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jueves, 29 de junio de 2023

Los héroes que dejó el cobarde de Ward



"IFF encendido, estamos en emergencia".
Un nombre de un camarada.
Cabo Principal Miguel Ángel Cardone-

El Aeródromo de la Ciudad de Villa Cañás en la provincia de Santa Fe, fue denominado en su honor "Suboficial Auxiliar Miguel Ángel Cardone", pero quien fue este compañero.

El Cabo Principal Miguel Ángel Cardone integró la tripulación del C-130 Hércules TC-63 indicativo "Tiza" de la Fuerza Aérea Argentina derribado el 1 de junio de 1982. El avión despegó desde Comodoro Rivadavia a las 8 h 53 min (UTC-3) piloteado por el Capitán Héctor Martel. Su misión era encontrar barcos militares británicos para ayudar a los aviones de ataque. Era una tarea extremadamente peligrosa y de mucha valentía, ya que el avión no contaba con ninguna defensa.

Cuando el Hércules emergió sobre el horizonte radar a unas 20 millas al norte del estrecho de San Carlos, fue detectado por la fragata HMS Minerva. Esta vectoreó una pareja de aviones Sea Harrier del Escuadrón Aéreo Naval 801.
El teniente comandante Nigel Ward derribó al C-130 con un misil Sidewinder y lo remato cobardemente, lo ametralló con sus cañones de 30 mm.

No hubo sobrevivientes.

viernes, 23 de junio de 2023

Héroe de Malvinas: Soldados Ariel Suarez y Sergio Desza (EA)

Héroes de Malvinas




Izquierda Soldado Ariel Suarez del Comando Brigada Mecanizada IX de Comodoro Rivadavia y a la derecha Soldado Sergio Desza del Comando Brigada Infantería III de Curuzú Cuatiá. Sergio Desza cayó en combate el 14 de Junio de 1982.- (Foto: Ariel Suarez)

martes, 14 de diciembre de 2021

Héroe de Malvinas: Sargento Primero Mateo Sbert (EA)

Héroes de Malvinas, Héroes de la Patria: Sargento Primero Mateo Sbert

Padre de tres hijos, generoso, solidario y alegre. El sargento primero Sbert murió el 31 de mayo de 1982 en el combate de Top Malo House, dejando su vida a cambio de la de sus compañeros.
Fuente


Mateo Sbert nació en la localidad de San Pedro, Buenos Aires, el 7 de mayo de 1949 e ingresó a la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral del Ejército Argentino en 1967. Dos años después ya era cabo del arma de Ingenieros. En 1974 ascendió al grado de sargento y en 1977 fue destinado al ex Instituto Geográfico Militar, donde realizó el Curso de Técnico del Servicio Geográfico. Cuando obtuvo el grado de sargento primero ya era un experimentado comando.

Sbert disfrutaba el pasar tiempo con su familia y amigos, en las reuniones él siempre era el centro, el animador y el infaltable. Según sus compañeros de promoción admiraban de él su capacidad de liderazgo, de responsabilidad, de voluntad de progreso y superación, era “un fuera de serie como militar”. Para el año 1982, ya con 33 años, estaba casado con Yurhema Elisa Sibona y tenía tres hijos. Tres hijos que lograron despedir a su padre con amor, solo ocho días antes de que cayera en el combate de Top Malo House, cubriendo a sus compañeros.

El 22 de mayo de 1982 se conformó la Compañía de Comandos 602, allí fue convocado el sargento primero Mateo Antonio Sbert, junto a otros 53 oficiales y suboficiales de élite que conformaron esta subunidad, que días después se trasladó a las Islas Malvinas.

La noche del 28 de mayo los comandos, ya en Malvinas, habían recibido la orden de adentrarse 40 kilómetros delante de la primera línea de batalla argentina para informar sobre el desembarco de los ingleses en San Carlos. Al pie del monte Simons después de una ardua marcha, los soldados ascendieron con dificultad y desde la cima pudieron informar que divisaban un corredor de helicópteros enemigos. Esa noche nevó y durmieron sobre la turba.



Al día siguiente, Sbert junto a los 12 hombres de elite, emprendieron la difícil vuelta. Tomaron rumbo hacia Fitz Roy, a 25 kilómetros al sur de Puerto Argentino, donde estaba la tropa argentina más próxima. Ya oscurecía cuando cruzaron el arroyo Malo, empapados hasta la cintura y helados, divisaron un puesto ovejero. Hicieron un alto y se refugiaron en la casa de chapa y madera. A la mañana siguiente, cuando apenas amanecía, alguien alertó: "¡Ingleses! ¡Ahí vienen!". Los marines británicos se acercaban.

Los comandos argentinos evacuaron el galpón combatiendo, resistiendo el ataque mientras retrocedían, fue entonces que el sargento primero Sbert, gritó por sobre el sonido de los M72 LAW antitanque y de los fusiles lanzagranadas M-79. Pudo ver, bajo un intenso fuego enemigo, que Medina, uno de sus camaradas, había sido alcanzado por las esquirlas de una granada y el impacto de un proyectil en una de sus piernas. Fue así como decidió disparar entre las explosiones para que su compañero pudiera replegarse y así alcanzar la zanja donde el resto de los comandos argentinos daban batalla. ¡Yo te cubro!, alcanzó a gritarle Sbert, antes de caer abatido por el fuego inglés.

La granada explotó a metros de Sbert, y la onda expansiva tiró su cuerpo hacia atrás con violencia. "Estaba intacto, la explosión lo había destrozado por dentro, murió defendiendo a sus camaradas y le salvó la vida a Medina", recordó el entonces capitán José Verseci.
El Sargento Primero Mateo Antonio Sbert hasta hace 2 años era uno de los 122 soldados que no habían podido ser identificados durante 36 años. Yacían bajo una placa que rezaba Soldado Argentino solo Conocido por Dios, hasta que la causa impulsada por el Veterano Julio Aro, permitió identificar y llevar un poco de paz a más de 110 familias de Héroes caídos durante la Guerra de Malvinas.

Las autoridades correspondientes le informaron a la familia que el cuerpo del sargento primero descansa en Darwin en la tumba D.A.4.10.
Post mortem y por proteger voluntariamente el repliegue de sus camaradas cuando integraba una patrulla de exploración adelantada, y ante la defensa sobre un ataque notoriamente superior en efectivos y materiales, al sargento primero Sbert le fue otorgada la Cruz de “La Nación Argentina al heroico valor en combate”.

jueves, 4 de noviembre de 2021

Los héroes chaqueños del conflicto

Malvinas: conocé los perfiles de los soldados chaqueños identificados 

Diario Chaco


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Mandá tu info, fotos, videos o audios al 3624518042

A finales del 2017 bajo el Proyecto Humanitario Malvinas comenzó el proceso de identificación de los cuerpos de los caídos en Malvinas, a través de las muestras de ADN.

