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domingo, 9 de diciembre de 2018

Adiós Capitán (PM) Castagnari: Su voluntad ha sido cumplida

El último y conmovedor adiós a un héroe de Malvinas

Así fue la emotiva despedida en Río Cuarto al capitán post mortem Luis Castagnari, cuyo cuerpo fue trasladado ayer de las islas Malvinas al continente. El oficial había pedido descansar en paz junto a su pequeño hijo fallecido de cáncer a los tres años. Hoy, finalmente, su deseo se cumplió



Por Gaby Cociffi | Infobae


La trompeta hizo sonar las tristes notas de Silencio de Gloria. Era el adiós final al héroe. El féretro envuelto en la bandera argentina, con su sable y su gorra, estaba precedido por un retrato en blanco y negro del soldado caído en Malvinas.

Los oficiales de la Fuerza Aérea mantenían la posición firme, la mirada al frente, sus manos derechas rígidas sobre la sien en el eterno saludo de honor para el hombre que había dado su vida por la Patria.

El homenaje al capitán post mortem Luis Darío José Castagnari estuvo cargado de emoción, lágrimas contenidas, abrazos reparadores. Todos los que se acercaron al cementerio Parque Perpetual esta mañana para acompañar a su viuda, María Cristina Scavarda, conocían la historia de su lucha para lograr traer el cuerpo de su marido desde las Malvinas hasta Río Cuarto, para que descansara en paz junto a su pequeño hijo Gustavito, muerto a los tres años de cáncer.

Ése había sido el último deseo del comando antes de partir hacia la guerra, el 1 de abril de 1982: "Si no vuelvo quiero que traigas mi cuerpo y me entierres junto a Gustavito", le había pedido a su mujer.


 
María Cristina, junto a dos de sus hijos, Martín y Roxana (Thomas Khazki)

Luego de años de peregrinar, María Cristina pudo cumplir aquella promesa. Ayer, a las seis y media de la tarde, los restos del oficial -muerto durante un bombardeo inglés a Puerto Argentino y mientras intentaba proteger a sus hombres- llegaron a Río Cuarto. El traslado marcó un hecho histórico: es la primera vez que se trae al continente el cuerpo de un soldado enterrado en Darwin.

Esta mañana, a las once en punto, "El Furia" Castagnari fue despedido con honores. Martín y Roxana, dos de sus hijos -los otros dos hermanos, Guillermo y Walter debieron regresar a sus destinos ya que son militares-, se emocionaron hasta las lágrimas por ese padre que apenas conocieron: "Éramos muy chiquitos, pero tenemos fuertes recuerdos de él. Pasó mucho tiempo, pero finalmente lo tenemos entre nosotros. No ocurrió como hubiésemos deseado, pero la familia está otra vez toda junta".


La ceremonia comenzó a las 11 de la mañana en la capilla del Parque Perpetual (Thomas Khazki)

María Cristina, que hasta ayer se había mostrado fuerte y entera, hoy sintió el peso de la ausencia, los años en que extrañó al único hombre que amó en su vida, su lucha para sacar adelante la familia trabajando de sol a sol, la búsqueda desesperada de cada detalle que le permitiera conocer los minutos finales de la vida de su esposo ("cómo murió? ¿quién estaba con él? ¿sufrió?").

 
La viuda del capitán acaricia el féretro con los restos de su marido (Fuerza Aérea Río Cuarto)

Hoy, cuando dejó el ataúd en el crematorio, la mujer percibió que las piernas apenas podían mantener su cuerpo. Había organizado, amable, un espacio para hablar con todos los periodistas. No pudo ser. "La señora se descompensó", informó una vocera de la Fuerza. En un salón del cementerio, Cristina tomó fuerzas solo para caminar hasta el auto que la llevaría a su hogar.

"Cumplí con él y siento paz", había dicho. "Voy a llevar sus cenizas y las voy a desparramar junto a las de Gustavito en el cinerario de la Parroquia Sagrado Corazón, donde nos casamos hace ya casi 45 años", había detallado poco antes. Pero hoy ya casi no pudo hablar. La emoción que había contenido durante tantos años abrazó su cuerpo. Y entonces dejó caer sus lágrimas frente al féretro del hombre de su vida.


Monseñor Adolfo Uriona y el párroco Carlos Juncos (Thomas Khazki)

Monseñor Adolfo Uriona, acompañado por el párroco Carlos Juncos, dijo: "Bendeciré a Luis y también a su familia que lo llora, porque el consuelo viene solo de Dios".

El sacerdote, luego, leyó pausadamente el Evangelio según San Juan.

"Cuando Jesús llegó se encontró con que Lázaro estaba sepultado hacía cuatro días. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro: 'Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas'. Jesús le dijo: 'Tu hermano resucitará'. Marta le respondió: 'Sé que resucitará en la resurrección del último día'. Jesús le dijo: 'Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás ¿Crees esto?'".


El sable y la gorra del capitán Castagnari (Thomas Khazki)

El silencio se hizo denso, como si nadie respirara. "Si tenemos Fe cristiana creemos que el sentido de nuestra vida es la resurrección. Y Cristina, Luis, sus hijos, y todos nosotros nos vamos a reencontrar", siguió el religioso. La viuda de Castagnari apretó entre sus manos el rosario de la Virgen de San Nicolás que siempre la acompaña.

"Cuando vemos cuánto luchó Cristina para cumplir con lo que él le pidió, sabemos que eso solo es posible por amor. Y debemos preguntarnos: ¿un amor así va a terminar? No, ese amor perdura y seguirá así en la vida eterna", concluyó Uriona.

