Los sombríos días finales de Margaret Thatcher: entre el afecto de la reina Isabel II y las afrentas de sus hijos
Charles Moore cerró su trilogía sobre la ex primera ministra británica con “Herself Alone”, libro en el que revela el buen trato excepcional que dio la monarca a la política conservadora, mientras sus hijos intentaban aprovechar la “marca Thatcher” y traicionaban el secreto de su enfermedad
Infobae
Margaret Thatcher murió en 2013 luego de sucesivos honores de Isabel II y dolorida por el arresto de su hijo en Sudáfrica y la traición de su hija, que reveló su demencia senil. (Reuters)
Una mujer más acostumbrada al poder que a la vida, una amiga buena y leal de sus amigos, una madre atormentada por sus hijos, una personalidad enorme corroída por la demencia senil: esas son las imágenes principales que deja el tercer y último tomo de la monumental
biografía de
Margaret Thatcher que escribió Charles Moore. Después de From Grantham to the Falklands y Everything She Wants, este volumen, Herself Alone abre con la elección de 1987 en la cual la primera ministra se confirmó en el poder que ejercía desde 1979, por una mayoría abrumadora sólo comparable con el odio abrumador que también despertaba en el
Reino Unido.
Pero poco después, por obra de sus propios pares
conservadores —"una conspiración de tories", definió, sin ambages, Moore— Thatcher fue forzada a la renuncia. De un día para el otro lo perdió todo. Y se encontró vacía, “a solas consigo misma”, como describe el título del libro de casi 1.000 páginas. Sin saber qué hacer. Sin dinero en el banco. Sin entender cómo funcionaban el contestador telefónico y otros gadgets que se habían popularizado mientras ella había tenido secretarios y asistentes que amortiguaban su roce con lo banal cotidiano.
El libro parece llegar para corregir todo lo que se daba por cierto sobre su presunta mala relación con
Isabel II: en realidad, la reina surge como uno de los personajes más amables con Thatcher en este tramo final, que va desde la cima que tan perfectamente sintetiza la foto de la portada, sacada por el fotógrafo de estrellas Helmut Newton, hasta el retrato de una anciana desarticulada que Meryl Streep hizo en La dama de hierro.
Aunque se habló mucho sobre la rivalidad entre Thatcher e Isabel II, este nuevo libro muestra una relación afectuosa. (AP)
A diferencia del historiador Ben Pimlott, quien describió en su biografía La reina que Isabel II se sentía “profundamente incómoda con los excesos” del gobierno de Margaret Thatcher, por ejemplo su inflexibilidad ante la famosa huelga minera de 1984, Moore cree que las rivalidades entre las dos mujeres se fueron suavizando durante los casi 11 años de gobierno de la primera ministra, y más aún después. Ninguna de las dos habló nunca sobre la otra; Thatcher apenas mencionó en sus memorias, como “muy profesionales”, sus encuentros semanales con la monarca en el palacio de Buckingham.
“Su problema con la reina era la clase social”, sintetizó el biógrafo, quien ciertamente no los tiene: estudió en Eton y en Trinity College, Cambridge, y dirigió los medios principales del conservadurismo británico: The Spectator, The Sunday Telegraph y The Daily Telegraph.
Thatcher era de clase baja y monárquica: en general se sentía incómoda en presencia de la reina pero su deferencia era tal, siempre tan temerosa de hacer el gesto equivocado o decir una palabra de más, que la propia Isabel II la encontraba casi condescendiente. Thatcher era impaciente y combativa, la reina no; ignoraba todo sobre el ocio de las clases altas, y según escribió Andrew Marr en The Real Elizabeth, la reina llegó a burlarse de eso: “La señora Thatcher sólo camina por la carretera”, respondió cuando un auxiliar en Balmoral le preguntó si la primera ministra iría a una excursión en la montaña.
