domingo, 22 de junio de 2025

Francia: El enemigo invisible

No fue Chile: el enemigo invisible que Argentina debió afrontar en Malvinas y decidió la guerra


Además de la ayuda que Reino Unido recibió del país vecino, hubo otro actor determinante para definir el destino del conflicto bélico.


Por Yasmin Ali || Canal 26



Mitterrand y Thatcher. Foto: The Independent

El 2 de abril se cumplieron 43 años del inicio de la Guerra de Malvinas, un conflicto bélico que enfrentó a la Argentina con Reino Unido en reclamo legítimo de la soberanía sobre las islas. Una herida que no sana, pero que es necesaria recordar para generaciones futuras.

Si bien se ha mencionado en reiteradas veces el fundamental rol que ejerció Chile en este conflicto, ayudando a Reino Unido en reiteradas oportunidades, hay otro actor que tuvo la misma importancia y que actuó en silencio.


Soldados argentinos en Malvinas

Un enemigo silencioso

Era abril de 1982 y tras el éxito de la Operación Rosario, Argentina retoma el control de las Islas Malvinas mientras se prepara para el contraataque británico. Pero desde las sombras un enemigo en silencio se une a la "cruzada al sur" dirigida por Margaret Thatcher: Francia.

Desde París, el presidente socialista Mitterrand no tardó en contactar a la conservadora Thatcher para asegurarle el total respaldo francés en el conflicto. Dos días después, el 4 de abril, el ministro de Defensa galo recibió un pedido británico de asistencia técnica para evaluar las capacidades aéreas argentinas. La respuesta fue inmediata.

Pilotos franceses expertos en aviones Mirage volaron al Reino Unido para realizar maniobras conjuntas con los Harrier británicos. El objetivo era claro: enseñarles cómo contrarrestar el poder aéreo argentino equipado con tecnología francesa. Además, Francia bloqueó el envío de diez misiles Exocet y detuvo toda entrega de armamentos que la Armada Argentina ya había adquirido antes del conflicto, sumándose al bloqueo establecido por la comunidad europea.


Rendición británica en Malvinas. Foto: Infobae / Rafael Wollmann 

Pero el apoyo del París, además de técnico y político, fue logístico. En un acto que casi roza la declaración de guerra, Francia exigió a Senegal -una de sus ex colonias- que permitiera a los británicos operar desde el aeropuerto de Dakar para facilitarle la conexión aérea hacia la isla Ascensión. Desde esta isla controlada por Estados Unidos, despegaron los bombarderos británicos que atacaron sin cesar las Malvinas.

Aunque muchas veces busca ocultarse, el apoyo de Francia, la OTAN y la comunidad europea fue clave para la victoria de Reino Unido. De otra manera, se habría visto obligado a negociar ante la valiente resistencia argentina.


Los otros hermanos sudamericanos que ayudaron a la Argentina en la Guerra de Malvinas

Se ha dicho mucho sobre aquella guerra y la postura de los países de la región. La imagen de la Selección peruana con una bandera que decía "Para el Perú, las Malvinas siempre argentinas" recorrió el mundo y afianzó el apoyo que el país le brindó a la Nación con el envío de aviones, municiones y otros materiales de guerra.

También se supo con el tiempo de la cantidad de voluntarios de uruguayos que se ofrecieron para pelear junto a sus hermanos argentinos. Pero no fueron los únicos, hay otro país del que poco de habla: Bolivia.

En la madrugada del 2 de abril, el destacamento se dividió en dos grupos: el más numeroso al mando del capitán Guillermo Sánchez Sabarots, con dirección al cuartel de los británicos en Moody Brook y otro liderado por el capitán Pedro Giachino, que buscó la casa del gobernador Rex Hunt.


Soldados argentinos en Malvinas

La misión de "Operación Rosario" fue vista como un éxito, pero ahí empezó la “verdadera” guerra. El 1 de mayo, con un bombardeo aéreo inglés al aeropuerto de Puerto Argentino y la inmediata réplica de la Fuerza Aérea Argentina.

