Bedacarratz y Mayora: Par de ases de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque
Capitán de Corbeta Augusto Bedacarratz y Teniente de Fragata Armando Mayora pilotos navales de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque. Ambos volando los aviones Super Etendard 0752/3-A-202 y 0753/3-A-203 el 4 de Mayo de 1982 en el Conflicto de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur atacaron al destructor antiaéreo Tipo 42 HMS Sheffield D-80 con misiles Exocet AM39, los impactos causaron un incendio descontrolado, el navío fue abandonado y el 10 de Mayo de 1982 se hundió en el Atlántico Sur cuando era remolcado.
jueves, 18 de mayo de 2017
martes, 16 de mayo de 2017
sábado, 13 de mayo de 2017
Dellepiane y su osado vuelo de regreso a la base
La increíble aventura del piloto novato que estuvo a punto de estrellarse y siguió luchando
Con el tanque perforado, cero combustible, balazos en el fuselaje y el cañón trabado, bombardeó a dos fragatas y derribó un helicóptero. Infobae lo reunió con su salvador 35 años después
Por Alfredo Serra | Especial para Infobae
* * * * *
Mayo 13, 1982, teatro de operaciones, Islas Malvinas.
Lo que sigue es una reproducción textual de las comunicaciones de ese momento. Los protagonistas de este testimonio volverán a encontrarse 35 años después de los hechos, convocados por Infobae.
"Mi indicador de combustible caía rápidamente y yo todavía estaba sobre la isla. Pensé: '¿me eyecto o me juego al cruce?'. Los otros pilotos en vuelo escuchaban mi situación y algunos querían hacerme sugerencias, pero…".
Jefe de escuadrilla: –¡Déjenlo al Piano que decida si se eyecta o intenta llegar a la Chancha!
Piano: sobrenombre del entonces alférez Guillermo Alberto Dellepiane, 24 años, soltero; La Chancha: avión Hércules C-130. Lleva una canasta de combustible para abastecer, en vuelo, en este caso, a aviones de combate.
"Mi liquidómetro indicaba apenas 900 libras". Unos 450 litros; un avión caza A-4B Skyhawk como el que volaba Dellepiane carga 5.100 litros. Sólo desde que se pone en marcha hasta que despega consume 250.
"Llamé a la Chancha, que ese día tenía la clave Piedra 1".
Piloto del Hércules: –No te hagas problema, pibe, que ya vamos a buscarte.
"Pensé: '¡sonaste, ésta no la contás!'… Me voy a morir de frío en el mar".
Dellepiane al Hércules: –¡Tengo sólo 300 libras!
Piloto del Hércules: –¡Tenés de sobra, quedate tranquilo!
Dellepiane: –¡Me alcanzan para diez minutos de vuelo!
Piloto del Hércules: –Te sobra, ya estamos llegando.
Dellepiane: –¡Coco, no me abandonés! (Coco: sobrenombre del piloto del Hércules).
"Me quedaban 100 libras (50 litros) cuando los vi. Con el liquidómetro en cero reduje todo motor y me lancé en picada. Estaba allí, la Chancha era mía. ¡Un segundo después incrusté la lanza!"
Piloto del Hércules: –¡¡¡Y no hay quien pueda!!! (Viejo grito de guerra de los pilotos de combate argentinos).
"Mi liquidómetro empezó a subir… Había nacido de nuevo".
Un día antes, mayo 12, el alférez Dellepiane había salido a su primera misión. Nunca, durante su instrucción, se había abastecido en vuelo: una de las maniobras más críticas.
Voló a 15 metros sobre el mar. Tres de sus compañeros fueron abatidos y el cuarto volvió a la base. Lanzó una bomba de 250 kilos sobre una de dos fragatas misilísticas: la Brillant y la Glasgow. No supo sobre cuál. La Brillant quedó muy averiada, y la Glasgow, inútil.
Su segunda y última misión (mayo 13) empezó poco después de recibir un parte: "En las islas se lucha cuerpo a cuerpo".
Dellepiane hizo cuanta maniobra pudo para eludir los proyectiles, pero dos le pegaron en el fuselaje.
Luego, sobre el monte Kent, se enfrentó con un helicóptero Sea King.
"Le disparé, pero sólo salieron dos balas, porque se me trabó el cañón. Una le pegó en la pala, y el piloto tuvo que aterrizar en emergencia".
Apareció otro helicóptero, pero Dellepiane no pudo atacarlo: "El cañón seguía trabado y me estaba quedando sin combustible, porque una bala perforó el tanque".
Pero… ¿de quién fue la mano mágica que lo salvó, más allá de su decisión extrema y su coraje a toda prueba?
Volvamos a ese 13 de junio…
Cerro Dos Hermanas, isla Soledad.
El almirante Jeremy Moore, máximo jefe británico en Malvinas, planea con su estado mayor el asalto final a Puerto Argentino. La victoria estaba cerca…
Ese mismo día y a la misma hora, en la base aérea San Julián, hombres y máquinas ya tienen sellada su misión: dos escuadrillas de cuatro aviones cada una volarán buscando un blanco que le doliera mucho al enemigo. Aunque fuera el canto del cisne.
¿Qué blanco?
El cuartel del alto mando. En las mismas barbas de Jeremy Moore.
¿La razón?
Pegarle en el corazón y tal vez cambiar el curso de la guerra.
El mismo día y lejos de los atacantes y el objetivo, el vicecomodoro Luis Litrenta Carracedo y sus hombres alistan uno de los dos aviones Hércules KC 130 (las chanchas) para reabastecer el pleno vuelo a los supersónicos aviones de combate.
Dellepiane y sus compañeros fueron la escuadrilla "Nene".
La otra escudrilla: "Chispa".
Turbinas en marcha. Chequeo previo al despegue. Pero el diablo mete la cola: colapsan las mangueras hidráulicas de Dellepiane.
–¿Qué hizo? –le pregunta Infobae.
–El mecánico me dijo que no podía salir. Pero a doscientos metros había un avión de reserva. Corrí, y lo puse en marcha.
A esa hora, Litrenta y su chancha ya volaba en el punto de reabastecimiento.
–¿Se reabasteció, Dellepiane?
–Sí, como todos. Iba en la segunda escuadrilla. ¡El tiempo era muy malo! Casi no veía la escuadrilla delantera…
Mal tiempo y mala noticia: a menos de cinco minutos del cuartel de Moore… el radar de Puerto Argentino alerta: –¡Tienen diez Sea Harriers listos para devorarlos!
–¿Qué hicieron?
–¡Seguimos! El Trucha Varela, el de mayor jerarquía de los ocho, decidió cumplir la misión.
–¿Los Sea Harriers les llevaban ventaja?
–Eran muy poderosas, y treinta años más modernas que nuestros A 4 en cualquiera de sus versiones. Tenían misiles, radar, y prácticamente se frenaban en vuelo. Casi como un helicóptero…
–Y los Hércules, las chanchas, tan pesados, ¿cómo se defendían?
Litrenta se ríe.
–¡Teníamos la virgencita y el rosario! Lo único que podíamos hacer era volar lo más bajo posible mientras no reabastecíamos, y lo más lejos posible de la flota.
–¿Siempre fuera de la zona de exclusión?
–No. El primero de mayo lo hicimos sobre Malvinas. Es cuestión de segundos.
Al filo de las dos de la tarde, ambas escuadrillas se lanzaron sobre el vivac de la Royal Task Force. Según un parte inglés, Moore no murió en el ataque porque escapó de su carpa un instante antes de que la destruyera un obús".
–¿Cómo fue, Dellepiane?
–Les tiramos con todo, y nos respondieron con todo.
–¿Qué había en el vivac?
–No faltaba nada. Carpas, tanques, aviones. ¡Era enorme!
–¿Cuánto duró el ataque?
–Segundos… Pero pude ver que mi jefe estaba por pegarle un misil, le pegué un grito, ¡y me hizo caso! Maniobró, y salvó su vida.
–¿Después?
–Casi en el mismo momento le tiré a un helicóptero… ¡y le dí! Más tarde supe que no maté al piloto…
–¿Qué sintió?
–Alivio. En el aire éramos enemigos. Luego, ya no…
–¿Lo respetaban del mismo modo?
–Mis pares ingleses, sí. Me tocó ser agregado militar en Londres, y pude comprobarlo.
–Volvamos al aire… ¿Después del ataque pudo escapar a tiempo?
–A medias… El combustible se consumía más rápido de lo previsto.
Todos sus compañeros le dan consejos por radio, pero el Trucha Varela irrumpe en el éter y sentencia: –Dejen al Piano que decida sólo. Él sabrá qué hacer.
Lejos, pero no tanto, Litrenta recibe el llamado de ayuda y pide instrucciones. La respuesta no es tajante ni mucho menos: –Vea qué puede hacer…
Pero Litrenta lo salva por primera vez.
Y hoy explica: –¿Por qué lo ayudé, a pesar de que todo indicaba que el novato estaba condenado? Lo comprendí mucho después, al leer un libro sobre la inteligencia emocional.
Después de acoplarse al Hércules, Dellepiane dice: –Gracias, señor. Me desacoplo y sigo a base.
–No, no lo haga. Usted está perdiendo combustible. Quédese enganchado hasta llegar.
En menos de cinco minutos, lo salva por segunda vez.
Vuelan, llegan a la base, se desacoplan.
El avión de Dellepiane es una catarata de combustible.
Pero la pista ya se ve.
Sobra paño para aterrizar.
Toca tierra a gran velocidad.
Con miedo, los operadores ordenan:
–¡Clave los frenos, alférez!
Pero Litrenta vuelve a intervenir. Ahora, a gritos:
–¡No frenes, pibe! ¡Cortá motores!
Orden sabia.
La pista estaba inundada de combustible, y una frenada brusca que recalentara los frenos podía ser letal.
Litrera lo salva por tercera vez.
Los años los igualaron en jerarquía. Hoy, los dos son brigadieres retirados.
Se tutean. Se abrazan. Bromean. Se emocionan.
–Litrenta: ¿porque fue usted al rescate, y no el piloto del otro Hércules?
–Eso no voy a contestarlo.
Y Dellepiane dice: –Gracias a Dios que vino él.
Si hay un secreto, los acompañará hasta el final.
Retrato de un héroe
En el 2009, quien esto escribe entrevistó a Dellepiane. Que así contó su vida:
"Mi padre, Jorge Oscar, fue piloto de combate. Fue mi inspiración. Voló los viejos Gloster Meteor, los Sabre. Mamé ese mundo. No todos los hijos de los pilotos siguen ese camino. Se enamoran… o no quieren saber nada. ¿Mi bautismo de vuelo? A los siete, ocho años, en El Plumerillo, Mendoza, donde estaba destinado mi padre. Me llevó en un Morane Saulnier, un avión de combate, como pasajero. ¿Qué es volar? La plenitud total. Las cosas mundanas se cortan de raíz. Es estar entre Dios y la Tierra. ¿Por qué son tan buenos los pilotos argentinos? Muy buena instrucción, buen entrenamiento, y la chispa argentina. Que, a veces bien, a veces mal, siempre va un poquito más allá. ¿Si en Malvinas pensé en la muerte? Nunca. Nadie piensa en la muerte. La mente está ocupada en saber a quién nos enfrentamos, qué tienen y cómo debemos actuar. Es como ser actor y espectador de una película, al mismo tiempo. ¿Una anécdota inolvidable? Ricky, un capitán médico de la Royal Navy, me puso en contacto telefónico con el piloto del helicóptero que derribé, y le dije: 'Qué suerte que no te maté'".
Después se sentó en la cabina de un A-4B Skyhawk idéntico al que voló en sus dos misiones. Llevaba el mismo casco y la misma campera de entonces. El cielo estaba limpio y azul. Un día perfecto para volar. No despegó, pero se reencontró con su destino.
Con el tanque perforado, cero combustible, balazos en el fuselaje y el cañón trabado, bombardeó a dos fragatas y derribó un helicóptero. Infobae lo reunió con su salvador 35 años después
Por Alfredo Serra | Especial para Infobae
"Estamos en el límite de nuestras posibilidades (…) El 45 por ciento de los destructores y fragatas está a capacidad cero (…) Todos están cayéndose a pedazos (…) Los pilotos argentinos son muy valientes: aparecen a ras del agua. Jamás nos imaginamos eso". (Parte del almirante John Foster Woodward, Royal Navy, mayo de 1982)
* * * * *
Mayo 13, 1982, teatro de operaciones, Islas Malvinas.
Lo que sigue es una reproducción textual de las comunicaciones de ese momento. Los protagonistas de este testimonio volverán a encontrarse 35 años después de los hechos, convocados por Infobae.
"Mi indicador de combustible caía rápidamente y yo todavía estaba sobre la isla. Pensé: '¿me eyecto o me juego al cruce?'. Los otros pilotos en vuelo escuchaban mi situación y algunos querían hacerme sugerencias, pero…".
