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lunes, 8 de julio de 2024

Asalto a Monte Harriet por parte del 42 Commando

Nick Vaux comenta que operaron de noche con 42 Commando, realizando reconocimiento para realizar el ataque por el flanco derecho de Monte Harriet. Se hizo con mucho profesionalismo pero también con muchas bajas. Finalmente, el 11 de junio se realiza un bombardeo de artillería para ablandar las defensas lo que, según él, provocó mucha desmoralización y rendición de argentinos. El tipo iba escuchando por radio cómo la Compañía K que encabezaba el ataque se iba acercando a las posiciones nuestras. A los 300 metros lanzaron el ataque y lograron que muchos conscriptos (300 según su testimonio) se rindieran. La Compañía K no tuvo tantas bajas pero la compañía L la tuvo más peleada. Conquistaron la cumbre y de ahí fueron al Risco de Cabras (Goat Ridge) decidiendo si el ataque iba a proseguir por el 45 Commando o por ellos. Al final, estaban extremadamente cansados luego de conquistar la colina y decidieron fortalecer la posición por prevención a posibles contraataques argentinos. Estuvieron 2 días. Sufrieron 2 muertos (dos cabos) y 26 heridos según el relato.
Al final lo vinieron a buscar en helicóptero y lo llevaron a la casa del gobernador cuando se negociaba la rendición. Pero él desembarcó solo y se encontró rodeado de tropas argentinas por lo que disimuladamente se fue caminando a una calle cercana donde estaban apareciendo paracaidistas británicos a quienes les susurró que hagan de cuenta como si él perteneciese a su regimiento.
Luego se embarcaron en el SS Canberra y volvieron a Inglaterra.


domingo, 5 de enero de 2020

Monte Harriet: La sección olvidada que combatió hasta el final

La "sección olvidada” que combatió en Monte Harriet: los ingleses tuvieron que usar proyectiles antitanque para terminar con su resistencia en Malvinas

Durante la guerra de 1982, una parte de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada quedó sin un destino en las islas. Lucharon en el Monte Harriet, pero como no figuraban en ningún registro de una unidad de combate, recién serían reconocidos hace pocos años cuando ellos mismos comenzaron a identificarse como integrantes de “la sección olvidada”
Por Adrián Pignatelli || Infobae









La batalla de Monte Harriet comenzó la noche del 11 de junio de 1982 cuando un marine inglés pisó una mina antipersonal colocada por los argentinos

Pablo Oliva era un teniente de 26 años, casado, dos hijos, su esposa embarazada de mellizos, aunque aún la pareja lo ignoraba. Era ingeniero militar y hasta el momento de la guerra se desempeñaba como instructor en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. Cuando estalló la guerra pasó a integrar la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, cuyo Estado Mayor se estableció en Puerto Argentino.

Oliva le explicó a Infobae que “entonces empezó a sobrar gente; nuestra compañía estaba conformada por mecánicos motoristas, de explosivos; conductores, enfermeros, personal de comunicaciones y de intendencia, entre otros. Sólo uno era de infantería. De pronto éramos entre 45 y 50 hombres, que estábamos en la capital de las islas, que integrábamos un remanente sin destino”.

La III Brigada estaba conformada por los regimientos de Infantería 4, 5 y 12, por el Grupo de Artillería 3, la Compañía de Ingenieros 3 y la Compañía de Comunicaciones 3. Y tenía su Compañía de Comando y Servicios.

Este “remanente sin destino” fue agregado al Regimiento de Infantería 4, al mando del teniente coronel Diego Soria. Oliva, que en un primer momento iba a ser asignado como oficial de comunicaciones del general Omar Parada, de pronto se vio al mando de la compañía, ya que su jefe debió ser trasladado al continente por un caso de pie de trinchera.



Algunos de los miembros de la "Sección Olvidada" de Monte Harriet

Como Soria ya tenía distribuida sus fuerzas, este grupo fue enviado a la ladera sur del Monte Harriet. Armaron los pozos de zorro en la media pendiente, debajo de la posición de los morteros pesados del Regimiento 4. Más arriba, en ese monte particularmente alargado de este a oeste, se ubicó Soria y el grueso de la unidad.

Oliva dividió a la sección en tres grupos, cada uno de ellos conformado entre 12 y 14 hombres.

Recibían el racionamiento del Regimiento 4 y hasta el 10 de mayo cocinó el sargento Corradini, luego lo hicieron los propios soldados.


El ataque inglés

La noche del 11 de junio los ingleses iniciaron el ataque al Monte Harriet. Lo hicieron con el Comando 42 de los Royal Marines, con un batallón de la Guardia Galesa y con el apoyo de artillería del buque Yarmouth. Tenían planeado un ataque sorpresa, que se frustró cuando un británico -el marine Mark Curtis de solo 17 años- pisó una mina anti personal.


 
Croquis del combate en Monte Harriet, en la ladera sur, donde estaba la Sección Olvidada. En el centro está señalizada como "sección Oliva"

Los integrantes de la sección de Oliva fueron los primeros en entrar en combate con los británicos. “Yo estaba en el medio de mis 45 hombres, en una posición más cercana a Puerto Argentino. Ellos lograron abrir una brecha en el medio y continuaron subiendo, ya que su objetivo era el de tomar la cima del monte”.

Según los testimonios de los atacantes, encontraron una fuerte resistencia de los defensores, que disparaban sus ametralladoras calibre 50 con mucha precisión, lo que los hizo frenar el ataque durante dos horas. Los británicos debieron usar proyectiles antitanque para doblegar la resistencia argentina.


La posición que ocupó Oliva. Foto tomada en 1982. Por respeto, se quitó de foto el cuerpo de un soldado argentino.

Fue en ese combate donde fue herido el cabo Héctor Pereyra, también integrante de esta “sección de rejuntados”, como él mismo lo definió. Su historia fue contada por Infobae el 5 de octubre (“Bendito sea Dios que me permitió encontrarte”: el marine inglés que buscó al soldado argentino que había sido su prisionero en Malvinas”)


La posición de Oliva, en la actualidad.

Oliva alcanzó a replegarse con seis soldados y dos suboficiales.

Mientras tanto, el combate también se desarrollaba en la ladera norte. Allí, entre el 8 y el 9 de junio, el entonces subteniente en comisión Lautaro Jiménez Corbalán –que el 10 de junio cumplió 20 años en medio del combate- junto a diez soldados de la misma sección había rechazado un ataque inglés.

Pero la arremetida final enemiga, que había comenzado el 11 de junio a las diez y media de la noche, hizo que a las 7 de la mañana cayeran parte de las defensas y las de Corbalán serían las últimas en ser sometidas.

A las 9 de la mañana el Monte Harriet estaba en manos inglesas.


Mendoza y Oliva en Darwin, con la bandera de la Sección Olvidada

Jiménez Corbalán intentó llegar al Monte William, donde se seguía combatiendo, junto a los soldados Alberto Flores y Carlos Salvatierra. A sabiendas que estaba cruzando un campo minado argentino, un explosivo lo hizo volar por el aire, quedó herido del lado izquierdo de su cuerpo y temporariamente sordo. Terminó siendo evacuado a Puerto Argentino.

La sección olvidada tuvo tres caídos: el sargento infante Héctor Montellano y el cabo de intendencia Oscar Labalta, que murieron cuando un proyectil inglés estalló en el ataque del 8 al 9 de junio dentro del pozo de zorro donde se encontraban; y el soldado clase 62 Juan Raúl Serradori, oriundo de Curuzú Cuatiá, quien falleció el 11. Además, los 14 hombres de grupo donde estaba el cabo enfermero Pereyra terminaron todos heridos.

La libreta de Corbalán

Cuando Jiménez Corbalán fue trasladado al Canberra, le quitaron cuatro rollos de fotografías que había tomado con su Kodak Instamatic. También quisieron quedarse con una libreta en la que, día a día, iba anotando sus impresiones. En la tapa había escrito en español y en inglés “favor de entregar esta libreta a la familia Jiménez Corbalán…”


La libreta de Jiménez Corbalán.

En un inglés básico aprendido en el Colegio Militar, Corbalán argumentó que estaba amparado por las leyes de la Convención de Ginebra. No hubo caso. Cuando el inglés cargó su fusil para hacerse de la libreta como sea, apareció un sargento mayor. Luego de echarle una rápida hojeada, se la devolvió. “Es lo único que traje de allá; estaba convencido de que era un tesoro que debía trascender”, dijo.

Los olvidados de la posguerra

Los miembros de la sección olvidada del Monte Harriet no se volvieron a ver. Curiosamente, la primera referencia de este grupo de combate fue inglesa, que en libros militares referencian los llaman la “sección Oliva”, tomando el nombre del teniente que los había comandado.

