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miércoles, 12 de junio de 2024

¿Cómo se pudo cambiar el curso de la guerra terrestre?

¿Qué pudo haber hecho un general argentino enfrentando la situación de la defensa de Puerto Argentino?





En su momento, el periódico británico The Guardian hizo público una denuncia en un editorial titulado "Veinte años después", señalando que el público británico solo pudo acceder a información que se les negó hace dos décadas hasta el año 2002. Después de este largo período de silencio, el almirante Sir John Woodward, comandante de la Fuerza de Tarea enviada por Margaret Thatcher para recuperar las Islas Malvinas, reveló a los periodistas de The Guardian, Jeevan Vasagar y Alex Bellos: "Ganamos la guerra con un importante grado de suerte. Cuando los argentinos se rindieron, las pérdidas británicas estaban aumentando y estábamos a punto de quedarnos sin alimentos y municiones. Si hubieran resistido una semana más, la historia podría haber tomado un rumbo muy diferente. Imagínense qué diferente podría haber sido nuestra historia política reciente".
Woodward también recordó haber enviado un mensaje desesperado a las fuerzas de tierra el 6 de junio de 1982, advirtiéndoles que el grupo aeronaval bajo su comando estaba "exhausto". Estas revelaciones coinciden con las afirmaciones de otros altos mandos militares británicos, quienes sostienen que la guerra de Malvinas distó mucho de ser el "paseo" que ciertos propagandistas del tatcherismo pretendían. En una entrevista realizada en 1996 en Londres, uno de los coroneles que comandó el Regimiento 2 de Paracaidistas (2 Para) respaldó esta tesis, señalando que si el alto mando argentino hubiera resistido una semana más, las tropas británicas hubieran enfrentado un colapso logístico.
Las revelaciones del almirante Woodward son especialmente relevantes al conocerse ahora lo que escribió en su diario durante esos días de junio: "Estamos al borde del abismo: si los argentinos nos soplan en la nuca, nos mandan al fondo. A lo mejor les pasa lo mismo: espero que así sea porque de otra manera nos espera una carnicería".



Julián Thompson, líder de los Royal Marines durante la guerra, expresó: "Si hubieran esperado un poco más, seguramente no hubiéramos podido responder de la misma manera". En efecto, a finales de 1981, debido a una crisis interna, Gran Bretaña había decidido vender sus dos portaaviones y retirar del servicio sus grandes buques de desembarco, lo que la dejaría sin capacidad para realizar operaciones anfibias a gran escala. La Royal Navy se reduciría a una fuerza de defensa costera.



El general Jeremy Moore, comandante de las fuerzas terrestres británicas en Malvinas, afirmó que sin los portaaviones y los grandes barcos anfibios, no habrían podido enfrentar a la Fuerza Aérea Argentina ni llevar a cabo un desembarco terrestre de manera profesional con sus tropas. Además, en mayo de 1982, Argentina estaba programada para recibir una entrega de veinte misiles Exocet de Francia (a pesar de su caos económico, el gasto militar era alto), pero en abril, durante la ocupación de las islas, solo contaban con cuatro. El misil Exocet y el avión Super Etendard formaban un sistema ofensivo diseñado para atacar buques, una tecnología avanzada en ese momento y que aún se mantiene operativa en la actualidad.



Nos podemos hacer la pregunta de qué faltó hacer en tierra para devolver a los soldados británicos a sus barcos. Como general argentino estacionado en las Islas Malvinas con suministros limitados y enfrentando ataques terrestres a posiciones fijas propias, la situación ciertamente presentaría desafíos importantes. A continuación se presentan algunas estrategias que potencialmente podrían cambiar la dirección de la guerra en estas circunstancias:


Fortificación y defensa
se debió priorizar la fortificación de posiciones defensivas para resistir los ataques terrestres enemigos. Mejorar los sistemas de trincheras, búnkeres y fortificaciones para brindar cobertura y protección a las tropas contra ataques de artillería e infantería enemigas. Implementar tácticas de defensa en capas para crear obstáculos y perímetros defensivos que obliguen al enemigo a exponerse al fuego defensivo.

  • Identificar posiciones defensivas clave: evaluar el terreno e identifique posiciones defensivas clave que ofrezcan ventajas naturales, como terrenos elevados, cuellos de botella y áreas con buena visibilidad y campos de tiro. Priorizar la fortificación defensiva de estas posiciones para establecer fortalezas que puedan dominar el área circundante y negar al enemigo objetivos estratégicos.
  • Mejorar los sistemas de trincheras: mejorar los sistemas de trincheras existentes y establecer otros nuevos para brindar cobertura y protección a las tropas contra ataques de artillería e infantería enemigas. Construir trincheras con patrones en zigzag para minimizar el impacto del fuego enemigo y crear múltiples capas de defensa. Reforzar las zanjas con sacos de arena, movimientos de tierra y otros materiales para aumentar su durabilidad y resistencia.
  • Establecer búnkeres y puntos fuertes: construir búnkeres y puntos fuertes fortificados para que sirvan como centros de comando, puestos de observación y posiciones de apoyo de fuego. Construye búnkeres con hormigón armado y acero para resistir los bombardeos aéreos y los bombardeos de artillería enemigos. Coloca ametralladoras, armas antitanques y equipos de francotiradores en posiciones fortificadas para proporcionar campos de tiro superpuestos y apoyo mutuo.
  • Crea obstáculos y perímetros defensivos: coloca obstáculos como alambre de púas, zanjas antitanques y campos minados para impedir el movimiento del enemigo y canalizar su avance hacia zonas de muerte. Establecer perímetros defensivos alrededor de posiciones clave con campos de fuego superpuestos y sectores de responsabilidad entrelazados para evitar la infiltración y el cerco del enemigo.
  • Utilice cobertura y ocultación natural: aproveche las características naturales como colinas, crestas y vegetación para proporcionar cobertura y ocultación adicional para las posiciones defensivas. Camufle trincheras, búnkeres y fortificaciones para mezclarse con el terreno circundante y minimizar el riesgo de detección por parte del reconocimiento enemigo.
  • Implementar defensas antiaéreas: instalar defensas antiaéreas como misiles tierra-aire, armas de fuego y sistemas portátiles de defensa aérea (MANPADS) para protegerse contra las amenazas aéreas enemigas. Coloque baterías antiaéreas en ubicaciones estratégicas para proporcionar cobertura de espacio aéreo superpuesto y disuadir los ataques aéreos enemigos en posiciones defensivas.
  • Establecer nodos de comando y control: establecer nodos de comando y control dentro de posiciones defensivas para coordinar el movimiento de tropas, dirigir los activos de apoyo de fuego y comunicarse con los cuarteles generales superiores. Equipe los centros de comando con equipos de comunicaciones, mapas y pantallas de inteligencia para facilitar el conocimiento de la situación y la toma de decisiones en tiempo real.

Movilidad y flexibilidad
Mantener la movilidad y la flexibilidad en las operaciones defensivas para evitar que el enemigo se afiance o explote las debilidades en las posiciones defensivas. Se debió utilizar reservas y unidades de respuesta rápida (comandos e infantes de marina) para contrarrestar los intentos de avance del enemigo y reforzar los sectores críticos bajo ataque. Realizar retiradas tácticas cuando sea necesario para consolidar las líneas defensivas y preservar la mano de obra. Algo que fue recalcado en acción los por los comandos del EA y por el mismo Capitán Robacio que solicitó que las tropas que estaban en el capital se movilizaran a las trincheras para combatir.

  • Creación urgente de unidades de respuesta rápida: Establecer unidades de respuesta rápida compuestas por infantería altamente móvil, apoyadas por vehículos blindados ligeros (AML-90) y elementos de reconocimiento. Estas unidades deben estar estacionadas en ubicaciones estratégicas en toda la isla para reaccionar rápidamente ante los intentos de avance del enemigo o para reforzar sectores críticos bajo ataque. Sobre todo puede alimentarse de tropas ya probadas en combate y descansadas.
  • Fuerzas de reserva: mantener fuerzas de reserva que puedan desplegarse rápidamente para reforzar las posiciones de primera línea o explotar oportunidades de contraataques. Estas reservas deben mantenerse preparadas y coordinar sus movimientos en función de la evolución de la situación táctica y la evaluación de las amenazas.
  • Postura de defensa ágil: se podía adoptar una postura de defensa ágil que permita la asignación flexible de fuerzas en función de los movimientos e intenciones del enemigo. En lugar de comprometer todas las fuerzas en posiciones defensivas estáticas, mantenga una reserva de tropas capaces de realizar operaciones de defensa móviles, incluidas maniobras de flanqueo y contraataques.
  • Artillería móvil: desplegar unidades de artillería móviles equipadas con obuses autopropulsados o piezas de artillería remolcadas para brindar apoyo de fuego a las posiciones defensivas en toda la isla. Estas unidades de artillería deben ser capaces de desplazarse rápidamente para evitar la detección y el fuego de contrabatería enemigo, manteniendo al mismo tiempo la capacidad de brindar apoyo de fuego preciso y oportuno a las unidades comprometidas.
  • Operaciones aerotransportadas y de asalto aéreo: utilizar operaciones aerotransportadas y de asalto aéreo para realizar ataques profundos detrás de las líneas enemigas, interrumpir las líneas de suministro enemigas y capturar objetivos clave. Despliega fuerzas de operaciones especiales y unidades de infantería aerotransportadas mediante helicópteros o aviones de transporte para llevar a cabo misiones de reconocimiento, incursiones y sabotaje contra zonas de retaguardia enemigas.
  • Retiradas coordinadas: cuando se enfrente a una presión enemiga abrumadora o posiciones defensivas insostenibles, realiza retiradas coordinadas para consolidar las líneas defensivas y reagrupar las fuerzas en posiciones más defendibles. Utilice la movilidad y la flexibilidad para ejecutar retiradas tácticas mientras mantiene el contacto con el enemigo e inflige bajas mediante emboscadas y acciones dilatorias.
  • Redespliegue estratégico: se pudo mantener la capacidad de redistribuir fuerzas estratégicamente entre diferentes sectores de la isla en función de las amenazas cambiantes y los requisitos operativos. Utilice activos de movilidad como aviones de transporte, helicópteros y lanchas de desembarco anfibio para trasladar rápidamente tropas y equipos a las áreas de mayor necesidad.
  • Explotar las características naturales: explota el terreno accidentado y las características naturales de las Islas Malvinas, como colinas, valles y acantilados costeros, para crear oportunidades para defensa móvil y tácticas de emboscada. Usa camuflaje y enmascaramiento del terreno para ocultar movimientos y sorprender al enemigo con contraataques inesperados o maniobras de flanqueo.

