El Brexit y su impacto en la controversia de soberanía en el Atlántico Sur
(Por Vicente Berasategui; Télam)
El embajador Vicente Berasategui, del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), opinó para Télam sobre si se abre una instancia en la negociación sobre la soberanía de las Islas Malvinas, tras la decisión de Gran Bretaña de salir de la Unión Europea.
Señalar las probables consecuencias del Brexit en la controversia de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido en el Atlántico Sur resulta una tarea muy difícil, cuando todavía la situación no ha evolucionado como para facilitar información que permita evaluar cómo la decisión de los votantes británicos influirá en la determinación de la posición oficial británica sobre los pasos a seguir con respecto a la Unión Europea (UE).
Parece evidente que en Londres prevalece la idea de ganar tiempo para lograr, como mínimo, una suerte de limitación del daño que el pronunciamiento de la ciudadanía causará a la economía del Reino Unido.
Es lógico que el Brexit haya tenido un impacto global, por cuanto significa que la quinta economía del mundo abandona el proceso de integración más avanzado que existe a nivel mundial. Para colmo, los esfuerzos del primer Ministro David Cameron por fijar un período de espera hasta que la cumbre de los conservadores decida en octubre quién conducirá en su lugar el proceso de salida de la UE, demuestra que no hay en estos momentos una idea clara de cómo conducir las difíciles negociaciones en las que todos los miembros y órganos principales de la UE se verán envueltos.
A estas consideraciones cabe agregar la posibilidad de la reapertura de la cuestión de la independencia de Escocia, cuyo electorado votó masivamente -un 64%- por continuar en la UE, pero a la que Londres se opone por cuanto, entre otros problemas, puede afectar la disuasión nuclear británica, dependiente de sus bases en territorio escocés. Se mantiene además el problema de la continuidad de la libra esterlina, un tema sin solución. En estas condiciones, un nuevo referéndum sobre Escocia no parece factible en un futuro cercano.
Más allá de las consideraciones estrictamente económicas, conviene recordar que el movimiento de integración europeo reconoce una motivación política innegable, como consecuencia de la devastación que produjo la 2da. Guerra Mundial.
Se trataba de avanzar hacia instituciones supranacionales que alejaran los extremismos nacionalistas que llevaron a ese conflicto. Luego de varios fracasos, se llegó al primer paso de un largo camino, con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951, a la que siguieron en 1957 Euratom y la Comunidad Económica Europea (CEE).
Por su parte, el Reino Unido lideró una asociación europea de libre comercio que, en definitiva, no pudo competir con la CEE y terminó por desaparecer. Siguió a continuación un largo período hasta que Londres fuera admitido en el proceso comunitario en 1973.
Con su ingreso, el Reino Unido inscribió a sus territorios de ultramar en la CEE, incluyendo las Islas Malvinas, mucho antes de que la Comunidad se convirtiera en la UE.
El electorado británico ha también golpeado a quienes han creído acertadamente que la presencia del Reino Unido en la UE favorecía una apertura comercial ante las conocidas actitudes proteccionistas de Francia y otros miembros de la Unión.
En suma, cabe esperar que las negociaciones sobre el Brexit no serán fáciles y que la hábil diplomacia británica deberá enfrentar una complicada situación, en la que la UE intentará fijar un alto precio a la salida de Londres para desalentar cualquier repetición del problema que ahora confronta.
Es en este contexto, se presenta la situación de los territorios de ultramar británicos. La UE les brinda una limitada asistencia mediante proyectos concretos que alcanzaron los 80 millones de euros entre 2014 y 2020, pero que en muchos casos son de considerable utilidad para esos territorios, pequeños enclaves en los que un proyecto pequeño puede hacer una gran diferencia.
En el caso de las Islas Malvinas, cerca de un 75% de su producción se exporta a la UE, en particular del sector pesquero, sin aranceles o cuotas a los que es tan afecta Bruselas. Los isleños proyectan pedir a Londres que trate de mantener este régimen, pero es evidente que, si se trata de fijar una vara alta para la salida británica, no será fácil lograrlo y las alternativas más factibles que se presentan son su terminación o un plazo relativamente breve para que el beneficiario se ajuste a la nueva situación.
En todo caso, no podrán obtener otro tratamiento que el que logre el Reino Unido, por lo que sería hoy prematuro evaluar esta cuestión. Cabe también preguntarse cuál será el impacto del Brexit en las inversiones de empresas de origen francés e italiano en las concesiones de exploración de hidrocarburos otorgadas por los isleños. Estas actividades ya están perjudicadas por la considerable baja de los precios del barril de petróleo en el mercado mundial.
Sí parece atinado pensar que, más allá de las implicancias económicas del Brexit para las Islas, la salida del Reino Unido puede modificar la posición de algunos miembros de la UE con respecto a la controversia de soberanía en el Atlántico Sur. Hasta ahora, ha existido un discreto apoyo a los requerimientos británicos en esta cuestión, cuidando sin embargo de no confrontar con la Argentina en un tema tan delicado.
Cabe suponer que esta actitud podría cambiar, con algunos miembros inclinados a favorecer negociaciones entre las partes y quizás otros simplemente a desentenderse del problema y manejarlo según las circunstancias que se den en el futuro.
Es obvio entonces que el Brexit no sólo golpeará a los isleños en sectores críticos de su economía. También les restará apoyo político entre los miembros de la UE.
¿Podrá este cambio en las expectativas de las Islas tener algún efecto en una mayor flexibilidad del lado británico, tanto en Londres como en las Islas?. No parece probable. Debe tenerse en cuenta que el nuevo Gobierno británico tendrá una fuerte influencia nacionalista y mantendrá por lo tanto una posición rígida en un asunto que involucra reclamos de soberanía. Esto no significa que su apoyo económico a las Islas siga necesariamente los lineamientos actuales. Quizás los isleños deban también ajustarse el cinturón si, como se vaticina, el Reino Unido afrontará dificultades presupuestarias.
Se plantea entonces otra pregunta, relativa a la reacción de los isleños ante un cuadro que se presenta más negativo que el anterior. ¿Adoptarán una posición más positiva hacia la Argentina?. No parece que su actitud de rechazar una solución de fondo sobre la soberanía pueda cambiar. Continuará la misma línea que prevaleció en la curiosa consulta que se hizo en las Islas en 2013. Tampoco un Londres más nacionalista permitiría un paso, aún tímido, sobre ese tema.
La realidad en las Islas sigue siendo de rechazo a la Argentina. Pese a que la reunión de Davos entre el Presidente de la Nación y el Primer Ministro británico se habría caracterizado por su cordialidad, los isleños continuaron con sus desplantes hacia la Argentina como si nada hubiera pasado. Se oponen, como siempre lo han hecho desde 1982, a cualquier paso que facilite la comunicación directa con el territorio continental. Son varios los ejemplos que podrían recordarse, pero basta con mencionar el último, que tuvo lugar el 23 de junio último, durante la reunión del Comité de los 24 en las Naciones Unidas, cuando uno de los isleños presentes se negó a estrechar la mano con nuestra Canciller. Queda por verse, entonces, si esa actitud tan negativa de los isleños sobre la Argentina se abandona finalmente, ante las consecuencias negativas que pueden surgir del Brexit.
En las semanas que seguirán, la dirigencia política británica necesitará evaluar cómo evitar que el Brexit termine por perjudicar seriamente la posición del Reino Unido en el sistema internacional. Es quizás por esa razón que el ex Primer Ministro Tony Blair se inclina por considerar que no todo está dicho sobre la cuestión y parece pensar que puede encontrarse una salida, no tanto de la UE, como del propio Brexit.
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