En la actualidad, Manuel Larrosa vive en Tandil. Es un suboficial mayor retirado que, orgulloso, aclara que nació en Ibarreta, una localidad del sudeste de Formosa, a donde viaja regularmente a visitar a su familia. En la guerra, contaba con 23 años años. “Era cabo de intendencia y estuve en el Monte Harriet, en la ladera la que mira hacia el mar, cerca del camino”.

Él, como el resto de esta sección, sentía que no pertenecían a ninguna unidad. Habían ido como integrantes de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, pero habían combatido con el Regimiento de Infantería 4, aunque no integraban formalmente esa unidad.

Por el 2001, cuando conoció a Jiménez Corbalán, nació la idea de reunir a los miembros de la sección. La casualidad quiso que, estando en Luján, se cruzase en la calle con Oliva. “Mi teniente”, alcanzó a escuchar Oliva quien se había retirado como coronel mayor y que entonces daba clases en la Escuela Industrial Nº1 de esa ciudad. Hace cinco años que es el director de esa escuela y su mayor orgullo es que los veteranos lo sigan llamando “teniente”.

Sabían que la segunda semana de junio en Monte Caseros, se reunían los veteranos de guerra del Regimiento 4. Y en el 2012 se aparecieron con una bandera con la leyenda “La sección olvidada”.

Las primeras reuniones sirvieron para conocerse, para mirarse a la cara y contarse lo que habían vivido allá.

Luego, comenzaron a participar de las conmemoraciones, y hasta de los desfiles. Se acercaban veteranos de diversos puntos del país. La voz se corría y el grupo fue creciendo.

En la plaza de armas del regimiento, en Monte Caseros, delante del monumento conmemorativo a Malvinas se encuentran cruces blancas con los nombres de los caídos de esa unidad. Se agregaron tres cruces, que recuerdan a Lavalza, Montellanos y Serradori. Si habían combatido con ellos.

Monte Harriet, 37 años después

El 9 de marzo de este año, Larrosa, Oliva, Jiménez Corbalán, junto al coronel médico Rubén Cucchiara, el mayor retirado Miguel Mosquera y el entonces soldado Alberto Flores, viajaron a las islas y, por supuesto, recorrieron milímetro a milímetro Monte Harriet. Cada uno identificó su posición y hasta Larrosa encontró su viejo mate, partido a la mitad, que se lo trajo junto con pequeños trozos de sus guantes, del poncho de plástico y de la manta que usó en la guerra.

Lautaro Jiménez Corbalán, que es autor del libro Malvinas. En primera línea. Vivencias y anécdotas de integrantes del Regimiento de Infantería 4, está hoy preparando la historia de la sección olvidada del Monte Harriet.

“Hicimos lo que pudimos”, remarcó Larrosa. “Pero después de la guerra, hicimos mucho”. Ayudó a sacar de las sombras a una sección que nunca más será olvidada. Una misión por demás cumplida.

jueves, 17 de octubre de 2019

Amigos y enemigos se encuentran por un casco

“Bendito sea Dios que me permitió encontrarte”: el marine inglés que buscó al soldado argentino que había sido su prisionero en Malvinas

En 1982 los dos tenían 18 años. Cuando Héctor Pereyra estuvo prisionero, Andy Damstag le prestó su casco en medio de los bombardeos. El cabo tuvo que entregar el suyo. Al final de la guerra el argentino herido alcanzó a devolvérselo, pero el suyo quedó en poder de su custodio. Cuatro décadas después la historia tuvo un final de redención y amistad
Por Adrián Pignatelli ||  Infobae


 
Dos soldados que intercambiaron sus cascos, Héctor Pereyra y Andy Damstag, son otra vez protagonistas de una conmovedora historia de redención a cuatro décadas de la guerra de Malvinas


Durante el 9 y 10 de junio, los ataques ingleses sobre las posiciones argentinas habían recrudecido. El 11 de junio el fuego británico barría la ladera del Monte Harriet, defendido por 390 hombres, la mayoría del Regimiento de Infantería 4. El enemigo disponía de una superioridad de cuatro a uno.


Parapetado en una de las rocas estaba el cabo enfermero Héctor Pereyra, de 18 años. Unos meses antes el joven cursaba en la Escuela de Suboficiales General Lemos los estudios de su especialidad. Una vez conocida la recuperación de las islas, el 2 de abril de 1982, le dieron las jinetas de cabo y lo asignaron a la Compañía Comando y Servicio perteneciente a la III Brigada de Infantería. El 25 de abril ya estaba en Malvinas.

Durante cinco días, permaneció junto a su unidad en el aeropuerto. Luego, hasta el 11 de mayo, ocupó posiciones en un viejo puerto. Los tremendos bombardeos que los ingleses efectuaron el 1 de mayo, lo enfrentó por primera vez a la sangre que se derrama en una guerra: tuvo que asistir a sus compañeros heridos.

 
El cabo Héctor Pereyra en 1982, Malvinas

Hoy, 37 años después y desde Gualeguaychú, donde reside, Héctor recuerda aquellos días frente a Infobae: “El 11 de mayo dividieron a la compañía en dos: una parte iría a Puerto Howard y la otra a Monte Kent".

Las batallas ya eran cruentas, y luego de la caída de Pradera del Ganso, Pereyra revela que "quedamos un poco solos, ya que todos se replegaban en dirección a Puerto Argentino. Nosotros lo hicimos hacia Monte Harriet”.

Y es donde comenzó esta historia.

Ataque al Monte Harriet

El 12 de junio, Monte Harriet era un verdadero infierno. Los ingleses avanzaban en el terreno escarpado de la ladera, tenazmente defendida por los argentinos. En una de las trincheras, se encontraba Héctor Pereyra.

Uno de los británicos que participaba del ataque era Andy Damstag. “Encontramos una feroz resistencia de las posiciones argentinas; sus ametralladoras de 50 mm no dejaban de disparar con mucha puntería. Nuestro avance se vio obstaculizado aún más por el fuego de armas de menor calibre”, relata a Infobae desde su casa en Bolton, Reino Unido.


 
Andy Damstag, tenía 18 años y pertenecía al 42 Commando de los Royal Marines

Damstag, con sus 18 años, se había enlistado en los Royal Marines ni bien terminó sus estudios secundarios, a los 16. Fue a la guerra como uno de los miembros del equipo de armas anti tanque. Integraba la Compañía Lima de los 42º Commando de los Royals Marines. Sólo tenía una vaga idea de dónde quedaban las islas, y cuando desembarcó el paisaje le hizo recordar a Dartmoor, una localidad en Devon, donde su unidad tenía su base y dónde se había entrenado.

A dos horas de iniciada la batalla, las secciones de avanzada británicas estaban inmovilizadas a pocos metros de las trincheras argentinas. Damstag remarca que “estábamos lo suficientemente cerca como para que ambos bandos pudiésemos lanzar granadas”.

Los británicos decidieron neutralizar la resistencia argentina disparando un proyectil anti tanque contra las trincheras que tenían enfrente, a escasos 30 metros.

Un explosivo cayó en la posición que Pereyra ocupaba con el cabo Carlos López. Pereyra fue gravemente herido: fractura de tibia y peroné, heridas en la mano y hasta el duvet se le estaba incendió. Comenzó a perder sangre.

Los argentinos iniciaron el repliegue. No habían advertido que dejaban en el campo a dos cabos heridos. Entonces, el soldado Clemente Bravo volvió sobre sus pasos. En medio del fuego enemigo, tomó a Pereyra y comenzó a subirlo. Alcanzó a llevarlo unos metros, cuando se percataron que tenían a los ingleses demasiado cerca.

El inglés precisó que “vi por el rabillo del ojo a dos soldados argentinos desplomados contra la pared de la trinchera a solo un metro de distancia con las manos en alto. Tomé mi fusil y me lancé al suelo, apunté con mi arma hacia ellos, con el dedo en el gatillo y comencé a gritarles que no se movieran”.

“Después de un par de minutos de un completo pandemonio, recuperamos el control de nosotros mismos y avanzamos para buscar a los dos soldados; descubrimos que ambos estaban heridos, llamamos al médico que vino rápidamente”.

Revisaron a los heridos. Les quitan el correaje, la pistola reglamentaria. Y el casco.

“Quedé desprotegido sin el casco”, remarcó Pereyra. Alguien de sanidad inglés, no sabe si fue un médico o un enfermero le cortó la hemorragia, y lo dejaron junto a otro herido bajo custodia de dos británicos. Uno de ellos era el propio Andy Damstag. Era de noche y había comenzado a nevar.



