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viernes, 7 de junio de 2019

Malvinas, las negociaciones con Haig y el ofrecimiento cubano

Malvinas en guerra: la reunión secreta donde el enviado de Fidel Castro le ofreció a Galtieri un submarino para atacar a la flota británica 

Las conversaciones confidenciales entre el secretario de Estado norteamericano Alexander Haig y Leopoldo Galtieri. Las duras e inútiles reuniones que llevaron al conflicto armado. La sorprendente propuesta del embajador cubano al presidente de facto de torpedear a la Royal Navy



Por Juan Bautista "Tata" Yofre | Infobae


El martes 6 de abril por la tarde la revista Gente apareció un día antes en los kioscos. En su tapa se publicaron las fotos de soldados argentinos apuntando con sus armas a marines ingleses, con las manos en alto, en señal de rendición o tirados boca abajo en el pavimento.

"No los subestimamos, pero pueden pasar el papelón del siglo", dijo una fuente naval argentina, cuando comentó el envío de la flota británica a las Malvinas.

Más tarde, el general de brigada Ramón J. Camps dijo que la flota inglesa estaba integrada de "chatarra".

"Un solo submarino atómico está en condiciones de hacer papilla a toda la flota argentina", pareció responder una fuente de la inteligencia británica desde Londres, según publicó Clarín el miércoles 7 de abril.

Desde Washington, Ronald Reagan anunció la gestión pacificadora de su país en el conflicto del Atlántico Sur.

El miércoles 7, el general de brigada Mario Benjamín Menéndez asumió en Puerto Argentino como gobernador de las islas Malvinas, Sándwich del Sur y Georgias del Sur. La ceremonia fue transmitida desde el Town Hall por cadena nacional de radio y televisión, aunque por desperfectos técnicos las imágenes no se vieron y sólo se escuchó el audio. Con la presencia del Ministro del Interior, general Alfredo Saint Jean, el juramento se lo tomó el comandante del Teatro de Operaciones, general Osvaldo García. Estuvieron presentes en la ceremonia una delegación representativa de la dirigencia política, sindical y empresaria de la Argentina.

El mismo día, Gran Bretaña declaró que "las naves de guerra argentinas que se encuentran dentro de las 200 millas náuticas de las Islas Malvinas, después de las 04.00 GMT del lunes 12 de abril, corren el serio riesgo de ser atacadas".

 
Izamiento de la bandera argentina por el nuevo gobernador Mario B. Menéndez (foto del archivo del general Menéndez)

El bloqueo inglés se ponía en marcha. La Argentina respondió estableciendo oficialmente el "Teatro de Operaciones del Atlántico Sur" (TOAS), bajo la jefatura del vicealmirante Juan José Lombardo y convocó a las reservas de las FF.AA.

El jueves 8, el secretario de Estado d elos Estados Unidos Alexander Haig llegó a Londres, dando comienzo a su gestión de asistencia. Habló con Margaret Thatcher cerca de cinco horas. Más tarde dijo que se había quedado "impresionado con la firme determinación del gobierno británico" de recuperar las Malvinas.

En síntesis, en un memorando para el presidente Ronald Reagan, fechado el 9 de abril, informó que "la primer ministro está convencida de que ella caerá si (nos) concede cualquiera de los tres puntos básicos que envió al Parlamento:
  • Inmediata retirada de las fuerzas argentinas.
  • Restauración de la administración británica en las islas.
  • Preservar la posición de que los isleños puedan estar capacitados para ejercer la autodeterminación".
Mientras en Buenos Aires los voceros oficiales dejaban trascender que las maniobras militares del Reino Unido eran un "bluff" para negociar con mayores posibilidades de réditos, en Washington los embajadores de los 10 países de la CEE pidieron el retiro de las tropas argentinas de las Malvinas.

En una decisión que ampliaba los preceptos soberanos de la Argentina en las islas, y antes de que llegara el mediador Haig, a partir del jueves 8 los comerciantes de las Malvinas fueron obligados a recibir moneda argentina. Hasta ese momento la libra malvinense o el dólar eran las únicas formas de pago en los negocios.

"Las autoridades argentinas solicitaron a los comerciantes que reciban el dinero argentino, al cambio del momento", informó la agencia TELAM. En Buenos Aires, los propios argentinos no sabían cuál era el cambio del "momento".

 
La junta militar: Leopoldo Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya

El 9 de abril de 1982, a las 19 horas, se reunieron en la sede del Estado Mayor Conjunto, sobre la avenida Paseo Colón, los integrantes del Comité Militar con la presencia del canciller Nicanor Costa Méndez.

Al negociador argentino se le impusieron condiciones de acero –que aceptó- y para asegurarlas bien los integrantes del Comité Militar (COMIL) analizaron las "Bases para la Negociación a ser expuestas ante el Sr. Haig" – según se dice en la Memoria de la Junta– preparado por "el Equipo de Trabajo integrado por los funcionarios de más alta jerarquía de la Cancillería y tres los oficiales superiores".

El documento tiene 8 páginas donde se asentaron los fundamentos históricos y políticos de la decisión del 2 de abril. El trabajo, entre una veintena de puntos -algunos claramente extorsivos- aconsejaba decirle al Secretario Haig que:
  • El "vuelco de la opinión pública o buena porción de ella en contra de quienes defienden una causa impopular, como es el colonialismo, de un país europeo en América" podría conducir a que "EE.UU. y Occidente perderían un importante aliado en el Atlántico Sur", porque "la actitud estadounidense de apoyar a Gran Bretaña podría ser hábilmente explotada por China y la URSS a su favor".
  • "Este conjunto de circunstancias no sólo perjudicará el diálogo Norte-Sur, sino que, más grave aún, empujará a una nación como la Argentina a un área no occidental, con todo lo que ello implica en el ámbito político internacional, teniendo en cuenta el peso que puede tener la República Argentina en América Latina, lo que significaría el resquebrajamiento, hasta incluir la ruptura del sistema de seguridad hemisférica occidental".

Al mismo tiempo el Comité Militar decidió reforzar con más tropas las Malvinas, antes de que comenzara a regir el 12 de abril el bloque anunciado por Gran Bretaña.

Destinó a Malvinas: Batallón de Infantería de Marina Nº 5, Batallón Antiaéreo, la Brigada de Infantería X y la Compañía de Ingenieros Anfibios, entre otros. Y a través del Acta Nº 10 "M"/82 se autorizó "el minado defensivo en la zona de Malvinas".

"De general a general"

El 10 de abril de 1982, cerca del mediodía, Leopoldo Galtieri se encontró con Haig para hablar "de general a general, puesto que hay una hermandad entre los hombres de armas y muchos valores en común que hacen que la conversación franca sea más fácil entre nosotros", dijo Galtieri.

Luego realizó una introducción en la que sostuvo, entre otros conceptos, que "el 2 de abril se recuperó lo que sabemos legítimo y por más que Gran Bretaña envié la flota naval y 5.000 Marines, los esperaremos con todos los honores. El Reino Unido intenta repetir su actitud colonial del siglo pasado y como en los años 1806 y 1807, el pueblo argentino responderá con algo más que aceite hirviendo, ya que lo hará con todo su poder militar".



Detalle de documento que relataba el encuentro de Galtieri con Haig 

El Secretario de Estado escuchaba atentamente mientras el general Vernon Walters le traducía. Luego, Alexander Haig comenzó agradeciendo el recibimiento privado y, según consta en la Memoria de la Junta Militar, "se refirió a haber comprendido la lucha argentina contra la subversión que sus predecesores no entendieron; reconoció los sacrificios y concesiones argentinas; indicó que sabía de las decisiones de la URSS a partir de 1978 por la debilidad demostrada por los EE.UU.; agregó que los militares argentinos condujeron con éxito la lucha antisubversiva a pesar de la irracional e ilógica crítica internacional; aseguró no haber provisto a Gran Bretaña de información y se manifestó de acuerdo con la operación argentina desde el punto de vista militar".

Galtieri manifestó que se había ordenado una operación incruenta en la medida de lo posible a efectos de evitar daños a ciudadanos británicos y que por ello las bajas habían sido sólo argentinas.



Margaret Thatcher y Alexander Haig, mediador en el conflicto entre el gobierno de la Junta Militar y la dama de Hierro de Gran Bretaña

Haig a renglón seguido habló de los problemas existentes en México, Nicaragua y El Salvador y que apreciaba que la relación de su país con la Argentina era buena y que no permitiría que "1000 pastores escoceses provocaran una alteración en el continente" y por último agradeció en nombre del Presidente Ronald Reagan la "cooperación argentino norteamericana".

Sin identificar esa cooperación, está claro que se refería al grupo militar argentino que "asesoraba" desde Honduras a los "contras" que peleaban al régimen sandinista.

Galtieri aprovecho para contarle que había llegado a la Argentina el embajador de Cuba pero que todavía no había conversado con él, y Haig respondió que el interés cubano por el caso Malvinas "aumentaba la tragedia" de lo hecho por Margaret Thatcher; que sin embargo, la Señora Thatcher era el líder vigoroso que apoya a los EE.UU. en la actualidad y que se la había arrinconado en el caso Malvinas.

Luego el Secretario Haig mencionó que la posición que había adelantado la Señora Thatcher constituía un ultimátum. Que, como primer paso, era necesario emprender la retirada de las fuerzas argentinas, pues sin retirada no habría ningún tipo de negociaciones. Adelantó que frente a esta postura, él había informado a la Señora Thatcher que EE.UU. no podía apoyarla.

Luego, Haig dijo que si la flota británica continuaba avanzando las emociones crecerían y el conflicto escaparía de todo control. Asimismo señaló que él creía tener las bases para la solución del caso, agregando que no podría volver a Londres con una proposición de soberanía argentina, pues sería rechazada. Por ello consideró que el tema de la soberanía no habría que mencionarlo. Galtieri manifestó que no era materia de negociación la soberanía argentina y que cualquier otra cosa podía ser objeto de ella.

Galtieri adelantó una advertencia: "Le diré sólo una vez y luego no volveré a repetirlo. En cuanto a la Argentina concierne, no existe ninguna duda con respecto a nuestra soberanía en las islas. Estamos dispuestos a negociar sobre cualquier otro punto".

La respuesta del Secretario de Estado fue que si insistía en la permanencia de un gobernador argentino en las Malvinas, habría guerra. Y que en ese caso los británicos "poseían una fuerza mayor que la de los argentinos y que lograrían una victoria en caso de desatarse las hostilidades".