Días después, el 26 de mayo, una solicitada del diario La Razón reportó desde Salta, provincia limítrofe con Bolivia, que el gobernador de facto Roberto Augusto Ulloa y el Centro Boliviano de Salta y la Federación de Excombatientes de la Guerra del Chaco informaban sobre 25.000 bolivianos que se habían ofrecido para sumarse como voluntarios.

Vale aclarar que, para esa época, muchos bolivianos o hijos radicaban y cumplían el servicio militar en Salta y Jujuy. El periodista y escritor Daniel Kon, autor del libro Los chicos de la guerra, no hace referencia y diferencia a los jóvenes por nacionalidad, pero deja entrever que varios conscriptos de origen boliviano fueron maltratados y lucharon por las islas reclamadas.

sábado, 21 de junio de 2025

Comandos: Críticas a "Falta de técnica y doctrina de misiones de reconocimiento"

Patrullas de reconocimiento sin técnica ni doctrina


En la imagen comandos argentinos de la 602 esperando para ser interrogados en Teal Inlet.

Extracto sacado del libro "Comandos en Malvinas -La otra historia", capítulo "Análisis de las operaciones" escrito por el ignoto De Remiro Oyón


...Sin lugar a dudas podemos decir que tanto dentro del EA, como de la ARA y la FAA no existía una doctrina clara sobre el empleo de unidades de comandos en labores de reconocimiento. Increíblemente, las misiones de reconocimiento eran consideradas como secundarias y vistas incluso con desprecio dentro de las diferentes unidades y del propio curso comando. En este curso apenas se les dedicaba tiempo a tales misiones cuando, como todos sabemos, cualquier técnica se domina precisamente dedicándole tiempo y con la repetición práctica de la misma. El problema en el caso argentino es que se desconocían muchas de estas técnicas. Muestra de la visión que se tenía dentro de las unidades argentinas sobre las operaciones de reconocimiento son, por ejemplo, los comentarios del My. Rico en varias entrevistas. El comandante de las 602 alude a que sus hombres fueron malgastados en misiones de reconocimiento cuando deberían haber sido utilizados en golpes de mano contra objetivos de alto valor. Según palabras textuales de Rico, las misiones de exploración no valen la pena y, además, pueden ser realizadas por otras unidades. (222)
Este trasnochado pensamiento de los argentinos respecto a las patrullas de reconocimiento y las consecuencias derivadas de él, chocan totalmente con la práctica vigente en aquellos años en las unidades de los países con experiencia y continuos conflictos como Israel o Sudáfrica o incluso las naciones de la OTAN. En estos países, las misiones de reconocimiento ocupaban en gran medida las horas de entrenamiento y los recursos de las unidades especiales, y eran apreciadas por los cuarteles generales como multiplicadores de fuerza y como un recurso de alto valor para el desarrollo de posteriores operaciones. Los países de la OTAN incluso habían establecido en 1979 una escuela internacional de adiestramiento para patrullas de reconocimiento en profundidad en la localidad de Weingarten, Alemania. Este centro tenía el propósito de mejorar procedimientos, unificar protocolos y reducir costes de formación. También la entonces URSS concedía gran importancia a las patrullas de reconocimiento. Después de Malvinas, las operaciones de los comandos argentinos se estudiaron en muchos centros de instrucción y en escuelas de todo el mundo, siendo utilizadas como modelo de lo que no había que hacer, como por ejemplo en el SWCS (Special Warfare Center and School/Escuela y Centro de Guerra Especial) John F. Kennedy norteamericano en Fort Bragg donde los errores de las patrullas argentinas estuvieron en el temario desde 1984 hasta al menos 1992. Pero fue sobre todo en Weingarten donde, gracias en parte a instructores británicos allí destinados, se conocieron y difundieron a nivel internacional los graves errores de las unidades de comandos argentinas. A partir de entonces dichos errores fueron utilizados en las escuelas y cursos comando de muchos países como ejemplos de los errores a evitar. Una vieja máxima militar dice: «El tiempo gastado en reconocimiento nunca es tiempo malgastado», algo que las Fuerzas Armadas Argentinas y sus unidades de comandos no parecieron tener muy interiorizado y tuvieron que aprender por las malas.

