lunes, 11 de agosto de 2014

Relatos británicos: Una patrulla perdida en Darwin

La patrulla perdida
Britain's Small War


Estábamos siendo abarrotados con mensajes de radios con HQ Coy mientras que el resto del batallón se dividió en torno a las colinas con vistas al establecimiento y la bahía. No supone que uno ocupara la posición del enemigo después de haber capturado o que ha dejado vacante que, en todo caso, ya que tiene una rejilla precisa de toda la posición, trincheras, etc ¿Qué le ha dado a su artillería y todos los elementos de apoyo de su ejército, armada, fuerza aérea, etc el problema era que sólo había tantos lugares que usted podía ir y cavar, antes de que terminara en el mar. Así que nos guste o no nos instalamos en las trincheras vacías una vez que las habíamos despejado.

Había una bomba sin explotar de 500 libras a unos 20 metros de la casa, pero no nos importó, al menos estábamos baja de tu maldita colina. Habíamos conseguido un espacio en el desván de una de las casas en el asentamiento. También habíamos logrado tener un baño y hacer algo de nuestra ropa lavada. Incluso tenía un adecuado fuera del horno hecha por una comida cocinada mujer. Nos sentamos alrededor de esta mesa grande como pequeños colegiales perdidos siendo mandados y acosados por la señora de la casa. Sólo unas horas antes de que habíamos estado viviendo la vida en un nivel básico, matar o morir. Los muertos incluso ahora todavía llena el paisaje.



Fuera había un tambor de petróleo de 50 galones, cerca de la cerca blanca que recorrió la casa de Brooke Hardcastle, el administrador de su asentamiento en Darwin, Malvinas. Estaba lleno de paquetes de ratas compo basura y varias otras piezas de cartón, así que alguien lo encendió y nos quedamos alrededor de las llamas está calentando. La vista desde el jardín de atrás, ya que puede decir es que era yo supongo bastante bonita si se puede llamar así. Prefiero que me miraba desde la ventana de la cocina a través de cuyo interior era mucho más caliente que donde yo estaba de pie en la actualidad. Si yo fuera realmente honesto, creo que hubiera sido mejor visto en el bar del elefante en la parte posterior de una tarjeta postal. De todos modos aquí estábamos.

Hubo un ruido sordo de las profundidades del tambor de aceite y se balanceó ligeramente. Todos asumimos que probablemente era una lata de queso compo que alguien había desechado sin que se abrió. Las llamas y el cartón se les dio un poco de empuje y la noche llena de chispas y brasas volando. Luego hubo un fuerte crujido y parte del lado del tambor cerca de la parte inferior desapareció. Todos nosotros retrocedimos así como hubo una diatriba petardo múltiplo de ruido. Esta vez nos quedamos en la cubierta y se arrastra como un loco para la pequeña gota de la playa. Al parecer, el tambor tenía una cantidad desconocida de munición para armas pequeñas en él (y sólo Dios sabía qué más). El tambor tomó horas para quemar.

Más tarde hubo una llamada de brigada, que iban a enterrar a los muertos y celebrar un servicio. Ellos querían que los comandantes y oficiales prominentes Coy asistir, una cosa medios aparentemente. Le preguntaron si alguien podía andar en bicicleta, (la moto siendo moto) Puse mi mano. Había pasado algún tiempo en la realidad (unos 6 o 7 años) Willie estaba más capacitado para pilotar que mí. Pero supongo que la frente le golpearon en la final.

Fue un ensayo 125 Yammi y me pidió que tomara el OC A Coy a Goose verde. Había baches y parches de hielo cada 10 pies. Golpeé cada uno de ellos en el camino y ambos terminamos en nuestro culo, después de cada uno. Al final, él finalmente consiguió al helicóptero guagua, yo no creo que me conseguí un trabajo permanente como su conductor.

Recuerdo que caminaba de vuelta porque la RSM confiscó mi bicicleta. No es que yo estaba realmente molesta, yo había tenido mi taxista y mi culo estaba adolorido por decir lo menos. Creo que él estaba recibiendo su propia espalda para el viaje de Kenia, pero eso es otra historia (O tal vez el mayor Hockley dijo algo o él?). De todos modos, durante mi caminata de regreso corredor de la OC llegó a un land rover capturado. Iba a buscar la bolsa gonk del jefe y él me dejaba en el camino más allá (en Darwin que era). Nos fuimos en los ex paisano, confiscadas por los porteños, ahora comandado por el landrover británica. Con la fabricación estadounidense 50 cal. Montado en la parte trasera.

Es una pena que runner (Bestia) del OC no había comprobado que el vagón estaba lleno de gasolina antes de que partió en su búsqueda. Yo había optado por quedarse con él en vez de salir en el desvío a la solución de Darwin. Yo había pensado que sería mejor para la bestia que él no debe ir solo. La verdad estaba allí seguían las bandas errantes de enemigo hostil que hay. Uno más de los errores monumentales que he hecho en mi vida. No fue fácil conducir sobre terreno que te puedo decir. Especialmente cuando empezaste a pensar en las minas.

Bestia estaba haciendo bien todas las cosas teniendo en cuenta. Fue cuando le pregunté cuánto más lejos fue a donde estaba la bolsa gonk, su respuesta comenzó a preocuparme un poco. Después de que nos dijeron que era sólo un par de k, al final de la pista (que se podía de ninguna manera, bajo el sol llamarlo un camino) hacia Stanley. La misma pista que teníamos todo el faldón en la coronación Point, que en ese momento hacia el interior de la costa y el camino minado hacia el revés de Darwin Hill y las trincheras enemigas. Tres veces le había dicho ahora es un poco más de esta próxima subida.

Se podía ver venir una milla de distancia y sin embargo la esperanza de que usted iba a estar mal. Pero nunca tengo tanta suerte. Sí que estaba perdido. Bueno por lo que era yo, hasta cierto punto (bueno yo estaba con él!). No hay ningún mapa, la brújula del dos de nosotros había visto esta parte de la isla durante el día no se que hubiera hecho ninguna diferencia realmente, (todo parecía el misma!). Entonces sucedió .El wagon acaba de morir en nosotros que no sabía qué decir.

Cuando se trata de fallas en los motores de los vehículos, Yo soy tu Marilyn de la telenovela australiana "Home and Away". El problema era que el mecánico era un jabón diferente y su nombre era "Kylie". He intentado todas las habituales (que yo esperaba) avenidas. Metí acerca mucho, pero estaba muerto. Resultó que el estar en una pendiente, hacia arriba colina en la pista con un medidor de gasolina que no funcionaba y no había zumo que queda en el tanque. Significó que no importa lo grande que un mecánico que eras, a menos que usted podría mear de 4 estrellas que no íbamos a ninguna parte.

Parlamento chino convocó y nos vino a una decisión mutua que habíamos follamos mejor regreso a Darwin (o en cualquier otro nuestros tíos estábamos) rápida similares. Decidí (en retrospectiva) tontamente, porque supuse que habían llevan repuestos (los porteños lo que vale) que me tomo la mejor cal 50 con nosotros. Bestia lleva una caja de munición y me colgó el 50 de llamadas a través de mis hombros y nos fuimos.