 
Galtieri y Alexander Haig en la reunión donde conversaron “de general a general” (Foto: Víctor Bugge)

Galtieri previno que el conflicto podía extenderse porque "comprometía a muchas naciones" y "que habría que estudiar la posibilidad de supuestos hundimientos por submarinos… siempre sería adjudicado a Gran Bretaña pese a que lo podría efectuar o la URSS o la República Popular China".

Esto se dijeron, "de general a general":

Galtieri: Sr. General, hablando como militar le digo que es conveniente que no nos cerquen. Como profesional usted sabe que si es cercado deberá romper el cerco.

Haig: Pero yo sé que eso significaría hacer algo de lo que usted no participa ideológicamente.

Galtieri: Precisamente por eso reitero la necesidad de que no nos cerquen.

A renglón seguido Nicanor Costa Méndez hizo referencia a los años de negociación y a que en 1968 se estuvo a punto de llegar a un acuerdo acerca de la soberanía, pero fue interrumpido por el jefe de la delegación de los EE.UU.

Haig: Nada de esto tiene que ver. El tema es político tanto en Londres como en Buenos Aires. Es necesario buscar una solución en ambas capitales. Y agregó: "Los hechos son así".

A las 12.52 en un helicóptero militar que despegó del helipuerto de la Casa de Gobierno, Haig y Dick Walters se retiraron hacia el Aeropuerto Metropolitano y de allí en automóvil hasta la residencia del embajador Schlaudeman.

En el ínterin el piloto sobrevoló la Plaza de Mayo por "sugerencia" de las autoridades argentinas para que pudieran observar el apoyo que suscitaba la causa de Malvinas. En el ánimo de Haig el espectáculo provocó una reacción contraria.

El embrujo del balcón de la Casa Rosada

A las 13.20 Galtieri salió a uno de los balcones de la Casa de Gobierno, acompañado por sus principales colaboradores y pronunció un discurso. En un momento, parte de la multitud comenzó a corear:

"A gritar, a gritar, si quieren las Malvinas que las vengan a buscar".

Y frente a las exigencias de la multitud, Galtieri atizó el conflicto:

"Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. En esto tenemos la solidaridad de varios pueblos americanos que están decididos a dar batalla con los argentinos".

 
Galtieri en el balcón de la Casa Rosada saludó a la multitud que lo vitoreaba

Antes de iniciar sus encuentros en Buenos Aires, la mirada de Alexander Haig, sobre Galtieri, sus colaboradores, su régimen y la Argentina era algo que a la distancia tiene mayor valor y ayuda a comprender lo que habría de suceder.

En pocas palabras, el mediador entendía que el presidente argentino se encontraba en una posición difícil que trataba de solucionar una situación que él no había creado. "La aventura de las Malvinas era una operación eminentemente naval, concebida e impuesta a la Junta." Una operación planificada secretamente, tal es así que "cuatro de los cinco comandantes del Ejército no estaban en antecedentes de la inminente invasión".

"Cuando Galtieri se encontró ante el hecho consumado, y una situación imposible de mantener, trató de preservar el honor y la seguridad de su país, cuidando al mismo tiempo de salvar su propia situación para no perder el poder y caer en desgracia, carecía de autoridad. […] A pesar de su actitud arrogante no era un hombre libre, ni política ni diplomáticamente", escribió más tarde el Secretario Haig en sus Memorias.

Las condiciones argentinas

El 10 de abril por la tarde las negociaciones entre los funcionarios del Palacio San Martín y la delegación estadounidense se desarrollaron a partir de un documento que elaboró el Departamento de Estado al iniciar su gestión de buenos oficios.

Luego de numerosas horas de reuniones, en el Palacio San Martín y en la Casa de Gobierno, Alexander Haig dejó Buenos Aires el domingo 11 a las 9.30 de la mañana, tras escuchar misa en la iglesia del Santísimo Sacramento. Viajó a Londres para considerar con el gabinete británico los puntos conversados. Los títulos de los diarios expresaban el momento que se vivía: "No se llegó a ninguna solución aunque el diálogo se mantiene", resaltó La Nación a toda página en su edición del domingo 11 de abril.


El canciller Nicanor Costa Méndez le entregó un papel con “las exigencias de la Argentina” al enviado de Reagan. El paper decía todo lo contrario a lo que se había hablado en la Casa Rosada (Foto: Víctor Bugge)

En Ezeiza el canciller argentino le entregó un papel que contenía los 5 "puntos básicos" argentinos. Según relató Alexander Haig en sus Memorias, Costa Méndez "me entregó un papel. Contenía algunos pensamientos propios, me dijo. Esperaba que los leyera en el avión. Una vez en el aire, hojeé los papeles que me entregara. Contenían opiniones contrarias a lo que habíamos logrado en la Casa Rosada la noche anterior".



 

Las condiciones argentinas
Las principales exigencias del canciller argentino eran:
  1. El gobernador de las Islas debe ser designado por el gobierno de Argentina. La bandera deberá continuar flameando en las islas.
  2. Deberán otorgarse seguridades al gobierno argentino que al finalizar las negociaciones se reconocerá la soberanía argentina. Cualquier fórmula que implique que la soberanía está siendo negociada debe ser evitada.
  3. El proyecto de acuerdo debe ser compatible con los elementos mencionados anteriormente.
Después de leerlos, Haig le dijo a Costa Méndez telefónicamente que creía que la presente situación podía determinar la caída tanto del gobierno inglés como del argentino y le reiteró su "grave preocupación por una posible convocatoria del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) porque esto causaría graves problemas a su gobierno".

El encuentro de Galtieri con el embajador cubano

El embajador castrista Emilio Aragonés Navarro llegó a Buenos Aires el 9 de abril y al día siguiente a las 13.45 entró al despacho personal de Galtieri. Ese día,el presidente de facto había estrenado su sistema de grabación con grabador de cinta abierta. A pesar del ruido ambiental y de las bocinas de los automóviles (afuera se encontraba gran parte de la muchedumbre en la Plaza de Mayo) se pudo escucharlo que hablaron a puertas cerradas:


Emilio Aragonés Navarro con Ernesto Guevara durante una visita a la Unión Soviética


Embajador: He venido a decirle que Cuba va a hacer lo que ustedes determinen, hasta dónde ustedes quieran ustedes llegar va a llegar Cuba…

Galtieri: Dígale a Castro que más allá de las diferencias que tenemos se puede conversar. Yo le agradezco este sentimiento y solidaridad americana, latinoamericana, somos latinos. En buena medida tenemos diferencias…

Embajador: Somos integrantes de una misma familia pero un país diferente.

Galtieri: Tenemos diferencias pero son todas discutibles y conversables, pero le agradezco el gesto. Este gesto la Argentina no lo va a olvidar.

Embajador: Pero este gesto se puede convertir en hechos. Es lo que yo quiero que usted lleve con toda claridad. Esto es una proposición muy cuidadosa pero detrás de esto está la voluntad de hacer lo que haya que hacer…enviarle un submarino y hundirle un barco…cualquier cosa…

Galtieri: Argentina no lo olvida ni ahora ni lo va a olvidar por muchos años…

Embajador: Me gusta porque eso obliga… aunque sea privado nomás…

sábado, 10 de marzo de 2018

Royal Navy: Torpedeando ballenas

Torpedeando ballenas



Hace casi 30 años, la Marina Británica atacó a las ballenas en el Océano Atlántico confundiéndolas con submarinos enemigos. En revistas recientemente publicadas, el equipo explica la situación durante la Guerra de las Malvinas.



domingo, 9 de julio de 2017

Cómo el buen funcionamiento de los submarinos argentinos hubiese cambiado todo

Cómo la guerra de Malvinas (gracias a un submarino furtivo) podría haber ido muy diferente





Sebastien Roblin | National Interest

La breve pero sangrienta guerra naval que ocurrió en 1982 sobre las Islas Malvinas, conocidas como las Malvinas en Argentina, es típicamente vista como un triunfo del poder naval británico. Un grupo de efectivos de la Marina Real logró vencer los fuertes ataques aéreos para recuperar el archipiélago del Atlántico Sur de las tropas argentinas.

Durante la mayor parte de la guerra, un solitario submarino diesel argentino, el ARA San Luis, se opuso a la Marina Real en el mar. No sólo el San Luis volvió a casa sin ser arrastrado por las más de doscientas municiones antisubmarinas disparadas por buques de guerra británicos y helicópteros, sino que dos veces emboscó a fragatas antisubmarinas. Si las armas funcionaran como se pretendía, la victoria británica podría haber sido comprada a un costo mucho mayor.

La junta militar gobernante de Argentina se recuperó oportunamente de las oportunidades para obtener puntos políticos en su país. No esperando una verdadera guerra, la junta calculó mal la rapidez con que la primera ministra británica Margaret Thatcher escalaría contra su uso de la fuerza con la suya propia.

Esta falta de planificación se manifestó en la falta de preparación de la flota submarina de la Armada Argentina. Una estaba en tan decrépita condición que no podía sumergirse con seguridad, mientras que la más moderna ARA Salta estaba sufriendo reparaciones. El más viejo ARA Santa Fe introdujo los hombres ranas para ayudar en la invasión inicial el 2 de abril. No fue hasta el día siguiente que el submarino más moderno disponible, el San Luis, recibió órdenes en su muelle en Mar de Plata para partir en una patrulla de combate alrededor del área de las Malvinas.

El San Luis fue un submarino diesel Tipo 209 alemán construido en grandes cantidades para servir como un submarino más pequeño y rentable para los países menos ricos. Desplazando sólo 1.200 toneladas con un grupo de tripulantes de treinta y seis, el San Luis llevó catorce torpedos antisubmarinos Mark 37 y diez torpedos con guía de alambre SST-4 de fabricación alemana para usar contra objetivos de superficie. Podía nadar a cuarenta y dos kilómetros por hora bajo el agua o veintiuno en la superficie, y tenía una profundidad máxima de buceo de quinientos metros.

Sería un cliché común a muchas historias de improbables logros militares para enfatizar la habilidad de la tripulación de San Luis, pero de hecho, los mejores oficiales submarinos de Argentina estaban en Alemania en el momento de la Guerra de las Malvinas. En su lugar, el San Luis se conformó con suboficiales menores encargados de muchos departamentos clave de la nave. Su comandante, el capitán de la Fragata, Fernando Azcueta, era un veterano del submarino, pero no tenía mucha experiencia con el modelo del Tipo 209.