 
Héctor Pereyra tenía 18 años y era cabo enfermero durante la guerra

Como se seguía combatiendo y continuaba disparando la artillería argentina, el propio Damstag arrastró a Pereyra hasta detrás de una roca grande para protegerlo y le dio su casco, que lo llevaba enganchado en su correaje. Ese día los británicos pelearon con sus boinas verdes para reconocerse entre ellos.

“Con mucho esfuerzo, comenzamos a hablar –cuenta hoy Andy-. Dialogamos sobre la guerra, de fútbol y la familia, mientras fumábamos e intercambiábamos dulces por cigarrillos y compartíamos agua de nuestras cantimploras”.

El soldado inglés quiso llevarse un recuerdo. Tomó el caso del argentino y lo enganchó en su correaje.

Fue en ese momento en que se produjo una gran explosión proveniente de la artillería argentina, y soldados de ambos bandos se zambulleron al piso. Andy quedó debajo de un grupo de argentinos. Una intensa lluvia de tierra y metralla los cubrió.

Dos horas más tarde, el combate había finalizado y los ingleses bajaban de la cima del cerro con más argentinos prisioneros. Se improvisaron camillas. En una de ellas, colocaron a Pereyra quien, antes que se lo llevaran, se quitó el casco y se lo devolvió a su dueño. Damstag acotó que “cuando nos despedimos, nos dimos la mano, fue un momento emocionante”.

Nunca más se verían.

La vida continuó

Pereyra fue trasladado a un hospital de campaña en Fitz Roy y de ahí a Darwin, donde le extrajeron una esquirla. Finalmente, en el buque Uganda lo operaron de la doble fractura. Junto con otros 200 heridos, fue trasbordado al Bahía Paraíso.

En 1985 Pereyra, que había nacido en San Isidro y se había criado en Pilar, se casó y formó una familia en Gualeguaychú. Cuatro hijos –dos varones y dos mujeres- y ocho nietos. “Llevo una vida tranquila, con una gran compañera”, afirma.

 
Héctor junto a su familia en Gualeguaychú

Hace un par de años se retiró como Suboficial Principal Enfermero y además de la jubilación, cobra la pensión de veterano de guerra. Su esposa aporta a la economía familiar con un negocio de artículos de librería.

Mate en mano, le cuenta a Infobae: "No soy un activo malvinero; fui convocado para la guerra, y era mi obligación hacerlo”.

El llamado

Pero esos sentimientos le dieron un vuelco la noche del domingo 1 de septiembre pasado, cuando recibió el siguiente Whatsapp:

“Hola, Héctor, mi nombre es Andy cuando era un joven Royal Marine, te conocí a ti y a tu amigo durante la batalla del Monte Harriet en las Malvinas, si recuerdas, intercambiamos cascos (porque quería un recuerdo de nuestra reunión) cuando vinieron a despegar la montaña, me devolviste el casco, ahora me gustaría devolverte el casco. Un amigo mío dice que son valiosos para los coleccionistas, pero te lo presté hace treinta y siete años. Así que ahora quiero que lo recuperes”.

Acompañaba el mensaje con una fotografía del casco.

 
Andy con el casco de Héctor. Pudo encontrarlo ya que el cabo argentino había anotado su nombre en el interior del mismo


Inmediatamente, Héctor le respondió:

“Gracias por contactarme, amigo. Estoy muy feliz de verte lucir bien, han pasado más de treinta y siete años desde la última vez que nos vimos y me alegra poder hablar como amigos (a pesar de que hablamos diferentes idiomas), por favor manténgase en contacto, así puede devolverme el casco que me dejaste la primera noche que nos conocimos… es increíble verte y hablar contigo”.

Se contaron de sus vidas como viejos camaradas, de los años de servicio y de estos años en que eligieron la calma y la paz. “Bendito sea Dios que me permitió encontrarte y tenerte como amigo. Serviste bien a tu país y ahora merecés una vida pacífica”, cerró Andy. Y hubo lágrimas de los dos lados les océano.

“El casco vuelve a casa”

Durante los años que Damstag sirvió en el ejército en distintos puntos del mundo, llevó consigo el casco argentino. Le confiesa a Infobae una duda que lo persiguió durante casi cuatro décadas: “Durante años me pregunté que habrá sido de aquel joven soldado, si había sobrevivido, si tenía familia, qué había sido de su vida... y un montón de interrogantes que creía nunca tendría respuestas”.


 
Damstag junto a Adriám Venis y el capitán Moretto, funcionarios de la embajada argentina en Londres, el día que entregó el casco

Damstag dejó el ejército y hace años trabaja en el departamento de reciclaje en el ayuntamiento de Bolton, la ciudad donde nació, en el noroeste de Gran Bretaña. Con su esposa Liz tuvieron tres hijos –dos varones y una mujer- y ya es abuelo de cuatro nietos.

La historia que Héctor desconocía es que Marta Ransanz, que se define como “malvinera por pasión” es una abuela, ya viuda, que abrazó la causa de Malvinas y despliega una vasta actividad en redes sociales. Un inglés, Rick Strange, amigo de Andy, le pidió que lo ayudase a ubicar a un tal Pereyra. Ella pudo conseguir los datos para que ambos veteranos se contactasen. “Es un trabajo que tengo orgullo de llevar adelante”, aclaró sobre su pasión por Malvinas.

Finalmente, el día llegó. Damstag, acompañado por su esposa Liz, concurrió a la embajada argentina en Londres. “Fui atendido por Adrián Vernis y el capitán Moretto y en un sencillo acto devolví el casco. Fue un momento emocionante”, recordó.

 
El último adiós. Andy Damstag se despide del casco argentino que guardó durante 37 años.

Antes de despedirse de aquella pieza de guerra, que fue trofeo y amuleto, Andy besó el casco. Y sorprendió a los funcionarios argentinos. El marine lo explica así: “Cuando llegó el momento de irme, besé el casco por última vez porque sabía que era la última vez que lo vería, lo había atesorado durante treinta y siete años, pero ahora finalmente se iba a casa”.

Héctor ya tiene planes para cuando en los próximos días se lo entreguen. Lo colocará en una suerte de pecera de vidrio, junto con su chapa de identificación, para que todos puedan apreciarlo: “La guerra fue horrible, pero es bueno que se conozcan estas cosas”.

miércoles, 12 de julio de 2017

Jimenez Corbalán y Wheen, dos historias en Monte Harriet

Pudieron haberse matado en la misma batalla: Infobae los reunió 35 años después
Combatieron en Monte Harriet. Con las balas silbando sobre sus cabezas. El Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán, del Regimiento 4 de Monte Caseros, y el Teniente Coronel David Wheen, del 42 Comando de los Royal Marines, vuelven a estar frente a frente para hablar de los horrores de aquella guerra, el coraje y los miedos, la paz y reconciliación 
Por Gaby Cociffi | Directora Editorial de Infobae



-Yo te tuve en la mira, dice el marine inglés.
-¿Por qué no me mataste?, pregunta el soldado argentino.
-Porque no teníamos suficientes municiones.

Los hombres, con sus uniformes y sus medallas de guerra, se estrechan con firmeza las manos. Esas mismas manos que hace 35 años cargaban un arma, colocaban su dedo índice en el gatillo y descargaban una lluvia de fuego y sangre contra sus enemigos.

"Era matar o morir", coinciden.


El Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán -subteniente en 1982, Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, Corrientes- y el Teniente Coronel David Wheen -capitán en aquel entonces, 42 Comando de los Royal Marines- aceptaron la propuesta de Infobae en este aniversario de Malvinas: volver a estar frente a frente como en aquella lejana y cruenta batalla en Monte Harriet.

Seiscientas cuarenta y nueve cruces con los nombres de los caídos en la guerra rodean a estos veteranos. Es una réplica del cementerio de Darwin de Malvinas, pero con una cruz por cada uno de los muertos, el cenotafio en la localidad de Pilar, Provincia de Buenos Aires. Allí se produce el encuentro. La rigidez de sus uniformes no alcanza para esconder la emoción.

El soldado argentino está parado al lado de una cruz en cuya chapa se lee: Hipólito González. "Era cabo, murió en la batalla", explica. "En mi sección de 45 soldados tuve 5 muertos y 15 heridos. Todos los días de mi vida me acuerdo de mis hombres, de los que quedaron allá en las islas".

El marine británico se queda en silencio, las manos juntas, como si estuviera orando. "Por suerte yo no tuve ningún muerto, pero sí heridos de gravedad. Uno de mis marines perdió la pierna al pisar una mina antipersonal y tardamos 15 horas en sacarlo de la línea de fuego por la resistencia que ustedes hicieron esa noche".


