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sábado, 30 de mayo de 2020

Darwin: Homenaje al Tte Fragata (PM) Daniel Enrique Miguel

Homenaje al Tte Fragata (Post Mortem) Daniel Enrique Miguel




Los integrantes del INSTITUTO AERONAVAL queremos rendir nuestro más sincero homenaje al Teniente de Fragata (Post Mortem) Daniel Enrique MIGUEL, a los 38 años de su fallecimiento en combate.



Compartimos el relato del Capitán de Navío (RE) VGM Carlos Alberto MOLTENI (Comandante de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque en 1982).

Durante todo el 27 de mayo intentamos recuperar el avión con falla eléctrica; usamos para ello los repuestos que teníamos más los que ordené sacar de los dos aviones averiados (les sacamos casi todo lo "sacable" para utilizar si fuese necesario).

Esa noche, al regresar al pueblo, nos enteramos de las operaciones sobre puerto Darwin; nos imaginamos que la orden de alerta iba a venir a la madrugada siguiente...... y así fue.
Por lo que notamos, ya que la temperatura descendía cada vez más, el problema se centraría en las baterías, ya que si se enfrían demasiado no dan los 19 voltios necesarios para cumplir el arranque, por más que tengan un grupo de puesta en marcha exterior. Por lo tanto, optamos por sacar todas las baterías y llevarlas a dormir con nosotros, y les dimos el lugar preferencial al lado de la única estufa.
El 28 de mayo amaneció muy feo: la neblina y poca visibilidad eran una constante. Con el correr de la mañana mejoró un poco el tiempo, ya que se levantó un viento del oeste; antes de mediodía recibimos la orden de salir para dar apoyo de las tropas de puerto Darwin; un oficial de la Fuerza Aérea Argentina nos iba a controlar allí para el apoyo aéreo cercano.



Intentamos poner en marcha los motores, y solamente dos lo conseguimos, el Teniente de Corbeta Daniel Miguel y yo; al Teniente Giretti le falló el arranque y comenzó un cambio de baterías. Por la premura del apoyo solicitado, ordeno la salida de dos aviones y no esperar al tercero; no bien despegamos y cumpliendo la navegación prevista, observé que la mejora del tiempo en Puerto Argentino no se extendió hacia el oeste. Nuestra navegación era rasante y casi en la línea de costa; íbamos a entrar a la zona de combate con un rumbo general norte, Aproximadamente a dos minutos de llegar a la zona de objetivos enlazo con el control de la Fuerza Aérea Argentina para que designe blanco; su contestación fue que saliéramos de allí porque el tiempo había cerrado completamente el área. En el giro que hicimos con Miguel volamos diez segundos por instrumentos (sin ver) en vuelo rasante; ganamos muy poca altura ya que había unidades navales inglesas y sabíamos que al radar y a los misiles no les importa la meteorología. Arribamos sin problemas a Puerto Argentino y nos aprovisionamos para otra salida.



Entre las 12.00 y las 15.00 observamos una rotación del viento en la pista; se puso cruzado y con gran intensidad. Era absolutamente imposible nuestra operación allí, ya que el día anterior habíamos "limpiado" solamente el ancho de una laja (5 metros aproximadamente) y el control del avión se hacia difícil operando dentro de los límites de viento previstos para la utilización de los Macchi, imposible fuera de ellos.
Después de las tres de la tarde se nota una nueva rotación hacia la pista, por lo que ordeno salir. En esta misión volvemos a salir el teniente Miguel y yo, ya que no se reparó la falla del avión del Teniente Giretti.
Hacemos la misma navegación y, próximos al objetivo, nos comunicamos con el control de la Fuerza Aérea Argentina; el tiempo estaba un poco mejor, por lo menos había visibilidad horizontal.
Allí se nos indica un punto notable y un área de posiciones enemigas. Elevo un poco mi avión para entrar en corrida de cañones y cohetes, me comunico con el Teniente Miguel para ver si había identificado el blanco ordenado y después de su respuesta afirmativa, abro fuego sobre unas hondonadas donde aprecié las posiciones inglesas más próximas a nuestra primera línea.
Descargo todas mis armas (me quedé sólo con el 50 por ciento de cañones aproximadamente); en esa corrida y durante mi escape observo por un instante como un "globo naranja” en tierra, interpreto que puede ser un misil y automáticamente corto motor y cambio mi giro hacia él, para luego volver a girar pegándome al suelo.



