Malvinas, archivos desclasificados: el estudio inglés que afirma que dos misiles apuntaron contra un buque con armas nucleares
El
25 de mayo de 1982 dos aviones Super Étendard cargados con Éxocet,
partieron de Río Grande con una misión: atacar un blanco importante de
la Royal Navy a 110 millas de Puerto Argentino. Los misiles hundieron al
Atlantic Conveyor, pero una investigación realizada por los ingleses
determinó que los mismos habían apuntado al Regent que tenía en sus
bodegas cargas de profundidad nuclear. El libro “Handbreake” y los
detalles de la sorprendente hipótesis británicaPor Alejandro Amendolara y Mariano Sciaroni ||
Infobae
La Segunda Escuadrilla de Caza y Ataque de SUELa
Base Aeronaval Almirante Quijada, en la localidad de Río Grande, en la
provincia de Tierra del Fuego, el día 25 de mayo de 1982 amaneció con un
intenso frío y fuertes vientos del noroeste, a lo que se sumaban
lloviznas intermitentes. La Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, que ya había hundido al poderoso HMS Sheffield, estaba trabajando desde antes de la salida del sol.
La situación en la base era de alerta permanente,
y las sospechas de que algo raro estaba pasando, se confirmaron cuando,
pocos días antes, un helicóptero Sea King británico (ZA290) aterrizó y
fue quemado por su tripulación en territorio chileno, cerca de Punta
Arenas.
Los aviones Super Étendard y sus misiles Exocet representaban la mayor amenaza a la flota británica,
por lo que se presumía que los británicos podrían realizar alguna
operación con fuerzas especiales para dejar fuera de combate a los
aviones de la Escuadrilla y destruir los misiles remanentes.
Esa misma mañana del 25 de mayo, pero en Gran Bretaña, el diario Daily Express publicó
una nota en la que se preguntaba:“¿Han alcanzado los SAS a los cazas
Exocet?”. El cronista conjeturaba que “la ausencia de Super Étendard en
tres días de combates en las aguas de la Bahía de San Carlos, y la
misteriosa aparición del helicóptero británico abandonado en Chile han
alimentado las teorías de los almirantes de Westminster”. Sin embargo,
también señalaba: “Otra teoría es que los argentinos están reteniendo
los Étendard y Exocets para un gran ataque a los portaaviones
Invencible y Hermes”.
Los acontecimientos de ese día demostrarían cuál de sus dos teorías era la válida.
Roberto Curilovic y Julio Barraza, los pilotos que hundieron el Atlantic Conveyor el 25 de mayo de 1982Las
primeras tareas del día en la Base Aeronaval consistieron en que el
personal de mantenimiento acercara al hangar los aviones Super Étendard
de la escuadrilla, dispersos por distintos lugares de la base para
tratar de no ofrecer un blanco directo en caso de un ataque por tierra,
mientras que el personal de armamento llevaba los dos misiles AM-39
Exocet desde los polvorines. Tenían que sacarlos de los contenedores
presurizados y colgarlos en los dos aviones que estuvieran preparados
para el vuelo. Fueron elegidos los Super Étendard 3-A-203 (que volaría
el Capitán de Corbeta Roberto “Toro” Curilovic) y 3-A-204 (a cargo del Teniente de Navío Julio “Mate” Barraza) para la misión.
“Toro”
sería el líder de la misión y “Mate” el numeral. Desde el inicio del
conflicto volaban juntos y, antes, habían entrenado juntos en Francia.
Esta misión les tocaba a ellos.
Mientras que
en la sala de pilotos el aire se hacía cada vez más espeso por el humo
de los cigarrillos, los hombres conversaban tranquilamente sobre
diversos temas, hasta que sonó el teléfono con una llamada proveniente
del Centro de Operaciones de Combate. En En ese instante se informó la orden de atacar sobre un blanco importante (un portaaviones) a unas 110 millas al nordeste de Puerto Argentino.
A
partir de ese momento, comenzó la planificación de la misión y se
decidió que la aproximación al blanco se realizaría por el
norte/noroeste para contar con el factor sorpresa.
El misil AM-39 Exocet. El misil más pequeño a su lado es un misil aire-aire Magic, de la firma Matra (Alejandro Amendolara)La misión tendría algunos condicionamientos al haberse establecido la presencia de dos buques ingleses en la entrada norte del Estrecho de San Carlos, que cumplían la función de piquete radar (de los cuales la Fuerza Aérea Argentina se encargaría más tarde ese día, hundiendo al HMS Coventry y averiando de consideración al HMS Broadsword), y la actividad de numerosas patrullas aéreas de Sea Harrier británicos en la zona.