Solo unas horas antes, cuando volaba junto a Infobae trayendo el cuerpo de su marido desde Comodoro Rivadavia hasta su ciudad, María Cristina, en la intimidad del pequeño avión de American Jet, había confesado: "Todavía sigo enamorada de Luis".

 
La emoción de la familia (Thomas Khazki)

Emocionada, contó su historia de amor: "Nos conocimos en un ómnibus Colta, viniendo de Córdoba a Río Cuarto. Yo estaba estudiando bioquímica y él estaba en el cuarto año para egresar de cadete de la Escuela de Aviación. Luis no tenía boleto, entonces se ubicó en el último asiento pensando que allí nadie se iba a sentar. Pero yo tenía el número 41 y tuvo que viajar parado. Nos miramos mucho. A mí me encantó. Empezamos a conversar. Su hermana había ido a mi colegio, pero nunca nos habíamos cruzado, y yo era amiga de una de sus primas. Cuando nos bajamos, me invitó a tomar un café, pero le dije que no podía porque tenía que ir a visitar a mis padres. El domingo, antes de volver a la Escuela, pasó por mi casa. Y me pidió seguir viéndonos. Un año y diez meses después nos casamos. Fue amor a primera vista".


Los miembros del GOE escoltaron al héroe (Thomas Khazki)

Los diecinueve músicos de la banda militar tocaron suavemente Más cerca Oh Dios de tí mientras seis soldados del GOE cargaron el féretro sobre sus hombros. Una procesión acongojada, siguió con paso lento el trayecto hasta el crematorio.

 
La viuda y su hija Roxana reciben la bandera que cubrió el féretro de Luis Castagnari (Fuerza AéreaRio Cuarto)

A María Cristina la rodeaban Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza, brigadier general (VGM) Enrique Víctor Amrein, el subjefe del Estado Mayor, brigadier mayor Gustavo Testoni, el secretario general de la Fuerza, brigadier Fabián Otero, y el brigadier (R) Julio Brower de Koning -gran amigo de Castagnari y quien estuvo junto a él en la guerra hasta el trágico final.

"Debemos rescatar el temple de aquellos que, sin saber cómo terminará su historia, quieren ser recordados por haber luchado hasta el final y jamás haberse dado por vencidos", dijo Amrein luego del toque de silencio.



La familia, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, brigadier general (VGM) Enrique Víctor Amrein y Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos (Thomas Khazki)

"Para un soldado poder acompañar los restos de un camarada es un honor. Luis Castagnari es un ejemplo de valores. Cumplir con el deber fue el motor en las horas decisivas que le tocaron vivir. No es valiente quien no tiene miedo, sino quien pese a ello sigue adelante con su misión y sus ideales", siguió.

"Uno no lucha porque odia lo que tiene adelante; uno lucha porque ama lo que tiene atrás", concluyó el militar.


 
Los soldados del GOE llevan el féretro hasta el crematorio (Thomas Khazki)

Hubo aplausos y lágrimas en el cierre del homenaje. La bandera que cubría el féretro fue doblada con devoción. El hijo del caído la abrazó contra su pecho. La ceremonia llegó a su fin.

Emocionada, a paso lento, María Cristina Scavarda fue dejando atrás el féretro de su esposo. "Cumplí", le dijo en voz baja. "Lo lograste", presintió que él le respondía. Y ya no se sintió sola.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Héroe vuelve a casa: Repatrían los restos de Castagnari

Envuelto en la bandera argentina y con honores militares: así será el histórico traslado al continente de un caído en Malvinas

Será el 5 de diciembre y la primera vez desde que finalizó la guerra que se traerán los restos de un soldado. Se trata del capitán Luis Darío José Castagnari, quien antes de partir hacia las islas le pidió a su esposa que, si no regresaba, quería ser enterrado en Córdoba junto a su pequeño hijo fallecido de cáncer a los tres años. Los detalles de una ceremonia que hará historia

Por Gaby Cociffi | Infobae | gcociffi@infobae.com







Luis Darío José Castagnari llegó a las islas en el primer Hércules C-130 que aterrizó luego de la recuperación de las islas el 2 de abril de 1982

La bandera argentina cubrirá su féretro en las islas Malvinas. La guardia inglesa lo despedirá con honores militares. Sonará The Last Post, el toque de trompeta que se ejecuta en entierros y ceremonias de las fuerzas armadas. Y un sacerdote católico bendecirá los restos del soldado argentino.

Así despedirán, el 5 de diciembre en horas de la mañana, al capitán post mortem Luis Darío José Castagnari. Será en un hangar de Mount Pleasant, el aeropuerto de la Isla Soledad, frente a su esposa y tres de los cuatro hijos del comando de la Fuerza Aérea.

La ceremonia marcará un hecho histórico: será la primera vez que se trasladarán los restos de un soldado argentino al continente desde que finalizó la guerra de Malvinas, el 14 de junio de 1982.

"Antes de partir me pidió: 'Si no vuelvo, quiero que traigas mi cuerpo y me entierres junto a Gustavito'", dice con emoción frente a Infobae su esposa María Cristina Scavarda.

Y recuerda aquella madrugada en la que el hombre de su vida se despidió en su casa en El Palomar, y ella besándolo le dijo: "Te lo prometo". Conocía mejor que nadie el terrible dolor que les había causado la muerte de su primer hijo, "Pirinchito", el 7 de enero de 1978, cuando tenía solo tres años y un cáncer se los quitó de sus vidas en pocos meses.

"Hoy siento paz interior porque pude cumplir con la promesa que le hice cuando él partió hacia la guerra", cuenta la mujer que durante años luchó para traer el cuerpo de su marido desde el cementerio de Darwin hasta su Río Cuarto natal donde están las cenizas de su pequeño.