Contraataques y emboscadas
Se pudo aprovechar el conocimiento local del terreno para lanzar contraataques y emboscadas contra las fuerzas enemigas. Identificar líneas de suministro enemigas vulnerables, rutas de comunicación y áreas de retaguardia para ataques selectivos que interrumpan las operaciones y la moral del enemigo. Utilizar tácticas de ataque y fuga para infligir bajas y desmoralizar a las tropas enemigas mientras conserva sus propios recursos.

Reabastecimiento y refuerzo
Establecer rutas de suministro alternativas y redes de apoyo logístico para garantizar el flujo continuo de suministros esenciales, municiones y refuerzos a las posiciones de primera línea. Se pudo utilizar lanzamientos aéreos desde helicópteros o aviones desde el continente, misiones clandestinas de reabastecimiento y logística encubierta nocturna para evitar los bloqueos enemigos y mantener la preparación operativa.

Coordinación con activos navales y aéreos
Se pudo coordinar estrechamente la labor con activos navales y aéreos argentinos para proporcionar capacidades de apoyo de fuego, reconocimiento e interdicción en apoyo de las operaciones terrestres. Utilizar fuego y ataques aéreos y tácticas de bloqueo aeronaval para interrumpir los movimientos del enemigo (tal como se intentó en sus casos extremos con los Hercules bombarderos y los Pucará torpederos), reforzar las posiciones defensivas y mantener el control de las vías marítimas de aproximación críticas.

Mantener la moral y la disciplina

En todo momento se debe fomentar un sentido de camaradería, moral y disciplina entre las tropas para mantener la resiliencia y la determinación frente a la adversidad. Proporcionar servicios adecuados de descanso, recreación y apoyo para mantener la moral y la eficacia en el combate. Implementar una disciplina y un liderazgo estrictos para garantizar la cohesión y la unidad de esfuerzo en la defensa contra los ataques enemigos. Asimismo, se debía acceder a pleno a los recursos alimenticios civiles de la población kelper (sobretodo, el abundante ganado ovino presente en el territorio).

Tácticas de guerra urbana
Finalmente, si el avance británico se tornaba indetenible, entonces enfrentar la posibilidad del combate urbano en Puerto Argentino. Si se defiende áreas urbanas o urbanizadas, se debe emplear tácticas de guerra urbana para maximizar la ventaja defensiva. Utilizar edificios, calles y otras características urbanas para crear obstáculos y puntos de emboscada para las fuerzas enemigas. Llevar a cabo combates cuerpo a cuerpo y combates callejeros para negar al enemigo el control de infraestructuras y áreas urbanas clave. La infraestructura mayormente hecha de madera no brindaba un buen escenario para la creación de escombros y estructuras de cobertura y protección, pero es una alternativa que podía ser explorada.

Guerra psicológica

También se pudo explotar y aprovechar las tácticas de guerra psicológica para socavar la moral y la resolución del enemigo. Utilizar propaganda, desinformación y engaño para sembrar dudas y confusión entre las filas enemigas. Explotar factores culturales, lingüísticos y psicológicos para crear divisiones y disidencia dentro de las fuerzas enemigas.

En conclusión, se debía enfrentar dificultades abrumadoras en una situación defensiva en las Islas Malvinas lo cual requeriría una combinación de ingenio táctico, resiliencia y determinación para resistir los ataques enemigos mientras se buscan oportunidades para recuperar la iniciativa y cambiar la dirección de la guerra.


jueves, 27 de enero de 2022

Defensa de Puerto Argentino: Monte Longdon

Monte Longdon

Gobierno argentino

Hasta el último hombre – Combate de Monte Longdon

La Compañía “B” del Regimiento de Infantería 7, reforzada con la 1ra Sección de Ingenieros de Compañía de Ingenieros 10 y una Sección de ametralladoras de la Infantería de Marina, se encontraban emplazadas cubriendo el acceso Noroeste a la primera línea de posiciones defensivas de Puerto Argentino, en las alturas de Monte Longdon, a ordenes del Mayor Carlos Carrizo Salvadores, 2do jefe del Regimiento 7, constituyendo un punto fuerte denominado Subsector Plata y que defendía los 360° de la posición.

El 8 de junio, después de que oscureció, patrullas adelantadas detectaron la aproximación de fuerzas de infantería inglesas. Inmediatamente, se ordenó la apertura de fuego de los morteros pesados y se solicitó apoyo de fuego sobre la zona de avance del enemigo, acción que produjo su repliegue hacia el Noroeste. En los siguientes tres días se produjeron varios ataques aéreos, alcanzando por momentos una gran intensidad.

A las 20.30 horas del 11 de junio, se intensificó el fuego de artillería enemigo y se cortaron los tendidos telefónicos. Las distintas secciones quedaron comunicadas sólo por radio. Personal de comunicaciones, bajo el fuego inglés, inició su reparación, logrando restablecer el tendido una hora después. A las 21.30 hs el Subteniente Juan Domingo Baldini, Jefe de la 1ra Sección, informó que el enemigo había alcanzado su posición, comunicando que se aprestaba a lanzar un contraataque. Este valiente Oficial pasó a la acción y cayó sin vida junto al Cabo Ríos. A las 23 hs se inició el masivo ataque inglés sobre Monte Longdon. Sobre la medianoche, el Jefe del subsector ordenó al Teniente Hugo Aníbal Quiroga, Jefe de la Sección de Ingenieros 10, que lanzara un ataque sobre el sector donde estaba cercada la 1ra Sección de Baldini, con el fin de recuperar posiciones o facilitar el repliegue de esos efectivos. Los ingenieros se enfrentaron a los británicos, logrando que éstos se replegaran. Pero la fuerza de este ataque terminó deteniéndose, pues nuevas tropas inglesas presionaban sobre los flancos. Los combates cuerpo a cuerpo se multiplicaron lográndose, finalmente, detener el avance inglés y estabilizando la situación del sector. Entretanto, y desde las 23 hs la 2da y 3ra Sección del la compañía B eran presionadas por el enemigo desde el Oeste, Suroeste y Noroeste.



En esas circunstancias, se solicitó al Jefe del Regimiento 7 el envío de efectivos para emprender un nuevo contraataque sobre el enemigo. Con las primeras horas del 12 de junio llegó a Monte Longdon la Primera Sección de la Compañía C del Regimiento 7 al mando del Teniente Raúl Castañeda, quien había marchado hasta allí, hostigado por el fuego inglés. Se le ordenó entonces ejecutar un contraataque en dirección Noroeste para envolver a los británicos que asediaban a la Sección de Ingenieros y lo que quedaba de la 1ra Sección (Subteniente Baldini). A las 3 hs del 12 de junio, Castañeda entró en combate, enfrentando a importantes fuerzas del enemigo. Su embestida logró el repliegue de los británicos. Pero un masivo fuego de morteros detuvo el ímpetu argentino y propició un nuevo ataque inglés, ahora reforzado con nuevos efectivos. A las 5 horas del 12 de junio, el enemigo atacaba desde el Norte, Noroeste, Oeste y Suroeste con efectivos varias veces superiores, apoyado por masivo fuego de artillería y morteros. Las bengalas iluminaban el cielo nocturno. Para ese entonces, los argentinos ya no tenían efectivos disponibles para intentar un contraataque y sus municiones estaban casi agotadas. A pesar del fuego de artillería nacional, que castigaba las posiciones inglesas, el ataque británico no cedía.

A las 6.30 hs, el Comandante de la Agrupación Puerto Argentino ordenó el repliegue de las tropas Argentinas hacía Wireless Ridge y también ejecutar fuego masivo de artillería sobre las alturas de Monte Longdon, una vez que se retiraran. Después, se ordenó el repliegue de estos valerosos y extenuados combatientes a Puerto Argentino. De los trescientos efectivos empeñados en este combate, sólo noventa de ellos pudieron llegar a la capital malvinera. El resto quedó muerto, herido o prisionero. Monte Longdon fue el combate más encarnizado de la campaña de las Malvinas y en aquella oscuridad poblada de bengalas, munición trazadora y relámpagos de bayonetas y cuchillos, nuestros soldados ofrecieron la más enconada resistencia y en muchos casos el supremo sacrificio hasta perder la vida.

lunes, 5 de julio de 2021

Longdon: Hombre mirando a las 1000 yardas



La mirada de las 1000 yardas en este combatiente británico del PARA 3, luego de la tremenda ferocidad de la batalla nocturna de Monte Longdon: contra dos compañías de RI 7 del Ejército Argentino, reforzadas por Compañía de Ingenieros Mecanizada 10 un puñado de infantes del BIM 5. Con mucho profesionalismo y espíritu guerrero,

lunes, 30 de diciembre de 2019

Documental británico: La batalla terrestre sobre Malvinas (4/4)

La experiencia aprendida por los británicos


Excelente entrevista a los generales Thompson y Moore. Increíble como ambos asumen perfectamente los errores que cometieron y como los debieran haber corregido.


domingo, 4 de noviembre de 2018

Defensa de Puerto Argentino: Wireless Ridge (1/2)

Wireless Ridge (1982) 

Parte I | Parte II

Weapons and Warfare





El Segundo Batallón del Ejército Británico del Regimiento de Paracaidistas luchó en todas las batallas principales de la guerra terrestre de 1982 entre Gran Bretaña y Argentina para las Islas Falkland (Malvinas). Después de encabezar los desembarques en San Carlos el 21 de mayo, el batallón se abrió camino hacia Puerto Argentino contra la resuelta resistencia argentina, a través de Bluff Cove, Goose Green y Wireless Ridge. La más famosa de estas batallas es, sin duda, Goose Green (donde el comandante de 2 Para, el teniente coronel "H" Jones, ganó una póstuma Victoria Cross por su carga contra una posición enemiga), pero el enfrentamiento en Wireless Ridge del 13 al 14 de junio fue no menos dramático y posiblemente más decisivo. The Ridge, un espolón en el lado norte de Puerto Argentino, fue fuertemente defendido por tropas del 7º Regimiento de Infantería de Argentina y el 1er Regimiento de Paracaídas de Argentina [nota del administrador: Esta última información no es correcta, no hubo infantería paracaidista argentina en las islas].

Los orígenes del Regimiento de Paracaidistas se encuentran en una iniciativa de Winston Churchill, quien, después de observar el éxito de las operaciones de paracaidistas alemanas durante la invasión alemana de Holanda y Bélgica, sugirió la formación de una fuerza de elite aerotransportada británica. Las primeras unidades comenzaron a entrenarse en junio de 1940, con voluntarios de las unidades que forman el Regimiento de Paracaídas en agosto de 1942.

