El Comandante del Para 3 Teniente Coronel Hew Pike luego de sus órdenes el 10 de junio. Junto a Robert Fox de la BBC con un modelo aproximado de la zona. La cinta blanca es la línea de partida.
Lo que se ve es una representación (+/-) de Monte Longdon, a grueso modo una guía para los jefes de cada compañía con sus respectivos objetivos.
A diferencia de la creencia generalizada la gran mayoría de la información que disponían sobre el dispositivo argentino provenía de la observación directa (SAS, Compañía de Exploración, etc).
Eventos tales como el Combate de puente Murrel o detección de radar en días previos al 11 de junio, son indicadores que materializan esa exploración para obtener información.
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jueves, 24 de octubre de 2024
Maqueta de Monte Longdon del 3 Para
jueves, 10 de octubre de 2024
Los planeados ataques de Vulcan a las bases argentinas
Uno de los planes que realizaron los británicos al inicio de la gesta, fue la de bombardear las bases aéreas en el continente, con ese fin utilizarían los aviones Avro Vulcan. que despegarian desde la isla Ascensión, que serían reabastecidos por aviones cisternas y luego descargarian sus bombas en las pistas de San Julián, Río Gallegos y Río Grande. para luego recorrer el espacio aéreo chileno y luego pasar por Buenos Aires para culminar la operación, la Fuerza Aérea Argentina, había previsto atacar a los aviones de la RAF. con aviones Mirage.
Fuente : Archivos desclasificados tanto Británicos como Argentinos.
Adm 1982
lunes, 27 de mayo de 2024
miércoles, 27 de diciembre de 2023
miércoles, 29 de noviembre de 2023
Reflexiones sobre ISIS y Malvinas
El tamaño no lo es todo
Marc Stout || War on the Rocks
Al momento de escribir este artículo, el ejército iraquí parece estar en caída libre mientras las fuerzas del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) están capturando ciudad tras ciudad en Irak. Todas las medidas tangibles del poderío militar están a favor del gobierno del Primer Ministro Nouri al-Maliki; el ejército iraquí es más grande y está mejor equipado que ISIS. Los intangibles, sin embargo, cuentan una historia diferente. El ejército tiene la moral baja, pocos de sus soldados tienen la voluntad de morir por Maliki, sus estructuras de comando y control son lentas y difíciles de manejar en formas sorprendentemente similares a las del ejército de Saddam, y el grado en que el entrenamiento del ejército realmente se mantuvo siempre ha sido sido sospechoso.
Esta es una vieja historia, como nos recuerda una rápida mirada retrospectiva a los eventos de hace 32 años. El 14 de junio de 1982, la Guerra de las Malvinas entre Gran Bretaña y Argentina tenía unas diez semanas. Ese día, Margaret Thatcher se levantó para dirigirse a la Cámara de los Comunes y le preguntó al presidente: "¿Puedo darle a la cámara nuestra información más reciente sobre la Batalla de las Malvinas?" Podemos escuchar su voz haciendo esta declaración histórica gracias a la Fundación Margaret Thatcher.. Ella le dijo a los miembros del parlamento reunidos: “Nuestras fuerzas llegaron a las afueras de Port Stanley. Gran número de soldados argentinos arrojaron sus armas. Se informa que ondean banderas blancas”. La guerra había terminado y los británicos habían ganado. (Escuche hasta el final de la grabación para escuchar a la Cámara gritar a un miembro que intenta debatir la legislación relacionada con la Salud Pública de Escocia a pesar del deseo de la Cámara de ir a celebrar esta última hazaña de armas británica).
Si bien los valores morales de las fuerzas británicas y de ISIS son tan diferentes como el blanco y el negro, lo que lograron es bastante similar: un triunfo de los intangibles militares sobre los tangibles. Al igual que ISIS, los británicos parecían estar en una enorme desventaja frente a sus adversarios. Las fuerzas británicas operaban en el Atlántico Sur a muchos miles de kilómetros de Gran Bretaña, mientras que las argentinas operaban en su propio patio trasero. El buque insignia británico era un portaaviones cuyo desmantelamiento ya estaba programado. La fuerza británica sobre el terreno era menor que la de los argentinos. Además, incluso a nivel técnico, las fuerzas británicas tenían solo unas pocas ventajas sobre las argentinas. Es cierto que los británicos tenían una carta de triunfo en la forma del submarino Conqueror que hundió el crucero argentino.Belgrano con gran (e infame pérdida de vidas). Por otro lado, los argentinos tenían una carta de triunfo más alta con los misiles Exocet lanzados desde los cazas de ataque Super Etendard de fabricación francesa . Con estos misiles y otras armas, destruyeron siete barcos británicos y dañaron otros.
Fue algo reñido, como lo dejan terriblemente claro las memorias del almirante británico Sandy Woodward , el comandante de la fuerzas de tareas británica. En última instancia, sin embargo, los británicos tenían más agallas, cohesión y entrenamiento. Dicho de otra manera, eran mucho más hábiles para exprimir hasta la última gota de utilidad de los activos tangibles que poseían. Esas habilidades intangibles hicieron toda la diferencia.
Napoleón no estaba del todo equivocado cuando dijo que “Dios está del lado de los batallones más grandes”. Sin embargo, el tamaño realmente no lo es todo. La forma en que usa sus activos es igual de importante. Cosas como las habilidades individuales y a nivel de unidad y la moral son difíciles de medir para los observadores externos, lo cual es una de las razones por las que las guerras están llenas de sorpresas como las que vimos esta semana y vimos en 1982.
sábado, 29 de abril de 2023
El frustado de ataque de gran ala del 3 de mayo
31 aviones y 64 bombas: el ataque masivo de la Fuerza Aérea que pudo cambiar el rumbo de la Guerra de Malvinas
Un día después del hundimiento del Crucero General Belgrano, informes de inteligencia establecieron la presencia de un portaaviones inglés en una zona cercana a las islas y al alcance de la aviación. La decisión de atacar el 3 de mayo de 1982. Las razones de la Armada Argentina para rehusarse y el desenlace de una operación que dejó enseñanzas
Por Mariano Sciaroni ||| Infobae
El 3 de mayo la Fuerza Aérea se desesperaba por golpear al enemigo.
Los combates habían arrancado el primer día de mayo, pero el día 2 había sido una gran pausa, mientras ambos contendientes repensaban sus estrategias.
Las primeras noticias del día no resultaban alentadoras.
El pequeño buque de la armada, ARA Alférez Sobral, en misión de búsqueda de una tripulación derribada, había sido dañado por los británicos. Más allá de esta pésima novedad, lo cierto es que, con ello, los mandos corroboraron que los ingleses no estaban lejos de la posición de ese ataque y, por tanto, podrían ser a su vez atacados.
Todo comenzó a moverse rápidamente a las 13:15 hs, cuando el teléfono sonó en la sede del Comando Aéreo Estratégico (CAE) en Comodoro Rivadavia y, desde la Agregaduría Militar en Estados Unidos, el Comodoro Massa informó que “fuentes externas” (posiblemente un satélite soviético), informaban de “un (1) portaaviones y tres (3) buques (posiblemente fragatas)” en una posición determinada, al sur de Malvinas y al alcance de la aviación continental.
Mientras las autoridades aeronáuticas se miraban perplejas y comenzaban a reaccionar para orquestar la respuesta, llegó otra información muy relevante.
La misma había sido proporcionada por el PATO, un avión Lockheed C-130 Hercules (matrícula TC-68) de la Fuerza Aérea, que había partido muy temprano y estaba tratando de aterrizar en el aeropuerto de Puerto Argentino, en un peligroso y complicado vuelo logístico. Volaba a muy baja altura, para evadir cualquier detección y a posibles aviones Harrier en su ruta.
Próximos a girar para iniciar las maniobras de aterrizaje y recién salidos de un banco de niebla, el piloto y copiloto (el Vicecomodoro “Fredy” Cano y el Capitán “Dino” Hrubik), notaron la presencia, a unas tres millas de distancia y a 40 millas de la costa, de lo que primero eran “barquitos” y luego estimaron era un buque logístico grande “acompañado por dos fragatas, estas últimas más alejadas”.
Ello hizo que la tripulación girara abruptamente, abortara el aterrizaje y pusiera rumbo hacia Río Grande. Eran las 10:30 de la mañana.