"Las dos veces que fui a las islas, en 1998 y en 2015, le pedí perdón. 'No pude cumplirte, pero voy a seguir hasta que estés con nuestro hijo', le juré frente a la tumba en Darwin", revela.

 
María Cristina, viuda del comando, abraza la cruz de su marido en el cementerio de Darwin. Fue durante un viaje en 2015: “Le pedí disculpas porque no había podido cumplir con su deseo de estar junto a nuestro pequeño hijo”, revela

María Cristina había peregrinado durante años por oficinas de la Fuerza Aérea y la Cancillería sin resultados positivos. Fue una carta que envió a la embajada británica en la Argentina la que abrió la primera puerta. El embajador Mark Kent la recibió a los pocos días y aceptó ayudarla. Junto al secretario político Richard Jones y al agregado militar Robin Smith fueron el nexo con el gobierno de las islas para que este pedido fuera considerado un hecho humanitario que todos debían acompañar.


 
La foto familiar y la pequeña imagen de Gustavito que Cristina tiene en su casa de Río Cuarto

Conmovido con la historia Eduardo Eurnekian, CEO de Corporación América, ofreció hacerse cargo de la exhumación, el viaje de la familia a las islas y el traslado del cuerpo al continente. El empresario es el padrino del cementerio de Darwin y de la Comisión de Familiares de Malvinas, se encargó de la reforma del camposanto argentino en 2004 y asumió el costo del histórico viaje de las familias a las islas, el 26 de marzo de 2018, cuando se colocaron las placas a los soldados identificados en el marco del Plan Proyecto Humanitario.

"Tuvimos una reunión con la señora de Castagnari y nos pusimos en marcha para ayudarla en todo este proceso", le dice a Infobae Roberto Curilovic, gerente de Logística de Aeropuertos Argentina 2000 y ex piloto de Super Étendard durante el conflicto armado. El 25 de mayo de 1982 su escuadrón hundió el Atlantic Conveyor.

"María Cristina viajará de Río Cuarto a Córdoba el 4 de diciembre con sus tres hijos varones -Martín Adolfo, Guillermo Oscar y Walter Rodolfo- mientras que su hija Roxana Patricia se quedará en su ciudad para recibirlos", explica Curilovic.

"De Córdoba volarán a Comodoro Rivadavia por Aerolíneas Argentinas. Allí se hospedarán en la IX Brigada. A la 5 mañana del día siguiente, en un vuelo privado de American Jet, viajarán a Mount Pleasant donde los estarán esperando para la ceremonia militar", agrega el gerente de AA2000.

 
Castagnari fue el encargado de custodiar el radar, evaluar las condiciones de seguridad del área donde se asentaban las fuerzas argentinas y ayudar al funcionamiento de la Base Aérea Militar Malvinas (BAM)

A Castagnari lo llamaban "El Furia". Había llegado a las islas en el primer Hércules C-130 que tocó suelo en Malvinas, luego del desembarco del 2 de abril. Como integrante del GOE, comando de la Fuerza Aérea, le tocó asentarse en el aeropuerto de Puerto Argentino, lugar que se convirtió en blanco de la flota y de la aviación británicas durante la guerra.

El militar cordobés le había dicho infinidad de veces a su mujer: "Si pudiera elegir cómo terminar mi vida, le pediría a Dios morir defendiendo la Patria".

La muerte lo encontró como oficial de guardia, corriendo con una radio en sus manos mientras daba órdenes y buscaba proteger a sus hombres. En medio de un feroz bombardeo inglés se acercó a los integrantes del Escuadrón Pucará para indicarles dónde estaban los refugios. Los oficiales lograron protegerse. Castagnari no pudo llegar.

Eran las once y veinte de la noche del 29 de mayo cuando las esquirlas del misil Sea Slung, lanzado desde el destructor HMS Glamorgan, perforaron el cuerpo del primer teniente.

El 30 de mayo por la tarde lo enterraron en el cementerio civil de la Isla Soledad. El sacerdote Pacheco bendijo su cruz. El brigadier Castellano lo despidió: "Hoy sepultamos a un soldado que dio la vida por la Patria y sus camaradas".

 
Eran las once y veinte de la noche del 29 de mayo de 1982 cuando las esquirlas del misil Sea lung, lanzado desde el destructor HMS Glamorgan, perforaron el cuerpo del primer teniente Castagnari

Finalizada la guerra de 1982, el coronel británico Geoffrey Cardozo tuvo a su cargo la difícil tarea de recoger los cuerpos de los caídos argentinos de los campos de batalla y darles digna sepultura en Darwin. También trasladó los restos de aquellos que habían sido enterrados en el cementerio local.

"Hablé con Cardozo y me dijo que él cuidó el cuerpo de Luis como el de todos los soldados. Que lo envolvió en una sábana blanca y luego lo puso dentro de dos bolsas de PVC, una blanca y otra negra, antes de depositarlo en el cajón. Me emocionó el respeto con el que trató a nuestros seres amados", dice María Cristina.

Los restos de Castagnari yacen desde entonces en la fosa 14, fila uno, del ala A del camposanto argentino.

 
María Cristina con dos de sus cuatro hijos en el último viaje a las islas

"Una semana antes de mi viaje los isleños harán exhumar el cuerpo. No hay crematorio en las islas, así que hay que traer el féretro", explica la mujer del capitán. "El encargado será Tim Miller, dueño de Stanley Growers, que por decisión del señor Eurnekian es quien hoy se ocupa del cuidado del cementerio", detalla Curilovic.

Cuando el vuelo aterrice en Mount Pleasant la estarán esperando autoridades militares para acompañarla hasta el hangar donde se hará la ceremonia. "Pedimos que dejaran que su ataúd estuviera cubierto por una bandera argentina y así será", dice emocionada.