A medida que avanzamos por la pista empezó a oscurecer y las cosas comenzaron a ser más familiar para nosotros. Bueno, no realmente familiar, pero nos volvimos más cómodo en la oscuridad. Se convirtió en nuestro amigo. Nadie podía vernos y no podíamos ver la mierda todo bien. Se adaptaba a todo el mundo todo el año. Cuando vea los tirones que llevan las grandes ametralladoras en la vieja guerra mundial 2 películas y que les está disparando desde la cadera y corriendo loca por todas partes. Sólo recuerda esos son 30 ametralladoras cal. El mío era más pesado. Mucho más pesado de mierda.

De cualquier manera después de un rato llegamos al final culo de Darwin colina. Última visita de esta dirección desde una posición boca abajo, mientras que los disparos de ametralladoras enemigo. Detención de un respiro, sobre mis manos y rodillas, .I rodó sobre mi lado y era como yo nunca había hecho a través de la poco abierto de tierra hace unos 40 horas más. Mientras tanto Bestia ahora había decidido que él sabía dónde estaba y la ubicación de la bolsa gonk del OC. Off se fue al abismo negro, que habíamos acordado en un par de contraseñas entre nosotros (problema era que sólo el 2 de nosotros sabían) B coy fue aquí donde algunos cavado en dedos en los gatillos.

Bestia regresó triunfalmente con la bolsa gonk y decidimos contorno alrededor del borde de la colina. Pasado el bit definitivamente sabíamos estaba minado, pasando por la playa de la parte posterior de la casa de Brooke Hardcastles. Se nos desafió en el camino. Era Dinger en ciervo por lo que aunque habían cambiado la contraseña que conocía mi voz. Dijo que tuvimos suerte allí no sabemos la playa fue minado? Alegremente quien también me dijo que era mi turno para despedidas en la playa zanja. Decir que el 50 cal sería muy útil la CSM me lo quitó y se lo dio a uno de los pelotones. Yo nunca tuve la oportunidad de dispararlo.

Por cierto una Bolsa Gonk no es ninguna pieza de hardware militar estratégica o cualquier cosa que pueda ayudar a decidir la salida viene de una guerra. Era una cosa de comodidad. Los toms argot nombre para una bolsa de dormir ejército. Bestia y yo habíamos caminado por el campo posiblemente hostil en una misión para: búsqueda: localizar y, si es necesario re-captura de saco de dormir del comandante de la compañía.

domingo, 10 de agosto de 2014

ARA: V-2 en los años 80s

V2 en los 80s



El V2 en la BNPB


Pasando al lado de la Hércules

Posterior a la guerra, cuando ya había sido aceptado el SuE en la nave

En el hangar

sábado, 9 de agosto de 2014

Relatos británicos: La colina de Darwin

Colina de Darwin

Britain's Small Wars
(El texto puede tener errores de traducción)

Los cuerpos yacían en filas, en la parte inferior de la colina, a la izquierda de la re-entrada, cerca del RAP, (Regimental Aid Post). Me arrastré de nuevo en el tojo quemado. Sólo para tratar de mantener el calor. El humo y el olor, que se filtraba en tu ropa, y en el ser total, en tu cuerpo, se quedaría con nosotros para siempre. Nos sentamos en pequeños grupos, Sombre al hecho de la CO, y los otros oficiales y tíos, que había sido muerto ese día. El todavía yacía herido, donde habían caído, sus heridas, por sus camaradas. Ahora estaban en silencio esperando a ser evacuado sanitariamente, y lejos de los combates que aún estaba sucediendo a nuestro alrededor. Dinger había administrado los primeros auxilios, a Monster Adams, utilizando todos los aderezos del primer campo disponibles que tuvimos, en el momento. Dinger fue más tarde iba aconseguir un elogio, por su tratamiento de los heridos bajo el fuego.



Toda nuestra ropa de abrigo de repuesto, se había dado a los heridos, que ahora estaban vestidos, en una etiqueta de asunto de trapo, de acolchado térmico, pantalones / chaquetas, y un chubasquero. Otros, ponen en laderas inaccesibles a la vista, donde fueron supervisados ​​por las trincheras enemigas, por lo que es imposible recuperarlos, o administrar los primeros auxilios. Nos habían enseñado que era mejor dejar a los heridos, y luchar en medio, para capturar el objetivo. Volviendo después, para comprobar las bajas y heridas de vestir, cuando sea necesario. Por desgracia, nos habíamos progresado sin más, que donde los heridos habían caído. Mantenida, por las posiciones de profundidad de las trincheras argentinas.

Durante el asalto de la colina de Darwin, me había separado del cuerpo principal, y sólo había conseguido reagruparse después de un cierto período de tiempo. Ayudé en el lugar a un par de GPMG, con los binoculares láser que habíamos logrado obtener, mientras que estaba a bordo del Norland. Dinger, PJ, y yo mismo, habíamos logrado reunir algunas de las granadas del enemigo, que yacían esparcidos por todas partes sus posiciones. Eran negras, hechas de baquelita, con dos configuraciones de espoletas. Los pasadores se habían retirado, y las palancas de disparo se mantenían pulsados con bandas elásticas. Habíamos conseguido amasar, una cantidad bastante considerable de estas granadas, y estaban esperando ansiosamente la oportunidad de usarlas.

Fue poco tiempo después, el Capitán adjunto Woods, fue muerto, llevando a cabo otro asalto, en las trincheras enemigas, vimos un oficial argentino, intentando de arrojar, una de las granadas, como las que habíamos estado recogiendo. Sólo habían viajado, una cuestión de centímetros de él, como lo describía un arco en el aire, cuando explotó, cubriendo su cuerpo con fósforo en llamas. Convirtiéndolo, en una bola de fuego humano.

Al parecer, los dos ajustes de la espoleta, debían haber sido, hoy y ayer. Con cautela, vaciamos nuestros bolsillos y bolsas, de las granadas ofensivas. Al dejarlos en pequeños montones, para que los ingenieros las desactivaran o detonaran de manera segura. Había ya, cantidades considerables, de granadas británicos, esparcidas sobre nosotros, que también, no habían logrado detonar. Era una tarea que no les envidio.

Con el tiempo, los muchachos lograron capturar, o para llevar, la fila de trincheras enemigas, que nos habían frustrado. La parte superior de la colina Darwin, era plana por un par de cientos de metros, y luego, otra fila de arbustos de tojo, donde entonces se dejó caer, a la pista de aterrizaje, y la solución de Goose Green. La fila de tojo, oculta a la vista, cualquier persona en la parte superior. Pero la inclinación hacia delante, hacia el asentamiento, aparte de unos pocos gullys, estaba totalmente desnudo culo estupendo. Los artilleros antiaéreos enemigos, se habían vuelto a sus armas, a la pendiente hacia adelante y la cresta de la colina. Dónde, alegremente rastrilladas, de izquierda a derecha, y viceversa, cada pieza expuesta de suelo. Sus pesados, 50 cals., y 37mms., arrojando una pesada carga sobre nuestras tropas que avanzaban. Dinger, y el capitán Watson, habían desaparecido por la ladera, a través de la neblina de humo. Poco antes, el capitán Dent, también había sido asesinado, subiendo por la misma parte del barranco. Yo no espero sinceramente, para ver a ninguno de ellos de nuevo.