La madre de Isabel II, la Reina Madre, fue desde el primer momento de la elección de Thatcher "una fanática apasionada" de la primera ministra. (James Gray/Daily Mail/Shutterstock)
De la familia real, la única que realmente quiso a Thatcher fue la Reina Madre, “una fanática apasionada” según Moore. Pero a pesar de que a Isabel II podrían haberle irritado inicialmente todos los esfuerzos de Thatcher por encajar, como usar el “nosotros” al hablar (lo cual es un privilegio de la corona) y vestirse de una manera inquietantemente parecida a ella, la monarca decidió cambiar las normas de la Orden de la Jarretera, la más antigua del reino, exclusiva para varones, a fin de poder entregársela a la primera ministra.
Isabel II y el escandaloso John Profumo
Margaret Thatcher salió extrañamente conmovida de la audiencia —una formalidad— en la que comunicó a Isabel II que renunciaba como primera ministra del Reino Unido, donde se había mantenido una década. Una de las damas de la reina debió ayudarla a bajar la escalera y apenas entró a Downing Street 10, corrió hacia el apartamento en el piso superior y se encerró a llorar en el baño. “Duele más cuando la gente es amable. ¡La reina ha sido tan amable conmigo!”, le dijo a su histórica secretaria privada, Cynthia Crawford, Crawfie.
“Se había señalado que la reina quería ‘darle algo’, lo cual significa alguna clase de honor. Como entre los planes inmediatos de Thatcher no estaba dejar la Cámara de los Comunes, no querría, por el momento, un título”, recordó Moore. Más adelante se pensaría en el título de barón para el marido, Denis, que la haría baronesa y sería hereditario, como ella quería, pues tenía una debilidad no correspondida por su hijo varón, Mark. Pero en el momento de su salida la reina decidió que, mientras eso sucedía, le daría un honor: la Orden al Mérito, que habían recibido sólo cinco mujeres en el casi siglo de su historia, entre ellas Florence Nightingale y (de manera honorífica) la Madre Teresa. Isabel II se lo anunció el 28 de noviembre de 1990, su último día como primera ministra.
En abril de 1995 recibió la Orden de la Jarretera, la orden de caballería más importante del Reino Unido, fundada en 1348 por el rey Eduardo III. “En 1987 la reina había cambiado las reglas para que, por primera vez, a la única orden religiosa que había sobrevivido a la Reforma pudieran sumarse mujeres que no pertenecieran a la nobleza", escribió Moore. La Reina Madre primero se resistió al cambio, pero cuando supo que su hija deseaba otorgarle la Jarretera a Thatcher pasó al equipo de los impulsores de la novedad.
“La reina también honró al Lady Thatcher al aceptar asistir a la comida en honor a su cumpleaños 70, que se realizó en el Claridge’s", contó el biógrafo el episodio que ilustra mejor hasta qué punto la relación entre las mujeres era distinta de lo que se ha creído. “No había hecho algo así por ninguno de sus anteriores primeros ministros”.
Y esa ocasión tenía una particularidad, muy polémica. A la fiesta también asistió John Profumo, el conservador caído en desgracia en 1963, cuando era ministro de Defensa, y que arrastró en un escándalo de sexo y política al gobierno completo del primer ministro Harold Macmillan.
John Profumo, el conservador que ocupó el centro del mayor escándalo de sexo y política en el Reino Unido. (Nils Jorgensen/Shutterstock)
Profumo tenía 46 años y estaba casado cuando conoció a Christine Keeler, una modelo de 19, que frecuentaba, con otras mujeres jóvenes y bellas, los ambientes del poder llevada por un amante, Stephen Ward. Loco por la muchacha, Profumo no tomó las mínimas medidas de seguridad y se zambulló en el affair. Cuando se enteró que Keeler también tenía otro amante además de Ward, Yevgeny Ivanov, que tenía la inconveniente profesión de espía como agregado naval de la embajada soviética, también lo supo el país entero. El caso causó la caída del gobierno conservador y el suicidio de Ward.
“Lady Thatcher había insistido en invitar a John Profumo” al Claridge’s. “Luego de mentir ante la Cámara de los Comunes sobre su romance con Christine Keeler”, historió, el conservador “había dedicado su vida a las obras de beneficencia”. Entre los políticos que siguieron siendo sus amigos se contaba Thatcher, que lo admiraba por el nuevo rumbo que había dado a su vida. “Quería ayudar a su rehabilitación tardía”.