Además, el San Luis estaba en pésimo estado y tuvo que someterse a reparaciones rápidas e incompletas. Su esnórquel tenía fugas, sus bombas de sentina estaban funcionando mal y uno de los cuatro motores diesel no funcionaba. Los buzos pasaron casi una semana entera tratando de limpiar los crustáceos del casco y la hélice de San Luis, lo que impedía la velocidad y el sigilo del buque.

El submarino argentino finalmente salió al mar el 11 de abril y se trasladó a una posición de espera mientras la situación política continuaba deteriorándose. Las cosas no llegaron a un comienzo prometedor. El sistema de control de incendios de San Luis le permitió guiar automáticamente tres torpedos simultáneamente después del lanzamiento. Así que, por supuesto, se rompió después de sólo ocho días en el mar, y ninguno de sus subalternos inexpertos sabía cómo solucionarlo. El equipo sólo podría lanzar un torpedo a la vez bajo guía manual de alambre. Sin embargo, se decidió que el San Luis debería continuar con su misión.

Mientras tanto, el 17 de abril, el Santa Fe, un viejo submarino de la clase Balao que había servido a la Marina de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, envió a infantes de marina y técnicos para reforzar a las tropas que habían tomado la isla de Georgia del Sur. A pesar de que desplegó con éxito a las tropas el 25 de abril, no pudo despegar con la suficiente rapidez y fue detectado a las 9 de la mañana por el radar de un helicóptero británico Wessex, que pronto se unió a los helicópteros Wasp y Lynx. El Santa Fe fue dañado por dos cargas de profundidad, perdidas por un torpedo, golpeadas por misiles AS-12 antishipping, y estratificada con fuego de ametralladora. El capitán encalló en el submarino, que fue capturado junto con su tripulación por las tropas británicas poco después. El ataque a la Santa Fe marcó los primeros disparos de la campaña británica.

Al día siguiente, el San Luis fue ordenado a navegar por las aguas alrededor de las islas en disputa, y se autorizó el vigésimo noveno a disparar contra cualquier buque de guerra británico que encontró.

Sin embargo, la Royal Navy había interceptado las comunicaciones de San Luis y desplegado sus helicópteros y fragatas para cazarla. En un escrutinio, la Royal Navy tenía diez fragatas o destructores y un helicóptero asignado al menos en parte a tareas antisubmarinas, así como seis submarinos en patrulla.

El 1 de mayo, el sonar pasivo de San Luis detectó el HMS Brilliant y Yarmouth, ambas fragatas antisubmarinas especializadas. Azcueta lanzó un torpedo SST-4 a una distancia de nueve kilómetros, pero poco después del lanzamiento, los cables de guía en el torpedo se cortaron. Azcueta rápidamente se zambulló su sub en ocultar en el fondo marino. El Brilliant detectó el ataque, y las dos fragatas y sus helicópteros entraron en una frenética búsqueda de potenciales contactos de sonar. Lanzando treinta cargos de profundidad y numerosos torpedos, los barcos británicos explotaron con éxito varias ballenas por sus esfuerzos.

Al día siguiente, el submarino británico Conquistador torpedeó al crucero argentino General Belgrano, que se hundió junto con 323 miembros de su tripulación. Toda la flota de superficie argentina se retiró posteriormente a las aguas costeras, dejando a San Luis el único buque argentino que se oponía a la fuerza invasora británica. Los barcos y helicópteros británicos empezaron a reportar sonar contactos y avistamientos de periscopios por todas partes, y lanzaron nueve torpedos en aguas que el San Luis ni siquiera terminó acercándose.

El equipo de San Luis, por su parte, creyó haber sido disparado por un submarino británico el 8 de mayo y, tras realizar maniobras evasivas, lanzó un torpedo Mark 37 contra un contacto submarino. El torpedo se oyó explotar y el contacto se perdió. Esto, también, era probablemente una ballena.

Dos días más tarde, San Luis detectó las fragatas antisubmarinas Tipo 21 HMS Arrow y Alacrity en el paso norte del sonido de Falkland. Enmascarados por el ruido producido por las fragatas de rápido movimiento, el San Luis se arrastró a cinco kilómetros del Alacrity, disparó otro torpedo SST-4 y preparó un segundo para el lanzamiento.

Una vez más, los cables de la SST-4 se cortaron poco después del lanzamiento. Sin embargo, algunas cuentas indican que el torpedo golpeó realmente a un señuelo siendo remolcado por el HMS Flecha, pero falló detonar. Azcueta renunció al disparar el segundo torpedo y ordenó al San Luis que se liberara para evitar un contraataque.

Sin embargo, los buques británicos cruzaron, sin darse cuenta del ataque. El capitán de la Alacridad ni siquiera se enteró de la llamada cercana hasta después de la guerra!

Desarmado, Azcueta informó a la radio que los torpedos eran inútiles, y recibió permiso para regresar a la base, lo que logró el 19 de mayo. La guarnición argentina se rindió el 14 de junio antes de que el San Luis pudiera ser devuelto al mar. Quince años más tarde, el San Luis se convirtió en uno de los tres únicos submarinos Tipo 209 que debían ser desmantelados después de una revisión incompleta. Otros cincuenta y nueve sirven en varias marinas.

¿Qué salió mal con los torpedos del San Luis? Hay una media docena de explicaciones, manteniendo el error de la tripulación y los defectos técnicos culpables. El fabricante AEG afirmó primero que los torpedos habían sido lanzados desde muy lejos, y sin contacto sonar activo. Otra afirmación es que los equipos argentinos invirtieron erróneamente la polaridad magnética de los giroscopios en los torpedos, haciendo que se desviaran. Sin embargo, también hay evidencia de que los torpedos no lograron armar sus ojivas y no pudieron mantener la profundidad. Sugestivamente, AEG implementó numerosas mejoras al torpedo después del conflicto de las Malvinas.

El San Luis no era un super-submarino, ni tenía un super-tripulante. Sin embargo, aprovechándose de un comandante competente usando tácticas ordinarias, todavía manejaba correr círculos alrededor de una docena de fragatas antisubmarinas de una de las marinas más capaces del mundo, y fácilmente podría haber hundido varios buques de guerra si sus torpedos funcionaran como estaba previsto.

La Royal Navy, por su parte, gastó cientos de costosas municiones antisubmarinas y despachó 2.253 salidas de helicópteros persiguiendo falsos contactos, sin detectar el San Luis en ninguna de las ocasiones en que cerró dentro del alcance de tiro.

La verdadera guerra submarina ha sido, afortunadamente, extremadamente rara desde la Segunda Guerra Mundial. La experiencia de Malvinas sugiere que los submarinos diesel baratos podrían ser muy difíciles de contrarrestar incluso cuando se enfrentan a adversarios bien entrenados y bien equipados.

jueves, 9 de junio de 2016

La Guerra de los Submarinos

Guerra de Malvinas: La batalla de los submarinos
Palhiue Digital




Las Marinas modernas del mundo fortalecen su sistema subacuático para defensa y protección de sus territorios. Nuestro país, lamentablemente se quedó en el tiempo y tardará mucho tiempo en recuperarse.

Mar del Plata, era el otoño de 1982, turistas buscando cocinas en el puerto y café con tortas en el Torreón del Monje o excursiones a la Sierra de los Padres tratando de llegar a la “Gruta de los Pañuelos”, para venerar a la virgen agradeciendo promesas cumplidas.

Nadie imaginaba que lejos de allí, en las profundidades del mar austral tendría lugar un capítulo de la guerra submarina con Gran Bretaña. Los argentinos, estuvimos cerca de comprometer el desarrollo de la operación inglesa en el Atlántico Sur. Pero la precariedad instrumental nos jugó en contra.

La Base de Submarinos está en “Cabo Corrientes”, donde el 30 de octubre de 1826 el almirante Guillermo Brown reunió a su escuadra y navegó junto a Tomás Espora y Leonardo Rosales, hacia el Río Uruguay y frente a la Isla del Juncal el 8 de febrero de 1827 venció a los brasileños.

Nuestra Fuerza de Submarinos” (COFUERSUB) a fines de la década del setenta estaba integrada por cuatro unidades, dos de origen norteamericano, el “Santa Fe”, clase Guppy II y el “Santiago del Estero”, clase Guppy I y dos más de origen alemán, el “Salta” y el “San Luis”.

Con la llegada de los Guppy en 1971, nuestro país dio un paso fundamental en el fortalecimiento de su fuerza. Por primera vez se contó con submarinos y no sumergibles, se incorporó el snorkel, que es básicamente un tubo que permite tomar aire de la superficie para así poder conectar los motores diesel bajo el agua y recargar las baterías sin salir a la vulnerabilidad de la superficie.

Estos buques fueron el paso intermedio entre el submarino diesel eléctrico convencional y el nuclear. Este sistema lejos de ser “chatarra” como muchos lo quisieron calificar estaba en servicio en la mayoría de las armadas del mundo, empezando por los EE.UU y siguiendo por los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y tenían capacidad para el trasporte de tropas, tubos lanzatorpedos en proa y popa, torpedos convencionales de corrida recta y buscadores, un sistema muy ingenioso llamado “Prairie Masker” que enmascaraba el ruido del buque fundamentalmente cuando se utilizaba propulsión diesel y carga de baterías al mismo tiempo y sobre todo una cadena logística de repuestos muy sencilla con motores General Motors de 12 cilindros en línea.

Si bien se montaron sobre cascos de submarinos de la clase “Balao”, se les introdujo toda la tecnología que le habían copiado a los U alemanes, eran unos verdaderos fierros irrompibles confiables y seguros.

Los ataques por sorpresa, por ejemplo del submarino “Conqueror” al Crucero “Belgrano” se hacen siempre a plano de periscopio, buscando confirmación del blanco y con frecuencia la maniobra de recuperación del peso perdido no es lo suficientemente rápida y ocasiona el afloramiento de la proa del sumergible, con el consiguiente peligro de ser visto por los destructores de escolta. La respuesta antisubmarina quedaría en principio a cargo de los sumergibles “San Luis” y “Salta”, incorporados ocho años antes del enfrentamiento con el Reino Unido.

El “Salta”, estaba en reparaciones y salio de las mismas con problemas, que para nada fueron mayores que los del “Santa Fe” y el “San Luis”. Su comandante adujo que se había comprobado una inusual generación de ruido, circunstancia que lo hacía fácilmente detectable a los sonares enemigos. La Armada aceptó la especie y lamentablemente lo desafecto del operativo. Con su actuación, otro habría sido el resultado de la batalla subacuática.