Casi tres horas después, los detalles acerca de este avistaje, que parecía corroborar la información que venía desde el exterior, estaba en el CAE.
Las órdenes, mediante líneas de comunicación seguras, comenzaron a fluir hacia las unidades de la Fuerza Aérea Sur (FAS) en Trelew, Comodoro Rivadavia, San Julián, Río Gallegos y Río Grande. Se estimaba que el portaaviones o el buque grande, podría tratarse del HMS Hermes, buque insignia de la flota.
Los portaaviones británicos eran, realmente, el blanco prioritario de las fuerzas aéreas argentinas, en tanto se entendía que, con la pérdida de uno de ellos, toda la operación británica se resquebrajaría y hasta podría desmoronarse. Los argentinos no estaban equivocados, tanto el almirante británico Woodward (a cargo de la Fuerza de Tareas británica) y el cuartel general de la flota en Northwood tenían sumamente claro que “daños mayores en el Hermes o en el Invincible… probablemente causarían el abandono de las operaciones en las Islas Malvinas”
La Fuerza Aérea se aprestó para atacar, ordenando que se alistaran varias escuadrillas de cazas y bombarderos, junto con aviones tanqueros (que reabastecerían a los cazas en vuelo), aviones retransmisores y vuelos de engaño.
Era un esfuerzo mayúsculo y coordinado, en tanto se consideraba que solo la saturación de las defensas podría hacer que el ataque tenga alguna posibilidad de éxito, frente a una flota en mar abierto. Esta saturación, en otros términos, implicaba que muchos de los aviadores argentinos no regresarían pero, mientras eran derribados, otros camaradas podrían pasar la cortina de fuego y misiles, para poder lanzar sus bombas.
La cantidad de vuelos que se programaron resulta impresionante:
- Ocho cazabombarderos Douglas A-4B (indicativo de las escuadrillas: FIERA y TRUENO) desde Río Gallegos, armados cada uno con tres bombas de 500 libras, retardadas por paracaídas.
- Ocho cazabombarderos Douglas A-4C (OSO y DOGO) desde San Julián, armados cada uno con tres bombas de 500 libras, retardadas por paracaídas.
- Cuatro cazabombarderos IAI Dagger (DARDO y PANCHO), desde Río Grande, armados cada uno con dos misiles aire-aire Rafael Shafrir-2 y que darían cobertura aérea a los incursores mientras reabastecían en vuelo.
- Cuatro bombarderos English Electric Canberra Mk.62 (LINCE y ORO), desde Trelew, en configuración de exploración radar y armados también cada uno con cuatro bombas de 1.000 libras.
- Dos tanqueros KC-130 (KIKO y MAIO), desde Río Gallegos y Comodoro Rivadavia.
- Cuatro aviones de enlace Gates Learjet Model 35, desde Comodoro Rivadavia y otras bases, en misiones de diversión (confundirían a los radares enemigos, simulando ser cazabombarderos, pero retirándose antes de entrar en combate).
- Un avión Gates Learjet Model 35 como retransmisor en vuelo, en tanto las escuadrillas volando rasante perdían el contacto de radio con las bases.
Treinta y un aviones argentinos de la Fuerza Aérea en el aire simultáneamente, con 64 bombas para la flota enemiga. Cada una con capacidad de hundir un buque del tamaño de un destructor o fragata, o dañar seriamente a un portaaviones.
Apenas llegadas las órdenes fragmentarias, los mecánicos y armeros comenzaron con sus preparaciones, mientras los pilotos eran informados, en la sala de pre-vuelo de los blancos y de todo lo necesario para llegar, pegar y volver. Los nervios a flor de piel, todos sabían que el curso de la guerra podía cambiar esa tarde y, también, que muchos no regresarían, pero que el esfuerzo nunca sería en vano.
La orden de atacar llegó también a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada Argentina, en Río Grande. Venía directamente del Comandante de la Aviación Naval, en Espora.
La información que se suministró era escasa. Un blanco mediano (sin ser identificado) a unas 50 millas de las islas. El comandante de la Escuadrilla, el Capitán de Corbeta Jorge “Piti” Colombo no estaba de acuerdo con largar una misión con tan poca información inicial, ya que tenía presente que, según la doctrina (y el sentido común), debía utilizar sus aviones Super Étendard y los poderosísimos misiles Exocet (de los cuales solo había cinco en el país), contra blancos perfectamente ubicados. La sorpresa era todo para este tipo de misiones y cada uno de los misiles tenía que contar.
Su primera reacción fue señalar que su escuadrilla no volaría una misión de estas características. Pero el Comando de la Aviación Naval le requirió el cumplimiento total de la orden: en el marco del hundimiento del Belgrano (que había sucedido el día anterior), la Armada tenía que atacar.
El Contralmirante Carlos García Boll (Comandante de la Aviación Naval) también había dudado en empeñar a los Super Étendard sin una posición cierta del blanco a batir, pero había optado por avanzar con la misión, teniendo en cuenta que la Fuerza Aérea haría lo mismo.
Dos aviones (al comando de Capitán de Corbeta Augusto “Vasco” Bedacarratz y el Teniente de Fragata Armando “Huevo” Mayora) fueron alistados y, con sus misiles cargados, rodaron lentamente hacia la cabecera de la pista, esperando la orden de despegue. Que nunca llegaría.
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Mientras tanto, los aviones de la Fuerza Aérea ya estaban en vuelo hacia el blanco. Habían despegado casi todos, los únicos faltantes, por problemas técnicos, eran un avión Douglas A-4C y la sección ORO de aviones Canberra.
Sin embargo, se necesitaba confirmar la presencia enemiga y, por tanto, como el radar de Puerto Argentino había notado helicópteros en esa misma zona, se ordenó que decolara una sección de aviones navales Aermacchi MB-339A, aviones que, si bien de entrenamiento poseían capacidad ofensiva y operaban desde la pista de Puerto Argentino. Su misión sería buscar y atacar al buque que servía de base para esos helicópteros.
Partieron el comandante de la unidad, el Capitán de Corbeta Carlos Molteni, y también el Teniente de Fragata Carlos “Chino” Benítez. Como recordaba el Capitán “Titi” Molteni en una conferencia luego de la guerra:
“Nuestra primera acción de combate fue el día 3, para buscar un portahelicópteros y esa información venía de un satélite ruso… Salimos dos aviones, con niebla, estaríamos volando a 5 metros del suelo y estaba muy fea la visibilidad, yo pienso que no los íbamos a atacar, los íbamos a chocar…”
Sin embargo, no encontraron ningún blanco y, en la maniobra de regreso hacia la pista de las islas, volando muy bajo y con turbulencias, el Teniente Benítez hizo impacto contra el suelo y, si bien llegó a eyectarse, falleció en el terrible accidente.
Para peor, la Armada casi simultáneamente a señalar que no había blancos para atacar también informó al CAE en Comodoro Rivadavia que había buques propios en la zona y, por tanto, existía el temor que fueran atacados por equivocación. A las 16:00 hs, entonces, se ordenó a todos los aviones en vuelo que regresaran a sus bases: algunos incluso ya estaban reabasteciendo combustible de los grandes aviones Hercules.
Con bastante tensión, Bedacarratz y Mayora también bajaban de sus aviones.
Quizá se trató del ataque mejor coordinado de la guerra.
Si bien no se logró atacar ningún blanco, se obtuvieron importantes lecciones, que se aplicarían en los días subsiguientes, así como se corroboró que la Fuerza Aérea estaba en condiciones de planear y ejecutar ataques masivos contra distantes buques enemigos, con diversos tipos de aeronaves, partiendo de bases a cientos de kilómetros de distancia cada una. No es esto una cuestión menor, ya que se requiere un total profesionalismo de centenares de personas para poder lograrlo.
Asimismo, a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque la Armada le quedó claro que debería seguir insistiendo en aplicar sus propios procedimientos, si quería sacar máximo provecho de sus modernos y misiles.
¿Qué buques eran los que informaban las “fuentes externas” y habían visto los tripulantes del PATO? No queda realmente claro, ya que el grueso de la flota británica estaba a cierta distancia y, además, no había buques argentinos en aguas abiertas (aún cuando algunos partes oficiales señalaron que eran efectivamente buques nacionales). O se trató de un error de identificación de blancos o se habían divisado pesqueros (del bloque oriental), que no habían abandonado el área de operaciones.