Al finalizar esa maniobra oigo que el control de la Fuerza Aérea Argentina me dice: "escape, escape, le dieron a su numeral"; desesperado pregunto si vio eyección y me contesta que no.
En ese instante me sobrevino una peligrosa depresión; siempre en las relaciones con personas uno tiene con algunas muchas afinidades en carácter y personalidad. Con el teniente Miguel yo sentía eso; por eso sufrí como un desgarro en lo más íntimo de mi ser. Volví a preguntarme ¿por qué? Me surgió la imagen de su novia que, cuando fue a despedirlo a Buenos Aires le dijo: "Cuídense", y el gordo le contestó: "Si no me avisabas, no me daba cuenta...". Se iban a casar dentro de pocos días, pero Dios no lo quiso.
En mi vuelo de regreso a Puerto Argentino tuve una continua visión de todo lo que habíamos compartido, de su buen humor (que nunca perdió), de su coraje, de su carácter que todo lo volvía fácil, de su corta edad y de su futuro trunco. No tuve dudas de que el fin había sido rápido, ya que habíamos entrado en un embudo de proyectiles, viendo pasar las trazadoras de las ametralladoras que convertían eso en lo más parecido al infierno.
Cuando aterricé me estaba esperando todo el grupo de la escuadrilla, y nuestra comunicación fue un respetuoso silencio. El Teniente Henry, (compañero de Miguel), en una explosión de llanto, me preguntó si había visto alguna eyección ...



Cuando comenzó a hacerse de noche fui hasta el Comando en el pueblo y allí me enteré de que Puerto Darwin se perdía. ¡Qué desazón y qué impotencia se siente cuando uno realizó esfuerzos, vivió tensiones extremas, hizo lo mejor que pudo y el resultado es negativo! Y además: ¡qué exigencias presenta la guerra, en la cual hay frustraciones que hay que superar rápidamente, para convencerse y convencer de que la próxima vez no será así!

Un joven Héroe nos dejó

“Coquito”, como lo llamaban los que compartiron su formación en la Escuela Naval Militar y en la Escuela de Aviación Naval (1980), fue una persona que se caracterizaba por su alegría y bondad, alguien muy fácil de tratar y querer. De carácter inquieto y ocurrente, dedicado y con un objetivo bien definido, ser un “marino con alas”.



En el año 2000, en una zona rural de la Patagonia llamada Treorcky, cerca de la ciudad de Trelew en el valle inferior del río Chubut, la Escuela Provincial Nro 55 con 100 alumnos decidió incorporar el nombre de nuestro héroe como homenaje y reconocimiento a la memoria de un joven de 24 años que guardaba un enorme coraje en su alma de marino y que quedó como custodio eterno en nuestro suelo malvinense.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Identifican al aviador naval Miguel, héroe de Darwin

Los restos del Tte. Daniel Miguel fueron identificados tras 35 años




En las últimas horas ha sido confirmada oficialmente la comunicación a la familia del Teniente Daniel Miguel, piloto de la Fuerza Aeronaval durante la Guerra de Malvinas, que sus restos fueron identificados en el proceso llevado a cabo por la Cruz Roja Internacional en el cementerio argentino de Darwin.
El puntaltense, héroe de la Nación Argentino, falleció en combate al ser derribada su avión mientras cumplia una misión en el teatro de operaciones Malvinas, en 1982.
El teniente de fragata post mórtem Daniel Enrique Miguel nació en Punta Alta el 19 de noviembre de 1957. Comenzó sus estudios en la Escuela Nº 99 (hoy Escuela Nº 23), y pasó luego por el excolegio Nacional y en ambos establecimientos dejó grabada en la memoria de sus compañeros y docentes su imagen bondadosa y siempre alegre.
En 1975 ingresó como cadete en la Escuela Naval Militar, donde sus compañeros pronto lo bautizaron “Coquito”. Inquieto, locuaz, gracioso y feliz fueron características de aquel muchacho puntaltense que comenzaba a desplegar sus alas. Aquellos que lo conocieron en la escuela recuerdan su gusto por la música y el yachting y su afable compañía en los días de descanso. Además, vieron cómo día a día se convertía en el hombre que en la guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas demostraría el valor que llevaba en su alma.



