sábado, 4 de junio de 2016

El ataque de los Halcones, en un libro

“Experiencia de Halcón”: los ataques de la Guerra de Malvinas que complicaron a los ingleses
Investigación

Entre mayo y junio de 1982, un grupo de argentinos a bordo de cazabombarderos de 20 años de antigüedad puso en aprietos a las fuerzas británicas. Más allá de la épica, la antropóloga Rosana Guber reconstruyó sus vivencias. 


Cincuenta años de la V Brigada Aérea (1999), óleo de E. Martínez, versión en blanco y negro (Foto: E. Martínez) 


Juan Brodersen - Clarín
Nos concentramos en nuestra puntería. El buque protegido por esa pared de doscientos metros de altura (la costa de la Isla Soledad) estaba en mi mira y lancé una de las bombas que serían la causa de su destrucción. Ejercí presión hacia atrás con mi palanca de mandos en viraje ascendente hacia la derecha, tratando de pasar el acantilado. En ese momento percibí un fuerte golpe debajo de mi avión. Había impactado contra una de las antenas de la fragata con uno de los tanques suplementarios de combustible [...]. El cono de cola del tanque se desprendió quedando la antena totalmente doblada.
Primer Teniente Alberto Filippini, sobre el 21 de mayo de 1982, ataque a HMS Argonaut

Entrar a la zona enemiga y "poner la bomba con la mano". Con este eufemismo se refieren hoy algunos de los integrantes de los dos escuadrones que lograron complicar a las fuerzas británicas durante la Guerra de Malvinas en diversos ataques entre mayo y junio de 1982, con 10 embarcaciones afectadas y cuatro buques ingleses hundidos. Lo hicieron a bordo de cazabombarderos A-4B Skyhawk (areonaves monoplaza, subsónicas y de 20 años de antigüedad) sin experiencia en este tipo de guerra pero con una convicción: que avión y piloto eran una comunión indivisa que los haría pasar a la historia como "halcones".

En efecto, lo que sucedió allí trascendió a la táctica de guerra y al contexto de la política institucional de las Fuerzas Armadas en tiempos de Leopoldo Galtieri. El desempeño de los oficiales fue algo extraordinario, ya que tenían entrenamiento aeroterrestere pero no aeronaval. Y se enfrentaron a aviones y misiles de última generación. La sinergia con los A-4B fue total: “Fueron esos mismos oficiales quienes me advirtieron de muchas maneras que el avión y el ave (el halcón) eran partes de ellos”, explica Rosana Guber, antropóloga social investigadora del Conicet especialista en la Guerra de Malvinas.

En “Experiencia de halcón”, Guber reconstruye cómo los oficiales del Grupo 5 de Caza de la V Brigada Aérea lograron sumar experiencia en sucesivas misiones, comola del 8 de junio, que terminó con dos buques logísticos, un lanchón de desembarco, numerosas guardias galeses, tripulación de origen chino, y también con la vida de tres halcones.

Se trata, como la autora dice en el libro, de “un itinerario de seis capítulos y un epílogo que comienza en la mañana del 2 de abril de 1982 y concluye con un ser ni totalmente humano ni totalmente mecánico, que decidieron llamar halcón”.

- ¿Qué fue el Grupo 5 de Caza de la V Brigada de la Fuerza Aérea Argentina?

- Los oficiales pertenecían al Grupo 5 de Caza de la Brigada Aeronáutica de la Fuerza Armada que está ubicada, todavía hoy, en Villa Reynolds, a pocos kilómetros de Villa Mercedes, en San Luis. Fue el grupo operativo que forma y entrena a sus oficiales del llamado “escalafón aire” en el avión de combate que esté en ese momento en la Brigada. Primero fue el Avro Lincoln, después fue el A-4B Skyhawk, y finalmente el A4-AR Fightinghawk.


Monumento al A-4B, V Brigada Aérea, Villa Reynolds, San Luis (G. Pavlovcic)

- ¿Cómo fue el asalto sobre buques ingleses? ¿Cómo se preparó?

- El asalto a los buques británicos se fue imaginando en abril y reinventando con cada misión. La FAA carecía de ejercicios conjuntos con la Armada Argentina, parte de cuya flota era muy similar a la británica. Fue en abril y ante la inminencia de los acontecimientos, que los aviones de la VI Brigada ensayaron el ataque sobre un buque de la Armada argentina. En la despedida volaron rasantes sobre el mar y saltaron sobre la fragata en forma de saludo. El radar del buque no detectó a los pilotos hasta que estuvieron encima. Fue este sistema de aproximación al objetivo el que desarrollaron en todo el conflicto: los radares de la flota no detectaban a sus atacantes hasta que era tarde y los aviones argentinos les arrojaban las bombas, como dicen los oficiales, “con la mano”.

- ¿Fueron mejores militarmente que los ingleses? En este sentido, ¿fueron los únicos que lograron realmente poner en jaque a la flota inglesa?

- No sé si se puede decir que “fueron mejores” y que “fueron los únicos”. En una guerra hay muchos actores de cada lado, equipados con muy distintos medios y experiencias. La flota fue atacada desde el aire (aviación de la FAA y aeronaval), desde tierra (artillería) y también desde el mar (submarinos). Pese a sus enormes e inesperadas pérdidas, los británicos lograron prevalecer. Sin embargo, no esperaban semejantes dificultades, y el ataque a buques misilísticos y logísticos, incluyendo probablemente el ataque a uno de sus dos portaaviones, aún no reconocido por Gran Bretaña, retrasó notablemente la reconquista de las Islas. El jefe de las fuerzas terrestres británicas Julian Thompson escribió un libro que tituló No Picnic.