El señalero del CO, a mí mismo, y otras tres personas, se fueron, hasta la colina. Era para recuperar H, el CO, y traerlo de vuelta hacia abajo, para una CASEVAC, por helicóptero. Cuando llegamos a él, sin embargo era, evidente, que ya estaba muerto. Se sentó con su chaqueta acolchada en, manos agarrándose el estómago, una expresión un poco aturdida y conmocionada, sobre su rostro. Sus pantalones, habían sido aflojados para administrar la solución salina por goteo. Lo llevamos no muy ceremoniosamente, alzándolo al techo de una de las trincheras mientras esperábamos. Aún así, tal vez, algún milagro podría ser realizado por los médicos. El hierro corrugado, por desgracia la división, como puertas con bomba contra un avión, lo que provoca que dejemos, y presentar otra camilla improvisada, con los archivos de FN, y pruebas de agua. Cuando regresamos a la posición principal, otros se hicieron cargo de nosotros, y lo llevaron a la RAP.

PJ y yo, se dedicaron con algunos de los otros, bajo la dirección de la CSM, Colin Price, para empezar, y comprobar \ claras, las trincheras del enemigo muerto. Reuniendo lo munición adecuada hubo. Nos parece, estábamos corriendo un poco baja. Pasé atrás la cubierta del tejado de chapa ondulada, desde la primera trinchera, mientras que PJ me cubrió. Como me apagó la segunda pieza, pudimos ver dos cuerpos, en la zanja. Uno, estaba tendido boca abajo, en el extremo izquierdo de la zanja. El otro, en una posición semi sentado, a la derecha, con un gran agujero en la pierna derecha. Acerca donde la rótula de la rodilla debe ser. Llevaba uno de esos tontos, perro diputado, sombreros, que nos habían dicho que no usar, en caso de que causamos un azul en situación de azul. Tenía la cabeza hacia adelante, con la barbilla en el pecho, la palidez azul grisáceo de la muerte, llenó su rostro. Asiente con la cabeza al PJ, me lancé en la zanja. Entonces yo colgué mi arma, alrededor de mi espalda. Yo necesitaba las dos manos libres, y mi SMG estaba recibiendo en el camino. PJ, fue todavía me cubría, y no había mucho espacio en la trinchera de todos modos.

Me incliné de nuevo, en el fondo de la zanja. Como me incliné hacia delante para comprobar el cuerpo que estaba en la posición sentada, con los ojos abiertos. Caí hacia atrás en mi culo. Estaba frenéticamente tratando de agarrar la culata de una pistola, de mi SMG, pero no pude. Como ahora se metió la mano en el lado de la trinchera, que había tirado mi auto contra. Levantó las manos, con las palmas extendidas, para mostrar que no tenía un arma, llorando en español. Él estaba pidiendo a su madre, y de la misericordia. Lo que salvó su vida fue, de que algo en la zanja cayó, golpeando el metal sobre metal, al verme las manos abiertas, y pensando granada, decidió salir de la trinchera, y, al igual que ahora! Sin ningún pensamiento más involucrado, me levanté, y por fuera. Rodando por la pendiente, gritando, "granada". Crucé directamente a través de los arcos del PJ, y al grito de granada, él también, di la vuelta hacia atrás desde el borde.

Cuando no hubo ninguna explosión, o cualquier sonido, que no sea el soldado herido, llorando en el fondo de la zanja, volvimos a mirar. A juzgar lo seguro, salté hacia abajo en la zanja. Resultó, no estaba armado más. Su arma, estaba en el otro extremo de la zanja, cerca del cuerpo de su amigo. Le habían disparado en la rodilla, por su propio agente, para que dejara de salir corriendo. Mientras el oficial, largó a sí mismo, de vuelta a la seguridad de Goosegreen. Dejando el resto, sin líderes, y para su suerte, en contra de los que avanzan de Pará británicos. Todos los enemigos heridos, fueron llevados por la colina, a la Regt'l Aid Post, para ordenarlos salida. Los muertos, se presentaban en filas, cerca de los nuestros.

Mientras tanto, Dinger había vuelto hacia abajo, desde la cordillera hacia adelante. PJ y yo, se fueron a tomar su lugar, con el capitán. Watson. Major Rice, la artillería Comandante de la batería, y su equipo, ahora estaban allí, la evaluación de la situación. Ahora tenía el mando del batallón, siendo el oficial de alto rango. PJ se fue hacia el tojo, donde el capitán. Watson, y el Mayor Rice, el BC, eran. Me uní a Bob McGoldrick, comunicador de la BC, que estaba sentado en un pequeño pliegue en el suelo haciendo una cerveza. Directamente detrás de nosotros, había un Royal Marine, con un soplete, una mano, tierra-aire, misiles.

Aunque estábamos por debajo del fuego de los 50 cal., y 37 mm., que estaban siendo sometidos, al fuego de mortero, y obús de 105 mm. Parecía que el fuego fue esporádica, en el momento, pero, habíamos tenido un par de rondas individuales de 105 mm a izquierdas, y derecha. Con uno ahora que pasar por encima de nosotros. El método típico de ajuste por el fuego de artillería. Bob tenía un agujero en su casco, donde una bala había golpeado, luego subió la cremallera redonda el interior, y salió por el otro lado. Él, como yo, se sigue llevando, uno de los viejos, de acero, cascos de Paras, que tiene más fe en él, que los nuevos los de plástico. El resto de ellos, estaban ahora haciendo su camino de regreso de la cresta, y partida, a una tasa razonable de los nudos, para la pendiente inversa.

Bob no necesitaba pedidos, y también estaba recogiendo sus partes y piezas, asegurándose, no se derramaran, o los residuos, la cerveza, que había estado haciendo. El agua seguía siendo escasa. Así que no podíamos darnos el lujo de tirar a la basura. Además, estaba casi listo para beber. Llamamos al solitario marine, que estaba de pie en un pequeño espacio, entre los tejos, totalmente forrada cielo, en la cresta. Su cerbatana al hombro, incluso desde donde estábamos. Escuchamos el estallido de la placa frontal, y vimos la caída lanzador. Él estaba tratando de enganchar, uno, o algunos, de los aviones, que aún estaban despegando desde la pista de aterrizaje, en Goosegreen. Hubo una explosión, y luego, una columna de humo negro, se levantó en el aire. Nos llama de nuevo a él, que nos íbamos, pero, ahora estaba saltando arriba y abajo, agitando los brazos en el aire. Haciendo un poco de baile de la victoria, todo por sí mismo. Había consiguió uno. Apagamos, y nos dirigimos a los demás, el silbido de las rondas en el aire, hasta ahora aún más, 105 rondas mm, dirigimos nuestro camino.

Fue sólo todavía, el primer día, de la batalla por Darwin, y Goose Green.

viernes, 8 de agosto de 2014

Campos minados: El TC Héctor Miño, minador

Tte Miño, minador

El Teniente Hector Miño, Ingeniero Anfibio de la Armada Argentina, además de desempeñar las tareas propias de todo ingeniero también con su muchachada combatió en Tumbledown....en la foto camina atento detrás de una oveja en Malvinas .

Nuestro marino y su gente merecen que alguien reconozca su tarea en Malvinas...bastardeado en su libro y en Youtube hasta el cansancio por un conocido periodista llamado N. Kasanzew, Miño y su gente deben soportar hasta el día de hoy una infamia contada por este "señor" que NO estuvo en Malvinas la noche del combate donde sucedieron los hechos pues como sabemos Kasanzew se "retiró" de las islas en el último Hercules por lo que todos sus relatos los cuenta por boca de terceros.....