No sólo la reina asistió al cumpleaños número 70 de Thatcher a pesar de la presencia del político nefando, escribió Moore: "Lady Thatcher sintió mucho gusto porque la reina invitó a Profumo a sentarse a su lado durante la cena”.
Margaret Thatcher junto a su amigo John Profumo (izq.) y Bill Deedes al lado de Dennis Thatcher, en 2003. (Coleccion privada/Herself Alone)
La lealtad de Thatcher por ese amigo llegó a involucrar a su familia. Su esposo, Denis Thatcher, era amigo del matrimonio Foreman, Ken y Mandy Foreman. El nombre de soltera de ella, Mandy Rice-Davies, también había estado en los diarios en 1963: “Junto con Christine Keeler, Rice-Davies había sido una de las dos mujeres principales en el escándalo Profumo y había mantenido relaciones con varios de los hombres involucrados, pero no Profumo", señaló el libro. En una ocasión, cuando Margaret invitó a Profumo a una fiesta de navidad, debió explicarle a Mandy:
—Me da vergüenza decirte esto, pero Margaret es muy amiga de Profumo y él va a estar.
—Bueno, yo nunca lo conocí —respondió ella. Pero prefirió quedarse en su casa y sólo su esposo, Ken, fue a la fiesta.
La reina del brazo de Lady Thatcher
Isabel II también asistió al cumpleaños 80 de Thatcher, en el Hyde Park Hotel (hoy Mandarin Oriental). “El encuentro fue un gran buffet, lo cual le permitió a la reina circular con Lady Thatcher a su lado. Las dos viejas damas parecían cómodas juntas: dos abuelas que pasaban un buen rato", escribió Moore. Todos los medios del momento destacaron lo inusual de la ocasión: la reina, del brazo de su ex primera ministra, departió amablemente con los demás invitados.
Thatcher recibe a la reina Isabel II en su fiesta de cumpleaños 80. (PA/TopFoto/Herself Alone)
Llegó la hora de los discursos. La reina los escuchó con paciencia educada. Al terminar, le dijo a Thatcher:
—Me temo que ahora debo marcharme.
—¡Qué buena idea! —respondió la homenajeada, que ya sentía las señales de su salud debilitada—. Creo que yo también me iré!
—¡Claro que no! —le dijo la reina—. Es tu fiesta.
Con su habitual temor a equivocarse, Thatcher le hizo caso.
Pocos años después, cuando ya la ex primera ministra estaba muy enferma, Isabel II manifestó que le gustaría asistir a su funeral en caso de poder hacerlo. “El único de sus primeros ministros al que le había brindado ese privilegio había sido Winston Churchill", destacó Moore.
Por entonces hasta la propia Thatcher hablaba de los preparativos para el día de su muerte. Pero “la expectativa de la presencia de la reina cambió las actitudes”. Algunos especularon con un funeral estado; por fin se acordó un funeral ceremonial, apenas un peldaño más abajo pero menos controversial: no requería una moción de la Cámara de los Comunes. Considerando que algunos de los carteles de los manifestantes que se acercarían a las exequias dirían “¡Púdrete en el infierno!” y “Murió la bruja”, evitar la discusión política fue una decisión razonable.
Isabel II y el príncipe Felipe encabezaron el funeral de Margaret Thatcher, al que asistieron 2000 personas, entre ellos Dick Cheney y Henry Kissinger. (AFP)
Margaret Thatcher murió el 8 de abril de 2013 en una habitación del hotel Ritz, invitada por los dueños desde su última internación —además de las isquemias que afectaban su cerebro, tenía cáncer de vejiga— después de la navidad de 2012. “El funeral se realizó el 17 de abril de 2013 en la capilla del Parlamento, y se anunció que la reina asistiría”, recordó el libro. Durante la ceremonia estuvieron unas 2000 personas, encabezadas por la reina y el duque de Edinburgo; entre los visitantes se contaron F. W. de Klerk, Dick Cheney y Henry Kissinger.
