una, dos, luego vete. Cuando finalmente estuvimos lo suficientemente tranquilos, levanté un dedo, luego dos, e hicimos nuestro movimiento. Ahora estábamos corriendo cuesta abajo. Estaba resbaladizo, peligroso. Nos deslizamos por la ladera de la montaña sobre nuestras espaldas y traseros, enviando pequeñas avalanchas de piedra gris que caían en cascada por la montaña. Durante la escapada perdimos Oviedo. Los comandos británicos no siguieron. Eran unos 20 de ellos con dos ametralladoras pero también huyeron. Esto no es infrecuente en la guerra. Más tarde se supo que los comandos británicos, pensando que estaban a punto de ser flanqueados por Maqueda, Oviedo y yo, decidieron retirarse. Al darse cuenta de su error, regresaron a la cordillera de Kent justo cuando la patrulla del capitán Tomas Fernández se acercaba al pico Bluff Cove. [5]"
Escuadrón D de SAS 22 realizando limpieza en el Monte Kent
Mientras tanto, según su informe de patrulla, el capitán Eduardo Marcelo Villarruel también había aterrizado en las laderas orientales del monte Kent y, evitando el contacto, se retiró a las rocas del norte. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de mantener Mount Kent y la opción de retirarse a Estancia House Farm, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, instruyó al Mayor Cedric Delves que era fundamental mantener la posición él para reunir los elementos principales de 3 PARA hasta que llegó 42 Commando. [6]
42 Commando en Monte Kent
3 PARA había capturado Teal Inlet (Caleta Trullo) Settlement el 29 de mayo en su marcha hacia Estancia House, uno de los paracaidistas británicos de la Compañía D del Capitán Matthew Selfridge había sido evacuado sufriendo una herida autoinfligida. [7]
Pico de Bluff Cove
Mientras tanto, la Segunda Sección de Asalto de la Compañía de Comando 602, comandada por el Capitán Tomás Víctor Fernández, luego de una breve pausa, continuó su avance hasta el Pico Bluff Cove. Fue aquí donde Teniente 1º Rubén Eduardo Márquez y Sargento 1º Oscar Humberto Blas obtuvieron póstumamente la Medalla Heroico Valor en Combate en un enfrentamiento de patrullas en el que hirieron con granadas de mano a dos Comandos del Servicio Aéreo Especial. [8] [ 9] No había nada más que meter a tantos como fuera posible en cuevas cerca de la cima de Bluff Cove Peak ", admite el capitán Fernández.
Esa misma mañana, antes del amanecer, cuando el capitán Eduardo Marcelo Villarruel conducía a su grupo de cuartel general de regreso a las líneas argentinas, se topó con una patrulla británica fuertemente armada en las laderas neblinosas del monte Kent que se dirigían a Estancia House. Las Fuerzas Especiales argentinas fueron a tierra y se desplegaron en una línea de escaramuza lista para abrirse. El sargento Mario Antonio Cisnero, tenía la ametralladora de cinta de 7,62 milímetros y se emocionó mucho. Villarruel, por alguna razón le dijo a Cisnero que no disparara. Fue un error de juicio grave y probablemente les costó a los argentinos la batalla por el monte Kent. Más tarde se supo que la patrulla británica eran miembros del Escuadrón 'D', 22º Regimiento de Servicio Aéreo Especial en retirada con sus dos heridos. Desafortunadamente, debido a la tormenta de nieve, las comunicaciones se perdieron en ambos lados. Pero por primera vez, el 22º Regimiento del Servicio Aéreo Especial del Teniente Coronel Mike Rose estaba en control de la situación después de la confusión inicial. A las 17.00 hora local del 30 de mayo, cuando el operador de radio del capitán Tomás Fernández, el Sargento Mayor Alfredo Flores, por fin salió al aire, pasó el dramático mensaje "Estamos en problemas" y 40 minutos después, "hay ingleses a nuestro alrededor. . Será mejor que te des prisa. "