La tarea del 2 Para era capturar las características de Wireless Ridge, manteniéndose al oeste de los cables del telégrafo, y el plan del Coronel Chaundler requería un ataque nocturno ruidoso en dos fases. En la Fase 1, una Compañía tomaría el ramal norte donde estaban los estanques, ya que la Compañía C había asegurado la línea de salida. Una vez que esto fuera seguro, la Fase 2 entraría en operación, y las compañías B y D pasarían desde el norte para atacar la función principal de Wireless Ridge. La Compañía B iría a la derecha (el extremo occidental de la cresta), mientras que la Compañía D atacó la línea de la cresta rocosa al este de la pista.

Los morteros se moverían hacia adelante desde el Monte Kent a una posición a sotavento de la ladera al sur de Drunken Rock Pass, y este también sería el sitio para un cuartel general de batallón estático durante el ataque. La hora H iba a ser alrededor de las 00.30. La importancia de profundizar en los objetivos se enfatizó una vez más, ya que Wireless Ridge estaba dominada por Tumbledown y Sapper Hill, y si las tropas enemigas aún estuvieran allí al amanecer, podrían hacer 2 Para. Posiciones insostenibles.

Las órdenes eran sencillas y el plan simple, que implicaba el uso máximo de la oscuridad. Cuando el Grupo "O" terminó, a los comandantes de la compañía se les dijo que ahora volarían hasta el Monte Longdon para observar el terreno sobre el que operarían.

El CO siguió adelante con el Comandante de la batería para reunirse con el Teniente Coronel Hew Pike, CO de 3 Para, y el Mayor William McCracken, RA, que controlaba el OP de la artillería "ancla" en el Monte Longdon. Discutieron y organizaron el apoyo coordinado contra incendios, con los morteros de 3 Para, los equipos de Milán y las ametralladoras listos para disparar desde el flanco, y la Compañía C del Mayor Martin Osborne, 3 Para, en reserva.

De vuelta en el barranco todo estaba tranquilo bajo el sol brillante. De repente, esto se hizo añicos cuando nueve Skyhawks aparecieron más al norte, volando muy bajo en formación y dirigiéndose hacia el oeste hacia el Monte Kent. El efecto fue eléctrico, porque nadie esperaba que los argentinos pudieran hacer alarde de su poder aéreo de esta manera.

En el Escalón "A", detrás del Monte Kent, no había duda de a quién apuntaban los aviones. Cuando llegaron gritando por encima de la columna y se elevaron a la altura de ataque, la formación se dividió: tres se dirigieron al área donde había estado la línea de artillería, tres se dirigieron a 3 Comandos de la Brigada de Comandos y tres atacaron el Escalón "A". Todas las ametralladoras se abrieron, alegando un posible golpe mientras las bombas llovían. Sorprendentemente, no hubo víctimas de este bombardeo menor. Pero la precisión del ataque, y su evidente determinación de propósito, dejaron a la gente preguntándose si el enemigo había dejado atrás los OP ocultos, observando el Monte Kent, o si la fotografía por satélite había mostrado los diversos objetivos o, posiblemente, si el equipo argentino de guerra electrónica había recogido las señales de radio del Cuartel General de la Brigada.

El ataque aéreo provocó retrasos en todo movimiento de helicópteros, pero finalmente el CO pudo volar al Cuartel General de la Brigada, mientras que los comandantes de la compañía fueron enviados al Monte Longdon para su propio reconocimiento. El coronel Chaundler ya había sido actualizado sobre la fuerza real del enemigo, que era mayor de lo que se había pensado, y se había detectado una nueva posición argentina al este del espolón cubierto de estanque, en un montículo con vistas al agua de Hearnden y la boca del río Murrell.



Mientras el CO estaba en el Cuartel General de la Brigada, los comandantes de la compañía pudieron estudiar Wireless Ridge en detalle desde la posición de mando en Longdon. De inmediato se hizo evidente que gran parte de la información que se les había dado hasta ahora era inexacta. Lo que se pensaba que era la Compañía C de 3 Para no probó ser nada de eso: el comandante Dair Farrar-Hockley notó que se trataba de una posición enemiga de aproximadamente de la fuerza de una compañía, situada peligrosamente en el flanco del eje de ataque 2 Para, al oeste de el espolón del norte. También quedó claro que Wireless Ridge estaba fuertemente defendido, con posiciones que se extendían mucho hacia el este, más allá de la línea de postes telegráficos que marcaban el límite de 2 Para. Curiosamente, durante el día no se realizó ningún fuego de hostigamiento en ninguna de las posiciones argentinas, y sus soldados tuvieron la libertad de permanecer al aire libre.

Los comandantes de la compañía regresaron al paso de Furze Bush, pero claramente era necesario un cambio importante en el plan. El CO regresó de la sede de la Brigada cuando se acercaba la noche y se le informó de la situación. Vete y cena. Regrese en 45 minutos y tendrá un nuevo conjunto de pedidos ", dijo. Mientras tanto, el movimiento de los morteros y el ajuste de la artillería se retrasaron y, como resultado, los cambios en el plan de fuego tuvieron que continuar en la noche, dirigidos por el OP en Longdon y utilizando rondas de iluminación.

Desafortunadamente para los comandantes de la compañía, el procedimiento normal de batalla ya había asegurado que los detalles relevantes del primer plan hubieran penetrado hasta el nivel más bajo. Los comandantes de pelotones y secciones habían tenido tiempo de emitir órdenes claras y bien construidas para sus subordinados, pero ahora sus esfuerzos eran inútiles, ya que cuando los comandantes de la compañía regresaron con el plan revisado del CO, era demasiado tarde para entrar en nuevos detalles. . Un cambio tan repentino en el último minuto hizo poco por la fe de los hombres en el sistema, pero era inevitable y, en cualquier caso, los soldados ya se habían vuelto estoicos, mientras que los cínicos entre ellos no se sintieron decepcionados por esta evidencia de falibilidad en los niveles más altos. niveles Sin embargo, el batallón fue capaz de adaptarse y cambiar sus planes y se fue a tiempo. Pero Phil Neame tenía sus dudas sobre lo que debía hacer el SAS al este de su línea de avance, y no tenía conocimiento de lo que realmente iba a hacer el SAS. Además, nadie sabía realmente lo que había más allá de Wireless Ridge hacia el sur, en el área de Moody Brook, y todos hubieran querido saber exactamente cuándo se inició el ataque de las 5 Brigadas en Tumbledown para comenzar.

El nuevo plan del batallón era un ataque nocturno ruidoso de cuatro fases. En la Fase 1 D, la Compañía capturaría la posición del enemigo recién descubierta al oeste del espolón norte; Las compañías A y B entonces atacarían la cima de una colina cubierta de estanque; La fase 3 requería que la Compañía C tomara el montículo hacia el este; y, finalmente, la Compañía D haría rodar al enemigo en Wireless Ridge, con el apoyo de fuego de las Compañías A y B, comenzando en el oeste y terminando en los postes del telégrafo.

El apoyo de fuego debía ser espléndido en comparación con Goose Green: dos baterías de cañones de 105 mm, HMS Ambuscade con su cañón de 4.5 pulgadas en alta mar y los morteros de 2 y 3 Para, con un total de 16 tubos. Las municiones eran abundantes, y los morteros del batallón se habían trasladado completos desde el Monte Kent en helicóptero, y por lo tanto estaban frescos para la acción. El pelotón de ametralladoras también había volado hacia adelante. Entre las seis cañones tenían suficiente munición para proporcionar un enorme peso de fuego, y los hombres estaban frescos y bastante orgullosos de su logro anterior detrás del Monte Kent contra los Skyhawks. El pelotón de misiles Milan ya estaba adelantado con el batallón: la experiencia de Goose Green había demostrado la capacidad de este misil guiado de precisión contra las defensas estáticas. Finalmente, los tanques ligeros de Blues y Royals estarían allí, Scimitars con sus cañones automáticos de 30 mm y Scorpions con cañones de 76 mm, y ambos equipados con equipo de visión nocturna de muy alta calidad y con un rendimiento excelente todo terreno. Todo el apoyo disponible se asignó primero a la Compañía D, luego a A y B en su asalto, y finalmente a la Compañía D nuevamente cuando atravesó la cresta.
A medida que la noche se cerraba en los tanques, los morteros y el pelotón Recce, que era para asegurar la línea de salida, avanzaron. A estas alturas, la promesa del día se había desvanecido y la nieve y el aguanieve caían, lo que limita considerablemente la eficacia de todos los equipos de observación de armas y reduce la visibilidad.

Alrededor de las 0015 se desató una tormenta de fuego de la artillería y los morteros de apoyo sobre las posiciones argentinas. Las compañías A y B pasaron, encabezadas por las patrullas de la compañía C, hasta la nueva línea de salida asegurada por la patrulla del cabo Bishop en el terreno relativamente seguro que domina el paso inferior. A las 00.45 horas del lunes 14 de junio, la Compañía D avanzó por su propia línea de salida más hacia el oeste y se dirigió hacia la posición del enemigo identificado.

A medida que la empresa avanzaba, los tanques de los Blues y Royals y las ametralladoras proporcionaban apoyo contra el fuego mientras la artillería aumentaba su índice de fuego. El fuego de mortero enemigo en represalia se hizo pesado. En la parte trasera de la compañía, el soldado Godofredo del 12° Pelotón tuvo una falla cercana cuando un pedazo de metralla cortó su prueba de viento y se clavó en su bota. Se zambulló para cubrirse, ¡directamente en una letrina argentina!

El peso de la artillería de apoyo y el fuego de mortero fue singularmente efectivo, ya que el enemigo en el objetivo de la Compañía D se podía ver huyendo a medida que la compañía avanzaba, aunque los bombardeos de 155 mm aumentaron a medida que los Paras comenzaron a limpiar las trincheras argentinas, ahora abandonadas excepto por unos pocos enemigos muertos por el bombardeo. La oscuridad de la noche y el alcance de la posición del enemigo hicieron que la compañía se extendiera, creando problemas de control. El teniente Webster del pelotón 10 contó hasta 20 trincheras a su derecha, con más hacia la izquierda, donde el pelotón 11 del teniente Waddington encontró la otra mitad de la formación de asalto.