Asimismo,
un ataque desde esa posición permitiría sobrepasar a los buques piquete
de la Task Force: no había tantos ahora disponibles en la flota, tanto
por la pérdida de los días anteriores como por la necesidad que existía
de destinar ciertas naves para proteger las aguas cercanas a Malvinas y
al esfuerzo anfibio.
De hecho, los británicos solamente poseían un buque piquete radar en ese momento, el recién llegado destructor Tipo 42 HMS Exeter,
que se encontraba ubicado a 25 millas del núcleo de la flota, pero en
dirección Este-Sur-Este, dirección sobre la que se evaluó una posible
amenaza argentina.
La
Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada en la Base
de Río Grande en 1982 junto a uno de los cinco misiles Exocet
Se planificó, por ello, una
trayectoria que evitara la detección temprana e intercepción de las
aeronaves, de forma de llegar sobre el grupo de tareas desde una
dirección imprevista. La misión incluía el reabastecimiento con un
KC-130 Hércules de la Fuerza Aérea Argentina.
Se solicitó que el Hércules reabastecedor se ubicara en una posición a 160 millas al este de Puerto Deseado. La
ruta prevista para el ataque era de 500 millas, un largo vuelo de
cuatro horas de duración, con despegue previsto para las 11:00.
Finalizada
la reunión de prevuelo, Curilovic y Barraza se dirigieron a los
aviones, realizaron la inspección previa y se sentaron cada uno en su
cabina. Con la asistencia del personal de tierra, pusieron en marcha sus
aeronaves y aguardaron en la plataforma frente al hangar. La espera se
hizo larga y, al cabo de unos 20 minutos, los mecánicos hicieron señas a
los pilotos de cortar motor, y luego de descender de sus aviones se
dirigieron con todo el equipo a la Sala de Operaciones.
Allí, el Capitán de Corbeta Jorge Luis Colombo (el comandante de la Escuadrilla) les
indicó que el Hércules KC-130 de la Fuerza Aérea Argentina, que se
suponía tenía que estar ya frente a Puerto Deseado a 6,000 metros de
altura para el reabastecimiento a la ida y a la vuelta, no estaba
disponible en ese momento.
En realidad, desde el
Comando de la Fuerza Aérea Sur (FAS) de la Fuerza Aérea se estaban
preparando otros ataques sobre los buques en San Carlos, por lo que los Super Étendard deberían aguardar unas horas hasta que los KC-130 estuvieran disponibles.
El reabastecimiento de combustible que a 6000 metros de altitud realizaron Barraza (foto) junto a su líder de sección, Curilovic
Recién cuatro horas más tarde
los aviones navales argentinos despegarían y pondrían rumbo hacia el
avión tanque, que los aguardaba en el lugar coordinado en la
planificación y en el horario previsto, a las 15:45.
Barraza
hizo señas a su líder y uno de cada lado, se acercaron lentamente al
tanquero, hasta realizar el acople en las mangueras del avión.
Permanecieron enganchados por unos 6 o 7 minutos y recibieron la
cantidad de combustible previamente estipulada. Desde las ventanillas
traseras del Hércules se asomaban uno a uno los tripulantes para saludar
a los pilotos y desearles suerte en la misión. Incluso les tomaron
fotografías.
Antes de separarse, el Hércules pasó información a los aviones navales, como recuerda el Teniente Barraza:
“El KC-130 salió al aire dando el siguiente mensaje: ‘Tengo algo importante para ustedes, escriban’, y a continuación transmitió coordenadas que yo parte anoté,
pero me asaltaba la duda de haber copiado correctamente. Estas
coordenadas fueron introducidas y verifiqué que no había mucha
diferencia en rumbo y distancia con la que teníamos originalmente”.
Atlantic Conveyer partiendo hacia Malvinas desde la isla AscensionLuego
del encuentro con el avión tanque, hicieron un suave descenso y desde
allí iniciaron su fase final de ataque desde la dirección totalmente
inesperada por la Fuerza de Tareas británica.
Durante
el vuelo de aproximación no se detectaron interferencias electrónicas
en los equipos de las aeronaves, lo que les permitía suponer que tendrían a su favor el factor sorpresa. Desde el momento en que los pilotos estimaron que se hallaban a 130 millas del grupo de tareas hacia el que se dirigían, volaron rasante, a unos 100 pies, y a 550 nudos. Estaban separados unos 500 metros, volando debajo de una capa de nubes quebrada a 2.000 pies.
A
las 55 millas, con un doble pulsado del botón de radio ambos aviones
sincronizaron un ascenso hasta unos 1.800 pies de altitud (debajo de la
capa de nubes, no deseaban sobrepasarla y perder la referencia visual de
lo que sucedía en el mar) y efectuaron una emisión de radar para confirmar la existencia y localización de los blancos. Como marcaba la doctrina, el Capitán Curilovic tenía su radar en escala de 80 millas náuticas y el Teniente Barraza, a 40. Pero no detectaron blanco alguno, por lo cual dejaron el radar en stand-by y volvieron al vuelo rasante sobre el mar.
