Discurso de un cobarde en el día de Malvinas en Monte Caseros
El 31 de marzo en la localidad de Monte Caseros, Corrientes, sede del cuartel del Regimiento de Infantería 4, unidad que se cubrió de gloria en la Batalla del Cerro “Dos Hermanas”, librada entre los días 11 y 12 de junio del año 1982, sucedió un hecho de una gravedad institucional inusitada, tan difícil de entender, como de explicar.
En esa oportunidad, al conmemorarse el 39° aniversario de la Recuperación de nuestras Islas Malvinas, y el Día del Veterano de Guerra, se llevó a cabo una ceremonia en la que estaban presentes el gobernador de la Provincia de Corrientes, el Intendente Municipal de Monte Caseros, el Comandante de la 1ra División de Ejército, veteranos de Malvinas, vecinos de la ciudad e invitados especiales.
Por alguna razón que no alcanzo a comprender, hizo uso de la palabra el presidente del centro de veteranos "Avá Ñaró", Carlos Enriori, quien se despachó con un discurso desmalvinizador, plagado de mentiras, en el que denunció falsamente las vicisitudes que supuestamente debieron soportar los soldados que pelearon heroicamente en Malvinas. Por supuesto que hubo murmullos, insultos por parte de algunas personas del público, algunos empujones, pero la cosa no pasó de ahí y el atorrante desvergonzado terminó con su ristra de disparates.
El hecho en sí me pareció gravísimo, pero opté por no escribir sobre el tema, en primer lugar por vergüenza, y en segundo lugar, para no agrandar un hecho que no merece pasar del nivel de miserable. Y lo que me avergonzó no fue precisamente que las palabras de ese cobarde no tuvieran ni un poco de verosimilitud, sino la falta de reacción de las autoridades de mi Ejército.
Muchos interrogantes se me abrieron de inmediato. El primero es por qué, quien sea que haya sido el organizador del acto, eligió como orador precisamente a Enriori, quien como todos saben, fue un cobarde en la guerra y ahora se transformó en un militante rentado por la causa de la desmalvinización, los Derechos Humanos y la persecución sistemática a las Fuerzas Armadas. El segundo es cómo el Ejército Argentino y el Regimiento 4 de Infantería se permitieron dar marco formal a ese eventual ultraje.
O no sabían quién iba a hacer uso de la palabra y se prestaron a la violación sin anestesia, lo que es una soberana estupidez difícil de entender, o sí lo sabían y formaron igual, lo que sería aun mucho más grave.
Desde entonces me llegaron por Whatsapp muchos artículos de repudio de Centros de Veteranos, ex oficiales, suboficiales y soldados del Regimiento, compañeros de Enriori, que me parecieron importantes, pero insuficientes. Una vez más preferí guardar silencio para no hacer olas sobre un tema que mancha gratuita, falsa e innecesariamente el honor de la causa de Malvinas, de nuestros veteranos, de nuestro Ejército y de nuestros muertos gloriosos que no se merecían una afrenta semejante, y que no hace más que revolver una mentira que, de tanto revolverla, se mantiene en la superficie, y hay idiotas que la creen y sinvergüenzas que la reproducen.
Pero hoy me llegó esta nota escrita por el Jefe del Regimiento 4 de Infantería durante la guerra, general de brigada Diego Alejandro Soria, dirigida al Jefe del Estado Mayor General del Ejército, instancia que entiendo, debería haber tomado a esta altura, alguna carta en el asunto.
La gravedad del último párrafo de la nota del general Soria, que adjunto, y cuya lectura recomiendo, no deja ninguna duda y merece alguna respuesta.
Siempre digo que es muy fácil ser valiente con los atributos de los demás. Yo no estuve allí, ni sé qué hubiera hecho en esas circunstancias, ni sé cómo hubiera reaccionado ante la sorpresa. Pero si sé ahora lo que creo que debería haber hecho y lo que me hubiera encantado hacer.
Y eso hubiera sido, mandar:
¡Regimiento 4 de Infantería, Fir – mes! ¡Al hombro – Ar! ¡Derecha – dre! ¡Maestro de Banda, Marcha de Malvinas! Regimiento, Bandera y Banda, Mar!!!
Y se hubieran retirado desfilando marcialmente del lugar con la cabeza en alto, el honor intacto y en medio de los aplausos de la concurrencia. Porque el honor no se compra en ningún lado.
Jorge Tisi Baña
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