De vez en cuando, a medida que avanzaban, los hombres desaparecían repentinamente en el agua helada de un estanque cubierto de hielo. Los privados Dean y Creasey del pelotón 11 subieron hasta el cuello y tuvieron que pisar el agua para mantenerse a flote hasta que su sargento, el sargento Light, los sacó.

El apoyo de bombardeo para la compañía fue impecable. Los tanques utilizaron sus poderosos visores nocturnos intensificadores de imágenes para localizar objetivos. Una vez que se identificaron las posiciones enemigas, dispararon. Tan pronto como los ametralladores del batallón vieron el ataque, ellos también se abrieron. Ocasionalmente, el fuego de las ametralladoras estaba demasiado cerca para su comodidad, incluso para la Compañía D, y al final, el Comandante del pelotón pidió que cesara.

La oposición había huido, y la Compañía D tomó su primer objetivo en un tiempo récord, permaneciendo in situ mientras que las Compañías A y B comenzaron su parte de la batalla. Sin embargo, el fuego de artillería enemiga estaba aumentando y, por lo tanto, Neame decidió empujar otros 300 metros hacia la seguridad relativa, para evitar lo peor de la barrera.

Varios de los que esperaban avanzar en las líneas de salida de las compañías A y B recordaban las escenas que habían visto de las películas de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Cuando los proyectiles aterrizaron alrededor, los hombres se acurrucaron contra la turba, con las bayonetas arregladas. No se puede negar que, para los soldados, el temor a lo conocido era, en este caso, peor que la ignorancia dichosa de lo desconocido. En el refugio de las turberas algunos fuman, mirando la pantalla de los iluminantes de arriba.

Justo cuando llegó el momento de moverse, el bombardeo se cobró su primera víctima, ya que el Sargento de color "Doc" Findlay murió en la retaguardia de la Compañía A, y los soldados de las Compañías de Apoyo y del cuartel general también resultaron heridos. El avance comenzó, las dos compañías se movían hacia el sur paralelas entre sí, a ambos lados de la pista. Los hombres cruzaron la corriente en el valle al norte de su objetivo con los tanques disparando sobre sus cabezas. El efecto sobre el enemigo fue devastador. En sus miras nocturnas, los equipos de tanques podían ver a los soldados argentinos corriendo o cayendo a medida que se activaba el fuego preciso. El impulso a la moral que esta forma de fuego supresivo dio fue considerable; Fundamentalmente, la batalla se ganaba apoyando armas, la infantería era libre de hacer su propio trabajo, que en realidad está despejando y asegurando el terreno.

A la izquierda, todo iba bien con la compañía A. El mando y el control se habían practicado bien en Goose Green y ahora los oficiales subalternos y los comandantes de sección eran muy expertos en mantener la dirección. El silencio era innecesario y las órdenes se gritaban hacia atrás y hacia adelante. El enemigo seguía bombardeando a medida que avanzaban las compañías, pero ahora nuestra propia artillería estaba produciendo disparos en contra de la batería. Desde su propia posición, el CO pudo ver a las dos compañías en formación extendida, avanzando rápidamente por la colina, todo el campo de batalla brillantemente iluminado por el concha estelar.

Sin embargo, fue difícil coordinar los avances de las dos compañías atacantes. La pista proporcionó una especie de límite, pero controlar a más de 200 hombres durante una batalla ruidosa sobre un terreno difícil no es fácil. El coronel Chaundler tenía otra preocupación. Anteriormente, antes de que el batallón avanzara, se le había mostrado un mapa argentino capturado que indicaba un campo minado directamente en el camino de las compañías asaltantes. Solo faltaban 15 minutos para que se pusiera en marcha 2 Para, demasiado tarde para un cambio de plan. El CO solo tuvo tiempo de informar al CO de la Compañía B, mientras que John Crosland no tuvo a quién avisar a sus hombres, y en cualquier caso se le dijo que siguiera adelante, ya que no habría tiempo para limpiar las minas. Solo después, el mayor Crosland les dijo a sus hombres que en realidad se habían movido directamente a través del campo minado sin saberlo. Milagrosamente, nadie explotó en el camino.

Sin embargo, los estanques en el espolón se cobraron una víctima cuando el soldado Philpott del Pelotón 5 se sumergió repentinamente en más de 6 pies de agua. Fue arrastrado y el comandante de su sección, el cabo Curtis, organizó de inmediato un cambio completo de ropa de los otros hombres de la sección, lo que probablemente salvó la vida de Philpott.

Las dos compañias se consolidaron en el objetivo. Hubo algunos disparos desde las trincheras, rápidamente silenciados cuando los hombres de ambas compañías corrieron para limpiarlos. Una vez más, el enemigo había huido, dejando solo 20 o más de su número atrás, rápidamente tomados prisioneros mientras eran sacados de sus agujeros. Las radios seguían encendidas, y varios muertos yacían alrededor de las posiciones. A medida que los hombres entraban, el bombardeo del enemigo aumentaba y continuaba durante el resto de la noche al mismo nivel de intensidad. La mayoría pensó que era peor que Goose Green, pero, afortunadamente, los bunkers enemigos abandonados proporcionaron un refugio razonable, aunque hubo varias víctimas en la Compañía A.

Ahora era el turno de la Compañía C. Ya habían tenido un pequeño susto en la línea de inicio de la Compañía A y B cuando un tanque Scorpion se había dirigido hacia la sede de la Compañía en la oscuridad. Se perdió irremediablemente y su comandante tuvo que ser evacuado después de una dosis de "erupción de escotilla", el efecto de colocar la cabeza en el camino de una escotilla que se cierra rápidamente. El confuso vehículo pronto se dirigía en la dirección correcta, pero ahora bajo el mando del Capitán Roger Field, quien había aprovechado esta oportunidad para volver a un papel más honorable que el paso de pies.

Con las compañías A y B ahora firmes, la compañía C recibió la orden de revisar la posición argentina más al este que se había visto desde el Monte Longdon el día anterior. El comandante Roger Jenner estaba contento de volver a moverse, ya que parecía que la batería de artillería de apoyo había desarrollado una "cañón pícaro" y cada sexta ronda destinada al enemigo se acercaba incómodamente cerca de su compañía. Él y sus hombres se pusieron en marcha, cubriéndose ocasionalmente en el camino mientras las conchas caían cerca. No había habido disparos desde el objetivo de la compañía durante la batalla, y pronto los pelotones estaban empujando el lado de un campo minado hacia la loma.

A medida que avanzaba el pelotón de reconocimiento, podían oír ruidos de armas que se amartillaban. La luz de la luna brillante los dejó expuestos incómodamente en la ladera. En el borde delantero de la pendiente había dos líneas paralelas de roca, y en la segunda línea el pelotón encontró una serie de raspaduras, lo que sugiere una reciente ocupación por parte de un cuerpo de tropas. Una vez más, parecía que el enemigo se había ido apresuradamente, dejando en el proceso carpas y trozos de equipo. A lo lejos, al este, los hombres de Jenner podían ver las brillantes luces del aeródromo de Puerto Argentino y escuchar un aterrizaje de C-130. Se le ordenó a la compañía que cavara, pero como el ataque de un enemigo a esta característica era extremadamente improbable, el CO cambió las órdenes, y la Compañía C se movió hacia la colina cubierta de estanques.

Si algún grupo en particular merece un elogio especial por lo que se hizo esa noche, entonces deben ser los tanques de Blues y Royals. Su mera presencia había sido un notable impulso a la moral durante todos los ataques que se habían producido, y la velocidad y la precisión de su fuego, junto con su capacidad para mantenerse al día con el avance de Paras, había sido un golpe severo para el enemigo. El tanque de Lance-Corporal Dunkeley, que el Capitán Field había tomado después de la lesión de su comandante, solo disparó 40 disparos desde su cañón de 76 mm.

El 2 Para se desempeñó magníficamente, sus tres primeros objetivos fueron tomados con gran velocidad y un mínimo de bajas, a pesar del fuego de artillería enemigo pesado y preciso. Cada vez que el enemigo en las trincheras intentaba devolver el fuego, se encontraban con una concentración fulminante del fuego de las armas de las compañías de rifles que, junto con un apoyo muy pesado, habían resultado devastadores. No se sabe si los argentinos se habían dado cuenta de que se enfrentaban a los hombres de Goose Green, pero no cabe duda de que el 2 Para sabía.

La compañía D ya estaba lista para entrar en la fase final del ataque y comenzó a avanzar nuevamente hacia el extremo oeste de Wireless Ridge. Los tanques y las armas de apoyo se movieron para unirse a las Empresas A y B en la cima de la colina que dominaban el objetivo de la Compañía D, y soportaron el fuego de artillería y el fuego antitanque de Wireless Ridge al sur.

El Pelotón 12 estaba ahora en la delantera. El teniente John Page, que se había hecho cargo del trágico asesino de Jim Barry, buscó la cerca, corriendo en ángulo recto a la cresta, que lo guiaría a la línea de salida correcta para el asalto. Desafortunadamente, quedaba muy poco de la cerca marcada en los mapas, y la sección del cabo Barton, en el punto del pelotón, solo podía encontrar algunas hebras de alambre para seguir. La cantidad de estanques cubiertos de hielo se sumó a la dificultad y el intenso frío comenzó a afectar las reacciones de los hombres, a medida que avanzaban hacia el sur hasta el extremo occidental de Wireless Ridge.

Una vez más, el poder de fuego masivo comenzó a ablandar al enemigo, que aparentemente todavía no tenía la menor idea de que estaban a punto de ser enrollados desde un flanco. La idea inicial había sido que la Compañía D simplemente barriera hacia el este a lo largo de la cresta sin detenerse, con 11 Pelotones a la izquierda, 12 Pelotones a la derecha y 10 Pelotones en reserva. Todavía existía incertidumbre sobre si se había llevado o no a Tumbledown, al sur, y claramente se estaba desarrollando una batalla en esa montaña mientras los guardias escoceses luchaban para expulsar a los argentinos en su cumbre. Pero Neame y su Compañía D no tenían otra intención que seguir adelante, aunque sabían que si Tumbledown todavía estaba en manos enemigas a la luz del día, el 2 Para sería extremadamente vulnerable.