De esta manera, sólo quedaron a flote el “San Luis”, y el veterano, “Santa Fe”, para enfrentarse con la poderosa flota británica. El “San Luis”, construido en 1969 en el Astillero Howaldtswerke – Deutsche Werft de Alemania, y se incorporó a la Fuerza en 1974, y por su actuación en la Guerra de Malvinas, fue distinguido con la medalla al “Valor en Combate”, ya que logró burlar el bloqueo de la flota británica.

El “Santa Fe”, de origen americano, sirvió en la Armada Argentina entre 1971 y 1982. Pertenecía a la Clase Balao y había estado en la marina estadounidenense entre 1945 y 1971.

No es cierto que el “Santa Fe”, estaba por ser radiado del servicio activo y su misión de “transportar de tropas”, la cumplió con creces. Si bien el desempeño del “San Luis” fue más lucido, la tarea del “Santa Fe” fue más épica y desigual en comparación con los medios que enfrento del enemigo, al punto que capturado por fuerzas británicas en las costas de las Islas Georgias del Sur.

Luego de la Guerra, a principios de 1985, cuando era remolcado hacia el Reino Unido como “trofeo de guerra”, resultó hundido en medio de un violento temporal. El “Santa Fe” estuvo en combate desde el primer día de la guerra, condujo Comandos Anfibios y Buzos tácticos para el Operativo “Virgen del Rosario”.

Después, la nave regresó a Mar del Plata y retornó con más tropa a las Georgias del Sur. Allí es atacado con bombas de profundidad y misiles lanzados desde un helicóptero enemigo, había fragatas y un submarino nuclear esperándolo. Todos contra el viejo “Santa Fe”. Con el buque escorado, inundado y con varios heridos abordo, se desembarca toda la dotación y se procede a inutilizar el buque destruir las claves e impedir que nada cayera en manos inglesas.

Días después siendo prisionero de guerra muere asesinado el suboficial Félix Artuso. En la vela se encontraban de guardia Feldman y Muraciole, estos tripulantes junto con Ghiglione, Mareco, Macias, Silva y Bustamante se armaron voluntariamente con los fusiles FAL de dotación y comenzaron a repeler el ataque. Esta acción les negó a los helicópteros la vertical del buque y sólo les permitió disparar con sus armas livianas de abordo.

De pronto, una de las naves enemigas lanzó un misil, que debe haber sido un AS-ll o un AS- 12 que impactó y atravezó la vela. El cabo Segundo Alberto Macias, perdió una pierna y es parte de los héroes olvidados como el capitán de fragata Horacio Biscaín, un caballero y su segundo jefe lamentablemente, fallecido de un infarto, el capitán de corbeta Horacio Michelllis.

Un dato interesante: En 1978, la empresa “Varta Argentina”, de la ciudad de Merlo, provincia de Buenos Aires, con el asesoramiento naval reprodujo una batería del glorioso “Santa Fe” y se llevó a cabo su reposición en los diques de Puerto Belgrano. Se seccionó y se soldó el casco con mayor calidad y resistencia que el que poseían los submarinos americanos y sin aplicar restricciones al plano de profundidad. Conclusión no solo se reparó el “Santa Fe”, sino que se obtuvo una licitación internacional y se reparó al submarino Venezolano “Picua”. Esta situación no fue para nada digerida por los norteamericanos, que empezaron a presionar a nuestro país por todos lados.

El “Santa Fe” zarpó el 27 de marzo de 1982 y trasladaba a trece buzos tácticos. Cumplió con su misión de desembarco en Malvinas y fue de los primeros en llegar. Los Comandos debían capturar el Faro “San Felipe” en cabo Pembroke, en Malvinas y demarcar la playa para el desembarco de los vehículos anfibios.

La Fuerza de Submarinos tenía la tarea de destruir a los buques enemigos. Técnicamente estas naves, cuentan con tanques de inmersión, a ambos lados del casco que una vez inundados le dan el peso necesario para poder subir y bajar o navegar entre dos aguas.

El 12 de abril, el “San Luis” navegaba hacia el norte de las islas, pero fuera de la Zona de Exclusión y el “Santa Fe” se alistaba para una patrulla de sesenta días.

Su sistema de tiro no era computarizado pero si efectivo. Al ser hundido tenía abordo 10 torpedos Mk 14 y 3 Mk 37 de proximidad. Su distancia de lanzamiento no estaba condicionada a 2000 yardas. En ese momento llevaba a bordo once infantes de refuerzo, provisiones, armas y municiones. Además, transportaba a veinte soldados para reforzar la guarnición en Georgias del Sur.

Los portaaviones “Hermes” e “Invencible”, entraron en alerta, debido al avistamiento de periscopios. Cundió el nerviosismo y el “Santa Fe”, debía atacar la línea de reabastecimiento británica entre Ascensión y Malvinas, pero los helicópteros de la fragata “HMS Antrim” le dispararon un torpedo, cargas de profundidad, misiles y tiros de ametralladoras. Su tripulación respondió con fuego de fusilería. Un misil le atravesó el vertical de forma horizontal.

Ya sin posibilidades de acción, los tripulantes del submarino abrieron disimuladamente válvulas y escotillas de la nave, provocando su hundimiento. El “Santa Fe”, manteniendo su gloria, quedó inutilizable.

Los hechos impactaron en las autoridades de la Armada. El “Santiago del Estero”, una virtual chatarra, fue secretamente sacado a remolque de la Base de Mar del Plata y trasladado hacia Puerto Belgrano. La maniobra buscaba confundir a la Inteligencia británica, que lo creería en operaciones. Y, efectivamente, aunque el viejo submarino no podía moverse, los británicos creyeron que estaba operando en patrulla en alta mar, lo cual los obligó a mantener constante vigilancia y desvío de recursos.

La Guerra Antisubmarina es fundamentalmente una contramedida, una reacción planeada y deliberada. La ventaja más importante del submarino sobre el buque de superficie en su capacidad para eludir la detección. Esta capacidad por si sola es tan importante, especialmente en la era de los radares, aviones patrulleros y satélites, muchos expertos piensan que el submarino es un arma dominante en cualquier conflicto.

Pero la pérdida del “Santa Fe” dejó una sola una unidad operativa: el “San Luis”, que el 29 de abril recibió la noticia de que se habían modificado las reglas de enfrentamiento. Quedaba autorizado a disparar libremente sus torpedos en las zonas de patrulla al norte de las Islas.

Realizó una campaña de 40 días, llevó a cabo tres ataques al enemigo, no obstante haber operado con solo tres de sus cuatro motores diesel y haber tenido la computadora del sistema de armas fuera de servicio. Su capacidad de lanzamiento de torpedos era limitada a las condiciones de emergencia. El 1 de mayo lanzó un proyectil SST- 4 sobre un blanco a distancia, clasificado como un destructor o una fragata y sin poder apreciar su efecto. A continuación fue hostigado casi un día entero por buques y helicópteros, por lo que debió asentarse en el lecho del mar para evitar sufrir consecuencias.

El ocho de mayo efectuó un nuevo ataque sobre un blanco apreciado como submarino, con fuerte explosión en el azimut del lanzamiento, sin poder dilucidar los efectos. Finalmente el 10 de mayo efectúa un tercer ataque con dos SST-4 sobre un blanco, también clasificado como destructor o fragata, pero sin sufrir un posterior contraataque. El 11 de mayo recibió la orden de regreso a su base de operaciones, que cumplió sin novedad. El 19 de mayo ingresó a la Base Naval de Puerto Belgrano, luego de 39 días de patrulla y 864 horas de inmersión.

Veinticinco años después de la guerra, Sir Tim McClement, desveló la “contribución vital” que hicieron esos submarinos en la victoria contra Argentina.

Esa misión de los submarinos nunca fue descubierta por Argentina, reveló el alto oficial naval británico, Sir Tim McClement, segundo en el mando del “HMS Conqueror”, el mismo que hundió al crucero General Belgrano. Reconocen intento de incursionar en territorio nacional para destruir la base de aviones de Río Grande. McClement escribió un artículo con esa información para una publicación especial de la Marina Real, titulada “Royal Navy, A Global Force.

El militar afirma que los cinco submarinos nucleares estaban alineados, sumergidos, a orillas del límite territorial de 12 millas de Argentina, para dar la alerta de ataques aéreos lanzados contra las fuerzas británicas.

Los submarinos podían captar los lanzamientos de Skyhawks y otros aparatos aéreos de la base principal en Río Grande, señalando el tipo de aviones y su número y dando así la alerta 45 minutos antes de un ataque, indicó.

La amenaza de los bombarderos argentinos Skyhawk, armados con bombas de 1.500 libras y 2.000 libras, y sus Super Etendarts, con misiles Exocet, planteaban el mayor peligro para la marina británica, principalmente porque la Royal Navy carecía de sistemas apropiados de advertencia temprana.

Los dos buques portaviones de la Royal Navy, el “HMS Invincible” y el “HMS Hermes”, estaban al este de las islas y fuera de alcance de los bombarderos argentinos, había buques de guerra que estaban más cerca de Argentina y que eran altamente vulnerables, señaló.

Las tropas británicas que aterrizaban en las islas eran vulnerables a los ataques de los bombarderos, notó el militar.

La presencia de los cinco submarinos nucleares, “HMS Conqueror”, “HMS Splendid”, “HMS Spartan”, “HMS Courageous” y “HMS Valiant” y uno convencional, el “HMS Onyx”, fue la solución, tras el fracaso de un plan para atacar una de las principales bases aéreas de Argentina y destruir los Skyhawks.

Después de que abortó ese plan secreto, un grupo de soldados británicos tuvo que refugiarse en Chile. McClement, señaló que al comienzo del conflicto, una mayoría de esos submarinos estaban comprometidos en otras misiones.

El “HMS Conqueror” estaba siguiendo al crucero argentino “General Belgrano”, contra el que disparó ocho torpedos, el 2 de mayo, hundiendo al barco y causando la muerte de 323 hombres.

Los “HMS Splendid” y “HMS Spartan” estaban buscando al portaviones “25 de Mayo”, que se sospechaba se preparaba para atacar las fuerzas británicas, y el “HMS Onyx” desarrollaba operaciones ultra secretas de las fuerzas especiales, precisó.