Jefe de escuadrilla: –¡Déjenlo al Piano que decida si se eyecta o intenta llegar a la Chancha!
Piano: sobrenombre del entonces alférez Guillermo Alberto Dellepiane, 24 años, soltero; La Chancha: avión Hércules C-130. Lleva una canasta de combustible para abastecer, en vuelo, en este caso, a aviones de combate.
"Mi liquidómetro indicaba apenas 900 libras". Unos 450 litros; un avión caza A-4B Skyhawk como el que volaba Dellepiane carga 5.100 litros. Sólo desde que se pone en marcha hasta que despega consume 250.
"Llamé a la Chancha, que ese día tenía la clave Piedra 1".
Piloto del Hércules: –No te hagas problema, pibe, que ya vamos a buscarte.
"Pensé: '¡sonaste, ésta no la contás!'… Me voy a morir de frío en el mar".
Dellepiane al Hércules: –¡Tengo sólo 300 libras!
Piloto del Hércules: –¡Tenés de sobra, quedate tranquilo!
Dellepiane: –¡Me alcanzan para diez minutos de vuelo!
Piloto del Hércules: –Te sobra, ya estamos llegando.
Dellepiane: –¡Coco, no me abandonés! (Coco: sobrenombre del piloto del Hércules).
"Me quedaban 100 libras (50 litros) cuando los vi. Con el liquidómetro en cero reduje todo motor y me lancé en picada. Estaba allí, la Chancha era mía. ¡Un segundo después incrusté la lanza!"
Piloto del Hércules: –¡¡¡Y no hay quien pueda!!! (Viejo grito de guerra de los pilotos de combate argentinos).
"Mi liquidómetro empezó a subir… Había nacido de nuevo".
Un día antes, mayo 12, el alférez Dellepiane había salido a su primera misión. Nunca, durante su instrucción, se había abastecido en vuelo: una de las maniobras más críticas.
Voló a 15 metros sobre el mar. Tres de sus compañeros fueron abatidos y el cuarto volvió a la base. Lanzó una bomba de 250 kilos sobre una de dos fragatas misilísticas: la Brillant y la Glasgow. No supo sobre cuál. La Brillant quedó muy averiada, y la Glasgow, inútil.
Su segunda y última misión (mayo 13) empezó poco después de recibir un parte: "En las islas se lucha cuerpo a cuerpo".
Dellepiane hizo cuanta maniobra pudo para eludir los proyectiles, pero dos le pegaron en el fuselaje.
Luego, sobre el monte Kent, se enfrentó con un helicóptero Sea King.
"Le disparé, pero sólo salieron dos balas, porque se me trabó el cañón. Una le pegó en la pala, y el piloto tuvo que aterrizar en emergencia".
Apareció otro helicóptero, pero Dellepiane no pudo atacarlo: "El cañón seguía trabado y me estaba quedando sin combustible, porque una bala perforó el tanque".
Pero… ¿de quién fue la mano mágica que lo salvó, más allá de su decisión extrema y su coraje a toda prueba?
Volvamos a ese 13 de junio…
Cerro Dos Hermanas, isla Soledad.
El almirante Jeremy Moore, máximo jefe británico en Malvinas, planea con su estado mayor el asalto final a Puerto Argentino. La victoria estaba cerca…
Ese mismo día y a la misma hora, en la base aérea San Julián, hombres y máquinas ya tienen sellada su misión: dos escuadrillas de cuatro aviones cada una volarán buscando un blanco que le doliera mucho al enemigo. Aunque fuera el canto del cisne.
¿Qué blanco?
El cuartel del alto mando. En las mismas barbas de Jeremy Moore.
¿La razón?
Pegarle en el corazón y tal vez cambiar el curso de la guerra.
El mismo día y lejos de los atacantes y el objetivo, el vicecomodoro Luis Litrenta Carracedo y sus hombres alistan uno de los dos aviones Hércules KC 130 (las chanchas) para reabastecer el pleno vuelo a los supersónicos aviones de combate.
Dellepiane y sus compañeros fueron la escuadrilla "Nene".
La otra escudrilla: "Chispa".
Turbinas en marcha. Chequeo previo al despegue. Pero el diablo mete la cola: colapsan las mangueras hidráulicas de Dellepiane.
–¿Qué hizo? –le pregunta Infobae.
–El mecánico me dijo que no podía salir. Pero a doscientos metros había un avión de reserva. Corrí, y lo puse en marcha.
A esa hora, Litrenta y su chancha ya volaba en el punto de reabastecimiento.
–¿Se reabasteció, Dellepiane?
–Sí, como todos. Iba en la segunda escuadrilla. ¡El tiempo era muy malo! Casi no veía la escuadrilla delantera…
Mal tiempo y mala noticia: a menos de cinco minutos del cuartel de Moore… el radar de Puerto Argentino alerta: –¡Tienen diez Sea Harriers listos para devorarlos!
–¿Qué hicieron?
–¡Seguimos! El Trucha Varela, el de mayor jerarquía de los ocho, decidió cumplir la misión.
–¿Los Sea Harriers les llevaban ventaja?
–Eran muy poderosas, y treinta años más modernas que nuestros A 4 en cualquiera de sus versiones. Tenían misiles, radar, y prácticamente se frenaban en vuelo. Casi como un helicóptero…
–Y los Hércules, las chanchas, tan pesados, ¿cómo se defendían?
Litrenta se ríe.
–¡Teníamos la virgencita y el rosario! Lo único que podíamos hacer era volar lo más bajo posible mientras no reabastecíamos, y lo más lejos posible de la flota.
–¿Siempre fuera de la zona de exclusión?
–No. El primero de mayo lo hicimos sobre Malvinas. Es cuestión de segundos.
Al filo de las dos de la tarde, ambas escuadrillas se lanzaron sobre el vivac de la Royal Task Force. Según un parte inglés, Moore no murió en el ataque porque escapó de su carpa un instante antes de que la destruyera un obús".
–¿Cómo fue, Dellepiane?
–Les tiramos con todo, y nos respondieron con todo.
–¿Qué había en el vivac?
–No faltaba nada. Carpas, tanques, aviones. ¡Era enorme!
–¿Cuánto duró el ataque?
–Segundos… Pero pude ver que mi jefe estaba por pegarle un misil, le pegué un grito, ¡y me hizo caso! Maniobró, y salvó su vida.
–¿Después?
–Casi en el mismo momento le tiré a un helicóptero… ¡y le dí! Más tarde supe que no maté al piloto…
–¿Qué sintió?
–Alivio. En el aire éramos enemigos. Luego, ya no…
–¿Lo respetaban del mismo modo?
–Mis pares ingleses, sí. Me tocó ser agregado militar en Londres, y pude comprobarlo.
–Volvamos al aire… ¿Después del ataque pudo escapar a tiempo?
–A medias… El combustible se consumía más rápido de lo previsto.
Todos sus compañeros le dan consejos por radio, pero el Trucha Varela irrumpe en el éter y sentencia: –Dejen al Piano que decida sólo. Él sabrá qué hacer.
Lejos, pero no tanto, Litrenta recibe el llamado de ayuda y pide instrucciones. La respuesta no es tajante ni mucho menos: –Vea qué puede hacer…
Pero Litrenta lo salva por primera vez.
Y hoy explica: –¿Por qué lo ayudé, a pesar de que todo indicaba que el novato estaba condenado? Lo comprendí mucho después, al leer un libro sobre la inteligencia emocional.
Después de acoplarse al Hércules, Dellepiane dice: –Gracias, señor. Me desacoplo y sigo a base.
–No, no lo haga. Usted está perdiendo combustible. Quédese enganchado hasta llegar.
En menos de cinco minutos, lo salva por segunda vez.
Vuelan, llegan a la base, se desacoplan.
El avión de Dellepiane es una catarata de combustible.
Pero la pista ya se ve.
Sobra paño para aterrizar.
Toca tierra a gran velocidad.
Con miedo, los operadores ordenan:
–¡Clave los frenos, alférez!
Pero Litrenta vuelve a intervenir. Ahora, a gritos:
–¡No frenes, pibe! ¡Cortá motores!
Orden sabia.
La pista estaba inundada de combustible, y una frenada brusca que recalentara los frenos podía ser letal.
Litrera lo salva por tercera vez.
Los años los igualaron en jerarquía. Hoy, los dos son brigadieres retirados.
Se tutean. Se abrazan. Bromean. Se emocionan.
–Litrenta: ¿porque fue usted al rescate, y no el piloto del otro Hércules?
–Eso no voy a contestarlo.
Y Dellepiane dice: –Gracias a Dios que vino él.
Si hay un secreto, los acompañará hasta el final.
Retrato de un héroe
En el 2009, quien esto escribe entrevistó a Dellepiane. Que así contó su vida:
"Mi padre, Jorge Oscar, fue piloto de combate. Fue mi inspiración. Voló los viejos Gloster Meteor, los Sabre. Mamé ese mundo. No todos los hijos de los pilotos siguen ese camino. Se enamoran… o no quieren saber nada. ¿Mi bautismo de vuelo? A los siete, ocho años, en El Plumerillo, Mendoza, donde estaba destinado mi padre. Me llevó en un Morane Saulnier, un avión de combate, como pasajero. ¿Qué es volar? La plenitud total. Las cosas mundanas se cortan de raíz. Es estar entre Dios y la Tierra. ¿Por qué son tan buenos los pilotos argentinos? Muy buena instrucción, buen entrenamiento, y la chispa argentina. Que, a veces bien, a veces mal, siempre va un poquito más allá. ¿Si en Malvinas pensé en la muerte? Nunca. Nadie piensa en la muerte. La mente está ocupada en saber a quién nos enfrentamos, qué tienen y cómo debemos actuar. Es como ser actor y espectador de una película, al mismo tiempo. ¿Una anécdota inolvidable? Ricky, un capitán médico de la Royal Navy, me puso en contacto telefónico con el piloto del helicóptero que derribé, y le dije: 'Qué suerte que no te maté'".
Después se sentó en la cabina de un A-4B Skyhawk idéntico al que voló en sus dos misiones. Llevaba el mismo casco y la misma campera de entonces. El cielo estaba limpio y azul. Un día perfecto para volar. No despegó, pero se reencontró con su destino.
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Fuerza Aérea Argentina,
piloto de combate
jueves, 11 de mayo de 2017
Más vuelos británicos a Brasil: Cientos de miles de dólares se ahorra la Corona
El Ministerio de Defensa detectó otros dos vuelos militares desde Malvinas hacia Brasil
Un avión Hércules de la Royal Air Force británica viajó el 7 y el 12 de abril pasados; ya son cuatro las excursiones registradas en 2017
Por Martín Dinatale - Infobae
El Ministerio de Defensa detectó en abril pasado dos vuelos más del avión Hércules de la Royal Air Force británica desde las islas Malvinas hacia Brasil; de esta forma, ya son cuatro los viajes que efectuados en lo que va de este año, a pesar de que hay un acuerdo de la Argentina en la región para impedir el acceso de flotas provenientes de Malvinas.
Según confirmaron a Infobae fuentes calificadas del Ministerio de Defensa, la Fuerza Aérea detectó un vuelo de la Royal Air Force británica el 7 de abril y otro el 12. Ambos se dirigieron desde la base de Mount Pleasant hacia el aeropuerto brasileño de San Pablo.
El primer vuelo salió de Malvinas a las 14:50 y arribó a San Pablo a las 17:10, mientras que el viaje de regreso lo hizo el 10 de abril a las 15.
www.zh.clicrbs.com.br – Fernando Gomes
La segunda excursión partió de Malvinas el 12 de abril a las 22:44 y llegó a Brasil a las 0:47 del día 13. El regreso se hizo esa misma jornada a las 19:47; el arribo a Malvinas fue el 14 a las 00:27.
El Ministerio de Defensa informó a Cancillería de estos nuevos movimientos militares, para que nuevamente pidan explicaciones a Brasil. Hasta ahora, las fuentes diplomáticas de Itamaraty no pudieron confirmar a Infobae si existió una comunicación con las autoridades argentinas por este tema. No obstante, desde Brasil reiteraron que este tipo de viajes, al igual que los vuelos que ya se habían realizado, son estrictamente de "carácter humanitario".
Fuentes del gobierno advirtieron, sin embargo, que la calificación de vuelos "humanitarios" está en duda a esta altura. Es que la base militar británica de la isla Ascención se encuentra desactivada desde febrero pasado, por lo que los militares apostados en Malvinas necesitan tener un abastecimiento desde Brasil u otro punto cercano en la región para reequipamiento o cambio de personal, explicaron.