David Wheen, capitán del 42 Comando de los Royal Marines, cavando una trinchera en Malvinas

"Esa noche" es la del 11 de junio de 1982 en Monte Harriet. Una noche muy oscura y fría -siete grados bajo cero-, donde los británicos avanzaban a través de un campo minado. Los 42 Comandos -bajo las órdenes del teniente coronel Nick Vaux- debían tomar esa posición. David Wheen comandaba la Compañía L que marchaba en la primera línea de combate.

El fuego de artillería del Regimiento 4 -a cargo del teniente Coronel Diego Soria- demoraba el avance inglés. Jiménez Corbalán y sus hombres defendían el monte bajo un increíble bombardeo que llegaba desde una fragata en la costa.

El Harriet parecía estallar en llamas. Proyectil tras proyectil, metralla tras metralla, silbaban sobre las cabezas de los soldados. Se preguntaron si alguien iba a sobrevivir a esa noche. La negra madrugada  estaba iluminada por resplandores de bombas y balas trazantes. La escena parecía irreal, la sangre de los muertos no lo era.


Algunos de los oficiales del Regimiento 4 de Monte Caseros que combatieron en Malvinas. Lautaro Jímenez Corbalán (el tercero de pie, de derecha a izquierda) era subteniente y tenía 20 años

Desde las diez y media de la noche hasta la madrugada del 12 -"nueve y media de la mañana se rinden los últimos argentinos", aclara Jiménez Corbalán- combatieron frente a frente. Uno podría haber matado al otro. Pero ahora están aquí, de pie entre estas cruces blancas. Y hablan. Escuchémoslos.

David Wheen: En el instante en que ambos sobrevivimos a la guerra, y la pelea terminó, dejamos de ser enemigos. Nos convertimos en camaradas de armas.

Lautaro Jiménez Corbalán: En el momento de la batalla tenés que sobrevivir y tenés que matar. Pero no sentís odio por tu enemigo. Sólo cuando matan a un compañero… Ahí querés matar al otro, sale el instinto salvaje de querer eliminarlo.

DW: Es extraordinario poder estar frente a frente. Puede que hayamos tratado de matarnos el uno al otro, pero no por motivos personales sino porque eso era lo que nuestros trabajos requerían de nosotros. Yo no te odiaba, ¿por qué habría de hacerlo? No te conocía…

LJC: En ese momento nosotros tampoco teníamos odio. Eran nuestros enemigos. El problema es que existe una disputa ancestral entre los dos países por Malvinas. Eso fue lo que nos motivó a estar ahí, y llegado el caso a matar o morir.


Frente a la cruz que recuerda al Capitán de Fragata Pedro Giachino, caído el 2 de abril durante la recuperación de las islas Malvinas

-¿Por qué que valía la pena matar o morir por Malvinas?

DW: Cuando me llamaron al frente, cuando la guerra parecía inminente, lo primero que pensé fue "¿Por qué yo? ¿Por qué no podría haber sido el turno de alguien más?". Fue una conversación que tuve conmigo mismo: ¿Estaba dispuesto a ir a morir a esa guerra? ¿Era una causa justa?

-¿Sentían que era una causa justa?

DW: Lo era. Me di cuenta que estábamos haciendo lo correcto, que era algo por lo que valía la pena morir. Solo después, ya en las islas, se volvió un tema de matar o ser matado. Es muy difícil darse cuenta de eso hasta que llega el momento en que uno está protegiéndose de las balas…

LJC: Yo fui por la Patria, porque era una causa justa. Pero en el día a día la supervivencia es por tu compañero. El que tenés al lado es la síntesis de la Patria, ¿sabés por qué? Porque en los Regimientos no somos todos amigos y venimos de distintos lugares y culturas, pero todos somos argentinos.


El entrenamiento de los Royal Marines en el Canberra. Antes de Malvinas Wheen había estado preparando a los comandos durante tres meses en el frío de Noruega

-¿Qué recuerdan de aquella terrible batalla?

DW: Mi compañero recibió disparos en ambas piernas a 100 metros de la línea de salida del Monte Harriet. Mi operador de radio, que estaba a mi lado, también recibió disparos en ambas piernas. Pensé: "Esta va a ser una noche terrible". Fue una noche terrible. Fue una noche memorable. Pero sobrevivimos y estamos acá para compartir la experiencia.

-¿Tiene un soldado miedo a morir en la guerra?

LJC: Es desesperante pensar tu propia muerte. Te das cuenta que te falta mucho por vivir y que en un segundo se termina todo. Pero tener la certeza de que vas a morir es la mejor forma de preparar el espíritu. Si no estás preparado para morir, no sos un soldado.

DW: Todos estábamos muertos de miedo. Pero si nos tocaba caer en la batalla iba a ser por una causa justa, porque una agresión no puede salir gratis. Dejé a mi mujer Vivian y a mis tres hijos pequeños de 7, 5 y 4 años -Lissa, Charles y Sarah- sólo porque pensé que la causa valía la pena.


Un óleo de un pintor inglés donde se representa la batalla del Harriet. El soldado con boina que aparece a la izquierda es David Wheen

La primera vez que soñó con ser un marine David Wheen tenía seis años. Vio a un comando cruzar el río colgado de una cuerda. "Quiero hacerlo", dijo. El marine tomó al niño, lo colgó en sus espaldas y se lanzó sobre las aguas. El chiquito de Devon, un condado al sureste de Inglaterra, nunca pudo sacarse de la cabeza a ese superhéroe de carne y hueso que lo había hecho vivir una aventura única. A los 17 años ingresó en el Commando Training Centre de Devon. Le siguió un durísimo entrenamiento en Noruega, mudanzas a Hong Kong, Singapur y Bangladesh, enfrentamientos en Irlanda del Norte y guerras de Irak y el Golfo para apoyar a los kurdos. "Amé ser marine durante 32 años, cada día de mi vida", resume Wheen.



Un óleo que representa a la batalla del Monte Harriet, de la pintora argentina Sonia Ruibal. Allí están los hombres de Jiménez Corbalán

Lautaro siempre jugó con soldaditos en su Corrientes natal. A los cinco años se vestía de soldado y el tío Périco era su ídolo: nada le gustaba más que verlo llegar con su uniforme del Ejército. Estaba escrito que iba a estudiar en el Liceo Militar General Espejo, en Mendonza, y lugo en el Colegio Militar en el Palomar. Malvinas lo encontró como cadete del cuarto año, encargado de la sala de armas. Allí, un viernes muy temprano, escuchó en una radio que se habían recuperado las islas. Cinco días más tarde lo ascendieron a subteniente. Y el 9 movilizaron a todos los oficiales. Lo enviaron a Monte Caseros: "Hay que custodiar las fronteras con Chile", le ordenaron. Se sintió frustrado: quería ir al Sur. Sus deseos se cumplieron solo ocho días después: pasó por Chubut, luego por Río Gallegos y el 27 de abril aterrizó en Malvinas. "Todos cantábamos felices. Queríamos estar allí", recuerda Jiménez Corbalán.


El diario que el militar argentino mantuvo durante la guerra. En la tapa escribió, en inglés y en español, su último deseo por si moría en combate: que se lo entregaran a su familia

El militar argentino saca de su bolsillo una pequeña libreta. Está envuelta en una bolsita de plástico. La toma con delicadeza, como si se tratara de un tesoro, y se la muestra all militar inglés. Tiene las hojas manchadas de barro. "Es el diario que yo escribí en la guerra", le dice.

"Al principio lo hice porque sentí la necesidad de escribir lo más importante que estaba viviendo para compartirlo con mi familia. Pero cuando empezó la guerra pensé que quizás era lo único que les iba a quedar de mí".

En la tapa del diario, en inglés y en español, Lautaro escribió: "Se ruega a quien encuentre esta libreta retornarla a la familia Jiménez Corbalán. Es el último deseo de un oficial argentino. Gracias".

"Si encontraban mi cuerpo en un campo de batalla alguien iba a enviar el diario a mi familia". David responde con tres palabras: "Fuiste muy sabio".


Jiménez Corbalán le llevó de regalo su libro “Malvinas en primera línea” (Nicolás Stulberg)

Los antiguos enemigos repasan día por día las páginas donde se detallan situaciones de guerra, batallas y reflexiones personales. En este momento la guerra no los separa, los une.

-Hace 35 años, de haber tenido oportunidad, uno le hubiese disparado al otro… Y hoy están aquí lejos de los rencores.