Sin embargo, los cinco submarinos nucleares tomaron posición en el límite de 12 millas de Argentina para dar la alerta, lo que permitió la destrucción de varios bombarderos argentinos y obligó a otros a regresar a sus bases, lo que fue clave para la derrota de las fuerzas argentinas, concluyó el vicealmirante.

Nadie duda de Gran Bretaña y Estados Unidos para encarar acciones militares. En la Guerra de Malvinas Margaret Thatcher estuvo dispuesta a usar armas nucleares contra el territorio argentino, según reveló en un libro sobre el ex presidente francés Francois Mitterrand.

La intención de Thatcher de usar cargas nucleares para definir la guerra, fue abortada por la decisión de Mitterrand de colaborar con la “Dama de Hierro” y proporcionarle información sobre las armas que Francia le había vendido a Argentina. Es decir, se estuvo muy cerca de la locura.

Con el arma Submarina, cualquier país en serio, crea situaciones muy favorables, para que la fuerza de superficie o los componentes aéreos puedan realizar misiones con mayor éxito. “Los oídos debajo del mar”, alcanzan a detectar 60 – 70 u 80 veces más lejos de lo que pueden hacer los ojos del vigía de un buque y aún las ondas del radar, desarrollando así una labor importante de disuasión.

Material de consulta y fuentes: Archivos personales. Relatos del Capitán de Corbeta, Horacio Bicain, comandante del submarino “Santa Fe” en 1982.

Poder Naval. Revisión de un artículo del colega Alberto Amato, diario ”Clarín”. Nota periodística al actual Almirante Alejandro Maegli, durante el conflicto oficial subalterno del “San Luis”. Grupo de Investigaciones de Defensa. Publicación: “Submarinos de la Armada Argentina (1933-2000)” – Ricardo Burzaco – Eugenio B Ediciones. Libro: “Submarinos Argentinos” por Martín Ignacio Otero. Comunidad Submarinística Latinoamericana. Artículo Submarinos y Recursos. Submarinos nucleares en primera línea de la defensa británica en Malvinas. AFP, Londres, Reino Unido. Asesoramiento, Capitán de Fragata (RE) Osvaldo Goñi.

jueves, 19 de marzo de 2015

La tumba de Artuso en Grytviken

Tumba del Sub. Artuso en Grytviken



Una plegaria en memoria de Suboficial Primero Félix Artuso. 

http://shackleton2014.com/spotkanie-w-mar-del-plata/
http://www.shackleton2015.pl/sy-isfuglen/
http://www.histarmar.com.ar/Malvinas/FelixArtuso.htm
http://www.elsnorkel.com/2014/07/conmemoraran-al-submarinista-argentino.html
http://www.irishseamensrelativesassociation.com/

miércoles, 6 de agosto de 2014

El desembarco secreto de la ARA de 1966

El Desembarco Secreto Del 66
Interesante nota de 1996 donde se relata esta extraña misión de reconocimiento,no fue ni la primera ni la última que se hizo en suelo malvinense sin conocimiento de los británicos, recordemos allá por 1999 sino me equivoco cuando se encontraron dos botes de goma y se hizo una caza de brujas por toda la isla buscando a los incursores ilegales. Otro archivo para el lado secreto de la gesta por Malvinas.



Cuando el submarino Santiago del Estero desembarcó secretamente en una playa desierta de las islas Malvinas a 40 kilómetros de Puerto Argentino en octubre de 1966, uno de sus tripulantes y capitán de corbeta Juan José Lombardo no soñaba que 16 años después sería el planificador de la invasión en 1982 y comandante del "Teatro de Operaciones Malvinas" en la guerra. Tampoco incidió en su posterior designación: ningún marino en actividad sabía que había sido uno de los protagonistas.

Aquel desembarco formó parte de un largo juego de guerra en torno de la recuperación de las islas Malvinas, que retomó como hipótesis el almirante Eduardo Massera en 1977 y que, finalmente, culminó en 1982 con la invasión y la búsqueda de oxígeno político para el Proceso que agonizaba. La invasión a las islas fue una de las pocas decisiones confidenciales que las Fuerzas Armadas lograron mantener. Aunque ya para diciembre de 1981 ocho almirantes de la Marina sabían de la decision de ocuparlas, lo ignoraba un miembro de la junta militar: el brigadier Lami Dozo, comandante de la Fuerza Aérea, mientras el general Mario Benjamín Menéndez recién se iba a enterar el 1 de marzo.

Convenciendo al general

Anaya había pensando la operación cuando peleaba con las lecciones de inglés en Londres en la Agregaduría naval. Ya como comandante de la Armada, el 9 de diciembre de 1981 lo había convencido en una comida con sus esposas al comandante en jefe del Ejército, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, diciéndole que él le abría el camino para derrocar al general Roberto Viola de la presidencia. Pero tenía un precio: que apoyara la ocupación de las islas Malvinas. En los tres meses del conflicto más inesperado de la historia contemporánea, las "operaciones secretas" de ingleses y argentinos durante la guerra de las Malvinas fueron por lo menos siete. Del lado británico, son difíciles de reconstruir porque creen en la ley de secretos de Estado y la respetan. Para los militares argentinos, la derrota fue tan traumática y vergonzante que nadie se atreve a escribir una historia oficial o a admitir que hubo héroes que están olvidados y muchos, desamparados. Los errores, horrores y épicas de la guerra de las Malvinas se conocen con cuentagotas, y hay más reconocimientos a la actuación de los militares y soldados argentinos en libros y documentales hechos por los británicos que en su propio país. Este relato es el fruto de una investigación que incluyó docenas de horas de conversación con los protagonistas de la guerra de las Malvinas en la Argentina y Gran Bretaña entre agosto de 1982 y diciembre de 1985. A muchos que ayudaron a reconstruir las operaciones secretas del conflicto anglo-argentino no se los identifica a su propio pedido. Algunos han muerto y la mayoría de los militares involucrados están en situación de retiro.

Rumbo a las islas

En 1966, al comando del hoy fallecido capitán de fragata Horacio González Llanos y con Lombardo como segundo, el viejo submarino de origen norteamericano "Santiago del Estero" se desprendió de la "task force" argentina que había cumplido sus ejercicios anuales en las cercanías de Puerto Pirámides y navegó durante cuatro días hacia las islas. Aunque la tripulación creía que se dirigían a Mar del Plata, su base original. "Nos enteramos después que el comandante recibió la orden del almirante Benigno Varela, jefe de la Armada en 1966, de dirigirnos hacia la isla Soledad", contó a Clarín uno de los oficiales que participó. Navegaron en inmersión y el submarino subió a la superficie con sus 85 tripulantes al atardecer. Dos patrullas de seis hombres cada una partieron hacia la playa, que estaba a un kilómetro y medio de distancia, en botes. La misión era reconocer si esa playa era apta para un desembarco argentino. Pero el primer intento fue un fracaso: la patrulla se perdió, el submarino los recogió de los kayacs arrastrados por la corriente marina y volvieron a sumergirse. Emergieron nuevamente al atardecer del día siguiente y consiguieron cumplir su objetivo.

El kelper no anunciado

En su análisis preparatorio, los riesgos estudiados eran mínimos. La playa era desértica y pantanosa y el único problema podría ser que varara el submarino. La gente no estaba incluida en el cálculo de las probabilidades. Pero el poblador apareció al amanecer. Un kelper somnoliento y sorprendido "aproximadamente de 40 años" se encontró frente a los militares argentinos uniformados, sin darse cuenta de que su vida corría peligro. El comandante González Llanos optó por una solución piadosa: le vaciaron una botella de whisky en la boca, lo abandonaron en la playa y partieron hacia el Santiago del Estero. La operación fue tan secreta que ni siquiera figura en el currículum de los tripulantes. Solo la conocían el nacionalista almirante Varela y Juan Carlos Boffi, comandante de la flota de mar. Varela lo admitió en su casa de Boulogne 16 años después ante esta periodista. "Supimos guardar el secreto. No se lo conté ni a mi mujer. Usted es la primera en saberlo", relató uno de los tripulantes. La playa elegida por el Santiago del Estero no fue utilizada en 1982 para el desembarco argentino. Las fuerzas militares optaron por playas más cercanas a la capital de las islas.

No puede hablar con nadie

En diciembre de 1981, el proceso militar se ahogaba y el vicealmirante Juan José Lombardo denunció en la reunión del Almirantazgo "la descomposición del país y la necesidad de encontrar una solución política". Amenazaba con su pase a retiro y ni siquiera logró calmarlo ese largo paseo en yate con su esposa al que lo invitó el comandante de la Marina, Jorge Anaya. El submarinista Lombardo había estudiado en la Escuela Naval Francesa, era terrateniente en Salto, nacionalista y con una visión más humanitaria del mundo que sus pares de la época. Se sorprendió cuando el 15 de diciembre, el comandante lo convocó a su despacho en el Edificio Libertad para promoverlo y designarlo comandante de operaciones navales. La orden inmediata lo dejó paralizado: "Vamos a ocupar las Malvinas. Usted será el encargado de planificar la operación. No puede hablar con nadie, a no ser con sus cuatro colaboradores inmediatos". El alto y elegante vicealmirante Lombardo partió hacia Bahía Blanca para planificar la operación que desafió la lógica y la imaginación de los servicios de inteligencia de la guerra fría. Hasta entonces, el enemigo argentino era Chile y no los ingleses, y los fantasmas de la junta militar no eran otros que los miles de desaparecidos de la represión ilegal y la presión internacional que se ejercía para que se diera a conocer su paradero, y el fracaso del plan económico llevado adelante por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz . Ante este cuadro político y en el mes de octubre de 1981 cuando era comandante de la flota de mar, Lombardo se reunió con Anaya y le dijo: "¿Por qué no hacemos en las islas Georgias lo que hicimos en Thule en 1976?". Thule es una isla deshabitada en el archipiélago de las Sandwich del Sur. En un intento de pulsar la reacción inglesa y "reafirmar soberanía", siete militares de la Marina argentina la habían ocupado en 1976 al ser desembarcados por un barco de la fuerza que cumplía con su campaña anual antártica. Los ingleses habían reaccionado tardíamente, con tibieza y solo presentaron una protesta formal. La Marina había instalado una Bandera argentina y pretendía fijar en Thule un hito de soberanía: oficiales desarmados que emitieran al mundo partes meteorológicos, comunicaciones de radio y los ojos puestos en la ratificación del Tratado Antártico en 1991.