En la Argentina hay mucho malestar por el incremento de estos vuelos de aviones militares de Malvinas a Brasil y el mes pasado la Cancillería elevó un pedido de explicaciones formal al gobierno de Michele Temer. Se supone que existe un acuerdo sellado entre todos los países del Mercosur y de la región para solidarizarse con el reclamo de soberanía de la Argentina, por lo que se impide el aterrizaje de aviones o la llegada de buques de Malvinas al Continente.
A pesar de ese acuerdo, según informó la canciller Susana Malcorra, en 2016 se detectaron al menos seis vuelos desde las islas Malvinas a Brasil, mientras que en 2015, bajo la administración de Cristina Kirchner, hubo 12 vuelos con esa ruta. Ante las quejas diplomáticas que elevó la Argentina, se anunció que Brasil abrió una investigación entre varios órganos militares sobre los vuelos realizados por aviones de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña entre aeropuertos de Brasil y las Islas Malvinas. Hasta ahora no se sabe nada de ello.
Por otra parte, fuentes confiables de la Cancillería aseguraron a Infobae que las negociaciones con Gran Bretaña por el restablecimiento de los vuelos de Malvinas al Continente están "totalmente frenadas". Explican que en un año electoral resultará muy difícil instalar este tema, ya que en el Congreso genera mucho malestar la posibilidad de dar mayores facilidades a los isleños.
Por otra parte, el clima beligerante entre las Malvinas y la Argentina creció sustancialmente en los últimos meses, cuando los isleños empezaron a evaluar seriamente la idea de instrumentar un sistema de visado para los argentinos que visiten las Malvinas.
Un avión Hércules de la Royal Air Force británica viajó el 7 y el 12 de abril pasados; ya son cuatro las excursiones registradas en 2017
Por Martín Dinatale - Infobae
El Ministerio de Defensa detectó en abril pasado dos vuelos más del avión Hércules de la Royal Air Force británica desde las islas Malvinas hacia Brasil; de esta forma, ya son cuatro los viajes que efectuados en lo que va de este año, a pesar de que hay un acuerdo de la Argentina en la región para impedir el acceso de flotas provenientes de Malvinas.
Según confirmaron a Infobae fuentes calificadas del Ministerio de Defensa, la Fuerza Aérea detectó un vuelo de la Royal Air Force británica el 7 de abril y otro el 12. Ambos se dirigieron desde la base de Mount Pleasant hacia el aeropuerto brasileño de San Pablo.
El primer vuelo salió de Malvinas a las 14:50 y arribó a San Pablo a las 17:10, mientras que el viaje de regreso lo hizo el 10 de abril a las 15.
www.zh.clicrbs.com.br – Fernando Gomes
La segunda excursión partió de Malvinas el 12 de abril a las 22:44 y llegó a Brasil a las 0:47 del día 13. El regreso se hizo esa misma jornada a las 19:47; el arribo a Malvinas fue el 14 a las 00:27.
El Ministerio de Defensa informó a Cancillería de estos nuevos movimientos militares, para que nuevamente pidan explicaciones a Brasil. Hasta ahora, las fuentes diplomáticas de Itamaraty no pudieron confirmar a Infobae si existió una comunicación con las autoridades argentinas por este tema. No obstante, desde Brasil reiteraron que este tipo de viajes, al igual que los vuelos que ya se habían realizado, son estrictamente de "carácter humanitario".
Fuentes del gobierno advirtieron, sin embargo, que la calificación de vuelos "humanitarios" está en duda a esta altura. Es que la base militar británica de la isla Ascención se encuentra desactivada desde febrero pasado, por lo que los militares apostados en Malvinas necesitan tener un abastecimiento desde Brasil u otro punto cercano en la región para reequipamiento o cambio de personal, explicaron.
En la Argentina hay mucho malestar por el incremento de estos vuelos de aviones militares de Malvinas a Brasil y el mes pasado la Cancillería elevó un pedido de explicaciones formal al gobierno de Michele Temer. Se supone que existe un acuerdo sellado entre todos los países del Mercosur y de la región para solidarizarse con el reclamo de soberanía de la Argentina, por lo que se impide el aterrizaje de aviones o la llegada de buques de Malvinas al Continente.
A pesar de ese acuerdo, según informó la canciller Susana Malcorra, en 2016 se detectaron al menos seis vuelos desde las islas Malvinas a Brasil, mientras que en 2015, bajo la administración de Cristina Kirchner, hubo 12 vuelos con esa ruta. Ante las quejas diplomáticas que elevó la Argentina, se anunció que Brasil abrió una investigación entre varios órganos militares sobre los vuelos realizados por aviones de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña entre aeropuertos de Brasil y las Islas Malvinas. Hasta ahora no se sabe nada de ello.
Por otra parte, fuentes confiables de la Cancillería aseguraron a Infobae que las negociaciones con Gran Bretaña por el restablecimiento de los vuelos de Malvinas al Continente están "totalmente frenadas". Explican que en un año electoral resultará muy difícil instalar este tema, ya que en el Congreso genera mucho malestar la posibilidad de dar mayores facilidades a los isleños.
Por otra parte, el clima beligerante entre las Malvinas y la Argentina creció sustancialmente en los últimos meses, cuando los isleños empezaron a evaluar seriamente la idea de instrumentar un sistema de visado para los argentinos que visiten las Malvinas.
miércoles, 10 de mayo de 2017
Oro y chocolate en el recuerdo de Malvinas
Malvinas y el recuerdo de una guerra de oro y chocolate
Verónica Dema
LA NACION
Cuando empezó la guerra de Malvinas tenía cinco años. No recuerdo mucho de mi infancia tan temprana, pero eso sí. Teníamos un vecino del barrio, El Polaco, que estaba en el servicio militar y le tocó ir a un lugar lejos, donde hacía frío. "Vamos a llevar chocolates para los soldados", me parece recordar la voz de mamá que siempre era la que organizaba y decidía en casa. En nuestra infancia los chocolates no se veían casi nunca, salvo cuando mi nonno Giovanni nos traía alguna Tita o Rhodesia del boliche al que iba los domingos, cuando venían con mi abuela al pueblo. Así que pensaba que esos soldados eran unos privilegiados que recibían muchos chocolates.
Hace unos meses, cuando mi papá ya había enfermado de cáncer y mi familia de tíos y primos visitaba la casa familiar con más frecuencia, mi madrina recordó una anécdota que empezó con un chiste. Como ahora tiene más de 60, su cuerpo es el de una señora con algunos kilos de más, según ella misma cree. Y hablando de su peso se acordó de cuando a los 15 años fue elegida reina del mini short. Mi papá también se acordaba y asentía desde el sillón. Ya estaba muy débil pero recordaba y sonreía. "La medalla que me dieron, de oro, fue lo único que gané en la vida", dijo. Y ya casi despidiéndose de la casa, apurada por llegar a cocinar, soltó: "Y la doné para los soldados de Malvinas". Se fue negando con la cabeza.
Me quedé con esa anécdota de pocas líneas, que amplié otra tarde en que ambas visitábamos a mi padre. Le pedí salir al jardín y en un banco como de plaza empezó a responder a mis preguntas. Mi madrina fue joven otra vez. "Yo fui reina del mini short", empieza, y se sonríe, quizá se sonroja. "En esa época, se usaba mucho lo de las reinas: estaba la del oro blanco, del maní, de Los Molles... Se hacían en el Club Unión, al otro lado (de las vías). Me acuerdo de que ese mismo día había un baile de 15 en la Sociedad Italiana. Yo quería ir ahí, no al otro lado, porque era más fino todo en el salón de la Sociedad Italiana. Pero me pidieron por favor que fuera, se ve que ya sabían del premio. Y entonces fui". Se acuerda hasta de lo que llevaba puesto: "En esa época se estilaba usar zapatos con plataforma, los míos de esa noche eran blancos. Tenía un pantalón negro, un saco largo tejido por mi hermana. Toda la ropa la hacíamos nosotras", aclara. Y recuerda la felicidad de las cuatro hermanas y de la madre, que siempre iba a acompañarlas a los bailes.
Una postal de Malvinas
Diez años después estallaba la tormenta de Malvinas. Las noticias que llegaban a la pampa gringa en el sur de Córdoba hablaban de que íbamos ganando y de que se necesitaban donaciones. "Me acuerdo que fuimos a la Municipalidad, que había abierto un domingo para hacer donaciones. Yo llevé la medalla, era grande, de oro". Ella no se detenía en la sutileza de identificar oro puro, bañado o enchapado. "Por ahí debe andar el papelito que nos daban como comprobante de lo que donábamos", dice.
Continúa su relato: "Nosotros éramos pobres, pero como pedían yo dije: 'Algo tengo que dar'. No tenía otra cosa de oro. 'Le doy la medalla esa', le dije al tío. Me la había ganado yo, era lo más valioso que tenía". Ella recuerda y sigue, como si yo ya no estuviera. Se pierde en el verde del cuidado jardín de mi madre. "Me acuerdo que pedían oro, oro pedían. ¿Para qué sería? Uno no se preguntaba. De eso no creo que haya llegado nada. Pero no, lo que uno da, da. No me arrepiento. No es para estar diciendo después. Si uno da, da".
Como cada 2 de abril, en las librerías aparecieron en vidriera varios libros que abordan la guerra de Malvinas. Me llamó la atención la última novela de Sergio Olguín, 1982. Al entrevistarlo, el autor me contó que para escribir el libro hizo memoria de sus propios recuerdos en tiempos de Malvinas, cuando tenía 15 años. Uno de esos recuerdos mencionaba las donaciones para los soldados. Cuando en un momento en la novela dos mujeres discuten sobre la conveniencia de donar o no un collar de perlas, todo este mundo de recuerdos -mis cinco años, mi madrina, mi padre, El Polaco- se acomodaron en este texto.
Verónica Dema
LA NACION
Cuando empezó la guerra de Malvinas tenía cinco años. No recuerdo mucho de mi infancia tan temprana, pero eso sí. Teníamos un vecino del barrio, El Polaco, que estaba en el servicio militar y le tocó ir a un lugar lejos, donde hacía frío. "Vamos a llevar chocolates para los soldados", me parece recordar la voz de mamá que siempre era la que organizaba y decidía en casa. En nuestra infancia los chocolates no se veían casi nunca, salvo cuando mi nonno Giovanni nos traía alguna Tita o Rhodesia del boliche al que iba los domingos, cuando venían con mi abuela al pueblo. Así que pensaba que esos soldados eran unos privilegiados que recibían muchos chocolates.
Hace unos meses, cuando mi papá ya había enfermado de cáncer y mi familia de tíos y primos visitaba la casa familiar con más frecuencia, mi madrina recordó una anécdota que empezó con un chiste. Como ahora tiene más de 60, su cuerpo es el de una señora con algunos kilos de más, según ella misma cree. Y hablando de su peso se acordó de cuando a los 15 años fue elegida reina del mini short. Mi papá también se acordaba y asentía desde el sillón. Ya estaba muy débil pero recordaba y sonreía. "La medalla que me dieron, de oro, fue lo único que gané en la vida", dijo. Y ya casi despidiéndose de la casa, apurada por llegar a cocinar, soltó: "Y la doné para los soldados de Malvinas". Se fue negando con la cabeza.
Me quedé con esa anécdota de pocas líneas, que amplié otra tarde en que ambas visitábamos a mi padre. Le pedí salir al jardín y en un banco como de plaza empezó a responder a mis preguntas. Mi madrina fue joven otra vez. "Yo fui reina del mini short", empieza, y se sonríe, quizá se sonroja. "En esa época, se usaba mucho lo de las reinas: estaba la del oro blanco, del maní, de Los Molles... Se hacían en el Club Unión, al otro lado (de las vías). Me acuerdo de que ese mismo día había un baile de 15 en la Sociedad Italiana. Yo quería ir ahí, no al otro lado, porque era más fino todo en el salón de la Sociedad Italiana. Pero me pidieron por favor que fuera, se ve que ya sabían del premio. Y entonces fui". Se acuerda hasta de lo que llevaba puesto: "En esa época se estilaba usar zapatos con plataforma, los míos de esa noche eran blancos. Tenía un pantalón negro, un saco largo tejido por mi hermana. Toda la ropa la hacíamos nosotras", aclara. Y recuerda la felicidad de las cuatro hermanas y de la madre, que siempre iba a acompañarlas a los bailes.
Una postal de Malvinas
Diez años después estallaba la tormenta de Malvinas. Las noticias que llegaban a la pampa gringa en el sur de Córdoba hablaban de que íbamos ganando y de que se necesitaban donaciones. "Me acuerdo que fuimos a la Municipalidad, que había abierto un domingo para hacer donaciones. Yo llevé la medalla, era grande, de oro". Ella no se detenía en la sutileza de identificar oro puro, bañado o enchapado. "Por ahí debe andar el papelito que nos daban como comprobante de lo que donábamos", dice.