La ofensiva argentina en helicóptero había sido controlada, y el Servicio Aéreo Especial mantuvo con éxito sus posiciones en Mount Kent y Bluff Cove Peak. El mayor Aldo Rico fue puesto a cargo de todas las operaciones posteriores de las Fuerzas Especiales. A regañadientes canceló el despliegue de la 601ª Compañía de Comando del Mayor Mario Castagneto e instruyó a Castagneto para que rescatara a la 602ª Compañía de Comando, que debía reunirse en la Montaña Estancia. [10]
El capitán Andrés Ferrero reagrupó a sus hombres en la Estancia de la Montaña y esperó refuerzos. Alrededor de las 1100 hora local del 30 de mayo, el comandante de la patrulla argentina observó con horror cómo dos Royal Air Force Harriers (XZ963 y XZ789) pasaban por encima del Puma con refuerzos del 601 Escuadrón de Fuerzas Especiales de Gendarmería Nacional, disparando mientras avanzaban. El Puma se estrelló en el suelo e inició un incendio en el que resultaron muertos seis Comandos de Gendarmería de la patrulla de combate del Capitán Jorge San Emeterio: Teniente Ricardo Julio Sánchez, Subteniente Guillermo Nasif, Cabo Marciano Verón, Víctor Samuel Guerrero, Carlos Ismael Pereyra y Lance-Cabo Juan Carlos Treppo. Los comandos de la gendarmería que pudieron saltar, algunos de ellos desafiaron el fuego y explotaron municiones para rescatar a ocho colegas heridos.
Sin embargo, el 3er Pelotón de Fusileros argentino al mando del Subteniente Marcelo Llambías Pravaz en el Monte Challenger, se vengó rápidamente y el Harrier XZ 963 de la Royal Air Force, pilotado por el líder de escuadrón Jerry Pook, fue derribado.
Refuerzos de Royal Marines
El trabajo de apoderarse de la montaña de 1.300 pies recayó en la Kilo Company del capitán Peter Babbington de 42 CDO, que volaría en helicópteros. Se le dijo al Escuadrón D del Mayor Cedric Delves que localizara y asegurara una zona de aterrizaje adecuada debajo de la cumbre del Monte Kent, pero la falta de helicópteros, junto con las condiciones de ventisca, significó que se necesitaron cinco noches para el transporte aéreo en los 120 Royal Marines de Babbington.
El alto mando británico a 13.000 kilómetros de distancia en Northwood, impaciente por las victorias, cuestionó la necesidad de gastar un tiempo valioso en el reconocimiento. Afortunadamente, el comandante británico en las Malvinas ignoró sus órdenes, porque cuando los Royal Marines aterrizaron en las laderas más bajas del Monte Kent, descubrieron que fuertes patrullas enemigas de las fuerzas especiales todavía estaban tratando de penetrar las líneas británicas.
El brigadier Julian Thompson, quien comandaba la Tercera Brigada de Comando, escribió más tarde que sin la presencia del SAS en el Monte Kent, las patrullas argentinas "habrían disparado un pavo a los vulnerables helicópteros y a las tropas cuando saltaron, temporalmente desorientadas en la oscuridad; la operación habría sido un desastre ". [11]
Observador avanzado británico armado con una Bren observa a las tropas argentinas desde Monte Kent
Cuando la punta de lanza 42 CDO sobrevoló la noche del 30/31 de mayo, presenciaron la emboscada del SAS a la Sección 2da de Asalto del Capitán Tomás Fernández cerca del lugar de aterrizaje. Sin embargo, afortunadamente para los refuerzos de la Marina Real, la patrulla argentina se retiró después de haber perdido antes a dos muertos en Bluff Cove Peak.