Lo cierto es que diga lo que diga NK.... el Teniente Hector Miño... y los muchachos del Subteniente Esteban Vilgre La Madrid del RI 6 realizaron un difícil y riesgoso contraataque en Tumbledown cuando los británicos tenían ya casi controlada la situación...es una historia larga que alguna vez contaremos completa ya que Gracias a Dios contamos con la amistad de los participantes directos de dicha acción entre ellos nuestro amigo y hermano Carlitos Muelas también Ingeniero Anfibio quien incluso ayuda a Miño cuando fue herido.



jueves, 7 de agosto de 2014

Libro: Aquella guerrita olvidada

Aquella guerrita olvidada
Por Daniel Arias

En 2012, treinta años tras la guerra de las Malvinas, catorce personas que la sufrieron prosiguen sus vidas, inadvertidamente entrelazadas, en distintas partes del mundo. Hay mujeres y hombres, espías y enfermeras, soldados y psiquiatras, sensatos y pirados. Hay ingleses y argentinos y hasta un uruguayo. Sus historias antes, después y en medio del combate se cuentan en diez narraciones aparentemente independientes que se arman para conformar una novela desgarradora, con la estructura de un rompecabezas y el vértigo de un “thriller”.

Aquella guerrita olvidada no clasifica como obra bélica, de amor, de espionaje o de costumbres. Tiene algo de todo eso y además, una belleza cinematográfica y un toque de aquella perpleja metafísica que Borges implantó en la narrativa universal.



Disponible en Yenny, entre otras librerías en Argentina y en Amazon – paperback, ebook y libro audio.

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Testimonios de los lectores de ‘Aquella guerrita olvidada’

“Desde hace treinta años, decenas de relatos han intentado desentrañar el sentido histórico, político y social de la guerra de Malvinas. Pocos han logrado hacer de la literatura una herramienta de comprensión como Daniel Arias (Buenos Aires, 1953) en Aquella guerrita olvidada. La mayor virtud de los relatos que forman esta novela es que no soslayan la tarea de contar una historia de guerra y tocan cada aspecto de la experiencia que vivieron sus participantes: desde el terror hasta el heroísmo, desde la crítica certera al sadismo y la cobardía de las cúpulas militares hasta el furor vital del combate y la irracionalidad feliz del patriotismo. A partir de algunos episodios del conflicto, recreados con erudición y brillo narrativo, Arias relata vida y muerte de un puñado de personajes: conscriptos, suboficiales, paracaidistas, agentes de inteligencia, periodistas, argentinos e ingleses. En el centro, un artificio borgeano los reúne a todos en una sola mente, condenada a albergar un instante infinito de la guerra que desgarró para siempre sus vidas. Un libro que hace honor a quienes fueron enviados por la patria a pelear con arrojo, para luego ser abandonados en el más cobarde de los olvidos.” Martin Lojo, La Nación.


Daniel Arias

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“Ni bien pude abrir la novela me atrapó y la concluí en dos jornadas. Me pareció excelente y ya se la presté a un Veterano de Guerra de Malvinas al que -tras mostrársela- quedó inmediatamente impactado por su título. Los felicito tanto a Uds como al autor por una novela tan seria, documentada (demuestra un conocimiento a fondo del tema que abordó), entretenida y apasionante. Les deseo que se convierta en un verdadero éxito editorial.” Jorge A. Gómez -Director- Biblioteca Especializada Malvinas Argentinas. Santa Clara del Mar, provincia de Buenos Aires, República Argentina.

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“La interrelación entre los muchos personajes que aparecen tiene su centro alrededor de la guerra de las Malvinas. Arias ha consiguido crear un relato que te atrapa, con personajes creíbles e historias humanas, desgarrantes y redentoras.” E.R.

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“Este es un libro motivado por una guerra muy rara (la de Malvinas/Falklands)en 1982, pero no es en absoluto un libro de guerra. Y tampoco lo es de amor, o de costumbres, o policial, o de espionaje, o literatura fantástica, pero tiene un toque de todo eso, y un cierto pire sorpresivo para el lado metafísico. Y además, las técnicas narrativas son muy variadas, las historias muy impredecibles, y los personajes, muy llenos de hondura y complejidad. Es una obra de una construcción muy extraña y escrita con un soberbio dominio del lenguaje, con belleza. Y por último, es tan visual que uno tiene más la impresión de ver la acción en el cine que de estar leyendo.” Eduardo Berdichevsky.

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miércoles, 6 de agosto de 2014

El desembarco secreto de la ARA de 1966

El Desembarco Secreto Del 66
Interesante nota de 1996 donde se relata esta extraña misión de reconocimiento,no fue ni la primera ni la última que se hizo en suelo malvinense sin conocimiento de los británicos, recordemos allá por 1999 sino me equivoco cuando se encontraron dos botes de goma y se hizo una caza de brujas por toda la isla buscando a los incursores ilegales. Otro archivo para el lado secreto de la gesta por Malvinas.



Cuando el submarino Santiago del Estero desembarcó secretamente en una playa desierta de las islas Malvinas a 40 kilómetros de Puerto Argentino en octubre de 1966, uno de sus tripulantes y capitán de corbeta Juan José Lombardo no soñaba que 16 años después sería el planificador de la invasión en 1982 y comandante del "Teatro de Operaciones Malvinas" en la guerra. Tampoco incidió en su posterior designación: ningún marino en actividad sabía que había sido uno de los protagonistas.

Aquel desembarco formó parte de un largo juego de guerra en torno de la recuperación de las islas Malvinas, que retomó como hipótesis el almirante Eduardo Massera en 1977 y que, finalmente, culminó en 1982 con la invasión y la búsqueda de oxígeno político para el Proceso que agonizaba. La invasión a las islas fue una de las pocas decisiones confidenciales que las Fuerzas Armadas lograron mantener. Aunque ya para diciembre de 1981 ocho almirantes de la Marina sabían de la decision de ocuparlas, lo ignoraba un miembro de la junta militar: el brigadier Lami Dozo, comandante de la Fuerza Aérea, mientras el general Mario Benjamín Menéndez recién se iba a enterar el 1 de marzo.

Convenciendo al general

Anaya había pensando la operación cuando peleaba con las lecciones de inglés en Londres en la Agregaduría naval. Ya como comandante de la Armada, el 9 de diciembre de 1981 lo había convencido en una comida con sus esposas al comandante en jefe del Ejército, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, diciéndole que él le abría el camino para derrocar al general Roberto Viola de la presidencia. Pero tenía un precio: que apoyara la ocupación de las islas Malvinas. En los tres meses del conflicto más inesperado de la historia contemporánea, las "operaciones secretas" de ingleses y argentinos durante la guerra de las Malvinas fueron por lo menos siete. Del lado británico, son difíciles de reconstruir porque creen en la ley de secretos de Estado y la respetan. Para los militares argentinos, la derrota fue tan traumática y vergonzante que nadie se atreve a escribir una historia oficial o a admitir que hubo héroes que están olvidados y muchos, desamparados. Los errores, horrores y épicas de la guerra de las Malvinas se conocen con cuentagotas, y hay más reconocimientos a la actuación de los militares y soldados argentinos en libros y documentales hechos por los británicos que en su propio país. Este relato es el fruto de una investigación que incluyó docenas de horas de conversación con los protagonistas de la guerra de las Malvinas en la Argentina y Gran Bretaña entre agosto de 1982 y diciembre de 1985. A muchos que ayudaron a reconstruir las operaciones secretas del conflicto anglo-argentino no se los identifica a su propio pedido. Algunos han muerto y la mayoría de los militares involucrados están en situación de retiro.