Sin embargo, la flota británica estaba movilizándose hacia esa zona del sur de Malvinas, para realizar nuevos ataques aeronavales, que intentarían concretar el día siguiente (el día 4).
Pero esa es otra historia porque fueron detectados y esta vez, guiados por un avión Neptune de la Aviación Naval, Bedacarratz y Mayora lanzarían sus misiles Exocet, para destruir al poderoso destructor HMS Sheffield.
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sábado, 24 de diciembre de 2022
SGM: La planificación de Rattenbach del potencial desembarco de 1941
A 80 años del plan secreto para recuperar las Malvinas: “Lo difícil será la tentativa de reconquista de los ingleses”
El capitán de fragata Ernesto Villanueva realizo en 1941 un trabajo de 35 carillas donde analizaba desde el lugar del desembarco a las fuerzas terrestres que debían permanecer en las islas, que fue debatido en secreto en la Escuela de Guerra Naval. La crítica de Rattembach, el mismo militar que juzgó con su informe a los responsables de la guerra de 1982Por Juan Bautista Tata Yofre || Infobae
No sería la primera vez y mucho menos la última pero el 26 de septiembre de 1941 oficiales navales argentinos planificaron la recuperación de las Islas Malvinas, teniendo en cuenta que “la guerra actual ha hecho evolucionar la política internacional en tal forma, que es de temer la transferencia de las islas a otra nación, ya sea de la América del Sur o del Norte. La República Argentina debería preparar secretamente un golpe de mano en forma de apoderarse de las mismas antes de que cambien de dueño y crear así una situación de hecho a su favor”.
El trabajo de 35 carillas y un anexo (mapa inglés de 1936 sobre el que se trabajó), firmado por capitán de fragata Ernesto R. Villanueva, fue presentado y debatido en la mayor reserva dentro de la Escuela de Guerra Naval.
Era lo que podría llamarse un trabajo de “mesa de arena”, una hipótesis, que solo se haría realidad si se concretaba. Contemplaba, bajo el título de “Cooperación entre el Ejército y Armada”, lo que más tarde se denominaría “conjuntez”. Es decir, la combinación armada de las dos fuerzas bajo un mando único y tras un objetivo común. El planeamiento guardaba la noble misión de “restituir al país un archipiélago que le pertenece, cuya situación estratégica es de vital importancia para la defensa marítima de la nación” y su territorio “constituye un índice de riqueza importante restado al patrimonio nacional”.
La mirada del autor del plan establecía que “el carácter del teatro de operaciones y la probabilidad de que la operación no exigirá vastas operaciones militares en tierra, la definen como de acción casi exclusivamente naval; dado el carácter de reintegración al país y las posibilidades de que después de entrar en posesión deben defenderse las islas contra fuerzas organizadas que intenten reconquistarlas o posesionarse de ellas, habrá conveniencia en hacer intervenir fuerzas del Ejército”. Argumentos similares a los que se escribieron en 1982.
Luego, en varias carillas, se hace un relevamiento del clima, el suelo, la flora, la fauna, la población y el aspecto físico del archipiélago donde se desarrollaría la acción armada. Seguidamente se analizan varios puntos para un desembarco y fondeadero para la escuadra cercano a Puerto Stanley (Puerto Argentino). En este sentido el área de Berkeley Sound (Bahía Anunciación) “con tres excelentes fondeaderos (Puerto Johnson, Stag y Puerto Louis) aptos para fondeaderos de hidroaviones” constituye una zona de gran ventaja porque “las fuerzas allí desembarcadas se encontrarían a sólo 20 Km. de Puerto Stanley”. Además Berkeley “constituye un excelente fondeadero para toda la Escuadra, una vez asegurada su limpieza de campos minados”.
Al margen de analizar otras zonas para el desembarco, el trabajo pone la lupa sobre Puerto Stanley y sus puntos principales (oficinas administrativas, zonas de aduana, arsenal del Almirantazgo, abastecimiento, residencia del gobernador). Con las fotografías realizadas para el estudio señalan que en esos días se encontraba fondeado el crucero HMS Ajax que había tomado parte en la Batalla del Río de la Plata contra el panzerschiff Admiral Graf Spee (1939).
“Hemos establecido que la principal riqueza de las Malvinas la constituye la cría de ovinos; ésta aseguraría la provisión de carne a las tropas de desembarco; por otra parte, infinidad de chorrillos de agua cristalina, provenientes de los morros y colinas, aseguran la provisión de agua”.
Nada se dice de la industria pesquera ni de la explotación petrolera porque son fenómenos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Luego se observa que “dadas las condiciones climáticas, constituyen factores de importancia la cantidad y tipo de equipo, así como la clase, cantidad y calidad de los alimentos para las tropas”.
En cuanto a las fuerzas de defensa británicas observaron que “la única fuerza existente que podría organizarse la constituye un grupo de 200 voluntarios que se estiman bien equipados con armas modernas pero con escasa preparación militar. Si se reforzara con personal desembarcado de algún crucero que se encuentra en Puerto Stanley…no pasaría de 300 hombres, por lo que cabe apreciar que como máximo la defensa local no estaría formada por más de 500 hombres”.
Teniendo en cuenta esos posibles efectivos "la Escuadra activa (argentina) podría transportar, sin mayor inconveniente, un batallón de Infantería de Marina en pie de guerra".
Ese batallón de 1000 hombres sería repartido en 2 acorazados, cruceros pesados, un crucero ligero, 12 torpederos, un buque tanque y 9 rastreadores. El millar de efectivos "estarían organizados" en "3 compañías de fusileros con ametralladoras de 7,65; una compañía de ametralladoras pesadas con 3 morteros de 81mn y 3 ametralladoras de 20mn; 1 batería de artillería con 4 cañones de 75mn y una sección de comunicaciones, con un transmisor portátil combinado de onda corta e intermedia y 2 receptores, uno para cada tipo de onda".
Los efectivos del Ejército (750) serían movilizados en 2 buques de transporte tipo ARA Chaco. “Es decir que la fuerza expedicionaria se compondría de un total de 1.750 hombres. Si la Escuadra no se viera precisada a operar contra fuerzas navales, estaría en condiciones de desembarcar un contingente de 500 marineros como refuerzo en caso necesario, es decir que en total la operación puede ser realizada con 2.250 hombres”.
Como sucedió en 1982, el plan de Villanueva entendía que "el menor costo de la operación está basado en la sorpresa". Si la operación es descubierta y si el objetivo estratégico inmediato fuera Puerto Stanley, al adversario "no le quedaría otra solución que reunir y concentrar sus fuerzas en Puerto Stanley para resistir allí a la invasión o bien iniciar desde las colinas una resistencia de guerrillas".
Una vez detectada la maniobra “las autoridades locales utilizarán de inmediato la R.T. (radio-telégrafo) para solicitar protección a las fuerzas navales inglesas o norteamericanas que se encuentren en el mar. Por tal razón, uno de los primeros objetivos de la aviación embarcada sería destruir con bombas la estación R.T. de Stanley… una operación similar habría que realizar con la estación R.T. de bahía Fox. No se podría evitar que la noticia fuera transmitida por cable a Montevideo a menos que se cortara el cable, empresa difícil por desconocerse su punto de salida y la orientación que lleva, a no ser que se corte en el punto de llegada, mediante un oportuno sabotaje en Montevideo”. Como se observa, la operación entrevé la posibilidad de circunscribir no solamente a los británicos en el conflicto sino también sumar a los estadounidenses y los uruguayos.
A continuación los planificadores del ataque analizan nuevamente la conveniencia de decidir la zona de desembarco. Se estima que Puerto William (Puerto Groussac) se encuentre minado y con menor probabilidad lo mismo suceda en el seno de Berkeley (Bahía Anunciación). Luego de otros considerandos se estima como más conveniente la playa de 2.700 metros de extensión en la bahía Uranie (o Urania) al sur de la Bahía Berkeley (Anunciación).
"Asegurado el desembarco en la playa Uranie y tanteada la reacción de la defensa, se procederá de inmediato al desembarco de las fuerzas restantes en la misma playa […] con el fin de asegurar la sorpresa, el desembarco se iniciará en las primeras luces del día".
