La otra batalla de Malvinas
En un episodio de la Primera Guerra Mundial que aún se discute, la flota del imperio británico derrotó de una manera increíble a los alemanes comandados por Von Spee. Fue hace 100 años en las Islas Malvinas.
A pique. El Scharnhorst, comandado por Von Spee, se hunde en el Atlántico Sur (Museo Nacional marítimo, Londres).
lheredia's picture Por Luis Heredia0
Si alguna vez quedó en evidencia la importancia estratégica que el almirantazgo inglés les asignó a las Islas Malvinas en el siglo 19, y que determinó su ocupación a cañonazos en 1833 por el imperio británico, fueron los hechos que comenzaron a encadenarse 80 años después, a poco de iniciada la Primera Guerra Mundial en las lejanas aguas del Pacífico y el Atlántico Sur.
Estos acontecimientos bélicos culminaron el 8 de diciembre de 1914 con la Batalla de Malvinas, un lejano enfrentamiento naval que terminó con la victoria inglesa a partir del hundimiento
de cuatro cruceros alemanes y que fue recordado días atrás en las islas, con banda y desfiles.
La Primera Guerra Mundial no se caracterizó por grandes batallas en los mares; más bien todo lo contrario. Tanto Inglaterra como Alemania disponían de flotas inmensas, dotadas de los buques más modernos y poderosos de la época (los acorazados monocalibre o dreadnoughts eran los más grandes y poderosos, seguidos por los cruceros de batalla), pero ambas escuadras sólo se vieron las caras en escasas oportunidades. Una de ellas fue en la indecisa batalla de Jutlandia, en el Mar del Norte.
En rigor, durante toda la guerra ambas flotas fueron mantenidas como entre algodones. Paradójicamente, los imponentes acorazados dreadnoughts orgullo de ambas armadas, eran un símbolo de poder naval demasiado caro como para ir a parar al fondo del mar por chocar contra una mina o recibir un torpedo, por lo que ingleses y alemanes decidieron mantenerlos en sus bases.
Durante la guerra, la flota inglesa tuvo una misión de bloqueo (que sumergió en el hambre al imperio del Kaiser) y la alemana, con sus buques de superficie fondeados, se dedicó a una implacable guerra submarina. Sin embargo, en los mares del sur, hubo desde un comienzo flotillas de superficie decididamente activas.
Los alemanes disponían de un grupo de naves no muy poderosas ni modernas en el Índico y el Pacífico, que a poco de iniciarse la guerra se dedicaron a realizar ataques corsarios para entorpecer el tráfico marítimo inglés, vital para
los intereses económicos del imperio, y hostigar la circulación de los convoyes con tropas neozelandesas y australianas hacia Europa.
Luego, estas naves se reunieron en
la isla de Pascua bajo las órdenes del almirante Maximilian Von Spee, comandante del Escuadrón de Cruceros de Asia Oriental.
Se conformó así una escuadra con los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau, y los cruceros ligeros Leipzig, Nürnberg y Dresden. Era una fuerza relativamente respetable.
A su vez, los ingleses disponían de una flota en Malvinas, cuyos buques (también veteranos) se dedicaron a patrullar la zona e interceptar cualquier barco que partiera hacia Europa llevando mercadería para las potencias centrales.
De hecho, una de esas naves, el crucero Glasgow, fue destinado a patrullar el Río de la Plata con misión de bloqueo selectivo y en mayo de 1915 capturó al velero argentino Pax (con destino a Estocolmo), aduciendo que era un buque alemán con matricula falsa y lo condujo hacia Malvinas en calidad de presa. Pero antes de abocarse a estas tareas, el Glagow pasó momentos decididamente
más estresantes.
Llega Graf Von Spee
Los barcos de Von Spee llegaron a Valparaíso en octubre de 1914 y apenas anoticiado, el Almirantazgo ordenó al jefe
de su flota en Malvinas, el contraalmirante sir Christopher Cradock, dirigirse hacia ese puerto chileno por el Cabo de Hornos para eliminar la molesta presencia alemana.
En cumplimiento de las órdenes recibidas, el marino inglés inició la travesía con los cruceros acorazados Good Hope y Monmouth, el crucero ligero Glasgow y el crucero auxiliar Otranto. En Malvinas quedó el vetusto acorazado Canopus, al que no se consideró apto para una acción de envergadura.
Cradock no estaba muy convencido
de enfrentar a Von Spee porque se veía
en inferioridad de condiciones, pero
desde Londres le contestaron que “se arreglara con lo que tenía”. Los acontecimientos demostraron que su intuición era acertada.
