Nació el 6 de Octubre de 1.962 en Barranqueras, provincia de Chaco. Su familia afirma que Miguel siempre fue un niño rebelde. No acataba demasiado las reglas, ni en casa ni en el colegio. De hecho, era famoso por escaparse todas las semanas al menos un día de la escuela. Perteneció al Regimiento de Infantería 7 Coronel Conde. Murió en el enfrentamiento del Monte Longdon y entre sus pertenencias se encontró un mazo de cartas españolas. Esa rebeldía juvenil fue la que le hizo protagonizar una historia memorable en la noche de su última batalla. El suceso fue relatado en una carta por otro ex combatiente:"La noche del 12 de junio cuando los ingleses nos atacan, en un real infierno, con cientos de proyectiles y lluvia de trazantes que cruzaban el cielo, veo que se prepara la primera sección de nuestra compañía en apoyo a la Compañía "B". Eran El teniente Castañeda, un cabo y 44 conscriptos como yo. Los veo prepararse en la oscuridad, todos en fila india, en silencio, temblorosos. Entonces, de la fila, saltó un soldado que estaba muy flaquito, un pibe que era muy humilde, que casi nunca hablaba porque era tímido, - Era el soldado Falcón-
Empezó a arengarlos, a aplaudirse las manos, flexionándose, con el FAL rebatido en la espalda, y les gritaba : '¡Vamos carajo!!, ¡Ingleses de mierda, los vamos a reventar!, Somos el 7, el Regimiento 7, Vamos Carajo!!!' Surgió un líder de la nada, un tipo que, en las circunstancia más límite, le dio ánimo al resto". La acción de esta sección quedó registrada en libros británicos como uno de los actos más heroicos de los enfrentamientos terrestres en Malvinas. De los 46 que salieron, volvieron 25. Falcón fue uno de los que se quedó allí.
𝐄𝐥 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐣𝐞 𝐚 𝐥𝐚 𝐞𝐭𝐞𝐫𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐬𝐨𝐥𝐝𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐜𝐫𝐢𝐩𝐭𝐨 𝐌𝐢𝐠𝐮𝐞𝐥 𝐀𝐧𝐠𝐞𝐥 𝐅𝐚𝐥𝐜ó𝐧, 𝘙𝘦𝘢𝘭𝘢𝘵𝘢 𝘦𝘭 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴 𝘵𝘦𝘯𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘊𝘢𝘴𝘵𝘢ñ𝘦𝘥𝘢: Nos toco lanzar un contraataque flaqueados por una sección de infantería otra de ingenieros que habían tratado de contraatacar y habían llegado a media cresta por el intenso fuego de los ingleses, Era la noche del 11 al 12 de junio¬. Fuimos guiados por un conscripto estafeta, del mayor Carrizo, Este soldado conocía un camino de ovejas, ya que recorría a diario el monte Longdon llevando mensajes y conocía todos los recovecos que existían. Una vez en posición teníamos en frente un enemigo que parecía cada vez más numeroso con el correr de las horas. Si pesarlo mas despache al conscripto y nos lanzamos al ataque. Recuperando gran parte del terreno perdido Los hombres de Castañeda trataban de responder a los ingleses con parejo caudal de fuego, para que no se envalentonaran. Al mismo tiempo les gritaban y los insultaban. Los ingleses respondían con la misma moneda. Algunos conscriptos utilizaban la munición y las armas que les habían quitado a los enemigos, muertos o que habían abandonado por el ímpetu del ataque de los soldados argentinos. ¬ Volviendo al relato del teniente Castañeda: A pocos metros mio, el fusil del soldado Miguel Ángel Falcón no dejaba de escupir fuego, mostraba el ímpetu que demostró cuando nos pusimos en marcha. De repente ocurrió algo insólito. Falcón se enfureció, salió de su posición, se plantó desafiante frente a los británicos y continuó disparando desde la cintura mientras los cubría de insultos., el ruido era ensordecedor disparos, granadas, cohetes, y artillería, todo eso formaba una atmósfera irrespirable, las explosiones nos retumbaban en el cuerpo. Yo le grite no seas bol… tiráte al suelo, pero tal vez no me escucho, o no quiso escucharme. ¬ Disparaba todo lo que tenia, arrojaba granadas, Finalmente, una ráfaga de ametralladora le dio. Falcón Cayó de rodillas y cuando se desplomaba hacia adelante, el cañón de su fusil se clavo en el suelo, quedando su pecho apoyado sobre la culata. Parecía que estaba arrodillado rezando. Desafiando a su vez el fuego enemigo, el soldado Gustavo Luzardo se le acercó, lo recostó en el suelo, me miró y con un gesto le dio a entender que Falcón había partido.¬ ¿Porqué actuó así? "Eso sólo lo sabe él", -me expresó el teniente Castañeda- Creo que ya no le importaba nada, estaba haciendo lo que realmente sentía. Dios lo había llamado y se iba feliz, sabedor de que había cumplido" La batalla de Monte Longdon duró más de doce horas horas, pese a la gran disparidad de fuerzas. Esa noche, los soldados argentinos debieron hacer frente a más de 6.000 disparos, al fuego de morteros, granadas, bombardeos de artillería. Fue una pelea atroz que mostró el coraje inaudito de nuestros combatientes. el Soldado Falcón fue condecorado post mortem con la Medalla " La Nación Argentina al Muerto en Combate" y fue Declarado Héroe Nacional del RI 7. Por: Malvinas Historias de Coraje (www.facebook.com/profile.php?id=100071458564601)
El recuerdo de un jefe hacia sus soldados del Equipo de Combate Solar
𝘙𝘦𝘭𝘢𝘵𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘛𝘦𝘯𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘊𝘰𝘳𝘰𝘯𝘦𝘭 𝘐 (𝘙𝘌) «𝘝𝘎𝘔» 𝘑𝘶𝘢𝘯 𝘊𝘢𝘳𝘭𝘰𝘴 𝘠𝘰𝘳𝘪𝘰 (𝘊𝘰𝘮𝘱𝘢ñí𝘢 𝘥𝘦 𝘐𝘯𝘧𝘢𝘯𝘵𝘦𝘳í𝘢 «𝘉» 𝘥𝘦𝘭 𝘙𝘦𝘨𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘐𝘯𝘧𝘢𝘯𝘵𝘦𝘳í𝘢 12 «𝘎𝘦𝘯𝘦𝘳𝘢𝘭 𝘈𝘳𝘦𝘯𝘢𝘭𝘦𝘴»). En el año 1982 El entonces Teniente Primero Juan Carlos Yorio se encontraba prestando servicio en La escuela de suboficiales General Lemos» Con la recuperación de las islas al igual que muchos militares fueron reasignados a distintas unidades del país para cubrir los puestos necesarios en cada una .