(222) Héctor R. Simmeoni. Malvinas Contrahistoria. Pag. 60.


Críticas a "Falta de técnica y doctrina de misiones de reconocimiento"


Este texto pretende analizar de forma crítica el desempeño de las unidades de comandos argentinas durante la Guerra de Malvinas, pero cae en un sensacionalismo didáctico y un tono casi condescendiente que no solo distorsiona la complejidad del contexto histórico, sino que también descalifica de manera excesiva sin ofrecer un análisis equilibrado o propositivo. Aunque el autor intenta abordar un tema relevante, el texto está plagado de generalizaciones, omisiones importantes y juicios poco rigurosos que lo convierten más en una diatriba que en un verdadero estudio crítico.

Para empezar, el texto abre con una afirmación categórica: que dentro del Ejército Argentino, la Armada y la Fuerza Aérea no existía una doctrina clara sobre el empleo de unidades de comandos en labores de reconocimiento. Si bien es cierto que la doctrina argentina en Malvinas presentaba notables deficiencias, esta declaración ignora los desafíos estructurales, históricos y logísticos que enfrentaban las fuerzas armadas en un conflicto para el cual no estaban completamente preparadas. El contexto de un enfrentamiento desigual frente a una potencia militar superior como el Reino Unido es relegado al margen, y el autor simplifica los problemas como si fueran el resultado exclusivo de la incompetencia o la falta de visión.

El uso de testimonios de figuras como el Mayor Rico es otro ejemplo de cómo el texto cae en simplificaciones. Rico menciona que sus hombres fueron "malgastados" en misiones de reconocimiento, y el autor utiliza estas declaraciones para reforzar su narrativa de que las fuerzas argentinas tenían una visión arcaica del reconocimiento militar. Sin embargo, no se explora si esta crítica de Rico estaba vinculada a limitaciones operativas, la falta de recursos o una estrategia impuesta desde niveles superiores. Al sacar las declaraciones de contexto, el texto refuerza su tono condenatorio en lugar de analizar las causas profundas de estas decisiones.

El autor procede a comparar la falta de preparación argentina con las prácticas de países como Israel, Sudáfrica o las naciones de la OTAN, describiendo cómo en estas fuerzas el reconocimiento ocupaba un lugar central en la formación y planificación. Si bien es cierto que las fuerzas especiales de estos países dedicaban una atención considerable a las patrullas de reconocimiento, el texto ignora que estos ejércitos operaban en contextos completamente diferentes, con años de experiencia acumulada en conflictos prolongados y una infraestructura militar y doctrinal muy superior. Contrastar estas realidades tan dispares sin considerar las diferencias en recursos, entrenamiento y experiencia histórica no es solo injusto, sino intelectualmente perezoso.

El texto también se apoya en el argumento de que las operaciones de los comandos argentinos fueron estudiadas internacionalmente como ejemplo de lo que no debía hacerse, mencionando su inclusión en el temario de centros como el SWCS de Fort Bragg y la escuela de Weingarten en Alemania. Aunque esto podría ser cierto, la manera en que se presenta denota un ánimo casi burlón, restando valor a los esfuerzos y sacrificios de los soldados argentinos que operaron en condiciones extremas. Además, no se reconoce que los errores son una fuente de aprendizaje en todas las fuerzas armadas, incluidas las más avanzadas, y que el análisis de los fracasos no invalida el coraje y la entrega de quienes estuvieron en el terreno.

Uno de los mayores problemas del texto es su enfoque superficial sobre el contexto estratégico y logístico de las fuerzas armadas argentinas. En lugar de analizar cómo las limitaciones estructurales, la falta de equipamiento adecuado y la improvisación producto de decisiones políticas de último minuto afectaron las operaciones, el autor opta por caricaturizar las fallas como simple ignorancia o desinterés. Frases como "las misiones de exploración no valen la pena" son repetidas sin un análisis crítico de las circunstancias que llevaron a esas declaraciones, reforzando un retrato injustamente unidimensional de las fuerzas argentinas.