Luego de la rendición de honores y bendición del sacerdote, se firmará la documentación del traslado y se le entregará a la viuda la placa de granito que desde 2004 identificó la tumba de Castagnari. "Me dijeron que en ese lugar pondrán el cuerpo de otro caído, ahora que se ha logrado identificar a 104 soldados", revela.

Finalizados los honores, el vuelo llevará a la familia -acompañada por Curilovic y la secretaria del embajador Kent- hasta Comodoro Rivadavia, donde se cargará combustible, y de allí a Río Cuarto.

A las seis y media de la tarde, aproximadamente, aterrizarán en el área militar del aeropuerto cordobés donde la Fuerza Aérea rendirá honores y se colocará sobre el féretro una bandera, una gorra, una chaquetilla y un sable.

 
La viuda del comando durante una acto en Córdoba

"Iremos después con el cortejo fúnebre hasta el Parque Perpetual donde se hará una misa de cuerpo presente. Al día siguiente se hará la incineración. Y luego me entregarán sus cenizas. Para mí será el reencuentro con el amor de mi vida", se emociona.

—Un reencuentro muy distinto al que habías imaginado…

—Sí, yo lo había imaginado a él bajando de un avión Hércules y a los chicos corriendo por la pista para abrazarlo… Sé que no va a ser así, pero Luis vuelve a estar con nosotros y esto es un poco recuperar lo que tanto extrañé durante estos 36 años.

—¿Te permite cerrar el duelo?

—Me permite estar en paz con lo que él me pidió. Es tenerlo, es abrazarlo, es dejarlo descansar junto a Gustavito, es cerrar esta historia de tanto dolor y de tanta espera. Su deseo era estar con nuestro pequeño hijo y por eso es esta lucha. Sé que sus almas están juntas desde hace muchos años, pero ahora también estarán sus cuerpos.

—¿Qué les decís a los que se oponen al traslado de los cuerpos al continente?

—Siento que hay mucha solidaridad. La presidenta de la Comisión de familiares, María Fernanda Araujo, me ha dicho que me apoya más allá de que ella siente que hay que dejarlos en las islas. Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos, me ha acompañado en esta decisión. Sé que algunos dicen: "Cómo lo van a sacar si él es un héroe". Yo siento que Luis no deja de ser un héroe por descansar para siempre en la provincia donde nació.


 
Luis Castagnari con sus cuatro hijos durante unas vacaciones en el Calafate. Gustavito había muerto de cáncer y la familia buscaba superar el dolor de la pérdida

María Cristina de pronto cuenta una fantasía que rondó su cabeza por estos días. Y sacude y conmueve con su relato.

"¿Sabés? Yo quiero abrir el cajón y verlo. De alguna manera es comprobar que de verdad está muerto, que no va a volver nunca más. No es que tenga dudas, solo siento que necesito verlo".

El comodoro (R) Julio Brower de Koning, compañero de promoción 38 de la Escuela de Aviación, albacea y mejor amigo de Luis, le aconsejó: "No lo hagas, quedate con la imagen de antes, es feo lo que vas a ver. Hemos visto compañeros sepultados y es muy triste".

"Yo sé cómo murió Luis: una esquirla le voló la mitad de la cabeza. Sé que va a ser difícil. Tengo dudas. Por eso lo voy a decidir frente al cajón. Quizás cuando esté junto a él diga 'ya está', y me conforme con darle el último adiós sin verlo".

Cuenta que el tema se habló en familia: "Mi hija quiere saber si tiene la chapita identificatoria y si está con él su boina de comando. Son cosas que quiere guardar. Por eso antes de cerrar el féretro voy a pedir que me las den. Son importantes para mis hijos".

—¿Y el anillo de casados?

—No tiene la alianza. La dejó antes de marcharse, quizás sintió que no iba a regresar.



Las cartas que Luis Castagnari le mandó a su esposa desde las islas. María Cristina las guarda en un altar que tiene en su dormitorio

El 21 de diciembre, la familia llevará las cenizas a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, fecha que coincide con el día que María Cristina y Luis cumplirían 45 años de casado. "Haremos una misa y voy a desparramar sus cenizas en el cinerario donde están las de Gustavito", dice.

Y asegura que hasta esa fecha guardará la urna en su casa."Quiero tenerlo conmigo unos días. Tengo un altarcito en mi cuarto, que es un ángel hecho en carpintería. Allí tengo un conejito de Gustavito, la última ropita que usó, una caja con las cartas que Luis me mandó desde las islas, mi cuaderno de viaje a las Malvinas donde anoté todo lo que viví allí y las imágenes de la Virgen y de San José, porque ese día nació mi marido".

 
El altar que María Cristina tiene en su dormitorio y donde tiene un conejito de su hijo fallecido, las cartas que su marido le envió, su diario de viaje a las islas e imágenes religiosas

Asegura que ahora que la lucha terminó, que pudo cumplir con su promesa, tiene dos proyectos que la desvelan: escribir un libro sobre la vida de su marido y hacer una fundación para ayudar a las familias que tengan niños con enfermedades terminales.

"También quiero dedicarles tiempo a mis hijos y a mis nietos, ya que la abuela ha estado muy ausente. Ahora puedo dejar la postura de guerrera y darle paso a la mujer. Y es un alivio. Cuando estoy sola hoy me permito llorar".

La foto de Luis preside su dormitorio. María Cristina nunca volvió a amar. "El fue el hombre de mi vida", susurra. Y confiesa que el día que recibió el llamado en el que le avisaron que el traslado ya era una realidad, ella miró ese retrato y sonrió feliz.