De la Escuela de Servicios Para Apoyo de Combate «General Lemos», que en esa época era uno de los dos institutos de formación de futuros suboficiales del Ejército, fuimos movilizados al RI 12 «General Arenales» con asiento de paz en la ciudad de Mercedes, provincia de Corrientes, conmigo también fueron movilizados los entonces Tenientes Alejandro Garra, José Fernando López, del Colegio Militar de la Nación, entre otros, como recién egresado con motivo del incipiente conflicto armado, los Subtenientes Celestino Mosteirín y Ernesto Peluffo. Viajamos junto a otros muchos oficiales, entre ellos, cursantes de la Escuela Superior de Guerra, algunos de quienes también reforzaríamos en definitiva al RI 12 y con algunos suboficiales también redistribuidos y otros de los institutos de formación, recién egresados (estos eran cabos EC, en comisión). Al enterarnos que seríamos enviados al RI 12, mi alegría y tranquilidad estaban fundadas había sido por tres años, mi primer destino militar como Subteniente recién egresado. Una vez arribados al regimiento Yo pase a formar parte de la Compañía de infantería «B», que luego, con el agregado de los helicópteros de Ejército, sería el Equipo de Combate «SOLARI», Nuestra compañía quedó organizada de esta manera:
Un jefe de compañía, segundo jefe de compañía, Grupo Comando de Compañía, tres Secciones de Tiradores y una Sección Apoyo. Como jefe del Grupo Comando: el Encargado de Compañía, Sargento Primero José Luis «el Mencho » García.
Jefe de la 1ra Sección de Tiradores: Subteniente Daniel Fernando Benítez
Jefe de la Segunda: Subteniente Carlos Francisco Tamini
Jefe de la tercera: Subteniente Ramón Cañete
Jefe Sección Apoyo: Teniente José Fernando López y Segundo Jefe de Sec.: Subteniente «EC» Celestino Mosteirín.
Yo fui designado Segundo jefe de la Compañía «B», con las responsabilidades de ese cargo En Malvinas a nuestra compañía la segregaron, para ser utilizada para contraatacar a donde se requiriera. Éramos una reserva helitransportada y así es como nació el EQUIPO DE COMBATE SOLARI., Mientras que el resto del regimiento fue enviado a Darwin, nosotros permanecimos en a la ladera Noroeste del monte Kent. Los días pasaban y debíamos soportar las inclemencia del clima a la que estábamos poco acostumbrados.
En lo que la comida, todos comíamos de la única «olla» (Medio tacho de 200 litros en el cocinabamos). A falta de heladera para la carne y los víveres perecederos, los mismos se colocaban sobre las piedras al aire libre tratando que no le diera el poco sol que cada uno diez días aparecía radiante. Eso era suficiente para que no se descompusiera hasta el siguiente reabastecimiento. Por suerte, el clima «ayudaba» bastante para este caso. A veces me he preguntado si no hubiese sido así, si hubiésemos podido ser abastecidos más frecuentemente, o cómo solucionar esto sin «heladeras naturales». Logrado para el medio tacho que servía de olla, el primer fuego, enterrado para evitar que su luminosidad sea fácilmente vista en la noche y para guarecerlo del incesante viento, se procuró que no se apagara más, manteniéndolo siempre al cuidado del centinela del Puesto Comando y con un precario «techito » que evitara algo del agua de la también persistente lluvia y/o llovizna. El clima frío y el escaso valor calórico del combustible (que no era otra cosa que la turba que como hormigas buscaba el grupo Comando), no permitía cocinar más que el desayuno (mate con pan) que empezaba a cocinarse luego de lavar el tacho del guiso de la cena, que salía a eso de las 8 hs. y luego el guiso de carne, papas, verduras y complementos, más el pan, que salía a eso de las 16 ó 17 hs. Pese a la expresa prohibición de cazar, autoricé a los jefes de sección a hacerlo controladamente para reforzar con lo que se consiguiera, las necesidades calóricas del personal. La cocina centralizada, entregaba además, ciertos víveres como papa, zanahoria, dulce, para acompañar esos necesarios refuerzos. Si bien el personal no pasó hambre, las necesidades calóricas no alcanzaban a ser cubiertas a pesar de todo. Nadie aumentó de peso y positivamente, todos adelgazábamos día a día. Se debe recordar en especial, que entre los dieciocho y veintidós años, los hombres comemos más que el término medio, a esa edad uno siempre tiene hambre a eso había que sumarle la tensión nerviosa. En una ocasión, pasaba recorriendo por uno de los sectores de la Compañía y un grupo de soldados me llamó. Al acercarme, me dicen: «¿Quiere papas fritas?» ¡No podía creerlo! Un manjar inesperado en ese lugar inhóspito. ¿Cómo hicieron? les pregunté.
La respuesta fue muy lógica: habían pedido papas, aceite y sal en la cocina y usando una lata de 5 kg de dulce de batata ya consumido a manera de sartén, hacer las papas fritas era muy simple. Seguí mi camino encantado por el reconfortante momento y algo decepcionado por mi propia pregunta de cómo habían hecho, pues en realidad, era muy fácil de realizar, mis soldados eran gente de campo que siempre se las habían ingeniado en su vida civil porque debería ser diferente en Malvinas.
Respecto del agua, no teníamos un tanque aguatero, PERO: lo teníamos al «Indio» Julio Romero, un soldado correntino del grupo comando, que luego de caminar un poco, señalaba un lugar en el suelo a donde levantar las rocas y cavando unos centímetros, debajo había un curso de agua subterránea, pura y cristalina usable para el mate, el guiso, para beberla y para la higiene personal. ¡Gracias a Dios que «el Indio» estaba allí con nosotros! «El indio» ROMERO era infalible en su excepcional habilidad, de allí lo de «Indio». Mi sentido homenaje al querido y recordado «Indio » que muriera en combate cuando el Mte. Kent fuera atacado. Él vive en la memoria de cada uno de los integrantes del Equipo de Combate «SOLARI». Tengo actualmente su cara, su figura, su actitud su humildad y su voz en mi mente. ¡Indio Querido!
Argentina tiene muchos héroes desconocidos. Uno de ellos es el Sargento Adolfo Luis Cabrera. El sargento del Ejército Argentino, Adolfo Luis Cabrera, es para casi todos los argentinos un ilustre desconocido. Este Héroe cuyo nombre ahora es parte de la gesta de Malvinas. Nació en Concordia, Entre Ríos. Integró la "Reserva de a pie" que dirigió el Capitán Rodrigo Soloaga, como segundo jefe del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10 “Coronel Isidoro Suarez”.
El Sargento Cabrera llegó "de pase" al Escuadrón 10 en el mes diciembre de 1981. En realidad era oficinista y antes de que el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10 partiera hacia Malvinas pidió el pase a caballería para ser voluntario y poder ir. El mérito y heroísmo de este gran soldado no está dado solo por el hecho relatado sino que lo que lo hace más valioso aún es que no había compartido el año militar con sus soldados conscriptos.