Finalmente, el autor cierra con una sentencia que, aunque válida en el ámbito teórico, suena casi insultante en este contexto: "El tiempo gastado en reconocimiento nunca es tiempo malgastado". Si bien esta máxima militar es cierta, su inclusión como un golpe de cierre refuerza el tono condescendiente del texto, que parece más interesado en denostar que en comprender. La crítica no reconoce que el aprendizaje militar, como en cualquier disciplina, es un proceso continuo y que incluso las fuerzas más preparadas han cometido errores que luego han servido como base para su evolución.

En resumen, el texto presenta un análisis unilateral y superficial de las operaciones de reconocimiento de los comandos argentinos en Malvinas. Aunque señala problemas reales, lo hace con un tono despectivo que carece de empatía y profundidad. También exige que las tropas comandos, que debutaban en combate luego de haber sido creadas menos de cuatro años antes, se comportaran al nivel de los Boinas Verdes o SAS, que ya llevaban decenas de campañas al hombro. Una verdadera crítica debería abordar las limitaciones sistémicas, el contexto del conflicto y las decisiones estratégicas con mayor equilibrio, reconociendo tanto las fallas como los esfuerzos de quienes estuvieron en el terreno. Finalmente, este texto escrito por extranjeros, hablando de "los argentinos" en tercera persona, no hace más que reflejar su funcionalidad operativa como un simple panfleto de propaganda británica con el fin de menospreciar el rendimiento de las fuerzas argentinas que con muy poco hicieron lo que pudieron. Este texto, lamentablemente, se limita a juzgar desde una posición de superioridad, sin ofrecer un análisis completo ni soluciones constructivas.

El libro no es más que un producto de agentes probritánicos tendientes a disminuir el enorme valor de las tropas de fuerzas especiales en el conflicto. Sería supinamente idiota tomarlas como críticas válidas o insesgadas. Simplemente otro producto de la enorme campaña realizada por la inteligencia británica para desmerecer y desincentivar el reclamo de los derechos argentinos sobre nuestras islas.


martes, 17 de junio de 2025

Ledesma elogia a Jones en una carta a su familia

Esas cosas de la guerra...



Teniente Coronel Herbert Jones

El teniente coronel Herbert Jones fue el militar inglés de más alto rango muerto en la Guerra de Malvinas. Era el jefe de los paracaidistas británicos y toda una leyenda para su tropa. Lo abatió el conscripto Oscar Ledesma, que tenía 19 años y estaba a cargo de la única ametralladora Mag que funcionaba en su grupo. Hace unos años el soldado argentino le escribió una carta a su viuda, Sara,
Carta abierta a Sara (viuda de Herbert Jones)

"El tiempo obra en consecuencia de lo actuado y la memoria se rige por nuestros actos"
"Con escasos 19 años me tocó enfrentarme con el Regimiento 2 de Paracaidistas Británicos la mañana del 28 de mayo de 1982, en el combate de Darwin Hill. Cualquiera hubiera sido su desarrollo no modificará en mi alma y mi mente el recuerdo de aquel terrible enfrentamiento".
"Eventualmente me tocó apretar el gatillo para abatir un adversario y en momento alguno sentí odio al hacerlo, como tampoco me jacté ni alegré por aquel acto. No tenía opciones, debía salvar a mis camaradas que contemplaban aterrados cómo un Para asaltaba su posición, desconociendo que a escasos metros se encontraba mi ametralladora, de la misma manera que yo desconocía quién era tan temerario soldado que en una muestra de asombroso arrojo atacaba una posición argentina. Una vez terminada la batalla elevé una plegaria por todos los caídos y pedí a Dios por sus familias".
"Siempre tuve como pendiente el poder decirle, mirándola a los ojos, que su esposo cayó como un valiente soldado y que su ocasional adversario le honra cotidianamente con el mayor de los respetos al igual que a todos los caídos".
"Le presento mis respetos, como también a sus hijos, herederos de un valiente guerrero".
Oscar Ledesma




domingo, 15 de junio de 2025

Disparate: Con colaboración chilena, Reino Unido planeó atacar al 25 de Mayo

Reino Unido canceló misión de ataque al portaaviones argentino ARA '25 de Mayo' en 1982, a última hora