Continúa su relato: "Nosotros éramos pobres, pero como pedían yo dije: 'Algo tengo que dar'. No tenía otra cosa de oro. 'Le doy la medalla esa', le dije al tío. Me la había ganado yo, era lo más valioso que tenía". Ella recuerda y sigue, como si yo ya no estuviera. Se pierde en el verde del cuidado jardín de mi madre. "Me acuerdo que pedían oro, oro pedían. ¿Para qué sería? Uno no se preguntaba. De eso no creo que haya llegado nada. Pero no, lo que uno da, da. No me arrepiento. No es para estar diciendo después. Si uno da, da".
Como cada 2 de abril, en las librerías aparecieron en vidriera varios libros que abordan la guerra de Malvinas. Me llamó la atención la última novela de Sergio Olguín, 1982. Al entrevistarlo, el autor me contó que para escribir el libro hizo memoria de sus propios recuerdos en tiempos de Malvinas, cuando tenía 15 años. Uno de esos recuerdos mencionaba las donaciones para los soldados. Cuando en un momento en la novela dos mujeres discuten sobre la conveniencia de donar o no un collar de perlas, todo este mundo de recuerdos -mis cinco años, mi madrina, mi padre, El Polaco- se acomodaron en este texto.
martes, 9 de mayo de 2017
Brexit permitirá negociar con otros países europeos
Malvinas: el Brexit abre la oportunidad para negociar con países de la UE
Así lo creen en el Gobierno; "esto le da libertad de manejo al resto de los países de la Unión Europea", dijo la canciller Malcorra; se negocian más vuelos y ya avanzaron con la identificación de los soldados
La Nación
Una oportunidad. Eso es lo que representa para la Argentina la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) según el Gobierno. Por primera vez en 44 años, el país tendrá la posibilidad de sentarse a negociar y presentar el reclamo de soberanía de las islas Malvinas a países europeos con los que hasta el momento, por los compromisos que los ataban con Gran Bretaña, no podía avanzar.
Aunque se trata de algo aún en evaluación y que demorará por lo menos dos años -el tiempo que le insumirá a la Unión Europea completar el Brexit-, en la Casa Rosada consideran que el espacio que se abrió es propicio para sumar apoyos que favorezcan la posición de la Argentina ante organismos internacionales. Es que el Brexit, el programado divorcio entre Gran Bretaña y la Unión Europea, provocó un nuevo escenario de oportunidades para negociar con países que hasta ahora nunca aceptaron hacerlo.
La ministra de Relaciones Exteriores también aseguró que no se trata de una tarea sencilla. "Hay una madeja de acuerdos entre los países", sostuvo.
Un ejemplo de esto fue lo que sucedió en la última gira que realizó el presidente Mauricio Macri por Holanda, la última semana. En una reunión que mantuvo con referentes del Parlamento holandés, el jefe del Estado recibió de miembros del Senado de Holanda la propuesta de "ayudar en lo que se pueda" para acercar posiciones con el Reino Unido, con relación al reclamo de soberanía de las islas Malvinas.
En el Gobierno ese gesto despertó expectativas positivas. "Nuestra intención siempre es dialogar, así que cualquier cosa que apunte a favorecer el diálogo social es bienvenida de nuestra parte", dijo la canciller hace unos días.
La ruptura de Gran Bretaña con la UE también servirá para torcer otro capítulo que dejó a la Argentina en desventaja. En 2005, en un anexo de la Constitución europea, se estableció que las islas Malvinas formaban parte de los "países y territorios de ultramar" de la Unión Europea. En ese momento, el entonces canciller Rafael Bielsa expresó el "profundo rechazo" que causó esa inclusión.
Con esta acción, el Gobierno busca saldar una deuda histórica para con los familiares de los héroes caídos que yacen en el cementerio de Darwin bajo la leyenda "Soldado argentino sólo conocido por Dios".
"Es fundamental terminar el proceso de identificación de los soldados y, así, poder establecer su identidad. Lo de los vuelos lo estamos viendo, es algo que se puede retomar", manifestó Malcorra.
La administración de Macri ratificó que la lucha por la soberanía de las islas es una política de Estado y que la forma para recuperar las Malvinas es la vía diplomática. El Presidente, en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, hace un mes, explicó que el profundo cambio en materia exterior que llevó adelante durante su primer año de gestión es el camino "para avanzar" en los intereses nacionales, incluyendo el "legítimo reclamo por las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur".
Según dijo el Presidente, "el diálogo fortalece" la posición de la Argentina y "nos permite acercarnos para encontrar una solución definitiva a este prolongado diferendo".
Al igual que el jefe del Estado, después de que se conociera que Gran Bretaña había comprado equipamiento militar para reforzar la seguridad de las islas, Malcorra agregó: "Nuestro compromiso es resolver el tema de Malvinas de forma pacífica, utilizando todos los mecanismos y medios disponibles. Una militarización de las islas nos parece como mínimo inconducente. Preferimos, y así lo hemos manifestado, que la cosa no avance".
Además, el vínculo que se está construyendo entre la Argentina y Gran Bretaña, con especial énfasis en el reclamo por la soberanía de Malvinas, también busca expandirse a cuestiones ligadas al desarrollo tecnológico y cultural, dado el enorme interés del sector privado y de fondos de inversión por nuestro país.
Así lo creen en el Gobierno; "esto le da libertad de manejo al resto de los países de la Unión Europea", dijo la canciller Malcorra; se negocian más vuelos y ya avanzaron con la identificación de los soldados
La Nación
Una oportunidad. Eso es lo que representa para la Argentina la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) según el Gobierno. Por primera vez en 44 años, el país tendrá la posibilidad de sentarse a negociar y presentar el reclamo de soberanía de las islas Malvinas a países europeos con los que hasta el momento, por los compromisos que los ataban con Gran Bretaña, no podía avanzar.
Aunque se trata de algo aún en evaluación y que demorará por lo menos dos años -el tiempo que le insumirá a la Unión Europea completar el Brexit-, en la Casa Rosada consideran que el espacio que se abrió es propicio para sumar apoyos que favorezcan la posición de la Argentina ante organismos internacionales. Es que el Brexit, el programado divorcio entre Gran Bretaña y la Unión Europea, provocó un nuevo escenario de oportunidades para negociar con países que hasta ahora nunca aceptaron hacerlo.
La ministra de Relaciones Exteriores también aseguró que no se trata de una tarea sencilla. "Hay una madeja de acuerdos entre los países", sostuvo.
Un ejemplo de esto fue lo que sucedió en la última gira que realizó el presidente Mauricio Macri por Holanda, la última semana. En una reunión que mantuvo con referentes del Parlamento holandés, el jefe del Estado recibió de miembros del Senado de Holanda la propuesta de "ayudar en lo que se pueda" para acercar posiciones con el Reino Unido, con relación al reclamo de soberanía de las islas Malvinas.
En el Gobierno ese gesto despertó expectativas positivas. "Nuestra intención siempre es dialogar, así que cualquier cosa que apunte a favorecer el diálogo social es bienvenida de nuestra parte", dijo la canciller hace unos días.
La ruptura de Gran Bretaña con la UE también servirá para torcer otro capítulo que dejó a la Argentina en desventaja. En 2005, en un anexo de la Constitución europea, se estableció que las islas Malvinas formaban parte de los "países y territorios de ultramar" de la Unión Europea. En ese momento, el entonces canciller Rafael Bielsa expresó el "profundo rechazo" que causó esa inclusión.
Identificación de héroes
Pero en la estrategia del gobierno nacional hay otros pasos que se llevarán adelante este año. En palabras de Malcorra, una "hoja de ruta en capítulos", entre los que se destacan sumar nuevos vuelos a Malvinas y la identificación de los restos de los soldados argentinos no identificados enterrados en el cementerio de Darwin, en las islas Malvinas, tras la guerra de 1982. Se trata de una tarea que lidera el Comité Internacional de la Cruz Roja, de acuerdo a lo establecido en Londres, en diciembre pasado, entre la Argentina, el Reino Unido y la Cruz Roja.Con esta acción, el Gobierno busca saldar una deuda histórica para con los familiares de los héroes caídos que yacen en el cementerio de Darwin bajo la leyenda "Soldado argentino sólo conocido por Dios".
"Es fundamental terminar el proceso de identificación de los soldados y, así, poder establecer su identidad. Lo de los vuelos lo estamos viendo, es algo que se puede retomar", manifestó Malcorra.
La administración de Macri ratificó que la lucha por la soberanía de las islas es una política de Estado y que la forma para recuperar las Malvinas es la vía diplomática. El Presidente, en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, hace un mes, explicó que el profundo cambio en materia exterior que llevó adelante durante su primer año de gestión es el camino "para avanzar" en los intereses nacionales, incluyendo el "legítimo reclamo por las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur".
Según dijo el Presidente, "el diálogo fortalece" la posición de la Argentina y "nos permite acercarnos para encontrar una solución definitiva a este prolongado diferendo".
Al igual que el jefe del Estado, después de que se conociera que Gran Bretaña había comprado equipamiento militar para reforzar la seguridad de las islas, Malcorra agregó: "Nuestro compromiso es resolver el tema de Malvinas de forma pacífica, utilizando todos los mecanismos y medios disponibles. Una militarización de las islas nos parece como mínimo inconducente. Preferimos, y así lo hemos manifestado, que la cosa no avance".
Además, el vínculo que se está construyendo entre la Argentina y Gran Bretaña, con especial énfasis en el reclamo por la soberanía de Malvinas, también busca expandirse a cuestiones ligadas al desarrollo tecnológico y cultural, dado el enorme interés del sector privado y de fondos de inversión por nuestro país.
domingo, 7 de mayo de 2017
ARA Gral. Belgrano: Conducta militar intachable de oficiales de mar
Hundimiento del crucero General Belgrano: la increíble historia de coraje detrás de una dramática foto que dio la vuelta al mundo
Hace 35 años, dos torpedos del submarino inglés HMS Conqueror hirieron de muerte al gigante blanco. Y se llevaron 323 vidas. Esta es la heroica historia de los dos últimos tripulantes que abandonaron el barco, minutos antes de que se hunda para siempre en un mar furioso
Por Gaby Cociffi | Infobae
Directora Editorial de Infobae | gcociffi@infobae.com
2 de mayo de 1982. Hora 16.40. Dos hombres quedan en el crucero que se hunde irremediablemente. Son el capitán Héctor Bonzo y el suboficial Ramón Barrionuevo
Dos hombres en la proa del barco que se hunde. Se toman de la baranda sacudidos por un mar embravecido. Son los últimos que quedan en el gigante blanco herido de muerte.
-¿Dejo o no dejo el buque?, duda el capitán Héctor Bonzo.
Una voz lo sorprende a sus espaldas, creía que estaba solo en la nave. No alcanza a reconocer a esa figura fantasmagórica en medio de la bruma. El hombre le grita:
-¡Si no salta, yo tampoco salto! ¡Me quedo con usted, capitán!
Son las 16.35 del 2 de mayo de 1982. Treinta y cuatro minutos antes, desde las profundidades del mar austral, el operador del submarino británico HMS Conqueror había lanzado la pregunta que sellaría el destino del Crucero General Belgrano.
-¿Debemos hundirlo?
La respuesta recorre en segundos los 12.489 kilómetros que separan el Reino Unido de las Islas Malvinas. El capitán Richard Hask, de la Task Force, es quien transmite la orden implacable de Margaret Thatcher, la primer ministro británica.
-Disparen a hundir.
A las 16.01 el primer torpedo MK8 atraviesa la proa del barco, que navega a 30 millas de la zona de exclusión. Perfora las cuatro cubiertas en forma vertical. El agua penetra todos los compartimentos. Solo segundos después, el segundo torpedo se incrusta en la popa.
El crucero se inclina a babor, el fuego surge de sus entrañas. Hay gritos. Y después un silencio abrumador que lastima. Desde el puente, y con un megáfono, el capitán Bonzo -23 minutos después del primer impacto- da la orden: "¡Abandonen el barco!". Setecientos setenta hombres alcanzan las balsas. Trescientos veintitrés encuentran su destino final en el océano.
A las 16.01 el submarino británico HMS Conqueror disparó el primero de los dos misiles MK8 que dieron en la popa y proa del barco. La increíble imagen fue tomada por el teniente de fragata Martín Sgut desde una de las balsas
"¿¡Cómo no se arrojó todavía a las balsas!? ¿¡Qué hace usted aquí si ya no queda nadie!?", increpa Bonzo a la figura irreconocible, tapada de pies a cabeza con un impermeable y un pasamontañas gris, que se niega a abandonar el crucero. El hombre que grita "¡No hay tiempo, mi capitán!¡Debe abandonar la nave!" está decidido a impedir que el comandante cumpla con la ley marinera de hundirse con su barco.