Cuando fueron desplegados en Malvinas Cabrera revistaba como jefe de grupo en la 1ra sección de exploración. En la noche del 13 al 14 de Junio de 1982, después de realizar varios desplazamientos ordenados, el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10 se incorporó al dispositivo del RI Mec 7 en las alturas de Wireless Ridge y ocupó el extremo oeste, con la 1ra sección en dicha posición, cerrando el flanco correspondiente. El ataque británico, después de ejecutar un aferramiento frontal, se materializó con un envolvimiento con centro de gravedad en ese sector, implicando como consecuencia natural, que la citada sección recibiera el ataque más intenso. Cuando la situación se tornaba insostenible, se recibió la orden de repliegue para el escuadrón de exploración blindado. El capitán Rodrigo Soloaga comunica la orden a las secciones. Esta orden para la 1ra Sección resultaba más complicada de ejecutar dado que se encontraba combatiendo en las distancias cortas, con un nivel de aferramiento importante y con riesgo de ser aferrada definitivamente. En ese marco, su jefe el Teniente Bertolini, transmitió a sus grupos la orden de repliegue, el grupo del Sargento Cabrera combatía valerosamente con el enemigo, ellos eran los que estaban bajo mas presión. Ante esta situación este bravo Entrerriano se jugó su vida en defensa de sus hombres. Esta actitud, tan simple en su ejecución y tan grande en su trascendencia, es propia de un héroe de nuestra moderna historia militar, de un soldado cabal y de alguien que supo transformar en hechos su promesa de morir en cumplimiento del sagrado deber militar.
Ante las dificultades para poder despegar y desaferrarse del ataque enemigo, tuvo la nobleza de ordenar a sus hombres ejecutar el repliegue mientras él los cubría con intenso fuego ganando tiempo precioso para que sus hombres se pusieran a salvo. Mientras protegía el repliegue de sus hombres el sargento Cabrera fue abatido por el fuego enemigo y perdió la vida." Quedando para siempre allá en la turba malvinera. El Sargento Cabrera entregó su vida en la forma en que lo hacen los grandes soldados. Ese hecho, nos muestra grandeza de espíritu, nobleza de alma, espíritu de sacrificio, virtudes que sólo caben en un corazón noble como el que tenía nuestro suboficial. Indudablemente, habrá quien piense que el Sargento Cabrera cumplió con su misión, y eso es verdad, pero no sólo cumplió con ella, sino que ofreció su vida, logrando así preservar la de sus subordinados.
La historia del soldado que murió en Malvinas para que sus compañeros pudieran replegarse y el homenaje que demoró cuarenta años
El soldado Walter Becerra combatió y murió en el conflicto bélico del Atlántico Sur. Su papel en la guerra contra las fuerzas británicas y por qué la burocracia y la ignorancia demoraron más de una década en imponerle su nombre a su escuela, para que fuera recordado
Por Adrián Pignatelli || Infobae
Walter Becerra soldado, luciendo el uniforme de salida (Flia Becerra)
Era
ya avanzada la noche cuando Mónica se sobresaltó por los golpes que
alguien le daba al vidrio de la ventana en su casa de la calle Río
Amazonas al 300 del Barrio Zarza, en Moreno. Recién abrió la puerta
cuando vio que era su cuñado Walter Ignacio Becerra, 19 años, que
se había escapado del cuartel del regimiento 6 donde estaba haciendo el
servicio militar. Había ido al barrio con tres amigos para despedirse
de su novia Mirta y de paso de su familia, porque se iba a la guerra.
Adelante
vivía su hermano Carlos y en la casa de atrás los padres Andrés Ignacio
y Julia Díaz. Cuando lo vio, la madre no pudo de la alegría. Enseguida preparó su plato preferido: milanesas con bombas de papa rellenas con paté y recubiertas con mayonesa. Esa noche fue la última vez que lo verían.
Marcado en el círculo, junto a sus compañeros del regimiento 6 de Mercedes
Walter
Ignacio Becerra nació en el Hospital Castex, en General San Martín el 5
de mayo de 1962. Al tiempo el padre compró dos lotes en Moreno, cuando
todo era campo, y no se fueron más del barrio. Walter, como toda la
familia, era hincha de Boca y cada tanto se daba una vuelta por el gimnasio a hacer pesas y a pegarle unas piñas a la bolsa.
Según su hermano Carlos, siete años mayor, era querible y cariñoso, al
punto tal que sus amigos del barrio, en la medida que formaban familia, a
sus hijos varones les pusieron Walter o Ignacio.
Le gustaba bailar el rock, escuchar a los Bee Gees y tomar vermouth. A pesar de su juventud, era un padrino muy presente de su sobrina Julieta, quien recuerda que la llevaba a la calesita del barrio.
Junto a sus compañeros del Regimiento de Infantería Mecanizada 6 de Mercedes partió el 12 de abril de 1982 a Malvinas. A la noche llegaron a El Palomar y al día siguiente estaban en las islas.
Héctor Guanes, otro de los caídos del 6 (Comisión de familiares de caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur)
Con los soldados que estaban por irse de baja se formó la Compañía B. Becerra integraba el primer grupo de la tercera seccion de infanteria, a cargo del Cabo 1ro Zapata. De ese grupo murieron en combate Becerra y Jorge Luis Bordon,
cuyos restos fueron identificados en 2018. Miguel Luis Todde y Néstor
Brilz fueron heridos en combate, Segovia murió en la posguerra, y el
grupo era completado con Polizzo, Roldan, Arrua y Benitez,
Todos concuerdan que el “cabezón” era un tipo bueno, sin maldad y
recuerdan entre risas cuando en una noche de niebla, que no se veía
nada, salieron con el único visor nocturno que disponían a buscar comida
en un galpón y se terminaron perdiendo y que en lugar de comida
volvieron con sus bolsos portaequipos, a los que consideradan
extraviados.
Los primeros días en Malvinas fueron de expectativa,
pendientes de las negociaciones políticas y de la intervención del
Papa. Sin embargo, los bombardeos del primero de mayo avisaron que la
guerra había llegado, y más aún cuando se enteraron del hundimiento del
Crucero General Belgrano.
Su hermano Carlos, emocionado, luego de descubrir la placa
Ya casi al final de la guerra Walter, ese muchacho querendón, divertido, gracioso y atorrante, debió luchar con sus bajones anímicos que el joven jefe Lamadrid intentaba levantar en las largas esperas en las trincheras frías y húmedas.
Becerra cayó en la madrugada del 14 de junio,
combatiendo contra el Segundo Batallón de Guardias Escoceses, en el
sector este del Monte Tumbledown. Los soldados de la sección de Vilgré
Lamadrid, a pesar de los días de cansancio y de mal comer, mantuvieron a
raya el avance enemigo la noche del 13, hasta que las municiones comenzaron a escasear y los ingleses a multiplicarse.
Cuando
fue alcanzado el soldado Juan Domingo Horisberger, apuntador de la
ametralladora Mag, quien había dejado de disparar porque se le había
trabado, fue Becerra quien con su fusil automático pesado -un arma
parecida al Fal pero con caño reforzado para poder disparar más ráfagas
sin que se dilatase el cañón y que además llevaba un trípode en su
extremo- abría fuego a la par que cambiaba de posición, desorientando
a los británicos -”peleaban como verdaderos demonios”, dirían después-
que no lograban dar con él.