También estuvo muy involucrado en esta acción el único helicóptero Chinook superviviente de la Fuerza de Tarea, Bravo November. El teniente de vuelo Andy Lawless, copiloto del Chinook, participó en la misión de entregar armas de artillería y municiones al SAS y describe el accidente del helicóptero (posiblemente como resultado del fuego de armas pequeñas) poco después:
“Sabíamos que las SAS estaban superadas en armamento. Nuestro trabajo consistía en aterrizar obuses de 105 mm] del 29 Regimiento de Artillería Real. Rose (Loadmaster) me dijo que el lugar de aterrizaje era plano y seguro. La misión era volar de noche con gafas de visión nocturna. Teníamos tres cañones de 105 mm en el interior y paletas de municiones debajo. Entonces intervino la niebla de la guerra. El suelo no era plano y estaba cubierto de rocas. No pudimos encontrar ningún lugar para aterrizar y pasamos un tiempo maniobrando para dejar las cargas colgadas. Tuvimos que ponerlos exactamente donde querían los artilleros porque no podían hacer rodar los cañones muy lejos por el terrible terreno. Puedo recordar claramente a las tropas que se movían bajo el rotor y disparaban sus armas; esto no era parte del plan. Llegaron rondas de artillería. Una vez que dejamos las armas, regresamos directamente a San Carlos para traer más armas y municiones. Entonces golpeamos el agua. Tuvimos suerte porque si hubiéramos golpeado tierra firme estaríamos muertos. Golpeamos a 100 nudos. La ola de proa pasó por la ventana de la cabina cuando nos acomodamos y los motores se apagaron parcialmente. Sabía que nos habíamos abandonado, pero no estaba seguro de si nos habían alcanzado. Dick (piloto) dijo que pensaba que nos había alcanzado un fuego terrestre. Cuando el helicóptero se posó, la ola de proa disminuyó. Teníamos el colectivo todavía encendido y el motor se paró cuando salimos del agua como el corcho de una botella. Estábamos subiendo. [12]
Top Malo House
Habiendo rodeado la casa Top Malo, el capitán Rod Boswell ordenó a su grupo de asalto de 12 hombres que arreglara bayonetas y disparara una bengala verde, la señal para que el grupo de apoyo de 7 hombres en un montículo cercano desatara una descarga de seis cohetes antitanques en la casa del pastor remoto.
El teniente mayor Ernesto Emilio Espinosa de guardia en la ventana superior de la escalera dio la alarma y fue asesinado a tiros por el cabo Steve Groves armado con un rifle de francotirador y momentos después el edificio estalló en llamas.
Mientras Boswell y su grupo de asalto cargaban hacia adelante, dos cohetes más de 66 mm se estrellaron contra la casa y las Fuerzas Especiales argentinas que se habían puesto a cubierto allí durante la noche huyeron a Mullows Stream a 200 metros de distancia.
En el feroz tiroteo que siguió, el Sargento Seniort Mateo Domingo Sbert murió mientras cubrían su retirada al arroyo y el segundo al mando argentino, el Teniente Mayor Horacio Losito perdió el conocimiento por pérdida de sangre antes de que el resto arrojara sus armas y se rindiera.
La batalla de Top Malo House, a pocas millas de Teal Inlet, el 31 de mayo costó la vida a dos miembros de la Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando. Los 10 sobrevivientes argentinos, seis de ellos heridos, fueron hechos prisioneros.
Cuatro comandos de la Marina Real (los sargentos Doyle, Groves, McLean y el cabo Stone) resultaron heridos [13] [14] [15], un testimonio del profesionalismo y la habilidad de las Fuerzas Especiales de Gran Bretaña. Sin embargo, sin que los hombres de Boswell lo supieran, la pelea de 45 minutos había sido observada por los puestos de observación de la Fuerza Aérea Argentina (OP) que manejaban OP en colinas cercanas. Tan asombrados estaban por el asalto de los libros de texto, que 14 de ellos se rindieron a los paracaidistas y los Royal Marines que se dirigían a Estancia Mountain y Bluff Cove Peak.
La 1.a Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando y la 2.a Sección de Asalto del Capitán José Ramón Negretti de la 601a Compañía de Comando del Mayor Mario Luis Castagneto habían estado usando Mount Simon y Big Mountain para informar y hostigar el avance británico hacia Mount Kent, la primera de varios picos que custodiaban el acceso a Port Stanley.