"El ataque conllevó profesionalismo, imaginación e improvisación en el mejor sentido de la palabra. No improvisa quien quiere sino quien puede".

 
- ¿Qué aeronaves piloteaban estos oficiales y cómo habían entrenado para llevar a cabo el ataque? ¿Qué particularidad tienen los A-4B Skyhawk?

- El A-4B fue un avión diseñado por la empresa McDonell Doglas para la Marina de los EE.UU. para ser empleado en la Guerra de Corea, a fines de los años 1950. Como ese episodio bélico terminó, fue utilizado en la Guerra de Vietnam. Su diseño respondía a las necesidades operativas de los portaaviones. El A-4 era un avión aeronaval, lo cual queda claro en un gancho que lleva bajo la cola y que sirve para “anclarlo” en la cubierta del buque. Pero la Argentina, a mediados de los años 1960 compró A-4s no sólo para la Armada (llamados A-4Q) sino también para la Fuerza Aérea (los A-4B primero y los A-4C después). El A-4B era un cazabombardero liviano, monoplaza (con sólo un tripulante), subsónico (vuela por debajo de la velocidad del sonido) y, muy importante, puede reabastecer combustible en vuelo. Es muy maniobrable, es decir, puede hacer muchas maniobras en el aire.


C-130 abasteciendo a A-4B con pérdida de combustible (1982), óleo de E. Martínez, versión en blanco y negro (E. Martínez)

"Pienso que los pilotos argentinos están mostrando mucho valor", aseguró el Secretario de Defensa Británico John Nott (1982)

Ahora bien: los oficiales de la Fuerza Aérea Argentina (FAA), quiero decir, no sólo de A-4B, tenían un entrenamiento sistemático, consistente y continuo, pero en el espacio aeroterrestre. El aeromarítimo estaba reservado para el arma aeronaval de la Armada (como se llama a la Marina Argentina). Esta disposición política, primero en los hechos y desde enero de 1969 en la letra de la ley, establecía jurisdicciones tajantes: la FAA iría a un escenario aeromarítimo como asistente de la Fuerza dueña de los mares y las islas, la Armada, e iría “con lo puesto”—sin armamento específico para atacar objetivos navales—y “con lo sabido”—sin entrenamiento específico para combatir sobre el mar. Hoy sabemos que el primer teatro bélico internacional tuvo lugar sobre el mar, y que los pilotos de la FAA tuvieron un gran desempeño, pese a carecer de experiencia (en ejercicios y prácticas, como suelen hacer los militares).


El suboficial mayor Sergio Olmedo camina hacia el carguero escocés Marjory Glen, encallado en Punta Loyola tras incendiarse en 1911 frente a Río Gallegos (R. Guber)

- En el libro hace una diferencia entre quienes habían elegido la profesión militar y los conscriptos que fueron enviados a pelear. ¿Me explicaría un poco eso acá?

- Esa diferencia es sólo para contrastar a quienes teniendo distintos grados de instrucción, no pertenecían a la organización militar y no tenían, necesariamente, un horizonte militar para sus vidas. Sin embargo, me parece una simplificación penosa reducir el desempeño de los conscriptos a un grupo informe de jóvenes llevados al matadero sin armamento ni instrucción. Mucho dependía de los jefes y de sus suboficiales y, por qué no, de ellos mismos. ¡No olvidemos que los conscriptos del 82 fueron quienes cumplieron la razón por la cual se creó el Servicio Militar Obligatorio, y masculino, en 1901! Fue por eso, y no sólo por la causa de Malvinas, que el pueblo apoyó sus partidas al sur. Con los oficiales es un poco distinto: 4 años de Escuela, más uno o dos de formación como pilotos de caza, más el privilegio y la responsabilidad de manejar un avión de muchos miles de dólares.
"Los ataques casi suicidas de los argentinos, los daños a los buques de superficie, los muchos actos de heroísmo y valor son de conocimiento público" (jefe de la Fuerza de Tareas Británica, almirante Sandy Woodward)
- Hay una dicotomía entre verlos como “carne de cañón” o “héroes”. ¿Cómo sugiere verlos, entonces?

- No hay ni una cosa ni la otra ni un promedio. Los oficiales del Grupo 5 de Caza eran profesionales y expertos, sabían perfectamente lo que hacían y también a qué se exponían. Y lo hicieron por profesionalismo militar. Quiere decir que aún en pleno régimen de facto conducido por las FF.AA., había una excelente formación técnica y profesional. Así que cuando tuvieron que hacer su trabajo específico quienes estaban en el nivel táctico, “en el terreno” en este caso aéreo, lo hicieron bien, muy bien, asombrosamente bien. ¿No es esto lo que la comunidad le pide a los militares?


Brigadier mayor Mario “Arpón” Roca, teniente del Escuadrón 2 del G5C en 1982, posando con un Halcón Peregrino (foto: P. Cersósimo, cedida por M. Roca, 2012)

Y una última cuestión: esos militares eran argentinos. No lo digo con sesgo nacionalista, como que somos los mejores del mundo. Lo digo, más bien, como hijos de las mismas circunstancias, y la misma historia que atravesaron sus connacionales. Cierto que desde otra posición, pero ellos apelaron a un profesionalismo ingenioso como al que apelan muchos argentinos en sus otras profesiones. Los oficiales de A-4B que pude conocer gracias a la invitación del Tony Zelaya (el entonces Capitán que me propuso que escribiera sobre su experiencia), me mostraron un espejo extraordinario en que los argentinos podemos mirarnos.

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