El bombardeo del extremo occidental de Wireless Ridge continuó a medida que avanzaban los pelotones. Parecía haber sido efectivo, ya que no se encontró ningún enemigo en absoluto, aunque, desde luego, el Pelotón 11 despejó los bunkers que encontraron en la pendiente inversa con granadas.

miércoles, 12 de julio de 2017

Jimenez Corbalán y Wheen, dos historias en Monte Harriet

Pudieron haberse matado en la misma batalla: Infobae los reunió 35 años después
Combatieron en Monte Harriet. Con las balas silbando sobre sus cabezas. El Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán, del Regimiento 4 de Monte Caseros, y el Teniente Coronel David Wheen, del 42 Comando de los Royal Marines, vuelven a estar frente a frente para hablar de los horrores de aquella guerra, el coraje y los miedos, la paz y reconciliación 
Por Gaby Cociffi | Directora Editorial de Infobae



-Yo te tuve en la mira, dice el marine inglés.
-¿Por qué no me mataste?, pregunta el soldado argentino.
-Porque no teníamos suficientes municiones.

Los hombres, con sus uniformes y sus medallas de guerra, se estrechan con firmeza las manos. Esas mismas manos que hace 35 años cargaban un arma, colocaban su dedo índice en el gatillo y descargaban una lluvia de fuego y sangre contra sus enemigos.

"Era matar o morir", coinciden.


El Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán -subteniente en 1982, Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, Corrientes- y el Teniente Coronel David Wheen -capitán en aquel entonces, 42 Comando de los Royal Marines- aceptaron la propuesta de Infobae en este aniversario de Malvinas: volver a estar frente a frente como en aquella lejana y cruenta batalla en Monte Harriet.

Seiscientas cuarenta y nueve cruces con los nombres de los caídos en la guerra rodean a estos veteranos. Es una réplica del cementerio de Darwin de Malvinas, pero con una cruz por cada uno de los muertos, el cenotafio en la localidad de Pilar, Provincia de Buenos Aires. Allí se produce el encuentro. La rigidez de sus uniformes no alcanza para esconder la emoción.

El soldado argentino está parado al lado de una cruz en cuya chapa se lee: Hipólito González. "Era cabo, murió en la batalla", explica. "En mi sección de 45 soldados tuve 5 muertos y 15 heridos. Todos los días de mi vida me acuerdo de mis hombres, de los que quedaron allá en las islas".

El marine británico se queda en silencio, las manos juntas, como si estuviera orando. "Por suerte yo no tuve ningún muerto, pero sí heridos de gravedad. Uno de mis marines perdió la pierna al pisar una mina antipersonal y tardamos 15 horas en sacarlo de la línea de fuego por la resistencia que ustedes hicieron esa noche".


David Wheen, capitán del 42 Comando de los Royal Marines, cavando una trinchera en Malvinas

"Esa noche" es la del 11 de junio de 1982 en Monte Harriet. Una noche muy oscura y fría -siete grados bajo cero-, donde los británicos avanzaban a través de un campo minado. Los 42 Comandos -bajo las órdenes del teniente coronel Nick Vaux- debían tomar esa posición. David Wheen comandaba la Compañía L que marchaba en la primera línea de combate.

El fuego de artillería del Regimiento 4 -a cargo del teniente Coronel Diego Soria- demoraba el avance inglés. Jiménez Corbalán y sus hombres defendían el monte bajo un increíble bombardeo que llegaba desde una fragata en la costa.

El Harriet parecía estallar en llamas. Proyectil tras proyectil, metralla tras metralla, silbaban sobre las cabezas de los soldados. Se preguntaron si alguien iba a sobrevivir a esa noche. La negra madrugada  estaba iluminada por resplandores de bombas y balas trazantes. La escena parecía irreal, la sangre de los muertos no lo era.


Algunos de los oficiales del Regimiento 4 de Monte Caseros que combatieron en Malvinas. Lautaro Jímenez Corbalán (el tercero de pie, de derecha a izquierda) era subteniente y tenía 20 años

Desde las diez y media de la noche hasta la madrugada del 12 -"nueve y media de la mañana se rinden los últimos argentinos", aclara Jiménez Corbalán- combatieron frente a frente. Uno podría haber matado al otro. Pero ahora están aquí, de pie entre estas cruces blancas. Y hablan. Escuchémoslos.

David Wheen: En el instante en que ambos sobrevivimos a la guerra, y la pelea terminó, dejamos de ser enemigos. Nos convertimos en camaradas de armas.

Lautaro Jiménez Corbalán: En el momento de la batalla tenés que sobrevivir y tenés que matar. Pero no sentís odio por tu enemigo. Sólo cuando matan a un compañero… Ahí querés matar al otro, sale el instinto salvaje de querer eliminarlo.

DW: Es extraordinario poder estar frente a frente. Puede que hayamos tratado de matarnos el uno al otro, pero no por motivos personales sino porque eso era lo que nuestros trabajos requerían de nosotros. Yo no te odiaba, ¿por qué habría de hacerlo? No te conocía…

LJC: En ese momento nosotros tampoco teníamos odio. Eran nuestros enemigos. El problema es que existe una disputa ancestral entre los dos países por Malvinas. Eso fue lo que nos motivó a estar ahí, y llegado el caso a matar o morir.


Frente a la cruz que recuerda al Capitán de Fragata Pedro Giachino, caído el 2 de abril durante la recuperación de las islas Malvinas

-¿Por qué que valía la pena matar o morir por Malvinas?

DW: Cuando me llamaron al frente, cuando la guerra parecía inminente, lo primero que pensé fue "¿Por qué yo? ¿Por qué no podría haber sido el turno de alguien más?". Fue una conversación que tuve conmigo mismo: ¿Estaba dispuesto a ir a morir a esa guerra? ¿Era una causa justa?

-¿Sentían que era una causa justa?

DW: Lo era. Me di cuenta que estábamos haciendo lo correcto, que era algo por lo que valía la pena morir. Solo después, ya en las islas, se volvió un tema de matar o ser matado. Es muy difícil darse cuenta de eso hasta que llega el momento en que uno está protegiéndose de las balas…

LJC: Yo fui por la Patria, porque era una causa justa. Pero en el día a día la supervivencia es por tu compañero. El que tenés al lado es la síntesis de la Patria, ¿sabés por qué? Porque en los Regimientos no somos todos amigos y venimos de distintos lugares y culturas, pero todos somos argentinos.


El entrenamiento de los Royal Marines en el Canberra. Antes de Malvinas Wheen había estado preparando a los comandos durante tres meses en el frío de Noruega

-¿Qué recuerdan de aquella terrible batalla?

DW: Mi compañero recibió disparos en ambas piernas a 100 metros de la línea de salida del Monte Harriet. Mi operador de radio, que estaba a mi lado, también recibió disparos en ambas piernas. Pensé: "Esta va a ser una noche terrible". Fue una noche terrible. Fue una noche memorable. Pero sobrevivimos y estamos acá para compartir la experiencia.

-¿Tiene un soldado miedo a morir en la guerra?

LJC: Es desesperante pensar tu propia muerte. Te das cuenta que te falta mucho por vivir y que en un segundo se termina todo. Pero tener la certeza de que vas a morir es la mejor forma de preparar el espíritu. Si no estás preparado para morir, no sos un soldado.

DW: Todos estábamos muertos de miedo. Pero si nos tocaba caer en la batalla iba a ser por una causa justa, porque una agresión no puede salir gratis. Dejé a mi mujer Vivian y a mis tres hijos pequeños de 7, 5 y 4 años -Lissa, Charles y Sarah- sólo porque pensé que la causa valía la pena.


Un óleo de un pintor inglés donde se representa la batalla del Harriet. El soldado con boina que aparece a la izquierda es David Wheen

La primera vez que soñó con ser un marine David Wheen tenía seis años. Vio a un comando cruzar el río colgado de una cuerda. "Quiero hacerlo", dijo. El marine tomó al niño, lo colgó en sus espaldas y se lanzó sobre las aguas. El chiquito de Devon, un condado al sureste de Inglaterra, nunca pudo sacarse de la cabeza a ese superhéroe de carne y hueso que lo había hecho vivir una aventura única. A los 17 años ingresó en el Commando Training Centre de Devon. Le siguió un durísimo entrenamiento en Noruega, mudanzas a Hong Kong, Singapur y Bangladesh, enfrentamientos en Irlanda del Norte y guerras de Irak y el Golfo para apoyar a los kurdos. "Amé ser marine durante 32 años, cada día de mi vida", resume Wheen.



Un óleo que representa a la batalla del Monte Harriet, de la pintora argentina Sonia Ruibal. Allí están los hombres de Jiménez Corbalán

Lautaro siempre jugó con soldaditos en su Corrientes natal. A los cinco años se vestía de soldado y el tío Périco era su ídolo: nada le gustaba más que verlo llegar con su uniforme del Ejército. Estaba escrito que iba a estudiar en el Liceo Militar General Espejo, en Mendonza, y lugo en el Colegio Militar en el Palomar. Malvinas lo encontró como cadete del cuarto año, encargado de la sala de armas. Allí, un viernes muy temprano, escuchó en una radio que se habían recuperado las islas. Cinco días más tarde lo ascendieron a subteniente. Y el 9 movilizaron a todos los oficiales. Lo enviaron a Monte Caseros: "Hay que custodiar las fronteras con Chile", le ordenaron. Se sintió frustrado: quería ir al Sur. Sus deseos se cumplieron solo ocho días después: pasó por Chubut, luego por Río Gallegos y el 27 de abril aterrizó en Malvinas. "Todos cantábamos felices. Queríamos estar allí", recuerda Jiménez Corbalán.


El diario que el militar argentino mantuvo durante la guerra. En la tapa escribió, en inglés y en español, su último deseo por si moría en combate: que se lo entregaran a su familia

El militar argentino saca de su bolsillo una pequeña libreta. Está envuelta en una bolsita de plástico. La toma con delicadeza, como si se tratara de un tesoro, y se la muestra all militar inglés. Tiene las hojas manchadas de barro. "Es el diario que yo escribí en la guerra", le dice.

"Al principio lo hice porque sentí la necesidad de escribir lo más importante que estaba viviendo para compartirlo con mi familia. Pero cuando empezó la guerra pensé que quizás era lo único que les iba a quedar de mí".

En la tapa del diario, en inglés y en español, Lautaro escribió: "Se ruega a quien encuentre esta libreta retornarla a la familia Jiménez Corbalán. Es el último deseo de un oficial argentino. Gracias".

"Si encontraban mi cuerpo en un campo de batalla alguien iba a enviar el diario a mi familia". David responde con tres palabras: "Fuiste muy sabio".


Jiménez Corbalán le llevó de regalo su libro “Malvinas en primera línea” (Nicolás Stulberg)

Los antiguos enemigos repasan día por día las páginas donde se detallan situaciones de guerra, batallas y reflexiones personales. En este momento la guerra no los separa, los une.