Comenzaba la década del 80 cuando a Daniel Miguel le dieron sus merecidas “alas”, distintivo del aviador naval. Y mostrando sus dotes de piloto, ingresaba en 1981 a la Primera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque (EA41). Su sueño se materializaba poco a poco. Con su esfuerzo había logrado lo que siempre había querido: convertirse en piloto de avión escribiendo en el cielo su historia, su vida y su pasión. Tenía 24 años y comenzaba a bosquejar su futuro, preparando los detalles de su boda.
Pero un 25 de mayo de 1982 tuvo que poner rumbo al sur con su avión Aermacchi. La Patria le pedía que protegiera la soberanía sobre las Islas Malvinas. El 28 de ese mes, cerca del mediodía, el comandante de la EA4, entonces capitán de corbeta Carlos Molteni, recibió la orden de efectuar una misión sobre Puerto Darwin para dar apoyo a las fuerzas argentinas que defendían esa posición. Daniel Miguel lo secundaría. El teniente subió a su avión, rodó hacia la cabecera de la pista y esperó la orden de despegue. Hasta que se escuchó la voz de Miguel: “En el aire”



La meteorología empeoraba a medida que se acercaban al objetivo. Les ordenaron regresar porque la visibilidad era nula. Ya a las 15:30 horas, todo estaba dispuesto para una nueva salida, pero otra vez el tiempo les jugó una mala pasada: un fuerte viento les impidió despegar. Sin moverse del lugar en donde estaban, esperaron las condiciones propicias, que llegaron una hora y media después. Bien pegados al terreno, volando a muy baja altura, los dos Aermacchi se dirigieron hacia su objetivo: la posición de la Infantería británica en una hondonada frente a la escuela de Darwin.
“Sus últimas palabras quedaron grabadas para siempre en mis oídos”, contó el suboficial auxiliar de la Fuerza Aérea Norberto Bazaéz, que fue en ese momento director de tiro ECO. “Allá voy” respondió el teniente Miguel cuando le asignaron el objetivo por radio. Fueron apenas segundos en los que el valor del teniente Miguel lo llevó a cumplir con la que sería su última misión: defender a un grupo de soldados argentinos que resistían en Darwin y Pradera del Ganso. Su avión no logró atravesar un denso fuego antiaéreo y fue derribado. Mientras, su compañero Molteni, logró evadirlo y regresar a salvo a Puerto Argentino.
“A pesar del tiempo transcurrido siempre me acuerdo de él, de esa personalidad contagiosa, de su valentía, de su compañerismo.....era un tipo fácil de querer. Lloré mucho.... mientras me decían "escape… tiene harrier arriba". En ese momento no me importaba… solo pensaba en él”, recuerda el capitán Molteni.

El Rosaleño

jueves, 30 de enero de 2014

Biografías: Tte Fragata (PM) Daniel Miguel, derribado por fuego propio

El piloto puntaltense que se quedó a custodiar Malvinas
Antes de que lo derriben, el teniente de corbeta Daniel Miguel cumplió la misión que le habían encomendado: defender desde el aire a soldados argentinos que resistían en Puerto Darwin y Pradera del Ganso. “Allá voy” fueron sus últimas palabras.

Por Andrea Carabetta

El teniente de fragata post mórtem Daniel Enrique Miguel nació en Punta Alta el 19 de noviembre de 1957. Comenzó sus estudios en la Escuela Nº 99 (hoy Escuela N° 23), y pasó luego por el excolegio Nacional y en ambos establecimientos dejó grabada en la memoria de sus compañeros y docentes su imagen bondadosa y siempre alegre.


El teniente Miguel, junto a un avión Aermacchi, antes de la guerra. 

En 1975 ingresó como cadete en la Escuela Naval Militar, donde sus compañeros pronto lo bautizaron “Coquito”. Inquieto, locuaz, gracioso y feliz fueron características de aquel muchacho puntaltense que comenzaba a desplegar sus alas.

Aquellos que lo conocieron en la escuela recuerdan su gusto por la música y el yachting y su afable compañía en los días de descanso. Además, vieron cómo día a día se convertía en el hombre que en la guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas demostraría el valor que llevaba en su alma.

* * *


Comenzaba la década del 80 cuando a Daniel Miguel le dieron sus merecidas “alas”, distintivo del aviador naval. Y mostrando sus dotes de piloto, ingresaba en 1981 a la Primera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque (EA41).