Durante más de tres décadas los soldados caídos entre abril y junio del ’82 permanecieron enterrados sin un nombre en su cruz, solo una lápida rezaba “Soldado conocido solo por Dios”.

Hasta el momento, un total de 112 caídos fueron identificados en el cementerio de Darwin gracias a las muestras de ADN, varios de ellos fueron chaqueños.

Cabe resaltar que varias familias optaron por mantener el anonimato de sus seres queridos.

A continuaación te presentamos los perfiles de algunos de los soldados chaqueños identificados:

Miguel Aguirre




Nació en Chaco en 1929. Desde muy joven descubrió su vocación militar, por lo que no dudó a la hora de ingresar como suboficial de la Armada y luego especializarse en electricidad.

Acudió a la guerra de Malvinas como voluntario, ya que en ese momento disfrutaba de una licencia anual en el ejército.
Su principal labor en las Islas fue la de traslado, carga y descarga de alimentos, medicamentos y municiones.

Murió dentro del transporte ARA Isla de los Estados cuando fue alcanzado por un proyectil disparado desde la fragata británica Alacrity, en el estrecho de San Carlos. Su cuerpo fue encontrado completo, desnudo, solo con medias, en la costa de Shag Rockery Point, en el islote Este.

Su hijo único, Sergio, formaba parte en un inicio de los familiares que no querían que se revelara la identidad de los soldados muertos NN. Lo hizo únicamente para dejar por escrito su deseo de que todos los restos permanezcan en el cementerio de Darwin.

Celso Alegre


Celso Alegre era uno de los dos únicos representantes de la comunidad Qom que cayeron en Malvinas. Al momento de acudir a las Islas, no sabía leer ni escribir, por lo que nunca pudo enviar una carta a su familia para relatar su periplo.

Vivió sus 18 años en La Leonesa, una zona rural a 70 km. de la capital de Chaco. Alegre murió el 28 de mayo en Darwin, pero poco se sabe de las condiciones en las que perdió su vida.

Su padre, Héctor Ramón Alegre, vivió hasta sus 95 años con la esperanza de que su chico volviera alguna vez a casa. Se negó siempre a considerar la posibilidad de su muerte. "No creo que mi hijo esté ahí", decía el hombre en su lenguaje autóctono.

Victor Ofelio Avalos




El anciano no llegó a recibir la noticia de la identificación de los cuerpos. Aun así, desde 1982 hasta su muerte, el 3 de junio de 2017, izó cada domingo de la semana una bandera argentina en honor a su hijo.

Nació en Samuhú, Chaco. Murió a los 19 años durante un combate en Darwin, cuando se desarrollaba como soldado apuntador de las FAP. Junto a él cayó uno de los líderes de su batallón, el cabo Jorge Gómez.

Hoy, una escuela primaria y un jardín de infantes de la provincia de Chaco llevan su nombre. Fue el penúltimo "soldado argentino sólo conocido por Dios" identificado durante el proceso de los análisis de ADN.

Juan Alejandro Ayala




Juan Ayala nació en Tres Isletas, Chaco. Si bien era destacado como una persona jovial, sus padres afirmaron que tenía un alto sentido de responsabilidad, seriedad y que daba mucha importancia al valor de la justicia.

Durante su adolescencia llegaba a recitar poemas gauchescos y le gustaba la música mexicana.

Acudió a las Islas Malvinas como parte de la Compañía B del Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, de Corrientes. Murió el 12 de junio, mientras trataba de defender una posición argentina en el Cerro Enriqueta, en Monte Harriett. Era sirviente de mortero y junto a él perdieron la vida otros cinco compañeros.

Orlando Aylan




Nacido en Chaco, cumplía el servicio militar en el Regimiento 4 de Infantería Mecanizada. Su madre se murió hace unos años sin poder saber finalmente dónde se encontraba el cuerpo de su hijo y con la mínima esperanza de que todavía se encontrara vivo.

La ciudad de Las Breñas rindió innumerables homenajes al soldado oriundo de allí. De hecho, en la plaza principal se construyó un monolito con la intención de perpetuarlo y la escuela Nº 1052 lleva su nombre.

"Estamos muy emocionados al saber que nuestro hermano estaba en una de esas tumbas y quienes los enterraron lo trataron bien como ser humano, lamentamos que nuestra madre se murió sin saber qué y dónde estaba su hijo pero hoy nosotros tenemos la tranquilidad de saber dónde está", dijo uno de sus hermanos tras conocer la noticia de la confirmación del ADN.

Ángel Benitez



Nació en Chaco. Fue el 26 de octubre de 1962. Después de concluir los estudios primarios, trabajó en un almacén y como obrero de la construcción. "Ángel nació por parto natural. Era un bebé muy grandote", rememora Julia Franco, mamá de Benítez.

Su muerte se produjo el mismo día de la firma de la rendición argentina. Benítez fue una de las víctimas que arrojó la sangrienta batalla de Monte Longdon. Al momento de incorporarse al Regimiento de Infantería 7 residía en Lomas de Zamora.

Juan Carlos Dábalos 



Juan Carlos Dábalo era uno de los ocho hermanos de una familia muy humilde de Chaco. Debido a una prolongada enfermedad de su padre, tuvo que abandonar sus estudios primarios y dedicarse a trabajar desde niño.

Trabajó de vendedor ambulante junto a una hermana y empezó a aprender a leer y a escribir recién cuando hizo el servicio militar en el Batallón de Infantería de Marina Nº 5, en Río Grande.

El Estado informó en un primer momento a la familia que estaba desaparecido y después confirmó su muerte, aún sin saber dónde estaba el cuerpo. Todavía se desconocen las circunstancias en las que perdió la vida en Malvinas.

Su familia fue una de las primeras que luchó por la identificación de los 123 "soldados conocidos sólo por Dios", en el cementerio de Darwin.

Carlos Agustín Díaz




Un joven tímido, callado y con dificultades para socializar. Carlos Díaz era uno de los ocho hermanos de otra familia humilde de General Pinedo, en Chaco. Era hincha de Boca, jugaba muy bien al fútbol, pero su verdadera pasión eran los caballos. Trabajaba como jornalero en una zona rural y hacía destronques con un hacha.

Durante décadas, la familia recibió un sinfín de rumores sobre la suerte que corrió Carlos Díaz en Malvinas. Se les dijo desde que estaba herido, que le faltaba una pierna, hasta que estaba sano y salvo para regresar a su casa. Recién en 2017, su madre Victorina recibió la noticia de que su hijo se encontraba enterrado en Darwin. Aún resta poder definir cómo y cuándo perdió la vida el joven chaqueño de 18 años.