Misión
cumplida. A la izquierda Pichi Contardi y a la derecha Víctor Hugo
Iópolo, uno de los que trabajó para que la escuela llevase el nombre del
compañero muerto
Aún sabiendo que se había transformado en el principal blanco enemigo, Becerra se negó a replegarse porque quería cubrir a sus compañeros. Una hora estuvo disparando en esas condiciones hasta que lo abatieron con un lanza cohetes.
En
la familia estaban pendientes de los contingentes de soldados que
regresaban y ante la misma pregunta que se repetía una y otra vez, la
respuesta era que a Becerra no lo habían visto, búsqueda que finalizó
cuando estacionó un jeep del Ejército frente a la casa y dos oficiales
les llevaron la noticia que nunca imaginaron escuchar.
Desde 1983 sus restos descansan identificados en la tumba 15, de la fila 1 del sector B del cementerio argentino en Darwin.
El
papá falleció de un infarto dos años después, y su médico lo atribuyó a
la tristeza. Su mamá, sumida en la desesperación, solía salir de su
casa de madrugada para ir a buscar a su hijo, quien sabe dónde.
Veteranos posan junto a la directora del establecimiento
El recuerdo del Negro Guanes
Víctor Hugo Iópolo es para todo el mundo “el colorado”,
un veterano del regimiento 6, corpulento, de emoción fácil, que el
pasado noviembre cumplió 64 años. Era clase 60 pero había pedido
prórroga para terminar sus estudios de maestro mayor de obra. La vida
quiso que a diez días de irse de baja, le tocase ir a Malvinas.
Nació y vive en Moreno, y su obsesión fue que había que hacer algo por Becerra y Guanes, los dos veteranos caídos del 6 que eran de Moreno, porque como le confesó a Infobae, “de estos muchachos nadie se va a acordar”.
Trabajó
muchos años en la gráfica hasta que el médico le indicó que debía parar
y se empleó como auxiliar en una escuela de Moreno. Dice sentir un
profundo dolor mientras se señala el corazón cuando, diez días después
de haber regresado de la guerra, la mamá del Negro Guanes, que lo había
tenido de soltera, fue a su casa porque no tenía noticias de su hijo.
Iópolo sabía que Guanes, muchacho introvertido que era más de mirar que
de hablar, había sido gravemente herido en las piernas por una
bomba en las últimas horas de la guerra; que el soldado Goñi,
desentendiéndose del intenso fuego enemigo y de la tierra que no dejaba
de temblar por las explosiones, le aplicó morfina mientras se desangraba
y perdía el conocimiento; y que sus compañeros, cuyos rostros exhaustos
por el combate se iluminaban intermitentemente con las bengalas, lo rodeaban y atinaron a rezarle a la virgencita paraguaya de Caacupé, del que su amigo al que la vida se la iba era devoto; y que como no podían llevarlo con ellos, lo dejaron cubierto por una sábana blanca, que indicaba que era un soldado herido.
Terminadas las acciones se enteraron de que había fallecido, pero Iópolo no tuvo el valor de enfrentar a la mujer y contarles los detalles de los últimos minutos de su hijo
e hizo salir al padre. Ella entendió, dio las gracias y no la vio nunca
más. Iópolo iría a terapia por veinte años, porque en el fondo, él
hubiera querido que, de haber muerto en Malvinas, su madre supiera la
verdad.
Con banda militar y todo. El acto fue una revolución en el barrio, del que participaron los vecinos
La puja con el Che Guevara
Con
los años se empleó como portero en la Escuela de Educación Secundaria
N° 30 de Moreno, ubicada en el barrio 2000, a pocas cuadras del Acceso
Oeste, zona insegura pero que, en el universo de la delincuencia que
domina al conurbano, él define que ahora está más tranquilo.
No como cuando el año en que entró a trabajar, cuando manos cobardes la quemaron.
Junto a otros veteranos se desvivieron para reconstruirla, tarea que
les llevó un año. Van chicos de primero a sexto año, en dos turnos,
mañana y tarde.
Unos
doce años atrás Iópolo vio un pequeño cartelito, medio escondido, donde
se invitaba a los profesores a sugerir nombres para bautizarla. Iópolo,
quien además presidía la cooperadora y era famoso por publicar los
balances, increpó al director de entonces. Que la escuela era del
barrio, que todos los vecinos tenían el derecho de votar, y que el
cartel debía ponerlo en la entrada para que fuera visible para todos. “Yo sabía que con vos iba a tener problemas”, se quejó el director.
El apuntó el nombre de Walter Becerra, pero también hubo otros que apoyaban la candidatura de Ernesto Che Guevara, y hubo quienes optaron por Leonardo Da Vinci y otros que su memoria ya borró.
Para la selección final, el trámite se le complicó, ya que cada
postulante debía presentar un video con la justificación de por qué lo
proponía. Para los otros postulantes, fue sencillo: recurrieron a videos
publicados en youtube, pero él no sabía qué hacer. Se le ocurrió grabarlo a Fernando Pichi Contardi, gran amigo de Becerra, y luego viajó a Buenos Aires donde lo filmó a Esteban Vilgré Lamadrid, que había sido su jefe. Cada uno relató quién había sido el soldado muerto en Tumbledown.
La escuela 30 ahora tiene nuevo logo y homenajea a un caído en Malvinas
Durante una semana los alumnos tuvieron la oportunidad de ver todos los videos y Becerra ganó con el 99% de los votos. El resultado fue asentado en el libro de actas del colegio y el directivo, contrariado por el resultado, cajoneó el trámite.
Ese
director se fue, y vino una seguidilla de una interina, un profesor,
luego otra directora, y todos se desentendieron del tema. Iópolo no se
acuerda bien de ninguno de ellos.
El veterano estaba cansado.
Era mucho el desgaste de tantos años porque además era la cabeza de la
cooperadora, y a comienzos de este año renunció, si hacía cuatro o cinco
que se había jubilado. Está separado y tiene tres hijas.
En agosto, una llamada lo volvió a la vida. El vice director Pablo Roncio le dijo que la provincia había aprobado la imposición del nombre. Solo había que buscar una fecha para hacerlo realidad.
Por
los compromisos de los funcionarios municipales, se eligió el 21 de
noviembre, para hacerlo coincidir, casi con el día de la soberanía, que
es el 20.
El acto fue un tremendo alboroto de los buenos en el barrio.
Se consiguió que fuera la banda de música del Grupo 1 de Artillería
“Tomás de Iriarte”, que tiene asiento en Campo de Mayo, y el modesto
patio de la escuela se llenó de vecinos, funcionarios municipales,
provinciales y veteranos.
Iópolo,
que ese día fue abanderado, agradeció quebrado por la emoción a los
veteranos que participaron de este reconocimiento, como a Alberto “Culata” Curieses, que trabajaba en el Consejo Escolar de Moreno y ayudó mucho cuando la escuela se quemó. También estaba el coronel Mario Albérico Moyano -teniente primero en la guerra- “el papá de todos los veteranos”, y muchos compañeros del 6, que siempre se mueven como en una suerte de inquebrantable hermandad guerrera.
