lunes, 25 de diciembre de 2023
martes, 13 de junio de 2023
martes, 30 de agosto de 2022
Jesús Pereyra, el comando anfibio que fue a San Carlos
Un santafesino en el Beagle, Malvinas, y el Golfo Pérsico
Por Javier Alfonso || La OpiniónJesús Alberto Pereyra (62), es un santafesino nacido en la localidad de Clarke (Dpto. San Lorenzo), y que lo une a nuestra ciudad el vínculo familiar, ya que es primo hermano del rafaelino Domingo Barberis.
La particularidad de Pereyra es que pertenece a un puñado de hombres que quedó grabado para siempre en la historia argentina, ya que Jesús es un soldado profesional de la Armada Argentina, que como comando anfibio (buzo), fue uno de los primeros en desembarcar y tocar tierra en la recuperación de nuestras Islas Malvinas, en la fría mañana del 2 de Abril de 1982. En aquel momento Jesús contaba con 30 años.
Y la historia no termina allí, ya que Pereyra también pertenece al selecto grupo de soldados profesionales que el Gobierno Argentino envió en 1990-1991 a participar de la Guerra del Golfo (defensa de Kuwait y primera guerra contra el gobierno del iraquí Saddam Hussein), cuando la Argentina prestó tareas de apoyo a las fuerzas de la OTAN.
Pereyra participó del desfile del 9 de Julio que tuvo lugar en Rafaela, en el grupo de veteranos de Malvinas, siendo la primera vez que participa en un acto de estas características en la provincia de Santa Fe.
Retirado en 2003 de la Marina, hoy Pereyra vive en Pehuén-Có (Pcia. de Buenos Aires) como docente en la Marina mercante. El día de la fecha patria, Jesús honró con su visita la Redacción de LA OPINION.
Sobre sus inicios, contó que la elección de su carrera fue casi accidental, ya que estando de joven en Rosario, a los 17 años, se anotó en una oficina que incorporaba jóvenes para la Armada. "Ni bien llegué a la primera Plaza de Armas de la Marina me di cuenta de que eso era lo que yo quería para mi vida. Lo tomé con mucha vocación y seriedad. Curso que había me anotaba", comentó.
Así, recaló en una unidad de tropas especiales, que es la Agrupación de Comandos Anfibios de la Infantería de Marina, cumpliendo tareas de frontera, en la montaña, en la selva, saltando en paracaídas, como buzo, "todos los medios de aproximación conocidos para alcanzar objetivos especiales", señaló; aprendiendo no sólo en la Armada sino también en el Ejército. En tiempos de la guerra de Malvinas su base estaba en Mar del Plata.
Pereyra narró que también estuvo en el conflicto del canal del Beagle con Chile en 1978.
"Estaba en la selva, me subieron a un avión y bajé en Ushuaia", dijo. En ese conflicto con Chile, comentó que tuvo que participar en "tareas previas al inicio del combate", afirmando que se estuvo a un paso de iniciar esa guerra. "Ya tenía mi misión asignada, que era volar una destilería que tenían los chilenos en Cuyen (Puerto Montt). Estuvimos ahí, y horas antes nos llegó el informe por radio de cancelar la misión", afirmó.
MALVINAS
"Me enteré que iba a Malvinas el día antes de desembarcar en Malvinas, cuando ya estábamos en el barco", aseguró contundentemente. "Fue totalmente secreto, hasta para nosotros", añadió. Dijo que se dio cuenta de que iba a un combate por los aprestos: armamento nuevo, equipos y muchas municiones que llevaban. "La orden es que debía ser incruenta, sin herir ni matar a nadie", apuntó.
El marino dijo que la operación iba a ser el 1 de abril, pero que por las condiciones climáticas y el mar "picado" debió suspenderse. Al día siguiente se produjo el desembarco; "allí perdimos un helicóptero y botes. También los tambores de nafta, por eso fuimos en los botes neumáticos sólo con nafta para la ida. El buque nos desembarcó no muy lejos, a unos 5 km. de la costa", señaló.
"Los ingleses -continuó- ya nos esperaban. Se habían enterado por Radio Colonia de Uruguay, y a las 22 empezamos las tareas", dijo Jesús. Gráficamente, debió bajar en medio de la oscuridad, en un mar helado y picado a 5 kilómetros de la costa más cercana, solamente con nafta para la ida. "También estaba lleno de algas, que eran como enredaderas y nos trababan las hélices de los motores", agregó. "Yo iba a la vanguardia, teníamos un kayak y un bote neumático y así desembarcamos en una playita de 60 metros, que para el propósito servía", dijo.
Al desembarco hubo combates, y no fueron gratuitos. "Tuvimos la baja del capitán Pedro Giachino que era el jefe de mi grupo, el primer argentino caído en combate", afirmó Pereyra con cierta tristeza, comentando que luego de eso volvieron a Río Gallegos y luego a su base a Mar del Plata.
No por mucho tiempo. "El 4 de abril me fueron a buscar a mi casa para decirme que tenía que volver a Malvinas, y el 7 de abril ya estaba allá. Mi primera tarea fue censar quienes vivían en el campo, quitarles armas y comunicaciones, y tomamos como prisioneros a algunos soldados ingleses infiltrados del SAS".
"Cuando los ingleses desembarcaron en San Carlos -prosiguió- la cosa se puso más difícil. Ahí mi tarea era infiltrarme, tomar información y pasarla. Luego de 7 días, el helicóptero nunca vino a buscarnos y debimos empezar una marcha a pie de retorno de 90 km hacia Puerto Argentino", señaló.
Y puntualizó que "llegando a 7 km de Puerto Argentino, ya había tropas inglesas y yo no lo sabía, así que ingresé y nos emboscaron. Caí herido con un compañero, y prisionero" detallando que recibió heridas de bala graves en el pie y esquirlas en la espalda.
Eso fue el 31 de mayo y quedó prisionero hasta el 24 de junio de 1982. "Nos recibieron -prosiguió- agentes ingleses de inteligencia que nos trataron muy mal y nos golpearon, pero más que nada era un amedrentamiento psicológico. Luego el trato fue más honorable", aseguró. Incluso fueron los mismos ingleses quienes lo operaron de sus heridas, con una "atención hospitalaria excepcional, y una segunda operación en el buque Canberra. Tenía un pie muy mal, casi para amputarlo, pero sin embargo sus médicos me lo salvaron", dijo.
Finalmente, el 24 de junio el buque Canberra lo bajó en Puerto Madryn y de allí volvió a Mar del Plata, comentando que las fuerzas argentinas ya lo habían dado por muerto. "Desaparecido en combate" estaba Pereyra técnicamente. Luego de finalizada la guerra, Jesús permaneció en la Marina hasta el 2003 cuando se retiró.
GOLFO PERSICO
Pasados los años, Pereyra se especializó en «Guerra química, biológica y nuclear» y siendo instructor en una escuela, ocurre la invasión de Irak a Kuwait y la intervención de EE.UU. y la OTAN. El gobierno argentino decidió intervenir enviando dos barcos y Pereyra recibió la orden de incorporarse a la dotación de uno de ellos, como especialista en protección contra guerra química. Allí permaneció 7 meses -en Emiratos Arabes- desde 1990 al '91.
Pasado el tiempo, en 2003, se retiró luego de un frondoso servicio. Cuando fue a Malvinas estaba casado y tenía un hijo de tres años; y al día de hoy varios nietos.
domingo, 17 de octubre de 2021
Un relato francés de la recuperación a la re-invasión británica (1/2)
Los últimos fuegos de un sol poniéndose sobre el Imperio. El desembarco británico en las Malvinas
Parte 1 || Parte 2
21 de mayo de 1982. 4.500 Royal Marines y paracaidistas británicos se preparan para desembarcar en la Bahía de San Carlos, en la isla principal de las Malvinas, al final de un viaje marítimo de casi 13.000 kilómetros. Se trata del primer desembarco por la fuerza de las tropas de Su Majestad desde el de Suez en 1956. Enfrente, los argentinos, tres veces más numerosos, los aguardan con firmeza, apoyados por una poderosa fuerza aérea.
¡Costa de las Malvinas a la vista!
fuente: http://nationalinterest.org/blog/jacob-heilbrunn/refighting-the-falklands-war-margaret-thatcher-versus-jeane-7919
¿Cómo es este desembarco de especial? ¿Cómo van a ganar los ingleses al final? ¿Qué lecciones podemos aprender de él?
Jérôme Percheron || L'autre côté de la colline (original en francés)
Islas en disputa
Archipiélago de islas perdidas en el culo del mundo a unos 500 km al este de la costa argentina y a 1.000 km de la Antártida, las Malvinas (Falklands para los ingleses) son un territorio británico de ultramar, de las cuales las dos islas más grandes, West Malouines o Gran Malvina y East Malouine o Soledad, casi sin árboles y azotada por el viento, tienen la mayoría de sus 3.000 habitantes (poco menos de 2.000 en 1982), dos tercios de los cuales se encuentran en su capital, Port Stanley o cómo sería rebautizada: Puerto Argentino. Son descendientes de colonos traídos por los británicos en el siglo XIX y viven principalmente de la cría extensiva de ovejas. El clima varía de templado-húmedo, con un duro invierno de abril a junio, para las dos islas grandes, a casi polar para la más meridional, Georgia del Sur, habitada por unos pocos científicos.