Poder Naval


Bucaneer con misiles Martel

El 8 de junio de 1982, durante la Guerra de las Malvinas, en un cambio de último minuto, el Reino Unido canceló una misión planeada para atacar al portaaviones argentino ARA Veinticinco de Mayo en el puerto. La operación implicaría dos aviones de ataque RAF Buccaneer, guiados por un avión Nimrod y reabastecidos de combustible por aviones cisterna Victor desde la Isla Ascensión, utilizando misiles Martel AJ-168 y ocho bombas de 1.000 libras.

Durante una visita a los Archivos Nacionales del Reino Unido, el “buceador de documentos” Chris Gibson descubrió una serie de documentos intrigantes enterrados en una carpeta aparentemente inocua sobre el reabastecimiento de combustible aéreo durante el conflicto de las Malvinas. El primero detallaba el uso potencial de los Buccaneers de la
RAF para llevar a cabo un atrevido ataque contra el activo naval más importante de Argentina en su puerto base.


El portaaviones ARA 25 de Mayo en Puerto Belgrano, en 1979. Al fondo, el crucero ARA General Belgrano y una corbeta A69. Foto: Marina de los EE. UU.

El plan detallado requería destruir el radar del portaaviones a distancia, luego avanzar y dejarlo inoperativo, antes de que los Buccaneers se dirigieran a Chile. Aunque la viabilidad y necesidad de tal misión eran cuestionables, el ataque habría representado una importante victoria moral para el Reino Unido.

Sin embargo, en el último momento, las autoridades británicas decidieron que la misión no era necesaria y optaron por cancelar el ataque planeado. La decisión reflejó un cambio estratégico, quizás influido por consideraciones políticas y militares, que evitó una mayor escalada del conflicto.

En primer lugar, es interesante notar que esta supuesta "misión" de la que habría que confirmar su existencia real mas allá de los dichos de este investigador se produce luego del 30 de mayo. En esa fecha, efectivamente los aviones argentinos (A-4C de la Fuerza Aérea Argentina y AMD Super Etendard del Comando de Aviación Naval) habían golpeado al HMS Invincible. En segundo lugar, desde el 4 de Mayo el portaaviones se hallaba amarrado en la Base Naval Puerto Belgrano debido a la amenaza submarina de los SSN británicos. Es decir, el portaaviones no representaba amenaza alguna a la Marina Real. Por otra parte, la principal amenaza para los Bucanners no serían los A-4Q Skyhawk que se encontraban desplegados en la Patagonia. El principal problema de este ataque serían los Tipo 42 (ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad)  que poseían misiles antiaéreos Sea Dart con 40 km de alcance. Anular el radar del 25 de Mayo es ridículo dado que probablemente estaría apagado mientras estaba amarrado mientras que probablemente el radar operativo haya sido el de la base Comandante Espora. Más aún, los dos Tipo 42 serían mejores candidatos a estar haciendo vigilancia del espacio aéreo antes que el propio portaaviones. Suena más a un plan completamente teórico, muy lejos de cualquier implementación seria, pero probablemente sea un reconocimiento indirecto de la espina clavada en el orgullo de la Marina Real por el ataque "real" al HMS Invincible. ¿Cómo podía ser que los argentinos golpearan al HMS  Invincible y esa armada latinoamericana saliera impune?

Sobre el misil Martel

El Martel era un misil antirradiación (ARM) anglo-francés. El nombre Martel es una contracción de Missile, Anti-Radiation, Television, en referencia a las opciones de orientación. Existen dos variantes, el guiado por radar pasivo (AS 37) y el guiado por vídeo (AJ 168).