Estaban los Becerra, a quien se les obsequió una bandera, y su hermano Carlos participó del descubrimiento de la placa. El jefe del regimiento 6, coronel Sebastián Marincovich, envió un diploma para la escuela.
“Lo que hicimos en el colegio fue dejar una familia a nuestros compañeros”,
aseguró Iópolo. Porque en 2017 también se había cumplido con el otro
caído, cuando a la Escuela de Educación Secundaria N° 42 de Paso del Rey
pasó a llamarse Héctor Guanes.
En
la familia están más que contentos que, después de tantos años, se
hayan acordado de Walter. A la vuelta de la casa, en una placita un
monolito tiene su nombre y también hay otro en la plaza principal de
Moreno, frente a la municipalidad. Hace tiempo hubo un intento de un
concejal de ponerle el nombre a la calle donde vive la familia, pero el
edil falleció y todo quedó en la nada.
Esa noche, la de las milanesas con bombas de papa, su cuñada Mónica les preguntó si tenían miedo, y ellos respondieron que no, que los “iban a hacer pelota a los ingleses”.
En la puerta de calle fue la despedida, y la última vez que lo vieron
fue cuando cruzó la calle para tomar el colectivo 57. En un momento los
cuatro muchachos que iban a la guerra se dieron vuelta y saludaron,
pensando tal vez en un hasta luego, pero que duraría para toda la vida.
Jorge Zanela, que entonces era un subteniente de 23 años, jefe de la sección piezas del GA 4 A partir del 24 de mayo, la batería de tiro A, compuesta de cuatro piezas, ocupó una posición en la zona de Darwin, agregándose a la fuerza de tareas “Mercedes”. Les harían frente con fuego de hostigamiento a los británicos que se desplazaban hacia ese punto luego de haber desembarcado en la bahía de San Carlos. Dos piezas fueron enviadas por mar con el Río Iguazú. Luego de ser atacado por la aviación británica, en un complicado rescate que demoró más de un día de las piezas que se buscaron al tanteo en la bodega inundada del buque, llegaron a Darwin. Otros dos Oto Melara fueron llevados con un helicóptero Chinook el 26 de mayo por la tarde. Ese día fue las piezas comenzaron a ser accionadas. Apuntaron además a una fragata inglesa a la que, luego de 16 disparos, la hicieron retroceder. El 28 de mayo fue un día de combate intenso. Zanela recuerda que todo se resumía en cargar y tirar. Cada obús estaba a cargo de un suboficial y era asistida por cinco soldados. Calcula que se dispararon entonces 2400 proyectiles, “todo lo que había”, describió. La mayoría de la actividad era de noche. De día iban a reconocer el terreno y a llevar la munición. Era un ir y venir con los cajones.
Los Oto Melara tenían un alcance de diez kilómetros y no llegaban a hacer daño a las posiciones enemigas. Tiene un tiro más corto que había que hacerlo con mayor ángulo. De todas maneras, el suelo blando de la turba hacía que tanto los proyectiles argentinos como los británicos se hundiesen demasiado, y las explosiones no fueran suficientemente efectivas. Fueron dos días de combate sin descanso. A algunos le salían sangre por los oídos, debido a los tímpanos que no soportaban el continuo estruendo de las piezas. Muchos quedaron temporalmente sordos y los soldados terminaron con sus puños hinchados de tanto hacer fuerza para empujar el proyectil dentro de la pieza. No contábamos con observador adelantado, ni centro de dirección del tiro por lo que se Usó cartografía kelper muy precisa y la información de la infantería adelantada El 29 de mayo a las dos de la mañana se produjo el cese del combate en Darwin. Los artilleros no tuvieron bajas, sino heridos leves por esquirlas y un suboficial con un brazo lastimado cuando fue golpeado por el retroceso del cañón. Se inutilizaron los cañones: se les quitó el block de cierre, los anteojos de puntería y, junto a otras piezas, se las tiró al mar. A un jeep Mercedes Benz, que solo tenía un rodaje de 80 kilómetros, se le quitó el aceite y se lo dejó en marcha para que se fundiera. Como el motor resistió, se rompieron partes del motor a golpes de maza.
14 de junio, todo terminó, apenas unas horas antes habían combatido en Tumbledown. Dos rostros, uno la alegría de haber sobrevivido y otro el del Jefe con varios muertos y heridos. Duro combate. Sus vivencias recién acontecidas y expresiones capturadas por la imagen. A LOS BRAVOS DE MALVINAS. Imagen: Soldado Carlos Daniel Britos y Subteniente Esteban Vilgre Lamadrid - 3ra Sección - Compañia B - RI Mec 6 - EA.
A partir de la particular y destacable circunstancia de cumplirse un nuevo aniversario de la recuperación temporaria de nuestras Islas Malvinas y, consecuentemente, de los combates allí desarrollados, genera en mi, no sólo recuerdos, sino que me permite revivir, una vez más, hechos y situaciones transcurridos en esa ocasión.
Asimismo, los recuerdos afloran, se vuelven vívidos y cada uno de los episodios parece cobrar vida. Dentro de ellos, existe uno que siempre se presenta ante mí con gran intensidad, y puesto a pensar en las razones de ello, debo concluir que es así porque se refiere a la conducta de un verdadero soldado, de uno de tantos que siendo prácticamente desconocido, constituye un verdadero orgullo para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
En esta ocasión, además de revivir esos instantes en la intimidad, creo que sería un justo homenaje de mi parte difundirlo con mayor intensidad a la puesta hasta el momento y compartir ese especial recuerdo con otros que se interesen en conocer las pequeñas grandes verdades de lo sucedido en las Islas Malvinas.
Durante las operaciones, me desempeñé como jefe de una fracción del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10 “Cnl Isidoro Suárez”, único elemento de esa arma que participó con la totalidad de sus efectivos en la defensa de las Islas.
Dicha fracción, en el cumplimiento de su misión, pagó un caro tributo en sangre sufriendo seis muertos: tres suboficiales y tres soldados. Entre los primeros se encontraba el sargento de caballería ADOLFO LUIS CABRERA, quien revistaba como jefe de grupo en la primera sección de exploración.
Ese suboficial, oriundo de Concordia - esa generosa tierra entrerriana que tanto ha aportado al arma de caballería -, llevaba escasos meses destinado en el Escuadrón, pero se había integrado rápida y completamente, merced a un destacable esfuerzo de su parte.
El elemento a mis órdenes, constituido en reserva a pie de la Agrupación Ejército Puerto Argentino, se empeñó en combate directo con el enemigo el 11 de junio, manteniéndose en esa situación hasta el 14 de junio, día de la capitulación.
En la noche del 13 al 14 de junio, después de realizar varios desplazamientos ordenados, esa reserva se incorporó al dispositivo del R I Mec 7 en las alturas de Wireless Ridge y ocupó el extremo oeste. Por su parte, la 1ra sección, en la posición, ocupó también el extremo oeste, cerrando el flanco correspondiente. En su momento, el ataque británico, después de ejecutar un aferramiento frontal, se materializó con un envolvimiento precisamente con centro de gravedad en ese sector.