"Ahí, de cara al mar, para mí era más difícil vivir que morir", confesaría años más tarde el comandante del Belgrano.
"Lo vi al capitán con esa actitud de irse a pique con el crucero, y no lo iba a permitir", explica con calma desde su Catamarca natal, a 35 años de la tragedia, el suboficial Ramón Barrionuevo (70), como si no tuviera conciencia de su acto de heroísmo. "Yo soy esa figura que se ve en la foto, ahí en la cubierta. Le estaba inflando el chaleco salvavidas al capitán", aclara con humildad.
-¿Y si el capitán no saltaba, usted estaba dispuesto a hundirse con el barco?
-No lo sé. Íbamos a tener una larga discusión. Yo no iba a dejar a mi comandante solo en el Belgrano. Porque lo que allí estábamos viviendo era el peor de los infiernos.
Gastada y borrosa por los años, esta es la única foto que el suboficial Ramón Barrionuevo tiene junto al capitán Héctor Bonzo
Con emoción, Ramón Barrionuevo -nacido en Piedra Blanca el 17 de febrero de 1947, hijo de Gerardo, albañil, y Antonia Sánchez, costurera- rememora el instante en que vio cómo el océano se tragaba al gigante de 185,5 metros de eslora. Nombra uno por uno a sus compañeros muertos. Recuerda al capitán Bonzo, fallecido en 2009. Y pide disculpas cuando las lágrimas surgen incontrolables.
Escuchémoslo.
"A mí me tocaba hacer guardia de 4 am a 8 am y de 16 a 20. La hacía en el cuarto de control de artillería en la cubierta 03, la parte más alta del barco, justo adelante del comando. El 2 de mayo salí de mi camarote a las cuatro menos cuarto para tener tiempo de recibir la información de mi compañero Juan Carlos Córdoba, y tomar el puesto a las 16 en punto. Juan me pasó los datos de los cañones cargados, de la gente que estaba lista, y de la posición del barco. Lo saludé como cualquier día. Y él se fue para nuestro camarote en la popa a descansar. Ahí pegó el segundo torpedo. No lo vi más".
"A las 16.01 llegó el primer torpedo. El ruido fue tremendo. El crucero se sacudió. Yo estaba sentado en una banqueta y me caí. Era como si el barco se hubiese hundido debajo de mis pies. Yo ya tenía 35 años y 14 de servicio, era experto en armamentos, supe que nos estaban torpedeando".
"Un vigía que estaba con prismáticos vio la estela en el agua y alcanzó a gritar: '¡Torpedo!'. Abrí la puerta del cuarto de control y llegó el segundo impacto en la popa. Pero ése no lo sentí, quizás fue por los nervios o porque el humo del primero ya cubría la cubierta".
"Escuché los gritos de la gente que se estaba quemando. Bajé las escaleras desde la tercer cubierta, y fui llevando conmigo a todos los tripulantes que encontraba en el camino. Veía el miedo de los más jóvenes, intentaba mantener el orden. Era un infierno".
De los 1093 tripulantes, 770 llegaron a las balsas, 323 murieron en el mar
"La gente saltaba directo a las balsas porque el barco había comenzado a escorarse, a ladearse cada vez más. El viento era muy fuerte y las balsas golpeaban contra el costado del buque. Algunas eran arrastradas por la corriente hacia la proa, donde las chapas abiertas como filos las partían al medio. Vi como la cadena del ancla arrastró al fondo del océano una balsa con todos los tripulantes. Nadie pudo salvarse".
"En la cubierta vi al comandante Bonzo con un cuchillo de cocina que estaba tratando de cortar una soga para soltar una balsa. Si se soltaba, podía arrastrarlo. No iba a tener fuerzas para soportar el peso. Le pregunté: '¿Qué hace comandante?'. El conocía el peligro, pero quería poner la mayor cantidad de balsas en el mar".
"Bonzo me ordenó que abandonara el barco. Y fue ahí cuando me negué. Entonces, me miró y me dijo: 'Ayúdeme a ver si hay alguien más, si quedó algún herido'. La cubierta del barco casi rozaba el mar, entraban toneladas de agua…".
"No quisiera volver a ver nunca en mi vida lo que vi aquella tarde en el Belgrano. Había un marino con el cuerpo totalmente quemado, la corbata y los puños de la camisa estaban pegados a la piel, chamuscados. La piel escamosa, en carne viva. Nos pidió que lo tiráramos al agua. Si caía al mar, con el cuerpo quemado, no hubiese podido sobrevivir. Lo bajamos con mucho cuidado con una soga que habíamos hecho con las sábanas que iban dejando tiradas en la cubierta aquellos marinos que estaban en su hora de descanso cuando comenzó la tragedia".
A las 16.50, el crucero está inclinado a 60 grados. El Belgrano tardó menos de una hora en hundirse. No tenía sonares para detectar submarinos, por eso navegaba en compañía de los destructores Bouchard y Piedrabuena que si contaban con el equipamiento
"De pronto un chico llegó gritando: 'Ayúdenme, ayúdenme'. Se tapaba la cara con las manos. Le separamos las manos y la piel se despegó y quedó adherida a las palmas. Empezó a sangrar mucho. Le di un pañuelo para que se secara la sangre. Lo bajamos a una balsa. Y no lo vi más. Meses después, en julio de 1982, fui hasta el hospital de Azul, en la provincia de Buenos Aires. Y sentí que alguien me llamaba. '¡Suboficial Barrionuevo! Tengo algo suyo para devolverle'. No lo reconocí hasta que me trajo el pañuelo. ¡No sabés la emoción que sentí! ¡Estaba vivo!".
"Con el capitán Bonzo recorrimos la cubierta hasta estar seguros de que no quedaba nadie. Eran las 16.38 y el barco estaba muy escorado. La gente desde las balsas nos gritaba que saltáramos al agua, que el crucero se hundía".
"Fuimos hasta la proa. Y ahí noté la duda del capitán. 'Si usted no salta yo también me quedo', le dije. Me miró. El Belgrano se inclinaba cada vez más. Me ordenó: 'Salte y yo lo sigo'".
"Antes de tirarnos, le inflé el chaleco salvavidas. Nos atamos las sábanas como cinturón para poder deslizarnos. Nos sacamos los zapatos para nadar mejor, y guardamos las medias en los pantalones. Me tiré por la parte más alta del barco, que en ese momento estaba a unos 4 metros del mar, porque el viento impedía bajar por el lado donde la cubierta casi rozaba con el agua".
“El barco hizo un movimiento, volvió a surgir del agua y se hundió definitivamente en forma vertical. En el fondo del mar explotaron las calderas y se hizo un gigantesco torbellino de agua”, recuerda Barrionuevo
"Salté al agua y no sentí frío, era una situacion tan grande la que estábamos viviendo que había bloqueado mis sentimientos. Empecé a nadar para alejarme del crucero, porque si se hundía me iba a arrastrar. A Bonzo no lo vi más, lo perdí en el océano".
"Las olas eran gigantescas. Veía a las balsas subir y bajar, sacudidas como cáscaras de nueces. De pronto, una vino hacia mí a toda velocidad empujada por el viento. Nadé y me agarré como pude. El golpe me sacó un dedo de lugar: fue la primera vez que sentí dolor. Cuando pude subir a la balsa, empecé a temblar de frío. Era como si mil agujas se clavaran en mi cuerpo. Me estaba congelando".
"Me asomé y vi al crucero hundirse. Era tristísimo ver cómo semejante mole era tragada por el mar. El barco hizo un movimiento, volvió a surgir del agua y se hundió definitivamente en forma vertical. En el fondo del mar explotaron las calderas y se hizo un gigantesco torbellino de agua. Lo último que vi fue el guardabote, el palo de 6 metros que salió a la superficie y quedó flotando en el océano. La gente gritó: '¡Viva el crucero, viva el Belgrano, viva la Patria!'. No sé de dónde sacamos las fuerzas".
El rescate de las balsas. Estuvieron más de 48 horas a la deriva en un mar furioso con vientos de 120 kilómetros por hora
"Las balsas estaban atadas unas con otras, para que formaran una gran mancha en el mar y los aviones de rescate las pudieran encontrar. Pero las olas eran tan altas que tuvimos que cortar las sogas, porque las balsas parecían rajarse. Y quedamos solos, a la deriva".
"Las balsas eran para 20 personas, en alguna habían subido más y en otras menos. Estaban bien equipadas: sachet de agua, raciones de comida (barritas muy calóricas para tener una ración por día), cigarrillos, una pequeña Biblia, elementos de botiquín para curaciones, Pancután, calmantes, equipo de señalamiento y de S.O.S".
"En mi balsa éramos 20. Había gente con las manos quemadas, con las rodillas quebradas y otro que tres días antes había sido operado de apéndice y no podía más del dolor. Yo trataba de darles ánimo y de calmarlos. Con un teniente empezamos a leer párrafos de la Biblia. La palabra de Dios les traía paz en medio de la tormenta".
1999: en un homenaje que le realizaron en Piedra Blanca, su pueblo natal en Catamarca
"Estuvimos más de 48 horas a la deriva. Yo pensé que no nos iban a encontrar nunca. Sabía que la unión de los dos océanos tira hacia el sureste y que en algún momento si el mar nos arrastraba íbamos a morir. Miré a mis compañeros y pensé: 'Somos todos finados', pero no se lo dije a nadie. Recordé a mis cuatro hijos pequeños. Le pedí a Dios que los cuidara. Y me encomendé a la Virgen del Valle: 'Madre mía, solo te pido no sufrir'".
"Cuando estás a la deriva tenés que comer y beber lo menos posible, cuando ya no das más, porque no sabés cuánto tiempo vas a estar así. Y nosotros ni siquiera sabíamos si nos estaban buscando. Cuando nos rescataron sólo habíamos comido 20 raciones y habíamos bebido un sachet de agua".
"Durante el día les daba charla, les hablaba de sus novias, de su familia, de sus viejos. Hasta los hacía reír. Tenía que mantenerlos despiertos, con el espíritu alerta. Uno de los chicos entró en crisis nerviosa. Y le tuve que decir: 'Si no te calmás, te tiramos al agua, porque el pánico es contagioso y si seguís así todos somos hombres muertos'".
2017: durante un acto realizado en el departamento de Valle Viejo, junto a sus compañeros veteranos de guerra (en el centro de la foto, con anteojos y medallas)
"Cuando estás en la balsa no dormís… La oscuridad del mar es la más absoluta y tremenda que existe, es la nada. Cuando amanecía seguíamos con la incertidumbre: 'Somos una sola balsa en el mar… no la puede ver nadie… y el enemigo anda por ahí'".
"De pronto, cuando ya no esperábamos nada, el 4 de mayo escuchamos el ruido del motor de un avión ¡Era un A4-Q de la Armada! No sabíamos si nos había visto… Pasó un rato -que fue eterno- hasta que empezamos a ver, en medio de las tormenta, las luces de un barco que apuntaban al cielo y luego al mar, sacudidas por el tremendo oleaje. '¡Nos están buscando!', gritamos. Y el ánimo cambió".
"Nos olvidamos del frío, de la sed, del hambre y empezamos a organizarnos para el rescate. En medio del mar más furioso que yo recuerde, apareció el Gurruchaga".
"Nos rescataron. El barco estaba repleto porque ya habían rescatado otras balsas del Belgrano. Nos sacaron la ropa helada y dura por la sal y nos dieron un caldo caliente. Éramos tantos que se habían quedado sin víveres. El cocinero hizo un poco de pan con harina y agua. Nos acomodamos en el piso como pudimos, y nos envolvimos con unas mantas".
Con sus condecoraciones de héroe de guerra, feliz junto a su señora, Miriam Moya
"Cuando entramos al Canal de Beagle, el Gurruchaga parecía una coctelera. En medio de la gente, apareció un cabo que gritaba mi nombre: 'Barrionuevo, ¿está aquí Barrionuevo?'. Yo me incorporé. Eran las 6 am. 'El capitán Bonzo está en el barco y lo busca, quiere hablar con usted', me dijo. Yo no sabía que él había sobrevivido, y él tampoco sabía si yo estaba vivo… pero me estaba buscando".
"De pronto se abrió una puerta y apareció el capitán. Se acercó hasta donde yo estaba de pie, firme, esperándolo. Se olvidó de las jerarquías, de la venia, del saludo formal. Nos dimos un abrazo eterno. Toda la gente comenzó a aplaudir. 'Ya vamos a hablar de esto que pasó', me dijo. Y lloramos abrazados. Antes de irse, me dijo al oído: 'Gracias. Gracias'".
"Nos vimos muchas veces a lo largo de estos 35 años. Pero nunca más volvimos a hablar de aquella dramática tarde en la que fuimos los últimos hombres aferrados al crucero que se hundía para siempre en las profundidades del mar austral".