"Le dije: 'Lo logré. Creíste en mí y lo logré'. Y sentí que su mirada había cambiado, que sus ojos me miraban distinto, y que él me respondía: 'Sabía que lo ibas a lograr'".

jueves, 14 de junio de 2018

Luis va a ser enterrado junto a Gustavito, como Dios manda

La conmovedora historia del héroe de Malvinas que pidió ser enterrado junto a su pequeño hijo y la lucha de su mujer por cumplir su última voluntad 

El primer teniente de la Fuerza Aérea Luis Darío Castagnari murió en un feroz bombardeo británico sobre Puerto Argentino, mientras intentaba proteger a sus hombres. Desde hace 36 años, María Cristina busca poder cumplir con la promesa que le hizo a su marido el día que él partió hacia la guerra



Por Gaby Cociffi 
Directora Editorial de Infobae | gcociffi@infobae.com




 
Primer teniente (capitán post mortem) Luis Dario José Castagnari en Malvinas

Lo dice con lágrimas en los ojos: "No cumplí con él". El tiempo transcurrido no alcanzó para cerrar la herida, esa sensación que le corroe el alma y que la hace pedir perdón a su marido cada noche antes de acostarse. María Cristina Scavarda espera desde hace 36 años poder cumplir la promesa que le hizo cuando él partió hacia la guerra.

Fue el 1 de abril de 1982, a las cinco de la mañana, en la puerta de su casa en la base militar de El Palomar.

El primer teniente de la Fuerza Aérea (capitán post mortem) Luis Darío José Castagnari entró despacio al cuarto donde dormían sus cuatro pequeños hijos, los arropó y los besó en la frente. Luego regresó a la cocina, donde había estado tomando mate con su mujer, para despedirse con otro beso como todos los días. Pero esa mañana ella quiso acompañarlo hasta la puerta.

Ya en el vano, la besó y mirándola a los ojos le pidió:

-Si no vuelvo de Malvinas quiero que traigas mi cuerpo y me entierres junto a Gustavito.

María Cristina no preguntó nada, no comentó nada, no lloró. Supo en ese instante que su marido iba a una misión muy especial. Solo le dijo: "Te lo prometo".

Nadie más que ella conocía el terrible dolor, la tristeza sin consuelo que les había causado la muerte de su primer hijo "Pirinchito"-el 7 de enero de 1978- cuando sólo tenía tres años y un cáncer se los quitó en pocos meses, aunque ellos lucharon hasta quedar sin fuerzas.

"Te lo promete", repitió mientras se abrazaban. Y lo saludó con la mano en alto. Esa sería la última vez que vería al hombre de su vida.

Adiós Pirinchito

"Fue muy duro ver como Gustavito se iba consumiendo. Debimos sacar fuerzas de donde no existían…Ver como se nos iba de las manos nuestro pequeño hijito fue una experiencia muy dolorosa, llena de llanto en los momentos que nuestros otros dos niños dormían", recuerda con angustia María Cristina.



 
Luis con sus cuatro hijos en Calafate, cuando Gustavito ya había fallecido: Martín, Guillermo, Walter y Roxana

Luis Castagnari, que en ese entonces estaba destinado en Merlo donde hacía un curso de radarista, pidió el traslado al Área Material de Río Cuarto, en Las Higueras, a 10 kilómetros de la ciudad donde residía su familia. Necesitaban todo el apoyo para que ella pudiera cuidar de Gustavito en esa lucha desigual.

El niño estuvo internado cuatro meses en el Garrahan, pensaron incluso llevarlo a los Estados Unidos, pero los doctores no les dieron esperanzas: "Llévenlo a casa, nada se puede hacer, le quedan cinco meses de vida".

Acondicionaron un cuarto para Pirinchito, con máscara y tubo de oxígeno, con un sillón donde su madre pudiera sentarse para tenerlo en brazos. "Nos aferramos uno al otro, estuvimos más unidos que nunca", revela María Cristina que en ese entonces, con solo 23 años, tenía que sonreír delante de sus otros dos hijos: Martín Adolfo, de un año y medio, y Guillermo Oscar, de sólo 8 meses.

"Durante el último mes lo tuve siempre en mis brazos. Agonizó durante 48 horas, pero nunca se quejó. Yo recé mucho. ¿Si sentí que Dios no me escuchó? Nunca. Un sacerdote nos dijo 'Ustedes tuvieron un ángel que vino a estar en su casa'".

Cristina no quería dejar al niño ni un minuto en esas horas finales, pero tuvo que pararse por un momento para ir hasta el baño. "Se lo di a mi papá para que lo tuviera a upa, y cuando volví Gustavito nos había dejado…", recuerda con dolor.

 
En el aéro club en Río Cuarto, donde realizó 43 saltos y logró ser un extraordinario paracaidista

Y entonces lo vio a Luis, al comando, al hombre que se animaba a saltar en paracaídas con climas hostiles, al guerrero, arrodillado junto a su pequeño hijo. "Se nos va, se nos va", repetía entre lágrimas. "Fui la única vez que vi llorar a mi marido", confiesa María Cristina.

Esa noche el padre Costa bendijo el pequeño a ataúd blanco y celebró la misma de cuerpo presente en el Casino de Oficiales. A la mañana siguiente, de luto, lo llevaron al cementerio local. Luis prometió frente a la tumba visitarlo cada fin de semana, no dejarlo solito allí entre cruces de mármol y bóvedas familiares. Cumplió hasta el último día cuando se fue a la guerra.

"Yo también fui durante mucho tiempo. Pero cuando Luis no volvió, no pude ir más. Estar sola frente al cajoncito blanco me causaba mucho dolor", revela.

"Luego del fallecimiento de Gusti tuvimos que recomenzar una vida con cambios, y adaptarnos a su ausencia física. Dios nos bendijo con la llegada de Walter, el 16 de Octubre de ese mismo año, para aplacar un poco nuestra tristeza. Y en 1980 la llegada de Roxana fue otra hermosa bendición para la familia", cuenta.