Ello implicó, como consecuencia natural, que la citada sección fuera la que recibió el ataque más intenso, lo que determinó, asimismo, que fuera la que más bajas sufriera, tanto en muertos como en heridos. En esas acciones cayó en cumplimiento de su deber, entre otros, el sargento CABRERA. Hasta ahí el relato breve, frío, pero natural de los hechos.
Asimismo, es conocido que una vez producida la capitulación, se concretó la evacuación de soldados argentinos que estaban como prisioneros de guerra, permaneciendo en las Islas en condición de tales un número reducido de militares. La casualidad quiso que la totalidad de los oficiales del Escuadrón permanecieran allí, lo que motivó que se perdiera la posibilidad de mantener contactos posteriores con los soldados, quienes al llegar de regreso a los cuarteles fueron licenciados definitivamente.
Con posterioridad, cuando me desempeñé como jefe del Escuadrón 1, heredero del antiguo Escuadrón 10, tuve oportunidad de reencontrarme con algunos ex soldados veteranos, circunstancia en la cual tuve la posibilidad de tomar conocimiento parcial del tema que hoy me ocupa, pero sin datos concretos ni testimonios directos. Desde hace algunos años, mis contactos con los antiguos soldados, se han incrementado. Esta circunstancia, posibilitó el reencuentro con gente que desde hace más de veinte años no veía, que fueron testigos directos del hecho y con ello la posibilidad de confirmar el episodio que paso a relatar.
En la circunstancia antes descripta del ataque británico a la posición de la fracción a mis órdenes, debe mencionarse que previo a la acción directa del enemigo, se produjo en el sector un durísimo combate contra las tropas inglesas que ejecutaban el aferramiento frontal, todo ello acompañado, por parte de las fuerzas británicas, de un impresionante apoyo de fuego de características excepcionales por su volumen e intensidad, que incluyó fuego de artillería de campaña, de artillería naval, de misiles antitanques empleados en contra de las posiciones defensivas, y sobre final, fuego de los cañones de los tanques empleados como artillería contra esas mismas posiciones.
La excepcional intensidad de lo expresado, además de la experiencia personal que me permite tal afirmación, ha sido destacada por variadas publicaciones tanto británicas como argentinas. Expresar que el fuego recibido fue impresionante resulta poco, ya que adquirió características abrumadoras. Resultaba difícil apreciar y razonar, y mucho más resolver con acierto. Debe mencionarse asimismo, que dado que la reserva se empeñó en un sector no previsto, ni preparado, no se habían realizado reconocimientos ni acuerdos, lo que sumado a que tanto la aproximación al lugar, la adopción del dispositivo como el posterior combate se ejecutaron durante la noche y bajo el fuego, las posiciones ocupadas fueron en muchos casos precarias, aprovechando las salientes rocosas del terreno.
La 1ra Sección sufrió especialmente dicha situación, dado que cubrió un frente no previsto por las tropas del Regimiento de Infantería Mecanizado 7, a cargo de ese sector originalmente. Dicha situación, como ya expresé, se vio agravada al concretarse el ataque principal enemigo por el flanco oeste, que incidió directamente sobre la Sección mencionada, la cual debió soportar la peor parte de la acción ofensiva. Tanto es así que, pese a los denodados esfuerzos realizados, ante el progreso del ataque que incidía con gran superioridad, el comandante de la Agrupación Ejército “Puerto Argentino” ordenó la ejecución de fuegos propios sobre el sector, en un intento de disminuir el ritmo de avance del enemigo o detenerlo si ello hubiera sido posible, con lo que dicho fuego incidió también sobre el sector de la 1ra Sección, con el consecuente peligro de batir a la propia tropa, riesgo que el mismo Comandante aceptó haber asumido.
Lo expresado busca evidenciar, en la medida de lo posible y dentro de la brevedad necesaria del relato, una situación que, para toda la reserva a pie y esa sección especialmente, resultaba crítica, les exigía una disposición especial y ponía a prueba las condiciones y cualidades de sus integrantes.
Cuando la situación se tornaba insostenible, después de recibir la orden de repliegue para la reserva a mis órdenes, impartí la misma orden a las secciones. Para la 1ra Sección resultaba más complicada su ejecución dado que se encontraba combatiendo en las distancias cortas, con un nivel de aferramiento importante y con riesgo de ser aferrada definitivamente.
En ese marco, su jefe el teniente Bertolini, transmitió a sus grupos la misma orden. El grupo al mando del sargento Cabrera combatía valerosamente con el enemigo bajo gran presión. Al recibir la orden, ante la dificultad de replegarse estando en contacto tan próximo con el enemigo, conocedor del riesgo de vida que implicaba para sus integrantes, dicho jefe de grupo no dudó y ordenó a sus soldados replegarse y permaneció en la posición a efectos de cubrirlos con sus fuegos y permitir que se rompiera el contacto.
En la ejecución de esta acción, mientras sus soldados lograron desprenderse, replegarse con el resto de la Sección y, de tal forma preservar sus vidas, el sargento Cabrera entregó la suya en defensa de sus hombres. Esta actitud, tan simple en su ejecución y tan grande en su trascendencia, es propia de un héroe de nuestra moderna historia militar, de un soldado cabal y de alguien que supo transformar en hechos su promesa de morir en cumplimiento del sagrado deber militar.
El sargento Cabrera entregó su vida en la forma en que lo hacen los grandes soldados. Ese hecho, nos muestra una grandeza de espíritu, una nobleza de alma, un espíritu de sacrificio, que sólo cabe en un corazón inmenso como el que tenía ese suboficial. Indudablemente, habrá quien piense que el sargento Cabrera cumplió con su misión, y eso es la auténtica verdad, pero no sólo cumplió con ella, sino que lo hizo ofreciendo a cambio su vida y logrando con ello preservar la de sus subordinados.
Habrá también quien piense que si esa es mi opinión, ¿porqué no se le otorgó al sargento Cabrera un reconocimiento a su valor?, la respuesta es simple, se llegó a conocimiento de su acción heroica mucho tiempo después de finalizada la evaluación de las conductas en la defensa de Puerto Argentino.
Esta falta de reconocimiento constituye una frustración para quien, como es mi caso, condujo a este valiente soldado en combate. Este relato, además de servir para difundir la conducta del sargento Cabrera, quiere ser asimismo, una forma de rendir tributo a su valentía, de expresar el orgullo que siento por haberlo tenido a mis órdenes, el agradecimiento eterno de quienes pudieron salvar sus vidas gracias a su sacrificio, y espero que también para que quienes lo lean compartan nuestro profundo reconocimiento e incorporen a sus plegarias una por el eterno descanso del alma de un verdadero soldado, el sargento Adolfo Luis Cabrera y otra por el bienestar de su señora esposa y de su hijo que entregaron a la Patria a su ser más querido.
Sargento de caballería Adolfo Luis Cabrera, descansa en paz, está seguro que has honrado la tradición de honor, valor y lealtad propia de los verdaderos soldados del Ejército Argentino, y con tu actitud eres ejemplo de virtudes militares.