Rumbo a las islas

En 1966, al comando del hoy fallecido capitán de fragata Horacio González Llanos y con Lombardo como segundo, el viejo submarino de origen norteamericano "Santiago del Estero" se desprendió de la "task force" argentina que había cumplido sus ejercicios anuales en las cercanías de Puerto Pirámides y navegó durante cuatro días hacia las islas. Aunque la tripulación creía que se dirigían a Mar del Plata, su base original. "Nos enteramos después que el comandante recibió la orden del almirante Benigno Varela, jefe de la Armada en 1966, de dirigirnos hacia la isla Soledad", contó a Clarín uno de los oficiales que participó. Navegaron en inmersión y el submarino subió a la superficie con sus 85 tripulantes al atardecer. Dos patrullas de seis hombres cada una partieron hacia la playa, que estaba a un kilómetro y medio de distancia, en botes. La misión era reconocer si esa playa era apta para un desembarco argentino. Pero el primer intento fue un fracaso: la patrulla se perdió, el submarino los recogió de los kayacs arrastrados por la corriente marina y volvieron a sumergirse. Emergieron nuevamente al atardecer del día siguiente y consiguieron cumplir su objetivo.

El kelper no anunciado

En su análisis preparatorio, los riesgos estudiados eran mínimos. La playa era desértica y pantanosa y el único problema podría ser que varara el submarino. La gente no estaba incluida en el cálculo de las probabilidades. Pero el poblador apareció al amanecer. Un kelper somnoliento y sorprendido "aproximadamente de 40 años" se encontró frente a los militares argentinos uniformados, sin darse cuenta de que su vida corría peligro. El comandante González Llanos optó por una solución piadosa: le vaciaron una botella de whisky en la boca, lo abandonaron en la playa y partieron hacia el Santiago del Estero. La operación fue tan secreta que ni siquiera figura en el currículum de los tripulantes. Solo la conocían el nacionalista almirante Varela y Juan Carlos Boffi, comandante de la flota de mar. Varela lo admitió en su casa de Boulogne 16 años después ante esta periodista. "Supimos guardar el secreto. No se lo conté ni a mi mujer. Usted es la primera en saberlo", relató uno de los tripulantes. La playa elegida por el Santiago del Estero no fue utilizada en 1982 para el desembarco argentino. Las fuerzas militares optaron por playas más cercanas a la capital de las islas.

No puede hablar con nadie

En diciembre de 1981, el proceso militar se ahogaba y el vicealmirante Juan José Lombardo denunció en la reunión del Almirantazgo "la descomposición del país y la necesidad de encontrar una solución política". Amenazaba con su pase a retiro y ni siquiera logró calmarlo ese largo paseo en yate con su esposa al que lo invitó el comandante de la Marina, Jorge Anaya. El submarinista Lombardo había estudiado en la Escuela Naval Francesa, era terrateniente en Salto, nacionalista y con una visión más humanitaria del mundo que sus pares de la época. Se sorprendió cuando el 15 de diciembre, el comandante lo convocó a su despacho en el Edificio Libertad para promoverlo y designarlo comandante de operaciones navales. La orden inmediata lo dejó paralizado: "Vamos a ocupar las Malvinas. Usted será el encargado de planificar la operación. No puede hablar con nadie, a no ser con sus cuatro colaboradores inmediatos". El alto y elegante vicealmirante Lombardo partió hacia Bahía Blanca para planificar la operación que desafió la lógica y la imaginación de los servicios de inteligencia de la guerra fría. Hasta entonces, el enemigo argentino era Chile y no los ingleses, y los fantasmas de la junta militar no eran otros que los miles de desaparecidos de la represión ilegal y la presión internacional que se ejercía para que se diera a conocer su paradero, y el fracaso del plan económico llevado adelante por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz . Ante este cuadro político y en el mes de octubre de 1981 cuando era comandante de la flota de mar, Lombardo se reunió con Anaya y le dijo: "¿Por qué no hacemos en las islas Georgias lo que hicimos en Thule en 1976?". Thule es una isla deshabitada en el archipiélago de las Sandwich del Sur. En un intento de pulsar la reacción inglesa y "reafirmar soberanía", siete militares de la Marina argentina la habían ocupado en 1976 al ser desembarcados por un barco de la fuerza que cumplía con su campaña anual antártica. Los ingleses habían reaccionado tardíamente, con tibieza y solo presentaron una protesta formal. La Marina había instalado una Bandera argentina y pretendía fijar en Thule un hito de soberanía: oficiales desarmados que emitieran al mundo partes meteorológicos, comunicaciones de radio y los ojos puestos en la ratificación del Tratado Antártico en 1991.

Clarin

martes, 5 de agosto de 2014

Operación Condor: Detalles del secuestro del vuelo AR 648

OPERACION CONDOR

Primer desembarco en Malvinas

En 1966, un grupo de jóvenes nacionalistas, liderados por Dardo Cabo –que más tarde sería dirigente montonero, asesinado por la dictadura militar–, protagonizó la primera ocupación de las islas Malvinas, luego de desviar un vuelo de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Río Gallegos. Fueron detenidos, junto con Héctor Ricardo García, que editaba “Crónica”, auspiciaba el viaje y había tomado fotos del entonces Puerto Stanley. Aquí los testimonios de un comando y del copiloto y la azafata del vuelo AR 648, desviado mientras visitaba Buenos Aires el príncipe de Edimburgo, el marido de la reina Isabel.



Por Marcelo Zavala | 03.04.2010 | 04:13

—No se muevan. No toquen la radio. El avión está tomado.

—Muchachos, no jodan. Vuelvan a sus asientos.

—Obedezcan mis órdenes y nadie saldrá herido. Somos el Comando Cóndor. Usted, coloque el rumbo uno-cero-cinco. Nos dirigimos a las Malvinas.

—Ustedes están locos. No tenemos idea de la distancia y no podemos calcular el consumo de combustible. No podemos arriesgarnos.

—Les advierto que somos 18 patriotas que estamos dispuestos a morir en el intento. Mi nombre es Dardo Cabo y a partir de este momento soy quien imparte las órdenes. Hagan rápido los cálculos necesarios para llegar a las islas.
 
—Flaco, quitá el trabuco de mi cabeza porque, apuntándome, dos más dos me da seis, no puedo calcular nada, y así no llegaremos a ninguna parte.

El 28 de septiembre de 1966 18 jóvenes –17 varones y una mujer– secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Río Gallegos, y lo obligaron a desviarse a las islas Malvinas, al mismo tiempo que llegaba al país el príncipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel de Inglaterra, a jugar un partido de polo con el dictador Juan Carlos Onganía, entre otras actividades.

La Operación Cóndor estaba planeada para finales de octubre, pero la visita del príncipe la adelantó. Elaborar el plan demandó diez meses. Una vieja casona en la Capital Federal sirvió de refugio para reunirse y esconder armas.

Fernando Aguirre, integrante del grupo. dice que la idea original era comprar todos los boletos del vuelo AR 648 para evitar problemas con los pasajeros, “pero el dinero no alcanzó”, y revela que la operación fue financiada por el empresario metalúrgico –ya fallecido– César Cao Saravia, amigo de Juan Domingo Perón.

La noche de la partida, todos los integrantes del grupo coincidieron a las 23 en la sala de preembarque del Aeroparque Metropolitano. Aguirre llevaba armas y explosivos en su bolso.