Descubiertos en el siglo XVI por ingleses y españoles (persiste la controversia sobre la primacía) y reclamados alternativamente entre sí, fueron ocupados en el siglo XVIII por franceses de Saint-Malo (de ahí el nombre de Malvinas). Después de arrebatar su independencia a los españoles en 1816, los argentinos reanudaron sus reclamos sobre las islas. Cuando los ingleses se apoderaron de ella en 1833, por razones estratégicas dada su posición en las rutas marítimas, comenzaron a poblarlas de colonos. Desde entonces, los argentinos han seguido desafiando esta soberanía, llevando el problema a la ONU en 1964, pero sin lograr resolverlo.
fuente: http://www.latinreporters.com/argentinepol19022010.html
La recuperación argentina
En 1982, Argentina había estado bajo el control de una dictadura militar durante 5 años, incluida en la lista negra por la comunidad internacional por su supuesta brutalidad, pero discretamente apoyada por Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría. Confrontado a una grave crisis economica y desafiado cada vez más por sus gentes, el general Galtieri, Comandante en Jefe [1] de la junta de gobierno, decide poner manos a la obra para un plan de recuperación de las Malvinas preparado por años por la ARA. Debería ayudar a restaurar su prestigio y unir a la población en torno a un objetivo común. El momento parece ideal, porque los ingleses, también sumidos en una crisis económica, se han embarcado en vastas restricciones presupuestarias de su aparato militar, concernientes en particular a su flota y sus medios de proyección, para reenfocarse en el cara a cara en Europa. Bloque soviético.
En marzo, un intento incruento de ocupar temporalmente a Georgia del Sur por parte de comandos argentinos vestidos de civil puso a prueba la determinación de los británicos. Estos últimos luego hacen que su personal estudie un plan para reconquistar las Malvinas en caso de que ocurra la invasión. Sin embargo, la primera ministra Margaret Thatcher y su equipo inicialmente no creen que los argentinos sean capaces de tal extremo. De hecho, el sistema de inteligencia británico en Argentina (escuchas de radio y agentes encubiertos) no detectó nada anormal. Pero el 31 de marzo fotos satelitales proporcionadas por los estadounidenses revelaron movimientos inquietantes de la flota argentina, incluidos barcos de asalto anfibio, que no dejaron dudas sobre su destino.
La fase anfibia de la Operación Rosario Argentina comienza en la noche del 1 de abril, sin una declaración de guerra. Consiste, tras unos ejercicios navales a 800 millas al norte del archipiélago destinados a enmascarar el acercamiento de la flota invasora, a desembarcar, tanto en las islas principales como en Georgia del Sur, 9.043 hombres de las tropas de élite. Los 85 Royal Marines presentes en el lugar4, advertidos el día anterior, sólo pueden oponer una resistencia simbólica pero resuelta. En efecto, para lo que se suponía era una “caminata de liberación”, las pérdidas son pesadas para los argentinos, limitados por reglas de enfrentamiento muy estrictas para no causar víctimas entre la población: 4 muertos y varios heridos, una fragata dañada, un helicóptero perdido. Los ingleses sólo registran 2 heridos.
Royal Marines hecho prisionero el 2 de abril (fuente: http://www.britishempire.co.uk)
Reacción británica
Las fotos publicadas por la prensa de soldados británicos hechos prisioneros y registrados en decúbito prono (procedimiento normal) desencadenan una ola de indignación y un deseo de venganza en la opinión pública inglesa, en la que el Primer Ministro está encantado de seguir cabalgando, dada su impopularidad en ese momento.
La decisión se tomó en la tarde del 31 de marzo de movilizar una flota de intervención, articulada en torno a los portaaviones HMS5 Hermes (que se prometió para desguace) y HMS Invincible (entró en servicio 2 años antes y ofrecido a Australia en el marco de restricciones presupuestarias). . Tienen una vocación predominantemente antisubmarina, e incluso entre ellos llevan un pequeño número de helicópteros (22 Sea Kings) y aviones de despegue / aterrizaje cortos / verticales (20 Sea Harriers). Además, su pequeño tamaño no les permite abordar un avión radar de alerta temprana. Posteriormente serán reforzados por diez Royal Air Force Harrier GR3. Los únicos dos muelles de desembarco (porta helicópteros de asalto anfibio, lancha de desembarco) HMS Fearless (transformado en un buque escuela) y HMS Intrepid (retirado del servicio) son retirados en caso de desastre y deben permitir una brigada de comandos Royal Marines, reforzados con paracaídas. unidades, para poder desembarcar. Estos barcos están escoltados por todos los edificios necesarios: fragata antisubmarina, destructores antiaéreos, barcos de suministros, transportes de tropas ... todos representando aproximadamente 2/3 de la Royal Navy y prácticamente la totalidad de la Royal Fleet Auxiliary6. Muchos edificios, que fueron desmantelados o reacondicionados, están siendo reparados por trabajadores de los astilleros que acababan de recibir su carta de despido, siguiendo las restricciones presupuestarias.
La junta argentina habría esperado incluso unos meses, los británicos no habrían tenido medios para reconquistar las islas ... La flota, al mando del contralmirante Woodward, zarpó el 5 de abril, de manera muy publicitada, desde Portsmouth. y Gibraltar, las bodegas llenas apresuradamente por un verdadero tour de force logístico7. Está precedido por 3 submarinos de ataque nuclear.
"¡Brittannia gobierna!" (inscripción en la pancarta): salida del HMS Invincible, 5 de abril de 1982 (fuente: http://www.telegraph.co.uk)
Las estrategias de cada oponente
Una ofensiva diplomática sostenida permite a los británicos aislar a Argentina y obtener ayuda de sus aliados. La ONU condena la invasión argentina. Estados Unidos, en un tiempo indeciso entre su aliado más leal en el continente sudamericano y su aliado más leal en Europa, finalmente optará por este último, considerando que su prioridad es permitir que Gran Bretaña retome rápidamente su lugar en el Sistema de la OTAN contra el bloque soviético. De esta manera, pondrán a disposición sus instalaciones en la Isla Ascensión (posesión británica arrendada a los estadounidenses, a medio camino entre el Reino Unido y las Malvinas), que demostrará ser una valiosa base de retaguardia, donde la flota podrá reorganizarse y abastecerse antes de la final. viaje, y desde donde la RAF puede despegar bombarderos estratégicos. También les proporcionarán información obtenida por sus satélites espías, dando en particular la posición de los barcos argentinos, y les permitirán adquirir diversos armamentos como los últimos misiles sidewinder aire-aire para equipar a los Harriers. Francia también jugará un papel importante, por un lado, parando sus ventas de armas a Argentina y a los países que puedan ayudarla, en particular los famosos misiles antibuque Exocet, y por otro lado, permitiendo que la flota británica entrene, durante su travesía frente a la costa francesa, organizando ataques simulados por aviones del mismo tipo que los que equipaban a los argentinos (Mirage III y Super-Etendard).
El viaje a las Malvinas (fuente: http://web.univ-pau.fr)
El general Menéndez, al mando de las tropas argentinas en las islas, está convencido de que el desembarco principal se realizará cerca de Puerto Argentino/Stanley. Efectivamente, las condiciones climáticas y el suelo impracticable para los vehículos pesados (el 85% está constituido por turberas, el resto se reparte entre pantanos y páramos), sin olvidar la ausencia de cobertura (prácticamente sin árboles) haría, en el caso de un desembarco lejos del objetivo, una progresión terrestre muy difícil y vulnerable a los ataques. Por lo tanto, consolidará la mayoría de sus recursos alrededor de Port Stanley. Un puente aéreo y marítimo permitirá desplegar a más de 13.000 hombres en el lugar, en su mayoría reclutas. También se envían helicópteros y aviones de apoyo tácticos ligeros (Pucara), pero los aeródromos de las islas son demasiado básicos para que logren permitir que los jets funcionen.
Refuerzos argentinos desembarcando en Puerto Argentino, abril de 1982 (fuente: http://thebeerbarrel.net)
Los argentinos no pretendían dejar que la Royal Navy se acerque con los brazos cruzados: su flota y su fuerza aérea son poderosas y recientemente modernizadas. Su arma más sofisticada es el tándem avión / misil antibuque Super-Etendard / AM 39 Exocet, pero solo tienen 4 de estos aviones y 5 de estos misiles, porque Francia ha detenido las entregas bajo la presión británica.
El plan de reconquista británico (operación corporativa) sigue los principios fundamentales de las operaciones anfibias:
- Aislar el teatro de operaciones (las islas): efectivamente es imprescindible frenar la llegada de refuerzos en la zona de la futura cabeza de puente, como hicieron los aliados en 1944 con Normandía al destruir metódicamente los ferrocarriles, puentes, ... en para "enjaular" la región. Para las Malvinas, esto equivale, en cuanto esté allí el primer submarino nuclear británico, a pronunciar el 12 de abril una zona de exclusión de 200 millas alrededor del archipiélago en la que cualquier buque no autorizado puede ser atacado.
- Obtener la supremacía marítima y aérea en la zona de desembarco: este es un requisito previo si queremos que los barcos que transportan a los hombres sean desembarcados para llegar a su destino. En 1944, la enorme flota aliada realmente no tenía ese problema, especialmente porque estaba muy cerca de sus bases (al otro lado del Canal). En nuestro caso, resultará mucho más difícil, ya que la distancia entre las bases británicas y el lugar de aterrizaje está desproporcionada. Por otro lado, el poder político en Reino Unido se ha marcado un límite que no se debe traspasar: ningún ataque al continente, para no generar complicaciones diplomáticas con los demás estados sudamericanos, así como con Estados Unidos. Por tanto, no será posible neutralizar, al menos oficialmente, las bases aéreas ubicadas en Argentina. Por lo tanto, el bajo número de Harriers se utilizará mucho entre las misiones de superioridad aérea y las de apoyo a las tropas terrestres, especialmente porque este avión no es realmente versátil: el Sea Harrier, inicialmente transportado, está optimizado para la caza, de ahí la incorporación de Harrier. GR3 para el ataque terrestre.