LJC: Lo importante acá es rescatar que es posible un acercamiento, sin odio, porque fue todo muy respetuoso. Terminado el combate había una preocupación por la salud del otro. Y no solamente por la del hombre propio sino por el enemigo. Los ingleses, lo debo decir en público, fueron muy cuidadosos con los heridos. Yo les debo respeto por eso.

DW: Los que combatimos ya no somos enemigos. Este es un problema político. Y la solución de todos estos temas, a largo plazo, es política y no militar. Fue una guerra con honor, con respeto y sin odios.

-Para un Royal Marine, ¿cómo fue enfrentarse a los soldados argentinos?

DW: Mi primer contacto fue en el Puerto de San Carlos, donde los pilotos fueron inmensamente valientes. Cada una de nuestras naves recibió algún tipo de impacto. Si daban la vuelta para volver a pasar por sobre los buques, iban a ser derribados… Y los pilotos lo seguían haciendo. Después llegaron las batallas terrestres, con mil rondas de artillería disparadas por ustedes. Y te digo, la artillería no es divertida. Tuve siete heridos graves por esquirlas. Las batallas fueron muy duras.


Foto tomada el 12 de junio de 1982 a los pies de Monte Harriet, luego de la batalla. Un marine inglés asiste a un soldado argentino herido. “Hubo respeto y cuidado por los heridos de ambos bandos”, coinciden los militares

Hablan de sus soldados, de sus muertos, de los prisioneros. Se emocionan. Revelan detalles de las batallas que hielan la sangre. Jiménez Corbalán le regala el libro que escribió: "Malvinas en primera línea". David Wheen le enseña la presentación que hizo en las academias militares norteamericanas luego de la guerra y una pintura inglesa que lo tiene como protagonista en la batalla de Harriet y que ilustra la tapa de un libro de la guerra. Cuentan anécdotas. Lautaro le habla de sus tres hijos Francisco -que es teniente-, María Juliana y María Guadalupe. David agrega que su hijo mayor también es militar "y ya tiene más medallas que yo". Hay orgullo, complicidad, respeto. Hablan un mismo idioma. Y no es el de la guerra.

Vuelven a las anécdotas. Wheen cuenta que estuvo a cargo de los prisioneros luego de la rendición. Y que dos comandantes argentinos, lo invitaron a comer con ellos. "Fue una reunión memorable: siete días antes habíamos estado tratando de matarnos, pero ahí estábamos, compartiendo una comida… ¡que era horrible, pero al menos estaba cocinada! Estuvimos en todo de acuerdo, salvo en el status de Malvinas. Pero ahí estuvimos de acuerdo en estar en desacuerdo".


Una de las fotos de la guerra que guarda el teniente coronel David Wheen. “Todas las batallas fueron muy duras”

Jiménez Corbalán relata que en el repliegue hacia Monte William, en medio de la noche cerrada, tuvo que atravesar un campo minado. David lo mira: "¿Y cómo estás entero?". "Pisé una trampa explosiva que me hizo volar por los aires y caí herido, porque yo encabezaba la fila de mis hombres. Les había dado la orden de retroceder, en caso de que alguno explotara. Me creyeron muerto, pero igual volvieron a buscarme. El soldado Carlos Salvatierra y mi operador Alberto Flores me salvaron la vida".

"Tenemos tanto que hablar", coinciden. El argentino lo invita a una cena con varios de los oficiales que estuvieron en el Harriet. Allí estarán aquellos que lo enfrentaron con sus fusiles y su coraje: Alfredo Pasolli, Alfredo Delpierre, José Lafuente, Edgardo Duarte Iachnicht, Jorge Farinella, el médico Juan Cucchiara, Alfredo Martínez, Mario Juárez, Ricardo Toran y Marcelo Llambias. "Un asado argentino para que nos permita conocernos mejor. Todos tenemos la necesidad de saber qué pasó en la batalla".


David Wheen pregunta, de pronto, por Ramón Castillo, un soldado al que conoció en septiembre de 2015 en Londres cuando Rugby sin Fronteras organizó un partido entre veteranos de ambos países. En 1982 Ramón se había presentado en el Regimiento de Monte Caseros como voluntario para ir a las islas "para cumplir con la Patria". Batalló en distintos frentes hasta que llegó la cruenta batalla del Monte Harriet, donde cayó prisionero. Cuando conoció a Wheen en Londres sintió que ese encuentro era sanador: "Somos compañeros de armas". Infobae invitó a Castillo a Buenos Aires. La emoción del encuentro se sintetiza en dos frases:

-Me alegro de que estés vivo, de no haberte matado, le dijo Wheen.
-Te bendigo a vos y a tu familia por eso, respondió el soldado argentino.

-¿Cómo fue su vida al volver a casa?

DW: Cuando volvimos a casa, los desfiles no significaban nada para mí, la gente lo era todo. Vivía para disfrutar cada día y estaba agradecido por poder vivir cada instante. Uno vuelve a la normalidad, pero la guerra es algo que está siempre en tu memoria… Tal vez no todos los días, pero sí varias veces a la semana. En mi oficina hay una foto de la batalla del Monte Harriet, y cada tanto la miro y recuerdo. Es algo que va a permanecer dentro mío para siempre.

LJC: Lo primero que hice al volver fue querer olvidarme de la guerra. Había cumplido 20 años en Malvinas y quería vivir la vida al máximo, porque a esa edad había visto mucho más de lo que otros hombres quizas pueden ver en toda su vida. La posguerra fue peor que guerra, porque los propios camaradas nos miraban como si hubiésemos sido responsables de la derrota. Los primeros cinco años fueron muy duros, con pesadillas. Uno ya sabe que la vida se puede terminar en un segundo, revaloriza todo, pero es difícil.

-Hoy están aquí juntos, pero hay 649 argentinos y 255 ingleses que quedaron en las islas. ¿Qué deuda sienten frente a los que ya no están?

LJC: Todos los días hay algo que me recuerde a Malvinas. Y veo los rostros de mis muertos, siempre me acuerdo de ellos, pero con paz.

DW: Esta gente no esta acá, lamentablemente. Muchos familiares de estos caídos deben sentir enorme tristeza. Nuestro deber es recordarlos y honrarlos. No hay muertos ingleses y argentinos. Todos fueron soldados de una misma guerra. Hay que mantener la memoria. Y luego celebrar que la vida sigue. Y que debemos seguir adelante. Es difícil de explicar.


Wheen y Jiménez Corbalán dejan una flor en la cruz de Hipólito González, muerto en la batalla del Monte Harriet (Nicolás Stulberg)

-A 35 años del conflicto ¿Es posible la reconciliación?

LJC: Me parece que el término reconciliación se da cuando dos partes resignan sus posturas, y este no es el caso. Creo que mientras exista una controversia es difícil hablar de reconciliación. Yo no me tengo que reconciliar con él, porque no tengo un problema personal con David. Lo tuve hace 35 años, no ahora. El problema de ahora lo tengo con la política del Reino Unido, que insiste en retener una colonia. No hay un problema tampoco con el pueblo inglés.

DW: El problema son los políticos. La mayoría de los oficiales argentinos fueron a academias militares en Inglaterra o a las universidades de Oxford o Eton. Cuando yo cené con los oficiales argentinos, me dijeron que las últimas personas con quienes querían ir a la guerra eran los ingleses.

LJC: Las guerras son el fracaso de la condición humana. Los soldados son quienes menos desean la guerra, aunque parezca paradójico. Y creo que el gran desafío de la humanidad es arreglar los problemas sin violencia. Pero mientras exista la violencia, hay que estar preparados para hacerle frente. De lo contrario, somos corderos que vamos al matadero. De todas maneras, apuesto fuerte a que este problema va a tener una solución sensata, la más justa que se pueda. A tantas décadas del comienzo del conflicto nos merecemos, tanto los argentinos como los británicos, sentarnos a arreglar el problema y dialogar en serio. La paz siempre es posible, pero la paz con justicia.

DW: Alguien que combatió en la guerra no quiere volver a hacerlo. Es un gran privilegio haber luchado por la Patria, pero ya está. La paz es mucho mejor. Es irrelevante que hayamos sido enemigos y que hayamos estado en bandos enfrentados. Porque todos somos seres humanos, todos estábamos muertos de miedo, todos teníamos una idea parecida de cómo íbamos a sobrevivir durante la guerra, y todos estamos agradecidos de estar vivos. Estrechar la mano de mi antiguo enemigo es algo extraordinario. Hoy podemos ser amigos, definitivamente. Y si los que peleamos sentimos eso, ¿qué pueden decir aquellos que nunca estuvieron en un campo de batalla?

domingo, 8 de mayo de 2016

UK: 42 Commando



42 Commando 
Wikipedia


Insignia de la gorra de los Royal Marines

Activo 1943 - presente
País Reino Unido
Rama Royal Marines
Rol: Comando
Tamaño Batallón
Parte del Servicio Naval
Barracas / CG Cuarteles Bickleigh, Devon
Lema (s) Per Mare Per Terram (Por mar Por Tierra) (América)
Comandantes
Corriente
Comandante el Tte Coronel Richard Cantrill OBE MC RM
Capitán General SAR El Duque de Edimburgo (Capitán General, Royal Marines)


El 42 Commando (se lee y pronuncia Four Two Commando) es una unidad subordinada dentro de la Brigada de Comandos 3 de los Royal Marines, el director de la formación de Comando, bajo el mando operativo del comandante en jefe de la flota.