 
Noviembre 1971 en el aula de 3° año de la Escuela de Aviación Militar

Un año después, instalados en la BAM de Río Gallegos, le llegó a Castagnari su pase al GOE (Grupo de Operaciones Especiales). Tenían que volver a Buenos Aires. "El sabía que yo no quería regresar allá, porque fue donde se enfermó Gusti, pero le dije: 'Es lo que hace tiempo estás esperando y ahora te piden, así que ¡a comenzar la mudanza…!'. ¡Sus ojos brillaron de alegría!", se entusiasma frente al recuerdo

De pronto hace un silencio, y casi en un susurro reflexiona: "Hoy me pregunto si quizás en aquel momento hubiera dicho que no… tal vez hoy Luis estaría junto a nosotros… Aunque los designios de Dios no se pueden cambiar….".

Bombas sobre Puerto Argentino

Llegó a las islas en el primer Hércules C-130 que tocó suelo en Puerto Argentino, luego del desembarco del 2 de abril. El primer teniente Castagnari cerró los ojos cuando el intenso viento le golpeó la cara. El corazón se aceleró, sentía que toda su vida de comando se había preparado para ese instante.

Ya se lo había dicho a su mujer en alguna charla, de esas que a él le gustaba prolongar con mates y confesiones: "Si pudiera elegir cómo terminar mi vida, le pediría a Dios morir defendiendo la Patria".

 
El primer teniente Castagnari en el aeropuerto de Puerto Argentino

Como integrante del GOE, comando de la Fuerza Aérea, le tocó asentarse en el aeropuerto de Puerto Argentino. Un lugar que se convirtió en blanco de la flota y de la aviación británicas y en un infierno de estruendos y bombas por las noches.

Luis Castaganri, el cordobés, el "Furia" para sus compañeros, se encargaba de custodiar el radar, evaluar los condiciones de seguridad del área ocupada por las fuerzas argentinas y ayudar al funcionamiento de la Base Aérea Militar Malvinas (BAM). Pero sobre todo se preocupaba por mantener a salvo a sus compañeros, protegerlos, señalarles los lugares más seguros cuando comenzaban los bombardeos.

Los comandos habían construídos los puestos de guardia y refugios. Cavaron trincheras, prepararon un sistema de rampas con explosivos por si los ingleses intentaban un desembarco, e instruyeron a los soldados. Fueron ellos quienes se ocuparon de mantener alto el espíritu de los jóvenes para cuando llegara el momento del combate.

Luis escribió cuatro cartas desde las islas. Aunque pasó frío y hambre, nunca se quejó. "En las cartas me pidio azúcar, galletitas saladas y chocolate para combatir el frío. Me decía que las islas eran hermosas y que era el lugar que uno podría elegir para vivir en familia". Dentro de cada sobre también incluía cartas y dibujos para los chicos. "Yo sé que vos sabés cuidarte y cuidar a nuestros hijos", escribía. Y le decía cuánto extrañaba a Martín, Guillermo, Walter y Roxana.

 
María Cristina se quedó cuidando a los cuatro pequeños: “Nunca imaginé que no iba a volver de Malvinas”, confiesa

"Yo nunca pensé que podía pasarle algo. Lo veía tan fuerte y seguro, preparado. Estaba tranquila, él iba a volver", afirma con nostalgia María Cristina.

La muerte lo encontró como oficial de guardia, corriendo con una radio en sus manos mientras daba órdenes y buscaba proteger a sus hombres. En medio de un brutal bombardeo inglés se acercó a los integrantes del Escuadrón Pucará para indicarles dónde estaban los refugios. Los oficiales lograron protegerse. Castagnari no llegó.

Eran las once y veinte de la noche del 29 de mayo cuando las esquirlas del misil Sea lung, lanzado desde el destructor HMS Glamorgan, perforaron el cuerpo del primer teniente.

A la tarde del 30 de mayo su cuerpo fue enterrado en el cementerio civil de la Isla Soledad. El sacerdote Pacheco bendijo su cruz. El brigadier Castellano lo despidió: "Hoy sepultamos a un soldado que dio la vida por la Patria y sus camaradas". Firmes, sus compañeros rindieron honor al héroe.

La vida sin él

Vio a los dos oficiales en la puerta de su casa. Vestidos con sus uniformes, serios y solemnes. Los hizo pasar al living y se sentó en un sofá, al lado de una tía de su marido que había ido esa mañana a acompañarla.

Los hombres de la VII Brigada Aérea le dijeron sin preámbulos: "Venimos a informarle que su esposo murió en una misión especial en Malvinas".

María Cristina los escuchó en silencio. Eran las once de la mañana del lunes 31 de mayo.

"Sentí un frío que me recorrió la espalda. Agradecí la ayuda que me ofrecían. Y pensé en mis hijos: 'Tengo cuatro hijos chiquitos, tengo que salir adelante'. Martín tenía 6 años, Guillermo 5, Walter 3 y Roxana apenas 2… tenían que verme fuerte, necesitaban que la vida continúe sin lágrimas".

 
Junto a sus compañeros del Grupo de Operaciones Especiales en Malvinas

Llamó a los pequeños y los abrazó. Les dijo: "Su papá está herido y un doctor está tratando de curarlo". No supo en esos primeros instantes de dolor cómo decirles que su padre ya no volvería.

A la mañana siguiente despertaron llorando. Querían ir al hospital a buscar a su papá. Ella comprendió que debía decirles la verdad. Con los dos más pequeños entre sus brazos, les dijo: "Papá murió en la guerra y se fue al Cielo a cuidar a Gustavito y yo me voy a quedar acá a cuidarlos a ustedes". Los abrazó y los besó. Ella no derramó una sola lágrima. Los chicos volvieron a sus juegos.