¿Cómo se estableció la combinación del mando de las fuerzas o la “conjuntez”? El plan, en su página 22, dice que la tarea de desembarco “es una operación de carácter esencialmente naval” y que por lo tanto se estima que en dichas las operaciones la unidad de comando debe ser otorgado al Jefe de la Escuadra con un Estado Mayor combinado.
Una vez en tierra –y en dirección a Puerto Stanley—”el máximo interés pasa a ser privativo del Ejército, en consecuencia el Jefe de la Escuadra delegará en el Jefe del Ejército de mayor graduación la dirección y responsabilidad de la operación en tierra”.
Por el contexto mundial, el autor pensó que Gran Bretaña estaba demasiado ocupada en otros lugares del mundo como para atender la suerte de unas pequeñas islas coloniales.
Al final del trabajo se encuentra el análisis o la crítica de la planificación. La tarea la realizó el Teniente Coronel Benjamín Rattembach, el mismo militar que, con el grado de Teniente General (RE), analizó y juzgó a los responsables de la Guerra de las Malvinas en 1982.
El observador sostiene que “las Malvinas hasta ayer representaban un objetivo más bien lejano de nuestras posibilidades estratégicas. Hoy han pasado a un plano de mayor realidad, por lo cual estamos obligados a ocuparnos de ellas”. Estima que “el cursante” aporta con su trabajo “una valiosa fuente de información” y “en lo que atañe al golpe de mano que sirve de tema a este trabajo, mi opinión es que no ofrecerá mayores dificultades, ni siquiera en caso de haber sido reforzado el personal de tierra con alguna tropa de desembarco de la Escuadra del Atlántico Sur. Lo difícil será más bien lo posterior: el mantenimiento de las islas frente a una tentativa de reconquista de los ingleses”.
El Capitán de Fragata Ernesto R. Villanueva no era para la Armada un desconocido para esa época. Hasta un año antes se había desempeñado como Agregado Naval de la Embajada Argentina en Brasil y años más tarde trabajaría en el área de Personal y llegaría a sumergirse posteriormente en la “contrainteligencia”.
El mundo que rodeaba a Villanueva el 26 de septiembre del 41, cuando firmó el plan de invasión a las Malvinas, atravesaba una conflagración mundial y, justamente, ese día todo parecía dirigirse hacia una victoria militar de la Alemania nazi. Ese mismo 26 de septiembre las tropas alemanas terminaban de ocupar la industrializada ciudad de Kiev, durante su avance arrollador en la Unión Soviética; Gran Bretaña se debatía en soledad en todos los frentes de guerra y los Estados Unidos todavía no habían sido atacados por Japón. Recién entraría en la guerra el 7 de diciembre de 1941.
La Argentina mientras tanto, presidida por el conservador Ramón Castillo, observaba en silencio bajo el paraguas de la “neutralidad” y luego la “no beligerancia”.
En ese mismo tiempo el ex presidente Marcelo Torcuato de Alvear observó que la situación exterior era muy grave: “¿Y nosotros? ¡En el mejor de los mundos! Una conmoción universal pone en peligro los ideales, los principios, las doctrinas que son esencia de nuestra nacionalidad, y nosotros, en tanto, estamos entreteniéndonos en los atrios para que salgan elegidos Juan, Pedro o Diego”.
Luego profetizo: “Yo, como viejo argentino, a quien por la ley de la vida, queda ya poco tiempo para estar en su país, me permito llamar la atención a mis compatriotas y decirles: Señores, mucho cuidado; estáis jugando el destino de la patria. En vuestras manos se halla la solución que requiere con urgencia y patriotismo la República. Haced de las luchas cívicas una cuestión secundaria, para que prevalezcan los intereses permanentes de la Nación como cuestión primordial”.
Durante 1940, lo más importante que se puede encontrar de los trabajos de Ernesto Villanueva en Río de Janeiro son sus observaciones sobre el acercamiento de Brasil con los Estados Unidos de Norteamérica. Los informes de jefe naval parece que no fueron tomados en cuenta, cuando dice: "El Brasil construirá una cadena de Bases Navales a que se refiere el Ministro de marina en su discurso reciente con técnicos, material y dinero de los EE.UU. y los pondrá a disposición de estos; se proseguirá con el programa de defensa de costas, con la construcción de Bases Aéreas ya construidas por la Panair y el Ejército aumentará su material y sus efectivos".
También informó de la posibilidad de un viaje del presidente de Brasil a Washington que finalmente no se concretó. Todas esas gestiones culminarían más tarde, el jueves 28 de enero de 1943, con el encuentro secreto en la ciudad brasileña de Natal entre Getulio Vargas y Franklin Roosevelt.
El presidente norteamericano venía de su encuentro con Winston Churchill y los generales franceses Henri Giraud y Charles De Gaulle en Casablanca, Marruecos, donde acordaron: Planes para la invasión de Sicilia (Italia); la decisión de invadir Francia en 1944 (Normandía); demandar al Eje la “Rendición Incondicional” y endurecer las acciones contra Japón.
Ese jueves 28, el presidente Vargas salió de Río de Janeiro dejando a su hijo Getulinho hospitalizado, víctima de poliomielitis, para encontrase con una persona que la padecía. Los dos mandatarios tuvieron dos largos encuentros. Uno en un barco de guerra de los EE.UU. atracado en el puerto de Natal, en la costa del Río Potengi (de ahí el nombre de la cumbre presidencial). Luego visitaron la Rampa de hidroaviones y pasearon a bordo de un jeep mientras dialogaban.
En un momento, cuentan los historiadores, conversaron a solas porque ambos hablaban francés. En esos dos días que pasaron en Natal los dos acordaron:
1) EE.UU, aceptó firmar acuerdos de asistencia militar y la creación de la Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB), constituida por infantes, marinos y aviadores militares.
2) EE.UU prometió acelerar la construcción de “Volta Redonda”, la madre de la industria siderúrgica de Brasil (Roosevelt sugirió 5 años y Vargas la consiguió en tres).
3) Brasil aceptó la permanencia de la base estratégica en Natal para que los aviones de los EE.UU. abastezcan a sus tropas en África, Oriente Medio y Asia.
4) Brasil aceleró las entregas de caucho, considerado “oro blanco” (para los neumáticos y demás usos), micas, tungsteno, monacita y otros minerales.
5) El control y la seguridad del Atlántico Sur también fue analizado. Alemania ya había hundido cargueros brasileños.
En Buenos Aires el encuentro fue muy mal visto, aunque el canciller Enrique Ruiz Guiñazú lo consideró “lógico y natural”. A diferencia de la Argentina, en Brasil, con más realismo, consideraban a los EE.UU. como una potencia y analizaban la posibilidad de ubicarse como una “potencia asociada”.
El 2 de agosto de 1944 Winston Churchill dijo en la Cámara de los Comunes: “Sentimos profunda pena y gran angustia, como amigos de Argentina, que en estos tiempos de prueba para las naciones ella no ha considerado oportuno tomar su lugar sin reserva o calificación del lado de la libertad, y ha elegido aliarse con el mal, y no solo con el mal, sino con el lado perdedor. Confío en que mis comentarios serán tenidos en cuenta, porque esta es una guerra muy seria”.
La Argentina recién romperá relaciones con Alemania y Japón el 26 de enero de 1944 y les declara la guerra el 27 de marzo de 1945, a escasas semanas del suicidio de Adolf Hitler (30 de abril de 1945) y la caída de Berlín.
domingo, 31 de julio de 2022
Thatcher, la flota y la advertencia de Reagan
Cuando Thatcher decidió enviar la flota a Malvinas y la advertencia de Reagan a Galtieri: “Ella contestará con más fuerza”
La Junta militar no escuchó. Y tomó pésimas decisiones. El fracaso del “Plan D+5″ que habían diseñado los comandantes para la recuperación de las islas. Los testimonios de quienes presenciaron el dramático instante en que la Primer Ministro británica declaró la guerraPor Juan Bautista Tata Yofre || Infobae
En la madrugada del 2 de abril de 1982 dentro de las redacciones reinaba el clima de los grandes momentos informativos, aquellos que marcan un antes y un después. La recuperación de las islas Malvinas era esperada por el periodismo que ya estaba al tanto a través de sus propios canales oficiales.