Vladimiro Dworak



Vladimiro Dworak nació en Campo Largo, un pequeño pueblo de la provincia de Chaco. Formó parte del equipo de fuerzas de tareas de Mercedes. Sus labores se llevaron a cabo entre Darwin y Pradera del Ganso.

Dworak perdió la vida durante un enfrentamiento con paracaidistas británicos en Puerto Darwin. Su compañero de fosa, el correntino Raúl Cardozo, relató cómo fueron sus últimos instantes de vida: "De noche casi no dormíamos porque era un constante bombardeo, se escuchaba el silbido de las bombas y que enseguida explotaban a metros de nosotros (…) Vi caer a camaradas muy cerca mío, recuerdo que el camarada Vladimiro Dworak de Campo Largo murió en combate a unos 50 metros mío", afirmó.

Miguel Ángel Falcón



Su familia afirma que Miguel Falcón siempre fue un niño rebelde. No acataba demasiado las reglas, ni en casa ni en el colegio. De hecho, era famoso por escaparse todas las semanas al menos un día de la escuela. También evitaba estar en casa, se la pasaba divirtiéndose con sus amigos en las calles de Barranqueras, Chaco.

Murió en el enfrentamiento del Monte Longdon y entre sus pertenencias se encontró un mazo de cartas españolas. Su figura de referente para sus colegas fue advertida por varios ex combatientes.



De hecho, esa rebeldía juvenil fue la que le hizo protagonizar una historia memorable en la noche de su última batalla. El suceso fue relatado en una carta por otro ex combatiente:

"La noche del 12 de junio cuando los ingleses nos atacan, en un real infierno, con cientos de proyectiles y lluvia de trazantes que cruzaban el cielo, veo que se prepara la primera sección de nuestra compañía en apoyo a la Compañía "B". Eran un teniente, un cabo y 44 colimbas civiles como yo, soldados no profesionales, que estaban desnutridos. Los veo prepararse en la oscuridad, todos en fila india, en silencio, temblorosos. Entonces, de la fila, saltó un soldado que estaba muy flaquito, un pibe que era muy humilde, -Falcón- y empezó a arengarlos, a aplaudirse las manos, flexionándose, con el FAL rebatido en la espalda, y les gritaba, como Pichot a los Pumas: '¡Vamos carajo!!, ¡Ingleses de mierda, los vamos a reventar!' (…) Surgió un líder de la nada, un tipo que, en las circunstancia más límite, le dio ánimo al resto".

Su acción quedó registrada en libros británicos como uno de los actos más heroicos de los enfrentamientos terrestres en Malvinas. De los 46 que salieron, volvieron 25. Falcón fue uno de los que se quedó allí.

Luis Roberto Fernández




Nació en Villa Ángela, Chaco. Tenía un solo hermano, Miguel Gaspar. Al momento de ser llamado para acudir al servicio militar cursaba el tercer año de la Escuela de Comercio Nº 7. Así se mudó durante dos años a Río Grande, Tierra del Fuego.

Era el bromista de la familia y solía arrancarle una sonrisa a su hermano y a su madre Emilia cada vez que podía.

Después de sus dos años en Tierra del Fuego, acudió a Puerto Argentino para formar parte de la Batería 8113 del Batallón Comando Campaña Militar de Puerto Belgrano.

Murió el 11 de junio en la batalla de Monte Longdon: recibió un disparo cuando abandonó su escondite. Según relataron testigos, falleció justo en el momento que estaba lanzando una bengala. Su intención era lanzar una bengala que intentara exponer la posición del enemigo.

Rubén Horacio Gómez





Nació en la localidad de Presidencia Plaza, Chaco, en 1963 en una familia de 10 hermanos. Cursó la primaria en la Escuela Nº 454, que hoy lleva nada menos que su nombre. Antes de finalizar séptimo grado, ya trabajaba junto a algunos de sus hermanos en una desmontadora de algodón. Jugaba al fútbol en el Club Comercio de Presidencia Plaza como defensor central.

Pocos días antes de partir hacia la guerra Rubén salió del cuartel y pasó por su humilde casa familiar para despedirse. "Cuando vuelva me caso", les anunció a sus hermanos con una sonrisa.

Murió el 28 de mayo de 1982, cuando se adentró junto al cabo Héctor Miño en la zona de Darwin-Pradera del Ganso para verificar si unas tropas que se divisaban a lo lejos eran propias o enemigas. Finalmente, ese grupo en posición ofensiva era integrado por soldados británicos. Se cree que perdió la vida después de ser alcanzado por un mortero.

Eleodoro Monzón




Eleodoro Monzón nació en Quitilipi, Chaco. Era apodado el "Nene" y era un fanático de los caballos. No pudo terminar la escuela, ya que decidió ayudar a su padre en el campo. En 1981, luego de cumplir el servicio militar, fue convocado para acudir a un puesto en Ushuaia.

Fue uno de los últimos tres soldados argentinos que murieron en la guerra. Perdió la vida en la colina Sapper Hill. El escuadrón al que pertenecía no pudo enterarse del orden del cese al fuego y continuó batallando dos horas después del final de la guerra. Murió junto a Sergio Robledo y Roberto Leyes.

Juan Carlos Monzón




Uno de los tres soldados caídos en Malvinas nacidos en la ciudad de Villa Ángela, Chaco. Miembro de una familia de ocho hermanos, era fanático del fútbol y de River. Al igual que su familia, se desarrollaba en la cosecha de maíz y algodón.

El 2 de abril, el "Gringo", como lo apodaban, se sentó junto al resto de la familia en la mesa de la casa para compartir un asado. Allí les comunicó que al otro día partiría para las Islas Malvinas. Hubo emoción, orgullo y también lágrimas y llanto por parte de su madre. El miedo siempre estaba presente. Así y todo, sus hermanos afirman hoy que Juan Carlos no sabía del todo que iría a Malvinas para luchar en una guerra.

Acudió a las Islas como soldado del Regimiento de Infantería Mecanizado Nº 12 y murió el 28 de mayo, a causa de heridas causadas por una bomba caída en Pradera del Ganso.

Su familia le envió varias cartas durante el período de la guerra, pero nunca pudo confirmar siquiera si le llegaron. Mientras tanto, su madre Marciana le puso un plato vacío en la mesa familiar hasta el día en el que se confirmó la identificación.

Carlos Omar Osyguss




Nació en Santa Sylvina, Chaco y combatió como parte del Regimiento de Infantería N° 4 de Monte Caseros, Corrientes. Pertenecía a una familia de testigos de Jehová.