Hace 35 años, dos torpedos del submarino inglés HMS Conqueror hirieron de muerte al gigante blanco. Y se llevaron 323 vidas. Esta es la heroica historia de los dos últimos tripulantes que abandonaron el barco, minutos antes de que se hunda para siempre en un mar furioso
Por Gaby Cociffi | Infobae
Directora Editorial de Infobae | gcociffi@infobae.com
2 de mayo de 1982. Hora 16.40. Dos hombres quedan en el crucero que se hunde irremediablemente. Son el capitán Héctor Bonzo y el suboficial Ramón Barrionuevo
Dos hombres en la proa del barco que se hunde. Se toman de la baranda sacudidos por un mar embravecido. Son los últimos que quedan en el gigante blanco herido de muerte.
-¿Dejo o no dejo el buque?, duda el capitán Héctor Bonzo.
Una voz lo sorprende a sus espaldas, creía que estaba solo en la nave. No alcanza a reconocer a esa figura fantasmagórica en medio de la bruma. El hombre le grita:
-¡Si no salta, yo tampoco salto! ¡Me quedo con usted, capitán!
Son las 16.35 del 2 de mayo de 1982. Treinta y cuatro minutos antes, desde las profundidades del mar austral, el operador del submarino británico HMS Conqueror había lanzado la pregunta que sellaría el destino del Crucero General Belgrano.
-¿Debemos hundirlo?
La respuesta recorre en segundos los 12.489 kilómetros que separan el Reino Unido de las Islas Malvinas. El capitán Richard Hask, de la Task Force, es quien transmite la orden implacable de Margaret Thatcher, la primer ministro británica.
-Disparen a hundir.
A las 16.01 el primer torpedo MK8 atraviesa la proa del barco, que navega a 30 millas de la zona de exclusión. Perfora las cuatro cubiertas en forma vertical. El agua penetra todos los compartimentos. Solo segundos después, el segundo torpedo se incrusta en la popa.
El crucero se inclina a babor, el fuego surge de sus entrañas. Hay gritos. Y después un silencio abrumador que lastima. Desde el puente, y con un megáfono, el capitán Bonzo -23 minutos después del primer impacto- da la orden: "¡Abandonen el barco!". Setecientos setenta hombres alcanzan las balsas. Trescientos veintitrés encuentran su destino final en el océano.
A las 16.01 el submarino británico HMS Conqueror disparó el primero de los dos misiles MK8 que dieron en la popa y proa del barco. La increíble imagen fue tomada por el teniente de fragata Martín Sgut desde una de las balsas
"¿¡Cómo no se arrojó todavía a las balsas!? ¿¡Qué hace usted aquí si ya no queda nadie!?", increpa Bonzo a la figura irreconocible, tapada de pies a cabeza con un impermeable y un pasamontañas gris, que se niega a abandonar el crucero. El hombre que grita "¡No hay tiempo, mi capitán!¡Debe abandonar la nave!" está decidido a impedir que el comandante cumpla con la ley marinera de hundirse con su barco.
"Ahí, de cara al mar, para mí era más difícil vivir que morir", confesaría años más tarde el comandante del Belgrano.
"Lo vi al capitán con esa actitud de irse a pique con el crucero, y no lo iba a permitir", explica con calma desde su Catamarca natal, a 35 años de la tragedia, el suboficial Ramón Barrionuevo (70), como si no tuviera conciencia de su acto de heroísmo. "Yo soy esa figura que se ve en la foto, ahí en la cubierta. Le estaba inflando el chaleco salvavidas al capitán", aclara con humildad.
-¿Y si el capitán no saltaba, usted estaba dispuesto a hundirse con el barco?
-No lo sé. Íbamos a tener una larga discusión. Yo no iba a dejar a mi comandante solo en el Belgrano. Porque lo que allí estábamos viviendo era el peor de los infiernos.
Gastada y borrosa por los años, esta es la única foto que el suboficial Ramón Barrionuevo tiene junto al capitán Héctor Bonzo
Con emoción, Ramón Barrionuevo -nacido en Piedra Blanca el 17 de febrero de 1947, hijo de Gerardo, albañil, y Antonia Sánchez, costurera- rememora el instante en que vio cómo el océano se tragaba al gigante de 185,5 metros de eslora. Nombra uno por uno a sus compañeros muertos. Recuerda al capitán Bonzo, fallecido en 2009. Y pide disculpas cuando las lágrimas surgen incontrolables.
Escuchémoslo.
"A mí me tocaba hacer guardia de 4 am a 8 am y de 16 a 20. La hacía en el cuarto de control de artillería en la cubierta 03, la parte más alta del barco, justo adelante del comando. El 2 de mayo salí de mi camarote a las cuatro menos cuarto para tener tiempo de recibir la información de mi compañero Juan Carlos Córdoba, y tomar el puesto a las 16 en punto. Juan me pasó los datos de los cañones cargados, de la gente que estaba lista, y de la posición del barco. Lo saludé como cualquier día. Y él se fue para nuestro camarote en la popa a descansar. Ahí pegó el segundo torpedo. No lo vi más".
"A las 16.01 llegó el primer torpedo. El ruido fue tremendo. El crucero se sacudió. Yo estaba sentado en una banqueta y me caí. Era como si el barco se hubiese hundido debajo de mis pies. Yo ya tenía 35 años y 14 de servicio, era experto en armamentos, supe que nos estaban torpedeando".
"Un vigía que estaba con prismáticos vio la estela en el agua y alcanzó a gritar: '¡Torpedo!'. Abrí la puerta del cuarto de control y llegó el segundo impacto en la popa. Pero ése no lo sentí, quizás fue por los nervios o porque el humo del primero ya cubría la cubierta".
"Escuché los gritos de la gente que se estaba quemando. Bajé las escaleras desde la tercer cubierta, y fui llevando conmigo a todos los tripulantes que encontraba en el camino. Veía el miedo de los más jóvenes, intentaba mantener el orden. Era un infierno".
De los 1093 tripulantes, 770 llegaron a las balsas, 323 murieron en el mar
"La gente saltaba directo a las balsas porque el barco había comenzado a escorarse, a ladearse cada vez más. El viento era muy fuerte y las balsas golpeaban contra el costado del buque. Algunas eran arrastradas por la corriente hacia la proa, donde las chapas abiertas como filos las partían al medio. Vi como la cadena del ancla arrastró al fondo del océano una balsa con todos los tripulantes. Nadie pudo salvarse".
"En la cubierta vi al comandante Bonzo con un cuchillo de cocina que estaba tratando de cortar una soga para soltar una balsa. Si se soltaba, podía arrastrarlo. No iba a tener fuerzas para soportar el peso. Le pregunté: '¿Qué hace comandante?'. El conocía el peligro, pero quería poner la mayor cantidad de balsas en el mar".
"Bonzo me ordenó que abandonara el barco. Y fue ahí cuando me negué. Entonces, me miró y me dijo: 'Ayúdeme a ver si hay alguien más, si quedó algún herido'. La cubierta del barco casi rozaba el mar, entraban toneladas de agua…".
"No quisiera volver a ver nunca en mi vida lo que vi aquella tarde en el Belgrano. Había un marino con el cuerpo totalmente quemado, la corbata y los puños de la camisa estaban pegados a la piel, chamuscados. La piel escamosa, en carne viva. Nos pidió que lo tiráramos al agua. Si caía al mar, con el cuerpo quemado, no hubiese podido sobrevivir. Lo bajamos con mucho cuidado con una soga que habíamos hecho con las sábanas que iban dejando tiradas en la cubierta aquellos marinos que estaban en su hora de descanso cuando comenzó la tragedia".
A las 16.50, el crucero está inclinado a 60 grados. El Belgrano tardó menos de una hora en hundirse. No tenía sonares para detectar submarinos, por eso navegaba en compañía de los destructores Bouchard y Piedrabuena que si contaban con el equipamiento
"De pronto un chico llegó gritando: 'Ayúdenme, ayúdenme'. Se tapaba la cara con las manos. Le separamos las manos y la piel se despegó y quedó adherida a las palmas. Empezó a sangrar mucho. Le di un pañuelo para que se secara la sangre. Lo bajamos a una balsa. Y no lo vi más. Meses después, en julio de 1982, fui hasta el hospital de Azul, en la provincia de Buenos Aires. Y sentí que alguien me llamaba. '¡Suboficial Barrionuevo! Tengo algo suyo para devolverle'. No lo reconocí hasta que me trajo el pañuelo. ¡No sabés la emoción que sentí! ¡Estaba vivo!".
"Con el capitán Bonzo recorrimos la cubierta hasta estar seguros de que no quedaba nadie. Eran las 16.38 y el barco estaba muy escorado. La gente desde las balsas nos gritaba que saltáramos al agua, que el crucero se hundía".
"Fuimos hasta la proa. Y ahí noté la duda del capitán. 'Si usted no salta yo también me quedo', le dije. Me miró. El Belgrano se inclinaba cada vez más. Me ordenó: 'Salte y yo lo sigo'".
"Antes de tirarnos, le inflé el chaleco salvavidas. Nos atamos las sábanas como cinturón para poder deslizarnos. Nos sacamos los zapatos para nadar mejor, y guardamos las medias en los pantalones. Me tiré por la parte más alta del barco, que en ese momento estaba a unos 4 metros del mar, porque el viento impedía bajar por el lado donde la cubierta casi rozaba con el agua".
“El barco hizo un movimiento, volvió a surgir del agua y se hundió definitivamente en forma vertical. En el fondo del mar explotaron las calderas y se hizo un gigantesco torbellino de agua”, recuerda Barrionuevo
"Salté al agua y no sentí frío, era una situacion tan grande la que estábamos viviendo que había bloqueado mis sentimientos. Empecé a nadar para alejarme del crucero, porque si se hundía me iba a arrastrar. A Bonzo no lo vi más, lo perdí en el océano".
"Las olas eran gigantescas. Veía a las balsas subir y bajar, sacudidas como cáscaras de nueces. De pronto, una vino hacia mí a toda velocidad empujada por el viento. Nadé y me agarré como pude. El golpe me sacó un dedo de lugar: fue la primera vez que sentí dolor. Cuando pude subir a la balsa, empecé a temblar de frío. Era como si mil agujas se clavaran en mi cuerpo. Me estaba congelando".
"Me asomé y vi al crucero hundirse. Era tristísimo ver cómo semejante mole era tragada por el mar. El barco hizo un movimiento, volvió a surgir del agua y se hundió definitivamente en forma vertical. En el fondo del mar explotaron las calderas y se hizo un gigantesco torbellino de agua. Lo último que vi fue el guardabote, el palo de 6 metros que salió a la superficie y quedó flotando en el océano. La gente gritó: '¡Viva el crucero, viva el Belgrano, viva la Patria!'. No sé de dónde sacamos las fuerzas".
El rescate de las balsas. Estuvieron más de 48 horas a la deriva en un mar furioso con vientos de 120 kilómetros por hora
"Las balsas estaban atadas unas con otras, para que formaran una gran mancha en el mar y los aviones de rescate las pudieran encontrar. Pero las olas eran tan altas que tuvimos que cortar las sogas, porque las balsas parecían rajarse. Y quedamos solos, a la deriva".
"Las balsas eran para 20 personas, en alguna habían subido más y en otras menos. Estaban bien equipadas: sachet de agua, raciones de comida (barritas muy calóricas para tener una ración por día), cigarrillos, una pequeña Biblia, elementos de botiquín para curaciones, Pancután, calmantes, equipo de señalamiento y de S.O.S".
"En mi balsa éramos 20. Había gente con las manos quemadas, con las rodillas quebradas y otro que tres días antes había sido operado de apéndice y no podía más del dolor. Yo trataba de darles ánimo y de calmarlos. Con un teniente empezamos a leer párrafos de la Biblia. La palabra de Dios les traía paz en medio de la tormenta".
1999: en un homenaje que le realizaron en Piedra Blanca, su pueblo natal en Catamarca
"Estuvimos más de 48 horas a la deriva. Yo pensé que no nos iban a encontrar nunca. Sabía que la unión de los dos océanos tira hacia el sureste y que en algún momento si el mar nos arrastraba íbamos a morir. Miré a mis compañeros y pensé: 'Somos todos finados', pero no se lo dije a nadie. Recordé a mis cuatro hijos pequeños. Le pedí a Dios que los cuidara. Y me encomendé a la Virgen del Valle: 'Madre mía, solo te pido no sufrir'".
"Cuando estás a la deriva tenés que comer y beber lo menos posible, cuando ya no das más, porque no sabés cuánto tiempo vas a estar así. Y nosotros ni siquiera sabíamos si nos estaban buscando. Cuando nos rescataron sólo habíamos comido 20 raciones y habíamos bebido un sachet de agua".