"Con las primeras horas del amanecer, la Argentina recuperará las islas Malvinas", adelanto en su tapa el matutino Convicción, tan próximo a la Armada y al almirante (RE) Emilio Eduardo Massera. En su segunda edición llevaba como título catástrofe "Reconquista de las Malvinas" y aportaba detalles de cómo se realizaría la Operación Rosario.
Clarín salió con tres títulos no menos importantes: "Inminente Recuperación de las Malvinas (comenzaron a medianoche los operativos navales argentinos); El Consejo de Seguridad reclamó "moderación" y Preocupa a EE.UU. el conflicto". La tapa de Crónica llevaba en su guarda superior la bandera argentina y el título fue: "Argentinazo ¡Las Malvinas recuperadas!".
"Se inician operaciones en el Sur para respaldar la soberanía nacional", fue el título de La Nación en su primera edición del 2 de abril de 1982. En la segunda, ya llevaba en su portada como todo título a seis columnas: "Desembarco argentino en el archipiélago de las Malvinas" y destacaba una foto sonriente del canciller Nicanor Costa Méndez.
A primera hora de la mañana Leopoldo Fortunato Galtieri presidió una reunión de su gabinete e informó lo necesario ya que sus ministros –salvo Costa Méndez- desconocían todo, incluido el de Economía.
En esa primera reunión ministerial se dieron anticipos -todos fallidos- de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas respaldaría a la Argentina.
Años más tarde el general Mario Benjamín Menéndez me rememoró lo hablado en esa reunión de gabinete, recordando que Costa Méndez dio un panorama optimista sobre el debate que se iba a realizar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: "El canciller dijo que las posibilidades en la votación eran favorables a la Argentina por nueve a seis y ocho a siete en el peor de los casos. Agregó que si así no lo fuere se esperaba el veto de Rusia o China para cualquier resolución que pudiera ser desfavorable para la Argentina".
En la misma reunión en la Casa Rosada, Galtieri, con la grandilocuencia que lo caracterizaba, habló sobre la recuperación de las islas del Atlántico Sur y de su diálogo con Ronald Reagan la noche anterior.
No les contó a sus ministros las partes sustanciales de ese diálogo con el jefe de la Casa Blanca, que se resume así:
REAGAN: Volvió a señalar que Gran Bretaña estaba dispuesta a dar una adecuada respuesta militar al desembarco. Que así se lo había hecho saber el Reino Unido. Que la señora Margaret Thatcher -amiga suya- era una mujer muy decidida y que ella tampoco tendría otra alternativa que dar una respuesta militar. Indicó que será un conflicto trágico con graves consecuencias hemisféricas.
GALTIERI: Indicó que la Argentina no buscó ésta situación y volvió a referirse a los antecedentes y voluntad negociadora del gobierno argentino.
REAGAN: Indicó que debía entender que Argentina mantendría su posición. Agregó que la relación sufrirá gravemente, que la opinión pública norteamericana y mundial adoptará una actitud negativa con la Argentina y el esfuerzo que él mismo había puesto para reconstituir la relación se vería gravemente afectado. Señaló que Gran Bretaña era un amigo muy particular de los Estados Unidos y que la nueva relación que mantiene hoy Washington (con la Argentina) -después de un largo esfuerzo ante la opinión pública norteamericana- se verá perjudicada […]
"Conozco a la Señora Thatcher y sé que es muy decidida, contestará todo acto de fuerza con más fuerza. Sé que éste es un tema muy sensible para Argentina. Nosotros deseamos construir una relación duradera con Argentina, Brasil y México y como Usted sabe tenemos una relación muy cercana con el Reino Unido… estoy también en proceso de acercar los países de Centro América y esto lo hará fracasar. Sé que ha habido dificultades entre nuestros países, mi predecesor (James Carter) no manejó bien nuestra relación con Argentina, situación que he tratado de cambiar. Si usted procede en su ataque mañana y Gran Bretaña resiste con fuerza, como sé que lo hará, no podré evitar que mis conciudadanos no posibiliten el mantenimiento de nuestras relaciones. Le pediría a mi vicepresidente que viaje y trate de arreglar esta situación, pero por favor eviten el conflicto", dijo el presidente de los Estados Unidos.
El "diálogo" de Galtieri con la gente en la Plaza de Mayo
El 2 de abril a la mañana, las radios argentinas comenzaron a martillar con el texto de un comunicado: "La Junta Militar, como Órgano Supremo del Estado, comunica al pueblo de la Nación Argentina que hoy a las 07.00, la República, por intermedio de sus Fuerzas Armadas, mediante la concreción exitosa de una operación conjunta ha recuperado las Islas Malvinas y Sandwich del Sur para el patrimonio nacional".
En pocas horas mucha gente se fue agolpando en la Plaza de Mayo, haciendo recordar a 1978 cuando la selección argentina ganó la Copa Mundial de Fútbol o septiembre de 1979, el día que la selección juvenil gano la copa mundial en Japón. Galtieri salió a saludar y se limitó a observar y escuchar de la multitud los estribillos con tonalidades de cancha de fútbol.
"Que salga el Presidente, lara, lara, lara".
"Todo el mundo sabe que Argentina esta de joda, la Reina llora, la Reina llora".
"Ay, ay, que risa que se ve, ahora que se cuide, que se cuide Pinochet".
Con el paso de las horas los reclamos de la multitud se hicieron más insistentes, resonaban en la plaza y Galtieri se vio en la necesidad de salir a hablar desde el balcón de la Casa Rosada. Antes llamó a sus colegas de la Junta Militar. "Vení a acompañarme", le dijo por teléfono a Anaya, lo mismo que a Lami Dozo pero decidieron dejarlo solo en la ocasión.
Antes los tres se mantuvieron una conferencia telefónica:
Anaya le dijo: "Mirá Leo, te quiero recordar lo que dice el plan. No podemos ir a una guerra, no estamos en condiciones".
Un testigo de la conversación sostuvo que su comandante lo prevenía al jefe del Ejército a que no se dejara llevar por el impulso, el imán, de los aplausos de la Plaza de Mayo. Cuando se habla de "el plan" se entendía al "D más cinco" que habían escrito Lombardo, García y Plessl que entendía que tras el día "D", ocupación militar de Puerto Stanley, y luego de cinco días la Argentina retiraría sus tropas quedando solamente una recudida guarnición a la espera de una negociación diplomática con el Reino Unido.
Lami Dozo apoyó las palabras de Anaya: "Mi general tenemos que atarnos al plan".
Su voz sonaba con extrema cautela. No tenía con Galtieri ni la misma antigüedad ni la amistad de Anaya, pero se permitió una graciosa sugerencia: "Leopoldo no levantes los brazos como Perón".
Cuando salió al balcón –porque así lo pedía la gente – Galtieri intentó no dejarse arrastrar por los vítores y las consignas que partían de la muchedumbre, algunas con una alta dosis de picardía, otras inducidas por "infiltrados" de los servicios de inteligencia, tal como le reconoció al autor uno de los miembros de la Junta Militar.
Las palabras presidenciales trazaron una línea para las futuras negociaciones (fallidas) con el Reino Unido, en las que el gobierno de la Administración Reagan haría de amable componedor:
"Pueblo de la Nación Argentina. Sé que este día 2 de abril de 1982 marca un jalón trascendente para la historia argentina del siglo que vivimos. En estos momentos, miles de ciudadanos hombres y mujeres en todo el país, en todos los pueblos, en las pequeñas granjas, en las ciudades, y en esta Plaza de Mayo histórica que ha marcado rumbos a través de la historia nacional, ustedes los argentinos están expresando públicamente el sentimiento y la emoción retenidas durante 150 años a través de un despojo que hoy hemos lavado.
El hidalgo pueblo argentino, repito, el hidalgo pueblo argentino, tiende sus manos al adversario pero no admite discusión sobre sus derechos que pacientemente y prudentemente hemos tratado de reivindicar por las vías diplomáticas […] Hoy 2 de abril recién hemos comenzado con nuestra actitud de recuperar las Malvinas y toda su zona de influencia…".
El público respondió:
“Tero, tero, tero, tero, hoy le toca a los ingleses y mañana a los chilenos”.