Cuando el ataúd salió del templo, alguien pidió tres vivas para Thatcher; al tope de la escalera, la reina se quedó mirando el espectáculo. “El obispo Chartres, detrás de ella, quedó impresionado por su ‘inmovilidad hierática’ mientras observaba la despedida señorial de su octava primera ministra".
La terrible relación con sus hijos mellizos
A pesar de sus orígenes humildes, Thatcher parece haber aprendido con menos dificultad cómo vincularse con la alteza máxima que con sus propios hijos. Mark y Carol nacieron por cesárea seis semanas antes de tiempo, justo cuando su madre se convirtió en abogada. Siempre se llevaron mejor con el padre, Denis, que con ella.
Denis Thatcher celebra la victoria de su esposa, Margaret Thatcher, junto al hijo de ambos, Mark. (Clive Limpkin/Daily Mail/Shutterstock)
Mark se casó con la hija del dueño de una empresa automovilística y durante un tiempo participó en el rally París-Dakar. En una ocasión, con la piloto Charlotte Verney y un mecánico, se perdió en el Sahara. Seis días más tarde los encontró un avión del ejército argentino y, lejos de la gratitud, Mark mostró la irritabilidad que lo caracterizaría durante el gobierno de su madre.
“Era un malcriado que se comportaba realmente mal”, citó Herself Alone a dijo un funcionario estadounidense superior que lo trató. “Explotaba la posición de su madre.” Como si el primer ministro fuera él, hacía escándalos si no lo ubicaban en la mesa principal de un evento, presentaba “toda clase de objeciones” y en general ”era extremadamente difícil".
Moore recordó que “The Observer denunció la participación de Mark en un polémico contrato de construcción en Oman”; también The Guardian publicó en su tiempo el testimonio de dos personas que lo acusaron de haber cobrado “una comisión millonaria” por un contrato que su madre firmó con Arabia Saudita en 1985. Si bien Margaret Thatcher debió auxiliar a su hijo en más de una ocasión por sus problemas financieros, se estima que Sir Mark —heredó el título de barón a la muerte de su padre— acumuló unos £ 60 millones. Desde 1986, para cambiar su domicilio fiscal, dejó de residir en el Reino Unido.
Carol, la otra hija de Margaret Thatcher, es periodista.
La política poderosa “también tenía dificultades con Carol”, siguió Moore. "Lady Thatcher tendía más a ser indulgente con los hombres que con las mujeres. Aunque ella fue ferozmente leal a su hija en su carrera de periodista —nunca perdonó a Max Hastings por haberla despedido del Daily Telegraph— ella deseaba que Carol pudiera de algún modo ser una persona diferente: más elegante, menos casual, alguien que pudiera asentarse, casarse y tener hijos. Desde luego, Carol se molestaba por ese deseo más bien fútil de su madre de cambiarla. En ocasiones llegó a decir, como una adolescente: ‘Odio a mi madre’”.
Carol se volvió famosa y participó en realities como I’m a Celebrity… Get Me Out of Here! y Most Haunted. Hizo un libro sobre su padre, otro sobre el ascenso político de su madre y un documental sobre la guerra de Malvinas, Mummy’s War, que la llevó a enfrentar en Argentina a las madres de soldados muertos: “Estábamos en guerra”, les dijo; “nosotros ganamos, ustedes perdieron”. Pero quizá la máxima falta de consideración de Carol Thatcher haya sido el libro que publicó poco antes de la muerte de su madre, en el que detalló su decadencia mental.
“Mark está arruinándote la vida”
“Mark, quien había regresado a Gran Bretaña desde los Estados Unidos apenas su madre lo llamó para decirle que renunciaba, apareció para ayudar. ‘Vio la oportunidad de manejar la vida de su madre’ recordó Amanda Ponsonby. ‘Tenía buena intención, pero no era el mejor organizador’”, citó Moore. Y así, mientras Carol “mantenía la distancia”, el intentó montar una oficina y crear una Fundación Thatcher. “Si algún miembro de la familia tuvo poder en esa situación, fue Mark".