Clarin

sábado, 21 de junio de 2014

El secreto del ARA Salta

EL SECRETO DEL A.R.A SALTA
Por Jorge Rafael Bóveda




El contenido de este artículo se basa en varias entrevistas realizadas por el autor al ex-Comandante del ARA Salta en el mes de julio de 2001 y en los documentos personales inéditos del citado oficial.

Jorge Rafael Bóveda es abogado, graduado en la Universidad de Buenos Aires y autor de numerosos trabajos de historia naval argentina, entre los que se destacan sus trabajos vinculados al conflicto del Atlántico Sur.

Boletín del Centro Naval
Número 833
MAY / AGO 2012

El 2 de abril de 1982 el ARA Salta (S-31), uno de los dos submarinos de origen alemán clase 209 (1) con que contaba la
Armada Argentina —y el que en teoría estaba en mejores condiciones operativas—, se encontraba en puerto Madryn
haciendo pruebas de calibración de su telémetro acústico pasivo (2) con la colaboración de algunos técnicos franceses de la firma que había diseñado el equipo. A poco de conocida la noticia del desembarco argentino en Malvinas, los franceses regresaron a su país sin concluir los trabajos (3). La Fuerza de Submarinos pasó entonces a depender en forma directa
del Comandante de Operaciones Navales (Vicealmirante Juan José Lombardo), debiendo el Comandante de la dicha Fuerza (COFUERSUB) y su Estado Mayor trasladarse a la Base Naval de Puerto Belgrano (BNPB)(4).

(1)El otro era el ARA San Luis (S-32). Capitán de Fragata Fernando M. Azcueta.

(2)Dispositivo que le permite al submarino escuchar o buscar un blanco sin emitir.

(3)con el Capitán de Navío (RE) Jorge Ernesto Papa del /03/2001 ex-Jefe de logística de la Fuerza de Submarinos durante el
conflicto de 1982.

(4)Entrevista del autor con el Vicealmirante (RE) J.J. Lombardo del 6 de julio de 2000.

Durante las pruebas realizadas, luego de un prolongado período en dique seco por razones de mantenimiento, se advirtió que el submarino hacía ruidos de cierta intensidad mientras navegaba en superficie y en inmersión, que lo convertirían en presa fácil de los destructores y helicópteros antisubmarinos enemigos. No se conocía entonces con exactitud el origen de tales ruidos. El COFUERSUB decidió que el buque fuera sometido a una revisión completa en dique seco antes de zarpar en patrulla de guerra. Fue durante este período que su Comandante debió ser relevado por problemas de salud. Ello impidió que el buque completara su período de alistamiento y pruebas en el mar. El relevo del Comandante de la unidad a pocos días de iniciado el conflicto con Inglaterra incidió negativamente en la moral de la plana mayor y tripulación del buque.

El Vicealmirante Juan José Lombardo (5), un veterano oficial de submarinos, y el entonces COFUERSUB (Capitán de Navío Eulogio Moya Latrubesse) se abocaron a la búsqueda urgente de un reemplazante que pudiera alistar el buque para su rápido despliegue a la zona de operaciones (6). La elección recayó en el Capitán de Fragata Roberto F. Salinas, a la sazón edecán naval del Presidente de la República (7). Este oficial había egresado en el segundo lugar de su promoción de la Escuela Naval Militar, era ex-Comandante del ARA Salta y le precedía una reputación de submarinista experimentado con una intachable foja de servicios.

(5) Graduado en 1966 del Prospective Commanding Officers Course (Curso de Capacitación para futuros Comandantes de submarinos) en New London, Connecticut, EE.UU.

(6) Entrevista antes mencionada con el Vicealmirante (RE) J.J. Lombardo.

(7) El Capitán Salinas se desempeñó como edecán naval de los presidentes Roberto E. Viola, Leopoldo F. Galtieri y Reynaldo A. Bignone. Fue él quién atendió el famoso llamado que el Presidente Ronald Reagan le hizo al General Galtieri con el objeto de evitar el conflicto armado entre ambos países.

El 13 de abril de 1982 el Capitán Salinas recibió una comunicación del Director general de personal Naval (DgpN) ordenándole hacerse cargo del “comando accidental” del ARA Salta (9), para lo cual debía presentarse en el término de 24 horas en la BNpB. La noticia lo sobresaltó pues hacía poco más de dos años que no ejercía el comando de un submarino clase Salta, desconocía por completo el estado de adiestramiento de la nueva dotación y la situación operativa de la unidad. Para agravar aún más las cosas, la Fuerza de Submarinos argentina no sólo carecía de experiencia de combate, sino que desconocía también la capacidad antisubmarina desplegada por el enemigo, dado que Inglaterra no constituía una hipótesis de conflicto para la Argentina. por esa misma razón no habría habido una doctrina de ataque preestablecida por la Armada para hacer frente a la flota inglesa. En ese contexto no cabía otra alternativa que improvisar sobre la marcha y esperar lo mejor.

Al día siguiente se presentó ante el COFUERSUB para asumir su nuevo comando, pero se le informó que no podría hacerlo hasta el 17 de abril, pues el buque acababa de salir de dique seco y estaba siendo sometido a una prueba de ruidos en aguas de El Rincón (10) bajo el mando del segundo, Capitán de Corbeta Esteban J. Arata. Este oficial se había desempeñado como subdirector de la Escuela de Submarinos en Mar del Plata cuando Salinas ocupaba el cargo de director, por lo que ambos oficiales se conocían bien.

(9) Cumplió comando entre el 03/04/79 y el 12/02/80

(10) Franja de mar contigua a la ría de Bahía Blanca que se extiende aproximadamente entre las localidades de Monte Hermoso y el norte de Bahía San Blas (Caleta Brickman).

Al regresar el buque de una corta navegación, el Capitán Arata informó que el problema de los ruidos y vibraciones de origen desconocido aún subsistía. El COFUERSUB ordenó entonces someter al buque a una nueva revisión en dique seco, debiendo el personal del Taller de la BNpB desmontar el eje y la hélice de cinco palas de paso fijo de 3,20 metros de diámetro, el sello de popa, etcétera, para efectuarle una recorrida completa. Mientras se realizaban los trabajos de reparación se recibieron varias alarmas de ataque aéreo, pues se temían posibles bombardeos de los Vulcan (11), lo que obligó a inundar repetidamente el dique seco para poder remolcar al submarino a un lugar menos expuesto. por fortuna, los temidos bombardeos nunca se materializaron.

Dos semanas después, sin que se hubieran determinado aún las causas de los ruidos del buque, Salinas zarpó con destino a la Base Naval de Mar del plata para alistamiento de campaña de guerra. Mientras navegaba en superficie por el canal y encontrándose el buque a la altura de la boya Nº 9 (12) recibió la orden de regresar a puerto pues se había informado que un avión explorador propio había detectado un submarino nuclear (presumiblemente enemigo) navegando en superficie a unas 80/100 millas náuticas de la boya faro (referencia náutica que señala el comienzo del canal de acceso a la BNpB).

(11) Los Vulcan realizaron las misiones de bombardeo más costosas e, irónicamente, las menos efectivas de todo el conflicto. Tres de ellas a la pista de Puerto Argentino desde la isla Ascensión el 1 y 4 de mayo y el 11 de junio de 1982. Sólo una de las 63 bombas de 1.000 libras lanzadas hizo blanco en la pista sin que ello perturbara las operaciones de los aviones argentinos, que continuaron operando hasta el final del conflicto.

(12) Aproximadamente la mitad del canal principal Bahía Blanca.

Como consecuencia de este hecho, el COFUERSUB ordenó alistar el buque en la BNpB, solución que el Capitán Salinas ya había sugerido antes de zarpar por cuanto consideraba que el puerto de Mar del Plata era notoriamente indiscreto para tal maniobra, pudiendo la inteligencia enemiga conocer con exactitud el día y la hora en que el Salta se hiciera a la mar si la base era observada por agentes enemigos (13), tal como parece haber ocurrido con
el crucero ARA General Belgrano cuando zarpó de Ushuaia (14).

A principios de mayo se recibieron alarmantes informes del ARA San luis que daban cuenta de que los torpedos SST-4 no eran confiables, dado que había efectuado dos lanzamientos fallidos contra unidades de superficie enemigas y uno contra un presunto blanco submarino, sin poder determinarse el origen de las fallas. Estas eran pésimas noticias para el ARA Salta ya que además del problema de los ruidos sin resolver se vislumbraba que iría a combatir al enemigo sin perspectivas de éxito, como consecuencia del mal funcionamiento de los torpedos.

Para atacar el problema, el 12 de mayo de 1982 el COFUERSUB creó una comisión especial integrada por cuatro oficiales (15) y presidida por el propio Salinas, para analizar y determinar las causas de los frustrados ataques del ARA San luis y evaluar la confiabilidad del sistema de armas, proponiendo las medidas adecuadas para poner el sistema en condiciones operativas. Dado los limitados medios técnicos disponibles y los términos perentorios impuestos a la comisión para efectuar su evaluación, se emitió un informe parcial a las 72 horas sin poder llegar a determinarse, fehacientemente, el origen de las fallas. No obstante, entre los antecedentes reunidos se pudo constatar que en diciembre de 1981 se había informado de la existencia de fallas de similar naturaleza a las del ARA San luis en los lanzamientos de ejercicio realizados durante aquel año naval. La superioridad finalmente decidió esperar el arribo del ARA San luis para poder contar con más elementos de juicio.

(13) Nick Barker en su libro Beyond Endurance manifiesta que el 26 de marzo de 1982 interceptó un mensaje del agregado naval británico en el que se señalaba que un funcionario de la embajada chilena había informado que los submarinos con base en Mar del Plata se habían hecho a la mar.

(14) El Capitán de Navío Héctor Bonzo, Comandante del buque, admite en su libro que esa posibilidad pudo haber sido una
de las causas de que su barco fuera localizado y luego hundido por el HMS Conqueror.

(15) Presidente: CF Roberto F. Salinas, vocales: CC Ing. Juan Luis Costa, CC Daniel Geraci y TF Ricardo E. Franceschelli. Colaboró también el CC Ingeniero Ernesto Conra

Con la llegada de dicha unidad a Puerto Belgrano (A.R.A San Luis), el 19 de mayo, luego de una patrulla de 39 días, en la cual debió permanecer 864 horas en inmersión (16)(equivalente a 36 días), se completó el análisis de la comisión, descartándose el uso de torpedos similares a los embarcados en ese buque. Salinas recibió la orden de embarcar un nuevo tipo de torpedos SST-4 armados en la empresa argentina EDESA. éstos contaban con algunas mejoras respecto del modelo anterior de origen alemán pero aún no habían sido suficientemente probados.