La batalla diplomática en Naciones Unidas
El viernes 2 de abril por la mañana, el canciller Costa Méndez llamó al Encargado de Negocios en Londres, ministro Atilio Molteni, y por el teléfono en clave ("Carola") le informó que las tropas argentinas habían desembarcado exitosamente en las Islas Malvinas. "Acá estamos muy bien", dijo con la mayor naturalidad en medio de una conversación de tipo familiar.
Ya las fuerzas conjuntas habían tomado la casa del gobernador Rex Hunt, después de tres horas de intercambio de disparos. La Operación Rosario había sido un éxito.
Ese día, Molteni (por la ausencia del embajador Carlos Ortiz de Rozas), fue citado a concurrir al Foreign Office a las 17. Cuando llegó observó que estaban en la entrada del edificio las cámaras de las cadenas de televisión y el periodismo escrito y entró por una puerta del costado. Lo hicieron esperar cerca de media hora en la sala de ceremonias, un salón con escasa luz adornado por cuadros que reflejaban glorias del pasado del Reino Unido. Cuando fue invitado a entrar, el subsecretario del Foreign Office, Michael Palliser, le comunicó la ruptura de relaciones diplomáticas (y consulares) entre la Argentina y Gran Bretaña.
Los detalles de la entrevista el funcionario argentino los informó por cable Secreto Nº 872 del 6 de abril de 1982. El alto funcionario inglés le dijo que la medida se había decidido porque la Argentina había invadido suelo británico. Molteni respondió que la Argentina sólo había vuelto a lo que era de ella. El funcionario respondió que la cuestión se iba a discutir en las Naciones Unidas y "elsewhere" (otro lugar). El otro lugar era el campo de batalla.
Por la tarde, Galtieri pronunció un discurso desde su despacho por la cadena nacional explicando el hecho bélico, y al atardecer junto con algunos ministros (Roberto Alemann entre otros) caminó hacia el centro de la Plaza de Mayo para arriar el pabellón nacional. Cientos de personas lo vitorearon.
En las horas posteriores a la ocupación de Puerto Stanley algunos directores de periódicos fueron invitados a conversar en la Casa Rosada. En la reunión participó el secretario de prensa Rodolfo Baltierrez un dirigente conservador que había pasado por la diplomacia. Cuando algunos se retiraban, hizo un aparte para solicitarles “colaboración”, al tiempo que les comentó: “No se preocupen por las reunión de Naciones Unidas. Ya tenemos asegurado el veto ruso”.
El viernes 2 de abril, Costa Méndez partió a Nueva York para participar en la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del día siguiente. Viajó acompañado por los embajadores Federico Erhart del Campo y Gustavo Figueroa, más sus secretarios Julio Freyre y Roberto García Moritán.
Durante el debate del 3 de abril se aprobó la resolución 502 que manifestaba la primera derrota diplomática argentina:
El Consejo de Seguridad de la ONU "profundamente preocupado por los informes acerca de una invasión por las fuerzas armadas de la Argentina el 2 de abril de 1982; declarando que existe un quebrantamiento de la paz en la región de las Islas Falkland/Malvinas", dispuso:
"1) exige la cesación inmediata de las hostilidades;
2) exige la retirada inmediata de todas las fuerzas argentinas de las Islas Falkland/Malvinas;
3) Exhorta a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a que procuren una solución diplomática a sus diferencias y a que respeten plenamente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas".
El voto favorable a la resolución fue acompañado por diez países sobre los quince que integran el Consejo (uno más del mínimo necesario). Panamá votó a favor de la Argentina. La Unión Soviética y China (de quienes se esperaba un veto que favorecería a la Argentina), España y Polonia se abstuvieron. Entre los que votaron por Gran Bretaña se destacaban Estados Unidos y Francia. También votaron a favor de la Resolución 502, Irlanda y las ex colonias británicas Guyana y Uganda.
Se derrumba el plan original "D+5"
De acuerdo al cable Nº 864, del 3 de abril, el representante argentino en Londres, ministro Atilio Molteni, informó que la opinión pública británica se pronunció a favor de la guerra en un sondeo de la televisión estatal: 79% estaba de acuerdo con la declaración de guerra; 82% a su vez, opinó que el gobierno de Margaret Thatcher manejó mal el problema con la Argentina; 70% estimó que debe permitirse a la población de las islas ejercer la autodeterminación y 20% sostenía que debían usarse armamentos nucleares contra la Argentina.
Ante ese cable y otras informaciones, la Junta Militar emitió la resolución del Comité Militar (Acta 8 "M"/82) y se "procedió a ordenar no desafectar más medios en las islas Malvinas" y "retener las tropas necesarias y suspender el regreso de los medios de Malvinas". Se comenzaba a derrumbar el plan "D+5".
El domingo 4 de abril, la Argentina comenzó a reforzar las islas, y ese mismo día el Estado Mayor Conjunto, a través del Mensaje Militar Conjunto Nº 48 también informó que Gran Bretaña había sido autorizada por los Estados Unidos a utilizar la isla Ascensión como base de operaciones a mitad de camino de Malvinas y el general Mario Benjamín Menéndez partió hacia Puerto Argentino.
Antes de que se conociera la partida de la flota británica hacia el Atlántico Sur, Molteni envió el cable “S” nº 845 del 4 de abril. Manifestaba la primera “luz amarilla” sobre la ayuda chilena al Reino Unido: “Sunday Times’ comenta hoy como noticia de última hora que Whitehall (Ministerio de Defensa) no efectúa comentarios referentes a un supuesto ofrecimiento del gobierno chileno de demorar la toma del HMS Norfolk, ex destroyer de la marina británica que se encuentra en aguas chilenas y debía ser entregado formalmente mañana a marina chilena”.
La Operación Corporate
Tomando como base el
relato del libro Señales de Guerra, escrito por Virgina Gamba-Stonehouse y sir David Lawrence Freedman, el historiador oficial británico sobre la guerra de las Malvinas (2006), se puede afirmar que la Operación Rosario tomo por sorpresa al gobierno y las Fuerzas Armadas del Reino Unido. La orden inicial dada por La Junta Militar, a los que instrumentaron el desarrollo del desembarco, había sido exitosamente cumplida: “Debe existir sorpresa en la ejecución de la misión”. En los niveles superiores del Reino Unido no esperaban que se concretara la ocupación.
El ministro Lord Carrington estaba de visita oficial en Israel; el jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante sir Terence Lewin, en Nueva Zelanda; el jefe del Estado Mayor General, general sir Edwin Bramall en Irlanda del Norte y el almirante sir John Fielhouse, comandante en jefe de la flota –el que debería dirigir la operación– navegaba desde Gibraltar.
Tras varias horas de indecisión, dudas, análisis, y debates en el Parlamento y el gobierno británico, un jefe naval pidió entrar al despacho de Margaret Thatcher, en la Cámara de los Comunes, y le dio los argumentos que la decidieron a intervenir como lo hizo.
Se trataba del primer lord del almirantazgo sir Henry Leach, ex combatiente en la Segunda Guerra Mundial. Su testimonio: "Tuve una sensación inmediata y aguda. ¿Qué maldito sentido tiene una flota si no voy a usarla? Entonces corrí para entrar en acción inmediatamente. Me detuvo un policía en el lobby central (de la Cámara Baja), el secretario de Defensa estaba reunido con la Primer Ministro y me hicieron entrar. Ella buscaba datos positivos para tomar una decisión.
'¿Podemos hacerlo a pesar de los riesgos que discutimos?', preguntó la señora Thatcher. Y yo le dije que sí. Según mis planes podíamos hacerlo. Estaba en juego nuestro prestigio. Esto no era un asunto mío, era más bien un asunto político.
Entonces ella preguntó: '¿Por qué dice eso?'.
Respondí: 'Bueno, porque si no lo hacemos, o lo hacemos mal y si no tenemos éxito deberíamos vivir en otro país. No quedaba otra alternativa'".