- Engaña al enemigo sobre la ubicación real del aterrizaje para retrasar la reacción del enemigo. En 1944, la Operación Fortaleza iba a engañar a los alemanes hasta el último momento (e incluso un poco más tarde) sobre el lugar exacto del desembarco. En Malvinas, los ingleses no harán nada para socavar la certeza argentina de un desembarco cerca de Port Stanley.
- Reconocer con precisión costas y playas. Los ingleses tenían reconocimientos muy precisos realizados por un oficial apasionado por la navegación que había estado en servicio en las Malvinas unos años antes8, lo que les permitió elegir cuidadosamente el lugar de desembarco.
- Adquirir la mayor cantidad de inteligencia posible sobre las fuerzas enemigas: su posición, su número ... este es el papel del SAS (Special Air Service) y SBS (Special Boat Service), unidades de fuerzas especiales creadas durante la Segunda Guerra Mundial, que, Tan pronto como la flota esté lo suficientemente cerca, será dejada en helicóptero por la noche en las islas y, perfectamente camuflada en la naturaleza, brindará información sobre todo el sistema argentino.
- "Suavizar" o eliminar las defensas enemigas en las costas: a diferencia de las playas de Normandía, la ubicación elegida está débilmente defendida.
- Adquiera rápidamente una cabeza de puente lo suficientemente profunda como para ser viable: debe ser capaz de resistir los contraataques enemigos y permitir que lleguen refuerzos.
Un Sea Harrier despegando del HMS Hermes, usando el trampolín (fuente: http://tech.uk.msn.com)
El encuentro de las flotas
La Armada Argentina (marina) se prepara para enfrentarse a la flota enemiga y ha lanzado sus dos buques insignia: el crucero ARA9 General Belgrano, un ex crucero estadounidense que data de la Segunda Guerra Mundial con 15 cañones de 152 mm, modernizado y equipado con misiles anti-buque Exocet, y el portaaviones ARA 25 de Mayo, también construido durante la Segunda Guerra Mundial (originalmente para la Royal Navy ...), cuyo grupo de portaaviones está formado por aviones caza-bombarderos a reacción Douglas A-4 SkyHawk y radares Tracker.
El 2 de mayo, el submarino de ataque nuclear británico HMS Conqueror, que había estado rastreando al ARA General Belgrano durante varios días, recibió luz verde del gabinete de guerra para neutralizarlo y le envió 2 torpedos, aunque el viejo crucero se encontraba ligeramente fuera de la zona de exclusión. Se hundió en menos de una hora, matando a más de 300 marineros. Este es el primer caso de un barco hundido por un submarino desde la Segunda Guerra Mundial, y el primero en la historia donde se debió a un submarino nuclear. El Mando Argentino, al darse cuenta de la vulnerabilidad de su flota de superficie, que carece de recursos para la guerra antisubmarina, decide retirar rápidamente sus otras embarcaciones. Por tanto, no habrá encuentro entre los portaaviones contrarios. Los ingleses acaban de ganar la superioridad marítima. Sigue existiendo la amenaza de los submarinos argentinos (clásicos), pero la flota británica, a diferencia de su adversario, tiene una amplia capacidad para hacerle frente.
El hundimiento del ARA Belgrano (fuente: http://www.rna-10-area.co.uk/belgrano.html)
Ya sin atreverse a aventurarse mar adentro, los argentinos solo pueden abastecer las islas por avión, lo que ya no posibilita el envío de los medios pesados que pudieron haber hecho posible el fortalecimiento y alargamiento de la pista del aeródromo desde Port Stanley. Éste, bombardeado regularmente desde el 1 de mayo por el Vulcan que opera desde la Isla Ascensión, y por el Harrier tan pronto como la flota está lo suficientemente cerca, no permite por tanto acoger grandes portaaviones, ni aviones de reacción. Este último, por tanto, tendrá que partir de las bases del continente, un viaje de al menos 700 km. Esto no les impedirá intentar un atrevido ataque contra la flota invasora que se aproxima. Este último, al no tener aviones de radar de alerta temprana, confía en sus destructores antiaéreos Sheffield Type-42 para servir como un "piquete de radar": frente a la flota, deben usar su poderoso radar para detectar cualquier intrusión enemiga. Uno de ellos será víctima, el 4 de mayo, del ataque de dos Super-Etendards, procedentes del continente y repostados en vuelo. Su objetivo principal es alcanzar uno de los dos portaaviones británicos pero, si no los localizan, recurrirán al objetivo principal más cercano, el HMS Sheffield. Disparan sus misiles Exocet a unos cincuenta kilómetros de distancia e inmediatamente se dan la vuelta. Uno de los dos misiles, mal configurado, se estrelló en el mar. Los aviones fueron detectados por el radar británico, pero no el segundo misil que continuó su curso a ras de las olas. Cuando este último, llegado a pocos kilómetros del barco, enciende su buscador de radar para pasar al modo "autónomo", se detecta, pero demasiado tarde: tiene unos segundos de recorrido a 1000 km / h antes del impacto10. El barco muerto fue evacuado horas después, presa de un incendio que duraría varios días antes de hundirse el 10 de mayo. El saldo es de 20 muertos y 24 heridos.
HMS Sheffield en llamas (fuente: http://fs.huntingdon.edu)
Este es el primer ataque de este tipo en la historia y es un punto de inflexión en la historia militar naval: de ahora en adelante, grandes unidades de superficie, tan modernas y caras como son, pueden ser víctimas de un solo misil disparado desde un avión a una distancia segura.
La reconquista de Georgia del Sur
Desde el 21 de abril, el destructor HMS Antrim deja a los comandos de SBS en helicóptero en Georgia del Sur. El clima espantoso provocó la pérdida de 2 helicópteros, afortunadamente sin víctimas. Al darse cuenta de estas infiltraciones, los argentinos despacharon el submarino ARA Sante Fe para reforzarlo, pero al llegar a su destino el 25 de abril fue perseguido por helicópteros antisubmarinos del destructor. Lo obligan a subir a la superficie con cargas de profundidad y lo incapacitan con misiles antibuque AS 12. Encalla y su tripulación pierde un marinero. Esta es la primera vez en la historia militar que un submarino es víctima de un helicóptero. Aprovechando el desorden argentino, las pocas decenas de SAS, SBS y Royal Marines presentes en el HMS Antrim fueron trasladados en helicóptero a la isla y, apoyados por los cañones del destructor, rápidamente obligaron a los 121 argentinos, sorprendidos por la velocidad de la maniobra, a rendirse. sin poder disparar un tiro.
Día D
Finalmente se elige el sitio para el desembarco: las playas de la bahía de San Carlos. Bien resguardado, relativamente aislado y poco defendido, se encuentra frente a Port Stanley en la isla principal de las Malvinas. Su fuerte carácter debería obstaculizar cualquier ataque aéreo argentino.
Lugar de desembarco en la isla Soledad (fuente: http://wikitravel.org). En rojo, la ruta final de la flota invasora.
Su ubicación requerirá un largo viaje hasta la capital, Port Stanley, ubicada frente a la isla (a unos 80 km en línea recta). Esta distancia debe compensarse mediante el uso de helicópteros de maniobra para transportar tropas en saltos sucesivos. El aterrizaje se realizará de noche para retrasar al máximo su detección por parte de los argentinos. Las fuerzas a desembarcar representan una brigada de soldados de élite reforzados: la 3ª Brigada de Comando de la Royal Marines, a la que se suman los 2º y 3º batallones del Regimiento de Paracaidistas, es decir unos 4.500 hombres en total. Vio el tamaño de las tropas argentinas en la isla, que supera los 13.000 hombres, una segunda brigada (la 5ta Brigada de Infantería), compuesta por 3.500 hombres, se embarcó el 12 de mayo desde el Reino Unido en el transatlántico RMS11 Queen Elisabeth 2, pero no estará en sitio antes de principios de junio.
El aeródromo de Peeble Island, al noroeste de la bahía, equipado con aviones de ataque a tierra Pucara, representa una amenaza para la operación. No puede ser neutralizado desde la distancia por los cañones de la flota debido a la presencia de familias de criadores de ovejas cerca. Por tanto, es objeto de una operación SAS. Helicópteros por la noche, destruyen aviones en tierra y colocan cargas de demolición en la pista.
Una última posición argentina, bien equipada con cañones sin retroceso de 106 mm y morteros de 81 mm, controla la entrada a la bahía cerca de Puerto San Carlos. Fue asaltado por un helicóptero SAS cercano en la noche del 20 de mayo, en el que se perdieron 2 helicópteros Gazelle. Pero el oficial argentino a cargo del puesto tuvo tiempo de ver muchas siluetas de barcos emergiendo de la bruma y dio la alerta por radio[12].
Nave de desembarco que sale del HMS Fearless (fuente: http: //www.militaryimages.net)
De hecho, en la noche del 20 al 21 de mayo, alrededor de las 3:00 a.m., la fuerza de aterrizaje entró silenciosamente en la bahía, todos los incendios apagados. Se trata de los Muelles de Desembarco (LSD) HMS FearLess y HMS Intrepid que lanzan su lancha de desembarco en la que se apiñan los Royal Marines y paracaidistas, seguidos de los 5 Landing Ship Logistics (LSL) de la clase Sir Galahad, a cargo del material. necesario para el establecimiento de la cabeza de puente. Todo está protegido por las fragatas antiaéreas y antisubmarinas de la flota. Al mismo tiempo, fuera de la isla, el destructor HMS Glamorgan creó un desvío bombardeando posiciones cerca de Puerto Argentino.