Con la tarea como una unidad de comando, 42 Cdo RM es capaz de una amplia gama de tareas operativas. Basado en Bickleigh cuarteles cerca de Plymouth, el personal despliegan regularmente fuera del Reino Unido sobre las operaciones o la formación. Mientras brigada de comando 3 RM son la formación de la guerra clima frío director, el personal son capaces de funcionar en una variedad de teatros incluyendo la selva tropical, desierto o terreno montañoso.

Todo el personal que se han completado el curso de Comando en el Centro de Comando de Entrenamiento (CTCRM) en Lympstone en Devon, que les da derecho a llevar la boina verde, con personal adscrito de haber completado el Curso Comando todas las armas.


Historia

Segunda Guerra Mundial

Las unidades de comando iniciales eran todas del ejército británico, pero en febrero de 1942, se pidió a los infantes de marina reales de organizar unidades de comando de los suyos, y 6.000 hombres se ofrecieron.

El No. 42 (Marina Real) Commando se creó en agosto de 1943, bajo el mando del Teniente Coronel R C de M. Leathes a partir del 1 Batallón de la marina real, como parte de la expansión de los comandos. Fueron asignados a la 3rd Special Service Brigade que se servía en la India y Birmania, en 1943-1945, incluidas las operaciones en el Arakan y Assam. Tomaron parte en la tercera campaña de Arakan y llevó a cabo una serie de desembarcos anfibios abajo de la costa de Birmania. Incluyendo los desembarcos en Myebon y la Batalla de la colina 170. A continuación, regresó a la India para prepararse para la operación Zipper de la invasión de Malasia británica. La guerra terminó antes de que comenzara la operación y el comando fue desviado a ocupar de nuevo Hong Kong.


La reocupación británica de Hong Kong en 1945: Hombres de 42 comando marina y niños del Orfanato Tai Po ver un espectáculo de fuegos artificiales durante una fiesta organizada por la unidad

Posterior a la Segunda Guerra Mundial

Después de la 1ª Segunda Guerra Mundial, las 2ª y 4ª brigadas de comandos se disolvieron dejando sólo una brigada - el tercero (40 (RM), 42 (RM) y 45 (RM)). El Comando estaba involucrado en operaciones durante el enfrentamiento con Indonesia (Borneo). Fue durante esta gira que la famosa incursión Limbang se llevó a cabo por la Compañía Lima. A lo largo de la década siguiente se basó en Singapur en el HMS Simbang (RNAS Sembawang).

Volviendo al Reino Unido

Después del regreso al Reino Unido, el Comando se desplegó en Irlanda del Norte, las Nuevas Hébridas en 1980 y ejercerá regularmente en el extranjero. Más recientemente, el Comando ha visto servicio operacional en Georgia del Sur, Montserrat en 1995, Irak y Afganistán.


Junto a operadores del SAS, el 42 Commando participó de la toma del Monte Harriet

Conflicto de las Malvinas

En 1982, tras la invasión argentina de las Islas Malvinas, el Comando desplegado en la operación corporativa. El 21 de mayo, el Comando de reserva eran Brigada en San Carlos bajo el teniente coronel Nick Vaux RM. La unidad fue desplegada para apoderarse de Monte Kent en una noche peligrosa de helicóptero. Para el 4 de junio, la unidad se había movido hacia delante, sobre todo al amparo de la oscuridad, a las posiciones al oeste de terreno elevado con vistas a Puerto Stanley y el último reducto argentino. Después de días de sondaje de reconocimiento, una brigada asalto tuvo lugar en la noche del 11/12 de junio en la que la tarea del Comando era asegurar Monte Harriet en el flanco derecho brigada.



A la luz de la luna y de las temperaturas de congelación, 42 Comando movido sin ser detectados a través de los campos de minas enemigos en unos 9 km de derecha que flanquea el movimiento para sorprender al enemigo en su retaguardia. asaltos consecutivos por "K" y "L" Las empresas siguieron, en pendientes pronunciadas Onto posiciones empresa. Contra una fuerte resistencia a fuego de artillería y continua, los marines prevaleció. Por primera luz más de 30 enemigo había muerto y más de 300 prisioneros tomados como Comando 42 consolidó en el Monte Harriet. Comando 42 sufrió dos accidentes mortales en sí - uno en el Monte Harriet y uno en la montaña Wall.


Morteristas del 42 Commando en la batalla del Monte Harriet

Por la valentía mostrada en el ataque en el Monte Harriet, el 42 Commando fue galardonado con un DSO, una cruz militar, cuatro medallas militares y ocho hombres fueron mencionados en despachos.


Historia reciente

El nuevo milenio vio el Comando desplegar sobre la Operación Telic 1 para la invasión de Irak en 2003, donde se puso en marcha un asalto helicóptero en la península de Faw-Al apoyar Comando 40. La unidad de regresar de la Operación Herrick en Afganistán el 16 de abril de 2009, donde sirvió como el grupo de batalla regional (Sur).

Desde mayo de 2013, 42 Commando ha tomado el relevo del 45 Commando como el grupo de tareas de líder de Comando. Se despliegan como parte del Grupo de Respuesta 13 Grupo de Trabajo de PUMA ejercicio en Albania y el Oriente Medio.


Mike Compañía de Comando 42 Royal Marines durante la Operación Volcán

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Guardias Galeses en Malvinas

Guardias galeses en la campaña terrestre
British Empire



Tomada cerca de Monte Harriet, el grupo central en la foto son Gdsm Clements, Dmr Evans 80 y Gdsm Mike Cummins. Los miembros de 4º Pelotón de la 2º Compañía Guardia Galesa. Tomado sobre 9/10 junio 82.


Sacada en San Carlos alrededor de 3/4 de junio de 1982. También tengo la foto de este Chinook, tomada el mismo día que este fotos. Saludos T Evans Ex Guardia Galesa


Tomado mañana de 08 de junio de 1982. Los miembros de 4º Pelotón 2º Compañía de Guardia Galesa. A finales de este día, los argentinos sobrevolaron y bombardearon el Sir Galahad. Día triste para nuestro regimiento.


2da. Compañía del 1º de Guardias Galeses, tomada alrededor del año 07 de junio 1982, cerca del Monte Harriet

Tomado en San Carlos, 03/04 junio 1982

miércoles, 15 de enero de 2014

Biografía: Soldado Martiniano Gómez (EA)

Martiniano Gómez
Los Gómez, separados en las islas por la artillería enemiga
POR NATASHA NIEBIESKIKWIAT
Los hermanos Antonio y Martiniano fueron juntos a la guerra y pelearon en el mismo Regimiento. Los ubicaron a 400 metros de distancia. Martiniano tenía 20 años y cayó en una batalla del final de la guerra. Dicen que peleó hasta el final, negándose al repliegue. Fue uno de los 54 chaqueños muertos en Malvinas.



RESISTENCIA, CHACO. ENVIADA ESPECIAL.
Detrás de cada hombre que fue a Malvinas hay una historia por contar. Como la de los hermanos Gómez, que pelearon en el mismo Regimiento, llegaron al final de la guerra, pero no volvieron juntos. Porque Antonio llegó vivo y Martiniano quedó en las islas. “Ahí estaban todos, los hermanos Córdoba, de Corrientes, los Gómez de Chaco. Pero a mí me faltaba algo”, suelta Antonio la tarde que Clarín lo entrevistó en sus pagos.

Cuenta el general de Brigada Diego Alejandro Soria, jefe para 1982 del Regimiento de Infantería 4, que su fuerza estaba integrada por soldados de Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones, “en su mayoría de un nivel socio cultural bajo”, jóvenes que “nunca se habían alejado de la zona en la que vivían”, lo que -como se sabe- dificultó gravemente su adaptación a la dura adversidad climática y geográfica del archipiélago. Pero los Gómez eran duros. Muy duros, fortaleza que adquirieron al incorporarse desde temprana edad al trabajo. Los Gómez a la cosecha de algodón. Y a los 13 años, Martiniano ya se había conseguido una changa en el matadero municipal de Puerto Tirol, pueblito que se levanta a 15 kilómetros de Resistencia, al pie del monte chaqueño.