Los aviones que utilizaron estos misiles fueron el Blackburn Buccaneer (hasta tres TV o cuatro variantes ARM), el SEPECAT Jaguar (dos), el Mirage III/F1 (uno o dos) y el Hawker Siddeley Nimrod (al menos uno). El Martel era muy adecuado para ataques antibuque con su pesada ojiva de largo alcance.

En ese momento, no existía ningún misil pequeño guiado por radar como el AGM-84 Harpoon con radar activo, por lo que la única solución viable era un sensor TV o ARM. Tenía un alcance relativamente largo (60 km), una gran carga útil y una velocidad subsónica.

Fue posible adaptar el Martel ARM para usarlo contra radares de diferentes longitudes de onda. Fue una mejora en comparación con los primeros misiles ARM estándar, que solo tenían un sensor de banda estrecha. Pero el sensor ARM sólo se podía seleccionar en tierra, no en vuelo, por lo que antes del despegue era necesario saber qué tipo de radar debía atacarse.

El Reino Unido utilizó ambos tipos, los franceses sólo la variante equipada con radar. El Martel fue construido por Hawker-Siddeley en el Reino Unido y Matra en Francia.

sábado, 14 de junio de 2025

Día de Máxima Resistencia: ¡Volveremos!


Día de la Máxima Resistencia: el fin de la guerra

Gaceta Marinera


Cada 14 de junio rendimos tributo a los héroes argentinos que, en los momentos más críticos, permanecieron de pie defendiendo nuestra Patria hasta el último día, con espíritu indomable.




Malvinas - Luego de 74 días, el 14 de junio de 1982, el Conflicto del Atlántico Sur llegó a su fin, y el pabellón nacional fue arriado de aquel amado suelo. La feroz resistencia no alcanzó para el triunfo final. Superados en cantidad de hombres y armamento, las tropas defendieron hasta el último aliento cada metro de las Islas Malvinas. 


Durante la noche del 11 de junio, la presión británica fue en aumento y se produjo un fuerte incremento de intensos duelos de artillería, batiéndose con las consiguientes bajas y destrucción de posiciones. Esto anticipaba con mayor firmeza que se avecinaban los momentos más decisivos.



Uno de los ataques más severos lo sufrió la 4º Sección de la Compañía “Nácar” del Batallón de Infantería de Marina Nº5, en el extremo oeste del monte Tumbledown, que estaba a cargo del entonces Teniente de Corbeta Carlos Daniel Vázquez.


El mismo comenzó con un asalto a bayoneta en las últimas horas del 13 de junio, por parte del 2º Batallón de la Guardia Escocesa y una Compañía del 7º Regimiento Gurkha. En las primeras horas de la madrugada del 14 lanzaron sucesivamente dos asaltos más a bayoneta, con las restantes compañías del 2º Batallón.



Durante esa noche el Jefe de Sección, luego de consumir 54 proyectiles de su mortero de 60 mm disparando sobre su propia posición, solicitó el apoyo de fuego de los morteros de 81mm, de 106,6 mm, de la Batería de Artillería “Bravo” de la Infantería de Marina, y del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 del Ejército Argentino, para que batieran con sus fuegos nuevamente su propia posición, al considerarla ya perdida.



Ejecutados esos fuegos y con una gran cantidad de bajas, la 4º Sección siguió combatiendo con su sector parcialmente ocupado por la infantería británica, hasta las 7:15 hs. Fueron cayendo en manos de los enemigos pozo tras pozo, a lo largo de las más de 8 horas de combate cuerpo a cuerpo.



En este combate murió honorablemente entre muchos otros, defendiendo a un subordinado, el Suboficial Segundo Julio Saturnino Castillo. Caída la 4° Sección, ya nada quedaba entre los ingleses y la ciudad de Puerto Argentino. Los sonidos de la guerra dieron lugar a un silencio infinito, un silencio que en muchos combatientes perduró por años. 