Las tropas tocan tierra (fuente: http://mickeywerlen.canalblog.com)
En la mañana del 21 de mayo, la primera oleada de 2.500 hombres estaba en tierra, sin reacción de los argentinos, todavía esperando el desembarco principal en Port Stanley. Se liberan los primeros habitantes. Los Sea Harriers se turnan para proporcionar cobertura aérea, operando desde los 2 portaaviones que permanecieron a 150 millas náuticas de la costa por seguridad, fuera del alcance de un ataque al Exocet. En efecto, es impensable arriesgarse a la pérdida de uno de ellos, porque esto reduciría a la mitad la flota aérea disponible y ya no permitiría asegurar la permanencia de la cortina antisubmarina erigida por rotaciones de helicópteros Sea King. Como resultado, los aviones, en el límite de su alcance, no pueden permanecer ni muy numerosos (2 patrullas de 2 aviones de forma permanente) ni muy largos (30 minutos) por encima de la cabeza de puente, lo que es preocupante ya que no se adquiere la superioridad aérea. La primera tarea de los hombres desmontados es, por lo tanto, cargar los sistemas de misiles antiaéreos Rapier para completar la protección contra un ataque aéreo. Los cañones de 105 mm tienen helicópteros, y los LSL lanzan algunos tanques ligeros Scorpion y Scimitar para brindar un apoyo cercano a la infantería, aunque no está claro si la turba y el suelo del pantano soportarán su peso. Por otro lado, se han previsto para la logística algunas orugas Volvo Bv 202 articuladas, especialmente diseñadas para suelos de poca carga o nevados13. Tres Pucara del aeródromo de Goose Green, al sur de la posición, intentan atacar la cabeza de playa. Uno de ellos es derribado por un misil Stinger tierra-aire, los demás se vuelven atrás.
Los habitantes de Puerto San Carlos son los primeros civiles en ver a los soldados ingleses (fuente: http://article.wn.com)
¡Los argentinos contraatacan!
Los argentinos, cuya fuerza principal todavía se concentra alrededor de Port Stanley, no tienen suficientes recursos terrestres cercanos para atacar masivamente la cabeza de puente británica. Luego deciden interrumpir el desembarco actual atacando a la flota invasora en la Bahía de San Carlos. Entre el 21 y el 25 de mayo, se sucederán incesantes incursiones de los A-4 SkyHawks de la Armada, el Dagger[14] y el Mirage III de la FAA[15].
Dagger atacando a la flota británica a muy baja altura en la Bahía de San Carlos (fuente: http://www.roguegunner.com)
Dejando el continente, llegan a ras de las olas para escapar de los misiles antiaéreos, el dosel incrustado de sal. La bahía profunda les deja solo unos momentos para identificar y apuntar a sus objetivos, luego lanzar sus bombas. Casi todos los vasos presentes se ven afectados en diversos grados. Afortunadamente para los británicos, la mayoría de las bombas, lanzadas a una altitud demasiado baja, no tienen tiempo para armarse antes del impacto y atraviesan los barcos o se alojan sin ellos sin explotar. Sin embargo, muchos de ellos sucumbirán. La fragata Tipo-21 HMS Ardent, impactada varias veces el 21 de mayo, terminó hundiéndose el 22 de mayo. Otra fragata de la misma clase, HMS Antelope, recibió varias bombas que no explotaron. Desafortunadamente, el 23 de mayo, cuando los fuegos artificiales intentaban desactivarlos, estalló uno, provocando un incendio que finalmente llegó a una bahía de municiones donde se almacenaban misiles antiaéreos. La explosión resultante desintegra el barco que se hunde. El día 24, los argentinos se acercaron a su objetivo al sorprender por la mañana a 3 buques de desembarco (LSL): el FRG Sir Galahad, Sir Lancelot y Sir Bedivere. Estos, plagados de autobuses, permanecerán fuera de servicio durante varios días, frenando el refuerzo de la cabeza de puente, que ahora solo se puede repostar de noche. El día 25, el destructor Tipo 42 HMS Coventry (clase Sheffield) sucumbió a su vez a las bombas de los SkyHawks de la fuerza aérea naval argentina. Estos últimos lograron entrenarse extensamente en el ataque a este tipo de barcos, habiéndolo comprado los argentinos a Inglaterra unos años antes.
Una de las fotos más famosas del conflicto: HMS Antelope explotando el 23 de mayo (fuente: http://transformersuk.blogspot.fr)
HMS Coventry acaba de recibir una primera bomba (fuente: http://www.dailymail.co.uk)
El mismo día, un buque vital para la continuación de las operaciones debe entregar su carga. Se trata del RFA Atlantic Conveyor, un buque portacontenedores convertido apresuradamente en buque auxiliar16. Trajo carpas para 4.500 hombres, una planta de producción de agua potable, refuerzos Harrier, los elementos de un aeródromo de campaña para ellos y, sobre todo, helicópteros de maniobra Chinook para las tropas en tierra. Para la ocasión, el grupo de portaaviones se acerca a las islas para escoltarlo. La ocasión es demasiado buena para los argentinos, que quieren conmemorar la ocasión en esta fiesta nacional. Deciden atacar al portaaviones Hermes con dos Super-Etendards equipados con Exocets. Esta vez, estos últimos son bien detectados por los británicos y todos los barcos lanzan señuelos, desviando los misiles del portaaviones. Todos excepto ... el buque portacontenedores que no tiene uno. Uno de los dos misiles se estrelló contra el mar, pero el otro, cuyo buscador estaba buscando un nuevo objetivo, lo atrapó. El impacto incendia su cargamento. Solo los Harriers pudieron unirse al HMS Hermes por su cuenta, todo lo demás se encuentra en el fondo del océano.
Este episodio de unos días, apodado "Callejón de las bombas" por los ingleses, provocó grandes pérdidas en ambos bandos. Allí murieron decenas de marineros ingleses, mientras la fuerza aérea argentina literalmente se inmolaba en su desesperado intento por detener el desembarco: casi la mitad de los sesenta aviones enviados fueron derribados, principalmente por el Sidewinder del Harrier y en menor medida por los misiles Sea Dart y Sea Wolf de la flota. Los misiles antiaéreos Rapier y BlowPipe17 desplegados en el suelo no brillaron particularmente en su efectividad. Los aviones supervivientes, plagados de impactos, estaban tan dañados que pocos pudieron repararse rápidamente, por lo que las incursiones remitirían por falta de combatientes.
Una batería de misiles Rapier dispara contra aviones que atacan barcos en la Bahía de San Carlos (opinión del artista, fuente: http://www.naval-history.net)
Saliendo de la cabeza de playa - La batalla de Goose Green
La pérdida del RFA Atlantic Conveyor, junto con los helicópteros para las tropas terrestres que transportaba, tiene serias consecuencias planificadas. De hecho, los helicópteros restantes siendo utilizados principalmente por la Royal Navy para la guerra antisubmarina, abasteciendo la cabeza de puente y las misiones de fuerzas especiales, sólo quedan unos pocos a disposición de las tropas terrestres. Su comandante, el general de brigada Thomson, no puede aspirar a obtener más en detrimento de la marina, dado que su superior directo para esta operación se encuentra en el cuartel general de Londres, poco hasta el punto de regular este nivel de detalle, y que quien asegura efectivamente la coordinación general en el lugar no es otro que ... El contraalmirante Woodward, quien lidera la flota de invasión. Por lo tanto, sus tropas tendrán que caminar la mayor parte del camino hasta Port Stanley. Por lo tanto, el progreso será mucho más lento y más vulnerable a los ataques, especialmente porque el invierno austral se acerca rápidamente: ya hace mucho frío por la noche y la previsión meteorológica prevé la primera nevada en los próximos días. Por lo tanto, la posición argentina de Goose Green, que comprende un aeródromo y artillería, que inicialmente debía ser evitada, no puede dejarse en el flanco sur del eje principal, especialmente porque se ejerce una fuerte presión política para obtener un primer éxito terrestre significativo.
El 26 de mayo, la mayor parte del 3era Brigada de Comando tomó la carretera a Port Stanley, mientras que el 2. ° Batallón del Regimiento de Paracaidistas tomó la carretera a Goose Green por la noche, a unos 30 km de distancia. A pie, sin armadura de apoyo, con solo 2 morteros de 81 mm, desmontados y cargados a lomos de un hombre, además del mínimo de 50 kg de equipo individual, los 600 paracaidistas llegan agotados a la mañana siguiente a sus líneas de salida ... para escuchar la BBC en la radio anunciando su próxima llegada a Goose Green! El elemento sorpresa se cancela. Pensando en enfrentar el equivalente a un batallón de conscriptos con la moral vacilante por el frío y la falta de comida, llegaron a posiciones defensivas bien preparadas y sostenidas por la fuerza de un regimiento (más de 1000 hombres) bien dotado de artillería, salvo el istmo de menos de 2 km de ancho que deben cruzar para alcanzar el objetivo.
Posición de mortero argentino defendiendo a Goose Green. Al fondo: el pueblo y la bahía (fuente: http://fdra.blogspot.fr)
Luego de un impreciso bombardeo de las posiciones argentinas realizado por dos Harriers, uno de los cuales fue derribado por cañones antiaéreos, los zapadores despejaron los puntos de cruce en la tarde del día 27. Durante la noche, el asalto británico se lanzó bajo un lluvia helada de dos compañías… para venir y romper frente a las trincheras opuestas, bajo el fuego de ametralladoras bien resguardadas y el fuego coordinado de cañones de 105 mm. Una compañía (A Coy en el mapa) se encuentra en una situación crítica, varada al pie de la colina de Darwin, firmemente sostenida por los argentinos. Las bajas comienzan a aumentar y es difícil evacuar a los heridos bajo el fuego. El teniente coronel Jones, comandante del batallón, se reincorporó a la compañía bloqueada y, al ver que corría el riesgo de que sus tropas se desvanecieran rápidamente al permanecer en el lugar, tomó la delantera de un pequeño destacamento que iba a asaltar, con granadas y cuerpo a cuerpo. las trincheras argentinas rodeando la colina hacia el oeste. Allí dejará su vida. Galvanizados por la pérdida de su líder, los otros paracaidistas se infiltran en las trincheras y reducen toda oposición con lanzacohetes de 66 mm.