Media hora más tarde, los cuarenta y tres pasajeros y seis tripulantes abordaron el Benjamín Matienzo con destino a la Base Aeronaval de Río Gallegos. El comandante Ernesto Fernández y su copiloto, Silvio Sosa Laprida, anunciaron a los pasajeros que el tiempo estimado de vuelo era de ocho horas y media.

El operativo comenzó a las seis de la mañana, cuando el avión sobrevolaba Puerto Deseado. Cuatro hombres se levantaron abruptamente de sus asientos: Dardo Cabo y Alejandro Giovenco irrumpieron en la cabina y Juan Rodríguez y Pedro Tursi se dirigieron a la cola del avión y encerraron en el baño al comisario de a bordo, Raúl Ferrari.

El comandante y el copiloto intentaron disuadir a los secuestradores, pero Cabo les dijo que en Buenos Aires había “compañeros” que tomarían represalias contra sus familiares si ellos no obedecían.

Sosa Laprida recuerda que la violencia sólo fue verbal. “Nos hablaban firmemente pero nunca nos insultaron. Aunque ignorábamos si podíamos llegar. Estábamos seguros de que alejarse de la costa era como tirarle de la cola a un león.” Por su parte, los pasajeros habían comenzado a inquietarse. Al único que se le contó la situación fue al entonces gobernador de Tierra del Fuego, contraalmirante José María Guzmán.

La azafata, Francesca Lazzarini, se percató de los hechos mientras preparaba el desayuno. “Observé que algunos pasajeros se cambiaban de ropa y pensé que se trataba de una broma. Invité a sentarse a un hombre que estaba parado en la puerta del baño.”

La respuesta fue poco amigable: “No. Yo me quedo acá porque el avión está tomado”. Francesca recuerda que se rio hasta que le enseñaron al comisario de a bordo encerrado en un baño y, entonces, decidió que lo mejor que podía hacer era cumplir con su trabajo y atender a los pasajeros. La única voz que se alzó fue la de un integrante del grupo comando que reclamaba por su desayuno. “Señorita, ¿a nosotros cuándo nos va a servir? La réplica fue inmediata: “Para los que secuestran aviones no hay desayuno”. Francesca aún hoy permanece indignada.

Mientras tanto, los pilotos intuían que estaban cerca de las islas. Volaban entre las nubes y el mar hasta encontrar las rompientes que indicaran la proximidad de tierra.

“De pronto nos encontramos volando sobre un mar negro con grandes olas y tan cerca, que tuvimos que nivelar rápidamente el avión, porque parecía que las íbamos a tocar”, dice Sosa Laprida.

Aterrizar con el Douglas DC4 exigió maniobras acrobáticas. La experiencia de los pilotos y la cuota de fortuna necesaria permitieron hacerlo en un improvisado hipódromo. Los ingleses declararon que fue un verdadero milagro. La única avería: la rueda derecha delantera del avión se incrustó en la turba de la ocasional pista.

En tierra, el frío, sumado a una densa llovizna, era terrible. Si bien los comandos tenían ropa de abrigo, no contaban con alimentos que aportasen calorías, y el vuelo no llevaba comida porque el trayecto no incluía la cena.

Los primeros instantes en Malvinas fueron de un gran nerviosismo. No bien se detuvo la nave, los comandos “se tiraron” del avión por una soga. Francesca asegura que a uno de ellos se le escapó un tiro. En la isla reinaba la confusión. En principio, creían que el avión había entrado en emergencia. Encima, ninguno de los cóndores hablaba inglés, lo que aumentaba el desconcierto. “No sabían ni decir buenos días, entonces designaron a Ferrari como traductor”, dice Francesca.

Cada uno tenía una tarea asignada. “Primero formamos un círculo para esperar las órdenes de Cabo. Después, desplegamos siete banderas argentinas y tomamos de rehenes a unos quince pobladores”, dice Aguirre.

Cabo y su pareja, María Cristina Verrier, fueron a la casa del gobernador a pedirle la rendición. “Los sacaron cagando”, dice Aguirre. “El inglés no los tomó en serio. Les dijo que las islas pertenecían al imperio británico, los acusó de bandidos y por último les exigió que entregaran las armas.”

Mientras esto sucedía, el comandante aprovechó y, con la ayuda de un sacerdote católico holandés que se había acercado al lugar, evacuó a los pasajeros y los alojó en viviendas cercanas a la pista.

Ese permiso de evacuación produjo una grieta en el grupo comando. Algunos sostenían que dejarlos ir era arriesgar el pellejo. Otros opinaban que el objetivo estaba cumplido y que no tenía sentido retenerlos en el avión. Pero los duros advertían: “Acá no vinimos a joder, y si nos pasa algo, estos tipos se mueren”.

Aguirre admite que no existía en ese momento otra posibilidad que rendirse. “Las colinas estaban repletas de gente armada y no teníamos alimentos. Habían pasado cuarenta horas y teníamos información de que el gobierno argentino nos había librado a nuestra suerte. La situación era insostenible.”

La rendición cobraba forma. Antes de entregarse “ante la Iglesia Católica”, el grupo entonó el Himno Nacional y escuchó una arenga de Dardo Cabo (“Hemos cumplido el objetivo. Hemos cumplido la misión”) También, puso a salvo las banderas. Luego, abandonó el avión.

Todos fueron detenidos y alojados en la iglesia del padre Rodolfo Roel hasta el día que fueron embarcados con destino a Ushuaia, junto al resto de los pasajeros, en el barco de bandera Argentina Bahía Buen Suceso.

Entre tanto, los ingleses discutían con las autoridades argentinas qué hacer con los detenidos, mientras la policía de la isla aumentó el número de detenidos.

Apresó al periodista Héctor Ricardo García mientras paseaba por las calles con su cámara fotográfica al hombro. Recién recuperó su libertad luego de ser indagado por el juez federal Miguel Angel Lima en Ushuaia.

Los integrantes de la Operación Cóndor fueron condenados el 26 de junio de 1967: por privación ilegítima de la libertad y tenencia de arma de guerra. Una semana después, el Douglas DC4 de Aerolíneas regresó, luego de que se convenciera a los ingleses, que pretendían quedarse con la nave para armar una biblioteca, y después conseguir barriles de nafta que reemplazaran los cuatro que habían sido enviados adulterados desde la Argentina.

En definitiva, los comandos cumplieron su sueño. Llegaron a Malvinas de sorpresa, izaron la bandera argentina y cantaron emocionados el Himno Nacional. Para Aguirre fue “un verdadero acto de soberanía que se hizo sin lastimar a nadie y sin producir daños”. La provincia de Buenos Aires les otorgó en 2009 una pensión equivalente a tres sueldos básicos de la administración pública provincial.


Perfil.com

lunes, 4 de agosto de 2014

Una bandera de 15 metros en el museo de Malvinas

Incorporan al Museo Malvinas una extensa bandera nacional que fue desplegada en las islas

La bandera argentina de 15 metros pasó a patrimonio del museo en un acto que contó con la presencia de Daniel Filmus, secretario de Estado para Asuntos relativos al archipiélago que Gran Bretaña usurpó en 1833.




La bandera es un trozo de una mayor, de 200 metros de largo, llena de inscripciones demostrativas de amor a la patria, que recorrió anteriormente el país desde La Quiaca hasta Ushuaia y desde el Mar Argentino a los Andes, y que también fue exhibida en el curso del acto.

En su inicio, el director del museo, Jorge Giles, presentó a los autores de la instalación, Maridel Cano y Abel Acevedo, vecinos de la pequeña localidad de Costa del Este, en el Partido de la Costa, provincia de Buenos Aires.