Murió el 28 de mayo cuando un disparo le impactó en la frente, mientras se encontraba en la trinchera de la defensa de una posición en Puerto Argentino.

En el 2007, un militar encontró entre los desechos de una fábrica de cartón de Coronel Suárez una medalla con su nombre confeccionada desde el mismo Congreso de la Nación. Se intentó otorgar esa condecoración a la familia, pero la misma decidió rechazarla.

Hoy, el jardín de infantes N° 169 de Santa Sylvina lleva su nombre.

Alberto Genaro Pavón




Desde muy pequeño, en su ciudad de Sáenz Peña en Chaco, Alberto Pavón soñó con ser médico. Así, logró instruirse durante dos años en la carrera de medicina antes de partir hacia las islas.

Llegó a trabajar de canillita, de la mano de su tía "Totín" y a vender bolsas de polietileno fabricadas en su casa. Además, era un fanático de las películas del rey de las artes marciales, Bruce Lee.

Viajó a Malvinas como voluntario y formó parte de Compañía de Sanidad Nº 3 y asistió a centenar de compatriotas heridos. Murió el 10 de junio después de ser alcanzado por las balas de la artillería británica.

Su primo, el músico Jorge Pascual, escribió una poesía en su homenaje titulada "Todavía anda (ahí va el negro Pavón)". Luego, Zitto Segovia le puso música y la convirtió en canción:

"Anda el Negro Pavón
Todavía anda
No importa que sus huesos estén en Malvinas.
Se suena el silencio de la nieve
Anda el Negro Pavón, todavía anda

Anda el Negro Pavón
Sangre chaqueña
Empuñando un fusil y una sonrisa
Las bombas no destruyen su inocencia
Anda el Negro Pavón
Sangre chaqueña"


Darío Rolando Ríos




Nació en La Escondida, Chaco, pero vivió la mayor parte de su vida en la ciudad bonaerense de Berazategui. Vivía en Plátanos Norte y tenía 24 años al momento de su muerte, cuando se desarrollaba como Cabo 1º del Regimiento 7º de La Plata.

Su madre Delmira, que hoy vive en condiciones de pobreza, aseguró que su hijo se fue a lo de una tía en Buenos Aires y ahí se enroló en el ejército.

Si bien su madre todavía cree que Ríos perdió la vida a bordo del Crucero Gral. Belgrano, la realidad es que el Cabo primero fue otro de los tantos que murió durante la batalla del Monte Longdon.

Su hijo Pablo, que nació poco antes de que el militar llegara a Malvinas, es quien cobra hoy la pensión de los ex combatientes.
"Con orgullo y felicidad puedo decir que Don Dario Rolando Rios descansa y descansará por la eternidad en Darwin sector A fila 1 cruz 12. Tener sus pertenencias en mis manos es estar tan lejos y tan cerca", dijo su hijo Pablo.

Ricardo Argentino Ramirez



Nació en Quitilipi y con 19 años era soldado conscripto de la Armada.

A los seis años se mudó junto a su familia a Lanús, donde completó sus estudios. Soñaba ser constructor, como su padre.
En Malvinas estuvo a cargo de un mortero en el Batallón de Infantería de Marina N°5.

Falleció el 14 de junio en Sapper Hill, cuando una bomba le cayó cerca mientras se replegaba hacia Puerto Argentino.
Alberto, su hermano menor, buscó datos suyos durante años hasta que en los noventa encontró su foto en la tapa de una revista, junto al enfermero que fue a asistirlo. Ya había perdido la vida.


Carlos Epifanio Casco




Carlos llevaba el apellido de su mamá, nació en Quitilipi. Sirvió en el RI 4. Su rol de combate fue el de abastecedor de munición y después fue destinado al Monte Harriet. Le tocó poner minas antipersonales alrededor del cerro Dos Hermanas. Fue sorprendido por enemigos infiltrados y cayó en lucha entablada contra el Batallón 42 de Comandos británicos el 12 de junio, tenía 20 años.




miércoles, 28 de octubre de 2020

Crucero ARA Gral Belgrano: Los valientes hermanos Ávila

Civiles en apoyo de combate.

Antes de zarpar, el comandante del “Belgrano” les ordenó a los cantineros del crucero, dos civiles, que abandonaran el buque, porque se ponía proa a una guerra. Sin embargo, la respuesta de los hermanos Heriberto y Leopoldo Avila fue tajante: “De ninguna manera señor, somos parte del crucero y vamos con la gente del crucero hasta las ultimas consecuencias”. Frente a tan decidida reacción, el capitán Héctor Bonzo cedió.
El 2 de mayo, al ser torpedeada la nave argentina, Heriberto Avila logró subir de la cantina a la cubierta principal. Podía haber embarcado en una de las balsas y salvado su vida. En vez de eso, se desesperaba, llamando a gritos a Leopoldo. Pero este no había salido; al momento del impacto, estaba durmiendo en su cucheta, dos cubiertas más abajo. Sin titubear, el hermano mayor se lanzó al rescate del menor, internándose en un pasillo colmado de humo y fuego. Logró llegar hasta Leopoldo, pero lo encontró malherido. Al tratar de sacarlo, varias explosiones activaron el cierre automático de las compuertas del sector. Quedaron atrapados.
Los dos civiles santiagueños compartieron el destino de los militares “hasta las últimas consecuencias”, tal como habían guapeado. Lo de ellos no fue bravata.
(En la foto a la izquierda, Heriberto Avila. A la derecha, Leopoldo Marcelo Avila).
Fuente: Nicolás Kasanzew

jueves, 30 de mayo de 2019

Poltronieri, un héroe de la Historia Argentina

Oscar Poltronieri, el gran héroe de Malvinas que arriesgó su vida para salvar a 150 argentinos

Solo y con una ametralladora evitó el avance inglés en el monte Dos Hermanas. Fue condecorado con la Cruz al Heroico Valor en Combate.
Radio Mitre




Oscar Poltronieri es el héroe no militar más importante que tiene la Argentina. Su valor en el cerro Dos Hermanas quedó representado con la Cruz al Heroico Valor en Combate, siendo el único soldado conscripto que recibió esta distinción.

“Váyanse ustedes que tienen hijos. Yo me quedó”, gritó Poltro ante el inminente ataque inglés. Solo y con una ametralladora en el cerro Dos Hermanas, combatió durante horas a los británicos y le salvó la vida a más de ciento cincuenta compañeros.

“Adelante nuestro estaba el regimiento 4 de Corrientes. Al costado teníamos al Regimiento de Infantería 7 de La Plata“, recuerda Poltronieri respecto del día que desembarcaron los ingleses en la zona donde se encontraba su regimiento.