Reaccionar
con presteza en un momento de incertidumbre, el 06 de junio en Monte
Dos Hermanas, cuando una patrulla enemiga ataca por sorpresa con apoyo
de morteros. Su grupo proporcionaba seguridad a una fracción de Infantería de Marina que instalaba un campo minado cuando se produjo el
ataque. El soldado GONZALEZ abrió fuego con su FAP deteniendo el
avance enemigo y dando espacio para que su grupo contraatacase,
persiguiendo a los ingleses y le capturase material.
Arribo a las Islas Malvinas en el 1982, hace más de 41 años, para cumplir un sueño.
El domingo 11 de abril de 1982, domingo de Pascuas de Resurrección llegábamos a Puerto Argentino. A la mañana temprano, nos despedimos del 2do jefe del Regimiento de Infantería 25 en Colonia Sarmiento, Chubut, mayor Carlos Cáceres y los capitanes Hernan Garay, Fernando Alberto Isturiz, Eduardo Jesús Olmos, Raúl Antonio Sevillano, Alberto Mario Xifra, los Tenientes primeros Guillermo Sanguinetti, Fernando Palacios, el Teniente Bari Sosa del Valle Sosa y yo nos embarcamos en un camión Mercedes Benz, creo que 1113 rumbo al aeropuerto de Comodoro Rivadavia "Gral. Enrique Mosconi". En el aeropuerto de Comodoro Rivadavia había un movimiento inusual de maquinas y aviones de todo tipo, militares y civiles. Bastante complicado por la cantidad de pasajeros, cargas y todas las operaciones en ejecución. Nosotros no figurábamos en ningún documento o registro y menos en las listas de embarque, o sea la situación para poder salir rumbo a las deseadas islas se complico. Pero allí apareció el espíritu de supervivencia del Infante, soldado argentino y gracias a Dios, los oficiales que estaban a cargo del embarque eran dos profesores de la Escuela Superior de Guerra, jefes de grupo del Curso Básico de Estado Mayor, movilizados como nosotros, de la cual éramos alumnos de 1er año. Creo que eran el Teniente Coronel, comunicante Carlos Washington Reveand y el Teniente coronel, zapador, Naredo José Cot. Con ellos hablamos y les dije que el Jefe del Regimiento Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín nos esperaba ese día para impartirnos la orden de operaciones para nuestro despliegue en su Unidad y posterior cena de Pascuas. El Capitán Olmos agregó que el Jefe nos esperaba ayer y que no pudimos embarcar en ninguna aeronave y el capitán Isturis reafirmó lo dicho por una conversación radial que había tenido ayer con el Mayor Carlos Maria Vergara ,oficial de operaciones del Regimiento 25 y a cargo de la 2da jefatura en Puerto Argentino, quien le había dicho que no solo nos estaban esperando, sino que nos necesitaban lo más rápido posible. Los oficiales de embarque ante tanta insistencia y viendo que en un Boeing 707 de Aerolíneas Argentinas preparado para el traslado del personal había lugar, nos embarcaron. En el viaje los pasajeros, oficiales, suboficiales y soldados íbamos sentados en el suelo con lo cual se triplicaba la cantidad de personal a transportar. Y de esa manera empezamos a vivir el sueño de la GESTA DE MALVINAS. Así arribamos al Aeropuerto de las irredentas Islas Malvinas. Aproximadamente pasado el mediodía, allí nadie nos esperaba, ni nadie sabía que llegábamos. Cada uno con su armamento y equipo individual de combate, pistola 9mm, casco, bolsón portaequipo (que había sido embarcado como equipaje en la bodega del avión) y otros elementos necesarios para la contingencia que allí comenzaba, en este nuevo escenario. Escenario tan diferente para nosotros, Capitanes, alumnos de la Escuela Superior de Guerra y Técnica del Ejército Argentino, que una semana atrás estábamos cursando nuestras respectivas carreras de Oficial de Estado Mayor (Garay, Fernando Alberto Isturiz, Olmos, Sevillano y Yo.) y de Ingeniero Militar (Xifra). El aeropuerto de las Islas se encontraba bastante congestionado y saturado con personal y cargas. Tuvimos que esperar que desembarcaran los bolsos portaequipo y los entregaran por nombre y apellido, lo que tampoco fue fácil. Allí también usando la astucia de años de milicia y contactados con el personal de ejército y fuerza aérea responsables de operar el aeropuerto, logramos subir a las 14.30 horas a un camión Unimog 416 del Regimiento 25, recuerdo que a ordenes del Subteniente de Intendencia Antonio Agustín DUARTE, que no tuvo tiempo para dudar si nos podía llevar o no, y para los deseos de todos iniciamos nuestro traslado al Puesto de Comando Principal del Teniente Coronel Mohamed Ali Seineldín, el “Turco”. La casa de las antenas era el lugar donde estaba en ese momento las instalaciones del Puesto de Comando del Regimiento de Infantería 25 que tenía la responsabilidad de la defensa de todo el perímetro de Puerto Argentino y en el ex cuartel de los Infantes de Marina Británicos en Moody Brook, estaba el comandante de la Brigada de Infantería 9 General Américo Daher, otro paisano del Turco. La casa de las antenas era en donde se encontraba el sistema de investigación de la meteorología, cartografía, oceanografía, de información y prensa británicos en las Islas. Allí estaban los teletipos que permanentemente recibían la información periodística de los medios de la corona, por eso había muchas antenas. Era un galpón bien pertrechado con distintas oficinas en su interior donde se instalo la jefatura de la Unidad. Tenía un predio de 1 hectárea aproximada y a su alrededor se instalaron carpas logísticas para los servicios y el rancho. En aquel lugar tenía su Puesto de Comando el Teniente Coronel Seineldín y hacia allí nos llevo el Unimog del Aeropuerto. Nos presentamos al Jefe de Regimiento que estaba escuchando marchas militares y tomando un mate cocido. Él saludó a cada uno con afecto y un fuerte abrazo que hiso crujir las costillas a los no preparados o pocos conocedores de los modales y conductas del “Turco”. Pero luego de darnos de comer, a las 17.00 hs, nos mandó a presentarnos al General Daher para que el nos diera los destinos, pese a que la orden era “movilizados al RI 25”. Así era nuestro Jefazo, no quería que le cambiaran sus oficiales que él había formado para esta ocasión. Nosotros ante la duda cumplimos la orden y embarcamos otra vez todo el bagayo de soldados y partimos al cuartel de Moody Brook, a presentarnos al General Daher. En el viaje de ida, era de día y así pudimos ver la ciudad desde la avenida costanera o principal, Ross, la Catedral Anglicana, Iglesia de Cristo, el arco de huesos, la pro catedral Católica, Santa María, el monumento al combate naval de la primera guerra mundial la casa del Gobernador y el cuartel de los Royal Marines en Moody Broke. Cuando pasamos por la primera iglesia sin saber que era protestante, paramos y nos bajamos a agradecer a Dios nuestra presencia en las Islas. Estaba abierta y nos recibe muy afectuosamente el Rector RP Harry Bagnall, nos invita a pasar, nos espera que en forma individual recemos y a la salida, creo que Isturiz le pregunta cuantos años tenía la Catedral y el RP rector nos dice que la Iglesia Catedral de