"Y fue así hasta que terminó la guerra y empezaron a llegar los padres de sus amiguitos y su papá no volvió. Ahí recién se dieron cuenta que nuestras vidas iban a seguir sin él, que ya no escucharían sus cantos, ni se reirían con los apodos que les ponía, que ya no saldrían a pasear en la rural, ni haríamos ese viaje tan soñado a Río Cuarto para visitar a sus abuelos, como les había dicho en una de sus cartas", recuerda María Cristina.

Fueron tiempos difíciles. Volvió a Río Cuarto para estar cerca de la familia. Fue mamá y papá. Trató de mantener la sonrisa, de arreglarse aunque no tuviera ganas, de sacarlos a pasear a pesar de las críticas de las otras mujeres que pensaban que ella no estaba haciendo el duelo "como correspondía".

Pero María Cristina no tenía tiempo para el duelo. Sus hijos se despertaban por la noche angustiados, a veces dormían todos juntos en la cama matrimonial, y le rezaban a Dios y a Luis y a Gustavito para que los iluminaran y los protegieran siempre.

 
María Cristina frente a la tumba de su marido, la primera vez que viajó a Malvinas, el 19 de febrero de 1998

"Estaba ahorcada económicamente, la plata de la pensión no alcanzaba. Busqué trabajo como productora de seguros. Y después ingresé como personal civil de la Fuerza Aérea. Tenía dos trabajos. Como quería estar en casa cuando los chicos volvieran del colegio, cocinaba y limpiaba por las noches. Casi no dormía. Todo fue una vorágine. Durante esos años nunca pude hacer el duelo", confiesa.

-¿Y cuándo pudo llorar a su marido?, pregunta Infobae.

-Mi duelo recién empezó en 2015, cuando viajé a las islas con mis hijos y lloré abrazada a su cruz.

No fue su primera vez en las islas. María Cristina había viajado en 1998 con otros familiares de caídos en Malvinas. Juntos llegaron hasta las 230 cruces blancas del cementerio de Darwin.

-Aquella vez habían viajado madres de soldados chaqueños que no estaban identificados. Y vi su desesperación y su angustia al no encontrar las tumbas de sus hijos. Elegían una cruz cualquiera porque no sabían dónde dejar sus rosarios y sus flores. Aunque parezca extraño me sentí una privilegiada porque yo sabía dónde estaba el cuerpo de mi marido. Entonces las consolé, porque ellas no tenían dónde llorar. Y no pensé en mí.

Luis vino a despedirse

La noche en que su marido murió en Malvinas, María Cristina tuvo una extraña visión. Estaba levantada en la cocina cuando lo vio. Luis estaba allí, muy cerca, casi real.

"Pero tenía la mitad izquierda de la cabeza cubierta por una nube blanca", recuerda.

Quiso acercarse, pero sus cuatro pequeños hijos comenzaron a llorar y tuvo que correr a consolarlos. El reloj marcaba las once y veinte de la noche.

"Abracé a mis hijos. No entendía qué había pasado, pero sentí un fuerte dolor en el pecho".


 
Luis Castagnari siempre había soñado con ser militar: el paracaidismo, la instrucción de comandos, el curso de radarista y su honestidad y generosidad lo convirtieron en un oficial respetado y querido por sus compañeros

Dos días más tarde llegó la trágica noticia. Le dijeron que su marido había caído, pero nunca le dijeron cómo había muerto.

Recién en 2011, el médico que lo recibió en el hospital de Malvinas, se animó a contarle la verdad de esos minutos finales en la guerra. María Cristina padecía estrés post traumático por todo lo vivido y necesitaba ayuda. Él fue quien se encargó de atenderla. Luego de recomendarle tratamiento psicológico y descanso -"no podés dormir solo tres horas por noche"-, el médico la escuchó con atención:

-He preguntado, he buscado y nadie quiere contarme la verdad. No puedo seguir viviendo sin saber cómo murió Luis.

El hombre la abrazó y la invitó a tomar un café. "No hablamos porque vos estabas muy mal", comenzó. Y buscando las palabras justas le dijo que su esposo estaba es anoche en la cantera del puesto comando. Que en medio del bombardeo ayudó a un escuadrón a buscar refugio. Que llevaba una radio en la mano y se comunicaba para proteger a los soldados que estaban en la pista. Y que mientras corría entre los estallidos, cayó un misil a 20 metros a de donde estaba .

"Y las esquirlas le volaron la mitad de la cabeza del lado izquierdo", le dijo el médico.

María Cristina ya no escuchó que el doctor le decía que Luis no había sufrido, que lo llevaron en una ambulancia, que los hombres gritaban que lo atendieran, que ya no había nada que hacer. En ese instante ella recordó la imagen de su marido con la nube cubriéndole la mitad de la cabeza que años antes había visto en medio de la noche.

"Ahí supe que él había venido a despedirse. Hasta lo hablé con un sacerdote. Hubo un segundo en que nuestras almas se conectaron. Cuando las personas se aman tanto, las almas se buscan", confiesa con emoción.

La promesa

"Ahora tengo que cumplir con lo que él me pidió antes de marcharse", se dijo mirando la foto de su marido,la que siempre mantuvo en la mesa de luz. Corría diciembre de 2014, María Cristina se había jubilado y por primera vez en años tenía el tiempo que la lucha para llevar adelante su casa le había quitado.

"Siento que cumplí con la promesa que le hice de cuidar a nuestros hijos, de educarlos como personas nobles, honestas, íntegras… Ese es mi mayor logro. Sólo me falta cumplir con su última voluntad: traer su cuerpo para que esté junto al de Gusti", dice.