Cuando debió dejar el poder abruptamente, Thatcher quedó por completo desorientada. (Monty Fresco/Daily Mail/Shutterstock)
—Dios mío, todo ha terminado —le dijo la secretaria de su madre, Crawford, al verlo.
—No, Crawfie —respondió Mark—. Esto apenas empieza.
Desde su perspectiva, “él ejercitaba la responsabilidad de un hijo sobre sus padres y rescataba a su madre, a quien describía como ‘extremadamente dubitativa y deprimida debido a los hechos recientes’”, siguió el libro. “Cada tanto caía desde los Estados Unidos, lleno de ideas y ansioso por capitalizar la ‘marca’ Thatcher”. Pero en la práctica funcionaba como un portero que administraba el acceso a su madre, sin poder lograr organizar mucho. Los colaboradores de ella lo describieron como alguien que “no era un buen compañero” y "no informaba a nadie sobre sus conversaciones y actividades”.
La puesta en marcha de la fundación marcó un límite. El personal de la oficina de su madre se quejaba: “Las intervenciones de Mark Thatcher eran cada vez más difíciles de administrar”. El ex embajador americano en Londres, Walter Annenberg, quien era amigo de la ex primera ministra, y un hombre rico, “en privado le manifestó que ella no lograría recaudar dinero para la Fundación Thatcher que se proponía hacer en tanto Mark estuviera involucrado”. Los potenciales patrocinadores del emprendimiento “pensaban que debía gestionarse con objetivos estrictamente filantrópicos” y que no debía estar a cargo de “alguien que que sólo podía, por razones impositivas, estar en Gran Bretaña por 90 días al año”.
Los Thatcher acompañados por su hijo Mark. (Shutterstock)
Algunos comentarios se filtraron al Sunday Times, que publicó: “‘Mark está arruinándote la vida’, los amigos le dicen a Thatcher”.
Pocas horas antes de hacer el anuncio oficial de la fundación, un control interno descubrió que “Mark había apresurado el desarrollo del proyecto sin cumplir con los requisitos legales y financieros para que fuera sin fines de lucro”; poco después la Comisión de Beneficencia le negó el estatus caritativo porque la fundación “realizaba demasiada obra política”. Julian Seymour, encargado del equipo de Thatcher desde 1991, tomó las riendas del asunto.
Mark también intentó intervenir en el contrato por las memorias de su madre. Primero “quiso hundir las negociaciones, porque pensaba que podía sacarle más dinero a Robert Maxwell (incluida, según se dice, una comisión de intermediario de USD 1 millón para sí mismo)”; el Sunday Times, de otro interesado, Rupert Murdoch, lo denunció, y el libro quedó en la nada. Un agente literario estadounidense intervino y consiguió un contrato con HarperCollins, que se estimó en su momento en unos £ 6 millones, por los volúmenes que serían Los años de Downing Street y El camino hacia el poder.
Mark detenido en Sudáfrica
Margaret Thatcher publicó en vida dos tomos de memorias y una colección de documentos. (Reuters)
A su manera, Mark quería a su madre, pero la relación era muy tensa. Cada vez que la visitaba los asistentes de Thatcher notaban “un aumento agudo en sus niveles de ansiedad”. Él, impulsado a “compensar su ausencia”, hacía cambios sin consultarla, como sacar de las ventanas las macetas con flores. “En algunas ocasiones se le escuchó gritar a su madre, quien nunca había sido buena a la hora de ponerle límites", describió Moore. Un miembro de su equipo recordó cómo ella ‘se apichonó’ cuando él le dijo, enojado, que había viajado con el portafolios equivocado, no el que él le había regalado. Él solía ser generoso con ella, pero su presencia no la tranquilizaba, precisamente”.
En 2004, cuando la salud de su madre ya era mala y él vivía en Sudáfrica, “Mark fue arrestado por su presunta participación en un complot para un golpe de estado en Guinea Ecuatorial (conocido como el golpe de Wonga), que fracasó cuando los mercenarios fueron detenidos, camino a su objetivo, en Zimbabwe. Sir Mark fue acusado de ayudar a financiar un helicóptero necesario para el golpe, por pedido de un ex militar británico, Simon Mann. Fue detenido en su casa de Ciudad del Cabo”.