Acevedo y Cano -explicó Giles- fueron "el corazón y el alma" del proyecto "Patria mía", una bandera itinerante sobre la que todos los que lo desearan pudieran escribir frases de amor a la patria.

Se trató de una iniciativa que contó con el pleno apoyo del intendente del Partido de la Costa, Juan Pablo de Jesús, y que se inició en el jardín de su casa con una bandera de 40 metros.

Acevedo dijo que en realidad no se trataba propiamente de un pabellón, sino de una "tela de bandera", explicando que la diferencia es que si aquella no se puede escribir, ensuciar y ni siquiera lavar, la segunda puede ser utilizada como soporte de una expresión artística.

Esta misma distinción semántica la recordaría minutos después el veterano de guerra Walter Goñi, jefe de Gabinete del Municipio de la Costa , al recordar que debieron explicársela en inglés tarzanesco al vista de aduanas de Puerto Argentino (Port Stanley) para que autorizara su ingreso.

"Si estaba llena de leyendas de ningún modo podía ser una enseña nacional", dijo que argumentó entonces con éxito.
Visiblemente emocionada, Maridel Cano, recordó a la inmigrante boliviana que agradeció de rodillas sobre el paño haber tenido dos hijas argentinas.

Goñi repasó los preparativos del viaje a las Malvinas, que se iniciaron casi dos años antes, en noviembre de 2011, y cómo la bandera fue creciendo hasta llegar a los 200 metros.

El subdirector del museo, Mario Volpe, también veterano de guerra, recordó que combatió en el Monte Longdon, en las afueras de Puerto Argentino, dónde entre el 11 y el 12 de junio de 1982 perdieron la vida 36 compañeros suyos.

Enfatizó Volpe que el Reino Unido mantiene en las Malvinas una enorme base militar no para defender a los 3.000 kelpers que las habitan sino para controlar todo el Atlántico Sur.

Cerró el acto el ex senador Filmus, quien destacó que "si gente de otro país asistiera a esta ceremonia, posiblemente no entendería  la emoción a flor de piel que nos embarga".

Explicó seguidamente que esa emoción se debe "a que no estamos completos, y eso realmente nos duele, es una herida que llevamos permanentemente".

Filmus destacó la importancia de la existencia del nuevo museo: "¡Qué suerte que exista este museo! Si no quizá no tendríamos dónde guardar y preservar esta bandera. Que representa el futuro, la esperanza que nos anima. De que algún día, más temprano que tarde, las Malvinas se reintegren a la soberanía cotidiana".

"El mejor homenaje (a quienes murieron en las islas) es crear las condiciones para recuperarlas, lo que debe hacerse por métodos pacíficos y con mucha perseverancia", concluyó el secretario de Estado.

El Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur se encuentra dentro del predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), dónde funciona hoy el Espacio para la Memoria


Telam

domingo, 3 de agosto de 2014

El espionaje del ELMA Río de la Plata

La misión del ELMA Río de la Plata



El Capitán de Ultramar de la marina mercante argentina  Carlos Benchetrit relata por primera vez su casi suicida misión de espionaje a la flota inglesa concentrada en la isla de Ascensión, días antes de que esa poderosa formación partiera rumbo a los mares del sur argentino.

Benchetrit ha guardado como testimonio de su inolvidable experiencia el radiotelegrama por el cual las autoridades de la Empresa de Líneas Marítimas Argentinas (ELMA), en lunfardo, le ordenaban poner fin con premura su misión de espionaje.

Como es el caso de la arriesgada misión que le correspondió como capitán del buque mercante ELMA “Río de la Plata” (buque en el que navegaría durante once años) en abril de 1982, que consistía en espiar (huérfano de todo apoyo naval o aéreo) a la poderosa Fuerza e Tareas Británica que se estaba concentrando en la “Isla de Ascensión” para caer sobre las fuerzas argentinas en las “Islas Malvinas”.

El Hombre y sus circunstancias

A comienzos de ese crucial mes de abril de 1982, el capitán Benchetrit comandaba el Río de la Plata en un viaje desde Finlandia a Bilbao, que era su última escala de carga antes de emprender el regreso a Buenos Aires. El 5 de abril, navegando en aguas internacionales próximas a la costa inglesa, captó una transmisión de la TV británica que mostraba la partida desde la "Base Naval de Portsmouth" de los portaaviones HMS “Invincible” y HMS “Hermes” en medio de una euforia popular.

Nada le hacía prever, todavía, que iba a tener que estar peligrosamente cerca de las unidades de la Fuerza de Tareas, que entonces observaba cómodamente por televisión. "Esto fue una verdadera coincidencia -relata-, y ocurrió antes de recibir el primer mensaje cifrado desde Buenos Aires. No me había imaginado para nada mi posible participación en el conflicto, no estaba mentalizado en lo más mínimo para verme involucrado en la guerra que se venía."



Buena parte de la formidable flota reunida apresuradamente por los ingleses en nuestra contra, se concentró en la isla de Ascensión, ubicada a más de 3000 millas de las islas Malvinas.

El 19 de abril, dejado atrás el puerto español de Bilbao, el ELMA "Río de la Plata" navegaba plácidamente hacia Buenos Aires. Poco antes de la medianoche, y a la altura de la Isla Do Fogo (en Cabo Verde), las cosas se empezaron a complicar para su capitán. A esa hora, imprevistamente, llegó un telegrama cifrado de ELMA.
"El telegrama decía -cuenta Benchetrit- "Ir a la isla de Ascensión para hacer avistajes".
Debía mantenerme a 12 millas por seguridad y reportar todo lo que veía. Si bien es habitual que en época de guerra se use así a las unidades de la marina mercante, yo pensé por primera vez que nos íbamos a convertir en civiles cometiendo un acto de espionaje.

Se inician las operaciones de Espionaje

El 23 de abril de 1982, tras una marcha a toda máquina, el Río de la Plata llegó frente a la isla de Ascensión alrededor de las 17. Antes pasó frente a un buque de guerra inglés que realizaba prácticas junto con un submarino. Ambos ignoraron al mercante argentino. "Cuando llegamos a Ascensión -relata el marino- no podíamos creer que pudiese existir una concentración de buques de guerra como la que veíamos ante nuestros ojos. Había de todo allí.

Como los barcos ingleses tenían un alcance bastante largo en sus comunicaciones, entramos con el VHF abierto y empezamos a escuchar las conversaciones de barco a barco. Además, colocamos un grabador de cinta ubicado junto a la radio para grabar las conversaciones entre los buques o entre éstos y la isla. En base a ello pudimos saber qué buques zarpaban, qué es lo que hacían, qué intenciones tenían. Todo lo hablaban para nosotros con una libertad absoluta. Claro, ninguno en la escuadra inglesa se imaginaba que alguien pudiera estar escuchándolos. Nosotros estábamos bastante lejos de su visión, mucho antes de llegar a las 12 millas, y sin embargo, ya nos llegaba todo lo que decían."



Pronto, el capitán Benchetrit se había hecho un valiosísimo cuadro de situación sobre los buques reunidos por entonces en Ascensión (que eran cerca de quince). Ya sabía cuáles eran, y hasta el nombre de quienes los mandaban. Luego, incluso, los pudieron observar con binoculares. "La tarea se pudo precisar -agrega el marino- porque en ese viaje contábamos con una ayuda crucial, la de un segundo oficial, Armando Busto, que había sido personal de la marina de guerra y estaba muy familiarizado con los distintos tipos de barcos. Gracias a sus conocimientos, a lo que observábamos con los binoculares, a lo cotejado en el nomenclador y a lo que captábamos de las comunicaciones entre los barcos, pudimos unir bastante bien las piezas del rompecabezas."