-Hace 35 años, de haber tenido oportunidad, uno le hubiese disparado al otro… Y hoy están aquí lejos de los rencores.

LJC: Lo importante acá es rescatar que es posible un acercamiento, sin odio, porque fue todo muy respetuoso. Terminado el combate había una preocupación por la salud del otro. Y no solamente por la del hombre propio sino por el enemigo. Los ingleses, lo debo decir en público, fueron muy cuidadosos con los heridos. Yo les debo respeto por eso.

DW: Los que combatimos ya no somos enemigos. Este es un problema político. Y la solución de todos estos temas, a largo plazo, es política y no militar. Fue una guerra con honor, con respeto y sin odios.

-Para un Royal Marine, ¿cómo fue enfrentarse a los soldados argentinos?

DW: Mi primer contacto fue en el Puerto de San Carlos, donde los pilotos fueron inmensamente valientes. Cada una de nuestras naves recibió algún tipo de impacto. Si daban la vuelta para volver a pasar por sobre los buques, iban a ser derribados… Y los pilotos lo seguían haciendo. Después llegaron las batallas terrestres, con mil rondas de artillería disparadas por ustedes. Y te digo, la artillería no es divertida. Tuve siete heridos graves por esquirlas. Las batallas fueron muy duras.


Foto tomada el 12 de junio de 1982 a los pies de Monte Harriet, luego de la batalla. Un marine inglés asiste a un soldado argentino herido. “Hubo respeto y cuidado por los heridos de ambos bandos”, coinciden los militares

Hablan de sus soldados, de sus muertos, de los prisioneros. Se emocionan. Revelan detalles de las batallas que hielan la sangre. Jiménez Corbalán le regala el libro que escribió: "Malvinas en primera línea". David Wheen le enseña la presentación que hizo en las academias militares norteamericanas luego de la guerra y una pintura inglesa que lo tiene como protagonista en la batalla de Harriet y que ilustra la tapa de un libro de la guerra. Cuentan anécdotas. Lautaro le habla de sus tres hijos Francisco -que es teniente-, María Juliana y María Guadalupe. David agrega que su hijo mayor también es militar "y ya tiene más medallas que yo". Hay orgullo, complicidad, respeto. Hablan un mismo idioma. Y no es el de la guerra.

Vuelven a las anécdotas. Wheen cuenta que estuvo a cargo de los prisioneros luego de la rendición. Y que dos comandantes argentinos, lo invitaron a comer con ellos. "Fue una reunión memorable: siete días antes habíamos estado tratando de matarnos, pero ahí estábamos, compartiendo una comida… ¡que era horrible, pero al menos estaba cocinada! Estuvimos en todo de acuerdo, salvo en el status de Malvinas. Pero ahí estuvimos de acuerdo en estar en desacuerdo".


Una de las fotos de la guerra que guarda el teniente coronel David Wheen. “Todas las batallas fueron muy duras”

Jiménez Corbalán relata que en el repliegue hacia Monte William, en medio de la noche cerrada, tuvo que atravesar un campo minado. David lo mira: "¿Y cómo estás entero?". "Pisé una trampa explosiva que me hizo volar por los aires y caí herido, porque yo encabezaba la fila de mis hombres. Les había dado la orden de retroceder, en caso de que alguno explotara. Me creyeron muerto, pero igual volvieron a buscarme. El soldado Carlos Salvatierra y mi operador Alberto Flores me salvaron la vida".

"Tenemos tanto que hablar", coinciden. El argentino lo invita a una cena con varios de los oficiales que estuvieron en el Harriet. Allí estarán aquellos que lo enfrentaron con sus fusiles y su coraje: Alfredo Pasolli, Alfredo Delpierre, José Lafuente, Edgardo Duarte Iachnicht, Jorge Farinella, el médico Juan Cucchiara, Alfredo Martínez, Mario Juárez, Ricardo Toran y Marcelo Llambias. "Un asado argentino para que nos permita conocernos mejor. Todos tenemos la necesidad de saber qué pasó en la batalla".


David Wheen pregunta, de pronto, por Ramón Castillo, un soldado al que conoció en septiembre de 2015 en Londres cuando Rugby sin Fronteras organizó un partido entre veteranos de ambos países. En 1982 Ramón se había presentado en el Regimiento de Monte Caseros como voluntario para ir a las islas "para cumplir con la Patria". Batalló en distintos frentes hasta que llegó la cruenta batalla del Monte Harriet, donde cayó prisionero. Cuando conoció a Wheen en Londres sintió que ese encuentro era sanador: "Somos compañeros de armas". Infobae invitó a Castillo a Buenos Aires. La emoción del encuentro se sintetiza en dos frases:

-Me alegro de que estés vivo, de no haberte matado, le dijo Wheen.
-Te bendigo a vos y a tu familia por eso, respondió el soldado argentino.

-¿Cómo fue su vida al volver a casa?

DW: Cuando volvimos a casa, los desfiles no significaban nada para mí, la gente lo era todo. Vivía para disfrutar cada día y estaba agradecido por poder vivir cada instante. Uno vuelve a la normalidad, pero la guerra es algo que está siempre en tu memoria… Tal vez no todos los días, pero sí varias veces a la semana. En mi oficina hay una foto de la batalla del Monte Harriet, y cada tanto la miro y recuerdo. Es algo que va a permanecer dentro mío para siempre.

LJC: Lo primero que hice al volver fue querer olvidarme de la guerra. Había cumplido 20 años en Malvinas y quería vivir la vida al máximo, porque a esa edad había visto mucho más de lo que otros hombres quizas pueden ver en toda su vida. La posguerra fue peor que guerra, porque los propios camaradas nos miraban como si hubiésemos sido responsables de la derrota. Los primeros cinco años fueron muy duros, con pesadillas. Uno ya sabe que la vida se puede terminar en un segundo, revaloriza todo, pero es difícil.

-Hoy están aquí juntos, pero hay 649 argentinos y 255 ingleses que quedaron en las islas. ¿Qué deuda sienten frente a los que ya no están?

LJC: Todos los días hay algo que me recuerde a Malvinas. Y veo los rostros de mis muertos, siempre me acuerdo de ellos, pero con paz.

DW: Esta gente no esta acá, lamentablemente. Muchos familiares de estos caídos deben sentir enorme tristeza. Nuestro deber es recordarlos y honrarlos. No hay muertos ingleses y argentinos. Todos fueron soldados de una misma guerra. Hay que mantener la memoria. Y luego celebrar que la vida sigue. Y que debemos seguir adelante. Es difícil de explicar.


Wheen y Jiménez Corbalán dejan una flor en la cruz de Hipólito González, muerto en la batalla del Monte Harriet (Nicolás Stulberg)

-A 35 años del conflicto ¿Es posible la reconciliación?

LJC: Me parece que el término reconciliación se da cuando dos partes resignan sus posturas, y este no es el caso. Creo que mientras exista una controversia es difícil hablar de reconciliación. Yo no me tengo que reconciliar con él, porque no tengo un problema personal con David. Lo tuve hace 35 años, no ahora. El problema de ahora lo tengo con la política del Reino Unido, que insiste en retener una colonia. No hay un problema tampoco con el pueblo inglés.

DW: El problema son los políticos. La mayoría de los oficiales argentinos fueron a academias militares en Inglaterra o a las universidades de Oxford o Eton. Cuando yo cené con los oficiales argentinos, me dijeron que las últimas personas con quienes querían ir a la guerra eran los ingleses.

LJC: Las guerras son el fracaso de la condición humana. Los soldados son quienes menos desean la guerra, aunque parezca paradójico. Y creo que el gran desafío de la humanidad es arreglar los problemas sin violencia. Pero mientras exista la violencia, hay que estar preparados para hacerle frente. De lo contrario, somos corderos que vamos al matadero. De todas maneras, apuesto fuerte a que este problema va a tener una solución sensata, la más justa que se pueda. A tantas décadas del comienzo del conflicto nos merecemos, tanto los argentinos como los británicos, sentarnos a arreglar el problema y dialogar en serio. La paz siempre es posible, pero la paz con justicia.

DW: Alguien que combatió en la guerra no quiere volver a hacerlo. Es un gran privilegio haber luchado por la Patria, pero ya está. La paz es mucho mejor. Es irrelevante que hayamos sido enemigos y que hayamos estado en bandos enfrentados. Porque todos somos seres humanos, todos estábamos muertos de miedo, todos teníamos una idea parecida de cómo íbamos a sobrevivir durante la guerra, y todos estamos agradecidos de estar vivos. Estrechar la mano de mi antiguo enemigo es algo extraordinario. Hoy podemos ser amigos, definitivamente. Y si los que peleamos sentimos eso, ¿qué pueden decir aquellos que nunca estuvieron en un campo de batalla?

sábado, 20 de mayo de 2017

La guerra y la marcha "Las rocas de Monte Tumbledown"



Rocas de Tumbledown
Por Ron Soodalter | History Net





Hace treinta y tres años, Argentina y Gran Bretaña emprendieron la guerra contra un remiendo de tundra en el amargo Atlántico Sur, y muchos todavía se preguntan por qué.

Durante semanas, los soldados del famoso regimiento de guardias escoceses de Gran Bretaña habían arrebatado el sueño en medio de los vientos de los huesos en los agujeros que se llenaban repetidamente de agua helada. Los hombres estaban sufriendo de congelación y el pie de la zanja, y las raciones se estaban agotando. Añadiendo a sus miserias, en este día en particular habían sufrido intensos bombardeos de artillería. Si bien esto podría describir un escenario de la Primera Guerra Mundial, la fecha era, de hecho, el 13 de junio de 1982, y las trincheras en las que las tropas británicas se amontonaban no se esculpían en un tramo de campo francés sino en tundra casi congelada por la base de Monte Tumbledown en las Islas Malvinas subárticas.

A pesar de los desafíos, la moral era alta, porque las tropas británicas se preparaban para acabar con su miseria al empujar a las fuerzas argentinas desde la accidentada escarpa que tenía delante. A los guardias se les había dicho que la fuerza enemiga comprendía reclutas jóvenes y mal equipados que corrían al primer destello del cañón. Habían sido gravemente mal informados.

La lucha por el Monte Tumbledown fue la última batalla en un conflicto que era, según los estándares modernos, una "pequeña guerra" y para muchos innecesaria. En palabras de un veterano del 2º Batallón de Gran Bretaña, el Parachute Regiment (2 PARA), la guerra era "corta, aguda y muy desagradable" y, a menudo luchaba de cerca con bayonetas y granadas, "como algo de la Primera Guerra Mundial Los soldados de ambos bandos no comprendían ni apreciaban ni las causas ni las apuestas; Sin embargo, las batallas no fueron menos feroces, las muertes no menos absurdas, que las que sufrieron en conflictos de mayor importancia mundial.