El ARA Salta volvió a zarpar en patrulla de guerra el 21 de mayo de 1982 con órdenes de realizar pruebas de tiro, en tránsito a la zona de operaciones, con el fin de asegurar la efectividad de los nuevos torpedos y verificar el funcionamiento general del sistema de armas del buque. Adicionalmente se harían distintas pruebas y evaluaciones de los ruidos del buque.
Ello ocurrió 48 horas después de que el ARA San Luis tomara puerto, dada la necesidad de mantener en forma continua un submarino en operaciones evitando con ello que el enemigo prescindiera de la amenaza submarina (17). para la ocasión se destacó a un grupo de observadores terrestres que serian testigos del ejercicio sobre un blanco previamente establecido ubicado convenientemente cerca de la costa.

(16) Buques de la Armada Argentina 1970-1996 por el Contraalmirante (R) Horacio Rodríguez.

(17) Hoy sabemos que durante la guerra, la Royal Navy nunca supo que en realidad se enfrentaba a un solo submarino argentino, hecho que motivó que consumiera exageradas cantidades de armas antisubmarinas.

El 23 de mayo a las 14:00 h el ARA Salta llegó al área convenida sobre la costa norte del golfo Nuevo. A la mañana del día siguiente todo estaba listo a bordo para iniciar las pruebas de tiro con torpedos con cabeza de combate. Se trataba del primer ejercicio de estas características efectuado por la Armada Argentina en toda su historia. El buque navega a profundidad de periscopio y a baja velocidad con el objeto de efectuar el disparo en óptimas condiciones. Ni bien el torpedo dejara el tubo, el Comandante había previsto llevar el submarino a plano de seguridad, evitando así que el torpedo pudiera buscar y destruir por error al buque propio mas allá de la profundidad en la que debía encontrar el blanco. A las 9,13 horas se da la orden de lanzar con el tubo Nº 7. El torpedo corre dentro del tubo por 1 minuto 15 segundos y luego se detiene. Inmediatamente después del lanzamiento la voz del sonarista da el primer indicio de alarma: “¡No escucho ruido de hélices!”

Una rápida verificación permite constatar que el torpedo no había abandonado el tubo. El Comandante, consciente de que el éxito o el fracaso del arma submarina reposa casi por entero en el resultado de aquellas pruebas, decide por su propia iniciativa efectuar un segundo lanzamiento. A las 10:25 h, a una distancia de 13.000 yardas del blanco se ordena lanzar con el tubo Nº 1. Luego de una corrida del torpedo dentro del tubo de 54 segundos se produce idéntico resultado. Un sentimiento de frustración e impotencia se esparce por todo el buque. El saldo del ejercicio es: dos torpedos con cabeza de combate activado trabados en los tubos lanzatorpedos, con todos los riesgos que ello implica. pese a que se intentó la maniobra reglamentaria para desprenderse de ellos (inclinando el submarino 20% punta abajo) los torpedos permanecían en los tubos. El moderno Salta no dispone de ningún medio para expulsar los torpedos. No había a bordo un sistema de aire comprimido para ese propósito, ni podía descargarlos desde el interior del buque.

Luego de un día lleno de sobresaltos, el Comandante decide mantenerse en plano profundo dentro del golfo Nuevo para que la tripulación que no cubre ninguna guardia pueda descansar y relajarse un poco, circunstancia que es aprovechada para servir la cena. Aproximadamente a las 20:28 h se siente una fuerte vibración, seguida de una voz de alarma desde la sección de proa del buque. El torpedo alojado en el tubo Nº1 se pone imprevistamente en marcha. Toda la tripulación teme lo peor, pues esa es la más grave emergencia imaginable para cualquier submarinista (18). Salinas ordena llevar el buque a superficie en emergencia para minimizar el riesgo de explosión de la batería del torpedo y, como medida preventiva, abrir las portas externas de los tubos lanzatorpedos, pues teme que el torpedo abandone el tubo de un momento a otro. Lejos de ello aquél permanece en su lugar. El batido de las hélices se detiene recién a las 21:15 h. El Comandante informó lo ocurrido al COFUERSUB, quién le ordenó regresar a puerto, interrumpiendo así su despliegue hacia la zona de operaciones. El Comandante, con el objeto de minimizar los ya indiscretos ruidos del buque, decide mantener los tubos inundados y las portas externas de los tubos lanzatorpedos cerradas. El tránsito de regreso a puerto Belgrano implicaba en sí mismo un riesgo potencial para el buque, dado que los gases de la batería del torpedo podían generar una explosión interna con devastadoras consecuencias.

(18) Sherry Sontag y Christopher Drew en su libro Blind Man’s Bluff sugieren que un accidente similar pudo haber causado el hundimiento del USS SCORPION (SSN-589), un submarino de ataque de propulsión nuclear de 3.500 toneladas que fue declarado presumiblemente perdido el 05/06/68. Los restos del naufragio fueron localizados en junio de 1969 en el Atlántico y se comprobó que el casco del buque se había partido en tres grandes secciones. Esta tragedia le costo la vida a 99 bravos marinos.

El ARA Salta toma puerto el 29 de mayo, designándose al Capitán de Corbeta Ingeniero Ernesto Conrad junto a otros dos hombres (19) para desactivar y extraer del submarino los torpedos defectuosos. Mientras se realiza la peligrosa maniobra, nadie permanece a bordo, con excepción del grupo mencionado. Cumplida con éxito la tarea, los torpedos son sometidos a numerosas pruebas y el submarino a una rigurosa inspección, lográndose determinar que uno de los sistemas de seguridad del buque no había logrado desactivarse por completo evitado así la salida del torpedo.
(20). El Comandante informó que el nivel de ruidos y vibraciones seguía siendo considerable a tal punto que interfería el sonar pasivo en 100º de los 360º en diversos sectores.

El 12 de junio, Salinas recibió la orden de hacerse a la mar nuevamente para continuar con los ejercicios de tiro y la evaluación de ruidos en la zona de golfo Nuevo. El 14 de junio (día de la rendición de Puerto Argentino) sorprende al ARA Salta navegando en la zona prefijada sin haber aún podido efectuar los lanzamientos programados.

Pese a la finalización de las hostilidades, la superioridad decide seguir adelante con las pruebas, que se realizan al día siguiente por la tarde. El ARA Salta se dispuso a realizar su tercer lanzamiento de un torpedo con cabeza de combate 23 días después del primer ejercicio en esas mismas aguas. El buque navega en las mismas condiciones que lo había hecho en los lanzamientos anteriores. El primer torpedo abandona el tubo Nº 6, pero transcurrido 1 minuto y 41 segundos el operador del sonar pierde todo contacto con el mismo. El Comandante ordena entonces cortar el cable de filoguiado (21) y llevar el buque a plano de seguridad debido a la clara indicación de irregularidades en la corrida del torpedo. Nunca más se supo nada de él. Una vez verificados todos los sistemas de control tiro, el Comandante ordena efectuar un segundo lanzamiento con el tubo Nº 2. El torpedo salió del tubo y parecía comportarse adecuadamente hasta que se recibió la indicación de “cable cortado” a una distancia de 7.200 yardas del blanco. De inmediato se ordenó llevar el submarino a plano profundo. Apenas habían transcurrido dos minutos desde el corte del cable de filoguiado cuando se escuchó una atronadora explosión a través del casco. El torpedo se encontraba a 5.500 yardas de la costa (a mitad de camino entre el submarino y el blanco) muy cerca de la isóbata de 50 metros cuando estalló sin ninguna razón. Esta penosa experiencia terminó por convencer al alto mando naval de que los torpedos SST-4 y el sistema de armas en general no eran operativos.

(19) Esos hombres eran el TF Ricardo Emilio Franceschelli del Arsenal Naval de Mar del Plata y un agente civil de apellido DaRepresentaçao destinado en el Taller de Armas de Puerto Belgrano.

(20) Entrevista al Capitán de Navío (RE) Ernesto Conrad el 14 /05/2001.

(21)Cable muy delgado que permite guiar al torpedo hacia el blanco desde el interior del submarino durante cierta distancia (+18 km) antes de que el mismo sea cortado en forma automática o manual.

Entre los días 17 y 18 de junio de 1982, el ARA Salta realizó las pruebas de ruidos ordenadas. para poder determinar con cierta exactitud el nivel de ruidos del submarino se improvisó una estación de relevamiento mediante el aprovechamiento de los equipos de escucha subacua que se encontraban a bordo del buque oceanográfico El austral(22). (CF Santillán) y la ayuda de una boya. El submarino navegó en una zona prefijada a velocidades y profundidades variables, para de ese modo medir su firma acústica y determinar si la misma era capaz de delatar la presencia del submarino.

Pero fue la mañana del 19 de junio la que Salinas retiene más fresca en su memoria, pues fue ese día cuando por unos instantes tuvo en la mira de su periscopio la imagen de la “gran ballena blanca (23)”, apodo con que los británicos bautizaron afectuosamente al gigantesco trasatlántico Canberra (Capitán D.J. Scott Masson), de 44.807 toneladas, requisado a la firma p & O Shipping CO. Este barco había zarpado hacia el Atlántico Sur el 9 de abril desde puerto de Southampton previa conversión en transporte de tropas. Adicionalmente se lo había equipado con dos cubiertas de vuelo para operar con helicópteros y un sistema para permitir el traspaso de combustible en alta mar. Aunque el Comandante del ARA Salta lo ignoraba, en ese momento el Canberra navegaba atestado de prisioneros de guerra argentinos (4.167,incluyendo heridos) ansiosos de ser repatriados a sus hogares en tierra continental luego de las desgarradoras vivencias del combate en suelo malvinense. Tras cumplir esta tarea humanitaria en Puerto Madryn, el Canberra zarpó de regreso a port William (Islas Malvinas) el 20 de junio para repatriar a las tropas inglesas al Reino Unido, donde arribó el 11 de julio de 1982.

(22) Ex Atlantis I de la Woodhole Oceanographic Institution de los EE.UU.

(23) En abierta alusión al característico color blanco del casco utilizado en tiempos de paz y que no fue modificado durante el conflicto.