Su sueño se materializaba poco a poco. Con su esfuerzo había logrado lo que siempre había querido: convertirse en piloto de avión escribiendo en el cielo su historia, su vida y su pasión.

Tenía 24 años y comenzaba a bosquejar su futuro, preparando los detalles de su boda.

Pero un 25 de mayo de 1982 tuvo que poner rumbo al sur con su avión Aermacchi. La Patria le pedía que protegiera la soberanía sobre las islas Malvinas.

El 28 de ese mes, cerca del mediodía, el comandante de la EA4, entonces capitán de corbeta Carlos Molteni, recibió la orden de efectuar una misión sobre Puerto Darwin para dar apoyo a las fuerzas argentinas que defendían esa posición. Daniel Miguel lo secundaría.

El teniente subió a su avión, rodó hacia la cabecera de la pista y esperó la orden de despegue. Las ruedas del “Macchi” se impacientaban por abandonaron el suelo. Hasta que se escuchó la voz de Miguel:

—En el aire.

La meteorología empeoraba a medida que se acercaban al objetivo. Les ordenaron regresar porque la visibilidad era nula. Ya a las 15:30, todo estaba dispuesto para una nueva salida, pero otra vez el tiempo les jugó una mala pasada: un fuerte viento les impidió despegar. Sin moverse del lugar en donde estaban, esperaron las condiciones propicias, que llegaron una hora y media después.


* * *


Bien pegados al terreno, volando a muy baja altura, los dos Aermacchi se dirigieron hacia su objetivo: la posición de la Infantería británica en una hondonada frente a la escuela de Darwin.

“Sus últimas palabras quedaron grabadas para siempre en mis oídos”, contó el suboficial auxiliar de la Fuerza Aérea, Norberto Bazaéz, que fue en ese momento director de tiro “ECO”:

—Allá voy —respondió el teniente Miguel cuando le asignaron el objetivo por radio.

Fueron apenas segundos en los que el valor del teniente Miguel lo llevó a cumplir con la que sería su última misión (a pesar de que hasta la naturaleza parecía gritarle el peligro que lo acechaba): defender a un grupo de soldados argentinos que resistían en Darwin y Pradera del Ganso.

Los dos aviones atravesaron un denso fuego antiaéreo y aunque el capitán Molteni logró evadirlo y regresar a Puerto Argentino, el MC-339 4-A-114 que piloteaba Miguel fue derribado.


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Hoy, el teniente de fragata post mórtem Daniel Enrique Miguel descansa bajo el cielo del sur. Custodio de aquello por lo que ofrendó su vida, se convirtió en un héroe de Malvinas puntaltense.

En su homenaje, el Centro de Veteranos de Guerra y Familiares de Caídos en Malvinas de Punta Alta construyó en 2008 un monumento en su honor con un avión Aer Macchi donado por la Armada.

Su padre, el suboficial mayor retirado Enrique Miguel, también de la Aviación Naval, descubrió una placa en su honor y el capitán de navío Arturo Médici, compañero de promoción del piloto fallecido, leyó una alocución:

—Daniel se quedó allá, en nuestras islas, como centinela de los intangibles por los cuales luchó y murió. Lo recordaremos siempre con enorme afecto y solemne respeto.

El año pasado, en la Escuela Secundaria N° 1 de su ciudad natal le impusieron su nombre a un aula.

—No sabía que Daniel tenía esa valentía, hasta que llegó el momento —dijo ese día su padre, dolido, emocionado y orgulloso.

Y en el Museo de la Aviación Naval, ubicado en la Base Aeronaval Comandante Espora, se exhibe el birrete que utilizó Miguel durante la campaña de Malvinas.

Además del teniente Miguel, otros 4 puntaltenses cayeron en la guerra de Malvinas: el guardiamarina Juan José Aguirre, el cabo principal Roberto Olariaga y los cabos segundo Raúl Rodici y Raúl Oscar Vázquez.

Y junto a Miguel hay otros 5 héroes de la Aviación Naval: el capitán de corbeta Carlos María Zubizarreta, el teniente de navío Marco Benítez, el teniente de fragata Gustavo Marcelo Márquez, el suboficial mayor Ramón Barrios y el suboficial segundo Roberto Lobo.

Gaceta Marinera