En el sentimiento de los que combatieron se mezclan dolor y orgullo, y es nuestro eterno deber honrar y recordar a nuestros Héroes de Malvinas. Particularmente hoy, a aquellos que defendieron la Patria hasta el último minuto.


lunes, 9 de junio de 2025

Morgan y Sánchez, amigos luego del conflicto


Memorias de un piloto inglés sobre la Guerra de Malvinas


Cuando empieza la primavera europea, David Morgan sabe que volverán a asaltarlo recuerdos de la guerra. Regresó de las Islas Malvinas en julio de 1982, condecorado y reconocido por sus hazañas como piloto de los Sea Harriers, los aviones más modernos de aquel tiempo. Participó en más de 50 misiones durante el conflicto, en las que derribó helicópteros y aviones. Al regresar a casa, esas hazañas se transformaron en pesadillas. “Estaba irritable, nervioso y muy reacio a tomar las pequeñas decisiones de todos los días. Era como si me hubiera acostumbrado a tomar decisiones de vida y muerte y había perdido la habilidad de lidiar con lo mundano”, cuenta David Morgan en su libro de memorias, Cielos Hostiles, escrito hace 14 años y recientemente traducido al español y publicado en Argentina. Mucho tiempo después de la guerra fue diagnosticado con estrés postraumático y pudo hablar de lo que había vivido.

En una entrevista virtual desde Buenos Aires con EL PAIS, la primera con una periodista argentina, David Morgan rememora aquellos tiempos con mirada triste y pausas largas. A los 73 años, su vida es ahora tranquila, rodeada de naturaleza en una hermosa casa rural en Shaftersbury, a 150 km de Londres. Todos los fines de semana lo visitan sus dos hijos y sus cinco nietos, a quienes lleva a volar en su avión particular y les dedica el tiempo que quizás no tuvo como padre. Sus hijos eran pequeños cuando él partió al Atlántico Sur. ¿A dónde iba? ¿Qué eran las Malvinas? Los niños lo entendieron tiempo después, cuando algunos de sus amigos de la escuela contaban que habían perdido a sus padres. Gracias a 12 años de ayuda terapéutica, David Morgan pudo escribir sus memorias. Las dedicó a su familia y a su psicóloga, Sally, a quien le agradeció “salvar su cordura”.

Con un prólogo especialmente dedicado a los argentinos, David Morgan aclara que temía que el libro “no fuera bien recibido” en el país sudamericano. “Pero mis buenos amigos allá me animaron a hacerlo”, dice. Sus párpados caen pesados sobre sus ojos claros y vidriosos mientras mira a través de la pantalla de su computadora. “La guerra no es gloriosa, es como asomarse al infierno y lo vivimos igual de ambos lados. No disfrutábamos las victorias porque sabíamos que los pilotos argentinos eran como nosotros: sentían el mismo amor por volar y también tenían familias que los esperaban”, aclara con el mismo tono humano que usa en su libro.

En Cielos Hostiles, Morgan hace descripciones minuciosas de sus misiones, con detalles técnicos y datos precisos, junto con las experiencias del momento. Se pueden leer cartas de amor, fragmentos de su diario personal, citas de libros de Richard Bach (autor de Juan Salvador Gaviota e Ilusiones) o poemas de John Pudney (de un libro regalo de su padre, también piloto de la RAF y veterano de la Segunda Guerra Mundial) además de versos propios, escritos para su mujer y sus amigos caídos en combate.

Morgan hoy, a los 73 años, cerca de Londres

“A alguna gente no le gustó que incluyera lo personal, pero mi idea era escribir lo que viví, aunque me avergüence”, dice Morgan cuando aclara que Inglaterra muchos colegas lo criticaron por eso. Durante sus años de posguerra, Morgan fue instructor de escuadrones y al estallar la Guerra del Golfo, en 1991, lo convocaron. Esa fue la alarma que disparó su estrés postraumático. Habían pasado casi 10 años desde Malvinas, pero sus recuerdos reaparecieron y pidió ayuda. Entonces se retiró y se dedicó a la aviación comercial.