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miércoles, 6 de abril de 2022
Georgias del Sur: La operación "Alfa"
La “Operación Alfa”, el plan de la Armada para ocupar las islas Georgias que inició la guerra de Malvinas
El 19 de marzo de 1982 un grupo de chatarreros del empresario Constantino Davidoff arribaron a Puerto Leigh en las Georgias. Con el izamiento de la bandera argentina comenzó el incidente que desembocó en la recuperación de Malvinas y el conflicto armado con Gran Bretaña. La idea de los marinos que “Londres no va a reaccionar” y el rol de Alfredo AstizPor Juan Bautista Tata Yofre || Infobae
En el año 2011, durante una entrevista para mi libro “1982″ (Editorial Sudamericana), el contralmirante Edgardo Aroldo Otero, ex jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada, me hizo un largo relato sobre cómo se desarrollaron los hechos que culminarían en la guerra por las Malvinas con el Reino Unido de la Gran Bretaña. Entre paréntesis he glosado algunos “olvidos” del fallecido contralmirante Otero, con quien mantuve varios encuentros.
Desde 1955, la Armada tenía un proyecto de recuperación de las Islas Malvinas que se iba reactualizando de tiempo en tiempo. Era una obsesión que adquirió un nuevo impulso cuando la Argentina instaló un observatorio científico en la Isla Morrell del grupo Thule del Sur (1976) y los británicos no reaccionaron. Con el tiempo, en mayo de 1981 al vicealmirante Juan José Lombardo, se le ocurrió repetir la experiencia de Thule, en la isla San Pedro de las islas Georgias del Sur. Es decir, un observatorio similar que marcara otra presencia argentina y que, con la vista puesta en las Malvinas, ayudara a revalidar títulos en función del reclamo histórico. El proyecto de 1981 es enviado al Estado Mayor y lo toma bajo su cargo el vicealmirante Rodolfo Suárez del Cerro, jefe de Operaciones Navales durante la gestión de Lambruschini. La cuestión era un secreto y estaba en su caja fuerte. Ya en esa época, a la operación la denominaron “Alfa”, un operativo del que sólo participarían civiles, “acompañados” por un reducido grupo de científicos militares. Más tarde se uniría el grupo “Alfa B” integrado por infantes de marina. Cuatro meses más tarde de escrito el documento de mayo de 1981, Jorge Isaac Anaya reemplaza a Armando Lambruschini; Alberto Gabriel Vigo asciende a jefe de Estado Mayor y Lombardo es comandante de Operaciones Navales. A fin de enero de 1982, la operación de la isla San Pedro era un poco más conocida. Se la había sacado de la caja fuerte, en previsión de que fracasaran las negociaciones diplomáticas con los ingleses que se iban a realizar en febrero en la ciudad de Nueva York. A su vez, los británicos tenían preparada la “Operación Trident” que en contados días movilizaban la flota de mar, como para mandarla a las Malvinas.
El almirante Jorge Anaya asumió en septiembre de 1981 porque el almirante Armando Lambruschini vuelve a la concepción de la vieja marina: cada 2 o 3 años debía renovarse el Comando en Jefe de la Armada. No hay que olvidar que Massera estuvo entre 1973 y 1978. Bajo la comandancia de Anaya, el almirante Lombardo —el que había propuesto un operativo en San Pedro— es el comandante de Operaciones Navales (COP). Hacia fines de 1981 -22 de diciembre- cerca de Navidad, Anaya reunió a los almirantes del Estado Mayor y Lombardo instruyó que “deberá” prepararse una operación en forma “preventiva” a un fracaso a las negociaciones diplomáticas en las Naciones Unidas. Los planes deberán ser hechos sin fecha de ejecución. Se lo dice a un grupo reducido de almirantes (Vigo, Otero y Lombardo entre otros). Otero no dice que el 22 de diciembre (el mismo día que asumió el general Leopoldo Galtieri como presidente de facto) emite una instrucción escrita a mano para Vigo a fin de estudiar un plan de “ocupación” de Puerto Stanley (más tarde Puerto Argentino).
En medio de todo esto se mezcló otro asunto: en 1979 el empresario Constantino Davidoff hizo un contrato de compra de 30 toneladas de chatarra por 115.000 libras (en esa época se ganaba siete millones de libras) en tres apostaderos, o bases logísticas de barcos balleneros. Para llegar a formalizar ese contrato tuvo que pasar el filtro de las autoridades inglesas, que al principio mostraron cierta reticencia. Con el contrato firmado pide al buque inglés “Endurance” para transportar la mercadería, pero el gobierno inglés se lo negó. Davidoff estimaba que sus tareas terminaban en 1984. En la Cancillería argentina se interesan por el proyecto y hablaron con la Armada.
En los días finales de la presidencia de Jorge Rafael Videla, el 3 de febrero de 1981, siendo canciller Carlos Washington Pastor, el embajador Ángel María Olivieri López, director general de Antártica y Malvinas, firmó el Memorando N° 53 comunicando que “en el día de la fecha esta Dirección General fue informada, a través de una llamada telefónica del señor (Juan Carlos) Olima, ex funcionario de esta Cancillería y actual gerente del Banco Juncal, que el señor Constantino Davidoff solicitó de esa entidad financiera la extensión de un crédito, destinado a la adquisición de todo el material abandonado por la ex Compañía Argentina de Pesca en las islas Georgias del Sur”. Además, informaba que Davidoff es uno de los directivos de “una empresa constituida íntegramente con capitales argentinos, dedicada a la compra de chatarra, la que en este caso comprendería los galpones y el dique seco abandonados, a la vez que una serie de barcos hundidos en las cercanía de tales instalaciones”.
En el punto 3°, Olivieri López relató que “la entidad vendedora sería la Christian Salvesen Ltd de Inglaterra y copia del contrato respectivo” le fue “remitido al gobernador de Malvinas, señor Hunt”. Finalmente, expresó que Olima “informó haber recabado la opinión de la embajada británica, la que expresó, por intermedio del secretario Gozney, que puesto que entiende que se trata de una operación comercial privada, no es asunto de su competencia”.
Davidoff quería ir a las Georgias, por un bajo precio, a reconocer el material. La Armada lo sigue atentamente: del Comando de Operaciones Navales dependía el Comando de Operación Naval Antártico y de éste el transporte. Aprovechando el viaje del buque “Almirante Irízar” con seis civiles, inspecciona, y se vuelve (diciembre de 1981).
El 11 de marzo de 1982 (cuando ya la Junta Militar, el lunes 5 de enero de 1982, había comenzado a tratar la opción militar para Malvinas) “43 personas, el material para el sostén logístico y los medios materiales para trabajar —en total 80 toneladas— fueron embarcados en el ARA ‘Bahía Buen Suceso’, buque perteneciente a la línea ‘Costa Sur’ de Transportes Navales con destino, como primer puesto, a la isla de San Pedro, en Georgias del Sur”. Así consta en el cable “Secreto” 616, del 24 de marzo de 1982, enviado a Londres y la Misión en Naciones Unidas (donde se da la lista del personal embarcado). Otero no cuenta que alrededor del 8 de marzo el canciller Nicanor Costa Méndez le dice al ex canciller Bonifacio del Carril que “dentro de un mes tomamos las Malvinas”).
En esos días, el embajador Carlos Lucas Blanco (director del Departamento Antártida y Malvinas de la cancillería) invitó a almorzar a su casa a los contralmirantes Eduardo Morris “el inglés” Girling (Servicio de Inteligencia Naval) y Edgardo Otero. Estaban cerca los días de las negociaciones en Naciones Unidas con los ingleses. El dueño de casa sacó el tema pero no se le dijo nada. No creía que podía haber una “operación”, sólo buscaba información de Davidoff. La operación “Alfa B”, es decir acoplar efectivos navales a los chatarreros, fue cuidadosamente meditada por la Armada.
La información destacada por el contralmirante Otero en el párrafo anterior no coincide con lo expuesto por Blanco en su Memorando “Secreto” N° 11: “Evolución cuestión Malvinas”, del 8 de enero de 1982. En este documento, el embajador Carlos Lucas Blanco habla con absoluta naturalidad de la “Operación Davifoff y el Grupo Alfa”. Y el punto 180 del “informe Rattenbach” agrega más luz: “(…) el comandante de Operaciones Navales (Juan José Lombardo) ordenó al comandante de la Agrupación Naval Antártica, capitán de navío Trombeta, tomar contacto con el embajador Blanco y con el señor Davidoff, a efecto de coordinar los detalles del operativo”. El grupo “Alfa”, con un total de 15 hombres al mando del teniente de navío (Alfredo) Astiz, debía llegar a Puerto Leith luego que el último buque de la Campaña Antártica británica se hubiera retirado de la región. En el punto siguiente se va a aclarar que “el grupo ‘Alfa’ fue constituido por personal militar debidamente entrenado. Las instrucciones que oportunamente serían impartidas eran las de resistir hasta las últimas consecuencias en caso de que fuerzas británicas pretendieran evacuarlo de la Isla (declaración del contralmirante Edgardo Aroldo Otero, jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada ante la Comisión Rattenbach).”