En la mañana del 28 de mayo, el Pucará argentino atacó el nivel logístico del batallón derribando un helicóptero. Al este del istmo, la otra compañía de asalto (B Coy en el mapa) ataca los fuertes argentinos que bloquean el paso de Boca House con misiles antitanques de Milán, cuyo fuerte poder penetrante los silencia uno a uno, permitiéndole sortear los principales. línea de defensa. Atrapado entre las dos compañías, el dispositivo argentino que bloquea el istmo se derrumba y los soldados comienzan a rendirse en masa. Las otras dos compañías mantenidas en reserva toman el control y de inmediato empujan hacia el pueblo y su aeródromo ... para ser recibidos por el fuego tenso de cañones antiaéreos de 20 y 35 mm, a los que pronto se unen los 105 cañones y los morteros. Perfectamente escondido en medio de viviendas. La fuerza aérea argentina intervino, pero de manera imprecisa, con dos MB 339 atacando con cohetes, uno de los cuales fue derribado por un misil Blowpipe, y 3 Pucará lanzando ... ¡napalm! Uno de ellos también es asesinado a tiros.
Las diferentes fases de la batalla (fuente: http://www.britishempire.co.uk)
Los británicos luego intentaron eludir las posiciones argentinas. En medio de uno de ellos aparece una bandera blanca. Luego avanzan un teniente y dos suboficiales ingleses ... pero un disparo de las líneas británicas pasa por encima de ellos. Los argentinos cambian de opinión y disparan a los tres hombres. Los paracaidistas ya no buscaron hacer cuartel [18], y se precipitaron a las posiciones argentinas, ahogándolos bajo cohetes y granadas de fósforo. 3 Harrier GR3 luego llega del HMS Hermes y pulveriza los cañones antiaéreos argentinos mientras arroja bombas de racimo sobre la infantería. Esto es demasiado para los reclutas argentinos cuya moral está comenzando a fallar. Pero cae la noche y el pueblo sigue en pie. Durante el día, varias rotaciones de helicópteros trajeron refuerzos argentinos, unos 200 hombres, 19 de la posición de importancia más cercana, Mount Kent. En la mañana del 29 de mayo, después de una noche pasada bajo las estrellas en el viento y la escarcha, el escenario está listo para el asalto final. La situación es delicada porque los civiles liberados informan a los británicos que 114 de ellos están detenidos en el salón del pueblo. Ante el alto riesgo de bajas civiles y el agotamiento de sus propias tropas, el comandante británico, que acababa de recibir 3 cañones adicionales y 6 morteros, decidió entonces montar una operación de intoxicación para conducir sin luchar a la rendición de la por último, defensores, cuya moral se considera vacilante. Luego envía a dos prisioneros argentinos a llevar un ultimátum, cuidando de hacerlos que circule frente a todo el parque de artillería listo para disparar. Se logra el efecto deseado y las tropas argentinas se rinden al mediodía.
Paracaidista inglés en la lucha por Goose Green. La gran mayoría de los soldados británicos, al igual que sus oponentes argentinos, están equipados con diferentes variantes del rifle automático FN FAL diseñado por la firma belga FN Herstal (fuente: http://www.chroniclelive.co.uk)
El saldo de este intenso combate, caracterizado por enfrentamientos cuerpo a cuerpo de infantería no muy diferentes a los de la Segunda Guerra Mundial, es elevado: 17 muertos y 66 heridos en el bando inglés, 55 muertos, 86 heridos y más de 1000 prisioneros entre los Argentinos. El avance a Port Stanley es ahora seguro y los británicos, en este primer gran enfrentamiento por tierra, han ganado una influencia moral innegable sobre su adversario. Sin embargo, la dureza de los compromisos y las elevadas pérdidas auguran una campaña difícil en el futuro. De hecho, los ingleses necesitarán dos semanas más de feroz lucha para obtener la rendición de los argentinos, que no han dicho su última palabra. Pero este será el tema de un artículo futuro.
Análisis y lecciones
Primero, intentemos responder la primera pregunta que se hizo en la introducción: ¿qué hace que este desembarco sea especial? En primer lugar, este conflicto se da entre dos aliados de Estados Unidos, aunque uno es una democracia y el otro una dictadura. Ambos están equipados con equipo occidental y, a veces, las mismas armas (rifles FAL, destructores de la clase Sheffield, por ejemplo). El enfrentamiento es simétrico, que se ha vuelto excepcional: cada beligerante cometerá medios pesados en un combate de alta intensidad. La operación aérea naval y anfibia montada por los británicos destaca por la distancia que separa el objetivo de sus bases. No se espera apoyo cerca. Los únicos medios disponibles para el desembarco son los que la flota se lleva consigo desde Reino Unido y Gibraltar, tras una escala logística en Ascensión. El equilibrio de poder de las tropas terrestres, algo raro en un desembarco, es desfavorable para el atacante (del orden de 1 contra 3, se reducirá a 2 contra 3 con la llegada de la 5ª Brigada de Infantería a principios de junio). . Se compensa en gran medida con el uso de tropas profesionales, a diferencia de los reclutas que constituyen casi el 75% de la fuerza argentina[20]. Otra peculiaridad es la debilidad de los activos aéreos navales británicos: dos pequeños portaaviones con vocación antisubmarina utilizados contra el empleo como buques capitales, que transportan un número reducido de aviones cuya principal cualidad es poder despegar y aterrizar vertical o brevemente, en detrimento del desempeño y la autonomía. Se oponen a la flota aérea argentina, relativamente reciente y sobre todo 4 veces más numerosa. Podemos decir que los ingleses se arriesgaron, calculado ciertamente, pero no desdeñable.
Segunda pregunta: ¿cómo ganarán los ingleses? Primero, veamos por qué tenían muchas posibilidades de no hacerlo. De hecho, en el momento de la invasión argentina, Gran Bretaña estaba atrapada en el acto de la "paga del imperio": la severa crisis económica que atravesaba resultó en restricciones presupuestarias aplicadas a su aparato militar. Ya no puede permitirse mantener una flota que le permita intervenir en todo el mundo para salvaguardar sus intereses y mantener su rango en la OTAN frente al bloque soviético. El Ministro de Defensa, Sir John Nott, de acuerdo con el Primer Ministro, fallará a favor de la última opción, y se ve que la Royal Navy se prepara para separarse de sus portaaviones y barcos de desembarco en favor de sus activos submarinos en especial. En estas condiciones, el Reino Unido solo pudo haber presenciado la anexión de las Malvinas por parte de los argentinos con los brazos cruzados. Pero este último no elegirá en última instancia el mejor momento para atacar: los medios navales y anfibios que iban a ser abandonados en unos meses se volverán a poner en condiciones in-extremis, y lo serán las fortalezas debidas a su elección de la OTAN. precioso. De hecho, los submarinos de ataque nuclear le permitirán paralizar la flota enemiga. Sus recursos antisubmarinos, adaptados para hacer frente a los soviéticos, permitirán que los ingleses nunca se preocupen por los submarinos argentinos. Las herramientas de comunicación estándar de la OTAN, en particular por satélite, permitirán al gabinete de guerra en Londres permanecer en contacto permanente con la flota, la fuerza expedicionaria y las fuerzas especiales infiltradas en el lugar, sin riesgo de descifrado. Los tiempos de reacción para las grandes decisiones serán, por lo tanto, mucho más cortos que para los argentinos, especialmente porque el triunvirato
Al frente de la dictadura hay que buscar primero una posición común antes de actuar. A esto hay que agregar varios otros factores clave. Además de una brillante intoxicación en el lugar real del desembarco, el uso exclusivo de tropas de élite experimentadas como los paracaidistas, el SAS, SBS y por supuesto los Royal Marines resultará decisivo. Vienen de entrenar en condiciones invernales en el norte de Escocia. Esto no será demasiado para permitirles soportar las terribles condiciones climáticas, materiales y humanas que tendrán que afrontar. Este no será el caso de los reclutas argentinos. Finalmente, el éxito inglés no hubiera sido posible sin la ayuda de Estados Unidos y, en menor medida, de Francia. En efecto, el primero le proporcionará la información obtenida por sus satélites espías (Gran Bretaña no tiene ninguno propio), en particular la posición de las unidades de la flota argentina. Pero también le dotará de una de las armas clave del éxito: la última versión del misil aire-aire sidewinder, que les permitirá resistir los asaltos de la fuerza aérea argentina durante los primeros días de existencia de la cabeza de puente en la bahía de San Carlos. Francia está desempeñando un papel importante en detener las ventas de Super-Etendard de Exocet a Argentina, limitando su número a un nivel que no tendrá un impacto estratégico en el conflicto.