La situación era difícil; Mann, que pagó el episodio con varios años de prisión, comprometió mucho al hijo de Thatcher. Mark negoció con la fiscalía: fue sentenciado a cuatro años sin cárcel efectiva: un tiempo de arresto domiciliario y una multa de 2 millones de rands.
Poco después de la muerte de su padre, Denis, a cuyo funeral asistió con Margaret Thatcher, Mark fue arrestado en Sudáfrica por haber financiado un intento de golpe en Guinea Ecuatorial. (Alisdair Macdonald/Shutterstock)
“Para Lady Thatcher el episodio fue naturalmente muy angustiante, y sucedió cuando, todavía recuperándose de la muerte de Denis, estaba débil para recibir un nuevo golpe", contó Herself Alone. Como otras veces había pagado las cuentas de Mark en esta ocasión fue prudente: “Ella sabía cómo eran las cosas con su hijo”, dijo Seymour a Moore. Quería ayudarlo pero "sabía que no podía ser arrastrada en el proceso y correr el riesgo de que se convirtiera en un escándalo político”. Por fin pagó el dinero, unas £175.000, y su hijo le cedió obras de arte de Edward Seago que eran de su propiedad pero estaban en la casa de ella.
El libro sorpresa de Carol
La comunicación entre Thatcher y su hija era tan escasa que una vez, cuando Carol preparaba un libro sobre su padre, Below the Parapet, y fue a la oficina de ella para buscar documentación de los años de su compromiso, nadie tenía idea de por qué los querría. Pero la verdadera sorpresa —literalmente: no dijo nada— fue la publicación en 2008 de una descripción minuciosa de la demencia senil de la ex primera ministra, el libro A Swim-on Part in the Goldfish Bowl.
“Carol hizo el primer relato público de la demencia y la pérdida de memoria que sufría su madre. Aunque el ocaso mental de Lady Thatcher no era un secreto precisamente, nunca se había reconocido en público, para proteger su privacidad”, destacó Moore. “Por eso la narración de Carol escandalizó al personal y a los amigos de Lady Thatcher. Carol no les había avisado que iba a hacerlo público”.
Los colaboradores de Margaret Thatcher intentaron ocultarle que su hija había publicado un libro en el que exponía en detalle su demencia senil. (Mike Floyd/Daily Mail/Shutterstock)
Según el libro, Carol había notado los primeros síntomas de su madre en el año 2000, cuando confundió la guerra en Bosnia con la guerra en Malvinas. “Los días malos apenas podía recordar el comienzo de una oración cuando llegaba a su final”, escribió.
El equipo de Thatcher quiso esconderle las revelaciones de Carol. “Controlaban cuidadosamente los periódicos que le mostraron apenas se conoció la historia”, relató Moore. Pero una tarde, cuando Lady Thatcher miraba televisión, vio el anticipo de una entrevista con su hija, que decía algo así como ‘Hablamos con Carol Thatcher sobre cómo sobrelleva la enfermedad de su madre’".
Thatcher se enfureció. "Llegó a decir que iba a desheredar a Carol, y comenzó a dar pasos para hacerlo, pero finalmente Julian Seymour la disuadió”, detalló la biografía. En todo caso, el secreto ya había dejado de serlo: "La revelación de Carol inauguró, sin que ella lo quisiera, la temporada de caza”.
Poco antes de su muerte, en 2012, cuando se estrenó La dama de hierro, Thatcher no quiso verla. La película pintaba de manera tan precisa su decadencia y su casa que se llegó a pensar que alguien de confianza había ayudado a la producción. A pesar de todo, a Thatcher le importó saber cómo la había retratado Meryl Streep. Cuando le mostraron una foto de la actriz caracterizada como ella dijo: ‘Hmmm, es atractiva, ¿no?”.
Thatcher no quiso ver "La dama de hierro", pero pidió una foto para ver cómo se había caracterizado Meryl Streep. (AP)