El Tribuno
La batalla por Puerto Argentino, había terminado. El teniente coronel inglés David, encargado de la evacuación del personal argentino, se acerca al teniente coronel Seineldín a ofrecerle su vehículo para trasladarlo hasta el campo de prisioneros, en razón de no verlo bien de salud, después de varios días de hemorragias.
Seineldín rechaza la invitación, pero a su vez lo invita a compartir una ración de combate, en respuesta a su atención. “Good afternoon sir. Thank you for your invitation”. Entra David en la estrecha trinchera del puesto de comando, donde como era costumbre resonaba el grabador con marchas militares argentinas. La conversación se desarrolla en forma amena, hasta que de pronto Seineldín realiza una pregunta:
- “¿Por qué, en vez de atacar la posición de Puerto Argentino por delante, lo hicieron por la parte de atrás?”
-“Nosotros, por doctrina militar, respetamos a las Unidades de Fuerzas Especiales, en razón de que nos provocan muchas bajas. En Darwin y Goose Green, su compañía ‘C‘ nos produjo muchas bajas, entre ellos un jefe de batallón”.
Seineldín tal vez esbozó una sonrisa de orgullo dentro de su dolor, cuando contestó: -“Para su conocimiento David, ustedes se enfrentaron en ese lugar con conscriptos de sólo 18 años, con dos meses de instrucción y apenas un curso acelerado de operaciones especiales, pero eso sí, con un gran espíritu de combate”.
-“Really, I can’t beleive it”, contestó consternado el inglés, mirando a su ayudante. Más tarde, David se aleja en su vehículo dos veces rechazado, y Seineldín comienza a caminar seguido por sus hombres hacia el primer puesto de control y requisa inglés. Acompañado seguramente por el espíritu de sus hombres caídos, todos ellos héroes y repitiéndose en voz baja: -“¿Por qué yo no?, si siempre estuve al frente”.
Historias como estas deberían contarse en las escuelas argentinas. Ni en las públicas ni en las privadas se enseñan cosas verdaderamente importantes ni de la historia de nuestras Malvinas ni de la Guerra que pasaron. ¿En qué año se descubrieron? ¿Quién las descubrió? ¿A quién le importa? Está bueno saberlo, pero no es algo que nos erize la piel saber. En cambio a la hora de hablar de la guerra, todo el mundo se queda con la parte trágica. “Los chicos de la guerra”; “pobres muchachos”, “no tuvimos posibilidades de ganar”, etc. Cuando el 2 de abril de 1982 no hubo argentino, sacando unos pocos, que salieron a alentar la recuperación... ¿Y ahora se arrepienten? ¿Por qué mejor no nos enseñan sobre las cosas buenas? ¿Por qué no nos hacen leer libros de ingleses, como No Picnic, donde cuentan lo difícil que les fue ganar la guerra, y cómo “no fue un picnic”, como nos quieren hacer creer? ¿Por qué siempre nos quedamos con que lo de afuera es mejor?
Hector Muñoz
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