Pese a todo, los británicos cometieron errores que nos permiten sacar varias lecciones. En primer lugar, cuando queremos mantener una ambición estratégica internacional, es necesario mantener medios de proyección significativos (portaaviones, buques de asalto anfibios). A continuación, es evidente que falta un comandante de "teatro" que hubiera supervisado tanto la flota como las tropas desmontadas. Por lo tanto, podría haber resuelto las demandas competitivas de asignación de recursos, en particular cuando estos escasean como helicópteros de maniobra tras la pérdida del RFA Atlantic Conveyor. Para continuar, hemos sido testigos de una nueva forma de guerra aérea naval en la que los barcos son muy vulnerables a los ataques aéreos, en particular los "piquetes de radar", como el HMS Sheffield y Coventry. La flagrante falta de aviones de alerta avanzada y la baja autonomía de los interceptores (resultante de la elección de pequeños portaaviones del tipo STOVL[21]) no permite la creación de la burbuja de protección necesaria para que una flota se mantenga a salvo de los ataques aéreos y anti misiles de barco. Otra lección: el papel principal de los submarinos de ataque nuclear. Estos últimos pueden aparecer como las nuevas naves capitales en una estrategia de denegación de acceso a una zona, a través de su capacidad para permanecer ocultos durante largos meses, sus medios de detección y su capacidad de destrucción. Por último, todo esto no hubiera sido posible sin la información proporcionada por los satélites de observación militar, amablemente proporcionada por los estadounidenses. El satélite espía puede verse como un nuevo indicador de la independencia militar nacional.
Bibliografía
- Admiral Sandy Woodward, One hundred days, HarperPress, revised edition, London, 2012
- Henri Masse, Une guerre pour les Malouines, thèse de doctorat en histoire, Université de Metz (accessible en pdf à cette adresse : ftp://ftp.scd.univ-metz.fr/pub/Theses/1997/Masse.Henri.LMZ9710.pdf)
- Stephen Badsey, Mark Grove, Rob Havers, The Falklands Conflict Twenty Years On: Lessons for the Future (Sandhurst Conference Series), Franck Cas, 2005
- Martin Middlobrook, The fight for the Malvinas, London, Viking, 1989
- Julian Thompson, 3rd Commando Brigade in the Falklands, No Picnic, Pen & Sword Military, Barnsley, 2008
Notas al final
- 1De hecho, se trata más de un triunvirato que une las cabezas de los tres brazos (aire, mar, tierra), en el que cualquier decisión importante es el resultado de un compromiso entre sus intereses.
- 2Stephen Badsey, Mark Grove, Rob Havers, The Falklands Conflict Twenty Years On: Lessons for the Future (Sandhurst Conference Series), Franck Cas, p 67.
- 3Martin Middlobrook, The fight for the Malvinas, London, Viking, 1989, p.19
- 4D’après le site officiel de la Royal Navy : http://www.royalnavy.mod.uk/sitecore/content/home/about-the-royal-navy/organisation/life-in-the-royal-navy/history/battles/the-falklands-conflict-1982/the-time-line
- 5HMS : Her Majesty’s Ship
- 6Royal Fleet Auxiliary (RFA) : buques de servicio con tripulación civil pero dependientes del Ministerio de Defensa.
- 7Los recursos logísticos, rápidamente desbordados, son los de la brigada Royal Marines, y no están dimensionados para gestionar todos los refuerzos a los que ha estado adscrito. (Benoist Bihan, De la mer à la terre, Histoire et Stratégie n°7, pp. 81-82)
- 8Dereck Oakley, The Falklands military machine, London, Spellmount, 1989,p.120.
- 9ARA : Armada de la República Argentina
- 10Jean-Robert Daumas et Sven Ortoli, La leçon d'électronique des Malouines, Science et Vie N° 778, Juillet 1982, p.70
- 11RMS : Royal Mail Ship
- 12Henri Masse, Une guerre pour les Malouines, Thèse de doctorat en histoire, Université de Metz, p. 307
- 13David Brown, The Royal Navy and the Falkands war, London, Leo Cooper, 1987, p.68
- 14Versión israelí del Mirage 5
- 15Fuerza Aérea Argentina : Force Aérienne Argentine
- 16Con una plataforma de despegue en particular para el Harrier
- 17Sistema de misiles antiaéreos portátiles guiados ópticamente, ineficaz en comparación con el American Stinger
- 18Max Arthur, Men of the red beret, Wamor, London, 1990, p.574
- 19Henri Masse, Une guerre pour les Malouines, Thèse de doctorat en histoire, Université de Metz, p. 370-373.
- 20Martin Middlobrook, The fight for the Malvinas, London, Viking, 1989, p.147
- 21Short Take Off and Vertical Langing : décollage court et atterissage vertical
viernes, 22 de mayo de 2020
San Carlos: El desempeño heroico del Equipo de Combate Güemes
Malvinas: el estremecedor relato de dos héroes argentinos que resistieron el desembarco en San Carlos
La madrugada del 21 de mayo de 1982 las tropas británicas ingresaban en el estrecho de San Carlos. Allí, un Equipo de Combate de más de 60 hombres enfrentó el desembarco masivo con heroísmo y bravura. La historia de los festejos de sapucai y los 21 días de marcha de la sección “Gato”Por Milton Del Moral || Infobae
Carlos Daniel Esteban nunca había sentido nada parecido. No recuerda exactamente cuánto le duró el efecto. Sabe que nunca, antes y después de ese viernes, había experimentado un impulso así. Estaba en el puesto de comando hablando por radio con el comandante de la III Brigada de Infantería, el general Parada, emplazado en Puerto Argentino y describiendo lo que veían sus ojos. La bruma se había disipado y el 21 de mayo de 1982 amanecía intrépido. Los nervios lo invadían, no lo dominaban. La comunicación, serena y pormenorizada, retrató lo que estaba por suceder: el desembarco masivo de las tropas británicas en las Islas Malvinas.
Eran las ocho de la mañana en el Atlántico Sur. Uno de los soldados observadores bajó corriendo de los sitios de altura, agarró una caja de fósforos marca Fragata y le juró que acababa de ver uno igual, pero real, ingresando por el estrecho de San Carlos. El por entonces teniente primero a cargo del Equipo de Combate Güemes tomó los binoculares, al soldado Gabriel Massei y se dirigió a su puesto de observación. Comprobó que el Canberra era algo más majestuoso que el navío que decora la caja de fósforos y que aquello para lo que se habían preparado era inminente.
En el desembarco de San Carlos, las bajas de las fuerzas británicas se estimaron en más de diez y cuatro helicópteros fueron anulados: dos destruidos y dos averiados
“Cada uno exterioriza lo que le pasa a su forma. Cuando estaba hablando con el comandante tenía una pierna que se me movía y no podía controlar. Massei y yo éramos los únicos que habíamos visto la magnitud de lo que se venía. Nunca me pasó que una parte del cuerpo me temblara así. Era una sensación muy extraña, como si me hubiese agarrado Parkinson en una pierna”, relató. Luego, aprendió que ese estremecimiento es habitual, pasajero y se denomina “pata de conejo”. Su cuerpo había somatizado la agitación y el miedo del instante más trascendente de su carrera militar.
El teniente primero lo describe como una escena de película. “Una mini Normandía”, graficó. La niebla que se retiraba dejaba entrever la ofensiva británica, 49 días después del arribo de las tropas argentinas a las islas. Había destructores, fragatas, más de catorce buques, decenas de helicópteros, lanchones desplegándose y en el medio la silueta imponente del Canberra. La relación de fuerzas era ampliamente desfavorable: una flota de 6.000 hombres contra una modesta compañía de 42 combatientes.
Carlos Daniel Esteban fue condecorado con la medalla de "La Nación Argentina al Valor en Combate" por "ejecutar al frente de una fracción de su compañía acciones de combate ante enemigo con superioridad material, en la zona de San Carlos, al que ocasionó importantes bajas"
El 15 de mayo se habían desplazado hacia la Bahía de San Carlos, el estrecho marítimo que divide la Isla Gran Malvina de la Isla Soledad. Las tropas británicas ya habían consolidado un cerco aéreo y naval alrededor del archipiélago. Por la geografía natural del lugar y por las advertencias del equipo de inteligencia, las probabilidades de desembarco eran altas. La primera opción era el ataque directo frente al Puerto Argentino. “Pero finalmente decidieron atacar por líneas interiores -contó-. Nosotros teníamos protección natural con las alturas que nos rodeaban, pero sabíamos que nos podían atacar primero por ahí”.
La resistencia se nutría de un teniente, dos subtenientes y 64 soldados del Regimiento de Infantería 25: más de 40 provenían del sur de la provincia de Córdoba y un cuerpo de 20 infantes había nacido en Corrientes. Eran tiradores más un equipo de apoyo con tan solo 45 días de adiestramiento militar. Tenían el encargo de tres misiones en San Carlos: dar alerta temprana del desembarco, mantener bajo control la población kelper de la ciudad e impedir el acceso de buques enemigos por el estrecho.
“Lanzaron el desembarco sin haber hecho una exploración previa porque pensaban que allí no había nadie -interpretó el teniente primero-. Ese fue un pequeño triunfo nuestro. Habíamos aplicado medidas de velo y engaño: los isleños seguían arriando el ganado, las chimeneas humeaban y les habíamos sacado las radios a todos”.
Es mayo de 1982, apenas unos días antes del desembarco inglés en el estrecho de San Carlos. Una unidad de comandos de la Compañía 601, al mando del mayor Mario Castagneto, aborda un helicóptero para controlar los alrededores del estrecho. Uno de los comandos carga en su espalda un misil tierra-aire Blow Pipe con el que fueron derribados varios aviones y helicópteros ingleses (Eduardo Farré)
En efecto, los soldados argentinos les habían sustraído las 110 radios y los pocos vehículos a los habitantes. Habían asumido también el cargo en los puestos de control del agua y la electricidad para evitar sabotajes. Los británicos debían pisar las islas para traducir su poderío en tierra. “No hay ejemplos en la historia militar de una fuerza que haya triunfado en una zona insular sin tener superioridad marítima y aérea”, escribió el ex jefe del Ejército Argentino y veterano de la Guerra de Malvinas, Martín Balza. Esteban acredita esa apreciación: “Siempre tuve en claro desde el día en que desembarcamos que si le dábamos tiempo a llegar, entrábamos en guerra. Inglaterra no iba a permitir ese cachetazo. Estaba seguro de que si venían, la isla tarde o temprano caía, pero no se lo iba a decir a los soldados”.