Ya antes de la guerra, Martiniano tenía planes para trabajar en la municipalidad de Tirol. Antonio fue conscripto, y eligió quedarse en la Fuerza, donde siguió la carrera militar. Y fue así como ya siendo cabo en los cuarteles de Monte Caseros, vio un día de 1981 entrar con la nueva camada de conscriptos a Martiniano, “Martín”.

El llamado a Malvinas les llegó a cada uno por su lado, cuenta, para estos 30 años de la guerra, Antonio, quien con este diario recorrió Tirol. Y en ese recorrido: el monumento a los 54 chaqueños muertos en la guerra, la plazoleta y la calle que llevan hoy el nombre de “Martiniano Gómez”. También la casa de Dalmacia Encina, madre de los hermanos, dos de sus diez hijos. Hoy le quedan cuatro a la señora. Pero con Martiniano, Dalmacia rompe en llanto. “Mi hijo nos dijo a mí y al papá: ‘Yo me voy. Voy a volver. Yo me voy a luchar por la patria y por la Argentina’. Y así. Juró por la bandera. Pero ahí quedó”.

Hay que subrayar que, como le ocurrió a muchas familias de Malvinas, los Gómez saben poco sobre el final de Martiniano. Tienen suerte, porque hay muchas que no saben nada. Del relato de Gómez, nutrido en lo que le contaron los jefes de Martiniano, y de lo que informa el general Soria, podría afirmarse que el joven falleció la madrugada del 9 de junio en Monte Harriet. “Martín era duro, leñero, le gustaba jugar al fútbol y si algo no le gustaba de vos te dejaba de hablar. Era apuntador de ametralladora y su jefe nos contó que el día que murió con su compañero abastecedor, Martín estaba loco por el zumbido del fuego y no lo pudieron convencer de que se replegara. Dio fuego hasta el final”.
Soria nos dice: “El 8 de junio a la noche, efectivos enemigos apreciados en una compañía se infiltraron entre los montes Harriet y Two Sisters y, al ser detectados, se produjo un intenso combate que terminó con su repliegue apoyado por un muy intenso fuego de la artillería de campaña británica”. La batalla continuó. Eran los últimos días de combate entre argentinos y británicos, que se batieron a duelo por Malvinas. “Se continuó combatiendo duramente y el enemigo progresaba en su ataque”, dice Soria, quien también ilustra que las ametralladoras 12,7 se las dieron sin funcionar, pero que ellos las pusieron en “excelente servicio”.

El 2 de junio Martiniano cumplió los 20 años. Tres días después, en los alrededores del Harriet, donde ambos se apostaban, pero a 400 metros de distancia, se vieron por última vez los Gómez. Como siempre, Antonio le dio sus cigarrillos a Martiniano, y éste la petaca de whisky a su hermano. “Nos saludamos, y me dijo que me cuidara mucho de no pisar una mina”, revive Antonio.

Clarín

domingo, 13 de octubre de 2013

Batallas: Monte Harriet


Batalla del monte Harriet

La batalla del monte Harriet fue un enfrentamiento militar que tuvo lugar durante la guerra de las Malvinas en la noche del 11 al 12 de junio de 1982.


Fuerzas

Las tropas británicas que se usaron fueron el comando 42º (42 CDO), de los marines reales al mando del teniente coronel Nick Vaux (que más tarde se convirtió en general) con el apoyo de artillería de una batería de regimiento 29º de artillería real; el 1er batallón de la guardia galesa (1WG) y dos compañías del comando 40º estaban en reserva. También el buque HMS Yarmouth apoyó a las fuerzas británicas con su artillería.

La defensa argentina se componía del «regimiento de infantería 4 del teniente coronel Diego Soria» (RI 4).

Antecedentes

En la noche del 30 de mayo la compañía K del 42 CDO avanzó desde San Carlos para asegurar la alturas dominante, el monte Kent, que con sus 458 metros es la cumbre más alta alrededor de Puerto Stanley, donde el escuadrón D de tropas SAS ya había establecido una fuerte presencia. Sin embargo, cuando llegaron a la zona de aterrizaje, a unos 3 kilómetros detrás de la cresta de la montaña, los marines se sorprendieron al ver los destellos de las líneas de munición trazadora iluminando la noche. Tras una feroz lucha cuerpo a cuerpo, la patrulla argentina (la 2ª sección de asalto del capitán Tomás Fernández, de la compañía de comandos 602) se retiraron confundiéndose entre las rocas, matorrales la hierba. A finales de mayo el escuadrón D del mayor Cedric Delves había conquistado el monte Kent, y el cuartel general táctico comenzó a patrullar el pico de bahía Agradable, con un coste de dos heridos.1

El ataque se produjo tras por muchos días de observación y noches de la patrulla. Algunas patrullas de combate nocturno, eran parte de un plan de engaño para convencer a los argentinos de que el ataque vendría del oeste. Otras patrullas, más encubiertas, eran para encontrar una ruta a través del campo de minas que rodeaba por el sur el monte Harriet. Se usaban francotiradores y artillería naval para hostigar a los defensores y molestar su descanso.

El 3 de junio la tropa de reconocimiento del el teniente Chris Marwood 42 CDO, acomopañada del el equipo de la brigada comando para el control aéreo 3 al mando del teniente de aviación Dennis Marshall-Hasdell, encontró una patrulla de combate RI 4 (el 3er pelotón del teniente Lautaro Jiménez Corbalán de la compañía B del monte Harriet).2 La tropa de Recce abrió fuego y dos reclutas murieron en el acto (Celso Páez y Roberto Ledesma), y un suboficial (cabo Nicolas Odorcic) cayó herido por un disparo en la cabeza de uno de los francotiradores de los marines mientras se resguardaba entre las rocas.3

Esta acción llamó la atención hacia su expuesta posición frontal, y se unieron los refuerzos argentinos a la acción con un contraataque general. El principal encargado del control aéreo el teniente de aviación Dennis Marshal-Hasdell recuerda que:
Nos separamos de nuestras pesadas mochilas con las radios y todo nuestro equipo. La patrulla se dispersó por un área bastante grande, con un montón de gritos, el ruido y fuego en curso. La infantería de marina abandonó todo su equipo, y aunque nadie nos lo dijo, quedó claro que íbamos a retirarnos. Sin información, y probablemente teniendo que luchar en nuestro camino de salida, Dave Greedus y yo decidimos abandonar nuestro equipo, destruyéndolo lo más que pudimos. Fue suficiente con los dos aparatos de radio (HF y UHF ), ¡pero la unidad de marcación láser de objetivos HAZE fue diseñada para soportar el peso de un tanque!

El indicador láser de objetivos recuperado en el enfrentamiento desveló que los marines reales estaban intentando destruir los búnkeres argentinos en el monte Harriet, con bombas guiadas por láser. Al día siguiente las la tropa 10 volvió a ocupar el puesto de observación del monte Wall sin ninguna oposición.4

Preludio

En la noche del 8-9 de junio, la acción se amplió en la zona de defensa exterior, cuando un teniente Mark Townsend de Tropa (Compañía K, de 42 CDO) inspeccionó el monte Harriet, matando a dos argentinos (el cabo Hipólito Gónzalez y el soldado Martiniano Gómez).5 Al mismo tiempo, dos patrullas del tamaño de un pelotón de combate pertenecientes al comando 45 intentaron lo mismo en el monte Dos Hermanas, pero el radar de vigilancia terrestre argentino situado en el monte Longdon detectó a los pelotones del comando 45, y el fuego de artillería dispersó a la tropa.

Hacia el crepúsculo del 9 de junio los hombres de Soria detectaron la presencia de tropas británicas que habían tomado posiciones elevadas en una casa cerca del sur del monte Harriet. El pelotón de reconocimiento del regimiento 4º al mando del subteniente Jorge Pasolli recibió instrucciones de desplazarse avanzar y despejar de británicos la casa del puerto Harriet House y el pelotón de reconocimiento de guardias escoceses que se había trasladado a la zona fue forzado a evacuar el edificio bajo el fuego de mortero de los argentinos desde el monte Harriet. Los guardias escoceses se vieron obligados a dispersarse y retirarse a la cuenca norte bajo un fuerte fuego de armas ligeras y mortero que hirió a tres hombres, incluido el sargento Ian Allum.

Durante una semana el regimiento 4º defendió el sector de los montes Harriet-Dos Hermanas de los ataques del 5º de marines reales. Cada vez que los comandos de marines reales se internaban las tropas argentinas contratacaban y despejaban la zona con sus rifles.