"Durante el día les daba charla, les hablaba de sus novias, de su familia, de sus viejos. Hasta los hacía reír. Tenía que mantenerlos despiertos, con el espíritu alerta. Uno de los chicos entró en crisis nerviosa. Y le tuve que decir: 'Si no te calmás, te tiramos al agua, porque el pánico es contagioso y si seguís así todos somos hombres muertos'".
2017: durante un acto realizado en el departamento de Valle Viejo, junto a sus compañeros veteranos de guerra (en el centro de la foto, con anteojos y medallas)
"Cuando estás en la balsa no dormís… La oscuridad del mar es la más absoluta y tremenda que existe, es la nada. Cuando amanecía seguíamos con la incertidumbre: 'Somos una sola balsa en el mar… no la puede ver nadie… y el enemigo anda por ahí'".
"De pronto, cuando ya no esperábamos nada, el 4 de mayo escuchamos el ruido del motor de un avión ¡Era un A4-Q de la Armada! No sabíamos si nos había visto… Pasó un rato -que fue eterno- hasta que empezamos a ver, en medio de las tormenta, las luces de un barco que apuntaban al cielo y luego al mar, sacudidas por el tremendo oleaje. '¡Nos están buscando!', gritamos. Y el ánimo cambió".
"Nos olvidamos del frío, de la sed, del hambre y empezamos a organizarnos para el rescate. En medio del mar más furioso que yo recuerde, apareció el Gurruchaga".
"Nos rescataron. El barco estaba repleto porque ya habían rescatado otras balsas del Belgrano. Nos sacaron la ropa helada y dura por la sal y nos dieron un caldo caliente. Éramos tantos que se habían quedado sin víveres. El cocinero hizo un poco de pan con harina y agua. Nos acomodamos en el piso como pudimos, y nos envolvimos con unas mantas".
Con sus condecoraciones de héroe de guerra, feliz junto a su señora, Miriam Moya
"Cuando entramos al Canal de Beagle, el Gurruchaga parecía una coctelera. En medio de la gente, apareció un cabo que gritaba mi nombre: 'Barrionuevo, ¿está aquí Barrionuevo?'. Yo me incorporé. Eran las 6 am. 'El capitán Bonzo está en el barco y lo busca, quiere hablar con usted', me dijo. Yo no sabía que él había sobrevivido, y él tampoco sabía si yo estaba vivo… pero me estaba buscando".
"De pronto se abrió una puerta y apareció el capitán. Se acercó hasta donde yo estaba de pie, firme, esperándolo. Se olvidó de las jerarquías, de la venia, del saludo formal. Nos dimos un abrazo eterno. Toda la gente comenzó a aplaudir. 'Ya vamos a hablar de esto que pasó', me dijo. Y lloramos abrazados. Antes de irse, me dijo al oído: 'Gracias. Gracias'".
"Nos vimos muchas veces a lo largo de estos 35 años. Pero nunca más volvimos a hablar de aquella dramática tarde en la que fuimos los últimos hombres aferrados al crucero que se hundía para siempre en las profundidades del mar austral".
sábado, 6 de mayo de 2017
15 respuestas a por qué las islas pertenecen a Argentina
15 respuestas para explicarle a los chicos por qué las Malvinas son argentinas
A 184 años de su usurpación es clave que todos los argentinos –sobre todo los niños– comprendan las indiscutibles razones que asisten a nuestro país para reclamarlas
Infobae
1. Las Malvinas son argentinas porque antes fueron españolas, y nuestro país se liberó del dominio español al declarar su independencia luego de muchos años de lucha armada contra sus ejércitos. Esa independencia le otorga derecho sobre toda posesión que perteneció a España, ya que las islas eran parte del dominio del virreinato cuyo territorio heredaron las provincias unidas.
2. Las Malvinas forman parte de nuestro territorio y son un fragmento de Tierra del Fuego. La situación es un ejemplo de colonialismo, una política por la cual estados más poderosos se apropiaron de territorios de las naciones más débiles o nuevas.
3. Porque el reino Unido usurpó las islas cuando ya éramos una Nación independiente y soberana, con dominio sobre ellas. No pueden argumentar que estaban vacías o en un limbo legal.
4. Porque están dentro de la plataforma submarina del Atlántico Sur, en el Mar Continental Argentino, y son una prolongación natural de la Patagonia.
5. Porque Inglaterra aceptó la pertenencia de las islas a nuestro país en el Tratado de Paz y Amistad de 1825.
7. Porque ninguna nación del mundo puede presentar mejores títulos que la Argentina para su posesión y dominio.
8. Porque Inglaterra no protestó ante los actos de posesión, afirmación nacional y soberanía cumplidos en la isla Nuestra Señora de la Soledad por la fragata Heroína en 1820 y por el bergantín Belgrano en 1825.
9. Porque Inglaterra no protestó por la promulgación de la ley de Buenos Aires sobre la caza de animales anfibios en las costas patagónicas e islas adyacentes.
10. Porque tampoco se opuso a los contratos de explotación y pesquería firmados por el gobierno argentino con el comerciante Jorge Pacheco y su socio Luis Vernet. Este último, primer gobernador de las Malvinas. Pacheco firmó en 1823, y Vernet en 1828.
11. Porque todavía existen allí reliquias toponímicas y folklóricas del antiguo dominio argentino en las islas. Por ejemplo, los nombres criollos de muchos lugares y de todos los pelajes y aperos de los caballos.
12. Porque lo dice claramente nuestra Constitución: "La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional".
13. Porque la Argentina las reclamó desde siempre, jamás aceptó la usurpación, y por lo tanto los británicos no están en posesión de ningún documento que acredite su dominio o nuestra renuncia al mismo.
14. Porque ni el acta de rendición de Puerto Argentino del 14 de junio de 1982, ni los acuerdos debatidos en España a partir del 17 de octubre de 1989, ni la declaración (o tratado) de Madrid del 15 de febrero de 1990, cerraron el debate relativo a la soberanía nacional sobre las islas, ya que el 5 de noviembre de 1982 la ONU declaró que la cuestión de la soberanía debía resolverse mediante negociaciones, e instó a las partes a hacerlo.
15. Porque fueron usurpadas por la fuerza el 3 de enero de 1833, tomando más de un centenar y medio de prisioneros y enviados a Inglaterra. Un claro acto de guerra que ha cumplido 184 años.
A 184 años de su usurpación es clave que todos los argentinos –sobre todo los niños– comprendan las indiscutibles razones que asisten a nuestro país para reclamarlas
Infobae
1. Las Malvinas son argentinas porque antes fueron españolas, y nuestro país se liberó del dominio español al declarar su independencia luego de muchos años de lucha armada contra sus ejércitos. Esa independencia le otorga derecho sobre toda posesión que perteneció a España, ya que las islas eran parte del dominio del virreinato cuyo territorio heredaron las provincias unidas.
2. Las Malvinas forman parte de nuestro territorio y son un fragmento de Tierra del Fuego. La situación es un ejemplo de colonialismo, una política por la cual estados más poderosos se apropiaron de territorios de las naciones más débiles o nuevas.
3. Porque el reino Unido usurpó las islas cuando ya éramos una Nación independiente y soberana, con dominio sobre ellas. No pueden argumentar que estaban vacías o en un limbo legal.
4. Porque están dentro de la plataforma submarina del Atlántico Sur, en el Mar Continental Argentino, y son una prolongación natural de la Patagonia.
5. Porque Inglaterra aceptó la pertenencia de las islas a nuestro país en el Tratado de Paz y Amistad de 1825.
7. Porque ninguna nación del mundo puede presentar mejores títulos que la Argentina para su posesión y dominio.
8. Porque Inglaterra no protestó ante los actos de posesión, afirmación nacional y soberanía cumplidos en la isla Nuestra Señora de la Soledad por la fragata Heroína en 1820 y por el bergantín Belgrano en 1825.
9. Porque Inglaterra no protestó por la promulgación de la ley de Buenos Aires sobre la caza de animales anfibios en las costas patagónicas e islas adyacentes.
10. Porque tampoco se opuso a los contratos de explotación y pesquería firmados por el gobierno argentino con el comerciante Jorge Pacheco y su socio Luis Vernet. Este último, primer gobernador de las Malvinas. Pacheco firmó en 1823, y Vernet en 1828.
11. Porque todavía existen allí reliquias toponímicas y folklóricas del antiguo dominio argentino en las islas. Por ejemplo, los nombres criollos de muchos lugares y de todos los pelajes y aperos de los caballos.
12. Porque lo dice claramente nuestra Constitución: "La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional".
13. Porque la Argentina las reclamó desde siempre, jamás aceptó la usurpación, y por lo tanto los británicos no están en posesión de ningún documento que acredite su dominio o nuestra renuncia al mismo.
14. Porque ni el acta de rendición de Puerto Argentino del 14 de junio de 1982, ni los acuerdos debatidos en España a partir del 17 de octubre de 1989, ni la declaración (o tratado) de Madrid del 15 de febrero de 1990, cerraron el debate relativo a la soberanía nacional sobre las islas, ya que el 5 de noviembre de 1982 la ONU declaró que la cuestión de la soberanía debía resolverse mediante negociaciones, e instó a las partes a hacerlo.
15. Porque fueron usurpadas por la fuerza el 3 de enero de 1833, tomando más de un centenar y medio de prisioneros y enviados a Inglaterra. Un claro acto de guerra que ha cumplido 184 años.
jueves, 4 de mayo de 2017
Traumas de la guerra en el Centro de Salud de las FFAA
Fantasmas de la guerra: el valor de enfrentarse con el trauma
El Centro de Salud de las FF. AA. recibe a 200 veteranos por mes; su director es un médico, ex combatiente, y se dictan talleres variados
Alan Soria Guadalupe | LA NACION
Cuando Juan entró en razón se dio cuenta de que estaba golpeando a su hija. Segundos antes estaba vestido con su uniforme militar en la inmensidad de las Islas Malvinas, con el viento helado rozando sus mejillas y con un soldado inglés parado a pocos metros, decidido a matarlo. Juan atacó al enemigo, pero esa vez fue distinto. Sólo sentía adrenalina. No percibía fatiga ni dolor. Se sentía como un sueño. Era un sueño.
Cuando volvió en sí y vio que estaba en el comedor de su casa y no en las islas supo que los fantasmas de la guerra aparecieron una vez más. Tenía que buscar ayuda.
Así fue como llegó al Centro de Salud de las Fuerzas Armadas Veteranos de Malvinas, donde diagnostican y tratan a aquellos ex combatientes que padecen estrés postraumático. Allí es donde todavía se escuchan los estruendos de la guerra.
Los talleres son una fuerte ayuda para los ex combatientes
En un pequeño edificio de dos pisos, en las inmediaciones del Instituto Geográfico Nacional, en Palermo, unos 200 veteranos por mes recorren los pasillos rodeados de consultorios, auditorios, aulas y jardines. Allí se atienden con psicólogos y psiquiatras y participan de talleres grupales variados, como los de yoga, musicoterapia y hasta hipnosis.
Todos los que pisan ese lugar tienen historias para contar. Algunas emocionantes y muchas desgarradoras. El director, coronel Esteban Vilgré La Madrid, dice que quienes se acercan al centro de salud tienen heridas en el alma. Habla por sí mismo: durante la guerra fue jefe de una sección de tiradores de 41 soldados y cinco suboficiales. Cuando terminó el conflicto, volvió con 13 hombres.
"Después de bajar del cerro donde combatimos vino el dolor del silencio y la derrota. Te sentís un fracasado", relata La Madrid a LA NACION. Desde que puso un pie en el continente, al volver de las islas, el militar se impuso como objetivo encontrar una manera de formar a otros soldados por si había otra guerra y de remediar la promesa que le hizo a su padre y que no pudo cumplir: traerlos vivos. Durante los 80,
En los primeros años, los ex combatientes eran atendidos sólo en Campo de Mayo. Por años no se supo bien qué era el estrés postraumático y cómo tratarlo. Fue recién en el 2000 cuando el Estado Mayor Conjunto decidió enviar a los Estados Unidos psiquiatras y psicólogos para perfeccionarse en un hospital de veteranos de guerra. Doce años después, tras cambios de sede, estructura y metodologías, se inauguró el centro que existe hoy. Los casos que necesitan internación siguen tratándose en Campo de Mayo.
Martín Bourdieu es el director médico del centro de salud. Conoció a La Madrid en plena guerra. Era estudiante de veterinaria, pero quedó tan conmovido con la imagen de los heridos que, cuando volvió, decidió cambiar de profesión.
Hoy, Bourdieu convoca a ex combatientes a que se acerquen para "hablar" sobre el pasado que no debe guardarse. También se llama a otros veteranos, a los que fueron a operaciones humanitarias como las que se hicieron en Haití.