Ese viernes bisagra, a las ocho de la mañana, a sus 28 años, con su hijo Santiago de seis meses en su casa y en su conciencia, el teniente primero estaba en la víspera de su bautismo de fuego. Al comandante en Puerto Argentino le recreó la ofensiva que avanzaba por la boca norte del estrecho y le pidió desesperadamente el apoyo de la fuerza aérea. “Rompo las comunicaciones y procedo a defender el lugar”, impartió. Para el teniente primero Esteban, la guerra ya se estaba jugando. “Ellos pensaron que iban a bajar y empezar a caminar y que nosotros íbamos a replegarnos automáticamente. No para pintar una postura sanmartiniana, pero en ese momento no teníamos la idea de la rendición. Aunque en una situación tan desfavorable, lo único lógico era rendirse”, expresó.
Se desplegaron en sus posiciones preparadas y empezaron a escuchar los helicópteros acercándose. Las lanchas ya habían depositado en tierra firme a los primeros ingleses. Habían pasado tan solo cinco minutos desde el avistamiento. Cuando distinguieron al primer Sea King, ordenó “¡fuego libre!”. “Comenzaba la acción”, recordó. No era ese el retazo bélico más significativo de su memoria. Lo era el despliegue descomunal del enemigo desde su puesto de altura y la epifanía de su final. “Yo sabía que era una misión suicida”, dijo. Pero no todos lo sabían.
El subteniente Reyes, en su repliegue táctico, dijo haber divisado al menos 17 buques británicos en las inmediaciones de la boca norte del estrecho de San Carlos
“Mi compañía comenzó a combatir a lo que veía, y solo veían los helicópteros”, narró. Él y el soldado Massei eran los únicos que sabían lo que había detrás de los puestos a resguardo. El primer helicóptero, con tropa y municiones, aterrizó averiado con incendios internos. Primera micro-proeza. El fuego reunido atacó un Gazelle que se dirigía a sus posiciones: derribado, se hundió en la bahía. Repitieron la concentración de los disparos en otro Gazelle, que cayó en llamas diez metros a sus pies. Un tercer Gazelle los ubicó en una nueva posición en altura, donde se había replegado: los soldados respondieron, el helicóptero se incendió y el piloto logró maniobrar el descenso.
“En la compañía teníamos unos correntinos que no sabían nada de lo que yo había visto. Cada vez que caía un helicóptero, escuchaba unos sapucai y unos gritos de euforia”, contó el teniente primero. Los soldados se sentían invencibles: creían que no se enfrentaban a un enemigo invulnerable. Caía fuego cruzado de artillería naval mal dirigido ya sin la orientación de los helicópteros. El Equipo de Combate Güemes percibía una tensa calma: ya no tenían más nada que hacer allí.
Sin ninguna baja y con la algarabía de haber debilitado la capacidad del enemigo, emprendieron un repliegue sigiloso. El jefe de la compañía decidió marchar hacia Puerto Argentino. “No me olvido más: rumbo grado 81”, dijo. A los tres días, encontraron la Estancia Douglas Paddock, donde decidieron recluirse y encender la radio para comunicarse con el comandante de la brigada. El 25 de mayo de 1982, en medio de la ofensiva británica, los 42 hombres formaron para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo ante la mirada de los kelpers. Al día siguiente, siete helicópteros los recogieron para regresar a la base.
El 25 de mayo de 1982, los 42 hombres del Equipo de Combate "Güemes" formaba para celebrar la Revolución de Mayo en un paraje de las Islas Malvinas durante el conflicto bélico
La altura 234 y la marcha de 21 días
Lo que al Equipo de Combate Güemes le demandó tres días de marcha y un vuelo en helicóptero, a la sección “Gato” le costó 21 días, deformaciones, amputaciones en miembros inferiores y la rendición. Tras su arribo al área de San Carlos, el teniente primero Daniel Esteban dispuso un elemento adelantado para alertar y emboscar un potencial desembarco inglés. El martes 18 de mayo, el subteniente Roberto Oscar Reyes debía relevar al subteniente José Alberto Vásquez en la denominada altura 234 o Fanning Head, según la cartografía británica. La sección “Gato” se componía de cuatro suboficiales y 15 soldados: el grupo de 21 infantes marcharon 14 kilómetros hacia la punta del estrecho con la misión de “dar alerta temprana a la Fuerza y, reforzados con armas pesadas, emboscar a las tropas inglesas que pudieran ingresar por el canal”.“El noche previa se presentaba como las anteriores, es decir helada y con poca visibilidad, no se veía a dos metros”, relató Reyes, quien por entonces tenía 25 años y cuatro de entrenamiento militar. Media hora antes de que el jueves se hiciera viernes, un soldado alistado en un puesto de seguridad le informó que escuchaba ruidos en el canal: eran conversaciones en inglés y señales acústicas que provenían desde la punta del estrecho. El subteniente ratificó la sospecha: embarcaciones navegaban en silencio y con luces apagadas en dirección a San Carlos.
Altura 234 (Fanning Head) en 2012
El cuerpo de soldados disponía de dos morteros 81 mm y dos cañones sin retroceso 105 mm para operar la emboscada. Reyes impartió órdenes de apresto para el combate y alertó una inminente apertura del fuego. Pero lo primero que intentó fue entablar comunicación con el teniente primero Daniel Esteban, en el puesto de comando de San Carlos. Las baterías de la radio, luego de tres días a la intemperie del frío, tenían poca carga: la llamada llegaba, los escuchaban pero no podían ser recibidos. “Aquí Gato, aquí Gato”, decían sin suerte. El intento de comunicación y el posterior estallido de las bombas podía ser ya suficiente aviso.
"Algunos decían que los ruidos que escuchaban eran los ingleses atacando a los hombres de Reyes, otros decían que las bombas provenían de un combate cercano. De todas maneras, era inevitable que desembarcaran en San Carlos. Nosotros ni siquiera éramos una compañía, éramos una sección reforzada", dijo el subteniente Roberto Reyes
Minutos después de las dos de la mañana del viernes 21 de mayo de 1982, el bautismo de fuego. Los buques estaban al alcance de los morteros pero la visión era casi nula. “Se apreciaban algunas luces indebidas en cubierta y la nitidez de algunas conversaciones que por el agua se propagaban, la flota continuaba sigilosa y al parecer no nos habían detectado”, describió Reyes. Ordenó abrir fuego con los morteros empleando proyectiles de iluminación para determinar la ubicación exacta y mejorar la eficiencia de los cañones. Pero la estrategia no funcionó y el efecto sorpresa se desperdició: los proyectiles no iluminaron la trayectoria y quedaba expuesta su posición por la deflagración del disparo.
“Desde que comenzó el fuego hasta las tres de la mañana aproximadamente ordené varios cambios de posición hasta agotar la munición de morteros. A partir de allí la reacción enemiga fue más intensa”, reprodujo el subteniente en un escrito personal. El fuego enemigo empezaba a acertar la ubicación de los soldados argentinos. Era hora de la retirada: “Ordené iniciar los preparativos para el repliegue. Estaba convencido que habíamos cumplido con la misión de alertar a nuestras fuerzas y emboscar a los ingleses”.
En perfecto español, desde una patrulla terrestre inglesa un vocero los intimidaba a entregarse. “Nos decían que eran parte de un batallón que había desembarcado y que no nos harían daño si nos rendíamos, que nos encontrábamos rodeados y que no podríamos salir del lugar, que debíamos entregar las armas. Esta acción psicológica de los ingleses generó en todos nosotros lo contrario, es decir, el deseo de desprendernos, replegarnos y poder reunirnos con nuestras fuerzas en San Carlos”, relató Reyes. Fueron más de tres horas de ataque discontinuo y variado pero sostenido.
La flota británica tenía 6.000 hombres. Los combatientes argentinos en San Carlos eran apenas más de 60. Por la gangrena, a Godoy le amputaron las dos piernas a la altura de la rodilla. Cepeda y Moyano perdieron ambos pies y Alarcón terminó con su mano derecha deformada
De los 21 combatientes, quedaron solo 11. Los heridos y desaparecidos en el fragor del repliegue y la contraofensiva habían sido capturados como prisioneros de guerra: ninguno había muerto. Los ingleses los seguían buscando y estaban tan cerca que les resultaba increíble que no los vieran. Les quedaban una munición de 40 tiros por hombre. Su escondite fue platea preferencial para observar el despliegue aéreo de los aviones argentinos contra la flota británica de 17 buques.
A la primera noche emprendieron marcha rumbo sudeste hacia Puerto Argentino: emplearon el método línea de costa. Caminaban de noche cerca de 3 kilómetros diarios. “No contábamos con más abrigo que la ropa puesta. La bruma húmeda y espesa estaba siempre presente, por momentos se confundía con una llovizna fina y helada”, narró el subteniente. El miedo y el principio de subsistencia escondían el hambre y la angustia. Para huir de una fracción de 15 soldados ingleses, debieron cruzar un brazo de mar con soldados que no sabían nadar. Perdieron fusiles y el cabo Hugo Godoy casi se ahoga, pero lo peor fue saldo posterior: la ropa mojada y la garantía de un frío permanente.
El pie de trinchera y la gangrena avanzaban rápidamente en tres soldados. Godoy, Moyano y Cepeda necesitaban asistencia médica con urgencia. Quedaron a cargo de Clot, el soldado que mejor estado físico tenía, con comida para dos días, un maletín de primeros auxilios y la orden de demorar un día la búsqueda del enemigo para darle tiempo a los siete combatientes restantes de seguir con su proeza.