“Tomaron todo a las corridas. Los gurkas mataron a un montón del regimiento 4 de Corrientes. Y a nosotros nos rodearon. Yo en el monte. Cuando los veo, serían las cinco o las seis de la mañana. Allí matan a tres o cuatro de los soldados nuestros, todos cerca mío: a uno que tiran un morterazo que cae cerca mío y una esquirla le vuela la tapa de la rodilla, limpita, y se desangra. Cuando llega al hospital de Puerto Argentino llega desangrado. A otro una esquirla le da en la espalda. Y a otro que trepa un poco el monte para montar la ametralladora también lo bajan con una ráfaga de ametralladora. Ese era Ramón, que era amigo mío. Si lo habían matado a él me iban a matar a mí también, ¿por qué me iba a salvar?“, recuerda con crudeza esa fatídica mañana del 11 de junio de 1982.

La superioridad de los británicos significaba un claro boleto de muerte para las tropas que se encontraban en el cerro. El coronel Augusto Esteban Vilgré no dudó en dar la orden de retirada, pero Poltronieri lo desobedeció y resistió solo para permitir el escape de sus compañeros.

“A mí me dio como un ataque de locura y empecé a sacudirles con la MAG, que es una ametralladora pesada. Mi abastecedor estaba cansado de ponerle las cintas de balas a la MAG, pero yo seguía tirando. Eran como las nueve de la mañana. Las balas me pasaban cerquita: a las trazantes se las veía clarito. El subteniente me decía: “Vámonos Poltronieri, que te van a matar…” Pero yo le decía que se fueran ellos. Porque yo sabía que el sargento Echeverría había tenido familia en esos días. Entonces les dije: Váyanse ustedes que tienen hijos, que tienen familia. Yo no tengo a nadie”, recordó hace algunos años en una entrevista con el diario Clarín.


En su regreso de Malvinas, Poltronieri formó una familia

La educación de Poltronieri era por demás escasa. Llegó a Malvinas como un soldado analfabeto, pero su falta de instrucción no era un motivo que le impidiera no distinguir la importancia que tenía esa guerra. Tres días más tarde de su feroz resistencia se firmó la rendición en Puerto Argentino.

“Llegué a la tarde adonde estaba el batallón de Infantería de Marina 5. Les pregunté si sabían dónde estaba el 6 de Mercedes, porque yo quería juntarme con los míos”, recuerda luego de la resistencia que ofreció en el cerro Dos Hermanas. “Me dijeron que cerca del cementerio, que era el punto de reunión. Cuando me vieron no lo podían creer: me habían dado por muerto. Allí me enteré de que se habían rendido a las diez de la mañana. Y recién como a las tres de la tarde nosotros habíamos dejado de combatir. Cuando vimos la bandera blanca colgada en el mástil, la mayoría nos largamos a llorar”.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Adiós Capitán (PM) Castagnari: Su voluntad ha sido cumplida

El último y conmovedor adiós a un héroe de Malvinas

Así fue la emotiva despedida en Río Cuarto al capitán post mortem Luis Castagnari, cuyo cuerpo fue trasladado ayer de las islas Malvinas al continente. El oficial había pedido descansar en paz junto a su pequeño hijo fallecido de cáncer a los tres años. Hoy, finalmente, su deseo se cumplió



Por Gaby Cociffi | Infobae


La trompeta hizo sonar las tristes notas de Silencio de Gloria. Era el adiós final al héroe. El féretro envuelto en la bandera argentina, con su sable y su gorra, estaba precedido por un retrato en blanco y negro del soldado caído en Malvinas.

Los oficiales de la Fuerza Aérea mantenían la posición firme, la mirada al frente, sus manos derechas rígidas sobre la sien en el eterno saludo de honor para el hombre que había dado su vida por la Patria.

El homenaje al capitán post mortem Luis Darío José Castagnari estuvo cargado de emoción, lágrimas contenidas, abrazos reparadores. Todos los que se acercaron al cementerio Parque Perpetual esta mañana para acompañar a su viuda, María Cristina Scavarda, conocían la historia de su lucha para lograr traer el cuerpo de su marido desde las Malvinas hasta Río Cuarto, para que descansara en paz junto a su pequeño hijo Gustavito, muerto a los tres años de cáncer.

Ése había sido el último deseo del comando antes de partir hacia la guerra, el 1 de abril de 1982: "Si no vuelvo quiero que traigas mi cuerpo y me entierres junto a Gustavito", le había pedido a su mujer.


 
María Cristina, junto a dos de sus hijos, Martín y Roxana (Thomas Khazki)

Luego de años de peregrinar, María Cristina pudo cumplir aquella promesa. Ayer, a las seis y media de la tarde, los restos del oficial -muerto durante un bombardeo inglés a Puerto Argentino y mientras intentaba proteger a sus hombres- llegaron a Río Cuarto. El traslado marcó un hecho histórico: es la primera vez que se trae al continente el cuerpo de un soldado enterrado en Darwin.

Esta mañana, a las once en punto, "El Furia" Castagnari fue despedido con honores. Martín y Roxana, dos de sus hijos -los otros dos hermanos, Guillermo y Walter debieron regresar a sus destinos ya que son militares-, se emocionaron hasta las lágrimas por ese padre que apenas conocieron: "Éramos muy chiquitos, pero tenemos fuertes recuerdos de él. Pasó mucho tiempo, pero finalmente lo tenemos entre nosotros. No ocurrió como hubiésemos deseado, pero la familia está otra vez toda junta".


La ceremonia comenzó a las 11 de la mañana en la capilla del Parque Perpetual (Thomas Khazki)

María Cristina, que hasta ayer se había mostrado fuerte y entera, hoy sintió el peso de la ausencia, los años en que extrañó al único hombre que amó en su vida, su lucha para sacar adelante la familia trabajando de sol a sol, la búsqueda desesperada de cada detalle que le permitiera conocer los minutos finales de la vida de su esposo ("cómo murió? ¿quién estaba con él? ¿sufrió?").

 
La viuda del capitán acaricia el féretro con los restos de su marido (Fuerza Aérea Río Cuarto)

Hoy, cuando dejó el ataúd en el crematorio, la mujer percibió que las piernas apenas podían mantener su cuerpo. Había organizado, amable, un espacio para hablar con todos los periodistas. No pudo ser. "La señora se descompensó", informó una vocera de la Fuerza. En un salón del cementerio, Cristina tomó fuerzas solo para caminar hasta el auto que la llevaría a su hogar.