La lucha real duró sólo una cuestión de semanas, pero reclamó más de 900 vidas. Se libró en un territorio cuya propiedad había estado en disputa durante más de dos siglos. Las Islas Malvinas -un archipiélago en el Atlántico Sur que comprende dos grandes islas y 776 más pequeñas- se encuentran a unas centenas de millas de la costa de Argentina ya casi 8.000 millas del Reino Unido. Después de los conflictos coloniales con Francia y España sobre las islas, Gran Bretaña reclamó la soberanía en 1774, desembarcó tropas para reafirmar su dominio en 1833 y formalmente estableció las Malvinas como una colonia de la Corona en 1840. Los gobiernos sucesivos de Argentina habían sentido las islas, Sin embargo, ya lo largo de las décadas habían presentado una serie de protestas formales -y totalmente ineficaces-.

En 1982, la notoria y opresora junta militar que gobernaba la Argentina consideró que la toma de las Malvinas era una oportunidad para distraer a sus ciudadanos de los muchos problemas económicos y de derechos humanos que aquejan al país y unir a los argentinos tras una campaña de autojustificación. Por lo tanto, el 2 de abril, el argumento de que el control británico de las Malvinas (o Malvinas, como se les conoce en la Argentina) representaba un retroceso a los días del imperio, el comandante en jefe y el presidente de facto Leopoldo Galtieri desembarcó las fuerzas de ocupación en las Islas Malvinas, Capital, Port Stanley, y al día siguiente en el sur de Georgia en las islas Sandwich del Sur.

Galtieri y su halcón de guerra más vocal, Almirante Jorge Anaya, tenían razón en su expectativa de una oleada patriótica; Los argentinos olvidaron momentáneamente el peso insoportablemente inflado y las duras políticas de la Junta para recuperarse detrás de la ocupación. Pero Galtieri también estaba apostando a que los británicos habían perdido el interés en las Islas Falkland y Sandwich del Sur y mirarían hacia otro lado. No podría haber interpretado mal la situación o la resolución de la primera ministra Margaret Thatcher.

Irónicamente, muchos británicos en el momento no tenía idea de dónde estaban las Islas Malvinas, y mucho menos que eran parte del Reino Unido. El secretario de Estado de Defensa, Sir John Nott, escribió más tarde: "Debo confesar que no conocía muy bien las Islas Malvinas antes de la invasión ... [y] estaba un poco horrorizado al ver lo lejos que estaban". Las lejanas Malvinas y Georgia del Sur habían dejado de ser de interés comercial para el Reino Unido, seguían siendo dependencias británicas y el Ministerio de Defensa comenzó inmediatamente los preparativos para una respuesta total a la invasión de las islas del Atlántico Sur.

A los pocos días de la ocupación argentina, el gobierno de Thatcher-declarando que los 1.800 habitantes de las Malvinas eran "de tradición y población británica" - había establecido un gabinete de guerra y comenzado a armar una armada naval. En última instancia, el grupo de trabajo británico creció a más de 100 naves transportando 8.000 tropas terrestres para enfrentarse a la fuerza invasora argentina de unos 14.000 soldados. Mientras que los británicos presumían casi tres veces más naves, los argentinos tenían una ventaja de 3 a 1 en aviones de combate. Mientras tanto, los Estados Unidos, preocupados por la Argentina podrían atraer a la Unión Soviética a la lucha como un aliado, trató de detener el conflicto diplomáticamente. Cuando estos esfuerzos fracasaron, y se hizo evidente que la guerra era inevitable, Washington anunció un embargo sobre las ventas de armas a la Argentina, mientras proporcionaba a Gran Bretaña material de guerra. Europa apoyó en gran medida la acción británica; La mayor parte de América Latina se alineó con los argentinos.

Dos submarinos de la Marina Real pronto emergieron de las Malvinas, mientras que otros buques de guerra salieron de varios puertos británicos y requirieron buques de transporte civiles -incluyendo el buque insignia de la línea Cunard, la Reina Isabel 2- transportaron fuerzas terrestres a las islas. Debido a la llamada para una respuesta rápida, el transporte de tropas a la zona de guerra fue, en algunos casos, al azar en el mejor de los casos. Según el teniente Robert Lawrence de los guardias escoceses, QE2, que salió de Southampton el 12 de mayo, estaba "muy abarrotado de la totalidad de la 5 Brigada, los guardias escoceses y galés, Gurkhas y un montón de unidades de apoyo ... Cada pulgada de espacio se utilizó . "Las cabinas de dos personas alojaban de cuatro a cinco hombres, los comandantes de la unidad utilizaban cada aterrizaje de la escalera para los propósitos del entrenamiento, y los soldados funcionaban regularmente los circuitos de la cubierta superior del trazador de líneas para el ejercicio. Cuando QE2 llegó al sur de Georgia dos semanas más tarde, una fuerza de ataque de los comandos británicos del Servicio Aéreo Especial (SAS) y de los Royal Marines ya había asegurado la isla. Las Malvinas presentaron un desafío más desalentador.

La lucha por las Malvinas comenzó oficialmente el 1 de mayo, cuando un bombardero Vulcan de la Fuerza Aérea Real de largo alcance cayó de su carga útil en el aeropuerto de Port Stanley, y el Royal Navy Sea Harrier FRS1 derribó tres aviones argentinos. Siguieron bombardeos navales y aéreos nocturnos. Inicialmente, la acción naval representó el mayor número de víctimas, con fuertes pérdidas de barcos y vidas de ambos lados. El aterrizaje sostenido de las fuerzas terrestres británicas comenzó el 21 de mayo, siete semanas después de la invasión argentina, en San Carlos Water, una entrada en la costa oeste de la isla de Falkland Oriental. A partir de ahí se ordenó a 2 PARA atacar a los argentinos en el asentamiento de Goose Green. Una vez que se hubieran asegurado el lado occidental de la isla, los británicos lucharían su camino hacia el este para apoderarse de Puerto Stanley y efectivamente terminar el conflicto.

La pelea por Goose Green fue un asunto sangriento. La fuerza defensora argentina de 1,000 hombres, aunque incluyó conscriptos en gran parte no probados, superó en número a los paracaidistas británicos casi 2 a 1. Ambas partes recibieron bajas, con las PADs dando mucho peor de lo que recibieron. La batalla se balanceó durante un día completo y una noche. Finalmente, los PARAs -a pesar de la muerte de su comandante carismático, el teniente coronel Herbert "H" Jones- ganaron la ventaja. Fríos, agotados y con poca munición, los argentinos finalmente se rindieron.

A mediados de junio, después de agotadoras marchas de cross-country ("yomps", en la mancomunidad de los Royal Marines) con paquetes completos en climas amargos a través de la tundra de las Malvinas, las fuerzas británicas estaban a una distancia notable de Port Stanley, pero enfrentaban un fuerte perímetro defensivo -un anillo de colinas ocupadas por unidades militares y marinas excavadas en el ejército argentino. A 750 pies, el objetivo más desafiante era Mount Tumbledown, una colección de peñascos, losas y rocas que constituían una posición defensiva ideal.

En la mañana del 13 de junio, helicópteros volaron a los hombres del 2º Batallón, Guardias Escoceses, desde Bluff Cove hasta un área de estadio cerca de Goat Ridge, donde pronto comenzaron a tomar fuego de artillería pesada y mortero. Mientras aguardaban órdenes, algunos de los guardias -muchos recién salidos de la ceremonia en Londres y nuevos en combate- preguntaron a unos pocos de la élite PARAs, que había capturado recientemente a Goose Green, cómo los argentinos habían actuado en combate. Uno respondió: "Consiga a 200 metros de ellos, y se escaparán". Sólo más tarde los guardias aprendieron que los PARA habían enfrentado a conscriptos adolescentes pobremente equipados y entrenados.

La fuerza argentina que esperaba en Tumbledown era otra raza enteramente. En su mayoría de 20 años, eran los hombres del 5to Batallón de la Marina, tropas altamente entrenadas y motivadas con experiencia en combate en la reciente guerra civil argentina. Estaban bien abastecidos, equipados para el clima frío y, en algunos casos, mejor equipados que los británicos. También habían sido entrenados en peleas nocturnas ya pesar de las garantías de los PARA británicos, no corrían. "Habían tenido años de agresión", escribió Lawrence. Estaban muy acostumbrados. Gente como yo, por otra parte, sólo semanas antes había estado haciendo el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham; No es exactamente la mayor experiencia para combatir una guerra en alguna isla olvidada por Dios en medio de la nada ".



Al prepararse para el ataque británico, los marines argentinos habían cavado un intrincado sistema de bunkers, se familiarizaron con el terreno y establecieron un plan para el apoyo coordinado contra incendios. En el respaldo se encontraban seis morteros de 81mm, seis morteros de 106mm, una batería de obús y dos grupos de artillería del ejército.

El plan de batalla británico era directo y dependía de las unidades de fusil de los guardias escoceses divididas en tres compañías. Primero en la lucha, la Compañía G fue a tomar el flanco occidental de la montaña. Hecho esto, Left Flank Company iba a pasar por el área capturada y tomar la cumbre. Right Flank Company debía avanzar a través de la zona de Left Flank y asegurar el flanco oriental de Tumbledown. Dos fragatas de la Marina Real -Yarmouth y Active- se encontraban en alta mar para proporcionar apoyo naval.

La operación fue planeada inicialmente como un asalto diurno, pero la subida era larga y escarpada, sobre y alrededor de escarpas traicioneras, y los soldados habrían hecho blancos fáciles. Las mentes más sabias prevalecieron, y el comandante del batallón, el teniente coronel Michael Scott, puso el asalto a Tumbledown para poco después del anochecer del día 13. Para entonces, las fuerzas británicas habían tomado el cercano Monte Harriet, Two Sisters Ridge y, a pesar del prolongado fuego de artillería argentina y de las grandes bajas, el Monte Longdon.