El 1° de noviembre ambas escuadras
se enfrentaron frente a la bahía chilena de Coronel (la batalla lleva ese nombre)
y los principales cruceros ingleses, el Good Hope y el Monmouth se fueron a
las profundidades del Pacífico, con 1.654 marinos a bordo, entre ellos el intuitivo sir Cradock. Los cruceros Otranto y Glasgow lograron escapar de la paliza y volver a puerto.
La derrota pegó duro en el Almirantazgo. En 200 años la marina inglesa no había sufrido una derrota semejante, por lo
que de inmediato se dispuso la partida de modernos cruceros acorazados hacia el Atlántico Sur al mando del vicealmirante Doveton Sturdee (el que le había negado refuerzos a Cradock) para encabezar la venganza y recomponer el poder y el dañado prestigio naval inglés en los mares de la región. La batalla de Malvinas comenzaba a gestarse.
La revancha
Lo que siguió en torno al comportamiento de Von Spee en las aguas del Pacífico después de la victoria es materia de controversia. Se discute por qué desperdició 18 días valiosos en puertos chilenos después de la victoria antes de cruzar el Cabo de Hornos y dirigirse a Malvinas y completar su faena sobre los restos de la escuadra del malogrado Cradock.
Esta demora permitió la llegada a las islas de una poderosa escuadra compuesta por los cruceros de batalla Princess Royal, Inflexible e Invincible, los cruceros acorazados Kent, Carnavon y Cornwall, y el crucero ligero Bristol.
Todo este enjambre de modernas naves con marinos sedientos de venganza se unieron en Puerto Stanley al sobreviviente Glasgow y al vetusto acorazado Canopus de la dotación original de las islas.
Von Spee tenía planeado no sólo destruir las instalaciones militares inglesas, sino también desembarcar tropas que tomaran el asentamiento (seguramente por poco tiempo). Sin embargo recién cruzó el Cabo de Hornos el 25 de noviembre.
Ya en el aguas del Atlántico Sur se dio una situación increíble. El almirante alemán no sabía que había una flota varias veces superior a la suya en Malvinas y los ingleses no tenían la menor idea de que Von Spee avanzaba hacia el archipiélago con las peores intenciones.
Los británicos acababan de llegar a las islas y los planes del vicealmirante Sturee eran cruzar el Cabo de Hornos e ir en busca de la escuadra alemana en el Pacífico. Es decir que por cuestión de días unos y otros no se cruzaron en las aguas del Estrecho de Magallanes.
Lo que siguió también es materia de discusión hasta el día de hoy. Inesperadamente los buques alemanes aparecieron en Puerto Stanley a primera hora de la mañana del 8 de diciembre.
Von Spee adelantó con sus buques más poderosos a los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau, dispuesto a bombardear un puerto indefenso y a desembarcar tropas, pero se encontró con una flota anclada.
Lo que no sabía es que la mayoría de esos buques estaban repostando, y que no estaban en condiciones de combatir, y que sólo el viejo Canopus y el Kent tenían las calderas encendidas. Era una oportunidad única de dar un golpe memorable. Los ingleses entraron en pánico, pero Von Spee dio la orden de “rehusar el combate”, volver a mar abierto y escapar. Dos horas tardó la escuadra de Sturee en salir al mar e iniciar una persecución que terminó en desastre para los alemanes.
Los buques ingleses, más rápidos y poderosos, fueron alcanzando y hundiendo uno a uno a los lentos barcos de Von Spee.
Primero fue cazado el Scharnhorst con el almirante a bordo, y se fue a pique con toda la tripulación. Le siguió el Gneisenau, con el hijo del comandante, Heinrich Von Spee, a bordo, y posteriormente los cruceros ligeros Nürnberg, con el otro
de hijo de Von Spee (Otto) entre los tripulantes, y Leipzig, hundido con mucha saña. Sólo logró escapar el Dresden, gracias a la velocidad que le imprimían sus turbinas Parsons.
Los alemanes perdieron 1.871 hombres en la batalla, y si bien no fue para nada decisiva para el curso de la guerra, al Reino Unido le sirvió para recomponer el prestigio de su Armada.
En cuanto al almirante Graf (conde) Von Spee, su nombre volvió a recorrer los mares de la región con la forma del acorazado alemán que fue hundido en el Río de la Plata por naves inglesas en la Segunda Guerra Mundial, ratificando que su destino y el de buena parte de su familia, era el de descansar en las frías aguas del Atlántico Sur.
La Voz del Interior