"Cumplí con él y siento paz", había dicho. "Voy a llevar sus cenizas y las voy a desparramar junto a las de Gustavito en el cinerario de la Parroquia Sagrado Corazón, donde nos casamos hace ya casi 45 años", había detallado poco antes. Pero hoy ya casi no pudo hablar. La emoción que había contenido durante tantos años abrazó su cuerpo. Y entonces dejó caer sus lágrimas frente al féretro del hombre de su vida.


Monseñor Adolfo Uriona y el párroco Carlos Juncos (Thomas Khazki)

Monseñor Adolfo Uriona, acompañado por el párroco Carlos Juncos, dijo: "Bendeciré a Luis y también a su familia que lo llora, porque el consuelo viene solo de Dios".

El sacerdote, luego, leyó pausadamente el Evangelio según San Juan.

"Cuando Jesús llegó se encontró con que Lázaro estaba sepultado hacía cuatro días. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro: 'Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas'. Jesús le dijo: 'Tu hermano resucitará'. Marta le respondió: 'Sé que resucitará en la resurrección del último día'. Jesús le dijo: 'Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás ¿Crees esto?'".


El sable y la gorra del capitán Castagnari (Thomas Khazki)

El silencio se hizo denso, como si nadie respirara. "Si tenemos Fe cristiana creemos que el sentido de nuestra vida es la resurrección. Y Cristina, Luis, sus hijos, y todos nosotros nos vamos a reencontrar", siguió el religioso. La viuda de Castagnari apretó entre sus manos el rosario de la Virgen de San Nicolás que siempre la acompaña.

"Cuando vemos cuánto luchó Cristina para cumplir con lo que él le pidió, sabemos que eso solo es posible por amor. Y debemos preguntarnos: ¿un amor así va a terminar? No, ese amor perdura y seguirá así en la vida eterna", concluyó Uriona.

Solo unas horas antes, cuando volaba junto a Infobae trayendo el cuerpo de su marido desde Comodoro Rivadavia hasta su ciudad, María Cristina, en la intimidad del pequeño avión de American Jet, había confesado: "Todavía sigo enamorada de Luis".

 
La emoción de la familia (Thomas Khazki)

Emocionada, contó su historia de amor: "Nos conocimos en un ómnibus Colta, viniendo de Córdoba a Río Cuarto. Yo estaba estudiando bioquímica y él estaba en el cuarto año para egresar de cadete de la Escuela de Aviación. Luis no tenía boleto, entonces se ubicó en el último asiento pensando que allí nadie se iba a sentar. Pero yo tenía el número 41 y tuvo que viajar parado. Nos miramos mucho. A mí me encantó. Empezamos a conversar. Su hermana había ido a mi colegio, pero nunca nos habíamos cruzado, y yo era amiga de una de sus primas. Cuando nos bajamos, me invitó a tomar un café, pero le dije que no podía porque tenía que ir a visitar a mis padres. El domingo, antes de volver a la Escuela, pasó por mi casa. Y me pidió seguir viéndonos. Un año y diez meses después nos casamos. Fue amor a primera vista".


Los miembros del GOE escoltaron al héroe (Thomas Khazki)

Los diecinueve músicos de la banda militar tocaron suavemente Más cerca Oh Dios de tí mientras seis soldados del GOE cargaron el féretro sobre sus hombros. Una procesión acongojada, siguió con paso lento el trayecto hasta el crematorio.

 
La viuda y su hija Roxana reciben la bandera que cubrió el féretro de Luis Castagnari (Fuerza AéreaRio Cuarto)

A María Cristina la rodeaban Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza, brigadier general (VGM) Enrique Víctor Amrein, el subjefe del Estado Mayor, brigadier mayor Gustavo Testoni, el secretario general de la Fuerza, brigadier Fabián Otero, y el brigadier (R) Julio Brower de Koning -gran amigo de Castagnari y quien estuvo junto a él en la guerra hasta el trágico final.

"Debemos rescatar el temple de aquellos que, sin saber cómo terminará su historia, quieren ser recordados por haber luchado hasta el final y jamás haberse dado por vencidos", dijo Amrein luego del toque de silencio.



La familia, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, brigadier general (VGM) Enrique Víctor Amrein y Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos (Thomas Khazki)

"Para un soldado poder acompañar los restos de un camarada es un honor. Luis Castagnari es un ejemplo de valores. Cumplir con el deber fue el motor en las horas decisivas que le tocaron vivir. No es valiente quien no tiene miedo, sino quien pese a ello sigue adelante con su misión y sus ideales", siguió.

"Uno no lucha porque odia lo que tiene adelante; uno lucha porque ama lo que tiene atrás", concluyó el militar.


 
Los soldados del GOE llevan el féretro hasta el crematorio (Thomas Khazki)

Hubo aplausos y lágrimas en el cierre del homenaje. La bandera que cubría el féretro fue doblada con devoción. El hijo del caído la abrazó contra su pecho. La ceremonia llegó a su fin.

Emocionada, a paso lento, María Cristina Scavarda fue dejando atrás el féretro de su esposo. "Cumplí", le dijo en voz baja. "Lo lograste", presintió que él le respondía. Y ya no se sintió sola.

martes, 18 de octubre de 2016

Gabino Ruiz Díaz, un héroe todavía buscado por su madre

La conmovedora historia de una madre de Malvinas que aún busca a su hijo
A treinta y cuatro años de la guerra, es el amor lo que mantiene en pie a Elma Pelozo quien sigue buscando sin descanso el cuerpo de su hijo, Gabino Ruiz Díaz
Por Gaby Cociffi - Infobae
Directora Editorial de Infobae | gcociffi@infobae.com | @gabycociffi


Elma Pelozo, en su casa de Colonia Pando, Corrientes (Alejandro Carra – Gente)

"Si Dios me levanta en este lugar, mami, si ya no regreso, no llore por mí porque estoy luchando por la Patria".

La apretada letra de Gabino Ruiz Díaz, en el amarillento formulario de encotel –Empresa Nacional de Correos y Telégrafos–, que con franqueo pago había llegado desde las islas Malvinas, le anunció a su madre que debía esperar lo peor. "'Cambacito' sabe que no va a volver", se dijo Elma Pelozo (hoy 76), sentada en la cocina de su casita de adobe y chapa, en Colonia Pando, a 140 kilómetros de la ciudad de Corrientes.



"Siento orgullo, mami. Yo juré por nuestra bandera y tengo que cumplir. Si Jesús luchó por nosotros y nos liberó, yo lo haré por mi Patria", estiró las palabras para llenar el renglón con su caligrafía infantil.

En soledad Elma dejó escapar una lágrima, que rápidamente secó con el repasador. No quería que su familia la vea triste. Su Cambacito ("por negrito", aclara) estaba en Malvinas. Y era el orgullo de la humilde colonia donde cosechaban tabaco y sandías.