La primera fase del plan presentó una maniobra de diversion. En la oscuridad de reunión, una fuerza de unos 30 Guardias Escoceses de la Compañía de la Sede, apoyada por cuatro tanques ligeros de los Blues y Royals, se dirigió hacia el sur cerca del Monte Guillermo en un intento de llamar la atención del enemigo. Pronto tropezaron con trincheras argentinas y después de un intenso tiroteo en el que murieron dos guardias y cuatro resultaron heridos, se retiraron directamente a un campo de minas no detectado. Cuatro hombres más resultaron heridos al lanzar minas, que a su vez dieron a los argentinos un claro blanco de morteros y artillería. Afortunadamente para los británicos, las cáscaras casi todas aterrizaron en la turba suave, que absorbió las explosiones; De lo contrario, el resultado habría sido catastrófico. Su misión completada, la fuerza de diversión se retiró, en el proceso de la pérdida de uno de sus tanques a una trampa.

A media hora del compromiso, poco después de las 10 de la noche, G Company comenzó el asalto a Tumbledown. Para su gran sorpresa la compañía no encontró prácticamente ninguna resistencia y aseguró rápidamente su objetivo. Moviéndose hacia arriba, los hombres de Flanco de Izquierda, sin embargo, pronto se encontraron involucrados en peleas cuerpo a cuerpo con bayoneta fija. En la lucha más feroz de la batalla, siete guardias murieron mientras intentaban la cumbre. Los británicos dispararon cohetes antitanques en posiciones enemigas, pero los argentinos se detuvieron, lloviendo con morteros y ametralladoras contra los guardias. Fue, Lawrence escribió, "la batalla de fuera y fuera, la lucha más completa posible." Lanzándose en el centro de la lucha, el mayor John Kiszely, comandante del flanco izquierdo, disparó a dos soldados enemigos y bayoneted un tercero. Aunque repetidamente apuntado, él milagrosamente sufrió solamente una bala golpea su brújula. Kiszely fue posteriormente galardonado con la Cruz Militar por sus acciones esa noche.

Cuando un poste de una ametralladora estratégicamente colocado detuvo el flanco izquierdo, Cold Flank Company subió la montaña en apoyo. Era un camino áspero, por encima de una caliza que cedía bajo las botas de los soldados. A medida que subían, se encontraron con tiendas de campaña argentinas, desocupadas, que contenían cajas de muy sofisticadas pantallas nocturnas IWS (vista de arma individual), "el grado superior absoluto", recordó Lawrence, "más avanzado que los que teníamos nosotros mismos. Nos hizo preguntarnos ... qué había por delante.

Lo que quedaba inmediatamente por delante de Right Flank era un intenso fuego enemigo. Cuando los guardias intentaron un ataque de flanco contra la posición de la ametralladora argentina, el equipo enemigo de inmediato desplazó su atención del flanco izquierdo hacia ellos. El peligro venía de todas partes, como las rocas circundantes ricochetearon rondas en todas direcciones. En la cabeza de su pelotón Lawrence "trató de hacerme desaparecer en el suelo, boca abajo en la suciedad." En última instancia, lanzó una granada de fósforo directamente en la posición de ametralladora enemiga, deteniendo el fuego y la red de los británicos varios prisioneros. Esto dio a los guardias su primera mirada cercana a sus enemigos. Los marines argentinos, señaló Lawrence, "llevaban un uniforme de estilo americano: grandes parkas verdes con telarañas por encima".

A lo largo de la lucha, la montaña se bañó en una luz sobrenatural a medida que las bombas de iluminación de las bombas de los buques británicos cayeron lentamente sobre paracaídas, proyectando largas y misteriosas sombras sobre el escarpado paisaje. Añadiendo a la otra mundanalidad de la escena fue una sorpresa ventisca que envió nieve remolino alrededor de las siluetas figuras de lucha.

Mientras luchaban por recuperar su ímpetu y continuar el ascenso, los guardias escoceses encontraron fuego de francotirador de soldados argentinos ocultos en los peñascos más altos. Un guardia intentó escalar una roca que protegía a un francotirador enemigo y le dispararon. Frente a tales disparos, explosiones y trampas, los guardias luchaban hacia la cumbre, un hombre avanzaba mientras otro lo cubría. "Recuerdo haber pensado," escribió Lawrence, "que esto era como las películas."

Alrededor de las 2 de la madrugada, después de detenerse nuevamente para reagruparse, los guardias escoceses atacaron las posiciones de los Cinco Marines desde varias direcciones, superándolas una por una. Durante las tres horas siguientes, capturaron todos menos tres de los retazos enemigos.

La acción continuó durante la noche, y cuando el cielo empezó a aclararse, algunos de los guardias se habían quedado sin munición. Entre ellos estaba Lawrence. Al ver a un soldado enemigo en el suelo a su frente, él bayoneted el hombre, más tarde señalando: "Él giró salvajemente ... y mi bayoneta estalló." Usando la única arma que tenía, Lawrence recordó: "Lo apuñalé y lo apuñalé de nuevo Y de nuevo, en la boca, en la cara, en las entrañas, con una bayoneta a presión. Fue absolutamente horrible. Apuñalar a un hombre a muerte no es una manera limpia de matar a alguien. "

Lawrence entonces cogió el rifle del muerto, y usando su IWS para realzar su visión de la noche, tiró a un francotirador y tomó el arma de ese hombre también. Para entonces Lawrence estaba cerca de la cumbre, buscando desesperadamente una administración y un área de suministro enemigas. "Una vez que hubiéramos tomado eso, habríamos tomado toda la montaña."

Cuando Lawrence llegó a la cumbre, otros guardias de varios pelotones se cerraron detrás y alrededor de él. Mientras contemplaba las luces de Port Stanley, a unas cuatro millas de distancia, un rifle enemigo en cada mano, una ronda de 7.62 mm de alto alcance que golpeaba a la armadura, se estrelló contra su cabeza a 3.800 pies por segundo, destruyendo casi el 45 por ciento de su cerebro. Lawrence se encontraba en el frígido terreno durante horas antes de que un helicóptero llegara para evacuarlo y el otro herido. Al regresar a Inglaterra, sus primeras palabras al ver a su padre, un comandante retirado de la Fuerza Aérea Real, fueron: "Oh, papá ... no valió la pena".

Singularmente y en pequeños contingentes, el resto de los guardias escoceses se abrieron camino hasta la cumbre. A las ocho de la mañana, después de lo que un soldado británico denominó "horas de lucha pulgadas por pulgada por las rocas, usando granadas de fósforo y armas automáticas", Tumbledown estaba, en su mayor parte, en manos de los guardias. Los combates continuaron en el flanco oriental de la montaña, pero -bajo de municiones y refuerzos negados- el 5º Batallón de Marina de la Armada argentina fue finalmente obligado a rendirse. A las 9:45 a.m., unas 12 horas después de que sonó el primer disparo, el fuego cesó.

Mientras tanto, los propios rifles Gurkha del Duque de Edimburgo habían pasado por alto Tumbledown para capturar el Monte Guillermo al sur, mientras que los Guardias Gales se apoderaron de Sapper Hill y 2 PARA tomaron Wireless Ridge. El camino a la capital estaba abierto, la guerra prácticamente terminada. Sin embargo, el comandante de la Unidad de Comando de los Royal Marines elogió a los marineros argentinos derrotados: "[Ellos] marcharon con elegancia, sosteniendo sus colores de regimiento mientras caminaban por las calles de Port Stanley". Para su decepción, los argentinos empaparon sus estandartes con gasolina y los quemaron hasta convertirlos en cenizas mientras sus enemigos observaban.

Milagrosamente, Robert Lawrence sobrevivió pero con daño físico permanente que incluye parálisis parcial. Fue uno de los 43 soldados británicos heridos en Tumbledown; Nueve habían sido asesinados. Los marines argentinos habían sufrido al menos 30 muertos y 100 heridos. Sunday Times de Londres más tarde compartió con sus lectores que en Mount Tumbledown "los guardias escoceses se enfrentarían a la acción más dura de todos. Allí un batallón marino argentino bien entrenado fue excavado pesadamente en una serie de bunkers intrincados, cortados en la roca ... El poder de fuego de los infantes de marina era intenso e impresionante. "

Por su actuación en la batalla, los hombres del 2º Batallón, Guardias Escoceses, recibieron dos Medallas Distintas de Conducta (una póstuma), dos Medallas Militares, una Orden de Servicio Distinguido y dos Cruces Militares, una de las cuales fue a Lawrence. Dos miembros del 9 Escuadrón PARA, Ingenieros Reales, recibieron Medallas Militares, y un piloto de helicóptero que repetidamente arriesgó su vida para transportar a los heridos de la montaña durante el combate recibió la Distinguished Flying Cross.

Después de la batalla, el comandante James Riddell de los 2os guardias escoceses se paró cerca de la cresta rocosa de Tumble-down, acunando sus gaitas para jugar una marcha rápida que frecuentaba él había compuesto para conmemorar las acciones de su regimiento. Él lo llamó "Los riscos de Tumbledown Mountain", y se convertiría en un elemento básico en eventos con música de tubo. Su no era la única melodía escrita sobre la campaña de Malvinas. Pink Floyd, Dire Straits y Elvis Costello, entre otros, también pesaron, pero lejos de conmemorar la guerra, sus canciones eran una acusación de las acciones de Gran Bretaña.

Tampoco estaban solos en su desaprobación. Aunque el gobierno de Margaret Thatcher llevó una ola de sentimiento popular a otro mandato, muchos británicos continuaron cuestionando la necesidad de un conflicto armado que cobró la vida de 649 militares argentinos y 255 británicos, así como tres isleños de Malvinas y dejó miles Más heridos por una antigua posesión de valor cuestionable, a miles de kilómetros de distancia, que pocos de sus compatriotas habían sabido que existían. En cierto sentido, las cifras de víctimas son engañosas. Según la Asociación de Medallas del Atlántico Sur (SAMA, por sus siglas en inglés), una organización no gubernamental que representa y apoya a los veteranos de las Malvinas, en un plazo de 20 años desde el final de los combates, se estima que 264 veteranos británicos -más que muertos en combate- se suicidaron, Resultado del trastorno de estrés postraumático. No se ha actualizado a estas cifras en los últimos 13 años, ni las evaluaciones del número de veteranos argentinos que se suicidaron sobre lo que el veterano de combate Robert Lawrence recuerda como una guerra "corta, sangrienta, húmeda y sucia" borde del mundo."


Ron Soodalter ha escrito para la Guerra Civil Americana, la Guerra Civil, el Oeste Salvaje y el Smithsonian. Para leer más, él recomienda Tumbledown: When the Fighting Is Over, de John Lawrence y Robert Lawrence; "Reevaluación del desempeño de la lucha de los soldados conscriptos durante la Guerra Malvinas / Malvinas (1982)," por Alejandro L. Corbacho; Y la batalla para las Malvinas, por Max Hastings y Simon Jenkins.