Y, entre lágrimas, comienza a relatar un doloroso peregrinar por oficinas, ministerios y secretarías.

 
María Cristina en un acto de Malvinas en Río Cuarto

"Es un peso muy grande, ya han pasado 36 años y aún no lo logré, aunque mi esposo sabe que lo intento en forma constante y sin dar un paso atrás".

Entre 2014 y 2015 María Cristina inició los trámites para trasladar el cuerpo de su marido desde Darwin a Río Cuarto. Fue a la Dirección Malvinas de la Fuerza Aérea a pedir ayuda. La atendió su director, el comodoro Alejandro Vergara. "El primer pedido es el tuyo, veremos qué se puede hacer pero es difícil", le respondió.

Cada mes lo llamó por teléfono esperando una respuesta. Todas fueron evasivas hasta que una tarde le dijo: "Es imposible, tanto la Fuerza Aérea, como la Cancillería y el Ministerio de Relaciones Exteriores denegaron tu pedido".

Como consuelo la Fuerza Aérea le ofreció viajar a Malvinas para visitar la tumba de su marido. María Cristina voló el 12 de diciembre de 2015 junto a sus hijos Martín y Guillermo. Los acompañó también Agustín Cáceres, de Cancillería "para que no tuvieran ningún problema". Ella siente que lo enviaron porque pensaban que podía hablar con el gobernador de las islas para pedirle ayuda para traslado el cuerpo de su esposo.

Frente a la tumba, leyó la placa con el nombre: Luis Darío José Castagnari. Y por primer vez lloró sin consuelo. Así lo relata:

"Llegué al cementerio y sentí una tristeza enorme. Fue una explosión. Me abracé a su cruz y lloré. Me acosté sobre la tumba y le pedí perdón por no haber cumplido con lo que él me había pedido. Ese dolor que me pesa, esa mochila que llevo cargada durante 36 años, me estaba quebrando".

"Era como si estuviera yo sola con él en el cementerio. Empecé a hacer mi duelo. Y hablé con él. 'Perdón, perdón por no cumplir. Vos me conocés, voy a seguir intentándolo'. Y sentí como una caricia, como que él estaba muy cerca y me decía 'lo vas a lograr'. Era como tocarlo, como abrazarlo otra vez. Mi hijo mayor se acercó y lloramos juntos".

 
María Cristina abrazada a la tumba de su marido en Darwin, en 2015

Esa noche volvió al hotel en Puerto Argentino y al desvestirse vio que tenía las rodillas lastimadas por las horas que había pasado arrodillada sobre las piedritas blancas frente a la tumba de Luis. "Pero no sentía dolor, sentía paz", revela. Antes de apagar la luz rezó un rosario a la Virgen de San Nicolás pidiéndole que le diera fuerzas.

Al día siguiente regresó a Darwin. Se sentó frente a la cruz blanca y escribió una carta, que dobló con cuidado y enterró entre las piedras junto a un rosario.

"Voy a cumplir con lo que te prometí aquella madrugada al despedirnos, vas a descansar junto a Gustavito, por favor tené paciencia. Tus cuatro hijos y tus ocho nietos también quieren tenerte cerca", escribió con letra temblorosa. En el pequeño papel dibujó muchos corazones "llenos de amor", confiesa con ternura. Y agrega: "Él fue y será el gran amor de mi vida…".

El descanso del héroe

Cuando sintió que ya no había puertas donde golpear, su hija casi sin aire, llegó corriendo hasta su casa: "¡Dijo que los cuerpos de quienes están sepultados en el cementerio de Darwin pertenecen a sus deudos y cada uno puede tomar la decisión de traerlos!", gritó Roxana. Había ido a escuchar una charla del nuevo director de la Dirección Malvinas, el comodoro Favre. Y había dado la llave que tanto habían buscado.

María Cristina y su hija se abrazaron emocionadas.

"Empecé a averiguar y supe que existe un derecho internacional humanitario que nos ampara para traer restos de nuestros seres queridos y cumplir su última voluntad. En ese camino estoy".

 
La tumba de Luis Castagnari en Darwin

Con ansiedad, describe al detalle cada paso que dio para cumplir con su promesa:"Le escribí una carta al embajador británico Mark Kent, que me respondió en solo dos días, me recibió y me dio todo su apoyo porque entendió que es un derecho humanitario. Hablé con Claudio Avruj, de Derechos Humanos, y María Teresa Kralikas, de la subsecretaría de Malvinas. Ambos me pidieron que esperara a que termine el proceso de identificación de los soldados… Pero yo ya no puedo, ¡estoy esperando hace 36 años!".

Cuenta emocionada que el empresario Eduardo Eurnekian, de Aeropuertos Argentina 2000, se conmovió con su historia y se ofreció a pagar el costo del traslado del cuerpo de su marido hasta Río Cuarto. Y que María Fernanda Araujo, presidenta de la Comisión de Familiares de Malvinas, la llamó para ofrecerle su apoyo, más allá de que en lo personal siente que los soldados caídos deben quedar en Darwin.

-¿Qué falta entonces para lograrlo?

-Que los funcionarios argentinos comprendan mi dolor y me ayuden a acelerar los tiempos.

En el cinerario de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Río Cuarto, donde se bautizó el primer teniente, hay una pequeña urna con una plaquita que dice Gustavo Daniel Castagnari. A su lado hay un espacio vacío.

"Gusti y Luis ya están juntos en el Cielo. Sólo ruego que puedan estar juntos acá en la Tierra, como fue la última voluntad de un héroe de Malvinas, como fue la voluntad del hombre de mi vida".