A su memoria regresaron todas las imágenes del día en que su hijo le dijo adiós y se fue a la guerra para siempre.

"La última vez que lo vi fue el 10 de marzo del '82. Se vino para la casa arriba de su tordillo negro para despedirse de los hermanos, hablar con su padre y darme un beso lleno de amor", recuerda y busca la única foto que Gabino se sacó en toda su vida. Gastada por los años, con los colores apagados por el paso del tiempo, allí se lo ve a Gabino, con solo diecinueve años, posando orgulloso en su uniforme del Regimiento de Infantería 12 de Mercedes, Corrientes, donde le tocó hacer el servicio militar. Serio y firme en su camisa blanca, el pantalón y el corbatín caquis, el birrete con el escudo nacional apenas ladeado hacia la derecha, luce con honor su vestimenta de soldado.

LA MUERTE DE UN VALIENTE



La única foto que se sacó en su vida Gabino Ruiz Díaz: tenía 19 años y lucía orgulloso su uniforme del Regimiento de Infantería 12 de Mercedes, Corrientes

Elma acaricia la foto de su hijo. "En ese entonces éramos una familia feliz", suspira. Treinta y cuatro años después, la familia ya no es la misma. Su marido, don Gabino, murió en 2011 luego de una penosa enfermedad que lo tuvo postrado durante una década. Pero ella encuentra otra explicación para el sufrimiento del único hombre que amó, que va mucho más allá de la medicina: "Empezó a apagarse el día en que le dijeron que su hijo estaba desaparecido en la guerra, que ya no volvería".

Los recuerdos -entre mates y pastelitos de queso y dulce caseros- se cuelan por todos los rincones de esta casa que, gracias al dinero que recibieron de la pensión por el hijo muerto, tiene cielorraso, machimbre, cerámicos y ladrillos.

Elma relee aquella carta y llora en silencio. "Yo lucharé por mi Patria", escribió Cambacito pocos días antes de morir en la cruenta batalla de Goose Green, el 29 de mayo de 1982. Llevaban tres días enfrentando al Segundo Batallón de Paracaidista británico cuando Gabino saltó de su trinchera y al grito de sapucay "les puso el pecho a los ingleses y salió a pelear a campo abierto, mientras nosotros nos quedábamos en el pozo", recuerda Ramón Alegre, compañero en el Regimiento 12.

LA VIDA DE CAMBACITO


El 27 de junio de 1962, con la escarcha aun cubriendo los campos y la ayuda de la partera Doña Miño, llegó al mundo el tercero de los ocho hermanos Ruiz Díaz. Cinco días más tarde, como marca la tradición en la provincia norteña, la comadrona regresó al ranchito de adobe llevando el agua bendita para que el niño "renunciara al demonio" y fuera bautizado. Su padre eligió el nombre sin un atisbo de duda: "Se llamará como yo, Gabino".

Gabino creció entre los cultivos de tabaco y sandías, esos que le permitían a la familia llenar la olla y tener pan en la mesa cada noche. Mientras trabajaba en la cosecha, terminó séptimo grado en la escuela Santa Rosa de Lima –hoy Escuela 216 Héroe de Malvinas Gabino Ruíz Díaz–, destacándose en Ciencias Naturales. Su maestra de cuarto grado, Carmen Itatí Nuñez, lo definía -según se lee en el viejo cuaderno- como un chico "muy despierto, que habla siempre de animales y es aplicado en la tarea".

Tuvo una infancia de pobreza y privaciones, pero con una familia que supo encontrar en las pequeñas cosas una gran felicidad. Vivían al día, con lo que el campo les daba, sabiendo que a su casa en las Navidades nunca llegaría Papá Noel, y que no valía la pena escribirle una carta a los Reyes Magos pidiéndoles el juguete soñado. "Eramos muy humildes, sabíamos que para nosotros no había regalos", explica su hermana Antonia. Pero un 6 de enero, don Gabino se dio un lujo que aún hoy sus hijos recuerdan con el corazón estrujado de dicha: les compró a cada uno de ellos una alcancía con forma de animal. "A Cambacito le tocó un dorado enorme, como de 40 centímetros de largo. Arriba de la aleta tenía la ranura para echar las monedas", rememora su madre.

El amor no le fue esquivo y, aunque nunca presentó una novia en familia, todos saben –"por boca de la nieta de don Tito"– que Gabino se había enamorado por primera vez de Elenita, que luego siguió Leonor, y más tarde cortejó a Vicenta. Fue a esta última, aseguran, a quien le contó sus ilusiones: "No voy a ser policía como mi papá. Cuando me den la baja en el servicio militar voy a cultivar tabaco y sandías". Elma no sabe si su hijo le pidió a aquella novia que lo esperara. "No lo creo, él tenía un corazón inquieto", resume con picardía.


MI HIJO SE FUE A LA GUERRA



Batalla de Pradera del Ganso (Ejército Argentino)

Fue en el tiempo de Pascuas de Resurrección cuando Gabino se despidió de su familia."Llegó cuando ya caía la tardecita y me dijo: 'Mañana me voy al Regimiento en un camión que lleva fruta'. Me acuerdo que tenía ese pulóver azul con botones de madera que le quedaba tan lindo… A la hora de la cena se sentó en la cabecera de la mesa, y todos nos sentamos rodeándolo para despedirlo. Fue como un cumpleaños. Comimos estofado de pollo y yo le herví unos fideos", recuerda Elma cada detalle con una precisión que conmueve.

"A la mañana siguiente ensilló el caballo muy tempranito y en silencio. Me vio en la cocina, callada y triste. Y vino y me abrazó", cuenta. Antes de partir habló a solas con su padre, a quien siempre había obedecido sin cuestionar una sola de sus palabras, y cargó un pequeño bolso con todas sus pertenencias: un pantalón de abrigo, la camisa de fondo blanco con estampado en colorado y negro que usaba para los bailes, su pulóver azul y las botas del uniforme recién lustradas.

"Lo vi irse por ese camino. La imagen se fue haciendo chiquita y él cada tanto se daba vuelta y saludaba con la mano", relata con angustia. En ese entonces Elma no sabía que su hijo se iba a la guerra. "Nadie del Regimiento llamó para decirme que se iban a las islas. Y tendrían que haberlo hecho… eran criaturas. Seguro ahora Galtieri está pagando en el infierno porque dejó morir a nuestros chicos y enlutó la Argentina", finaliza con la voz quebrada.