Concluida la navegación, el Capitán Salinas fue desembarcado y reincorporado a su destino anterior (Casa Militar) donde asumió nuevamente sus funciones de edecán naval del presidente, hasta la finalización del mandato del general Bignone.

Retrospectivamente parece innegable, tal como le ocurrió en los hechos al ARA San Luis, que aún en el caso que el ARA Salta hubiera arribado al área MALVINAS, su defectuoso sistema de armas lo habría privado de infligir daño alguno al enemigo. La falta de adiestramiento con torpedos con cabeza de combate en los años previos al conflicto, evitó detectar y corregir a tiempo las fallas acusadas en sistemas vitales del buque, todo lo cual impidió a la Fuerza de Submarinos concretar su primer ataque exitoso contra la flota de superficie británica. Este handicap contribuyó significativamente para que la Royal Navy pudiera disputar con éxito a la Armada Argentina el control del mar en la zona de operaciones, control que retuvo hasta el final del conflicto.

Otro elemento decisivo que contribuyó a la imposibilidad de prever planes de contingencia fue el no contar con preaviso alguno del inicio de la “Operación Azul” (hoy conocida como Rosario) hecho que incidió negativamente en el alistamiento de la Fuerza de Submarinos para la inminente campaña militar que se avecinaba. Si a ello le sumamos que el Comité Militar (24) impidió al Vicealmirante J.J. LOMBARDO utilizar la ventaja táctica que sólo el arma submarina era capaz de obtener para la flota Argentina, atacando al enemigo donde aquél menos lo esperaba, es fácil imaginar el porqué del resultado final del conflicto. Sólo a partir del 25 de abril los submarinos Argentinos fueron autorizados por el Comité Militar a actuar ofensivamente como consecuencia directa del ataque inglés a las Georgias del Sur (25).

No obstante, la circunstancia de que los submarinos diesel eléctricos criollos pudieran operar a discreción en aguas controladas por el enemigo, el cual disponía de una fuerza naval ostensiblemente superior, con plataformas antisubmarinas de última generación, constituye en sí mismo un mérito innegable de los submarinistas argentinos. Las expertas fuerzas antisubmarinas británicas (que realizan el 70% de las patrullas antisubmarinas de la Alianza Atlántica) (26) recibieron esta inesperada lección al mostrarse impotentes para contrarrestar esa amenaza, que como se sabe se redujo a un único submarino. Diez años después de concluido el conflicto el Comandante de ésta última unidad, todavía decepcionado por los pobres resultados obtenidos declaró a una revista: “Yo de la guerra me enteré por la radio” (27).

(24) Máxima autoridad militar argentina, integrado por los miembros de la Junta Militar que gobernaba el país.

(25) Entrevista antes mencionada al Vicealmirante (RE) Juan José Lombardo.

(26) Ver Fighting for Peace de Caspar Weinberger, pág. 211.

(27)Ver entrevista al Capitán de Navío (RE) Fernando Azcueta en “Revista Noticias” del 26/03/92, pág. 16.

EL SECRETO DEL ARA SALTA
Por Jorge Rafael Bóveda

Boletín del Centro Naval
Número 833
MAY / AGO 2012

Publicado en Interdefensa

martes, 24 de diciembre de 2013

Armada Argentina. Submarinos clase Guppy

Submarinos Argentinos (1971 – 1982) 
Por Roberto Paz 

 

Para 1971, la Armada de EEUU continuaba con el Programa de Asistencia Militar, por ello la Fuerza de Submarinos Argentina se transfieren, al igual que en 1960, dos unidades esta vez del Tipo GUPPY. 

El 1 de Julio de 1971, en Charleston Carolina del Sur se transfiere a la Armada Argentina el “SANTIAGO DEL ESTERO” S-22 (Ex USS CHIVO – SS 341) esta unidad correspondía a la Clase 1 A del tipo GUPPY. Y el 5 de julio en San Diego se transfiere el “SANTA FE” S-21 (Ex USS CATFISH – SS 339) siendo este submarino un GUPPY Clase II. 

Con esta generación la Armada Argentina contó con un submarino propiamente dicho, estas unidades originariamente de la Clase BALAO habían sido modificadas por la US Navy, en base a los importantes desarrollos tecnológicos descubiertos en los submarinos Alemanes Tipo XXI. 

 
ARA Santiago del Estero 

El tipo GUPPY (Great, Underwater, Propulsive, Power, Y –fonética) contó con una serie de Clases: 1 A, II, II A y III Entre las modificaciones, la mas importantes fue la incorporación del sistema Snorkel lo que dio termino al gran problema que contaban los sumergibles hasta el momento, la exposición en el mar durante las patrullas. Ambas unidades argentinas navegaron hasta Trinidad para su encuentro y luego juntas emprendieron el transito al país y a su asiento definitivo, la Base Naval Mar del Plata donde arribaron el 13 de setiembre de 197, en el muelle los recibieron sus antecesores que aguardaban su desafectacion definitiva del servicio, con la única denominación S-11 y S-12, sus nombres fueron heredados, como lo indicaba la tradición, por esta nueva generación 

 
ARA Santiago del Estero 
 
ARA Santa Fe de proa a la superficie 

CARACTERISTICAS 
Eslora: S-21 93,70,S-22 94,00 mt 
Manga: 8,10 mts 
Calado: 5,10 mt 

AMAMENTO 
10 Tubos Lanzatorpedos 6 a proa y 4 a popa 
1 Cañón de 127 mm 
1 Cañero AA Bofors 40 mm 

TRIPULACION :75 hombres 
Desplazamiento En superficie 1870 tn. 
Desplazamiento En inmersión: 2440 tn. 
Velocidad en Superficie: 18 nds 
Velocidad en Inmersión: 15 nds 

PLANTA PROPULSORA 
S-21 3 Motores diesel GM 
S-22 4 Motores diesel GM 
2 Motores generadores 
2 hélices 

La operación militar de recuperación de la Islas Malvinas en 1982, sorprendió a estas antiguas unidades al fin de su vida útil. Para el “SANTIAGO DEL ESTERO” su retiro del servicio activo había sido dispuesto el año anterior. El veterano “SANTA FE” efectúo una importante misión en la recuperación misma de las islas el 2 de abril, y luego cumplió la ultima patrulla de combate de su vida. 

 
ARA Santiago del Estero 
 
ARA Santa Fe en dique seco de Tandanor 


Ataque al ARA Santa Fe
La Operación Paraquet se había transformado en una operación de rescate de alta montaña y una extraña persecución de un submarino diésel-eléctrico construido durante la Segunda Guerra Mundial, mientras las tropas de Luis Lagos y de Alfredo Astiz en Grytviken y Puerto Leith permanecían ajenas a lo que pasaba. Los británicos se concentraron ahora en hallar un punto de inserción adecuado —escuchando esta vez los consejos de los científicos del British Antarctic Survey— y en cazar al ARA Santa Fe.
A lo largo del día 21 de abril el resto de la fuerza británica llegó a las proximidades de las islas Georgias del Sur y el día 23, un débil eco en el sonar delató la presencia del submarino argentino ARA Santa Fe (S-21); todas las operaciones se detuvieron de inmediato, el RFA Tidespring fue enviado a aguas más apartadas, otros dos petroleros en aproximación se desviaron y la flotilla británica se desplegó en orden de combate para interceptarlo.
El 9 de abril el ARA Santa Fe salió de un puerto de la Argentina con un destacamento de infantes de marina a bordo para reemplazar a las fuerzas que se hallaban en las Georgias del Sur, y arribó a Grytviken el 24 de abril. El Capitán de Corbeta Bicain, al mando del ARA Santa Fe, tenía órdenes de en evitar la posible presencia británica para desembarcar unos magros refuerzos en Grytviken. Se le ordenaba evitar a la tercera flota del mundo con un navío que vio un dique seco por última vez en 1960. Estaba tan deteriorado que no podía variar su profundidad; sólo tenía dos posibles posiciones, en superficie o sumergido a cota fija. Y operar los tubos lanzatorpedos implicaba el riesgo de sufrir una explosión. Frente a él, buques y submarinos pensados para luchar en la Tercera Guerra Mundial.
Sobre las 11 horas del 25 de abril, un helicóptero Wessex del HMS Antrim detectó otra vez al submarino, y antes de que se escabullera de nuevo, arrojó dos cargas de profundidad tan anticuadas como el submarino al que iban dirigidas (el único armamento que llevaba a bordo). Una de ellas explotó muy cerca e inundó los tanques de flotabilidad del ARA Santa Fe, que se vio obligado a salir a superficie, transformándose en un fácil blanco para toda clase de cañones, misiles y torpedos, Bicain trató desesperadamente de llegar a Grytviken.
El submarino fue subsecuentemente atacado por una fuerza de tareas compuesta por helicópteros Westland Wasp y Westland Lynx. Uno de ellos le lanzó dos misiles AS-12 que impactaron en la torreta, pero como durante la modificación de 1960 se había reconstruido en materiales plásticos, no ofreció suficiente resistencia como para que se activara su espoleta y los misiles pasaron a través. Aún lo atacaron una tercera vez con torpedos dirigidos contra sus hélices, pero en aquella época los torpedos antisubmarinos no explotaban al alcanzar blancos de superficie por razones de seguridad.
Desde la vela, un grupo de tripulantes encabezado por el cabo Héctor Oscar Feldman respondió el ataque disparando con fusiles y ametralladoras automáticas FAL y GARANT de la dotación de a bordo, lo que negó a los helicópteros la vertical de buque y sólo les permitió tirar con sus armas livianas ya que los misiles que arrojaron fueron inefectivos. El proyectil AS-12 que atravesó la vela, hirió de gravedad al cabo camarero Alberto Macías que disparaba desde el tren de amunicionamiento, provocándole la pérdida de su pierna derecha.
Para asombro de todos, especialmente de sus ocupantes, el ARA Santa Fe logró llegar trabajosamente a Grytviken y ser evacuado. Quedó varado, y allí sigue todavía (marzo de 2009). Sus hombres se unieron a las fuerzas de Lagos que durante el ataque al "Santa Fe", había abierto fuego contra los helicópteros enemigos utilizando, incluso, misiles antitanque.
Siguió un asalto por un grupo improvisado de fuerzas especiales e infantes de marina con los barcos HMS Antrim y HMS Plymouth realizando intenso bombardeo naval en las colinas bajas enfrente de Grytviken.

Fuentes:
Wikipedia

El Snorkel