Al
misil Exocet se lo denomina "Fire and forget" (Tire y olvídese) ya que
se trata de un arma con capacidad de autonomía para redireccionarse en
vuelo y buscar el centro de gravitación del blancoMuy
poco tiempo después volvieron a ascender. Ya estaban a unas 39 millas
del objetivo. Para su alegría, luego de dos barridos de radar, allí estaban los barcos ingleses. Curilovic
seguía con su radar en escala de 80 millas y consideró que tenía un
blanco mediano y uno grande. A su vez, Barraza, que tenía mejor
definición en su pantalla al estar en escala de 40 millas, confirmó los
mismos blancos. Ambos, también, detectaron un eco más pequeño a la
izquierda de la pantalla.
Curilovic rompió el silencio: “Sobre el mayor”. Lo
que fue confirmado por Barraza por radio. Los radares quedaron
“enganchados” tras un gatillazo y, a partir de allí, conectaron “MASTER
MISIL” en el tablero del avión y comenzaron a seguir la lista de chequeo
para el lanzamiento del AM-39 mientras volaban hacia el blanco, ahora a
450 nudos.
Recuerda Curilovic:
“Cuando
lanzamos ambos misiles estábamos separados por unos 200 metros. Cuando
lancé el mío quedé hipnotizado mirando cómo el Exocet iniciaba su
recorrido al blanco. No dudé que era lo que teníamos que tener en
cantidad para atacar a los británicos”.
El Atlantic Conveyor golpeado por los misiles ExocetSobre el mismo momento, relata Barraza:
“Apreté el botón de disparo, sentí el sacudón y luego escuché claramente un estampido debajo. Una
vez disparados ambos misiles, realicé mi giro de ruptura para alejarme
180° del rumbo del blanco sin notar que adelante no estaba Curilovic. La flota británica sabía en ese momento que la estábamos atacando. El sol estaba bajando, el mar parecía dorado y el cielo era de color púrpura”.
En
el momento en que los dos Super Étendard encendieron sus radares por
última vez para generar el diálogo final entre el avión y el misil con
los datos de ataque, la recientemente arribada fragata Tipo 21 HMS Ambuscade pudo detectar el eco de aproximación de los incursores: estaban a tan solo 28 millas y en rumbo 310°.
Treinta segundos antes había detectado la emisión del radar Agave de los aviones argentinos. Sin embargo, y a pesar de que la nave británica lanzó la alarma y, una vez más, la palabra “Handbrake”
(palabra en código que señalaba un radar de avión Super Étendard)
saturaba los circuitos de radio y altoparlantes de todos los buques. La
suerte estaría echada para uno de ellos.
La flota británica en mar abierto (Royal Navy)La fragata Tipo 21 HMS Alacrity se encontraba en una estación ligeramente al sur de la Ambuscade, recordando su comandante, el Capitán Chris Craig:
“‘Handbrake!’
Se escucharon los gritos desde el Exeter y la Ambuscade. Todos los
hombres del Grupo de Tareas sabían ahora que la palabra clave
‘Handbrake’ era el radar de Étendard, y eso significaba Exocet. A
alguien le tocaría esta vez”.
El resultado del ataque es conocido. Los dos misiles impactaron al buque portacontenedores SS Atlantic Conveyor (el cual, asimismo, estaba cumpliendo funciones de portaaviones alternativo), el cual se incendió y, días después se hundió. Fue la pérdida logística más importante para la fuerza británica en toda la guerra.
Sin
embargo, un informe británico del año 1985 titulado “Reconstrucción y
Análisis de la Guerra Aérea durante la Operación Corporate 1982
–Memorándum 85105″, desclasificado en el año 2021, señala
que el buque grande, “el mayor”, sobre el cual lanzaron los misiles los
aviadores argentinos no fue el Atlantic Conveyor. Ni una fragata, ni un
blanco falso.
Carátula del informe confidencial británico. Desclasificado en 2021El informe comienza señalando que, en tanto se observó a los misiles haciendo un cambio de rumbo hacia la izquierda “ello
sugiere que el Atlantic Conveyor no fue el blanco sobre el que se
lanzó”, sino que los misiles tomaron este blanco al no poder encontrar
el blanco original.
Por tanto, se plantean dos escenarios.
El primero, que los aviones argentinos lanzaron sus misiles sobre la fragata HMS Ambuscade
o el chaff (tiras de aluminio que se lanzan al aire para confundir a
los misiles), aún cuando esta hipótesis no explica porque este buque no
detectó al radar del misil Exocet en vuelo.