Secuelas
Las batallas de Mount Kent y Top Malo House a fines de mayo de 1982 costaron la vida a once miembros de las Fuerzas Especiales de Argentina. Sólo diez fuerzas especiales británicas resultaron heridas, pero cinco pronto murieron como resultado del fuego amigo. (Datos que deben corroborarse en el caso de las bajas británicas)
Referencias
- Marcelo Llambias Pravaz (Malvinas Corazón De Mi Patria)
- Entrevista a Guillermo Anaya, Top Gun de los helicopteristas
- En el Monte Kent, el Escuadrón D, escasamente extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y no estaban preparados para el sonido, alrededor de las 6 de la tarde, de helicópteros acercándose desde el este, de hecho un Puma y cuatro helicópteros Huey que traían veintinueve comandos compuestos por La Sección del Cuartel General de cinco hombres del Capitán Eduardo Villarruel y la Sección de Asalto del Capitán Tomás Fernández 2 y 3 del Capitán Ferrero, ambas de doce hombres. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
- La sección de Ferrero aterrizó en las laderas orientales del monte Kent y pronto se vio envuelta en una confusa batalla a corta distancia con la Tropa de Barcos de granadas explosivas, tiroteos repentinos con furia cercana y el abrupto deslizamiento de botas sobre las rocas. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
- Comandos en Acción: El Ejercito en Malvinas, Isidoro J. Ruiz Moreno, Emecé, 1986
- Mientras tanto, según su informe de patrulla, Villarruel también había aterrizado en el monte Kent y, evitando el contacto, se retiró al terreno elevado al norte de la colina. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de tomar Mount Kent y la desventaja de reagruparse en Estancia, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el SAS, instruyó al mayor Delves que era fundamental mantenerlo y ponerlo al mando de todas las fuerzas en el área hasta que Llegó el Comando 42. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 148, Pen & Sword, 2014
- Desafortunadamente, esta fue una 'descarga negligente' originada por una de las armas más peligrosas en el inventario militar británico, la metralleta de 9 mm. No estaba bien cuando Nick Morgan, John Williams y Malcolm Jowitt se pusieron a trabajar. Más tarde, este paciente se quejaba de los tres tubos insertados en su pecho, pero esas vías de drenaje hicieron un trabajo vital para llevarse la sangre que se escapaba del largo camino de la bala. Era un chico bastante afortunado, otro superviviente, y muy contra todo pronóstico. Doctor for Friend and Foe: Britain's Frontline Medic in the Fight for the Falklands, Rick Jolly, p. 89, Bloomsbury Publishing, 2012
- Dos hombres más resultaron heridos, pero el SAS seguía controlando sus posiciones principales en la mañana del 30 de mayo. Twilight Warriors: Inside the World's Special Forces, Martin C. Arostegui, pg 181, St. Martin's Press, 1997
- La sección de Fernández pasó la noche librándose de la emboscada y aunque dos SAS más resultaron heridos, perdió al sargento Alfredo Flores, quien quedó inconsciente al caer y fue hecho prisionero. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
- La Operación Autoimpuesta, hasta el momento, no iba bien y con los británicos ahora ocupando Mount Kent, el Mayor Rico recibió el mando de las operaciones de las Fuerzas Especiales. Canceló el despliegue de la 601 Commando Company y ordenó al Mayor Castagneto que rescatara al 602 Commando, que debía reunirse en el Monte Estancia. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
- Key battles at Top Malo and Mount Kent
- 16 Air Assault Brigade: The History of Britain's Rapid Reaction Force, Tim Ripley, pp. 45-46, Casemate Publishers, 2008
- Remembering The Falklands Day By Day
- "El sargento McLean resultó herido en la mano cuando una bala alcanzó el LAW de 66 mm que estaba a punto de disparar". Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, Pen & Sword, 2014
- "El grupo de fuego destruyó rápidamente la casa objetivo, pero los argentinos salieron disparados, contraatacaron y muy rápidamente dos marines, el sargento Terry Doyle en el grupo de asalto y el sargento Rocky Stone del grupo de fuego, recibieron disparos y resultaron heridos. Luego, el cabo Steve Groves recibió un disparo en el pecho. El grupo de asalto casi se había abalanzado sobre Top Malo, disparando desde la cadera y con Boswell a la cabeza ". Commando, David Reynolds, p. 146, Sutton, 2001