Cristo se inauguro en 1892 , diseñada por Sir Arthur Blomfield y construido en 1890 - 1892 de ladrillo y piedra local en el sitio de la iglesia de la Santísima Trinidad, que fue destruida por la bajada de turba que destruyó parte de Stanley en 1886. El interior también es básico; de madera, vidrieras vitrales y almohadones diseñados para representar diferentes aspectos de los más vistos por los feligreses locales. Además tiene unos vitrales que reflejan la historia de las islas Malvinas. Xifra le dice que nos teníamos que ir entonces muy rápidamente Harry nos dice que fue consagrada en 1892 que es la catedral anglicana más meridional del mundo. Por último yo le pregunto que era el monumento de huesos que estaba al frente y nos dice, es un arco de huesos de los maxilares de dos ballenas azules para conmemorar el centenario de la ocupación británica en las Islas Malvinas en 1933. Luego nos da la mano a cada uno de nosotros y nos invita a volver cuando queramos. Continuamos el viaje viendo las casas frente al mar, de ladrillos, piedras y maderas pintadas de colores claros. Después pasamos despacio por la Iglesia Católica Santa María, que estaba cerrada, era más chica de madera y techos de chapa. Luego vimos la casa del Gobernador y el monumento en memoria de los caídos en una batalla naval el 8 de noviembre de 1914, frente a las islas en la Ira GM, una especie de pirámide con un Galeon en la punta. Y así llegamos al cuartel de los Marines en Moody Brook o Arroyo Caprichoso en español. Allí el General nos recibe sin entender nada ni saber qué hacer, muy amistosamente nos da la bienvenida y nos agradece la visita que le hacíamos y que no era necesaria. Nosotros le dijimos que el tenia que destinarnos, se rio y dijo si lo estábamos cargando, porque ya veníamos destinados al RI 25 y allí debíamos estar. Después de reírse otro poco lo llama a nuestro jefe y muy sutilmente le dice que le devuelve el paquete que era de él y a las 19.30 hs aproximadamente nos despacha con sus vehículos a la estación meteorológica puesto de comando del Regimiento 25. En el regreso de 5 km aproximados, de noche con la ciudad iluminada, veníamos comentando que el problema era que el Turco como no quería cambios en el ROL de Combate, nos enviara de regreso al continente. El “Turco” en su libro, Malvinas un Sentimiento (pag 97) cuenta que el My Vergara le dice que recibirán refuerzos movilizados y él le dice si sabia quienes eran, “mi temor era que existiera una desigualdad en el nivel de instrucción y en el grado de motivación espiritual con el resto de los soldados.” El My le dice que solo conoce algunos nombres y les da los de los seis capitanes de la promoción 100, nosotros. El Tcnl dice “estos datos me tranquilizaron conocía a cada uno de los Capitanes y estaba seguro de la idoneidad de cada uno de ellos”. Al llegar al Puesto de Comando nos encontramos con el Teniente 1ro Julián Nicolás Julian Lamas y el Subteniente de Arsenales Sergio Gustavo Schirmer , los que nos contaron la preocupación del Jefe para ubicarnos en el ROL de combate del Regimiento. Entonces como yo, que con mi compañía de Patricios, la “D” Suipacha, le había servido de enemigo para los ejercicios que él hacía en el 78 como jefe del equipo especial de comandos, Halcón 8 y era entonces el más relacionado de los seis movilizados, decidimos que fuera el interlocutor válido para charlar con él y convencerlo para que nos deje en su ROL de combate. El Tte 1ro Julian Lamas nos alojo en una oficina de la Estación meteorológica y a las 21.00 hs aproximadamente, yo me fui a charlar con él. Primero recordamos viejas épocas, escuchando música de bandas militares Argentinas y alemanas en un grabador portátil que había llevado, y tomando una sopita, caldo. Me mostró la Bandera del Regimiento que nos acompañaría en el combate, su sable de oficial y el Rosario que llevaba en su cuello, me regalo uno que me coloco como una condecoración, y me pregunto si lo quería acompañar a rezarlo, así lo hicimos y a partir de ese día todos los días de la GESTA. Me conto entonces parte de la operación Rosario, su encuentro con el Gobernador y otras vivencias de Malvinas. Eran como las 00.30 horas y no me hablaba de nuestros destinos, entonces le pregunte que pensaba hacer con nosotros y los otros oficiales que habían llegado ese día, se puso un poco tenso y parándose me dijo que no había lugar para todos nosotros porque la unidad estaba completa. Entonces le pregunte por el ROL de combate, se puso más tenso, empezó a armar su cama en el piso y a buscar en su portacartas que tenia colgada en un clavo de la pared y con la energía que lo caracterizaba saca un documento que era la organización para el combate de la unidad. Y me muestra en la carta la distribución en el terreno del Regimiento para la defensa del aeropuerto que tenía prevista. Lo leo y noto que el oficial de operaciones era en realidad 2do jefe en Malvinas y oficial logístico, que no había oficial de operaciones e inteligencia, que el Jefe de la compañía de Servicios era el auxiliar del logístico, que en el Faro no había un oficial a cargo, que estaba por formarse una compañía de infantería en Colonia Sarmiento con soldados de la clase anterior y que no tenia oficiales, y otros detalles no importantes pero que me permitieron hacerle una propuesta , completar la plana mayor con oficial de operaciones, de inteligencia y logístico, armar una reserva , completar la compañía a movilizar y poner un jefe a la fracción del faro. Me miro mientras daba vueltas a la mesa con cara de pocos amigos, pero me sonrió y me dijo ya esta, usted y el Cap Fernando Alberto Isturiz se quedan conmigo uno como oficial de inteligencia y otro como oficial de operaciones, el Cap Xifra como auxiliar logístico del My Carlos Maria Vergara , el Cap Hernan Garay con la reserva a formar y allí podemos poner a uno de los Ttes 1ro (fue Guillermo Sanguinetti ), al Cap Olmos al faro y al Cap Sevillano a buscar la compañía a Colonia Sarmiento como jefe de la misma con el otro Tte1ro (Palacios) y al Tte Bari Sosa con Miguel Angel Macchi . Me convido con un mate cocido y me preguntó que me parecía, con mi mejor cara de guerra y mientras me quemaba con el mate escuchando la marcha Ituzaingó, le dije Brillante, había logrado el objetivo de quedarnos en el Regimiento con él lo que era un verdadero Honor por estar a las ordenes de un auténtico maestro. Le hice algunos comentarios sobre la situación del continente y la alegría de la gente por la recuperación de nuestras Islas y me dijo que tenía que descansar. Me pare, me puse el casco lo salude militarmente, me dio otro abrazo y me dijo, no será fácil, conozco bien a los piratas y se vendrán con todo, mañana les daré a cada uno un rosario y me regalo una estampita de la virgen del Rosario que aún conservo. Mis compañeros estaban despiertos cuando llegue a la oficina dormitorio y saltaron de alegría por la solución del problema, ya éramos oficiales del Bravo 25.