El estudio británico sobre el ataque a la flotaEl segundo es realmente novedoso. Y terrible.
Señala el informe que “el
RFA Regent, más grande (y por tanto, presentando un eco radar también
más grande) que el Atlantic Conveyor fue el blanco atacado”. Agrega que,
si bien la posición exacta de este buque no se había registrado, estaba
muy cerca del Conveyor y que posiblemente los misiles terminaron
atacando a este último.
Los
británicos realizaron simulaciones con computadora de este segundo
escenario, en el cual los misiles van hacia al blanco “grande” (el
Regent) y, al encender sus propios radares, detectan en su cono de
búsqueda al Atlantic Conveyor y, por tanto, giran para atacarlo.
Como
dato adicional, hay que remarcar que el misil Exocet enciende su radar
solo en la fase final del ataque y que, al hacerlo, se dirige al primer
blanco que encuentre, buscando de izquierda a derecha. El Atlantic
Conveyor estaba a la izquierda del Regent. El cono de búsqueda se puede
graduar, pero los misiles argentinos siempre se lanzaron con el más
grande “para pegarle a algo siempre”.
El informe británico termina indicando que “el peso de la evidencia actualmente disponible, por tanto, lleva a la conclusión que los Exocet fueron apuntados al Regent”.
El RFA Regent (Wolfgang Fricke)La información sería anecdótica. Sin embargo, el RFA Regent no era un buque cualquiera.
Este enorme buque auxiliar, de 195 metros de eslora y 23.257 toneladas, bajo el mando del Captain J. Logan (RFA), se
encontraba cargado de munición (desde balas a bombas), la cual todavía
no había descargado en las islas. Si explotaba por los impactos esa
munición habría dañado, posiblemente en forma severa, a la totalidad de
los buques que se encontraban en las cercanías, incluso al portaaviones
HMS Hermes.
Pero el problema resultaba aún mayor. El Regent tenía, en sus bodegas, cargas de profundidad nuclear WE.177A.
Según
el informe oficial publicado por el Ministerio de Defensa británico en
2003, una de ellas las había recibido el 15 de mayo del buque logístico
RFA Resource. Tenía también cuatro cargas más, pero de entrenamiento o
de vigilancia, sin cabeza nuclear. El 17 de mayo recibió cargas
provenientes del RFA Fort Austin y del destructor HMS Coventry.
La
carga de profundidad nuclear WE.177A podía ser graduada de 0,5 a 10
kilotones (la bomba lanzada en Hiroshima tenía 15 kilotones de poder) y
su uso primario era la de ser lanzada, desde helicópteros, contra
submarinos. También podía ser adaptada como una bomba convencional, de caída libre, para ser utilizada desde aviones Sea Harrier.
Parte
del informe británico que termina indicando que “el peso de la
evidencia actualmente disponible, por tanto, lleva a la conclusión que
los Exocet fueron apuntados al Regent”Si
bien las bombas nucleares tienen dispositivos de seguridad, para evitar
una explosión accidental o no querida, lo cierto es que el impacto de
misiles en el Regent podría haber tenido resultados catastróficos,
teniendo en cuenta que los misiles Exocet que impactaron en el Conveyor
hicieron ambos explosión y, asimismo, su combustible remanente provocó,
en escaso tiempo, incendios incontrolables.
Una bomba nuclear, en el medio de un incendio, y rodeada de explosivos, no es un panorama alentador.
Sin
llegar a una detonación nuclear, también hubiera sido catastrófico que
se dañara la misma bomba y esparciera sus componentes radioactivos a la
flota británica. El efecto en el curso de la guerra hubiera sido casi inmediato.
Al día siguiente, 26 de mayo, al ordenarse el ingreso del RFA Regent al Área de Operaciones Anfibia en San Carlos,
el buque transfirió las cargas nucleares almacenadas en su bodega al
RFA Resource, porque quedaría completamente expuesto a los ataques
aéreos periódicos en ese lugar. La experiencia del día anterior casi fue catastrófica, y no había lugar para correr riesgos con ese armamento en sus bodegas.
El
precio a pagar hubiera sido, sin embargo, demasiado grande. El
Atlántico Sur contaminado con radioactividad por la solitaria acción de
dos “peces voladores”, los misiles Exocet.
(Anticipo
del libro “Handbrake!” - Dassault Super Etendard Fighter-Bombers in the
Falklands/Malvinas War, 1982; por Mariano Sciaroni y Alejandro
Amendolara. Serie Latin America@War, Editorial Helion & Company.
Marzo 2022. ISBN-13: 978-1915070722)