La flota británica fue sometida a bombardeos por la fuerza aérea argentina en vuelos rasantes. Pudieron cumplir la misión Sutton de asegurar una cabeza de playa en San Carlos pero perdieron varias embarcaciones y helicópteros
Tras una marcha de 5 noches, llegaron a un caserío identificado como New House, aparentemente deshabitado. “Conformábamos un grupo realmente lastimoso. Las ropas hechas jirones, enfermos, el rostro deformado por los sufrimientos. Ninguno tenía más de 25 años, pero aparentábamos ser un grupo de ancianos vagabundos”, contó Reyes. En el día 21 de la epopeya para recalar en las propias líneas, los despertó una sección completa que había trazado un cerco sobre el caserío: un kelper oculto en la finca los había delatado.
“Desde una posición en el galpón, tenía apuntado a un soldado inglés y les pedí a mis hombres que hicieran lo mismo con otros, pero que no dispararan hasta que yo lo indicara”, describió. Reyes se denomina un “profesional de la guerra”: “Estaba preparado para lo peor y si hubiese ordenado abrir el fuego, esos soldados que estaban en las últimas lo habrían hecho. Pero me di vuelta y los vi, habíamos perdido la aptitud para combatir, estábamos sin capacidad para resistir el menor ataque y salir de la instalación. Consideré que este era el final de nuestra guerra, había llegado el momento de entregarme, caminé hacia afuera y dejé el arma”.
La sección “Gato” nunca pudo regresar a Puerto Argentino ni reencontrarse con el Equipo de Combate Güemes. Era el 11 de junio de 1982: 3 días después terminaría la Guerra de Malvinas. El desembarco en San Carlos es motivo de orgullo para el teniente primero Carlos Daniel Esteban y para el subteniente Roberto Oscar Reyes. Poco importa que la maniobra haya sido exitosa para las tropas británicas. Síntomas de una guerra inverosímil.
domingo, 10 de mayo de 2020
domingo, 12 de abril de 2020
Desembarco en San Carlos: La compañía C de Esteban derriba tres helicópteros con fuego de fusilería
Los héroes negados que la escuela no quiere recordar
Jorge Fernández DíazCarlos Esteban y sus soldados
Cuando el teniente trepó hasta la cima y se llevó los prismáticos de campaña a los ojos, vio el escalofriante espectáculo que se abría paso en la bruma: fragatas, destructores, helicópteros y lanchones iniciaban el masivo desembarco.
Era el Día D en el estrecho San Carlos, y la treta del teniente primero Esteban había sido un éxito: una vez tomado el pueblo y requisadas prolijamente las viviendas en busca de radios, armas y vehículos, había permitido que los isleños continuaran con su rutina y había escondido a su tropa.
De lejos y con aquellas apacibles chimeneas humeantes, parecía un acceso despejado; si los ingleses no hubieran caído en la trampa su estrategia hubiese sido distinta: los comandos habrían llegado por la noche y habrían asesinado a los soldados argentinos.
En ese momento, Esteban hizo un cálculo correcto: había en aquellas costas cinco mil hombres, y él disponía de solo cuarenta efectivos. Nadie le hubiera reprochado seguir la lógica, que consistía en dar por radio la “alerta temprana” a sus superiores, y luego rendirse con honor.
Pero aquel muchacho de 28 años que estaba a cargo de la Compañía C hizo lo inesperado: avisó y presentó batalla. Su proeza está en los libros de la historia militar de la Argentina y de Inglaterra; nadie conocía muy bien, sin embargo, lo que pensaba íntimamente durante esa guerra maldita.
Carlos Esteban se había recibido en Córdoba de licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Sabía a esas alturas que Galtieri no sabía, y que esa conflagración era un enorme error estratégico. Estaban destinados a perder, pero no podía contárselo a nadie.
El lugar donde luchó Esteban y su compañía filmado en 2012
Tal vez no le hubiera desagradado a Borges relatar la parábola de un valiente que aun reconociendo la futilidad trágica de su sacrificio, carga todo el tiempo con su secreto escepticismo y realiza a su vez una hazaña heroica.
Esteban, sus oficiales y aquella antología de conscriptos de la clase 62 que habían sido entrenados hasta la fatiga formaron parte del discretísimo operativo de reconquista de las islas Malvinas, y más tarde rodearon Darwin y redujeron a una población dócil que los esperaba con banderas blancas.
El jefe de esa localidad se llamaba Hardcastle, y mientras tomaban el té en su casa, Esteban advirtió con un estremecimiento que su propia mujer posaba en un retrato con la hija del flemático anfitrión: habían estudiado juntas en un colegio bilingüe de La Cumbre.
Se le antojó que esa asombrosa casualidad podía ser una señal del destino. A veces se alejaba del campamento para llorar, extrañaba mucho a su esposa y a su pequeño hijo; creía que nunca iba a volver a verlos. Después se recuperaba y echaba una arenga a sus bravos, a quienes todos cuidaban con esmero y con quienes compartían penurias sin distingos.
Esa actitud fue tan ejemplar que años más tarde el Pentágono envió una psiquiatra para determinar por qué entre ese puñado de reclutas no se habían producido ulteriores suicidios ni secuelas graves, ni denuncias ni maltratos, y en qué había consistido la fórmula mágica de sus líderes.
El 1° de mayo la Inteligencia les anticipó que sufrirían un ataque de aviación, y se refugiaron en los acantilados; hubo ocho horas de bombardeo y de guerra aérea con varios muertos, pero ellos salieron ilesos.
Les dieron una nueva misión: marchar a la zona norte y controlar el estrecho por el que podía colarse la segunda flota más poderosa de Occidente. Es precisamente allí donde sucede el legendario combate de San Carlos, que comienza cuando Esteban baja la colina, se comunica con la comandancia y prepara a los gritos el repliegue.
El primer Sea King surge entonces de la nada, y Esteban ordena cuerpo a tierra y silencio absoluto. A los cien metros, da orden de abrir fuego: los fusiles tronaron, las balas sacaron chispas del fuselaje y el helicóptero se bamboleó, empezó a largar humo y aterrizó de manera brusca.
Sin pérdida de tiempo, el teniente dispuso un cambio de posición. Justo en ese momento un Gazelle con un sistema de cohetes se les vino encima. Lo atendieron con la misma fusilería.
El aparato se sacudió en el aire, la cabina estalló en mil pedazos y el piloto, mal herido, intentó escapar hacia la desembocadura; su máquina cayó en el río y comenzó a hundirse.
Los británicos, desde la cabecera, empezaron a dispararles con morteros. Ellos cruzaron otra cuchilla y un Gazelle idéntico quiso cortarles el paso: “Repetimos la concentración de fuego y se desplomó totalmente en llamas -recuerda Esteban-. No hubo chance de que se salvara nadie de la tripulación”.
En esa mañana de sangre, el efecto sorpresa y la adrenalina jugaban a favor de los perdedores. Que siguieron moviéndose, ahora para ganar altura. El tercer Gazelle se presentó en sociedad apretando los gatillos, pero dibujaba un blanco perfecto: cientos de proyectiles le dieron una dura bienvenida y lo sacaron de circulación.
Fue en ese instante en que se abrió una extraña tregua. Cuatro helicópteros que costaban veinte millones de dólares habían sido derribados en veinte minutos.
Los ingleses, sorprendidos, hacían el control de daños y evaluaban la insólita situación, y la Fuerza Aérea argentina preparaba un ataque para impedir la avanzada. Esteban sabía que la infantería inglesa los buscaría por cielo y tierra para eliminarlos. Era hora de partir.
Lo que sigue es una ardua aventura que Hollywood no hubiera desaprovechado: los cuarenta y dos, considerados ya “desaparecidos en acción”, caminaron tres días y tres noches por la turba y el frío.
En el libro Bravo 25 se revelan sus peripecias: encontraron una casa vacía con algunos pocos alimentos donde a veces sonaba el teléfono en vano, pernoctaron al abrigo de las ventiscas y fueron acechados -mientras aguardaban escondidos y con aliento cortado- por un helicóptero que dio varias vueltas a su alrededor sin decidirse a destruirla o a marcharse.
Anduvieron bajo el sol pálido hasta el agotamiento, dieron con un caserío kelper, lo coparon a punta de pistola y enviaron dos estafetas en Land Rover a dar la buena nueva al Ejército. Tras incontables peligros, los rescataron, y en Puerto Argentino fueron recibidos con algarabía. Mohamed Alí Seineldín estaba particularmente exaltado.
Esteban le relataba el despliegue impresionante que había visto en el estrecho, pero el teniente coronel parecía sordo a los datos; confiaba en la Virgen: cuando lleguen los piratas -decía- ella producirá una tormenta y los hundirá.
Esteban seguía guardándose su amargo y exacto diagnóstico; a las pocas horas solicitó permiso para regresar a Darwin y participar de la defensa final. Allí su jefe acordó la rendición tras una intensa y desigual refriega.
Esteban y sus oficiales eran tratados con deferencia y admiración por el enemigo, aunque nunca quisieron privilegios: compartieron con los soldados rasos sus mismas incomodidades.
Al regresar a la patria, toda la “compañía de oro” fue condecorada, y el áspero informe Rattenbach la dejó a salvo de cuestionamientos.
Esteban está retirado y es hoy director del Departamento UADE Business School: en su posgrado enseña escenarios estratégicos, planeamiento, negociación política y derecho diplomático. Pocos saben quién es ese profesor afable.
Mayo contiene las efemérides de lo que estrategas militares denominan el “combate de San Lorenzo del siglo XX”. Escasas o quizá ninguna escuela dará cuenta, sin embargo, de esta historia callada por nuestra estupidez y nuestra mala conciencia. Esta derrota verdaderamente sublime.