"[Si no se habla] Después salen de golpe todos los fantasmas que tenían en la mochila", se lamenta La Madrid. De esos casos hay muchos, como los que reaccionan con pánico al escuchar un petardo en época de festividades o el ruido de un avión volando cerca. Carlos, por ejemplo, tuvo un episodio que se disparó de un segundo a otro, cuando cortó un pedazo de carne en un asado y vio sangre. La primera imagen que recuerda tras ese momento es estar sentado al lado de un médico que intentaba calmarlo.
Los pasillos del centro de salud están en silencio. En las paredes hay pinturas, fotos y afiches sobre la guerra. Hace tiempo que no hay talleres grupales, donde las risas y las bromas son la música de fondo. En épocas cercanas al 2 de abril -aún hoy, a 35 años- se disparan las consultas de ex combatientes que creen necesitar asistencia y el lugar funciona casi exclusivamente para ello.
De todos los veteranos que llegan al centro de salud considerando que tienen una patología, alrededor del 60% está en lo cierto. Lo mismo ocurre, aunque en un porcentaje menor, con los familiares, que también pueden pedir contención allí.
Mientras algunos parientes se tratan, otros sólo acompañan. Así lo hace con frecuencia María, la mujer de Sergio. Ellos son pareja desde antes de la guerra. Después de los combates, algo había cambiado: Sergio ya no sonreía. María lo vio reír de nuevo años después, cuando él fue por primera vez a una reunión de ex combatientes. Desde ese día, María lo acompaña a cada reunión de veteranos y se sienta lejos, sin participar, sólo para verlo sonreír.
Recordar lo que pasó en una reunión o taller con veteranos es una cosa, pero volver a las islas es completamente distinto. Algunos lo hacen seguido y otros no. La Madrid volvió a pisar las islas una sola vez, hace dos años.
Volver a sentir el viento helado en el rostro fue para él una caricia. "Es volver a casa", dice con voz pausada. Además de haber visto las peores penurias en la guerra, el coronel afirma que en pleno conflicto también se ve la belleza de la comunión y la fraternidad. Y tanto él, como tantos otros que volvieron a las Malvinas, fueron a buscar eso. Y tal vez algo más. Algo que dejaron en aquél entonces y que les permita saber por qué cuando volvieron ya no fueron los mismos.
El Centro de Salud de las FF. AA. recibe a 200 veteranos por mes; su director es un médico, ex combatiente, y se dictan talleres variados
Alan Soria Guadalupe | LA NACION
Cuando Juan entró en razón se dio cuenta de que estaba golpeando a su hija. Segundos antes estaba vestido con su uniforme militar en la inmensidad de las Islas Malvinas, con el viento helado rozando sus mejillas y con un soldado inglés parado a pocos metros, decidido a matarlo. Juan atacó al enemigo, pero esa vez fue distinto. Sólo sentía adrenalina. No percibía fatiga ni dolor. Se sentía como un sueño. Era un sueño.
Cuando volvió en sí y vio que estaba en el comedor de su casa y no en las islas supo que los fantasmas de la guerra aparecieron una vez más. Tenía que buscar ayuda.
Así fue como llegó al Centro de Salud de las Fuerzas Armadas Veteranos de Malvinas, donde diagnostican y tratan a aquellos ex combatientes que padecen estrés postraumático. Allí es donde todavía se escuchan los estruendos de la guerra.
Los talleres son una fuerte ayuda para los ex combatientes
En un pequeño edificio de dos pisos, en las inmediaciones del Instituto Geográfico Nacional, en Palermo, unos 200 veteranos por mes recorren los pasillos rodeados de consultorios, auditorios, aulas y jardines. Allí se atienden con psicólogos y psiquiatras y participan de talleres grupales variados, como los de yoga, musicoterapia y hasta hipnosis.
Todos los que pisan ese lugar tienen historias para contar. Algunas emocionantes y muchas desgarradoras. El director, coronel Esteban Vilgré La Madrid, dice que quienes se acercan al centro de salud tienen heridas en el alma. Habla por sí mismo: durante la guerra fue jefe de una sección de tiradores de 41 soldados y cinco suboficiales. Cuando terminó el conflicto, volvió con 13 hombres.
"Después de bajar del cerro donde combatimos vino el dolor del silencio y la derrota. Te sentís un fracasado", relata La Madrid a LA NACION. Desde que puso un pie en el continente, al volver de las islas, el militar se impuso como objetivo encontrar una manera de formar a otros soldados por si había otra guerra y de remediar la promesa que le hizo a su padre y que no pudo cumplir: traerlos vivos. Durante los 80,
En los primeros años, los ex combatientes eran atendidos sólo en Campo de Mayo. Por años no se supo bien qué era el estrés postraumático y cómo tratarlo. Fue recién en el 2000 cuando el Estado Mayor Conjunto decidió enviar a los Estados Unidos psiquiatras y psicólogos para perfeccionarse en un hospital de veteranos de guerra. Doce años después, tras cambios de sede, estructura y metodologías, se inauguró el centro que existe hoy. Los casos que necesitan internación siguen tratándose en Campo de Mayo.
La tarea pendiente
Sin embargo, todos estos años hubo ausencia del Estado y todavía falta mucho por hacer, indica La Madrid. "No hay estadísticas que digan cómo estamos hoy los veteranos, qué patologías tenemos ni de qué murieron los que murieron", reclama.Martín Bourdieu es el director médico del centro de salud. Conoció a La Madrid en plena guerra. Era estudiante de veterinaria, pero quedó tan conmovido con la imagen de los heridos que, cuando volvió, decidió cambiar de profesión.
Hoy, Bourdieu convoca a ex combatientes a que se acerquen para "hablar" sobre el pasado que no debe guardarse. También se llama a otros veteranos, a los que fueron a operaciones humanitarias como las que se hicieron en Haití.
"[Si no se habla] Después salen de golpe todos los fantasmas que tenían en la mochila", se lamenta La Madrid. De esos casos hay muchos, como los que reaccionan con pánico al escuchar un petardo en época de festividades o el ruido de un avión volando cerca. Carlos, por ejemplo, tuvo un episodio que se disparó de un segundo a otro, cuando cortó un pedazo de carne en un asado y vio sangre. La primera imagen que recuerda tras ese momento es estar sentado al lado de un médico que intentaba calmarlo.
Los pasillos del centro de salud están en silencio. En las paredes hay pinturas, fotos y afiches sobre la guerra. Hace tiempo que no hay talleres grupales, donde las risas y las bromas son la música de fondo. En épocas cercanas al 2 de abril -aún hoy, a 35 años- se disparan las consultas de ex combatientes que creen necesitar asistencia y el lugar funciona casi exclusivamente para ello.
De todos los veteranos que llegan al centro de salud considerando que tienen una patología, alrededor del 60% está en lo cierto. Lo mismo ocurre, aunque en un porcentaje menor, con los familiares, que también pueden pedir contención allí.
Mientras algunos parientes se tratan, otros sólo acompañan. Así lo hace con frecuencia María, la mujer de Sergio. Ellos son pareja desde antes de la guerra. Después de los combates, algo había cambiado: Sergio ya no sonreía. María lo vio reír de nuevo años después, cuando él fue por primera vez a una reunión de ex combatientes. Desde ese día, María lo acompaña a cada reunión de veteranos y se sienta lejos, sin participar, sólo para verlo sonreír.
Recordar lo que pasó en una reunión o taller con veteranos es una cosa, pero volver a las islas es completamente distinto. Algunos lo hacen seguido y otros no. La Madrid volvió a pisar las islas una sola vez, hace dos años.
Volver a sentir el viento helado en el rostro fue para él una caricia. "Es volver a casa", dice con voz pausada. Además de haber visto las peores penurias en la guerra, el coronel afirma que en pleno conflicto también se ve la belleza de la comunión y la fraternidad. Y tanto él, como tantos otros que volvieron a las Malvinas, fueron a buscar eso. Y tal vez algo más. Algo que dejaron en aquél entonces y que les permita saber por qué cuando volvieron ya no fueron los mismos.
martes, 2 de mayo de 2017
Kelpers quieren poner visa y lista de personas non gratas: Malcorra en Bavia
El Gobierno rechazó la idea de los kelpers de implementar un visado para los argentinos que viajen a las Islas Malvinas
“Dudo seriamente que el Reino Unido esté pensando en esto”, sostuvo la canciller Susana Malcorra
Infobae
El Gobierno rechazó de plano, aunque sigue con "preocupación", la idea de algunos legisladores de Malvinas de imponer un sistema de visado para los argentinos que visiten las islas en el Atlántico Sur.
Susana Malcorra dijo que ante el rumor de que los kelpers avancen con la idea existe una única postura en la Casa Rosada: "Eso no es una decisión local del gobierno de las Islas Malvinas, sino del gobierno del Reino Unido". De esta manera, la Canciller rechazó de plano no sólo la idea de los kelpers sino también la decisión unilateral de los isleños de tomar una determinación sin el previo consentimiento de Londres.
Por otra parte, Malcorra destacó: "Dudo seriamente que el Reino Unido esté pensando en esto. Lo estamos siguiendo de cerca, no le daría a la cuestión una máxima preocupación".
"Nosotros intentamos generar medidas de confianza mutua y eso lleva tiempo. De hecho no hemos avanzado mucho en las medidas de confianza, así que tendremos que ir viendo en qué momento se dan, si se dan y ver cómo eso genera reciprocidad", agregó la ministra.
Si bien Malcorra destacó que el Gobierno no le pondrá "demasiado fuego" al proyecto de los isleños, admitió que la propuesta que hizo el líder de la Asamblea de las Islas Malvinas, Mike Summers, será analizada: "Es un tema que lo observaría con atención, es mi responsabilidad, pero no lo tomaría como algo de gravedad extrema".
Por su parte, Summers, que lidera al resto de los legisladores isleños, confirmó a Infobae que existe una intención del gobierno de Malvinas de imponer un visado a los argentinos. La medida surge a raíz de los reiterados grupos de argentinos, a los que calificaron de "minoritarios", que llegan a las islas con banderas y muestras de un sentimiento agresivo hacia los isleños y son considerados "personas no gratas" por las autoridades locales.
Summers entendió que, al igual que opinan algunos de sus pares de la Asamblea Legislativa, la idea de imponer un visado para los argentinos serviría para filtrar cualquier tipo de grupos que puedan generar una alteración en las calles de Puerto Argentino. La semana pasada, en diálogo con este medio, el legislador isleño se quejó por la "falta de avances" en las negociaciones de la Argentina con Gran Bretaña por el eventual reestablecimiento de vuelos de las islas al continente.
“Dudo seriamente que el Reino Unido esté pensando en esto”, sostuvo la canciller Susana Malcorra
Infobae
El Gobierno rechazó de plano, aunque sigue con "preocupación", la idea de algunos legisladores de Malvinas de imponer un sistema de visado para los argentinos que visiten las islas en el Atlántico Sur.
Susana Malcorra dijo que ante el rumor de que los kelpers avancen con la idea existe una única postura en la Casa Rosada: "Eso no es una decisión local del gobierno de las Islas Malvinas, sino del gobierno del Reino Unido". De esta manera, la Canciller rechazó de plano no sólo la idea de los kelpers sino también la decisión unilateral de los isleños de tomar una determinación sin el previo consentimiento de Londres.
Por otra parte, Malcorra destacó: "Dudo seriamente que el Reino Unido esté pensando en esto. Lo estamos siguiendo de cerca, no le daría a la cuestión una máxima preocupación".
"Nosotros intentamos generar medidas de confianza mutua y eso lleva tiempo. De hecho no hemos avanzado mucho en las medidas de confianza, así que tendremos que ir viendo en qué momento se dan, si se dan y ver cómo eso genera reciprocidad", agregó la ministra.
Si bien Malcorra destacó que el Gobierno no le pondrá "demasiado fuego" al proyecto de los isleños, admitió que la propuesta que hizo el líder de la Asamblea de las Islas Malvinas, Mike Summers, será analizada: "Es un tema que lo observaría con atención, es mi responsabilidad, pero no lo tomaría como algo de gravedad extrema".
Por su parte, Summers, que lidera al resto de los legisladores isleños, confirmó a Infobae que existe una intención del gobierno de Malvinas de imponer un visado a los argentinos. La medida surge a raíz de los reiterados grupos de argentinos, a los que calificaron de "minoritarios", que llegan a las islas con banderas y muestras de un sentimiento agresivo hacia los isleños y son considerados "personas no gratas" por las autoridades locales.
Summers entendió que, al igual que opinan algunos de sus pares de la Asamblea Legislativa, la idea de imponer un visado para los argentinos serviría para filtrar cualquier tipo de grupos que puedan generar una alteración en las calles de Puerto Argentino. La semana pasada, en diálogo con este medio, el legislador isleño se quejó por la "falta de avances" en las negociaciones de la Argentina con Gran Bretaña por el eventual reestablecimiento de vuelos de las islas al continente.
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