En ese mismo tiempo, una amigo que volaba con él, Maxi Gainza, le propuso encontrarse con un veterano de guerra argentino que estaba de paso por Londres. Al principio se resistió, pero luego aceptó conocer a Héctor Sánchez, uno de los cuatro pilotos con los que había tenido el combate aéreo más dramático de la guerra. Aquel 8 de junio en Malvinas merece todo un capítulo en sus memorias, porque Morgan y su compañero, David Smith, atacaron con misiles cuatro Skyhawks (aviones de combate argentinos) tras ver cómo habían bombardeado un buque inglés en la Bahía Agradable. Tres de los pilotos argentinos murieron y Héctor Sánchez se salvó.

“Eso me afectó mucho. Recuerdo exactamente ese momento, cómo iban cambiando mis emociones en segundos: la ira cuando vi atacar a nuestra gente, la euforia cuando bajé al primer avión, la empatía cuando el segundo hombre que se eyectó pasó cerca de mi cabina y luego la ira de nuevo, cuando maté al tercer hombre. Creo que ese día fue el disparador de la mayoría de mis problemas después del final del conflicto”, reflexiona Morgan, y se queda en un largo silencio. Durante los ocho meses que tardó en escribir el libro, tuvo varios bloqueos y debió trabajar mucho sobre eso.

Al hablar de Héctor Sánchez, vuelve a sonreír. En una ocasión, luego de varios encuentros, recuerda que el argentino, notándolo distante y pensativo, le dijo con empatía: “No te preocupes más, David, cada uno cumplía con su deber”. Se abrazaron. La amistad sigue intacta desde aquellos años. Ambos mantuvieron contacto por mail y luego por redes sociales. David nunca viajó a Buenos Aires, pero planea hacerlo en el futuro.



Morgan y el impactante recuerdo del combate del 8 de junio de 1982

En 2007, para el 25 aniversario de la guerra, David Morgan viajó por primera vez a las Islas Malvinas. Recorrió en jeep aquellos lugares helados que recordaba regados de cadáveres y restos de armamentos. Todo se veía diferente en esta visita. “Encontré restos del fuselaje de mi avión y también de uno de los aviones que yo había derribado. Su piloto, Daniel Bolzán, fue uno de los que murió aquel 8 de junio y decidí enviárselos a su hijo”, recuerda. Le escribió y le contó todo. Así inició su relación con el hijo de uno de los 649 soldados argentinos que murieron en las islas. “Sus pilotos realizaron ataques con habilidad y coraje, causando graves daños a muchos barcos británicos. Eran muy valientes”, añade Morgan.

Las memorias de David Morgan llegan justo en un momento de revisión histórica de la guerra de las Malvinas en Argentina. En el campo académico se debate la simplificación que definió a esta guerra como “absurda y caprichosa” y a sus protagonistas como marionetas de la dictadura de entonces. Para la antropóloga Rosana Guber “este marco redujo fuertemente las alternativas con que sus protagonistas directos podrían darle sentido a su experiencia bélica y humana, y también redujo el margen del reconocimiento de su acción en la esfera pública”. En esta investigación, Guber concluye que los encuentros de posguerra entre británicos y argentinos demuestran que la guerra enfrenta a seres humanos que, muchas veces, necesitan encontrar razones para una experiencia tan traumática.

David Morgan es parte de un importante grupo de veteranos de guerra de ambos países que, décadas después, necesitaron entender por qué estuvieron allí y darse la mano para manifestarse respeto. A diferencia de otros encuentros entre veteranos de ambos países promocionados en documentales y hasta obras de teatro, el encuentro entre David Morgan y Héctor Sánchez se mantuvo en la intimidad. “Yo siento que nuestra amistad es algo privado y muy fuerte. Nos une el haber vivido la misma experiencia, aunque sea en bandos diferentes. No necesitamos hacerlo público”. En 2019, Héctor Sánchez invitó a David Morgan a visitar Malvinas junto a Pablo Bolzán, hijo del piloto argentino muerto en combate, y Luis Cervera, veterano de guerra. Recorrieron juntos las islas y levantaron un monumento en memoria del padre de Pablo, Daniel Bolzán. Morgan pudo cerrar así el círculo de su historia