A partir del martes 12 enero de 1982, por disposición de la Junta Militar, se incorporan el Cuerpo V (general Osvaldo García) y la Fuerza Aérea (brigadier Plessel) y comienzan a planificar el “Operativo Malvinas” con Lombardo. El Teatro de Operaciones Malvinas (TOM) lo presidirá el general García y en los detalles finales tuvieron participación directa, entre otros muy pocos: el general Américo Daher (comandante de la Fuerza Terrestre), Gualter Allara (comandante de la Fuerza de Tareas Anfibias) y Carlos Busser (comandante de la Fuerza de Desembarco).
En medio de la planificación, se formula una pregunta: ¿Qué pasa si hay reacción inglesa contra civiles argentinos? Entonces aparece el grupo “Alfa B”, integrado por militares, que operaría en una “medida preventiva”. El grupo se embarca en Ushuaia hacia las islas Georgias en el “Bahía Buen Suceso”. Cuando todo se descompone, Lombardo pide que paren la operación “Alfa B”, pero ya estaban ahí. Entonces ordena que se queden preventivamente en la zona. Al entender de Otero, el envío del buque “Endurance” manifestó el primer gesto bélico de Gran Bretaña. El embajador Anthony Williams dijo que iban 22 “marines” a sacarlos. El “Bahía Buen Suceso” estaba en las islas Orcadas con los 14 marinos: 2 oficiales, médico y personal táctico y comandos. Cuando los van a sacar por la fuerza se le ordena al “Bahía Buen Suceso” que llegue antes a Puerto San Pedro, antes que el “Endurance” se entiende. La primera fuerza que la Argentina destaca es en la isla San Pedro.
Por esos días, el comandante en jefe de la Armada inglesa se va a Gibraltar para presenciar un ejercicio y le dice a Woodward que prepare preventivamente una flota. El 29 de marzo, Thatcher autoriza que 3 submarinos nucleares se desplacen al Sur (“Trident”, “Spartan” y “Conqueror”). Londres queda a 13.000 kilómetros de Malvinas. La isla Ascensión a 6.000 kilómetros. Sin la base de los Estados Unidos en Ascensión la recuperación inglesa de Malvinas habría resultado muy costosa. Inglaterra tenía un “plan de contingencia” (no sólo para Malvinas, sino también para necesidades de la OTAN o la Comunidad Económica Europea). Sólo así se comprende cómo se formó una Fuerza de Tareas británica en tan poco tiempo. Ese plan era importante, porque “impedir” costaba menos que “recuperar”.
En la Argentina de “invasión” recién se hablaba para mayo/junio de 1982. Y la Fuerza Aérea en septiembre. La Armada iba a contar con 6 Super Etendard y 3 aviones Orion más antes de mayo del ‘82. Con el paso de los años y el conocimiento de muchos documentos secretos e intimidades, se pudo dilucidar, puntualmente, la larga cadena de decisiones que condujeron a los enfrentamientos en el Atlántico Sur. Grupos “Alfa” y “Alfa B”; planeamientos en la Armada Argentina; resoluciones en el seno de la Junta Militar; confidencias de los protagonistas e instrucciones dadas en voz muy baja, ante la descomposición del frente interno, político y social, argentino.
A pesar de eso, el almirante Jorge I. Anaya explicó que “el 19 de marzo desembarcaron en el puerto de Leith, islas Georgias del Sur, los trabajadores de la Compañía Georgias del Sur SA del señor Davidoff, y Gran Bretaña, los días 20 y 21, inició una escalada del incidente lo cual resultó inexplicable en la Argentina por cuanto no era la primera vez que estos viajaban a las islas; no había ningún contingente militar entre los trabajadores (como lo vuelve a ratificar incluso el informe Franks en 1983); se estaba cumpliendo con el contrato anglo-argentino en regla; y se había informado, el día 9 de marzo, a la embajada británica en Buenos Aires, que el 11 de marzo el buque partía rumbo a Leith. Asimismo, los trabajadores estaban munidos de la documentación necesaria especificada en los acuerdos de 1971. [...] Todo ello refuerza la impresión de que el incidente Davidoff es creado y magnificado por Gran Bretaña para justificar la no negociación y refuerzo de las Islas Malvinas. Esto quedó comprobado por el envío, el día 20 de marzo, del buque “Endurance” a echar por la fuerza a los obreros de Davidoff.
Todo este incidente fue analizado por la Junta Militar el 23 de marzo, resolviéndose, como medida de emergencia, el envío del “Bahía Paraíso” a las Georgias del Sur para lo cual se desviaría de la misión que cumplía en la campaña antártica. El “Bahía Paraíso” cumpliría con evitar la forzada evacuación de los trabajadores argentinos por el “Endurance” que se encontraba allí a partir del 21-22 de marzo con un contingente de marinos a bordo, además de sus armamentos convencionales. En dicha reunión, así como en las reuniones de los días 24 y 26 de marzo se continuó analizando la situación planteada por el incidente Davidoff a la luz de la centenaria disputa con Gran Bretaña por la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. (Anaya lo expuso en un documento “S” nº 3.1.057.10, página 6).
En su libro de Memorias, Costa Méndez dice que ante el incidente en las islas Georgias del Sur, el sábado 20, “nadie en la Cancillería esperaba este episodio”. En los años siguientes, la opinión se desplomaría ante las evidencias aportadas por testimonios de los protagonistas y circunstanciales testigos.
“El operativo de las Georgias fue preparado con mucha antelación. Yo lo sé porque el barco que transportó a los chatarreros también llevaba gente del Comando Antártico, para la segunda escala del viaje. El capitán del barco, cuando zarpó, recibió dos sobres cerrados: Uno con la orden de cortar el contacto de radio (en determinado día); otro en el que se instruía dirigir el barco primero a las islas Georgias. Todo el operativo fue realizado sobre la base de que los ingleses no responderían. Existió una gran improvisación, en todos los órdenes.”, confió el coronel Luís Carlos Sullivan, director del Comando Antártico al autor el 16 de agosto de 1982.
El martes 23 de marzo de 1982, la cuestión que se estaba desarrollando en las islas Georgias del Sur saltó a las tapas de los matutinos. “Fue rechazada una protesta británica” tituló “La Nación”, que además hablaba de “desmanes en las Malvinas” y que “la cancillería desestimó el reclamo del Foreign Office que consideró violada la soberanía que Gran Bretaña se atribuye en las islas Georgias del Sur”. “Simbólica ocupación de las Georgias del Sur” tituló Clarín a cuatro columnas, además de relatar que “un grupo de argentinos izó la bandera argentina y cantó el Himno Nacional, tras lo cual se retiró. Protesta británica. Malvinenses atacaron las oficinas de LADE (Líneas Aéreas del Estado) en el archipiélago”.
“Alrededor del 22 o 23 de marzo, cuando se preparaba una nota de respuesta al gobierno británico, Enrique Ros dijo ‘endurezcan las condiciones a ver si los ingleses aceptan y nos arruinan la operación’ (invasión). Pretendían que Gran Bretaña reconociera públicamente que los obreros argentinos en las Georgias del Sur estaban sin problemas, sin el contralor requerido por los británicos, y dos o tres puntos más que resultaban inaceptables. En esa reunión participaron Federico Erhart del Campo, Guillermo González, Marcelo Huergo, Enrique Candiotti (consejero legal del Palacio San Martín) y dos o tres diplomáticos mas. Uno de los asistentes relató en “off” (al autor) que cuando el embajador Williams vio la respuesta, dijo:
- Embajador Anthony Williams: ‘Señor embajador ¿esto es la guerra?’
- Embajador Enrique Juan Ros: ‘Es la guerra’.”
La extensa Memoria de la Junta Militar dirá que la frase que pronunció Williams a Ros fue: “el tiempo para buscar una solución se está acabando.”
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