DIOS, EN VOS CONFIO



Elma en la escuela donde estudió su hijo y que hoy lleva el nombre Héroe de Malvinas Gabino Ruiz Díaz  (Alejandro Carra – Gente)

"La fuerza me la da Gabino y me la da Dios. En Dios encuentro consuelo", habla Elma con esa aceptación del destino que solo da la Fe. Católica de nacimiento, evangelista desde el año 66′ -cuando los pastores le enseñaron a "encontrar las palabras para poder hablar con Dios"-, siente que Jesús la salvó. Y agrega con devoción cristiana: "Sé que nuestro Señor está cuidando a mi hijito, pero la herida no cicatriza nunca, sigue sangrando, y todavía lo extraño".

Cuando Cambacito se fue a la guerra, ella rezó cada noche "pidiéndole al Padre celestial que lo proteja". Pero su hijo quedó en esa tierra de turba y niebla. ¿Acaso sintió que Dios no la había escuchado? "Dios es el arquitecto de nuestra vida, hija. Solo El comprende por qué decidió llamarlo a su lado. Nunca me enojé con Nuestro Señor, El siempre te está escuchando", responde sorprendida.

Y me lleva al patio delantero de su casita, donde su marido plantó un árbol florido que aún perdura. Lo señala, y cuenta: "Cuando Cambacito estaba en las Malvinas yo miraba este árbol y pensaba que Dios suele cortar la flor que más quiere para llevarla a su lado. Entonces, yo elegía una flor cada día y se la dedicaba a Dios, pensando que quizá así no llevaría a mi hijo. Pero nadie escapa a su destino, hija, nadie".


EL DIA DEL ADIOS


Don Gabino, Elma y los siete hijos que les quedaban, fueron llamados a la Municipalidad en 1984. Allí les anunciaron que Gabino estaba desaparecido, que ya no volvería

Los mates siguen de mano en mano mientras cae la tarde. Elma, entrañable y cariñosa, me abraza y casi susurrando me confiesa al oído: "Mi hijo murió en las Malvinas, pero vino a casa esa noche a despedirse". Relata que una mañana de mayo del 82′ se fue caminando por el baldío hacia la casa de su madre. Doña Lucía estaba angustiada y la recibió con una frase que sería premonitoria: "Tu hijo no va a volver". Ella la cortó con dureza: "¡Cállese mamá! No hable de eso que de usted no depende".

Esa noche se quedó a dormir en la cama que su hijo había usado desde los diez años, allí en la casa de la abuela. "Y sentí que Gabino vino, se acostó a mi lado y me besó. Sentí muy claramente la tibieza de su cuerpito", murmura. Era la madrugada del 29 de mayo de 1982, la misma fecha en la que su hijo cayó peleando en la batalla de Pradera del Ganso.

"Hoy sé que me visitó para despedirse. Yo sentí el calor de mi hijo que no quería irse sin decirme adiós", cuenta con lágrimas en los ojos.

Y un día la guerra terminó. Los soldados volvieron al Continente. Los llevaron en trenes y camiones a sus pueblos. Pero Cambacito no regresó. Desesperada, Elma llegó jadeando al Regimiento: "¿Dónde está mi hijo?", imploró. "El soldado Gabino Ruiz Díaz está desaparecido", informaron los oficiales a cargo. Elma se quebró: "¿Desaparecido? ¿Dónde? ¿Va a volver? ¿Alguien lo vio?". La única respuesta que obtuvo fue el silencio.

Mucho tiempo después de la guerra, tanto que ya no recuerda, le entregaron en la Municipalidad un sobre certificado con el remitente del Regimiento de Mercedes. En el mismo instante en que lo abrió, se desvanecieron todas sus esperanzas: "Esperé hasta el último instante que Gabino un día golpeara la puerta y regresara a casa. Figuraba como 'desaparecido' y eso me daba esperanzas. Pero en esa carta me vino la medallita de identificación. Tenía su nombre y su número de documento. Era una chapita de zinc, partida al medio, y estaba manchada de sangre seca. Ahí me di cuenta que Cambacito ya no volvería".

ESAS ISLAS LEJANAS


Elma, su hija Antonia y su nieta Noemó, profesora de Lengua y Literatura (Alejandro Carra – Gente)

Durante veinte años nadie volvió a hablar de Cambacito en la casa. Como si el silencio, el no nombrarlo, pudiera tapar el dolor de la ausencia. "Tenía algo atragantado en la garganta, se me hacía un nudo y se me atoraban las palabras", asegura. Fue entonces cuando pudo viajar a las Malvinas. En el cementerio de Darwin recorrió las 237 cruces blancas, sin derramar una sóla lágrima. "Allí sentí que estaba cumpliendo con lo que él me había pedido en sueños: no llorarlo en el lugar que sufrió y murió".

Se abrazó a la placa que había llevado, y en la que había grabado su nombre, y caminó entre las tumbas. Ninguna cruz tenía el nombre de su hijo. "¿Dónde tengo que poner este recordatorio?", se preguntó. "Esperaba sentir algo, una señal. Ahí, en la tercera fila, supe que debía apoyar el bronce. Fue algo interno, como si mi hijo me dijera: 'Estoy acá, mami'. Entonces me arrodillé, dejé la placa y le recé", recuerda.

A Elma le faltó en ese primer viaje a Malvinas, y aún le falta hoy, una tumba donde dejar una flor: el cuerpo de Gabino Ruíz Díaz, como el de otros 123 caídos, jamás fue reconocido. Su cruz reza simplemente: "Soldado argentino solo conocido por Dios".

A treinta y cuatro años de la guerra, Elma Pelozo se suma a los 360 familiares que desde 2012 luchan y bregan -junto al veterano Julio Aro, de la Fundación No Me Olvides de Mar del Plata y a esta periodista-, por la identificación de los soldados NN de Malvinas.

Hoy, los gobiernos de Argentina y el Reino Unido, con la cruz Roja Internacional como mediadora, han dado los pasos políticos y diplomáticos  necesarios para para que esta causa humanitaria finalmente pueda realizarse. Sin embargo, el tiempo pasa, y las madres de los caídos sufren: "Hemos esperado muchos años, ya no tenemos tanto tiempo, todas las mamás somos gente grande… Ojalá que el presidente Macri, que es papá, entienda la enorme angustia que significa irse de esta vida sin saber dónde está tu hijo. Saber dónde está el cuerpo de Cambacito, que tanto he buscado durante todos estos años, me traería una nueva paz", implora.


En el día de la madre, Elma festejará con sus hijos y sus nietos. En la mesa familiar, todos recordarán a Cambacito. Con una sonrisa asegura que este domingo, seguramente, algún veterano pasará a saludarla: "Todos ellos son un pedazo de mi vida", dice emocionada.

Y cuenta con entusiasmo que cuando la visitan la llaman "mamá", y ella los abraza como abrazaba a su Gabino. "Nunca te vas a olvidar de tu hijo, pero hubo nuevos hijos que me dio la vida".