Habiendo enviado esa misma noche un mensaje cifrado con los datos reunidos, Benchetrit dirigió su nave hacia Buenos Aires, creyendo, ilusoriamente, que su fugaz misión de espionaje naval había terminado allí. Se equivocaba.

Segunda operación de Espionaje

Tras haber dejado a Ascensión 300 millas atrás, el capitán Benchetrit recibió un nuevo telegrama de ELMA, en el que luego de reconocer lo valioso del espionaje realizado se le ordenaba regresar a la isla para obtener nuevos datos de los buques británicos, y de ser posible, fotografiarlos.

Llegaron a Ascensión por segunda vez al caer la noche, tras disimular la apariencia de la nave cambiando las luces, nuevamente con el VHF abierto y el grabador listo para registrar el menor murmullo proveniente de la Task Force. "Sin perder tiempo inspeccionamos la isla -relata el marino-, pero esta vez bien de cerca, con el barco no totalmente a oscuras (porque los radares del enemigo podían sospechar). Ordené disimular las luces, y modifiqué las posiciones de las de los palos, que son las que dan la sensación de la distancia del buque. Achiqué todas las luces y el resto lo oscurecí totalmente para que pensaran que éramos un pesquero."

Los argentinos hicieron su incursión en las proximidades de la isla y notaron que había mucho movimiento en el aeropuerto, con helicópteros que entraban y salían. Pero los buques estaban todos en silencio. Finalmente se acercaron hasta 3 o 4 millas de las naves inglesas, que fue el momento en que aprovecharon para fotografiar todo lo que pudieron.



"No usamos una Polaroid como se comentó en su momento -aclara el marino-. como no teníamos elementos, apenas unas simples maquinitas, improvisé un teleobjetivo poniendo el objetivo del prismático en el de la cámara. En ese momento ubicamos a la flota inglesa y comenzamos a disparar fotos. Vimos a la fragata HMS "Antelope", a los Buques Transporte de Tropas HMS "Sir Galahad", y HMS "Sir Tristan", entre otros buques. Ahí pudimos ubicar también al enorme Buque de Pasajeros RFA "Canberra", sobrevolado en todo momento por helicópteros "Sea King", hasta que uno de ellos comenzó a sobrevolarnos amenazadoramente a nosotros."

Reacción Británica

Así empezó la oleada de helicópteros que venían hacia nosotros, se quedaban un rato encima y luego se volvían. Yo temía que nos dispararan o nos capturaran. Por las dudas, para que no encontraran ninguna prueba del espionaje realizado, junté todo los papeles, documentos y códigos y los metí en una bolsa, dispuesto a fondearlos en el momento que quisieran abordar el barco.

En medio de estas conjeturas llegó un telegrama cifrado de ELMA con un error en el código. Dispuse no usar la radio. Nos quedamos quietos, y así pasó el tiempo hasta que nos enviaron un nuevo telegrama, en lunfardo, pensando que no habíamos recibido el anterior.
Lo desciframos y decía: "Retírese de inmediato a Montevideo..."
¡Qué ironía!, quedaba suspendida la operación cuando ya la habíamos realizado y teníamos al enemigo encima. El telegrama nos había llegado tarde. Finalmente nos alejamos de la flota como pudimos, navegando siempre con las señales de movimiento electrónico interrumpidas, esperando a cada minuto un ataque.

Conservo una grabación de esos momentos, justo cuando el Comodoro Clapp (desde el Buque de Desembarco Dique HMS Fearless) le pedía al capitán de la Fragat HMS "Antelope" que nos capturara. Hay que oír con qué delicadeza se lo pedía: "Según su criterio, sin interferir en sus planes", le decía, a lo que el comandante del buque mencionado contestaba que "iban a hacer todo lo posible y que dentro de unas horas volverían a comunicarse". Todo eso mientras nosotros escuchábamos y ya nos veíamos ametrallados y camino al fondo del mar. Era una sentencia de muerte suspendida, porque no teníamos ni armamento para defendernos, ni velocidad para esquivarlos. Si nos alcanzaban, estábamos listos", concluye Benchetrit.

En la retirada, siempre con la preocupación por el probable ataque de la fragata inglesa (que nunca se produjo), el ELMA "Río de la Plata" marchó hacia Montevideo y luego rumbo a Buenos Aires. "Cuando nos estábamos relajando con el paso del tiempo -agrega su capitán-, una noche apareció un eco en nuestro radar. Como estábamos muy cerca vimos pasar la sombra de un buque de guerra.
Supongo que iba en dirección a la isla de Ascensión. También pensé en ese momento que podía dirigirse a la isla de Trinidad, al nordeste del Brasil. Tuve la idea de que los ingleses podían haberse metido en esa isla de valor estratégico.
De todos modos, cuando luego pasé por el lugar lo revisé a una milla de distancia y no encontré absolutamente nada. Recuerdo también que al día siguiente un avión de combate inglés nos hizo un vuelo tan rasante que llegué a pensar que iba a chocar con uno de los palos del barco."

Lunfardo en la BBC

Durante toda su misión, el buque argentino había estado en comunicación con el gerente de operaciones de ELMA. Los mensajes llegaban en lunfardo para despistar a los ingleses. Así, por ejemplo, el radiotelegrama del 26 de abril dirigido "al capitán del Río de la Plata" rezaba:

"Bencho picatela al socaire macacos sin demora, mañana chamuyá como era el quía que te ojeó. Un abrazo. RADIVOJ".



"A nosotros lo del lunfardo no nos hacía ninguna gracia -agrega Benchetrit- porque mientras viajábamos desde Finlandia a Bilbao habíamos estado escuchando la BBC, lo que era la mejor forma de enterarnos de las novedades (además era bastante objetiva), y con gran sorpresa descubrimos que uno de sus programas estaba dedicado a dictar nada menos que clases prácticas de lunfardo argentino. Yo esperaba que los de la Task Force no hubieran estado sintonizando el mismo programa."

Finalmente, y sin materializarse ningún ataque al buque argentino, el Río de la Plata, tras detenerse en Montevideo, emprendió rumbo a Buenos Aires, donde entregó todo el material recolectado (fotos, cintas, etc.) a ELMA, que lo pasaría de inmediato a la Armada Argentina.
"Cuando llegamos a Buenos Aires -afirma Benchetrit- recibí el reconocimiiento del departamento de Inteligencia Naval de la Armada por nuestra actuación: un plato con una inscripción y un diploma."
Su raid de espionaje de la escuadra inglesa, por supuesto, no había pasado inadvertido, como lo atestigua un ajado recorte de La Mañana, de Montevideo, del 26 de abril de 1982, que hablaba de un "presunto buque espía de Argentina" refiriéndose específicamente al Río de la Plata.

Aunque los britanicos bloquearon posteriormente  ingreso del capitán a territorio ingles por considerarlo incurso en acciones de guerra.y aunque resulta difícil de creer, Bencherit y su valerosa tripulación jamás fueron reconocidos como VGM por los posteriores gobiernos argentinos hastala actualidad.

Fuente:
La Nacion
Sacado de: www.taringa.net

Esto ha sido reproducido de Conflicto de Malvinas