En la mañana del 11 de junio, Vaux dio orden de ataca al 42 CDO. La compañía K recibió la orden de atacar el extremo oriental de la montaña, mientras que la compañía L atacaría el lado sur de una hora más tarde. Desde donde se trasladaría, si el monte Harriet estaba asegurado, hasta los montes de la Cabra. La compañía J lanzaría un ataque de distracción (con nombre en clave Vesubio) en el extremo occidental del monte Harriet.

En las últimas horas del 11 de junio las compañías K y L se trasladaron de su área de reunión en el monte Challenger (que se encontraba al oeste de Monte Harriet) y se dirigieron al sur, en torno a su objetivo, a través del campo minado, hacia sus respectivas líneas de salida. La compañía J rodeó el objetivo en la oscuridad para lanzar su ataque de distracción desde el oeste.


La batalla

La batalla por el monte Harriet comenzó la noche del 11 de junio con un bombardeo naval que mató a dos soldados argentinos e hirió a veinticinco. Posteriormente John Witheroe, uno de los corresponsales de guerra británicos, relató lo siguiente sobre el fuego de debilitamiento de la resistencia:



Estábamos involucrados en un ataque de una noche en el monte Harriet, cuando las guardias galeses venían como refuerzo. Esto supuso una marcha de varias horas durante una noche muy oscura, a través de un campo de minas. Fuego de artillería esporádicos ralentizaba nuestro progreso tremendamente. Finalmente llegamos a la base del monte Harriet, que era blanco un increíble bombardeo desde una fragata en la costa. La montaña entera parecía estar a punto de estallar en llamas. Parecía imposible que alguien pudiera sobrevivir a un ataque así. Esto se prolongó por más de una hora, proyectil tras proyectil, silbando sobre nuestras cabezas y golpeando la montaña. Finalmente se cesó y los infantes de marina avanzaron. Para nuestra sorpresa, parecía haber una cantidad increíble de lucha en marcha. Había un montón de fuego de trazadoras. La noche entera estaba iluminada por resplandores, que cubrían con un manto mortal e irreal a toda la escena.[6]

Los argentinos contraatacaron y el oficial artillero de observación en el monte Kent, el capitán Tomás Fox, dirigió andanadas de artillería que cayeron entre los hombres de la compañía B del 7º de gurkhas del Duque de Edinburgo en el área de bahía Agradable, hiriendo seriamente a tres gurkhas, incluido el cabo de lanceros Gyanendra Rai que casi se desangra. Rai, que fue condecorado con la medalla del Atlántico Sur, describió los momentos en los que estaba herido así: «Estaba absolutamente convencido de que moriría. Tenía un dolor intenso. Era como si alguien me hubiera dado con un mazo de dos kilos en el costado.»[7]

El capitán Peter Babbington de la compañía K cruzó su línea de salida el primero y procedió a subir la montaña sin ser detectados, acuchillando a dos centinelas en su camino. Seguían sin ser detectados hasta que se hasta que se acercaron a las posiciones del pelotón de morteros del subteniente Mario Juárez y decidieron enfrentarse a ellos. Fueron asistidos en su avance por el buque HMS Yarmouth, con artillería y morteros. Durante el enfrentamiento el cabo Laurence G Watts resultó muerto.



A unos 150 metros del cuartel general de Soria, el cabo Steve Newland rodeó por detrás a un grupo de argentinos (al mando del teniente Jorge Alejandro Echeverría, oficial 4º regimiento de inteligencia) que estaban emboscados. Aunque estaban colocados media docena de argentinos y una ametralladora para enfrentarse a cualquiera que se acercara, Newland se colocó fuera del alcance de la ametralladora enemiga para atacar la posición. Lanzó granadas a dos soldados argentinos pero recibió disparos en ambas piernas intentando llegar a la parte trasera de la posición de la ametralladora. Con la ametralladora enemiga fuera de servicio, los cabos Mick Eccles y Ward Sharky fueron capaces de despejar la posición con la ayuda del marine Lingard. Por esta acción los tres cabos fueron condecorados. Un número creciente de soldados argentinos empezaron a rendirse, principalmente reclutas del pelotón de Recce del RI 4, pero el oficial al mando y el oficial de inteligencia y varios suboficiales todavía siguieron luchando, según sus órdenes. Los equipos de artillería pesada, en general, también seguían en sus posiciones combatiendo.

La compañía L cruzó su línea de salida poco después de la compañía K y casi de inmediato se enfrentaron al fuego de ametralladora del pelotón del sub-teniente Pablo Oliva que defendía las laderas más bajas del sur. Estas armas no serían silenciadas hasta ser alcanzadas por varios misiles antitanque MILAN y seis piezas de artillería de 105 mm lanzados desde el monte Challenger. Les llevó a los infantes de marina de la compañía L seis horas avanzar 600 metros por la fuerte resistencia, siendo disparados por al menos ametralladoras, que hirieron a cinco hombres, incluidos el segundo al mando de la compañía en el segundo al mando y un señalizador. Hugh Bicheno relató que todos los visores nocturnos del 4º regimiento estaban en la compañía B.
Los ingleses usaron intensivamente el ATGM Milan

Antes del amanecer el teniente Jerry Burnell del batallón 5 de la Compañía L se dirigió hacia un afloramiento de rocas de los montes de la Cabra. El pelotón de marines reales avanzaba bajo el fuego de de un escuadrón del regimiento de Granaderos a Caballo del General San Martín que cubría la retirada argentina y fue obligado a ponerse a cubierto por ametralladoras ubicadas detrás de ellos y en la colina. El batallón sufrió una baja en esta acción. La compañía L respondió a los argentinos con fuego, y avanzó de nuevo. 

Rendición de un soldado argentino

Tomaron tres prisioneros, aunque la mayoría de los granaderos se habían retirado, junto con dos pelotones de fusileros. A lo largo de la mañana del 12 de junio se produjeron nuevos combates, incluido uno con un decidido recluta, situado en una posición justo por debajo de la cumbre, que detuvo a la compañía L con disparos precisos hasta que cayó a causa de un disparo de obús antitanque disparado a corta distancia. En algún momento de la madrugada, mientras el 3er pelotón del subteniente Jiménez Corbalán se dirigía a nuevas posiciones en el monte William, el oficial quedó cegado temporalmente al accionar una bomba trampa cuando dirigía a hombres a través de un campo de minas.

Consecuencias

La batalla fue un ejemplo clásico de buena planificación y del uso de la distracción y la sorpresa, en su avance hacia su objetivo principal Puerto Stanley. Dos infantes de marina británicos (el cabo Laurence G Watts y el cabo en funciones Jeremy Smith G Watts) resultaron muertos, y veinte y seis fueron heridos. Otros seis guardias escoceses y gurkhas fueron heridos por la artillería argentina del monte Harriet. Dieciocho soldados argentinos resultaron muertos defendiendo el monte Harriet, incluidos los caídos de las patrullas del principio y por el bombardeo. Algunos periodistas británicos describieron a los soldados argentinos como reclutas adolescentes inexpertos que se rindieron tras los primeros disparos, pero el brigada del los marines reales John Cartledge, que sirvió en la compañía L ​​durante la batalla, los desmintió diciendo que los argentinos eran buenos soldados que habían luchado con corrección:


Monte Harriet hoy, con un campo minado

Ellos usaron las tácticas que les había enseñado sobre la marcha muy bien, estaban bastante preparados para un ataque. Opusieron una fuerte lucha de principio a fin. Además estaban mejor equipados que nosotros. Teníamos visores nocturnos de primera generación, que eran grandes piezas de equipo pesado, mientras que los argentinos tenían visores nocturnos de la segunda generación americanos que eran compactos y mucho mejores que los que teníamos nosotros. La deficiencia que expusimos es que tenían planeado un ataque por el un extremo occidental de la montaña y por lo tanto, no se había molestado en ampliar sus posiciones defensivas hasta el extremo oriental, donde finalmente atacamos.

Un general británico achacó su éxito a la habilidad de su infantería de marina y a su profesionalidad:

Lo que se necesitaba era velocidad, pero sin ser un maldito estúpido. Los israelíes lo habría hecho mucho más rápido, pero con muchas más bajas.

El Comando 42 capturó 300 prisioneros en el monte Harriet, y por la valentía mostrada en el ataque, la unidad fue condecorada con una Orden del Servicio Distinguido, una cruz de guerra, cuatro medallas militares y ocho hombres recibieron menciones en los despachos.


Memorial del batalla indicando el movimiento de las tropas británicas